EL MACALÓN DE NERPIO: UNA URBE PROTOHISTÓRICA SERRANA

July 24, 2017 | Autor: J. Simón García | Categoría: Edad Del Hierro, Cultura ibérica
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Descripción

Nº 5 · Año I

ierra V S

Periódico Comarcal de la Sierra del Segura

Ayna · Bogarra · Elche de la Sierra · Férez · Letur · Liétor · Molinicos · Nerpio · Paterna del Madera · Riópar · Socovos · Yeste

Precio 2 €

Ejemplar gratuito. Edición bimestral.

CORPUS CHRISTI EN LA SIERRA La festividad del Corpus se manifiesta en la Sierra con diferentes formas y colores

DESARROLLO RURAL

Juan Manuel liétor Cifuentes

La situación de crisis hace que las huertas tradicionales se recuperen

30 años de conciertos de música de órgano

actor, director y cantante serrano

Borja Martínez

Antonio Ródenas El hombre centenario de La Navazuela,

El joven de Vicorto, internacional con la selección sub 17 de fútbol.

pedanía de Ayna nos recibe en su casa. Pag. 24.

Pag. 25.

CULTURA

MEDIO AMBIENTE

OCIO Y TIEMPO LIBRE

GASTRONOMÍA

Relojes de sol centenarios en la Sierra del Segura.

A vista de pájaro. Los picos más altos de la Sierra del Segura.

Rutas de senderismo y BTT Aplicaciones smartphone.

Receterio tradicional para superar la crisis.

Pag. 29.

Pag. 19.

PAg. 26.

PAg. 28.

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SierraV

MAYO JUNIO 2012

la última

El Macalón de Nerpio:

una urbe protohistórica serrana J.L. Simón García Universidad de Alicante

Durante el Bronce Final (900 antes de Cristo), las poblaciones de la Sierra del Segura que hasta la fecha habían estado dispersas por el territorio en granjas familiares, inician un proceso de agrupación que concluirá con la constitución de enclaves urbanos de cierta envergadura, los cuales controlarán un amplio territorio circundante, propiciando el desarrollo de una élites locales que dirigirán la actividad social, económica y religiosa de estos grandes poblados. El emplazamiento optimo serán las muelas o cerros elevados, fácilmente defendibles por sus escarpes naturales y que controlan las vías naturales de la sierra, esencialmente los valles de los ríos, caminos por los cuales se puede llegar desde el corazón serrano a las vegas murcianas, las campiñas jienenses y los llanos manchegos. Su inmejorable emplazamiento favorece el intercambio de productos, el comercio de todo tipo y el flujo de corrientes culturales y religiosas, junto al abastecimiento agropecuario que procuran los diferentes ecosistemas de la zona, permitieron el desarrollo de estas urbes a lo largo de casi medio milenio. El Macalón de Nerpio, cuyo topónimo procede de la palabra islámica que designa los corrales y rediles de

Reconstrucción de casa ibérica. Foto_S.V.

altura, fue sin lugar a dudas una de estas urbes del periodo Orientalizante e Ibérico Antiguo más destacadas de la Sierra del Segura, equiparable a los principales poblados del Sueste peninsular, por lo que no es de extrañar que haya atraído la atención de insignes arqueólogos a los largo de la segunda mitad del siglo XX, realizando puntuales excavaciones arqueológicas que han permitido intuir algunas características del asentamiento y de sus moradores. La ciudad necesito de forma casi inmediata de infraestructuras que posibilitasen la vida y la actividad de sus moradores. Se realizará un camino que desde el fondo del valle asciende hasta la cumbre, creando muros de contención y rampas escalonadas para el tráfico rodado de carros tirados

El Macalón. Foto_S.V.

Perdiódico Comarcal de la Sierra del Segura

V ierra S

El Macalón. Foto_S.V.

por bueyes y caballerizas. El camino terminaba en una puerta abierta en la muralla de casi dos metros de espesor y una altura considerable, que estaba defendida por dos torreones, a partir de los cuales se accedía a un espacio cerrado de casi cuatro hectáreas, escalonado por la pendiente del cerro y por las terrazas artificiales realizadas para emplazar las agrupaciones de casas, almacenes y corrales.

La construcción Todas las construcciones, según las excavaciones realizadas, se realizaban con un zócalo de mampostería de dos o tres hiladas, con el fin de evitar la humedad procedente del suelo. A partir de ahí, se levanta la pared con un entramado de postes y muros de adobes, con apenas huecos, como la puerta y algún ventanuco. La cubierta es de vigas de madera cubiertas de ramas, a una o dos aguas, que el humo de los hogares del interior impermeabiliza, si bien había que reparar cada primavera tras las nieves invernales. El piso de tierra apelmazada y batida se interrumpe por el hogar y los bancos de adobe levantados junto a los muros. Solo algunas alacenas de madera en las paredes y las tinajas permiten guardar objetos y utensilios. En estas casas sus moradores compartían en ocasiones el espacio con algunos animales domés-

ticos o de tiro. Los restos arqueológicos muestran que el poblado sufrió remodelaciones a lo largo del tiempo, tanto en el tamaño como en la distribución de las construcciones. Las casas de las familias y personajes principales se emplazaron en la parte más alta del recinto, junto a las cuales parece que pudieron estar almacenes, templos y aljibes. Mas abajo, en diversas manzanas separadas por calles o espacios de circulación, estarían las casas y corrales del resto de sus habitantes. Los fragmentos de cerámicas nos sitúan la vida del poblado entre el Bronce Final y el final de Ibérico Antiguo (900-450 antes de Cristo), con múltiples relaciones comerciales con las poblaciones indígenas y púnicas de la costa, circunstancia favorecida por la situación del poblado junto a una de las principales rutas serranas, la cual uniría la cabecera del Río Segura con la del Río Guadalquivir, por la que circulaban personas y ganados, principal riqueza de la zona, además de la explotación de los múltiples recursos del bosque, como la madera, las plantas medicinales, la resina y la miel entre otros. Prueba de todo ello son las puntas de fecha con arponcillo, conocidas en los ámbitos científicos como del “tipo Macalón”, al ser uno de los primeros lugares donde se registra-

ron e identificaron. Otros objetos de tradición o influencia orientalizante serían las ánforas, determinados tipos de vasos, las pesas de telar o las fíbulas y agujas que sujetaban sus túnicas de los habitantes del poblado. La necrópolis se situó al pie del yacimiento, y para proteger las tumbas con las cenizas de los principales personajes que a lo largo del tiempo ejercieron su poder en la comarca, se levantaron monumentos funerarios protegidos por estatuaras de animales mitológicos, como las esfinges, o leones, cuyos restos mutilados y destruidos con el paso del tiempo, fueron recuperados por los primeros investigadores que trabajaron en el yacimiento y que hoy en día se conservan en los museos de Albacete y Cartagena. Nuevamente los cambios de las estructuras sociales y políticas de una sociedad plenamente integrada en la Cultura Ibérica, motivaron la paulatina desaparición del poblado, quedando finalmente abandonado en el 179 a. C. cuando Marco Sempronio Graco obliga a los indígenas a abandonar los lugares en alto y bajar a vivir a las zonas más llanas, siendo esporádicamente visitado a partir de ese momento por los pastores y ganados que a los largo de los siglos han recorrido las orillas del río Taibilla.

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