El lugar del Hombre y su destino en la Iglesia.docx Eclesiología Pannemberg

May 23, 2017 | Autor: A. Molina | Categoría: Wolfhart Pannenberg, Eclesiología
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Descripción

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Molina, Alexis Gabriel. Lic. En Teología – UCC.
Seminario- W. Pannenberg.


"El destino del hombre y su lugar en la Iglesia"
Introducción
Hombre e Iglesia para el teólogo alemán Wolfhart Pannenberg son correlativos, el hombre es el sujeto y destinatario de lo eclesial, y a su vez la Iglesia es ese lugar de comunión como sinónimo de plenificación que lleva al hombre a ser-para-otros, y de esa manera ser- para-Dios en cuanto que es su imagen. En cuanto a la tarea de la eclesiología para el autor, es mostrar la función de signo que la Iglesia cumple con referencia al reino de Dios, dando a los hombres la certeza (sin confundirla con el reino de Dios), de ser partícipes de la salvación escatológica y proponiéndose ella misma, en una existencia vivida sobre todo en la liturgia y la predicación, como lugar de la presencia del Espíritu en vistas al cumplimiento escatológico. Aparece así la Iglesia en el contexto más amplio de la doctrina del Espíritu Santo (pneumatología) como don escatológico que lleva al cumplimiento de la salvación. Por ello la importancia que asume la Iglesia, valorada especialmente por su carácter unitario y comunional, para la autocomprensión de cada cristiano. De esta manera antropología, escatología, y eclesiología junto a la cristología y pneumatología que el autor elabora se conectan en un movimiento dinámico que comienza y termina en Dios. En el siguiente ensayo se toma en primer lugar el aporte antropológico teológico, luego el ámbito de lo escatológico, seguido brevemente por el aporte pneumatológico, para finalizar en lo eclesiológico propiamente.
Antropología eclesial
El Hombre es para el autor ante todo "Imagen y semejanza de Dios" (Gn 1,26) y ello consiste en su destino a la comunión con Dios. Hay una relación intrínseca entre la imagen y el destino, cuya consecuencia primera y fundamental está, en la concepción de persona humana como "esse ad Deum", un ser cuya explicación consiste en ser-para-Dios.
Esta verdad contenida en la noción veterotestamentaria de "imago Dei", es objeto de una particular atención, junto a dos de sus consecuencias implícitas: la apertura al infinito y el carácter dialogal de la persona. Se expone así la distinción entre imagen-modelo e imagen-copia, con la que Pannenberg intenta mostrar que el destino del hombre ha hallado cumplimiento por anticipado en la encarnación de Dios en Jesucristo, y que constituye la clave de interpretación más adecuada y completa para enfocar dinámicamente la imagen divina en el hombre.
El cristianismo, se presenta como la intervención de Dios en la historia humana que ha alcanzado su más alta culminación en la persona de Jesús. Dios se revela en primer instancia en la creación del mundo y en particular del hombre (Gn 1,26). Esta verdad teologal, narrada por el relato sacerdotal del Génesis, es fundamento antropológico alrededor del cual giran todas las otras verdades teológicas acerca del hombre. Por ser imagen de Dios, el destino del hombre es la comunión con Él, que encuentra su consumación en la conformación con la imagen de Cristo. Sólo a través de Cristo, imagen perfecta de Dios Padre, encuentra su consumación el destino del hombre como imagen de Dios (Imago dei). Pannenberg se propone unir la permanente realidad de la creación del hombre a imagen de Dios con la tesis según la cual la verdadera imagen de Dios es como hemos dicho Jesucristo. Cuando Pannenberg se pregunta qué es lo específico del hombre, y responde en primer momento que no es su capacidad intelectual, sino su vocación o destino a la comunión con Dios, está desvinculando la función preeminente que ha tenido la razón durante siglos y está relacionando el término destino con la configuración de la naturaleza humana como imagen de Dios. Ahora bien Lo distintivo de los seres humanos es su apertura al infinito, en cuanto distinto de lo finito: "En la idea de lo finito (…), se halla implicada, al menos implícitamente, la idea de lo infinito". La apertura al mundo, que caracteriza constitutivamente a la naturaleza humana, significa en último extremo una apertura que excede del mundo, de modo que su sentido propio está mejor expresado como apertura a Dios que hace posible la consideración del mundo como un todo, pues al trascender toda experiencia o representación de objetos perceptibles, el hombre permanece todavía "abierto", referido a algo distinto de él mismo.
El hombre desea y espera radicalmente un más allá. La antropología de Pannenberg concibe al hombre estructuralmente como un "ser abierto" que supera los límites de la finitud y espera una plenitud más allá del acontecimiento de la muerte. "Entre todas las demás criaturas, el hombre se distingue porque su ser se halla referido a Dios de una forma especial. En ello se apoya su vocación y facultad de dominio sobre el resto de las criaturas de Dios. Ciertamente todas las criaturas se hallan referidas a Dios como a su creador por cuanto que todas le deben la existencia y dependen continuamente de Él para su desarrollo y conservación". Con su solo existir ya se está alabando al Creador, "pero en los hombres esta relación con Dios se convierte en algo explícito, al distinguir a Dios del propio ser y de todo lo finito. Por eso, el agradecimiento a Dios y la alabanza de Dios se convierten para el hombre en tema de la propia realización de la vida. El presupuesto que maneja el autor es el de que el hombre es religioso por naturaleza, y esto no queda refutado por el hecho de que haya también hombres que viven sin religión. También los ateos son hombres y viven esta apertura a lo trascendental. Pero desde el punto de vista de la fe cristiana ha de afirmarse que en su vida no alcanza el hombre por él mismo el pleno desarrollo su condición esencial. El sentido del ser hombre es algo que, sin religión, no es plenamente perceptible para el hombre mismo".
Cuando el relato sacerdotal del Génesis explicita que el hombre fue creado "a imagen y semejanza" de Dios está asentando una profunda verdad teológica, una definición sobre el ser humano y una estructura antropológica que lo constituye radicalmente. Significa no sólo que el hombre ha sido hecho, sino que ha sido destinado o llamado a una vida de relación con Dios, entendido como comunión. Y que esta destinación o vocación del hombre sustenta de tal modo la raíz de su existencia, que lo constituye intrínsecamente hasta el punto de hacerlo una persona, esto es, un ser limitado y libre capaz de auto-poseerse y auto-donarse en cuanto que es una naturaleza subsistente en sí misma.
Atención con este presupuesto ya que para Pannenberg, ser persona es sinónimo de apertura en alteridad, es decir, ser capaz de diálogo y amor, es ser capaz de experimentarse en el otro, en el tú, como misterio de un ser-en-sí que no se agota en nada de lo que el otro puede percibir desde fuera. El ser del hombre como imagen de Dios no se agota en el hecho de tener autoconciencia, tampoco en el de ser capaz de distinguir y afirmar el propio yo frente a los demás. Tampoco, alguien deja de ser persona cuando su autoconciencia no se ha manifestado todavía, o no se manifestará nunca. No es la autoconciencia lo que funda la personalidad del hombre sino la relación icónica con Dios abierta a un destino eterno en èl.
Esta comprensión del hombre como criatura formada a imagen de Dios se deriva como vimos del antiguo testamento, desde esta fuente surge el tema del "pecado" como categoría de interés, esto (con todo el análisis teológico que presupone) desemboca en la afirmación cristiana de que el hombre se ha reconciliado con Dios por medio de Jesucristo. La idea de esta reconciliación explica para Pannemberg, las modificaciones que han experimentado en el pensamiento cristiano los conceptos de que el hombre es imagen de Dios y de que el hombre es pecador, y por ello el mensaje de la reconciliación del hombre con Dios, que se lleva a cabo por Jesucristo.
Esta revelación, en la cruz, de la universalidad del pecado representa el presupuesto para la universalidad de redención llevada a cabo en la misma. Surge de ello otra afirmación, la que por medio de Cristo se hace realidad el verdadero destino divino del hombre, si bien ya dado en el hecho de que fue creado a imagen de Dios, ese destino no se hace realidad sino a través de Cristo, y por medio de Cristo, puede el hombre ser partícipe de ese destino de todos. Esta afirmación de la idea cristiana de reconciliación del hombre en Cristo, es el mensaje que la Iglesia ha proclamado, sosteniendo su validez universal para toda la humanidad.
Escatología eclesial
Dios ha querido autodonarse, automanifestarse en la historia, y la revelación de Dios en la historia es, -para el teólogo en cuestión-, esencialmente, una revelación escatológica. Y ésta "no tiene lugar al comienzo, sino al final de la historia revelante".
Cuando hablamos de escatología se nos viene a la mente inmediatamente el axioma "ya, pero todavía no", el "todavía no" dice el autor, es una categoría de gran importancia hoy en los teólogos actuales, que también es aplicable a la situación y estructura de la iglesia, por cuanto también ella mira anticipadamente al futuro del reino de Dios, como una iglesia peregrinante. ¿Qué se entiende por futuro?, cuando los teólogos hablan de futuro –sostiene Pannemberg- subrayan de manera característica la novedad de lo futuro; Idea que va unida al hecho de que Dios ha venido al mundo, asumiendo lo finito del hombre, su tiempo e historia, la doctrina de la encarnación que se presenta como promesa y esperanza, la fe en la encarnación para el autor, significa que el futuro no se limitará, a destruir el presente y el pasado.
El futuro se mostrará como una extrapolación propia de la predicación y la historia de Jesús, así como esta a la inversa, tenía como fundamento y contenido la irrupción del futuro de Dios en el presente. Por lo tanto- afirma Pannenberg- "futuro no es simplemente una extrapolación y prolongación del presente y del pasado, sino una realidad con entidad propia, basada en la idea de Dios". Dios mismo, quien confronta el mundo presente con su futuro, es el futuro último de la persona. Siendo él mismo el futuro último de la persona, el subsiguiente desarrollo de la persona deberá tender hacia una creciente unidad de la humanidad; Dios es no sólo el principio original de su creación, sino también la meta de su último destino y consumación.

El reinado de Dios nexo entre la escatología y la eclesiología de Pannemberg
El tema de relevancia y decisivo para este autor en la escatología es el del "reinado de Dios", ya que la consumación absoluta de este reinado de Dios conlleva la victoria definitiva sobre el pecado y sobre la muerte; es decir: el misterio de la redención en Cristo. Aquel que la Iglesia predica con alcance universal.
En su autodonación al mundo Dios se hizo carne y predicó el reino, es así que frente a la pregunta de Pilato respondió "Mi reino no es de este mundo" (Jn 19,36) pero también recordó: "El reino de Dios está dentro de ustedes" (Lc 17,21), "(…) El reino de Dios no es asunto de cálculos de futuro, sino que su futuro actuará 'en medio de ustedes'". El anuncio de Jesús es el de la llegada del Reino de Dios, en esto se centró su proclamación de la irrupción y comienzo del Reino de Dios en la predicación a individuos concretos, y como una interpelación a su fe. Pero, aun en esta forma, su mensaje entrañaba siempre la idea de una sociedad definitiva y escatológica de los hombres, de una nueva humanidad, unida por sus relaciones con Dios. De esta manera "el amor de Dios al mundo, de Dios que es el creador y redentor del mundo, se dirige a todos los hombres por medio de Jesucristo. Y el individuo que recibe ese amor, sólo puede conservar la comunión con Dios a condición de que participe en el amor divino hacia todo el mundo. Por consiguiente, el amor de Dios tiene como objetivo una comunión universal de todos los hombres por la unión con Dios mismo."
Esta sociedad escatológica de la que habla Pannenberg se halla simbolizada y representada actualmente por la sociedad de creyentes (iglesia). La misma función se había atribuido ya a Israel como pueblo de Dios, porque su elección debía traer bendiciones sobre toda la humanidad. Esta vocación de Israel persiste todavía, no ha sido abolida ni reemplazada. Cuando Jesús eligió doce discípulos – sostiene el autor- para que le siguieran, lo hizo así para que representasen a las doce tribus de Israel (un Israel renovado escatológicamente) que sería fiel a su vocación. El acto simbólico de la vocación de los doce expresa la continuidad entre Israel como pueblo elegido y la iglesia cristiana. Pero sostiene Pannenberg "la iglesia no es el –nuevo Israel- como si el antiguo pueblo de dios no fuera ya el pueblo elegido por Dios, no, sino que la iglesia ha brotado más bien de una extensión de la vocación de Israel a todas las naciones".
El hecho de que la iglesia cristiana hoy cuente ya como miembros de su comunidad a personas de toda nación, simboliza en continuidad con la historia de la elección de Israel, la universalidad escatológica del reino de Dios.
Es importante destacar la mención de la Iglesia en este encuadre, ya que no es una digresión en este contexto, porque la comunión de los creyentes todos, como representación simbólica de la venida del reino de Dios, constituye la alternativa radical frente a todos los intentos históricos por realizar inmediatamente con la acción política el reino de Dios en el mundo, el reino de paz y justicia definitivas. Los hombres no pueden forzar la venida del reino de Dios por sí mismos. Sino que cada uno en particular lo que puede es responder al llamamiento del futuro de Dios y representar en su mundo contemporáneo la promesa de ese futuro.
La comunidad eclesial es la representación anticipada del reino escatológico de Dios para una humanidad nueva en comunión con Él. Hasta cierto grado, aun las iglesias actuales dirá el autor, a pesar de sus divisiones, cumplen con esta función simbólica. Sin embargo, las divisiones de las iglesias oscurecen y desfiguran esta función eclesial que es para la que existe la iglesia. Por ello, "las iglesias actuales necesitan en sumo grado una reforma radical, a la luz de su misión ante el mundo".
Esta comunión de la que hablábamos o sociedad el autor la ve bajo la categoría de "sacramento" ya que explica, tiene por su misma esencia carácter de signo, pero no es mero signo, sino que es símbolo y signo eficaz del reino de Dios. Y es eficaz precisamente por ser símbolo y signo. Cuanta más claramente se representa en la vida de la iglesia la promesa del reino de dios (cuya realidad escatológica sigue siendo distinta de dicha iglesia), tanto más presente se hallará el reino de Dios en la iglesia: el reino de Dios como destino futuro del hombre. De este modo, la iglesia no es sencillamente signo, sino signo eficaz del reinado de Dios en la historia humana.
Toda acción y toda palabra de la iglesia con destino a la humanidad debería corresponder a este carácter simbólico ( o sacramental) que es propio de su esencia. Esto se aplicaría a las enseñanzas del magisterio, a su culto divino, a sus asambleas y ministerios, a sus actividades ecuménicas y misioneras. Frente a esta última – su carácter misionero- confiará al Espíritu Santo, que actúa en el mundo mediante la presencia simbólica y sacramental de la iglesia, lo que ilumina no sólo la vida individual sino también la visa socio-comunitaria de hombres y mujeres.
Frente a esta historia humana, que atravesamos, la responsabilidad del cristiano consiste en ayudar lo más posible a otros hombres en la realización de su destino humano, en prestarles asistencia en su camino hacia la realización de la personalidad humana con el sentido de su existencia como imágenes de Dios. Pero esta responsabilidad del cristiano es comunitaria, ya que no puede haber identidad cristiana sin la Iglesia, "el individualismo no es opción para los cristianos", en contra cara afirmamos de igual manera que no puede haber una iglesia auténtica sin unidad cristiana, y eso para Pannenberg explica porque tantos cristianos continúan acatando el estilo de vida de un individualismo cristiano. La fe cristiana, necesita de una convivencia de la fe, de una comunidad y únicamente en el contexto de una comunidad podrá desplegar su vida plenamente.
Ahora bien, esta comunidad cristiana representa en su convivencia ya ahora "la soberanía de Dios, que es el futuro de toda la humanidad. Pero la idea de soberanía de Dios no es algo así como un elemento superfluo a la idea de destino social de la persona para su convivencia en paz y en justicia. Por el contrario según la Biblia y el pensamiento cristiano, la soberanía de Dios es la condición indispensable para que la paz y justicia de Dios se hagan presentes entre los hombres (…), Sólo en donde en vez de dominar los hombres, reina Dios, pueden desarrollarse, sin impedimento alguno la paz (…). De ahí que la comunión de los cristianos esté fundamentada sobre la comunión de cada individuo con Jesucristo que predicó la soberanía de Dios como criterio decisivo del éxito o fracaso de toda vida humana, y de ahí que predicará la soberanía de ese Dios como el poderío de su amor que persona." En consecuencia, bajo este presupuesto, la iglesia cristiana se entiende a sí misma, desde sus comienzos, como comunidad que representa, ya ahora, la futura comunidad de todas las personas en el reino de Dios en el que será saciada la esperanza, y el ansia de paz y justicia humanas.
El Espíritu y la Iglesia
El don del Espíritu Santo es para los cristianos "anticipación y garantía de su futura salvación". El Espíritu configura a la comunidad de los creyentes con la imagen Jesucristo Resucitado, desde el Bautismo, hace posible la participación activa en la vida divina.
El estrecho vínculo entre pneumatología y escatología viene dado por la función salvífica otorgada en la muerte y resurrección de Cristo, que le concierne también al Espíritu como glorificador del Hijo en la humanidad que viviendo en la espera, mediante la fe, la resurrección de entre los muertos en el día del juicio en el final de todo acontecer. El Espíritu que desde loscomienzos es dador de vida, prepara y dispone la creación para su consumación escatológica. El retorno de Cristo atravesará y colmará la creación (cf. con Lc 17, 24), a la vez que pondrá de manifiesto el amor insondable de Dios que conduce a sus creaturas hacia la reconciliación con Él por la fuerza de su Espíritu.
A partir de una reflexión sobre Romanos 8, Pannenberg sostiene que es a partir del Espíritu de Dios que el mundo cristiano espera el cumplimiento escatológico de los creyentes, que consistirá en el cambio de nuestra vida mortal para un nueva vida de la resurrección de los muertos (Rom 8.11); y la espera por parte de la creación de la manifestación de los hijos de Dios (Rom 8.19) sugiere que su propia corruptibilidad será conquistada por el poder de la vida creadora del Espíritu como el mundo es transformado en una nueva creación de los cielos nuevos y la tierra nueva, tal como la primera creación fue creada por el poder del Espíritu (Gn 1,2). Esta vinculación entre pneumatología y escatología es un énfasis que consideramos de gran importancia y pocas veces subrayado. Pannenberg explica esa relación, destacando que la consumación escatológica "es adscripta al Espíritu, quien como un don del tiempo final ya gobierna el presente histórico de los creyentes."
Este enfoque tiene relación con el paradigma que Pannenberg ha aplicado a todo su sistema teológico, es decir, así como la resurrección es un evento proléptico que anticipa el futuro del mundo en el propósito de Dios, también la consumación escatológica debe entenderse como "una manifestación proléptica del Espíritu quien en el futuro escatológico transformará a los creyentes y con ellos a toda la creación, para la participación de la gloria de Dios."
La Iglesia, reino de Dios y el lugar del hombre
La Iglesia es pues un acontecimiento, la realización de la elecci ón previa mediante una llamada concreta, la respuesta de todos aquellos a los que ha llamado Dios para formar "su pueblo". Pero también es una figura estable, una institución, espacio-temporal, con su ubicación en un lugar geográfico, en una cultura con un ambiente social determinado y con unos miembros que forman la Iglesia pero que, al mismo tiempo, forman parte de su realidad social. De aquí surge la necesaria distinción entre: Reino de Dios, Mundo, e Iglesia, cada uno con sus características, pero en constante interrelación dinámica y dialéctica.
El mundo "es el lugar de la realización histórica del Reino. En la actual situación, el mundo se encuentra en decadencia y está marcado por el pecado; por eso el Reino de Dios se construye en contra de las fuerzas del anti-reino; es siempre preciso un dispendioso proceso de liberación para que el mundo pueda acoger en sí al Reino y llegar a feliz término". Para Pannenberg, la comunidad humana encontraría en el Reino su plenitud, o dicho de otra manera, la vida social encierra vocación de permanencia. Pero, para él, el Reinado de Dios excluye toda concepción de una posible realización mundana de dicha plenitud a menos que se sustituya todo poder de unos hombres sobre otros por el dominio de Dios. La Iglesia, "Es aquella parte del mundo que, en la fuerza del Espíritu, ha acogido al Reino de manera explícita en la persona de Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado. Conserva su memoria, proclama su evangelio y espera su venida (1Cor 11, 23-26)." La Iglesia no es el Reino, sino su signo (en cuanto concreción) de su realización anticipatoria, y su instrumento (mediación) de avance en el mundo.
Pannenberg dice que la Iglesia es una realidad "provisional" que tiene sólo su razón de ser mientras que la humanidad no haya llegado a realizar su destino social en el Reino de Dios. Para él, hay una diferencia entre la Iglesia y el Reino, la Iglesia no es un fin en sí misma ni para la humanidad. Pero la Iglesia cumple una función insustituible en el momento actual de la vida social del hombre. La existencia de la Iglesia junto a otras realidades sociales, subraya la provisionalidad de todo orden político concreto. La función de la Iglesia, según Pannenberg, sería representar sacramentalmente la unidad final de toda la Humanidad en la justicia y la paz. Esto sólo es posible en cuanto esta "comunidad escatológica" de los que creen esté unida a su Señor como su Cuerpo.
Por último es destacable el aspecto mariológico que en la teología católica está siempre presente cuando se habla de eclesiología, en la mirada de Pannenberg es destacable este aspecto, ya que es una novedad en un teólogo protestante, para el autor en la figura de María se encuentra representada la humanidad agraciada por Dios, la iglesia. Y frente a ello sostiene "la humanidad creyente, la iglesia, hay que considerarla también en su diferenciación con respecto a Jesucristo, y en este punto queda abierta una auténtica posibilidad de simbolizarla mediante la figura de María. Puesto que María, a diferencia de Jesús, no se identifica con Dios, por esto puede concebirse de un modo especial como el prototipo del hombre frente a la gracia libre de Dios. (…) María puede ser el símbolo de la humanidad creyente que recibe la gracia de Dios, en contraposición con la antigua humanidad simbolizada por Eva, así como también el símbolo de la iglesia en su relación con Dios (…)". Destaca así en sintonía con la tradición romana el lugar de María en la Iglesia, como modelo del creyente.
Conclusión
En el camino recorrido por estas páginas, hemos tomado los principales aportes del teólogo alemán W. Pannemberg en materia de eclesiología, observando la continuidad y coherencia entre sus escritos y desarrollos teológicos. Considero a modo personal, que es un tema que resume e integra, como sostuve al comienzo del texto, cada tratado que él ha desarrollado (principalmente: cristología, pneumatología, escatología, antropología). Lo demuestra así concluyendo su magna obra de Teología Sistemática (Vol. III -1993) con el desarrollo eclesio-pneuma-escatológico integrando estos tres aspectos del misterio divino.
Para Pannenberg la tarea de la eclesiología es mostrar la función de signo que la Iglesia cumple con referencia al reino de Dios, sin confundirla con el reino, de modo que Iglesia es en el contexto más amplio de la doctrina del Espíritu Santo, don escatológico que lleva al cumplimiento de la salvación. A partir de este marco Pannenberg critica al protestantismo que frecuentemente no ha advertido la importancia que asume la Iglesia, valorada especialmente por su carácter unitario y comunional, para la autocomprensión de cada cristiano.
Concluyendo decimos que para el teólogo, la Iglesia es "signo e instrumento de la unidad de la humanidad", comunidad fundada en la soberanía de Dios y de Cristo. Ella solo puede tener únicamente una significación simbólica para el destino de las personas a una comunidad perfecta de paz y justicia en el reino de Dios, donde no puede implantar por sus propios medios esta unidad humana, y por ello precisa de la fuerza del Santo Espíritu que da vida; Él anima la Iglesia unificándola en la comunión y el ministerio, a su vez la embellece de frutos y la renueva continuamente. Él es la fuerza de su difusión en la historia y en el mundo. Por último, frente al único problema que no permite al mundo ver a la iglesia como signo escatológico, el de la unidad, se ve resuelto por el don de la unidad que constituye un don trinitario que llega a la iglesia por la eucaristía, por tanto este sacramento es el verdadero "sacramentum ecclesiasticae unitatis" (sacramento eclesial de unidad) gracias al cual los cristianos se convierten en un solo cuerpo en su amado Jesucristo.

Bibliografía
L. BOFF. Iglesia: carisma y poder, ensayos de eclesiología militante. Petrópolis, Sal Tarrae, 1981.
W. PANNENBERG. Fundamentos de Cristología, Salamanca, Sígueme, 1974.
. PANNENBERG. Ética y eclesiología, Salamanca, Sígueme, 1985.
W. PANNENBERG. Teología sistemática vol. II, Madrid, UPCO, 1996.
W. PANNENBERG, R. WILCKENS, U. RENDTORFF. La revelación como Historia, Salamanca, Sígueme, 1977.
W. PANNENBERG. Teología Sistemática Vol.III, Madrid, UPCO, 2007.
W. PANNENBERG. El destino del Hombre, Salamanca, Sígueme, 1978.
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Cf. W. PANNENBERG. Teología sistemática vol. II, Madrid, UPCO, 1996, 205.
Ibíd., 317.
Ibíd., 316.
Ibíd., 316
Ibíd.,249
Ibíd., 249.
"No cabe dudas de que la antropología cristiana se configura por modificaciones características de estas dos idas (Imagen de Dios- pecado del hombre)". W. PANNENBERG. El destino del Hombre, Salamanca, Sígueme, 1978, 11.
Segunda tesis programática en: W. Pannenberg, R. Wilckens, U. Rendtorff. La revelación como Historia, Salamanca, Sígueme, 1977, 123.
Cf. Ibíd., 52
Cf. W. PANNENBERG. Ética y eclesiología, Salamanca, Sígueme, 1985, 93.
La encarnación del Hijo, para el teólogo alemán, es la autorrealización de Dios en el mundo. Esta idea está desarrollada en el capítulo X de la "Teología sistemática Vol.II" de W. Pannemberg.
Cf. W. PANNENBERG. Ética y eclesiología, Salamanca, Sígueme, 1985, 96.
Cf. "(…) Es que el futuro de Dios es el origen creador de todas las cosas en la contingencia de su existencia y, a la vez, el último horizonte para el significado definitivo y, así, para la esencia de todas las cosas y acontecimientos. En el camino de su historia en el tiempo, las cosas y los hombres existen solo por anticipación de lo que serán a la luz de su último futuro, el adviento de Dios". W. PANNENBERG. Teología Sistemática Vol.III, Madrid, UPCO, 2007, 549.
"El reino del Padre cuya cercanía predicó Jesús en la tierra y que ya irrumpió en su acción terrenal, va inseparablemente unido a la persona del Hijo y a su acción." Teología Sistemática Vol.III, 627.
Cf. W. PANNENBERG. Ética y eclesiología, Salamanca, Sígueme, 1985, 44.
Ibíd. 35-36.
El autor frente a este concepto de "Pueblo de Dios", hace un análisis detallado, poniendo de relieve sus alcances y límites, incluso destacando la concepción adoptada en el Magisterio Católico del Concilio Vaticano II. Ibíd. 55-82.
Ibíd., 36.
Ibíd., 37.
Cf. Ibíd,37.
Cuando hablamos de "Iglesia" lo hacemos en sentido universal, ya que, frente a esta categoría es un problema a presentarse la unidad- unicidad eclesial con sus diversas manifestaciones, frente a esto, Pannemberg sostiene: "La falta de plena unidad eclesial y la falta de una institución que se halle autorizada para representar a la totalidad del mundo cristiano, conduce casi necesariamente (…) a que las instancias encargadas de tal cooperación reclamen para sí una función representativa, sin soportar al mismo tiempo todo el peso de la salvaguardia de la identidad cristiana. (…) Se trata, además, de la iglesia no solo en el sentido de una comunidad particular o una confederación regional de iglesias, sino de la comunión universal de todos los que confiesan a Cristo, es decir, se trata de una iglesia 'una' y 'Católica' que los cristianos confesamos en el credo apostólico y que se halla en el culto divino de cada comunidad local" Ibíd., 50.
Ibíd.,51.
W. PANNENBERG. Ética y eclesiología, Salamanca, Sígueme, 1985, 118.
El capítulo 15 de su Teología sistemática vol. III, titulado: "La consumación de la creación en el Reino de Dios." Es a mi criterio el resumen de todo lo dicho hasta ahora en cuanto que abarca los siguientes apartados: el tema de la escatología, muerte y resurrección, el Reino de Dios y el fin del tiempo, el juicio y el regreso de Cristo y la justificación de Dios por el Espíritu.
W. PANNENBERG. Teología Sistemática Vol.III, Madrid, UPCO, 2007, 640.
Ibíd.,551.
Ibíd., 553.
Idem.
L. BOFF. Iglesia: carisma y poder, ensayos de eclesiología militante. Petrópolis, Sal Tarrae, 1981, 14.
W. PANNENBERG. Ética y eclesiología, Salamanca, Sígueme, 1985, 140.
Tema que llega a plasmarse en la Constitución Dogmatica, del Concilio Vaticano II: "Lumen Gentium" sobre la Iglesia; en su Capítulo VIII.
W. PANNENBERG. Fundamentos de Cristología, Salamanca, Sígueme, 1974, 180.
W. PANNENBERG. Ética y eclesiología, Salamanca, Sígueme, 1985, 122.
"(…) así como la contribución de la iglesia a la unidad de la humanidad está unida a su existencia como signo de esta unidad, así , de manera inversa, la representación simbólica de este su ser en el culto de la iglesia es la significación central para el ser y función de la iglesia misma. Por esta razón, es absolutamente imprescindible redescubrir la cena del Señor –en la que se expresa de modo concentrado y visible este ser de la iglesia- como el centro de la vida cultual. Así el culto de la iglesia puede recuperar su función simbólica para la unidad de la humanidad". Ibíd.,123

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