El <<turismo sexual>>. Una aproximación teórica e Iquitos como ejemplo de caso

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El . Una aproximación teórica e Iquitos como ejemplo de caso
Una aproximación teórica e Iquitos como ejemplo de caso










ANTROPOLOGÍA DEL TURISMONorma FullerPontificia Universidad Católica del Perú (PUCP)Xenia Gálvez RodríguezID. 2015617807.12.2015

ANTROPOLOGÍA DEL TURISMO
Norma Fuller
Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP)

Xenia Gálvez Rodríguez
ID. 20156178
07.12.2015
El presente artículo pretende ser hacer una revisión bibliográfica a través tanto de diferentes fuentes académicas como de fuentes y estudios no gubernamentales que permitan desarrollar un estado de la cuestión sobre el Turismo Sexual enfatizando en los siguientes interrogantes: Qué, Quién, Cómo y Por qué, con el objetivo de dar a comprender cuál es la dinámica de este tipo de actividad, quiénes son sus agentes y cuáles son los mecanismos con qué se desarrolla. Para ello, en primer lugar se hace necesario establecer un marco teórico que recoja y resuma el estado de las últimas investigaciones lo que nos permitirá observar algunos elementos generales de dicha industria y, en segundo lugar, grosso modo se abordará ésta desde un caso concreto: el turismo sexual en Iquitos, como muestra de un ejemplo de la problemática existente en el Estado Peruano. Ésta es, su contradictoria actuación y/o conducta respecto a este fenómeno, por un lado, condenándolo y/o reglamentándolo y, por otro, promocionándolo directa e indirectamente a través de campañas publicitarias y de marketing de promoción turística nacional así como mediante el resto de rubros asociados al sector turístico.
Si nos referimos al primer interrogante "Qué es el Turismo Sexual", podemos darnos cuenta de la complejidad de este fenómeno en tanto en cuanto sus conceptualizaciones son diversas y dispares. Hay quienes conciben el Turismo Sexual como un simple consumo de relaciones sexuales (Graburn 1983, citado por Lagunas 2010), quienes creen que más que la compra de sexo supone comprar poder y dominio sobre el cuerpo de otra persona (Michel 2006) vinculado a las relaciones entre hombres de países ricos y mujeres nativas de países pobres (Troung 1990, citada por Lagunas 2010), quienes lo abordan atacando la raíz del problema, que lo conciben como un eufemismo que oculta el abuso sobre mujeres, jóvenes y niños/as (Jeffreys 2002, citado por Lagunas 2010), así como una extensión y manifestación del patriarcado (Enloe 1990, citado por Lagunas 2010) y quienes consideran que esta categoría está compuesta por una gran diversidad interna cuyas tipologías y manifestaciones sobrepasan las clasificaciones tradicionales. Esta línea propuesta y sostenida por Lagunas plantea la necesidad de superar la categorización establecida por Michel (2006) sobre los tipos de Turismo Sexual– clásico practicado por mujeres, clásico practicado por hombres, a domicilio en versión pública (prostitución) y a domicilio en versión pública y sórdida (tráfico humano controlado por redes transnacionales de prostitución) – debido a la variedad y nuevas dinámicas internas generadas. Por otro lado, los estudios de Van Borek (2002) y McKercher y Bauer (2003) plantean una tipología diferente más relacionada en torno a la figura del consumidor y sus motivaciones. Esta es, una diferenciación entre el turismo romántico (practicado por recién casados o parejas estables), el turismo erótico (practicado por heterosexuales, homosexuales y swingers que no pagan por sexo en lugares donde el cuerpo es objeto de culto, como es el caso de los destinos naturistas y nudistas) y el turismo sexual (donde se ubican la prostitución adulta y el comercio sexual infantil o ESCIA, en el que el turista paga por sexo). Kempadoo (2009) por su parte nos presenta una tipología a raíz de un estudio en la zona del caribe que se basa en la praxis sexual y en las modificaciones en los tipos de intercambio, cada vez más flexibles, que pueden ser por dinero, bienes materiales o seguridad. En primer lugar, concibe la prostitución, el trabajo sexual o el , en los que se identifica claramente un intercambio sexual-económico e incluye la venta del trabajo sexual desde la calle, burdeles, bares, clubs, hoteles, campamentos mineros, así como el stripping y las "damas de compañía"; en segundo lugar, el "romance" con turistas o la la cual se ejercería con intercambios sexuales-económicos o de bienes materiales con los turistas predominantemente de América del Norte y Europa – hombres y mujeres – que va desde los breves encuentros "sex on the sand" hasta relaciones de más largo plazo; en tercer y último lugar, sitúa el referido a las relaciones que envuelven un cambio deliberado de sexo por algún tipo de "mejora" ya sean bienes materiales, ropa, alojamiento, estatus social… pero que no están al alcance de las personas implicadas en la prostitución y tampoco está basado en nociones de romance o amor. Este tipo normalmente involucra a mujeres jóvenes con hombres mayores o chicos jóvenes con mujeres mayores.
Respecto a los actores participantes en el turismo sexual las posiciones, en este aspecto, son algo más consensuadas. Sin embargo, también encontramos diferentes categorizaciones que van desde la más simplista, en una clasificación básica entre oferta y demanda y los que diferencian entre y , sobre todo para referirse a los casos de ESCIA, a las más complejas y específicas cuya clasificación se corresponde de la siguiente manera: Consumidores, Prostitutas, Niños/as y adolescentes, Intermediarios (Sánchez, 2013), o la propuesta por Quintanilla del Movimiento El Pozo: Clientes, Prostitutas, Proxenetas, Comerciantes y Entidades Públicas. Ambas con el objetivo de visibilizar los diferentes agentes implicados que no siempre tienen por qué ser consumidores directos y no por ello estar exentos de responsabilidad o beneficio económico.
En este punto, cabe destacar que son numerosos los estudios realizados en torno al contexto en el cual se desarrolla la prostitución y/o el comercio sexual, así como las causas y factores que llevan a las mujeres, en mayor medida, a prostituirse. Sin embargo, comparativamente, son ínfimos los estudios realizados que aborden esta problemática desde la perspectiva del consumidor, es decir, que traten de moldear un perfil del turista y sus motivaciones que lo llevan a consumir este tipo de prácticas relacionadas con el turismo sexual.
Según los estudios de ECPAT (2008) se puede extrapolar una tipología general acerca del turista consumidor: el turista sexual ocasional, el turista sexual preferencial y los pedófilos. Sin embargo, la mayoría de estudios convergen en la idea de que no hay un único perfil en tanto en cuanto los turistas sexuales pueden ser casados o solteros, hombres o mujeres (aunque la mayoría son varones), provenientes del extranjeros o nacionales, turistas pudientes, o de un nivel socioeconómico alto o con una situación personal de desventajas sociales.
Los estudios de Montgomery (Sánchez, 2013) nos presentan otra tipología directamente relacionada con el ESCIA: por un lado estarían los pedófilos, para quienes el infantilismo es esencial en el intercambio sexual y, por otro lado, los situacionales, quienes no tendrían una necesaria preferencia sexual por niños/as. La tercera categorización que nos muestra la literatura es la ofrecida por Piscitelli (2014) quien diferencia entre el turista en busca de sexo y experiencias sexuales diferentes, libre de compromiso, y el turista implicado emocionalmente.
Un aporte importante del trabajo de Sánchez (2013) es la divergencia encontrada entre los estudios teóricos y los estudios etnográficos. Los primeros realizados desde miradas eurocéntricas posicionan a los trabajadores sexuales como víctimas, mientras que los estudios etnográficos especializados en la temática revelan una posición más ambigua entre los trabajadores sexuales considerados activos o pasivos según las circunstancias. Por lo concerniente al consumidor, éste es calificado por organismos internacionales y ciertas ONGs como abusador, explotador, violador, pedófilo, pederasta, etc., cuando se trata específicamente de casos de ESCIA, mientras que cuando se trata de prostitución o trabajo sexual entre personas adultas, los consumidores, vistos ahora como clientes, pierden estas calificaciones negativas y de estigma social, derivado de la normalización existente, aceptación social e institucionalización de la industria de la prostitución.
Una vez analizadas las dinámicas y variantes generales que engloba el Turismo Sexual, así como la identificación de sus agentes, se vuelve necesario plantear cuál es el contexto socioeconómico y cultural que llevan a una mujer o un hombre, niño/a o adolescente a prostituirse y, por otro lado, y lo que es más importante, cuáles son las motivaciones del turista y/o consumidor y sus argumentos utilizados a la hora de ser partícipe en este tipo de actividades. Todo ello con el objetivo último de evidenciar la importancia y urgencia de cuestionar a la demanda y no a la oferta, con tal de acabar con su invisibilización derivada de la socialización de la prostitución y su consecuente permisividad social, así como acabar con el estigma social que recae sobre los trabajadores sexuales.
Antes de analizar el contexto sociocultural y económico en los que se desarrolla el turismo y comercio sexual, debe especificarse que la relación entre el turismo y la prostitución no es causal, según los trabajos de Mckercher y Bauer (2003, 4) La mayoría de los turistas que usan el sexo comercial son usuarios que aprovechan la idnustria sexual ya existente en el destino. El turismo sexual no sería posible sin la industria el sexo que existe en el destino previamente a la llegada del turista. Es decir, los centros nocturnos, burdeles, clubs… son lugares diseñados para la población local de las ciudades donde se desarrolla la prostitución. Sin embargo, el turismo como mercado inscrito en redes nacionales e internacionales más amplias, juega un papel importante en su mantenimiento y perpetuación, así como en su difusión, como veremos más adelante en el caso de Iquitos.
Según los estudios realizados por la Organización internacional para las Migraciones (2005) – OIM en adelante – una de las causas que explican la prostitución y la trata con fines sexuales comerciales es la discriminación de género existente en la práctica de la sexualidad. En esta misma línea se sitúan los estudios del Movimiento El Pozo que determinan cómo la vivencia de la sexualidad está condicionada no sólo por razones de género, sino también por factores como la raza, etnia, nivel cultural y nivel socioeconómico. Estructuralmente, se observa además cómo la prostitución ha sido vista como un "mal necesario" en tanto en cuanto el hombre que la ejerce tiene unas "necesidades básicas" e "instintos" que debe complacer para no causar daños mayores – haciendo referencia a actos de violación –. Paralelamente, la sexualidad de la mujer ha sido socializada como "pasiva" y enfocada hacia la maternidad, además de estar condicionada por la tradicional división entre el espacio público y el privado, quedando relegadas a éste último. Esta diferenciación también ha llevado a crear estigmas sociales frente a la mujer que ejerce su sexualidad en la esfera pública, mientras que el consumidor es invisibilizado y, por ende, relegado al anonimato en su participación y responsabilidad como cliente en el comercio de servicios sexuales.
Esta desigualdad es agraviada por la discriminación ejercida sobre la mujer respecto al acceso a la educación, lo que tiene como posible consecuencia que las mujeres sean menos competitivas en el mercado laboral o tengan menos posibilidades de acceso a él. De igual modo, esta discriminación y subordinación también se da en el ámbito doméstico-familiar al cual la mujer se ve estrechamente ligada lo cual también puede limitar el pleno desarrollo de las mujeres. Por lo que la posibilidad de obtener ingresos a través del ofrecimiento del cuerpo como objeto sexual hace que la mujer pueda acabar inclinándose por la prostitución.
Otra de las causas directamente relacionadas al tema de la educación es la transmisión y mantenimiento de estereotipos y valores machistas y sexistas que contribuyen además a la cosificación y sexualización del cuerpo femenino. Esto es una constante que observaremos cuando abordemos la problemática que se da en Iquitos.
En cuanto a los factores económicos, se observa que este tipo de actividad se desarrolla preferentemente en situaciones de migración o desplazamiento forzado, lo que implica más riesgos de exposición y búsqueda de la supervivencia, así como en situaciones de pobreza, miseria y exclusión social. Sin embargo, aunque la pobreza no sea la única causa sí facilita que se ejerza en ese contexto. Respecto a los estudios realizados sobre explotación comercial sexual de niños/as y adolescentes, que observa que son víctimas que normalmente proceden de contextos en los que abundan las desventajas socio-económicas. Por otra parte, pertenecen a minorías étnicas, comunidades desplazadas y otros grupos marginados socialmente. Tal y como expone Correa (2011) las víctimas son niños/as y adolescentes muchos de los cuales posiblemente han sufrido violencia doméstica o pertenecen a familias desintegradas, disfuncionales, hacinadas o violentas. Sin embargo, pese a estas posibles situaciones degradantes, también observa que a veces el simple hecho de haber nacido en un destino turístico caracterizado por disfuncionalidades significativas de ingresos entre los turistas que llegan y los habitantes locales, puede ser suficiente para que un niño/a o adolescente llegue a ser explotado sexualmente.
Otro de los factores que se observa es el desinterés por parte de la propia industria del turismo que está estrechamente ligada a la industria del comercio sexual, en tanto en cuanto es un mercado rentable y de bajo coste e inversión. En esta misma línea también se observa un mantenimiento de la industria por parte de la misma población local quien, en buena medida, domina gran parte de la demanda, así como por parte de viajeros nacionales y turistas extranjeros.
En cuanto a las motivaciones del turista sexual cabe resaltar que son pocos los estudios realizados al respecto puesto que, como se ha dicho, los estudios etnográficos, sociológicos y periodísticos tienden a visibilizar la figura del trabajador sexual y, consecuentemente, a invisibilizar la figura y postura del consumidor. Sin embargo, siguiendo lo recogido por Lagunas (2010) respecto al estudio de Michel (2006) vemos que una de las motivaciones directas sería la búsqueda de diversión sexual, también la búsqueda de lo "exótico" fácil, barato y sin responsabilidades por mediación del dinero u otros bienes materiales. Otra de ellas sería el desprendimiento de los valores ético-morales del turista durante su viaje, quien en muchos casos, se justifica aludiendo a que esa actividad es tolerada y practicada en el lugar de destino y que contribuye a mejorar la situación económica de esa persona (estos son los argumentos más utilizados cuando se trata de consumidores de ESCIA); otra de ellas sería la existencia de prejuicios con un fuerte componente racista, sexista, ultraliberal y neocolonial (Michel 2006) que llevaría a consumir del turismo sexual no tanto como una compra de sexo, sino tal y como propone Lagunas (2010) como un ejercicio y práctica de las relaciones de poder de ricos sobre pobres. Por otra parte, respecto al consumo de menores de edad se observa que hay una creencia errónea de que no pueden contraer enfermedades de transmisión sexual y por lo tanto ser transmisores de las mismas, por lo que muchos consumidores se decantan por ellos. También el hecho de que en algunos países sea obra de mano más barata.
Una vez analizados los principales interrogantes planteados en dicho trabajo pasamos a observar el ejemplo de Iquitos con tal de poder observar los factores institucionales que mantienen y reproducen el comercio y turismo sexual femenino, en esta área. Sin embargo, cabe decir que el presente trabajo sólo va a plantear la problemática desde una perspectiva general puesto que el estudio de caso se escapa de las dimensiones de este ensayo. Sin embargo, se propone como tema para posibles investigaciones futuras, debido a que los trabajos etnográficos sobre turismo sexual, tanto a pequeña como mediana escala, son escasos y parciales.
Plantear el ejemplo de Iquitos nace a raíz de la experiencia personal de haber oído, leído y visto la imagen estereotipada que se transmite de la mujer de la selva o también llamada coloquialmente charapa. Por medio de las diferentes vías y a través de los diferentes medios de comunicación, se ha proyectado e identificado una imagen muy sexualizada y exotizada de la mujer de la selva que todos tenemos involuntariamente en el imaginario colectivo.
Si observamos la imagen presente, respaldada por el ministerio de cultura, podemos ver como esta imagen estereotípica se reproduce por parte de los mismos actores institucionales, cuyas autoridades no están sensibilizadas con el tema.
Paralelamente a esta postura – que también podemos observar en el comercial de promoción de la Semana Turística de Iquitos (2011) realizado por la municipalidad provincial de Maynas, donde la mujer es representada como "producto regional" – el gobierno regional de Loreto junto con la OIM ha desarrollado un plan regional de acción contra la trata de personas (2013-2017) que tiene como uno de sus principales objetivos el coordinar y concertar acciones en la contra la trata de personas y la ESCIA. Pese a que no todo el grueso del turismo sexual está monopolizado por ambos delitos, sin embargo, cuantitativamente se observa que sí suponen un grueso importante del mismo. Este ejemplo evidencia la doble moral que juegan los organismos institucionales y el Estado Peruano.
Según el estudio de Correa (2011) las acciones llevadas a cabo por el Estado Peruano además, no han tenido mayor impacto puesto que en su mayoría son acciones aisladas que no se plantean desde un conocimiento real de la problemática. Asimismo, observa que para los casos de ESCIA, cuyas cifras aumentan anualmente, la propia sociedad es tolerante al delito debido al desconocimiento de las leyes o la falta de escrúpulos, entre otros. Por otra parte, expone que otro de los factores institucionales que causan la existencia y mantenimiento de este tipo de industria también recae en la ausencia de sistemas y medios de seguimiento y tratamiento que permitan desarrollar programas de inclusión, capacitación y rehabilitación necesarios para que la persona afectada pueda salir del mercado con un mínimo de seguridad y garantías. En la misma línea, aboga a la incapacidad judicial de sancionar a los explotadores sexuales, cuando se trata de casos de ESCIA, y los vacíos normativos con respecto a los sistemas de control y sanción que favorecen la impunidad de los agresores e intermediarios que se benefician de la trata. En este sentido observamos que mientras sí existe una Los estudios sobre ESCIA en Iquitos señalan la magnitud de la problemática debido a estereotipos culturales y creencias sobre la sexualidad y el erotismo de las mujeres de la zona. La demanda procede principalmente de clientes locales y turistas sexuales nacionales e internacionales. legislación peruana que sanciona "al que promueva, publicite, favorezca o facilite el turismo sexual infantil, a través de cualquier medio escrito, folleto, impreso, visual, audible, electrónico, magnético o a través de Internet, con el objeto de ofrecer relaciones sexuales de carácter comercial de personas de catorce y menos de dieciocho años de edad, será reprimido con pena privativa de libertad no menor de dos ni mayor de seis años" (LEY 28251, 7 Junio 2004, art. 181-A, Código Penal Peruano), así como otros artículos de la Constitución Política del Perú (1993) que prohíben y sancionan la trata, la servidumbre y esclavitud de seres humanos, para los casos de prostitución, encontramos tres tipos de posturas acerca de su tratamiento a nivel de intervención estatal mundial según los estudios del Movimiento El Pozo. En primer lugar, la prohibicionista, en segundo lugar la reglamentarista y, en tercer lugar, la abolicionista. Atendiendo al caso del Estado Peruano observamos que su postura es reglamentarista, es decir, tolera la prostitución, pero establece reglas a las cuales debe ceñirse. Debido a esta reglamentación la prostitución se clasifica en dos vertientes, la legal y la clandestina. La primera es la que se desenvuelve con licencia municipal y pago de impuestos, como cualquier otra actividad comercial, y es ejercida en prostíbulos donde sólo pueden entrar personas mayores de edad, mientras que la clandestina es aquella que se practica en la calle y/o en locales que no cuentan con licencia. A menudo este tipo de prostitución ilegal es la que más está directamente relacionada con redes de trata sexual y de blancas, explotación y ESCIA. En este sentido, es lógico comprender que bajo estas situaciones la intervención estatal y policial debería procurarse en beneficio de la seguridad y salubridad de las y los trabajadores sexuales quienes son víctimas de estas redes de tráfico humano o, por lo menos, conceder el beneficio de la duda, y no ser tratados/as como "delincuentes". Sin embargo, se observa que la prostitución ilegal a menudo es intervenida por operativos policiales de manera violenta atacando los derechos del o la trabajadora sexual, quien acaba recibiendo los perjuicios mayores de dicha intervención, mientras el que proxeneta y otros partícipes quedan fueran de estas operaciones. En este punto cabe decir que esto se debe también a la corrupción existente entre las fuerzas policiales y los organismos estatales, así como por parte de la propia sociedad civil.
Los estudios sobre ESCIA en Iquitos señalan la magnitud de la problemática debido a estereotipos culturales y creencias sobre la sexualidad y el erotismo de las mujeres de la zona. La demanda procede principalmente de clientes locales y turistas sexuales nacionales e internacionales.
Por último, respeto a la problemática de Iquitos, podríamos decir que todavía hay un gran vacío tanto teórico – a nivel de estudios – como práctico, en intervención estatal y pública, en tanto en cuanto el Turismo Sexual es todavía un ámbito poco estudiado por la antropología debido en buena parte a la dificultad de llevar a cabo estudios de campo, así como al desinterés o menosprecio por parte de la antropología respecto al Turismo. De hecho, sólo se ha encontrado un estudio etnográfico que trate este fenómeno desde la problemática particular de Iquitos (Querol, 2009)
Sin embargo, en lo que sí podemos concluir es en evidenciar la urgencia con que se debe plantear esta problemática que es de carácter público y estatal, no sólo a través de planes de desarrollo, estudios estadísticos y leyes que no tienen una funcionalidad de facto, sino también a través de la concienciación y la sensibilización que debe extenderse a todas las capas sociales, tanto a nivel individual como grupal, con el objetivo de que no se siga perpetuando la transmisión de valores sexistas y patriarcales, por parte de los propios organismos nacionales, que no sólo sexualiza a los pobladores locales, sino también a sus destinos. Puesto que es este el contexto y factor de raíz donde se desenvuelve el comercio del sexo creado para la satisfacción del cliente y la demanda, sin la cual no habría oferta, y tampoco los dilemas ético-morales que se derivan de este fenómeno.
Respecto a las conclusiones que se extraen del Estado de la Cuestión planteado, en primer lugar debemos tener en cuenta que, aunque no se ha tratado con especificidad en el presente ensayo, el poder en las relaciones sexuales en el contexto del turismo no se da invariablemente de un género sobre otro en particular, puesto que éste es variable y situacional, sin embargo, los pocos estudios realizados muestran una mayor vulnerabilidad en mujeres, niños/as y adolescentes de caer en este tipo de comercio. Otro de los aspectos que también se han dejado de lado en este artículo, por falta de espacio, es el debate antropológico y sociológico existente sobre la "agencia" de las mujeres en este mercado y, en consecuencia, sobre si la prostitución puede ser o no considerada un oficio.
En segundo lugar, podemos decir que los estudios recogidos en el Estado de la Cuestión se muestran insuficientes para poder entender toda la dinámica que se genera en torno a este tipo de turismo y las relaciones entre éste y el sexo, derivado de la variedad de turistas y factores que juegan entorno a la las relaciones entre locales-turistas. En este sentido, observamos que los estudios teóricos muestran una figura del consumidor encasillada en los parámetros de hombre, heterosexual, occidental, blanco y de clase media. Sin embargo, tal y como nos presentan Valcuende del Río y Cáceres (2014) esta categorización es un estereotipo más que no logra satisfacer las características y grueso de las definiciones en que se inscribe la demanda. Una muestra de ello, es el cada vez más importante participación de la comunidad LGTB en el turismo sexual, quien no responde a estas directrices. En este aspecto también es relevante poner sobre la mesa la falta de estudios total que hay entorno a esta realidad. Es sabido que Iquitos se está convirtiendo en centro de acogida para este tipo de turismo puesto que se observa que hay mayor tolerancia social y respeto frente a la diversidad sexual, por ello, se aprovecha este espacio para motivar el desarrollo de futuras investigaciones.












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