El Leviathan moderno de John Rawls

July 23, 2017 | Autor: Nihilitus Inc. | Categoría: Political Philosophy, Political Science
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Descripción

El Leviathan moderno ideado por John Rawls
Cuando leía el "Leviathan" de Thomas Hobbes, hace muchísimos años, pensaba en lo importante que era la noción colectica de tener una cultura común sobre un territorio compartido (nación) para los países europeos que querían liberarse de la opresión religiosa de los gobiernos sostenidos en la "divinidad". Era esa exaltación de rebasar el discurso y la influencia religiosa por el destino propio, que las personas empezaron a crear un sentido colectivo de libertad sin coerción religiosa. Con la llegada del libre mercado a escala internacional, esa libertad definitivamente se excedió al punto de convertir el Estado en un mero vigilante de los órdenes que el mismo pueblo emanaba como saber colectivo. Thomas Hobbes nunca pensó que su estructura se iba a demoler por el principio humano de la libertad, y en la medida que más opresiva era esa fuerza, más cerca estaba la sociedad civil de liberarse de su influencia.
Estamos en 2015, y aunque parezca increíble, vivimos en sociedades donde el ideal hobbessiano se ha restaurado por efecto de la libertad operada en los mercados que se ha traducido en más desigualdad y pobreza. Sin embargo, la pobreza no ha desaparecido, ni la desigualdad. Al contrario, hay un desequilibrio que ya no solo está marcado por el dinero sino por el rol autoritario que el Estado ha construido como una barrera a fin de crear eruditos divinos que conducen esta estructura y una población que solo es una masa obediente, aplanada y dócil. En pleno siglo 21, cuando las fronteras se han vuelto más volátiles y el significado mismo de estado-nación ha sido cuestionado y minimizado por las alianzas regionales, hay aun países que exaltan y glorifican el ideal hobbessiano del gran estado o el gran Leviathan.
Evidentemente detrás de esa estructura hay ideas que la sostienen, pensadores que gracias a sus contribuciones y reflexiones han podido trasladar la vieja influencia del pensamiento de Hobbes a las condiciones modernas. Cualquiera pensaría que esa influencia viene del limitado pensamiento izquierdista, pero no es así. El mismo liberalismo ahora nos da nociones para pensar en un Estado hobbessiano moderno y perfectamente funcional. Aquí es donde interviene John Rawls.
John Rawls es un pensador liberal contemporáneo que en su libro "The Law of Peoples" (1999) articula los argumentos de legitimidad del derecho en las democracias modernas al equiparar el proceso legislativo con la deliberación pública sobre asuntos de importancia política. Él utiliza la idea de la razón pública como el foco de su teoría, reconociendo en este concepto el motor que articula las democracias, como el ideal de lo que es políticamente razonable. Además argumenta que hay tres elementos de la democracia deliberativa: la idea de la razón pública; un marco de instituciones constitucionales; y una voluntad general de los ciudadanos a realizar el ideal de la razón pública (1999, p. 139). Su teoría restringe la deliberación política a las élites políticas, así como los funcionarios y los jueces de los tribunales constitucionales electos, así como limitar la deliberación pública a una subsección de la esfera pública.
La razón por la que compilamos una parte del pensamiento de Rawls es porque refleja la estructura y la dinámica de poder de los estados nacionales modernos de corte autoritario. El concepto de razón pública fue identificado muchas veces como la raíz del fascismo, por ejemplo, manifiesto en los gobiernos militares nazis o de la antigua Unión Soviética. Eran estados centralistas, totalitarios y sostenidos sobre la base de la represión militar a la diferencia, el reclamo o la protesta ciudadana. El pilar sobre la que estas estructuras se sostenían radicaba en el discurso y el simbolismo que resaltaba la incondicionalidad hacia el ideal de nación. Actualmente los estados modernos han minimizado la simbología de sus representaciones, siendo el discurso y la política centralista sus nuevos ejes de dominio reforzado por un constitucionalismo tendiente a reducir la diferencia, universalizar los conceptos y entendimientos fundamentales de la política desde una sola matriz ideal, y usar la razón publica de defensa del estado nacional como argumento que valide este sistema ante la amenaza de un agente externo que ponga en peligro la unidad y validez del proyecto político. El argumento de Rawls de razón pública es fundamental entonces para el entendimiento de estos estados que, paradójicamente, siguen manifestándose como democráticos constitucionalmente.
Uno de los puntos fuertes en la propuesta de Rawls es su convencimiento de la poca o nula trascendencia que tiene la opinión ciudadana en el proceso deliberativo de problemas políticos estructurales. Sostiene que sólo los ciudadanos que están involucrados en asuntos constitucionales o gubernamentales pueden intervenir en una deliberación político a saber, los jueces de los tribunales de justicia, los candidatos políticos o funcionarios del gobierno.
El tipo de democracia que plantea es su ideal de democracia constitucional, y establece las estructuras y las instituciones que puedan ser utilizados por los ciudadanos que son individuos racionales. Rawls utiliza el principio de reciprocidad, que describe la relación entre individuos libres e iguales que son también racionales, para establecer las bases liberales de su teoría.
Sin embargo, como veremos, el racionalismo que postula no es crítico, sino que se basa en la aceptación de principios fundamentales emanados desde una fuente o matriz que Rawls no especifica, pero que deben provenir del mismo marco constitucional del Estado. En ese sentido, ser un ciudadano ideal no equivale a cuestionar la norma o la ley, sino a aceptarla porque refleja el conjunto de necesidades y expectativas previamente establecidas como principios que emanan del ideal político de la nación.
En los propios términos de Rawls, el ciudadano que se involucra en la razón pública delibera dentro de un marco de lo que él o ella considera como la concepción política más razonable de la justicia, una concepción que expresa los valores políticos que los demás, como ciudadanos libres e iguales pueden razonablemente esperar respaldar. Cada uno de nosotros debe tener principios y directrices a los que apelamos de tal manera que este criterio se satisface (1999, p. 140).
La idea de razón publica
Retomando el concepto de razón publica, la definición de Rawls la identifica con los valores morales y políticos básicos que existen entre los ciudadanos y el gobierno, y entre los ciudadanos y los demás ciudadanos. La idea de la razón pública, en un nivel más profundo, refleja los valores morales y políticos básicos que determinan la relación del gobierno constitucional de sus ciudadanos y su relación con los otros. En definitiva, se trata de cómo la relación política se debe entender.
Un razonamiento importante que Rawls desarrolla es la deliberación política sobre la base de una razón pública ideal. Y este es precisamente el punto más controversial de su teoría porque plantea que la deliberación solo puede darse cuando los ciudadanos utilizan la idea de la razón pública como la "fuente" de su razonamiento. Es decir, que se limita la posibilidad de enriquecer la deliberación negando los contenidos que no estén inscritos dentro del marco ideal de la razón pública. Si un grupo de ciudadanos reflejan las expectativas de una parte de la población por enriquecer o cuestionar el ideal de la razón publica defendido por el Estado, estos serán objeto de censura y negación. Situación peligrosa que hemos visto acontecer en países de democracia emergente (Ecuador, Venezuela, Bolivia) como una reacción natural al modelo liberal de mercado que se extendió durante los 90, y que debilito o limito la amplitud del Estado como ente organizador. En esas condiciones de debilitamiento de la estructura central estatista, contradictoriamente, la sociedad civil adquirió más poder e influencia para incidir en la transformación de la razón pública vigente. Fue el periodo donde la sociedad civil maduro como fuerza independiente del estado, los procesos de deliberación se enriquecieron dando así un nacimiento natural y espontaneo a múltiples manifestaciones cívicas de manera espontánea, y que apuntaban a introducir sus propias expectativas y demandas al marco ideal de razón pública. Con el renacimiento del Estado como figura central del poder e ideal de razón publica al que la población debe incondicionalidad, vemos ahora, en cambio, el debilitamiento de la sociedad civil ante la negación de diferentes propuestas que contradigan o cuestionen su modelo. Por ende no hay un proceso de deliberación genuina que provenga de la naturalidad misma de la sociedad civil. Este proceso ha quedado limitado a la iniciativa, aparentemente inclusiva, del mismo Estado.
En esencia, la idea de la razón pública es reemplazar cualquier otra doctrina de la verdad cuando el individuo está involucrado en la deliberación política. Si antes la religión por ejemplo emanaba el poder absoluto desde la influencia de la divinidad, y la población reconocía la legitimidad de ese poder como orden supremo para la sociedad, actualmente ha quedado relegado a la práctica personal, subjetiva y espiritual sin que interfiera en las cuestiones fundamentales de la deliberación. Rawls precisamente valora la estructura de ideas y nociones racionales que vinculan a los ciudadanos y les permite deliberar y decidir más allá de los argumentos doctrinarios y ortodoxos de la religión u otro cualquier orden. A esto Rawls lo llamo comunalidad (estado de compartir características o atributos), aclarando, además, que las personas que participan o juzgan la deliberación política lo hacen en su condición de ciudadanos, y la deliberación se convierte en una actividad llevada a cabo en esta capacidad.
Hay cinco aspectos que señala Rawls, son indispensables para el cumplimiento de una razón pública que refleje las necesidades colectivas, y que deben guardar coherencia.
El primero de los aspectos es que la idea de la razón pública sólo se aplica a las deliberaciones que son de importancia constitucional o abordan cuestiones fundamentales de importancia política.
El segundo aspecto restringe la deliberación política a los jueces, funcionarios de gobierno y los candidatos a cargos públicos. Por lo tanto, la deliberación entre ciudadanos que no conlleven estos oficios no constituye una deliberación política relevante para el gobierno del estado.
El tercer aspecto se refiere a la familia de las concepciones políticas de la justicia, y se asegura de que una Constitución que define y protege la libertad del individuo rige la dirección del Estado. La cuarta es la aplicación de estas concepciones de la justicia en la discusión de normas coercitivas, y su promulgación en forma de ley legítima de un pueblo democrático, asegurando sanciones apropiadas y de poder coercitivo necesarias. Los ciudadanos que cuestionan si la idea de la razón pública satisface el principio de reciprocidad, por el cual todos se reconocen como tales, cumplen el quinto y último aspecto de la razón pública que sirve a las necesidades colectivas de manera coherente.
Rawls también restringe la idea de la razón pública a los foros particulares que él denomina el "foro político público", y limita a los miembros de la organización política que pueden participar en su formulación. En esta última parte se desarrolla con más detalle su propuesta del foro político público.
El foro político publico
La razón pública se limita a la deliberación política dentro de lo que Rawls se refiere como el foro político público. Hay tres escenarios distintos dentro de este foro político público, y cada escenario se asocia a un segmento particular de gobierno democrático y los ciudadanos que participan en ese segmento.
Este foro se puede dividir en tres partes: el discurso de los jueces en sus decisiones, y especialmente de los jueces de un tribunal supremo; el discurso de los funcionarios públicos, especialmente los jefes ejecutivos y legisladores; y finalmente, el discurso de los candidatos a cargos públicos y sus jefes de campaña, especialmente en su oratorio público, plataformas de los partidos y de las declaraciones políticas.
Rawls relega todos los otros foros públicos fuera o lo separa del foro político público a la cultura de fondo de la sociedad, incluyendo los foros de la sociedad civil y los medios de comunicación.
Al definir los foros políticos públicos y relegar el resto de la esfera pública a la cultura fondo, Rawls crea una situación en la que los ciudadanos caen en una de dos categorías. La primera categoría es la de la elite política, los funcionarios, y son los ciudadanos que bien son titulares de un cargo político (o jurídico) o buscan serlo. En la teoría deliberativa de Rawls, los funcionarios tienen el monopolio de la deliberación política, debido a la restricción que él pone en la esfera pública. La segunda categoría es la del ciudadano, formado por personas cuya única participación en el foro político público es la de emitir un voto en elecciones periódicas.
Los ciudadanos, en este sentido, cumplen con su rol en la formación del ideal de la razón pública mediante la elección de los funcionarios para que tengan en cuenta sus decisiones a través de un proceso de "imaginación crítica". Se imaginan a sí mismos como "legisladores ideales 'y se preguntan lo que harían y el razonamiento que utilizarían si fueran activos en el foro político público (1999, p. 135).
BIBLIOGRAFIA:
- Bantas, Hercules. (2010). Understanding Deliberative Democracy, Citizenship, and the Internet. The Reluctant Geek. Melbourne.
- Rawls, John. The Law Of The Peoples. Cambridge: Harvard University Press, 1999.

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