El Leviatán argentino de la elite terrateniente a la elite política

July 24, 2017 | Autor: Juan Diego Brodersen | Categoría: Filosofía Política, Historia Argentina, História
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Descripción

El Leviatán argentino: de la elite terrateniente a la elite política
El Estado argentino se construyó sobre la base de una premisa distinta a la de la experiencia europea. Mientras el viejo continente estuvo signado por una serie de sucesiones de sistemas políticos que tuvieron sus momentos de estabilidad, con sus consecuentes crisis y finales, los estados latinoamericanos fueron construidos más que nunca "desde arriba": el siglo XIX fue para América Latina el momento de hacerse cargo de la propia soberanía para abandonar la tutela española.
Dentro de los casos más bien específicos de cada región, Buenos Aires operó como la ciudad capital del Virreinato del Río de la Plata -pese a no ser una zona rica en recursos mineros como sí lo era el Alto Perú-, posicionándose como un lugar estratégico para frenar el avance expansionista portugués. Lugar de estrategia geopolítica en primera instancia, y de recursos agrícola-ganaderos en un segundo momento y a medida que transcurría el siglo en el que se conformó como Estado Nación.
Ahora bien, en este contexto, aparecen ciertos actores históricos que nos interesa someter a un análisis de composición societal, para arribar al objetivo de nuestro trabajo, que es responder a la pregunta: ¿cómo se conformó el Estado Argentino? Dichos actores son los grandes propietarios rurales, que no encajaban en la clásica categoría europea de "burguesía", o, por lo menos, que desde un punto de vista teórico ofrecían cierta resistencia a este estereotipo. Y si nos interesa esta porción de la sociedad, es porque nos posicionamos sobre la siguiente idea: el Estado argentino surge con la consolidación de una clase dominante en particular, en tanto la dirigencia política argentina que se intenta posicionar luego de la independencia tiene una fuerte participación como clase dominante en la producción económica a la vez que el dominio político.
Por estas razones, lo que aquí nos proponemos es delinear algunas notas, solo algunas, sobre la aparición de este actor fundamental en la vida moderna de cualquier sociedad, el Estado, en su versión argentina.
Nos serviremos de una herramienta filosófico-conceptual por un lado, y de un estudio de campo por el otro. La idea a la que nos referimos es heredera de Antonio Gramsci: la de hegemonía. De la mano de ella, podremos conectar el aspecto económicamente dinámico de la clase alta junto a su transformación en una élite político-dirigencial. Para esto, sí, tendremos que poner en crisis aquella idea según la cual la clase terrateniente fue estática, no dinámica y puramente rentista, para entenderla como un heterogéneo conglomerado que demostró ciertas habilidades empresarias. Consideramos que bajo el concepto de hegemonía podemos hacer esta operación sobre un proceso que, lejos de estar concluido en cuanto a la forma de abordarlo, abre a nuevos estudios, perspectivas y horizontes de interpretación.


I. El contexto económico: la consolidación del estanciero argentino
La principal idea en torno a la formación de una clase alta en la Argentina está indefectiblemente ligada a la experiencia terrateniente. Para poner en contexto el período de consolidación del Estado cuyo punto de llegada es 1880, debemos dar unos pasos atrás, centrándonos en la figura del terrateniente pampeano. Si tuviésemos que señalar el rasgo más característico del período que va de 1810 a 1850 este es sin dudas el de una expansión ganadera sin precedentes que insertó a la Argentina en el mercado mundial.
En la primera mitad del siglo XIX se produjo una aceleración de la integración de la economía mundial, con efectos positivos para regiones como la pampa, beneficiadas por la convergencia de precios entre el centro y la periferia, y el incremento de los volúmenes del intercambio. Tras la apertura comercial, los mercados del Atlántico Norte comenzaron a absorber productos pecuarios en mayores cantidades y a precios sustancialmente más elevados que los vigentes durante el período colonial, cuando la demanda externa para la producción rural de la región se hallaba restringida a la metrópoli y sus colonias, y a las actividades de contrabando. (HORA, R., Historia Económica de la Argentina, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2010, Pág. 33)
Bajo este panorama, e indagando por las innovaciones en el comercio exportador que la revolución de Mayo trajo consigo, Halperín Donghi puntualiza sobre dos aspectos: el comercio libre (anterior en unos meses a la revolución misma, consolidado y extendido en su área de vigencia por ésta) y la crisis de la ganadería en Entre Ríos y la Banda Oriental.
Todos los esfuerzos luego de la conformación de la República Argentina apuntaban al crecimiento del sector exportador como generador de recursos económicos tanto para el crecimiento poblacional como para las necesitadas arcas de aquel joven Estado. "De Rivadavia a Rosas, todas las administraciones comprometieron recursos para extender el dominio de los colonizadores blancos y pacificar la frontera, para sancionar y asegurar los derechos de propiedad sobre el ganado y el suelo, para asegurar el orden de la campaña [...]", explica Hora. Medidas que, si bien "favorecieron objetivamente el desarrollo de la gran propiedad", daban cuenta de la inestabilidad política a causa de las constantes guerras en la región. La energía estatal estaba puesta en "pacificar" el territorio, desplazando a la figura de la barbarie para darle una expansión a la aún indomable frontera productiva.
Esta situación dio lugar a dos fenómenos claramente definidos e inevitablemente relacionados: por un lado, el surgimiento de una clase terrateniente, ante esta mentada expansión de la frontera productiva. Por el otro, la aparición de los grandes estancieros que explotaron esa ampliación del perímetro cuyo crecimiento estaba en ciernes. Es por esto que en la Argentina los grandes propietarios rurales son los actores fundamentales del siglo XIX. Actores que eran, en gran parte, conductores de un proceso económico creciente y de ganancias antes desconocidas. "Las altas ganancias son entonces uno de los rasgos dominantes de la expansión ganadera: explican no sólo el triunfo de las inversiones en el sector rural sobre los modos de inversión rivales, sino también el brusco aumento en la demanda de capitales que esa expansión provocó", señala Halperín.
Si bien la primera etapa post independencia estuvo caracterizada por las importaciones británicas, fue aquel el momento en el cual se configuró el paisaje que sería la condición de posibilidad para el posterior desarrollo estanciero. La fisonomía comenzó a mutar: "Las grandes estancias se afirmaron con mayor facilidad en los vastos territorios de frontera y desde la década de 1820 se convirtieron en la agresiva vanguardia de la sociedad criolla sobre tierras nunca antes ocupadas por los colonizadores blancos". No hay que dejar de resaltar el rol de Buenos Aires a partir de 1810: si bien ocupó un lugar secundario durante la etapa colonial, luego de Mayo comenzó a desplazarse hacia la zona del litoral.
Ahora bien, en tanto los estancieros se conforman como el grupo dominante, la categoría clásica en la cual deberían caer es en la de "burguesía". Pero una cuestión fundamental de la historiografía que se dedica a este período es poner esta categoría en cuestión, en tanto el "burgués" pertenece a un grupo económicamente dinámico (que busca la constante expansión y movimiento de su actividad económica, y no la renta sin más) frente a lo que sería un estrato que fue visto, tradicionalmente en la historia argentina, como un grupo estático: la conocida oligarquía terrateniente.
Esto se debió en gran parte a que la fertilidad de la tierra pampeana jugó un rol fundamental en este proceso, sumado a la falta de brazos que trabajaran la tierra que generaría las condiciones propicias para abrazar la incipiente inmigración europea que se convertiría (una gran parte de ella) en la clase obrera que trabajaría la tierra. Esto dejó a la configuración societal post independencia en una partición con grandes terratenientes que arrendaban la tierra, y chacareros principalmente migrantes que estaban de paso en el país y les convenía arrendarla temporalmente. De aquí la caracterización de la oligarquía como un grupo estático, posteriormente puesta en cuestión por la historiografía argentina.
Ahora bien, no es menor advertir que la historia rural pampeana demanda una suerte de articulación entre lo que fue la primera y la segunda mitad del siglo XIX. Es decir, hay un cambio tanto en el modo de producción como en la concepción social del terrateniente. En este sentido, si miramos un poco más adelante en el tiempo, podemos ver que las cosas comienzan a cambiar en la estructura productiva de la Pampa:
A fines de los años 1870 y comienzos de los 80, el ritmo de la expansión agraria comenzó a acelerarse y a cambiar el tipo de colonización agrícola. Hasta entonces, la agricultura se había expandido sobre la base de la colonización de productores-propietarios. La nueva frontera posterior a 1880 no fue empujada por granjeros con iniciativa, como en la frontera norteamericana. Al contrario, la pampeana fue movida por los militares y los ferrocarriles, quienes incorporaron vastas extensiones de tierras librándolas a precios muy bajos, en un esfuerzo por atraer al capital y al trabajo. Luego de 1880, y especialmente después de 1890, la expansión de la frontera fue impulsada por la estancia moderna. (ADELMAN J., Una cosecha esquiva Los socialistas y el campo antes de la Primera Guerra Mundial", Anuario IEHS nº 4 (1989), Pág. 294)
Si antes de bien entrada la segunda mitad del siglo XIX la expansión era empujada por la relación productor-propietario, ahora la estructura comienza a cambiar. Junto con este cambio en el tipo de colonización agrícola, se dio una consecuente transformación en cuanto a las relaciones sociales; esto es, la relación del terrateniente con su tierra. Aparece, así, la figura del estanciero, enclavado en la anterior figura del terrateniente que, recordemos, fue el grupo más beneficiado por el crecimiento económico argentino de los 70 del siglo XIX en adelante.
Ahora bien, ¿qué caracteriza al estanciero? Desde el aspecto productivo, un foco sobre la actividad ganadera: "El efecto neto del sector rural dominado por la estancia fue convertir a la ganadería en una economía estable y la agricultura en una actividad más inestable y ocasional, aunque rentable". Desde el aspecto de la conformación social, arrendatario, trabajador y terrateniente moldearon a las distintas clases de la época. ¿Qué escenario anterior llevó a este proceso? Así lo explica Adelman:
La incapacidad de los chacareros de tomar posesión de la tierra de una forma sistemática, la administración mala y corrupta y la ineficacia de la mayor parte de la legislación territorial, fueron favoreciendo la consolidación de un pequeño núcleo de grandes familias latifundistas. Los intentos realizados por Rivadavia, Sarmiento y Avellaneda de inducir la difusión de los pequeños propietarios fracasarían debido a la ausencia de una clase social deseosa de aprovechar la oportunidad. Los grandes terratenientes devinieron, ipso facto, los agentes de desarrollo capitalista, antes que una clase de familia de granjeros, como en la tradición norteamericana. (ADELMAN, J., Op. Cit., Pág. 302)
Desde el aspecto del comportamiento social de los estancieros, hubo un cambio de mentalidad: en un principio, los terratenientes no se vinculaban con el lugar de la producción, debido a que nada tenían que hacer en ese mundo de barbarie. Pero una vez expandida la frontera productiva a partir de las incursiones del desierto, el período de consolidación cambió la mentalidad de los terratenientes, ya volcados a disputarse el lugar de la vanguardia cultural argentina. En este sentido, podemos decir que el estanciero se involucra en el mundo pampeano, si bien no llega a ser él mismo parte del proceso productivo (ya que el trabajo, en sentido estricto, lo hace el hombre ligado directamente con las tareas manuales del campo) sí se puede decir que hay un acercamiento, una presencia hasta física en ese ámbito otrora sólo jurisdicción "bárbara".
Es este aspecto sobre el que nos interesa puntualizar, en tanto la caracterización de la estancia moderna que menciona Adelman abraza el concepto de hegemonización de la clase dominante, antes que la pasividad tradicionalmente asignada a esta clase por la historiografía más tradicional de la Argentina.
II. La hegemonía estanciera: del poder económico al dominio político
Hasta aquí hemos repasado brevemente el proceso mediante el cual la frontera productiva argentina fue expandiéndose. Hemos dividido, implícitamente, el proceso entre esta mencionada expansión y, luego, la posterior consolidación. Si primero la idea fue darle forma a la Argentina, apenas una endeble confederación por aquel entonces, lo siguiente fue asegurarse un proceso de dominio sobre aquel terreno ganado.
Debemos introducir aquí un breve paréntesis teórico para aclarar de qué hablamos cuando hablamos de hegemonía. Se trata, de modo general, del dominio de un grupo social por sobre otro. Pero, justamente, el dominio no se consigue meramente por la fuerza o la coerción, sino por una suerte de conciliación entre las distintas facciones sociales: el súbdito obedecerá al soberano si este le brinda protección y bienestar, y si le hace sentir que es parte de un cuerpo colectivo. Esto, traducido al concepto de hegemonía gramsciana, puede entenderse del siguiente modo:
Un grupo social es dominante respecto de los grupos adversarios que tiende a liquidar o a someter incluso con la fuerza armada, y es dirigente de los grupos afines y aliados. Un grupo social puede y hasta tiene que ser dirigente ya antes de conquistar el poder gubernativo (esta es una de las condiciones principales para la conquista del poder); luego, cuando ejerce el poder, y aunque lo tenga firmemente en las manos, se hace dominante pero tiene que seguir siendo también dirigente. [...] debe haber una actividad hegemónica incluso antes de llegar al poder, no se tiene que contar sólo con la fuerza material que da el poder para ejercer una dirección eficaz. (GRAMSCI, A., Antología, México, Siglo XXI, 1977. Pág. 486.)
Esto es, no es mera coerción. No se trata sólo del monopolio legítimo de la fuerza weberiano, sino de tener en cuenta "los intereses y las tendencias de los grupos sobre los cuales se ejerce la hegemonía, que se forma un cierto equilibrio de compromiso". Sin meternos técnicamente en la explicación gramsciana del concepto de hegemonía y sus diferencias con la corriente leninista, y más aun dejando de lado las derivas que a lo largo del siglo XX se extendieron, quedémonos con esta idea: las clases dominadas son incluidas por la clase que ejerce el poder, de tal modo que no es sólo un factor coercitivo el que mantiene la gobernabilidad en un punto estable, sino estas otras variables. La hegemonía, en este sentido, "disuelve" las diferencias entre las clases, al menos en apariencia, dando una sensación de mayor inclusión social entre los distintos estratos sociales.
Ahora, bien, ¿cómo se fue conformando a raíz de este proceso el Estado? ¿Cómo se sustentó la figura del terrateniente si miramos la cúpula estatal, y cómo se consolidó con la del estanciero? Replanteado en los términos de nuestra hipótesis de trabajo, ¿cómo se construyó un dominio hegemónico sobre este terreno, desde lo político administrativo? Para comenzar a responder esta pregunta, podemos decir que "Estado" y "terrateniente" eran sinónimos durante el siglo XIX, y que esto ya da una pista a la hora de pensar en términos de hegemonía.
En primer lugar, hay una respuesta inevitable que tiene que ver, por supuesto, con la formación de ejércitos oficiales (resaltando así el aspecto más weberiano de la cuestión), la unificación de los sistemas recaudadores fiscales, la regimentación del sistema bancario, la potestad monetaria y demás cuestiones organizativas. Nuestro desarrollo presupone esta cuestión, para poder focalizar sobre el aspecto que nos interesa, pero no está de más mencionar esto. Como explica Oszlak, "si la represión -su faz coercitiva- aparecía como condición necesaria para lograr el monopolio de la violencia y el control territorial, la creación de bases consensuales de dominación aparecía como atributo esencial de la estabilidad".
El punto es que en busca de un Estado nacional, la Argentina experimentó un proceso donde el modelo productivo estuvo fuertemente imbricado con la formación de una élite político dirigencial. Pero este proceso no fue, digámoslo, meramente por imposición sino, como señala Tulio Halperín Donghi, mediante un proceso de consolidación hegemónica: "Los hacendados adquieren poder militar: he aquí un elemento cuya importancia no podría exagerarse en su conquista de la hegemonía a nivel local. Pero en la medida en que ese poder militar es puesto al servicio de soluciones políticas para la entera provincia es también un medio para la conquista de la gravitación en nivel provincia". Es justamente en este sentido que el período de mediados de siglo XIX marca un momento clave para entender el dominio hegemónico:
El orden liberal que comenzó a cobrar forma a mediados de siglo fue capaz de reprimir a sus impugnadores populares e inculcar nuevas formas de obediencia gracias al poder de sus ejércitos pero también porque fue capaz de integrar demandas y promover algunos de los intereses de las clases populares, al menos de aquellos sectores de este grupo que sintieron el impacto de la prosperidad económica y la ampliación de sus horizontes vitales. (HORA, R., Del Antiguo Régimen al estado liberal, Anuario IEHS, nro. 25 (2010), Pág. 30)
Es decir: sí, luego de la caída de Rosas en Caseros, los sectores populares comenzaron a perder el lugar que el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires solía dar, y por eso no estamos diciendo con esto que no hubiese represión, esto es, que no haya existido el brazo armado del ejército que a modo weberiano confirmaba la concentración del poder estatal. Lo que sí señalamos es que, nuevamente como apunta Hora, "quizás la pérdida de derechos consuetudinarios y de autonomía productiva se volvieron más tolerables porque vinieron acompañadas de nuevas oportunidades de mejora económica y social que contaban cada vez más para una población rural que, al calor de la expansión económica y la profundización de las relaciones mercantiles, ya había dejado (o estaba dejando) atrás su condición campesina". Había, entonces, una articulación de demandas en juego por sobre una mera imposición.
Ahora bien, esbozada esta idea, es lícito preguntarnos: ¿Cómo se aseguraba la elite dirigente el dominio hegemónico? ¿Qué forma de operar sobre la política tenía? Halperín echa luz sobre esta cuestión:
[...] el equilibrio político establecido en Buenos Aires luego de 1820 concede a los hacendados participación en el poder. El sufragio universal, que teóricamente pone a la oligarquía gobernante a merced de la plebe urbana que le es hostil, encuentra su correctivo (aparte de los amaños electorales) en la existencia de feudos electorales en la campaña, que serán seguros para la oligarquía gobernante mientras los hacendados así lo quieran. [...] En el plano provincial: política de fronteras, política de tierras públicas. En el plano local: la transformación de la administración en la longa manus de los hacendados para el mantenimiento de la disciplina del trabajo rural. (HALPERÍN DONGHI, T. Op. Cit., Pág. 91)
El concepto de hegemonía rompe, de este modo, con la visión de que la clase subalterna fue sometida sin ningún tipo de participación en el proceso de producción que experimentó la Argentina en este período: "El hecho de que, considerada globalmente, la población inmigrante se haya mostrado económica y socialmente más exitosa que el campesinado nativo no debe llevarnos a concluir que éste permaneció al margen de los cambios que tuvieron lugar en esas décadas, o que sólo los haya experimentado como víctima."
Ahora bien, este proceso se dio por un factor de diferenciación muy importante: la expansión ganadera se dio en un contexto de escasez de mano de obra. Esto, desde nuestra perspectiva, es otro elemento para sumarlo a una mirada hegemónica de la cuestión:
La racionalización estaba destinada, por lo menos en parte, a paliar sus consecuencias [las de la escasez de mano de obra], pero al mismo tiempo es limitada en su gravitación por la prudencia que esta escasez impone. Ella aconseja no perder brazos que no será fácil sustituir; ella hace que la acción represiva del poder público, si retira y castiga al trabajador que no satisface las exigencias de su amo, no lo devuelve enmendado y contrario a este; también el Estado necesita soldados y no los halla fácilmente. (HALPERÍN DONGHI, T. Op. Cit., Pág. 102)
La explicación es clara: antes que castigar al "vago", mejor disciplinarlo, incluirlo en el proceso productivo (sobre todo por una cuestión de que si se lo dejaba de lado no había otra mano de obra supletoria). Y esto alcanza su punto más alto, en un lugar que hemos analizado en el apartado precedente: la estancia. "En estas condiciones el éxito de la tentativa de disciplinar la vida rural debe medirse, más que en los cambios -sin duda considerables- del ritmo de trabajo en la estancia, en la transformación de la estancia en elemento económico dominante del área rural porteña".
La estancia aparece, así, como el lugar desde el cual la hegemonía tanto territorial económico como política se afianza. El dominio hegemónico se da a partir de un proceso de mutación, podemos decir hermenéutica, entre la concepción del terrateniente como alguien que sólo tiene la potestad jurídica sobre el terreno y el estanciero, que aproxima una suerte de acercamiento al proceso de producción.
Bajo la consideración mencionada de Halperín Donghi podemos observar cómo este fenómeno pintó, en sus distintos momentos, el lienzo del siglo XIX, de la mano de una consolidación hegemónica que "se dio en toda la campaña porteña. Pero se dio más radicalmente allí donde la expansión ganadera se implantaba sobre un vacío previo: es en el sur de la provincia, en la Nueva Frontera, donde la sociedad rural configurada por la hegemonía de los hacendados se da con perfil más puro".


III. El Estado argentino, producto de una dialéctica hegemónica
A lo largo de nuestra investigación hemos intentado trazar, a fin de cuentas, una suerte de mapa de la estructura económico-política del siglo XIX. En tanto se trata de una época absolutamente agitada en todos los planos –institucional, bélico, político-, y por lo tanto excesivamente rica en cuanto a los abordajes y análisis posibles, podemos decir que hay una serie de sucesos sobre los cuales hay consenso historiográfico.
En primer lugar y desde el plano de la historia económica, se trata del período de mayor crecimiento de la historia argentina. En un segundo punto, y fuertemente ligado al primero, es posible identificar que el patrón productivo fue cambiando entre la primera y la segunda mitad del siglo XIX (mutación ligada tanto a los cambios sociales como a los vaivenes del mercado mundial y la inserción de la Argentina en él). En tercero, desde el punto de vista político, que existió una elite dirigente que cristalizó los intereses de la clase dominante, terrateniente. Nuestro aporte intentó agregar que esta categoría sería más refinada bajo el concepto de "estanciero", después. Mencionados estos consensos, ¿en dónde es que se puede encontrar la diferencia específica del brevísimo repaso conceptual que en el presente escrito hemos hecho?
La concepción de la clase dominante como una clase dinámica es, desde nuestra perspectiva, lo que permite articular la primera y la segunda mitad del siglo XIX en un sentido más rico y provechoso. Consideramos que, a partir de estas ideas aquí someramente resumidas, es sustancialmente más fructífero servirse del concepto de "hegemonía" para entender la dinámica de los procesos, ya que sin ella es muy difícil no caer en la rígida estructura de "dominante-dominado" por mera coacción represiva.
En este sentido, hemos intentado delinear cómo desde el punto de vista del patrón productivo y sus cambios, se cristalizó una figura del Estado en la Argentina ligada a la figura del estanciero. Como dijimos en un primer momento, a diferencia de la historia Europea, la conformación estatal nacional presenta ciertas particularidades: tradicionalmente vista como lo que es inventar una estatalidad "desde arriba", puesta más bien en clave de una dialéctica hegemónica en el trabajo en cuestión.
Por supuesto, no hemos pretendido agotar las aristas del problema aquí, sino simplemente dar un panorama de la discusión. Y si lo hemos hecho es porque, aún en la actualidad, sigue costando sacarse de encima la idea de que una oligarquía terrateniente sin ningún tipo de habilidad empresaria dominó la producción del siglo XIX. Idea que no puede explicar no sólo por qué la Argentina experimentó en esta época el período más grande de crecimiento de su historia, sino tampoco el modo en el que la clase dominante, solapada sobre la cúpula estatal, se dio forma a sí misma en su interrelación con las clases subalternas que delinearían la estructura social de la posterior Argentina del siglo XX.
Bibliografía consultada
ADELMAN J., Una cosecha esquiva Los socialistas y el campo antes de la Primera Guerra Mundial", Anuario IEHS nº 4 (1989).
GRAMSCI, A., Antología, México, Siglo XXI, 1977.
GRAMSCI, A., Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno, Buenos Aires, 2011, Nueva Visión.
HALPERÍN DONGHI, T., La expansión ganadera en la campaña de Buenos Aires (1810-1852), en Revista Desarrollo Económico, Nro. 1-2 Vol. 3.
HORA, R., "Del Antiguo Régimen al estado liberal", Anuario IEHS, nro. 25 (2010), pp. 23-30.
HORA, R., Historia Económica de la Argentina, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2010.
OSZLAK, O., La formación del Estado Argentino, Editorial de Belgrano, Buenos Aires, 1985.
SÁBATO, H., Historia de la Argentina 1852-1890, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2012



HALPERÍN DONGHI, T., La expansión ganadera en la campaña de Buenos Aires (1810-1852), en Revista Desarrollo Económico, Nro. 1-2 Vol. 3, Pág. 59. Respecto de este segundo aspecto, Halperín señala que la crisis allí producida por distintas situaciones bélicas entre realistas y portugueses llevó a un ensanchamiento hacia el sur de Buenos Aires y que se consolidará con la primera expedición al desierto de Juan Manuel de Rosas en 1833.
HORA, R., Op. Cit., Pág. 56.
Ibíd.
La expansión tuvo distintos momentos, pero si al período inmediatamente post independiente nos referimos, debemos mencionar: en 1820 se supera la línea del Salado, en 1823 se funda Tandil, en 1825 Rosas recorre tierras junto a Senillosa y Lavalle, en 1827 se forma una línea de fuertes de Santa Fe al Atlántico (Nos basamos en HALPERÍN DONGHI, T., La expansión ganadera en la campaña de Buenos Aires (1810-1852)).
HALPERÍN DONGHI, T., Op. Cit., Pág. 71.
HORA, R., Op. Cit., Pág. 42.
En relación a las causas que incidieron en el surgimiento de la estructura de las estancias, explica Roy Hora: "El crecimiento ganadero postindependeinte se apoyó en primer lugar sobre la expansión de muchas de las explotaciones que ya operaban en el sector en tiempos coloniales o que nacieron en esas décadas al calor de la mejora relativa de los precios ganaderos. Sin embargo, el desembarco del gran capital urbano fue decisivo para acelerar y profundizar el proceso de crecimiento de la actividad pecuaria y, por sobre todas las cosas, para estimular un cambio cualitativo en la escala de las grandes empresas rurales. [...] tras la apertura comercial desembarcaron en el campo importantes capitales de origen urbano, que sentaron las bases para la aparición de estancias de un tamaño desconocido en la era colonial". (HORA, R., Op. Cit., Págs. 41, 42)
Puesta en cuestión porque, desde esa perspectiva, no se puede explicar por qué Argentina vivió el período expansivo más grande de su historia.
ADELMAN, J., Op. Cit., Pág. 295. Esto se debe a que, como explica Adelman, para basar la crianza de ganado de mayor calidad y pureza que se requieren mejores pasturas, para lo cual la pampa debió atravesar por un proceso de plantación de cereales para mejorar el humus y el posterior forraje.
GRAMSCI, A., Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno, Buenos Aires, 2011, Nueva Visión, Pág. 40.
No se nos escapa la raigambre marxista del concepto, en tanto Gramsci hace un desglose de la teoría del filósofo y economista alemán, en torno a la noción de "falsa conciencia": la aceptación pasiva por parte de los sectores oprimidos hacia los opresores. Es por esto que hemos tomado el concepto de hegemonía y no el de "ideología", porque consideramos que como herramienta teórica, "hegemonía" tiene más poder explicativo.
Para esta cuestión, en detalle, ver apartado "Esfuerzos de construcción estatal" en SÁBATO, H., Historia de la Argentina 1852-1890, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2012, Págs. 105 - 108.
OSZLAK, O., La formación del Estado Argentino, Editorial de Belgrano, Buenos Aires, 1985, Pág. 97.
HALPERÍN DONGHI, T. Op. Cit., Pág. 91.
Esta explicación que damos no es, por supuesto, consensuada por el amplio espectro historiográfico argentino. Para ver las distintas tesis en pugna, como la campesinista o la terrateniente, ver HORA, R., "Del Antiguo Régimen al estado liberal", Anuario IEHS, nro. 25 (2010), pp. 23-30.
Ibíd.
Ibíd.
HALPERÍN DONGHI, T. Op. Cit., Pág. 103.
Ibíd.


1010Juan Diego Brodersen (UBA – FFyL / UTDT)
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Temas de Historia Política en el siglo XIX-II - 2015


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