El legado del desarme: Voces y reflexiones de las excombatientes del M-19

June 29, 2017 | Autor: E. Sanchez-Blake | Categoría: Cultura De Paz, Memoria En Colombia, Repertorios Interpretativos
Share Embed


Descripción

Elvira Sánchez-Blake Publicado en “El legado del desarme: Voces y reflexiones de las excombatientes del M19”. Journal of Latin American Anthropology 7 (2002): 254-75.

Una tarde de julio de 1999 nos reunimos en Bogotá varias mujeres a tomar té y a charlar. El tema de la charla no era sin embargo en torno a los maridos ni a los chismes del vecindario. Se trataba más bien de una reflexión de un grupo compuesto por excombatientes del Movimiento M-19 diez años después de la entrega de armas y reincorporación a la vida civil en Colombia. Lo que tenía de particular quizá el encuentro era la composición bastante disímil del mismo: maestras, campesinas, indígenas, intelectuales y profesionales de diversos niveles sociales y económicos. Mujeres que por diversas razones se unieron en torno a una causa. Cada una con una historia diferente que converge en un ideal colectivo. Lo que la guerrilla significó para ellas es casi un común denominador. En cambio lo que representó el desarme comprende tonalidades diferentes, desde el trauma hasta la realización personal. El objetivo de esta reunión y de otras posteriores que tuve personalmente con otras ex-combatientes del M-19 es la de iniciar una reflexión sobre su experiencia como militantes, el proceso de reinserción y las perspectivas hacia el futuro. Se intenta registrar la memoria de estas vivencias desde el punto de vista individual y colectivo. Este proyecto parte de una preocupación expresada por las mismas ex-activistas con respecto a su posición actual y a lo que significó su experiencia para ellas mismas y para la historia del país. Se aspira de esta forma, a orientar la energía de estas mujeres hacia un objetivo común que les permita reposicionarse dentro de la sociedad y sentar las bases para una construcción colectiva.

2

En calidad de recolectora y analista de estos testimonios, el enfoque de mi análisis toma como referencia las preguntas fundamentales que plantea Donny Mertens al referirse a la participación de la mujer en los conflictos armados en Colombia: Nos preguntamos cómo las diferentes formas de violencia han afectado la posición de las mujeres frente a los hombres, frente al espacio público, o frente al estado. ¿las mujeres han sido únicamente víctimas? ¿Han asumido liderazgos o han sido obligadas por la violencia a asumir nuevos roles sociales? ¿Han conquistado más autonomía? ¿La participación en grupos contestatarios ha modificado el ejercicio del poder en el sentido de potenciarse, de "empoderamiento"? ¿O han reforzado las relaciones de dominación-subordinación entre hombres y mujeres?(Meertens 38)i. Estos planteamientos se insertan dentro del esquema que me propongo analizar, el de la construcción de la mujer como sujeto individual y colectivo y de su participación en procesos históricos a través del testimonio. Mi encuentro con las ex-activistasii del M-19 tuvo lugar en 1996 cuando llevé a cabo mi primera recolección de testimonios sobre el rol de la mujer dentro de la violencia en Colombia.iii A través de este estudio conocí y tuve contacto con varias mujeres del M19. Este nexo permitió que ellas mismas me plantearan la inquietud de un segundo proyecto. El cuestionamiento que nos convoca actualmente es entonces, determinar cuál es el legado de las ex-combatientes hacia el futuro de una forma constructiva. Es decir, se intenta encauzar la experiencia del pasado para revertir la herencia de violencia en Colombia, a través de un enfoque de género. El M-19

3

El M-19 fue uno de los grupos insurgentes con mayor preponderancia en las décadas del 70 y 80 en Colombia. A través de sus acciones tuvieron una amplia acogida entre varios sectores de la población. El M-19 se dio a conocer en 1974 con una acción publicitaria y de simbolismo patriótico al sustraer la espada de Bolívar del museo donde se encontraba. Cuando el M-19 reivindicó la acción y se dio a conocer como grupo político, sus líderes señalaron que la espada sería el símbolo de la lucha armada que iniciaban y que sólo la devolverían cuando se dieran las condiciones de cambio que el país necesitaba. Contrario a otras organizaciones guerrilleras, que en su mayoría eran integradas por campesinos, los miembros del M-19 contaban con exponentes jóvenes intelectuales de clase media, fruto de una reflexión política asociada con la acción universitaria que tuvo lugar con gran preponderancia en los años 60 y 70, especialmente en la Universidad Nacional. Luz Stella Angarita resume así la conformación del M-19: Así pues, en los rezagos de esa década (los sesenta) que fueron tan duros, el M-19 representaba para la gente con ideas de izquierda una panacea intelectual donde todavía era posible hacer la revolución. Se admiraba al EME por su sentido quijotesco. Esos tipos van a acabar con la corrupción. Eran una esperanza. Comenzaron entonces a hacer cosas simpáticas, lejanas del terrorismo y próximas a un nuevo sentido revolucionario. . . El grueso de los colombianos no captaba la real significación que el M-19, como agrupación fuera de la ley, pudiera tener en la vida política y social del país.iv El M-19 comenzó con acciones urbanas que pretendían ganar el respaldo de los estratos populares, en lo cual tuvo un éxito impresionante. Pero en 1978, cuando llevó a cabo el robo de más de cinco mil armas del Ejército sustraídas de la base de mando "El Cantón Norte" en Bogotá, provocó una enorme indignación por parte del ejército. Ofendidos por la burla, los militares desataron una persecución desmedida y sin cuartel contra todo aquel que tuviera sospecha o traza de subversivo. Los militares lograron, en efecto, recuperar la mayoría de las armas y encarcelar y torturar a una gran parte de los miembros del M-19 y a muchos inocentes. En 1980 se produjo la toma de la embajada de

4

la República Dominicana, como un acto político del M-19 con el fin de denunciar las torturas y represiones del gobierno, y para demandar la liberación de presos políticos. Posteriormente, se realizaron acercamientos, diálogos, amnistías, con subsecuentes rupturas, incumplimientos y nuevas batallas que llevaron a la acción más infructuosa y trágica del M-19: la toma del Palacio de Justicia en noviembre de 1985. Este hecho marcó definitivamente un hito en la historia del país porque fue la evidencia de que en la guerra no existen vencedores.v Una de sus particularidades fue la participación de las mujeres y su protagonismo en posiciones de comandancia dentro del movimiento. ¿Quién no recuerda a "La Chiqui"? La negociadora del Eme que mantuvo en jaque durante varios días a los delegados del gobierno, embajadores y plenipotenciarios durante la toma de la Embajada de la República Dominicana en 1979?vi En Marzo de 1990 el M-19 firmó el acuerdo de Paz y entregó las armas. Desde ese momento se constituyeron en un grupo político con representación en las cámaras legislativas, departamentales y municipales. Actualmente más de 5.000 personas aparecen en las listas oficiales de desmovilizados, de los cuales 1.300 son mujeres y 4.443 son hombres. Otras personas no están registradas puesto que iniciaron su reincorporación ciudadana por su cuenta.vii Los testimonios seleccionados para este estudio reflejan la dificultad que han tenido muchos de los ex-activistas para adaptarse nuevamente a la vida civil. María Eugenia Vásquez observa que la participación dentro de la insurgencia marca profundamente tanto a hombres como a mujeres, pero los afecta en forma diferente. Para la mujer significa además de la transgresión contra el sistema, la decisión de penetrar un mundo eminentemente masculino. Esto supone "modificar sus referentes de identidad para desempeñarse exitosamente y sobrevivir en un mundo de varones, dirigido casi

5

exclusivamente por varones, y aceptar los retos de competir con ellos en su propio terreno, y ser valoradas por cualidades concebidas como propias de la masculinidad: el coraje, la audacia, la dureza, el don de mando, la voluntad y el arrojo" (4). Estas adaptaciones implicaron una serie de transformaciones del rol de las mujeres en cuanto a un manejo del campo militar, adopción de discursos revolucionarios y autonomía de las prácticas sexuales. Representa en otros términos la transformación de lo privado a lo público. Es la movilidad que ejerce la mujer entre lo normativo y lo transgresor: pasar de un espacio "femenino" a incursionar el dominio de lo masculino, el de la guerra. Aunque muchas de las mujeres que incurrieron esta transgresión no son conscientes de ello, su paso dentro de la guerrilla descorrió un velo de normatividad que ejerció un cambio a nivel genérico y de simbiología.viii Lo que en realidad le dio más sentido a la participación de la mujer en un movimiento revolucionario, fue en palabras de Vásquez, "la vinculación a un colectivo con fuertes lazos de identidad en torno a una misión transformadora, lo que aumentó al sensación de seguridad y favoreció la autoestima femenina" (5). El retorno a la vida civil por el contrario, determinó una serie de re-adaptaciones en forma inversa a los roles dentro de la sociedad, (de lo público a lo privado) que tanto hombres como mujeres deben sobrellevar, pero que nuevamente, representa un mayor desafío para la parte femenina porque fue el castigo de la sociedad por haber transgredido los espacios. Estos aspectos son los que diez años después de la desmovilización surgen como determinantes en los testimonios estudiados. El testimonio: memoria y presencia

6

La necesidad de conferir una presencia de las militantes del M-19 en la actual configuración histórica de la violencia en Colombia, nos remite a la conceptualización del testimonio. Según Ileana Rodríguez, la primera condición para la producción de testimonio es la necesidad de llenar un vacío. Los testimonios proveen la oportunidad de inscribir al sujeto femenino como rebelde, patriótico, comprometido, y de afirmar que la mujer contribuye a la nacionalidad, y que es por lo tanto, ciudadana (176)ix. Jean Franco reconoce el surgimiento del protagonismo femenino en Latinoamérica a partir de los movimientos contestatarios de los setenta y ochenta. En las décadas recientes el poder de los movimientos femeninos nacidos a partir de conflictos sociales (tales como el de las madres de La Plaza de Mayo) han adquirido presencia y han establecido un espacio. De una forma u otra, en diferentes partes del continente, su presencia, cuestionamiento y posicionamiento político se han convertido en un factor de influencia directa o indirecta en la cultura nacional (69)x. De acuerdo con Franco, este fenómeno ha coincidido con el aumento de la producción y demanda de obras literarias escritas por mujeres. Dicha producción sin embargo no se presenta en los géneros tradicionales, sino que compiten con una tendencia narrativa que refleja la experiencia femenina a través de autobiografías, testimonios y crónicas que poseen una validez literaria (69). A medida que la separación entre el intelecto y las clases marginadas se disminuye, y que se superan las conflictos de "maternalismo", surge con mayor potencia el testimonio como un género que parece capaz de cruzar las diferencias de clase y de estratificación racial (70). Pese a que el testimonio como género se debate hoy en los círculos académicos, es innegable la repercusión que ha tenido en Latinoamérica. La historia de luchas

7

políticas y la conformación dispersa de estas naciones han hecho que la experiencia testimonial adquiera el matiz de concientización y de presencia ante las estructuras de poder. Para el presente estudio, el testimonio provee una condición de presencia. De acuerdo con la definición de Amy Kaminsky, "la presencia es todo aquello que hace visible lo invisible, la continuidad de la vida de quienes han sido asesinados, la aparición de los desaparecidos, el testimonio que devuelve el cuerpo de los torturados. La presencia de todo aquello que es silenciado o borrado" (25).xi De esta forma, el testimonio se constituye en un mecanismo de poder y de intersección entre el discurso femenino y el compromiso político.xii Los casos estudiados, y que he dado en llamar "ecos de testimonio" responden a este compromiso de recoger y de hilvanar historias para comprender el momento histórico que vive Colombia. Yo sostengo que mujer, texto y nación se encuentran y confluyen en el discurso testimonial. El testimonio femenino adquiere validez cuando parte de un entorno donde la violencia es parte fundamental de la experiencia colectiva y del ser mujer. El testimonio además no es sólo el texto como tal, es también aquello que refleja las presencias y las ausencias, las voces y los silencios, lo que es visible e invisible detrás de cada historia. Es en últimas el único canal que propicia el espacio para las voces de las minorías y de los excluidos, en un contexto como el que nos ofrece el caso de Colombia. Dentro de los casos seleccionados surgen estas inquietudes y otras tantas sobre búsquedas incesantes de espacios y de identidades que las miembros del M-19 han emprendido a través de diferentes caminos. Los siguientes son extractos de las

8

entrevistas escogidas con cuatro de las integrantes de este grupo. Esta selección al azar incluye casos de mujeres de diversa condición de clase, de etnia y de procedencia. Un sueño trunco Luz Stella Navas: "Yo soy lo que quedó al M-19 de lo que fue el Batallón América: el sueño truncado de Pizarro y de muchos a nivel de Latinoamérica." Luz Stella fue una mujer indígena que siguió el modelo de su madre, dirigente de su comunidad indígena en Ecuador. Ella se unió al frente del "Alfaro vive carajo en 1983"xiii . En 1985 se conformó el batallón América, un intento de crear un ejercito consolidado integrado por movimientos revolucionarios de varios países de la región. Ella se refiere a esa experiencia como un fracaso por diferencias ideológicas y de concepción militar. "En Quito nosotros tirábamos piedra y parábamos a Quito. Pero en Colombia nos encontramos con una guerra con todo lo que significa una guerra: muertos y heridos. De Muchos compañeros murieron en el frente por inexperiencia. Yo perdí a mi hermano, de sólo 17 años, luchando en una guerra que no le correspondía en un país extraño. El sueño del país que teníamos allá… fue una frustración". Luz Stella se quedó en Colombia porque según ella, "se enamoró del M-19" por su proyecto democrático que contrastaba radicalmente con la posición marxista-lenilista que tenía el movimiento del Ecuador. "Lo de la inserción fue terrible. Políticamente, según Carlos Pizarroxiv, significaba dar un paso al vacío, pero si lo hubiéramos dado organizados y cogidos de la mano, hubiera sido distinto. En realidad, nosotros dimos un salto individual al vacío."

9

En el monte ellos sabían que contaban con una organización y unas tareas asignadas, una dinámica de vida, "pertenecíamos a una estructura. Y pasamos al desarraigo, la desconexión. No existía ninguna organización que respondiera, nadie a quién acudir". Cuando Luz Stella quiso regresar a Ecuador no pudo, su madre había muerto y su familia estaba dispersa. Se quedó n Colombia con su compañero y su hija. "Yo pienso que no hemos recuperado todo, pero el M-19 nos enseñó mucho. Nos dio valores y nos agarramos de cualquier cosa para hacer cosas juntos. Estamos intentando volver a encontrarnos, a vernos a tolerarnos. Sobre lo que estemos de acuerdo, trabajemos. A veces sentimos que todo lo que pensábamos, el país que soñamos no lo pudimos construir, se nos quedó un sueño trunco". Los elementos que se destacan en el testimonio de Luz Stella dejan un halo de ausencias: el salto al vacío, el sueño trunco, el país que se quedó sin construir. Son también las negaciones y las contradicciones de un proyecto de patria inconclusa, y cada vez más desintegrada. Sus memorias tienen también un eco de melancolía que se reflejan en sus silencios: el desarraigo de su historia personal transplantada de su patria hacia una realidad ajena pero atrayente. En este caso, el proyecto de construcción de patria tiene doble significación. Proveniente de un país extranjero, Luz Stella señala que el sueño de construir un país en Ecuador fue una frustración, como lo fue también el de Colombia. En este sentido se tejen varias instancias que parten de lo femenino. Luz Stella inicia la militancia a partir de su madre como líder indígena, y es a través de la lucha por los derechos indígenas que se ve involucrada en la lucha revolucionaria, para luego extenderse al Batallón América que comprendía un proyecto a nivel continental. Cuando ella intenta devolver el proceso no puede, el hilo conductor se ha roto, su madre ha

10

muerto, su patria se ha convertido en Colombia, y sus ideales se han volcado hacia el M19. Durmiendo con el enemigo "Yo sí estaba convencida de que la lucha armada era el camino, pero luego, uno siente que hay una desfiguración entre lo que uno quería, la ideología y lo que pasaba en realidad". Proveniente de una familia de militares, Margoth se vinculó al M-19 desde muy joven. Su participación en el robo de armas del Cantón Norte le costó tres años de cárcel en La Picota. Margoth distingue tres etapas del M-19: la fase inicial cuando el Eme se robaba la leche de las camionetas para repartirlas en barrios pobres; la segunda, la del combate y la guerra, y la tercera, la de la reinserción. "Estoy completamente convencida que la guerra simplemente acaba destruyendo una cantidad de cosas". Su experiencia en combates en donde enfrentaba soldaditos de 18 años le produjo un cuestionamiento y un malestar que al final la hizo dimitir del movimiento. Margoth salió del país y volvió cuando se firmó la paz. Actualmente lleva 10 años tratando de encontrar el camino. La mayor crisis de Margoth, como en muchas combatientes, se produce cuando tienen que confrontar la disciplina militar que difiere de los lineamientos trazados para trabajar con las masas. Margoth se preguntaba, "¿Qué país estamos construyendo para los jóvenes?" El dilema entre la construcción de patria como ideal frente a los parámetros que rigen un sistema militar surge cuando afloran las contradicciones de este proceso. Cuando Margoth incriminaba a su padre militar sobre las torturas del ejército, él le respondía, "todos los ejércitos torturan porque en la guerra no hay sector bueno o sector malo".

11

"Yo me inserté sola por decisión propia, pero la mayoría de la gente no tuvo tiempo de organizarse para asumir el proceso, por eso hubo tantos problemas". De regreso a la vida civil, Margoth conoció a un ex-teniente del ejercito, que había combatido desde el otro lado a la guerrilla. Se casaron y mantienen una relación que dura hasta hoy. "¿Ustedes se imaginan lo que es dormir con el enemigo? Pero él también lo hace." Margoth define esa experiencia como algo representativo de lo que sucede en el país: "Aquí nadie traicionó a nadie. Yo fui guerrillera consecuente y él fue militar consecuente. Ambos fuimos jóvenes que vivimos la tragedia desde el otro lado". Los jóvenes que luchan actualmente en la guerra sufren la misma tragedia desde el bando que les corresponde al azar. Actualmente, ellos viven en una finca aislada y se dedican a trabajo comunitario sin denominación política. La conclusión de Margoth frente a su experiencia es que en la guerra no hay vencedor. "Todos estos años me la he pasado reflexionando, buscando salidas y cada vez, hay menos". La historia de Margoth permite entrever un juego de oposiciones. En ella el paso de lo privado a lo público y viceversa se refleja en las contradicciones de su vida y en la confrontación interior. Margoth pasa de una vida de tradición militar a la subversión, regresa a lo militar a y luego a la neutralidad. Su insistencia en el horror de la guerra descubre la contradicción en que se debate el país: soldaditos de 18 años enfrentados a jóvenes revolucionarios de la misma edad, donde la lucha fraticida se convierte en una tragedia absurda que cada cual vive desde su respectivo bando. La preocupación una vez más acerca del país que se construye, es evidente en este testimonio, donde no hay vencedores sino vencidos, porque la guerra simplemente acaba y destruye. Como miembro de una familia de reconocido prestigio en Colombia, el proceso

12

de reinserción de Margoth no tuvo los avatares que sufrió Luz Stella. El día que ella tomó la decisión de reincorporarse contó con el apoyo de su familia y tuvo la ventaja de escoger su destino. El proceso más difícil ha sido conciliar los conflictos interiores y asumir el camino que ella escogió con el desencanto propio de los causas inconclusas. La guerra desde el magisterio La incorporación de Alix al movimiento guerrillero se origina de su experiencia en el sindicato de maestros. Desde su vinculación con la enseñanza, Alix llevó a cabo un trabajo de liderazgo a nivel urbano en busca de mejores condiciones para los maestros del distrito. Desde el principio ella mantuvo una posición de enfrentamiento contra las injusticias que se cometían en el plano escolar tanto para los estudiantes como para los maestros. Alix dirigió periódicos, acciones de protestas, manifestaciones y hasta "cocinas sindicales" en tiempos de crisis laboral. Esto la llevó a conocer e incorporarse con el M-19 a nivel urbano. Como otras tantas, Alix también fue herida, encarcelada, vivió en la clandestinidad, y tuvo que debatirse entre su vocación de trabajo por la gente y el trabajo de la organización. Asimismo, fue una de las militantes que mantuvo una actitud crítica hacia las compañeras que dejaban hijos en manos de familiares para poder dedicarse al Movimiento. Cuando nació su hija, ella la hizo partícipe de toda la experiencia revolucionaria: "Me levantaba a las 4:00 de la mañana para asistir a una reunión a las 8:00. Tenía que preparar todo. En la pañalera yo metía la papayita, el tetero, la sopa, los pañales, el revolver y el radio de comunicaciones. Cuando yo llegaba sudando y corriendo a la reunión diez minutos tarde, mis compañeros me regañaban…" Para Alix, la desmovilización fue un acierto, pero afirma que "el espacio de masas

13

que se debía construir no se construyó nunca". Para los urbanos fue diferente el proceso pues no tuvieron que enfrentar las mismas condiciones que los de la zona rural. "El problema es que dentro del magisterio hay dos actitudes: los que me querían antes, no quieren ni que me les acerque porque "los quemo", y otros, que siempre me han apoyado y ayudado hasta en los momentos más críticos de la clandestinidad". Como conclusión, Alix considera que, "No creo que los trabajos de masas se pierdan. Los trabajos se califican, se transforman, y hay momentos en que mueren también, pero de cada trabajo quedan cosas." Alix es la mujer que transgrede desde los inicios, y confronta lo tradicional de su familia, los rigores del colegio de monjas, las divergencias de los maestros y la organización sindical. Su afán de combatir la lleva a la militancia donde encuentra un campo de acción, pero a la vez, otros esquemas que subvertir. El caso de Alix, presenta a la transgresora hacia lo normativo a todo nivel. En lo privado y en lo público, Alix desafía a la vez que defiende el espacio femenino. Dentro del espacio masculino, ella rescata la maternidad y la impone dentro de la lucha armada. El acto de llevar a su hija a las reuniones de la organización es tan inverosímil, como lo es combatir a soldaditos de 18 años, que señala Margoth. El triunfo del desarme El caso de Vera Grabe revela un perfil completamente opuesto a los testimonios expuestos. Vera fue una de las mujeres con mayor protagonismo dentro del M-19. Luego de ocupar puestos a nivel superior jerárquico dentro de la organización, fue nombrada senadora tan pronto como ocurrió la entrega de armas del M-19.

14

"El proceso de reincorporación fue un acto libre de dejación de armas sobre la conciencia y la voluntad que tomó el M-19 de que en un país donde la guerra ya no se planteaba como una alternativa revolucionaria a corto plazo, el acto de dejar las armas había que hacerlo. Para mí personalmente fue un proceso muy liberador en lo político y en lo personal porque fueron años de mucha clandestinidad, de estar escondido, de pagar escondederos, de no poder dar la cara nunca, de falta de movilidad. Quienes éramos como los más conocidos teníamos el agravante de que no nos podíamos mover con la misma facilidad que gente que era menos reconocida, y yo con el agravante de ser mona". El salto al vacío al que se refiere Luz Stella con la desmovilización del M-19, es un salto hacia la vida pública y una carta política en el Congreso para Vera Grabe. "Nosotras dejamos las armas un 9 de marzo y el 11 yo fui elegida al congreso. Me cayó una gran responsabilidad: la ilusión de hacer las cosas desde la legalidad. Obviamente, en la medida en que pasó la expectativa vino al dureza de uno solo, que no me sentía acompañada por el movimiento. En el Congreso había como mucha expectativa y muchas puertas abiertas. El problema era que las expectativas del país y de uno son muy grandes, pero la capacidad real de acción es muy difícil y reducida." La responsabilidad de responderle al país desde la legalidad representaba un reto y a la vez, un cambio de poder: el desafío de cumplirle al país desde las instituciones. Este fue el reto de la Constituyente de 1991. Vera Grabe desde el congreso encauzó sus esfuerzos hacia proyectos sobre los derechos de la mujer. En este sentido Vera afirma que su posición desde la legalidad le permitió logros reales. Vera Grabe escribe actualmente su

15

autobiografía. Un proceso que le permite verse desde la perspectiva individual y no solo como colectividad. "El acto de contar la historia de uno mismo no es un proceso lineal, sino que aparecen todos los altibajos, las carencias… Lo más tenaz de escribir fue quitarme el pudor de pensar que Yo, individuo, persona, mujer tengo algo que contar, no desde el punto de vista colectivo. Sino atreverse a contar de verdad el sentimiento mío. Mi historia también vale, y es una historia de una mujer que hizo camino. Y cuando tantas cosas pasan, tantos muertos…. Yo me digo, pero tan atrevida yo ponerme a contra mi historia. Pero pienso que es una obligación. Si no empezamos a contar la historia como la vivimos, la sentimos y se la entregamos a nuestros hijos y al país. No es que sea la historia oficial, es individual. La historia del M-19 se mitificó muchísimo y a nosotras nos toca desmitificarla. Tenemos que mostrar que las grandes y pequeñas cosas confluyen. Somos grandes y pequeños, coherentes e incoherentes, y somos contradictorios y hacemos y dejamos de hacer. Todo eso va de la mano, pero lo importante son los procesos." La construcción de la memoria y la necesidad por hilvanar los hilos de la historia es una de las preocupaciones de los sujetos del momento histórico que vive Colombia. El M-19 con sus logros y sus fracasos fue un movimiento político que ofreció alternativas reales y que cumplió con un compromiso político. La narración, las autobiografías, los testimonios en cualquiera de sus variantes permiten esta revaloración de la memoria. Rescatar la memoria para sobrevivir Una de las ex-combatientes que ha llevado a cabo una reflexión más profunda sobre su vida de militante y que actualmente promueve los espacios de reflexión con las

16

otras compañeras es María Eugenia Vásquez. Luego de escribir su autobiografía, llamada "Bitácora de una militancia", con la que ganó el premio Colcultura 1998, ha contribuido con artículos académicos y conferencias sobre temas de género y violencia. En su artículo, "Diario de una militancia"xv describe el proceso de reconstruir su vida y lo que significó para ella. El ejercicio de escritura autobiográfico se convirtió en la tabla de salvación que le permitió vivir: "Describirme, hacer etnografía sobre varios segmentos de mi vida, me permitió reconocer paulatinamente mi condición social, reconciliar pasado y presente, comprender la vida como proceso y rechazar la imposición de un ex-militante y guerrillera que fracturaba mi identidad, visibilizar las múltiples mujeres que me habitaban, aceptar mis miedos, mis debilidades y aprender a convivir con mis amados fantasmas sin que dolieran tanto… Gracias a este ejercicio, encontré sentidos y explicaciones antes invisibles. Supe que la vida tiene razones y sinrazones y que en ese y que en ese universo inmenso de la existencia humana vale la pena cualquier intento por comprender una fracción. Por ello, considero que la narración autobiográfica arroja luces sobre la manera de ser de un sector de ciudadanos y ciudadanas que apostaron, ayer con las armas y hoy sin ellas, a la posibilidad de una real apertura democrática en el país y al que muchos no perdonan la transgresión. Pero, también quiero decirles, que realizar este trabajo cumplió un objetivo inesperado, me permitió vivir" (Diario 272). El análisis de la participación de la mujer en procesos de violencia que inicié en "Patria se escribe con sangre", me permitió comprender que al adquirir conciencia, la mujer refuerza su identidad y participa activamente en la construcción cuerpo-patria.

17

Cuerpo, en el sentido del rompimiento de los esquemas tradicionales femeninos, y patria, en la medida en que participa en la inscripción de una nueva concepción de la nación. En palabras de Donny Meertens, el empleo de una perspectiva de género en el análisis de la violencia nos permite "ver a las mujeres más allá de la dicotomía protagonísta-víctima, en términos de sujetos sociales de múltiples vínculos con el entorno social, político y económico" (37). La exploración de los testimonios de mujeres del M-19 después de casi diez años de "reinserción", permite vislumbrar un cambio de percepción de los roles y esquemas genéricos en cuanto a la mujer en la sociedad. El proceso de transformación de los roles genéricos de lo privado a lo público y luego a lo privado nuevamente, se aprecia a través de los casos presentados. Las mujeres que han llevado a cabo este proceso a nivel individual y colectivo dejan una secuela que se traduce a nivel de sociedad, pues de una forma u otra, genera una transformación de roles y de esquemas que permean las generaciones posteriores. A pesar de las contradicciones que ellas mismas confrontan cuando se ven a sí mismas a través de la reflexión, se encuentran en el prisma de varios factores que comparten: Aunque muchas de ellas se encuentran desencantadas, "truncas" en cuanto sus procesos de realización personal, y a lo que esperaban luego de dedicarle parte de su vida a una causa revolucionaria, ninguna de las entrevistadas se arrepiente de su experiencia, y defienden el papel que cumplió el M-19 como proyecto político. La Directora de La Casa de la Mujer, Norma Enriquezxvi, señala que como muchas de estas mujeres ingresaron muy jóvenes, la organización moldeó su comportamiento y hábitos en

18

aspectos como la vivencia con sus compañeros, las formas de relacionarse, la solidaridad interna, los éxitos o fracasos. Al entregar las armas, ellas quedaron fragmentadas sin un norte que dirigiera su vida o su destino. Muchas de ellas alcanzaron un relativo nivel de reconocimiento dentro de la organización, al salir se encontraron con un desconocimiento total y sintieron que se anulaba todo el trabajo y el proyecto político al que habían entregado su vida y que habían realizado durante tanto tiempo. Un sentimiento de desilusión se refleja en el vacío que sugiere la consigna de "aquí no pasó nada". Héroes y Villanas En la guerrilla las mujeres se liberaron de las represiones que impone la sociedad, tuvieron varios compañeros y conquistaron una liberalidad con respecto a su cuerpo y a su sexualidad.xvii Cuando se produjo la reinserción se encontraron de nuevo con una sociedad que condenaba lo que se tachaban de "promiscuidad". Sus compañeros, luego de haber sido complacientes y beneficiados de esta liberalidad, se decidieron por otras mujeres que cumplieran las normas aceptadas por la sociedad. Los hombres fueron recibidos de nuevo por sus familias y compañeras que los esperaban y que criaban a sus hijos en hogares fuera de la militancia. Además se convirtieron en mito y en héroes. En el caso de las mujeres, las que no quedaron viudas, fueron abandonadas por los compañeros. Las que habían dejado sus hijos al amparo de familiares cuando quisieron recobrarlos no pudieron. Las mujeres, en gran parte, recibieron un rechazo o condenada por sus propias familias y se vieron rechazadas en los círculos donde se habían movido anteriormente. Entonces, ellas se encontraron sin sus hijos, sin compañeros, sin familia, sin espacio de reconocimiento y ante una sociedad que nunca les perdonó. Mientras que para los hombres, la experiencia de la guerrilla se

19

convirtió en fuente de prestigio, para las mujeres, lo fue de desprestigio. Ellos llegaron como héroes, ellas como villanas. Norma Enríquez afirma que este rechazo refleja el castigo que impone una sociedad a la mujer que se atreve a transgredir sus esquemas, pero sobretodo, a ocupar un espacio eminentemente masculino, el de la guerra. Estos castigos se aplican en muchos niveles, desde la tortura y vejación sexual que muchas de ellas sufrieron al ser apresadas y encarceladas durante su vida militante, hasta la simple ser ignoradas y abandonadas por los que ellas consideraban sus camaradas y amigos al retornar a la vida civil. Al referirse a su rol de mujeres dentro de la organización, las militantes que rompieron con sus roles maternos, asumieron una libertad con respecto a su cuerpo y a su sexualidad, resienten el haber sido asignadas a los papeles tradicionales femeninos. A pesar de los puestos jerárquicos que varias de ellas alcanzaron dentro de la organización,xviii los oficios domésticos seguían siendo el espacio femenino, mientras el de administración y comandancia, lo ocupaban los varones. María Eugenia Vásquez afirma que los cargos alcanzados por mujeres dentro de la organización fueron a nivel medio. Sólo dos mujeres hicieron parte del Comando Superior del M-19, en una proporción que no corresponde al porcentaje de participación dentro de la organización ("La vida se escribe en borrador…" 11). Como señalan varias de la entrevistadas, el trabajo dentro de la organización significaba una triple jornada: doméstica, profesional y política. En el caso de las madres que asumieron sus hijos en la militancia, representaba además de un riesgo, un sacrificio impensable, como el de convertir una pañalera en el receptáculo conjunto de un biberón y de un revolver. El retorno a la vida civil, significó un "estigma": "La sociedad les cobraba la doble transgresión: su acción violenta contra el

20

establecimiento y su contravención a los patrones femeninos dentro de los cuales su conducta no era la esperada; se convertían en un peligro para el orden social en terrenos tan trascendentales como la sexualidad, la reproducción y el cuidado de la familia" ("La vida se escribe en borrador…" 10). Actualmente, las excombatientes del M-19 tratan de encauzar sus energías hacia trabajos de la comunidad, o a programas de apoyo a la mujer. Muchas de ellas han vuelto a estudiar ya especializarse. Algunas están vinculadas con la política, otras se desempeñan en la docencia. Lo positivo de este intento de reunir a las ex militantes ha sido que ellas han continuado reuniéndose con un propósito terapéutico, en principio, pero también de colaboración en la realización de este proyecto. El resultado es que recientemente fui informada de la decisión por parte de este grupo de conformar una ONG llamada "María Va" (alude a la canción de Mercedes Sosa) con el fin de orientar un trabajo organizado hacia proyectos reales sobre la mujer, dirigido y conformado por las mismas reinsertadas del M-19. Este primer resultado resulta muy satisfactorio, puesto que surgió de la iniciativa de convocar la memoria colectiva, y que ha ido más allá de la reflexión, hacia una actividad que reportará beneficios para ellas mismas y para la comunidad. A pesar de sus sueños truncos, de sus culpas y temores, de sus logros o fracasos, las mujeres que sortearon las vicisitudes de la vida insurgente han forjado y construido nuevos esquemas que se traducen en la concepción de género y en la construcción de patria. El hecho de volcar sus memorias a través de memoria individual o colectiva, en la forma que prefieran, autobiografía, historia de vida, testimonio o simple entrevista, confiere una presencia que permanece y que sin duda transforma la sociedad. Las nuevas

21

generaciones pueden escoger entre aprender o ignorar estas experiencias, pero no la pueden desligar de una historia colectiva que moldea un grupo social.. Para concluir, me permito citar nuevamente a Donny Meertens cuando afirma: "No se trata de hacer visibles a las mujeres como una categoría específica de víctimas directas e indirectas de la violencia y sus secuelas, sino también de iniciar el análisis de una dinámica social que en creciente medida proyecta a las mujeres como sujeto político…Se trata de conocer las múltiples formas en que las mujeres están asumiendo una nueva ciudadanía en cuanto a su participación en movimientos contestatarios y sus nuevos roles o prácticas sociales de supervivencia y de convivencia" (36). La participación cada día mayor de la mujeres dentro de movimientos políticos no sólo en Colombia, sino en el continente, ha demostrado una presencia, un cuestionamiento, un cambio de estructuras que se traduce en la cultura y que afecta la sociedad de forma directa o indirecta. El aporte de este nueva visión de la mujer no es claro todavía quizá, pero es válido en su condición de "presencia" ante las circunstancias históricas del momento. Y esta presencia es visible a través de los ecos de testimonios que proyectan la dimensión histórica de las sujetos que han tenido protagonismo en el conflicto armado en Colombia. Notas i

Meertens, Donny. "Mujer y violencia en los conflictos rurales". Análisis Político. Bogotá: Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales. Enero-abril 1995: 36-49. ii

Términos como desmovilizadas o reinsertadas son considerados inexactos y peyorativos por las propias entrevistadas. Utilizaré los términos ex-combatientes o ex-activistas, que son más aceptados por ellas mismas. iii

Este primer proyecto titulado "Patria se escribe con sangre", se encuentra en prensa actualmente (Antropos, 2000).

22

iv

Luz Stella Angarita, "Los héroes que le quedaron a la guerrilla". Tesis de grado, UniversidadJaveriana, Bogotá 1996. v

Existen varios libros dedicados al "Holocausto del Palacio de Justicia", por ejemplo, "Behar, Olga. Noches de humo, Bogotá: Planeta, 1986. Para un estudio más detallado sobre el M-19 Ver Lara, Patricia. Siembra vientos y recogerás tempestades. 6a. edición Bogotá. Planeta. 1986. vi

La toma de la República Dominicana en 1979 fue uno de los actos más relevantes del M-19. Durante dos meses tuvieron secuestrados a varios embajadores, incluyendo al nuncio Apostólico y al embajador de los Estados Unidos. La negociación permitió un desenlace favorable. vii

Datos del SIR- Sistema de Información de la Dirección General para la Reinserción del Ministerio del Interior (2000). Citados por M.E. Vásquez en "La vida se escribe en borrador y se corrige a diario". Charla presentada en el Taller "Género, conflicto y la construcción de la paz sostenible" (Mayo 8-10, 2000). Bogotá Colombia. viii

Me refiero aquí concretamente a la mirada de género que establece Donny Meertens, como una categoría de análisis que diferencia los estudios de la violencia actual en Colombia. Ver Meertens, Donny. "Víctimas y sobrevivientes de la guerra: tres miradas de género". Las Violencias: inclusión creciente. Jaime Arocha, Fernando Cubides y Miriam Jimeno, eds. Bogotá: Centro de Estudios Sociales, CES. Bogotá: 1998. ix

Rodríguez, Ileana. Women, Guerrillas and Love: Understanding War in Central America. Minneapolis: University of Minnesota Press, 1996. x

Franco, Jean. "Going Public: Reinhabiting the Private." On Edge: the Crisis of Contemporary Latin American Culture. University of Minnesota P., 1992. xi

Ver Kaminisky, Amy. Reading the Body Politic: Feminist Criticism and Latin American Women Writers. Minneapolis: U. de Minnessota P, 1993. xii

Georg M. Gugelberg señala que "testimonio has helped to make ourselves visible to ourselves" (3). Para una discusión más amplia sobre testimonio ver los artículos compendiados sobre el tema por Gugelberg, George Ed. The Real Thing: Testimonial Discourse and Latin America. Durham and London: Duke University P. 1996. xiii xiv

Movimiento revolucionario del Ecuador fundado en 1983.

Carlos Pizarro fue uno de los comandantes más destacados del M-19. Pizarro fue el gestor de la negociación del desarme en 1990. Meses más tarde fue asesinado en forma trágica.

23

xv

Vásquez, María Eugenia. "Diario de una militancia." Las violencias: inclusión creciente. Jaime Arocha, Fernando Cubides y Miriam Jimeno Eds. Bogotá: Centro de Estudios Sociales, CES, 1998: 266-285. xvi

La Casa de la Mujer de Bogotá organizó varios talleres para mujeres reinsertadas durante los años posteriores al desarme. Los datos suministrados fueron otorgados durante entrevista personal con la directora, Norma Enríquez, en Julio de 1999 y Enero del 2000 en Bogotá. xvii

María Eugenia Vásquez se pregunta, "¿Hasta qué punto integrarse al mundo masculino, más que ganancia, significó legitimar la primacía de lo masculino sobre lo femenino? Y ¿a qué costos?" ("La vida se escribe en borrador.." 7). xviii

Para una discusión sobre la participación de las mujeres en movimientos revolucionarios, Ver Lobao, Linda. "Women in Revolutionary Movements: Changing Patterns of Latin American Guerrilla Struggle." Women and Social Protest. Guida West and Rhoda Lois Blumberg Eds. New York, Oxford UP., 1990.

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.