«El itinerario politico del Padre Daubenton en la Corte de Felipe V», Criado de Val (Manuel) (dir.), Caminería Hispanica : actas del VII Congreso Internacional, Francia-España, Paris-Sorbonne 23-25 juin / Madrid-CSIC 28 juin-2 juillet 2004

July 7, 2017 | Autor: Catherine Désos | Categoría: Jesuits, Royal confesors, Felipe V, Court of Spain, Daubenton, Guillaume
Share Embed


Descripción

Catherine Desos

«El itinerario politico del Padre Daubenton en la Corte de Felipe V», Criado de Val (Manuel) (dir.), Caminería Hispanica : actas del VII Congreso Internacional, FranciaEspaña, Paris-Sorbonne 23-25 juin / Madrid-CSIC 28 juin-2 juillet 2004.

El Padre Daubenton es una personalidad particularmente rica, que ocupó un lugar excepcional en la corte de Felipe V, pero todavía no ha sido muy estudiada. Fue evocado por algunos memorialistas de su tiempo, y no menores, como el marqués de San Felipe o el duque de Saint-Simon ; estimado por el primero, detestado por el segundo, entendemos que este jesuita no es un hombre que deja indiferente. Queremos evocar su trayectoria política junto al rey de España, Felipe V, durante dos periódos, uno de 1700 a 1705 y otro de 1715 a 1723. El Padre Daubenton estuvo inserto en los grandes acondecimientos europeos de su época y, a menudo, fue uno de los actores más decisivos en la escena política. Debemos, previamente, recordar de manera breve las funciones que ejerció en la Compañía de Jesús antes de ocupar su cargo de confesor. Esto nos permite subrayar, desde ahora, que el Padre Daubenton fue una personalidad muy importante para su Orden y un apoyo permanente para su Compañía. Eso motivará todas sus acciónes durante su vida. El Padre Daubenton nació en Auxerre (Borgoña) en octubre de 1648 ; entró en el noviciado jesuita de Nancy a los 17 años, en octubre de 1665. Fue ordenado sacerdote el 23 de septiembre de 1679. Elocuente orador religioso, fue encargodo de pronunciar varias oraciones fúnebres, cuyo éxito le hizo célebre en toda la Provincia de Champaña ; ocupó también varios puestos de profesor en los colegios, donde sus superiores le distinguieron por sus aptitudes de pedagogo ; éstos le nombraron, en 1691, rector del colegio real de Estrasburgo, cargo muy importante para la reconquista católica de esta ciudad, entonces con una mayoría protestante. Por último, en 1694, fue elegido Provincial de Champaña, teniendo bajo su autoridad una veintena de colegios, tres seminarios y un noviciado. Tuvo la ocasión de permanecer un corto tiempo en Versalles. En efecto, en 1680, acompañó en la Corte a María Ana Cristina de Baviera, futura esposa del Delfín de Francia, porque ella quería un confesor germanohablante y el P. Daubenton, todavía un joven sacerdote, dominaba perfectamente ese idioma. Durante esta breve estancia, Daubenton se relacionó con multiples personalidades importantes.1 Del mismo modo, durante los años 1684-1685, predicó algunas misiones en Alsacia para convertir a los protestantes, tarea muy importante para Luis XIV ; el P. Daubenton la cumplió 1

Henk Hillenaar, Fénelon et les Jésuites..., p. 244, piensa que durante esta breve estancia, Daubenton y Fenelon

se conocieron e iniciaron una estrecha relación. Del mismo modo, el Delfín consideró al P. Daubenton como un hombre de envergadura, competente, y en 1693, va a pasar una temporada junto a él en el colegio jesuita de Estrasburgó.

1

Catherine Desos

con gran celo, ganándose así el favor del rey. Hasta el punto de que, en 1698, cuando sus superiores quisieron mandarle a dirigir la provincia jesuita de Gallo-Belga, el rey de Francia ordenó su vuelta y su mantenimiento como rector del colegio de Estrasburgo.2 En noviembre de 1700, Luis XIV organizaba la casa francesa de su nieto, convertido desde la aceptación oficial del testamento de Carlos II, el 16 de ese mes, en el nuevo rey de España. Ya había pensado en el P. Daubenton para el puesto de confesor de los Niños de Francia, pero una grave enfermedad impidió al jesuita ocupar tal responsabilitad.3 Tras el anuncio del testamento, Luis XIV llamó otra vez al P. Daubenton para ejercitar el cargo de confesor de Felipe V.4 A partir de ahora, a los 52 años, una nueva carrera se abría para él. Estudiamos el itinerario político de Daubenton en la Corte de España distinguiendo tres períodos cronológicos, correspondientes los tres a una evolución de la personalidad del confesor en la Corte. El primero, de 1700 a 1705, donde Daubenton realiza, en cierta manera, sus primeras estrategias políticas ; después, el de 1715 a 1719, donde, de regreso a Madrid, después de una estancia de diez años en Roma, adquiere una gran fama, pero quedando todavía a la sombra del todopoderoso Alberoni y, por fin, el de 1719 a 1723, donde nos aparece casi como un ministro omnipresente de Felipe V. Queremos resaltar su acción política y particularmente sus vínculos con la Corte de Francia, y su red personal que constituyó en Madrid. I- Primeras experiencias políticas en la Corte de España (1700-1705). A- El cargo de confesor. Cuando Felipe V sale en diciembre de 1700 para reinar sobre sus nuevos estados, tiene solamente 17 años. Es todavía un hombre muy joven, apenas salido de la infancia, un poco tímido, que hay que apoyar y ayudar con consejos. Como duque de Anjou y, al contrario del duque de Borgoña su hermano, no fue preparado para gobernar. Además, España no era para él un país familiar, no conocía aún el castellano ni las tradiciones españolas ; por eso, al comienzo del reinado, tuvo tendencia a quedarse únicamente con su entorno francés, al contrario de la voluntad primera de Luis XIV teniendo esto una gran importancia.5 Dentro este entorno, el confesor ocupa un sitio estratégico. Está en contacto personal con el soberano, le aconseja, le habla en privado. Por otro lado, Felipe V estaba dotado de una sólida

2

Frizon, Vie manuscrite..., p. 32, “A punto de salir para Flandes, fut detenido por una carta del P. La Chaize,

confesor de Luis el Grande, que le mandaba de parte de su Majestad permanecer en Estrasburgo, donde quería usarlo para el honor de la religión.” 3 Finalmente, es el P. Louis le Valois (1639-1700) quien fue elegido como confesor del duque de Borgoña. 4

AN, M 762, fol. 93.

5

Luis XIV aconsejaba a su nieto, en sus Instrucciones, lo siguiente : “Ten a todos los franceses en orden. Trata

bien a tus criados, pero no les des demásiada familiaridad, y aún menos crédito.Usa de ellos tanto como sean juiciosos. Destitúyelos por la más pequeña falta que hagan, y no los sostengas jamás contra los españoles.” En Millot, I, 301.

2

Catherine Desos

piedad y de una gran deferencia con los religiosos en general, lo que explica su muy profunda confianza en los pareceres de su confesor. Más aún cuando, estamos en una época donde todos los asuntos políticos se encuentran naturalmente reducidos a casos de conciencia religiosa.6 El P. Daubenton era pues, un personaje extremadamente asiduo al monarca durante el viaje hasta Madrid, pero también lo fue durante los viajes reales a Aragón y a Cataluña, en 1701, y durante el viaje a Italia en 1702. Además, estuvo presente al lado del rey durante momentos cruciales, como la famosa batalla de Luzzara, de la cual nos ha quedado un relato vivido.7 Conservamos también algunas cartas del jesuita, relatando la acogida que las poblaciones españolas hicieron al joven rey.8 Estas cartas nos enseñan que el P. Daubenton no era insensible a esta nación, hasta ahora desconocida para él y, frente a ella, adopta una actitud de comprensión cordial. Actitud que ya resalta sobre la de otros franceses, presentes también al lado de Felipe V, como el marqués de Louville, que jamás se adaptará al “genio” español tan contrario a su espíritu francés. Cuando la Corte residía en la capital, el confesor iba cada día al Palacio,9 pronto, por la mañana, y conversaba cara a cara con el soberano, algunas veces durante una hora entera. Podía volver a hacerlo durante el mismo día, en tantas ocasiones como el rey deseara.10 Además de esta gran familiaridad con Felipe V, por su cargo mismo, el confesor tiene un gran crédito en la Corte. En efecto, el confesor del rey de España no está lejos de parecerse a un ministro encargodo del culto. El confesor no se condenta con confesar al rey sino que consulta sobre todos los asuntos eclesiásticos e, incluso, sobre cuestiones puramente seglares. El monarca lo utiliza también como un delegado o agente político. En general, la figura del confesor está limitada a tres clases de funciones eclesiásticas : - proponer al rey sujetos para cumplir beneficios vacantes. Estos sujetos eran previamente presentados al confesor por los Consejos de Italia, de Flandes y de Aragón. - ocupar un puesto de teólogo de la Inquisición. (esto, de otra parte, le aseguraba ingresos seguros evaluados en 4 ó 5 000 lt.) 6

El 17 de marzo de 1721, el señor Robin, encargodo de los asuntos del comercio francés en Madrid, constataba

: “El P. Daubenton es a menudo llamado para ofrecer su parecer sobre las cosas que conciernen o que tienen alguna relación con la conciencia y, hay poca materia que la religión del rey de España no encuentre una relación con esta misma conciencia.” AECP, España, reg. 301, fol. 50. 7

AJ de Vanves. Colección Vivier. Tomo I, n° 111. P. Daubenton al P. La Chaize, 15 de agosto de 1702.

8

BNF, mss 22810, f° 356-357 : carta de Zaragoza, 17 de septiembre de 1701.

9

Residía en el Colegio Imperial de Madrid, respetanto así el dictamen establecido por el P. Aquaviva, en su

Instrucción a los confesores de los Principes, de 1608. El confesor no tiene derecho a dispensarse de la vida común de sus hermanos y, cada vez que visita un lugar donde hay una casa de la Compañía, alli ha de alojarse. 10

Saint-Simon, VIII, 260. Ver también, AECP, España, reg. 117, fol. 71, Louville al marqués de Torcy,

Madrid, 10 de agosto de 1703. El marqués se queja de la asiduidad del confesor al lado de Felipe V y de la reina : “ ...a las cuatro, el R.P. Daubenton viene con el pretexto de los asuntos de la conciencia del rey y se queda ahí hasta las cinco, pero dudo que eso tenga relación con su confesión, ya que la reina asiste siempre allí.”

3

Catherine Desos

- examinar las consultas del Consejo del Rey sobre asuntos religiosos. Estas prerrogativas habían sido suprimidas con el ultimo confesor de Carlos II, a quien se reprochaba tener demasiada injerencia en los asuntos políticos. Pero, con la llegada de los franceses, el P. Emmanuel Pinegro, provincial de los jesuitas de la Provincia de Madrid, pidió que el P. Daubenton tuviese de nuevo el conocimiento de estas causas, para que el rey pudiera controlar mejor a los poseedores de los beneficios. Se reprochaba, por ejemplo, al consejo de Flandes, que diese los puestos a sujetos conocidos por su jansenismo. El marqués de Louville apoyó esta petición que fue satisfecha sin dudas, alrededor de julio de 1701.11 El cardenal Porto-Carrero se ofendió extremadamente, creyendo que la dispensa de los beneficios le iba a ser concedida a él. Las relaciones entre el confesor y el cardenal, por eso, no fueron muy buenas.12 Daubenton se ocupaba también del suministro de las pensiones y del cuidado de los pobres. Era ayudado en su trabajo por otro jesuita, el P. de Silly, que volvió a Francia después de algún tiempo, y por un hermano-coadjutor, que fue su compañero hasta 1705, el H. Claude Bertrand. B- La elección de un jesuita. Cuando el P. Daubenton llegó a Madrid, fue recibido por los jesuitas españoles, como un “ángel venido del cielo,13 ” nos dice Frizon. En efecto, la llegada de un jesuita con el nuevo rey de España impresionó a los condemporáneos. Hasta aquel momento, la confesión regia había estado únicamente en manos de los dominicos, en posesión desde tiempos immemoriales de este puesto. Éstos se sintieron particularmente heridos por esta medida y redactaron vigorosas memorias contra esta novedad. Así, en la Biblioteca Nacional de Madrid, un impreso de diciembre de 1700 defiende la tradición española que quiere que, como desde hace 480 años, el rey de España tenga un dominico a su lado.14 Luis XIV era consciente de este movimiento pero, había elegido a propósito a un jesuita por su nieto. Por una parte, porque la tradición francesa lo quería así (desde Enrique IV, los Borbones habían tenido jesuitas como confesores) ; por otra, porque los dominicos, que constituyen una orden poderosamente implantada en España, parecen estar lejos de ser afectos a la causa francesa. Sin embargo, por razones políticas, Luis XIV no quiere herirlos. Si, expresamente, transmite a Louville su deseo de que Felipe V no elija a un confesor dominico, y de que el confesor de la reina tampoco sea de esta orden, decide al mismo tiempo que los 11

AECP, España, reg. 90, fol. 383, Mémoire du P. Emmanuel Pinegro ; Frizon, Vie manuscrite, p. 100 ;

Louville, I, 154. 12

AECP, España, reg. 93, fol. 207. Blecourt al rey de Francia, 22 de setiembre de 1701, cuenta las quejas del

cardenal. 13 14

Frizon, Vie manuscrite, p. 40. BNM VE 649 (40), Un cavallero..., Enrique II de Castilla “estableció que los confesores de sus

descendientes fuesen de la Orden de Santo Domingo ; por ser doña Leonor Núñez de Guzmán, Madre del Rey, de la antigua Casa del esclarecido Fundador, hasta hoy observado.”

4

Catherine Desos

nuevos seminarios que el rey de España desea crear, no sean confiados a los jesuitas “en consideración de los dominicos”.15 A esto, se suma un motivo religioso : los dominicos están muy próximos al jansenismo por el tomismo que profesan. Y, Luis XIV desea acabar con el foco jansenista situado en los Países-Bajos españoles y quiere servirse del confesor para esto.16 La lucha contra el jansenismo fue una prioridad para el P. Daubenton y ocupó sus primeros años en España.17 La llevó acabo junto con el marqués de Louville y el joven rey. Quesnel, jefe del movimiento del jansenista, estaba refugiado en Bruselas. El P. Daubenton empezó por apoyar al arzobispo de Malinas, Humbert-Guillaume de Praecipiano, adversario apasionado de los jansenistas desde 1690, pero que Carlos II no había ayudado en su lucha. Le envió elevadas sumás de dinero y le ayudó a luchar contra la universidad de Lovaina.18 La influencia del P. Daubenton se notó en la detención repentina de Quesnel y de otros dos jansenistas, el 30 de mayo de 1703. Todos sus papeles fueron confiscados y confiados a los jesuitas. En una carta escrita en Madrid, el 15 de setiembre de 1703 al P. La Chaize, Daubenton deja entrever el papel decisivo que tuvo en esta detención.19 En cuanto a los jansenistas, nunca olvidaron el papel ejercido por el confesor en este episodio.20 C- La época de las camarillas. El P. Daubenton, sin embargo, no tuvo tiempo para mostrar de lo que era capaz en la Corte de España, ya que acabó inserto como otros franceses del entorno de Felipe V, en las numerosas camarillas que, entonces, agitaban Madrid, impedían toda acción en profundidad y que molestaban gravemente a Versalles. La corte madrileña, en los primeros años del reinado de Felipe V, contaba con numerosos franceses. Los más influyentes eran los diferentes embajadores de Francia que se sucedían en ese puesto, el duque de Harcourt, el conde de Marcin, el cardenal de Estrées y el abad, su sobrino, así como la camarera mayor de la joven reina María Luisa de Saboya, la Princesa de los Ursinos. 15 16

Louville, I, 35. Madama de Maintenon en una carta al cardenal de Noailles del 3 de ottubre de 1701, expresó sobre la

elección del P. Daubenton : “Dice que los jesuitas son los mejores, por la oposición que tienen hacia el jansenismo.” En Hillenar, op. cit., p. 219. 17 “Luis XIV había recomendado a su nieto impedir con todo su poder el progreso del jansenismo en sus estados de Flandes ; quiso que su confesor, el jesuita Daubenton, hiciera de esto una obligación, y las instrucciones dadas por el duque de Beauvilliers a Louville fueron concebidas con el mismo sentido.” En Gachard, Histoire de la Belgique..., p. 100. 18

Hillenaar, op. cit., p. 244-5 y AECP, España, reg. 137, fol. 128.

19

“ Se han tomado todas las medidas necesarias para asegurar a los prisioneros y se trabaja, en el momento

actual, en ponerlos en un lugar aún más seguro (...) Se conciben aún otros proyectos que humillarán mucho al partido.” En Ceyssens, “Suites romaines...”, p. 29. 20

En 1710, Quesnel mostró una carta al P. La Chaize, en Histoire du Cas de Conscience signé par Quarante

docteurs de la Sorbonne, 1710, t. 5, p. 217, donde acusa a Daubenton de haber obligado a Felipe V a detenerle.

5

Catherine Desos

Todos estos personajes cultivaban relaciones conflictivas basadas en subrepticias luchas de influencias alrededor de la figura real. Nuestro objetivo no es hacer un relato detallado de éstas, sino analizar el sitio que ocupó el confesor del rey en aquéllas. Dos estrategias políticas oponían al personal francés ; por una parte el embajador de Francia quería demostrar autoridad en el seno del gobierno español, algunas veces de manera arbitraria ; por otra, la reina y su camarera mayor deseaban privilegiar a los consejeros españoles o franceses de más humilde origen, como el financiero Juan Orry, y gobernar de manera muy personal. El marqués de Louville era afin al partido del embajador y la situación había llegado a su paroxismo en 1703, con el cardenal de Estrées y la princesa de los Ursinos ; su correspondencia, testigo de estos movimientos, alcanzó cumbres de violencia verbal. Un personaje tan influente como el confesor del rey, no podía mantenerse al margen y debía comprometerse. Daubenton nos aparece, a posteriori, como un personaje inexperto en los asuntos políticos de esta época. En este sentido, podemos decir que fue manipulado por cada uno de los dos partidos que deseaba ganar su favor. Osciló entre unos y otros y parecería que, sin duda, por deferencia con la dignidad eclesiástica del cardenal de Estrées, el P. Daubenton decidió, después de algunas vacilaciones, unirse al embajador. Seguía tratando mucho con la princesa de los Ursinos, que tenía con él una gran confianza al punto de enseñarle sus cartas,21 pero también redactaba misivas acusándola de ambición como a Juan Orry, que trabajaba en el restablecimiento de la hacienda del rey de España.22 Haciendo esto, asumía una gran responsabilidad. El marqués de Louville, a quien exasperaba la influyente posición de Daubenton al lado del rey, y que tenía un carácter a menudo calificado de desordenado y encolerizado, aprovechó la ocasión para deshacerse del confesor, denunciando su doble juego al rey y al Princesa.23 Esto tuvo lugar en septiembre de 1703. Daubenton fue acusado de actuar por cuenta propia, de querer alejar a la reina del rey con el fin de quedarse solo y ejercer su influencia sobre el soberano, es decir de querer ser su valido. Fue, por ello, comparado con el P. Nithard, otro jesuita ministro favorito de la reina madre de Carlos II, despedido por D. Juan José de Austria. La Princesa estaba furiosa, la reina enfurecida, y las dos pedían el despido del jesuita ; Orry, más perspicaz, pensaba que Daubenton había caido en una trampa, que el cardenal de Estrées lo había usado para esparcir por medio de su pluma calumnias sobre la princesa de los Ursinos, a riesgo de, después, perder al jesuita que en realidad, no gustaba mucho al cardenal.24 Solo, el 21

En una carta al marqués de Torcy del 23 de septiembre de 1703, en Tremoïlle, Madame des Ursins et la

Succession de España..., III, 81, la princesa dice que hacía leer sus cartas al P. Daubenton al fin de tenerlo como testigo de sus gestiones. 22

AECP, España, 119. En agosto de 1703, Juan Orry se queja al marqués de Torcy de las cartas de Daubenton

contra él. 23

En julio de 1703, Louville se quejaba al duque de Beauvilliers de la influencia creciente del P. Daubenton,

en Louville, II, 90. 24

El 22 de septiembre la reina pedía su despido. El 23 de septiembre, la princesa también. (AECP, España,

reg. 117, fol. 356) ; el 25 de septiembre, Orry pensaba que Daubenton fue engañado (reg. 120, fol. 135). En Francia, Torcy no puede creer esta situación (reg. 117, fol. 362) y el duque de Beauvilliers, siempre dispuesto a

6

Catherine Desos

personal afin a Felipe V salvó a Daubenton de la desgracia. El rey le concedió la posibilidad de que le aclarara lo sucedido.25 El padre jesuita antepuso la autoridad del cardenal a su persona, y finalmente prometió no comprometerse más en los asuntos de la Corte. Se retractó también junto a la princesa que le concedió su perdón. La Princesa de los Ursinos estimaba que el jesuita había sido engañado por personas más inteligentes que él. Su pariente, Ambroise Daubenton, agente de la marina en Madrid desde 1702, estuvo involucrado de la misma manera con cartas contra la Princesa de los Ursinos, y, él también, hizo su mea culpa.26 Los Daubenton estaban salvados por algún tiempo. Desde ahora, el P. Daubenton, a quien el riesgo de una desgracia hizo prudente, rechazó en adelante intervenir en los asuntos de la Corte, y prefirió conservar una simulada amistad con la Princesa. Deseaba, decía a sus confidentes, “vivir alejado del ruido de la Corte.”27 A pesar de estas aparencias, para el abad de Estrées (que sustituyó al cardenal su tió como embajador), el confesor era un hipócrita, “hablando de una manera, escribiendo de otra.”28 En Versalles, se pensaba asimismo que era él quien redactaba las cartas de Felipe V, y que aprovechaba la presencia de una de sus parientes, conocida bajo el apellido de “Mademoiselle Emilie”, con el fin de estar informado de todo.29 Por eso, allí extrañan mucho de que rechazara asistir, como se lo pide el marqués de Chateaúneuf, enviado a Madrid, a la elección de una nueva camarera mayor,30 después del despido de la princesa de los Ursinos en abril de 1704. Felipe V por su parte, le profesa una confianza plena, y sigue escribiendo a Versalles en su favor.31 La situación se tensa de nuevo a partir de julio de 1704. La reina, teniendo solamente quince años, poseía un carácter muy fuerte y tenía la intención de hacer volver a todo costa a su camarera mayor. El duque de Gramont, nuevo embajador de Francia en Madrid, quería oponerse a esta idea, pensando que el regreso de la Princesa era poco deseable para los asuntos políticos. El P. Daubenton, hasta ahora en la retaguardia, participó de nuevo en el partido del embajador seguir los avisos de Louville está preocupado : “Temo que se dé de nuevo el confesionario a los jacobinos y a los dominicos, y que el partido jansenista... venga por este medio a triunfar. Pues, sopesé todas las cosas, y concluí que hay, que debo sacrificar el P. Daubenton, y yo lo haré...”, en Louville, II, 116-119. 25

El 21 de septimbre de 1703, Felipe V acusa el P. Daubenton de estar en el origen de las camarillas pero

quiere hacerle volver de sus “extravios” (AECP, España, reg. 117, fol. 321) ; el 5 de octubre, Daubenton ofrece sus explicaciones al rey (reg. 118, fol. 42) ; el 29 de octubre, Felipe justifica junto a Luis XIV al jesuita (reg. 118, fol. 173), y el 1 de diciembre, el rey de España escribe que su confesor ha vuelto a sus funciones. Al fin, el 3 de diciembre, Felipe escribe una extensa carta justificativa al rey (reg. 118, fol. 261). 26

AECP, España, reg. 136, fol. 26, 10 de enero de 1704.

27

Frizon, Vie manuscrite, p. 45.

28

El abad de Estrées a Louville, 14 de marzo de 1704, en Louville, II, 131.

29

AECP, España, reg. 140, fol. 123, el rey al marqués de Châteauneuf, 12 de mayo de 1704.

30

AECP, España, reg. 140, fol. 101, el marqués de Châteauneuf al marqués de Torcy, 25 de abril de 1704.

31

AECP, España, reg. 138, fol. 40, Felipe V a Luis XIV, 8 de mayo de 1704 : “Tengo una gracia a pediros...

que es que no me quite al Padre d’Aubenton ya que es un hombre muy honesto del cual estoy cada día más condento, y que puedo aseguraros que no turbará nada aquí, no queriendo entrometerse en nada.”

7

Catherine Desos

de Francia. Gramont lo alaba constantemente en sus cartas, como un hombre recto y justo.32 A ojos de la reina, el P. Daubenton se comprometía gravemente, estableciendo una correspondencia secreta con el confesor de Luis XIV. Por lo tanto, cuando la vuelta de la Princesa de los Ursinos fue anunciada en marzo de 1705, el P. Daubenton entiende que su cargo sería insostenible. Gramont y él habían fracasado. Habían querido “arrasar la influencia de la reina, y la reina era más que nunca dueña del espíritu del rey.”33 Además, fue Felipe V, abandonando a su confesor, quien pidió expresamente su llamada.34 Sin constituir una desgracia, a efectos prácticos parecía serlo si bien algunos elementos pueden atenuar un poco tal impresión. Asi, Felipe V concede a Daubenton tanto el derecho a utilizar el título de confesor del rey de España, como el de beneficiarse del sueldo unido a este cargo. El confesor abandonó la Corte en mayo de 1705 y recibió todos los honores por parte de su Compañía, feliz de recuperar a un hombre de su envergadura. Algo que tuvo la ocasión de demostrar durante los diez años que pasó en Roma en el importante puesto de Asistente de Francia.

En 1715, Luis XIV se acordó de él, cuando una vez más hubo que buscar un confesor para Felipe V. En marzo de 1715, Mgr Molines, embajador de España en Roma, le notificó la voluntad real. Hacia mediados de junio, el P. Daubenton saludaba en Aranjuez al rey y su nueva esposa, Isabel de Farnesio, volviendo a todas sus funcciones que había dejado diez años antes. Este retorno a España es verdaderamente sinónimo, para el P. Daubenton, de una vuelta a los asuntos políticos. II- Daubenton y Alberoni (1715-1719). A- Situación de la Corte a su llegada. El P. Daubenton llega a una Corte cuya apariencia ha cambiado mucho desde 1705. En efecto, los franceses ya no ocupan los primeros puestos políticos, sino que lo hacen los italianos, llegados con fuerza a la Península, con la segunda boda del rey, y todo eso, de otra parte, en perjuicio de los españoles, que ven cómo los altos cargos se les escapan. El cardenal Giudice, Inquisidor General, gobierna despóticamente desde su vuelta a la Corte en 1715, después de la caída de la princesa de los Ursinos, de Juan Orry y del P. Pierre Robinet. Fue designado consejero de Estado y ministro de Asuntos Exteriores y luego, gobernador del Principe de Asturias. La facción italiana se esparce por todas partes : el Príncipe Pío fue nombrado en junio de 1715, virrey y capitán general de Cataluña ; el Príncipe de Campo-Florido en Guipúzcoa y 32

AECP, España, reg. 142, fol. 63 (1 de septiembre de 1704, al marqués de Torcy) ; reg. 150, fol. 82 (5 de

febrero de 1705, al Rey) o reg. 152, fol. 353 (8 de mayo de 1705, al Rey.) 33 Baudrillart, Philippe V..., I, 209. 34 AECP, España, reg. 152, fol. 159, 10 de marzo de 1705 y fol. 233, 8 de abril de 1705. El 19 de abril, Luis XIV anuncia que ha encontrado a otro jesuita para sustituirle (fol. 245). El duque de Saint-Simon resume este episodio en una línea : “Daubenton fue despedido como confesor del rey de España por las intrigas de Madama de los Ursinos, a quien su crédito y sus tejemanejes hicieron sombra.” Saint-Simon, IV, 646.

8

Catherine Desos

Vizcaya ; Carlos Carafa en el reino de Granada ; Francesco-María Spínola, duque de San Pedro en una parte del reino de Valencia. Los grandes empleos internos son, también, dados a los extranjeros : el nieto de Giudice, el príncipe de Cellamare, es nombrado Caballerizo mayor de la reina, y, recibiendo la embajada de Francia, el duque de la Mirandole le sucedió en este empleo. En 1716, el duque de Popoli es nombrado a su vez, gobernador del príncipe, en lugar de Giudice. Por fin, el virreinato del Perú es dado a Caraccioli, príncipe de Santo-Bueno.35 Incluso el conde de Frigiliana, tradicionalmente opuesto a la presencia francesa en el gobierno de la monarquía hispana, se vio obligado a reconocer que, durante la estancia en Madrid de la princesa de los Ursinos (símbolo por excelencia de la preponderancia gala en la Corte de Felipe V), los franceses no se arrogaron los brillantes cargos que ahora poseían los italianos. El personaje que más irrita a los españoles es el abad Julio Alberoni, consejero privado de la reina y extremadamente influyente en Su Majestad Católica. Hijo de un jardinero, entrado en ordenes, fue sucesivamente secretario del duque de Vendome y representante del ducado de Parma en Madrid. Influyó notablemente en el rey por su segunda boda y, después de la caída de la Princesa de los Ursinos, a la cual no fue anejo, se inmiscuyó progresivamente en los asuntos de los soberanos. Así pues, Daubenton llegaba a un sitio donde, una vez más, debía mostrarse prudente. El P. Robinet, su sustituto entre 1705 y 1715, no pudo hacer frente al Inquisidor General Giudice. Particularmente a causa de haber defendido los escritos de Melchor de Macanaz, fiscal de Castilla, sobre las libertades de la Iglesia de España respecto al Papa, y sobre los derechos reales respecto al Tribunal de la Inquisición. Por eso, fue despedido en marzo de 1715. Antes de marchar, fue él quien sugirió a Felipe V llamar de nuevo a Daubenton, porque éste, según el marqués de San Felipe, había merecido siempre la consideración de los españoles.36 En efecto, incluso en Roma, el P. Daubenton era conocido por la protección que dispensaba en esta ciudad a los exiliados de la Península.37 Así, los españoles esperaban algunos cambios felices con la vuelta del confesor. PierreNicolas Partyet, entonces en Madrid como agente de la marina, advierte que el rey parece esperarle con impaciencia porque ya no despacha los asuntos religiosos con el cardenal Giudice.38 Todos los condemporáneos están de acuerdo en que el P. Daubenton ejerció en seguida una gran influencia sobre el rey de España, cuyo carácter, angustiado y escrupuloso, no se apaciguaba con la edad ; por eso, consultaba con frecuencia, oralmente o por escrito a su confesor. El marqués de San Felipe subraya que “a algunos del nuevo Ministerio no les gustaron mucho de la eleccion por la grande autoridad que habia tenido siempre su dictamen para con la

35

AN, B7 26, fol. 115 et fol. 137, Partyet a Pontchartrain, Madrid, 27 de mayo y 10 de junio de 1715.

36

San Felipe, Comentarios..., p. 259.

37

Frizon, Vie manuscrite, p. 57.

38

“Las personas celosas esperan que su llegada traiga cambios en los asuntos”, AN, B 7 26, fol. 51 y fol. 115, 6 y 27

de mayo de 1715, Partyet a Pontchartrain.

9

Catherine Desos

Majestad, por haber sido su maestro y confesor desde niño”.39 Esto hace de Daubenton un personaje a tratar con deferencia. Partyet nota que Giudice y Alberoni rivalizan para hacerle la corte y agasajarlo. Por una parte, porque los dos ya son rivales, Giudice viendo su estrella palidecer en favor de Alberoni ; de otra parte porque este último, entiende que si posee efectivamente el favor de la reina, el confesor tiene él del rey, y hay que contar con este nuevo interlocutor.40 B- La red del P. Daubenton.

El P. Daubenton, además del favor de la protección real, supo adherirse a él un grupo de personajes importantes de la Corte, que formaron, junto a su persona, un red interesante. Llegó a Madrid aureolado por el favor del soberano pontífice, pilar nada desdeñable cuando desde 1709, las relaciones con la Santa Sede y el Rey Católico eran extremadamente tirantes. En efecto, tenía frecuentes entrevistas con el representante del Papa, Pompée Aldovrandi, apenas tolerado en Madrid por Felipe V. En 1715, el padre confesor impidió al rey cerrar el tribunal de la nunciatura y, en 1717, negoció un acuerdo por el cual el Papa permitía al rey recaudar una contribución excepcional sobre el clero.41Asimismo, intervino para sostener la pretensión de Alberoni a un capelo cardenalicio. Atraía naturalmente a algunos franceses presentes en Madrid, que estaban seguros de tener en él a un protector. El primero dentro de ellos, fue el embajador de Francia. Éste ya no tenía la misma influencia de años atrás, en el momento del advenimiento de Felipe. Aunque todavía es tratado como “ministro de la familia”, tiene menos facilidades de acceso al rey. Asi, Daubenton aparece como un importante mediador, que hay que tratar con deferencia, como hicieron los sucesivos embajadores. De este modo, el duque de Saint-Aignan, el marqués de Nancre o el conde de Maulevrier, entablan con él asiduos contactos, algo que veremos un poco más adelante. Entre los franceses que se relacionan con él más particularmente, está el marqués de Valouse, gentilhombre de la Cámara del Rey, que vino a España en 1700 con Felipe V. “Hay que hablar con Valouse como si se hablara al P. Daubenton,” subraya un informe de 1718.42 De la misma manera, el duque de Caylus, teniente general del rey, disfruta de la protección del confesor. Unos financieros franceses como Duplessis o Sartine, o aún Partyet, agente de la marina, forman también su entorno íntimo. Por fin, los otros jesuitas franceses, presentes al lado del rey, están ligados a él, como el hermano Fineur, que le ayuda en su cargo, el P. de Laubrussel, el P. Le Compasseur e incluso el P. Nyel, que será su secretario. El confesor ayuda también mucho al P. Deserres, sacerdote del Oratorio, en su proyecto de la reconstrucción del

39

San Felipe, Comentarios..., p. 259. Saint-Simon, V, 847-848. 41 Saint-Simon, V, 774 y 856 ; VI, 103-107 y 376 n. 5. El P. Daubenton trabajó personalmente en este tratado pero 40

bajo la vigilancia constante de Alberoni. “Este audaz italiano... se atribuyó la comisión secreta de conferir y de trabajar sobre las diferencias con Roma junto al confesor, quien hasta ahora, se encargaba él solo de esto.”A pesar de todo, Daubenton no pudo impedir que el nuncio fuera expulsado en 1718. 42 Ver también AECP, España, reg. 306, fol. 58 (21 de octubre de 1721).

10

Catherine Desos

hospital San Luis de los Franceses de Madrid, apareciendo así como el protector de todos los franceses indigentes presentes en la capital española. Su personalidad atrae también a un número importante de españoles, fenómeno tanto más interesante cuanto que el P. Daubenton aparece así como el centro de un contra-poder al gobierno italiano. Muchos nobles españoles que conoció durante su primera estancia en España, se reunían a menudo en su casa. El duque de Saint- Aignan los citó en un informe de 1718. El conde de Aguilar padre, ahora gobernador del Consejo de Indias es uno de ellos. Pero están también el marqués de Aytona, valido del rey, coronel de las Guardas Españolas y su hermano el conde de Baños, gentilhombre de la Cámara del Rey ; el viejo Rivas, recientemente reintegrado en su cargo en el Consejo de Indias. El duque de Béjar, que tiene una gran piedad y que animará en 1718 a un grupo de oposición al cardenal Alberoni. El conde de Montijo, él también calificado de “devoto,” asi como el conde de Altamira, “amigo de todo lo que es jesuita.” El P. Daubenton se entiende muy bien con el marqués de Mejorada, calificado de “íntimo amigo”, ex secretario del despacho y, desde 1714, consejero de Estado.43 Contribuyó también, relata el mariscal de Tesse, a elevar a D. Luis de Miraval al puesto de Presidente de Castilla y a introducirle en el circulo de confianza del rey. Eso, quizás, para contrarrestar la influencia de D. José de Grimaldo con quien el P. Confessor no se entiende bien.44 En fin, D. Miguel Durán, secretario de Estado de guerra y de Indias, trata con él asiduamente, amistad que no gusta mucho a Alberoni.45 Este se sentía cada vez más celoso por la infuencia del confesor, a quien el rey no vacilaba en confiar numerosos asuntos. Daubenton poseía sus días de audiencia. Dedicaba a éstas “tres tardes, desde las dos hasta las seis. Su antecámara estaba entonces abierta a cualquiera que quería entrar. Su criado recibía a todo el mundo sin hacer diferencias y hacía pasar a la gente, unos después otros, a la cámara vecina a la audiencia.”46 Tenía su piso en el noviciado de Madrid, y tenía a su servicio, además de al hermano Fineur, que se ocupaba sobre todo de la distribución de las lismonas47 , a diversos criados y especialmente un cochero, un postillón y dos mozos con libreas. Al contrario del P. Robinet, a quien se reprochaba un tren de vida no acorde con su posición, el P. Daubenton tenía cuidado de no llamar la atención por sus actitudes exteriores.48 La desgracia del cardenal Giudice, el 13 de julio de 1716, a la cual tanto en Madrid como en Versalles se sospechaba que el confesor había contribuido, fue para él un golpe favorable,

43

AECP, España, reg. 251, fol. 219 y reg. 252, fol. 155.

44

AECP, España, reg. 323, fol. 87 (20 de diciembre de 1722) ; reg. 330, fol. 143 (29 de julio de 1723) ; reg. 333, fol.

312 (28 de febrero de 1724) ; reg. 334, fol. 4 y fol. 129 (6 y 27 de marzo de 1724). 45

AECP, España, reg. 272, fol. 249. Daubenton se entenderá también muy bien con el sucesor de Durán, Baltasar

Patiño, marqués de Castelar (cf. Saint-Simon, VIII, 338-339). 46

Nicolás Frizon, Vie manuscrite, 102.

47

AECP, España, reg. 330, fol. 247.

48

Astrain, VI, 159.

11

Catherine Desos

pues su crédito personal se vio aún ampliado.49 Desde ahora, aparecía como el único contrapeso a la influencia de Alberoni. C- El hombre de la paz.

En 1715, Europa estaba lejos de vivir un momento apaciguado. La guerra de Sucesión había acabado hacía muy poco tiempo. El famoso tratado de Utrecht (1713) establecía la paz entre Francia y España de una parte, y con Prusia, Saboya, Portugal, los Paises Bajos e Inglaterra de otra. Preliminarmente a esta paz, Felipe V fue obligado a renunciar, el 5 de noviembre de 1712, delante de las Cortes, a sus derechos sobre la corona de Francia. Pero, si el tratado de Rastadt (1714) acababa de estabilizar a Europa, Felipe V jamás firmó la paz con el emperador, no queriendo abandonar los territorios españoles de Italia, a saber Milán, Nápoles, Toscana y Cerdeña. A la llegada del P. Daubenton los conflictos no estaban enteramente sosegados, y mucho menos aún cuando la segunda mujer de Felipe V era italiana. No es nuestro tema juzgar la conducta de Alberoni. ¿ Fue, como a menudo se dice, un promotor de disturbios, el que impulsó de nuevo una guerra europea en 1719, o fue nada más que el obediente ejecutante de los soberanos españoles, deseosos de conducir una política conquistadora en Italia contra el emperador ?50 En todo caso, las potencias europeas (Francia, Inglaterra y Holanda), ligadas contra España durante la corta guerra de 1719, le hicieron aparecer como el motor esencial de la toma de Cerdeña (septiembre-octubre de 1717) y del desembarco en Sicilia en julio de 1718, que causó graves pérdidas para la marina española. En esta época, el P. Daubenton aparece a los ojos de las cortes extranjeras, como el hombre de la paz, el único capaz de influir en el rey con el fin de que aquél renunciase a sus proyectos belicosos en Italia. Así, el ministro francés de Asuntos Extranjeros, el mariscal Huxelles, que conoce por otra parte personalmente al confesor, encomendó al embajador de Francia recurrir a la “vía” del P. Daubenton e, incluso, adaptar su conducta a los consejos e ideas del jesuita.51 Durante el año de 1717, abundan las cartas de la Corte de Francia que aseguran la confianza que se tiene en el P. Confesor ; se le pide ganar la confianza de Alberoni y de la reina. En 1718, las cartas se hacen aún más apremiantes y se le asegura que puede “prestar un favor muy considerable a la patria.”52 Daubenton condesta por muestras de amistad, de compromisos con Francia. Pero, mientras Alberoni fuera escuchado por la reina, la acción del confesor sería poco eficaz. Y si, durante un momento, el confesor creyó disuadir al rey de la 49

AECP, España, reg. 251, fol. 233 (13 de julio de 1716) y reg. 252, fol. 20 (7 de agosto de 1716).

50

J. F. Labourdette, Philippe V..., p. 337, indica que la política nacional de Felipe V coincidía con la política

dinástica. La alianza con Isabel de Farnesio, que poseía derechos sucesorios sobre los ducados de Parma y Plasencia y el gran ducado de Toscana, no fue concluida más que para reforzar las reivindicaciones italianas de Felipe V. Esta política reúne el proyecto italiano de Alberoni, el de una Italia liberada de los Alemanes y unida bajo la autoridad de la corona de España. Numerosos historiadores piensan que es Felipe V quien definió y dirigió la política de España. (cf. Bethencourt, Seco o Palacio Atard). 51

AECP, España, reg. 255, fol. 76, Huxelles a Saint-Aignanm 8 de septiembre de 1716.

52

AECP, España, reg. 268, fol. 71 (8 de marzo de 1718).

12

Catherine Desos

guerra, entiende rápidamente que no. En efecto, tuvo una ayuda decisiva con la misión del marqués de Nancré (marzo-noviembre de 1718) encargado de unir a Felipe V a la TripleAlianza (creada el 11 de enero de 1717 entre Francia, Inglaterra y las Provincias Unidas), pero está obligado a avanzar en secreto, pidiendo que su apellido no sea citado en las cartas del enviado, sabiendo que es espiado y poco querido por la reina que temía su influencia en Felipe. Daubenton aseguraba que se comprometía en los asuntos políticos de mala gana y si lo hacía era ante todo por buscar la paz.53 Concretamente, la acción del P. Daubenton es diplomática ; lo vemos, poco antes de la bajada española sobre la Sicilia, hacer numerosas gestiones cerca de Alberoni y del Rey en favor del proyecto francés al cual parece adherirse totalmente. En abril-mayo de 1718, facilita frecuentes entrevistas entre Nancre y Alberoni ; intenta jugar con la autoridad pontifical contra la guerra cerca al rey, enseñando, a escondidas del abad italiano, un breve pontifical enviado al rey, lo que estuvo a punto de costarle su cargo ; en junio, intenta detener la salida del nuncio expulsado de Madrid ; pretende tomar contacto con el enviado de Inglaterra, Stanhope. Por fin, en octubre, espera que el rey se una al tratado, pero éste lo rechaza una vez más. Finalmente, la acción de Daubenton no tuvo los efectos deseados y la ruptura franco-española está consumada. Sin embargo, para él, hubo muchas consecuencias favorables a su actividad : en primer lugar, encarna una alternativa respecto a las opciones políticas de Alberoni, que se revelaron finalmente desastrosas y contribuyeron a la desgracia del cardenal italiano, el 5 de diciembre de 1719. En seguida, por su constante apoyo al embajador, aparece más que nunca como el polo de la presencia francesa en la corte de Felipe V. En fin, la Corte de Versalles se encomienda cada vez más a él y, asimismo, depende mucho de su influencia y quiere servise de ella a partir de la caída de Alberoni para acercarse de nuevo a la Corte de Madrid. Así, el P. Daubenton toma una nueva dimensión en la vida política de su tiempo. III- El autor de la alianza francoespañola.(1719-1723) A- Daubenton y Francia. Debemos hacer aquí un breve comentario sobre el apego que manifestaba el P. Daubenton a Francia, tierra que había abandonado hacía más de 20 años. Es evidente que este alejamiento no había mermado su amor por su país natal. Todo lo contrario, ya fuera en Roma o en Madrid, siempre se había ingeniado para servir a los intereses del rey de Francia ; por ejemplo, durante la elaboración de la bulla Unigenitus, a la cual contribuyó en gran parte. Su admiración por Luis XIV era extrema y, si hay que dar pruebas escritas, puede aducirse entre otras cosas, la Oracion fúnebre que pronunció el 8 de septiembre de 1711 en honor al Gran Delfín de Francia y que se transforma, en muchas pasajes, en un panegírico del Rey Sol.54 53

AECP, España, reg. 269, fol. 56, el P. Daubenton a Huxelles, Madrid, 4 de abril de1718, dice que siempre estaría a

favor de la paz. 54

Oraison funèbre de Monseigneur Louis Dauphin de France. Prononcée dans l’Eglise Nationale de St Louis le 18

septembre 1711. En présence du Sacré Collège. Par le P. Daubenton de la Compagnie de Jésus. Rome, chez Paul

13

Catherine Desos

Podemos sospechar que el advenimiento del duque de Orléans a la regencia de Francia en 1715, cambió un poco la situación. Tanto del lado del jesuita, como del lado del gobierno francés. De hecho, la llegada del Regente al poder conllevó una desgracia a los jesuitas de la Corte. El P. Le Tellier, confesor de Luis XIV, fue confinado al colegio de La Flèche, mientras que el cardenal de Noailles, declarado a favor de los jansenistas, fue llamado nuevamente a la Corte y puesto a la cabeza del Consejo de Conciencia. Además, el Regente, ansioso de que fueran reconocidos sus derechos de tutela sobre el joven Luis XV, y temiendo que el confesor alentase a Felipe a reclamarlos (a pesar de las renuncias de aquel en 1712), empezó a temer la influencia del P. Daubenton sobre el rey Felipe V. Hasta el punto de que, durante el año de 1716, el duque de Orléans trató por todos los medios, de hacer caer en desgracia al confesor. Por eso, envió a Madrid al marqués de Louville. Las instrucciones de aquél eran claramente hostiles al jesuita. Debía poner todo su esfuerzo en “expulsar al confesor”, colocar de nuevo en el puesto a un dominico, (los dominicos “están mejor dispuestos hacia mí” escribe el duque de Orléans), enfrentarle con Alberoni y comprometerle ante la Reina.55 En realidad, el P. Daubenton aireó rápidamente estos proyectos, ya que él mismo alimentaba las relaciones estrechas con lo que se llama la “Vieja Corte”, a la cual pertenecían el mariscal Huxelles y el marqués de Torcy ; apenas llegado a Madrid, el rey de España ordenó a Louville marcharse y ademas, sin haberle dado autorización para verle. Este asunto acabó de una manera bastante ridícula y sin duda, contribuía a desacreditar al duque de Orléans. La diplomacia oficial, de su lado, como hemos visto, no se preocupaba de esta política oficiosa del Regente y usaba, tanto como podía, para su proprio beneficio, la influencia del P. Daubenton al lado del rey. En cuanto al confesor, muy diplomáticamente, aseguraba en sus correos al mariscal Huxelles, su profunda deferencia hacia la regencia. B- El verdadero embajador de Francia en Madrid. Después de la caída de Alberoni, la estrella del P. Daubenton brilló más que nunca. Parecía, a los próprios contemporáneos, que el confesor se había apoderado verdaderamente del timón de los asuntos. El marqués de San Felipe asegura durante el año de 1720 que : “ creían los españoles que tenían la mayor parte en el gobierno los jesuítas, y se atribuyó al confesor la resolución de enviar tropas a Africa.”56 El P. Astrain desarolló algunos de los asuntos, puramente civiles, de los cuales el P. Confesor se ocupaba en esta época, enseñando así, con su participación en el gobierno interno de España, asuntos de comercio, de etiqueta o de enseñanza.57 En materia religiosa, el confesor es siempre muy importante ; así, cuando estalló Komarek, 1712. 55

Louville, II, chap. 19, “Instructions secrètes du marquis de Louville”, 26 de junio de 1716.

56

San Felipe, Comentarios..., p. 330.

57

El P. Astrain, VII, cap. 6, se ayuda de los archivos de Simancas, Estado, 2587 -antiguo 7846-. Vease también

AECP, España, reg. 268, fol. 121, 28 de febrero de 1718, el duque de Saint-Aignan promete al mariscal Huxelles un informe sobre las Indias españolas de mano del P. Confesor.

14

Catherine Desos

una controversia entre los dominicos de la Universidad de Salamanca y los jesuitas, Daubenton zanjó la polémica a favor de los últimos, con toda su autoridad como confesor del rey.58 El cardenal Dubois, entonces ministro del duque de Orléans, entendió esta situación y, cuando persuadió al Regente de un nuevo acercamiento entre Francia y España, el P. Daubenton fue elegido para servir a esta política.59 El conde de Maulevrier fue enviado a España como embajador con el fin de estrechar la unión entre Francia y España, sin despertar la susceptibilidad de los aliados de Francia ; debía también evitar alentar los proyectos belicosos que el rey de España pudiera guardar para el futuro. Ante todo, debía favorecer una unión enteramente pacífica, sin otro objetivo que la tranquilidad general. Las instrucciones que recibió el 9 de septiembre de 1720, le odenaban servirse del confesor, ya que “todos esos que han querido tener una parte en el gobierno de España, han buscado atraerle a su partido y a sus ideas.” 60 El conde de Maulevrier estaba lleno de buena voluntad, pero no estaba muy capacitado para asumir él solo una negociación tan importante. Progresivamente, fue entregando la dirección de su negociación al P. Daubenton, de acuerdo con el abad Dubois.61 Desde noviembre de 1720, el confesor tomó claramente el mando, y se hizo el relevo oficioso entre el embajador y el rey, mientras que el marqués de Grimaldo, secretario de Estado de los asuntos extranjeros, trabajaba públicamente con Maulevrier. El P. Daubenton emitía el conjunto de los informes, daba cuenta de todo al rey, aconsejaba, hacía cambios y observaciones, en resumen, encarnaba al verdadero embajador de Francia en Madrid. El confesor aceptó este empleo oficioso, pidiendo al mismo tiempo, a toda costa, el secreto sobre su conducta, y minimizando también a menudo, el papel que había jugado. Varias cuestiones se discutían entre Francia y España. Un texto de Felipe V de enero de 1721, repetido por Maulevrier y anotado por Daubenton, nos muestra la posición de este último durante la negociación del tratado de acercamiento entre los dos países, con respecto a la del rey de España.62 Ocho artículos son abordados : 58

BNM, microfilm 5468. Los religiosos dominicos fueron exiliados. Vease Saint-Aignan al rey, Madrid, 7 de marzo

de 1718, AECP, España, reg. 268, fol. 137 v° y Sommervogel, II, 1835. 59

Cuenta con el confesor sobre todo para disuadir Felipe V de hacer una nueva guerra. “El Padre Daubenton es la

persona más adecuada para hacer dudar al rey de España sobre introducir a Europa en una nueva guerra...” En Recueil des Instructions aux ambassadeurs, España, II, 403. Instrucciones a M. de Mornay, 26 de noviembre de 1720. 60

En Recueil des Instructions aux ambassadeurs, España, II, 355.

61

AECP, España, reg. 304, fol. 64, 26 de agosto de 1721, Dubois escribe : “Siempre he notado que las buenas cosas

que pasan por su mano, aunque con secreto, se mejoran siempre, teniendo este Padre un excelente espíritu y muy buenas intenciones...” Así pues, pide a Maulevrier servirse más de él. 62

AECP, España, reg. 300, fol. 17-22 v°, 6 de enero de 1721, Maulevrier a Dubois. Expone una conversación que él

tuvo el 1 de enero con Felipe V, durante la cual, el rey le comentó las repuestas del duque de Orléans (del 28 de diciembre de 1720) a sus preguntas por un tratado secreto. Al fin de la conversación, el rey dio a Maulevrier su comentario sobre diversos puntos, escrito de su propio puño. Su posición era muy rígida, poco propicia a la unión. Maulevrier, apurado, decidió ver al P. Daubenton “para conferir con él toda la materia de estas réplicas y aclararse con él”. El día 3, el confesor fijó una cita con Maulevrier para “razonar con él sobre la materia.” Daubenton juzgó el

15

Catherine Desos

1- La restitución de los lugares arrebatados a España durante la guerra de 1719 en Guipúzcoa. Sobre este punto, el P. Daubenton apoya al rey de España que exige que todos les sean devueltos, y piensa que esto no creará problemás, ya que el rey de Francia acepta devolverlos. 2- La cuestión de los bretones refugiados en España después del fracaso de la conspiración de Cellamare. El P. Daubenton considera que Felipe V no debe obstinarse con esta cuestión, ya que el Regente tiene la intencion de conceder una amnistía general. 3- La restitución de Gibraltar : el P. Daubenton desea que Francia defienda a España en esta cuestión y, yendo más lejos, quería que Inglaterra participase en el tratado de acercamiento francoespañol. 4- La cuestión de la enfeudación de los estados italianos por el Infante (Toscana, Parma y Plasentia). Daubenton considera que el Papa y el Emperador deben ponerse de acuerdo para saber a quién pertenecen los derechos de los estados de Italia, a fin de que, el Infante, futuro poseedor de estos estados, sepa de qué potencia es feudatario. 5- El establecimiento de las guarniciones españolas en estos estados. El P. Daubenton piensa que esto no debe hacerse, ya que sería un proyecto demásiado belicoso. 6- La compensación a la entrega de Castro y Ronciglione, entonces bajo la autoridad pontifical. Felipe V no apoya una compensación sino una restitución pura y simple, diciendo al mismo tiempo que hay que dejar al duque de Parma, principal interesado, decidir.63 Daubenton considera que la proposición de una compensación por parte del Regente demostraría que este último tiene buenas intenciones y piensa que el rey de España debería aceptarla. 7- Daubenton considera que Felipe V es demásiado exigente cuando pide que sus derechos sean sostenidos en todas las circunstancias. Daubenton piensa, como el gobierno de Francia, que esto debe hacerse solamente si no es contrario al tratado de Londres de 2 de agosto de 1718, con el cual el Regente entabló numerosos compromisos con las otras potencias europeas. 8- Por fin, Felipe V proponía la creación de una liga ofensiva contra el Emperador. Daubenton considera más juicioso y menos peligroso que Francia y España se protejan recíprocamente de todos. Así pues, es en este sentido en el que el P. Daubenton influyó al maximo en el rey : respetar los derechos de España pero sin ser un nuevo Alberoni, listo a reactivar una guerra europea. No aplazar demasiado tiempo la alianza con la Francia. El margen de actuaciones de Daubenton es sin embargo estrecho ; no hay que disgustar al rey, preocupado por su gloria, ni a la reina, obnubilada por la sucesión italiana. En cuanto al duque de Parma, interesado en estas cuestiones, no le gusta el confesor y trata de fomentar una camarilla contra él.64 El abad de Mornay constata en efecto en enero de 1721 esto : texto del rey, “duro y duramente tratado”, y aseguró que el rey lo había redactado él mismo, con la reina, sin pedir consejos a nadie. Ojearon juntos los artículos y Maulevrier escribío en su carta del día 6, el parecer del confesor. 63

Este asunto concierne al duque de Parma que desde el tratado de los Pirineos y el de Pisa de 1664, exige al Papa la

restitución de los ducados de Castro y Ronciglione. Pero el Papa jamás lo aceptó, ya que estos pequeños estados se situaban a la entrada de Roma y la protegían. Francia no quiere precipitar las cosas con el papado. 64

AECP, España, reg. 302, fol. 116, Dubois a Maulevrier, 7 de junio de 1721 ; le relata las quejas del duque de

16

Catherine Desos “Creo estar convencido de las buenas intenciones de este Padre, y aunque la confianza que el rey de España tiene en él parece grande, estoy obligado a decir que se expone mucho al poner en práctica su buena voluntad : hay aquí un partido formado contra él, y que crece cada día.”

65

Sin embargo, la influencia del Padre resulta, esta vez, decisiva y, durante una entrevista acontecida el 21 de febrero de 1721 con Grimaldo, Maulevrier percibe perfectamente el cambio operado por el gobierno español que se muestra favorable al tratado, y sigue las directrices trazadas por Daubenton en enero.66 Finalmente, el 27 de marzo el tratado se firma y, el 13 de junio, Inglaterra se une a él. Era un gran éxito para la política del Regente y de Dubois este acercamiento tan rápido con España. El triunfo fue total con las bodas que debían avalarlo, de una parte, entre el joven Luis XV (11 años) y la infanta María-Ana Victoria (4 años) y de otra parte, entre el príncipe de Asturias y una de las hijas del Regente, Mademoiselle de Montpensier. C- La contrapartida de la política del P. Daubenton. El P. Daubenton contribuyó enormemente a estas dos bodas. En julio de 1721, Maulevrier le había hablado de este proyecto, a fin de que se lo transmitiera al rey. Pero, se implicó aún más en la negociación previendo la boda del Infante D. Carlos con la segunda hija del Regente, Mademoiselle de Beaujolais. Este proyecto permitía unir Francia a la política italiana desarrollada por España. Fue él quien condujo este asunto y escribió la feliz conclusión al cardenal Dubois, los días 23 y 29 de junio de 1722, obviando la vía oficial del embajador. Una vez más, Daubenton actuaba entre bastidores, pidiendo a Dubois que se dirigiera oficialmente a D. José de Grimaldo, secretario del rey, subrayando sin embargo que por asuntos ultrasecretos, podía escribirle directamente ; vemos así que, a pesar de sus escrúpulos, el P. Daubenton no dudaba a la hora de intervenir personalmente en asuntos políticos.67 Las bodas entre la familia de Orléans y los Borbones de España contribuyeron a un acercamiento que se podía esperar duradero entre las dos ramás primás, que la corta guerra de 1719 había vuelto enemigas. Parma que estima que el embajador de Francia vea demásiaso el confesor. Se puede que el duque de Parma haya querido una intervencion inmediata de la Francia en Italia, lo que el abbad Dubois quiere evitar a todo precio. 65

AECP, España, reg. 300, fol. 79, Mornay a Dubois, Madrid, 20 de enero de 1721.

66

El 13 de marzo de 1721 Dubois escribió a Maulevrier confesándole no tener secretos con el P. Daubenton en lo

relativo a las negociaciones políticas. Dubois estaba seguro del importante papel (aunque secreto) desempeñado por el confesor a la hora de influir en el parecer del rey sobre este asunto, AECP, España, reg. 300, fol. 222 v°. El 3 de marzo, el abad de Mornay estando en Madrid subraya también a Dubois que el P. Daubenton ha apoyado el proyecto francés, AECP, España, reg. 301, fol. 15. En fin, el 22 de abril de 1721, Dubois escribe personalmente al P. Daubenton para agradecerle su intervencion, AECP, España, reg. 301, fol. 140. 67

AECP, España, reg. 317, fol. 96, 21 de abril de 1722, Chavigny, enviado por Dubois, expone a Daubenton el

proyecto de una boda para el infante D. Carlos ; reg. 318, fol. 232, 8 de junio de 1722, Daubenton se preocupa de este asunto ; reg. 319, fol. 191, 27 de julio de 1722, Dubois le agradezce la feliz conclusión de este enlace.

17

Catherine Desos

Contrariamente a lo que a menudo se dijo, el P. Daubenton no actuó motivado por ambición personal. Sin embargo, es verdad que no se implicó de una manera desinteresada en estos asuntos. Así lo expresa uno de sus contemporáneos, el P. Confesor “no está exento de ambición ni de parcialidad en todo lo que está relacionado con los intereses de su orden.”68 Ahí esta su ambición ! Vamos a ver concretamente la manera con la cual se manifiesta esto. Para contar con el respaldo del confesor en Madrid, el Regente y Dubois cambiaron su política respeto a los jesuitas en Francia. El conde de Maurepas ha titulado uno de los capítulos de sus memorias, “Condiciones pedidas en 1720 por el padre d’Aubenton, jesuita, para hacer prosperar la boda del Rey con la Infanta.”69 En primer lugar, el jesuita pidió el apoyo del gobierno a la bulla Unigenitus, que era rechazada por una parte de los obispos franceses y por la Sorbona. El 4 de agosto de 1720, el Regente hizo una declaración que imponía la Constitución, prohibía escribir contra ella y requerir un concilio nacional. El cardenal de Noailles, enemigo de los jesuitas dimitió, y el Consejo de Conciencia fue suprimido. En agosto de 1722, Daubenton aseguraba a Dubois que la unión entre Francia y España era necesaria para luchar contra la herejía jansenista.70 Viendo la buena voluntad del gobierno francés respeto a esta cuestión, Daubenton influyó profundamente en Felipe V para que defendiera la regencia en el momento de sus acciónes contra los representantes de la “Vieja Corte”, declarados tradicionalmente a favor del rey Borbón. Así, en octubre de 1721, cuando el marqués de Torcy, a quien fue quitado la gestión de los Correos, escribió al P. Daubenton para solicitar su apoyo junto al rey de España, éste condestó de una manera evasiva 71 ; en febrero de 1722, cuando los duques y pares se rebelaron contra el cardenal Dubois al consejo de regencia, Daubenton aseguró a este último, el apoyo de Felipe V en esta ocasión.72 La segunda condición fue colocar a un jesuita como confesor de Luis XV. Daubenton habla por primera vez de esto en una carta a Dubois del 17 de deciembre de 1721. El 4 de enero de 1722, éste aprobaba la idea y el 2 de marzo, aseguraba al confesor sus buenos oficios.73 El R. P. de Lynières fue designado para tal puesto y “es así como los jesuitas accedieron al cargo de confesor de nuestros reyes del cual el Regente los había apartado”, concluye Maurepas.74 Felipe V debía reconocer, algunos años más tarde, al mariscal de Tessé, que el P. Daubenton había hecho de este asunto 68

AECP, España, reg. 306, fol. 58, 21 de octubre de 1721.

69

Maurepas, I, 222. Las fuentes de los archivos extranjeros confirman este escrito. Es interesante constatar que el

Regente debió aceptar las condiciones del “P. Daubenton de quien había meditado tanto su caída”, en 1716 (Millot, III, 349). 70

AECP, España, reg. 315, fol. 116, a Dubois, 13 de marzo de 1722.

71

AJ, Vanves, Colección Vivier, I, 114, Daubenton a Torcy, Escorial, 22 de noviembre de 1721.

72

AECP, España, reg. 315, fol. 134 y 145, 13 y 14 de marzo de 1722.

73

AECP, España, reg. 309, fol. 172, 13 de enero de 1722 ; reg. 314, fol. 200, 8 de marzo de 1722.

74

Maurepas, I, 222 ; Voltaire, Précis du Siècle de Louis XV, I, p. 153 et sv.

18

Catherine Desos

“una cosa necesaria al Estado,” y que lo había apoyado en consecuencia.75 El P. Daubenton se mostró en este asunto como un agudo político y encontró en Dubois un aliado de calidad y un amigo poderoso. Los dos parecen finalmente entenderse bien y hubo entre ellos intercambios de buenos servicios. Así, en 1722, Daubenton intercedió en favor de Dubois al fin de que obtuviese un capelo cardenalicio, y éste se lo agradeció.76 Daubenton, por su parte, jamás hizo algo para él mismo. Es uno de los rasgos de su carácter. Pero, se contentó con que su sobrino en 1717 se beneficiara de la abadía de Brantôme y que su hermano, también religioso, obtuviera la protección del Regente y, a su vez, una abadía en 1723.77 Daubenton había adquirido, como lo vemos, una gran influencia en los asuntos políticos y religiosos franceses, lo que hizo escribir al duque de Noailles : “Daubenton avait succédé à la puissance d’Alberoni ; heureusement sa politique n’était pas meurtrière.”78 Conclusión.

El P. Daubenton cada vez más desvalido, no pudiendo redactar de su proprio puño sus cartas, enfermo y agotado, terminó sus días en el noviciado de Madrid, el 7 de agosto de 1723. Sus funerales se hicieron sin esplendor alguno por parte de los jesuitas, pero el rey presidió una gran ceremonia fúnebre en honor de su confesor.79 El marqués de San Felipe notaba que el rey “había perdido en este hombre un gran consuelo en su escrupulosa conciencia, y la Monarquía de España un ministro siempre aplicado a la mayor regularidad dentro y fuera del Palacio.”80 Siguiendo paso a paso la ascensión política del P. Daubenton, vemos que, según las palabras del duque de Saint-Simon, “es un personaje con quien hubo que contar.” De hecho, se puso manos a la obra en medio de los más grandes acondecimientos religiosos y políticos de su tiempo entre Francia y España. Claro que, a causa del secreto que rodea a su cargo, muchos rasgos de su conducta se nos escapan. Con todo, gracias a las numerosas fuentes de sus condemporáneos, podemos reconstituir con bastante precisión el papel que tuvo, y la importancia creciente que desempeño en la corte de Madrid. Sin embargo, hay que apuntar que la obra que él contribuyó a edificar, a saber, el acercamiento francoespañol de 1721 y la lucha contra el jansenismo en Francia, debía revelarse frágil, ya que, de una parte, la sensibilidad jansenista estuvo lejos de ser 75

AECP, España, reg. 339, fol. 313, Tessé al duque de Borbón, Madrid, 5 de febrero de 1725.

76

AECP, España, reg. 301, fol. 140, 22 de abril de 1721.

77

AECP, España, reg. 319, fol. 79, 1 de julio de 1722 ; reg. 328, fol. 158, 24 de marzo de 1723 ; reg. 330, fol. 39, 5

de julio de 1723. 78

Millot, III, 349.

79

Granado, Lettre..., p. 38.

80

San-Felipe, Comentarios, p. 347.

19

Catherine Desos

erradicada en Francia, al contrario, se renovó durante el siglo XVIII y, de otra parte, el acercamiento de las ramás primás se alteró a partir de 1724, a causa del retorno a Francia de la joven viuda del Príncipe de Asturias, y sobre todo en 1725, en el momento de la vuelta de la Infanta a España. Finalmente, entendemos que por sus eleciones políticas y religiosas, el P. Daubenton se inscribe todavía en el siglo XVII. Es un hombre marcado por el espíritu de la Contrarreforma y por el del Gran Siglo. Esto puede además explicar el prestigio del que disfrutaba en España, en una época en la que las élites españolas aspiraban al modelo francés “louis quatorzien” mucho más que al de las luces, que ahora empezaba en Francia. En fin, concluire mencionando la historiografia, la cual, cuando evoca al P. Daubenton, es a menudo injusta con él. Hay que subrayar, particularmente, que el confesor no debe ser medido con el rasero de las opiniones que se expresan en la mayoría de las crónicas francesas, especialmente en la obra de Voltaire o en la de SaintSimon, cuyos testimonios sufren demasiados prejuicios ; el juicio que poseen sobre este jesuita está mancillado de maniqueísmo, pero esto es lo que ha prevalecido en Francia, como le expone aún la enciclopedia Grand Larousse, edición de 1990. En cambio, en España, su memoria, todavía es estimada, aunque fuera jesuita, francés y valido del rey. Esto es suficiente para ilustrar la fineza política de la que supo hacer prueba el P. Daubenton para ganarse el aprecio de una nación naturalmente poco proclive a aceptar una influencia extranjera sobre su monarca ! Fuentes : Archivo Nacional, París (AN) : M 762 : papeles del P. Léonard. Archivo del Ministerio de los Asuntos Extranjeros, París (AECP) : Correspondencia Política, España, reg. 90, 93, 94, 117 a 120, 136, 138, 140, 142, 150, 152, 245, 246, 249, 250 a 257, 269, 284, 285, 299, 300 a 309, 313 a 321, 327, 328, 330, 334 a 336. Informes y Documentos, España, 144. Archivo jesuita de Vanves (A.J.) : Carpeta personal de Daubenton. Colección Vivier, tomo I, 3 cartas del P. Daubenton. (n° 111, n° 113 b, n° 114). Biblioteca Municipal (BM) : Nancy, ms. 968 (421) : La vie du R. P. Guillaume Daubenton de la Compagnie de Jésus, ancien confesseur de Sa Majesté Catholique, à présent régnante, por Nicolas Frizon, XVIIIème s., Papel, 191 p. Biblioteca Nacional, Madrid (BNM) : microfilm 5468 (mss 6732) : informe de los tomistas de Salamanca contra el juicio del P. Daubenton. (in 4°, 2 fol.) VE 649 (40). Un cavallero de la Corte de Madrid escribe a un Religioso Dominico sobre la novedad que se rezela, de que el Rey nuestro Señor Don Phelipe V no confiesse con Religiosos de dicha Religion. Imp., 6 fol. Madrid, 10 de diciembre de 1700.

20

Catherine Desos Fuentes impresas : BELANDO (Fr. Nicolás de Jesús), Historia civil de España, sucesos de la guerra y tradatos de paz desde el año de mil setecientos hasta de mil setecientos treinta y tres, Madrid, 1740-1744, 3 vol. GRANADO (Francisco s.j), Lettre du P. ..., recteur du noviciat de Madrid, aux Pères supérieurs de la province de Tolède, de la Compagnie de Jésus. Touchant les vertus et la mort du R.P. Guillaume Daubenton, Confesseur de Sa Majesté Catholique, Nancy, 1724, J-B. Cusson imprimeur. LOUVILLE (Charles Auguste d’Allonville, marquis de), Mémoires secrets sur l’établissement de la maison de Bourbon en Espagne, édités par le Comte du Roure, Paris, 1818, 2 vol. MAUREPAS (Jean Frédéric Phelypeaux, comte de), Mémoires, Paris, 1792, chez Buisson, Libraire, rue Hautefeuille, 4 vol. NOAILLES (Adrien Maurice Comte d’Ayen, duc de), Mémoires politiques et militaires pour servir à l’histoire de Louis XIV et de Louis XV, composés sur les pièces originales recueillies par Adrien-Maurice, duc de Noailles, Maréchal de France et ministre d’Etat par M. l’abbé Millot, Maestricht, chez J-E. Dufour et Ph. Roux, 1777, 4 vol. Recueil des Instructions aux ambassadeurs, Espagne, t. II, (1701-1722), 1898 (A. Morel-Fatio, H. Leonardon éds.) SAINT-SIMON (Louis de Rouvroy duc de), Mémoires, éd. Yves Coirault, Paris, La Pléiade, 1983-1988, 8 vol. SAN FELIPE (Vincent Bacallar y Sanna, marquis de), Comentarios de la guerra de España e historia de su rey Phelipe V el Animoso, desde el principio de su reynado hasta la paz general del año 1725, Biblioteca de autores españoles, vol. 99, Madrid, 1957. TREMOILLE (Duc L. de la), Madame des Ursins et la Succession d’Espagne. Fragments de sa correspondance, 6 vol., Nantes-Paris, 1902-1907. VOLTAIRE (François-Marie Arouet, dit de), Précis du siècle de Louis XV dans Oeuvres complètes, Garnier, t. XV, 1878. Bibliografía : ASTRAIN (Antonio) s. j., Historia de la Compañía de Jesús en la Asistencia de España, t.VI (1652-1705) et t. VII (1705-1758), Madrid, Administración de Razon y Fe, 1920-1925. BAUDRILLART (Alfred), Philippe V et la cour de France, d’après des documents inédits, Paris, 1890, t. I. BOURGEOIS (Emile), La diplomatie secrète au XVIIIème siècle, 1 : Le secret du Régent et la Politique de l’abbé Dubois, Paris, 1910 ; 2 : Le secret des Farnèse, Philippe V et la politique d’Alberoni, Paris, 1910 ; 3 : Le secret de Dubois, cardinal et premier ministre, Paris, 1918. CEYSSENS (Lucien) et TANS (Joseph A.G.), Autour de l’Unigenitus. Recherches sur la genèse de la constitution, Université de Louvain, 1987. CEYSSENS (Lucien), “Suites romaines de la confiscation des papiers de Quesnel”, dans Bulletin de l’Institut historique belge de Rome, 1955, vol. 29, p. 5-31. COXE (William), Memoirs of the Kings of the House of Bourbon, from the accession of Philip V, to the Death of Charles III, 1700-1788, Londres, 1815, 5 vol. CUESTA (Maria Luisa), “Una vida inedita del primer director efectivo de la Biblioteca Nacional”, dans Revista de archivos, bibliotecas y museos, t. 65, 1958, p. 413-438. GACHARD (Louis-Prosper), Histoire de la Belgique au commencement du XVIIIème siècle, Bruxelles,

21

Catherine Desos 1880. GREGOIRE (Henri, dit l’abbé), Histoire des confesseurs des empereurs, des rois et autres princes, Paris, Baudouin, 1824. HILLENAAR (Henk), Fénelon et les Jésuites, La Haye, 1967. LABOURDETTE (Jean-François), Philippe V, réformateur de l’Espagne, Sicre Editions, 2001, 610 p. SOMMERVOGEL (Carlos) s.j., Bibliothèque de La Compagnie de Jésus, nouvelle édition, Paris-Bruxelles, 12 vol., 1891.

22

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.