El intocable
José Chalco Salgado
Sí, el mismo que usted está imaginando. Del que todos en este tiempo pasan hablando. El que hasta aquí ha logrado generar un sentimiento de grandeza, poder, infalibilidad y perpetua amistad con sus fieles seguidores; con aquellos que no discrepan, siempre obedecen y agachan la cabeza.
Tiene una especie de estructura pagada con impuestos y el trabajo de muchos; con ésta, alimenta propias vanidades; hace de su pasado resiliencias; dispara mediáticas intervenciones a doquier y casi siempre o mejor dicho siempre, tiene la razón. Si usted lo contradice se juega mucho: la paz, nombre, respeto y su puesto de trabajo; también puede ganarse: un largo especial en televisión que durará de dos a tres horas, en el que le citarán y mencionarán en todo momento en un sábado de mañana.
Y no habrá quien pueda increpar sus magníficas ideas. Simplemente se cumplen a cualquier precio; lo menos importante serán los efectos, pues será preferible equivocarse y no decirlo, antes que reconocer que los de la otra orilla la razón mantenían. Usa todos los medios para alcanzar sus fines; no importa si son debidos o indebidos, legales o ilegales, legítimos o ilegítimos, públicos o clandestinos; todo vale cuando del cumplimiento de su histórica labor se trata. Antes que se desequilibre el aparato que lidera, con velocidad y astucia, controla a toda su estructura cubriendo cualquier espacio con su presencia. Banderas, camisetas, teatros y canciones llevan su nombre. Ni en las calles se lo cuestiona; así, todo intento de expresión ajeno a su voluntad, que contradijera el ego de su actividad, debe ser sancionado e increpado. La libertad y democracia no es precisamente su mayor cautela. Aún menos, cuando a su caravana por las calles de Quito la yuca se muestra.
La justicia jamás lo toca ni ha tocado; su nombre se cuida y los jueces ya lo acataron. Existen decenas de denuncias por abusos, falta de probidad y clandestina corruptela. Pero ello no es lo que impera, a la final su manejo publicitario es de primera. Vive en el país de la utopía e irrealidad; parece que desde su balcón la economía viera, pues omite la realidad y sufrimiento de las familias cada fin de mes que llega. Y así aunque usted no lo entienda, dicen que es un cuentero de primera.
Divulga que pronto se irá y nos abandonará. Ya no quiere sacrificarse más. Nadie lo puede tocar. Expresa tener todo a su favor y nada en contra. Dice ser intocable. Y el intocable –aún- sigue siendo intocable.
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