El interminable conflicto del “valor literario”: el caso de Moreno Jimenes

October 11, 2017 | Autor: M. García Cartagena | Categoría: Poesía de las vanguardias hispánicas, Crítica literaria
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Descripción

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Manuel García-Cartagena
El interminable conflicto del "valor literario":
el caso de Moreno Jimenes
La poesía de Domingo Moreno Jimenes constituye uno de esos focos discursivos en los que se verifica a cabalidad la pertinencia de una definición del valor literario como una función de la lectura, la sociedad y la época: surgido a principios de la década de 1920 en el marco de la intensa actividad político-cultural desplegada por los sectores progresistas de la sociedad dominicana en su lucha contra la intervención norteamericana, la poesía de Moreno Jimenes fue mal comprendida por la mayoría de los integrantes de su generación como el fruto de una reforma de la "métrica" y de la "rima" semejantes, en cuanto a la intención, a las que había introducido el Modernismo de Rubén Darío. A ese título, el prestigio que Moreno logró cristalizar luego de la desocupación le permitió disfrutar de un sitial preferencial en la preferencia de la crítica hasta los primeros años de la década de 1940. Es por la vía de un discurso lleno de ambigüedades y dobleces que Pedro René Contín Aybar reconoce en 1943 el valor "nacionalista" de la poesía de Moreno Jimenes al mismo tiempo que rechaza su "pobreza" de léxico y su falta de cultura. Luego de ese período, su poesía será evaluada y descartada a partir de 1944 por la lectura estética enteramente trazada por la ideología "universalista" de los poetas de la Poesía Sorprendida. La poesía de Moreno será nuevamente recuperada por la lectura ideológica de algunos de los poetas de la Generación del 48, quienes creyeron ver en Moreno el principal avatar del "nacionalismo" literario. Es en estos mismos términos que su poesía será recuperada por los poetas de posguerra, únicamente para volver a ser descartada, a mediados de la década de 1970, por los poetas y artistas del Pluralismo, quienes volvieron a rechazar el exceso de "realismo" y la "pobreza" de los poemas de Moreno casi con los mismos argumentos con que descartaron el arte y la literatura "comprometidos" de la década anterior contra los cuales reaccionaron. Finalmente, la poesía de Moreno comenzará a ser rescatada a principios de la década 1980 por algunos integrantes de lo que posteriormente se llamó el "Movimiento Interiorista": el estudio biográfico de José Rafael Lantigua sobre Moreno Jimenes vuelve a otorgarle al Sumo Pontífice del Postumismo una dimensión casi excepcional (pues, en lo inmediato, una pregunta se impone: ¿sobre qué otro poeta dominicano del siglo XX se ha escrito algún estudio biográfico más o menos serio?).
Miradas cruzadas sobre la poesía Moreno Jimenes.
Se han engañado todos aquellos que han intentado minimizar la importancia no solamente del Postumismo, sino también de la persona y la poesía de Domingo Moreno Jimenes en la literatura dominicana a partir de la segunda década del siglo XX. En efecto, como bien lo señalaba en 1985 el crítico Diógenes Céspedes:
«A pesar de lo que se diga, la recepción del postumismo fue casi masiva en los círculos literarios de la capital, Santiago, San Pedro de Macorís y El Seibo, para no mencionar otras ciudades donde el peregrinar de un apostolado mesiánico llevó a Domingo Moreno Jimenes, a otros miembros prominentes y adeptos del grupo» (Céspedes, D., 1985, p. 44).
Para captar mejor el sentido con que Céspedes empleaba el modalizador "A pesar de lo que se diga" en su discurso, hay tomar en cuenta el hecho de que, hacia 1985, la valoración predominante del Postumismo era la que habían logrado Manuel Rueda y Antonio Fernández Spencer, antiguos miembros de la Poesía sorprendida. El Dr. Céspedes ha estudiado los pormenores del desencuentro de los poetas sorprendidos con la poesía de Moreno Jimenes, por lo que remito a los interesados en este tema a leer el capítulo II, consagrado al Postumismo, de su libro titulado Lenguaje y poesía en Santo Domingo en el Siglo XX.
Por mi parte, me limito a señalar los siguientes aspectos de dicho desencuentro que conviene resaltar antes de continuar:
el sentido positivista de la historia empujó a los sorprendidos a situarse ellos mismos en el "presente" para desde allí colocar en el "pasado" al Postumismo —el cual, para ellos, se reducía en 1945 a la poesía de Moreno Jimenes. Pero este sentido de la historia carece de sentido en el arte y la literatura. Picasso lo demostró en 1914 al tomar máscaras africanas tradicionales como modelo de los rostros que pintó para las "Demoiselles d'Avignon".
los poetas sorprendidos elaboraron sus juicios acerca del Postumismo a partir de una lectura superficial, parcial y sesgada de los poemas y de algunos textos en los que Moreno Jimenes exponía sus ideas.
lo anterior explica por qué la crítica de los sorprendidos funcionó pragmáticamente como una campaña de posicionamiento ante lo que para ellos representaba un "retroceso", mientras que asumían su propia práctica del poema como una "renovación". Desde este punto de vista, su crítica no pasaba de ser, como mucho, una estrategia de mercadeo institucional.
Era, pues, esta consideración de la poesía de Moreno Jimenes como un producto "perimido" la que predominaba a mediados de la década de 1980 luego de que Manuel Rueda retomó los postulados básicos de la crítica sorprendida a la cabeza del Pluralismo, y a pesar de los intentos reiterados de varios intelectuales, críticos y poetas surgidos en torno a la década de 1965 por recuperar a Moreno como uno de sus principales "ancestros". No otra fue la intención del poeta y crítico Ramón Francisco, por ejemplo, al componer la serie de ensayos de su obra titulada Literatura dominicana 60, quien no dejó de admitir, sin embargo, que:
«La revalorización de la obra de importantes figuras dominicanas (Domingo Moreno Jiménes (sic), Héctor Incháustegui Cabral, Pedro Mir, etc.) que nos hemos visto obligado a emprender obedece a que la crítica para la que ellos fueron sujetos no aplicó los instrumentos de medición apropiados para situar su producción en su justo valor y no deseamos que algo similar ocurra ahora con nosotros» (Francisco, R., 1969, p. 10).
Inexplicablemente, el sistema de opinión que los poetas sorprendidos establecieron en torno a la obra poética de Moreno Jimenes logró funcionar como eso que Michel Foucault llamaba un "mecanismo de exclusión", imponiéndose de manera tácita por encima de las voces que, de manera aislada, insistían cada tanto en rescatarla del ostracismo.
Como he dicho más arriba, es a partir de la década de 1980 cuando la obra poética de Moreno comienza a de ser consumida como "materia prima de opinión" para convertirse en un verdadero foco discursivo sometido al escrutinio de críticos e historiógrafos. En ese sentido trabajaron autores como José Enrique García (García, J.E.: 2004, pp. 116-123) y Manuel Mora Serrano en busca de recomponer los datos esenciales de los canales de retroalimentación cultural en la época en que surge el Postumismo ayudó a situar el papel que desempeñaron, entre otros críticos, Federico García Godoy y Pedro Henríquez Ureña, como orientadores de los jóvenes escritores y poetas dominicanos de la época de la Primera Intervención Militar norteamericana desde las páginas de las revistas Cuna de América y Letras (Mora Serrano, M.: 1999, pp. 49-52 y ss.). Estos dos autores coinciden en apuntar la influencia decisiva que tuvieron dos textos de Pedro Henríquez Ureña sobre los entonces jóvenes futuros postumistas: la obra La versificación irregular en la poesía castellana y el ensayo En busca del verso puro.

Moreno Jimenes en el incipiente campo nacionalista dominicano del siglo XX.
La publicación, en 2010, de la compilación y estudio preliminar elaborados por el historiador dominicano Alejandro Paulino Ramos de los escritos publicados por los integrantes del grupo Paladión entre 1916 y 1931, vino a completar la visión de conjunto que se tenía acerca de la manera en que el Movimiento Postumista se inserta en la escena de su época, marcado por la intensa actividad ideológico-política que desencadenó la primera intervención militar norteamericana.
La lectura de este texto de Paulino Ramos arroja nueva luz sobre el contexto histórico-político en que tuvo lugar la aparición del Movimiento Postumista en el interior del campo discursivo dominado por las distintas agrupaciones político-culturales de tipo nacionalista de su época, al ofrecer una visión panorámica de la interacción que mantuvieron las diferentes agrupaciones y sociedades culturales dominicanas en el difícil contexto de la Primera Intervención así como las vías de publicación de que las mismas lograron dotarse a pesar de la ley de censura impuesta por el gobierno interventor.
En 1921, el Movimiento Postumista había surgido como una de las agrupaciones culturales de orientación nacionalista más notorias en el difícil contexto de la Primera Intervención militar norteamericana en el país. Paulino Ramos resume de la manera siguiente las características esenciales del ambiente sociocultural dominicano de aquella época:
«Un sector de los dominicanos históricamente cómplice del poder extranjero se acomodó a la nueva situación y desde 1916 comenzó a disfrutar de las migajas del poder foráneo, pero otros no. La respuesta a la dictadura militar, que llevó a Américo Lugo, a Fabio Fiallo y a Francisco Prats-Ramírez a la cárcel, para solo citar a tres ejemplos, fue la organización de agrupaciones políticas y culturales nacionalistas que integraron a los sectores anti-intervencionistas: la Unión Nacional Dominicana, la Junta Nacionalista, el Movimiento Postumista, Plus Ultra y el Paladión fueron algunas de ellas» (Paulino Ramos, A. 2010, pp. 35-36).
Gracias al trabajo de Paulino, resulta posible hoy restituir más o menos someramente la red de relaciones de amistades y solidaridades ideológicas que sostuvieron aquellas agrupaciones culturales de jóvenes dominicanos unidos por el rechazo nacionalista a la intervención norteamericana.
La mayoría de aquellos jóvenes habían sido formados en la escuela hostosiana. Sus referentes generacionales comunes eran el pensamiento del puertorriqueño Eugenio María de Hostos, el peruano Víctor Raúl Haya de la Torre, el uruguayo José Enrique Rodó, el mexicano José Vasconcelos. En poesía, los referentes obligados eran los representantes del movimiento modernista encabezado por el nicaragüense Rubén Darío, pero también el hindú Rabindranath Tagore —cuyos planteamientos sobre la poesía presentan más de un punto en común con los de Moreno Jimenes—.
Al hojear las colaboraciones de los miembros del Paladión en las revistas La Opinión, Cuna de América, Banco y Negro y otros órganos de la época, encontramos, entre muchas otras, numerosas referencias a escritores extranjeros como los italianos Luigi Pirandello, dramaturgo, y Gabrielle D'Annunzio, poeta; las sudamericanas Juana de Ibarbourou y Gabriela Mistral, el poeta dadaísta Iván Goll y los referentes obligatorios del comunismo entonces triunfante: Marx, Lenin y Troski. De hecho, como lo señala Paulino, el tema del socialismo se hizo público en nuestro país a través de las publicaciones de los miembros del Paladión.
Miembro del Paladión era el poeta Rafael Andrés Brenes, a quien Diógenes Céspedes consideró, en un artículo titulado «Rafael Andrés Brenes: El "tiers exclu" del Postumismo», como el más leal a Moreno Jimenes (Céspedes, D.: 1983, pp. 41 y ss.). Una semblanza de Brenes apareció bajo la firma de Julio A. Cuello en el número 101 de la revista La Opinión, correspondiente a enero de 1925. Cabe destacar que Francisco Prats-Ramírez y Julio A. Cuello fueron los dos miembros del Paladión «más radicales defensores del interés social» en la lucha antiimperialista (Paulino Ramos, A.: 2010, p. 50. Señala Roberto Cassá, citado por Alejandro Paulino, que Francisco Prats-Ramírez «fue quizás el primer dominicano que destacó la relevancia de la revolución rusa»
Los poetas postumistas pertenecían, pues, a la avanzada cultural de una importante red de activistas político-ideológicos que, durante la Ocupación y después de esta, se dedicaron a realizar un intenso e intensivo trabajo de consolidación del campo nacionalista en todo el país. Desde este punto de vista, casi parece lógico que la publicación del "Manifiesto postumista" haya tenido lugar el mismo año de la fundación de la Asociación Literaria Plus-Ultra, la cual inició sus actividades, bajo la dirección de Manuel Arturo Peña Batlle, el 20 de noviembre del mismo año de 1921. Y como nos lo recuerda Paulino: «Algunos de los miembros de Plus-Ultra pasaron al Paladión a partir del momento en que sus integrantes, encabezados por Peña Batlle, se integraron al Partido nacionalista de Américo Lugo» (Paulino Ramos, A. P. 28).
Que el surgimiento del Postumismo haya coincidido con esta efervescencia de agrupaciones de corte político-ideológica no quiere decir necesariamente que Moreno y sus compañeros de ruta, Andrés Avelino, Rafael Andrés Brenes y Rafael Augusto Zorrilla hayan tomado parte en los trabajos de organización del campo nacionalista. Ni siquiera es un indicador de que los integrantes de dicho campo hayan comprendido o tomado en serio la aventura postumista. Cito como ejemplo de esto último, por sintomático, el caso de Luis F. Mejía, miembro importante de la Junta Nacionalista instalada en San Francisco de Macorís en 1919, quien valoró a Moreno Jimenes de la manera siguiente en su obra de apuntes antitrujillistas titulada De Lilís a Trujillo:
«Moreno Jimenes encabeza un movimiento vanguardista, titulado el Postumismo. Es original y tiene vena poética; pero se necesita todo el aliento de un Darío para triunfar en un levantamiento en el campo de la rima» (Mejía, L.F., p. 414).
Dos errores en 35 palabras tal vez no es un récord, pero sí un buen promedio. Primer error: el Postumismo no solamente no fue un movimiento de "vanguardia" sino que en numerosas ocasiones el mismo Moreno rechazó que se le confundiera con un poeta vanguardista. Un ejemplo es la siguiente distinción que el poeta establecía en 1947: «El vanguardismo es una actitud del pensamiento, mientras que el postumismo es un estado del espíritu» (Moreno Jimenes, D.: 1947). Segundo error: el Postumismo no se propuso nunca «triunfar en un levantamiento en el campo de la rima». Mejía no era poeta, pero había sido educado en la vieja retórica que enseñaba que no podía haber poesía sin métrica ni rima, y que toda renovación poética. Como quiera que sea, su libro se publicó en Venezuela en 1944. De ese modo, su comentario puede ser considerado como un síntoma de lo que los contemporáneos de Moreno Jimenes habían logrado comprender acerca de su proyecto estético, es decir, muy poco y, para colmo, mal.
Al examinar la lista de agrupaciones político-culturales de orientación nacionalistas que proliferaron en el país durante el período comprendido entre 1916 y 1930, resulta imposible no reparar en la engañosa diversidad que presentaba la oferta partidista de la época. Paulino Ramos desglosa no menos de diez orientaciones distintas las "tendencias" políticas que se movían en la sociedad dominicana entre 1916 y 1930: la liberal, la patriótica, la progresista, la socialista, la evolucionista, la obrerista, la fascista, la nacionalista, la democrática y la renovadora (op. cit., p. 27). Diez tendencias políticas en un país cuya poblaci n, según el censo realizado por primera vez en 1920 por los interventores norteamericanos, era de unos 894,652 habitantes.
Con todo, será esta filiación con los representantes de la lucha ideológica contra el interventor y sus testaferros locales lo que convertirá al Postumismo, para decirlo en palabras de Diógenes Céspedes, en «el grupo literario más importante desde el decenio del 20» (Céspedes, D., p. 44). No obstante, aunque estratégica, esta filiación no será duradera, pues, como recuerda José Rafael Lantigua en su biografía de Moreno Jimenes: «el Postumismo como movimiento literario no dura más de un año, aproximadamente» (Lantigua, J.R., 1980, p. 77). A partir del momento en que Moreno da inicio a su larga peregrinación por aldeas y pueblos del interior, el Postumismo entra en su etapa "heroica", en la que la continuidad del movimiento estará garantizada por la continua labor de publicación de los libros y plaquettes con que Moreno partía por las rutas de provincia a procurarse el sustento con el producto de su venta, y, en menor medida, por la poesía matemática de Andrés Avelino.
La necesaria ayuda financiera para costear estas publicaciones llegará a manos del poeta gracias a su red de relaciones con los intelectuales progresistas tanto del Paladión como de otras agrupaciones. Pero en el plano empírico de la vida cotidiana, nadie da nada a cambio de nada. Para el poeta, el precio a pagar por esta ayuda implicó en varias ocasiones tener que solidarizarse con los gestos y actitudes ideológico-políticas que asumían sus amigos y relacionados. Remito al minucioso examen que realiza Diógenes Céspedes de la situación de Moreno Jimenes ante la intervención norteamericana (Céspedes, D.: 1985, pp. 67 y ss). En total, Céspedes contabiliza tres episodios en los que Moreno estampó su firma solidarizándose con los autores de distintos documentos: el primero es el "Proemio" que redactó en 1921 a manera de prólogo al libro Estalactitas de Horacio Blanco Fombona; el segundo es la "Propuesta de la junta de abstención electoral de la provincia de Santo Domingo contra el decreto de convocatoria a elecciones promulgado por los Estados Unidos de América en el sojuzgado territorio de la República Dominicana en fecha 14 de julio de 1921»; el tercero es el "Manifiesto" de 1938 del "Grupo de Intelectuales Dominicanos" como una crítica al fascismo europeo en general, y contra el franquismo en particular.
Sin embargo, en su ensayo, Paulino Ramos menciona un dato que no manejan ni Céspedes ni Lantigua. Se trata de la participación de Moreno Jimenes como profesor de Literatura en la efímera Universidad Popular y Libre del Cibao, creada por iniciativa de Juan Isidro Jimenes Grullón en los salones de la Sociedad Amantes de la Luz de la cual él era presidente. Dicha universidad funcionó hasta 1933, cuando la Sociedad Amantes de la Luz de Santiago cerró sus puertas por falta de recursos, aunque, como apunta el mismo Paniagua: «la represión era la principal causa de lo que estaba aconteciendo, ya que las autoridades redujeron la ayuda que entregaban a la institución» (Paulino Ramos, A.: 2010, p. 75).
La recuperación de Moreno por la metafísica: efectos de lectura
La publicación de la tesis doctoral de Bárbara Moreno García bajo el título El recorrido poético de Domingo Moreno Jimenes terminó de fijar el valor de "poeta metafísico" con que nuestra época intenta recuperar la obra poética de este autor. Claro está, no fue ella la primera en percatarse de este aspecto de la poesía del Pontífice del Postumismo. Desde mediados de 1985, el Dr. Diógenes Céspedes había señalado varios aspectos relativos a la «concepción teológica de la poesía» (Céspedes, D.: 1985, p. 79) que predominaba en el pensamiento estético del fundador del Postumismo, y por lo menos desde principios de la década de 1990, el Dr. Bruno Rosario Candelier insistía en afirmar que la «poética postumista —entiéndase, la de Moreno Jimenes, MGC— tiene una dimensión espiritual» (Rosario Candelier, Bruno: 1991, p. 54). Pero tanto por su discurso como por su parentesco con el Sumo Pontífice del Postumismo, es la Dr. Moreno García quien se sitúa en un plano de mayor visibilidad respecto a todos los anteriores sustentadores de dicha tesis.
Dicha revaloración, sin embargo, no está exenta de contradicciones.
La primera de dichas contradicciones está relacionada con el hecho del aparente antagonismo de esta tesis respecto a los valores de «poesía nacionalista» y «poesía realista» con los que la poesía de Moreno Jimenes fue calificada, primero por Pedro Contín Aybar y luego por los poetas del grupo conocido como Poesía Sorprendida. Aun si se comprende que la precipitación con que fueron emitidos estos juicios se debió a la dificultad de conocer una obra fragmentada —el mismo Contín Aybar se quejaba, en 1943, de que para estudiar la obra de Moreno Jimenes, el poeta «nos obliga a leer incontables folletos, que es su forma habitual de publicación» (Contín Aybar, P.: 1943, p. 139)—, no deja de resultar curiosa la distancia entre los valores de «poesía realista» y «poesía metafísica» asignados a un mismo corpus textual.
La segunda contradicción es más polémica, y se deriva de la confusión que con frecuencia afecta el discurso de la Dra. Moreno García entre metafísica, misticismo y religión. La misma Dra. Moreno García afirma que: «La vinculación de Moreno con la religión es evidente […] Empero, el poeta no se muestra comprometido con una determinada doctrina ni con dogmas, sino que su actitud tiene que ver más con un sentimiento piadoso que sentimos auténtico, aunque de vez en cuando haga incesantes llamamientos, solicitudes a una moral y a principios netamente cristianos» (Moreno García, B.: 2001, p. 263).
Más adelante, sin embargo, la Dra. Moreno reconoce que: «No podemos considerar a Moreno como un poeta propiamente religioso. Sin embargo, sus poemas son a veces un acto de alabanza a la grandeza del creador; una oración a Dios, este último fortificándolo, alentándolo y siendo su único refugio» (Moreno García, B.: p. 265). La autora continúa hilvanando sus argumentos de manera ambigua al hacer suya, sin situarla ni criticarla, una intuición del crítico rumano Horia Tanasescu, quien esbozó en 1965 una lectura de la "imagen cósmico-estética" de Moreno relacionándola —sin teorizar su relación— con el taoísmo chino, el satori japonés y el samadhi hindú.
Desde mi punto de vista, la Dra. Moreno García es víctima de las "trampas de la fe" en esta parte de su tesis. Sobre todo esa a la que Merleau-Ponty llamaba la "fe perceptiva", la cual consiste en afirmar que las cosas son lo que parecen; o ese otro tipo de fe tan común en nuestro medio que consiste en confundir la verdad con lo que uno cree sin detenerse siquiera a reflexionar. En efecto, es su lectura la que organiza el corpus textual de Moreno Jimenes hasta el punto de inventar la existencia de una "fase" mística, religiosa o metafísica en la escritura de Moreno Jimenes, caracterizada según ella porque: «En esta fase de su poesía, Moreno escribe sus poemas, la mayor parte del tiempo sin estrofas, en un solo bloque" (Moreno García, B.: p. 268). Incluso de haber empleado otros términos, como "faceta", "vertiente", le habría sido difícil escapar al dualismo de la forma-contenido que la empuja a clasificar algunos poemas de Moreno Jimenes como "religiosos", otros como "místicos" y otros como "metafísicos". Por lo demás, basta dar un vistazo al poema "Aspiración", uno de los primeros textos postumistas de Moreno Jimenes, para percatarse de que, tanto en Moreno Jimenes como en Vigil Dáz, la escritura "en bloque" fue uno de los primeros gestos que marcaron sus rupturas con el esquema estrófico tradicional.
Nótese, por otra parte, que una cosa es el análisis de lo que puede haber de "religioso", "místico" o "metafísico" en un texto o en una obra poética, y otra muy distinta es estudiar los textos a partir de una perspectiva metafísica. No tengo que decir que esto último es precisamente lo que hace la Dra. Moreno García.
Sigue siendo necesario, pues, replantearse enteramente el problema de la escritura poética de Moreno Jimenes si se quiere escapar al dualismo, ya que, en su caso no se trata simplemente de una "escogencia" de temas, sino de un verdadero proyecto de escritura que ya estaba pautado en 1921, cuando el poeta enunció su "credo" poético en el prólogo de Psalmos:
«Nosotros creemos que la belleza está en todas las cosas. Nuestro ideal es presentar todos los motivos de arte tras el cristal de un estilo diáfano. Por eso tratamos de suprimir todas las imágenes que no nazcan espontáneamente de nuestras intenciones estéticas» (Moreno Jimenes, D., 1921).
Una manera de escapar al dualismo consiste en examinar de qué manera se manifiesta en Moreno Jimenes la triple relación decir-escribir-vivir, entendiendo por decir el conjunto de ideas, conceptos y nociones más o menos teóricas relativas a la poesía, la sociedad, la política, etc. expresadas por el poeta, por escribir su práctica del poema, y por vivir ese inefable en el que se integran, dialécticamente, es decir, de manera polémica, ambas prácticas expresivas con el mundo de las acciones pragmáticas.
Desde este punto de vista, conviene tener en cuenta el siguiente juicio del Dr. Céspedes referido a la ética de Moreno Jimenes:
«La concepción ética de la vida en Moreno Jimenes no es solamente la ética del cristianismo pregonado por Jesucristo sino que las sentencias que adopta tienen el rasgo de ser universales y propias de todas las religiones que tienen por estrategia la conciliación y la reconciliación de los sujetos en torno al mantenimiento del orden natural y divino» (Céspedes, D.: 1985, p. 78).
Este juicio solo toma en cuenta la ética explícita de Moreno. Hay, sin embargo, otros matices de su ética que el mismo Dr. Céspedes menciona en su estudio, aunque sin desarrollarlos, los cuales tienen que ver con la triple relación vivir-decir-escribir que, desde mi punto de vista resulta indispensable para entender a cabalidad el proyecto de escritura de Moreno Jimenes.
Uno de estos matices, fundamental e indisociable de la ética de Moreno Jimenes, es su rechazo a toda suerte de compromiso empírico con el mundo (tanto Céspedes como Lantigua subrayan, desde sus respectivos puntos de vista, este aspecto particular de la personalidad de Moreno Jimenes). Según Céspedes, es en esa «huida de la confrontación con la vida, con lo cotidiano y lo profano donde descansa su concepción literaria, no su práctica del poema, la cual es trabajada —sin embargo— por la metafísica del signo» (Céspedes, D.: 1985, p. 80).
Por mi parte, considero necesario recalcar otro matiz, corolario del anterior, el cual consiste en la misma insistencia de Moreno en concebir la escritura poética como un "sacerdocio" y a considerarla como el elemento fundamental de su propia subsistencia y la de su familia por la vía de la venta directa de ejemplares de sus numerosos folletos y libritos. Sumado a su rechazo de un empleo formal, este aspecto sí constituye un revelador de la naturaleza obsesivo-compulsiva de su práctica de la escritura poética.
La miopía de los sorprendidos consistió en no haberse percatado de la extrema coherencia que mantiene unidos en Moreno el decir-vivir-escribir. De haberlo hecho, de lo último que lo habrían acusado sería de "realista".
El problema es que este tipo de poesía no se puede abordar como cualquier otra, no solamente debido a que, como dice el Dr. Céspedes: «Casi toda la poesía de Moreno Jimenes es un vivir la crisis del mundo como crisis personal, lo cual le conduce al fatalismo, al pesimismo y al desprecio de la vida, como lo absurdo y sin sentido» (Céspedes, D.: p. 81), sino también y sobre todo porque no es posible "tocar" esa poesía sin tocar por la misma vía, como dijo primero Montaigne y después Walt Whitman, al hombre que la escribió.
Esta es también la razón por la que no es posible la recuperación de la poesía de Moreno por la vía de su asimilación a un supuesto proyecto de escritura "religiosa", "mística" o "metafísica". Estas etiquetas no conciernen al hombre en su dimensión existencial y productiva, sino que apuntan a ciertos niveles paradigmaticos, cuando no puramente temáticos, de una parte de su producción poética. De manera similar, tampoco es posible recuperarlo a través de su biografía. En efecto, como lo expresa con su lucidez acostumbrada Octavio Paz en el prólogo de su obra titulada Sor Juana Inés de la Cruz o Las trampas de la fe:
«Es claro que hay una relación entre la vida y la obra de un escritor pero esa relación nunca es simple. La vida no explica enteramente la obra y la obra tampoco explica a la vida. Entre una y otra hay algo que está en la obra y que no está en la vida del autor; ese algo es lo que se llama creación o invención artística y literaria. El poeta, el escritor, es el olmo que sí da peras» (Paz, O.: 1982, p. 13).
Olmo que sí dio peras, Moreno Jimenes inscribió su subjetividad en su poesía. El estudio de esta inscripción debería ser hoy objeto de discusión, y no de "interpretación", como lo fue primero en la década de 1920, cuando dicha inscripción pasó por ser un síntoma de "vanguardismo"; o como lo fue en las décadas de 1930 y 1940, cuando dicha inscripción se interpretó como un vector del "nacionalismo literario"; o como lo fue a mediados de la década de 1970, cuando los poemas de Moreno Jimenes fueron simultáneamente valorados por su "nacionalismo" y devaluados por su "pobreza" a raíz de la polémica entre los poetas de la Joven Poesía y el Pluralismo de Manuel Rueda. Prácticamente cada generación se ha visto en la necesidad de asignarle a la poesía de Moreno Jimenes un valor distinto al que le asignaron sus antecesores. ¿Hace falta decir que esto solo pueden lograrlo las obras fruto de la inscripción polémica de un sujeto en su escritura?
A pesar de esto, en cada época, el problema ha sido siempre el mismo: el funcionamiento reductor de las etiquetas. ¿Se habrá percatado alguien de que el peor homenaje que se le puede hacer a un poeta como Moreno Jimenes es precisamente asignarle una etiqueta de cualquier índole?
Toda auténtica escritura poética escapará siempre al "delirio etiquetante" como diciéndole: "no eres tú, soy yo" al crítico ansioso de clasificarla. La razón de esto es que la relación entre la escritura y el sentido no de tipo inmanentista: no existe tal cosa que se pueda confundir con el "ser" de la escritura poética, aunque rabien hasta estallar los funcionalistas. Puesto que la escritura solo puede tener sentido a partir de la lectura, nadie debe sorprenderse de que cada época haya leído a Moreno Jimenes de un modo distinto. Esto es lo propio de los textos literarios. Es más, hay una manera fácil de distinguir un texto literario de otro que no lo es. El texto literario es aquel que solo existe a partir de sus propias contradicciones. Los textos no literarios, como las canciones de Arjona o los libros de autoayuda, no resisten la contradicción y únicamente permiten una lectura.
No cabe duda de que existen "maneras de leer" capaces de "hacer funcionar" a un texto en un sentido o en otro. Pero todas estas formas de leer tienen en común una misma idea inmanentista del sentido. Dicha idea inmanentista es la misma que patrocina la indigestión de "transversalidad" que afecta nuestra época. Por ejemplo, es así como se ha dicho que "Los valores hacen un mejor país". El problema es que, mientras la poesía —y la de Moreno Jimenes constituye un caso ejemplar— será siempre capaz de convertir en valor poético incluso el lenguaje despreciado por los poetas en una época particular, ningún "valor", en el sentido inmanentista, podrá nunca convertir en literatura un texto que no lo es. El inmanentismo sirve para hacer oraciones religiosas, leyes, contratos o sentencias, pero no literatura.
El inmanentismo es a lo trascendente lo mismo que el "adentro" es al "afuera". Y el problema del "adentro" del texto es idéntico al problema del "afuera". Se trata de clones del viejo debate entre el "fondo" y la "forma". Al superponerse las unas sobre las otras, las distintas lecturas inmanentistas de la obra poética de Moreno Jimenes casi han logrado borrar sus contradicciones, debido a que ninguna ha logrado superar el dualismo fondo/forma. Hasta la fecha, el único que ha logrado sortear el riesgo del dualismo es el Dr. Céspedes. Parafraseando a Paz, podría decirse que fue él el primero que vio al "olmo dando peras".
El trabajo de lectura que Céspedes realiza de la triple relación decir-vivir-escribir en la obra de Moreno Jimenes constituye un referente difícilmente escamoteable. Aun así, los sentidos que presenta esa triple relación en el caso de Moreno están todavía lejos de haber sido agotados por su lectura.
Todavía hace falta, por ejemplo, teorizar la complejidad de Moreno Jimenes. Decir que el Pontífice del Postumismo es uno de los primeros sujetos complejos de la literatura dominicana contemporánea podría parecer un lugar común. Su complejidad, sin embargo, aparece confirmada por una multitud de aspectos, entre los cuales cabe destacar los siguientes:
Moreno rechazó varias veces los nombramientos, canonjías y privilegios que su abuelo, Juan Isidro Jimenes, le propuso antes, durante y después de su breve paso por la presidencia de la República en la víspera de la Peimera Intervención Militar norteamericana en el país.
Como muchos otros jóvenes de su época, Moreno recibió una educación basada en las ideas, métodos y valores del hostosianismo, entre las cuales como se sabe, tenía un lugar preponderante el culto al trabajo como motor del progreso. Sin embargo, Moreno nunca mostró un interés particular por desempeñar un trabajo formal. Este rasgo de su personalidad resulta particularmente afín con su proclividad por la reflexión estética. Ideológicamente, dicho rasgo lo coloca en las filas del dandismo finisecular que afectó a poetas como Rubén Darío y a otros miembros prominentes del Modernismo, para no mencionar sus manifestaciones entre los simbolistas y parnasianos europeos. Entre estos y Moreno Jimenes había, sin embargo, una diferencia importante: la enorme distancia en que se mantuvo siempre el poeta dominicano respecto a los focos del poder político y socioeconómico. Esto, sumado a la proverbial pobreza personal de nuestro poeta, impidieron en su caso la concreción del ideal de vida ociosa del dandy.
Esta contradicción existencial entre la austeridad real y el ideal estético aparece transparentada en numerosos textos suyos en los que proclama una concepción mesiánica de la poesía y de la actividad que permite "alcanzarla". Este mesianismo es del mismo tipo de la creencia en la "reencarnación del verbo en la poesía" sobre la cual fundó su ideología de la Religión de América" que comenzaría a desarrollar en la década de 1930.
En paralelo con esta concepción mesiánica se encuentra su sentido de la actividad poética como "sacerdocio" a la que se refiere de manera explícita en un texto de 1947 publicado originalmente en la revista Minoría y retomado en su libro Burbujas en el vaso de una vida breve. En este texto, el poeta propone las siguientes etapas para poner la obra poética a la altura de un sacerdocio:
«a) Para ponerse la obra poética a la altura de un sacerdocio, se requiere:
1) Liberar el verso.
2) Liberar la poesía del verso
3) Liberar la poesía de la palabra.
b) El mal estriba en subordinar la poesía a la palabra, cuando es la palabra quien tiene que estar subordinada a la poesía.
c) La obra de la reencarnación del verbo debe ser producto de la gracia poética si es que queremos que Dios vuelva a hablar en nosotros».
A pesar de que este texto apareció en 1947, nada impide establecer vínculos entre ese "sacerdocio: de la poesía con la vida trashumante que el poeta llevó por pueblos, aldeas y ciudades del interior del país la mayor parte de su vida, como si, para él, esta errancia fuese su manera de "encarnar el verbo". Por esta vía, tanto su práctica de vida como su discurso relativo a la estetización emocional de lo real y su práctica del poema se constituyen en los tres pilares de una misma acción pragmática de tipo anti sistémica. Acción política que resulta indisociable de su particular práctica del poema, ya que, como lo postuló el mismo poeta en una entrevista para el periódico La Nación e insertada al final de su libro Psalmos:
«Entre nosotros todo se reduce a ver la realidad interna o exterior a través de nuestras emociones, pero para poder hacer esto era menester que nos valiéramos de una nueva forma. La necesidad de buscar y encontrar esta nueva forma hábil para la realización de nuestro arte nos indujo a romper los moldes existentes…».
El proyecto de «ver la realidad interna o exterior a través de nuestras emociones» es un ideologismo heredado del Romanticismo, el cual atravesó incólume la mayoría de las "rupturas" vanguardistas europeas, desde el Expresionismo hasta el Surrealismo. Durante el Romanticismo agonizante, el Parnasianismo desarrolló una poesía emotiva basada principalmente en la sinestesia, la cual fue asumida por los Modernistas. Oriundos del modernismo, los postumistas se valieron de este ideologismo para otorgar una especie de "fundamento teorético" a sus trabajos a través de numerosos artículos, entrevistas y ensayos. No obstante, en palabras del mismo Moreno Jimenes, la genealogía de sus ideas apunta más bien hacia el Creacionismo. Según él: «Nuestra tendencia es reaccionaria a la vez que evolutiva. Del creacionismo adaptamos la teoría del alma en los sentidos. Es decir: nosotros creemos que para la realización de una poesía eximia y fuerte se hace necesaria una mayor actuación de los sentidos».
Y es que, como lo señala el Dr. Céspedes en alguna parte de su estudio citado, para Moreno, el poeta era algo así como la conciencia sana de un mundo enfermo, puesto que su misma concepción de lo poético arranca de una concepción mesiánica del rol del poeta en la sociedad. Dicho de otra manera, para Moreno, la poesía era la solución ante la crisis del mundo. Cabe recordar, sin embargo, que esta crisis a la que Moreno Jimenes se refería sin cesar desde principios de la década de 1930 no es del mismo tipo de esa que en nuestra se suele conocer como "crisis de valores", sino la gran crisis del capitalismo internacional, aquel gran "crack" que arrojó por la borda las ilusiones de una generación entera que había sido educada en el mito positivista del trabajo como vía expedita para el progreso.
Es por esto que se empeña en hablar del Postumismo como la "Religión de América". No ve otra forma de enfrentarse a la crisis sino repensando los conceptos de moral y de religión. En la edición de 1934 de El poema de la Hija Reintegrada, Moreno Jimenes habla de la moral en estos términos: «Para mí, ella (la moral, MGC) desde hace mucho tiempo dejó de ser problema. Se convirtió en un instrumento de tortura por antonomasia, del pasado» (Moreno Jimenes, D. 1934). Más adelante vuelve a rechazarla:
«Como he aprendido en la escuela de la desventura, no les inculcaré preceptos a mis hijos; los llevaré a una selva y dejaré que la realidad fatal de la vida les amolde a la necesidad mesológica del instante. América no es una teoría sino una realidad de demasiado fehaciante sentido. En loor a ella hay que incinerar todos los decrépitos ideales de la humanidad».
A través del subjetivismo Moreno llega a una concepción abstracta del sujeto social. En Antología mínima (1943), dice: «Como poeta cósmico, yo estoy bien hallado en cualquier sitio y cualquier entidad», y en Religión de América (1941), Moreno renuncia al derecho de elegir y ser elegido:
«No me siento dispuesto a recibir limitación de tiempo y de espacio. Por eso renuncio al derecho de elegir y de ser elegido. Es verdad que vivo en el presente y vivo como ya quisieran para sí vivir muchos; pero las luces de mis sueños se proyectan hacia el porvenir».
O sea que, aparte de sus derechos, Moreno declina también de su época. ¿En dónde queda, pues, su noción de lo histórico y lo social? Reducido al absurdo y sin sentido, según el Dr. Céspedes. El poeta se sitúa a sí mismo fuera del mundo, renunciando asumir cualquier tipo de compromiso con la vida ordinaria.
Moreno Jimenes solo puede ser acusado de "poeta místico", "religioso" o "metafísico" por aquellos que insisten en afirmar que las cosas son lo que parecen. Si se proyecta contra este conflictivo fondo de frustraciones personales que acabamos de reseñar la búsqueda de trascendencia que con frecuencia parece plantearse en los poemas de Moreno Jimenes, esas etiqueta se caerían probablemente una tras otra por su propio peso.
Eso que acabo de llamar la "búsqueda de trascendencia" de Moreno Jimenes aparece lexicalizada de manera expresa con frecuentes y numerosas referencias a "Dios", las cuales apuntan, sin embargo, a una multitud de planos éticos distintos, distantes e incluso antagónicos. Detrás de cada una de esas menciones de "Dios", como por ejemplo, las que figuran en El poema de La Hija reintegrada, lo que la lectura atenta descubre no es la postración pasiva del místico, ni la adoración activa del creyente, sino el desgarramiento de una consciencia que experimenta su propio fracaso personal como una revelación paradójica de su propia grandeza espiritual. Algo así como un delirio místico de corte anarquista.
Termino mi intervención con una reflexión acerca de nuestra crítica literaria. Desde que la escritura de Moreno Jimenes comenzó a ser leída fuera de los estrechos márgenes del historicismo, una parte de la crítica cerró filas para hacerla sucumbir en las aguas de otro reduccionismo peor: el metafísico.
Personalmente, creo que ya viene siendo hora de que los dominicanos aprendamos a manipular con más cuidado las etiquetas que asignamos a nuestros poetas. El ímpetu taxonómico disemina con frecuencia desencuentros lamentables, pero su verdadera función es la de anular las contradicciones. Hay quienes creen que lo han dicho todo al decir de una novela: "es una obra existencialista", o de un autor: "es un novelista psicológico" El funcionamiento político de este nominalismo es el mismo del autoritarismo, pues todo "nombrero" aspira a ser un "definidor". Por eso se expresa por medio de etiquetas, ya que cada una de sus ex nominaciones solo busca suprimir una porción del ser / sujeto etiquetado. De ese modo, al confundir el nombre con la cosa, se aspira a cobrar el rédito simbólico que corresponde a toda auctoritas, pues quien da el nombre siempre termina creyendo que también ha dado el ser.
Contra semejante delirio e infatuación de la crítica solo hay un camino posible, y es el que proponía San Agustín (y después de él, Unamuno): dejar de creer y comenzar a ver.


Referencias bibliográficas.
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