EL INCA GARCILASO DE LA VEGA, OBRA MAESTRA DE LA TRANSCULTURACIÓN

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EL INCA GARCILASO DE LA VEGA, OBRA MAESTRA DE LA TRANSCULTURACIÓN STEFANO TEDESCHI

1. DE LA BIOGRAFÍA A LA ESCRITURA […] que yo nací en la zona tórrida, que es en el Cuzco, y me crié en ella hasta los veinte años, y he estado en la zona templada de la otra parte del Trópico de Capricornio, en la parte del sur, en los últimos términos de los Charcas, que son los Chichas, y, finalmente, para venir a esta otra templada de la parte del norte, donde escribo esto, pasé por la tórrida zona y la atravesé toda, y estuve tres días naturales debajo de la línea equinoccial […].1

El itinerario geográfico que describe brevemente el Inca Garcilaso de la Vega al principio de los Comentarios sintetiza un recorrido formativo que representará por mucho tiempo un paradigma para los hombres y la cultura de América. Gómez Suárez de Figueroa (nombre original del Inca) nació efectivamente en Cuzco, hijo de una princesa inca, Chimpu Ocllo, y de uno de los primeros conquistadores del Perú, Garcilaso de la Vega, descendiente de una de las familias más célebres de España. Pertenece, pues, a la primera generación mestiza de América, a ese grupo humano que vio la luz gracias al encuentro de dos etnias, desconocidas entre sí hasta hacía apenas unos años atrás, característica que permanecerá impresa para siempre en su obra, como él mismo lo revela al principio de La Florida: 1 El

Inca Garcilaso de la Vega, Comentarios reales de los Incas, en Obras completas, Madrid, 1960, vol. II, p. 8. 205

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[…] y escuchando de él las grandes empresas que allí realizaron, tanto los españoles como los indios, me pareció escandaloso que acciones tan heroicas acaecidas en el mundo fueran olvidadas; y entonces, espoleado por ambas naciones, puesto que soy hijo de un español y de una india […].2

Sin detenernos mucho en los detalles de la biografía de Garcilaso,3 la evolución de su experiencia nos permite identificar de todas formas algunas constantes de la trayectoria intelectual que después quedará fija en su obra. Tras pasar su infancia con los parientes maternos en la casa de Cuzco y la adolescencia junto al padre, uno de los protagonistas de la primera administración colonial, a la muerte de éste, acaecida en 1560, Garcilaso se traslada a España, donde intentó obtener con escasos resultados los derechos que le correspondían como heredero de una familia tan ilustre. Desilusionado por el fracaso de su paso por la corte, Garcilaso se establece en Andalucía, primero en Montilla y después en Córdoba, con un tío que le heredará sus propiedades, entre las cuales resalta una biblioteca, rica en textos italianos, reunida a lo largo de la estancia del ilustre pariente en Italia durante la campaña del ejército imperial. La vida tranquila pero culturalmente vital de la provincia andaluza, que interrumpe sólo en 1570 por su participación como capitán en la represión contra los moros, le permite concebir sus grandes obras literarias a partir de la traducción de los Dialoghi d’Amore, de León Hebreo, compleja empresa que se publicará en 1590 y donde aparece por primera vez el sobrenombre que lo volverá famoso.4 El cambio de nombre señala en forma evidente la voluntad de colocarse como punto de encuentro de dos caminos culturales distantes pero convergentes en una realidad concreta, construida al mismo tiempo sobre la herencia de la 2 La

Florida del Inca, ed. a cargo de C. de Mora, Madrid, 1988, p. 98. La biografía de Garcilaso ha sido reconstruida minuciosamente por estudios de gran valor: véanse en particular los de Porras Barrenechea (1946), Miró Quesada (1971) y Durand (1976). 4 Los Dialoghi d’Amore, de León Hebreo, fue una de las obras más famosas de la filosofía neoplatónica del siglo XVI (1535), y la traducción de Garcilaso, publicada en Lisboa en 1590, es mejor que todas las que la precedieron. En relación con la influencia filosófica de León Hebreo sobre el Inca, en particular con respecto al everemismo que se puede rastrear en los Dialoghi, véase Avalle-Arce (1964). La traducción garcilasiana merecería un estudio a partir de la estrategia que escoge el intérprete al momento de pasar de una lengua a otra, pero una profundización de tal género resulta compleja incluso por la falta de una edición italiana moderna de los Dialoghi. En español está la de la Fundación Antonio Castro, Madrid, 1996. 3

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sangre y sobre el testimonio de la escritura: en efecto, a partir de ese momento, firmará sus libros con el nombre de Garcilaso de la Vega en recuerdo de su padre y de su antepasado, el famoso poeta-soldado, agregándole el imprescindible título del Inca, a fin de que no se olvide su origen americano ni la tradición de la cual se considera intérprete. Si el punto de partida de la obra garcilasiana es una decisiva experiencia existencial, ésta se convierte en signo de una concepción del mundo y de la historia sólo gracias al filtro literario al cual se somete, esto es, a la transformación de la autobiografía en escritura ejemplar. La cultura materna deja de representar un motivo de duelo nostálgico para proyectarse como fundamento de la propia autoridad histórica, filológica y hermenéutica: Después de haber dado muchas trazas y tomado muchos caminos para entrar a dar cuenta del origen y principio de los Incas Reyes naturales que fueron del Perú, me pareció que la mejor traza y el camino más fácil y llano era contar lo que durante mi infancia oí muchas veces a mi madre, y a sus hermanos y tíos y a otros sus mayores, acerca de este origen y principio; porque todo lo que por otras vías se dice de esto viene a reducirse en lo mismo que aquí diremos y será mejor que se sepa por las propias palabras que los Incas lo cuentan que no por las de otros autores extraños.5

En cambio, su vínculo con uno de los conquistadores le confiere la calidad de testigo ocular, de protagonista directo de parte de los sucesos que narra, como ocurre a menudo en la Historia general del Perú, segunda parte de los Comentarios reales, dedicada a la narración de la conquista española, en la cual encuentran un amplio espacio los nombres y personajes que Garcilaso había conocido directamente y que habían sido protagonistas de las guerras civiles que habían sacudido al Perú entre 1535 y 1550.6 La lejanía de la tierra de origen y el consiguiente arraigo en España lo ponen en contacto también con un mundo en el cual circulan ideas y textos fundamentales de la época: de este modo leerá las narraciones de los testimonios del 5 Comentarios,

en ed. cit., vol. II, p. 25. En relación con esto véase, como uno de tantos ejemplos posibles, la narración de la historia de un tal Pero Hernández contenida en la Historia general del Perú, en Obras completas, Madrid, 1960, vol. IV, p. 102. 6

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descubrimiento y la conquista “de lo que se suele llamar Nuevo Mundo”,7 y llegará a elaborar uno de los proyectos más organizados y ricos en significado no sólo de la literatura colonial sino de toda experiencia cultural definida como “americana”. Cada obra de Gracilaso va precedida de unos largos y complejos preparativos, operación preliminar que se revela como presupuesto de la escritura garcilasiana, de su despliegue como sistema construido gradualmente, con sus temas recurrentes, la depuración progresiva de artificios retóricos y narrativos, y la profundización cada vez más consciente de la propia tarea. La traducción de los Diálogos no es sólo un brillante ejercicio cultural sino que constituye la primera etapa en la aceptación consciente del papel de “traductor”, primer paso necesario para quien se propone elaborar una nueva visión de la historia a partir de tradiciones distintas y opuestas. Por otra parte, el propio autor da testimonio de la homogeneidad de su proyecto en La Florida: Y en mi vida, para no permanecer en el ocio que cansa más que el trabajo, he cultivado otros proyectos y otras esperanzas de mayor satisfacción y altura que la de los negocios, como ha sido la de traducir los tres Dialoghi d’Amore de León Hebreo, y después de publicarlos comencé esta historia, y con el mismo placer continúo trabajando, construyendo y perfeccionando la del Perú, la del origen de los Reyes Incas, la de su antigüedad, religión y conquista, la de sus leyes y la del gobierno en paz y en guerra.8

2. LA FLORIDA DEL INCA En este contexto, La Florida del Inca9 se propone como la primera manifestación de la estrategia narrativa, lingüística e historiográfica del Inca, aplicada en esta ocasión a un tema —la fallida expedición de Hernando de Soto a la Florida y a la América septentrional—, sólo aparentemente fuera de lugar respecto de la 7 Comentarios, vol. II, p. 7. La relación con la cultura del siglo XVI ha sido estudiada con profundidad por numerosos críticos: recordemos sobre todo a Avalle-Arce (1964), Durand (1976), Macrí (1954) y Asensio (1953). 8 La Florida, p. 103. 9 La Florida pasa por una larga y compleja elaboración: concebida desde los años de Montilla, alrededor de 1585, tiene una primera versión en 1589; después, corregida y modificada en 1592, queda como actual-

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esencia de su reflexión: el Perú, siempre recordado por medio de continuos y precisos reclamos. El personaje clave que une la Florida con el Perú es Hernando de Soto, quien después de haber sido uno de los compañeros de Pizarro en la conquista de la región andina se lanzó a la expedición de las tierras que asomaban al golfo de México; su desafortunada empresa lo llevó de la Florida hasta el centro de los Estados Unidos, donde murió obligando a sus compañeros supérstites a una dramática marcha en retaguardia de la cual sólo sobrevivió un pequeño grupo de la expedición inicial. El texto garcilasiano sigue, por tanto, la estructura de las crónicas: los preparativos para la expedición; el desembarco en costas norteamericanas; los primeros contactos con la población indígena; la gesta entre españoles e indios; la búsqueda de oro y tesoros, al igual que de tierras aptas para la colonización, temas generales a los que Garcilaso añade las circunstancias peculiares de la exploración de Hernando de Soto; las contrariedades causadas por el ambiente natural, la envidia y las rencillas entre los participantes de la empresa; los exiguos resultados de la misma, y por último, el desastre final: el completo revés de la fortuna que hasta entonces habían gozado los conquistadores españoles. Si la construcción general del relato responde a un canon, ya entonces establecido, el Inca introduce en La Florida novedades sobresalientes desde el punto de vista de la composición, que adquirirán todavía mayor importancia en sus obras posteriores. De hecho, La Florida plantea desde el principio una cuestión fundamental respecto de la posición del narrador en relación con la del informante y con la de los testimonios que se configuran como el universo intertextual en que se apoya. Para ello, Garcilaso elabora un complicado pero muy eficaz juego de intercambio de voces narrativas, que después reutiliza en forma más amplia en los Comentarios. La narración nace en efecto de un testimonio: los recuerdos del amigo mente la conocemos. Deberá sin embargo esperar hasta 1599 para las correcciones finales y el libro se publicará hasta 1605 en Lisboa. Garcilaso había preparado también un texto que debería servir como introducción a La Florida, la Relación de la descendencia de Garci Pérez de Vargas, que queda, sin embargo, sólo en forma de borrador, publicado en 1929. La Florida tiene una enorme suerte, se traduce al francés en 1670 y después al alemán en 1753; las mejores ediciones modernas son aquellas a cargo de E. Speratti Piñero (México, 1956) y de C. de Mora (Madrid, 1988).

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Gonzalo Silvestre, protagonista de la expedición, con quien el Inca afirma haber dialogado largamente: “Después de haber conversado durante mucho tiempo y en lugares distintos con un gentilhombre, gran amigo mío, que participó en esa empresa […]”.10 Gracias a la sistematización de ese primer nivel narrativo, Garcilaso puede activar una doble estrategia: esconderse tras el papel de un simple escribiente y al mismo tiempo basar su propia autoridad como histor en un testimonio directo, reforzado además con el recurso de crónicas manuscritas, como las de Alonso de Carmona y Juan Coles, que el propio autor afirma haber recibido directamente de dos soldados veteranos de la expedición cuyo rastro se ha perdido. Por muy débiles que nos parezcan,11 una vez establecidos tales puntos de referencia, el narrador domina sin dificultad el desarrollo de los acontecimientos. Podrá asumir entonces la figura del autor omnipotente; se distanciará del texto cuando le parezca conveniente para instaurar un diálogo con él; insertará comentarios de derivación clásica o digresiones narrativas hasta el punto de interrumpir el relato para dedicar un capítulo entero, el XXVII, a la “respuesta a una objeción” de carácter historiográfico. La Florida es por tanto una obra que habla por sí misma, que reflexiona continuamente sobre su propio progreso, que asigna al relato una teorización historiográfica y narrativa explícita; de tal forma, toda duda razonable acerca de la existencia efectiva de las fuentes a que hace referencia es superada egregiamente: los manuscritos de Coles y Carmona y los recuerdos de Gonzalo Silvestre unen así, indisolublemente, al Inca con la secuela de “manuscritos encontrados”, que tuvieron parte tan importante en la narrativa que le es contemporánea.12 La naturaleza de metatexto de La Florida ofrece a Garcilaso el fundamento sobre el cual construir una estructura narrativa que toma prestadas las características propias, no sólo de las crónicas de las Indias o de la historiografía rena10 La Florida, p. 98. El papel del narrador y en general la estructura narrativa de La Florida han sido estudiados de manera profunda por Castani (1969), Puccini (1979) y Pranzetti (1990). 11 La existencia efectiva de las crónicas de J. Coles y de A. de Carmona se ha sometido a una búsqueda que no ha dado resultados definitivos. La misma presentación de tales textos propuesta por Garcilaso permite ponerla en duda. 12 Los testimonios directos tienen la función de asegurar a los lectores la veracidad de los sucesos narrados, además de crear un universo textual de referencia, al que pertenecen también los otros textos citados por Garcilaso, de los Naufragios de Cabeza de Vaca a las obras de Acosta y Gómara.

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centista, sino también de la épica y la narrativa del siglo XVI. El relato desea rendir memoria perpetua a las “grandes empresas” que españoles e indios llevaron a cabo en tierras tan lejanas, y para realizar semejante proyecto es necesario elevar a los segundos a la dignidad de héroes, operación que ocurre en el capítulo XXVII ya mencionado: Garcilaso presenta ahí el problema central de todo texto que desea ocuparse del Nuevo Mundo y de sus gentes: […] en otras historias de las Indias Occidentales no se encuentran cosas dichas o hechas por los indios como éstas que aquí escribimos, ya que se les considera comúnmente como gente simple, sin cerebro ni capacidad de entender, que se comportan como bestias tanto en paz como en guerra y que por lo tanto no han podido decir ni realizar cosa alguna digna de memoria y consideración como las que hasta ahora hemos narrado y como las que, con el favor del cielo, contaremos; se podrá decir que lo hacemos o por vanagloriarnos de saber escribir o para alabar a nuestras gentes que, si bien habitando regiones y tierras tan lejanas, parece que todos son indios.13

En ese momento, el dislocamiento de la voz narrativa logra transferir a un español la revaloración del indio, esto es, transformar la opinión propia en idea general para justificar —en La Florida y en los Comentarios— la introducción de héroes americanos positivos, así como la aceptación por parte de ellos de proyectos racionales y de voluntad autónoma: Volviendo a nuestra primera intención, que es la de asegurar con fe de cristiano que hasta ahora hemos sido fieles a la verdad y que seguiremos siéndolo en el porvenir, con el favor de la Verdad Suprema, contaré ahora lo que me aconteció con mi interlocutor […] junto a la respuesta que hemos referido de los cuatro capitanes indios en relación al gobernador, y después a la de los tres muchachos hijos de príncipes, me pareció que aquellos razonamientos eran, según la opinión que se tiene de los indios, superiores a los de la gente bárbara y les dije: “Así como son considerados los indios en general, ninguno creerá que estos discursos vengan de ellos”. Respondió mi amigo: “Sabed bien que tal opinión es falsa y que no hace falta tenerla en cuenta; mejor será entonces combatirla diciendo la verdad porque, como vos mismo habéis visto y conocido, existen indios de gran sabiduría que en paz 13 La

Florida, p. 220.

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y en guerra, en los tiempos adversos tanto como en los felices, saben hablar como cualquier otra nación de gran cultura”.14

La autoridad del narrador nace, además de este andamiaje íntertextual y metatextual destinado a alimentar la certeza de que “se crea que no escribimos ficciones”,15 de una competencia que deriva de su naturaleza de intérprete, subrayada por cotejos lingüísticos que le permiten ponerse en un plano de superioridad en relación con su público europeo y en relación con sus testimonios: Este nombre de curaca significa, en la lengua común de los indios del Perú, lo mismo que cacique en la lengua de la Española y sus alrededores, quiere decir señor de vasallos. Por tanto, yo que soy indio del Perú y no de Santo Domingo ni de las islas vecinas, me permito introducir algunas palabras de mi lengua en este libro a fin de que se aprecie que vengo de esa tierra y no de otra.16

El desarrollo de la narración de La Florida se proyecta como un encuentro gradual de alteridad, descrito mediante los caracteres de los personajes: adentrarse en la tierra desconocida significará entonces enfrentarse con los jefes indios que se encuentran en el camino por medio de embajadas pacíficas o de ásperos combates, de desafíos que parecen derivar en línea directa de la épica renacentista o de sabios tratados que recuerdan la historiografía clásica; el lector se ve envuelto así en un viaje que explora grandiosos paisajes naturales, aunque a menudo inseguros y hostiles. El narrador, desde lo alto de su autoridad, puede construir las modalidades de aquel enfrentamiento para proponerlo como paradigmático: si las motivaciones y el comportamiento de los españoles parecen aproximarse a experiencias precedentes, las respuestas de los indios varían en gran medida; algunos se oponen duramente a los recién llegados, como el jefe de los apalaches o como Vitacucho, un jefe indio a quien se le atribuye una singular parentela literaria: Vitacucho responde de manera sorprendente, demostrando un valor que no se había visto ni oído nunca en un indio: si pudieran reproducirse los gestos tan vehe14 Ibid.,

pp. 221-222. p. 102. 16 Ibid., p. 173. 15 Ibid.,

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mentes y las orgullosas palabras que pronunció, tal como las reportaron los mensajeros, ningún discurso del más valeroso caballero del divino Ariosto, ni los que otros ilustres poetas han introducido en sus obras, podrían resistir la comparación con las palabras del indio.17

Otros en cambio se muestran con una actitud favorable hacia esos “hombres nunca antes vistos ni oídos, con animales grandes y ligeros”.18 En ambos casos, el núcleo del razonamiento se concentra en las razones de los indios, sus respuestas nunca aparecen injustificadas, pues son el fruto de situaciones históricas y de concepciones del mundo bien definidas; los indios huyen a las montañas, envían patrullas de avanzada, se disponen prestos a la batalla, siempre con base en decisiones racionales, en que Garcilaso se detiene con particular interés. Por consiguiente, si los habitantes originales de América representan una alteridad con una lógica original, la narración no podrá reducirse a la de un “descubrimiento” o de una “conquista”; así comienza a definirse como una “historia”, en la cual españoles e indios se mueven sobre un mismo plano, como por otra parte lo expresa con precisión el subtítulo de la obra: Historia del adelantado Hernando de Soto, governador y capitán general del reino de la Florida, y de otros heroicos cavalleros españoles e indios. La Florida puede admitir, incluso en sus amplias digresiones, verdaderas aperturas a la ficción narrativa, en que personajes españoles e indios se presentan no sólo como vencedores y vencidos: al lado de Juan Ortiz, uno de los numerosos náufragos ejemplares que pueblan la América del descubrimiento, está la madre del cacique Mucoso, que se presenta en el campo enemigo para pedir noticias de su hijo, preocupada por encontrarlo prisionero, o bien la reina que da asilo a Hernando de Soto en la ribera de un gran río poblado de innumerables barcas y canoas. La presencia de tantos protagonistas del universo indígena, retratados con extraordinaria habilidad, confiere al lector europeo, primer destinatario de la obra de Garcilaso, la posibilidad de comprender mejor a esos “salvajes” de quienes tanto se había discutido y de comenzar a admitirlos en la comunidad de gente civilizada aunque bien diferente. Las digresiones narrativas permiten al Inca alargar los espacios de la historia 17 Ibid., 18 Ibid.,

p. 201. p. 423.

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y ampliar los ámbitos del relato hasta recoger en su interior personajes menores y oscuros, detalles aparentemente de poca importancia, como golpes de soldados y gritos de indios. La crónica se transforma en historia y llega a prefigurar la novela; Hernando de Soto asume bajo tal perspectiva un valor ejemplar: su fracaso lo sustrae de las celebraciones de los vencedores y lo eleva al ambiguo universo de los personajes de ficción: sólo así parece posible admitir las razones de la alteridad, hasta entonces sólo descrita, un momento antes de ser atropellada.

3. LOS COMENTARIOS Y LA HISTORIA GENERAL Los Comentarios reales de los Incas y la segunda parte, la Historia general del Perú, representan el mayor esfuerzo de composición de Garcilaso, el trabajo al que dedica gran parte de su vida y que constituye todavía hoy un núcleo imprescindible de la cultura americana y no sólo de la lengua española. En efecto, estos libros consiguen definir por primera vez, ya de manera completa, las características que serán propias a toda la literatura de América, además de constituir la obra cumbre de la escritura del Inca y de su habilidad para recrear un mundo que desaparecía. Los Comentarios y la Historia general presentan variantes en su composición y publicación que han provocado una división entre los dos libros: incluso la crítica los ha valorado de forma distinta y separada, como si en su origen no hubiera existido un proyecto unitario preciso.19 Recomponer esa unidad proyectada originalmente, a la que el propio autor hace referencia en numerosas ocasiones, permite aprehender toda la amplitud de la concepción garcilasiana de la historia; una grandeza que no ha disminuido con el paso del tiempo. Al poner manos a la obra el escritor proveniente de Cuzco se encuentra con 19 También las obras más importantes del Inca se proyectaron y realizaron durante un largo tiempo. Inicialmente se pensaron como un libro único y ya en La Florida se apunta tal proyecto. A partir de 1593, Garcilaso se dedica exclusivamente a la composición de los Comentarios, que se publicarán en 1609, otra vez en Lisboa. Desde 1609 hasta su muerte, acaecida en 1616, el Inca elabora la Historia general del Perú, que se publicará hasta 1617 en Córdoba. La lectura global de los Comentarios y de la Historia general ha sido propuesta apenas recientemente por Pupo-Walker (1982), a partir de la unidad del proyecto garcilasiano.

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una multiplicidad de tradiciones que, si bien se mostraban desligadas entre sí, funcionaban como puntos de referencia inevitables. La necesaria operación preliminar a la que Garcilaso se somete consiste en reclamarlas todas a fin de que contribuyeran, cada una por su parte, a componer una red de coordenadas culturales y existenciales en la cual toma forma un proyecto que pretende reconfigurar el tiempo del mundo: se tratará de insertar en él la nueva realidad americana, realidad que Garcilaso intuye por vez primera como totalmente original, no asimilable a ninguna de las que se conocían en el pasado.20 Las tradiciones que confluyen en los Comentarios no tienen por tanto una función exclusivamente informativa, no sirven sólo como sostén cultural a la empresa para la cual se prepara el Inca, sino que constituyen el material primario de la investigación, el punto de partida del cual es posible avanzar para definir un contenido nuevo. Como todo principio, esto contiene ya en sí el sentido de dirección hacia el cual se tiende, sea desde el punto de vista de la construcción narrativa, sea del valor del texto como vehículo de una nueva comprensión del propio ser en el mundo.21 No es casual entonces el hecho de que el núcleo original del relato garcilasiano se constituya con las narraciones transmitidas por la familia de la madre, recordadas al principio de los Comentarios: Inca tío, pues no hay escritura entre vosotros, que es lo que guarda la memoria de las cosas pasadas, ¿qué noticias tenéis del origen y principio de nuestros Reyes? Porque allá los españoles y las otras naciones a ellos vecinas, como tienen historias divinas y humanas, saben por ellas cuando empezaron a reinar sus Reyes y los ajenos, y el trocarse unos imperios en otros, hasta saber cuantos miles de años ha que Dios creó el cielo y la Tierra, y todo lo saben gracias a sus libros. Pero vosotros, que no los tenéis, ¿qué memoria conserváis de vuestras antiguallas?, ¿quién fue el primero de nuestros Incas?, ¿cómo se llamó?, ¿qué origen tuvo su linaje?, ¿de qué manera comenzó a reinar?, ¿con qué gente y armas conquistó este gran Imperio?, ¿qué origen tuvieron nuestras hazañas? 22

20 La concepción de la reconfiguración del tiempo mediante las estrategias narrativas e historiográficas ha sido autorizada por P. Ricoeur, en Il tempo raccontato (1985), en términos de absoluta claridad. 21 El valor hermenéutico de los Comentarios ha sido puesto en evidencia en particular por M. Zamora (1989) en un estudio de gran interés. 22 Comentarios, vol. II, p. 26.

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A la tradición oral materna se añade la experiencia personal vivida al lado de su padre durante los años de la guerra civil que siguió a la conquista del Perú, y ambas líneas se refuerzan con documentos escritos de los que Garcilaso afirma ser intérprete fiel: la lectura de los quipus, que había aprendido a descifrar durante los años pasados en Cuzco,23 y de las crónicas españolas, de las cuales afirma querer ser simplemente un exegeta, como lo declara en el prólogo de los Comentarios: […] mi intención no es contradecirles, sino servirles de comento y glosa, y de intérprete de muchos vocablos indios, que, como extranjeros en aquella lengua, interpretaron fuera de la propiedad de ella […].24

No obstante lo cual, muchas veces después, declarará su preferencia por los testimonios directos, como ocurre cuando compara a Cieza de León y Gómara: En el número de los sirvientes sigo a este autor y no a Gómara porque además del hecho de que Cieza ha estado en el Perú y allí escribió, prefiero siempre el dato menor, ya que es siempre mejor errar por defecto que por exceso.25

En la posición cultural en que se encuentra el Inca, no basta sin embargo remitirse sólo a los relatos de los protagonistas, sean éstos orales o escritos: en los años vividos en España, Garcilaso entra en contacto con personajes importantes de la cultura historiográfica del siglo XVI, como lo atestigua el inventario de su amplísima biblioteca; 26 conoce personalmente a historiadores andaluces como Ambrosio Morales y Bernardo de Alderete, de quienes aprende a utilizar sistemáticamente el material de que dispone, el cual no es fácil de poner en contexto, y puede consultar el conjunto de textos que ya se habían ocupado del Nuevo Mundo, de los cuales hereda la reflexión europea sobre el argumento: Más, como sin saber nada de esto, entramos con la espada sin oírles ni entenderles, no nos parece que merecen reputación las cosas de los indios, y los consideramos 23 Véase,

por ejemplo, Comentarios, vol. II, p. 206. vol. II, p. 3. 25 Historia general, en Obras completas, vol. IV, p. 71. Véase también Comentarios, vol. II, p. 13. 26 El estudio central sobre la biblioteca del Inca sigue siendo el de Durand (1948 y 1949), al cual se añaden las notas de Migliorini y Olschki (1949). 24 Ibid.,

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como caza habida en los montes y traída para nuestros servicios y antojos. Los hombres más curiosos y sabios que han estudiado y penetrado sus secretos, sus costumbres y antiguo gobierno, los juzgan de muy distinta manera, maravillándose de que entre ellos hubiese tanto orden y razón, etcétera”. Hasta aquí es del padre José de Acosta cuya autoridad que es inmensa valdrá como prueba de todo lo que hasta aquí hemos dicho y todavía diremos de los Incas, de sus leyes y gobierno y de sus costumbres.27

Pero sus referencias culturales no se detienen aquí: la biblioteca de la casa familiar en Montilla le permite leer a los historiadores italianos del Renacimiento: los compiladores de las crónicas latinas de finales del siglo XV, como Marco Antonio Roccio Sabellico, y sobre todo los más modernos Maquiavelo y Guicciardini. El vínculo con ellos ha sido subrayado muchas veces, en particular con la Historia de Italia de Guicciardini, sea a propósito de la modalidad retórica de los Comentarios y de la Historia general, como respecto de la visión general de la evolución histórica. El despliegue de la narración, con sus momentos de crecimiento y crisis, con la acción subordinada a la voluntad del hombre, a sus decisiones y al encuentro de las personalidades, ciertamente debe muchísimo a la experiencia guicciardiniana y las relaciones entre los dos escritores ameritarían un estudio profundo, pues aunque tales aspectos parecerían ligarlo también a la historiografía humanística, una característica particular y decisiva lo acerca definitivamente a Guicciardini: para ambos la experiencia autobiográfica y la más vasta del pueblo al que pertenecen llevan el signo de la derrota, pero en la escritura ambos logran superar ese rasgo negativo. El intento por comprender, explicar e identificar los lazos causales subyacentes en las acciones de los hombres permite recuperar una dignidad intelectual, así como elevarse por encima de los acontecimientos para interpretarlos y pronunciar sobre ellos un juicio racional. Del humanismo italiano, Garcilaso aprende más adelante una lección ulterior: el redescubrimiento del valor de la traducción filológicamente rigurosa, que no sólo tendrá gran importancia en el tratamiento del vocabulario indígena,28 sino que le esclarece a fondo su propio papel cultural. 27 Comentarios,

vol. II, p. 81. procedencia del humanismo italiano de la concepción del papel del traductor que tiene Garcilaso ha sido ampliamente demostrada por Zamora (1989) y se hace todavía más evidente en los textos dedicados específicamente a este tema, como el de G. Folena (1990). 28 La

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De hecho, el denominador común de materiales tan diferentes reside en la naturaleza de su repertorio lingüístico. De este modo, todos se refieren a una raíz primaria que no es la de los sistemas fonéticos o gramaticales de las lenguas reales, sino más bien a la de la lengua como sistema de expresión universal, como depósito de lo “ya dicho”, transmitido por medio de modalidades distintas y plurales. En el desarrollo del texto, el Inca Garcilaso se impone como el único intérprete confiable del conjunto de tales tradiciones con base en su conocimiento lingüístico, el cual le permite tener acceso a fuentes de otra forma inconciliables. Desde esta perspectiva, la posición central del papel del intérprete se hace evidente muchísimas veces en los Comentarios, y alcanza probablemente su expresión más completa en el prólogo de la Historia general donde, en un hábil juego de espejos, se refiere al hipotético comentario de un alto cortesano frente a la traducción de los Dialoghi d’Amore de León Hebreo: ¿Cómo podrá nunca un antártico nacido en el Nuevo Mundo, allá en el otro hemisferio, que con la leche materna mamó la lengua común de los indios del Perú, hacerse intérprete del italiano al español, y no con un libro cualquiera sino precisamente con el que los italianos más aprecian y los españoles menos conocen? 29

El intérprete puede entonces restablecer la verdad, posibilitar la comprensión entre quienes de otra forma no lograrán nunca comunicarse, y podrá restaurar una nueva memoria, que herede y amplíe la de los habitantes originarios del Perú: De donde se puede colegir la poca tradición que aquellos indios de hoy tengan de sus antiguallas, pues hoy ha 42 años ya la tenían perdidas de cosas tan grandes como eran las aguas que iban a la casa de su Dios el Sol. Esto solamente se puede explicar admitiendo que la tradición era trasmitida de los maestros mayores a sus sucesores, y de los sacerdotes a los suyos, para no caer en semejante falta. Verdad es que como ya en aquellos tiempos se habían acabado los maestros mayores y los sacerdotes que en aquella república había, que eran los depositarios de la tradición de las cosas sagradas 29 Historia general, en Obras completas, vol. III, p. 14. El papel del intérprete es subrayado muchas veces, bien en los Comentarios, como en la larga disertación sobre el origen del nombre “Perú”, bien en la Historia general, como ocurre en el relato del encuentro entre Pizarro y Atahualpa y en relación con el papel de Felipillo.

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y que estaban encargados del culto y del servicio de los templos, aquella tradición se perdió, así como muchas otras cosas de las cuales los indios no saben dar cuenta.30

El intérprete Garcilaso enfrenta así con pleno derecho la tarea de construir una nueva imagen de la historia que encadena armónicamente “la espera del futuro, la recepción del pasado y la vivencia del presente”31 mediante una escritura que aspira a ser al mismo tiempo hermenéutica y propositiva. La narración de los acontecimientos históricos hace emerger una imagen del pasado que va creciendo paralelamente a la organización conceptual y retórica del material del relato, de manera que la historia de los incas y de la Conquista no sea meramente una rendición de cuentas, sino que pueda proponerse como modelo para una nueva comprensión del transcurso del tiempo. Desde tal perspectiva, todos los elementos de la escritura garcilasiana asumen un significado muy preciso: el recurso de la tradición oral transmitida por el tío Inca no es sólo un artificio retórico o una utopía nostálgica, sino que se estructura en un movimiento dialógico, como respuesta a una pregunta. Heredar en forma de diálogo el patrimonio materno permite pensarlo en términos del nosotros; transformarlo de memoria de un grupo derrotado y lejano a memoria colectiva y presente, de duelo por los templos perdidos a patrimonio vivo, de tal forma que el pasado pueda insertarse en una historia más vasta y que Garcilaso pueda definir como “nuestros Reyes y nuestros Incas” a los monarcas cuyas hazañas narra. El pasado incaico se presenta armónico y animado por ideales de justicia no sólo en sus contenidos sino sobre todo en la construcción de la narración, en la cual los reyes se suceden de manera ordinaria, repitiendo cada uno con fórmulas casi rituales los mismos movimientos de sus predecesores. El uso de las interacciones, la acumulación de los nombres de las provincias conquistadas, la poca importancia dada al carácter individual de los protagonistas respecto de la adhesión a un modelo ya fijado desde el origen, representan, todas, características de composición retórica de la primera parte de los Comentarios que se unen a una fuerte intención didáctica al explicar las leyes, los usos y las costumbres de las poblaciones del antiguo Perú. Las modalidades tradicionales se apoyan, sin em30 Comentarios, 31 P.

vol. II, p. 117. Ricoeur, Il tempo raccontato, Milán, 1988, p. 317.

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bargo, mediante la inserción de referencias continuas a la historiografía clásica renacentista: los reyes Incas, aun en su fidelidad a los relatos de los antepasados, no son figuras incomprensibles y “bárbaras”, pues contienen “en esencia” la cualidad del soberano absoluto pero justo, que satisface ampliamente las necesidades de sus súbditos, sin descuidar nunca sus obligaciones de regente y supremo administrador de la justicia. El gobierno de los Incas se asemeja en forma extraordinaria al moderno Estado absoluto que se formaba precisamente en aquellos años en Europa: Garcilaso propone un modelo que proviene de la lejana América y ofrece al lector europeo una reflexión sobre su experiencia política contemporánea:32 las correcciones que la historiografía moderna ha realizado después respecto de la visión garcilasiana refuerzan todavía más tal perspectiva, en tanto que revelan hasta qué punto el historiador de Cuzco reutiliza la experiencia personal para comprender también su presente. Una imagen tan funcional del pasado se construye sólo gracias a la presencia del mismo histor omnipresente que hemos visto moverse en La Florida: en los Comentarios Garcilaso se identifica todavía más profundamente con ese papel que acompaña de forma inseparable al del intérprete; introduce con mayor frecuencia comentarios y opiniones personales al grado de llegar a definir el conjunto de su propia obra como Comentarios, un “Discurso sobre…”, como observamos en una de las tantas citas que se podrían destacar: Los llamaron finalmente Incas, hijos del Sol, como a sus Reyes; si a esta falsa creencia de los indios hubieran correspondido los españoles con decirles que el verdadero Dios los había enviado para liberarlos de la tiranía del demonio, que era mayor que la de Atahualpa, y les hubieran predicado el Santo Evangelio con el ejemplo que la doctrina pide, no hay duda de que los frutos hubieran sido mucho más abundantes. Pero pasaron las cosas sin embargo de modo muy distinto, como sus mismas historias, que tienen una autoridad más grande que la mía, lo cuentan: si lo dijera yo, dirán que por ser indio, hablo apasionadamente.33 32 La semejanza con el Estado absoluto que nace en la segunda mitad del siglo XVI en España emerge con claridad en la comparación entre los textos garcilasianos y, por ejemplo, los estudios de J. A. Maravall (1972) dedicados a ese periodo. El Estado incaico aparece con todas las características positivas de las nuevas organizaciones estatutarias, del centralismo administrativo con capacidad de acoger en su interior pueblos de culturas, lenguas y tradiciones distintas; de la concepción “moderna” del papel hacendario, hasta la administración piramidal de la justicia. 33 Comentarios, vol. II, p. 178.

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El completo dominio de la narración dirige la estructura del relato hacia una reconfiguración del tiempo precisa y decisiva y, de igual forma, los relatos intercalados, aparentes digresiones del núcleo central de la historia, no representan solamente una forma para hacer más agradable la materia ni aparecen como incunables de la futura narrativa hispanoamericana, sino que adquieren valor propio dentro de la totalidad del texto. Garcilaso experimenta de nuevo ampliamente con el espacio del relato en el cual puede hacerse camino la ficción que había sido desdeñosamente alejada y que libera ámbitos para diferentes desarrollos de la posibilidad de la historia. Todos permanecen sin embargo muy estrechamente ligados a la fuente de la escritura, a ese narrador que se hace cargo de revelar un mundo que verdaderamente, eso sí, deberá llamarse nuevo. La Conquista, el suceso crucial que señala el parteaguas entre dos épocas distintas y que había sacudido el desarrollo ordenado de la historia de los incas, se presenta desde dos puntos de vista que Garcilaso comparte, y, al mismo tiempo, se asume como elemento de conjunción, como punto de empalme de un proyecto de escritura concebido como unidad. La Historia general está enteramente dedicada a la conquista española: lo que originalmente sólo debió haber sido el último libro de los Comentarios se alarga hasta convertirse en la obra más vasta de Garcilaso, aquella en que se narran sucesos cruciales como la muerte de Atahualpa y la conquista de Cuzco; las primeras luchas entre los españoles y las numerosas revueltas de los indios, que concluyen con la creación de un reino independiente en Vilcabamba; el establecimiento del dominio español mediante el inflexible gobierno de los virreyes, que sofocan tanto las revueltas indígenas como las pretensiones de autonomía de los conquistadores. La llegada de los españoles al Perú y las dramáticas consecuencias que ello provoca se presentan como acontecimientos fundadores de una conciencia colectiva y son observados de acuerdo a la categoría de lo extraordinario, que se tiñe de admiración en las reflexiones de los conquistadores: Decían con razón que así como podían andar uno o dos españoles por doscientos o trescientas leguas habitadas sólo por enemigos y que los mismos enemigos los llevaban en andas, honrándolos como a dioses cuando habrían podido aventarlos des-

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de un puente o lanzarlos a uno de tantos y tan profundos barrancos de aquella tierra, que aquello no eran empresas de hombres sino más bien milagros de Dios,34

mientras que en las voces de los incas inaugura la historia de las víctimas, la cual encuentra, aquí, uno de sus primeros testimonios: De las grandezas y prosperidades pasadas volvían a las cosas presentes, lloraban a sus Reyes muertos, el fin de su Imperio y su gobierno, etcétera. Éstas y otras semejantes pláticas tenían los Incas y Pallas en sus visitas, y recordando el bien perdido siempre acababan con lágrimas y suspiros, diciendo: “Trocósenos el reinar en vasallaje” […]. Creo que he respondido dignamente a tus preguntas, y por no hacerte llorar no he recitado esta historia con lágrimas de sangre, derramadas por los ojos como las derramo dentro del corazón, del dolor que siento al ver a nuestros Incas acabados y nuestro Imperio perdido.35

En este punto se revela todo el dramatismo de la posición del narrador: el Inca intuye la obligación de heredar con la misma medida la maravilla de los vencedores y el horror de los vencidos, y que sólo reelaborando ese relato como un pasado que no debe olvidarse podrá imaginar un futuro en que no pueda repetirse todo ello. La construcción histórico-narrativa que Garcilaso imagina le permite diseñar entonces un “tiempo relatado”, que conjura el tiempo universal —el desenvolvimiento de las edades de un mundo ahora unificado por europeos y americanos— con el de la propia experiencia personal de mestizo nacido del encuentro/enfrentamiento entre dos entidades tan distantes. La naturaleza de tal “tiempo relatado” no puede ser entonces sino eminentemente narrativa, y nace precisamente del proyecto de escritura del cual Garcilaso da fe en la conclusión de la Historia general: Después de haber empezado esta historia con el origen y principio de los Incas, antiguos Reyes del Perú, después de haber contado largamente sus conquistas y haza34 Historia

general, en Obras completas, vol. III, p. 74. vol. II, pp. 26 y 29.

35 Comentarios,

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ñas, su vida, su gobierno en paz y en guerra, los ídolos que adoraban, como lo hemos hecho, con la ayuda de Dios, en la primera y larga parte de estos Comentarios, con lo cual hemos honrado a la patria y la familia maternas; y después de haber propuesto en esta segunda parte, como se ha visto, una amplia relación de las valerosas hazañas que realizaron valerosos españoles para conquistar ese riquísimo imperio, con la cual he rendido homenaje (si bien no del todo), a mi padre y a sus famosos y generosos compañeros, me pareció oportuno concluir esta obra mía.36

De este modo, el Inca Garcilaso elabora un escenario que puede ser habitado por Viracocha y Pizarro, por Huascar Inca y Almagro, por los amigos del padre y por los tíos maternos, y sólo sobre ello podrá constituirse la identidad narrativa que representa el mayor resultado de la escritura garcilasiana. El desarrollo de la historia se presenta entonces con caracteres de absoluta novedad y funda una especificidad propia que nace de ese relato y a ese relato deberá regresar para generar la futura identidad narrativa, en una circularidad que encadena de manera incesante acontecimiento, memoria y escritura. El Inca ha descubierto, a partir de una personalísima experiencia vital, que los “americanos”, hijos de la conquista y tan lejanos de la herencia de sus antepasados como de los modelos provenientes del exterior, podrán afirmarse a sí mismos sólo en el relato de sus propios orígenes, que nacerán sólo gracias a la narración de una historia por medio de la aceptación de la responsabilidad de un “yo” que deja su testimonio en la escritura. En efecto, la respuesta que Garcilaso ofrece no considera sólo la condición existencial propia de la persona; la identidad narrativa que hemos identificado —fruto de la confluencia de dos tiempos históricos distintos pero unidos en la experiencia de un embrionario primer grupo humano, al cual el historiador de Cuzco siente pertenecer— puede funcionar sólo si la reciben de manera activa los lectores adecuados. Como resulta obvio, el público que inicialmente puede leer los Comentarios es el europeo, como lo ha recordado muchas veces gran parte de la literatura colonial, y a él está reservada una nueva visión de la historia en la cual se insertan personajes, lugares, pueblos y sucesos que no habían encontrado derecho de existencia más allá de las crónicas del descubrimiento y la conquista: 36 Historia

general, en Obras completas, vol. III, p. 174.

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Porque a los contemporáneos y a sus descendientes puede resultar agradable saber qué cosas no existían en el Perú antes de la conquista de los españoles, me ha parecido conveniente dedicar a esto algunos capítulos, de modo que se vea y se considere con cuán pocas cosas, aun si aparentemente necesarias para vivir, se las arreglaban aquellas gentes y cómo vivieron perfectamente contentas aun sin tenerlas.37

Los Comentarios y la Historia general significan para el lector europeo un rotundo salto de calidad en la interpretación del universo inca. Todos los textos garcilasianos tienen, desde su primera publicación, un enorme éxito ante el público al cual son destinados, bien por la profundidad y vastedad de sus contenidos, bien por la calidad de la escritura, pues señalan de manera terminante la historiografía peruana, al menos hasta la obra de Prescott y las polémicas del siglo XIX. En el siglo XVIII, el Inca se convertirá en el autor preferido de la corriente de escritores que diseñan la imagen utópica del Perú precolombino, de Marmontel a madame de Graffigny, de Carli al príncipe de Sansevero, de Algarotti a Voltaire, quienes utilizarán sobre todo los Comentarios como principal fuente.38 Sin embargo, en los textos garcilasianos comienza a aparecer un público posterior, todavía virtual, que nadie había evocado antes que Garcilaso y que emerge con claridad en la dedicatoria de la Historia general: Seguramente una tierra tan fecunda en ricos minerales y metales preciosos debía generar una descendencia de sangre generosa, fuente de inteligencia iluminada para todo tipo de artes y ciencias. Para eso los indios muestran gran habilidad y excepcional capacidad los mestizos, hijos de indias y españoles o de españolas e indios, así como los criollos, nacidos y educados allá pero originarios de España. Yo invoco a todos aquellos, como hermanos y amigos, familiares y superiores, y les apremio a fin de que tomen valor y progresen en el ejercicio de la virtud, en el estudio y en las artes militares, a fin de que su nombre pueda brillar en la tierra y volverse inmortal en el cielo. Porque, dicho entre paréntesis, es hora de que el mundo 37 Comentarios,

vol. II, p. 355. estudio de la fortuna literaria de la obra de Garcilaso no se ha abordado todavía de manera global. Algunas anotaciones importantes al respecto están contenidas en las obras de A. Gerbi (1988) y de S. Buccini (1990), en particular relación con la cultura italiana. 38 El

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antiguo y civil comprenda que el nuevo, a su juicio bárbaro, no lo es ahora ni lo ha sido nunca sino por falta de educación.39

Esos “indios, mestizos y criollos” de los reinos del grande y riquísimo Imperio del Perú” constituyen la herencia más creativa del Inca: y ellos pueden consignar la identidad narrativa que hemos visto nacer y que se desplegará plenamente sólo en el futuro, con las múltiples lecturas posibles a que se someterán las páginas de Garcilaso. El siglo que apenas ha comenzado justificará por completo el llamado del Inca: las primeras autoafirmaciones de la especificidad criolla peruana empezarán a aparecer justo en estos años, como lo ha demostrado B. Lavalle en un importante estudio; por otro lado, tocará precisamente al grupo criollo, junto con el mestizo, representar el papel principal en la recuperación demográfica, social y económica posterior a la terrible crisis de finales del siglo XVI. Entre los lectores concretos de las páginas de Garcilaso es necesario recordar, si bien con toda la cautela posible, a aquel Tupac Amaru que dirigirá la más importante revuelta del siglo XVIII. Sin duda, el Inca contribuyó a la formación de aquello que Flores Galindo ha señalado como la utopía incaica: en Europa y en América los Comentarios contribuyeron a la formación de diversas utopías, probablemente opuestas, un testimonio más de la infinita riqueza de los textos garcilasianos.40 De hecho, una escritura que logra prefigurar de manera creativa en su contenido experiencias futuras y estimular una investigación continua alcanza ese punto culminante de la literatura en la que ésta —por citar a Ricoeur— “pone al lector en situación de recibir una solución para la cual debe a su vez encontrar la pregunta adecuada, ésa que constituye el problema estético y moral inherente a la obra”.41 En un sentido diacrónico, todos los escritos de Garcilaso instituyen entonces una relación dialógica extremadamente fructífera con los propios lectores, y 39 Historia

general, en Obras completas, vol. III, p. 12. relación con la incipiente conciencia criolla se puede observar mediante la comparación de los textos de Garcilaso con aquellos citados por B. Lavalle en su obra sobre el nacimiento de tal conciencia (1979), donde los criollos se ponen como protagonistas de la nueva sociedad colonial; como evidencia, véase el estudio de S. Romano (1992). Con respecto a la llamada “utopía incaica”, el estudio de P. Flores Galindo (1988) permanece como punto de referencia absolutamente central. 41 P. Ricoeur, op. cit., p. 269. En este caso se podría también citar a H. Blumemberg, para quien “toda obra pone y deja dentro de sí misma, como un horizonte que se circunscribe, las ‘soluciones’ que serían posibles después de ella”, en “Poetik un Hermeneutik”, III, p. 692, cit. por P. Ricoeur, op. cit., p. 266. 40 La

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las imágenes del tiempo que nace de sus páginas proponen expectativas concretas de un porvenir por construir, de un “tiempo de hacer”, de confiar en ese público virtual que hemos visto configurarse en su interior. Ya La Florida había revelado los objetivos que Garcilaso juzgaba de mayor importancia: el impulso expansivo del descubrimiento y de la conquista ya se había agotado y el fracaso de Hernando de Soto, como el de otras empresas contemporáneas, lo atestiguaba ampliamente. La obra de Garcilaso señala el comienzo, junto con los Naufragios y los Comentarios de Cabeza de Vaca, y La araucana de Alonso de Ercilla, así como otros textos menores, de un tema destinado a cumplir un papel central en la cultura americana: la “frontera”. El espacio que restaba explorar y conquistar, y que todavía se resistía a las tentativas de los europeos. La frontera abierta a los proyectos y a la imaginación no es sin embargo sólo una entidad geográfica, medible en kilómetros y cuantificable en tesoros por descubrir: es también, y sobre todo, un desafío a la capacidad de los europeos y americanos para encontrarse sin repetir la dolorosa experiencia del pasado, para superar ese límite interior de la sociedad colonial que representa la herida todavía abierta que aspira a sanar el Inca, esa dialéctica entre abundancia y penuria que Julio Ortega ha descrito tan bien: […] a fin de que España obtenga beneficios de este reino (de la Florida) como de los otros, y en modo que eso no permanezca privado de la luz de la doctrina evangélica, lo más importante que debemos desear, son otros sostenes que se les puedan ofrecer para mejorar los comportamientos morales; se podrá además ayudar con las artes y las ciencias que hoy florecen en España, por las cuales los indígenas de aquellas tierras han mostrado gran capacidad, dado que sin ningún conocimiento, sino sólo siguiendo la ley natural han realizado y dicho obras tan buenas como las que hemos visto y escuchado.42

En tales términos se podrá hablar de “utopía garcilasiana”, de una ilusión que resiste toda prueba en contrario; aun cuando la perspectiva futura no se confía sólo a la buena voluntad de los conquistadores por venir, ésta contempla también, y sobre todo, a los americanos por venir, esos “indios, mestizos y crio42 La

Florida, p. 583.

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llos” a los que se dirige Garcilaso. Advirtamos un indicio en la anotación que concluye la Historia general y con ella todos los escritos del Inca, el recurso aparentemente banal de una experiencia ligada a la reivindicación de los herederos de los Incas frente a la política del virrey Francisco de Toledo: Pero Don Melchor (uno de los herederos de los Incas), que podía presentar las mismas razones y los mismos derechos que los otros Incas, por tal motivo no quiere presentar los documentos que le habían sido confiados, por no mostrar que había muchos otros que tenían su mismo origen real, de miedo que en tal forma perdiera gran parte de la ayuda que pensaba y esperaba recibir; así no quiere hablar en favor de sus parientes y termina por no obtener nada, ni para él ni para los otros […] Yo hubiera deseado emplear mi vida para ayudar a aquéllos que tanto lo merecen, pero no me ha sido posible, ocupado como he estado en escribir esta historia con la cual espero haber servido tanto a los españoles que conquistaron aquel Imperio como a los Incas que lo poseyeron.43

El Don Melchor que persigue intereses personales y olvida los de su gente representa por lo tanto el modelo contrario a la intuición de Garcilaso: sólo la reapropiación colectiva del tiempo, la capacidad de escribir la propia historia permitirá recuperar en el futuro la dignidad perdida, dignidad que parece nacer de la identidad narrativa que emerge con fuerza de las páginas del Inca.

BIBLIOGRAFÍA Textos Comentarios reales de los Incas, Lisboa, 1609 (ed. moderna a cargo de Rosenblat, Emecé, Buenos Aires, 1943. También la ed. de Carlos Araníbar, 2ª reimpr., Fondo de Cultura Económica, México, 2004). Historia general del Perú, Córdoba, 1617 (ed. moderna de Rosenblat, Emecé, Buenos Aires, 1945). La Florida del Inca, Lisboa, 1605 (ed. moderna con prólogo de Aurelio M. 43 Historia

general, en Obras completas, vol. IV, p. 174.

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llos” a los que se dirige Garcilaso. Advirtamos un indicio en la anotación que concluye la Historia general y con ella todos los escritos del Inca, el recurso aparentemente banal de una experiencia ligada a la reivindicación de los herederos de los Incas frente a la política del virrey Francisco de Toledo: Pero Don Melchor (uno de los herederos de los Incas), que podía presentar las mismas razones y los mismos derechos que los otros Incas, por tal motivo no quiere presentar los documentos que le habían sido confiados, por no mostrar que había muchos otros que tenían su mismo origen real, de miedo que en tal forma perdiera gran parte de la ayuda que pensaba y esperaba recibir; así no quiere hablar en favor de sus parientes y termina por no obtener nada, ni para él ni para los otros […] Yo hubiera deseado emplear mi vida para ayudar a aquéllos que tanto lo merecen, pero no me ha sido posible, ocupado como he estado en escribir esta historia con la cual espero haber servido tanto a los españoles que conquistaron aquel Imperio como a los Incas que lo poseyeron.43

El Don Melchor que persigue intereses personales y olvida los de su gente representa por lo tanto el modelo contrario a la intuición de Garcilaso: sólo la reapropiación colectiva del tiempo, la capacidad de escribir la propia historia permitirá recuperar en el futuro la dignidad perdida, dignidad que parece nacer de la identidad narrativa que emerge con fuerza de las páginas del Inca.

BIBLIOGRAFÍA Textos Comentarios reales de los Incas, Lisboa, 1609 (ed. moderna a cargo de Rosenblat, Emecé, Buenos Aires, 1943. También la ed. de Carlos Araníbar, 2ª reimpr., Fondo de Cultura Económica, México, 2004). Historia general del Perú, Córdoba, 1617 (ed. moderna de Rosenblat, Emecé, Buenos Aires, 1945). La Florida del Inca, Lisboa, 1605 (ed. moderna con prólogo de Aurelio M. 43 Historia

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