El Hospital de San Juan de Dios de Mérida, Yucatán. Historia del primer edificio asistencial de la época colonial en la ciudad

May 24, 2017 | Autor: Tony Rodríguez | Categoría: History of Hospitals, San Juan de Dios, Orden Hospitalaria de San Juan de Dios
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Descripción

Registro del sistema arquitectónico de pabellones en hospitales de América Latina, volumen 1

María Lilia González Servín (coord.)

Registro del

sistema arquitectónico

de pabellones en hospitales

de América Latina volumen 1 María Lilia González Servín (coord.)

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

colección

Registro del sistema arquitectónico de pabellones en hospitales de América Latina volumen 1

Universidad Nacional Autónoma de México Facultad de Arquitectura Centro de Investigaciones en Arquitectura, Urbanismo y Paisaje (CIAUP) Proyecto papiit IN 403912.

Colección Hospitales Especialidad: Pabellones

colección

Registro del sistema arquitectónico de pabellones en hospitales de América Latina volumen 1 María Lilia González Servín (coord.)

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

Agradecimientos Argentina: Hospital Bernardino de Rivadavia: Hugo D. Chernovilsky (+), Celia Sipes; Hospital Pedro Fiorito: Miriam Cobos. Brasil: Fundación Oswaldo Cruz/Fiocruz, Río de Janeiro. Chile: Unidad de Transparencia, Ministerio de Salud-Nivel Central: Hans Senler; Marina Zolotoochin, directora del Centro de Estudios para la Calidad de Vida; Karenlyn Mateluna, encargada de la Unidad de Patrimonio Cultural de la Salud/Ministerio de Salud; Servicio de Salud Metropolitano Norte: Karime Tala Fernández, jefa de Unidad de Satisfacción; Servicio de Salud Metropolitano Oriente: Francisco Turu, Marco Espíldora, Felipe Fierro, Iván Gallo, Loreto González, Felipe Canas, Álvaro Prieto. Ecuador: Ruth Simaluiza Masabanda. España: personal del Archivo, vigilancia y guía, ex Hospital de las Cinco Llagas de Sevilla (Parlamento de Andalucía). Holanda: Diana Vermeij. México: Mario A. Larrondo Shiels(+), Horacio Velázquez Lucio, Marcos Mazari Hiriat, director de la Facultad de Arquitectura; Investigadores del Centro de Investigaciones en Arquitectura, Urbanismo y Paisaje (ciaup): Iván San Martín Córdoba, Berta Esperanza Tello Peón, Víctor Arias Montes; profesores y estudiantes de la Facultad de Arquitectura: Osvelia Barrera Peredo, Roberto Ulises Pimentel, Francisco Acatzin Espinoza Müller, Liliana Ángeles Rodríguez, Susana Camacho Barrios, Nuria Mariela Roig Mejía, Pamela Olguín Flores, Ixchel Xaman Ek Zavala Montoya, Guillermo Morán Vargas, Alexandra Chiou Lin Sánchez Soria, Óscar Miranda Peralta, Dulce Guadalupe Avelino Mendoza, Raúl Barajas García, Gerardo Hernández González; Dirección General de Apoyo al Personal Académico (dgapa) de la unam.

Colección: Registro del sistema arquitectónico de pabellones en hospitales de América Latina volumen 1 Coordinación editorial: María Lilia González Servín Diseño y formación: Mirta Ripol Primera edición: 2 de diciembre de 2014 D.R. © Universidad Nacional Autónoma de México Facultad de Arquitectura Ciudad Universitaria, 04510, México, D.F. ISBN: 978-607-02-6218-0 (colección) ISBN: 978-607-02-6231-9 Los autores de cada artículo son responsables del contenido de los mismos.

I. Introducción

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María Lilia González Servín

II. Argentina

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1. Los asilos y hospitales con sistema arquitectónico pabellonado de “Cabred”, en Argentina. 1890-1938 patrimonio cultural hospitalario. Resignificación valorativa histórica, como acervo patrimonial cultural de la salud Roberto Omar Balmaceda 2. Los jardines en los modos de habitar hospitalario Gabriela Eda Campari Fado 3. Adaptaciones al Hospital Pedro Fiorito Ana María Reyes 4. Hospitales: un desafío interesante para el patrimonio arquitectónico María Teresa Egozcué

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III. Brasil

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1. Colonia Juliano Moreira para enfermedades mentales, actual Instituto Municipal de Asistencia a la Salud Juliano Moreira – imasjm, y sus pabellones Ana M. G. Albano Amora, Renato Da Gama-Rosa Costa, Sara Cabral Filgueiras y Carla Magalhães

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IV. Chile

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1. Conexiones y migraciones del sistema de pabellones en hospitales de Chile Anticipaciones: El Hospital del Salvador de Antofagasta Claudio Galeno-Ibaceta 2. Antiguo Hospital de San José Patricio Hevia Rivas 3. Hospital Barros Luco Trudeau Ministerio de Salud 4. Instituto Nacional del Cáncer, Santiago de Chile Ministerio de Salud 5. Hospital Félix Bulnes Cerda Ministerio de Salud 6. Hospital Roberto del Río Ministerio de Salud 7. Hospital Dr. Exequiel González Cortés Ministerio de Salud

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8. Hospital Iquique, Iquique Ministerio de Salud 9. Hospital Sótero del Río, Puente Alto Ministerio de Salud 10. Hospital Clínico de la Universidad de Chile José Joaquín Aguirre Ministerio de Salud 11. Instituto psiquiátrico Dr. José Horwitz Barak Ministerio de Salud 12. Capilla Antiguo Lazareto San Vicente de Paul Ministerio de Salud 13. Hospital Nuestra Señora de la Asunción La Serena Ministerio de Salud 14. Instituto de Higiene Ministerio de Salud 15. Servicio Médico Legal Ministerio de Salud 16. Instituto Nacional de Geriatría Juana Silva Opazo

V. Ecuador 1. Antiguo Hospital Militar de Quito www.hospitalmilitar.mil.ec

VI. México 1. Adaptaciones de espacios para servicios hospitalarios del siglo xx, Hospital Regional Civil Juárez, León, Guanajuato Hilda M. Roldán Izazaga 2. Hospital para Dementes Leandro León Ayala, Mérida, Yucatán. Antonio Rodríguez Alcalá. 3. Quinta La Ibérica o Sanatorio de Beneficencia Española, Mérida, Yucatán Antonio Rodríguez Alcalá 4. Breve reseña histórica del Hospital O’Horán, Mérida, Yucatán Antonio Rodríguez Alcalá 5. Hospital Real de San Miguel de Belén, 1760 Un proyecto humanista de vanguardia Adriana Ruiz Razura y David Zárate Weber 6. El Hospital de San Juan de Dios de Mérida, Yucatán. Historia del primer edificio asistencial de la época colonial en la ciudad Antonio Rodríguez Alcalá

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Hospital para Dementes Leandro León Ayala, Mérida, Yucatán Antonio Rodríguez Alcalá

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l hospital León Ayala para enfermos mentales fue inaugurado por Porfirio Díaz el mismo día en que éste inauguró otros dos importantes establecimientos: el Hospital O’Horán y la Penitenciaría Juárez: 6 de febrero de 1906. Al morir Leandro León Ayala el 16 de noviembre de 1901 dejó un legado de más de $250 000.00 para la fundación de un asilo que llevase su nombre. Al estar en proceso de construcción el Hospital O’Horán, se decidió erigir un hospital que lo complementase. Se comenzó su construcción desde fines de 1903 y tuvo un costo total de $900 000.00 de los cuales hubo varias aportaciones particulares y del Gobierno del Estado. Constaba de 20 edificios proyectados por el ingeniero Salvador Echagaray y construidos por el ingeniero Jesús Padilla. Tuvo en su momento de máximo funcionamiento alrededor de 290 camas y podía prestar servicio a más de 640 pacientes anualmente. Cabe mencionar que en el programa arquitectónico de este nosocomio colaboraron dos destacados médicos quienes habían estudiado los últimos avances en terapéutica para enfermos mentales: el doctor Eduardo Urzaiz Rodríguez, quien hizo una especialidad en psiquiatría en Nueva York ex profeso, y el doctor Salvador Urcelay, primer director del establecimiento.

Inauguración por Porfirio Díaz, 1906.

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Planta de un pabellón.

Leandro León Ayala.

Corte x-x de un pabellón.

Fachada de un pabellón.

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Dicho programa separaba hombres y mujeres, por lo que el diseño de la disposición de conjunto de los edificios y pabellones es simétrico. Los servicios generales eran: cocina, talleres y lavandería, al centro del eje, así como depósito de agua. Cada sección contaba con equipamiento completo e independiente, como pabellones, cocina, enfermería y baños. Los pabellones de enfermos se separaban de acuerdo a las categorías de la época (tranquilos, agitados, furiosos y epilépticos). Asimismo, contaba con amplios jardines para permitir deambular a los enfermos y se contaba con equipamiento para diversas actividades terapéuticas como una huerta y corrales para crianza de animales.

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La arquitectura del Asilo Ayala es en general sencilla y austera, con escasa decoración de tipo ecléctico francés. Los pabellones siguen un modelo muy similar al de su vecino Hospital O’Horán: un pabellón orientado norte-sur con galería techada de acceso por su costado sur y ventanas que favorecen la ventilación e iluminación natural, prácticamente al ritmo de la disposición de las camas. Tras muchos años de servicio, los edificios frontales de dos plantas del Asilo Ayala fueron convertido en la sede del Instituto de Cultura de Yucatán y los pabellones posteriores son hoy el Centro Estatal de Bellas Artes, que alberga disciplinas como danza, teatro, música, literatura, etcétera.

Fachada de un pabellón.

Postal del hospital.

Interior del hospital.

Proyecto de un pabellón para sala de danza.

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Quinta La Ibérica o Sanatorio de Beneficencia Española, Mérida, Yucatán Antonio Rodríguez Alcalá

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Fachada Quinta La Ibérica.

Emplazamiento de la Quinta La Ibérica.

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a visita del general Porfirio Díaz a Yucatán en febrero de 1906 significó un gran impulso al equipamiento asistencial en la región. Al poniente de la ciudad se conformó un subcentro urbano compuesto por edificios asistenciales como el Hospital O’Horán y el Asilo Ayala, equipamiento como la Penitenciaría Juárez y el Parque del Centenario, un jardín botánico que posteriormente sería el zoológico de la ciudad. Estimulados por este empuje, la colonia española residente en la ciudad, encabezada por el vicecónsul de España, Francisco Ramos y Ruiz, convocó en julio de 1904 a una reunión en la que acordaron fundar una “beneficencia española” en Yucatán. Entre los más de doscientos peninsulares que asistieron se eligió la primera mesa directiva, en la que figuraron dos miembros cuyos nombres ostentan sendos pabellones que hasta la fecha perduran: Rogelio V. Suárez, presidente y Emilio Seijo, vocal. El pabellón restante fue donación de Aladino Gómez. El esquema de conjunto presenta una disposición sencilla y funcional: un acceso en esquina, enmarcado por una portada con motivos neocoloniales españoles, dirige hacia una plaza desde la cual se desarrolla un eje, a cuyos lados se ubican los pabellones. El pabellón de Cirugía Emilio Seijo es el más próximos de los tres, vestibulado por una subplaza

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que también precede al pabellón Rogelio V. Suárez y el finalmente el Aladino Gómez se ubica rematando el eje de circulación. Equipamiento complementario es la Morgue en el ángulo norponiente y un salón en el costado sureste. El terreno tiene poco más de dos hectáreas de superficie y los pabellones siguen una orientación oriente-poniente. El partido arquitectónico de los pabellones consiste en un acceso porticado (Emilio Seijo y Rogelio Suárez) o bien lateral (Aladino Gómez), el cual conduce a un pasillo central de circulación cuyo techo es más alto que el de las salas de enfermos, favoreciendo la ventilación natural. El conjunto actualmente es la sede del Centro de Educación Musical de la Escuela Superior de Artes de Yucatán, por lo que los pabellones han tenido adaptaciones para aulas de práctica, aulas teóricas, archivo, estudio de grabación, entre otros. Asimismo, sus amplios jardines funcionan como el parque público “La Ibérica”.

Vista lateral.

Panorámica de Emilio Seijo y Rogelio Suárez.

Interior de Emilio Seijo.

Fachada Quinta La Ibérica.

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Breve reseña histórica del Hospital O’Harán, Mérida, Yucatán Antonio Rodríguez Alcalá

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a tradición hospitalaria en el Estado de Yucatán comprende un amplio período histórico, que abarca desde antes de la fundación de la Ciudad de Mérida hasta nuestros días. El primer hospital de la ciudad fue un hospital militar de campaña que las tropas de Francisco de Montejo instalaron en lo alto del montículo donde los frailes franciscanos fundarían después el Convento Grande de San Francisco. Posteriormente el Ayuntamiento instaló el Hospital de Nuestra Señora del Rosario en 1562, el cual fue cedido a la orden hospitalaria de San Juan de Dios en 1625, conociéndosele desde entonces como Hospital de San Juan de Dios. Este hospital estuvo administrado por los juaninos hasta 1821, fecha en que fueron expulsados por un decreto de las cortes españolas, trasladándose el hospital al Convento

de la Mejorada. Es en ese inmueble donde, gracias a la diligente y adecuada administración del Dr. Agustín O’Horán, se instituye el Hospital O’Horán, en el año 1864. A la muerte del Dr. O’Horán, en septiembre de 1884 se mandó colocar en el hospital un monumento con su efigie y al pie de ella un pedestal de mármol obra del escultor Leopoldo Tomassi con la siguiente leyenda en latín redactada por el P. Hijuelos: eximie republicae studioso solertimente praedito arte docto peoniam generis humani amatori augustino o’horan natale solum minervae studia terrea proles mdcccxcv

Esta leyenda traducida significa: “Al repúblico, al maestro, al médico, al filántropo Agustín O’Horán, la Patria, la ciencia, la Humanidad. 1895”. Posteriormente, debido a la falta de capacidad asistencial y lo inadecuado de las instalaciones, dos de sus doctores, Luis Augusto Molina Solís y Luis F. Urcelay Martínez, propusieron al gobernador Lic. Olegario Molina la construcción de un nuevo hospital, por lo que se comenzaron a reunir fondos para la Emplazamiento del hospital.

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obra. Entre 1903 y 1904 se realizan diversos festivales artísticos y literarios para la recaudación de fondos tales como concursos de poesía, los primeros Juegos Florales de Mérida y presentaciones de la Orquesta Sinfónica. Destacaron como donadores Leandro León Ayala, Olegario Molina, los hermanos Peón de Regil, Delio Moreno Cantón, entre otros. El diseño del nuevo Hospital O’Horán tomó como base a un hospital de Milán, Italia. La obra fue contratada a los ingenieros Echegaray y Lattine de la ciudad de México el 12 de agosto de 1902, con un presupuesto de $917,102.00. Sin embargo los 38 edificios con capacidad para un total de 400 camas se concluyeron en julio de 1905 resultando el costo en $1’825,000.00. El conjunto hospitalario fue inaugurado por el presidente Porfirio Díaz el 6 de febrero de 1906 poniéndose en funcionamiento en marzo de ese año. Los enfermos, enfermeros, enfermeras, médicos y jefes de servicio fueron trasladados en tren desde la estación de La Mejorada utilizándose la vía de Campeche que rodea la ciudad y que pasa a espaldas del hospital. Asimismo fueron trasladados al Asilo Ayala los enfermos mentales.

Placa.

Vista exterior sureste.

Vista general.

Inauguración por Porfirio Díaz, 1906.

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El hospital se ubica en la parte occidental de la ciudad, en un terreno de 10 Has. perteneciente al antiguo barrio de Santa Catalina, desaparecido debido a que la mayoría de sus habitantes fueron víctimas de la epidemia de cólera morbo, en 1833. El conjunto hospitalario estaba dividido en dos grandes secciones para hombres y mujeres y contaba con el siguiente equipamiento: Av. Pino Suárez, hoy Itzaes.

Interior del pabellón.

Galería común, pabellón para hombres.

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• Salas de cirugía para hombres (pabellones 2, 3 y 12) y mujeres (pabellones 4 y 5). Cada sala contaba con cuarto de anestesia, cuarto de desinfección, vestidor para el cirujano y sus ayudantes, arsenal y cuarto de esterilización de instrumentos y material quirúrgico. • Salas de medicina (pabellones 7 y 8) • Área de aislamiento para enfermos infecto-contagiosos situada en la parte poniente del hospital y cercada por una verja de hierro. • Maternidad • Otorrinolaringología • Radiología • Farmacia • Administración • Dirección • Cocina • Lavandería • Depósito de agua • Costurería • Anfiteatro para anatomía, patología y disección • Comedor y cocinas • Oficinas • Almacenes

Posteriormente se fue agregando el siguiente equipamiento:

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1907 Laboratorio de química clínica 1907 Laboratorio de bacteriología 1910 Infancia 1921 Pabellón para enfermos de lepra 1946 Tuberculosis 1948 Unidad de ortopedia 1949 Unidad dermatológica Centro dermatológico 1949 Servicios de bioestadística 1949 Archivo Clínico Central 1952 Departamento de trabajo social

Con el transcurso de los años, notables médicos han ejercido sus conocimientos en el hospital. Cabe destacar la labor del médico danés Harald Seidelin, fundador de los laboratorios de bacteriología en 1907 y al doctor japonés Hideyo Noguchi, comisionado por el Instituto Rockefeller en 1920 para realizar en los laboratorios del hospital investigaciones sobre fiebre amarilla. Durante el gobierno del Dr. Álvaro Torre Díaz en 1927, se amplió el comedor para dar cabida a los 18 practicantes de medicina que debían realizar su internado obligatorio en el hospital. Asimismo se acondicionó un cuerpo de edificios para darles alojamiento, el cual estaba equipado con camas, roperos, sillones, dos cuartos de baño y biblioteca. En 1931 se inauguraron las áreas de Otorrinolaringología y el Departamento de Rayos X. Durante el gobierno de Ernesto Novelo Torres se modernizó la Farmacia, se mejoraron las condiciones higiénicas de los comedores de empleados, se mejoraron los servicios sanitarios de todos los pabellones y se creó el servicio de urología. A mediados de la década de los 1940 se crearon los servicios de Ortopedia, Cardiología y Gastro-enterología.

Planta del conjunto.

Pabellón 2.

Interior del pabellón 2.

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Pabellón 3.

Administración.

Departamento para infecciosos.

Cocina.

Exterior de un pabellón de infecciosos. Depósito de agua.

Avenida que aísla el departamento de infecciosos.

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En enero de 1947 comenzó a prestar sus servicios el Centro Anticanceroso ubicado en terrenos del hospital y dotado en su equipamiento por la Cruz Roja. Durante el período del gobernador José González Beytia (1946-1952) se comenzó la construcción de la nueva Facultad de Medicina en solar ubicado frente al hospital. El 1 de febrero de 1949 se inaugura en el ángulo suroeste de los terrenos del hospital la Unidad Dermatológica en dos secciones: para enfermos de la piel y lepra. A principios de la década de los 1950 el hospital contaba con más de 500 enfermos, por lo que desde 1957 comienza a recibir subsidios de la Secretaría de Salubridad y Asistencia, ya que era financiado por el Gobierno del Estado. Hacia 1964, a raíz de un convenio firmado con la Escuela de Medicina, se le denomina hospital-escuela, se construye un nuevo módulo de consulta externa en 1972. En 1984 se levanta el nuevo edificio del hospital O’Horán con capacidad para 200 camas, dependiente de los servicios Coordinados de Salud Pública del Estado. Desde 1993 el antiguo hospital O’Horán es la sede de la Secretaría de Desarrollo Urbano, Obras Públicas y Vivienda del Gobierno del Estado de Yucatán.

Pabellón para no infecciosos.

Acceso al pabellón de observación.

Galería comunicación.

Exterior de un pabellón de fiebre amarilla.

Centro dermatológico.

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Bibliografía Cámara-Milán, Pedro, “El Dr. Hideyo Noguchi en Yucatán”, en Revista Biomédica, Mérida, Universidad Autónoma de Yucatán (Centro de Investigaciones Regionales “Dr. Hideyo Noguchi”), vol. 11, núm. 3, julio-septiembre de 2000. Cervera Andrade, Alejandro, “Apuntes para la historia del Hospital O’Horán de la Ciudad de Mérida, Yucatán”, en Apuntes Históricos de la Medicina en Yucatán, Mérida, Universidad Autónoma de Yucatán, Marzo de 1990. Ferrer de Mendiolea, Gabriel, “Historia de la beneficencia pública y privada”, en Enciclopedia Yucatanense, México, Edición oficial del Gobierno del estado de Yucatán, T. IV, 1977. “La tradición clínica en Yucatán: pasado y futuro”, en Populi, Mérida, Año 4 núm. 48, julio de 2005, pp.5-7.

Centro anticanceroso.

Planta del Hospital O’Harán.

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El hospital de San Juan de Dios de Mérida, Yucatán historia del primer edificio asistencial de la época colonial en la ciudad

Antonio Rodríguez Alcalá

1. Antecedentes

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urante la campaña militar de conquista de la península de Yucatán, las tropas españolas solían contar con un hospital de campaña, en el que eran atendidos los soldados enfermos y heridos. Dicho hospital consistía en una serie de tiendas desmontables o estructuras hechas con materiales perecederos de la región donde se ubicaban. Los hospitales de campaña nunca fueron duraderos, ya que el afán fundacional y de expansión de los conquistadores españoles les hizo bien pronto necesitar, en cada ciudad que fundaban, de un hospital de carácter permanente. En Mérida ocurrió una situación similar, ya que al establecerse los españoles en el asentamiento maya de T’hó, también disponían de un hospital de campaña, el cual era administrado por frailes franciscanos. Se tiene noticia que Francisco de Montejo venía acompañado en su expedición de un eficiente médico-soldado, el cual además tenía dotes de herbolario y cirujano, llamado Juan del Rey, quien se estableció en Mérida, hasta su muerte.1 Dicho hospital se estableció en lo alto del cerro mayor, en el que después fundarían el Convento Grande de San Francisco.2

Placa conmemorativa de las dos fechas fundacionales del hospital: 1562 y 1625 y que dice: Se erigió y dedicó este hospital en 18 de mayo de 1562 y lo entregó a la Orden de n.p.s. Juan de Dios en 6 de diciembre de 1625 el i.s.d.f. Gonzalo de Salazar Esta placa se encuentra actualmente al lado izquierdo de la portada de la capilla de Nuestra Señora del Rosario, y se dice que se exhumó del piso de uno de los corredores del antiguo hospital, después de que se la removiera de su lugar original, que era el muro norte de la iglesia, según el obispo Carrillo y Ancona.3

1. Álvaro Ávila Escalante, “Historia de la medicina alopática en la época colonial”, en Enciclopedia Yucatanense, op. cit., Tomo 4, p. 262, apud. Juan Francisco Molina Solís. 2. Raúl Casares G. Cantón (dir.) et. al., Yucatán en el Tiempo: Enciclopedia alfabética, Mérida, Inversiones Cares, 1998, Tomo III, p. 333. 3. Gabriel Ferrer de Mendiolea, “Historia de la beneficencia pública y privada”, en Enciclopedia Yucatanense, México, Edición oficial del Gobierno de Yucatán, 1944, Tomo IV, p. 5.

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El ayer y hoy del Hospital de San Juan de Dios de Mérida.

De igual forma, los franciscanos procuraron dotar a algunos de sus conventos de una enfermería o de un área especial para el cuidado de los enfermos. Conventos como los de Izamal, Conkal y Maní tuvieron importantes establecimientos de este tipo, y en aquellos pueblos donde no había convento destacaban enfermeros para cuidar a la población, o de ayudarles en sus necesidades últimas como los sacramentos extremos y sepultura. El sostenimiento de dichas enfermerías, así como los gastos de médicos y medicinas, solían provenir de los fondos de comunidades de indios, en caso de epidemia.4 También existieron hospitales civiles, no adscritos al cuerpo de un convento u otra edificación religiosa, aunque usualmente eran atendidos por hermanos de órdenes laicas. En la Villa de Valladolid existía un hos-

pital para españoles que se llamó del Santo Nombre de Jesús, el cual solo se sostenía de las limosnas públicas, ya que no se le asignó ninguna renta, aunque hacia 1634 el vicario eclesiástico Francisco Ruiz dejó en su testamento cuatro mil pesos para que con la renta que produjesen, se sustentaran perpetuamente cuatro camas en el establecimiento.5 Así pues, al comenzar el proceso de consolidación de colonización de la actual capital de Yucatán, los conquistadores y primeros pobladores españoles se dieron cuenta de lo necesario del establecimiento, ya que de contar con un hospital, los conquistadores solteros, forasteros de paso, pobres, y ellos mismos, podrían ser atendidos en caso de enfermedades (en opinión del historiador Eligio Ancona, algunas de ellas pudieron deberse al cambio de clima que experimentaron).

4. Ibidem. 5. Eligio Ancona, Historia de Yucatán, México, Ediciones de la Universidad de Yucatán (Tomo II), 1978, p. 362.

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Sin embargo, no se contaba con los recursos económicos necesarios para su pronta erección. Empiezan una serie de peticiones y gestiones por parte de los vecinos españoles al Cabildo del Ayuntamiento, que financieramente era pobre. El 14 de junio de 1543 el cabildo, al verse impotente para construir el hospital y ante la necesidad apremiante de ello, ya que padecían muchas enfermedades tanto indígenas como españoles, formula una petición al rey, en la que piden “...nos haga merced de las penas de cámara, para propios de este Cabildo y fabricar hospital, porque el cabildo es pobre y el hospital muy necesario”.6 Al respecto las penas de Cámara y Fisco habían sido condonadas por el rey a los primeros pobladores por los primeros cinco años, para apoyar los hospitales y obras piadosas que se fundasen.7 Los esfuerzos de la comunidad meridana rindieron frutos finalmente, ya que el rey admitió al hospital en el Real Patronato,8 con lo que podría disfrutar de ciertas prerrogativas, principalmente en materia financiera aunque como veremos más adelante, esta atribución era más nominal que real. Se tiene noticia de que para la construcción del hospital el terreno requerido fue donado por el primer alcalde de Mérida, Gaspar Juárez de Ávila (quien fuera nombrado a fines de 1550 por la Audiencia de México)9 y su esposa, Isabel Cervantes de Lara

y Andrade, tomando una parte de su propio lote, que comprendía la manzana noreste de la plaza principal de la ciudad. La parte que cedieron fue la esquina sureste de dicha manzana, con lo que el lote del futuro hospital quedaría al norte del solar escogido para levantar la Catedral de Mérida. Este lote está hoy delimitado en la esquina de las calles 58 y 61, quedando comprendida el resto de la manzana entre las actuales calles 60 y 59. El hospital contaba con la capilla de Nuestra Señora del Rosario, la cual fue erigida a petición de los españoles al papa Pío IV, quien otorgó la bula de erección.10 La capilla, “de cal y canto”, se concluyó en 1579.11

2. Siglo xvi. El momento fundacional

Una vez que se aceptó la cesión del predio por parte del Ayuntamiento, “[...] se nombró mayordomo del Hospital a Cristóbal de San Martín, quien con diligencia se dirigió a la Audiencia de los Confines de Guatemala, para que proveyese los fondos necesarios para la terminación y mantenimiento del establecimiento en construcción”.12 A pesar de que el hospital estaba admitido dentro del Real Patronato,13 lo más probable es que se haya levantado con ayuda de limosnas públicas y con algunas contribuciones del Ayuntamiento.

6. Josefina Muriel, op. cit., apud. Diego López de Cogolludo, Historia de Yucatán, Mérida, Imprenta de Manuel Aldana Rivas, 1868, p.244. 7. Stella Ma. González Cicero, Perspectiva religiosa en Yucatán, 1517-1571, México, El Colegio de México, 1978, p.9. 8. Muriel, op. cit., p. 194, apud. López Cogolludo, op. cit., p. 49. 9. Ferrer, op. cit., p. 6. 10. Eligio Ancona, Historia de Yucatán, Mérida, Ediciones de la Universidad de Yucatán (tomo 2), 1978, p.359. 11. Muriel, op. cit., p. 196, apud. Relaciones histórico geográficas de la Gobernación de Yucatán. Relaciones de las villas de: Valladolid, Sucopo, Tezoco, Tecay y Sodzil, 2v., México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1983, Tomo I, p. 83. 12. Ibidem, p. 6. 13. Muriel, op. cit., p.196.

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Fotografía de 1930 del catálogo que permite apreciar el remate del patio de la casa adyacente. En la planta baja estaban los talleres tipográficos, y en la alta, una sala del Museo Arqueológico.14

Con esos recursos se erige una primera construcción, inaugurándose el Hospital de Nuestra Señora del Rosario el 18 de mayo de 1562; su capilla estuvo terminada hacia 157915 y la mano de obra la proporcionaron los indios de manera gratuita.16 La administración corrió a cargo del Cabildo de la ciudad. La situación inicial del hospital era precaria, el edificio se encontraba en malas condiciones, y hubiera sucumbido de no ser por la ayuda constante y generosa por parte de los obispos. Destacó fray Diego de Landa, que se dice se ocupaba personalmente de los enfermos, y fray Francisco de Toral, obispo de Yucatán cuando se fundó el hospital y que como rasgo destacable había asistido a los dos primeros Concilios Mexicanos, en el primero de los cuales se había dispuesto la erección de hospitales.17 La población también sostenía regularmente al hospital, ya que “[...] durante muchos años esta benéfica mansión vivió y se sostuvo gracias a los cuidados y al altruismo de los vecinos que, en caravana de amor, llevaban cotidianamente hasta la portería del hospital, alimentos, frutas, medicinas y óbolos, que mientras más humildes eran, más alto proclamaban la caridad del donante. Pero el egoísmo estéril fue apagando poco a poco esta llama misericordiosa...”18

14. Ferrer, op. cit., p. 5. 15. Relaciones histórico-geográficas de ...Tomo I, p. 83. 16. Ancona, op. cit., p. 359. 17. Muriel, op. cit., p. 196, apud. Sosa, El Episcopado… p. 46. 18. Aguilar, op. cit., p. 144.

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No obstante, debido a que no se contaba con los fondos suficientes para cumplir su cometido, algunos vecinos pensaron destinarlo en convento de monjas, y al efecto declararon lo siguiente: “[…] que se había hecho y fundado en la ciudad de Mérida un hospital con un templo muy bueno y suntuoso y con piezas y aposentos; pero que no acudían los enfermos, ni pobres, por no haber ni tener posibles para sustentarlos ni curarlos, y que así sería cosa muy buena, justa y conveniente, que el edificio se destinase para monasterio de monjas, porque para esto es más cómodo y necesario, y en ello se haría servicio a Dios, Nuestro Señor, y mucho bien a esta tierra, porque, habien-

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Vista de 1940 sobre la calle 61, de la fachada de la Contaduría, pudiéndose ver parte del acceso del Museo, de la vieja torre del Observatorio del Colegio Católico y de la Capilla.19 Reconstrucción Histórica Virtual, siglo XVI.

do el dicho monasterio, se recogerían en él las hijas de los vecinos que no tienen otro refugio por la necesidad de sus padres, y con esto se evitarían daños e inconvenientes que podrían recrecer”.20

Finalmente esta controversia no rindió fruto, ya que el Cabildo encontró manera de hacerse de algunos recursos, con los que el hospital continuó funcionando. Lo cierto es que la situación económica del hospital era crítica y su capacidad insuficiente para todos los enfermos que a él acudían. Esta es una de las razones por las que los indios mayas recelaban de las atenciones prestadas en el hospital, por lo cual debieron continuar curándose como habitualmente hacían, con métodos medicinales tradicionales y permaneciendo en sus casas o recurriendo al curandero o brujo.

3. Siglo xvii. Intervención juanina en el hospital

El panorama del hospital, que aparecía como nada grato por lo inestable de su situación económica, es favorecido por la presencia del fraile agustino Gonzalo de Salazar, que inmediatamente después de convertirse en Obispo, solicitó la intervención de la orden hospitalaria de San Juan de Dios para que se hiciera cargo del hospital.21 Antes de eso había dispuesto cambios sustanciales en el edificio prácticamente reconstruyéndolo, por lo que el pueblo lo consideró el fundador del hospital, y desde la llegada de los hermanos juaninos se le empezó a conocer como Hospital de San Juan de Dios.

19. Ferrer, op. cit., p. 5. 20. Juan Francisco Molina Solís, Historia de Yucatán durante la dominación española, 1904, Tomo I, p. 31. 21. Los hermanos de San Juan de Dios contaban con una cédula real de fecha 2 de marzo de 1606, que les autorizaba a establecerse en los lugares de la Nueva España que les parecieran conveniente, y en la que se prevenía, además, que se les entregaran los hospitales existentes, soliendo fundar, allí donde se instalaban, un Convento Hospital, con lo que Salazar contaba con elementos legales para su llamamiento. Consultar: María Teresa Esquivel Otea y Mercedes Sánchez Sandoval, Índice de los ramos Hospitales y Protomedicato, México, Archivo General de la Nación, 1991; y Javier Romero Quiroz, El Convento Hospital de nuestra Señora de Guadalupe y del Señor San José. Recolección de Nuestro Padre San Juan de Dios de Toluca, México, gobierno del Estado de México (Serie Chimalphain, 10), 1976, p. 15.

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Fotografía postal de 1940 que muestra el jardín de acceso al museo, con su verja neomaya; Fotografía de 1955 del monumento a Mahler, obra de Leopoldo Tomassi.22

La entrega del hospital a los hermanos juaninos se verificó en un acto de gran solemnidad, en el que intervinieron el pueblo, el obispo, el cabildo de la ciudad y el gobernador y capitán general don Diego de Cárdenas, el 6 de diciembre de 1625.23 Los seis juaninos que llegaron a Mérida iban encabezados por fray Bartolomé de Santiago24 y fray Esteban Rebolledo y pese a que se les entregaba un edificio adecuado, se contaba con muy escasos recursos, del orden de los 270 pesos anuales. Con eso solo estaban en condiciones de sostener doce camas.25 Desde que tomaron posesión del inmueble los religiosos juaninos, en la inercia del éxito de su labor asistencial en toda la Nueva España, se dedicaron a hacer mejoras en el establecimiento y a recaudar fondos

para su sostenimiento, turnándose en el cuidado de los enfermos “[...] y recorriendo la ciudad solicitando de los vecinos las limosnas necesarias para el mantenimiento de sus asilados. En realidad, no hemos podido encontrar en las actas de cabildo que nos quedan, ninguna ayuda del Ayuntamiento para este Hospital.”26 Entonces se realizan diversas gestiones para obtener más recursos y así acrecentar su capacidad y mejorar sus servicios asistenciales. Acuden al rey, quien en 1645 les concedió 500 ducados anuales de renta en indios vacos.27 Aumentaron el número de camas y el hospital continuó progresando al grado que contaban con dinero colocado a censo, poseían fincas de productos así como diversas donaciones y limosnas cuyo monto anual

22. Cetina, op. cit., p. 183. La fotografía postal es cortesía del Sr. Antonio Novelo Medina. 23. Rómulo Velazco Cevallos (comp.), Visita y Reforma de los hospitales de San Juan de Dios, de Nueva España en 1772-1774, 2 v., México, s.a., (Archivo histórico de la Secretaría de Salubridad y Asistencia), 1945, T II, p. 97-98. 24. Josefina Muriel, op. cit. 25. AGN, Ramo Hospitales, Informes sobre el Hospital de San Juan de Dios, 1775, t. 60, exp. 5, f. 149. 26. Ibidem, p. 8. 27. Muriel, op. cit., p. 197, apud. Martínez de Grimaldi, Recopilación de Consultas y Decretos. 28. Ibidem, apud. Velazco, op. cit., Tomo II, p. 97-98. Confróntese este testimonio con la opinión de Eligio Ancona, según el cual el hospital jamás contó con donaciones ni recursos de ningún tipo, excepto las prodigadas por los obispos y las que podían recaudar los religiosos por medio de limosnas.

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sumaba 2 686 pesos.28 Adicionalmente se contaba con un significativo ingreso proveniente de la botica, que había sido establecida en 1692 por otro obispo de vocación hospitalaria (Cano de Sandoval), siendo la primera que se estableció en la ciudad.30 Se atendían en el hospital lo mismo a indios que a mestizos o a españoles, no distinguiéndose razas en él.31 Se contaba con un personal encabezado por el médico cirujano, que generalmente era uno de los hermanos religiosos. Destacó en este siglo fray Gaspar de Molina, médico y boticario, profesiones que ejerció por más de cincuenta años tanto en el Hospital como en la enfermería mencionada anteriormente y cuya botica tenía también a su cargo.32 También se sabe que en ocasiones, los juaninos atendían a los en-

Fotografía aérea de 1946 que ilustra parcialmente una vista panorámica de Mérida. En la parte inferior derecha se aprecia el conjunto del museo, y es posible notar las arcadas del primer patio como las del patio de la casa anexa.29

fermos ricos en sus propias casas, con lo que obtenían ingresos extras. La capilla albergaba diversas cofradías que realizaban ahí sus ejercicios, entre ellas las de Jesús Nazareno y la de la Santa Veracruz,33 la cual sacaba una famosa procesión de sangre en la Semana Santa.34 Se podían ganar indulgencias en la capilla, destacándose también la distinción que le hace el papa Pío IV, quien a instancias de los vecinos dio bula de erección, por medio de la cual la capilla se dedicó como altar privilegiado perpetuamente a Nuestra Señora del Rosario.35

29. Fausto Hijuelos, Mérida antigua y moderna, México, Ediciones del Centro Yucateco, 1946, p. 39. 30. Carrillo y Ancona, op. cit., Tomo II, p. 603. 31. El carácter del tipo de atención que prestaba el hospital queda consignado en esta cita de Carrillo: “...había Hospital General, muy favorecido por la Sagrada Mitra, y estaba a cargo de unos pocos Padres Juaninos...” (p. 21) 32. Ibidem, p. 262. También empiezan a aparecer médicos civiles que ejercían de manera independiente, de procedencia extranjera. 33. La cofradía de Jesús Nazareno permaneció en la capilla de Nuestra Señora del Rosario hasta que se construyó la suya propia, la capilla del Divino Maestro, anexa a la catedral en la esquina del actual cruce de las calles 58 y 61 y que se finalizó en el siglo xviii. Antes de su traslado, habían decorado con riqueza la capilla juanina. “[...] con cuadros que representaban a los doce apóstoles, de muy fina pintura italiana que donó el canónigo don Bartolomé de Honorato” (Molina, op. cit., Tomo II, p. 394). 34. Carrillo, op. cit., Tomo II, p. 525. 35. Diego López de Cogolludo, Historia de Yucatán, p. 349. 36. Como dato curioso, en esta capilla, a principios del siglo xvii ejerció su ministerio, por un corto tiempo, el padre jesuita Pedro Díaz, que junto con el padre Pedro Calderón, fueron los primeros jesuitas en la ciudad (1605), con misión de explorar las posibilidades de establecer un colegio de enseñanza secundaria, que años más tarde lograron. Consultar: Edmundo Bolio Ontiveros, “Historia de la educación pública y privada”, en Enciclopedia Yucatanense, Tomo IV, p. 86.

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Esto representaba una saludable fuente de ingresos para el hospital.36 El hospital también funcionaba como convento, ya que en él se formaban los novicios que habrían de realizar labores asistenciales en las provincias cercanas, (esta orden atendía el hospital del Nombre de Jesús de Valladolid desde 1645). A finales de siglo, entre 1688 y 1694, se efectuaron en el hospital diversas reparaciones, por lo que los enfermos se trasladaron temporalmente al Convento de la Mejorada.37

Fotografías de 1930 (sup.) y 1945 (inf.) de la Sala Carnegie. En la segunda foto se aprecia una tapiadura en el arco del fondo, ya que se había dividido el edificio, y del otro lado se encontraba la Contaduría de Hacienda.38

4. Siglo xviii. La consolidación del hospital

Reconstrucción Histórica Virtual, siglo XVII. Se agrega la capilla de enfermos y dos nuevas enfermerías, obra de fr. Antonio Alcalde.

37. Lucía Tello, Aproximación al tema integral... p. 232. 38. Cetina, op. cit., p. 183.

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A pesar de la indudable mejoría que experimentó el hospital con la llegada de la orden de San Juan de Dios, éste se veía rebasado en su capacidad de atención a enfermos y continuamente tenía dificultades económicas. Sin embargo este siglo, que podemos decir que fue el siglo de oro del hospital, presenció grandes cambios en la conformación del inmueble, así como un definitivo saneamiento y consolidación de su estado financiero.

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Fue el Episcopado quien apoyó en múltiples ocasiones al hospital, tanto moral como económicamente y tenían como obligación visitar frecuentemente el establecimiento.39 Varios de estos obispos hicieron importantes donaciones, distinguiéndose fray Antonio Alcalde (cuyo pontificado fue solamente de siete años, de 1763 a 1770), quien como menciona el obispo-historiador Carrillo Ancona: “El antiguo Hospital de San Juan de Dios fue para tan caritativo Obispo, objeto de gran predilección. Fundó en él y dotó la enfermería de mujeres, que tan gran falta hacía, y en la de varones dotó camas especiales para sacerdotes pobres, empleando en ambos departamentos la cantidad de veinte mil pesos fuertes.”40

Es de destacar que este obispo, una vez promovido a la Diócesis de Guadalajara, fundó uno de los hospitales más notables de la época virreinal: El hospital de Belén, llamado hoy Alcalde, de peculiares características arquitectónicas por la disposición de sus enfermerías en esquema estrellado o en panóptico. Pero antes de esta acertada intervención, el hospital estaba paulatinamente incrementando sus posesiones y por tanto las rentas que obtenía de ellas, así como las contribuciones que debían aportarse por parte de los fondos de tributos, encomiendas de indios, derechos de almojarifazgo, etc.41 Respondiendo a la petición del virrey acerca de la utilidad de los hospitales en la región, el prior del hospital dijo lo siguiente:

“El Ilmo. Sr. Dn. Fr. Antonio Alcalde donó al enunciado Hospital veinte mil pesos con cargo de mantener diez camas, seis de mujeres y cuatro de sacerdotes, y a más de advertirse citar nuevas enfermerías con el mayor aseo y asistencia, se nota no se siguen estos celosos Religiosos a los términos de la fundación, pues admiten mayor número de enfermos en ambas clases, llegando las mujeres siempre a doce, y hasta a catorce, circunstancia que califica igualmente la necesidad de su subsistencia al cargo de la expresada Religión.”42

También menciona las rentas de que se gozaba, mencionando de manera especial “[...] una corta limosna que de tiempo inmemorial dan las comunidades de los pueblos, según sus fondos, sin pasar de ocho reales, y bajando muchas hasta cuatro (...), lo que sin duda

39. Ferrer, op. cit., p. 8. 40. Carrillo, op. cit., Tomo I, p. 862. 41. Ancona, op. cit., p. 360. 42. AGN, Ramo Hospitales, Informes sobre el Hospital de San Juan de Dios, 1775, Tomo 60, exp. 5, f. 149. 43. Idem.

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La capilla de Ntra. Sra. del Rosario, convertida en sala del Museo. Nótese el letrero sobre la portada sur que indica el Museo Arqueológico e Histórico de Yucatán, mismo que se repetía sobre la fachada principal del Museo.44

se incluye en los quinientos cuarenta pesos que se perciben en un año con otro del hospital.”43 Con este dinero es que los seis juaninos asistían a los enfermos, les proveían de alimentos y medicinas, se aseaban las camas y se mantenía el culto de la Iglesia. Posteriormente ocurrió un hecho histórico significativo: para mediados del siglo xviii se generalizó en todo el virreinato un notorio relajamiento de la disciplina de la orden hospitalaria de San Juan de Dios, cuyos hermanos descuidaron la atención a los enfermos y les hizo caer en gran desprestigio, con lo que se tuvieron que cerrar algunos hospitales de la orden, a instancias de la población descontenta y de las autoridades eclesiásticas. Se realiza entonces una auditoría, en la cual se fueron visitando, uno por uno, todos los establecimientos, se pedían cuentas relativas a la situación económica del

hospital, el número de camas que atendía, etc. El resultado de estas visitas se recopilaron por Rómulo Velazco Cevallos en dos tomos titulados Visita y Reforma de los hospitales de San Juan de Dios, de Nueva España en 1772-1774. El resultado de dicha inspección fue que la asistencia médica de la mayoría de los hospitales dejaba mucho que desear, en parte por los recursos limitados (provenientes de rentas y limosnas) y sobre todo por la inadecuada administración.45 Sin embargo el Hospital de Nuestra Señora del Rosario (que es como continuaban llamándolo los hermanos juaninos en sus informes) fue un caso de excepción, ya que se encontraba en buenas condiciones, tanto físicas como de personal y de calidad de atención.46 Cuando se pidieron informes al padre prior del hospital, que entonces lo era fray Blas de León y Galera, este mencionó: “Certifica este P. prior tener aquel Hospital veinte y seis camas de hombres, y doce de mujeres, y diariamente se hallan ocupadas con pobres enfermos de ambos sexos, y con eclesiásticos, y seculares, esto es en los tiempos que no hay enfermedades, o epidemia.”47

No solamente la misma orden realizaba estas labores de vigilancia del funcionamiento de sus hospitales, sino que las autoridades civiles continuamente solicitaban informes de estos establecimientos, especialmente si servían para la asistencia exclusiva de la población indígena.

44. García, op. cit., p. 434. Las dos imágenes son cortesía de Antonio Novelo. 45. María Luisa Cerrillos (coord.), Historia Urbana de Iberoamérica, Tomo III-2, Madrid, Testimonio, p. 367. 46. Algunos historiadores opinan que esto pudo deberse al aislamiento geográfico de la región. 47. Velazco, op, cit., Tomo II, p. 221.

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Gracias a un minucioso informe del prior del hospital escrito hacia 1776 podemos conocer a detalle el funcionamiento del inmueble48, el cual era el siguiente: 1. Se describen las contribuciones de los donantes, los “inquilinos” que las ocupan (arrendatarios o solicitantes), y los réditos que generan, distinguiéndose el obispo Alcalde como prácticamente el único fundador de dichas rentas, hechas a favor de unos 31 inquilinos. 2. Seguidamente, se consignan las entradas que genera “[...] la tropa de pié fijo, Dragones, Sargentos, pitos, tambores de milicianos blancos y pardos, para ayuda de su curación”, lo cual importaba una buena entrada de dinero. También se enlistan las limosnas ordinarias y extraordinarias de Altar, así como las “[...] limosnas que acostumbran dar los pueblos de los que corresponden a este Convento al año”, así como “[...] lo que se ha vendido de Botica y Solimán”. 3. Después se mencionan las “pensiones que goza este Convento situadas sobre los pueblos de Halachó, Temax y Kinchil, que al presente se hallan suspensas, por lo que no se sacan lo que deben pagar, y solo las cargo al contramargen”. Estos pagos los hacían los Templos de San Juan (o por el día de San Juan) de los citados pueblos, y por Navidad. 4. Sigue lo relativo a “...los Principales que se han fundado a favor de este Convento, y la obligación del número de Misas Cantadas, y rezadas, que cada una tiene, y festividades por la intención de sus fundadores...” Se enlistan unos 16 fundadores y 13 inquilinos o beneficiarios.

5. Se nombra el número de enfermos que entraron a curarse desde el primero de enero de 1775 al 31 de diciembre de ese año en las tres enfermerías, que entre hombres, sacerdotes y mujeres sumaron cuatrocientos diez y seis enfermos. Igualmente se hace la relación de los religiosos que habitan el convento, como los operarios ocupados en las otras oficinas: • El reverendo padre prior fray Blas de León y Galera (autor del informe) • El reverendo padre maestro y capellán fray Pablo María Loría • El padre fray Luis Martínez • El padre fray Bernardo Díaz • El hermano fray Ángel Aparicio Vargas • El hermano fray Juan Francisco Sarabia

Los seculares asalariados eran: • Don Francisco de León, cirujano y boticario • Bernardo Medrano, sacristán • Don Juan Amado Manzanilla, organista • Primera y segunda enfermera • Mandador y cocinero • Dos semaneras para el pan • Un semanero de leña • Un barbero de comunidad

A similitud del hospital principal de la Orden, el de San Juan de Dios de México, el hospital meridano pudo ofrecer el servicio de Seguro Médico para los diversos gremios de la ciudad.49 Asimismo por ordenanza general, todos los hospitales contaron con lambrines de azulejo en las enfermerías para facilitar la

48. AGN, Ramo Hospitales, Informe del Prior del Hospital de San Juan de Dios, 1776, Tomo 60, exp. 5, f. 154-158. 49. Josefina Muriel, “Historia del Hospital de San Juan de Dios”, en Franz Mayer, Una colección, México, Bancrecer, 1984, p. 295.

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limpieza y combatir insectos como chinches y cucarachas. En las paredes interiores de las enfermerías se pintaban murales al fresco que simulaban carteleras clavadas que contenían el número de cama del enfermo, adornadas con hojas, flores y los típicos roleos barrocos. Pervive un retablo mural pintado al fresco en la capilla de Nuestra Señora del Rosario, que debe datar de esta época.

5. Siglo xix. Cambio de administración y de uso

Este siglo marcó el final del hospital de San Juan de Dios, por los hechos históricos que en él ocurrieron, tanto al inmueble como a la orden religiosa que lo tenía a su cargo, situación que también afectó a las demás órdenes religiosas de la región. Por órdenes del gobierno español, se ingresaron a la hacienda pública numerosos capitales particulares puestos a rédito con los que se sostenía el hospital y que estaban depositados en las cajas reales. La llamada Junta Superior de Consolidación los recibió desde el 30 de octubre de 1805 hasta el 27 de octubre de 1809, extendiéndose las escrituras respectivas. Esto supuso un duro golpe para la situación financiera del hospital, que de esta manera veía mermados sus recursos en aproximadamente $2 300.00.50 En noviembre de 1813 se estableció

la primera Junta de Sanidad del Estado, con objeto de realizar diversas gestiones para el mejoramiento de la higiene pública. Poco después, en 1815, las autoridades expropiaron el hospital franciscano, ubicado al sur de su convento de La Mejorada, para convertirlo en Cuartel de Dragones. Ello sin duda anticiparía un hecho de gran relevancia para la historia del hospital juanino. El 29 de enero de 1821 llegó a la ciudad de Mérida un decreto de las Cortes Españolas (la asamblea legislativa) en el cual se ordenaba la supresión de todas las órdenes religiosas y por tanto, de todos los conventos.51 Ejecutó en Yucatán dicha orden Dn. Juan María Echeverri Manrique de Lara, gobernador de la provincia.52 Una crónica de la época da cuenta de los hechos: “En 29 del mencionado enero llegó en esta ciudad un decreto de Cortes, sancionado y autorizado por el Rey, relativo a la supresión de conventos de religiosos y religiosas en toda la monarquía, facultando al mismo tiempo a los gobernadores para secularizar al fraile o monja que quiera desamparar su claustro. El Capitán general de esta provincia, D. Juan Mª de Echeverri, puso inmediatamente en ejecución todo su contenido, publicándolo por bando; en seguida ha mandado inventariar las alhajas y muebles pertenecientes a las iglesias y conventos de san Francisco y Mejorada, de esta capital, poniendo cuarenta soldados de guardia en cada convento mientras

50. Ferrer, op. cit., p. 9. 51. El decreto había sido expedido desde el 1 de octubre de 1820. 52. Muriel, op. cit., p. 169. 53. Ceferino Gutiérrez, “Efemérides de Mérida de Yucatán (1798-1822)”, en Documentos Históricos Peninsulares (Tomo I, número 9), Centro de Apoyo a la Investigación Histórica de Yucatán, Mérida, Instituto de Cultura de Yucatán, Febrero de 1995, pp. 229-233. Es de destacar que Ceferino Gutiérrez, boticario de profesión, fue uno de los principales

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duraba el inventario, acaso por temor de que los frailes sean capaces de extraer algo. ‘Esta misma operación se ejecutó también en el convento de San Juan de Dios, quedando ahora el cuidado del hospital a cargo del Ayuntamiento Constitucional, y juera frailes y juera frailes. Este estribillo se oye a menudo en el día, en las tertulias y corrinchos de los llamados constitucionales (...) ‘El 30 del mencionado mes (mayo) se trasladó el hospital de San Juan de Dios al convento de San Francisco, sirviendo la iglesia de enfermería para hombres, y la tercera orden para mujeres. Este fin han tenido estos dos famosos templos que por su antigüedad, buen gusto en la fábrica, altares exquisitos y costosos, eran los mejores que se veían en la ciudad después de la Catedral y acaso excedían a ésta en ornamentos y alhajas de oro y plata.”53

Se mencionan los actos de saqueo que siguieron a la expulsión de los religiosos, cuyos altares, santos y edificios fueron objeto de destrucciones y despojos. También se hace notar la necesidad de secularizarse de varios religiosos franciscanos, siendo los primeros en hacerlo aquellos que ostentaban algún cargo como provincial, guardián, definidor, lector, etc., integrándose a su nueva condición eclesiástica.54 No sucedió así con los hermanos juaninos, que abandonaron la región para no volver más, a pesar de que en marzo de 1825 se consiguió anular dicho de-

creto por parte de las autoridades independientes mexicanas.55 El Ayuntamiento entonces se hace cargo tanto de los enfermos que se trasladaron al convento de San Francisco, como de los que se quedaron en el hospital juanino, poniendo una administración civil para la dirección del antiguo hospital. Una vez se estableció el Congreso Constituyente local, éste expidió un decreto el 19 de noviembre de 1824 sobre el gobierno interno de los pueblos, y en su párrafo 18, apartado 5, obligaba a los Ayuntamientos a “[...] cuidar de los hospitales, hospicios, casas de espósitos y demás establecimientos de beneficencia, bajo las reglas que se prescriban”.56 De este modo se nombró un Administrador, quien formuló el reglamento del hospital, que se tituló: “Reglamento formado por el Ayuntamiento de la capital, para el gobierno interior del hospital general de S. Juan de Dios”. Durante este periodo en que el inmueble estuvo en manos del Ayuntamiento se realizaron algunas mejoras en el edificio, como se consigna en los documentos de archivo consultados. Algunas fueron reparaciones menores: “Cuenta de lo que gastó la comisión del hospital de San Juan de Dios en varios reparos que se hicieron en la enfermería de mujeres. Primeramente 14 cargas cal a ocho pesos el 10v...011.1. ½. Por 15 ídem sahcab a cuatro pesos ...006.0.0.

proveedores de medicinas del Hospital cuando tiempo después fue administrado por el Ayuntamiento (existen recibos de sus pagos por medicinas fechados en mayo de 1826, existentes en el Archivo General del Estado de Yucatán). 54. Ibidem, p. 232. 55. Muriel, op. cit., p. 200. 56. Ferrer, op. cit., p. 11.

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Por 3 ½ ídem cal que sobró de la plazuela... Por 3 albañiles y 3 peones que trabajaron 18 días...043.3.0. Por 1 peso 7 ½ reales al maestro Clemente Trejo composición de puertas (y) ventanas......001.7. ½. Por 7 reales al armero Peón Álvarez ...000.7.0. Por medio real de Tiboronra ...000.0. ½. Total 063.3. ½. ‘La Comisión del Hospital de San Juan de Dios presenta a V.S. la antecedente cuenta, reformada la equivocación que advirtió la comisión en su revisión. Mérida, y octubre 7 de 1822 Francisco G. Remedios.”57

También se procuró dotar de nuevos utensilios y equipo a las dependencias del hospital, como sábanas para las camas de los enfermos: “Cuenta del valor de cincuenta y cinco sábanas hechas para el Hospital, presentada por D. Juan José Rosado. ‘El C. Regente Juan José Rosado a M. Moreno__________________ Debe Por 5 piezas Ruán de Lino a 23 $____________________________ 115 Suma ciento quince pesos Mérida octubre 4 de 1824 Recibí__________M. Moreno ‘Recibí del C. Regidor Juan José Rosado 2 piezas enteras de ruán con orden de dicho señor de trazar once sábanas de cada

una lo que efectué pagándome real y medio por cada una de hechura y 2 reales de hilera Mérida 20 de septiembre de 1824 Son 4 pesos 3½ reales Bárbara Guzmán.”58

Para 1826 se hace un recuento de los fondos con que contaba el hospital, hallándose 58 individuos que reconocían tener sobre sus fincas capitales pertenecientes al antiguo Hospital de San Juan de Dios, y cuyo monto ascendía a $29,870.00; los réditos de abril de 1826 a diciembre de 1828 eran $1,537.00.,59 lo que prueba el buen estado económico que llegó a tener bajo la dirección juanina. Igualmente el hospital recibía contribuciones por concepto de pago de derechos por destilaciones de aguardiente, provenientes de localidades como Mérida, las regiones de la Sierra Alta y Baja (Tekit, entre ellas), la Costa (Izamal), Los Beneficios Altos y Bajos (Yaxcabá), Valladolid, Tizimín y Hunucmá, sumándose entre todas $265.00. Esta contribución se pagaba cada cuatro meses. Parte de estos recursos fueron utilizados por concepto de la “Libranza que giró el R. Ayuntamiento de esta Cuidad, para la fábrica del Hospital”.60 Se menciona después otra partida adicional de $500.00 para continuar con las obras.61 Al parecer, se amplió una de las enfermerías del hospital, lo que posiblemente obligó a trasladar a cierto número de enfermos a una casa rentada, para

57. Archivo General del Estado de Yucatán, Fondo: Poder Ejecutivo, Ramo: Gobernación (1822-1840), CLAVE XIV 1822 2/4 009: “Cuenta de gastos irrogados (sic) en el hospital, presentada por D. Francisco Remedios”, 1822, 2 fojas. 58. AGEY, Fondo: Poder Ejecutivo, Ramo: Gobernación (1822-1840), CLAVE XVII 1824 1/3 013, 6 fojas. 59. AGEY, Poder Ejecutivo, Ramo: Beneficencia, “Documentos de los fondos del Hospital de san Juan de Dios, de la ciudad de Mérida, del año 1826. Del 18 de abril de 1826 al 29 de diciembre de 1826”, Vol. 1, Expediente 1. 60. Ídem. 61. Ídem.

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realizar las obras de remodelación. Esta hipótesis es sustentada por otro rubro de gastos en que se da cuenta de varios pagos hechos al Sr. Pedro Zavalegui por el “...alquiler de la casa de enfermos viruelentos.”62 Es posible que, por las epidemias de viruela que asolaban la región desde 1803,63 el hospital se haya visto rebasado en su capacidad, de ahí la necesidad de ocupar temporalmente otro espacio. En el balance final se mencionan dos fuentes más de ingresos: lo relativo a las contribuciones que hacía el “Presidio y Cárcel” para el hospital, y el concepto de “Alcabalas de Carnes”, que también formaban parte de los fondos del establecimiento. Diversas constancias de recibos de pagos confirman esta programación presupuestal de las autoridades del hospital. Han llegado a nosotros recibos de los pagos hechos a los síndicos Duarte y José Ma. Pacheco (quien también fue Alcalde de la Ciudad) para las obras de la enfermería en marzo de 1826, así como los pagos hechos a Zavalegui para la renta de su casa donde se alojaban y atendían los enfermos contagiados de viruela en mayo de 1826.64 Esta casa donde se alojaban los enfermos de viruela fue sustentada en sus gastos por los fondos del hospital. Sabemos de ciertas reparaciones que se efectuaron en dicha casa en agosto de 1826, en las cuales se emplearon durante una semana un albañil y tres peones, así como los materiales para las “composturas y lechadas”.65

Poco tiempo después, sin embargo, el hospital lo toma a su cargo el Gobierno del Estado, posiblemente debido a lo deficiente de su administración. Se cambia el nombre del hospital por HOSPITAL GENERAL DE MÉRIDA, expidiendo un nuevo reglamento el 10 de febrero de 1832 y contemplando la creación de una escuela para la enseñanza de cirujanos. Se nombra una Junta Directiva, la cual administraría la escuela y llevaría los fondos del hospital general. El Administrador quedaría encargado del régimen y economía interior. El Médico Director de asistir a los enfermos, hacer las operaciones, enseñar teórica y prácticamente a los alumnos y cuidar los instrumentos, libros y colecciones científicas del instituto. Sería auxiliado repitiendo la cátedra por un Médico segundo. Se consigna un dato importante: La antigua capilla de Nuestra Señora del Rosario sería el local de enseñanza de los futuros cirujanos. Al parecer, la escuela no funcionó, porque al año siguiente, el 10 de junio de 1833, el gobernador López Constante expidió un decreto por el cual se fundaba una escuela de cirugía práctica y medicina en la Universidad del Estado,66 aunque se le apoyaría destinándosele un local en el Hospital General, “...para que se hicieran las operaciones anexas a dichas facultades”.67 El reglamento de la escuela decía que el Catedrático estaba obligado a dar todos los días una hora de lección de anatomía o cirugía práctica “...

62. Pedro Zavalegui era posiblemente hijo de Dn. José de Zavalegui, quien fuera Provisor y Cura de la Parroquia de Santiago, y que participó en la comisión de mejoramiento del Hospicio de San Carlos, en el siglo XVIII. Cfr. Ávila, op. cit., p. 35; y AGEY, CLAVE XVII 1824 1/3 013. 63. Ávila, op. cit., p. 287. 64. Dichos recibos se refieren a la casa como “...la casa que sirve de hospital para viruelentos” 65. AGEY, “Documentos...” 66. ...que hoy se encuentra ubicada en el edificio Central de la Universidad Autónoma de Yucatán 67. Ídem.

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en el hospital o el cementerio general, en pieza destinada al efecto, para lo que se le franquearán los cadáveres que necesite.”68 Dicho reglamento contemplaba la obligación de realizar prácticas profesionales durante dos años en el hospital por aquellos estudiantes aspirantes al título de Bachiller en Medicina, debiendo obtener la certificación del médico del hospital, para después optar al examen para Médico Cirujano. En dicho examen, en su fase práctica, se le presentaban al sustentante cuatro enfermos del hospital para que, después de haberlos observado, establezca el diagnóstico, pronóstico y método curativo.69 Uno de los más notables médicos directores del Hospital General fue el Dr. Ignacio Vado y Lugo, médico guatemalteco fundador de la escuela de medicina, quien fue maestro de varias generaciones de mé-

dicos en el estado, entre los que se pueden contar José Villanueva, Ramón Gamboa y Agustín O’Horán, quienes prestaron valiosos servicios médicos durante 1847 en la Guerra de Castas y un poco antes, en julio de 1833, durante la primera epidemia de cólera, cuyo primer caso apareció en el suburbio de San Cristóbal.70 El Hospital General de Mérida comienza entonces a funcionar, posiblemente en mejores condiciones que su predecesor a cargo del Ayuntamiento. Se realizan diversas mejoras en el equipo y utensilios, se fabricaron nuevas camas y ropa para los enfermos.71 Sin embargo esta situación no duró mucho. El momento histórico que se vivía era de constantes luchas políticas, lo que hizo a los gobernantes ocuparse poco del establecimiento. La Junta Directiva del Hospital procuraba conseguir fondos de los más variados ámbitos. Se sabe que en alguna ocasión, hacia 1841, la Compañía Dramática efectuaba funciones de teatro a beneficio de la institución.72 Del mismo modo, el hospital experimentaba en ocasiones deficiencias en la atención a los enfermos. En 1839 hubo un pleito administrativo por un asunto en que estaba involucrado el cocinero, ya que existían continuas quejas de lo defectuoso de sus servicios: “R. Junta ‘El cocinero que actualmente tiene este Hospital carece aún de los principios mas

68. Ávila, op. cit., p. 288, apud. “Reglamento de la Escuela de Medicina y Cirugía”, 10 de enero de 1834. 69. Íbid., pp. 288-289. Para entonces también existían en la ciudad varias boticas particulares, que eran periódicamente inspeccionadas, de manera secreta, por el Protomedicato de la escuela, quien asimismo extendía los títulos de Boticario y Partera. 70. Ávila, op. cit., p. 286. 71. AGEY, Fondo: Poder Ejecutivo, Ramo: Gobernación (1822-1840), CLAVE XXIV 1832 2/2 008: “Dos presupuestos sobre utensilios para el Hospital”. 72. AGEY, Fondo: Poder Ejecutivo, Ramo: Gobernación (1822-1840), CLAVE XXXVI 1841 026

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sencillos del arte del cocinar. Por esta causa le dan a los enfermos los alimentos en el sazonador, y que ni los saludables pueden comer sin repugnancia; en esta virtud me hallo en el caso en cumplimiento de mi obligación de manifestarlo a V.S. para que se lo tiene a bien, de despedir al referido cocinero, y que en tal caso proponga a esta R. Junta quien deba ocupar su plaza. ‘Conozco que el [sueldo] de cuatro pesos es sumamente mezquino y que solo dando [8] se podrá encontrar un buen cocinero [que] condimente y sazone bien los alimentos, [a] cuyo aumento de pesos suplico a V.S. se sirva acordar [...] de lo contrario habremos conseguido [suceder] al hombre al que actualmente hay. ‘Lo pongo en conocimiento de V.S. por que determine en el particular lo que es conveniente. ‘Dios y Libertad Mérida, y Marzo 6/839 Pedro Ruz [nota al pie] R.J. Directiva del Hospl. Gral. de San J. de Dios”73

El resto del documento concluye en el acuerdo del aumento de sueldo de dicho cocinero, aumentándosele un peso al mes. El 12 de julio de 1859, dentro del marco de las Leyes de Reforma, se expidió la Ley nacional de bienes eclesiásticos, con lo que pasó a dominio de la Nación algunos de ellos. Se efectuó en Yucatán hasta julio de 1861, elaborándose una lista de personas interesadas en el llamado Fondo de Consolidación, con lo que el Estado reconoció 10 acreedores y nacionalizó 118 créditos, muchos de los cuales pertenecían a obras de beneficencia.74 Al Hospital de San Juan de Dios de Mérida correspondió un capital de $2,300.00 que ingresó a dicho Fondo, con lo que se perdió un importante recurso que sostenía al entonces Hospital General. Se marcaría definitivamente el fin del inmueble como edificio asistencial el 25 de junio de 1861, fecha en que se decretó por parte del Congreso del Estado la refundición (fusión) en un solo lugar, del Hospital y la Casa de Beneficencia, utilizando para ello el edificio del ex convento y hospital franciscano de La Mejorada, prácticamente abando-

73. AGEY, Fondo: Poder Ejecutivo, Ramo: Gobernación (1822-1840), Caja 20, Volumen 11, Expediente 11, Número de control: 11’190: 1839-Beneficencia: “Expediente de la Junta Directiva del Hospital de San Juan de Dios, relativo a un asunto administrativo: Mérida, marzo 6 de 1839”. 74. Ávila, op. cit., p. 56.

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nado por aquella época.75 Se realiza de nuevo su Reglamento para su gobierno interior y se conforma una nueva Junta Directiva para septiembre de ese año. Después de este desmembramiento de los bienes de la Iglesia, el Hospital de San Juan de Dios fue vendido en lotes. Además del inmueble, se pusieron a venta las otras fincas que poseía y de las que obtenía sus rentas.76 El hospital fue dividido en dos casas,77 a las que se asignaron los números 493 y 495.78 Hacia 1867 el edificio se utilizaría para sede del Colegio Católico de San Ildefonso. Este tendría por objeto continuar con la enseñanza seminarista, además de ser escuela de instrucción primaria. Después de una serie

de cambios en la dirección, para 1869, se estabilizó bajo la dirección del Pbro. Norberto Domínguez, con lo que la institución adquirió prestigio, constituyéndose como la alternativa más fuerte de estudios para la juventud yucateca, junto con el Instituto Literario. Se realizan diversas modificaciones al edificio, para adaptarlo a este nuevo uso educativo. El Colegio Católico llegó a contar con Gabinete de Física, Química, Zoología, Geología, Mineralogía, Biblioteca de más de 5,000 volúmenes (“la mejor del Estado”),79 Torre de observatorio meteorológico, dotado con instrumentos de medición y construido sobre una caseta sobre el segundo nivel del colegio.

6. Siglo xx. Una gran pérdida

Reconstrucción Histórica Virtual, siglo XIX. Colegio Católico de San Ildefonso.

Este siglo sería de grandes contrastes para la historia del inmueble, ya que significó desde una reivindicación cultural en su uso, hasta su demolición total, exceptuando la Capilla de Nuestra Señora del Rosario. Al parecer, el Colegio Católico de San Ildefonso solamente funcionó mientras Mons. Domínguez lo tuvo a su cargo, ya que en 1901, estando ya anciano, decidió cederlo al Obispo Diocesano. Las fuentes consultadas nos dicen que el rector del Seminario, Carlos de Jesús Mejía, vendió el inmueble o una de las dos casas en que fue dividido, al Sr. Víctor Suárez Mejía.80 El Colegio se cerraría

75. Ferrer, op. cit., p. 14. 76. Carrillo, op. cit., T I, p. 28. 77. José García Preciat, “Historia de la Arquitectura”, en Enciclopedia Yucatanense, T IV, p. 443 78. Gonzalo Cámara Zavala, Catálogo Histórico de Mérida, Mérida, José Díaz Bolio, 1977, p.42. 79. F. Cantón Domínguez, Dos vidas ejemplares, Mérida, 1918, citado en: Bolio, op. cit., p. 115. 80. Luis A. Ramírez Aznar, “San Juan de Dios, de hospital a museo. Capilla dedicada a la Virgen del Rosario en 1554”, en Novedades de Yucatán, viernes 28 de junio de 1991, sección Yucatán, p. 4.

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definitivamente en 1910, cuando la lucha armada de la Revolución mexicana se extendió a la península y el gobierno carrancista del Gral. Salvador Alvarado clausuró el establecimiento.81 Al finalizar la revolución, Alvarado tomó posesión del inmueble, convirtiéndolo inmediatamente en dos escuelas de instrucción primaria en 1915: la “Josefa Ortiz de Domínguez” y la “Hidalgo”. Posteriormente, a fines de la década de los 1910, las escuelas fueron ocupadas, una casa, por las oficinas de la Contaduría Mayor de Hacienda, y la otra por los Talleres del Diario Oficial y por los Talleres Tipográficos del Estado.82 Durante el gobierno socialista de Felipe Carrillo Puerto se manifestó un notable interés por fundar, de manera conveniente para el pueblo yucateco, un museo que mostrara la herencia cultural de los mayas, así como de las épocas históricas que le precedieron, hasta la actualidad. Por tal motivo dicho gobernador expidió un decreto, fechado en 23 de enero de 1923, que a la letra decía: “Este Gobierno en vista de la importancia que caracteriza al Estado de Yucatán como asiento de las numerosas y notables ruinas de las antiguas ciudades mayas, tesoro que guarda el secreto de nuestra primitiva civilización, y deseoso de contribuir al fomento y desarrollo que desde hace algún tiempo está alcanzando en la República la ciencia arqueológica, impulsada por la Secretaría del Ramo, especialmente por

la Dirección de Antropología, y para coadyuvar al mismo tiempo con los nobles propósitos de esta Secretaría, de impedir que desaparezcan las piezas sueltas o dispersas que, proveniendo de los monumentos arqueológicos se encuentran en el campo de las amplias zonas que ocupan nuestras referidas ruinas, dispone y acuerda la creación de un MUSEO ARQUEOLÓGICO MAYA DE YUCATÁN. ‘Deberá formarse con las piezas que sin detrimento de las expresadas ruinas y previa la autorización de la Secretaría del Ramo, puedan ser recogidas y trasladadas para dicho objeto; con las demás que se tengan a mano; con las obras de cerámica, que puedan coleccionarse en los mismos términos, con reproducciones, copias, maquetas, etc., de los mismos objetos, con pinturas, dibujos, planos, etc., ya sean auténticos o reproducciones aceptables, con colecciones fotográficas, antiguas y modernas, y demás derivaciones u objetos afines, y en suma con todo aquello que armonice con la índole de la Institución que se crea. ‘Se nombra Director de dicho Museo al C. Luis Rosado Vega, quien procederá de acuerdo con este Gobierno a la organización del nuevo Establecimiento, facultándosele por lo tanto, para que además de los objetos que este Gobierno facilite, recabe todos aquellos que queden dentro de la naturaleza del referido Museo. ‘Dentro de los dos primeros meses siguientes a su apertura, presentará a este Ejecutivo el Reglamento Interior del Es-

81. Bolio, op. cit., p. 115. 82. Catálogo..., op. cit., p. 386. Hoy parte del Colegio Católico lo ocupa el Hotel Caribe, el cual cuenta con su acceso principal en la Plazuela del Jesús (hoy parque Cepeda Peraza).

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tablecimiento, las estadísticas e inventarios consiguientes y toda la documentación que se relacione con la Institución. ‘Se designa como local para el establecimiento de que se trata, el edificio que ocupa actualmente la Contaduría mayor de Hacienda, para lo cual se procederá a su desocupación y a hacerle las adaptaciones necesarias al objeto a que se le destina. Mérida, enero 25 de 1923 El Gobernador del Estado F. Carrillo P.”83

Es de destacar la labor de Rosado Vega, quien siempre se caracterizó por su acendrado fervor por la cultura maya, expresado a través de su producción literaria (de acuerdo al sentimiento generalizado de nacionalismo de la época) y que el cargo de Director del Museo lo desempeño sin salario alguno. Inmediatamente se dedicó a una labor de acopio de piezas que podrían ser exhibidas en el Museo. Viajó a México en varias ocasiones con objeto de rescatar piezas del museo nacional y entablar acuerdos de trabajo; fue recorriendo el Estado de Yucatán tanto en las zonas arqueológicas que estaban explorándose, como en los monumentos y casas coloniales, con el mismo objeto.84 Fue Director del Museo por más de 13 años. La obras de remodelación del edificio comenzaron en mayo de 1923 y aparentemente se hicieron grandes modificaciones a la ex Contaduría de Hacienda, porque “...

para la instalación del Museo, así como para los destinos anteriores, fue en gran parte transformado construyéndose galerías a costa de los patios que perdieron su importancia y belleza; y en las salas donde los enfermos recibieron las atenciones de los religiosos que con tanta abnegación y amor les prodigaban, se ven ahora piezas arqueológicas y objetos históricos.”85 La Contaduría se trasladó al otro edificio, junto con los Talleres tipográficos. Estas adaptaciones fueron numerosas, como consigna el Catálogo de Construcciones Religiosas del Estado de Yucatán:  Todo el primer patio, en sus plantas alta y baja, lo ocupaba el Museo. De la segunda casa se utilizaba el segundo nivel para el Museo, y el primero para los talleres de tipografía y encuadernación.  Se construyó en el patio principal una galería baja que dividía las dos casas, siendo su entrepiso de concreto armado y su techo de lámina acanalada, sostenido por pilares de mampostería y cerrado por sus costados norte y sur por muros delgados de mampostería. Ahí se encontraba la sala 3 de la sección colonial del Museo.  La crujía norte del primer patio se transformó totalmente, ya que se cambiaron los techos y se demolieron todos los muros. En vez del sistema constructivo tradicional (vigas de madera con bovedillas de cal), se usaron vigas de hierro y tabiques divisorios de concreto.

83. Periódico El Popular, “El Gobierno del Estado acordó hoy la creación del Museo Arqueológico Yucateco. QUEDARÁ INSTALADO EN EL LOCAL QUE OCUPA ACTUALMENTE LA CONTADURÍA MAYOR DE HACIENDA”, Jueves 25 de enero de 1923, primera plana. 84. En el Catálogo de Construcciones Religiosas del Estado de Yucatán, se consigna el rescate de una parte de la portada del convento de Dzidzantún por Rosado Vega, que lo incluyó en el acervo del Museo. 85. García Preciat, op. cit., p. 434.

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 La pieza que se encontraba detrás de la escalera tuvo modificaciones similares, quedando con mayor amplitud. En el segundo piso dicha pieza era el refectorio del Colegio Católico y lo ocupaba en ese momento las prensas del Taller Tipográfico.  En lo que posiblemente eran aulas del Colegio, en el corredor oriente, se construyeron más muros divisorios, con objeto de crear más salas de exhibición. También se creó, en esta parte y sobre la calle 58, una entrada privada para el museo, además de las dos entradas principales sobre la calle 61, consistentes en una arcada de tres vanos con rejas de hierro y la portada de la capilla.  La fachada principal del Museo manifestó cambios expresivos notables, teniendo ahora una imagen de tipo ecléctico-neoclásico, con enmarcamientos y frontones triangulares en las tres ventanas del piso superior, alternadas con pilastras planas de orden jónico y cornisas corridas que dividen visualmente ambas plantas.  Al edificio se le colocaron pisos de mosaico y de cemento. El resto del edificio conservaba sus características originales de muros de mampostería y techos de vigas de madera. Todo estaba pintado con pintura a la cal, y las puertas, ventanas, vigas y rejas, al óleo.

Respecto a la casa vecina, tenía un patio rectangular flanqueado por crujías y rematado por corredores de arcadas al norte y al sur. El Catálogo describe los usos que tiene, siendo la parte de la planta baja utilizada por la

Contaduría y la imprenta del Diario oficial, y al fondo por los talleres tipográficos. El segundo piso era por completo utilizado por el Museo. Su fachada era sencilla, como las de las casas de la época, y sin cornisa,86 con balcones de hierro con capelos y rematados por medallones sencillos de aplanado, y portada de piedra labrada de arco tipo escarzano. Por lo que toca al jardín de acceso, que debió tomar el espacio del antiguo atrio de la capilla, fue cercado por un pretil enverjado de inspiración neomaya, diseñado por el arquitecto Manuel Amábilis. También contaba con una fuente con un busto dedicado a Teobert Mahler. Este jardín servía de vestíbulo a los dos accesos del Museo. El patio principal del Museo conservaba sus elementos característicos, aunque con modificaciones. Constaba de corredores de arcadas de columnas dóricas gemelas, “... muy poco usadas por las construcciones de la época”.87 Posiblemente databan de finales del siglo xix, cuando el cambio a Colegio Católico, puesto que las construcciones coloniales no solían utilizar este tipo de columnamento en sus corredores. Estas arcadas también se repetían en la casa anexa, aunque a diferente altura y con un estilo diferenciado de realces de los arcos. El gobernador Carrillo Puerto fue asesinado el 3 de enero de 1924, sin embargo su sucesor, José Ma. Iturralde Traconis, continuó apoyando el proyecto, por lo que en un lapso de tiempo muy corto (año y medio), Rosado Vega completó el proyecto del Museo, que recibiría el nombre definitivo de Museo Arqueológico e Histórico de Yucatán.

86. Catálogo...op. cit., pp. 386-392. 87. García Preciat, op. cit., p. 434.

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Para dicho acto se develó, al pie de la escalinata que daba acceso a las salas altas del Museo, una placa conmemorativa de mármol blanco, que decía: “Este Museo Arqueológico e Histórico de Yucatán fue creado por acuerdo del inolvidable gobernante C. Felipe Carrillo Puerto el 25 de enero de 1923, comenzándose los trabajos en mayo del mismo año. Se continuaron durante el gobierno del C. José M. Iturralde Traconis, quien lo inauguró hoy 3 de enero de 1925. Fue su organizador y es su primer Director el C. Luis Rosado Vega”.89

Anverso y reverso de una fotografía de mediados de la década delos 50’s que muestra el jardín de entrada al Museo, cubierta por una espesa enredadera. La nota manuscrita dice: “Entrada al Museo Arqueológico. Mérida, destruido por los Canto “Panaderos” y el mal gobierno que vende los permisos de demolición al mejor postor y las […] sociedades de protección urbana […]”..

Se planeó inaugurarlo exactamente el día del primer aniversario de la muerte de Carrillo Puerto, 3 de enero de 1925 y se realizó un solemne acto en el que estuvieron presentes el Gobernador, el Director y un selecto grupo de personas pertenecientes a la política y la cultura.88

Junto a dicha placa conmemorativa se encontraba una escultura que evocaba la raza maya, obra de Leopoldo Tomassi, quien como ya consignamos, realizó el busto a Mahler en el jardín de acceso al Museo. A grandes rasgos, las salas del Museo estaban clasificadas en secciones Prehispánica, Colonial y de Arte Moderno,90 y algunos detalles de su disposición particular, de acuerdo a la hemerografía histórica consultada, eran los siguientes: En la planta baja existía un “extensísimo salón” (posiblemente la crujía norte, que era la que tenía más transformaciones), en el cual se exhibían las piezas pétreas de mayores dimensiones, la llamada “sección arqueológica de piedras grandes”, destacando entre ellas una pila bautismal proveniente

88. Periódico La Revista de Yucatán, 1ª plana, “SIGNIFICATIVA Y SOLEMNE FUE LA INAUGURACIÓN DEL MUSEO ARQUEOLÓGICO E HISTÓRICO DE YUCATÁN. CONCEPTUOSO DISCURSO INAUGURAL, BELLO POEMA DE NUESTRO DIRECTOR Y MUY SENTIDA ORACIÓN DEL POETA D. LUIS ROSADO VEGA. Los diferentes departamentos, pletóricos de reliquias de gran valor histórico y arqueológico demostraron la pericia de su Director. El descubrimiento de la placa conmemorativa por el señor Gobernador”, domingo 4 de enero de 1925. 89. La Revista...op. cit. (4 de enero de 1925). 90. Hijuelos, op. cit., p. 90. 91. Cámara, op. cit., p. 30.

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de Yotholín. El resto de la planta baja posiblemente contaba con otras piezas de origen prehispánico. La planta alta también era parcialmente ocupada por piezas arqueológicas, en varias secciones. Existió otra sección, llamada Época Moderna, que tenía una colección de retratos de hombres ilustres del estado y del país, con “documentos de mérito con autógrafos de ilustres ciudadanos”, conservándose también la placa conmemorativa de 1823 alusiva a la proclamación de la Independencia y la institución del Congreso.91 También había otra sección, llamada Sala del Imperio, donde había una mesa de cámara y una silla que le sirvió a la Emperatriz Carlota en su visita a Yucatán.92 La cantidad de piezas con que contaba el Museo debió ser importante, ya que por entonces se consideraba que poseía más reliquias de Yucatán que el mismo Museo Nacional de México. El Museo Arqueológico abrió sus puertas al público a partir del lunes siguiente a la inauguración (que fue un sábado), y laboraba de lunes a sábado, por las mañanas y tardes. La fundación americana Carnegie, que desde 1923 realizó diversas investigaciones de la cultura maya en Yucatán, estuvo relacionada con el Museo, fundando la Sala Carnegie, en la cual se exhibían las piezas sobresalientes de los nuevos hallazgos. Dicha sala se encontraba justo a la entrada del Museo, detrás del portal de arcos enrejados, y ocupando prácticamente todo el vestíbulo de la planta baja. La capilla de Nuestra Señora del Rosario también era ocupada por el Museo, ex-

Reconstrucción histórica virtual, siglo XX hasta hoy: lote de estacionamientos y locales comerciales. La capilla como Museo de la Ciudad.

hibiéndose en ella piezas de origen prehispánico. Sobre la portada plateresca del costado sur de la capilla se implementó otra entrada. Además de exponer estas piezas de carácter permanente, se organizaban exposiciones temporales, las cuales eran instaladas posiblemente en los corredores del patio central. Hacia octubre de 1931 se organizó una exposición retrospectiva del pintor Juan Gamboa Guzmán. También se contaban con obras de Vicente Gabriel Gahona “Picheta”, otro destacado artista plástico de Yucatán. Hacia 1938 el director Rosado Vega fue sucedido en su cargo por Alfredo Barrera Vázquez, quien fundó la biblioteca “Crescencio Carrillo y Ancona”, la cual estaba destinada para obras exclusivamente yucatecas,93 y que de acuerdo a testimonios de personas

92. La Revista...op. cit. (4 de enero de 1925). 93. Cámara, op. cit., p.42. 94. Íbid., p. 41.

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que llegaron a conocer el edificio se encontraba en la planta baja del patio principal. La biblioteca ya operaba desde la fundación misma del Museo, acrecentando su acervo año con año, siendo al principio una pequeña sección del edificio, hasta su conformación definitiva. Actualmente su acervo se encuentra diseminado aunque la mayor parte de él está en el Centro de Apoyo a la Investigación Histórica de Yucatán, anexo a la Hemeroteca del Estado “José María Pino Suárez”. Por lo que indican las fuentes consultadas, el Museo siempre tuvo intensa actividad cultural: sus salas de exhibición eran frecuentemente visitadas, la biblioteca era la mejor de su tipo en la región, y se ofrecían otras nuestras artísticas y actividades culturales. En 1941 la Liga de Acción Social rindió homenaje a John Lloyd Stephens con una placa conmemorativa de azulejo que se hizo colocar en el lado derecho del portal de acceso principal del Museo y que decía: “A John L. Stephens en el centenario de su publicación de la notable obra sobre su primer viaje a Yucatán, que despertó el interés del mundo científico por el estudio de la arqueología de esta región –1841-1941. Homenaje de la Liga de Acción Social”.94 El Museo Arqueológico e Histórico de Yucatán, por razones que será necesario profundizar en cuanto a sus circunstancias históricas, fue enajenado de los Bienes Nacionales en el año 1958. Las autoridades lo cedieron en venta a la familia Canto Morelli, y del período de 1958-1960 dichos propieta-

rios demolieron la totalidad del Museo para convertirlo en un lote de estacionamiento95, exceptuando la capilla, que quedó excluida de la operación. Previamente se habían desmantelado las salas, retirando las piezas arqueológicas e históricas y poniéndolas a resguardo. En opinión de varios historiadores este hecho fue un agravio al Patrimonio Histórico y a la comunidad, ya que dicha separación del Museo, por ser un monumento histórico público y notorio, era ilegal, siendo aún más ilegal e incomprensible el consentimiento de las autoridades para demolerlo. La hemerografía consultada no da muchos indicios de este proceso, pero podemos pensar, de acuerdo a opiniones de la población, que no se vio con buenos ojos la privatización y desaparición del inmueble.96 Por lo que se aprecia en las fuentes iconográficas de fecha cercana a la demolición del inmueble, en sus últimos años se observa el crecimiento de una enredadera que cubría toda la fachada y el acceso principal. Esto puede evidenciar un cierto grado de abandono del establecimiento, que sin embargo no justificaba su destrucción. Además del lote de estacionamientos se construyó, en todo el perímetro del sitio, una serie de locales comerciales de dos niveles, de estilo funcionalista. El diseño de dichos locales es modular, conformándose dos brazos que forman una escuadra cuya esquina es la Capilla, accediéndose al estacionamiento por enfrente de su portada principal. El primer nivel de dichos brazos corresponde a los

95. Ramírez, op. cit.. 96. El Dr. Pablo Chico opina al respecto: “En la década de los 60 de este agónico siglo XX, se consumó una afrenta equivalente a la de la expulsión de los miembros de la orden de San Juan de Dios, pero en este caso de leso patrimonio cultural: la desincorporación del hospital de los bienes del dominio público de la Federación, su venta a un particular y su demolición, lo que significó una pérdida irreparable de un monumento de gran significación social y arquitectónica.” (Chico, Transformaciones...op. cit., p. 747.) 97. Ramírez, op. cit.

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locales y el segundo nivel, por medio de un pasillo divide dos series de locales y de oficinas particulares. Hoy parte de dichas oficinas está ocupada por la Oficialía Mayor del Gobierno del Estado. La Capilla del Rosario, después de este incidente, permaneció clausurada por más de 16 años, hasta el período del gobernador Francisco Luna Kan (de 1976-1982), quien dispuso se la utilizara para la creación del Museo de la Ciudad. La adecuación de la capilla, así como su organización y diseño de la museografía, estuvieron a cargo del arquitecto Enrique Manero Peón y el arqueólogo Norberto González Crespo.97 Las obras de adecuación de la Capilla comprendieron tanto su exterior como su interior, ya que de acuerdo a las calas de pintura que se hicieron, se reveló que su color original era rojo, siendo éste el color escogido para cubrir las fachadas sur, poniente y oriente (la fachada norte, que mira hacia el estacionamiento, no fue pintada). Esto originó polémica entre la población, que opinó era inadecuado el tono seleccionado, a pesar del trabajo arqueológico que respaldaba esa propuesta.98 Para mediados de los años 1990 se hicieron ciertas adecuaciones al establecimiento, como dotarlo de aires acondicionados y renovar la museografía, siendo director del Museo cuando dichas acciones el señor Orlando Vega Carrillo,99 y empleándose en estas obras $320,000.00. El Museo está divido en tres secciones: la Sala Ichcaansihó, la Sala de la Colonia y la Sala Oro Verde, y contiene

piezas de las etapas mas representativas de la historia yucateca, algunas de las cuales pertenecieron al antiguo Museo Arqueológico e Histórico de Yucatán.100 El Museo de la Ciudad finalmente fue trasladado al Palacio Federal, por lo que la Capilla del Rosario está en desuso hasta la fecha.

7. Conclusiones. La importancia del hospital de San Juan de Dios de Mérida Uno de los rasgos más significativos del nivel de progreso de una sociedad lo representa el cuidado de sus enfermos y desvalidos. Hacia el siglo xii d.C. la ciudad más avanzada del mundo, Bagdad, además de alumbrado público, pavimentación y otros servicios urbanos, contaba con más de 60 hospitales mientras que Londres construía el primero por esa época. En la Nueva España las órdenes hospitalarias como los juaninos, betlehemitas, lazaretos, hipólitos y otras, realizaron una labor social de gran relevancia, ya que gracias a los cuidados de la población enferma no se mermó el número de habitantes a lo largo del período virreinal, además de funcionar como espacios alternativos de evangelización de la población indígena. Dentro del conjunto de bienes que conforman el Patrimonio Cultural Edificado de Mérida, el Hospital de San Juan de Dios

98. Ídem. 99. Raúl Cervera, “El Museo de la Ciudad, una opción más para conocer nuestra cultura”, en Novedades de Yucatán, martes 24 de enero de 1995. 100. Una de las piezas más notables del Museo de la Ciudad es la piedra litográfica original del Plano de 1864-65 de Agustín Diáz y José Salazar.

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representa una pieza clave del proceso evolutivo sociocultural de la ciudad. Su ubicación privilegiada al norte de la Catedral lo volvió un referente urbano de primera magnitud y gracias a la labor asistencial de los juaninos, especialmente en épocas de epidemia, Mérida aún persiste como una ciudad viva. Las etapas históricas subsecuentes de este edificio demuestran el grado de adaptabilidad y versatilidad que tuvo. Pocos edificios de Mérida tuvieron tantos cambios de uso: hospital civil, escuela médica, casas-habitación, colegio católico, escuelas primarias, talleres tipográficos, contaduría y finalmente museo arqueológico. Su etapa final de desincorporación y demolición deben servir como una advertencia contra el uso indebido del patrimonio arquitectónico, que señale la necesidad de revalorizar nuestro legado cultural. A pesar de que hubo varias pérdidas en este conjunto edificado, aún existen permanencias que es necesario conservar, como la capilla de Nuestra Señora del Rosario, la más antigua de la ciudad, construida antes

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que la Catedral de Mérida. Asimismo, existe una de las capillas de las enfermerías, que data probablemente del siglo xviii y que hoy forma parte de las bodegas de la casa de electrónica David Arceo, destacándose como un caso único en la arquitectura hospitalaria colonial de la región. A efecto de ofrecer una interpretación de las partes del edificio que han desaparecido, se elaboraron una serie de modelos virtuales por computadora basados en las fuentes históricas y en la lectura de las evidencias del sitio, denominándose a este conjunto de operaciones Reconstrucción Histórica Virtual. Por este medio se proponen los ambientes edificados de los edificios o conjuntos urbanos históricos que hoy no existen, lo que nos permitió inferir la magnitud del conjunto hospitalario y su propio proceso evolutivo. Así pues, preservar la memoria histórica del primer Hospital de la ciudad de Mérida se impone a los meridanos de hoy. Este pequeño ensayo histórico pretende contribuir al conocimiento y valoración de este relevante conjunto arquitectónico de nuestra ciudad.

México

8. Referencias Agnm rd 2642. Testimonio de donaciones y ampliación del Hospital de San Juan de Dios de Mérida en 1812. Agnm rd 33, 1097, 1190, 1453, 1857, 1958, 1960-62, 2352-53, 2566. Registro de los “presidios”: nombramientos, jubilaciones de médicos y boticarios, provisión de medicamentos, administración de hospitales, etc. Agnm rd 517-28. Presidios del Hospital de San Juan de Dios de Mérida. Agnm, Hospitales, “Contestación a la circular sobre Hospitales de Indios”, 1749, t. 28, exp. 9. ----Hospitales, sin título “Cuenta y relación jurada a este Hospital de Nuestra Señora del Rosario”, t. 60, exp. 5 y 15. ----Hospitales, (sin título). Informes sobre el Hospital de San Juan de Dios, t. 60, exp. 5. Ancona, Eligio, Historia de Yucatán, 4 t., Mérida, Universidad Autónoma de Yucatán, 1978. ----Historia de Yucatán desde la época más remota hasta nuestros días, Barcelona, Imprenta de Jaime Jesús Roviralta, 1889. Bolio Ontiveros, Edmundo, “Historia de la educación pública y privada hasta 1910”, en Enciclopedia Yucatanense, t. IV, México, Gobierno de Yucatán, 1977. Carrillo y Ancona, Crescencio, El Obispado de Yucatán. Historia de su fundación y de sus Obispos (2t), Mérida, Ricardo B. Caballero, 1895. Cámara Zavala, Gonzalo, Catálogo Histórico de Mérida, Mérida, José Díaz Bolio, 1977. Casares G. Cantón, Raúl, (dir.) et al., Yucatán en el Tiempo: Enciclopedia alfabética, Mérida, Inversiones Cares, 1998, Tomo III. Cervera, Raúl, “El Museo de la Ciudad, una opción más para conocer nuestra cultura”, en Novedades de Yucatán, martes 24 de enero de 1995. Cetina Sierra, Adonay, Historia gráfica, Mérida, Yucatán (1542-1984), Mérida, Yuc., Ayuntamiento de Mérida, 1984, 199 p. Ciudad real, Antonio de, Tratado curioso y docto de las grandezas de la Nueva España, Josefina García Quintana y Victor M. Castillo Farreras, eds., prol. Jorge Gurría Lacroix, 2 t., México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Estéticas, 1976 (Serie de historiadores y cronistas de Indias, 6). Chico Ponce de León, Pablo Antonio, Transformaciones y evolución de la arquitectura religiosa de Yucatán durante los siglos xvii y xviii (Tesis de Doctorado), México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2000, 770 p. Ferrer de Mendiolea, Gabriel, “Historia de la beneficencia pública y privada”, en Enciclopedia Yucatanense, t. IV, México, Gobierno de Yucatán, 1977, p. 5-77 Ferrer de Mendiolea, Gabriel, Nuestra Ciudad. Mérida de Yucatán (1542-1938), Mérida, Yuc., Bassó, 1938, 155 p. Garcia Preciat, José, “Historia de la arquitectura”, en Enciclopedia Yucatanense, t. IV, México, Gobierno de Yucatán, 1977. p. 409-459.

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