El Hombre unidimensional - Herbert Marcuse (Una interpretación contemporánea)

June 23, 2017 | Autor: M. Recio Pérez | Categoría: Philosophy, History of Philosophy
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Descripción

-El Hombre UnidimensionalHerbert Marcuse Marcos Manuel Recio Pérez 70896608M Curso 3º Grado en Filosofía -Corrientes Actuales de FilosofíaProfesor: Doctor Maximiliano Hernández Marcos Universidad de Salamanca 2015

Índice de Contenidos: 1. Introducción

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2. La Sociedad Unidimensional

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2.1 Identidad y división

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2.2 Primacía de la libertad

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2.3 Unidimensionalidad: El problema del tiempo y el trabajo

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3. Bibliografía

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1. Introducción: En el presente trabajo se pretende mostrar la filosofía de Hebert Marcuse en sus múltiples dominios, pues no se pueden separar en sus obras las diferentes disciplinas filosóficas que se presentan al lector entrelazadas, formando una obra conjunta como si de una cesta confeccionada por mimbres se tratara. Entendiendo el sentido que le da Marcuse a la filosofía, este trabajo no puede ser un resumen o mera exposición de su obra 'El Hombre Unidimensional' a modo de vitrina o relicario. Sacamos de la sacralidad o del altar de la cultura la obra y la ponemos ante nuestras manos, haciéndola manipulable y cercana. Podemos discutir con ella de una forma mucho más fácil que con otras obras; su presencia sigue siendo vigente y su cercanía temporal permite una confluencia de ambos lenguajes, el de su siglo XX y el lenguaje del presente siglo XXI sin que tengamos que hacer grandes distinciones. Quiero que sea un trabajo de reflexión donde importa más lo que dice Marcuse que lo que dice el presente autor, pero donde importa sin embargo más el presente del autor actual que el contexto histórico de Marcuse. No se trata de realizar una investigación acerca de cómo Marcuse conformó la obra y por qué la hizo así, sino de trabajar sobre su contenido y entre su contenido. Hacer de 'El Hombre Unidimensional', así como de otras obras de H. Marcuse, una circunstancia, no resulta difícil en tanto que se tiene un pensamiento cercano al de su tiempo. Hacer alusión a su obra en la medida en que la estemos empleando para el análisis de nuestro tiempo es, a mi parecer, un tributo mayor y una seriedad mayor hacia los autores del siglo XX que tomarlos por figuras del pensamiento inalcanzables y autoridades, sin dialogar como iguales con sus obras. La reivindicación de su lectura, la divulgación de su filosofía y la afirmación de la importancia de su pensamiento en su época, son tres factores implícitos en la elaboración del presente trabajo. Sin duda alguna, no hay comparación entre la obra de Marcuse y el presente trabajo, y no se pretende este como continuación de aquella para el análisis de la sociedad y las propuestas de emancipación que nos ofrece. Tampoco es una 'puesta al día', una actualización ni un 'lavado de cara'; no sólo porque no la necesite, sino porque son discursos diferentes. Su condición era la de un intelectual que no abogaba por una revolución de los intelectuales en un tiempo contra los intelectuales1. Mediante la estructura del cuerpo de trabajo en tres secciones se pretende primero hacer una presentación conceptual acerca del ámbito donde se moverán los otros dos aspectos. El primer punto trata acerca de la identidad y la identificación ideológica en términos generales como forma de división y de elusión del verdadero problema de la unidimensionalidad en problemas artificiales creados para impedir un cambio o solución. La sección segunda acerca de la primacía de la libertad es el punto central de la obra y forma parte del nudo gordiano del trabajo como unión entre lo más abstracto (primera sección) y lo más concreto (tercera sección). El punto 2.3 acerca de la unidimensionalidad es tratado sobre aspectos más concretos, como se acaba de mencionar y trata de identificar posibles soluciones al alcance de las posibilidades actuales. Si bien puede ser sólo un intento teórico porque la cantidad de problemas menores y de detalles y matices a tomar en cuenta no están contemplados en este estudio más modal que normativo dada la falta de un marco concreto donde ir identificando las expresiones de los conceptos para la comprensión del contexto general. 1

Recordemos los fascismos, el nazismo, comunismo y capitalismo; recordemos las palabras de uno de esos dictadores diversos, concretamente Hitler: 'Hasta ahora hemos sido un pueblo de pensadores y poetas'. Recordemos un Heidegger, figura intelectual de gran importancia en el siglo XX, en contra de los propios intelectuales: 'Los poetas dicen la verdad, los pensadores la piensan, el Führer la realiza '.

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2. La Sociedad Unidimensional: Con la sociedad unidimensional nos referimos a una forma de pensamiento que reduce la riqueza ontológica del mundo y que tiene una axiología a su vez reducida. Su axiología no contempla valores epistémicos, éticos o estéticos; los valores tienden a identificarse con el valor económico. La unidimensionalidad refiere a ese hecho de que toda dimensión ontológica va convergiendo en una única dimensión: la dimensión económica. Esa dimensión económica rige tanto en la infraestructura como en la superestructura de las sociedades conformando una ficción ilusoria que es la pérdida de sentido de la racionalidad al servicio del hombre con su base en la filosofía y el humanismo por una racionalidad económica donde el hombre deja de ser fin para ser un medio de consecución del beneficio. Las diferencias entre los costes de producción y los beneficios obtenidos de la mercancía se genera una diferencia que Marx denominaba 'plusvalía'. La plusvalía se ha convertido en el único objetivo de la razón económica, la reducción de los costes de producción forma parte de toda racionalidad humana en tanto que persigue eficacia y eficiencia, pero el aumento del beneficio por medio de un intercambio es algo propio de esta razón económica. Esto no quiere decir que otras formas de racionalidad no busquen un beneficio, sino que el beneficio en el intercambio de mercancías en el mercado económico siempre supone una pérdida para uno de los agentes del intercambio, pues el beneficio ha de salir de alguna parte y como veremos, esta parte es la depauperación de las otras partes contratantes del intercambio. Esta unidimensionalidad trata de abarcar todos los ámbitos de la realidad y por ello se forman identificaciones y divisiones a veces artificiales y otras veces simplemente emergentes. Las artificiales son creadas para el interés concreto de una parte de la sociedad ya que no generar esa división supondría una amenaza por medio de la unión de otro conjunto de la sociedad que se le pueda oponer. Esta estrategia es la del divide et impera como veremos en 2.1 Identidad y división. Cuando el pensamiento como tal queda modulado por las formas de pensamiento o imaginarios dominantes del cuerpo hegemónico que genera la unidimensionalidad, se modifica a su vez la forma de comprender el mundo y la realidad. Lo más accesible al pensamiento es el lenguaje, pues el lenguaje es fundamental para formular y formar el pensamiento; así, la generación de sentidos lingüísticos y la pérdida de otros se produce también como unidimensionalidad, haciendo que la pobreza del lenguaje sea cada vez mayor en las capas incultas de la sociedad e impidiendo una contracultura o una cultura que se oponga al sistema dominante. Por último, una vez se modifica el lenguaje se ha modificado la intensionalidad del hombre con el mundo, pues el mundo se entiende como el entorno del sujeto modulado por su lenguaje y a través de ese lenguaje que refiere al mundo conforma su pensamiento y su experiencia. Así, su mundo es transformado no sólo por la infraestructura de forma directa, sino desde la superestructura por medio del cambio de sentido de todos los valores a valor de cambio y la reducción de todo pensamiento al ámbito del pensamiento hegemónico que incluye lo que se le opone como una forma más de su modelo (podemos ver que hay un mercado 'antimercado' y que el merchandising antisistema genera beneficios que van a parar al sistema de forma directa o indirecta). El mundo del hombre unidimensional conforma un entorno unidimensional y el 'Lebenswelt' se ve reducido y mermado con el fin de perseguir los objetivos de la razón económica. El 'socialismo lógico' de Peirce se ve empleado en este nuevo pragmatismo mal empleado para finalidades meramente económicas, pues la interacción de los sujetos genera unos juicios válidos pero sin fundamentar fuera de la comunidad; así surge una sociedad unidimensional omniabarcante. 3

2.1 Identidad y división: En primer lugar debemos definir los conceptos de identidad y división y el ámbito de aplicación. Principalmente debemos entender que son conceptos dialécticos y siempre van asociados; toda identidad construye una división ('A es A' indica que lo que no es A, es no-A como diferenciado de lo que es A), y toda división construye identidades (de hecho son las dos identidades puestas en oposición lo que generan la división). La alteridad o la simple diferencia tienen cabida en el ámbito conceptual, pero cuando algo se tiene por diferente la diferencia es afirmación, la división es negación y ruptura. Los ámbitos de aplicación pueden ser materiales o conceptuales, esto es, en términos marxianos tal y como nos habla Marcuse, no estaríamos hablando de que la infraestructura determine la superestructura, sino que hay dos identidades y una primera división dialéctica: la superestructura condiciona las posibilidades de cambio en la infraestructura, la infraestructura origina cambios en la superestructura. El término marxiano 2 de infraestructura alude a la relación social con los medios económicos de una sociedad; el término superestructura hace referencia a la cultura de una sociedad (modelo educativo, intelectual, artístico y de toda índole social y política). Así pues, hay dos formas que se identifican en una sociedad: infraestructura y superestructura, en un principio un unum et idem pero dividido a lo largo del proceso histórico. En este sentido se da la división, creando dos entidades separadas pero intrínsecamente relacionadas (como ocurrirá en toda división). Huelga mencionar que la división puede surgir por motivos internos a las entidades identitarias que se dividen, no siempre es una división originada desde fuera para provocar la oposición. Antes de la división social podríamos hacer una división material: bien y mercancía. El término 'bien' define todo aquello que satisface un deseo, una carencia o necesidad (la necesidad no tiene que ser básica, el deseo puede ser caprichoso o innecesario en términos biológicos o reales). La mercancía es un bien al que se aplica un interés para obtener un beneficio; en tanto que se da un beneficio en una de las partes, se da una depauperación en la otra. Toda mercancía supone un intercambio de bienes en la relación social. El bien no origina beneficios en términos de la economía interna de la sociedad: si yo deseo comer una manzana y encuentro una manzana en un árbol (entendiendo que sin economía capitalista el árbol no 'pertenece' a nadie), puedo satisfacerme con la manzana, entendiendo la manzana como un bien. La mercancía consistiría (bajo el alcance de la metáfora) en recoger manzanas y cambiarlas por otro producto siempre que una de las partes obtenga un beneficio con lo que ello conlleva en la otra parte del intercambio, dándose así un desequilibrio en el cambio y no consistiendo en un 'trueque' sino en una depauperación de una de las partes para el beneficio de la otra. El intercambio de mercancías ha supuesto a lo largo de la historia algo conveniente para facilitar la producción y el reparto de bienes, pero a menudo ocurre que el beneficio tiende a polarizarse hacia un nodo; si el reparto del beneficio no se da, el equilibrio ha de ser alcanzado por medio del cese de ciertos intercambios y el progreso de otros. Esto último se ha entendido siempre desde la 'Teoría económica de la elección social' donde el mercado se encuentra en equilibrio; en la 'Teoría del consumidor' esto no sucede conforme a predicción, y este es el cambio social actual. 2

Hago énfasis en el uso de marxiano como alusión a todo concepto teórico de la filosofía de Karl Marx frente al término 'marxista' como alusión a los conceptos utilizados o empleados por la ideología que se sigue de la corriente materialista histórica. De hecho, el propio Karl Marx afirmó en el auge de su celebridad como pensador que no se identificaba con el pensamiento marxista; su pensamiento político defendía que necesitar un líder forma parte del esclavismo.

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La primera identidad que se pone de manifiesto se produce entre bienes y mercancías. Si bien son cosas muy diferentes, la mercantilización es una tendencia a identificarlos en detrimento de lo social. Toda mercancía es un interés aplicado a un bien, toda mercancía precisa de la satisfacción de un bien o un servicio, pero en primera instancia podemos decir que todo servicio es un bien. Si toda mercancía depende de un bien, no es así en el caso contrario y por tanto, habría una división, pero la mercantilización ejerce el movimiento contrario haciendo que todo bien pase a convertirse a mercancía. Exempli gratia: si yo puedo hacer arroz en casa y comerlo entre 4 personas eso es un bien, el bien en sí mismo implica varias mercancías (el arroz comprado, el agua gastada en hervirlo y la energía eléctrica o por gas empleada, así como el tiempo de elaboración; todo esto es mercancía en nuestra sociedad y no es tan sólo recurso, porque todos esos recursos están sujetos a beneficios mercantiles); ahora bien, la elaboración y consumo del bien que comporta el arroz no es una mercancía, porque no estoy aplicando un interés o tributo para el consumo del bien a mis tres compañeros, además que toda mercancía presupone el intercambio de bienes; entendiéndose que una invitación, regalo o presente no es una mercancía. Cuando un bien es algo necesario, en el sentido de necesidad básica, la superestructura resiste a la mercantilización de ese bien el tiempo de adaptación a la medida del cambio; pero la superestructura sólo condiciona las posibilidades de cambio de la infraestructura, no el cambio mismo. La infraestructura tiende a la mercantilización de bienes, por tanto, toda institución es un organismo estatuido3 para la mercantilización de un bien, inclusive las formas de organismo públicas como la educación pública o sanidad pública. Aunque sean organismos públicos, los intereses por el beneficio pueden no resultar evidentes ni en sus formas ni en sus representantes, pero al ser estatuidos en una sociedad de mercado los bienes que ofertan son mercancías en términos netos, pues alguien sale beneficiado y alguien depauperado en tanto que no se generan sus propios bienes dentro del sistema del organismo estatuido. Debemos entender primeramente que división e identidad son dos papeles fundamentales y operan de forma diferente en la infraestructura y en la superestructura. En la infraestructura funciona el modelo de identidad por parte del 'capital' en términos marxianos, o el poder económico, establishment o fuerzas económicas en Marcuse. Esto implica que tiende, como dijimos, hacia una polarización e identificación que será explicada por medio de los tres modelos del capitalismo. El capitalismo de la infraestructura tiene tres modelos principales, que si bien distinguen históricamente los momentos de sus dos siglos de historia, pueden darse y de hecho en la realidad se dan, mezclados: capitalismo mercantil, capitalismo industrial-productivo, capitalismo financiero. -El capitalismo mercantil consiste en la adquisición de bienes para ser vendidos como mercancías obteniendo un beneficio final superior al gasto de la adquisición. En este sentido el capitalismo es más regular y menos agresivo, pero siempre la mercantilización tiende a obtener intereses sobre bienes sumamente necesarios que podríamos llamar vitales. Como podemos atisbar en Marcuse, la mercantilización es una conversión del Lebenswelt (el mundo de la vida en Husserl) en una mercancía, suponiendo por consiguiente una reducción de su riqueza ontológica. -El capitalismo industrial-productivo consiste en la adquisición de fuerza de producción para tener una amplitud mayor de beneficio en términos de competitividad, producción y mercado. El capitalismo mercantil puede ser aplicado al industrial-productivo, como ejemplo: si compro panaderías puedo fabricar más panes y además comprar los panes de la competencia para venderlos a mayor precio. Sigue habiendo producción, pero se tiende a mayor polarización y concentración de capital; las panaderías a las que compro su mercancía y la venden a otra potencia a un precio menor que el precio de la mercancía puesta por la potencia, finalmente son compradas o absorbidas. 3

Los términos estatuido y estatutario serán empleados en el mismo sentido en que lo emplea Max Weber en Economía y Sociedad. Weber, Max- Economía y Sociedad. Fondo de Cultura Económico: España (2002).

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-El capitalismo financiero constituye la mercantilización en grado sumo, pues se pasa de distribución de bienes como mercancías en el mercantilismo, a la producción de bienes directamente como mercancías en el industrial-productivo, pero sigue habiendo distribución y producción de bienes. En el capitalismo financiero se realiza la adquisición de capital por medio de una imposición por cláusula, unos intereses directos en el dinero como materia de cambio de mercancías. Por ejemplo: yo tengo una panadería, le alquilo la panadería a un segundo agente; independientemente de que produzca o no produzca la persona que ha alquilado mi medio de producción (puede ser el alquiler de otros bienes, o un préstamo fiduciario) yo ganaría el mismo beneficio, en caso de no poder pagarme el interés o pago; consiste en un contrato fiduciario bajo la existencia de un fideicomiso, de modo que en caso de falta de pago el acreedor puede apropiarse de bienes. En este sentido lo injusto no estriba en que el acreedor se apropie de los bienes tras el impago, pues eso es justo si el impago puede no producirse, sino de que puede haber o no haber producción de bienes de modo que hay un beneficio económico sin existencia de mercancía. Como vemos, el capitalismo no es tan conceptual, sino que conforma mercados que combinan los tres modelos y es fácil inferir que con los tres modelos conjuntamente en activo, la polarización e identificación del capital o poder económico desequilibrará el mercado y tenderá a una unificación. La mercantilización avanza en el ámbito del Lebenswelt; primero descansa en mercantilizar los bienes materiales, de modo que podemos entender que hay una venta del espacio como materia. Todo bien considerado como material es convertido en mercancía (sin duda alguna veremos cómo se llega a la totalización de la mercantilización). Es una venta o interés del espacio; se aplica la mercantilización al territorio, incluso al territorio protegido, en el sentido de que todo territorio empleable tendrá un coste mayor según la cantidad del mismo territorio que exista, así como con todo bien material la exclusividad del mismo aumenta su valor de mercado. La mercantilización cierra todos los valores en valor de mercado: el valor de uso se reduce a valor de mercado, el valor estético de una obra de arte acaba por reducirse a valor de mercado ('la película más taquillera de 2014', 'el libro más vendido'; en un tono más mundano me atrevo a decir que si económicamente son iguales - pongamos 6€ - una camiseta de Hannah Montana tiene el mismo valor que una de Che Guevara); el valor epistemológico también deviene valor de mercado (no sólo en libros; en el ámbito académico se investiga según te financien no según se necesite realmente), en ese sentido, todo valor puede ser extrapolado a valor de mercado y así veremos como el valor político también es valor de mercado. La mercantilización no para en la identificación de todos los valores como valor de mercado, no para en la mercantilización del bien material. Cuando el espacio queda mercantilizado y se le ha asignado un precio acorde a su valor (no de uso, sino de mercado), queda el tiempo y el Lebenswelt. La mercantilización del tiempo surge con la venta de la fuerza de trabajo por parte del trabajador, que vende su tiempo laboral en aras de obtener un dinero para la adquisición de bienes por medio de compra de mercancías.4 Cuando la mercantilización del tiempo concluye 5 se da lugar a la mercantilización del Lebenswelt propiamente, una mercantilización de la emoción, la experiencia y la ilusión. Parece poco riguroso decir que existe una mercantilización de la experiencia, pero esto se hace por medio de la superestructura, en realidad consiste en vender mercancías materiales generando una trascendencia artificial de ellas por medio de la propaganda y la publicidad. La propaganda conforma medios políticos para identificar una experiencia con un bien, la publicidad conforma medios económicos para el mismo fin; lo que te venden no es el objeto, es la experiencia. Exempli gratia: 'BMW ¿Te gusta conducir?', 'Coca-Cola, destapa la felicidad', y muchos otros. 4

La mercantilización del tiempo y el problema del tiempo laboral será estudiado con mayor profundidad en 2.3 Unidimensionalidad: El problema del tiempo y el trabajo. 5 Aunque nunca es tarea conclusa, quiero referirme con su conclusión a un progreso donde todo tiempo puede ser entendido como servicio y ser entendido como mercancía.

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Hemos visto el funcionamiento de la identidad y la división (como movimiento unitario, pues toda división genera dos conceptos identitarios separados y toda identidad separa lo identificado mismo de lo no identificado) en la infraestructura por medio de la interacción entre bienes, mercancías y mercado en el ámbito capitalista (en diversos modelos). La identificación siempre tiende a una unificación por parte de la potencia más poderosa en términos económicos. Veamos ahora el funcionamiento de la identidad y la división en la superestructura por medio de diferentes términos. La identificación en la superestructura se produce para beneficio de la potencia más poderosa en la infraestructura, la división se produce para dividir las posibles potencias que entran en competencia con esa primera potencia que detenta el poder. Como ejemplo pondremos las identidades nacionales: las naciones tienen unos territorios designados, hay organismos estatuidos de carácter internacional, pero esos organismos 6 atienden a intereses centrales. Las identidades nacionales pueden hacer que una empresa sea considerada de una nacionalidad siendo realmente una entidad transnacional, en cuyo caso los poderes políticos no son en absoluto neutrales, sino que venden y proporcionan apoyo a la 'marca nacional' siendo objeto de elogios y de privilegios por parte de la identidad nacional que se 'identifica' con ellos. En el caso USA tendríamos infinidad de marcas transnacionales como Coca-Cola Company, General Motors, etc. En España la famosa 'marca España', definida pero no concretada, consistiría en los grandes 'emporios' empresariales como Santander (Banco Santander y Santander Central Hispano), Repsol, etc. Como vemos, la división en la superestructura está clara, lo que no es 'marca nacional' no se considera identitario. Pero siempre ocurre este juego del Divide et impera de la infraestructura sobre la superestructura, más bien de la potencia principal de la infraestructura sobre toda la superestructura. La identidad cultural supone una ruptura en términos de infraestructura. Si toda una comunidad pretende compartir una cultura e identificarse con ella de forma que no exista entre ellos un mercado agresivo, el poder económico se reduce en esa cultura, pero esto tampoco quiere decir algo bueno a priori. Ese poder económico será sustituido por otras formas de poder: tradicional, político-carismático, legal-burocrático7. Si el poder es tradicional consistirá en La fuerza de los fuertes en su sentido auténtico, como en la obra homónima de Jack London. Sin duda alguna la dominación tradicional consiste en una forma primitiva de fascismo, es control del pueblo por medio de generación de miedos para impedir una sublevación. La dominación político-carismática puede implicar otras formas de fascismo diferentes, y otros totalitarismos, por tanto no serían un buen sustituto del poder económico. La dominación legal por medios burocráticos supondría entender dos formas de esa dominación como positiva y como negativa. Marcuse hace hincapié en la negatividad de la forma burocrática, pero entiende la necesidad de la burocracia y la legalidad ante una situación sin vigencia del poder económico. Para Marcuse el medio de dominación sería el lenguaje y el discurso, el consenso acordado. Cualquiera de los tres poderes (tradicional, político-carismático, legal-burocrático) supondrá divisiones e identidades en la superestructura, y el poder económico realizará divisiones internas desde una posición externa para conformar una división del poder que permita su reintroducción. Entonces se nos dan dominaciones mixtas, porque la dominación no aparece pura sino mediada junto al poder económico. 6 7

Fondo Monetario Internacional, Organización del Tratado del Atlántico Norte, Sistema de Reserva Federal son organismos estatuidos internacionalmente o nacionalmente (interestatal en el caso del FED o FRS) que han sido conformados por acuerdos privados entre entidades privadas para el interés de las mismas. Las formas de poder o de legitimación van asociadas a las formas de dominación descritas por Max Weber en Economía y Sociedad.

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Para poner en evidencia este asunto pondremos diversos ejemplos de la superestructura actual: Las identidades políticas. Si bien en democracia se supone que los electores deben informarse y votar racionalmente una propuesta acorde a su pensamiento, los electores actuales encarnan identidades políticas primero directamente orientadas (y en esto hasta los intelectuales, o se es de izquierdas o de derechas, dos de las infinitas formas de ser un imbécil decía Ortega8) que votan a un partido por tradición y sin democracia alguna, 'se vota porque se es'. Las identidades lingüísticas o culturales suponen un nuevo estadio de divisiones, dentro de ellas las dialectales y las identidades territoriales sujetas a usos lingüísticos. Aunque se ha de matizar que todas las formas de identidades se dan mezcladas y que no hay una jerarquía entre ellas, ciertas identidades son compatibles entre sí aunque pertenezcan a un estadio diferente, por tanto esas identidades se conglomeran formando estilos de vida (Lifestyles). Finalmente todo objeto de la superestructura es objeto de división y controversia, incluso el mundo propiamente de la cultura entendida como conjunto de productos culturales (en sentido lato). La más fácil de identificar es la mass culture o cultura de masas que invaden los espacios comunes. A nivel internacional tendríamos las 'selecciones' de los diferentes deportes, una lucha intestina por detentar el poder cultural o ideológico9; en los ámbitos nacionales ocurre lo mismo. Los equipos de fútbol crean identidades de forma que no sólo se es de un equipo, sino que la depravación llega hasta la creación de pensamientos anti-equipo (sólo habría que mostrar algunas bufandas, banderas y otras formas de marketing, que es el fin último de las divisiones generadas por estas identidades; en ese tipo de marketing podemos encontrar fácilmente anti-culé o antimadridista u otras formas de incitación a la violencia, porque finalmente no es una división entre equipos, sino entre hinchadas, principalmente por falta de una estética 'responsable'). Lo que se busca es una relación de consumo identitario (el ser es aparentar y para aparentar eso que soy debo consumir lo que soy); ese consumo no es sólo una ganancia de poder económico en la fuerza económica que lo apoya, sino que también hay una división del poder social. Finalmente, como dijimos, son las hinchadas las que pelean, es la gente de los barrios la que discute por tal o cual suceso tanto dentro como fuera del campo de juego o del ámbito cultural de que se trate, y siguiendo con el ejemplo del fútbol, vemos cómo en el palco tanto presidentes como jugadores no tienen esa identificación (¡por suerte, en muchos casos! dicho sea de paso, porque lo que defiendo no es que haya de darse división también entre esas personas que detentan más poder, sino que se conforme unión entre los poderes sociales). No pensemos que todo intelectual queda fuera de la división, sino todo lo contrario, incluso sin manifestarse a favor de una de las identidades se genera una división. Pongo el caso del intelectual como el que no toma partido más que en lo verdaderamente importante (entiendo como importante la identificación de los problemas sociales radicales y la promoción de soluciones); no porque sea así siempre que hay alguien que se denomina intelectual, sino porque defino así al verdadero intelectual de esta forma. 8 9

Ortega y Gasset, José- La rebelión de las masas. Espasa Calpe: Madrid (2006). Carlos Taibo sonríe con sorna, y no con poca razón, cuando recuerda en una de sus conferencias cómo algunos 'intelectuales' de izquierdas trataban de manifestar su apoyo a la denominada La Roja o Selección Española de Fútbol con banderas republicanas como símbolo de identidad; el verdadero intelectual se mantiene al margen de esa cultura de masas, no por estar mediatizada sino porque simboliza el triunfo de un poder exterior al poder social. Vemos cómo una figura de identidad, con la que no tenemos razón para identificarnos, es motivo de división entre portadores de una u otra bandera. Carlos Taibo defiende una verdadera postura ideológica de izquierdas diciendo que directamente no ha de haber identificación más que con los de abajo y los modelos asamblearios. [Apoyo y mantengo la postura de Carlos Taibo; no quiero formarme una postura de intelectual que detesta toda forma cultural mediatizada; simplemente detesto la división generada por esos 'núcleos de identidad' si podemos emplear ese término].

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En la división anti-taurinos y taurinos, la elección no es meramente cultural, sino que tiene mayor implicación con la forma de pensar de la persona, y cuando se analizan los términos de la división uno quiere justificar ambas partes pero no puede hacerlo realmente, ni siquiera con el nombramiento. Personalmente me considero anti-taurino, y no me convence ningún argumento económico, tradicional ni cultural; simplemente mi identificación no se da por el mero hecho del nombre mismo, no me siento anti-taurino; anti-taurino es el torero que mata al toro y el espectador que vitorea; yo soy pro-taurino, taurino o defensor del toro. El empleo del lenguaje para ejercer poder sobre las divisiones no es algo que podamos pasar por alto; de hecho, Marcuse otorga gran importancia al poder del lenguaje. El lenguaje conforma una cosmovisión, da lugar a unas estructuras de poder, puede permitir o impedir decir algo. El lenguaje es un lugar común de consenso y diálogo, el lenguaje permite poner al día los problemas y necesidades particulares para elevarlos a problemas generales y necesidades colectivas. El sentido del lenguaje es comunicar, pero puede servir como poder divisor. El lenguaje introduce dos cambios principales en la sociedad. En un primer caso tenemos el sentido del dinero: el dinero es entendido como bien y no como relación, como falta de valor de uso. El dinero es en un principio hilodrómico, esto es, sujeto a materiales de valor, ya sean piedras preciosas, metales preciosos u otros recursos que se tienen por valiosos. En el momento en que el lenguaje permite que el dinero como moneda de cambio sea entendido como bien, está originando una confusión, y también genera una más profunda: una vez entendido como bien, el dinero pasa de ser hilodrómico a ser fiduciario, no está sujeto a nada material, el dinero pasa a ser dogma de fe; si se cree en su valor, tendrá valor, no lo tendrá en caso contrario. La división generada por este aspecto se encuentra ínsita en el lenguaje y los sentidos del dinero, pues si se conoce el origen del mismo se entenderá que no tiene valor de uso y que sólo tiene realmente valor de cambio. Pero el lenguaje hace que el dinero se entienda como algo útil por sí mismo y esto ocasiona una enajenación del término original. Si el dinero se identifica con algo con valor en sí mismo se está creando una ficción para prolongar el poder económico como algo hegemónico. En segundo lugar,se da una división de las sociedades por medio del lenguaje. Hablando sobre un mismo problema surgen dos mismos fines desde dos colectivos: el colectivo intelectual y el colectivo trabajador. Los términos empleados por ambos colectivos pueden ser en algunos casos los mismos pero con sentidos diferentes; esa falta de exhaustividad ocasiona divergencias y oposiciones entre ambos colectivos, pues un mismo concepto puede tener varios términos que lo designan o un término designar conceptos diferentes para cada colectivo. Los intelectuales y los trabajadores son entendidos en Marcuse como oprimidos, de forma natural podemos entender que todo opresor que se tenga por intelectual no lo es, así que resulta una buena definición del intelectual sólo que no corresponde al lenguaje de nuestra sociedad actual, donde muchos 'intelectuales' considerados así por los medios de comunicación son claramente partidarios de los opresores. Así, el verdadero intelectual es el oprimido y el que lucha contra el opresor. El lenguaje divide a los oprimidos, en primer lugar como aparece en El Hombre Unidimensional, pues el lenguaje de los intelectuales puede no ser accesible para los trabajadores. Pero no se debe hacer una clarificación destructora, como Marcuse critica a la filosofía analítica por reducir el lenguaje filosófico a lenguaje común, sino proseguir en un lenguaje técnico propio de la filosofía pero otorgar acceso a la comprensión de los trabajadores. Es beneficiosa una divulgación de la alta cultura en la cultura media; lo evidentemente perjudicial es una reducción de la alta cultura al nivel de la cultura media. Por otro lado se confunden los discursos: ante un mismo problema los intelectuales y los trabajadores están respondiendo lo mismo, pero no se entienden; esto se produce por la diferencia colectivo-particular. Dada la importancia del materialismo histórico, los intelectuales entienden el problema de forma colectiva, y entienden la solución colectiva; los trabajadores entienden un problema particular con solución particular. 9

Claro que para el hombre particular el sacrificio particular por un fin colectivo no resulta razonable, porque no cuenta con el aparato teórico para la comprensión lógica de la hipótesis de partida y de la conclusión que soluciona el problema; sin embargo, el intelectual tampoco sabe ponerse ya en el punto de vista individual. Mediante el aparato teórico, el lenguaje se ha vuelto complejo y sofisticado (siempre en los buenos sentidos, se han mejorado). Ello conlleva mayor claridad a nivel conceptual, pero, como la buena poesía, resulta difícil de traducir a otros lenguajes; en este caso, al lenguaje particular. El uso de la división y las identidades por medio del poder del lenguaje en sus múltiples formas (inclusive propaganda, publicidad y cultura), conforman un aparato de ruptura de la verdadera identidad social. Suponen un instrumento de poder para ejercer el ya mencionado Divide et impera por medio del cual incluso los discursos anti-mercado o anti-sistema tienen su lugar en el mercado y en el sistema. La venta de merchandising anticomercial es a su vez un beneficio para ese tipo de mercados. Hay que recordar que el lenguaje no es en sí mismo un instrumento, sino que el lenguaje es el único modo de conformar el mundo y el pensamiento. El lenguaje es creado por medio de un consenso pragmático, por tanto el mero hecho de haber diferentes usos de los términos para dos comunidades ya separa y diferencia a esas dos comunidades puesto que tienen juicios diferentes acerca de los referentes de los términos y por tanto se dan unos imaginarios y unos 'estilos de vida' diferentes. El lenguaje es el medio donde se da toda división para las sociedades. Pues es en el lenguaje donde señalamos y notamos esa diferencia y esa división, sin el factum lingüístico no podríamos decidir qué conceptos son idénticos entre sí y cuales se diferencian. Estaríamos en un simple entorno, un plano óntico y pretético donde lo único que hay es una aporía. Mediante el lenguaje se permite la decisión de otorgar sentido y de crear metáforas, toda división es una metáfora; pues la división puesta como algo lingüístico tiene su homóloga en el mundo como función propia. Realmente las identidades y divisiones ideológicas en sentido general (nacionales, políticas, lingüísticas, territoriales, sociales y culturales) se dan todas en el plano de lenguaje y la complejidad de este hecho supera toda jerarquía, pues podemos encontrar sujetos identificados en un concepto de alguno de esos planos y ser totalmente opuestos en otro; lo que se quiere acentuar es que el lenguaje es útil al Imperio como poder hegemónico, las identificaciones y los rasgos comunes son pasados por alto en la mentalidad de los sujetos y se hace énfasis en lo que los diferencia impidiendo que haya un consenso. Si bien no toda división proviene propiamente del lenguaje, toda división se da en el lenguaje; debemos tener en cuenta que el lenguaje es entendido aquí como forma de pensamiento con un patrón que permita una codificación y decodificación por la comunidad que lo emplea. Los lenguajes audiovisuales, icónicos y otras formas son tan válidas para transmitir conceptos y hacer referencia a objetos creando mundo y pensamiento como el lenguaje textual. Lo que hay que recordar es que aunque la división no se origine en el ámbito lingüístico, siempre tendrá su emergencia en él por medio de la derivación de los sentidos en el imaginario de la comunidad que lo emplee, diferenciando totalmente las acepciones de los términos. Lo más radical que se puede hacer es lo que tiene una estética más débil aparentemente; el ideal del consenso y el diálogo frente a la fuerza visual del levantamiento, la violencia y la lucha. Ante las máscaras, sudaderas y el sentirse bajo la capucha o en rebeldía, está el presentarse sin consumir ningún tipo de añadido, con una estética responsable que no identifique con nada concreto y se diferencia por el discurso y no por la apariencia. Como el poder bélico en las democracias es entregado por los miembros de la comunidad a la unidad del Estado, el hombre individual no puede plantarse contra el Estado. Lo más reivindicativo contra el sistema es formar bienes y no mercancías; cuanto más se pueda compartir con los demás menos beneficio se sacará y menos fuerza económica se unificará. Veremos el papel de los valores: Libertad, Justicia e Igualdad. 10

2.2 Primacía de la libertad En este apartado trataremos de diferenciar entre trabajador e intelectual respecto al sentido que tiene cada colectivo del término libertad y también se intentará comprender la causa de esa división de sentidos en el término. Pues cuando titulo el apartado como 'Primacía de la libertad', lo hago haciendo uso del término libertad en el sentido que emplea el colectivo trabajador dada la modificación sufrida del sentido de la libertad por parte del aparato hegemónico neoliberal. La libertad en el sentido de los trabajadores (se definirá qué es trabajador y qué es intelectual) es una libertad basada en libertad de posesión, por tanto, afincada en el 'tener'. El término libertad empleado por el colectivo intelectual es una elección o decisión por el 'ser', pero siempre precisa de los términos justicia e igualdad. Sin embargo el primero de los sentidos rompe la relación ternaria libertad-justicia-igualdad. La diferencia entre trabajadores e intelectuales no es la clase social, ya que hemos definido que ambos pertenecen a la clase oprimida. En el sentido práctico, un trabajador puede ser un intelectual, y un intelectual ser un trabajador, pero en este sentido teórico se diferencian por adquisición y creación de información. El intelectual no obtiene y adquiere información de la cultura de masas, el trabajador sí. El trabajador crea información, conforma su opinión con otras opiniones del entorno mass culture. El intelectual puede asistir a la mass culture como mero espectador, como crítico (en el sentido lato, crítico para bien o para mal), pero la creación de su información no está orientada a ser mass culture. Lo primero que debemos acentuar es la importancia del intelectual y delimitar el uso del concepto intelectual. El intelectual debe pertenecer a los oprimidos y no a los opresores, pero como oprimido tiene que tener ciertos conocimientos y ciertas condiciones que le permitan ejercer su pensamiento aunque esté condicionado por las circunstancias. La normatividad que impone el intelectual debe ser emancipatoria para con los trabajadores, no debe ser una queja de la sociedad como tal. El trabajador promedio europeo trabaja 8 horas diarias de jornada laboral; el intelectual no puede exigirle y no debe instarle a sacrificar su tiempo de ocio por la adquisición de cultura; el trabajador estaría sacrificando su existencia presente por su existencia futura, estaría poniendo las condiciones de lo real al servicio del ideal. El ideal debe servir como guía, pero no debe ser un acuciante yugo de presión10. No se puede proponer un modelo de educación siendo tan idealista que confíe en que cada persona acudirá a fuentes fiables de cultura y aprendiendo en su tiempo libre. Debe ser un trabajo de 'escuela y despensa' como diría Joaquín Costa, con ese pensamiento filosófico que lo caracteriza, pues uno no puede aprender cuando le rugen las tripas. En ese sentido el intelectual debe estar al servicio de la emancipación de los trabajadores, en caso contrario deja de ser intelectual 11. El intelectual entiende la adquisición de cultura como un conocimiento de los condicionantes, y conociendo los condicionantes se obtiene una mayor libertad. El trabajador no tiene aún la posibilidad de conocer la cultura como consecución de libertad. 10 Para este caso podemos ver la estética del trabajador en Weiss, Peter- La Estética de la Resistencia. Editorial Hiru: Gipuzkoa (1999). En uno de los pasajes de esta intensa novela del siglo XX aparece un grupo de intelectuales universitarios que tienen como buena obra solidaria acudir a una fábrica donde trabajan obreros durante 12 horas. En uno de los descansos les hablan sobre literatura, filosofía y arte. El punto de vista que ofrece Weiss es el de algunos de los obreros: agotados de cansancio, manteniendo los ojos abiertos por respeto a esas personas que se han solidarizado con ellos; comiendo el bocadillo del descanso con las manos temblorosas, débiles por el cansancio y cabizbajos. Los intelectuales salen triunfales creyendo haber hecho una buena obra solidaria, los trabajadores se encuentran aún más fatigados que antes y humillados al haberse sentido incapaces de estar en condiciones perfectas para apreciar lo que les estaban mostrando. La conclusión está en que no se debe instigar o forzar a culturizarse al trabajador. 11 Veremos las posibilidades de emancipación en el punto 2.3 Unidimensionalidad: El problema del tiempo y el trabajo.

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Sin unas condiciones óptimas para el aprendizaje y el pensamiento crítico (que no sólo adquiera la experiencia sino que medie su entendimiento en ella), la adquisición de la cultura no será fructífera, puesto que se debe dar primero una comprensión y una adaptación al contexto para poder operar sobre él. El problema de la diferencia del sentido de libertad en el intelectual y en el trabajador vuelve de nuevo a caer en el ámbito lingüístico. El lenguaje es un instrumento hegemónico de la infraestructura en la superestructura. El intelectual tiene conocimientos para comprender el término libertad como libertad de pensamiento, libertad de decisión y libertad en términos abstractos. El trabajador entiende la libertad desde los términos que suministra la mass culture; siendo estos los términos propios del ámbito liberal o neoliberal. Libertad para los trabajadores consiste en libertad en términos liberales: libertad de consumo y libertad de mercado. En este sentido toda libertad está sujeta a la mercancía, no hay libertad en los bienes en sí mismos si no están mediados por la estructura de mercado. La libertad de consumo se entiende como una libertad de elección, pero la elección se da en un abanico de posibilidades limitado por la infraestructura: se elige la ropa entre la ropa que se produce, y dentro de la que se produce, la que es accesible para nuestra adquisición. Libertad de mercado consiste en que los organismos públicos estatuidos no anulen los intereses privados en ninguno de los tres modelos de capitalismo. La libertad de mercado consiste en que no haya arbitraje en el mercado, no se trata de una libertad del respeto mutuo, se trata de una lucha mediante el poder económico donde sólo se tienen en cuenta los términos económicos sin importar las consecuencias sociales, políticas, científicas, éticas, etc. El lenguaje hace que el trabajador no sea trabajador en el modelo de pensamiento, convierte un trabajador en un simple burgués con escasa capacidad económica. El intelectual es lo que es; el trabajador pasa a ser lo que tiene. Esto lo determinan las diferencias en el lenguaje y la cultura que emplean, el intelectual es lo que ha vivido y lo que conoce, el trabajador es lo que tiene, lo que ha comprado y lo que es suyo. Al intelectual lo han hecho (las circunstancias, la cultura, opiniones, pensamientos), el trabajador se ha hecho a sí mismo (ha comprado lo que tiene por medio del resultado de su esfuerzo), pero también podemos verlo contraponiendo el lenguaje: al trabajador lo han hecho como quieren que sea el trabajador, que ya no es productor sino consumidor; el intelectual se ha hecho a sí mismo a través de la experiencia del pensamiento, de la historia, de la filosofía, la cultura y el arte. Son dos éticas diferentes, la del opresor y la del oprimido. La ética del opresor es la ética protestante12, pues supone el ahorro en la vida diaria para la adquisición de mercancías para una venta beneficiosa (capitalismo mercantil), para la adquisición de fuerzas de producción (capitalismo industrial-productivo) y para el préstamo fiduciario y otros contratos mediante fideicomiso (capitalismo financiero). Sólo se da esa ética protestante como objetivo del dominante, y no es verdaderamente una dedicación pura, sólo podemos entenderla imaginando las grandes fortunas que tienen algunos sujetos y sus gastos en lujos que nos parecen desmesurados son para ellos un porcentaje ínfimo comparado a sus beneficios. Y precisamente cuesta hacer la operación contraria en la mente del oprimido, esto sólo se consigue mediante propaganda, publicidad y cultura. La propaganda y la publicidad conforman un lenguaje visual; la cultura es una cultura de masas que convierte al trabajador en consumidor. Una vez todos los valores son reducidos a valor de mercado, el trabajador ve su tiempo como moneda de cambio, se encuentra ejerciendo un trabajo y cada hora tiene un precio; el valor de un pantalón es 2 horas, el valor de una camiseta es aproximado a una hora de trabajo, etc. 12 Weber, Max- La ética protestante y el espíritu del capitalismo. Alianza Editorial: Madrid (2012).

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Cuando el trabajador tiene inculcado el pensamiento de consumo entiende la libertad como libertad de consumo, y su libertad de consumo aumenta con su capacidad de consumo, esto es, con dinero. Pero es algo contraproducente, pues su aumento de libertad en su lenguaje es disminución de libertad en el lenguaje intelectual. Si quiere esa televisión, tendrá que estar un número de horas trabajando para conseguirla que no podrán ser recuperadas. Se entiende la libertad por encima de todo valor, pero libertad de consumo y libertad de mercado; frente a esto se encuentra el modelo intelectual, que tiene presente una primacía de la justicia e igualdad en detrimento de la libertad de consumo y la libertad de mercado, consiguiendo otras formas de libertad basadas en el ser por el ser y no en el ser por el tener. El sistema de infraestructura opresor mantiene un entendimiento de la universalidad como totalidad; lo universal debe ser el todo, 'Un Todo' dentro de un mismo mercado. El modelo intelectual es un modelo de universalidad individualizada, todos son iguales y todos son puestos en un mismo estado de justicia, su libertad está condicionada por la igualdad y la justicia de todos. Al haber una diferencia de lenguaje, el discurso del intelectual ante la mass culture aparece como una quiebra de la libertad, porque es en verdad un sacrificio de libertades en términos liberales en favor de un aumento de la igualdad social por medio de la justicia, esto es, una igualdad ante legem que presupone a todos los ciudadanos como iguales independientemente de su nivel económico, en el modelo económico uno es lo que tiene, y todo servicio y bien es mercancía. Además de esa concepción que diferencia el ser por el tener del ser conformado por el ser, podemos encontrar otra alienación del trabajador por medio de la diferenciación entre empleo y trabajo. El trabajador es denominado trabajador, pero podríamos acotar esta idea llamándolo empleado ya que hace una alusión más directa a lo que se pretende comunicar. La imperante urgencia de cubrir las necesidades hacen que los individuos obtengan un empleo, pero ese empleo es únicamente una vía para el ingreso de dinero. El sentido del trabajo se ha perdido (se pasa del modo de producción gremial de la Modernidad al modelo burgués); el ethos profesional13 ha sido desvinculado del empleo. El trabajo consiste en una dedicación consciente donde el objetivo o finalidad está en el propio resultado (la cosecha en el agricultor, el mueble en el ebanista, el cuadro en el pintor, etc.). Marx ya aludía a este hecho con la desaprobación en algunos casos del taylorismo como alienación de los trabajadores14, pues no hay una identificación entre el trabajador y el producto de su trabajo. El empleado sólo tiene por finalidad el salario, se pierde por completo todo intento de mejorar con proactividad su labor, pues ya no hay un proceso continuado. El intelectual, diferencia claramente empleo de trabajo y puede estar empleado bajo unas condiciones laborales y sujeto a un horario que le permite obtener un salario, pero no entenderá su empleo como su trabajo si no hay una identificación con la finalidad del mismo. Esto puede resultar crucial porque en la sociedad unidimensional la valoración del empleo y la del trabajo puede converger en el trabajador que entiende empleo por trabajo pero no por identificación de sentidos sino por la falta de comprensión de la diferencia. Así, se entiende que un empleo es mejor sólo teniendo en cuenta el salario correspondiente respecto al horario de trabajo. Sin embargo, el intelectual valora el empleo en la medida en que se orienta a sus objetivos de trabajo como formación (Bildung) que permita un desarrollo de sus ideales en el ámbito práctico.

13 Weber, Max- La ética protestante y el espíritu del capitalismo. Alianza Editorial: Madrid (2012). 14 López Sevilla, Enrique – Marx, el humanismo y el socialismo español. Editorial 'Pablo Iglesias': México D.F (1965)

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2.3 Unidimensionalidad: El problema del tiempo y el trabajo La unidimensionalidad consiste en la falta de cultura y en la consideración de todo como valor de mercado por el completo proceso de mercantilización. Al considerarse todo valor como valor de mercado, se llega como hemos visto, a la consideración del tiempo como moneda de cambio. El problema de la unidimensionalidad no sólo está en eso, sino que todo se ve como ganancia o pérdida en términos de consumo. Esta consideración lleva al opresor a una facilidad de manipulación, pues el único valor vigente es el poder económico, la técnica como aplicación a las fuerzas o medios de producción es un instrumento económico y no es emancipatoria como en la filosofía marxiana, sino que es opresora. No podemos caer en un pensamiento ludita, pues no es la técnica en sí lo que oprime a la clase oprimida, sino el empleo de la técnica para eliminar la posibilidad de trabajo para el proletariado. Esta unidimensionalidad ocasiona dos divisiones: necesidades-productos y trabajadores-parados. La división entre necesidades y productos es propia del mercado y tiene influencia en el problema del tiempo y el trabajo. Para un mayor beneficio, el poder económico acumula las mercancías hasta que su valor de mercado alcanza un nivel suficiente para ser vendido. De este modo hay personas que necesitan bienes que ya se encuentran producidos pero que no están en stock porque los intereses económicos del poder que ostenta la fuerza de producción residen en un beneficio mayor que el beneficio obtenido por una venta con menor demanda. Hay acumulación de bienes sin utilizar por un lado, y por el otro hay acumulación de necesidades. El otro problema de la unidimensionalidad es el del tiempo respecto a trabajadores y parados. Mientras en unos lugares las jornadas de trabajo alcanzan hasta las 16 horas de trabajo (esclavitud capitalista), en otros lugares no hay trabajo en absoluto para el proletariado. El exceso de trabajo impide que se forje una cultura propia, pues toda la vida es la vida laboral. La ausencia de trabajo también impide que se forje una cultura, pues el tiempo libre surge en contraposición al tiempo ocupado o laboral; el parado no tiene tiempo libre, está pendiente de las necesidades y de cubrirlas en la medida en que pueda. Se producen trabajos de índole ínfima y no cotizados, cobrados de forma ilegal. El mercado de trabajo B sólo beneficia a los mercados financieros, porque hay movimiento de capitales pero sin pasar por organismos públicos estatuidos, con lo que se da el mismo beneficio del servicio por la mercancía pero no hay impuestos que redunden en beneficio social de todo el proletariado. La solución a la división necesidades-productos es una economía no dineraria, una economía basada en recursos, pero no puede darse sin la solución del otro problema. La solución del problema del tiempo y el trabajo consiste primeramente en impedir la apertura de mercados sin impuestos públicos. Pero como las necesidades no desaparecen en los parados, se ha de encontrar otra solución adyacente: la reducción de la jornada laboral. Consiste en una disminución del horario laboral general con el subsiguiente descenso de sueldo en cada particular; pero habiendo un número mayor de trabajadores cotizando, ello redundaría en beneficio social para todos los oprimidos 15. Esto no sólo es un beneficio económico general, dado que habría una mejor distribución económica en la sociedad, es también un beneficio social. El beneficio social estriba en la salida de la unidimensionalidad, cada trabajador pasa a tener un horario más reducido y puede emplear su tiempo libre en el descanso y restablecimiento tanto como en la adquisición y creación de cultura. A medida que esta medida de reparto del horario laboral se fomenta, más personas pueden estar formándose a la vez que trabajan. 15 Siempre que los gastos del Estado se dirijan a satisfacer las necesidades sociales.

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Con un horario más reducido y con plazas de trabajo suficientes para todos podría ocurrir que los estudiantes se integrasen en el mundo laboral sin dejar sus estudios; al cotizar más personas, los impuestos pueden generar beneficio público fomentando el estudio de todos los integrantes de la sociedad y una sanidad y cultura universales. El incremento de tiempo libre, entendiendo que es libre si hay también horario ocupado o laboral, hace que los propios trabajadores puedan ver aplicaciones de la técnica en beneficio de la producción. La técnica sería emancipatoria en este caso donde todos cuentan con unas necesidades cubiertas. Si bien cada persona individual cobraría un sueldo menor, dado que tendría menos horario laboral, el pago podría irse incrementando levemente si los beneficios sociales lo permitiesen. Pero en el caso en que permanezca el mismo valor de mercado cada hora, las personas pueden convivir y los pagos de las necesidades a cubrir ser sufragados de forma fraccionaria. En el modelo de familia común, ambos progenitores podrían trabajar, en caso de que los hijos tengan edad suficiente para ingresar en el mundo laboral podrían hacerlo sin que supusiera el abandono de los estudios. Este planteamiento es demasiado utópico e idealista, pero sin la reducción de trabajo laboral los parados van a tener cada vez más necesidades sin cubrir, que generarán una depresión social general, tanto por el surgimiento de mercados B como por la falta misma de cobertura de necesidades; toda enfermedad no cubierta tendrá peor solución cuanto más se tarde en solucionar, toda carencia de educación llevará al mercado B por falta de capacidad para cualquier otro empleo. Surgen los problemas de las sociedades actuales como la generación ni-ni, la drogadicción y la delincuencia. Estos tres últimos problemas pueden parecer generacionales pero son puramente sociales e implican a toda la sociedad, pues generan una división profunda entre la clase oprimida; el que trabaja se siente ultrajado porque cada vez menos parte de sus impuestos va dedicada a lo que él desea, dado que hay que cubrir necesidades básicas de personas que no trabajan (dicho sea de paso que no trabajan porque no hay puestos de trabajo, no por decisión propia), la delincuencia y la drogadicción provocan inseguridad, división y violencia, además de identificar a todos los jóvenes y cortarlos por el mismo patrón. El surgimiento de los mercados B implica que los organismos públicos estatuidos tampoco cubrirán las necesidades de quienes las pagan mediante sus impuestos (recordar que los grandes capitales no pagan impuestos porque realizan contratos especiales mediante el mercado financiero). Si se desecha la opción de reducción del horario laboral se seguirá en una esclavitud capitalista que tenderá a polarizar a la clase oprimida en dos clases: trabajadores y parados. Sólo se fomentará el abuso de poder económico y todo el perjuicio irá para las clases oprimidas. Sin embargo, si se plantea esa reducción y se fomenta, los bienes y servicios públicos serían defendidos y habrá un cuerpo mayor de trabajadores que con ayuda de la técnica podrán emanciparse del trabajo llegando al tiempo de la historia en términos marxianos. Con la ayuda de la técnica se solucionará el primer problema y más fundamental: el dinero como bien y la perversión de productos sin utilizar ante necesidades sin cubrir. Los poderes económicos tendrían menos fuerza sobre las fuerzas de producción a medida que los trabajadores se apropien por medios legales de dichas fuerzas de producción. Con sus necesidades cubiertas podrían tratar de conseguir una autonomía y deshacerse del capitalismo financiero en un primer lugar. La caída del capitalismo financiero permitiría un progreso mucho más alto, pues si las fuerzas de producción pertenecen a colectivos de trabajadores y no a élites económicas podrían producir bienes sin pensar en beneficios sobre el interés de la mercancía, esto es, sin un aumento agresivo de la plusvalía. 15

En último lugar derrocarían el capitalismo mercantil y la función del dinero que habría pasado de fiduciario a hilodrómico en la caída del capitalismo financiero. El dinero como bien quedaría suplantado y se daría lugar a una economía basada en recursos, donde si un pueblo necesita alimento se le ayuda y se invierte en que aprenda a obtenerlo de forma autónoma. Una economía donde se produce con arreglo a las necesidades sin la búsqueda de un beneficio particular, donde se investiga en lo que reportará mayor beneficio común en términos colectivos. Además de una forma de trabajo menos agresiva, menos competitiva y de un carácter colaborativo. Pues todo el trabajo actual sienta las bases en la competitividad y en la lucha por el beneficio económico. De forma que desaparecería la unidimensionalidad y la cultura podría ser divulgada de una forma más eficiente y eficaz. Para concluir quiero sintetizar cómo la reducción del horario laboral y la distribución justa del tiempo laboral y el tiempo libre dan lugar a una solución emancipatoria del estado de unidimensionalidad. La forma en que la reducción del trabajo permite la emancipación es primeramente creando tiempo libre como hemos visto: en los parados permitiendo sustentarse y tratando de impedir la generación de mercados B; en los trabajadores disminuyendo su horario laboral. Este aumento del tiempo libre ya permite la introducción de la formación cultural porque está de acuerdo con las condiciones básicas para el aprendizaje por medio de un pensamiento crítico. Esto permitirá que los trabajadores se vayan haciendo intelectuales en la medida en que se deshacen del pensamiento establishment y la ideología mass culture. Con una concienciación mucho más arraigada en mayor parte de la población, la distribución de esos trabajadores-intelectuales en diversos puestos del sistema social podrían ocasionar un cambio de modelo de pensamiento donde el Estado realmente solucione los problemas sociales y dedique la mayor parte de los ingresos al beneficio social (sanidad pública universal, educación pública universal, etc.). Podría darse cierta retroalimentación en este sistema, pues esos cambios permitirían una mayor calidad de vida y una mejor distribución de la riqueza económica (entendida en recursos, bienes y servicios). Esto redundaría en una mayor igualdad y una mayor justicia, además que la formación cultural de los trabajadores permite su salida de la unidimensionalidad, por lo que se hace posible un reencuentro con la libertad y con la identidad personal por el ser y no por el tener.

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3. Bibliografía: López Sevilla, Enrique – Marx, el humanismo y el socialismo español. Editorial 'Pablo Iglesias': México D.F. (1965).

Marcuse, Herbert- Razón y Revolución. Alianza Editorial: Madrid (1971).

Marcuse, Herbert- Eros y la civilización. Seix Barral: Barcelona (1968).

Marcuse, Herbert- El Hombre unidimensional. Seix Barral: Barcelona (1972).

Marx, Karl- El Capital. FDE-México (1966).

Ortega y Gasset, José- La rebelión de las masas. Espasa Calpe: Madrid (2006).

Weber, Max- Economía y Sociedad. FDE-España (2002).

Weber, Max- La ética protestante y el espíritu del capitalismo. Alianza Editorial: Madrid (2002).

Weiss, Peter- La Estética de la Resistencia. Editorial Hiru: Gipuzkoa (1999).

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