El historiador actual y Heródoto: Reflexiones a partir de la lectura del Libro II.

July 16, 2017 | Autor: R. Sancho Garzón | Categoría: Historiografía
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Descripción

Reflexiones sobre la lectura del Libro II de Heródoto. Ricardo Sancho Garzón. Historiografía I: sección de Historia Antigua.

La primera reflexión que me viene a la mente después de efectuar la lectura del Libro II de Heródoto, está relacionada con la cuestión del espaciotiempo en la que el autor escribe su obra. Cuando Heródoto se dispone a escribir sus historias sobre Egipto, más que un historiador, en algunas ocasiones parece un cronista que relata lo que le ve en Egipto, lo que los sacerdotes de los templos le cuentan a la hora de responder a sus preguntas, pero no se observa ningún análisis crítico o interpretativo, lo que sí aparece es la continua comparación entre civilizaciones, comparando la griega con la egipcia, o la mesopotámica con la egipcia. Todo esto me induce a reflexionar que Heródoto a la hora de contarnos sus historias, tuvo que desplazarse a aquellos lugares que quiso conocer y desde ese mismo lugar experimentar sobre la civilización que nos relatan sus historias. Hoy en día muchos historiadores a la hora de investigar o hacer sus investigaciones históricas no se plantean

tener que desplazarse y vivir en el lugar donde se desarrolla la investigación, digamos que son ‘’investigadores de salón’’, que debido a la abundante información bibliográfica no ven necesario hacer una historia de Grecia en el siglo XXI yéndose a vivir a Grecia, es decir, que somos historiadores inmóviles y localizados, en cambio Heródoto quiso viajar y conocer de primera mano los lugares sobre los que quería hablarnos. Por tanto llego a plantearme si a la hora de hacer historia, el hecho de conocer de primera mano el lugar sobre el que hago el estudio hace más enriquecedora mi investigación o mi crónica, si lo que cuento es más entretenido para el público lector, si el hacer historia significa fundirse con el contexto donde se desarrolla o se ha desarrollado la misma. Da la sensación de que Heródoto en algunas ocasiones cuando nos habla de la religión egipcia es más un antropólogo cultural que un historiador de las civilizaciones. Paradójico es que a finales del siglo XIX tanto Heródoto como Tucídides fueran rescatados por los historiadores del momento, usando al segundo como modelo de objetividad y el primero, Heródoto, como modelo de historiador que se desplaza al lugar del que quiere hacer historia, como hacían los antropólogos del momento. Llego a tener la sensación de que una vez realizada la lectura no he leído tanto un libro de historia de Egipto que me hable de su economía, sociedad, conflictos, inquietudes, sino de una descripción de algunos símbolos culturales de la civilización egipcia. La verdad que después de la lectura, resulta muy extraño comparar el libro que dedica a las Guerras Médicas, con esta descripción actual del Egipto que visitó, para mí las intenciones o los objetivos están bastante ensombrecidos.

Cuando hablo del ocultismo de los datos que aporta y que nos relata, no me refiero tanto a lo que elige contar y lo que no elige, ya que entiendo que le parezcan más atractivos para una primera impresión el Nilo, las Pirámides o los templos, más que la sociedad popular egipcia y sus modos de vida. Me estoy refiriendo por tanto al modo de redactar y contrastar lo que cuenta, ya que supongo que no sabría leer los jeroglíficos por sí sólo, o entenderse de forma directa con los egipcios de forma fluida, por tanto, la pregunta que me viene a la mente está relacionada en su manera de proceder y de contrastar la información que le llegaba cuando preguntaba a un sacerdote en Tebas sobre el reinado de las dinastías o sobre los dioses egipcios. También me pregunto si lo que le contaban se lo creería sin cuestionarlo, o lo moldearía a continuación según lo que intuía y pensaba, porque en muchos apartados nos comenta que hace uso de fuentes orales pero no nos dice si se lo cree o no, o si lo ha contrastado con otras fuentes orales. Detrás de toda esta preocupación y duda que la lectura me plantea se encuentra en el fondo otra cadena que el historiador ha llevado siempre consigo, y es la de la profesionalidad, puesto que ¿cómo vamos a hacer historia sólo con las fuentes orales y describiendo sólo lo que a nosotros nos parece que vemos sin contrastarlo con otras fuentes escritas que deben ser la base de cualquier investigación? ¿No se puede hacer entonces historia de Egipto a partir únicamente de medios audiovisuales, o fuentes orales como hizo Heródoto? ¿Por qué ese carácter sagrado de los escrito? ¿Por qué iba a ser más fiable una fuente escrita que una oral? ¿Acaso las fuentes escritas o las obras de otros autores son más fiables por el hecho de figurar en un papel o pergamino, o en los jeroglíficos de una

mastaba? Es esa devoción de lo escrito lo que muchas veces siento que me ata a hacer sólo historia a partir de la historias que otros historiadores hicieron a su vez de otras historias de otros historiadores, y resulta que si no hay fuentes escritas amparadas por un autor de prestigio te acusan de ‘’embustero’’ como a Heródoto, o de esconder las fuentes. Da la sensación de que le damos a lo escrito un valor absolutamente objetivo, y no sólo eso sino que muchas veces incluso a partir de la interpretación de las fuentes sólo podemos seguir conociendo la historia a partir de su lectura entre líneas, y yo me pregunto ¿por qué no iban a escribir una mentira en los templos egipcios los faraones? Es curioso, porque ya desde la época antigua existían los libros o lecturas sagradas, de la Torá por ejemplo en el mundo judío, y lo que decían las escrituras hasta hoy se ha mantenido para mucha gente de la misma religión como algo incuestionable, ¿no denotamos por tanto la misma devoción inexcusable sobre las fuentes escritas a la hora de hacer historia? Hoy en día lo primero que hacen muchos historiadores a la hora de emprender una investigación es ir directamente al archivo, lo cual es bastante comprensible cuando no dispones de fuentes orales o no puedes desplazarte al lugar del desarrollo de los acontecimientos, pero la cuestión es por qué íbamos a cuestionar la veracidad sobre la dinastía de Psamético en Egipto que nos cuenta Heródoto por haberse apoyado en fuentes orales. Parece que en torno a todo este debate sobre la figura de Heródoto en su paso por Egipto, lo que hay es una competición entre la supremacía del valor de las fuentes escritas sobre las orales. ¿Por qué no íbamos a poder hacer una historia política de nuestra guerra civil a través de los que hoy todavía quedan

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vivos y la recuerdan? ¿Por qué iban a ser, como muchas investigaciones dicen, fuentes de carácter secundario? Desde mi punto de vista la búsqueda de reconocimiento profesional del historiador, amparando sus investigaciones en fuentes escritas sólo es una excusa para tener una plaza de trabajo. Volviendo con la cuestión del valor de lo escrito, es algo que inconscientemente reconocemos, ya que por ejemplo damos mucho más valor a lo leído en un libro que tenemos entre las manos que a un artículo de historia en Internet, tanto el valor y la veracidad de lo que Internet nos da lo ponemos siempre en duda desde el punto de vista del historiador, e incluso la estética de lo que se presenta a la hora de escribir un artículo o publicar algo en la red es imprescindible para otorgarle un mínimo de credibilidad a lo publicado. Sin embargo, no solemos poner en duda lo que el último libro de historia antigua publicado y editado en las librerías nos cuenta, o por lo menos nos cuesta más cuestionar lo que nos expone el autor en el libro. Si se hubiese dado el caso de que Heródoto en el Libro II durante su viaje a Egipto se hubiese empapado del Libro de los Muertos o de multitud de papiros diplomáticos y económicos posiblemente hoy en día y a lo largo de la historia no estaríamos cuestionando tanto la obra de Heródoto, porque habríamos sabido cuáles habían sido sus fuentes, pero frente al desconocimiento de las mismas, se nos incita a dudar desde el primer instante. Además de que sinceramente, yo pienso que uno se hace historiador para disfrutar de la historia, y que Heródoto buscaba también emocionarse, disfrutar del viaje, relacionarse con los egipcios y maravillarse con el Nilo, no encerrarse en los archivos egipcios que no podía entender aunque quisiera.

En relación con esto último me gustaría comentar y es algo que la lectura me sugirió al final cuando Heródoto concluye su historia, y es sobre el disfrute de ser historiador. Yo me imagino que no hay nada más satisfactorio que ser historiador y poder viajar por todo el mundo y contar sus historias tan entretenidas. En cambio al historiador que veo encerrado en el archivo y pegado a la universidad (en este caso la de Cádiz) a muchos que realizan la tesis los noto totalmente desanimados y deprimidos porque no disfrutan con la investigación que se encuentran realizando, basada exclusivamente en leer obras de otros autores e ir al archivo, además de que muchas de sus tesis están totalmente modificadas por sus directores que no consideran la temática elegida como algo productivo. Veo muy inserto ese lenguaje neoliberalista en el mundo de las tesis, y espero que no se expanda mucho por la investigación histórica. Se habla de productividad y utilidad, yo a esto digo que cuidado, ya que estamos empleando el lenguaje que emplean los capitalistas. Aquella investigación que es inútil e improductiva y ‘’poco profesional’’ mejor descartarla. Para mi es verdaderamente doloroso ver como se tilda de jocoso, de freak, hacer una historia de Roma a partir de la serie de Roma del siglo XXI, de alguna forma vemos como la crítica que se la hace a Heródoto, nos la hacen hoy también nuestros propios compañeros de profesión, y al final lo más triste no ya en el caso de Heródoto sino en los historiadores del momento, es que no se trata de contar la verdad, ni de ser más profesional, sino de tener un puesto de trabajo. En relación con la cuestión del tiempo histórico, y siguiendo con la comparativa del historiador actual, Heródoto nos habla sobre Egipto, su río, sus gentes, sus costumbres, sus ritos

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experimentándolos de primera mano y haciéndonos una serie de minuciosas descripciones como es el caso del ritual funerario. Hoy en día se cuestiona mucho la objetividad del autor a la hora de contarnos la historia de Egipto ya que se piensa que en ocasiones exageraba y en otras mentía. Pero de nuevo tenemos en estas críticas las cadenas de la obsesión por la objetividad que ciñen los historiadores sobre los mismos historiadores. Evidentemente cuando uno lee la parte de la política y del desarrollo político de Egipto hay multitud de imprecisiones, pero para mí eso no es lo importante, lo importante es la interpretación de lo que cuenta y por qué lo cuenta así, parece que se olvida siempre que Heródoto fue también un griego con criterio y con unas intenciones u otras. El aspecto de las intenciones de Heródoto me lleva a preguntarme si Heródoto hubiera podido llegar a tener rivales en su campo de estudio, porque si no había rivales, qué podría llevar a Heródoto a querer tergiversar lo que cuenta y el cómo lo cuenta. Lo que sí sabemos es que fue duramente criticado por sus propios hermanos de la poléis griega por ser amante del mundo de los bárbaros o eso dicen sus más feroces críticos, pero no parece que a los griegos los egipcios les pareciesen unos bárbaros. El interrogante por tanto que planteo es si este historiador llegó a tener competencia en sus campos de estudio y si alguien le discutiría sobre sus escritos en general, no sólo ya del Libro II, porque en la actualidad la competitividad entre historiadores por imponer una tesis u otra es continua, lo que va ligado también al deseo de obtener una plaza de trabajo. La cuestión es por tanto si Heródoto se jugaba algo, o molestaba a alguien con este escrito sobre Egipto aparentemente inocente y sin ninguna intención, o si por el cambio tenía muchísimos enemigos en Grecia que desacreditaban su trabajo debido a la necesidad de

competitividad entre historiadores por ocupar un lugar en la sociedad es bastante más antigua de los que imaginamos. Como conclusión, debo decir que la lectura de Heródoto me proporcionó todo este conglomerado de reflexiones que gustosamente se han ido desarrollando una tras otra, y valga la paradoja de que cuando terminé la lectura se me ocurrió como idea de trabajo de fin de grado hablar del mundo italiano y el mundo norteamericano a partir de las películas de El Padrino, pero tratando de buscar profesores dispuestos a dirigir este tipo de trabajos en el departamento de contemporánea no conseguía dar con ninguno que quisiera darle el visto bueno a la propuesta. En definitiva, hoy todavía sigue ese complejo de inferioridad de las fuentes orales y audiovisuales predominando en las cabezas de los historiadores, algo parecido de lo que se refleja en las críticas a Heródoto por parte de sus compañeros de estudio contemporáneos. A pesar de todo gracias a la tecnología cada día son más las fuentes orales y audiovisuales con las que podemos contar desde el siglo XX en adelante y posiblemente los historiadores de los futuros siglos cuando quieran estudiar la historia de nuestros siglos no dispondrán tanto ya de ese complejo y serán las fuentes orales y audiovisuales las que conformarán la mayor parte de sus investigaciones sin dejar de lado por supuesto las escritas, ya a que pesar de lo que diga Chartier todavía no ha llegado el fin del libro. Para finalizar con esta conclusión me gustaría añadir una cita del autor Momigliano del libro que me leí la vez anterior La historiografía griega en el capítulo que dedica a Heródoto al final del mismo: ‘’El maravilloso desarrollo de los estudios de la historia griega y oriental de los últimos tres siglos no habría

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existido nunca sin Heródoto. La confianza en Heródoto ha sido la primera condición, para explorar con provecho nuestro pasado remoto. Aquellos que han ido a excavar a Mesopotamia y a Egipto, tenían por guía principal a Heródoto. Pero con esto no está todo dicho. Es verdad que ahora los historiadores de profesión trabajan sobre fuentes escritas. Pero los antropólogos, los sociólogos y los estudiosos de folklores llevan investigaciones sobre fuentes orales que constituyen sin más obra historiográfica. Los modernos relatos de exploradores, antropólogos y sociólogos sobre poblaciones primitivas son en definitiva un desarrollo independiente de la historia de Heródoto. De esta forma Heródoto está todavía con nosotros con toda la fuerza de su método de estudiar sobre fuentes orales no sólo el presente, sino también el pasado. Es una verdad extraña: Heródoto ha llegado a ser verdaderamente el padre de la historia sólo en los tiempos modernos’’.

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