EL GREMIALISMO COMO MODELO DE ORGANIZACIÓN SINDICAL Y SUS LIMITACIONES

Share Embed


Descripción



Por referencia al dirigente sindical que se destacó mucho por representar los intereses de la patronal y su subordinación al gobierno mexicano del PRI, Jesús Díaz de León, apodado "el charro" por su afición a los caballos y el rodeo de los jinetes charros. Los líderes charros además se enriquecen al amparo de este estilo sindical.




EL GREMIALISMO COMO MODELO DE ORGANIZACIÓN SINDICAL: EN BÚSQUEDA DE UNA ALTERNATIVA TRANSFORMISTA
Por José Luis Vega Carballo
Catedrático de Sociología UCR

El movimiento sindical ha tenido problemas en cuanto a poder definir la naturaleza y alcances de sus luchas en nuestro país. Ha fluctuado entre, por un lado, el gremialismo tradicional que promueva la despolitización de los sindicatos ("vegetariano"), bien tolerado y hasta celebrado por las derechas ideológicas y el socialcristianismo; y por otro, el sindicalismo más combativo de movilización social e impacto político transformador ("carnívoro"), el preferido por las izquierdas y al cual llamaremos sindicalismo de transformación o transformista, otros lo denominan revolucionario.

Aunque en nuestra realidad, conviene decir, no tenemos en forma pura, ni aislada, a ninguna de esas dos formas de organización sindical sino combinaciones híbridas, para efectos de hacer un análisis –y solo para esos efectos- vamos a separarlas para así perfilarlas mejor, tanto en sus adentros como en sus relaciones con el entorno.

Nos interesa sobre todo enfocar la más conservadora y tradicional de las dos formas: la del gremialismo vegetariano, ya que ha sido la predominante en Costa Rica y el resto de Latinoamérica desde los años de 1950; y aún más luego de colapsaron los aguerridos sindicatos paralelos al Partido Comunista, o Vanguardia Popular en Costa Rica, allá por mediados de la década de los 80.

A continuación vamos a presentar 8 tesis y tres reflexiones a modo de colofón.

Tesis 1.

El gremialismo propone un modelo despotizado de organización sindical cuya misión se concentra en organizar a los trabajadores en función de sus intereses inmediatos de tipo salarial, laboral y legal; es decir, lo hace alrededor de la gestión reivindicadora de derechos dentro del marco existente de las instituciones públicas y las empresas donde logre asomar la cabeza. No obstante – y esto de la mayor importancia- puede asumir la forma de lo que en México llaman un "charrismo sindical" o de una amalgama de "sindicatos charros", que operan asfixiando la organización autónoma y politizada de los trabajadores, al establecer alianzas de entrega y supeditación -a veces abiertas y otras subrepticias- con la patronal, los gobiernos y los mandamás del régimen político, a cambio de algunas concesiones y favorecimientos lícitos e ilícitos.

Esta corriente sindical moderada es muy propensa a establecer simbiosis especiales con la clase gobernante, esforzándose por aparecer ante ella y la opinión pública como un actor cooperante y amigable, casi tan inofensivo como lo han mostrado ser el cooperativismo, el solidarismo y el movimiento del desarrollo comunal en nuestro país; unos movimientos pro-sistémicos que se han desarrollado de forma paralela al sindicalismo en nuestro medio nacional y que la clase gobernante ha utilizado a su gusto para neutralizar la posibilidad del surgimiento de un sindicalismo más autónomo y combativo, así como de organizaciones sociales más estrechamente identificadas con las izquierdas, especialmente con las comunistas en el pasado y con las de su ala más radical en la actualidad.

A lo anterior ha contribuido desde inicios de los años cuarenta la aprobación del Código de Trabajo en medio de una difícil transacción o negociación del Partido Comunista con la oligarquía civil, la Iglesia Católica y el gobierno socialcristiano de aquel entonces. Fue cuando se hizo la amputación de cualquier brazo político para la clase trabajadora, al establecerse la prohibición legal para la dirigencia sindical de participar como tal en los partidos políticos y las luchas electorales. Con esta medida se trataba de evitar, desde ese entonces, el sindicalismo político bien ejemplificado por la simbiosis existente entre los sindicatos comunistas y el partido Vanguardia Popular, la cual perduró hasta el primer quinquenio de los años 1980.

Tesis 2.

Por ese camino despolitizado -vía el cercenamiento del derecho a la representación política parlamentaria mediante los partidos-, el gremialismo y su dirigencia se instalaron en la sociedad civil dentro del bloque del reformismo moderado. Y sus pujas laborales se transformaron en solo ligeras presiones para obtener algunas mejoras y prebendas al interior del sistema institucional vigente ("mejorismo"). Lo cual para nada presentaba –ni presente en estos días- efectivas amenazas a la clase gobernante, incluido su sector empresarial donde la persecución sindical radical –y bastante exitosa- ha sido una constante hasta la fecha.

Allí, en ese escenario de conductas moderadas y hasta complacientes con los actores político-económicos dominantes, los protagonistas del gremialismo vegetariano se presentaron como actores en exceso respetuosos del orden económico, social y político existente, del status quo y los intereses creados que lo sostienen y animan; el mismo que fue reorganizado, a partir de los años de 1980, bajo un modelo impuesto sin discusión de capitalismo periférico, dependiente y de corte neoliberal; es decir, privatizador y globalizante, con un Estado al servicio del mercado y los grandes negocios privados transnacionales. Es lo que el Banco mundial llama el "Neo-institucionalismo", o segunda generación de reformas salidas del Consenso de Washington. Así fue como transitamos de un "Estado Social de Derecho" a otro modelo de "Estado Neoliberal de Mercado", o de un "Estado Socio-céntrico" a otro "Estado Mercado-céntrico".

Tesis 3.

El gremialismo con tal perfil de actuación conservadora y pro-sistémica, se apartó en nuestro país hace décadas de toda una tradición latinoamericana y mundial de lucha revolucionaria o anti-sistémica, donde las organizaciones sindicales tenían fuertes enfrentamientos con las oligarquías y otras clases dominantes, el capital extranjero y sus Estados serviles, a los que disputaban el poder; la misma tarea que emprendían por su lado y en línea paralela, los partidos políticos del centro-izquierda latinoamericano con sus luchas populistas libradas por décadas en contra de las oligarquías, los ejércitos y policías de la dictaduras, y los demás aparatos coercitivos de la dominación, tanto directa como indirecta, visible como invisible.

En muchos países fue así como los sindicalistas politizados y radicales llegaron a retar a los detentadores del poder político y económico-social; y a mermar sus capacidades de control sobre las masas populares urbanas y sectores de clase trabajadora, ubicados en ciertos enclaves agroindustriales y exportadores, como los bananeros.

Un escenario muy conflictivo, donde se utilizaron muchos métodos "duros" como la huelga, el paro, las concentraciones y marchas, y otros tipos de movilización/confrontación directa de las clases trabajadoras organizadas. Fueron armas no solo sindicales, sino además políticas que permitieron ampliar la influencia de las clases desposeídas, frecuentemente en alianzas con partidos y movimientos afines, como sucedió en Argentina con el peronismo y el Partido Justicialista.

Y a pesar de que en tales circunstancias no se planteaba la toma directa del poder por la clase trabadora y sus aliados –ello mediante procesos revolucionarios, sangrientos y radicales-, el sindicalismo en su forma política y socialmente combativa sí contribuyó a impulsar profundos cambios estructurales y de estilo de desarrollo en varios países de la región desde los años de 1930, incluida Costa Rica; y aún en las décadas de 1980 y 1990 contribuyó a derrocar regímenes burocrático-militares en Latinoamérica en casi una docena de países y a hacer así posible las llamadas transiciones a la democracia.

Tesis 4.

Ahora bien, con la implantación relativamente exitosa de las políticas del ajuste estructural derivadas del "Consenso de Washington", el flujo del radicalismo sindical político descendió. Lo mismo sucedió con las estrategias y luchas de los partidos comunistas y otros sectores de la izquierda radical por continuar avanzando hacia algún tipo de revolución socialista, o transformación de las estructuras nacionales.

Lo anterior explica por qué las dirigencias sindicales gremialistas, tan afectas a sostener la estabilidad y seguridad sistémicas, han podido sin mayor problema no solo respaldar, sino trabajar dentro de una forma de nuevo corporativismo impulsado por el Banco Mundial, mediante del modelo de "Estados Mercado-céntricos".

Hasta pueden llegar los gremialistas a participar, directa o indirectamente, en los negocios que se mueven al interior del trío "Estado-Mercados- Gran Capital"; en especial, en los más grandes y jugosos negocios que, a la sombra del poder de las Partidocracias (democracias solo de y para partidos, y no de y para ciudadanos) y a través de "Estados Paralelos", impulsan las corporaciones transnacionales, los inversionistas extranjeros y los organismos internacionales tipo Banco Mundial, amparados por tratados de libre comercio (TLCs).

Tesis 5.

Estaríamos aquí, entonces, en presencia de una especie de "sindicalismo empresarial", o "corporatismo sindical" siempre proclive a ser pro-sistémico, muy conformista, hermano del modelo tradeunionista estadounidense, bien descrito y justificado así por su famoso defensor John Lewis cuando decía: "la `trade union´ forma parte integrante del sistema capitalista, es un fenómeno capitalista, de la misma manera que la sociedad anónima. Una agrupa a los trabajadores con vistas a una acción común en la producción y en la venta; la otra agrupa a los capitalistas con la misma finalidad."

En razón de esas adhesiones tan pro-sistémicas, vemos cómo las dirigencias y líderes gremialistas son muy bien vistos, recibidos e incluso premiados por los gobiernos conservadores y neoliberales o pro status quo, que ven el gremialismo como un factor de poder muy flexible, razonable y dispuesto siempre al diálogo y la negociación donde priva el toma y daca. Un actor que al fin de cuentas se conduce de modo sumamente dócil, interesado por portarse bien, y por integrarse, o mantenerse integrado, dúctil y pragmáticamente, al sistema político y de partidos; el dominado –como en Costa Rica- por una Partidocracia experimentada de larga data, hoy día controlada por una coalición de partidos dominada por el PLN -y a la cual está por verse si terminará sumándose el PAC-.

Por ello, el gremialismo termina casi siempre colaborando gustosa y estrechamente con los gobiernos de turno, con la patronal y el bloque de poder hegemónico –haciendo "charrismo sindical" à la mexicana- al punto de rechazar y enfrentar furiosamente a otros modelos de organización sindical y sociopolítico de las clases medias y trabajadoras; modelos en los cuales los dirigentes por lo común están menos interesados en prestarle servicios de integración y conservación al régimen imperante, y más en introducir cambios profundos en las estructuras, aunque sean gradualmente aplicados. Pero –eso sí- transformaciones de fondo estructural que generan permutas de sistema, las cuales conduzcan a un modelo poscapitalista o posneoliberal; en este sentido, que impulsen un "transdesarrollo" o apertura de puertas a aún mayores mudanzas de transición hacia alguna forma de socialismo latinoamericano o, en nuestro país, de socialismo o comunismo "a la tica".

Tesis 6.

No es de extrañar entonces que, cuando presiona al sistema imperante, la cúpula o fronda burocrática gremialista lo hace con mucha moderación y positivismo, siempre dentro del marco legal e institucional que rige sus relaciones con el Estado y los partidos, la empresa privada y las cámaras empresariales. No le pasa por la mente transgredir ni trascender la distribución del poder imperante, ni la correlación de fuerzas allí establecida por las denominadas "fuerzas del orden".

Generalmente, esta corriente gremialista sindical también entra en ese giro conservador con el afán de que el "buen comportamiento" de sus dirigentes y afiliados, les permita a éstos ascender a ciertos puestos de mando e influencia en esas esferas, mayormente en las del poder político (puestos de diputados, regidores o en puestos directivos de la administración pública), donde reciben buenas prebendas y reconocimientos a su labor por parte de la Partidocracia.

Y eso tiene implicaciones importantes en cuanto a la naturaleza y proyección de las luchas sindicales en el entorno.

Pues la tendencia de la dirección sindical gremialista es a reducir sus acciones lo más posible al campo laborista y al ámbito de los tribunales de justicia en donde, a veces muy ingenuamente, espera pasivamente a que los jueces –quienes son parte de la clase gobernante- les decidan a su favor los casos de querella que les son presentados; incluidos aquellos que son retirados del campo de la lucha social y política, para ser llevados a estrados judiciales. La consecuencia aquí es reducir toda lucha que pudiera llevarse a cabo mejor en el plano de las esferas callejeras, sectoriales, regionales y comunales de la sociedad civil, a una pugna abogadil y leguleyesca en el marco del Poder Judicial.

Tesis 7.

Así las cosas, en tales giros de desplazamiento del conflicto para judicializarlo en ámbitos controlados por la clase gobernante, se reduce mucho, o evita lo más posible, el apelar a otros factores de poder y actores allende las fronteras del sindicato y de la institución o empresa donde ha ocurrido un conflicto; por ejemplo, recurriendo a bases sociales, clasistas y comunales más amplias, lo mismo que a organizaciones del movimiento social que podrían brindar apoyo y darle al choque un marco regional y nacional amplificado. Claro está, que antes de judicializar la confrontación, esos actores efectúan contactos con funcionarios del Poder Ejecutivo, en especial del Ministerio de Trabajo, de quienes se espera –también en vano- que tomen decisiones imparciales y ajustadas a ley.

Lo mismo: estos sindicalistas aguardar resoluciones y diversas medidas a su favor tanto de algunos diputados y dirigentes de partidos reformistas pro-sistémicos, como de quienes se hallan ocupando por turnos la silla presidencial y sus colaboradores. Esto acaece, mayormente, cuando los dirigentes gremialistas son llamados, desde las alturas del poder establecido, a "negociar" y poner fin a alguna situación tensa o de conflicto que se haya salido un poco de las manos; a lo cual concurren gustosa y prestamente, hasta vanagloriándose por la deferencia de "los de arriba", hacia ellos que se sienten ser "los de abajo". Y hasta allí se llega en el manejo de muchos conflictos, intra- y extrainstitucionales.

Tesis 8.

Aunque en este análisis se han resaltado -y quizás hasta exagerado un tanto- los rasgos y tendencias del sindicalismo gremialista, ello se ha hecho como un ejercicio "ideal típico" dirigido a captar mejor su perfil y su modelo conductual, haciendo caso omiso a sus expresiones retóricas. Al final, los perfiles sociológicos revelan la poca o ninguna inclinación de los gremialistas a mantener relaciones con otras fuerzas, organizaciones y movimientos sociales del medio nacional e internacional.

Son esos actores, por eso, aislacionistas o muy "ensimismados", propensos a apartarse en cualquier momento de cualquier lucha que se tense o amenace al "Establishment", o conjunto de las élites; y susceptibles a dejarse cooptar por ellas, de un modo alegre y complaciente, mediante prebendas, sobornos, corruptelas y pequeñas concesiones que les ofrecen los altos círculos del poder público y privado (en particular la administración superior de las instituciones y las cámaras patronales), que ven con mucho agrado la manera veloz como las dirigencias gremialistas aliadas concurren a negociar sus escasas reivindicaciones y demandas de baja intensidad.

Generalmente van (según ellas) a "dialogar y negociar" aisladas, sin establecer antes alianzas con otras fuerzas y sectores; y procediendo en todo caso con mucha premura e improvisación, aunque siempre ávidas de publicidad, protagonismo mediático y aprobación por parte de la gran prensa y demás "poderes fácticos" de la patronal y la clase dominante; un ingrediente de aprobación de "los de arriba" que necesitan estos sindicalistas pro-sistema para fortalecer su imagen de ser razonables, dialogantes y bien portados ante los poderes establecidos.

**********

Ahora quisiera concluir planteando TRES reflexiones críticas, que se refieren a severos retos y problemas que tenemos no sólo en el campo del sindicalismo y el movimiento social, sino también entre los partidos del centro-izquierda, incluidos los que se llaman reformistas socialdemócratas, tanto como los más radicales.

Primer punto a considerar:

Conviene vernos en el espejo del modelo o, más bien, de la "idea" del sindicalismo gremialista; una idea muy criticada pero que sigue teniendo mucha presencia y peso en el sindicalismo costarricense, y, además, vernos allí, en ese espejo, haciendo una contraposición con su opuesto: la "idea" del sindicalismo transformista.

El primero –el más conservador y moderado- funciona acoplado al tiempo político y a los espacios que, desde las alturas del poder, le asigna el gran capital fuera y dentro del Estado; el segundo modelo, en contraposición, no se ajusta a ese tiempo ni a esos espacios, y cuestiona las reglas del juego de las estructuras institucionales de la dominación impuestos por "los de arriba" a las clases medias y trabajadoras subordinadas, o sea, a los dominados, manipulados y explotados. Empero, no nos sobresaltemos.

Anotemos que la idea sindical transformista otrora se denominaba "revolucionaria"; porque respaldaba un eventual cambio violento en el elenco de los detentadores del poder; incluido, en ese vuelco una eventual inversión de la relación estructural entre "capital-trabajo"/"clase trabajadora-clase capitalista".

Sin embargo, el sindicalismo transformista no tiene esa idea de apadrinar, en los actuales momentos que atraviesa el país, el uso de la violencia y la intimidación como si fueran los métodos por excelencia de la lucha y de la resolución de los conflictos y contradicciones sociales, o para alcanzar el poder político.

Proponemos que esos métodos duros, si acaso, solo deben utilizarse bajo condiciones extremas de opresión y represión, cuando "los de abajo" tienen que enfrentarse a un dominio ilegítimo, tiránico y abiertamente antidemocrático por parte de "los de arriba". Lo cual significa el tener que insubordinarse apelando al Derecho Universal de Rebelión del Pueblo, o de resistencia a la opresión del Soberano; un derecho defendido por figuras históricas Platón, San Isidoro de Sevilla y Santo Tomás de Aquino, así como reconocido por la "Declaración de Independencia" de los EEUU, la Carta de la ONU y su "Declaración Universal de los Derechos Humanos" de 1948.

Lo que se quiere decir aquí es, primero, que el movimiento sindical no-gremialista o transformador debe, ante todo fomentar y apegarse, a una radicalización de la Democracia Política Ciudadana, con todas sus potencialidades extendidas no solo al campo político parlamentario, sino además al campo económico-social y empresarial (Democracia Económica y Social).

Y, lo segundo, es que el "mundo del trabajo" -y por consiguiente toda la clase trabajadora tomada en un sentido muy amplio: manual e intelectual, obrera y campesina, urbana y rural, calificada y no-calificada, formal e informal, pública y privada, y de todas las edades y generaciones-, debe enfrentarse al "mundo del capital" dominado por distintas élites y estratos de la clase capitalista; politizando al Pueblo de los Ciudadanos, organizándolo, motivándolo y movilizándolo para desplazar del poder a la Partidocracia, es decir, a la actual clase política neo-oligárquica y neo-liberal, para forjar una auténtica Democracia que funcione en beneficio de las grandes mayorías sociales y ampliar el rango de las reformas económicas y políticas en dirección a un orden muy distinto al reinante.

Pero, estamos hablando de una politización en democracia y libertad que crea sus propios tiempos y sus propios lugares de lucha, y no se atiene a los que le imponga, a las clases dominadas, la clase gobernante de manera vertical y autoritaria, abusiva e ilegítima.

Segundo punto final a reflexionar:

Afirmamos la tesis de que, para no quedarse fosilizado ni ser aprisionado por el marco de la idea gremialistas, el sindicalismo nacional debería alejarse pronto del gremialismo por ser un modelo harto contemporizador y sumiso, plegado al orden y los poderes establecidos; y adoptar, en su lugar, modelos autónomos de organización interna democráticos, no-burocráticos, abiertos y flexibles (modelo fluido de organización gacela versus elefante blanco burocrático).

Serían modelos apropiados a la tarea de esa politicización crítica y a la otra tarea fundamental, prolongada y complementaria, sin plazos rígidos: la de avanzar hacia una transformación a fondo de las estructuras públicas institucionales y de las empresariales.

En función de la ya señalada estrategia de democratización integral y de funcionamiento "hacia adentro y hacia afuera" de las estructuras sindicales, debería emprenderse (o retomarse) una tarea relegada, casi abandonada, y que es una promesa incumplida de la democracia costarricense: nos referimos a la dura labor, concurrente con la estrategia de la radicalización de la democracia, de construir un sector de empresas propiedad de los trabajadores, o controladas por ellos –sean públicas, privadas, asociativas o cooperativas, u otros modelos autogestionarios; en donde los productos del trabajo (incluido sus valores o rentas) y a la par los intereses del ancho "mundo del trabajo" sean apropiados por, y satisfagan prioritariamente a, las necesidades de vida de los mismos. Ello, hasta alcanzar por lo menos un equilibrio paritario entre este mundo y el opuesto "mundo del capital", lo que el economista estadounidense Louis Kelso llamó una "Economía Binaria" (binary economic system).

El tercer punto y final para reflexión:

Este punto tiene que ver con el problema de la unidad para la lucha y la acción. Un déficit perenne de convergencia que tenemos en todo el movimiento sindical y social, y más allá. No es un tema fácil, ni vamos a poder tratarlo aquí en todo su detalle y extensión. Nos concretamos a sostener lo siguiente:

Partimos, en primer lugar, del principio de que no podemos resolver el problema de las divisiones y la diversidad interna del movimiento sindical por medio de la fuerza o del chantaje, las presiones, menos aún de la corrupción y la compra de conciencias. Debemos intentar la forja de la unidad con transparencia y apelando a la disuasión y el convencimiento entre las partes. Pero eso no basta.
Porque, en segundo lugar, hay que dejar de lado totalmente la idea supremacista de crear una organización de organizaciones o supra-organización por encima de las organizaciones existentes del movimiento y que asuma de manera hegemónica, vertical y autoritaria la resolución de los problemas internos y el enfrentamiento conjunto de los retos del entorno.

No debemos, pues, insistir en un esquema unitario uniforme ni absorbente al extremo, tipo "camisa de fuerza", al cual todos deban ajustarse y subordinarse. Es preferible respetar la autonomía de las organizaciones mediante un esquema democrático más laxo y mucho menos vertical. Una especie de estructura común de coordinación del tipo sombrilla, horizontal y efectiva, que trabaje como un cónclave de iguales en un plano en el cual cada organización mantenga su dirigencia y su perfil propio, su identidad, sus valores, intereses y esferas de acción, lo mismo que la forma o el estilo de gestionar la lucha en los frentes de lucha más importantes que sean de su competencia.

Solo así puede alcanzarse y potenciarse una auténtica y eficaz unidad en la diversidad, y aprovechar todo lo que ésta pueda rendir al tiempo que se avanza conjuntamente en la lucha, unificados y cobijados por acuerdos pactados sobre "mínimos", y no sobre "máximos".

Ahora bien, hay que definir cuáles son los acuerdos básicos para despegar en la dirección propuesta.

A continuación se sugieren algunos:

Lo primero, para despegar, consiste en llegar a un acuerdo de máxima cooperación bajo un lineamiento estratégico compartido, el cual requiere definir los contrincantes, y los problemas y retos que todos enfrentamos, y que estamos seguros hay alta probabilidad de que sean asimismo comunes.

En ese respecto, hay que entender la urgente necesidad de contrarrestar coordinadamente las ofensivas en marcha de las derechas y el neoliberalismo contra las izquierdas, sus partidos y las corrientes transformistas del sindicalismo.

Por supuesto, que un acuerdo estratégico sobre mínimos y no sobre máximos exige que queden atrás las corrientes y actores ultra-radicales y ultra-conservadoras de cualquier campo ideológico, sean hacia la izquierda o la derecha, por lo general sometidas a la clase dominante y a los poderes del capitalismo global; y que no es raro que terminan trabajando en beneficio de éstos. Necesitamos avanzar con el apoyo de un amplio espectro de corrientes ideológicas, actores y fuerzas sociopolíticas capaces de ponerse de acuerdo.

Una vez definido el enemigo y la situación estratégica en común, lo prioritario se vuelve el avanzar hacia un acuerdo de máxima cooperación con respecto al cumplimiento por todos de los objetivos y metas derivados de la misma situación tanto en lo relativo a estrategias, como a tácticas y métodos de lucha.

Ese acuerdo debería ser desglosado alrededor de un número limitado de retos y problemas a enfrentar; y tomando en cuenta las características de cada frente unitario de lucha organizado alrededor de los mismos y atendido por un "Grupo de Tarea" mancomunado. Así podría alcanzarse una unidad de orientación sobre cuestiones colectivamente definidas como las más importantes y/o urgentes. Ningún problema político puede o podrá resolverse, si no contamos con una unidad construida según la aceptación y el manejo exitoso de tal diversidad, la cual para nada deberá considerase como una debilidad, sino como una fortaleza y una oportunidad para desarrollarse.

Luego de acordar lo más importante y urgente, más adelante debería establecerse un acuerdo –también de mínimos- sobre lo que puede y debe hacerse en el terreno político-electoral y parlamentario, a partir del examen de posibilidades que ofrecen los partidos afines del centro –izquierda; y si no mediante la creación de un partido nuevo y distinto a los prevalecientes; uno de tipo laborista y capaz de representar en sentido amplio los intereses y satisfacer las necesidades del "mundo del trabajo"; inscrito en el GRAN OBJETIVO de CONSTRUIR AFIRMATIVAMENTE UN NUEVO ORDEN COLECTIVO POSCAPITALISTA Y POSNEOLIBERAL.

Esa plataforma de organización y acción política tendría la finalidad primordial de transferir al campo político-parlamentario y sus escenarios concretos, la fuerza acumulada por el movimiento sindical –principalmente, aunque no solo, por el agrupado alrededor de la "idea del sindicalismo transformista"- en sus luchas bajo la estrategia de máxima cooperación, con EL MAYOR aporte solidario de recursos por parte de todas las organizaciones y dirigencias, para la realización de la misma, en movimientos que vayan desde el corto hasta el medio-largo plazo.

Terminamos citando lo dicho por el filósofo social francés Alain Bailiou y que se aplica muy bien al terreno de la lucha social y del sindicalismo transformador:

"A largo plazo, la clave de una gestión victoriosa de los antagonismos se basa en la gestión correcta de las contradicciones del pueblo, cosa que, asimismo, constituye la auténtica definición de democracia."
(En: La idea de comunismo. The New York Conference [2011], Editorial Akal, España, 2013)



Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.