El gran inquisidor Imaginarios sociales

October 18, 2017 | Autor: Sandra Ramirez | Categoría: Spanish, Social Philosophy, Philoshopy
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Descripción



Facultad de Filosofía de San Miguel.
Cátedra: Filosofía Social.
Profesor: Juan Manuel Cincunetti.
Alumna: Sandra Ramírez Estrada.




La Leyenda de El gran inquisidor a la luz de los Imaginarios Modernos.









10 de noviembre de 2014



Introducción


A la idea de que, aunque muchos nos parezcan naturales o evidentes, no existen saberes o discursos que no sean fruto de determinadas condiciones de posibilidad –en otros términos, de determinadas prácticas sociales. Es así como cada época "produce" dispone dónde concentrar los esfuerzos de investigación, de qué modo elaborar los sistemas de ideas, cómo establecer lo que merece ser conocido o, incluso, qué puede ser pensado y que no.
Sin embargo, creemos que existen campos que "aún gozan" de amplia autonomía, precisamente porque todavía no se han constituido como "objeto social". Su carencia de entidad objetiva permite que las miradas del saber y poder no las perciban
En estas páginas intentaremos pensar el vínculo que existe entre el libro Los imaginarios sociales modernos de Charles Taylor y el poema El gran inquisidor de la gran obra Los hermanos karamasov de Fiodor Dostoievski y observar aquel lugar común a la luz de los imaginarios sociales.


"En el ser, en lo que es, surgen otras formas, se establecen nuevas determinaciones. Lo que en cada momento es, no está plenamente determinado, es decir no lo está hasta el punto de excluir el surgimiento de otras determinaciones"
Cornelius Castoradis.






El gran Inquisidor

La leyenda transcurre en Sevilla en la peor época de la inquisición. Jesús vuelve a su gente después de XV siglos. La noche anterior habían ardido en la hoguera cerca de cien herejes por orden del inquisidor mayor. Jesús camina, la gente lo reconoce, cura enfermos e incluso resucita a una niña en el atrio de la Catedral. Llega el inquisidor mayor y con sólo levantar un dedo la muchedumbre que le teme, se dispersa y hace arrestar a Jesús. Por la noche va a visitarlo al calabozo y comienza a enumerar una serie de reproches a la inserción de Jesús en la historia del hombre. Estos reproches se centran principalmente en la sobreestimación que hiciera Jesús de las capacidades humanas. Si Cristo fue capaz de vencer las tentaciones del desierto por amor y fidelidad a la obra del Padre, el hombre en general, el ser humano común, el hombre medio, en cambio, ha sucumbido a cada una de ellas, tornando prácticamente imposible, salvo magnificas excepciones, el cumplimiento del deseo del Padre del amor libre, la libre entrega del hombre, al amor libre, a la libre entrega de Dios. El ser humano ha sido incapaz de entrar en la dinámica fecunda de la Vida verdadera. ¿Es que Cristo ha venido tan sólo por unos pocos elegidos? La destrucción y la esterilidad que se expande sobre la tierra y se multiplica de generación en generación se explican por la ineptitud del hombre para vencer la tentación del Pan, del Milagro y del Poder.
En la figura del gran inquisidor vemos la figura del hombre de fe- de fe extrema, que le vuelve la espalda a Dios. Hombre de verdad- de verdades supremas que se consagra a la mentira. Hombre de infinita libertad- acepta a negar a los otros la libertad, pero sobre todo a sí mismo. Su alma rebosa de amor, de amor por los otros, por el mundo, por la vida y se hace hombre de odio. ¡Se niega al amor, y para defender la "felicidad" de los otros enciende hogueras y se apresta a quemar a Cristo mismo!

Su alma es de tal manera elevada y pura- a pesar de la mentira, el despotismo y el odio- que no teme erigirse en juez de Cristo. La fractura entre Dios y el mundo se presenta en el interior mismo del mundo.
Para el inquisidor, el hombre cede gustosamente su libertad, si esa entrega le reporta una seguridad vital. Dicho de otra manera: el ser humano necesita vivir con seguridad más que con libertad. Y la seguridad para este personaje, proviene del pan terrenal y de un marco de adoración claro que delimite todos sus movimientos vitales. El hombre enajena su libertad y se obliga a someterse a la voluntad del inquisidor mayor.
Pero, ¿no era acaso la conquista de la libertad, el anhelo y motor oculto de la modernidad, época desde la cual Dostoievski interpreta la historia? La tendencia interior del hombre no es, como la modernidad supuso, simple, clara y definida, es, al contrario, bien ambivalente. "No hay nada más seductor para el hombre que la libertad de su conciencia; pero tampoco nada más doloroso", afirma el inquisidor mayor. Lo doloroso se juega en la radicalidad que le exige al hombre su conciencia. El ser humano quisiera tener la certeza absoluta para una entrega radical, libre y amorosa a Dios o a la Verdad y no la tiene. ¿De qué otro modo podría relativizar la seguridad terrenal que es la única salvación a sus ojos, de la única vida que le es conocida? Sin embargo tampoco alcanza a conseguir la tranquilidad en la seguridad terrenal –si la hubiera- pues una voz interior constantemente lo empuja a caminar hacia las alturas, pero delante de sus pies se abre un oscuro abismo: hace falta una gran fe para caminar sobre sus aguas.
Cristo hizo muy mal en juzgar al hombre capaz de esa gran fe. Jesús podría haberse adueñado de los hombres si hubiera presentado su persona a través del milagro, el misterio y la autoridad, dándoles la seguridad que necesitaban. Pero rechazó una por una esas tentaciones siendo fiel al dinamismo vital de la libertad.


El hombre, el de la estirpe de los Elegidos ha hecho de su libre albedrio, una libertad no negada sino más bien exaltada, al volverse contra Dios lo ha hecho derivar al más duro despotismo. Su libertad se traduce en la más dura necesidad. "¡Oh! Nosotros los persuadiremos, finalmente a no enorgullecerse, porque Tú los elevaste y así les enseñaste a enorgullecerse: les demostraremos que carecen de bríos; que son tan solo niños dignos de lástima, pero que la felicidad infantil es la más gustosa de todas"
El gran inquisidor pretende instaurar la felicidad en la tierra. Confía que lo logrará si, mediante el poder terrenal consigue satisfacer las necesidades básicas del ser humano: primero, el pan; segundo, a quién adorar; tercero, a quién confiar la salud del alma y su conciencia. Se introduce luego por primera vez la constatación de un anhelo al que también deberán satisfacer; el gran anhelo del ser humano de una fusión universal, para ello montará una especie de gran hormiguero social.
A lo largo del discurso del inquisidor vemos cómo sus palabras buscan una verdad a fuerza de coherencia. Él habla de "cosas reales" – de la masa que son los hombres, de lo débiles, del pan y de la jerarquía que les hace falta. El inquisidor es un verdadero y autentico Realpolitiker. Dice a Cristo: "Pero también ahí juzgaste demasiado altamente a los hombres, pues sin duda son serviles, aunque también por naturaleza rebeldes. Mira y juzga (…) ¡A quién levantaste hacia Ti! Te lo juro: el hombre es la criatura más débil y baja de lo que Tu imaginaste".
Sigue existiendo el mal, sigue existiendo el tiempo: esto es lo que dice el silencio de Cristo. Silencio inquietante, lleno de misterio. Ante ese silencio, el inquisidor está y se siente inerme. Por eso intenta dominarlo, prohibiéndole la palabra. "No contestes, calla. Además, ¿Qué podrías decir? De sobra sé lo que dirías. Y tampoco tienes derecho a añadir nada a lo que ya dijiste"

La palabra que prohíbe a Jesús resulta ser la palabra que se niega a sí mismo, negándose él mismo al sentido más profundo de la vida.
El silencio perdura y cada vez se hace más inquietante. Hasta que "Él de pronto, en silencio, llegase al anciano y lo besa en sus exangües nonagenarios labios"
¿Pero por qué "ese beso-como dice Iván- le abrasa el corazón"? Porque revela al Anciano lo que él ya sabe, esto es, que si no se proyecta de manera segura a un fin por el que se deba vivir, el hombre no se resignará a vivir y preferirá aniquilarse más bien que permanecer sobre la tierra, aunque todo alrededor le extendiera panes hasta que se perdiera de vista. La diferencia entre el inquisidor y los mercaderes- a los que en un primer momento pretende reducirlo Aliosha- está precisamente aquí: en la conciencia de que hay algo irreductible al mundo.
Según comentaristas, ese silencio se vuelve una especie de conciencia, pues la conciencia llama siempre callando,-"quien calla quiere decir algo". Con el silencio se evita entonces, tomar la autoridad, pero se confronta y se libera a quien este preso de ella.
El poema termina cuando el inquisidor se calla aguardando a que el preso le conteste. Pero Jesús permanece en silencio y repentinamente lo besa en sus labios. "¿Y el anciano? – Aquel beso le quema el corazón, pero sigue aferrado a su anterior idea. – Y tú con él, ¿tú también? – exclamo Alíosha con dolor"
Para algunos autores, fue el socialismo ateo, el que intentó alcanzar las conquistas anheladas por el gran inquisidor. El socialismo también aceptó las tres tentaciones que Jesús había rechazado en el desierto y se presentó a sí mismo como una nueva religión. El Dios-hombre fue sustituido por el hombre-dios, encarnado en la figura política del comunismo socialista.

El evidente objetivo, una vez sacralizada la vida política, consistiría en cambiar las conciencias. O bien modificar estructuras desde una nueva antropología, un proceso de renovación e instauración de imaginarios sociales que se construyen en pos de un orden social ideal. Lo que vemos sin embargo a través de la mirada de este gran autor, es que las organizaciones de las relaciones sociales dejan de entenderse vinculada a los poderes celestes para vincularse para siempre a los terrestres. Dicho de otra forma el orden social deja de pertenecer a la teología o a la metafísica, para formar parte plenamente de la historia y de su relatividad espacio – temporal.
De este modo, el adversario del cristianismo para Dostoievski, no ha sido únicamente la inquisición del siglo XV, sino también un movimiento que le era evidentemente más cercano: el socialismo que se gestaba en Rusia por aquella época.
Miradas las cosas desde la perspectiva que nos da el siglo XXI, la utopía que presenta el gran inquisidor, no sólo buscó cumplirse en el socialismo ruso sino también en las sociedades occidentales. El avance histórico de la utopía de la sociedad de consumo y entretenimiento, se acerca más en los hechos que la que el gran inquisidor soñara en la teoría, a la revelación del hombre de la pesada y angustiosa carga de la libertad. Las inflexibles leyes no escritas de la globalización, la competencia, el estilo de vida cotidiana marcado por la velocidad y la extroversión, permiten un margen tan reducido a la vida interior, a la opción y la creatividad que verdaderamente el hombre se ha visto liberado de la libertad. Puede llegar a ganar el pan y mediante la distracción universal, conseguir en la dispersión del sujeto, acabar con su necesidad de adoración y de tranquilidad de conciencia.
Hubo tiempos en que las instancias eclesiásticas eran las únicas definidoras de lo que era "el mundo", donde su discurso teórico era la Doctrina. Un discurso construido sobre el método teológico tradicional de interpretación autoritativa de la Revelación que excluye al sujeto individual a través de su conciencia de asumir un papel activo en la recepción, lectura o interpretación del mensaje de salvación.
"Se da una regulación ortodoxa de la verdad a través del "magisterio auténtico", cuya base es una particular concepción de la "tradición".
Uno de los mecanismos básicos de mantenimiento de los imaginarios de la religión es la diferencia unificadora de dos mundos. Dos realidades separadas pero necesariamente vinculadas. La realidad se construye a través de la diferencia, la base de su capacidad de representación es siempre dual y a partir de esa diferencia establece una regularidad. Por muchos años este despotismo se denominó; muerte, juicio, infierno y gloria.
El ser humano gravita insensiblemente hacia el abaratamiento de la vida. Lo atraviesa un gran cansancio tras la confirmación histórica de su impotencia. Las exigencias del cristianismo son una burla a la pequeñez de su naturaleza. El gran inquisidor quiso formar parte del grupo de los elegidos, y superar las tentaciones,
"Pero recapacité y no quise servir a un absurdo. Me volví atrás y me incorporé a la muchedumbre de aquellos que han corregido tu obra. (…) Si alguno mereció nuestra hoguera ese eres Tú. Mañana te quemo. Dixi"











A manera de conclusión

La obra de Dostoievski, aunque escrita en el siglo XIX, refleja también al hombre y la sociedad de hoy, afrontando la cuestión del sentido metafísico de la vida humana, los problemas hombre y Dios, actitudes de función religiosa y de escepticismo, libre albedrio humano, significación metafísica del dolor; penetrando en los conceptos vida y ser, vida y pensamiento, tiempo y eternidad, hasta llegar a los linderos mismos de la existencia: muerte, caducidad, nada.
La leyenda de El gran inquisidor, que Dostoievski nos ofrece en Los hermanos karamasov, representaría la auto revelación del hombre moderno y su afán de querer explicar su relación con Dios, auto justificándose a sí mismo. El gran inquisidor es la encarnación de la voluntad de poder, a lo que todo queda sujeto.
El gran inquisidor se nos presenta como una crítica al racionalismo occidental, del humanismo, de la fe en el progreso con sus pueriles idilios futuristas. Hombres que creían en el progreso todopoderoso. Sin embargo, vemos exterminio por hambre, por aniquilamiento físico de millones de seres.
Con el juego demoniaco de hombre-dios han convertido al hombre en la fiera más feroz, voraz contra el hombre.
Observamos como todo el aparato cultural creado por el hombre mismo con fines de civilización y técnica, con su creciente afán totalitario, amenaza de manera continua con devorar y sepultar, con masificar nuestros pensamientos y juicios individuales y autónomos.

Podríamos decir que Dostoievski, así como también Nietzsche, constituyen la oposición contra el dominio de la ciencia, que se considera sucedánea de la religión y presunta salvadora del hombre mediante la aparente solución de todos sus problemas, con sus pretendidas categorías fijas. Creemos que ambos desprecian la cultura de superficie de nuestro tiempo y pretenden escapar del dominio del momento, ambos anuncian el choque de las fuerzas irracionales, ambos reconocen la tragedia de la existencia humana y oponen a la tesis racionalista – utilitaria burguesa de la felicidad y la virtud, la tesis de que el heroísmo - egoísmo prevalece sobre cualquier índole de felicidad. Nos atrevemos a decir que en ambos vive la vida, el amor a la vida, la mística del vivir y la mística de la tierra.

Vemos por tanto al nihilismo como una consecuencia de la exclusión de las creencias y de la tradición de una época que carece de fundamentación, del intento de destrucción del tradicional orden cristiano, sustituido por el orden estatal y la pura normatividad secular, de la idea no tanto de la ausencia de verdad, sino de la concepción de la misma como expresión de la voluntad de poder.

Dostoievski ha previsto, con intuición casi profética, problemas esenciales y existenciales de nuestro ser espiritual, moral y social de hoy, "prediciendo todos sus efectos sobre el hombre y la configuración de la sociedad humana", de ahí la grandeza de esta obra.

Parece ser, que la propuesta del progreso al proyecto social consistiría en destruir la visión del hombre, del mundo y de Dios, desde la política del poder. Abolir las formas de vidas tradicionales sólo podría ser fruto del relativismo, rompiendo las comunidades de tradición y sus memorias.

Precisamos cada día más una cultura pos materialista, pos modernista que devuelva la confianza perdida en la vida política, una regeneración de la vida pública que respete un orden moral natural, una regeneración por tanto de imaginarios sociales que den lugar a través de las criticas intelectualistas a una nueva cultura con prácticas que nos permitan construir una realidad superadora en lo individual y social.

Sin embargo, me pregunto; ¿Podemos hablar de una realidad superadora? O dicho de otra manera, frente al orden establecido, ¿Se podría pensar en un orden alternativo?
Pareciera ser que el ser humano gravita insensiblemente hacia el abaratamiento de la vida. Lo atraviesa un gran cansancio tras la confirmación histórica de su impotencia.


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Fiodor M. Dostoievski, Los hermanos karamasov, Edición de J.C. Ballesta, (Barcelona 2011).

Ibid., p. 379
Ibid., p. 369
Ibid., p. 367
Ibid., p. 384
Ibid., p. 384
Ibid., p. 394

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