El género hecho cuerpo

September 8, 2017 | Autor: Priscila Cedillo | Categoría: Estudios de Género, Sociología Del Cuerpo
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Descripción

XXVI Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología. Asociación Latinoamericana de Sociología, Guadalajara, 2007.

El género hecho cuerpo. Roberta Priscila Cedillo Hernández. Cita: Roberta Priscila Cedillo Hernández (2007). El género hecho cuerpo. XXVI Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología. Asociación Latinoamericana de Sociología, Guadalajara.

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1 El género hecho cuerpo Priscila Cedillo FCPyS – UNAM Sociología

La ponencia que sigue pretende mostrar avances de investigación del trabajo intitulado Cuerpo y género, una aproximación sociológica cuya problemática central gira en torno a como el género se hace cuerpo y viceversa. Antes de comenzar con la presentación de estos avances vale la pena detenerse en algunos aspectos que han configurado esta investigación. De esta forma la ponencia tiene la siguiente estructura: en un primer apartado se mencionaran las preocupaciones que dieron lugar a esta investigación y en que consiste; una segunda parte mostrará algunos ejes teóricos que le dan sustento y concluiré con la presentación de los avances que ha tenido esta investigación respecto al análisis de las entrevistas, que le dan origen. I

El cuerpo, como todos sabemos (y no sólo por algún tipo de reflexión, sino por que lo vivimos día con día) es indisociable del ser humano. A través de él vivimos lo social (Bourdieu, 1991) y expresamos nuestra subjetividad, lo que supone ya un trabajo sobre el cuerpo. Sin embargo nuestro cuerpo no es de ninguna manera neutro (Le Breton, 2002). Éste esta constituido a partir del sentido que le otorgamos y él mismo se vuelve un productor de sentido (Sabido, 2007). Así encontramos niños, jóvenes y viejos; mujeres y hombres, por poner algunos ejemplos. Todas estas categorías están ancladas en el cuerpo. Sin embargo, aunque parecieran dadas por naturaleza y las más de las veces pasan como evidentes, tienen tras de sí una historia y una genealogía, mostrando que el cuerpo no es un dato natural sino que esta atravesado por el sentido. Baste un ejemplo para demostrarlo. A muchos de nosotros nos causa al menos cierta sorpresa o estupor descubrir que la verdadera edad de los niños héroes oscilaba entre los 20 y los 24 años. La edad, ese dato aparentemente natural y de esta forma solo relacionado con lo fisiológico, es decir, con el efecto del tiempo sobre los cuerpos, pareciera fuera de toda lógica social. Sin embargo, la

2 sorpresa que nos causa enterarnos de ese dato que pudiera parecer sólo una curiosidad entre las muchas que habitan la historia y totalmente irrelevante, resulta significativa cuando se le vincula con la lógica del mundo social que se encuentra continuamente redefiniendo las clasificaciones a través de las cuales aprehendemos al mundo y a los sujetos1. Así los “niños héroes” eran niños para el horizonte significativo compartido por sus contemporáneos pero a nuestros ojos tener 24 años y ser un niño no es compatible, lo que evidencia el carácter social incluso hasta de los datos más naturales. Este rodeo, tiene como fin poner sobre la mesa el interés primordial que guía mi tesis. Pero ¿cuál es la conexión entre los niños héroes, la edad, el cuerpo y el género? En primer lugar también el cuerpo pareciera solo un dato más, anclado en una realidad biológica o como lo define la anatomía o la fisiología como un conjunto de órganos que cumplen ciertas funciones y que, además, se encuentran interconectados. Sin embargo, un análisis más detallado nos podrá revelar muy pronto que además de esto, el cuerpo es algo más. Simmel muestra como la mirada produce sentido; con ella demostramos amor, odio, ternura e incluso desprecio e indiferencia2. Los protestantes analizados por Weber excluyeron cualquier tipo de experiencia placentera, experiencia que por lo demás es corpórea, en aras de asumirse como los elegidos y servir a Dios. Durkheim en Las formas elementales de la vida religiosa evidencia que en las “sociedades primitivas” el duelo por la muerte de algún pariente expresado a través de trances o gritos (es decir, a través del cuerpo) es un deber impuesto por la colectividad que no tiene por que concordar con el sentimiento individual. Su sobrino Marcel Mauss en su artículo multicitado “Las técnicas corporales” nos habla de cómo hay gente que duerme en una cama y otra que no, es decir de cómo dormir, comer, ejercitarnos y reproducirnos, entre otras actividades, suponen un trabajo social sobre el cuerpo. Y más aun, maquillarnos, vestirnos de una u otra forma contribuyen a la expresión de nuestra subjetividad, pero también envían información sobre nosotros. La puesta en escena goffmaniana alude al cuerpo, en tanto lo considera productor de sentido. Y una más, desde el momento en que nacemos la apariencia externa de nuestros genitales marca de manera casi indeleble una de las posiciones centrales que ocuparemos en el mundo social: si seremos niños 1

Un ejemplo similar lo podemos encontrar en Lenoir, 1993 Además de que en un nivel más bien filosófico, la mirada constituye una característica de la época moderna. Cfr. Simmel, 1988 y Sabido, 2007 2

3 o niñas. Al nombramiento del sujeto, aquello que nos define y otorga identidad (no es lo mismo llamarse Luis que Luisa) le precede la definición social del cuerpo en términos de género. Así, el cuerpo no podría ser solamente una realidad biológica o fisiológica pues esta inserto en tramas de significación (Le Breton, 2002) y no escapa a esa otra naturaleza del ser humano: la semiótica. Ante esto, se manifiesta la importancia del cuerpo como un objeto de estudio sociológicamente relevante3. Sin embargo, la corporeidad del sujeto no se podría comprender a cabalidad si no atendemos a la diferencia sexual como una diferencia fundante en la atribución de significado del cuerpo. Por ello, la tesis consiste en comprender como el género se hace cuerpo y viceversa. Su sustento empírico proviene de material cualitativo recogido en una serie de entrevistas a profundidad semiestructuradas que se realizaron en la ciudad de México a personas que oscilaban entre los 20 y los 70 años de edad, que fueron clasificadas en tres grupos: jóvenes, adultos y adultos mayores. Las entrevistas buscaron recoger la experiencia y atribución de significado que los sujetos le otorgan a su cuerpo en relación con la diferencia sexual4 que los marca. Como se puede ver ésta es una investigación bastante acotada y contextualizada. Sin embargo permite explorar la problemática que sigue: cómo la diferencia sexual que es fundante del orden simbólico se materializa en los cuerpos de cada uno de nosotros; y como entonces, ese cuerpo no podría ser entendido completamente sin atender a la gama de emociones, pensamientos, acciones y percepciones derivados de la simbolización de la diferencia sexual. Mostrando con ello algo de suma utilidad para la teoría sociológica y sus debates contemporáneos: que el cuerpo es ese punto de articulación entre lo objetivo y lo subjetivo (Cfr. Bourdieu, 1991 y 2002 y Elias, 1994) así como entre naturaleza y cultura. 3

De hecho el supuesto acerca de la construcción social del cuerpo se podría decir que es casi un lugar común en sociología (Bourdieu, 2005) y sobretodo en antropología (Cfr. Lamas, 2002 y Feher, Nadaff y Tazi, 1992). Lo interesante es que aún cuando esto es así las más de las veces el sujeto concebido por la teoría social es un sujeto sin cuerpo, y por ende, sin género. Producto tal vez de las estructuras cognitivas engendradas por el racionalismo característico de las sociedades modernas que ven en él cuerpo un obstáculo para el conocimiento (véase al respecto Turner, 1989, 1994 y Le Breton, 1990, 2002; Sobre la crítica a los sujetos sin género puede verse Barret y Phillips, 1995). Sobre el género pueden mencionarse algunas excepciones, Gayle Rubin (1996) señala a Freud y a Levi Strauss, pero también podría incluirse a Bourdieu (2005). Sorprenderá que Foucault no este incluido, sin embargo él cae en lo que De Lauretis llama ideología del género y considera a la sexualidad sólo desde el punto de vista masculino (Cfr. Lauretis, 1991) 4 Diferencia que no es la dicotomía a partir de la cual el orden simbólico se estructura como resultado de una biologización de lo social, sino que es mas bien un continuum y no polos opuestos (Cfr. Lamas, 2002)

4 Además, permite problematizar la capacidad de agencia de los sujetos que tiene que ver con los procesos de resignificación del género, gracias a que las entrevistas pueden ser pensadas a partir de grupos de edad, lo que supone cambios generacionales. Todo ello en un contexto concreto. Sin embargo, ¿cuáles son los ejes teóricos que la guían? Y que me han sensibilizado sobre ciertas problemáticas. Esto se verá en un segundo apartado.

II

Señalar algunos ejes que delimiten mi horizonte teórico supone un posicionamiento respecto a ciertas cuestiones relativas a la problemática ya esbozada. Por tanto cabe advertir que las categorías y ejes teóricos que a continuación se presentan son el resultado de una discusión previa, al mismo tiempo que operan como diría Parsons a manera de un reflector que alumbra ciertas zonas, mientras que otras quedan en la penumbra. Bajo este riesgo presento este entretejido teórico. La realidad social es una realidad emergente frente a lo psicológico y lo biológico, aunque no por ello deja de interrelacionarse con estos ordenes. Tal y como la concibo aquí es una realidad cultural que resulta de la naturaleza semiótica de los seres humanos por su afán de incidir y significar al mundo (pues como señala Bolívar Echeverría [2001] la dimensión material y simbólica son indisolubles la una de la otra). Por tanto, como dice Max Weber la cultura es aquella trama de significaciones que el mismo hombre ha tejido y en la cual se encuentra inserto (Citado por Geertz, 1992: 20)5 Ahora bien, lo cultural se expresa a través de formas que encierran una materialización concreta frente a un número de posibilidades infinito6 pues como dice Echeverría (2001) la especifidad de lo humano es su politicidad, su expresión a través de las formas. Vale entonces

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Como se puede ver el concepto de cultura que aquí retomo es una suerte de matriz de lo social y no sólo la entiendo como la autonomización de una esfera que se circunscribe a las expresiones artísticas e intelectuales, que ha gestado valores propios como resultado del arribo de la modernidad. Una discusión interesante sobre esta última definición puede verse en Elias, 1994; John Thompson “El concepto de cultura” en Ideología y cultura moderna, cáp. 3, e incluso en Giménez, 2005. 6 En la filosofía de la cultura simmeliana, por ejemplo, la vida se opone a la forma, en tanto que la primera es un constante fluir mientras que la forma es una suerte de cristalización de la vida y trascendencia de la misma (Simmel, 1988a)

5 la pena preguntarse cual es el mecanismo que opera en lo cultural y que culmina en una materialización concreta. Lotman (1979) en su artículo “Sobre el mecanismo semiótico de la cultura” habla de cómo ésta opera en base a la dinámica de exclusión / inclusión. Las culturas entonces se definen en relación a lo otro que excluyen o en otras palabras se organizan a partir del caos que las rodea. Pero, como diría Márgara Millán las culturas son una concatenación de diferencias (Millán, 2003) pues no sólo se delimitan frente a lo externo sino también al interior de sí mismas ya que operan con base en distinciones. Una que resulta fundante de las culturas es aquella que opone lo masculino a lo femenino (véase al respecto Lamas, 2002; Millán, 2003; Scott, 1996 y Bourdieu, 2002). Podría señalarse incluso, como lo hace Joan Scott, que el género entonces es constituyente de lo social o de naturaleza reciproca a esto (1996). Bourdieu dirá que lo social se traduce en términos de género. La misma Scott, en su definición de la categoría género, menciona 4 niveles en donde este opera: El simbólico, que alude a la naturaleza semiótica del ser humano y al potencial que esto encierra; el normativo, que fija y produce códigos concretos, que aunque cristalizados son susceptibles de resignificación; el institucional, que alude a las formas de construcción del género en diversos ordenes como la política, la religión, la economía, la familia, etc. Y el subjetivo, donde el género se materializa en subjetividades diferenciadas. Niveles que, por otra parte se interrelacionan. Además, tales ordenamientos constituyen relaciones de poder, entendiendo este último no como una cualidad, sino como una relación social que tiene al menos dos facetas tal y como diría Foucault (Cfr, Lauretis, 1991) una negativa que establece relaciones de dominio y subordinación entre lo masculino y lo femenino y que se traduce en la violencia simbólica de la que habla Bourdieu (2005) y en los desequilibrios de poder entre los sexos analizados por Elias (1998). Y otra fase, mas bien positiva: la constitución de subjetividades, pues aun cuando es un ordenamiento que constriñe también posibilita, nos da sentido y otorga una identidad. El análisis del mismo Foucault y la noción de habitus de Bourdieu dan cuenta de ello Queda aun por resolver ¿cuál es la importancia del cuerpo dentro de estos procesos? La categoría de habitus nos da una clave para responderla. Bourdieu la define como un sistema de

6 disposiciones que genera practicas y actitudes que se corresponde con las estructuras objetivas de las sociedades. Su fuerza radica en que define los límites de pensamiento a los que un sujeto puede llegar en un contexto cultural y social especifico. Hay entonces una correspondencia entre las estructuras cognitivas y objetivas de una sociedad, que no son sólo un discurso aprendido, sino in-corporado, hecho cuerpo. Así, el plano subjetivo de Scott y las interrelaciones que establece con los demás niveles no puede ser entendido sin lo que Sabido (2007), en un análisis de Bourdieu y Elias, llama la historia hecha cuerpo, la historia incorporada, que leída en clave de género ha producido históricamente 2 subjetividades diferenciadas. Sirva este primer horizonte teórico como encuadre para el análisis de algunos fragmentos del material cualitativo que a continuación se presenta. Y que para efectos prácticos he dividido en tres problemáticas, a saber, el anclaje de la subjetividad, las emociones, el cuerpo y el género y la capacidad de agencia.



III El anclaje de la subjetividad

Definirnos como un sujeto es un proceso constante e inacabado que tiene que ver tanto con aspectos psíquicos como sociales7. De acuerdo a De Lauretis, la subjetividad resulta del entrecruce de distintos vectores tales como el género, la edad, la identidad sexual, la religión, la etnia, la clase y un largo etcétera. Casi todos estos, se materializan a través de los cuerpos, en especial en sociedades con marcadas tendencias individualistas, que buscan exacerbar este rasgo (Le Breton, 1990) y que ven en el cuerpo una forma de expresarlo. Este trabajo social es ante todo cotidiano y duradero; en términos de género deriva en la creación de subjetividades diferenciadas y diferenciadoras (Bourdieu, 2005) Así se expresa uno de los entrevistados, un adulto varón de 51 años: Ya, ya trae uno el sexo, siempre supe que era hombre, varón, que mis pantaloncitos, todo el atuendo, siempre me compraban ropa para hombrecito, para niño, pues si, pues ahí uno se va dando cuenta de que eres diferente. Pues a mi nunca me compraron una muñeca, unas zapatillas de ballet para que yo fuera a clases. [...] La mujer trae cabello largo, aretes.

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Aquí, solo me referiré a los sociales pero concuerdo con Lamas cuando advierte que la subjetividad no sólo puede reducirse a éstos y que es necesario comprender los procesos que configuran la estructura psíquica de los individuos y que, a su vez, estructuran las identidades sexuales (Cfr. Lamas, 2002)

7 Es posible reconocer aquí, la materialización del género, a partir de prácticas concretas: el maquillaje, la ropa, las actividades que se pretenden exclusivas de uno u otro sexo y el papel que juega el cuerpo en este proceso. Sobre éste mismo asunto habla otra participante, una mujer adulta de 44 años: ¿cómo te diré?, porque, aparte de tu cuerpo, que como estas, que a mi siempre me cotorreaban, por ejemplo, yo era muy ancha, Es que tu ibas a ser hombre y ya naciste mujer, y cuestiones de esas. Las formas del cuerpo son también significadas a partir de la dicotomía masculino / femenino generando expectativas, que de no cumplirse crean ciertas problemáticas para los sujetos como las causadas a las personas que rodeaban a mi entrevistada y que se traducen en esa frase que resulta significativa: ibas a ser hombre y ya naciste mujer. Podría comentarse además que las expectativas que se tienen sobre el cuerpo se entrecruzan también con otros vectores como los cánones estéticos y que dan lugar a la tensión entre los cuerpos reales y los deseados, en una cultura dada. Muchos de los pequeños rituales a los que nos sometemos día con día tienen que ver con la búsqueda de este ajuste8 De esta forma, el cuerpo se muestra como esta articulación entre lo objetivo y lo subjetivo, entre el símbolo y el sujeto. La subjetividad encuentra en el cuerpo un lugar privilegiado de expresión. Pasemos ahora a otra deriva del género hecho cuerpo. •

¿las emociones tienen género?

Pues enseñan... se les tiene que enseñar quien es cada quien, un niño tiene sus actitudes, tiene su manera de pensar, tiene su manera de ser, su manera de actuar, e igual la niña, la niña tiene también ella tiene su manera de sentir, que principalmente lo que mas trae uno como mujer es, desde un principio, como natural aquél amor hacia el ser humano, que como mujer y como madre que llega a ser tiene otra manera de pensar que el hombre, porque el hombre, aunque sea padre y aunque sea lo que sea, este, tiene otra manera de pensar, porque, pues porque no siente lo mismo que la mujer. La mujer ya trae los sentimientos diferentes al hombre, porque es maternal, ¡es mujer! Trae los sentimientos mas profundos, el hombre si los tiene también, pero de diferente manera. Así se expresa una mujer de 72 años. Las emociones, para ella son una forma natural de expresión que se diferencia de acuerdo a si eres hombre o mujer. Son entonces naturales. Sin embargo, como socióloga, no puedo más que cuestionarme si esta naturalidad es tal. ¿será 8

En otras sociedades podemos encontrar esta misma problemática, véase por ejemplo el trabajo que se hace sobre el cuerpo en las culturas de Melanesia. Cfr. Bruce M. Knauft “Imágenes del cuerpo en Melanesia, sustancias culturales y metáforas naturales” en Feher, Nadaff y Tazi, 1992

8 posible que las emociones tengan género y qué además éstas sean tan individuales que carezcan de matices sociales? La historia y la sociología parecen llevarme por otro sendero. Las emociones encuentran una forma de expresión en las configuraciones sociales a las que pertenecen (Cfr. Elias, 1994 y Bericat, 2000). Existen dos niveles analíticos que podrían tratarse muy brevemente respecto a la cita anterior. El primero es que las emociones son susceptibles de regularse socialmente. El concepto de norma emocional acuñado por Hochschild y citado por Bericat resulta esclarecedor pues alude al donde y al cómo sentir. Si lo leemos en clave de género podemos ver como las emociones, que a los ojos de mi entrevistada parecen naturales, son el resultado de la dimensión normativa de las emociones que a partir de la dicotomía masculino / femenino limita y define las emociones apropiadas para cada sexo. Tener más profundos los sentimientos en el caso de las mujeres resulta de un sistema de prescripciones y prohibiciones, que en base a los ordenamientos de género, operan sobre los cuerpos. Y que tiene su contraparte en aquella frase de Elias donde se quejaba sobre que “A los hombres se les tiene prohibido llorar”. De hecho, uno de los jóvenes entrevistados daba cuenta de su situación emocional, al vivir entre mujeres: Pues ¿cómo me sentí? Primero, solo y distanciado, porque sabia que mis problemas, bueno que los problemas, que tuviera yo no se los iba a comentar a ellas, ya sea por pena o porque yo creía que tal vez no me iban a entender. Y todavía no se los comento... El segundo nivel que quería traer a colación es que las emociones expresan relaciones sociales. Sentir diferente al hombre, e incluso temerle, como lo expreso una mujer de 72 años y otra de 22 nos da ya una primera aproximación a esto que podríamos afinar con las emociones generadas a raíz de la menstruación. Veamos algunos fragmentos de las entrevistas. E. ¿en que momento se te comenzó a hablar de los cambios que ocurrían en la pubertad? AM44. cuando te llegaban las sorpresitas (hablando de la menstruación), y decías, y ahora, que me pasa, y ya preguntabas y ya medio te digo, no se si por la pena o tu mismo ya no te atrevías a preguntar así mucho sino lo que ibas oyendo, lo que vas aprendiendo de las experiencias de los demás.. yo creo que hasta se ponían rojas las mamas, las abuelas, todo mundo, hasta las maestras ¿a poco no? Les preguntabas y Uy! Este niño de donde salió, ya hasta te andaban reportando y a uno mismo le daba así como que pena preguntar porque no eran tan abiertos como ahora. *** JM22. (...)A pesar de que yo sabia que tenia que menstruar, pero de repente así me llego y como que dije ¿y ahora que hago, que me pongo? No sabia, no, y así como que si me daba pena decirle a mi hermana.

9 La menstruación como un fenómeno exclusivo de las mujeres genera emociones que las más de las veces implican pena o vergüenza. Esta situación deriva en sociedades como la nuestra, de una tendencia que busca ocultar al ámbito de lo privado e íntimo, de lo femenino, valga la redundancia un fenómeno que es a todas luces natural, pero que es significado socialmente. Y sobre todo desprestigiado, de ahí que trate de ocultársele. Aunque también la menstruación se vincula con otro tipo de experiencias emocionales que van desde el desagrado y la molestia hasta el anhelo por aquello que socialmente representa, la frontera entre una edad infantil y una más adulta. Así una joven de 22 años definió a la menstruación “como algo extraño pero anhelado” Finalmente quisiera dedicar unas líneas a los procesos de resignificación del género. •

la agencia, resignificando las estructuras

Los cambios generacionales suponen cambios en los acervos de conocimiento que los grupos sociales comparten (cfr. Mannheim, 1993). El género, en tanto acervo de significaciones socialmente construidas, no queda exento de esta dinámica. La comparación por grupos de edad de las entrevistas, nos abre una puerta para la investigación en este campo. Por ejemplo, la consideración “natural” de los comportamientos asociados a hombres y mujeres, era cada vez más cuestionado conforme disminuía la edad, aunque en estos últimos generaba sentimientos ambivalentes pues cuestionan las practicas que observan en sus hogares y admiten luego ser cómplices, con su actuar de esta diferenciación. Además de que se expresa un enojo o molestia por una situación que consideran desigual. JM23. [...] Creo que si hay un coraje hacia el otro sexo, yo como que tengo mis resistencias a quererlos, por eso, pues, porque me molesta, me da mucho coraje que socialmente o que en mi casa, pues, que fue lo que yo viví directamente, a mi hermano le hayan dado muchas cosas que a mi no me dieron. A mi me da mucho coraje que yo haya tenido que luchar, que yo haya tenido que negociar y agarrarme del chongo con mi jefa para poder salir de mi casa (...). Esta primera descripción es apenas una pista para adentrarnos en las problemáticas del cambio social y en los sistemas de expectativas y disposiciones que inscritos en lo más profundo de nuestro ser, en el cuerpo, representan un reto para equilibrar la balanza de poder, entre los sexos, como señalaría Elias. Concluiré brevemente en los párrafos que siguen.

10 IV A lo largo de esta ponencia, he querido rescatar algunas coordenadas que delimitan y construyen al mismo tiempo la problemática planteada en mi proyecto de tesis. Como se ha podido ver es apenas una primera aproximación a este tema. Por tal, solo recapitulare aquellos puntos que me parecen esenciales. Género y sociedad no pueden ser disociados en tanto que el mundo social se percibe a través del filtro del género. Una parte muy importante de estos procesos es aquella que tiene ver con los efectos del género sobre los cuerpos. La noción de habitus bourdiana es una primera clave analítica que nos puede ayudar, más no a resolver por completo este problema. Es aún necesario refinarla, complementarla con otros análisis, lo que presento aquí es un intento encaminado en esa dirección. Aun falta mucho quehacer al respecto. Además de que los tiempos de la ponencia implican limites estrictos. Finalmente, el tema aquí tratado, tal y como una caja de Pandora, abre nuevos y viejos cuestionamientos a la teoría social. Por un lado, el reclamo que desde la sociología del cuerpo y los estudios de género se ha hecho al núcleo duro del pensamiento sociológico ¿por qué no podemos aún ser capaces de concebir sujetos que son cuerpo y que además se encuentran escindidos por la simbolización de la diferencia sexual? El otro y que es también de vital importancia para los debates contemporáneos es la consideración del cuerpo como el lugar privilegiado en el que se articulan lo que Elias llama las dos dimensiones de un mismo proceso, a saber la social y la individual (Elias, 1994). Este autor al igual que Bourdieu, Giddens y Foucault ya han adelantado algo de este camino. Sin embargo, es necesario seguir trabajando al respecto. Sirva esta reflexión para dar continuidad a estos esfuerzos o al menos despertar algunas inquietudes al respecto.

11 Bibliografía BARRET, Michelle y Anne PHILLIPS 1995 “Debates feministas contemporáneos” en Debate Feminista, Año 6, Vol. 12, octubre. BERICAT ALASTUEY, Eduardo 2000 “La sociología de la emoción y la emoción en sociología”, Revista Española de Investigaciones Sociológicas, Madrid, Núm. 62, p. 145-176. BOURDIEU, Pierre 1991 El sentido práctico, España, Taurus Ediciones. 2005 La dominación masculina, Traducción de Joaquín Jordá, Barcelona, Editorial Anagrama, 4ta Edición. FEHER, Michel, Ramona NADDAF y Nadia TAZI (eds.) 1992 Fragmentos para una historia del cuerpo humano, España, Taurus Ediciones, 3 volúmenes. ECHEVERRÍA, Bolívar 2001 Definición de la cultura, México, Itaca-UNAM, lección 3 ELIAS, Norbert 1994 El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas, México, FCE. 1998 “El cambiante equilibrio de poder entre los sexos” en La civilización de los padres y otros ensayos, Santa Fé de Bogota, Norma GEERTZ, Clifford 1992 La interpretación de las culturas, Gedisa, España, cáp. 1. GIMÉNEZ, Gilberto 2005 “La cultura en la tradición filosofica y literaria” en Teoría y análisis de la cultura, Vol. 1, México, CONACULTA, p. 165-186. LAMAS, Marta 2002 Cuerpo: diferencia sexual y género, México, Taurus ediciones. LAURETIS, Teresa de 1991 “Tecnologías del género” en Carmen Ramos Escandon (editora), El género en perspectiva, México, Universidad Autónoma Metropolitana – Iztapalapa, p. 231-278 LE BRETON, David 1990 Anthropologie du corps et modernité, Paris, Presses Universitaires de France. 2002 La sociología del cuerpo, Buenos Aires, Nueva Visión, Col. Claves

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