El futuro biofílico de la bioética

August 15, 2017 | Autor: Lizbeth Sagols | Categoría: Bioethics, Biophilia
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Descripción

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El futuro biofílico de la bioética UNESCO 2013

Lizbeth Sagols Sales Universidad México.

Nacional

Autónoma

de

¿Cuál puede ser el futuro de la bioética en un mundo caracterizado por la escasez de recursos naturales básicos, el hambre, las sobrepoblación excesiva, la crisis ecológica global, múltiples crisis financieras, migraciones y multiculturalidad no asumida, riesgo de catástrofe nucleares, un permanente estado de guerra, el uso de armas químicas, la amenaza de armas biológicas, la globalización económica y tecnocientífica y la superioridad del Norte sobre el Sur? ¿Bajo qué condiciones pueden la teoría y la práctica bioética tener éxito en su cuidado de la salud? Es preciso tener presente que la bioética surgió, por un lado, en un contexto ético de “liberación” y afirmación de la autonomía y los derechos humanos, y por el otro, en un contexto ético de extensión de la igualdad hacia los grupos tradicionalmente discriminados e incluso hacia los otros seres vivientes: el medio ambiente y la ecología, aunque en especial, hacia los animales superiores. No obstante, resulta claro que al menos en sus primeras cuatro décadas de existencia, la bioética puso

más énfasis en el primero de estos aspectos que en el segundo y

simultáneamente se ocupó mucho más de los temas médicos y biomédicos que atañen al presente y al futuro de las personas con capacidad de decisión y con

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capacidad económica de acceder a los espectaculares avances de la biomedicina (incluido el sueño eugenésico de la humanidad) que a los temas del contexto global del mundo que nos acechan. El ciudadano común y los temas ecológicos ocupaban un segundo plano.

Ello se explica por el largo imperio del modelo

principalista, de la postura liberal, centrada en la defensa de la autonomía de quien toma las decisiones. Desde luego, en la medida en que el principialismo incluye el principio de justicia está considerando la igualdad, pero sólo desde la distribución de recursos.

También es cierto que otras posturas, más allá del

principialismo, han alzado la voz por la protección a los grupos vulnerables y excluidos buscando un trato justo e incluyente, además del acceso a los beneficios de la ciencia y la tecnología.

Sin embargo, ha sido muy lentamente que la

reflexión bioética ha llegado al fondo de las implicaciones de la extensión de la igualdad.

Un hito importante aquí es la bioética feminista, que ha obligado a

reflexionar desde la “igualdad de género” sobre las disparidades sociales del “poder” y con ello ha logrado dirigir la atención hacia

la

igualdad de los

excluidos.1 A la vez, la bioética feminista ha logrado ampliar el espectro de temas bioéticos al poner atención en las desigualdades médicas y de experimentación biomédica que ponen en peligro la salud de la mujer, al concebir la atención médica desde el cuidado (más que desde consentimiento informado) y al ser capaz de tomar en cuenta la pérdida de autonomía de ciertos pacientes, al resaltar la importancia de las relaciones y los contextos en la vida real, la importancia del ejercicio de la comprensión a través del diálogo interpersonal, y, junto con esto,

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Véase por ejemplo, Brody, Howard, The Futur of Bioethics, Oxford Univerity Press, 2009, López de la Vieja Teresa, Bioética y ciudadanía. Nuevas fronteras de la ética, Madrid, Biblioteca Nueva, 2008.

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advertir la relevancia de la literatura y de la narración verbal o escrita como métodos

privilegiados

de

la

disciplina

bioética.

El feminismo ha hecho reflexionar a ésta sobre los excluidos en general, en su contexto propio, en su distancia situacional respecto de quienes detentan el “poder” –ya no sólo como meros derechohabientes del acceso a la salud y el progreso. De esta forma, él ha traído consigo un giro en el contenido, la ideología y la metodología bioética, ésta ya no es una reflexión sólo para sujetos autónomos y con derechos formales. Tampoco es meramente principialista y racional, por el contrario, ha adquirido la capacidad de incluir a los vulnerables y excluidos, ha realizado un “giro cívico”2 que intenta atender y aproximarse al “hombre común”. Así lo pone de manifiesto la “Declaración Universal de Bioética y los Derechos del Hombre de la UNESCO” la cual es esencialmente inclusiva. Al mismo tiempo, la metodología bioética ya no puede ser la de una ética aplicada; ha de ser la

de

una ética comprensiva, que procede en íntima relación con las otras disciplinas humanistas3 y ha de poner el acento en la revisión interminable de los acuerdos tomados en los Comités. La bioética se ha esforzado por atender a la igualdad interhumana. Pero, a mi juicio, si quiere tener un futuro fértil, que garantice su lugar en nuestro mundo ha de atender cada vez más a la igualdad de todos los vivientes y resaltar los problemas ecológicos y los límites que esto implica para el actuar humano. La guerra, la desnutrición, el cambio climático, el agotamiento de los recursos naturales y la extinción de especies, implican un serio deterioro de la salud 2 3

López de la Vieja, op. cit. Tercera parte. Brody, H., op. cit. capítulo 6.

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personal, social y del planeta. Hablo aquí de una igualdad compleja, que implica más de un sentido y es irreductible a homogeneidad o uniformidad. No se trata de que no podamos utilizar a ningún ser vivo, sino que respetemos el derecho de su especie a seguir existiendo.4

Se trata de una igualdad básica de valor: por

principio ningún viviente debe morir, pero por otro lado, unos vivientes tienen que morir para que otros vivan: el conjunto de la vida está conformado por presas y predadores. Lo decisivo es que no se llegue a una mayor extinción de especies, porque de la diversidad de éstas depende la riqueza y renovación de la Vida. El ser humano es un “administrador”: ha de cuidar la pervivencia de las formas de vida y de la salud de la Tierra y, a la vez, ha de satisfacer sus propias necesidades. Los acontecimientos del mundo actual nos indican que la renovación de la Tierra y la de múltiples vivientes, se han deteriorado enormemente. Y ello se debe a que los humanos nos hemos convertido en super-predadores, hemos llegado a un exceso. Es indispensable detener la destrucción de la Vida y la guerra. La bioética necesita, entonces (en sintonía con los estudios sobre las sociedades pacíficas,5 la “educación para la paz” y el propio eco-feminismo)6 dirigirse a la paz y a la biofilia o amor a la Vida. No a la paz “formal” y pasiva que simplemente “tolera” el derecho del otro a vivir como él quiera (según propone el liberalismo extremo de Tristam Engelhardt) o que simplemente busca el desarme, sino la “paz activa” y “verdadera” que propone los valores de la lucha por la justicia 4

y el

Leopod, Aldo, « La ética de la Tierra” en Una ética de la Tierra, Madrid, Catarata, 2000. Vid, Societies of Peace, Heide Goettner- Abendroth ed., Inanna Publications, Inc., 2008. 6 Vid, D´Eaubonne, Françoise., Le feminisme ou la morte, Horney, París, 1974, y Warren, Karen., Ecofeminist Philosphy, Rowman and Littlefield, 2000. 5

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entendimiento mutuo desde la búsqueda de un destino interno y externo mejor para una humanidad. El sentido de la paz está en el cultivo de la biofilia. Sólo así, se puede dar continuidad al desarme. El obstáculo para esta tarea, ha sido señalado desde los años cincuentas del siglo XX por Claude Levi Strauss7 y más tarde por Lynn White (entre otros) y reside en la tradición judeo-cristiana: el antropocentrismo anti-ético que8 nos hace semejantes a Dios” y, por ello, soberbios, violentos, dominantes, despóticos, “poseedores de la Tierra” y sagrados o supremamente importantes. Buena parte de la bioética y de la llamada “ética ambiental” ha sido crítica de tal antropocentrismo, pero su crítica no ha tocado fondo, pues se ha concentrado en igualar al humano con las especies superiores y ha ignorado que junto con la sacralidad exclusiva de la vida humana se dictaminó el “creced y multiplicaos” como culminación de la posesión de la vida, se dictaminó el supuesto derecho a “llenar la Tierra” sin considerar que la compartimos otras especies animales y vegetales. Si hemos fallado como “administradores” de la Tierra es por nuestro exceso poblacional, por nuestra condición de super-predadores y dueños del planeta, que está generando violencia contra las otras especies y violencia interhumana. El aspecto más duro de romper del antropocentrismo es, en efecto, el exceso poblacional; pareciera que al criticarlo vamos contra la humanidad, cuando en realidad vamos a favor de la Vida.9

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Lévi-Strauss, C. (1956) « Les trois humanismes », Paris, Rev. Demain, 35 : 16. White, Lynn, “The Cultural Roots of Our Ecological Crisis”, Science, 155:1203-1207, 1967. 9 La reducción del exceso poblacional es una tarea señalada ya por V. R. Potter en Global Bioethics, Michigan University Press, 1988. 8

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Si algo requiere la bioética para tener un futuro que contribuya a la salud del planeta y de la humanidad misma es insistir, una y otra vez, en la sacralidad de todas las formas de vida, así como en la necesidad de dar, de con el BIOS en general (en vez de poseerlo). En consecuencia, organizaciones como la UNESCO han de poner buena parte de sus esfuerzos en educación y búsqueda de políticas públicas “positivas” (no punitivas ni impositivas) para limitar los nuevos nacimientos. El futuro de la bioética, para ser biofílico, ha de ser igualitario, y no por un feminismo a ultranza, sino por comprensión de la igualdad.

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