El fundamento filosófico de la virtud de la castidad a partir del amor conyugal según Karol Wojtyla

May 19, 2017 | Autor: Leonhard Maier LC | Categoría: Matrimonio, Familia Y Matrimonio, Recuperar Mi Matrimonio, Virtud, Castidad, Virtudes
Share Embed


Descripción

ATENEO PONTIFICIO REGINA APOSTOLORUM Facoltà di Filosofia

El fundamento filosófico de la virtud de la castidad a partir del amor conyugal según Karol Wojtyla

Professore: P. Jesús Villagrasa, L.C. Studente: H. Leonhard Maier, L.C. Numero di matricola: 7277 Elaboratum per il primo ciclo Roma, 26 novembre 2007

2

Introducción I. VALOR DE LA PERSONA HUMANA Y SUS CONSECUENCIAS A. Metafísica de la persona de Karol Wojtyla B. Contrario al valor de la persona: ser puro objeto de placer C. Única opción: la persona es objeto de amor

II. ORIENTACIÓN DEL IMPULSO SEXUAL SEGÚN LO MERECE EL VALOR DE LA PERSONA A. Hecho del impulso sexual y su finalidad objetiva B. Necesidad de elevar el impulso sexual al nivel de la persona C. Integración del amor: 1. Conciencia, inteligibilidad y libertad del amor 2. Amor de concupiscencia y amor de benevolencia 3. Sensualidad y afectividad: ¿dónde está su lugar en una relación entre hombre y mujer? 4. Afirmar el valor de la persona como camino del amor verdadero

III. CASTIDAD COMO VIRTUD QUE LIBERA AL AMOR DE LA ACTITUD DE PURO PLACER A. Fenómeno del pudor sexual como revelación del carácter suprautilitario de la persona humana B. Virtud de la castidad como condición necesaria para una orientación de los impulsos sexuales al nivel de la persona 1. La castidad como virtud 2. Lo que debe purificar la castidad: concupiscencia carnal, subjetivismo y egoísmo 3. Síntesis del papel de la virtud de la castidad en la integración del amor C. Continencia como virtud que aplica lo que se reconoce como orden objetivo Conclusión y juicio personal Bibliografía

3

Introducción

Este elaboratum quiere mostrar que la virtud de la castidad no es solamente algo inventado por la moral sexual cristiana, sino que tiene un sólido fundamento filosófico y racional. Viene dirigido especialmente a jóvenes que están en camino hacia el matrimonio y quieren saber cómo se debe vivir la castidad matrimonial. Además quiere invitar a las personas de vida consagrada a aplicar lo tratado a su castidad célibe. Es convicción de la fe cristiana que la castidad es virtud indispensable para poder amar. Y puesto que el amor constituye el bien más importante de la existencia humana y que sin un amor hecho virtud no es posible una vida en plenitud, merece especial atención esta conditio sine qua non.

La moral de la Iglesia católica exige la práctica de la virtud de la castidad1. Sin embargo, hoy en día la castidad es vista como una opresión de una necesidad elemental, propia a cada hombre y a cada mujer. Se dice – especialmente desde el pansexualismo de Freud – que hay que vivir según sus deseos concupiscentes. Si se omite esto, si uno quiere oprimir esto que “quiere salir fuera”, entonces uno estaría viviendo en contradicción a la propia naturaleza. ¿Está equivocada la tradición bimilenaria de la Iglesia católica? ¿Se nos exige algo inhumano?

Este trabajo se propone mostrar que esto no es el caso: para poder realizar plenamente la propia vocación cristiana es necesario practicar en toda su plenitud esta virtud, sea la castidad matrimonial o el celibato. Buscar el fundamento racional de su moral no es algo opcional para un cristiano, sino un deber: ha de buscar la iluminación de su fe por la razón. Hay que entender el porqué de la castidad para poder vivirla con autenticidad y convicción. En 1998, el mismo autor del libro “Amor y responsabilidad”, entonces ya Romano Pontífice, escribió en su encícila Fides et ratio:

1

Cf. Catecismo de la Iglesia Católica. Compendio, Asociación de Editores del Catecismo, Madrid 2005, n. 491.

4

“Es, pues, necesario que los valores elegidos y que se persiguen con la propia vida sean verdaderos, porque solamente los valores verdaderos pueden perfeccionar a la persona realizando su naturaleza. El hombre encuentra esta verdad de los valores no encerrándose en sí mismo, sino abriéndose para acogerla incluso en las dimensiones que lo transcienden. Ésta es una condición necesaria para que cada uno llegue a ser sí mismo y crezca como persona adulta y madura” (n. 25).

El estudio de moral sexual “Amor y responsabilidad” realizada por el entonces cardenal Karol Wojtyla nos sirve como guía en nuestro trabajo. Toda nuestra argumentación tiene el fin de mostrar racionalmente el sentido de practicar la virtud de la castidad y evita por eso excursos superfluos. Es útil abordar también algunos aspectos del matrimonio que nos ayudan a comprender más claramente la función de la castidad.

Esperemos que con este breve trabajo se puedan hacer comprensibles las razones que justifican la práctica de la castidad.

5

I. VALOR DE LA PERSONA HUMANA Y SUS CONSECUENCIAS

A. Metafísica de la persona de Karol Wojtyla

Antes de exponer el pensamiento de Karol Wojtyla acerca de la castidad hay que aclarar que Amor y responsabilidad es una obra de “reflexión filosófica concentrada en el concepto del hombre como persona”2 y basada en la argumentación estrictamente racional3.

Wojtyla, después de haber afirmado el carácter objetivo y realista de su libro4, empieza su tratado partiendo de la experiencia del mundo en el cual nos encontramos con muchos objetos. El objeto se entiende sólo como lo contrapuesto al sujeto: el objeto depende gnoseológicamente del sujeto5. La genialidad de nuestro autor es que no se limita a declarar que el sujeto es también objeto, sino precisa que es “alguien objetivo”6. Este hecho no permite el subjetivismo, lo cual vamos a analizar en el segundo capítulo.

El sujeto se distingue del resto de los objetos porque es sui iuris et alteri incommunicabilis7. Lo que una persona quiere o hace es totalmente lo suyo propio que no se deriva de su especie homo sapiens. A esta valoración clásica de la persona humana, ya expuesta por Santo Tomás de Aquino8, el joven cardenal polaco aporta algo novedoso: la persona no puede ser sustituida - en contraste al mundo animal - por nada y por nadie9. Rodrigo Guerra López, un gran estudioso de la filosofía wojtyliana, explica esta ampliación de la doctrina clásica muy bien: 2

G. REALE, “Introduzione” a “Amore e responsabilità” reproducida en K. WOJTYLA, Metafisica della persona. Tutte le opere filosofiche e saggi integrativi, a cargo de G. Reale y T. Styczen, Bompiani, Milano 2003, 456 (Traducción al castellano por el autor del elaboratum). 3 Cf. Ibid., 456; R. GUERRA LÓPEZ, Volver a la persona – El método filosófico del Karol Wojtyla, Capardós Editores, Madrid, 2002, 143. 4 Cf. K. WOJTYLA, Amor y Responsabilidad - Estudio de Moral Sexual, trd. cast. J. A. Segarra, Editorial Razón y Fe S.A., Madrid 1969, 13. 5 Cf. R. GUERRA LÓPEZ, Volver a la persona – El método filosófico del Karol Wojtyla, 146-147. 6 K. WOJTYLA, Amor y Responsabilidad - Estudio de Moral Sexual, p. 21. 7 Cf. Ibid., 17. 8 Cf. SANTO TOMÁS DE AQUINO, Summa Theologiae, I, q.30, a.4, ad 2 (al pie de la página en R. GUERRA LÓPEZ, Volver a la persona – El método filosófico del Karol Wojtyla, 153). 9 Cf. Ibid., 147.

6

“Una piedra o un animal son únicos e irrepetibles. Sin embargo, son sustituibles”10. Lo que da a la persona su dignidad incomparable es en primer lugar su naturaleza racional, luego su interioridad por la cual se explican el conocimiento y el deseo propio del género humano11. La persona es sujeto de acción, pero al mismo tiempo establece una relación no sólo con su alrededor físico y sensitivo, sino imprime a todo esto un sello particular desde su vida interior. No se trata de un actuar instintivo o mecanicista, como en el mundo animal. He allí el rasgo fundamental de la persona: “su naturaleza comprende la facultad de autodeterminación basada en la reflexión”12.

B. Contrario al valor de la persona: ser puro objeto de placer

Cuando una persona con su dignidad incomparable hace la libre decisión de unirse a otro sujeto libre, nacen inmediatamente diversos conflictos de intereses. Hay un aspecto en la relación entre dos personas de sexo diferente que juega un papel especialmente importante: el ámbito del goce. El hombre experimenta gozo con su mujer y viceversa. Al analizar los dos diversos significados de la palabra gozar (usar y gustar), nuestro autor llega a la conclusión de que en el campo de la relación entre hombre y mujer es inaceptable aplicar este término en el sentido de usar. De esta manera una persona se serviría de la otra como medio para alcanzar su fin: el valor del fin sería de este modo superior al valor de la persona. Esto es contrario al orden objetivo ya que cada persona tiene sus propios fines. Wojtyla añade: “Al tratarla únicamente como un medio se comete un atentado contra su misma esencia, contra lo que constituye su derecho natural”13. La naturaleza racional de la persona humana impide, como se ve claramente, usarla como puro medio. La segunda significación de la palabra gozar es gustar. Al aplicarla a la relación sexual entre hombre y mujer se llega a la

10

Ibid., 154. Cf. K. WOJTYLA, Amor y Responsabilidad - Estudio de Moral Sexual, 14 – 15. 12 Ibid., 16. 13 Ibid., 20. 11

7

conclusión que el uno no debe ser para el otro puro medio para alcanzar el placer14.

C. Única opción: la persona es objeto de amor

De lo tratado en el párrafo anterior deducimos que la única actitud frente a otra persona humana es la de no usarla nunca como medio y poner consecuentemente su valor de persona encima del valor de mis fines. Cada acción del hombre tiene un fin, también al relacionarse con otra persona. Para que esta acción o actitud no llegue a tratar a la otra persona como puro medio para el fin, las dos personas tienen que tener el mismo fin. De esta manera los dos desean lo mismo y nadie sirve como puro medio, sino los dos conservan su dignidad como sujetos, como personas.

Nuestro autor define el amor - en primera instancia - como “facultad […], ligada al libre arbitrio, […] a buscar el bien conscientemente, de acuerdo con otros hombres, y de que está pronto a subordinarse a este bien teniendo consideración a los demás.”15. Para evitar la utilización del otro en la relación entre hombre y mujer sólo queda el amor, porque el núcleo del amor consiste no sólo en el hecho “de que dos seres tienden juntamente a un bien común, sino que […] igualmente [tienden] "desde el interior" a las personas actuantes.”16

¿De qué naturaleza es este fin o bien al cual tienden hombre y mujer en una unión de verdadero amor? El utilitarismo proclama como el bien supremo al placer: a esto tendería todo el actuar humano. Sin embargo, el deleite es un bien o un fin sumamente subjetivo y pasajero. Wojtyla muestra la limitación de la moral utilitarista que no capta la complejidad de la persona humana como compuesto de materia y espíritu. Es necesario diferenciar de los placeres carnales y sensuales los placeres espirituales más elevados. El placer no es el único fin de la acción 14

Cf. Ibid., 29. Ibid., 23. 16 Ibid., 23. 15

8

humana, sino un accidente que no se puede calcular17. Si hombre y mujer sólo buscasen el placer subjetivo, no habría amor sino “armonía de egoísmos”18. La base del amor es un bien objetivo al que dos personas “que lo escogen mancomunadamente […] se le someten al mismo tiempo”19.

Hemos derivado racionalmente la dignidad extraordinaria de la persona en el mundo objetivo: ella es el único objeto que se pertenece objetivamente a sí misma. Así Karol Wojtyla formula la norma personalista, que “constituye el contenido natural del mandamiento del amor (de Jesucristo), que nosotros estamos en condiciones de aprehenderlo con nuestra sola razón, sin el recurso a la fe”20: "La persona es un bien respecto del cual sólo el amor constituye la actitud apropiada y valedera"21. Rodrigo Guerra López deriva de allí que “la capacidad de autodeterminación de los fines en la acción propia de la persona revela a esta como fin en sí misma”22. Wojtyla se apoya en este punto en el imperativo moral elaborado por Kant: "Obra de tal suerte que tú no trates nunca a la persona de otro simplemente como un medio, sino siempre, al mismo tiempo, como el fin de tu acción."23 Como se puede ver claramente, hemos elaborado las dos condiciones indispensables para que haya

una relación entre hombre y mujer digna de

personas: por un lado se tiene que dar un fin común y por otro lado el amor que se orienta principalmente hacia el valor de la otra persona. Fin común y valor de persona nos sirven como puntos de partida para la justificación de la castidad como virtud connatural a la naturaleza humana.

17

Cf. Ibid., 33-34. Ibid., 35. 19 Ibid., 34. 20 Ibid., 238. 21 Ibid., 38. 22 R. GUERRA LÓPEZ, Volver a la persona – El método filosófico del Karol Wojtyla, 158. 23 K. WOJTYLA, Amor y Responsabilidad - Estudio de Moral Sexual, 22. 18

9

II. ORIENTACIÓN DEL IMPULSO SEXUAL SEGÚN LO MERECE EL VALOR DE LA PERSONA

A. Hecho del impulso sexual y su finalidad objetiva

Al hablar de la tendencia sexual del hombre, Wojtyla prefiere usar en lugar de instinto el término impulso, puesto que la actuación de la persona en el campo sexual se desarrolla de una manera que ella está consciente de los medios así como del fin. El animal no es responsable por sus actos; el hombre sí es responsable por lo que hace, porque su “naturaleza comprende la facultad de autodeterminación basada en la reflexión”24. El impulso sexual, lejos de ser una fuerza determinista, es una orientación o inclinación ligada a la naturaleza del hombre. La persona no es responsable por lo que sucede dentro de ella, por su “vida sensorial o afectiva sin la participación de la voluntad”25, pero sí es responsable por lo que ella hace voluntariamente en el campo sexual26. Ya su estructura psico-fisiológica, que da la posibilidad de completarse con el otro sexo, muestra que el impulso sexual del hombre y de la mujer va dirigido naturalmente hacia el sexo contrario. Este impulso es normal, cuando se dirige hacia una persona. La persona tiene, como hemos visto, un valor que en una relación entre personas tiene que ser deseado por sí mismo. Los animales se quedan en el plano instintivo, mientras que en el caso de las personas humanas el impulso sexual se deja transformar en amor. De tal manera es la tendencia sexual natural que se deja subordinar a la voluntad del hombre. El hombre no es esclavo de sus tendencias: puede decidir libremente cómo él quiere disponer de sus impulsos sexuales27.

El fin objetivo de la impulsión sexual es la conservación de la especie humana: si no hubiera impulso sexual, no habría niños. Tenemos que reconocer acerca del impulso sexual que “su fin per se es algo de supra-individual”28, no depende del querer de la persona individual. La filosofía nos aclara que el impulso 24

Ibid., 16. Ibid., 45. 26 Cf. Ibid., 43 - 45. 27 Cf. Ibid., 46 - 50. 28 Ibid., 50. 25

10

sexual no tiene solamente una función biológica, sino que su finalidad más objetiva es asegurar la existencia del hombre. Puesto que así es la naturaleza humana, el amor humano se desarrolla dentro de los confines de esta finalidad objetiva del impulso sexual. El amor, sin embargo, depende del individuo. Una persona puede elegir amar a otra persona sin que haya impulso sexual. El amor es cosa de la voluntad, el impulso sexual, sin embargo, existe independientemente de la voluntad. La existencia de la humanidad depende del recto uso de la tendencia sexual. El hombre con su libre voluntad es el responsable para que el impulso sexual cumpla con su finalidad más intrínseca. Esta finalidad objetiva del impulso sexual tiene que ser integrado en la relación entre hombre y mujer, puesto que allí es donde se transmite la existencia29.

B. Necesidad de elevar el impulso sexual al nivel de la persona

El impulso sexual forma parte de la naturaleza humana; es natural. Sin embargo, existen interpretaciones erróneas. La interpretación por el libido es una de ellas, la puritana o rigorista es otra. Ambas caen en el error del utilitarismo. El puritano ve el placer como un mal. Lo acepta como elemento impuro e inevitable del acto sexual, pero ve en la unión sexual solamente el fin de la procreación para la cual una persona sirve a la otra como medio para el fin. Esta concepción del impulso sexual como mal inevitable del cual no se puede gozar es falso puesto que forma parte intrínseca de la naturaleza humana la tendencia sexual. Esta tendencia existe y es un bien. Acerca del error de la concepción del neomaltusianismo freudiano sólo mencionamos que ver en el placer el último fin del acto sexual es en estricta oposición a la norma personal. Y esta norma personal obliga por ser consecuencia directa de la naturaleza de la persona humana que “comprende la facultad de autodeterminación basada en la reflexión”30.

29 30

Cf. Ibid., 50 – 54. Ibid., 16.

11

Con esto hemos llegado al núcleo del problema de la moral sexual: “Saborear el deleite sexual sin tratar en el mismo acto a la persona como un objeto de placer”31. Este punto nos va a llevar directamente al problema de la virtud de la castidad: ¿hay una manera de establecer relaciones sexuales que sí sea compatible con la dignidad objetiva de la persona humana? Esta manera ha de ser una relación de amor auténtico que comprende los dos mencionados puntos del fin común y de la orientación del amor hacia el valor de la persona misma. Sin embargo, el amor verdadero exige más que esto. No basta buscar el mismo fin y el querer la otra persona por sí misma. Giovanni Reale comenta en esta línea que es imposible que se dé una relación espiritual “si no queriendo el bien del otro”32. Querer lo mejor para la otra persona exige un alto grado de virtud. No es la actitud espontánea del hombre. Sin embargo, la naturaleza de la persona humana, tal como la hemos analizado, requiere en las relaciones interpersonales - sobre todo cuando se trata de diferentes sexos - el auténtico amor. Los elementos indispensables de este amor los vamos a analizar en el párrafo siguiente.

C. Integración del amor

Karol Wojtyla muestra que el amor es un término equívoco. En su estudio se quiere concentrar en el amor entre hombre y mujer, lo que nos conducirá a la esencia del amor mismo, del amor que él llama “la mayor de las virtudes”33. El amor entre hombre y mujer es una relación entre dos personas y tiene así carácter personal.

1. Conciencia, inteligibilidad y libertad del amor

El primer momento de una relación entre el hombre y la mujer es el atractivo. No exige reflexión alguna por su proveniencia - en primer lugar - del 31

Ibid., 62. G. REALE, Introducción a “Amore e responsabilità” reproducida en K. WOJTYLA, Metafisica della persona. Tutte le opere filosofiche e saggi integrativi, a cargo de G. Reale y T. Styczen, Bompiani, Milán 2003, 458 (Traducción al castellano por el autor del elaboratum). 33 K. WOJTYLA, Amor y Responsabilidad - Estudio de Moral Sexual, 76. 32

12

conocimiento sensible. Luego influyen los sentimientos, la voluntad y el entendimiento. Pero al inicio es más un experimentar que un conocer, “porque esa vida [afectiva]

se manifiesta por reacciones emotivo-afectivas hacia el bien,

importantes para el atractivo. En efecto, una persona aparece en ellas para la otra como un bien”34.

Conviene considerar ahora el papel de los sentimientos que “participan en el nacimiento del amor, porque contribuyen a la formación del atractivo recíproco entre el hombre y la mujer”35. Sin embargo, no siempre nos dan una imagen objetiva del bien que representa la otra persona. Los sentimientos son ciegos en este sentido. Verdaderos sentimientos pueden nacer de elementos ligados a una persona, por ejemplo de la belleza de sus ojos o de su rostro, pero este hecho no nos informa acerca de la verdad sobre la persona misma. “En esto contribuyen muchas veces las reacciones emotivo-afectivas a deformar o falsear el atractivo, cuando gracias a ellas se cree percibir en la persona valores de que en realidad está desprovista”36. El amor que se nutre de meros sentimientos se desilusiona cuando pasaron las reacciones emotivo-afectivas y puede convertirse incluso en odio afectivo37.

La verdad sobre otra persona, en cambio, no se capta si no con la razón. Una persona que siente un atractivo hacia otra persona tiene que tomar conciencia si le atrae el valor de la persona misma, porque sólo la persona merece ser objeto de atractivo. “Además de su belleza exterior, es preciso saber descubrir su belleza interior”38. El amor real es siempre un problema de la interioridad del hombre. Con su interioridad el hombre es capaz de conocer la verdad acerca de los objetos que se imponen a su acción. “La facultad de conocer la verdad hace posible al hombre la autodeterminación, es decir, le permite decidir de manera independiente acerca del carácter y de la orientación de sus propios actos. Ahora 34

Ibid., 76. Ibid., 78. 36 Ibid., 80. 37 Ibid., 81, 123. 38 Ibid., 83. 35

13

bien, en esto consiste la libertad”39. Podemos constatar consecuentemente que el verdadero amor tiene que fundarse en la verdad, la voluntad tiene que decidirse concientemente y comprometerse según lo exige la naturaleza de la persona: “Yo quiero a esta persona en toda su integralidad”.

2. Amor de concupiscencia y amor de benevolencia

Por el análisis del impulso sexual hemos llegado a la conclusión que el hombre necesita objetivamente al otro sexo para completarse. Allí es donde nace el amor de concupiscencia conforme a la naturaleza de la persona humana: un sexo representa para el otro un bien. Una cosa diversa del amor de concupiscencia es la pura concupiscencia que viene descrito por Wojtyla como “una sensación desagradable de una carencia, que puede eliminarse con un bien definido”40. Es contraria a la norma personalista por usar a una persona como puro medio para apagar el deseo sensual. El amor de concupiscencia, al contrario, no se reduce a los solos deseos sensuales sino que desea y necesita – por su propia naturaleza física y biológica – a la persona en su integralidad. Hay que anotar aquí que “el amor de concupiscencia no agota lo esencial del amor entre personas. No es suficiente desear a la persona como un bien para sí mismo, es necesario además y sobre todo - quererle su bien para ella”41. Lo que hace del amor un amor auténtico es especialmente el desinterés, el amor de benevolencia, el preocuparse en primer lugar de que el otro esté bien. Puesto que el hombre tiene su naturaleza limitada, orientada incluso físicamente hacia el otro sexo, siempre es un elemento del verdadero amor entre hombre y mujer el amor de concupiscencia.

39

Ibid., 125. Ibid., 84. 41 Ibid., 86. 40

14

3. Sensualidad y afectividad: ¿dónde está su lugar en una relación entre hombre y mujer?

Para entender la función objetiva de la virtud de la castidad es necesario ocuparnos también de otros dos elementos integrales de todo amor verdadero entre hombre y mujer, y estos son la sensualidad y la afectividad.

El encuentro de los sexos opuestos se ve acompañado, en la mayoría de los casos, por una emoción, por una energía que nace del impulso sexual. Esta excitación de los sentidos que llamamos sensualidad “consiste en la experiencia de valores definidos y perceptibles por los sentidos: los valores sexuales del cuerpo de la persona de sexo opuesto”42. La pura sensualidad no tiene en cuenta a la persona que sirve de esta manera únicamente como posible objeto de placer. La sensualidad es algo natural y bueno en la persona humana cuando no tiene como único fin el placer. La mera sensualidad nada tiene que ver con el amor por ser contraria a la norma personalista: “El cuerpo es su parte [de la persona] integrante, no se le puede, por tanto, disociar del conjunto de la persona: su valor y el de su sexo se fundan en el valor de ella”43. Concluimos, por tanto, que - al nivel de las personas - la sensualidad tiene que ser dirigida hacia la persona entera. La orientación hacia sólo los valores sexuales es infrahumana y al nivel de los animales44. En otras palabras: los valores sexuales son naturales y buenos, la sensualidad es natural y buena, pero va contra la naturaleza humana y es consecuentemente malo el considerar a la otra persona como puro objeto de placer. ¿Cómo es posible vivir la sensualidad sin violar la norma personalista? Lo veremos en el tercer y último capitulo de este estudio.

Ahora nos queda analizar el segundo elemento de todo amor entre las personas: la afectividad. Llamamos afectividad la facultad del hombre “de reaccionar ante los valores sexuales de la persona de sexo diferente en su

42

Ibid., 114. Ibid., 116. 44 Cf. Ibid., 117. 43

15

conjunto, facultad de reaccionar ante la feminidad o la masculinidad”45. La afectividad nos lleva por tanto hacia la persona entera y no solamente hacia los valores sexuales del cuerpo. Puede jugar un papel importante la belleza del otro, mientras que la pura sensualidad - por su carácter utilitarista - no considera tanto los valores estéticos. La afectividad lleva al amor afectivo, que es un amor espiritual, pero débil: pues tiende a idealizar su objeto de amor y atribuirle valores que en realidad no posee. “Por esto el amor afectivo es muy frecuentemente una causa de decepción”46 y no puede, por lo tanto, constituir una base suficiente para el verdadero amor.

4. Afirmar el valor de la persona como camino del amor verdadero

Para tratar adecuadamente a una persona en una relación entre hombre y mujer no queda otro camino que el amor. Este amor, como hemos visto, no consiste solamente de sensualidad y afectividad, sino que se apoya sobre todo en la verdad y en la libertad, esto es, en la interioridad del hombre. El secreto del amor consiste en ligar más estrechamente el amor de afectividad y de concupiscencia con el valor de la persona47. El amor es de esta manera una virtud que se tiene que formar con la voluntad, es un arte que se puede aprender. Todas las personas tienen necesidad de ser educados en el amor puesto que no es algo que nos sale espontáneamente. El impulso sexual quiere imponer a la persona un objeto como un bien, quiere hacer “que la voluntad mire con codicia y desee una persona a causa de sus valores sexuales, pero la voluntad no se contenta del todo”48. Libremente quiere elegir el bien más perfecto que lleva a la absoluta felicidad. Cada hombre experimenta en primera persona esta lucha constante entre voluntad e impulso sexual. ¿De qué manera colabora la voluntad para que haya un auténtico amor entre dos personas? Wojtyla lo expresa así:

45

Ibid., 119-120. Ibid., 123. 47 Cf. Ibid., 134-135. 48 Ibid., 150. 46

16

De esta manera, el verdadero amor, aprovechándose del dinamismo natural de la voluntad, se esfuerza en introducir en las relaciones entre el hombre y la mujer una nota de desinterés radical, a fin de liberar su amor de la actitud de placer49.

Donde hay pura actitud de placer, allí no existe el amor. He allí, en el desinterés, en el desear la felicidad para la otra persona el núcleo del amor. Dentro de este desinterés cae el confiado abandono a la otra persona el cual se acepta en una unión de amor. La persona sacrifica libremente su capacidad de autodeterminación y la otra persona amada viene a ser en cierto sentido propiedad personal. Esto implica una tremenda responsabilidad para la persona que se abandona al otro50. Wojtyla hace en este lugar una pregunta muy significativa que cada hombre se debe hacer acerca de su amor hacia otra persona: “¿es verdadero, suficientemente maduro y profundo para no decepcionar la inmensa confianza de la otra persona, ni la esperanza, nacida de su amor, de que al entregarse ella no pierde su "alma", sino que, al contrario, encuentra una mayor plenitud de ser?”51. Si una persona no ha captado el valor enorme de la otra persona, no va a ser capaz de tratarla según su dignidad, no va a ser capaz de amar. El amor se puede desarrollar a condición de que uno se siente plenamente responsable del otro52.

III. CASTIDAD COMO VIRTUD QUE LIBERA AL AMOR DE LA ACTITUD DE PURO PLACER

Después de haber analizado la esencia del amor que corresponde a la altura de una relación entre dos personas, vamos a mostrar el papel de la virtud de la castidad para llegar a tal amor. Empezamos con el análisis del pudor sexual que nos introduce al campo mismo de la castidad que vamos a completar con reflexiones acerca de la recta aplicación de la continencia.

49

Ibid., 150. Cf. Ibid., 142. 51 Ibid., 142. 52 Cf. Ibid., 160. 50

17

A. Fenómeno del pudor sexual como revelación del carácter supra-utilitario de la persona humana

Al inicio de este estudio hemos deducido racionalmente la norma personalista la cual nos informa sobre el modo correcto de tratar a la otra persona. Podríamos haber deducido de la misma manera todas estas reflexiones de un hecho objetivo en el comportamiento humano: del fenómeno del pudor sexual. Esta observación constituye una novedad que aportó Karol Wojtyla – basándose en M. Scheler y F. Sawicki – a la fundamentación filosófica de la virtud de la castidad.

Sentir pudor es algo que sólo existe en el ámbito humano y es por ello consecuencia directa de la naturaleza de la persona que “comprende la facultad de autodeterminación basada en la reflexión”53. ¿Cómo se manifiesta el pudor sexual? Según lo expresa Wojtyla consiste en la vergüenza de que se exteriorizan los valores sexuales, en la necesidad de encubrirlos, especialmente frente al sexo opuesto. Es una necesidad que se experimenta no como algo impuesto desde el exterior, sino que nace desde la interioridad de la persona54.

Distinguimos dos aspectos del pudor sexual: en primer lugar el pudor del cuerpo que consiste en la disimulación de los propios valores sexuales, en segundo lugar el pudor de los actos de amor que es la tendencia a esconder las reacciones del propio cuerpo por las cuales se manifiesta la actitud de goce respecto al cuerpo y al sexo55.

¿Cómo se explica el hecho del pudor? Se explica partiendo del carácter espiritual de la interioridad de la persona humana que sabe que ella no puede ser reducida a un puro objeto de placer. El hombre así “ve un cierto ‘mal’ en todo

53

Ibid., 16. Cf. Ibid., 193-195. 55 Cf. Ibid., 208. 54

18

aquello que no es enteramente interior, racional, espiritual”56. El amor es cosa de voluntad, pero el impulso sexual existe independientemente de la voluntad. Por medio del comportamiento de pudor la persona quiere provocar el auténtico amor que siempre va dirigido en primer lugar hacia la persona misma. La persona quiere ser amada por lo que ella misma es y se sabe inmediatamente mal tratada cuando se aspira sólo a lo que ella tiene como accidente.

Wojtyla constata un segundo fenómeno: la absorción de la vergüenza por el amor. Cuando existe entre dos personas un sincero amor, entonces ya no existe el peligro de que se rebaje al otro a un puro objeto de placer en el momento en que se manifiestan los valores sexuales. En cambio, cuando se trata de relaciones puramente eróticas entre dos personas - cosa que no puede llamarse amor - hay impudor. De esta manera una persona acepta voluntariamente ser mero objeto de placer para el otro, lo cual no es digno de la grandeza personal. Constatamos, pues, que cada persona tiene la necesidad del auténtico amor para llegar a su realización personal. Es el pudor el medio que prepara el camino hacia el amor por medio de disimular lo que obstaculiza que la atención se concentra principalmente en el valor de la persona misma.

B. Virtud de la castidad como condición necesaria para una orientación de los impulsos sexuales al nivel de la persona

1. La castidad como virtud

Si el pudor es un medio para llegar al amor, se nos presenta la pregunta acerca de la función de la virtud de la castidad. ¿Qué es la castidad?

Constatamos que es una virtud. ¿Qué es ahora una virtud? En el diccionario filosófico de Herder el concepto de virtud viene descrito de la siguiente manera:

56

Ibid., 200.

19

Disposición habitual a obrar bien en sentido moral. Puesto que se trata de una disposición o capacidad adquirida, por el ejercicio y el aprendizaje, de hacer lo que es moralmente bueno, la virtud es una cualidad de la voluntad que supone un bien para uno mismo o para los demás. Y en esto se distingue una virtud de cualquier otra disposición habitual, como por ejemplo la salud, la fuerza física o la inteligencia: en que «en un 57

hombre virtuoso la voluntad es la que es buena» .

En Platón, la virtud es el dominio de la parte racional del alma sobre la parte apetitiva e irascible; en Aristóteles, la práctica habitual de las virtudes éticas, que consisten en un justo medio entre dos excesos, que hace al hombre moral y lo dispone a la felicidad58. Según Tomás de Aquino, la castidad viene subordinada a la virtud cardinal de la templanza que “predispone al hombre para el cumplimiento racional de los movimientos de concupiscencia dirigidos hacia los bienes materiales y físicos que se imponen a los sentidos”59. En una persona, que siempre tiene una naturaleza racional, la razón debe dominar al impulso sexual y no viceversa, porque es la razón la que lleva al hombre a desear aquello que ha reconocido como verdadero bien. La función específica de la virtud de la castidad es por tanto, dominar los movimientos de la concupiscencia que provienen de las reacciones de sensualidad y afectividad ante el sexo60. La virtud de la castidad es la aptitud permanente que garantiza un comportamiento en la relación entre personas según la norma personalista61. De esta manera la virtud de la castidad tiene la función de librar el amor de la actitud utilitarista de placer.

57

Diccionario de filosofía en CD-ROM. Copyright © 1996-99. Empresa Editorial Herder S.A., Barcelona. ISBN 84-254-1991-3. Autores: Jordi Cortés Morató y Antoni Martínez Riu, voz virtud. 58 Cf. Ibid. 59 K. WOJTYLA, Amor y Responsabilidad - Estudio de Moral Sexual, 186; : SANTO TOMÁS DE AQUINO, Summa Theologiae, II-II, q.151, a.3; II-II, q.141, a.1; SCG libro 1, capítulo 92 60 Cf. Ibid., 187. 61 Cf. Ibid., 187.

20

2. Lo que debe purificar la castidad: concupiscencia carnal, subjetivismo y egoísmo

Ya hemos visto antes que la pura concupiscencia impide el amor, reduciéndolo a erotismo. Sin embargo, hay en cada amor el elemento de concupiscencia que se manifiesta en el natural interés de la sensualidad respecto a los valores sexuales del cuerpo. El paso del interés al deseo respecto a estos valores sexuales es todavía natural y no va en contra de la norma personalista. Sin embargo, cuando se trata de querer los valores sexuales por sí mismos con la voluntad, entonces el amor se queda en el cuerpo y en el sexo sin llegar a la persona. Es este un amor deformado, por culpa de la concupiscencia no dominada por la virtud de la castidad: “En efecto, el deseo carnal cambia el objeto del amor, sustituye con "el cuerpo y el sexo" de una persona a la persona misma”62. Aquí se ve con toda claridad que el hombre tiene que formar en sí mismo la capacidad de contrarrestar esta actitud que le lleva a tratar a la otra persona como medio para satisfacer sus deseos naturales de concupiscencia, nacidos por el interés natural para los valores sexuales. Si el hombre quiere ser hombre, es necesario tratar a la otra persona según la norma personalista. El único camino para ello es la práctica de la virtud de la castidad.

Lo mismo vale para el puro subjetivismo, segundo elemento del cual la castidad libera el amor. No pensamos ahora en el sano aspecto subjetivo que siempre forma parte del amor, sino en un subjetivismo exagerado que proveniendo del sentimiento - destruye el núcleo mismo del amor: “no ve el valor integral de los estados eróticos […] sino en el placer”63. El subjetivismo se orienta hacia bienes sujetivos, el amor, en cambio, busca objetivamente la persona y su bien. El subjetivismo nos lleva directamente al egoísmo que en Wojtyla viene definido como sigue: “se concentra únicamente en el ‘yo’ del sujeto y busca la manera de realizar su propio bien sin preocuparse del de los otros […]. El egoísmo excluye al amor, porque excluye el bien común y la reciprocidad,

62 63

Ibid., 165. Ibid., 171.

21

fundada en la tendencia hacia éste”64. Ya no es posible un “nosotros”, una auténtica unión de personas, lo que se manifiesta en las relaciones sexuales cuando se desea el placer para el otro sólo a condición del propio placer.

El hombre casto es capaz de superar estos tres elementos – concupiscencia, subjetivismo y egoísmo – a favor de la afirmación de la persona del otro. Todas nuestras reflexiones buscan en el fondo la solución a un solo problema: ¿Cómo se puede llegar en el amor entre personas de sexo diverso a la afirmación recíproca del valor de la persona? ¿Cómo es posible realizar el auténtico amor que hemos analizado en el capítulo anterior?

3. Síntesis del papel de la virtud de la castidad en la integración del amor

Las consideraciones anteriores acerca de la naturaleza de la persona humana y de la esencia del auténtico amor entre las personas nos han preparado para captar ahora toda la significación de la función de la virtud de la castidad. No se puede entender esta virtud si no se ve que únicamente “el amor hecho virtud puede responder a las exigencias objetivas de la norma personalista que exige que la persona sea "amada" y no admite que sea "objeto de placer"”65.

La virtud cardinal de la templanza se ocupa del cumplimiento racional de los movimientos de la concupiscencia; la castidad, en cambio, pone el acento sobre el amor. Hay varios tipos de amor, pero sólo un auténtico amor: el amor hecho virtud. Sólo un amor hecho aptitud permanente es capaz de realizar la norma personalista. Íntimamente ligada al amor hecho virtud va la virtud de la castidad. Son dos virtudes que no se dejan separar: no hay amor sin castidad. Esto es así por el hecho de que un hombre que empieza a practicar la castidad – hay que aprenderla poco a poco ab actu, porque de esta manera es la naturaleza de una virtud – va transformando dos realidades: su voluntad y su actitud.

64 65

Ibid., 172. Ibid., 185.

22

En primer lugar analizamos la actitud respecto a otra persona y la voluntad de alguien que todavía no ha adquirido la virtud de la castidad: cuando vienen las reacciones naturales de concupiscencia y sensualidad al ser confrontado con los valores sexuales, puede pasar fácilmente que éste se queda en los puros valores sexuales, separándolos del valor de la persona. Es una actitud contraria a la dignidad de la persona, dignidad que exige la afirmación de la persona misma. Presupongamos que un hombre en tal situación empieza ahora a ejercitarse en la castidad, lo que implica un esfuerzo interior y espiritual que nace desde dentro66. En este trabajo “es indispensable vencer en la voluntad todas las formas de subjetivismo y todos los egoísmos”67. Al momento de la reacción de sensualidad o afectividad, ¿qué cambio hay ahora cuando ya se ha adquirido la aptitud permanente de la castidad? En tal situación hay una nueva actitud hacia la otra persona: los valores sexuales son inseparables del valor de la persona misma68. Wojtyla lo llama “transparencia de la interioridad”69.

¿Cuál es, en síntesis, la función de la castidad? He aquí la respuesta: “Tiene ella la misión de librar el amor de la actitud de placer”70. ¿Qué no es la castidad? Un freno ciego de los naturales impulsos sexuales; tampoco es una actitud negativa respecto a los valores sexuales del cuerpo. Ante todo, la castidad afirma el valor integral de la persona. De allí resultan una serie de negaciones a todo lo que implica la violación de la norma personalista y del amor hecho virtud71.

Queda todavía por aclarar la correcta valoración del cuerpo bajo la luz de una actitud casta: Sin la castidad, el cuerpo no está subordinado al verdadero amor, sino que, por el contrario, trata de imponerle sus leyes, de dominarlo: el deleite carnal en el que son vividos en común los valores del sexo, se arroga el papel esencial en el amor 66

Cf. Ibid., 189. Ibid., 188. 68 Cf. Ibid., 190. 69 Ibid., 189. 70 Ibid., 188. 71 Cf. Ibid., 189. 67

23

de las personas, y es así como lo destruye. He aquí por qué la humildad del cuerpo es necesaria72.

Esta bella expresión de la debida humildad del cuerpo merece ser explicada. Quiere decir que la castidad no nos lleva al desprecio del cuerpo, pero sí al debido respeto ante la felicidad humana, al debido respeto ante la grandeza de la persona humana y ante la grandeza del amor entre personas. El cuerpo debe absorber el amor que existe al nivel espiritual, debe reflejar la verdadera relación que hay entre dos personas que se aman. ¿Y no es la humildad explícitamente este vivir en la verdad?

C. Continencia como virtud que aplica lo que se reconoce como orden objetivo

Para una más profunda comprensión de la virtud de la castidad queremos exponer de un modo sintético las reflexiones de Karol Wojtyla acerca de la continencia.

Como ya hemos mencionado, según Aristóteles y Tomás de Aquino, la castidad es una virtud subordinada a la virtud de la templanza, que - aplicada al campo de la castidad - se llama continencia. Ésta capacita al hombre para dominar con la voluntad la concupiscencia cuando es contraria a la razón: obrar de acuerdo con la razón es la condición para que una acción humana sea correcta, pues sólo lo racional es digno de la persona. La persona – por su naturaleza de autodeterminación – tiene necesidad de defenderse contra la invasión de fuerzas contrarias a su esencia, como son la sensualidad y la concupiscencia de cuerpo, pues no puede permitir que pase en ella algo sin la participación de la voluntad. El dominio de la propia voluntad, la práctica de la virtud de la continencia o moderación, es el primer paso para ser casto: sin dominio de la voluntad la castidad es imposible73. Moderación es “la aptitud para encontrar en el dominio de la sensibilidad y de la emotividad la medida que, en cada caso concreto y en cada

72 73

Ibid., 191. Cf. Ibid., 218.

24

coyuntura o situación entre las personas, ayuda más y mejor a realizar el amor evitando el peligro del placer”74. De la conciencia y de la voluntad tiene que venir el impulso que realiza la correcta orientación de sensualidad y afectividad. Es, sin duda, indispensable tener muy claro desde la razón el orden objetivo de los valores, pero no se puede ser casto con sólo “saber” que el valor de la persona esté siempre sobre los valores sexuales. Este objetivismo tiene que ser de tal manera que la voluntad se encuentre ante un valor que justifique plenamente la necesidad de contener la concupiscencia del cuerpo y de la sexualidad. Sólo al tener muy presentes estas razones la persona será capaz de orientar las fuerzas provenientes de las reacciones de sensualidad y afectividad hacia el valor de la persona.

Hay dos extremos que se tienen que evitar cuando se quiere practicar la continencia en toda su integralidad. El primer peligro es quedarse en la pura objetivación de valores que no nos lleva a frenar la actitud de placer. El peligro opuesto es querer practicar una continencia ciega sin saber el porqué del comportamiento.

¿Cuál es, entonces, la diferencia entre continencia y castidad? La continencia es un elemento intrínseco a la virtud que hemos analizado a lo largo de este estudio y significa el dominio racional en un sentido más general. La castidad el tipo de continencia que pone el acento en el amor. A este propósito hemos dedicado todo el segundo capítulo a la descripción del verdadero amor que no se puede practicar sin ejercitarse continuamente en la virtud de la castidad75.

74

Ibid., 217. Vea SANTO TOMÁS DE AQUINO, Summa Theologiae, I-II, q.70, a.3 para una otra perspectiva interesante de distinguir continencia y castidad. Hay continencia en diversos ámbitos, por ejemplo en el comer. 75

25

Conclusión

Bien vale la pena haberse ocupado del tema de la castidad y de la virtud por las innumerables oportunidades que presenta cada día para aplicar lo estudiado, de una manera especial en lo que se refiere a la actitud interna frente a cualquier persona que se cruza por nuestro camino.

El sentido común nos dice que se debe vivir castamente y el corazón lo afirma por igual. Sin embargo, el hombre quiere saber el porqué de lo que hace: no puede contentarse mientras no haya encontrado las últimas causas de su ser y actuar. Guiado por el joven cardenal hemos intentado de mostrar a la razón el sentido y las causas de vivir en castidad.

La castidad está magníficamente definida en el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica y esta definición nos puede servir de resumen de todo lo que hemos visto hasta ahora: “La castidad es la positiva integración de la sexualidad en la persona. La sexualidad es verdaderamente humana cuando está integrada de manera justa en la relación de persona a persona […]”76.

Sentimos que la naturaleza humana está orientada hacia una vida de castidad gracias al fenómeno del pudor. El fin de la castidad es lograr el auténtico amor entre las personas, es lograr la realización del sentido de la vida humana: y este sentido es amar77. Concluimos de esta manera que sin vivir castamente no podemos lograr el fin de nuestra vida.

¡Cuántos naufragios morales se podrían evitar si cada joven aprendiese la verdad sobre el amor! Sin embargo, una vez entendido el sentido de tal abnegación absolutamente necesaria para el ser humano auténtico, ¡cuánto trabajo 76

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, Compendio, Asociación de editores del catecismo, Madrid 2005, n. 488. 77 Cf. R. LUCAS LUCAS, Orizonte verticale – Senso e significato della persona umana, Edizioni San Paolo s.r.l., Milano 2007, 70.

26

hace falta para corresponder a lo que exige el vivir con dignidad la humanidad! Poco a poco va ganándose terreno hasta que se obtiene la victoria de una aptitud casta permanente – lo que no quiere decir que el caer una vez impide el posterior éxito en la batalla.

La esencia de la felicidad humana, que es una vida llena de amor, no es esclava de las circunstancias: el hombre tiene toda la libertad para realizarse en el amor, pues es cuestión en primer lugar de voluntad. Vale la pena confrontarse con este tema y aprender – con cada acto de castidad un poco más – el sublime arte de amar.

27

Bibliografía

- BUTTIGLIONE, R., Il pensiero dell´uomo che divenne Giovanni Paolo II, Mondadori, Milano 1998

- GUERRA LÓPEZ, R., Volver a la persona – El método filosófico del Karol Wojtyla, Capardós Editores, Madrid, 2002.

- LUCAS LUCAS, R., Orizonte verticale – Senso e significato della persona umana, Edizioni San Paolo s.r.l., Milano 2007.

- REALE, G., Introducción a “Amore e responsabilità” reproducida en WOJTYLA, K, Metafisica della persona. Tutte le opere filosofiche e saggi integrativi, a cargo de G. Reale y T. Styczen, Bompiani, Milán 2003.

- WOJTYLA, K., Amor y Responsabilidad - Estudio de Moral Sexual, trad. cast. J. A. Segarra, Editorial Razón y Fe S.A., Madrid 1969.

:

28

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.