El faraón y las estrellas. Los mundos del más allá en los Textos de las Pirámides

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Descripción

EL FARAÓN Y LAS ESTRELLAS


LOS MUNDOS DEL MÁS ALLÁ EN LOS "TEXTOS DE LAS PIRÁMIDES"




Los "Textos de las Pirámides"([1]) nos han transmitido unas creencias
esotéricas que nos hablan del modo en que el espíritu del faraón, tras su
muerte, debe ser objeto de diversas transformaciones en el Más Allá, en un
proceso que habrá de culminar con su manifestación como espíritu akh, ser
de luz o espíritu luminoso, que se integrará en la divinidad suprema de
Re([2]). En este estudio pretendemos aproximarnos a las creencias que los
sacerdotes egipcios llegaron a desarrollar acerca de los mundos que el
espíritu de su rey debía atravesar antes de arribar, finalmente, a ese
reino de la luz de Re.


Tras la muerte, el espíritu del faraón debía iniciar un viaje por esos
mundos que se integraban en la concepción egipcia del Más Allá. En esta
civilización, tan plagada de misterios, cuando llegaba el momento de la
muerte el espíritu del rey debía ponerse en marcha e iniciar un viaje hacia
la morada celestial. A lo largo de ese viaje debía atravesar diversos
espacios geográficos a los que vamos a acercarnos utilizando para ello los
textos funerarios que estos hombres representaron en las paredes de las
pirámides reales.


Los "Textos de las Pirámides" fueron escritos en los tiempos del Reino
Antiguo. Entonces se pensaba que solamente el faraón podía acceder al reino
celestial de Re. En esos primeros momentos ningún otro hombre tenía
posibilidad de alcanzar ese lugar. Solo en tiempos posteriores, tras las
amargas experiencias que los egipcios vivieron en el Primer Periodo
Intermedio, esa esperanza de arribar al reino de la luz habría de
extenderse a capas más amplias de la población gracias a la difusión de los
Misterios de Osiris.




Textos de las Pirámides


Fue en los tiempos del Reino Antiguo cuando los egipcios fijaron por
escrito los viejos conjuros y sortilegios que los sacerdotes recitaban
cuando se producía la muerte de sus reyes. Con esas fórmulas inscritas en
las paredes de las tumbas se rememoraban los rituales que habían permitido
a Isis conseguir la resurrección de Osiris([3]). Los conjuros, que hoy
conocemos con el nombre de "Textos de las Pirámides", fueron descubiertos
en las cámaras subterráneas de las pirámides reales de varios reyes del
Reino Antiguo, desde Unas hasta Pepi II.


Los textos contienen rúbricas en las que se detallan los rituales y
ademanes que el sacerdote oficiante debía realizar mientras iba recitando
las fórmulas mágicas, es decir, tenían una finalidad litúrgica,
extendiéndose por el interior de cada pirámide desde los corredores de
entrada hasta la cámara del sarcófago. La finalidad última de esos conjuros
no era sino propiciar el acceso del faraón, una vez fallecido, a las
estrellas, en donde habría de asimilarse al propio Re e iniciar una vida
eterna. A través de la resurrección gloriosa que los textos pretendían
facilitar se producía la apoteosis del monarca que ascendía a los cielos y
se reunía en las alturas con sus hermanos los dioses.


Los "Textos de las Pirámides" expresan con claridad que el destino del
espíritu del rey es ascender al cielo y situarse entre las estrellas
imperecederas: "Yo asciendo al cielo –dice el rey en TP 1123- entre las
Estrellas Imperecederas, mi hermana es Sotis([4]), mi guía es la Estrella
Matutina, y ellas toman mi mano..." Una vez en el reino del cielo, el rey
lo recorrerá acompañando a Re, la suprema divinidad: "Recorro el cielo como
Re" –nos dirá nuevamente el faraón fallecido en TP 130- y en 131 nos
confirmará que: "Pertenezco a aquellos que se encuentran en la comitiva de
Re, quienes están antes de la estrella de la mañana".


En las fórmulas 128 y 129 el rey solicita la ayuda de los dioses que
presiden las más importantes concepciones cosmogónicas de Egipto
(Heliópolis y Hermópolis), a los que considera sus compañeros, para que
pueda ser asimilado a ellos: "Oh vosotros dos Compañeros que cruzáis el
cielo, que sois Re y Thot([5]), llevadme con vosotros, para que yo pueda
comer de lo que vosotros coméis, para que yo pueda beber de lo que vosotros
bebéis, para que yo pueda vivir de lo que vosotros vivís, para que yo pueda
sentarme donde vosotros os sentáis, para que yo pueda ser fuerte por medio
de lo que os hace fuertes, para que yo pueda navegar en lo que vosotros
navegáis..."


En esos momentos del Reino Antiguo los egipcios ya pensaban que su rey
tenía asegurada la vida eterna en el Más Allá, lo que permitía su
identificación con las denominadas "estrellas imperecederas", es decir, las
que nosotros conocemos como "circumpolares", que por no desaparecer nunca
del cielo eran consideradas por los egipcios como inmortales. Veamos uno de
esos conjuros (TP 1080):


"Estoy espalda con espalda con los dioses del norte del cielo, las
Estrellas Imperecederas; (por eso) no pereceré.


Las (estrellas) inagotables, (por eso) no me agotaré.


(Las) que no pueden ser arrastradas fuera (del cielo), (por eso) no
seré arrastrado fuera".




El cielo de Re


Los "Textos de las Pirámides" nos dicen que el espíritu del rey, una
vez transformado en akh imperecedero, es decir, en un espíritu luminoso, se
encaminaba al cielo, al nuevo mundo en el que habría de vivir eternamente.
El cielo es el dominio por excelencia de las divinidades; es allí donde
gozan de la eternidad y es allí en donde el rey, convertido también en
dios, vivirá millones de años. Allí, en el cielo, es donde se sitúan las
estrellas. Es el reino celestial, el reino de la luz, donde Re es el
supremo dios.


En estos tiempos del Reino Antiguo el mundo celestial era concebido
como una inmensa extensión rodeada por el agua y atravesada por diversos
canales y corrientes de agua. El cielo sería, sobre todo, una inmensa masa
de agua situada encima de la tierra, por la que los dioses navegaban en
barcas. En los cuatro puntos cardinales del cielo había cuatro puertas que
solamente podían ser atravesadas por los dioses y los espíritus de los
reyes fallecidos. Los hombres no podían acceder al reino de la luz. En el
costado occidental del cielo existía un lugar, el cenit, por el que Re (el
sol) al anochecer descendía en su barca solar para iniciar el viaje por la
noche del que habría de emerger al día siguiente, con el amanecer.


Los "Textos de las Pirámides" nos hablan también, como de un mundo
independiente de la tierra y del cielo, de lo que denominan Nun (Abismo),
igualmente asociado a la idea de agua pero que se distinguiría por la
ausencia de luz y de vida. El Nun sería una extensión también inmensa de
agua que se situaría encima del cielo. Allí reinaría la oscuridad perpetua.
Nunca nadie, ni siquiera los dioses, se adentró allí. El Nun egipcio,
posiblemente, vendría a representar las profundidades insondables del
océano celeste.


En los textos se expresa la idea de que el Nun existió antes que el
cielo y la tierra. En las aguas primordiales del Nun habría estado el
germen inerte de la vida. Sería de esas aguas de las que habría de emerger
Atum([6]) dando comienzo al acto de la creación. Veamos uno de los
encantamientos que nos hablan del Nun en cuanto germen de la futura
creación (TP 1039-40):


"Salve vosotras aguas que Shu([7]) produjo, que las dos fuentes
elevaron, en las que Geb([8]) bañó sus miembros. Los corazones estaban
repletos de miedo, los corazones estaban inundados de terror cuando yo (el
rey, asimilado a Atum) nací en el Nun antes de que el cielo existiera,
antes de que la tierra existiera, antes de lo que tenía que ser hecho firme
existiera, antes que la confusión existiera, antes que el miedo que surgió
a causa del Ojo de Horus([9]) existiera".


Igualmente, en la fórmula 132 será también el propio rey, convertido en
akh, el que manifestará, tras decirnos que es uno de los que se encuentran
en la comitiva de Re, que él, en cuanto está asimilado a Atum, fue
concebido en las aguas del Nun y ese Abismo fue el lugar donde nació.




Mundos de purificación


Los "Textos de las Pirámides", además del reino celestial y del Nun o
Abismo, también contienen referencias a otros mundos que serían, sobre
todo, espacios de purificación. Allí el rey se desprendería de posibles
impurezas antes de arribar al reino de Re. Así, se nos habla del Campo de
los Juncos, que estaría situado al este del cielo. El conjuro 822 nos dice
que desde este lugar se accede a los caminos perfectos del cielo. También
se nos ofrece información del Campo de las Ofrendas, que estaría situado al
norte del Campo de los Juncos, entre las estrellas imperecederas. Dice TP
749: "Atraviesa el cielo hacia los Campos de Juncos, haz tu morada en los
Campos de Ofrendas entre las Estrellas Imperecederas, las seguidoras de
Osiris".


De ambos campos se nos ofrece la imagen de lugares en los que abundan
los canales de agua y los lagos, por lo que los dioses para poder
atravesarlos precisan utilizar barcas. La fórmula 563 amplia que el Campo
de las Ofrendas sería el lugar donde el ka del rey asimilaba las ofrendas
consagradas a perpetuar su memoria: "Desciende, oh Rey, al campo de tu ka,
al Campo de las Ofrendas... –se dice- Oh ka del Rey, trae (algo) para que
el Rey pueda comer contigo..." También se menciona en los "Textos de las
Pirámides" otro espacio o mundo denominado Duat, que sería el lugar donde
reina Osiris y que igualmente se asocia con la idea de una masa de agua que
es atravesada con barcas.


De todos estos mundos del Más Allá que estamos mencionando los egipcios
tenían la idea de que eran espacios de purificación. Veamos un conjuro (TP
1987) en el que se nos habla de la Duat como lugar en el que el rey se
libera de impurezas: "Oh Rey, tu eres el hijo de un grande; báñate en el
Lago de la Duat y ocupa tu asiento en el Campo de Juncos".


La fórmula 275 nos confirma, igualmente, la función purificadora del
Campo de los Juncos:


"Alguien se ha bañado en el Campo de Juncos,
Re se ha bañado en el Campo de Juncos.
Alguien se ha bañado en el Campo de Juncos,
Este Rey se ha bañado en el Campo de Juncos.
La mano de este Rey está en la mano de Re.
¡Oh Nut([10]), toma su mano!
¡Oh Shu, levántale!
¡Oh Shu, levántale!"




Osiris y la Duat


Existen dudas acerca de si los autores de los "Textos de las Pirámides"
pensaban que la Duat era un mundo del Más Allá que se ubicaría no encima
sino debajo de la tierra. Esa creencia, desde luego, habría de imponerse en
los tiempos posteriores del Imperio Nuevo. No obstante, en textos como el
conjuro 251 de los "Textos de las Pirámides" ya se confirma la creencia de
que la Duat sería un mundo inferior en el que estarían aquellos que todavía
no están plenamente puros. En esta fórmula podemos apreciar como el rey,
convertido en un ser celestial, mira desde el cielo hacia abajo y contempla
la Duat, donde reina Osiris:


"Abre tu lugar en el cielo entre las estrellas celestes (le dice Nut al
rey), porque tú eres la Estrella Solitaria([11]), el compañero de Hu([12]);
mira hacia abajo a Osiris cuando gobierna los espíritus, porque estás de
pie lejos de él, no estás entre ellos y no estarás entre ellos".


En el Reino Nuevo los egipcios pensaron que la Duat era el Inframundo,
situado debajo de la tierra. En los "Textos de las Pirámides", sin embargo,
parece que la Duat es un mundo celeste, un cielo inferior, situado sobre la
tierra pero debajo del reino celestial de Re. TP 802 nos dice en ese
sentido que la Duat sería el lugar donde se sitúa la estrella Orión: "has
cruzado el Canal Sinuoso (situado en el Campo de los Juncos) en el norte
del cielo como una estrella que atraviesa el mar que está bajo el cielo. La
Duat ha asido tu mano en el lugar donde se encuentra Orión...".


A favor de esa hipótesis de la Duat como mundo celeste habría que citar
diversas menciones de los TP, como es el caso de la fórmula 5, en la que se
nos dice que es un reino presidido por Horus, dios halcón, de naturaleza
claramente celestial. Es posible que en los primeros tiempos los sacerdotes
egipcios pensaran que la Duat era un mundo situado en el cielo, regido por
Horus, que sería ayudado por Anubis([13]), dios de los muertos; en tiempos
posteriores, una vez que Osiris pasó a ser el señor de la Duat, es cuando
se habría ubicado esta región del Más Allá en el Inframundo, en el cielo
inferior que se sitúa debajo de la tierra. En ese sentido existen diversos
conjuros en los TP, aparentemente los más antiguos, que nos hablan de
Anubis en cuanto divinidad que preside a los Occidentales, es decir a los
difuntos (así TP 57 y TP 220).


Estos denominados "Occidentales" serían los espíritus de los hombres y
las mujeres de Egipto, que tras su muerte arribarían a este cielo inferior.
Los "Textos de las Pirámides" expresan claramente que solamente el rey
fallecido podía acceder al cielo de Re, sin embargo la arqueología nos dice
que desde los tiempos más remotos los egipcios tenían ciertas esperanzas de
supervivencia tras la muerte, lo que se confirma con los ajuares de las
tumbas.




La puerta del cielo


Los "Textos de las Pirámides" exponen la creencia de que los mundos del
Más Allá no serían sino inmensas masas de agua en las que habría diversos
lugares de purificación más allá de los cuales se situaría el reino
celestial de Re y más lejos todavía las insondables profundidades del Nun.
El reino del cielo se distinguiría, esencialmente, por su inmutabilidad. El
cielo no se mueve; son sus habitantes los que lo hacen, tanto el propio Re
como las estrellas (dioses) que lo cruzan de día y de noche sirviéndose
para ello de barcas.


Para acceder al cielo, terminado el proceso de purificación, el
espíritu del rey deberá traspasar lo que los textos denominan Axt, que
sería la puerta del reino celestial. Estaría situada al oriente, en el lado
del cielo donde nacen los dioses y también se asocia a la idea de agua. Se
nos dice que el rey y Re se bañan en el Axt y que son conducidos por este
lugar en barcas. El Axt sería el lugar por donde se pasaría de la tierra al
cielo, siendo traducido usualmente por Horizonte. A esta puerta del cielo
se llegaría desde el Campo de los Juncos. Leemos en TP 359:


"El canal de alimentación está abierto,
El Campo de Juncos está lleno,
El Canal Sinuoso está inundado,
Para que yo pueda ser transportado hacia el horizonte...
¡Alegraos por mí, alegraos por mi ka,
porque estoy justificado y mi ka está justificado ante dios!
Re me ha llevado hacia si, al cielo, al lado oriental del cielo"


Veamos otra de las fórmulas que también nos hablan del Axt (TP 799):


"Se abre la puerta celestial hacia el horizonte, y los dioses se
regocijan de encontrarte; te llevan al cielo con tu espíritu, ellos te han
dotado de tu espíritu".


Debe prestarse especial atención al hecho de que es en la Puerta del
Cielo, en el Axt, en donde el rey, terminado el proceso de Glorificación
tras su paso por la Duat, el Campo de las Ofrendas y el Campo de los
Juncos, habrá de transformarse en un ser de luz, en un akh, en un espíritu
iluminado. Ahora, transformado en akh en el Axt, el rey accederá al cielo
de Re. Un texto nos lo confirma (TP 752-764):


"Oh Rey, ve, para que puedas convertirte en un espíritu y seas tan
poderoso como un dios, como el sucesor de Osiris... Asciende hacia tu madre
Nut; ella te tomará de la mano y te llevará al horizonte, al lugar donde se
encuentra Re. Las puertas del cielo se te abren, las puertas del firmamento
son abiertas de par en par para ti y encontrarás a Re de pie esperándote;
el cogerá tu mano y te guiará a los Dos Cónclaves del cielo, te sentará
sobre el trono de Osiris... Que tu nombre viva sobre la tierra, que tu
nombre perdure sobre la tierra, porque no desaparecerás, ni serás destruido
por siempre jamas".


































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[1] La versión de los "Textos de las Pirámides" que hemos manejado en este
estudio es la de Francisco López y Rosa Thode. Rosa Thode es igualmente
autora de una traducción de "La Cosmología de los Textos de las Pirámides",
de James P. Allen, que también hemos utilizado. Destacamos que gracias a la
generosidad de los autores ambas obras están disponibles en Internet.
[2] Re era el dios primordial de la cosmogonía de Heliópolis, siendo la
encarnación del sol.
[3] Asesinado por su hermano Seth, Osiris habría de retornar a la vida
gracias a los poderes mágicos de Isis, su hermana y esposa. El mito nos ha
sido trasmitido por Plutarco, en su obra "Isis y Osiris". Las imágenes de
la muerte y la resurrección del dios, ofrecidas a los egipcios en las
representaciones de sus Misterios, suponían para los hombres la esperanza
de poder alcanzar, tras la muerte, una nueva vida.
[4] Sotis, divinidad asociada a Isis, era para los egipcios la encarnación
de la estrella Sirio.
[5] Thot, cuyo principal lugar de culto estaba en Hermópolis, fue
considerado como la divinidad que ofreció el Conocimiento a los hombres.
[6] Atum, encarnación del sol al atardecer, fue considerado en la teología
de Heliópolis como el gran dios creador. Atum, en estado de potencia
inconsciente, estaba en las aguas primordiales del Nun, creándose a si
mismo a partir de la nada. Atum era para los egipcios el ser que llegó a la
vida por si mismo, dando así inicio al acto de la creación. De algún modo
Atum representa el potencial de la creación y Re sería el motor posterior
que encarnaría la realización de esa creación. Una fórmula del "Libro de
los Muertos" nos dice que: "Soy Atum cuando me manifiesto solo en el Nun;
pero soy Re en su aparición luminosa (el sol), en el momento mismo en que
se apresta a gobernar lo que ha creado".
[7] Hijo del sol, Shu simbolizaba el aire, el aliento de la vida.
[8] Geb era hermano y esposo de Nut, el cielo. Era la divinidad que
personificaba a la tierra.
[9] Horus, hijo de Isis y Osiris, sostuvo luchas encarnizadas con Seth,
asesino de su padre. En una de las peleas, Horus perdió su ojo izquierdo,
que habría de ser sanado y reconstruido por Thot. El mito del Ojo de Horus
evocaba en Egipto la idea de restitución de la totalidad, es decir de
aquello que ha vuelto a su ser y se ha completado. Convertido en amuleto se
pensaba que el Ojo de Horus tenía inmensos poderes mágicos.
[10] Nut era la diosa que personificaba la bóveda celeste. Su esposo era
Geb, encarnación de la tierra. Fueron padres de Osiris, Horus el Viejo,
Isis, Seth y Neftis.
[11] La Estrella Solitaria de los egipcios era nuestro planeta Venus.
[12] Hu es la manifestación del Verbo Creador.
[13] Hijo ilegítimo de Osiris y Neftis, Anubis era representado por un
hombre con cabeza de chacal y era la divinidad que presidía las prácticas
de embalsamamiento. En los primeros momentos fue considerado como dios
protector de los muertos, labor en la que sería sustituido por Osiris en
tiempos posteriores. En el Imperio Nuevo Anubis actuaba como intermediario
entre el difunto y el Tribunal de Osiris.
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