El fantasma del SIDA y Soda Stereo: una lectura epocal más allá de “Luna Roja”

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Descripción

El fantasma del SIDA y Soda Stereo: una lectura epocal más allá de “Luna Roja” “Un fantasma recorre los lechos, los flirts: los callejos: el fantasma del SIDA. La sola mención de la fatídica sigla basta para provocar una mezcla morbosa de curiosidad y miedo” Néstor Perlongher

A lo largo de los años, a la hora de escribir sobre Soda Stereo, se ha trabajado de manera profusa la forma en que, en las letras de esta banda, se representa lo sexual y el erotismo. Estas representaciones conformaron la llamada “estética de la seducción” (Monteleone 2002:4), que recubre gran parte de la producción de la banda. ¿De qué se habla cuando se habla de “estética de la seducción”? La clave está puesta en observar cómo en Soda Stereo lo erótico resulta ser una cuestión superficial e incluso teatral (“yo puedo ser tu mayordomo / y vos harás el rol de señora bien”1) en donde la consumación prácticamente está pospuesta de manera perpetua y el goce es incitado no tanto a través de la genitalidad sino por la mirada (“tus ropas caen lentamente / soy un espía un espectador”2) y la piel o las texturas. En el ensayo “Figuras de la pasión rocker” de Jorge Monteleone (2002) la estética de la seducción está asociada a la estrategia del artificio, a la idea de signo vacío (Monteleone 2002:5) y considera el accionar seductor como señuelo, sumergiéndonos en el campo semántico del engaño o de lo inalcanzable. La seducción tiene el doble carácter de potencia (potencia de consumación) y al mismo tiempo de obstáculo para la comunicación (Minelli 2006:5) entre cuerpos por su carácter sígnicoi. Los ochenta y noventa fueron el auge de la era de la aceleración y sobrecomunicación –aparición de telefonía móvil, internet, inmensa cantidad de canales de televisión las veinticuatro horasque paradójicamente también fue considerada la era de lo impersonal (la pérdida de contacto cara a cara) y la estética de la seducción de Soda Stereo y su “comunicación sin

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“Juego de seducción”, Nada personal, Soda Stereo, 1985 “Persiana americana”, Signos, Soda Stereo, 1986

emoción”3 encuadra en ese espíritu de nueva época. Fue así efectivamente como se leyó en general esta estética: como parte de la “pauta cultural posmoderna” (Minelli 2006:9). Sin embargo las posibilidades de lecturas no se agotan en una sola interpretación: si tal como dice Barthes el texto no es “una fila de palabras de la que se desprende un único sentido (…) el texto es un tejido de citas provenientes de los mil focos de la cultura” (Barthes 1968:3) existen infinitas interpretaciones que pueden estar habilitadas a partir de la estética de la seducción tejida por Soda Stereo. En este trabajo propondré como eje de la estética de la seducción de la banda los cambios de comportamiento y las preocupaciones surgidas a partir de la aparición y diseminación del virus del SIDA en la Argentina, cuya etapa crítica (desde 1982 con el primer caso detectado en nuestro país hasta 1996, momento en que comenzaron los tratamientos retrovirales que transformaron al SIDA de una enfermedad mortal a una enfermedad crónica) coincide prácticamente con los años actividad de Soda Stereo (1982-1997). El recorte del corpus ubica como extremo inicial Nada personal de 1985 por tratarse del disco que comienza a establecer de manera definitiva la estética general de la banda (con diferencias bastantes notorias con su predecesor Soda Stereo) y está compuesto por las canciones “Nada personal”, “Juegos de seducción” y “Si no fuera por” (de Nada personal, 1985), “Persiana americana”, “Signos” y “En el camino” (de Signos, 1986) “Entre caníbales” y “Canción animal” (de Canción animal, 1990) y “Luna roja” y “Texturas” (de Dynamo, 1992)

Identificación, aparición en Argentina y

epidemia del

SIDA entre 1982/1996: Un breve paneo. El virus del VIH es identificado en 1981 en Estados Unidos: fue en junio de ese año que los primeros cinco casos fueron descritos, debido a que esos pacientes presentaban graves neumonías causadas por un parásito llamado Pneumocytis carinini. En simultáneo se comienzan a detectar casos crecientes del inusual –hasta ese entonces- cáncer Kaposi, que afectaba a hombres en su piel y mucosas. Fue en 1982 que se acuña el término “SIDA” para hablar de la conjunción de cualquiera de estas dos enfermedades con un déficit considerable del sistema inmunitario a causa del virus. Para el año 1983, en Estados Unidos 3

“Nada personal” Nada personal, Soda Stereo, 1985 2

los casos ya eran más de 1500. El primer caso de SIDA en Argentina es detectado en 1982. Durante ese año, el total de casos informados fueron de tres. Para el año 1990, el número de casos notificados había trepado hasta 497. El número de enfermos nuevos por año –tasa de incidencia- creció hasta el año 1996, cuando se adoptó la terapia retroviral como forma de luchar contra el virus (Bloch 2001:56). En consonancia con la baja de la tasa de incidencia, disminuyó un 20% la mortalidad a causa del SIDA. Sin embargo las cifras recopiladas sufren de algunos problemas. Por un lado, se notifican solamente los casos de los pacientes que desarrollan alguna enfermedad marcadora (como el cáncer Kaposi o la neumonía por Pneumocytis carinini). Esto indica que cuando se habla de enfermos de SIDA se considera solo la última etapa de la infección por VIH (Bloch 2001:56), lo que permite suponer que la infección sucedió con años de anterioridad. Por otro lado, año tras año, la cantidad de infectados informada no incluye aquellos pacientes que, habiendo formado parte de las estadísticas previas, fallecieron en ese lapso de tiempo a causa del SIDA. Entre 1982 y 1996, los casos totales de SIDA notificados fueron de 11697.

El SIDA como acontecimiento La rápida difusión del SIDA a nivel mundial, lo mortal que en la primera década y media resultó y sus vías de contagio hicieron que el SIDA fuera visto -como hace referencia Susan Sontag en “La enfermedad y sus metáforas” (1996)- como un enemigo externo contaminando al cuerpo, como “una invasión” (Sontag 1996:50) y que fuera generador de “histeria” y “frenesí” (Sontag 1996:71). Hablar del SIDA desde sus inicios implicó hacer uso el campo semántico del miedo. Además de alimentar los prejuicios contra los “grupos de riesgo” más afectados por el virus inicialmente (drogadictos, homosexuales), la epidemia del SIDA obligó a repensar la sexualidad: ya no era la manifestación de la vida reproduciéndose ni una forma de placer inocuo (pues para ese entonces, la mayoría de las enfermedades venéreas eran fácilmente curables y la contracepción presentaba amplias opciones) sino que pasó a representar un evidente peligro de muerte. Surgió así el miedo al sexo (Sontag 1996:76). El hecho de que su transmisión proviniese de la sangre y los fluidos sexuales -y por ende todo humano fuera potencialmente vulnerable a su contagio de manera relativamente sencilla- provocó 3

cambios en el ejercicio del sexo y la moderación de su apetito, como así también una consciencia nueva acerca de la profilaxis. Considero SIDA entonces, siguiendo la propuesta de Alicia Vaggione en “Literatura/Enfermedad: Escrituras sobre SIDA en América Latina” (2013), como un “acontecimiento” (Vaggione 2013:29) por su carácter disruptivo e inesperado, que modificó rutinas y que desestabilizó comunidades (médica, científica, homosexual, etc.). Un acontecimiento articula materiales diversos, herencias, hábitos alrededor de él (Vaggione 2013:60) y el acontecimiento del SIDA –particularmenteaglutinó varias cuestiones: la problematización de la sexualidad, la creación y clasificación de sujetos en comunidades en torno a su situación de riesgo (drogadictos, hemofílicos, homosexuales), la visualización de identidades sexuales hasta ese momento invisibilizadas y la puesta en juego nuevas prácticas sexuales y vivencias del goce incluyendo ahora en ellas el preservativo (Vaggione 2013: 61). Si bien el texto de Vaggione se centra en la irrupción del SIDA en la literatura latinoamericana, el hecho de que resalte la posibilidad que ofrece la literatura para “pensar más allá de la instancia médica las relaciones entre los cuerpos, el placer y los afectos […] que se recortan en torno a la enfermedad y la muerte” (Vaggione 2013: 31) permite trasponer la idea a la producción de letras de rock en nuestro país durante el periodo de más impacto del SIDA, ya que se trata de un espacio no muy distinto al de la literatura, donde las representaciones de los cuerpos, de la sexualidad, del amor, de la muerte, etc., circulan de manera disímil y usual y se resignifican y transforman de acuerdo a las condiciones epocales de producción.

Soda Stereo y el SIDA como fantasma. Néstor Perlongher, en 1988, publica el ensayo “El fantasma del Sida” con el fin de divulgar la información que hasta ese momento se tenía del SIDA. La elección de la palabra “fantasma” es muy significativa. Fantasma es un ente intangible que aterroriza, el fantasma es ese algo monstruoso que acecha y que no vemos pero cuya presencia sentimos. El fantasma eso que asusta a los niños, a los vulnerables. El fantasma es la amenaza inminente. Tal como me referí previamente al citar a Sontag, aquí también se despliega la imaginería del miedo por sobre el SIDA. En 1988, en Argentina, referirse al SIDA como “fantasma” parecía ser válido. 4

Propongo entonces una lectura de la sexualidad y sus realizaciones en Soda Stereo, con su pantomima del erotismo sin penetración y con su goce de lo visual en clave de esas nuevas prácticas sexuales desprendidas de la dispersión del SIDA. Con esto no quiero decir que las canciones hablen del SIDA. No pretendo que de ellas emerja un sentido único, “teológico”, consecuente con la concepción de un autor-dios y de un sentido desentrañable a través de la hermenéutica (Barthes 1968:2). Se trata más bien de postular a las configuraciones del sexo en Soda Stereo y al surgimiento y auge de la epidemia del SIDA – que modificó las costumbres higiénicas, médicas y sexuales para siempre- como un todo correlativo e inalienable a la época. Recorreré el corpus organizándolo a partir de cuatro tópicos presentes en la idea de SIDA como acontecimiento: el de la moderación del apetito sexual (con su forma radical: la abstinencia), el de la profilaxis, el de las prácticas sexuales “alternativas” y el del miedo. Si bien –como se citó anteriormente- adscribo a la idea de que el sentido del texto no viene dado por la voz del autor, encuentro necesario mencionar el caso de “Luna roja” (1992). Gustavo Cerati dijo de esta canción en una entrevista del suplemento “SI” del diario Clarín: “Aunque se trata de una descripción onírica, contiene una de esas advertencias que a veces uno se hace a sí mismo. Está ligado, muy ligado al Sida, a las enfermedades en general. Uno está viviendo episodios todo el tiempo”4

El SIDA se inscribe aquí en la continuidad misma de ese presente, como lo que se vivía “todo el tiempo” y esto nos da la pauta de la relevancia que tenía para la época, de cómo se trataba de una enfermedad que atravesaba la cotidianidad y cómo era sobrevolada por el aura tenebrosa de lo que necesita advertencias. Podemos pensar entonces en una de las formas en las que se evidenció el terror al SIDA en la vida material de las personas: en la modificación de las prácticas sexuales, siendo ejemplos el “mejor es abstenerse” (Sontag 1996:76), con su menos radical “ejercicio moderado del apetito sexual” (Sontag 1996:77) con la culpa asociada por no hacerlo. Sobre esta nueva forma de vivenciar lo sexual, podemos leer en el corpus de manera doble la represión sexual y el tabú en “podrías

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Suplemento “Si”, Clarín, 2/10/1992 5

desnudarte/un poco más/podrías arriesgarte/alguna vez [...] si no fuera por…”5 que finaliza con lo innombrable –el secreto y la vergüenzaii que acompañaban al SIDA-y que al mismo tiempo permite jugar ambiguamente con la duda, con la suposición de que todos los compañeros sexuales eran potencialmente peligrosos. La culpa por sentir deseo y la posposición del mismo se hacen visibles en “no puedo esperarte hasta fin de siglo / quiero sentir tu cuerpo acercándose”6, en “una eternidad esperé este instante/y no lo dejaré deslizar en recuerdos quietos ni en balas rasantes que matan”7 y en “tiempo al tiempo de volver a celebrar / sin culpas”8 Estas últimas dos canciones comparten un rasgo en común que es la alusión a la piel (“acariciando diferencias”9, el mismo nombre “texturas”, “come de mí come de mi carne”10). Si pensamos en la importancia que la profilaxis cobró en esa época, podemos trazar un símil entre lo que representa el preservativo (un método de barrera, tanto para la concepción como para la transmisión de enfermedades venéreas) y lo que es al cuerpo la piel: la barrera por excelencia contra patógenos externos. La piel evita que la sangre se mezcle, que los fluidos ajenos ingresen a nuestro cuerpo. Por eso, estimular la piel, “acariciarla” no representa un riesgo de contagio de SIDA y pasa a ser una forma de “consumación” del deseo permitida. El uso de preservativo, como dije más arriba, se comenzó a difundir con el surgimiento del SIDA como forma de protección. Con el SIDA se comenzó a pensar al sexo no como un simple contacto humano en tiempo presente, sino también en pasado: acostarse con alguien implicaba hacerlo también con todo su historial sexual, multiplicando la sensación paranoica de posibilidad de contagio. Todo acto sexual se transforma en promiscuo y peligroso, excepto la monogamia de larga data (Sontag 1996:76). La necesidad de tomar consciencia sobre la importancia del preservativo también se vio envuelta de eufemismos y tabúes como tantos temas concernientes al SIDA. Uno de los eufemismos para referirse al uso de preservativo fue “cuidarse” (proveniente también del campo semántico del peligro). Las campañas, en imperativo, hablaban de “cuidate”. En “Luna

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“Si no fuera por” Nada personal, Soda Stereo, 1985 “En el camino”, Soda Stereo, Signos, 1986 7 “Entre caníbales”, Soda Stereo, Canción animal, 1990 8 “Texturas”, Soda Stereo, Dynamo, 1992 9 ibíd. 10 “Entre caníbales”, Soda Stereo, Canción animal, 1990 6

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Roja” nos encontramos con

“cuidame/yo te cuidaré”11 como consecuencia del placer

pasado (“yo también pagué placeres ciegos”12). El verbo conjugado en pasado recupera la historia sexual

del “yo poético” pero el “también”, la del “otro”. Los amantes son

amenazas recíprocas fundadas en su pasado, en la forma “irresponsable” (ciega) de alcanzar el placer. En Soda Stereo la no realización del deseo a través del contacto genital o de la penetración adquiere, además de lo ya dicho anteriormente (la preeminencia de la piel) formas de “parafilias”iii, ya sea el masoquismo (“Hipnotismo de un flagelo / dulce, tan dulce / cuero, piel y metal /carmín y charol”13), el vouyerismo (“tus ropas caen lentamente soy un espía un espectador”14) y el exhibicionismo (“no sientes miedo sigues sonriendo / sé que te excita pensar hasta donde llegaré”15). El halo de “perversión” que se despliega tiene adosado también el factor de la ausencia de contacto físico (“solo así yo te veré a través de mi persiana americana”16 / “yo te prefiero fuera de foco inalcanzable […] casi intocable”17; “no hay nada más dulce que el deseo en cadenas”18). El no contacto preserva la salud del deseante pero no le niega el placer: la conquista de éste se consigue por medios alternativos, principalmente por lo visual y lo táctil. El deseo también se manifiesta en relaciones de rol (“yo puedo ser tu mayordomo/vos harás el rol de señora bien”19). Por un lado vale la pena pensar en el nombre de la canción que contiene estas líneas (“Juego de Seducción”) en donde la noción de seducción se hace explícita en forma de juego como un algo teatralizado. Las distintas relaciones de rol que se ilustran (mayordomo/señora bien; violador/víctima) son introducidas por “puedo ser”, es decir: no introducen una realidad, un “soy” anclado en el presente, sino una posibilidad que asimismo se traslada del actante a la imaginación (“la imaginación todo lo puede”), proyectando así el campo de lo no-real de manera más amplia por sobre la relación establecida. Si por un lado se habla de “posibilidad” y no de certezas, el tiempo del estribillo es el del futuro, (“te llevaré hasta el

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“Luna roja”, Soda Stereo, Dynamo, 1992 ibíd. 13 “Canción animal”, Soda Stereo, Canción animal, 1990 14 “Persiana americana”, Nada personal, Soda Stereo, 1985 15 ibíd. 16 ibíd. 17 ibíd. 18 “Canción animal”, Soda Stereo, Canción animal, 1990 19 “Juego de seducción”, Nada personal, Soda Stereo, 1985 12

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extremo”20) el mismo que el de las promesas. El presente es el del juego del rol y el del deseo (“estoy muriéndome de sed y es tu propia piel la que me hace mover en extremos”21) pero la consumación no está ubicada en ese mismo tiempo, tampoco en el pasado como evocación, sino que se ve hacia adelante como lo que “puede” suceder, pero con un peso imaginativo, e irreal demasiado alto. El

campo mayor que agrupa y motiva a la represión y los cambios de

comportamientos sexuales en general es el del miedo. Antes del surgimiento del SIDA, el sexo era puro goce y ejercicio productivo (de placer, de vida). Ahora, por el contrario, el sexo conlleva también terror y muerte. Eso establece un corrimiento del eje alrededor del que se establecen los comportamientos sexuales y en Soda Stereo hay miedo en torno a lo sexual. Las primeras estrofas de “Luna roja” (“él salió dejó la cama vacía /se entregó al aire suave del desierto/ y entonces la vi, la luna roja sobre el mar negro”22) recuerdan a la obra de Oscar Wilde, “Salomé” en donde la luna teñida de sangre es la premonición de la muerte: “En este día, el sol se volverá oscuro como un cilicio de crines, y la luna se volverá como de sangre, y las estrellas del cielo caerán sobre la tierra como higos maduros que caen de la higuera, y los reyes de la tierra tendrán miedo”. (Wilde 2001:32)

Del mismo modo, en esta canción la luna roja es el augurio de morir o -por lo menos- acerca al “yo” a la consciencia de su mortalidad (“ruega a dios poder volver del desierto desde que la vio”23 “es peligrosa / te hace mortal”24). Cabe recordar que, asimismo, Salomé es un personaje muy relacionado con el tópico de la seducción. El universo bíblico nos permite recuperar la metáfora de “SIDA como condena” que estuvo altamente difundida durante los primeros años de la enfermedadiv El miedo moviliza la advertencia –¿qué más es la luna roja que una advertencia?- y paraliza (“por favor no leas el cartel/ni anuncios de ayer/no puedo esperarte hasta fin de siglo”25), el miedo se materializa frente a lo poco claro, cuasi desconocido (“Estamos en 20

ibíd. ibíd. 22 Luna roja, Soda Stereo, Dynamo, 1992 23 ibíd. 24 ibíd. 25 “En el camino”, Soda Stereo, Signos, 1986 21

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camino entre los espejismo[…]Hay sombra alrededor”26 ; “signos mi parte insegura”27 “si estás oculta cómo sabré quien eres”28) de adentrarse a un universo compartido sin la certeza absoluta de la seguridad. La inseguridad es un síntoma de este nuevo tiempo, en donde no sólo el sexo se vuelve peligroso sino también las relaciones de pareja y por ende hay recaudos para tomar. El establecer un vínculo sexual o amoroso con alguien ya no es un mero riesgo para la salud “emocional”: no se trata sólo de corazones rotos sino también de la amenaza de una enfermedad mortal. Si todo amante es él mismo y pero al mismo tiempo su pasado, cada paso conjunto en el terreno erótico con ese amante tiene detrás la reflexión por los riesgos y la necesidad de sopesar la atracción con la salud.

Voces del más allá Hasta el desarrollo y puesta en práctica de las terapias retrovirales en el año 1996, contraer SIDA era una condena bastante rápida a muerte. El cine y la literatura trataron la enfermedad de manera abundante. La producción nacional no escapó de ello. El rock, por su parte, dio a luz canciones en donde se la nombraba explícitamente (pensemos en “SIDA” de El otro yo o “Anabelle” de Fun people). Sin embargo, en este trabajo no busqué reconstruir ninguna red de canciones en las que el SIDA fuera protagonista central y explícito. En cambio, elegí realizar un recorrido por sobre las letras de algunas canciones para indagar en cómo las configuraciones del sexo en Soda Stereo hacían eco de las nuevas conductas sexuales originadas a partir del SIDA. En estas representaciones de lo sexual rondan los comportamientos que fueron identitariosv de la época: un ejercicio moderado del sexo (que contrastaba con las dos décadas anteriores, marcadas por la revolución sexual), el comienzo del empleo generalizado del preservativo como método de prevención de enfermedades, la apertura a prácticas sexuales “alternativas” –muchas de ellas históricamente patologizadas- con el fin de alcanzar el placer obviando el contacto y el miedo que se instaló alrededor del sexo. En un regreso a Barthes, si todo texto es un tejido de multiplicidad de voces, huellas, citas y materiales más que un testimonio unívoco de quien crea, detrás de la voz

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ibíd. “Signos”, Soda Stereo, Signos, 1986 28 ibíd. 27

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cantante de Gustavo Cerati no podemos dejar de percibir el rastro del espectro que atemorizó a una época completa; aún se puede escuchar el aullido que moldeó las costumbres de generaciones desde 1982. Difuso y sombrío, resuena el fantasma del SIDA.

Notas i Si se sigue la perspectiva de Pierce, “el signo está en lugar de algo, su objeto” (1987:244245), por lo que hay una ausencia inalcanzable cuyo lugar ocupa el signo. ii “Al igual que otras enfermedades que implican sentimientos de vergüenza, el sida es a menudo un secreto, pero no por parte del paciente. Las familias solían esconder al paciente un diagnóstico de cáncer; con al menos idéntica frecuencia suele el paciente de sida esconder el diagnóstico a su familia.” (Sontag1996:59) iii Véase Krafft-Ebing, Richard (1946) iv Véase Sontag, Susan (1996) v “El pánico creciente que inspiran los riesgos de la sexualidad recreativa y comercializada irá difícilmente en desmedro de la atracción que ejercen otros apetitos: el edificio ocupado hasta ahora en Hamburgo por el Eros Center pasará a ser ocupado por boutiques. El comercio sexual tendrá lugar sólo después de la debida reflexión. El consumo rutinario de drogas que aumentan la energía mental y la capacidad de expresión (otra cosa que surgió en los setenta fue el uso burgués de la cocaína) ya cumplió su misión de preparar el neocelibato y disminuir la espontaneidad sexual tan corriente entre las personas cultas de esta década. Las máquinas proporcionan nuevas y populares maneras de inspirar el deseo sin riesgos, un deseo tan mental como sea posible: la lujuria telefónica comercialmente organizada (y en Francia el «Minitel»), que brinda una versión de la promiscuidad sexual anónima sin intercambio de fluidos” (Sontag 1996:78)

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Edición

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