El éxito de la vajilla helenística “tipo Kuass” ¿Resultado de la adopción de una moda estética o reflejo de transformaciones culinarias y comensales? (2014)

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Descripción

COMER A LA MODA: IMITACIONES DE VAJILLA DE MESA EN TURDETANIA Y LA BÉTICA OCCIDENTAL DURANTE LA ANTIGÜEDAD (S. VI A.C. - VI D.C.)

Col·lecció INSTRUMENTA Barcelona 2014

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COMER A LA MODA

IMITACIONES DE VAJILLA DE MESA EN TURDETANIA Y LA BÉTICA OCCIDENTAL DURANTE LA ANTIGÜEDAD (S. VI A.C. - VI D.C.)

Francisco José García Fernández Enrique García Vargas (Eds.)

© PUBLICACIONS I EDICIONS DE LA UNIVERSITAT DE BARCELONA, 2014 Adolf Florensa, 2/n; 08028 Barcelona; Tel. 934 035 442; Fax 934 035 446. [email protected] 1ª edición: Barcelona, 2014 Director de la colección: JOSÉ REMESAL. Secretario de la colección: ANTONIO AGUILERA. Diseño de la cubierta: CESCA SIMÓN. Composición y maquetación: SERGI CALZADA. CEIPAC - http://ceipac.ub.edu Unión Europea: ERC Advanced Grant 2013 EPNet 401195. Gobierno de España: DGICYT: PB89-244; PB96-218; APC 1998-119; APC 1999-0033; APC 1999-034; BHA 2000-0731; PGC 2000-2409-E; BHA 2001-5046E; BHA2002-11006E; HUM2004-01662/HIST; HUM200421129E; HUM2005-23853E; HUM2006-27988E; HP2005-0016; HUM2007-30842-E/HIST; HAR2008-00210; HAR2011-24593. MAEX: AECI29/04/P/E; AECI.A/2589/05; AECI.A/4772/06; AECI.A/01437/07; AECI.A/017285/08. Generalitat de Catalunya : Grup de Recerca de Qualitat: SGR 95/200; SGR 99/00426; 2001 SGR 00010; 2005 SGR 01010; 2009 SGR 480; 2014 SGR 218; ACES 98-22/3; ACES 99/00006; 2002ACES 00092; 2006-EXCAV0006; 2006ACD 00069. Esta edición ha contado con la colaboración financiera de los Proyectos de Investigación: “La construcción y evolución de las entidades étnicas en Andalucía en la Antigüedad (siglos VII a.C.-II d.C.)” (HUM-03482), “Identidades étnicas e identidades cívico-políticas en la Hispania romana: el caso de la Turdetania-Betica” (HAR2012-32588) y “Sociedad y Paisaje. Alimentación e identidades culturales en Turdetania-Bética (Siglos VIII a.C. – II d. C.)” (HAR2011-25708/Hist), integrándose dentro de sus objetivos y difusión. Portada: Fotografía de plato de pescado de figuras rojas procedente de Apulia (ca. 350-325 a.C.) y conservado en el Museo del Louvre (Bibi Saint-Pol). Fotografía de plato de pescado en cerámica tipo Kuass procedente de la c/ Arellano 3 de Carmona (Sevilla) y conservado en el Museo de la Ciudad de Carmona (Violeta Moreno Megías). Composición original de Blanca del Espino Hidalgo. Impresión: Gráficas Rey, S.L. Depósito legal: ISBN: Impreso en España / Printed in Spain.

Queda rigurosamente prohibida la reproducción total o parcial de esta obra. Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada, transmitida o utilizada mediante ningún tipo de medio o sistema, sin la autorización previa por escrito del editor.

Índice General

Presentación (F.J. García Fernández, E. García Vargas)

9

Nomenclatura y taxonomía de las cerámicas de imitación hispanorromanas. A modo de psicoanálisis (D. Bernal Casasola)

13

Imitaciones en las vajillas de mesa en la Bahía de Cádiz desde la transición tardoarcaica hasta la época tardopúnica. Actualización de los datos y nuevas propuestas (A. Sáez Romero)

33

Oculto bajo el barniz. Aproximación inicial a las producciones grises de Gadir de época tardoclásica-helenística (siglos -IV/-III) (A. Sáez Romero)

79

El éxito de la vajilla helenística “tipo Kuass” ¿Resultado de la adopción de una moda estética o reflejo de transformaciones culinarias y comensales? (A.Mª Niveau de Villedary y Mariñas)

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Formas que cambian, engobes que permanecen. Una visión diacrónica de las imitaciones de vajilla de tipo Kuass en el valle del Guadalquivir (V. Moreno Megías)

175

El peso de la tradición: imitación y adaptación de formas helenísticas en la cerámica común turdetana (siglos V-I a.C.) (F.J. García Fernández)

205

Las imitaciones de vajilla de barniz negro en el valle del Guadalquivir (Mª J. Ramos Suárez, E. García Vargas)

239

Las imitaciones locales de Terra Sigillata en la bahía de Cádiz (M. Bustamante Álvarez; E. López Rosendo)

271

Imitaciones béticas de sigillata: contextos del s. I a.C.-II d.C. en la Plaza de la Encarnación y el Patio de Banderas del Real Alcázar de Sevilla (J. Vázquez Paz, E. García Vargas)

301

Imitaciones béticas de African Red Slip Ware: una sucinta aproximación a los contextos de Hispalis (J. Vázquez Paz)

323

7

La Terra Sigillata Hispánica Tardía Meridional (TSHTM): últimas producciones béticas de imitación para la mesa (J. Vázquez Paz, E. García Vargas)

333

Epílogo. Mil años de imitaciones: gusto, cultura e identidad (E. García Vargas, F.J. García Fernández)

353

Índices analíticos Índice topográfico Índice de materias Índice de formas cerámicas

371

Láminas

385

8

375 379

El

éxito de la vajilla helenística “tipo Kuass” ¿resultado de la adopción de una moda estética o reflejo de transformaciones culinarias y comensales?1

Ana María Niveau de Villedary y Mariñas Universidad de Cádiz

1. Introducción, objetivos y limitaciones del trabajo Hoy por hoy, la cerámica helenística de “tipo Kuass” es, junto a las ánforas, una las producciones mejor conocidas del Mediterráneo occidental. Su estudio monográfico hace una década sentó las bases generales de la caracterización tecnológica, formal y funcional de estas cerámicas, así como de su cronología y de su ámbito de dispersión (Niveau de Villedary 2003a y 2008a). Los aspectos relacionados con el análisis tipológico y decorativo quedaron bastante cerrados a partir de dicho estudio y únicamente han sido objeto de algunas matizaciones posteriores que no modifican de forma sustancial el esquema general planteado inicialmente; otros, sin embargo, fueron únicamente bosquejados a partir de los datos disponibles en aquel momento, siendo conscientes que el avance de la investigación y el progresivo reconocimiento de nuevos conjuntos materiales, analizados en sus contextos, podían modificar las conclusiones preliminares. Entre los temas pendientes se reconocía la necesidad de avanzar en la caracterización físico-mineralógica de las piezas, en la definición de los centros de producción y en las dinámicas comerciales y de distribución/consumo de los distintos productos en cada una de las zonas en los que

Este trabajo se inscribe en el marco de actuación del Grupo de Investigación “Phoenix Mediterranea” (HUM-509) del P.A.I. de la Junta de Andalucía, cuyo responsable es el Dr. D. Ruiz Mata. 1

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se encuentran. En este sentido, son muchos los progresos que se han hecho, siendo una de las líneas de investigación más prometedoras y que más resultados está ofreciendo en la actualidad (Niveau de Villedary y Sáez e.p.). También se ha avanzado en la definición de las fases productivas, puntualizando, corrigiendo y matizando las etapas definidas inicialemente, primero en lo que respecta a sus momentos finales (Niveau de Villedary 2004a) y más recientemente en relación con la puesta en marcha y desarrollo de la producción (Niveau de Villedary y Sáez e.p.). En cuanto a la funcionalidad de la vajilla las propuestas iniciales han ido completándose desde entonces al ser posible comparar conjuntos originarios de lugares de habitación con aquellos procedentes de espacios rituales o con connotaciones sacras. Los análisis de tipo contextual han permitido proponer la existencia de un “servicio mínimo” cotidiano, reducido en lo que respecta a las formas pero ampliamente difundido, y de un “servicio ritual” (Niveau de Villedary 2008b), más completo aunque cuantitativamente de menor peso, sobre los que insistiremos más adelante. Desde esta perspectiva, el objetivo del presente trabajo será, avanzando un paso más, intentar interrelacionar vajilla y consumo, analizando, si es que los hubo, los cambios culturales, económicos y sociales que el éxito de la vajilla “tipo Kuass” llevó aparejados en las zonas donde se distribuyó. Las limitaciones del trabajo provienen, una vez más, de la desigual información disponible. Son escasos los conjuntos materiales estudiados y publicados en su totalidad, reduciéndose la mayor parte de las veces a avances o selecciones de materiales. Los contextos más completos provienen además de los alfares, lo que en principio no facilita el acercamiento a la vajilla desde el punto de vista del uso y del consumo, objetivo último de este trabajo. Mayor información aportan aquellos materiales localizados en ambientes rituales, muy numerosos en la necrópolis de Cádiz (Niveau de Villedary 2001b, 2003b y 2009), puesto que los elementos utilizados en la liturgia se amortizan en depósitos sacros (pozos y fosas) diseminados por todo el espacio funerario, toda vez que la reglamentación prohibe que sean reutilizados. No obstante, a pesar de la calidad, cantidad y variedad de la cerámica “tipo Kuass” recuperada de la necrópolis no hay que perder de vista que, generalmente, el componente ritual modifica el uso de los recipientes, que, en cualquier caso, es necesario leer siempre desde claves propias. Aún así, éstos nos servirán para analizar lo que hemos denominado “menaje ritual”. En este caso las limitaciones provienen de su localización en contextos secundarios, que no siempre nos permite conocer el uso concreto que se le dió a los vasos. Por lo tanto, es el material procedente de contextos de habitación el que en principio ofrece mayor información sobre las pautas de adquisición y uso de las formas. Lamentablemente, son pocos los conjuntos publicados y conocidos, aunque intentaremos acercarnos a las prácticas de consumo con la información disponible. 1.1. La cerámica “tipo Kuass”, vajilla protocampaniense del “Círculo del Estrecho” Los alfares púnicos extremo-occidentales ponen en marcha desde finales del s. IV a. C. una producción de corte helenístico inspirada en última instancia, tanto en sus formas como en sus técnicas, en la vajilla ática de barniz negro, que gozará de un extraordinario éxito hasta que la competencia de la campaniense A provoque su paulatina desaparición. Se trata de la clase cerámica conocida inicialmente en la literatura especializada como cerámica de Kuass en referencia al yacimiento norteafricano donde se caracterizaron y describieron por primera vez y, posteriormente

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y una vez que tras su estudio el origen gaditano queda fuera de toda duda, como cerámica de “tipo Kuass” (Niveau de Villedary 2003a, 16). En su momento optamos –no sin polémica– por mantener dicha denominación fundamentalmente para facilitar la rápida identificación de las piezas o conjuntos pertenecientes a estas producciones. Junto a este motivo principal de orden práctico la continuidad del apelativo original nos pareció una buena forma de rendir homenaje a su descubridor, el investigador francés M. Ponsich, por la enorme lucidez con la que se enfrentó al estudio de estas producciones en un momento de la investigación en el que el panorama distaba mucho del actual, valga recordar que la síntesis de Morel aún tardaría una década en ver la luz y ni tan siquiera se había publicado la sistematización de la cerámica del Ágora de Atenas (Sparkes y Talcott 1970). Por lo tanto, denominamos cerámica “tipo Kuass” a la producción helenística de barniz rojo púnico-gaditano que imitando, recreando e inspirándose en la última vajilla ática exportada a Occidente a finales del siglo IV a. C. reproduce la mayor parte de las formas funcionales que cubría aquella, que se correspondían fundamentalmente con un servicio de mesa y, en menor medida, suntuario (Niveau de Villedary 2008b, 131). Dichas producciones presentan una serie de características tecnológicas, decorativas y formales similares a las del resto de talleres “protocampanienses”2 del área cultural púnica, lo que autoriza a incluirlas dentro de lo que Morel definió como “producciones punicizantes”3 (Niveau de Villedary 2005a). Como tales, son manufacturas que, al menos a primera vista, reinterpretan con un gran margen de libertad los originales áticos, ya que lo canónico sería que las formas reprodujeran con exactitud los perfiles griegos y, sin embargo, esto sólo ocurre en el caso de algunos tipos muy concretos y, sobre todo, con los recipientes utilizados en determinados contextos. Lo habitual es que se copien las formas generales pero adaptándolas a los gustos locales, prescindiendo de algunos detalles y reinventando otros, reajustando las dimensiones, etc. El fenómeno es aún más manifiesto en relación con las características tecnológicas de las producciones púnicas (o “punicizantes”) en general y de las gaditanas “tipo Kuass” en particular. Si por algo se caracteriza esta cerámica es por su gran variabilidad técnica, que provoca calidades muy desiguales, por estar fabricadas con pastas diversas y sobre todo con recubrimientos heterogéneos, tanto en las coloraciones finales resultantes, como en la misma composición y aplicación de la propia barbotina o falso barniz que recubre sus superficies. Similar reflexión cabe hacer en cuanto a la decoración que presentan algunos vasos (siempre las mismas formas). Los patrones decorativos utilizados no son sino una simplificación de los abigarrados esquemas áticos, aunque también denotan una marcada personalidad que los terminará diferenciando tanto de los griegos como del resto de talleres del área púnica4. Llegado a este punto cabe entonces preguntarse si podemos considerar a la cerámica “tipo Kuass” una imitación directa de la vajilla ática de barniz negro (Ramon 2012).

Utilizamos el concepto desde el punto de vista estrictamente cronocultural, tal y como en su día defendieron Adroher y López Marcos. En este sentido el término “protocampaniense” haría alusión a “todas aquellas cerámicas de barniz negro que se desarrollan en el Mediterráneo Occidental a caballo entre las últimas producciones áticas de barniz negro y la monopolización de los mercados del oeste por parte de la campaniense A. Cronológicamente, este paréntesis cubriría desde el último cuarto del siglo IV hasta el último cuarto del siglo III” (Adroher y López Marcos 1995, 24). 2

En relación con el conjunto de producciones atribuibles al área que desde un punto de vista cultural se considera en principio púnica (Morel 1979, 1580). Este espacio púnico engloba, en líneas generales, gran parte de África del Norte –tanto en su vertiente mediterránea como atlántica–, la parte occidental de la isla de Sicilia, Cerdeña, islas Baleares y sureste y mediodía de la Península Ibérica. Se trata de una zona muy amplia, de gran heterogeneidad, con tradiciones cerámicas muy diferentes entre sí que participan de áreas comerciales muy distintas y que, por tanto, reciben influencias culturales también diferentes (Adroher y López Marcos 1995, 37). 3

Sin descartar una más que posible mediación de Cartago en la puesta en marcha de la producción por parte de los talleres extremo-occidentales, pensamos sin embargo que el desarrollo de la misma es totalmente independiente al de las producciones cartaginesas, por otra parte aún por sistematizar y, en ningún caso, se puede considerar a la producción “tipo 4

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1.2. ¿Copias, imitaciones o versiones? En primer lugar hay que puntualizar qué entendemos por “imitación”. El término, como han señalado algunos autores, no sólo encierra cierta ambigüedad en sí mismo, en tanto en cuanto una imitación implica siempre una clara voluntad de copiar el prototipo que sirve como modelo, sino que además se ha utilizado con demasiada frecuencia para designar tan sólo una cierta semejanza, producto de un gusto general, en una época determinada (Guerrero 1980, 169). De hecho, en relación con los conjuntos de barniz negro se ha abusado con frecuencia del término, cuando la realidad es que la práctica totalidad de las producciones barnizadas mediterráneas son derivaciones de las mismas formas áticas de barniz negro (Adroher y López Marcos 1996, 30). En ciertos casos, los tipos se reproducen sin apenas variación a lo largo del tiempo por los sucesivos talleres, en otros, éstos se realizan con una gran libertad de ejecución o son producto de la propia evolución o de las influencias de elementos provenientes de otras tradiciones tanto foráneas como locales. Resulta entonces más correcto referirse a ellas no como imitaciones sino como producciones inmersas en la koiné cultural mediterránea a la que tantas veces se alude para época helenística.
 Por consiguiente, en principio sólo consideraremos imitaciones a los productos que como han propuesto otros autores sean posteriores cronológicamente a los originales y que posean propiedades técnicas que lo relacionen con éstos (Risueño y Adroher 1990, 382; Adroher y López Marcos 1996, 27). A estas dos características básicas añadimos los siguientes requisitos: que aparezcan de forma aislada y puntual, que se adapten fielmente a los prototipos originales, que los modelos sean elementos exógenos, ajenos a la tradición y a los repertorios locales y, por último, que se traten de copias a nivel tanto formal como funcional (Niveau de Villedary 2003a, 166 y e.p.). Según estas premisas, en la fase inicial de la producción podríamos considerar a los primeros ejemplares que fabrican los talleres gaditanos imitaciones áticas, ya que técnicamente se relacionan con los productos griegos de barniz negro, son cronológicamente posteriores, reproducen los perfiles originales fielmente, aparecen de forma aislada, responden a modelos importados y sustituyen también a los originales desde un punto de vista funcional. Sin embargo, dado que se trata de la fase inicial de la producción, en la que las formas aún se están fijando y que éstas lo harán precisamente a partir de estos prototipos griegos, no creemos oportuno considerar estas piezas como imitaciones, aunque técnicamente lo sean, sino como “copias” (Adroher y López Marcos 1996, 30.). Esta idea de imitación diverge de lo que algunos autores han considerado para otras zonas, por ejemplo el área ibérica, donde no se contempla que la funcionalidad del elemento imitado haya de ser la misma que para el original (es más, lo que se advierte es precisamente el fenómeno contrario) o se admite que en una imitación el artesano puede tener la opción de introducir elementos personales, es decir, que se limitan a copiar una forma ideal (Risueño y Adroher 1990, 383). Por el contrario, para los talleres extremo-occidentales y en relación con la producción de cerámicas gaditanas barnizadas “tipo Kuass”, consideramos que eso entraría en el campo de las influencias y las tendencias.
 Por otro lado no hay que olvidar que nos movemos en un área geográficamente periférica y que, por tanto, los modelos y técnicas llegan en cierto modo desvirtuados (¿también mediatizados?). Morel reserva el término de “imitación– influencia” para las imitaciones de estas zonas, que diferencia de la “imitación–falsificación” que sería la propia de las oficinas italianas, de técnica muy afirmada, cuyos productos plagian de tal manera a los originales que su distinción se hace difícil (Morel 1981, 515). Siguiendo el esquema planteado por

Kuass” original (es decir a la fabricada en el núcleo central de los talleres de la bahía de Cádiz) una “copia” de la copia como insinúa Ramon (2012, 252).

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Morel, la producción gaditana se incluiría dentro de la corriente general de imitaciones helenísticas por los talleres periféricos (Principal 2008), donde los vasos de barniz rojo que copian las formas de barniz negro son los habituales en el mundo púnico (Morel 1981, 516-517). En conclusión, pensamos que en tanto en cuanto que una más de las producciones de alcance comarcal que surgen en estos momentos en toda la cuenca mediterránea, los vasos fabricados por los talleres locales extremo-occidentales no pueden ni deben considerarse “imitaciones” en el sentido estricto del término de acuerdo a los argumentos arriba expuestos, sino como los elementos que integran una vajilla plenamente configurada que sustituye a la anterior y que cubre unas funciones muy específicas de forma consciente y planificada. Esto es, un servicio de mesa individual junto a un no menos despreciable, aunque minoritario desde el punto de vista cuantitativo, menaje ritual. 1.3. “Imitaciones de imitaciones”. Oficinas-satélites y talleres intermedios Y sin embargo, el propio éxito de la vajilla helenística provocará a su vez un fenómeno de “imitación” en los territorios limítrofes a los centros productores principales. Junto a éstos, situados en la bahía de Cádiz (Niveau de Villedary y Sáez e.p.), existen otros talleres que al igual que los gaditanos comienzan a fabricar esta clase cerámica de manera subsidiaria a la producción de envases anfóricos. Los territorios más “gaditanizados”5 importan y adoptan de forma temprana la nueva vajilla. Este fenómeno ha sido bien estudiado en el sur de Portugal (Sousa 2009; Sousa y Arruda 2010; Arruda et al. 2011) y, más recientemente, en el Bajo Guadalquivir (Moreno 2012 y e.p.; Moreno et al. 2014a), donde se ha llegado a proponer la existencia de talleres locales que funcionarían como oficinassatélites de las gaditanas, ampliando el círculo primario de difusión de las cerámicas “tipo Kuass” al menos hasta el antiguo estuario del Guadalquivir, en una prueba más de la profunda semitización de la zona. La posible fabricación de esta clase cerámica en los alfares de Caura (Coria del Río, Sevilla) se explicaría ante la necesidad de dar respuesta a la alta demanda de estos productos por parte de unas comunidades con unos patrones de consumo muy cercanos al mundo púnico gaditano (Escacena y Moreno 2014). Junto a estos talleres subsidiarios de los gaditanos, que reproducirían el conjunto (o, al menos, la gran mayoría) de los vasos que componen la vajilla, debieron existir otros muchos puntos en los que se copiaran con desigual éxito piezas aisladas. En estos últimos casos las formas recuerdan de manera remota a las gaditanas, en las que sin duda se debieron inspirar, pero alejándose de los patrones formales, técnicos y decorativos de la producción original. Se trata de lo que en nuestra Tesis doctoral definimos de una forma un tanto intuitiva ante el estado de la investigación de aquellos momentos como “talleres intermedios” (Niveau de Villedary 2003a, 243-244 y 2008b, 273), si bien ya en su momento llamamos la atención sobre la cuestión y apuntamos la necesidad de aislar las distintas producciones para acercarnos a las dinámicas de adquisición, uso e imitación de estas cerámicas en las distintas áreas de distribución y difusión de las mismas (Niveau de Villedary 2003a, 244). Un análisis aparte merece el alfar epónimo de Kuass. No cabe duda que el haber sido considerado durante décadas el lugar originario de la producción helenística extremo-occidental ha constituido una lastra que aún una década después del cambio de paradigma, pesa demasiado en el discurso históricoarqueológico aceptado. De hecho, existe una tendencia generalizada a incluir al alfar norteafricano dentro de la nómina de oficinas principales que fabricarían cerámicas “tipo Kuass” de forma subsidiaria a los talleres gaditanos e incluso de forma un tanto forzada se ha propuesto la existencia de dos líneas de producción paralelas pero independientes (Kbiri Alaoui 2007, 170-171). Y aunque a priori no se

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Véase, en este mismo volumen, la aportación de V. Moreno Megías.

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puede descartar esta opción, lo cierto es que con los datos que contamos actualmente resulta difícil aceptarla sin reservas. Si bien es innegable que los resultados analíticos certifican que parte de las piezas analizadas debieron fabricarse en el propio yacimiento por el paralelismo con las producciones anfóricas y las propias arcillas locales, no es menos cierto que éstas se limitan a un repertorio formal muy limitado y de baja calidad, platos de pescado fundamentalmente (Stambouli et al. 2004, 217) y, al parecer, alguna que otra forma de cuenco, posiblemente formas evolucionadas encuadrables en la Forma “Kuass” X (Kbiri Alaoui 2007, 175 y 220). Por el contrario, la gran mayoría de los vasos hallados se vinculan estilística y técnicamente de forma inequívoca con la producción de la bahía de Cádiz (Stambouli et al. 2004, 217; Kbiri Alaoui 2007, 175) al igual que ocurre, por otro lado, con los elementos procedentes del Bajo Guadalquivir (Moreno et al. 2014a) y el sur de Portugal (Arruda et al. 2011, 12-13). Las diferencias formales que M. Kbiri Alaoui aduce en su tesis para desvincular la producción marroquí de la gaditana se deben estrictamente a cuestiones cronológicas, correspondiendo la de Kuass a una facies algo más avanzada de la producción que la propia de los momentos finales del Castillo de Doña Blanca, la base material de nuestra Tesis doctoral, fase que sin embargo está bien representada en otros contextos de la bahía de Cádiz ya estudiados (Niveau de Villedary 2004a; una visión de conjunto actualizada en: Niveau de Villedary y Sáez e.p.). Por lo tanto, en el estado actual del conocimiento no podemos asegurar que el taller de Kuass se comporte –al menos en lo que a la fabricación de vajilla de mesa se refiere– como una oficina-satélite de las gaditanas, aunque sí queda probada la aceptación entre los habitantes del sitio de la mayor parte del repertorio barnizado, que debió importarse casi al completo, y la puesta en marcha de una producción propia, por ahora limitada a la copia más o menos tosca de las formas cotidianas más habituales. Este fenómeno de imitación, a una escala por ahora desconocida aunque al parecer más generalizado de lo que en principio se pensaba, viene a confirmar hasta qué punto la vajilla de tipo helenístico es adoptada no sólo por la población urbana de los centros costeros, donde la recepción de las nuevas influencias siempre fue más temprana y profunda como demuestra el dinamismo de los talleres cerámicos, sino que la cerámica “tipo Kuass” no tardó en convertirse en un referente más de las producciones extremo-occidentales, lo que hoy se conocería por una especie de “marca Gadir”. En este sentido se explica la fabricación de vajilla de “Kuass” en aquellos territorios cercanos, en los que la comercialización de las manufacturas gaditanas retroalimentó una demanda cada vez más exigente y, como algunos autores han puesto de relieve, cada vez más “gaditanizada” (en cuanto partícipe de una corriente global mediterránea o “helenística”), no sólo en sus gustos estéticos sino probablemente también en los culinarios y comensales (García Fernández y García Vargas 2010). Por capilaridad estas tendencias estéticas debieron penetrar también hacia el interior, aunque la propensión a fabricar imitaciones aisladas y desvirtuadas respecto a los originales apoya la teoría de que en estas zonas las implicaciones culturales de la vajilla se debieron perder por el camino, prevaleciendo los aspectos meramente formales y estéticos. 1.4. Moda estética vs. transformaciones culturales Siguiendo esta línea argumental, nuestro objetivo en este trabajo, como ya hemos adelantado, es tratar de discernir hasta qué punto la cerámica “tipo Kuass”, en tanto en cuanto que se trata de la vajilla helenística característica y propia del Extremo-occidente, puede considerarse simplemente el reflejo material de una corriente estética generalizada a nivel mediterráneo o si, más bien, su aparición y desarrollo están indicando trasformaciones culturales más profundas. Es decir, si se imitan modas versionando formas, decoraciones y tratamientos o la reproducción de los repertorios completos y de las funciones específicas de cada una de las formas que componen la vajilla (en cuanto que suponen “sistemas” cerrados, perfectamente estructurados) conlleva otras cuestiones de índole cultural,

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económica y social. Se ha especulado con la “internacionalización” en estos momentos de ciertas prácticas sociales de tipo comensal (el symposium, el banquete…) que trascienden fronteras y son adoptadas (y adaptadas) por sociedades a las que en principio les son ajenas. Igual sucede en cuanto a la introducción de nuevos alimentos, preparados según tradiciones culinarias diferentes a las locales, que contribuyen a “globalizar” ciertas formas vasculares relacionadas con el procesamiento y cocinado de los mismos. La incorporación de formas de cocina distintas a las conocidas conlleva asimismo una modificación en los elementos relacionados con la presentación de los alimentos cocinados en la mesa y con el propio consumo de los mismos. Por tanto, ¿la aparición y amplio desarrollo de la vajilla “tipo Kuass” está indicando la introducción de alimentos desconocidos hasta entonces, de modos de cocinar extraños y de prácticas comensales ajenas? Y si esto es así, ¿el éxito de la misma en un área determinada refleja el grado de aceptación de estas nuevas formas de cocinar y comer?, y ¿lleva parejo una “popularización” de dichas prácticas o, por el contrario, éstas se circunscribirían a los estamentos privilegiados, a aquellos que se lo puedan no sólo costear, sino también procurar? 2. Caracterización formal, técnica y decorativa En líneas generales, la vajilla helenística gaditana “tipo Kuass” se compone pese a la aparente variabilidad técnica-estilística, de un número reducido de formas fijas, bastante estandarizadas tanto desde el punto morfológico como en sus dimensiones. Son vasos que vienen a sustituir a los precedentes áticos de barniz negro (Fig. 1, 1), en algunos casos reproduciendo fielmente los perfiles griegos, en otros reinterpretándolos y, en general, reduciendo las dimensiones de aquellos, pero siempre intentando cubrir todas las funciones de ésta. 2.1 Caracterización formal Mayoritariamente se fabrican tipos que desde del punto de vista funcional se corresponden con un servicio de mesa individual básico: platos, cuencos, boles, copas y, en casos puntuales, colectivo (olpes o jarras, saleritos). En menor proporción se documentan formas de uso suntuario o de tocador (ungüentarios mayoritariamente) y de iluminación (lucernas) (Fig. 1, 2). En general, los perfiles reproducen con bastante exactitud los prototipos griegos, conservando detalles como los característicos pies salientes de los bolsales, las uñas bajo las zonas de reposo de muchos vasos o la acanaladura sobre el borde y alrededor del pocillo de los platos de pescado. La adecuación a los cánones clásicos es más acusada en los contextos rituales que en otros, destacando el rico conjunto procedente de los depósitos sagrados enclavados en la necrópolis de Cádiz, bien estudiado por nosotros (Niveau de Villedary 2003b y 2009). Frente a la riqueza de detalles y la fidelidad a los modelos de los anteriores, los tipos más frecuentes en ambientes domésticos se caracterizan por su simplificación formal y decorativa, los perfiles adoptan líneas sencillas y evolucionan hacia formas genéricas más simples; en muchos casos se advierte una tendencia a la reproducción de formas más evolucionadas, propias de las producciones proto y campanienses, sobre todo itálicas. Es el caso, por ejemplo, de las copas de borde vuelto, para un mismo momento cronológico mientras que en la necrópolis los perfiles reproducen las formas arcaicas de Lamb. 22, en el Castillo de Doña Blanca han evolucionado ya hacia las Lamb. 28 y Lamb. 29.

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2.2 Caracterización técnica (Lám. III) Las cerámicas “tipo Kuass”, salvo excepciones puntuales, no llegan a alcanzar los estándares de calidad del barniz negro ático6, pues frente al carácter industrializado de las producciones griegas, fabricadas en serie con vistas a la exportación, en las manufacturas locales, destinadas al autoconsumo o a un mercado comarcal/regional más restringido, prevalecen los aspectos artesanales. Aún siguiendo unos cánones más o menos fijos en cuanto a formas, dimensiones, decoraciones y tratamientos, la producción helenística extremo-occidental muestra una enorme heterogeneidad provocada en primera instancia por la propia situación geográfica periférica de los talleres, factor que condiciona el progresivo alejamiento de los prototipos formales. A esta circunstancia hay que sumar la tradicional tendencia de los talleres púnicos a la adopción de morfologías foráneas –aunque las adaptan a los gustos y necesidades propios– lo que a la larga provoca un gran margen de libertad en la ejecución de las piezas y, por tanto y de nuevo la desviación de los modelos canónicos. La propia naturaleza artesanal de la producción condiciona la diferencia entre las calidades de los productos fabricados en los diversos centros productores, e incluso dentro de un mismo taller. Aunque una parte de esta disparidad se deba a la habilidad de los propios artesanos y a la coexistencia de operarios experimentados y aprendices, cabe la posibilidad que se trate de una elección deliberada y que un mismo taller esté fabricando recipientes de muy diversas calidades (o formas) en función de los mercados (o sectores de la población) a los que estuvieran destinados. De igual manera debemos aceptar el desigual peso y alcance de los centros alfareros. Por regla general, cuanto más alejado del núcleo de la producción esté situado un taller, peor será la calidad de sus manufacturas, aunque esta ecuación no siempre es automática. Inferiores son también los productos más recientes, o aquellos fabricados y/o destinados a núcleos de población secundarios, más alejados de los centros urbanos, que se muestran más dinámicos en cuanto a la recepción de nuevos productos/influencias foráneas y con mayor capacidad de respuesta ante estos influjos. Esta variabilidad da lugar a una aparente diversidad de pastas y recubrimientos, al menos a primera vista, pues cuando se han acometido análisis de tipo científico se hace patente que la composición de las arcillas es muy similar. Lo que demuestra, una vez más, que hasta que no contemos con una muestra lo suficientemente amplia y representativa de la composición de las cerámicas fabricadas en cada uno de los talleres y de las halladas en las diferentes zonas en las que se comercializaron, produjeron o utilizaron, cualquier conclusión a la que lleguemos mediante análisis visuales macro y microscópicos será provisional y sujeta a modificaciones una vez contemos con datos objetivos7. Lo cierto es que esta diversidad, al menos aparente, de pastas y barnices complica la caracterización objetiva de los diferentes grupos y subgrupos8.

La producción ática de barniz negro se caracteriza por utilizar arcillas extremadamente depuradas con las que se obtienen pastas muy finas, compactas, homogéneas y de sonoridad metálica. Los recubrimientos son espesos y uniformes, se aplican con pincel y, generalmente y salvo intencionalidad expresa, bañan la totalidad de las superficies de las piezas, aunque la costumbre de dejar zonas en reserva tiende a desaparecer con el paso del tiempo. 6

En más de una ocasión se ha planteado la atribución de determinados conjuntos a la producción de un taller u otro únicamente en función de la caracterización macroscópica de las pastas y los recubrimientos de algunas piezas (Arruda et al. 2011, 12-13). 7

Como ha quedado demostrado en diversos trabajos, en ocasiones, piezas cuya apariencia difiere en pastas y barnices y por tanto pueden considerarse como pertenecientes a grupos de talleres diferentes, presentan en realidad los mismos componentes químicos (Niveau de Villedary 2003a, 137). 8

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Con los datos disponibles, en la actualidad se baraja la existencia de al menos tres lugares de procedencia de la vajilla “tipo Kuass”: la bahía de Cádiz, el alfar norteafricano de Kuass y el Bajo Guadalquivir (con posible centro productor en Caura, Escacena y Moreno 2014), nómina que aumentará conforme vayamos obteniendo resultados analíticos de las diferentes zonas de dispersión. A este respecto contamos con un estudio pionero, publicado hace ya una década, que comparaba piezas originales del yacimiento de Kuass con otras procedentes de los yacimientos gaditanos de Castillo de Doña Blanca y Las Cumbres. Los resultados de las analíticas llevaron a proponer la existencia de al menos dos producciones diferenciadas: una mayoritaria (A) que se puede atribuir a la bahía de Cádiz y en la que se incluyen la totalidad de las piezas peninsulares y buena parte de las norteafricanas, y una segunda (B), de peor calidad, fabricada con arcillas muy calcáreas y escasa variedad (en principio sólo representada por platos de pescado) (Stambouli et al. 2004, 217), que los autores consideran local por su paralelismo con la producción anfórica del alfar (Kbiri Alaoui 2007, 191). En el mismo sentido, recientemente se ha puesto en marcha un programa sistemático para la caracterización físico-mineralógica de las producciones del Bajo Guadalquivir9 (Moreno et al. 2014b) que está ofreciendo interesantes resultados. En todos los casos estudiados hasta el momento, la Difracción de Rayos X ha mostrado una composición similar para las pastas pertenecientes al grupo “Bahía de Cádiz”, en las que predomina el cuarzo, seguido de las micas y los feldespatos calcosódicos y, en menor medida, hematites (Moreno et al. 2014b, 549). No obstante, hasta que no se disponga de una muestra arqueométrica lo suficientemente amplia, es necesario ceñirse a la información que nos proporcionan los exámenes visuales de las piezas, con toda la cautela precisa a lo hora, sobre todo, de intentar individualizar producciones cerámicas. Por regla general, se trata de pastas de calidad, bastante depuradas y de paredes finas, necesarias para resistir los impactos a los que generalmente están sometidas las piezas de la vajilla (Melchor 1995, 189). Presentan inclusiones calizas y de mica de muy pequeño tamaño, la mayoría de las ocasiones inapreciables a simple vista, sólo de vez en cuando núcleos calizos de mayor tamaño y excepcionalmente pequeños nódulos de cuarzo –arena fina de playa–. Si los desgrasantes calizos son finos y se encuentran en la cantidad adecuada, reaccionan y se combinan para formar compuestos estables, que consolidan y mejoran el resultado final y permiten el ajuste entre la pasta y el barniz evitando el cuarteo. Si, por el contrario, los nódulos de cal son demasiado gruesos, el óxido queda sin combinarse, aumentan de tamaño y pueden llegar a romper la masa del material en lugares próximos a la superficie, formando pequeños agujeros muy característicos por contener unos nódulos blancos pulverulentos en su interior que conocemos con el nombre de caliches (Pastor 1992, 32-33). La factura es correcta pero tampoco llegan a alcanzar el grado de perfección de las cerámicas áticas. La mayor parte de las piezas conservan las líneas dejadas por el torno en su cara externa o en los fondos internos, siendo el primero un fenómeno especialmente corriente en determinadas formas, como los platos de pescado. Este tipo de técnica de retorneado indica un alto grado de profesionalización de los artesanos.

Actualmente se encuentran en curso en el Instituto de Ciencias de Materiales de Sevilla (CSIC-US) los análisis físicos y químicos de una selección de piezas procedentes tanto del Bajo Guadalquivir como de diversos puntos de la bahía de Cádiz. Para ello se ha tomado una muestra representativa de ejemplares de cerámica de “tipo Kuass” que están siendo estudiadas mediante análisis mineralógico por Difracción de Rayos X y análisis petrográfico de láminas delgadas a través de microscopía óptica de luz polarizada (un avance en Moreno et al. 2014b). 9

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La cocción se realiza a temperaturas muy altas y perfeccionadas que suelen mantenerse uniformes, hasta el punto de que en ocasiones provocan la vitrificación de las piezas. Las pastas presentan un característico color rojizo-anaranjado, que puede tender hacia tonos cremas o castaños, que se obtienen mediante reducciones parciales de las atmósferas, generalmente oxidantes. La mayor parte de las piezas se caracterizan por sus texturas escamosas, fracturas no muy regulares y por no ser del todo consistentes, aunque los de mejor calidad sí presentan fracturas regulares y limpias y un considerable grado de dureza, son muy resistentes y tienen cierta sonoridad metálica. Por el contrario, las piezas de menor calidad se rayan fácilmente, son muy porosas y suelen presentar coloraciones más oscuras y nunca uniformes, propias de una cocción defectuosa a temperaturas más bajas. En cuanto al tratamiento de las superficies, las cerámicas “tipo Kuass” se diferencian principalmente de las áticas en la sustitución del color negro de los pigmentos griegos por tonos rojos, por otro lado, una característica común a todos los ambientes púnicos. No obstante, la realidad es algo más compleja, pues no es infrecuente la existencia de piezas que presentan otros tonos, con coloraciones no del todo uniformes, con parte de sus superficies quemadas, etc. Por otro lado, no puede hablarse de barniz en sentido estricto10 ya que no hay en su base ninguna materia oleosa y tampoco de esmaltes, pues no hay fusión vítrea (Beltrán 1990, 19). En principio se trataría de pigmentos rojos brillantes con alto contenido de silicatos y de óxido de hierro que se aplican a la totalidad de las superficies de los vasos (interna y externa) mediante pincel, capas muy fluidas de barbotina aplicadas a posteriori del retorneo, siempre precochura. El proceso es el siguiente: primero las piezas se secan a dureza de cuero, posteriormente se retornean, para a continuación barnizarlas. La aplicación del barniz se hace fundamentalmente con pincel en el torno, aunque la presencia de piezas que presentan chorreones de barniz en su superficie evidencian que también se utilizó la técnica de la inmersión, aunque con mucha menos frecuencia, a diferencia de lo que suele suceder entre el resto de talleres y producciones locales de la época. Aún así, en las piezas locales barnizadas por inmersión la pintura cubre una superficie del vaso bastante considerable. No hay que perder de vista que el hecho de que el barniz se aplique a pincel es un rasgo arcaizante, heredado de las producciones áticas (Principal 1998, 118) que con el tiempo se irá abandonando a favor de la inmersión, técnica menos laboriosa (Principal 1998, 77) y que los talleres extremooccidentales sólo utilizarán en su fase final. Los engobes aplicados a pincel suelen ser los de mejor calidad, espesos y más o menos uniformes. En otras ocasiones, sobre todo entre las piezas barnizadas por inmersión, los engobes, más ligeros y de poca densidad, provocan que en las superficies quedan claros o “aguas”. En estos casos los tonos, más cercanos al castaño, tampoco son parejos. No sabemos hasta que punto estas piezas más oscuras son el resultado de una cocción defectuosa o si se trata de un efecto buscado intencionadamente. Si tenemos en cuenta que las piezas que con mayor frecuencia presentan sus

Para M. Beltrán el mejor término es el de pigmento, “ya que se trata de una capa muy fina de recubrimiento de base muy líquida y gran fluidez, entrando en su composición la arcilla, el óxido de potasio, los coloides y un fijativo que puede ser un acetato u orina, o alguna sustancia equivalente” (Beltrán 1990, 19). J. Blánquez opta por utilizar el término engobe: “adoptamos el término de engobe, y no de barniz, al carecer nuestros ejemplares de la necesaria base oleosa. Esmalte tampoco es, pues no hay proceso de vitrificación. Se trataría más bien, de un engobe o pigmento compuesto de arcilla, óxido de potasio, colorantes y algún tipo de fijativo” (Blánquez 1985, n. 16). Por último, V. Guerrero cree que “en sentido estricto no puede hablarse de barniz, sino de una barbotina o pintura al agua, de arcilla muy fina mezclada con algún ligante como la resina” (Guerrero 1980, 171). 10

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superficies castañas son las copas de borde exvasado de la Forma “Kuass” VIII, por otra parte las de mayor calidad técnica y artística, más cuidada manufactura y perfiles más cercanos a los prototipos helenísticos, no creemos que este hecho responda a un defecto de cocción. Los fallos que se presentan con mayor frecuencia son las craqueladuras. El barniz se levanta formando pequeñas escamas como consecuencia principalmente de problemas de ajuste entre los coeficientes de dilatación de la pasta y el engobe (Pastor 1992, 37). Esta falta de adherencia al soporte puede deberse a muchas causas, aunque la mayoría de las veces responde a una alteración química a posteriori de la capa pictórica. Las “nubes” o “aguas” aparecen cuando el barniz no se aplica de forma uniforme en toda la superficie del vaso y quedan zonas más cubiertas y con un barniz más espeso que otras. Si el engobe se ha aplicado por inmersión de la pieza en el pigmento aparecen los clásicos chorreones que bajan por las paredes hacia el fondo, quedando la mayor parte de las veces zonas del vaso sin cubrir, normalmente el fondo externo de la pieza. En estos casos también quedan señaladas en la cara exterior del pie de las vasijas las huellas dactilares del artesano que realizó dicha operación. Si la pasta contiene desgrasantes demasiado gruesos o en una cantidad excesiva, durante la cocción éstos se modifican y suelen salir a la superficie rompiendo la uniformidad de pastas y barnices. Por último, es necesario recordar que debido también a la no excesiva calidad de los barnices, en muchas ocasiones y dependiendo sobre todo de los procesos postdeposicionales, éstos no se mantienen. Lo más frecuente es que hallemos piezas que conserven restos de barniz en parte de sus superficies y, por el contrario, lo hayan perdido por completo en otras, aunque en ocasiones, nos encontramos con vasos que no conservan ni tan siquiera huellas del recubrimiento original. En Kuass, los alfareros desecharon ciertos productos imperfectos que presentaban las paredes hinchadas y resquebrajadas como consecuencia de una cocción defectuosa o la utilización de una pasta mediocre (Ponsich 1968, 16). Los materiales recuperados de las escombreras de los hornos de Torre Alta hablan en el mismo sentido (Niveau de Villedary y Sáez e.p.). 2.3 Caracterización decorativa (Lám. IV) En cuanto a la decoración y al tratamiento exterior de los vasos, en estos momentos se simplifican las composiciones áticas, limitándose a utilizar un corto aunque significativo repertorio decorativo, siempre en función de dos elementos básicos: las palmetas y las rosetas en sus diversas combinaciones, que se estampan mediante punzón en el fondo interno de determinadas formas vasculares, casi siempre las relacionadas con la bebida (copas y bolsales) y con el servicio ritual. Salvo excepciones, fruto una vez más de la libertad de ejecución de los talleres y artesanos, los esquemas decorativos se reducen a las siguientes combinaciones: una única palmeta aislada (Lám. IV, 1-2), grupo de cuatro palmetas enfrentadas (Lám. IV, 3-5), las cuatro palmetas dispuestas del mismo modo pero unidas por su base, lo que le confiere un aspecto cruciforme (Lám. IV, 6 y 11) y una única roseta estampillada en el centro del vaso (Lám. IV, 8-9). De manera excepcional se documentan otras combinaciones: grupos de tres palmetas a imitación de algunos modelos itálicos (Lám. IV, 7), cinco palmetas radiales que a veces rodean a un botón central (Lám. IV, 10), esquema típico de las copas de mayor tamaño y cuatro palmetas rodeadas de doble acanaladura, decoración característica de los platos de borde vuelto de la Forma “Kuass” V. Más raros resultan otros esquemas que pueden considerarse “caprichos” de artesano: combinaciones de palmetas y rosetas, de palmetas cruciformes (Lám. IV, 12), etc. Ciertas formas suntuarias, sobre todo las cerradas (Formas “Kuass” XV y “Kuass” XIX), completan su acabado con decoraciones de pseudogallones que evocan prototipos metálicos, al igual que los apliques figurativos que se colocan bajo las asas de las jarras (Forma “Kuass” XV) (Lám. IV, 14-15) o en el fondo interno de las pateras rituales de la Forma “Kuass” I (Lám. IV, 13). Mientras que en el primer caso se trata de rostros humanos de dudosa atribución, en el segundo la documentación disponible se limita a la reproducción de cangrejos en el fondo interno de las fíalas, que a su vez

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completan la decoración mediante una serie de “accidentes” (surcos, acanaladuras, protuberancias y engrosamientos) que remiten, de nuevo, a modelos en metal. Una de las características más peculiares de la cerámica “tipo Kuass” es que gran parte de los motivos estampillados se enmarcan en cartelas festoneadas que se adaptan al contorno de las hojas y demás motivos de las rosetas y palmetas, hasta tal punto este hecho es original y exclusivo que se convierte en un elemento de gran utilidad a la hora de discriminar las piezas que pertenecen o no a la producción de los talleres extremo-occidentales, como ya apreció Morel hace años (1992, 222-223). Si bien los esquemas decorativos se reducen al escaso repertorio comentado, hay que reseñar la variabilidad estilística de los sellos, consecuencia de nuevo del carácter artesanal y de la existencia de un gran número de punzones, que debían renovarse con frecuencia, quizás debido al desgaste por un uso frecuente, o a la fragilidad de los mismos. En definitiva, podemos afirmar que la variabilidad es grande. Junto a productos de gran calidad técnica y esilística, encontramos otros cuya factura deja bastante que desear. Pastas compactas y depuradas, barnices homogéneos y espesos y decoraciones cuidadas, conviven, en un mismo tiempo y lugar, con vasos fabricados con arcillas no del todo libre de impurezas, con desgrasantes visibles y engobes ligeros que no se suelen conservar, o en el mejor de los casos aparecen cuarteados, quemados y nunca con un tono uniforme. Cabría preguntarnos además si debido a esta diversidad tecnológica nos hallamos ante la producción de más de un taller, con distinto grado de especialización y cualificación técnica en función del mercado final al que se destinen los productos, más o menos periféricos y por lo tanto más o menos exigentes. 3. Historia de la investigación y antecedentes El inicio de la investigación sobre las cerámicas “tipo Kuass” se remonta a finales de la década de los sesenta del siglo XX, cuando el investigador francés Michel Ponsich publica los resultados preliminares de sus excavaciones en el yacimiento norteafricano de Kuass (Arcila, Marruecos) y llama la atención sobre una serie de vasos que recuerdan las producciones campanienses, aunque con una serie de particularidades que le llevan a proponer que se trata de imitaciones de fabricación local (Ponsich 1968 y 1969). A partir de ese momento, este tipo de cerámica es conocida bajo el apelativo de “cerámica de Kuass” y se le atribuye un origen norteafricano. A pesar de lo preliminar de la investigación, Ponsich intuyó el papel que desempeñó este tipo de cerámica en un lugar y un momento muy significativos en la historia del Mediterráneo occidental, diferenciándola del resto de producciones campanienses y dejando planteados una serie de interrogantes sobre su origen, cronología y filiación. Teniendo en cuenta el momento en el que se publicaron los resultados de los citados trabajos, debemos reconocer la tremenda lucidez con la que el investigador francés acometió la cuestión. A Ponsich debemos una serie de valoraciones que ya en su momento, en una etapa preliminar de las investigaciones, supo intuir y que el tiempo ha validado. En primer lugar, la propia identificación de esta vajilla cerámica en los hornos de Kuass, que le llevó a considerarla como una producción local de lujo. Aunque él las incluyó entre las manufacturas campanienses, fue consciente de que la producción de Kuass hundía sus raíces en el helenismo y que imitaba la vajilla ática (a la que habría que sumar la pervivencia de elementos de gusto feniciopúnico) y no la campaniense propiamente dicha, en esa época todavía escasamente desarrollada y apenas comercializada. Planteó que todas estas influencias debieron llegar a Marruecos a través de la Península Ibérica y, por último, consideró que la vajilla de Kuass era un elemento clave a la hora de definir espacialmente el área de influencia de Gadir, núcleo aglutinador del llamado “Círculo del Estrecho”, al que diferenció, siguiendo a Tarradell, del área de influencia de Cartago.

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En los años posteriores, el estudio de la cerámica “tipo Kuass” quedó en cierta manera estancado, situación explicable si tenemos en cuenta que fue dada a conocer en unos momentos en los que los diferentes talleres campanienses y áticos estaban siendo definidos y se estaba aún lejos de conseguir una síntesis que aclarara el panorama de las producciones de la época. Una vez que éste quedó a grandes rasgos trazado (Morel 1981; Sparkes y Talcott 1970), lo somero de lo conocido y publicado en Kuass, el desconocimiento sobre su presencia en otros lugares del norte de África y el sur de la Península Ibérica, la ausencia de hornos y complejos alfareros a esta orilla del Estrecho y la falta de publicaciones de gran parte de los repertorios materiales de los yacimientos excavados, impidieron que durante años esta producción fuese valorada en su justa medida, con el peso que realmente tiene y su significado histórico y comercial, considerándosela tan sólo como un pequeño taller norteafricano de producción periférica y difusión limitada, paradigma que continuará vigente durante décadas. Con posterioridad a los trabajos de Ponsich en Kuass y hasta su estudio monográfico, apenas si se reconocieron y publicaron como tales más que un reducido número de piezas, sobre todo en yacimientos de la provincia de Cádiz, donde sí son muy numerosas (Castillo de Doña Blanca, Cerro Naranja, Cádiz capital, Cueva de Gorham), y en algún que otro punto de Andalucía (yacimientos de la costa de Málaga y Almería), submeseta sur y Levante, donde aparecen de manera aislada (Niveau de Villedary 2000a); ocupando en las obras de síntesis generales breves comentarios que aluden a su carácter de producción de ámbito local, reducida a una comarca concreta. No es hasta final de la década de los noventa cuando tomando como base el amplio conjunto material procedente de la última fase de ocupación del yacimiento fenicio del Castillo de Doña Blanca (El Puerto de Santa María, Cádiz), emprendimos de forma sistemática el estudio de esta clase cerámica. A partir de aquí se determinan las características técnicas de la producción, se establecen diecisiete formas generales con sus tipos y variantes, se definen los motivos y esquemas decorativos y se acomete el análisis de la distribución de la hasta entonces conocida por “cerámica de Kuass” y que a partir de ese momento, cuando queda probado su origen gaditano, pasa a denominarse cerámica de “tipo Kuass”, manteniendo el apelativo, ampliamente admitido por la investigación, en aras de su identificación. Los primeros trabajos publicados suponen una recapitulación de lo conocido hasta el momento sobre este tipo de cerámica y una puesta al día sobre su distribución, además de una declaración de intenciones de la tarea a acometer (Niveau de Villedary 1999a; 2000a; 2000b; 2004b y 2005a), que culmina a comienzos de esta década con la defensa de nuestra Tesis doctoral (Niveau de Villedary 2001a) y la publicación de una monografía dos años después (Niveau de Villedary 2003a). Tras el estudio pormenorizado de la cerámica “tipo Kuass” quedó demostrado que se trata de una producción planificada de vajilla púnico-helenística puesta en marcha por los talleres extremo-occidentales, con centro neurálgico en la bahía de Cádiz, lo que supuso un cambio del paradigma vigente desde los hallazgos de Kuass. En los años siguientes se completan algunos aspectos relativos al espacio cronológico que cubre la producción (Niveau de Villedary 2002-2003), ahora ampliado hasta el tercer cuarto del siglo II a. C. (Niveau de Villedary 2004a); se suman nuevas formas a la tipología propuesta inicialmente en relación con los vasos fabricados en esta última etapa de vigencia del taller gaditano, ya inspirados directamente en producciones campanas (Niveau de Villedary 2004a y 2004c); queda demostrado el uso diferencial de las formas según los contextos analizados (Niveau de Villedary 2003b; 2004d y 2009), se reflexiona sobre la aceptación de esta “moda” foránea (Niveau de Villedary 2005b y 2014); y, por último, se propone un modelo de distribución en torno a diferentes zonas o “círculos” a partir del centro neurálgico

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productor y consumidor de la cerámica (Niveau de Villedary 2008b) que, como ya como se había defendido con anterioridad (Niveau de Villedary 2004c), situábamos en la bahía de Cádiz. Todos estos avances se recogen en la síntesis publicada en 2008 y reimpresa al año siguiente dentro de la Monografía dedicada a las Cerámicas Hispanorromanas editada por la Universidad de Cádiz con motivo de la celebración del encuentro anual de los RCRF en la ciudad (Niveau de Villedary 2008a). A partir de su sistematización se multiplica el reconocimiento de la presencia de cerámicas “tipo Kuass” en todo tipo de contextos. La aceptación de la tipología planteada por la inmensa mayoría de los investigadores ha propiciado la unificación de los criterios de análisis a la hora de estudiar los sucesivos conjuntos materiales que aparecen, lo que redunda en el mejor conocimiento de la dinámica redistributiva de la vajilla helenística púnico-occidental más allá de las propuestas iniciales (por ejemplo en el alto Guadalquivir: Peinado y Ruiz 2010). A los nuevos hallazgos hay que sumar la revisión de los materiales y de las excavaciones de Ponsich en Kuass llevada a cabo por el investigador marroquí M. Kbiri Alaoui (2004 y 2007), responsable también de las primeras caracterizaciones físico-mineralógicas de la producción (Stambouli et al. 2004); y los trabajos de E. De Sousa (2009; 2010 y e.p.; Sousa y Arruda 2013) y V. Moreno (2012 y e.p.; Moreno et al. 2014a), en relación con el comportamiento de la vajilla “tipo Kuass” en el Algarve y bajo Guadalquivir respectivamente, con el reconocimiento de nuevos centros de producción (Escacena y Moreno 2014) y un avance de los primeros resultados arqueométricos realizados una década después de los publicados por Kbiri Alaoui (Moreno et al. 2014b). El impulso definitivo al estudio de la producción helenística extremo-occidental en los últimos años viene de la mano del descubrimiento, excavación y publicación de los numerosos alfares púnicos y tardopúnicos emplazados en la isla de León, la Antípolis de las fuentes clásicas, bajo la actual población de San Fernando, que ha posibilitado el acercamiento a las diferentes facies productivas de la misma (Sáez 2008a; 2008b y 2014a) y, por consiguiente, corregir y completar algunos de los aspectos que no quedaron lo suficientemente claros en el trabajo original al no contar entonces con los suficientes datos. Mediante el estudio pormenorizado de la producción cerámica de estos alfares se ha ampliado la nómina de formas tipológicas (Niveau de Villedary 2004a y 2004c) y, sobre todo, hemos podido matizar las fases productivas y la evolución de la producción desde sus orígenes hasta su desaparición definitiva. Sobre el particular se ha presentado un avance a la 1ª Conferencia de la IARPotHP (International Association for Research on Pottery of the Hellenistic Period) que bajo el título de Traditions and innovations: Tracking the Development of Pottery from the Late Classical to the Early Imperial Periods, se celebró en Berlín en noviembre de 2013 (Niveau de Villedary y Sáez e.p.), que los autores desarrollaremos en un próximo trabajo. 4. Propuesta tipológica y funcional 4.1 Clasificación tipológica En la publicación de los materiales hallados en Kuass Ponsich utilizó la clasificación elaborada por N. Lamboglia la década anterior (1952). Algunos vasos se ajustaban sin problemas a las formas de la Classificazione preliminare, otros sin embargo no encontraban réplicas fieles y fueron incluidos por Ponsich entre las formas que a su parecer guardaban mayor afinidad (Ponsich 1969), llevando en muchos casos a confusión. Este problema quedó en parte superado con la publicación de las dos grandes obras de síntesis sobre cerámicas griegas y campanienses. A partir de las propuestas

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de B.A. Sparkes y L. Talcott (1970) y de J.-P. Morel (1981), se compaginan los tres corpora para la descripción y clasificación tipológica de la cerámica. A pesar del avance que esto supuso, las particularidades de la producción extremo-occidental suscitaban que las formas no terminaran de adecuarse a las incluidas en las clasificaciones al uso o quedaran perdidas en la inmensidad de la síntesis de Morel, por lo que al contar con una base material lo suficientemente amplia, decidimos elaborar una clasificación exclusiva para la producción de cerámica púnico-helenística extremooccidental que sustituyese a la nomenclatura nominal morfológica-funcional propuesta por los autores del Ágora de Atenas (Sparkes y Talcott 1970) y a las clasificaciones numerales basadas en presupuestos morfológicos de Lamboglia (1952) y Morel (1981). Dicha clasificación, propuesta y desarrollada en nuestra Tesis doctoral (Niveau de Villedary 2003a) y ampliada posteriormente (Niveau de Villedary 2004c), continúa, salvo alguna corrección, matización y añadido por los nuevos hallazgos, teniendo plena validez una década después en su planteamientos generales, como testimonian su amplia aceptación y el uso generalizado de la misma entre los investigadores. La tipología se elaboró casi exclusivamente a partir del registro de los yacimientos del Castillo de Doña Blanca y el poblado de Las Cumbres (Niveau de Villedary 2003a). Si bien la muestra, superior a los cinco mil ejemplares, resulta lo suficientemente representativa a la hora de establecer las formas, tipos y subtipos y de llegar a conclusiones de tipo estadístico, la vida de dichos yacimientos finaliza en torno al 215-210 a. C. (Ruiz Mata y Pérez 1995, 76), con lo que no queda recogida la última facies productiva. Este desajuste ha sido en parte corregido en trabajos posteriores gracias a los materiales procedentes de los alfares isleños de cronologías más tardías (Niveau de Villedary 2004a; Niveau de Villedary y Sáez e.p.), lo que ha permitido ampliar la nómina de formas de las diecisiete iniciales a las diecinueve que se contemplan en la actualidad. En un primer nivel, las formas generales se consideraron teniendo en cuenta tanto el perfil general como su posible funcionalidad. Todos los elementos que integran una forma responden a un conjunto de características comunes que la definen como tal, pero a su vez presentan una serie de atributos secundarios o variaciones lo suficientemente distintivos como para diferenciar tipos y variantes que se describen con detalle en la monografía correspondiente, por lo que ahora nos limitaremos a exponer las líneas generales de la sistematización propuesta, remitiendo al lector interesado a la citada obra (Niveau de Villedary 2003a). Las primeras seis formas de la clasificación responden al concepto general de plato (Fig. 2), formas más anchas que profundas. Destacan numéricamente los platos de pescado o Forma “Kuass” II (Fig. 2, 3-5), seguida a distancia por la Forma “Kuass” I (Fig. 2, 1-2) y la Forma “Kuass” III (Fig. 2, 6-11), recipientes posiblemente rituales utilizados como fíalas o páteras de libaciones. Las Formas “Kuass” IV (Fig. 2, 12), “Kuass” V (Fig. 2, 13-16) y “Kuass” VI (Fig. 2, 17), escasamente representadas en el conjunto de Doña Blanca, se corresponden con perfiles más evolucionados, propios de la última fase de la producción de los talleres e inspirados en formas itálicas. A continuación, las Formas “Kuass” VII (Fig. 3, 1-5) y “Kuass” VIII (Fig. 3, 6-11) se han considerado, por una serie de características tipológicas como la presencia de elementos de suspensión o de decoración estampillada en su interior, copas para beber (Niveau de Villedary 2004e) (Fig. 3), función que entre otras también debieron desempeñar los tipos multifuncionales de cuencos, muy numerosos –Forma “Kuass” IX (Fig. 3, 12-18) y Forma “Kuass” X (Fig. 3, 19-23), ésta última más reciente–, alguno de ellos con un uso preferentemente ritual –Tipo “Kuass” IX-B (Fig. 3, 14-16) y Tipo “Kuass” IX-C (Fig. 3, 17-18)– si tenemos en cuenta el tipo de contextos donde

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aparecen (Niveau de Villedary 2003b y 2004e), frente a los típicos cuencos domésticos del Tipo “Kuass” IX-A (Fig. 3, 12-13). Por último, existe un conjunto de vasos de aparición esporádica y en algunos casos no bien definidos al no aparecer completos, que en su mayoría debieron emplearse en contextos o ceremonias sacras. Dentro de estos “vasos rituales” (Fig. 4), los “saleritos” de la Forma “Kuass” XI (Fig. 4, 1-2) posiblemente se utilizase para las mismas funciones rituales que el Tipo “Kuass” IX-C, aunque difiere morfológicamente de éste, caracterizándose por un perfil más complejo y una ejecución más cuidada. La Forma “Kuass” XII (Fig. 4, 3), vaso alto de perfil caliciforme, paredes muy finas y provisto de una pequeña asa, pudo usarse en ritos de tipo libatorio; al igual que la Forma “Kuass” XIII (Fig. 4, 4-5), que en un primer momento se consideró una suerte de píxide y que posteriormente se ha propuesto que se trate de formas de pequeñas jarritas monoansadas, características sobre todo de contextos más tardíos (Niveau de Villedary 2004c), al aparecer varios ejemplares completos en el complejo alfarero tardo-púnico y republicano de Pery Junquera (Niveau de Villedary 2004a, 685). La Forma “Kuass” XIV (Fig. 4, 6), considerada a partir de un único ejemplar fragmentado, no queda definida con exactitud, aunque podría tratarse de un elemento auxiliar (un soporte o una tapadera) utilizado también por sus dimensiones y características cuidadas en actividades rituales. En la Forma “Kuass” XV se han reunido las distintas formas cerradas de lécitos (Fig. 4, 7), olpes (Fig. 4, 9), guttus type askos (Fig. 4, 10), enócoes (Fig. 4, 11) y otros tipos cerrados (Fig. 4, 8). Y, para terminar, las dos últimas Formas –“Kuass” XVI (Fig. 4, 12) y “Kuass” XVII (Fig. 4, 13-14)– se corresponden, respectivamente, con las lámparas abiertas de enorme éxito, que suponen una creación propia del taller gaditano inspirado en formas arcaicas, y con las lucernas globulares cerradas más cercanas al gusto helenístico contemporaneo. A la clasificación original se han añadido con posterioridad dos nuevas formas que no aparecían entre los materiales de Doña Blanca, base del estudio inicial. La Forma “Kuass” XIX (Fig. 4, 19) o guttus (Niveau de Villedary 2004c) la tenemos documentada tanto en los alfares (Niveau de Villedary 2004a, 186-187) como entre los materiales recuperados de los pozos rituales de la necrópolis gaditana (Niveau de Villedary 2009, 163); y las formas de grandes jarras, urnas o vasos acraterados de la Forma “Kuass” XVIII (Fig. 4, 15-18) en Pery Junquera (Niveau de Villedary 2004a, 193-194). En suma, el examen de las formas documentadas, de sus dimensiones y del porcentaje en el que aparecen cada una de ellas, unido al análisis de los posibles usos de éstas, indica que la cerámica “tipo Kuass” forma una vajilla plenamente configurada, en función de unos usos predeterminados y muy concretos (Niveau de Villedary 2003a,145-165). 4.2. Análisis funcional En general, se trata de una vajilla “de servicio”, en la que la mayoría de las formas corresponden a un “servicio de mesa” individual y bastante completo, con vasos, platos, recipientes para usos varios y otros para servir. Aunque ésta es la función predominante, también encontramos otros vasos que desempeñan funciones de tipo suntuario y, por último, lámparas que cubren el servicio de iluminación (Tabla 1). Su aparición en la mayoría de los contextos analizados indica que la vajilla “tipo Kuass” alcanzó un alto grado de “popularización”, aunque siempre conserva un carácter suntuoso, como indica su utilización en contextos rituales y/o cultuales, lugares en los que aparece en mayor proporción y diversidad y siempre en sus formas más selectas, con decoraciones y facturas más cuidadas.

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FORMA FUNCIONAL

CONTEXTOS DE USO PROBABLES

patera/plato

servicio ritual

F. “Kuass” II –plato de pescado–

plato

servicio de mesa

F. “Kuass” III –platito bajo–

platito

servicio de mesa/servicio ritual

F. “Kuass” IV –plato borde continuo–

plato

servicio de mesa

F. “Kuass” IV –plato borde cóncavo–

plato

servicio de mesa

F. “Kuass” VI –plato, otras formas–

plato

servicio de mesa

F. “Kuass” VII –bolsal–

vaso para beber

servicio de mesa/servicio ritual

F. “Kuass” VIII –copa–

vaso para beber

servicio de mesa/servicio ritual

vaso para usos varios –semilíquidos–

servicio de mesa

TIPO IX-B –cuenco ancho/bajo–

vaso usos varios: semilíquidos/¿bebida?

servicio de mesa/servicio ritual

TIPO IX-C –pequeño cuenco–

vaso usos varios –cantidades reducidas–

servicio de mesa/servicio ritual

vaso para usos varios –semilíquidos–

servicio de mesa

vaso usos varios –cantidades reducidas–

servicio de mesa/servicio ritual

FORMA GENERAL F. “Kuass” I –plato moldurado/fíala–

F.”Kuass” IX

TIPO IX-A –cuenco simple–

F. “Kuass” X –bol– F. “Kuass” XI –salerito– F. “Kuass” XII –vaso caliciforme–

bebida/¿vaso para realizar libaciones?

F. “Kuass” XIII –jarra de boca amplia–

jarra para servir/¿vaso tipo suntuario?

F. “Kuass” XIV –“soporte”/¿tapadera?–

¿vaso auxiliar?

servicio de mesa / serv. suntuario-ritual servicio de mesa / serv. suntuario-ritual ¿servicio de mesa / servicio suntuario? servicio de mesa / serv. suntuario-ritual

F. “Kuass” XV –formas cerradas–

Ungüentarios/jarra servir líquidos

F. “Kuass” XVI –lucerna abierta–

lámpara

servicio de iluminación

F. “Kuass” XVII –lucerna helenística–

lámpara

¿servicio de iluminación ritual?

F. “Kuass” XVIII –urna–

¿vaso auxiliar?/contenedor

¿contenedor suntuario?

F. “Kuass” XIX –guttus–

recipiente ritual/vaso contenedor aceites

servicio ritual

Tabla 1. Tabla de correspondencia entre formas, funcionalidad y posibles usos de la producción de barniz púnico-gaditano (modificado a partir de Niveau de Villedary 2008a, tablas 1 y 2). Por regla general, los materiales procedentes de los lugares de habitación corresponden a una vajilla-tipo de servicio, destacando dos formas con un porcentaje abrumador sobre las demás: los platos de pescado (Forma “Kuass” II) y los pequeños cuencos de borde reentrante del Tipo “Kuass” IX-A, que hemos considerado que formarían un “servicio mínimo de mesa individual” (Fig. 5A): plato y vaso polivalente –para beber pero también para consumir semisólidos, etc.–, tándem que se repite en la mayoría de los yacimientos analizados y que en ocasiones se acompaña de lucernas de la Forma “Kuass” XVI, las lámparas abiertas que conjugan los elementos morfológicos ajenos griegos con la tradición local, y en menor medida de vasos específicos para la bebida (copas de la Forma “Kuass” VIII y bolsales/Forma “Kuass” VII). Por su parte, el estudio de los materiales que rellenan ciertos depósitos sacros gaditanos (pozos pero también fosas) han permitido conocer el comportamiento de la cerámica “tipo Kuass” en contextos rituales (Niveau de Villedary 2003b; 2004d; 2009 y 2010a). Destaca tanto la alta proporción de vajilla “tipo Kuass” en relación con el total del material cerámico exhumado, como el hecho de que si bien las formas representadas no difieren en líneas generales de los tipos definidos a partir de los ejemplares del Castillo de Doña Blanca, existen diferencias significativas respecto a ambos conjuntos. En primer lugar, con relación a la morfología de los tipos, mientras que en un

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contexto cronológico idéntico, las formas procedentes de los lugares de habitación se muestran más evolucionadas formalmente, las de la necrópolis se caracterizan por un arcaísmo11 muy acusado (Niveau de Villedary 2011a, 258-259), en tanto que reproducen sin apenas variaciones los perfiles áticos un siglo después de su desaparición, en lo que no creemos que sea un hecho casual, sino un efecto buscado, con qué fin, es un interrogante al que trataremos de dar respuesta en las páginas siguientes. En cuanto a las formas representadas y al porcentaje de cada una de ellas, también existen diferencias (Niveau de Villedary 2008b). Si en contextos domésticos las formas más numerosas son el plato de pescado y el cuenco globular (Fig. 5A), en la necrópolis no existe un predominio tan claro de unas formas sobre otras (Fig. 5B). El plato de pescado sigue siendo muy abundante, sin embargo, el cuenco Tipo “Kuass” IX-A (ausente por completo), es sustituido como vaso para beber por la forma más arcaica (y cuidada, puesto que a diferencia de la anterior sí se decora mediante estampillas), representada por el Tipo “Kuass” IX-B, que aquí se convierte en la forma más abundante, acompañada por copas (Forma “Kuass” VIII, en su versión más arcaica derivada directamente de los outturned rim bowls) y bolsales (Forma “Kuass” VII), también de perfiles clásicos. Otra diferencia apreciable respecto a las zonas de habitación es el porcentaje en el que aparecen algunas formas (mucho más elevado en estos contextos), en concreto, los platos de las Formas “Kuass” I y “Kuass” III y las formas cerradas (Forma “Kuass” XV) a los que por estas razones hemos supuesto una utilidad ritual, sobre todo para la realización de prácticas libatorias (Niveau de Villedary 2010a, 220), para las que quizás también se utilizaran algunos de los siempre presentes platos de pescado. En suma, mientras que en los espacios de habitación los vasos de “tipo Kuass” cubren un “servicio mínimo e individual de mesa e iluminación”, en la necrópolis el repertorio representado obedece a una “vajilla de tipo ritual al servicio de la liturgia funeraria”, de ahí las diferencias observadas entre ambos conjuntos en cuanto a la composición del repertorio, a la estética y a las características técnicas. 5. Contextos de uso y cronología En líneas generales manejamos un periodo de vida para la producción de poco más de dos centurias, centrado fundamentalmente en el siglo III a. C., aunque su origen se remonta a fines de la centuria anterior. El final, más impreciso, se sitúa en torno al inicio del siglo I a. C., aunque ya se trata de una producción desvirtuada que se agotará ante el empuje de las vajillas itálicas. Las cerámicas “tipo Kuass” perduran algo más fuera del centro productor principal de la bahía de Cádiz. Tanto en la campiña del Bajo Guadalquivir (Moreno et al. 2014a) como en el Norte de África (Lixus, por ejemplo: Aranegui 2001 y 2005), se documentan al menos hasta el cambio de era. 5.1. Propuestas de periodización Cuando acometimos el estudio monográfico de la producción cerámica de “tipo Kuass” hace más de una década, propusimos un ensayo de periodización fundamentado, por una parte, en la evolución morfológica de las diferentes formas12 y, por otra, en el análisis de las estratigrafías contrastadas disponibles entonces (Niveau de Villedary 2002-2003).

Circunstancia que para unos autores supone una “fosilización” formal (Ferrer y García 2008, 206), mientras que para otros se explicaría por la elección y reproducción por parte de los talleres gaditanos de modelos helenísticos de otros centros púnicos o centromediterráneos, más cercanos a los prototipos griegos, pero que nunca derivarían directamente de las producciones áticas de barniz negro (Ramon 2012, 252). 11

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Una evolución en cierto modo “ideal” y, en cualquier caso, común a la práctica totalidad de vajillas helenísticas.

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En ese primer momento se diferenciaron tres fases en la producción, uso y distribución de los talleres gaditanos (más un epílogo en torno a las posibles perduraciones tardías, por entonces sólo intuido), esquema que en sus líneas maestras sigue teniendo, con algunas modificaciones, plena validez. Porque aunque válida en sus planteamientos generales, el paso del tiempo y el avance de la investigación han mostrado una serie de problemas de los que adolecía la periodización preliminar, sobre todo en relación con los tiempos precisos de las diferentes etapas, que en la propuesta inicial no se concretaban, y al repertorio formal fabricado en cada una de ellas, entonces dibujado de forma imprecisa. Por otro lado se trataba de un esquema en cierta manera “ideal”, en exceso reduccionista –sobre todo en relación con sus momentos finales e iniciales–, y, como tal, no siempre fácil de trasladar a contextos reales. La causa hay que buscarla, una vez más, en la escasez de datos de conjunto disponibles para su estudio en aquellos momentos. En el mejor de los casos contamos con materiales estratificados pero, lamentablemente, se carecía de contextos completos publicados. Esta situación se ha subsanado, al menos parcialmente, en la década larga transcurrida desde la publicación de la monografía sobre la cerámica “tipo Kuass”. Es cierto que aún desconocemos casi todo sobre los contextos de habitación más importantes, fundamentalmente sobre el Castillo de Doña Blanca, pero se ha avanzado de forma importante en el conocimiento de otros conjuntos. En el caso de las zonas de habitación resulta obligada la referencia al poblado de Las Cumbres, sobre el que volveremos más adelante. También el comportamiento de la cerámica en ámbitos rituales está bien representado en la necrópolis gaditana, pero son las novedades que nos llegan de ambientes industriales las que más han contribuido a clarificar el panorama en este sentido y han permitido lanzar una nueva propuesta de periodización más articulada e imbricada en el proceso productor local desde sus orígenes (Sáez 2007), de la que se ha publicado un primer avance (Niveau de Villedary y Sáez e.p.) y en la que los autores seguimos trabajando. 5.1.1. Etapa I: Antecedentes y primeras tentativas (400-325 a.C.) Más que de una etapa propiamente dicha se trataría de un preámbulo. Este momento no se contempló en la primera periodización propuesta, pero gracias a los hallazgos de los centros de producción se ha podido ahondar en el conocimiento de los primeros compases de los talleres locales. La imitación de formas griegas está documentada desde finales del siglo V a. C. en alfares como los de Villa Maruja. Se trata de imitaciones puntuales, sin una orientación productiva clara, que se limita a la reproducción no planificada de un reducido número de tipos: plain rim cups, incurving rim bowls, saltcellars, lekythoi y platos de pescado (Niveau de Villedary y Sáez e.p., fig. 3). Estas primeras piezas son de una calidad muy relativa y se fabrican tanto en pastas oxidantes (barnizadas total o parcialmente) como reductoras; aunque es perceptible la adopción por parte de los alfareros locales de algunos de los elementos característicos de las producciones helenísticas, como los pies de anillo, en principio intuidos e imperfectos. 5.1.2. Etapa II: Fijación del repertorio inicial (325-250 a.C.) La etapa inicial de tanteos viene definida por el comienzo de la producción local. Cronológicamente se puede situar entre finales del siglo IV y comienzos del III a. C. En este primer momento se fabrican formas que reproducen de manera fiel los últimos vasos áticos exportados hacia Occidente. Entre ellos, en nuestros primeros trabajos, destacábamos los platos de pescado (Lamb. 23, Forma “Kuass” II), los pequeños platos derivados de los rolled rim plates (Forma “Kuass” III), los bolsales (Forma “Kuass” VII), las copas de borde saliente (Lamb. 22, Forma “Kuass” VIII), los cuencos anchos de borde reentrante (Lamb. 21, Forma “Kuass” IX), los saleritos (Lamb. 21/25 B,

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Forma “Kuass” IX-C), las formas cerradas de ungüentarios y olpes (Forma “Kuass” XV) y las lucernas helenísticas (Forma “Kuass” XVII). Todos estos tipos están presentes desde un primer momento en contextos estratigráficos (fundamentalmente del Castillo de Doña Blanca y Carteia) que se retrotraen a finales del siglo IV a. C., asociadas aún a elementos de barniz negro griegos (Niveau de Villedary 2003a, 181). Se trata de piezas que alcanzan una calidad técnica considerable, con barnices espesos, de coloración roja brillante y uniforme, que se aplican mediante pincel y que cubren totalmente las superficies. Los patrones decorativos presentan diseños estilizados y de ejecución cuidada. El diseño más frecuente es el compuesto por cuatro palmetas enfrentadas, ligadas por la base y festoneadas. En principio, el área de distribución de las primeras producciones hubo de ser limitada, reducida a la zona más próxima a los centros productores de la bahía de Cádiz (Niveau de Villedary 2003a, 200-201). Una década después y con la información aportada por los centros alfareros estamos en condiciones de defender que hacia el último cuarto del siglo IV a. C. se advierte ya la aparición de un primer repertorio estandarizado que incluye imitaciones locales de los tipos áticos de mayor éxito en los mercados mediterráneo-occidentales: platos de pescado (Forma “Kuass” II), rolled rim plates (Forma “Kuass” III), bolsales (Forma “Kuass” VII), outturned rim bowls (Forma “Kuass” VIII), small bowls (Tipo “Kuass” IX-A), incurving rim bowls (Tipo “Kuass” IX-B), saltcellars (Tipo “Kuass” IXC) y lucernas (Forma “Kuass” XVII); además de algunas formas itálicas: jarras de la Forma “Kuass” XIII o boles (Forma “Kuass” X), de posible inspiración etrusca. Esta vajilla inicial se caracteriza por las altas calidades de sus acabados, la presencia de estampillas en el fondo interno de muchos de los vasos y la reproducción fiel de los detalles originales (Niveau de Villedary y Sáez e.p., fig. 4). Por tanto, aunque en un primer momento sostuvimos que en esta fase inicial los artesanos locales se limitarían a reproducir imitaciones aisladas, producto de una producción no planificada, a la luz de los nuevos datos se puede afirmar categóricamente que en este momento ya se ha fijado el repertorio formal estándar, típico de la producción que se desarrollará en la fase siguiente. 5.1.3. Etapa III: Consolidación del repertorio y auge de la producción (250-200 a.C.) Esta fase coincide, como en el resto de talleres mediterráneos helenísticos, con el momento de máximo apogeo de la producción y se prolonga durante toda la segunda mitad del siglo III a. C. Conforme avanza la centuria y a la par que la cerámica griega desaparece definitivamente, tendrá lugar la fijación definitiva del repertorio local. Sobre la base de los tipos fabricados en la etapa anterior (especialmente en la primera mitad del siglo III a. C.), en esta tercera fase se desarrolla por completo el repertorio local clásico, que se consolida y amplía. Las características técnicas que observábamos en la segunda fase permanecen: buenas calidades y acabados, preeminencia de las formas abiertas típicas del momento precedente (platos de pescado, bolsales, cuencos de borde reentrante y saliente, saleros, etc.), que evolucionan hacia perfiles más modernos y pervivencia del “aire ático”. A partir de estos momentos se sitúa el apogeo de la producción que amplía tanto sus esquemas decorativos y ornamentales como los tipos fabricados. Aparecen ahora las fíalas de la Forma “Kuass” I y las páteras de las Formas “Kuass” V y “Kuass” VI. Entre las creaciones más originales destacan las lucernas abiertas de la Forma “Kuass” XVI y se amplía el repertorio de formas cerradas con la aparición de diferentes tipos de olpes, con decoraciones en pseudogallones y apliques plásticos antropomorfos (Tipo “Kuass” XV-D), y otras formas cerradas derivadas de los guttus type of askos (Tipo “Kuass” XV-C) y enócoes de boca trilobulada (Tipo “Kuass” XV-A). Se incrementa también la

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presencia de jarras de la Forma “Kuass” XIII que había aparecido en la etapa anterior, y se fabrican nuevos tipos de funcionalidad exclusivamente ritual como los gutti de la Forma “Kuass” XIX (Niveau de Villedary y Sáez e.p., fig. 5). Es en estos momentos también cuando se versionan, de forma esporádica, ejemplares característicos de otras producciones itálicas, como aquellas inspiradas en las de Teano, que ya describimos en nuestros primeros trabajos (Niveau de Villedary 2004c, 186) y que han sido objeto de estudios pormenorizados más recientemente (Sáez 2014). Sin embargo, no todos estos tipos se fabrican al mismo tiempo, algunas formas de saleros (Forma “Kuass” XI), las imitaciones de Teano, los gutti de la Forma “Kuass” XIX o los pequeños platos de las Formas “Kuass” V y VI parecen ser las formas introducidas en el repertorio durante los últimos años del siglo III a. C. Es a partir de esta fase, que coincide con la que en su momento consideramos como etapa de apogeo, cuando la vajilla “tipo Kuass” se distribuye fuera del ámbito estricto de la bahía gaditana y su hinterland más inmediato y la encontramos desde el sur de Portugal13 y la costa atlántica de Marruecos, hasta ambas orillas del Estrecho de Gibraltar, pasando por los valles del bajo Guadalquivir y Guadalete (Niveau de Villedary 2008b). 5.1.4. Etapa IV: Evolución y romanización de la producción (200-100/75 a.C.) La que se consideró en un principio tercera etapa de vida del taller gaditano se caracteriza por la simplificación del repertorio propio clásico y por la adopción de nuevas formas en relación con la llegada de la campaniense A y el cambio provocado por ésta en el gusto de los productores y/o consumidores (Niveau de Villedary 2004a). En estos momentos se asiste a la incorporación de formas y tendencias formales de los repertorios de otras vajillas protocampanienses, sobre todo itálicas (Niveau de Villedary 2002-2003, 202). La estandarización de la producción comenzaría ya en los años finales del siglo III a. C. cuando las formas se simplifican y los tipos más cuidados y decorados desaparecen casi por completo. Se trata de un fenómeno común al conjunto de talleres mediterráneos cuyas producciones evolucionan hacia formas que se pueden denominar ya con propiedad campanienses, caracterizadas por la simplificación de los perfiles y por una tendencia acusada hacia la industrialización. En la primera periodización que planteamos consideramos que esta fase se extendería durante buena parte de la primera mitad del siglo II a. C., hasta que la producción, cada vez más escasa, de menor calidad y más residual, desaparecería ante el empuje de las vajillas itálicas. Con posterioridad a la defensa de la Tesis doctoral, tuvimos la ocasión de estudiar el conjunto material recuperado en el complejo alfarero de Pery Junquera (San Fernando, Cádiz), que nos permitió delimitar con más claridad esta etapa final de las producciones gaditanas helenísticas y dilatar su vigencia, al menos, hasta ca. 130/120-100 a. C. (Niveau de Villedary 2004a, 686).

No pensamos que la presencia de cerámica “tipo Kuass” en contextos del sur de Portugal pueda retrotraerse hasta finales del siglo IV a. C. como se ha defendido recientemente (Arruda et al. 2011, 11), teniendo en cuenta el material asociado (ánforas T-12.1.1.1/2 nunca anteriores a mediados del siglo III a. C.) y el propio repertorio barnizado, formas todas ellas evolucionadas (mayoritariamente platos de pescado “Kuass” II y cuencos globulares “Kuass” IX-A y, en menor proporción, copas “Kuass” VIII, cuencos anchos “Kuass” IX-B y saleritos “Kuass” IX-C), que constituye el servicio habitual de las zonas de habitación a partir de la segunda mitad del siglo III a. C. (Arruda et al. 2011, 12, fig. 13). A nuestro juicio, es más factible que las cerámicas áticas que aparecen en los mismos niveles sean perduraciones tardías, dado el carácter periférico del sitio, que considerar una presencia temprana de cerámicas “tipo Kuass”, que no se difundió más allá del centro productor original de la bahía de Cádiz hasta la tercera de las fases propuesta. 13

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A partir de la entrada en la órbita romana la influencia itálica se hace más patente y los alfares gaditanos comienzan a copiar formas campanienses que pasan a formar parte de los repertorios locales (Niveau de Villedary 2004a). A pesar de ello, durante la primera mitad del siglo II a. C. las formas clásicas continúan siendo las más abundantes: platos de pescado (Forma “Kuass” II), platitos derivados de los rolled rim plates (Forma “Kuass” III), bolsales (Forma “Kuass” VII), saleritos evolucionados (Forma “Kuass” XI), cuencos de borde reentrante (Tipos “Kuass” IX-A y IX-B), copas de borde vuelto de perfiles evolucionados (Forma “Kuass” VIII), cuencos profundos (Forma “Kuass” X) y las versiones tardías de las jarras de la Forma “Kuass” XIII. Por regla general estas formas desaparecen a partir de mediados de la centuria, otras, como las fíalas de la Forma “Kuass” I, pudieron haber sido sustituidas desde comienzos de siglo por formas campanienses de Lamb. 55 (Niveau de Villedary 2004a, 686) y las páteras de la Forma “Kuass” V evolucionan hacia auténticas Lamb. 36 (Niveau de Villedary 2004a, 683). Junto a este elenco clásico con perfiles tardíos, desde comienzos de siglo se pone en marcha la producción de nuevas formas prestadas de los repertorios itálicos: boles derivados de las Lamb. 27B, vasos profundos de las formas Lamb. 31 y Lamb. 33, pequeños saleros Lamb. 34; influencia que se hace más patente en la segunda mitad del siglo II a. C. con la imitación de formas calenas y centro-itálicas: pateras Lamb. 5 y Lamb. 6, y los grandes vasos acraterados de la Forma “Kuass” XVIII (Niveau de Villedary 2004c, 193, fig. 9; Niveau de Villedary y Sáez e.p., fig. 6). Técnicamente se diferencian dos subgrupos. Dentro del primero se incluirían las pastas anaranjado-rojizas que caracterizan a la producción gaditana desde sus inicios y aquellas otras de tonos más pálidos, entre amarillentas y rosáceas, de peor calidad que predominan en esta última fase. Los vasos fabricados en estas pastas se recubren de barnices rojo-corales y representan la continuidad respecto a la etapa anterior. Junto a éstas hallamos otra serie de piezas en pastas grises, con barnices también oscuros y mates, fruto del intento de “reconversión” de los talleres locales, que encarnan la innovación respecto a la producción clásica. Como norma general las formas más antiguas se recubren con pigmentos rojos, reservándose los tonos oscuros para las formas más evolucionadas, aunque en ambos casos con una calidad muy deficiente respecto a la alcanzada anteriormente (Niveau de Villedary 2004a, 687). En estos últimos momentos desaparecen las estampillas, por entonces ya muy esquemáticas, y el resto de elementos decorativos. Los barnices, mucho más aguados y de tonos corales, se aplican mediante inmersión de la pieza y no llegan a cubrir la totalidad de las superficies de ésta. 5.1.4. Epílogo: ¿Perduraciones posteriores? (segunda mitad-finales del siglo II y el siglo I a.C.) En nuestra Tesis (Niveau de Villedary 2003a, 185-186) planteamos la posibilidad de que con posterioridad a esta fecha los talleres locales continuasen fabricando, aunque en menor medida y de forma residual, formas campanienses más evolucionadas, en ocasiones de superficies rojas de acuerdo con el gusto local y en otras negras o grises según la moda imperante (Principal 2008, 38). Morfológicamente se reproducen tipos de copas de la campaniense B, de las primeras cerámicas aretinas de barniz negro y de ciertas producciones del área etrusca (por ej. Cosa), que se pueden englobar dentro de las series M-2650 y M-1231. El fondo interno de estas formas aparece con frecuencia decorado con motivos losángicos impresos con palmetas terminales en cada brazo, decoración típica de algunas producciones de campaniense B e imitaciones, en uso entre finales del siglo II a. C. y la primera mitad del I (Boube 1985-86, 155; Ventura 2000, fig. 21). Producciones similares se han identificado en el valle del Guadalquivir (Ventura 2000, 185-186), Bolonia, Carteia y en el norte de Africa (Boube 1985-86, 155 ss., pl. XVIII, 5), en todos los casos con cronologías que oscilan entre la segunda mitad-finales del siglo II y el siglo I a. C. y de origen posiblemente

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surpeninsular. Probablemente estas producciones enlacen con las “tipo Peñaflor”, completando la secuencia productiva de vajillas de imitación. 5.2. La secuencia histórico-cultural. Los contextos de fabricación, uso y amortización14 Gracias al estudio de los materiales procedentes de los alfares la secuencia productiva de esta clase cerámica ha quedado definitivamente establecida y no parece que futuros hallazgos la deban modificar más allá de aspectos puntuales. El siguiente paso a efectos cronológicos es el esclarecimiento de los contextos materiales en los que se encuentran las cerámicas de “tipo Kuass”. Aquí nos topamos con uno de los principales escollos a la hora de intentar dibujar el panorama material de cada una de las etapas que hemos definido en la evolución de la producción helenística local, la evidente falta de conjuntos contextualizados, la mayor parte de las veces porque no existen publicaciones exhaustivas sobre los mismos –en el mejor de los casos tan sólo se presenten selecciones de materiales– en lo que resulta uno de los males estructurales de la arqueología gaditana (Niveau de Villedary 2010b, 624). Aún así, el conocimiento sobre cada una de las etapas es desigual, pues mientras que la fase de apogeo de la producción (250-200 a. C.) se halla bien representada y los contextos de esta cronología son abundantes (otro asunto es que estén todos bien publicados), aún son escasos los conjuntos antiguos que se puedan datar sin dudar en el tránsito entre los siglos IV y III a. C. y la primera mitad de éste, ya que en buena medida desconocemos el horizonte material característico de este periodo, para el que sólo contamos con algunas estratigrafías seguras publicadas en su totalidad y otras parcialmente. Mejor definida está la facies cerámica de los últimos momentos, aunque seguimos teniendo los mismos problemas de falta de publicaciones sistemáticas de los conjuntos completos, aunque en este caso contamos con la ventaja de que se trata de una etapa bien caracterizada histórica y productivamente (Niveau de Villedary 2011b). El momento de transición ente los siglos IV y III a. C. y los primeros compases de este último es una etapa en general mal conocida (Sáez 2011, 59-60). Productivamente la fase viene marcada por una relativa continuidad respecto a la etapa anterior (final del siglo IV a. C.) y es definida por algunos autores como una “fase de adaptación” (Bernal y Sáez 2007, 341) correspondiente a los últimos momentos del “sistema tradicional” (Sáez 2008b, 143), caracterizada por lo que se ha interpretado como un momento de crisis o de “regresión económica”, que se agudiza y llega a su cenit hacia el cambio de centuria. A nuestro juicio, sería más correcto considerarla como una etapa de “repliegue” y “reorientación”15 (Niveau de Villedary 2011b, 126), pues aunque en cierto modo se pierden los mercados mediterráneos esto no ocurre con los atlánticos o con el rico mercado interior de la Turdetania, como se ha señalado oportunamente (Bernal y Sáez 2007, 342). Conforme avanza el siglo III, la injerencia de Cartago en los asuntos occidentales16, lejos de constituir una traba, llevó

Uno de los mayores defectos de la primera propuesta de periodización fue considerar a la cerámica “tipo Kuass” como un “fósil-guía” para el periodo cronológico de vigencia cuando la tendencia actual es, como acertadamente ha señalado A. Adroher (2008, 199), “huir de una vez de modelos arcaicos para la interpretación cronológica (el fósil-guía) para pasar a modelos más actuales como la valoración total del contexto, donde se tiene en cuenta más fácilmente los conceptos de intrusión y de amortización, llegando a aislarse cada caso con mayor seguridad”. 14

De hecho, se ha defendido que el despegue económico de las décadas posteriores se iniciara ya en estos momentos (Sáez 2008b, 143). 15

Las causas últimas de la regresión o repliegue económico hay que buscarlas en un contexto internacional menos favorable para los intereses comerciales gaditanos en el Mediterráneo (Bernal y Sáez 2007, 341) provocado, entre otros factores, por el aumento de la presión de Cartago en la línea del creciente expansionismo e intervencionismo previos al estallido de la Primera 16

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pareja una nueva etapa de prosperidad económica y comercial para Gadir gracias al incremento de la demanda cartaginesa, aunque la escasez de datos nos invita a tener cierta cautela a la hora de dibujar el panorama productivo característico de estos momentos, considerados de “transición paulatina y de recepción de nuevas tendencias” (Saéz 2008b, 150). Apenas si contamos con vestigios materiales relacionados con la producción alfarera que se puedan fechar en esta etapa, un horizonte aún por definir en sus líneas generales, como tampoco son demasiado numerosos los indicios inmediatamente anteriores, fechables en el siglo IV a. C. Las evidencias más antiguas proceden de las escombreras localizadas en la excavación de Villa Maruja, cuyos materiales denotan una evolución manifiesta respecto a los de la fase anterior –ejemplificados en los de Sector III de Camposoto–, fruto de la renovación generacional de los alfareros locales, pero no de la recepción de influencias exógenas (Sáez 2008b, 150). En la escombrera del PK 229 de Villa Maruja se han identificado algunos de los primeros ejemplares que intentan reproducir formas helenísticas (en este caso platos de pescado) (Sáez 2008a, 349, fig. 12), aún junto a cerámicas áticas de barniz negro, sin que podamos hablar todavía de una producción estandarizada ni formal ni técnicamente, como demuestra el hecho de que se torneen platos tanto de cocciones oxidantes y recubrimientos (incompletos) rojos, como en pastas reductoras y superficies grises, una dualidad estética posible de rastrear desde época arcaica (Vallejo 2005) hasta tardopúnica (Niveau de Villedary 2004a, 677), hasta ahora ignorada a pesar de su entidad y que trata en este mismo volumen A.M. Sáez Romero, en lo que supone una de las novedades más relevantes de los últimos tiempos. Entre los materiales asociados destaca la aparición de los primeros prototipos de una de las formas anfóricas locales de mayor éxito a partir de estos momentos, las T-8.2.1.1. Asimismo se constata la evolución de la S-11 hacia la S-12, representada por los ejemplares más antiguos del tipo T-12.1.1.1. (Sáez 2008a, 348-349, figs. 8 y 10). Las formas comunes y de cocina17 se diversifican documentándose cuencos simples (tipo GDR 1.2.0.), jarritas (Camposoto CVb1 y GDR 10.0.0), urnas (GDR 8.1.1.), vasos (Camposoto BIIIa2 y GDR 7.1.0), pateras carenadas (GDR 2.1.0), grandes platos-mortero (GDR 3.2.0) y ollas (Camposoto DIV y GDR 12.3.0) (Sáez 2008a, 349, figs. 12-13). Algo posterior es la primera fase de vida del taller de Torre Alta, representada por el periodo de funcionamiento del Horno 4 y de la escombrera MC-I, que se fechan hacia mediados del siglo III a. C. coincidiendo con la fase final de Villa Maruja y documentándose también en otros talleres (C/ Asteroides, Centro Atlántida, Avda. Constitución, etc.). Este horizonte cultural “arcaizante” vendría definido por la producción de envases locales del tipo T-8.2.1.1. (Sáez 2008a, 208, figs. 1-2) de diámetros amplios y cuellos acanalados, aunque ya más reducidos que los prototipos de la fase anterior, seguida por la de perfiles de T-12.1.1.1., aunque en proporción baja, y las típicas formas

Guerra Púnica, que incluso ha llevado a plantear que la metrópolis centroafricana mediatizara el tráfico comercial gaditano hacia el Mediterráneo central y oriental, si nos atenemos al testimonio de Timeo (Ps. Arist., Mir., 136). Pero también hay que tener en cuenta otros factores como la irrupción en los mercados de fuertes competidores, entre ellos Ibiza o las mismas ciudades de ambas orillas del Estrecho (Sexi y Kuass, sin ir más lejos), o la crisis por la que atravesaban las ciudades áticas que provocó, entre otras circunstancias, un descenso en el volumen de las mercancías recepcionadas (¿y por tanto también del volumen de la producción?) y como la otra cara de la misma moneda el cese de las importaciones de vajilla barnizada a Occidente, lo que a la larga propició la puesta en marcha de la producción propia de vajilla de tipología helenística local, que tanto éxito alcanzaría en las fases siguientes como estamos viendo. Esta etapa de relativo repliegue productivo y de reorientación de los mercados, que no de crisis propiamente dicha, es seguida por una fase de despegue gradual, en relación primero con las necesidades bélicas de Cartago durante la Primera Guerra Púnica y después al interés creciente de la potencia centromediterránea por el Extremo-occidente una vez perdidas sus posesiones en el Mediterráneo central. 17

Seguimos las tipologías propuestas para la cerámica gaditana tardoarcaica (Ramón et al. 2007) y posterior (Sáez 2005).

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híbridas de T-12.1.1.1/2. (Sáez 2008a, 213, figs. 3). Tanto entre los materiales que formaban parte del depósito votivo con el que se clausura de forma planificada la actividad de el horno como los que rellenaban la estructura, se documentaron diferentes ejemplares pertenecientes al repertorio clásico de la vajilla “tipo Kuass”, con formas, técnicas y esquemas decorativos ya plenamente formados que se acompañan de las ánforas y cerámicas comunes (lebrillos, morteros, cuencos hemisféricos, ollas, jarras y jarritas, urnas y tinajas, etc.), habituales de estos momentos cronológicos (Sáez 2008a, 213ss.). Respecto a las zonas de habitación poco se puede añadir ante la falta de publicaciones pormenorizadas de los conjuntos materiales completos de los dos grandes centros urbanos situados en la bahía de Cádiz (El Castillo de Doña Blanca en El Puerto de Santa María y el Cerro del Castillo de Chiclana de la Frontera). La documentación del Castillo de Doña Blanca muestra que a partir del 350 a. C. las importaciones griegas se reducen ostensiblemente aunque no se interrumpen como se había afirmado con anterioridad. Entre el 350 y el 310 a. C. se documentan todavía algunos vasos de barniz negro ya con un repertorio tipológico muy reducido para, a partir de los últimos años del siglo IV, interrumpirse totalmente las importaciones en el yacimiento (Cabrera 1998a, 478). Para estos momentos la información más precisa proviene del sector excavado en las campañas de 1982 y 1983 en el sector SE del poblado, donde se exhumó parte de un barrio de los siglos IV y III a. C. (Ruiz Mata y Pérez 1995, 105). En un corte practicado en la calle principal se advierte que en poco más de cien años tienen lugar hasta cinco renovaciones en el pavimento de la misma que permiten distinguir la secuencia de utilización de las diferentes vajillas gracias a sus sucesivos niveles que marcan y sellan tiempos de ocupación muy cortos. En el pavimento más reciente, fechado en la primera mitad del siglo III a. C., ya sólo aparece cerámica gaditana “tipo Kuass”, junto a ánforas y al resto del repertorio típico del momento (Niveau de Villedary 2003a, 179). Se trata de vasos que morfológicamente son aún muy similares a los griegos, antigüedad que queda contrastada estratigráficamente. A su vez, en el segundo pavimento datado a finales del siglo IV o muy comienzos del III todavía aparecen juntas ambas clases cerámicas, señalando el momento en que se comienzan a producir los productos locales que en el estrato inmediatamente inferior ya no aparecen. Tanto el repertorio griego como el de “tipo Kuass” muestran las formas típicas definidas para el final de una producción –bolsales, platos de pescado, copas Lamb. 22, cuencos Lamb. 24 y Lamb. 21, lucernas (Cabrera 1998a, 478)– y el comienzo de otra. Otro tanto sucede con las decoraciones. Las producciones griegas asociadas a las de “tipo Kuass” se decoran mediante palmetas impresas rodeadas de triple banda de estrías, el esquema propio de la última facies de las importaciones áticas. Cronologías también avaladas por las tipologías anfóricas importadas presentes en el yacimiento (Cabrera 1998b). Otros contextos significativos en los que se advierte la sucesión de estratos con presencia de cerámicas áticas y “tipo Kuass” asociadas seguidos por otros en los que las primeras desaparecen y las segundas se generalizan, son los niveles de colmatación de la última fase de la muralla norte y la estratigrafía exterior de la misma (Niveau de Villedary 2003a, 180). También en el extremo SE, sobre el “barrio fenicio” del siglo VIII a. C., en la zona conocida como “espigón” y en las primeras intervenciones de la esquina SW del poblado junto a la Torre que da nombre al yacimiento, se superponen varios estratos de vertederos que contienen un rico material cerámico en el que se puede seguir la secuencia comentada, también documentada en Carteia (Niveau de Villedary 2003a, 180). No obstante, si bien en ambos yacimientos se resalta la existencia de una secuencia cronológica que se repite en los diferentes contextos excavados, no se explicita (salvo por la variable presencia/ ausencia de barniz negro ático) el resto de materiales asociados, por lo que la falta de datos objetivos no permite llegar a conclusiones más allá de las meramente cronológicas. Sólo con la publicación

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de los contextos materiales completos podremos, por una parte, caracterizar el elenco tipológico de estos momentos y correlacionarlo con el procedente de los alfares y, por otra, en un paso más, formular interpretaciones de tipo funcional, tanto de los espacios como de los propios vasos. En este sentido contamos con más información para la siguiente etapa, fase álgida de la producción que hemos situado grosso modo en la segunda mitad de la tercera centuria. Se trata de un periodo histórico de gran intensidad, marcado por el creciente protagonismo cartaginés18. Dados los avatares político-bélicos en los que se vio envuelta Gadir, para este periodo tenemos más información que para los anteriores, además de numerosas evidencias materiales que permiten hablar de una etapa de esplendor económico, gracias al relanzamiento definitivo de la industria y del comercio gaditanos (Niveau de Villedary 2011b, 129). Arqueológicamente este momento viene marcado por un ostensible aumento demográfico manifiesto tanto a nivel productivo, pues se multiplican las instalaciones datadas en estas fechas, como en otros ámbitos. Es ahora cuando se amplía el espacio dedicado a la necrópolis en la isla gaditana (Niveau de Villedary 2001b), documentándose la introducción de nuevas costumbres funerarias (Niveau de Villedary 2007, 194) y de cultos y ritos en principio ajenos a la tradición gadirita (Niveau de Villedary, 2009). También las áreas habitacionales sufren importantes transformaciones. En el Castillo de Doña Blanca se levanta un nuevo sistema defensivo de tipo helenístico, en el que se reconoce la influencia directa de la edilicia cartaginesa. La erección de la nueva muralla de casamatas19 conlleva además una notable modificación urbanística, en tanto en cuanto que el perímetro se retrotrae amortizando parte de las viviendas que se adosaban a la anterior (Ruiz Mata y Pérez 1995, 102), contrayéndose de hecho el espacio útil habitado, que no debió suponer, sin embargo, una reducción de la población en la zona, si tenemos en cuenta que es entonces cuando se ocupa la parte superior de la Sierra de San Cristóbal/Las Cumbres, explicada como una ampliación de la propia ciudad (Ruiz Mata y Pérez 1995, 105) o una zona industrial periurbana relacionada con la misma (Domínguez 2006, 50). El momento de destrucción de la ciudad está bien documentado en la zona del “espigón”, una lengua de tierra en la esquina SE del poblado, próxima al puerto de la ciudad y que se corresponde

Desde el punto de vista histórico distinguimos entre los momentos anteriores al estallido de la Segunda Guerra Púnica y el periodo de duración del conflicto, diferenciando a su vez entre el comienzo de la guerra, caracterizado por el apoyo incondicional de Gadir a su tradicional aliada –que algunos autores han definido como un periodo de “retaguardia aliada abastecedora de los cartagineses” (Bernal y Sáez 2007, 343)– y la última fase de la guerra, en la que se hace patente el progresivo descontento de los gaditanos hacia los cartagineses a causa de la creciente presión económica ejercida por éstos, que termina por estallar tras el saqueo de la ciudad y los templos por Magón, provocando el acercamiento a Roma y desembocando en el cambio de alianzas, la defección de Gadir y la firma del tratado bilateral entre Roma y los ciudadanos de Gadir, maniobra que a la postre resulta extremadamente beneficiosa desde el punto de vista económico para la ciudad occidental. En estos momentos se incrementan algunas tendencias (claro intervencionismo y expansionismo territorial) ya apuntadas para el periodo anterior al hacerse efectiva la presencia cartaginesa en suelo peninsular. Con el segundo conflicto ya latente, los cartagineses se preparan para la guerra, se buscan recursos (materiales y humanos) y se abre un inmenso mercado, el formado por el ejército cartaginés pero también por los territorios que los caudillos cartagineses se van anexionando. Del ambiente bélico que se respira sale beneficiada la población gaditana que se aprovecha, por una parte, de la creciente demanda y, por otra, de la libertad de acción que le deja una Cartago con las miras puestas en la guerra (Niveau de Villedary 2011b, 129). 18

En el estado actual del conocimiento no es posible aclarar en qué medida estos cambios responden a la presencia efectiva de las tropas cartaginesas en la bahía de Cádiz, si bien en lo que sí parecen estar de acuerdo las tendencias historiográficas actuales es en considerar que la influencia cartaginesa hubo de tener un mayor calado que el aceptado hasta ahora (por ejemplo, Ruiz Mata 1999, 310; Sáez 2008b, 143). 19

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con las estructuras defensivas de éste (Ruiz Mata 1987, 361ss.). En sentido longitudinal al espigón se excavó un amplio tramo de la muralla del último periodo, al que se adosan tres casamatas, habitaciones amplias que debieron utilizarse como almacenes. En la esquina NE del denominado “Almacén 1”, junto a uno de los muros, apareció un tesorillo compuesto por 56 monedas de bronce20, shekels acuñados posiblemente por Cartago durante la Segunda Guerra Púnica (Alfaro y Marcos 1994, 231) en talleres móviles de tipo militar (Alfaro 2000, 431). La cronología de estas monedas, entre el 221 y el 210 a. C. (Alfaro y Marcos 1994, 237) permite fechar el momento de destrucción del yacimiento hacia el 215-210 a. C.21, cronología en consonancia con el contexto arqueológico donde aparecieron, formado por ánforas grecoitálicas Will A/MGS V, envases centromediterráneos T-3.2.1.2, tipos locales (T-12.1.1.1/2, T-12.1.1.2, T-8.2.1.1, T-9.1.1.1) y cerámicas de “tipo Kuass”, que se completa con otros conjuntos anfóricos de la zona N de la muralla –formados por ánforas púnico-occidentales T-12.1.1.1/2, “turdetanas” T-4.2.2.5 y los contenedores típicos de la campiña del Guadalete T-8.1.1.2– (Niveau de Villedary 2003a, 182). Desde el punto de vista productivo, esta etapa se corresponde con el apogeo del alfar de Torre Alta (240-200 a. C.) que aparece como el taller paradigmático de estos momentos22. La facies material característica se completa con el resto de envases anfóricos locales23, centromediterráneos24 e itálicos25 bien conocidos (Niveau de Villedary 1999b), y con el amplio repertorio de cerámicas comunes de mesa y cocina26 (sistematizado hace una década por A. Sáez (2005), que acompañan a una ya normalizada producción local de vajilla helenística de “tipo Kuass”27.

Las monedas aparecieron pegadas unas a otras con aspecto de cilindro metálico y con manchas de materia orgánica a su alrededor, por lo que originariamente debieron estar metidas en una especie de saquito de cuero o tela. Este hallazgo es el testimonio de la precipitada huida de su poseedor, probablemente un soldado, ante los acontecimientos que acabaron con la vida del yacimiento (Alfaro y Marcos 1995, 396). 20

No está de más recordar que en el yacimiento está documentada la presencia de campaniense A lo que a nivel cronológico resulta de gran interés, pues prueba la constatación de la introducción de esta clase cerámica ya desde la segunda mitad del siglo III a. C., fruto de su inclusión en los circuitos comerciales y no de la penetración de las tropas romanas, al menos para estos momentos iniciales (Morel 1998, 246 ss.). Las formas representadas en Doña Blanca son las Lamb. 23, Lamb. 36, Lamb. 68b y algunas formas cerradas, lo que coincide con las primeras formas exportadas desde Ischia, todavía dentro del siglo III a. C. (Principal 1998, 140; Sanmartí y Principal 1998). 21

Los inicios de esta etapa se corresponden con la segunda fase definidas por A. Sáez por la construcción del Horno 3, la inmediata amortización (ritual) del Horno 4 y la sustitución de la escombrera MC I por la MC II y se prolonga durante la siguiente, de dominio bárcida, con el funcionamiento del Horno 5 (Sáez 2008a). 22

Caracterizados por el binomio T-8.2.1.1 y T-12.1.1.1/2. Hacia finales de siglo continúan las mismas formas que en la fase anterior, aunque prosigue la lenta evolución de los perfiles de los momentos anteriores. Como novedad aparecen las primeras T-9.1.1.1. 23

En la escombrera MC-II se recuperó un borde de ánfora cartaginesa T-5.2.3.1 (Sáez 2008a, 252, fig. 35, 1), tipología asociada a contextos cronológicos de la Segunda Guerra Púnica. 24

Muchos de ellos posiblemente de fabricación local. Entre ellas se documentan ya las primeras ánforas grecoitálicas antiguas (tipo Will A/MGS V) que conforme avance esta etapa derivan hacia tipos asimilables a las Will C-D/MGS V-VI (Sáez 2008b, 153). 25

El repertorio es, como señala A. Sáez, amplio y variado (2008a, 252). Destaca la presencia de pateras gaditanas/GDR 2.1.0., morteros/GDR 3.2.1., lebrillos/GDR 4.2.1. y GDR 4.4.0., urnas de borde triangular/GDR 8.1.1. y GDR 8.1.2. y algunas formas de las variantes GDR 8.4.1. y GDR 8.2.1. de formato reducido; cuencos hemisféricos/GDR 1.3.1. y de cuarto de esfera/GDR 1.2.0., vasos carenados en dos tallas: grande/GDR 7.2.1. y normal/GDR 7.1.1., platos de pescado en cerámica común/GDR 5.1.1., jarras de mediano tamaño/GDR 10.2.1., tapaderas/GDR 6.2.1., diversas formas de ollas, de tendencia globular y borde vuelto, de labio moldurado plano o engrosado, etc. (GDR 12.2.1., GDR 12.3.1., GDR 12.3.2.); es decir, la práctica totalidad de las formas típicas del momento. 26

Curiosamente, desaparece en estos momentos, sin que sepamos a ciencia cierta la causa, la “serie gris” de imitaciones, una tendencia que enlazaba con la producción arcaica de cerámicas grises y que gozó de un éxito indudable en las centurias 27

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Un elenco muy similar al documentado en los centros alfareros está presente en un buen número de depósitos rituales de la necrópolis (Niveau de Villedary 2003b y 2009)28, aunque con una serie de características que diferencian a dichos conjuntos de los hallados en contextos domésticos (fabricación en serie y ex profeso para un uso exclusivamente ritual, selección de formas, uniformidad en las tallas, arcaísmo consciente, etc.) (Niveau de Villedary 2011a). Entre las ánforas abundan las formas locales características de la facies de la segunda mitad del siglo III a. C. Estadísticamente predominan las T-12.1.1.1 y T-12.1.1.1/2, junto a las T- 8.2.1.1 y las primeras T-9.1.1.1, sobre todo en los conjuntos datados en el cambio de siglo. A continuación aparecen las ánforas T-4.2.2.5, cuyo origen se sitúa en el valle del Guadalquivir, destacando en cambio la baja presencia de T-8.1.1.2, las formas originarias de la campiña gaditana. Entre las ánforas importadas predominan las de origen cartaginés o centromediterráneo: T-5.2.3.1, T-5.2.3.2. (algunas con sellos epigráficos) y T-3.2.1.2 y ciertas perduraciones de T-4.2.1.5 y T-4.2.1.8, pero también las de filiación griega, jonio-massaliotas y grecoitálicas tempranas de los tipos Will A/MGS V, sin descartar la existencia de ejemplares de fábrica local (Saéz y Diaz 2007). La variabilidad es también apreciable entre las formas comunes, estando representada prácticamente la totalidad del elenco morfo-funcional conocido (Niveau de Villedary 2003b; 2004d y 2009): “cerámica de cocina” (distintas tipologías de ollas/GDR 12.0.0., de cazuelas/GDR 11.0.0. y de tapaderas/GDR 6.2.0.), de procesamiento (lebrillos/GDR 4.1.1., lebrillos con asas/GDR 4.1.2., morteros/GDR 3.1.1., fuentes/GDR 3.2.0. y algunas formas con labios moldurados y decorados), de despensa (dolia y urnas/GDR 8.1.1. y GDR 9.1.1., además de algunos tipos singulares o de “aire turdetano”), de mesa (cuencos/GDR 1.2.0. y /GDR 1.3.1., platos de pescado en cerámica común/ GDR 5.1.1., pateras/GDR 2.1.0., cuencos de bordes reentrantes/GDR 1.1.0., vasos caliciformes/GDR 7.0.0., jarras/GDR 10.0.0., etc.), de iluminación (lucernas de tipología helenística sin tratamientos) y suntuario-ritual (gutti, askoi, quemaperfumes de doble plato, lécitos, ungüentarios, etc.). De las zonas de habitación e industriales no contamos casi con información, ya que apenas si se han publicado conjuntos completos –salvo los de los alfares (Sáez 2008a)–, aunque sí disponemos de resultados preliminares o selecciones de muchos de estos contextos, lo que en principio permite al menos esbozar el horizonte material de estos momentos en los que la vajilla “tipo Kuass” alcanza el máximo éxito y expansión. Los avances publicados sobre el Castillo de Doña Blanca (Ruiz Mata y Pérez 1995) y el poblado de Las Cumbres (Ruiz Mata y Niveau de Villedary 1999; Niveau de Villedary y Ruiz Mata 2000), la villa rural del Cerro Naranja (González 1987) y algunas de las factorías de salazones portuenses (Gutiérrez 2000), entre otros yacimientos, muestran una facies caracterizada por la presencia masiva de formas anfóricas locales, junto a otras de origen foráneo (turdetanas, púnicas y grecoitálicas). El resto del elenco cerámico de cocina y mesa es muy similar a los recuperados de los depósitos industriales y rituales, con la salvedad de que en las zonas interiores (en la Sierra de San Cristóbal y Cerro Naranja), el repertorio parece guardar más concomitancias

anteriores, y que volverá a recuperarse en el siglo II a. C. (Niveau de Villedary 2004a, 677 y 687). Sobre esta producción, desconocida hasta hace relativamente poco tiempo, ver la contribución de A.M. Sáez Romero en este mismo volumen. La mayor parte de los pozos y depósitos rituales localizados en la necrópolis se pueden fechar por los materiales que los rellenan en los momentos finales del siglo III a. C. (Niveau de Villedary 2003b, 7 y 2004d, 268). Aunque existen algunas formas más antiguas, dado el contexto general, se pueden explicar perfectamente como perduraciones. Son sobre todo formas de ánforas foráneas y cerámicas finas barnizadas áticas. En otros casos, se trata de bordes de tipos anfóricos locales (S-11) que aparecen muy rodados y fragmentados y que interpretamos como intrusiones lógicas por los movimientos de tierra de un terreno intensamente ocupado durante centurias (Niveau de Villedary 2009, 106). 28

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con el turdetano29 (Ferrer y García 2008) y aunque se hallan presentes las formas de influencia mediterránea30, resultan minoritarias ante la abrumadora preponderancia del menaje tradicional, entendido como el procedente, sin solución de continuidad, de los tipos arcaicos y clásicos anteriores. Esta facies material está bien representado en el yacimiento unifásico de Las Cumbres31 (Niveau de Villedary y Ruiz Mata 2000), del que se han publicado los contextos asociados a los dos conjuntos de piletas aparecidos en él (Ruiz Mata y Niveau de Villedary 1999). Dichas estructuras llevaron en su día a su excavador a proponer una funcionalidad industrial relacionada con la producción de vino para el yacimiento (Ruiz Mata y Pérez 1995, 107). Los materiales de ambos conjuntos, muchos de ellos completos y conservados in situ, muestran de nuevo la asociación T- 8.2.1.1 (en este caso la forma mayoritaria) y T-12.1.1.1/2, que se acompañan de T-4.2.2.5, T-8.1.1.2 y T-5.2.3.1 de Cartago. Junto a las ánforas son muy numerosos los lebrillos, pateras, morteros, cuencos, vasos caliciformes, jarritas y, entre la cerámica “tipo Kuass”, encontramos una forma completa de plato de pescado/Forma “Kuass” II y otra de copa de borde saliente/Forma “Kuass” VIII (Ruiz Mata y Niveau de Villedary 1999, figs. 2-3). El resto de la cerámica aparecida en el yacimiento completa el elenco típico ya comentado (Niveau de Villedary y Ruiz Mata 2000, figs. 3-6), hallándose representadas la gran mayoría de formas barnizadas (Niveau de Villedary y Ruiz Mata 2000, figs. 4). Idéntico registro presenta la villa rural del Cerro Naranja, ubicada en la finca de los Garciagos cerca de la población de Jerez de la Frontera (González 1987). En este caso las estructuras exhumadas han llevado a interpretar el sitio como un establecimiento industrial relacionado con la obtención de aceite. Las ánforas, los materiales más abundantes, siguen la tónica general descrita hasta ahora, aunque en este caso las más abundantes son las formas propias de la campiña donde se envasaba el aceite, las T-8.1.1.2. Junto a ellas aparecen las formas púnicas locales de T-8.2.1.1 seguidas a distancia de las T-12.1.1.1/2 y las turdetanas del Bajo Guadalquivir T-4.2.2.5. Entre la cerámica común se cita la aparición de morteros, ollas, lebrillos, cuencos, jarras, urnas pintadas, platos de pescado turdetanos, etc. (González 1987, figs. 4-6). Un elenco, como el descrito para Las Cumbres, a caballo entre el representado en los alfares isleños y la necrópolis gaditana, por una parte, y la cerámica turdetana del Bajo Guadalquivir, por otra. La última etapa de fabricación y uso de la cerámica “tipo Kuass” se prolonga desde finales del siglo III a. C. hasta el último tercio o tercer cuarto del siglo II a. C. La fase comienza con el intento de adaptación/reconversión de la producción local a las nuevas pautas técnicas y estéticas y finaliza con la decadencia de la misma ante el empuje de la vajilla campaniense y la incapacidad de los

Con toda la problemática conceptual que la reflexión conlleva pensamos que es el término que mejor se ajusta para describir –y diferenciar del repertorio gadirita– el elenco material de la II Edad del Hierro procedente de estos asentamientos que aparecen en un porcentaje abrumador respecto a las formas exclusivamente púnicas-mediterráneas-helenísticas características de los contextos insulares de la Bahía de Cádiz (las sistematizadas en Sáez 2005). Se trataría del repertorio utilizado por las comunidades “indígenas” asentadas en territorios costeros púnicos o en el hinterland inmediato, a las que no es fácil (ni conveniente) adscribir étnicamente. En este caso, se documentan sobre todo ollas globulares de formas cerradas y bordes engrosados, lebrillos y urnas. Cerámica pintada a bandas rojas y filetes negros, o con la típica coloración rojo-vinosa. Las pastas son también diferentes a las definidas para la producción gadirita. Se trata de pastas naranjas muy poco compactas, porosas, de textura escamosa y fracturas irregulares. 29

Sobre las influencias mediterráneas y la fabricación de imitaciones de cerámicas de mesa en cerámica común remitimos al trabajo de Antonio Saéz en este volumen. 30

Aunque sólo se han publicado avances de los materiales, conocemos bien el elenco exhumado en el sitio ya que nos pudimos hacer cargo de su estudio entre los años 1994-1997 por encargo de sus excavadores. Desde estas líneas agradecemos a Diego Ruiz Mata, Carmen J. Pérez y Francisco Barrionuevo las facilidades dadas, así como su permanente disponibilidad. 31

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talleres locales para competir con los servicios itálicos. Nos hallamos, en definitiva, en el momento de transición entre el modelo tradicional y el romano, que no obstante se caracteriza por el continuismo respecto a la centuria anterior, en tanto en cuanto que los cambios no lo alteran de forma substancial. Hacia mediados de siglo se asiste a lo que se ha considerado una especie de “renacimiento púnico”32, de cariz no obstante predominantemente cultural y que no afecta al proceso de transformaciones (lento pero imparable) que se había puesto en marcha. Este resurgimiento púnico proviene de nuevo directamente de Cartago, y se constata sobre todo a partir de la derrota definitiva de la ciudad en el 146 a. C. que originó junto al éxodo poblacional una destacada diáspora cultural. Del país norteafricano se exportan tendencias y modas, en gran parte potenciadas por la propia inmigración de alfareros. La relativa independencia que otorgaba el foedus a los gaditanos permitió la continuidad de las estructuras económicas del modelo anterior, con la salvedad del abandono en estos momentos de los saladeros portuenses, aunque este hecho hay que vincularlo a un fenómeno más amplio que afecta a la práctica totalidad de la ocupación prerromana de la desembocadura del Guadalete33, puesto que también se abandonan el núcleo habitacional principal del Castillo de Doña Blanca y el poblado de Las Cumbres en la Sierra de San Cristóbal, que apenas sobrevive unas décadas a la ciudad vecina y aunque su fin no es violento como el de aquella (Ruiz Mata y Pérez 1995, 75-76), sí tiene lugar de manera repentina, aunque planificada, mediante la celebración de un banquete ritual previo al desmantelamiento del asentamiento (Niveau de Villedary 2008c, 111-112), aspecto sobre el que volveremos en el punto siguiente. Pero salvo en el tramo costero continental el poblamiento de la bahía no parece haber sufrido cambios sustanciales. Éstos llegan más bien de la mano de las progresivas innovaciones (tecnológicas y tipológicas34) y de la paulatina transformación de la industria, que aprovechando el impulso dado al comercio inicia un proceso de adaptación a la nueva coyuntura política local e internacional tras el fin de la Segunda Guerra Púnica, en lo que se ha considerado una etapa de “reconversión” (Bernal y Sáez 2007, 345). De hecho, para estos momentos se constata la continuidad de la mayor parte de los establecimientos alfareros que estaban en funcionamiento en la fase anterior. El funcionamiento del complejo de Torre Alta finaliza hacia el último tercio del siglo II a. C., pero la actividad continúa en las áreas cercanas. A esta etapa correspondería gran parte de la actividad del centro alfarero de Pery Junquera excavado en 1997, del que se han publicado tan sólo algunos avances (González

Hoy puesto en duda en su formulación tradicional y explicado como la búsqueda de un discurso identitario nuevo gestado por las comunidades fenicias occidentales a raíz de la Segunda Guerra Púnica y condicionado por la necesidad de las élites ciudadanas de consolidar sus posiciones de hegemonía en el seno de sus propias comunidades políticas y, a la misma vez, de garantizar su progresiva integración en las estructuras romanas (Machuca 2014, 82). 32

A la interpretación tradicional que achacaba el fin de la ocupación del Castillo de Doña Blanca a la presencia romana en la zona y a causas naturales (la aceleración del proceso de colmatación del estuario del Guadalete que dificultaría la navegación) (Ruiz Mata y Pérez 1995, 75) se han sucedido otras explicaciones como la que planteamos hace ya algún tiempo de la ocupación cartaginesa de Doña Blanca. Por su situación y sus defensas, el yacimiento se pudo haber erigido en uno de los últimos (o el último) bastión de Cartago en la Bahía hasta que la resistencia fue aniquilada (¿por los romanos? ¿por los gaditanos?). De acuerdo a esta propuesta y si tenemos en cuenta la fecha de fundación del enclave (que por los materiales documentados no parece retrotraerse mucho más allá de mediados del siglo III a. C.) y le sumamos el hecho de que por las mismas fechas se asiste a una profunda remodelación de las estructuras defensivas de Doña Blanca, que en algún caso supone el retranqueo de la antigua línea de muralla lo que reduce el espacio de habitación útil, la fundación ex novo de Las Cumbres pudiera estar indicando un traslado desde la ciudad buscando bien la protección de la población civil, bien cierto alivio a la superpoblación de intramuros generada por la presencia de tropas y la reducción del espacio urbano (Niveau de Villedary 2008c, 110). 33

Es precisamente en las producciones cerámicas donde mejor y antes se refleja el proceso de hibridación entre las formas y decoraciones tradicionales y los nuevos gustos itálicos. Especialmente elocuente resulta a este respecto la última facies productiva de las cerámicas barnizadas locales (Niveau de Villedary 2004a). 34

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Toraya et al. 2000) que, no obstante, han permitido trazar las líneas generales del funcionamiento del mismo. Aunque con indicios de una ocupación anterior, la actividad principal del taller se concentra desde finales del siglo III hasta ca. 130 a. C., habiéndose diferenciado hasta tres fases productivas en función al análisis de las formas barnizadas documentadas (Niveau de Villedary 2004a). A un primer momento correspondería la producción del horno del C-8 y la escombrera C-16, con formas barnizadas aún tradicionales herederas de la fase anterior y ánforas de los tipos T-12.1.1.1/2, T-8.2.1.1 y, sobre todo, sus sucesoras las T-9.1.1.1 y grecoitálicas evolucionadas de producción local. Para la primera mitad del siglo II a. C. no tenemos documentada ninguna estructura aunque la presencia de materiales fechables en esos momentos permite asegurar la continuidad de la producción. El siguiente referente cronológico lo ofrece el horno de la cuadricula 23 datado hacia mediados de la centuria (Niveau de Villedary 2004a, 683) que se asocia a ánforas T-9.1.1.1 y, en menor medida, T-12.1.1.2. En estos momentos ya se ha producido un cambio sustancial en la fabricación de cerámicas barnizadas, sustituyéndose las formas típicas de la facies del siglo III a. C. por los nuevos perfiles de las producciones campanas, en el intento abocado al fracaso de los talleres gaditanos por competir con las importaciones. La última fase, centrada ya en la segunda mitad de la centuria, se asocia al funcionamiento del denominado horno “republicano” situado en la cuadricula 14. La documentación en los propios alfares de una producción que imita formas y técnicas campanienses desde momentos muy tempranos, presagiaba la intensa y rápida sustitución de una producción por otra en el mercado, como debió suceder. En 1987, en el curso de una intervención urbana en el número 50 de la calle Durango, en pleno casco urbano de El Puerto de Santa María, se localizó un foso con restos cerámicos que han sido fechados en la primera mitad del siglo II a. C. (Ruiz Gil 1995, 19). El conjunto35 está compuesto por ánforas rodias con paralelos en el pecio del Grand Congloué 1, grecoitálicas tardías de perfiles cercanos a las Dressel 1A, púnicas centromediterráneas de los tipos T-5.2.3.1, T-7.4.2.1 y T-7.4.3.1, ebusitanas T-8.1.3.2, locales de morfologías evolucionada –T-12.1.1.2 y T-9.1.1.1–, ungüentarios helenísticos de pie largo, calena de relieve, cerámica púnica de cocina, cálatos ibéricos, etc.; es decir, un repertorio “típico” de la primera mitad del siglo II a. C. (Aquilué et al. 2000, 389). En cuanto a las vajillas barnizadas encontramos de nuevo la asociación entre las últimas producciones gaditanas, representadas por formas evolucionadas (“Kuass” II, “Kuass” V, “Kuass” VIII), de muy mala calidad técnica, y campaniense A, muy abundante, de gran calidad y tipológicamente variada (Lamb. 5, Lamb. 23, Lamb. 27, Lamb. 36, gutti, etc.). El depósito muestra el desplazamiento de la población, tantas veces sugerido, desde Doña Blanca, río abajo, hasta el casco urbano de la actual ciudad de El Puerto de Santa María, siendo el contexto más antiguo hallado hasta ahora en dicha población. Este sería, a grandes rasgos36, el espectro cronológico-evolutivo de los contextos en los que aparece cerámica “tipo Kuass”, bien documentada, sobre todo desde el punto de vista productivo, a partir del análisis de los centros alfareros gracias a la abundante documentación disponible. Algo más dificultoso resulta seguir dicha evolución en ambientes domésticos y rituales. En ocasiones por la falta de publicaciones (como en el caso de los dos grandes centros poblacionales del momento: Castillo de

Queremos agradecer a J.J. López Amador y J.A. Ruiz Gil que nos hayan mostrado los materiales procedentes de dicha excavación, depositados en el Museo Municipal de El Puerto de Santa María, y a este último además la posibilidad de acceder a los dibujos de los mismos. 35

Queda pendiente concretar las fases dentro de cada una de las etapas, sobre todo de la de apogeo, acotando tiempos más cortos en la configuración de la vajilla y de los elementos que la integran, que deberá acometerse a partir del análisis de los contextos, estratigrafías y formas vasculares asociadas. 36

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Doña Blanca y Cerro del Castillo) y en otras por tratarse de yacimientos unifásicos (Cerro Naranja, Las Cumbres o la mayor parte de los depósitos estudiados de la necrópolis) que únicamente reflejan el comportamiento de la vajilla en un momento determinado, como una foto fija, y no la evolución de la conformación y configuración de la misma, por lo que la reconstrucción de las dinámicas de adquisición y consumo de esta clase cerámica precisan de un mayor ejercicio intelectual por nuestra parte que intentaremos desarrollar a continuación. 6. Implicaciones económicas, sociales y culturales En definitiva, y a pesar de que la fabricación de cerámicas “tipo Kuass” se puede insertar como queda demostrado en toda una corriente secular de imitaciones previa, creemos que la puesta en marcha de la producción local supuso una ruptura con la dinámica anterior, en sentido tanto cuantitativo como cualitativo. Hasta el momento de la eclosión de la vajilla de corte helenístico de superficies rojas la actividad de los alfares extremo-occidentales se limitaba a la fabricación de elementos aislados que recreaban o se inspiraban en las formas griegas, a la adopción de elementos formales, decorativos o técnicos (destacando la progresiva y tímida adopción del pie anular) y sólo en casos excepcionales de imitaciones en sentido estricto37. Este fenómeno es perceptible tanto en manufacturas comunes sin tratamientos, como en piezas que se engoban por influencia de los modelos mediterráneos. En este último caso se han individualizado dos series: una de cocciones reductoras y pastas y recubrimientos grises y una segunda oxidante con engobes rojos. Por qué en un momento dado se interrumpe esta diversificación productiva, desaparecen las versiones reductoras y se desarrolla de forma extraordinaria la serie roja/oxidante es algo sobre lo que habrá que indagar, apuntándolo como futura línea de investigación. De lo que no cabe duda es que a partir de ahora ya no se puede hablar de “copias” o “versiones” puesto que lo que se pone en marcha es una producción planificada, que en nuestros trabajos anteriores hemos sostenido que desciende por vía directa y linal de la ática pero que a la vista del panorama productivo puesto de manifiesto en estos últimos años, se hace necesario valorar también otras variables en su desarrollo, como la mediación de influencias interpuestas, que en este caso debieron llegar, como tantas otras38, vía Cartago (Ramon 2012, 251). Ahora bien, de lo que no cabe duda es que la producción helenística púnico-gaditana alcanza, por una parte, unas altas cotas de estandarización en formas, dimensiones, decoraciones, servicios, etc.; y, por otra, un ajuste tal a las morfologías y funciones de la vajilla ática de barniz negro39 que no se puede explicar únicamente por la pertenencia a una koiné común púnico-mediterránea (Ramon 2012, 250), y mucho menos considerar que su origen se deba a una injerencia productiva cartaginesa, dificilmente defendible al menos hasta que conozcamos una producción en Cartago parangonable a la gaditana (Ramon 2012, 252). Las vajillas helenísticas contemporáneas (púnicas o itálicas) tampoco llegan de forma regular al Extremo-occidente, por lo que su influencia, salvo casos puntuales, no es definitoria en la configuración del repertorio local, más allá de la asunción de tendencias generalistas a nivel global mediterráneo, o de copias o recreaciones puntuales. En buena parte, creemos que el éxito de la vajilla

Este proceso, mal conocido hasta ahora, ha sido analizado de forma brillante por A. Sáez en varios trabajos recientes (Sáez e.p.; García et al. e.p.; García y Sáez 2014), destacando sus dos aportaciones a esta obra, a las que nos remitimos. 37

Es el caso puesto de manifiesto hace ya años de las morfologías anfóricas o el más reciente de los “pebeteros en forma de cabeza femenina” (Niveau de Villedary 2007). 38

Que, por otra parte, recordemos que tienen una perduración considerable en estos ambientes y aparecen asociadas en los mismos contextos con cerámicas “tipo Kuass”. La correlación entre una y otra quedó sobradamente demostrada en nuestra Tesis doctoral (Niveau de Villedary 2001a, 286-298; Apéndices 4 y 5, 814-859). 39

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“tipo Kuass” se debió a la propia condición periférica de los talleres que dificultaba el abastecimiento continuo ante una demanda a todas luces creciente. Quizás por esta misma razón Cartago, en posición central de los circuitos comerciales mediterráneos, siempre estuvo bien abastecida de vajillas barnizadas y no necesitó poner en marcha una producción propia de alcance similar, en el sentido de tan definida, estandarizada y delimitada como la gaditana. Sí estamos totalmente de acuerdo en que el creciente papel de Cartago en Iberia debió facilitar la adopción por parte de las comunidades extremo-occidentales de diversas costumbres mediterráneas por entonces en boga y que la plena inclusión del círculo de Gadir en esta koiné cultural aceleró las transformaciones de las costumbres alimentarias y comensales, que se reflejaron en la cultura material y, en el caso concreto que nos ocupa, en la configuración de una vajilla helenística propia. 6.1. Nuevos tiempos, nuevos gustos La anterior reflexión nos lleva a recuperar los interrogantes que nos planteábamos en la introducción del trabajo y recogiendo las ideas propuestas por los editores del volumen nos preguntamos si las modas cerámicas y la adopción de vajillas helenísticas mediterráneas lo que están indicando en realidad es una asimilación de formas de comer y de hábitos culinarios. A la luz de lo defendido en los párrafos anteriores y dada la inclusión de lleno del círculo de Gadir en la koiné cultural mediterránea la respuesta debería ser afirmativa. Ahora bien, el asunto es más complejo desde el momento en que en el caso de la vajilla gadirita no se trata de una creación repentina ex novo, sino que como hemos visto la puesta en marcha de una producción helenística se inserta en una tradición consolidada desde momentos anteriores. En el caso gaditano además resultan claves su condición secular de puerto de primer orden, inmerso de lleno en las redes comerciales mediterráneas, y su posición geoestratégica, cabeza de puente hacia el Atlántico y puerta de entrada hacia el interior por el Guadalquivir, lo que le hace no sólo receptor sino también difusor de todo tipo de influencias y “modas” (en un doble sentido). Esta misma condición de puerto abierto entraña en si misma una acusada receptividad para los cambios y el dinamismo productivo de los talleres, que recepcionan y versionan a tiempo casi real las tendencias que les llegan; a la vez que su posición excéntrica mediterránea le confiere la relativa lejanía de los centros neurálgicos necesaria para que cristalicen ciertas tendencias y lograr así una producción original, en sus formas y técnicas, que termina por convertirse en la “marca” extremo-occidental. Por lo tanto, y aún partiendo de la base de que junto a morfologías y técnicas en principio ajenas a la tradición (vajillas de mesa pero también menaje de cocina), se introducen nuevos alimentos y nuevas formas de cocinar, dudamos sin embargo de la existencia de una correlación automática entre éstas. Tampoco es descartable una reinterpretación de las formas de comensalidad, siguiendo las tendencias helenísticas (entendidas como panmediterráneas), pero de acuerdo a claves propias. Reformulando la pregunta en relación con el tema que nos ocupa: ¿el éxito de la vajilla “tipo Kuass” en un área determinada, en tanto en cuanto que se trata de una vajilla “helenística”, refleja también el grado de aceptación de las formas de cocinar y comer mediterráneas? Hemos dicho que no pensamos que se pueda hacer una ecuación sin más entre morfologías cerámicas-hábitos culinarios, pero sí podemos intentar sentar unas pautas generales sobre las distintas situaciones que pueden darse de acuerdo a la conjunción de al menos tres variables: tipos de alimentos, maneras de cocinar y formas de consumir.

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En general, se trata de una época (siglos III-I a. C.), en el que se aprecian cambios trascendentales en la base alimenticia y en las formas de preparación y consumo de los alimentos (García Fernández y García Vargas 2010, 115). Para conocer los alimentos consumidos en estos momentos, a la información literaria –aunque tardía–40 y a los resultados paleozoológicos y paleoambientales, hay que añadir el análisis de los repertorios materiales desde un punto de vista funcional, una línea de trabajo cada vez más desarrollada en los últimos años que nos permite aproximarnos a estos otros aspectos menos conocidos de la vida cotidiana, como la alimentación (Campanella 2003 y 2008). La llegada de alimentos foráneos –sobre todo vino extranjero– es un hecho si nos atenemos a la presencia cada vez mayor en el registro de envases centromediterráneos y griegos. Un elemento técnico que interviene de forma importante en el sabor y en la apariencia de los alimentos es la morfología de los recipientes utilizados para su elaboración. Variables como el material del que esté hecho el recipiente, su volumen, el grosor de sus paredes, el diámetro de su boca o la forma de su base se relacionan con tecnologías y métodos de cocción distintos y, por tanto, con la elaboración de comidas con sabores y presencias diferentes (Delgado 2008, 167). Tampoco gustos, olores, apariencias y texturas son los mismos si los alimentos se cocinan en un horno o en una olla colocada junto al fuego; o si se hace en recipientes abiertos o cerrados, o en una olla con un base redondeada o bien en otra con fondo grueso y plano. Cada morfología está relacionada con un método y un tiempo de cocción distintos y lo mismo se puede decir de la factura y características petrográficas (arcillas, desgrasantes) de las vasijas (Delgado 2008, 167). En este sentido, la introducción y el éxito de las nuevas formas de cocina helenísticas no estaría sino indicando la adopción de nuevas formas de cocinar los alimentos, ajenas en principio a las tradiciones locales41; y, por tanto, la presencia (y sobre todo, la proporción en la que aparecen) de tipos mediterráneos de ollas, cazuelas y morteros muestran hasta qué punto se asumen las nuevas formas de cocinar, que a su vez lo que están reflejando es una transformación de los “gustos”, en el sentido de los trabajos de Bourdieu (1988), desarrollados en nuestro país, entre otros, por Ana Delgado (2008 y 2010) y Enrique García Vargas (2008). Siguiendo esta línea argumental es más que probable que en principio fueran las comunidades mejor conectadas con este mundo mediterráneo, es decir las poblaciones urbanas costeras, Gadir entre ellas, las que más rápidamente adoptaran las novedades formales, estéticas y culturales provenientes del Mediterráneo, y las clases sociales más pudientes las que por emulación comenzaran a “comer a la moda”. La reproducción de estas morfologías por los talleres locales es la prueba definitiva de la aceptación de la innovación culinaria, mientras que su presencia masiva en los depósitos de la necrópolis vendría a indicar las diferencias de los alimentos y guisos consumidos durante los banquetes rituales en relación con la alimentación cotidiana42, o bien podrían revelar el

Estrabón nos habla de la riqueza agrícola de la Turdetania, de donde dice que se exportan cereales, aceite y vino, haciendo también alusión a la pesca y a la industria salazonera derivada. Aspectos que desarrollará Columela en su tratado, recogiendo también las referencias de otros autores como Plinio y la información púnica legada por Magón (García Fernández y García Vargas 2010, 117). 40

“Las cerámicas de cocina entre los ambientes púnicos presentan un servicio tipológico particular, muy distinto del de las comunidades indígenas en el caso hispánico, ya que se trata de servicios constitutivos de una formulación gastronómica propia de las comunidades púnicas” (Adroher 2008, 195). 41

En tanto en cuanto que los alimentos y las relaciones sociales articuladas en torno a las diferentes formas de comensalidad pueden ser considerados “espacios de representación social e ideológica que intervienen de forma decisiva y cotidiana en la construcción, contestación y negociación de las relaciones sociales y del poder” (Delgado 2010, 27). Desde esta óptica los grandes festines desarrollados en la necrópolis bien pudieran estar reflejando la articulación de las relaciones sociales de poder o dependencia, donde el anfitrión hace un alarde de “hospitalidad” para seguir manteniendo tanto su estatus particular como el discurso establecido (Sardá y Diloli 2009). 42

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diferente origen étnico de los participantes en estas ceremonias43, que en más de una ocasión hemos insinuado que pudieran tratarse, al menos en parte, de las poblaciones norteafricanas llegadas a Gadir con Amílcar. En ambientes domésticos su presencia mostraría los distintos grados de permeabilidad de las poblaciones locales a las nuevas modas en las actividades de mantenimiento cotidianas, el último (y definitivo) eslabón de la cadena. A nuestro juicio, la cerámica de cocina helenística44 se muestra, desde este punto de vista, como uno de los indicadores materiales que con mayor grado de fiabilidad determina la introducción, el grado de aceptación y los tiempos de las transformaciones culinarias y sus implicaciones culturales, sociales y económicas. 6.2. ¿Una nueva vajilla para una nueva forma de comer? Las transformaciones de los menajes de procesamiento y cocina no llegan solas, junto a ellas se introducen también cambios en los repertorios de mesa, en los recipientes en pastas comunes pero, sobre todo, en las vajillas barnizadas de formas, tratamientos y decoraciones altamente estandarizadas. Hasta qué punto estas innovaciones en los servicios de mesa implican nuevas formas de consumo o comensalidad son aspectos sobre los que es necesario ahondar. Como en el caso de la cerámica de cocina los centros urbanos costeros, más abiertos al Mediterráneo y a los gustos en boga, recepcionarían seguramente no sólo las formas sino también los conceptos implícitos. Pero si las ajustaron a sus pautas habituales de consumo o las adoptaron tal cual es una pregunta de difícil respuesta en el estado actual de la investigación. Podemos aventurar que las novedades formales (desaparición de unas formas y aparición de otras que las sustituyen, en los esquemas y tratamientos decorativos) responden en gran medida a la transformación de la alimentación, que conlleva la progresiva desaparición de las morfologías tradicionales más reproducidas hasta el momento, como el plato, ahora sustituidos por vasos de mayor profundidad como cuencos y escudillas y la aparición de una forma singular que gozará de un inusitado éxito a partir de estos momentos, el “plato de pescado” (Campanella y Niveau de Villedary 2005; Niveau de Villedary y Campanella 2006). La forma surge en época helenística como resultado de la convergencia de tradiciones alfareras griegas y fenicias a consecuencia del cambio experimentado en la dieta cotidiana en este momento, caracterizado por el incremento de la ingesta de alimentos sólidos, del consumo de proteínas animales (en particular, las del pescado) y el acompañamiento del plato principal con salsas y guarniciones varias. Este último hecho queda reflejado en el registro material por el espectacular aumento de pequeñas formas vasculares de cuencos o platitos, que contendrían todas estas especias, aderezos y salsas; en definitiva, como refleja la literatura (Aten., Deipn., 4.131F-132B), se asiste a una nueva forma de entender la alimentación cotidiana, más completa y diversificada. Otra cuestión es el grado de aceptación de estas vajillas y sus usos por parte de comunidades más alejadas geográfica (y culturalmente) de los principales centros receptores, aunque el avance de la investigación ha puesto de relieve para estos momentos lo que se ha considerado una “gaditanización” (entendida por “helenización”, es decir, “Mediterranización” vía Gadir) del Valle del Guadalquivir (García Fernández y García Vargas 2010, 130) y el Algarve (Sousa y Arruda 2010).

Puesto que la cerámica de cocina no es sino el reflejo material de las distintas maneras de cocinar, y éstas marcadores culturales de hábitos cotidianos que sí es posible valorar como indicadores étnicos válidos (Delgado 2010). 43

Analizada contextualmente, en todos los ambientes en los que aparezca, en relación con el resto de recipientes funcionalmente similares y teniendo en cuanta la relación porcentual entre ambos conjuntos. 44

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Como vemos, un tema demasiado complejo que escapa al objetivo del trabajo y que tratan otros colegas en esta misma monografía. 6.3. Configuración de los servicios: el “servicio” individual para el consumo cotidiano y los “servicios rituales” amplios. La otra cara de la moneda vendría dada por la acomodación de la nueva vajilla a los usos y formas de comensalidad preexistentes, e incluso a los “gustos” locales, de manera que terminan apareciendo formas mixtas que aúnan ambas tradiciones, como las lucernas de la Forma “Kuass” XVI, que adaptan formas helenísticas desfasadas, pero que estéticamente están mas cercanas a las lámparas abiertas de tradición semita presentes en la zona desde época arcaica. En este doble sentido habría que entender la configuración de los dos servicios característicos en cerámica “tipo Kuass”. Durante el estudio pormenorizado de los ejemplares procedente del Castillo de Doña Blanca para nuestra Tesis doctoral nos dimos cuenta de la desigual representación de las formas consideradas (Gráf. 1), sobresaliendo dos por encima de todas las demás: los platos de pescado (Forma “Kuass” II) y los cuencos globulares más simples de Tipo “Kuass” IX-A45. Seguidos, a cierta distancia, por las copas para beber (copas de la Forma “Kuass” VIII y bolsales de la Forma “Kuass” VII) y las lucernas abiertas de la Forma “Kuass” XVI.

Gráfico 1. Representación de las 17 formas contempladas en nuestra Tesis doctoral a partir de los materiales procedentes del Castillo de Doña Blanca y Las Cumbres (Niveau de Villedary 2003a, 147, gráfico 2).

Aunque en un principio se incluyeron todos los ejemplares de cuencos de borde reentrante dentro de una misma forma (Forma “Kuass” IX), aunque diferenciados en tres tipos, con el paso del tiempo nos hemos percatado de que el comportamiento de cada uno de estos tipos es particular, apareciendo en contextos diferenciados y que, por tanto, deben tratarse por separado, aunque en la tipología los sigamos englobando dentro de la misma forma general, de ahí que en el gráfico anterior no se hayan diferenciado. No obstante, puntualizamos que entre los materiales analizados en ese trabajo, el Tipo “Kuass” IX-A era abrumadoramente superior (607 ejemplares, 85%) a los otros dos (85 ejemplares del Tipo “Kuass” IX-B, que suponen el 12% del total, y 18 cuencos/ Tipo “Kuass” IX-C, tan sólo el 3%) (Niveau de Villedary 2001a, 818, gráf. 52). 45

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El resto de las formas aparecía en un porcentaje que en algunos casos resultaba prácticamente testimonial, aunque se trataba de morfologías fijadas en la clasificación, bien caracterizadas como pudimos comprobar al estudiar las cerámicas “tipo Kuass” amortizadas en los depósitos rituales de la necrópolis de Cádiz, donde si bien se repetían las formas contempladas en la propuesta tipológica, aparecían en un porcentaje diferente. Esta pauta se repetía en el resto de contextos que ha sido posible revisar, de manera que llegamos a la conclusión de que la vajilla “tipo Kuass”, a pesar de su generalización, nunca dejó de considerarse una vajilla de “lujo” o “semi-lujo”, configurándose dos servicios diferenciados formados cada uno por una serie de vasos concretos, que aparecen en proporciones desiguales, con características morfotecnológicas particulares y usos también diversos. Si nos detenemos por un momento en la funcionalidad y uso de las formas características de cada uno de estos servicios considerados, resulta evidente que el ritual, que hemos definido como “amplio” (Fig. 5B), estaría compuesto, por una parte, por un menaje propiamente litúrgico de carácter suntuario: fíalas, pateras y jarras utilizadas en las libaciones, lucernas para las ofrendas y ceremonias que requieren de luz, gutti y diversos tipos de ungüentarios que contenían los perfumes y aceites necesarios para la liturgia; y, por otra, con formas usuales del servicio de mesa, platos, copas, pequeños recipientes auxiliares que se utilizarían como tales, pero en el marco de banquetes funerarios de diversa índole y calado, con las connotaciones que ello implica. En nuestra opinión, la vajilla “tipo Kuass” en sus orígenes se utilizaría sobre todo para estas ceremonias y en estos ambientes para con el tiempo y debido a su progresivo éxito, saltar a otros contextos, definiéndose entonces un servicio cotidiano (Fig. 5A), el compuesto por el tándem plato de pescado/cuenco globular, a veces completado con vasos para beber y frecuentemente acompañado de lucernas, conjunto que se repite en la práctica totalidad de los yacimientos que han proporcionado cerámicas “tipo Kuass”. Las dimensiones de los recipientes y la presencia de marcas sobre ellos nos han llevado también a sostener que se trata de un servicio de consumo individual, de relativo “lujo” tanto como para que su poseedor lo marque. Es este servicio habitual el que alcanzó un inusitado éxito y se distribuye a todas las zonas geográficas cercanas, generalizándose su presencia y terminando por “popularizar” la producción barnizada helenística púnico-gaditana en todos los contextos de consumo, como demuestra su presencia, bien documentada, en ambientes rurales (Cerro Naranja) e industriales (factoría de salazón de Puerto 19), incluso en los situados más al interior (García Vargas y García Fernández 2009, 156 y 159). De forma paralela el servicio ritual se fosilizó, perdurando los perfiles clásicos, de morfologías muy cercanas a las áticas, con detalles arcaicos y decoraciones cuidadas (Niveau de Villedary 2011a, 258-259). La escasa variabilidad dentro de formas y decoraciones se explicaría por la fabricación en serie de lotes para ser utilizados en las ceremonias funerarias y religiosas46. Una producción ininterrumpida por la necesidad continua de reemplazar las piezas inutilizadas tras su uso como prescribe la norma. La abundancia de vasos “tipo Kuass” en los depósitos sugiere la posibilidad de una relativa “democratización” en su uso, que podría no estar limitado a unos pocos, haciéndose extensible a la totalidad (o a buena pate) de los participantes en los festines, aunque este particular deberá ser contrastado mediante el estudio comparativo estadístico de la presencia de formas en cerámicas comunes que cubran el mismo espectro funcional que las barnizadas. En este caso, el uso de la vajilla

Aunque menos definidas hasta el momento, tenemos constancia de la presencia y uso de cerámicas “tipo Kuass” en pequeños lugares de culto de la necrópolis (Niveau de Villedary y Córdoba 2003, 134-135, figs. 8-9), así como en los santuarios cercanos de la Algaida (Niveau de Villedary 2003a, 222-224) y Cueva de Gorham (Niveau de Villedary 2003a, 228-229). 46

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“tipo Kuass” se convierte, por el contrario, en un signo de distinción social, circunscribiéndose a los estamentos privilegiados, a aquellos que se lo puedan, no sólo costear, sino también procurar. Desde esta óptica, resulta revelador el posible banquete cívico que precedió al abandono del poblado de Las Cumbres (Niveau de Villedary 2008c, 111-112). Aunque en un contexto de habitación, se trataría de una actividad “extraordinaria” de tales dimensiones que los restos generados terminan por colapsar las habitaciones donde se depositan. La organización de las estancias y el repertorio vascular procedente de ellas, salvo los conjuntos industriales descritos supra, están indicando contextos habitacionales en los que se desarrollan actividades de tipo doméstico. Sin embargo, las evidencias procedentes del conjunto formado por las habitaciones XI, XII, XIII y XVIII, hablan en otro sentido. En realidad, se trata de una estancia que podemos definir como “singular”. En primer lugar porque aunque las habitaciones que la forman se encuentran comunicadas entre ellas, no presentan ningún vano abierto al exterior, ni a la calle, ni a las habitaciones colindantes, por lo que hemos de inferir que o bien se accedía a ella por el techo o bien los accesos fueron cegados en determinado momento. En segundo lugar, porque en una de las esquinas de la habitación XI, que apareció colmatada por completo con material cerámico y restos orgánicos –huesos de animales y malacofauna–, se excavó una fosa con ocho niveles de relleno, un metro de diámetro y casi dos metros de profundidad; mientras que los niveles inferiores aparecen limpios de material, los superiores están colmatados por restos fragmentados y amontonados, al igual que el resto de la estancia. Esta estructura, que en un principio se consideró un basurero (Niveau de Villedary y Ruiz Mata 2000, 895), en realidad debe interpretarse como un espacio donde tiene lugar algún tipo de ritual y posiblemente nos hallemos ante el santuario del poblado. El hecho es que en determinado momento y sin que sepamos las causas se decide abandonar el yacimiento, lo que se lleva a cabo mediante una serie de ceremonias que culminan con un gran banquete que en el registro se evidencia por la presencia de un volumen ingente de materiales cerámicos, fracturados e inutilizados después de su uso que ciegan por completo las habitaciones mencionadas. El material cerámico además de muy numeroso y variado es, generalmente, selecto. En estas habitaciones se hallan la mayor parte de las importaciones recuperadas en el yacimiento, así como las formas más cuidadas, destacando los vasos destinados a la bebida –cuencos y copas en todas sus variantes técnicas y formales, entre ellos todo el repertorio “tipo Kuass” perteneciente al servicio ritual– y algunos elementos de carácter litúrgico como “pebeteros en forma de cabeza femenina”. Respecto a los restos óseos, éstos pertenecen, a lo sumo, a uno o dos individuos, seguramente bóvidos, y algún otro animal de menor envergadura. De acuerdo a otros paralelos –por ejemplo, los niveles de amortización de Cancho Roano o el castro de Capote– podríamos encontrarnos ante un ritual de abandono del yacimiento en el que se incluyen sacrificios, se come y se bebe y, en definitiva, tiene lugar todo un ritual comensal en el que la vajilla helenística púnico-gaditana, tiene un protagonismo destacable. 6.4. Recapitulación y conclusiones. ¿Comiendo a la moda? Llegados a este punto ¿puede afirmarse que la creación, desarrollo y éxito de la vajilla “tipo Kuass” es el reflejo material de un “comer a la moda” mediterránea/helenística? Pues sí y no. Sí porque no cabe duda que el Círculo del Estrecho, con Gadir a la cabeza, participó activamente de todas estas “modas” culturales mediterráneas, que debieron agudizarse de forma exponencial al progresivo peso de Cartago en Iberia, pero que comenzarían mucho antes dado el papel activo de Gadir en las redes comerciales de la época, como también queda reflejado en el repertorio material. Y no porque ya hemos argumentado que la introducción de modas estéticas y formales y la adopción de nuevos

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hábitos alimenticios, aunque coinciden cronológicamente, no deben relacionarse automáticamente. Con toda certeza se trataría de una relación más compleja y no es posible aceptar sin más la ecuación nuevas formas/nuevos alimentos/nuevas formas de cocinar y muchísimo menos nuevas formas de comensalidad, entendida como las relaciones sociales articuladas en torno al consumo de comida (y bebida), más allá del simple gesto biológico de alimentarse. Dando por sentado que todas estas tendencias mediterráneas llegan al Extremo-occidente hay que plantearse en qué grado calaron y fueron aceptadas por las comunidades locales, y las diferentes respuestas de éstas a los influjos foráneos. Tanto los cambios estilísticos, la adopción de una moda formal-tecnológica para la vajila de consumo como la introducción de nuevos alimentos, de preparaciones culinarias innovadoras y sobre todo de determinada forma de consumir no serían aceptadas de igual manera en todos los ámbitos, ni geográficos ni sociales. Los alimentos debieron adaptarse al gusto local tradicional, condicionado en buena parte por la propia disponibilidad y capacidad de producción de los mismos en el caso de los productos perecederos o por las posibilidades de obtención vía comercial en el caso de aquellos de vida más larga (incluidas las especias), aquí entraría en juego la capacidad económica de cada uno de los sectores sociales. Por lo tanto proponemos la existencia de varios niveles de introducción de los nuevos gustos mediterráneos47. Uno elitista, sólo al alcance de unos pocos, más patente cuanto más cerca de los puertos receptores, que coinciden –no por casualidad– con los centros productores de vajillas (y de otros recipientes de influencias externas, no olvidemos la cerámica de cocina). De hecho, la fabricación de cerámicas “tipo Kuass”, en tanto que la puesta en marcha de una producción de vajilla helenística local, surge en torno a una ciudad dinámica y comercial como es Cádiz. En esta zona nuclear es abundante la presencia de elementos distintivos, como un menaje exclusivo para la bebida (diferenciado por factores morfológicos, tecnológicos y decorativos), la variedad de formas o la profusión de recipientes de tamaño muy reducido relacionados con la presentación de especias o condimentos en la mesa. Se trata, en cualquier caso, de unas prácticas comensales de alcance restringido, limitado bien a los estratos sociales más pudientes o a un uso excepcional en banquetes religiosos, funerarios o cívicos, como hemos tenido ocasión de comprobar. En este caso es factible suponer una mayor adecuación del uso de la vajilla helenística a los hábitos y costumbres mediterráneas en boga en relación al consumo, aunque no creemos que sea ni exclusiva ni excluyente. Un segundo nivel de aceptación de la vajilla vendría dado por la generalización del uso de la misma que llega a otros contextos y a un mayor sector de la población. La “popularización” de la vajilla helenística termina por crear un servicio de consumo básico de “semi-lujo”, representado por el plato de pescado y el cuenco multifunción (para beber y comer alimentos sólidos o semisólidos), adaptables, no obstante, tanto a los nuevos hábitos culinarios como a los tradicionales. En este caso hemos de entender que la moda será más “estética” que conceptual, sin depreciar la progresiva asimilación por parte de todos los sectores sociales y de las comunidades periféricas o interiores, bien ejemplificada en el rotundo éxito de una forma como el plato de pescado que aúna tanto las tradiciones y las innovaciones formales y estéticas como las relacionadas con el consumo.

A similares conclusiones llega García Vargas al analizar la introducción y aceptación de las salazones de pescado. Una mercancía que en principio es de lujo, destinada a un sector minoritario de la población, que ante el éxito termina por popularizarse con productos de menos calidad pero que llegan a todos los estamentos sociales (García Vargas 2008). 47

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Agradecimientos No quisiera terminar sin agradecer a todos aquellos amigos y colegas que han contribuido de diversas maneras con su apoyo, discusiones, aportes bibliográficos (muchos de ellos aún en prensa) e incluso con su aliento, a que este trabajo llegue a buen puerto, lo que no siempre me pareció posible. En particular, a los editores del volumen Francisco José García Fernández y Enrique García Vargas, reitero mi gratitud por su invitación a participar en esta monografía, que me ha exigido “poner al día” el argumento de la que fue mi Tesis doctoral. Al primero, además, le agradezco su paciencia y comprensión y su permanente disponibilidad al otro lado de la pantalla a la hora de solventar las dudas que periódicamente me han asaltado en la elaboración del mismo. A Antonio Sáez le doy las gracias por los enriquecedores debates que hemos sostenido antes y durante la elaboración del trabajo y por obligarme a dar vueltas de tuerca continuamente, no dejando que olvide que la investigación es un continuo avanzar. A Violeta Moreno y Elisa de Sousa, que tan brillantemente han recogido el testigo del estudio de las cerámicas “tipo Kuass” y de quiénes aprendo todos los días, agradezco que sus trabajos me hayan obligado a mantenerme al día y a reciclarme en un tema que, lejos de estar cerrado, se muestra en continua revisión. A Andrés M. Adroher le doy las gracias por su apoyo en las horas bajas y por ser un continuo referente en mi trabajo. 7. Bibliografía A. M. Adroher Auroux, Las cerámicas de tradición púnica (siglos III-I a.C.), en: D. Bernal; A. Ribera (eds.), Cerámicas hispanorromanas. Un estado de la cuestión, Cádiz 2008, 189-200. A. M. Adroher Auroux; A. López Marcos, Las cerámicas de barniz negro. I. Cerámicas áticas y protocampanienses, Florentia Iliberritana 6, 1995, 11-53. A. M. Adroher Auroux; A. López Marcos, Las cerámicas de barniz negro. II. Cerámicas áticas y protocampanienses, Florentia Iliberritana 7, 1996, 11-37. C. Alfaro Asins, Observaciones sobre producción y circulación del numerario de Gadir, en: M. E. Aubet; M. Barthélemy (eds.), Actas del IV Congreso Internacional de Estudios Fenicios y Púnicos, vol. I, Cádiz 2000, 427-431. C. Alfaro Asins; C. Marcos Alonso, Tesorillo de monedas cartaginesa hallado en la Torre de Doña Blanca (Puerto de Santa María, Cádiz), Archivo Español de Arqueología 67, 1994, 229-244. C. Alfaro Asins; C. Marcos Alonso, Avance sobre la circulación monetaria en la Torre de Doña Blanca (Puerto de Santa María, Cádiz), en: Actas del II Congreso Internacional el Estrecho de Gibraltar, vol. II, Madrid 1995, 391-402. X. Aquilué; J. García; J. Guitart (coord.), Actas de la Taula Rodona: La ceràmica de vernís negre dels segles II i I a.C: Centres productors mediterranis i comercialització a la Península Ibèrica, Mataró 2000. C. Aranegui Gascó (ed.), Lixus. Colonia fenicia y ciudad púnico-mauritana. Anotaciones sobre su ocupación medieval (Sagvntvm Extra 4), Valencia 2001. C. Aranegui Gascó (ed.), Lixus-2. Ladera Sur.Excavaciones arqueológicas marroco-españolas en la colonia fenicia. Campañas 2000-2003 (Sagvntvm Extra 6), Valencia 2005. A. M. Arruda; E. De Sousa; C. Pereira; P. Lourenço, Monte Molião: um sítio púnico-gaditano no Algarve (Portugal), Conimbriga 50, 2011, 5-32. M. Beltrán Lloris, Guía de la cerámica romana, Zaragoza 1990. D. Bernal Casasola; A. Sáez Romero, Saladeros y alfares en Gadir. La perspectiva productiva de las ciudades fenicio-púnicas del Extremo Occidente, en: J.L. López Castro (ed.), Las ciudades fenicio-púnicas en el Mediterráneo Occidental, Almería 2007, 315-368.

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Figura 1. Esquema comparativo entre la vajilla ática de barniz negro (1) y la vajilla helenística de “tipo Kuass” (2). Formas y funciones. Según Niveau de Villedary 2003a, figs. 51 y 52.

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Figura 1. (continuación)Esquema comparativo entre la vajilla ática de barniz negro (1) y la vajilla helenística de “tipo Kuass” (2). Formas y funciones. Según Niveau de Villedary 2003a, figs. 51 y 52.

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19 Figura 2. Tipología de la cerámica “tipo Kuass”. I. Servicio de mesa: Platos. Forma “Kuass” I (1-2). Forma “Kuass” II (3-5). Forma “Kuass” III (6-11). Forma “Kuass” IV (12). Forma “Kuass” V (1316). Forma “Kuass” VI (17). Formas tardías derivadas de la campaniense A: Lamb. 6 (18). Lamb. 55 (19). Modificado a partir de Niveau de Villedary 2008a; Niveau de Villedary y Sáez e.p.

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Figura 3. Tipología de la cerámica “tipo Kuass”. II. Servicio de mesa: Vasos, cuencos y copas. Forma “Kuass” VII (1-5). Forma “Kuass” VIII (6-12). Tipo “Kuass” IX-A (12-13). Tipo “Kuass” IX-B (14-16). Tipo “Kuass” IX-C (17-18). Modificado a partir de Niveau de Villedary 2008a; Niveau de Villedary y Sáez e.p.

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25 Figura 3. Continuación. Tipología de la cerámica “tipo Kuass”. II. Servicio de mesa: Vasos, cuencos y copas. Forma “Kuass” X (19-23). Formas tardías derivadas de la campaniense A: Lamb. 31/33 (24-25). Modificado a partir de Niveau de Villedary 2008a; Niveau de Villedary y Sáez e.p.

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Figura 4. Tipología de la cerámica “tipo Kuass”. III. Formas suntuarias. Forma “Kuass” XI (1-2). Forma “Kuass” XII (3). Forma “Kuass” XIII (4-5). Modificado a partir de Niveau de Villedary 2004a y 2008a; Niveau de Villedary y Sáez e.p.

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Figura 4. Continuación. Tipología de la cerámica “tipo Kuass”. III. Formas suntuarias. Forma “Kuass” XIV (6). Tipo “Kuass” XV-A (7). Tipo “Kuass” XV-B (9). Tipo “Kuass” XV-C (10). Tipo “Kuass” XV-D (11). Formas cerradas indeterminadas “Kuass” XV (8). Forma “Kuass” XVI (12). Forma “Kuass” XVII (13-14). Forma “Kuass” XVIII (15-18). Forma “Kuass” XIX (19). Modificado a partir de Niveau de Villedary 2004a y 2008a; Niveau de Villedary y Sáez e.p.

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A 4 Figura 5. A. Servicio mínimo individual de mesa. Plato de pescado (1). Cuenco multifuncional (2). Copa (3). Lucerna (4).

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Figura 5. Continuación. B. Menaje ritual. Fíala (5). Plato de pescado–servicio de mesa/¿patera de libaciones?– (6). Vasos para beber: bolsal (8), copas de borde vuelto/¿patera para libaciones? (10-12), cuenco ancho de borde reentrante/¿patera para libaciones? (14). Menaje ritual. Enocóe (15). Lécito (16), Guttus askos type (17). Lucerna (18). Guttus (19). Modificado a partir de Niveau de Villedary 2008a; Niveau de Villedary y Sáez e.p.

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