El exilio español. Un camino sin retorno

June 30, 2017 | Autor: Garofalo Sonia | Categoría: Historia Oral
Share Embed


Descripción




- 15 -




UN CAMINO SIN RETORNO. EL EXILIO ESPAÑOL

SONIA GARÓFALO

SEMINARIO DE ESCRITURA DE MONOGRAFIAS Y TRABAJOS DE INVESTIGACIÓN

UNIVERSIDAD DE NACIONAL DE QUILMES

JULIO DE 2015






















UN CAMINO SIN RETORNO
El exilio Español


INDICE


Introducción 2

Capítulo 1. La Guerra 3

Capítulo 2. La Posguerra y el Franquismo 7

Capítulo 3. El exilio 10

Conclusiones 13

Bibliografía














INTRODUCCIÓN

La crisis española tuvo lugar en el contexto del siglo XX caracterizado por Lenin como "el siglo de la guerra y la revolución", siendo la revolución de España en 1936 la última revolución obrera y campesina entre las dos guerras mundiales. No me refiero al golpe de estado fascista, sino a la revolución social encarnada en el intento de instalar una República que diera respuesta a la grave situación social y económica que atravesaba el país.
Se puede decir también que los años de la II República se desarrollaron en un contexto muy particular de la crisis económica mundial iniciada en 1929 y también es importante señalar que en España se daba un régimen de democracia parlamentaria que parecía estar agonizando en toda Europa.
La guerra civil española fue el preludio y finalmente el ensayo general de la segunda guerra mundial.
Había ocho millones de pobres en la España de 1930, el gobierno de la República, "reformista" intentaba dar respuesta a esta situación, tocando privilegios a la oligarquía latifundista.
Ahora bien, este puñado de grandes propietarios que dominaba la tierra de España había sabido preservar, a lo largo de los siglos, lo esencial de sus privilegios y de su fortuna en detrimento de la masa campesina. No querían perderlos en la República. Contaron para esto, con los dos instrumentos esenciales para preservar su dominación: la Iglesia y el Ejército, una y otro de un tipo único en la Europa de los años treinta.
Es así que estos sectores, bajo el nombre de "unión de las fuerzas antirrevolucionarias", se unen bajo el lema "Religión, patria, orden, familia y propiedad".-
El levantamiento militar de la noche del 17 al 18 de Julio tenía como objetivo el derrocamiento del gobierno y con él, el régimen republicano. Pero su verdadero objetivo era aplastar el movimiento obrero y campesino, "regenerar" a España y exorcizar definitivamente el espectro de la revolución. De hecho, el golpe contrarrevolucionario va precisamente a liberar a los obreros y campesinos de las vacilaciones y de las divisiones de sus partidos y sindicatos y a desencadenar esta revolución que precisamente buscaban prevenir los hombres de la República reformista. Algunos días después se enfrentaban dos Españas, la "nacionalista" y la "republicana" (Brové, 1996).-

Como en cualquier cuadro histórico de cualquier nación, el ángulo oscuro del pasado de España está poblado de perdedores y exiliados. El propósito de este trabajo es rescatar la memoria de otros personajes que han quedado condenados al silencio del vencido, pero que han podido derribar esos muros impuestos por la historia, trascendiendo las ansias de libertad e igualdad donde quiera que hayan ido.
Los niños han sido un grupo poco escuchado por la sociedad y que en nuestra opinión merecen la pena ser reconocidos a través de sus testimonios personales, desafiando al olvido y dando voz a los anónimos sobrevivientes de la Guerra Civil Española. Mi trabajo se centrará en la entrevista a Isabel Robles, una anciana de ochenta y cinco años, que fue niña en esos tiempos y que junto a su familia, luego de haber vivido ocho años de posguerra, emprende el exilio, primero a Francia, y por último a la Argentina. Fue nuestra intención dar cuenta, a través de este único relato, y en cada uno de los tres capítulos de esta monografía, de las huellas tan profundas que deja la guerra en los niños, la precoz pérdida de la infancia y la lucha por sobrevivir que se extenderá a lo largo de toda la vida, aún en tiempos de paz.
Es importante aclarar a los fines de esta investigación y por la cercanía del vínculo, que Isabel es mi madre. La entrevista fue realizada por mí en su casa. El resto de los encuentros para completar el relato de su historia como historia de vida estarán a cargo de la investigadora Dra. María Bjerg.

CAPITULO 1

LA GUERRA

"Antes de la guerra tengo recuerdos, pero los tengo muy fuertes a partir del día de la guerra. Son recuerdos de una familia normal, humilde, vivíamos a dos cuadras de mis abuelos paternos, adoraba a mi abuela, jugábamos con ella, la pasábamos muy bien, hasta que vino la guerra. El día de la guerra, sí, me acuerdo el día que estalló la guerra" (Robles, 2015).
Isabel nace el seis de enero de 1931, en la Colonia Teixonera, un barrio de migrantes, provenientes de otras regiones de España, ubicado en las zonas altas de Barcelona.
Hija de Luis Robles, un obrero de la construcción y de Enriqueta Millán, hija mayor de una familia comerciante de Barcelona.
El 18 de julio de 1936, el Gral. Francisco Franco al mando de una parte del ejército, intenta un golpe de estado contra el gobierno de la Segunda República Española, inmediatamente las fuerzas leales y miles de ciudadanos dieron respuesta en defensa del gobierno, comenzando así una sangrienta guerra civil que se prolongaría por casi tres años.
Catalunya, no es cualquier lugar, dirá el periódico La Vanguardia. "Catalunya de las nobles rebeldías, la que se ilusionó con todas las causas bellas y generosas, la que se abrió con fervores de enamorada, a todas las corrientes del pensamiento universal" (La Vanguardia, Barcelona, 1938). La familia de Isabel está inmersa en esta Catalunya contestataria y revolucionaria.
Esa niña de cinco años, recuerda ese día con una asombrosa claridad:
Era un domingo, mi mamá había matado un pollo, habíamos juntado las plumas, y fuimos con mi hermana Juana a tirarlas a un lugar como a las afueras del pueblo; regresábamos jugando las dos y recuerdo perfectamente que entramos a mi casa que tenía dos entradas, entramos por la parte de abajo. Y nos quedamos sorprendidas porque estaban mis abuelos paternos, cosa que un domingo a la mañana no era habitual, estaban a los gritos, y mi abuela materna lloraba y gritaba y mi mamá también; mi abuelo hablaba con papá que había estallado la guerra. Estaba la radio puesta y en catalán referían que había estallado la guerra (Robles, 2015)

Isabel recuerda exactamente las palabras de la radio: "Ciudadanos, ciudadanos, ha estallado la guerra": "Y recuerdo que las mujeres lloraban y mi papá y mi abuelo se abrazaron, y mi abuela dijo: Bueno, hijos a luchar" (Robles, 2015).
El fallido golpe de Estado planteado por algunos militares contra la República había dejado libre de cualquier control a las organizaciones obreras. La revolución se expandió en aquellos núcleos poblacionales donde el alzamiento había fracasado o no se había producido. En todos esos sitios se crearon comités de control formalmente constituidos por los partidarios del Frente Popular junto a los anarquistas. El padre de Isabel era miembro de la Federación Anarquista Ibérica dentro de la Confederación Nacional del Trabajo, y estuvo esos primeros días participando activamente desde las milicias en la defensa de Barcelona.
La guerra había comenzado; los pueblos se quedaron sin hombre jóvenes, las mujeres con los niños quedaron en ciudades sitiadas, sin comida, sin asistencia. Cada día era una batalla que dar para poder comer. En la entrevista a Isabel, es llamativo la forma en que destaca constantemente la solidaridad de los vecinos: "De los vecinos un recuerdo
maravilloso, porque eran la solidaridad total. Ahí el que tenía algo para comer repartía con los que no tenían. Primero eran los niños y luego los adultos" (Robles, 2015)
La República, que contaba con los mayores centros urbanos de la España de 1936 --lo que suponía la mayor población en números absolutos--, tenía una ventaja inicial en la fabricación de textiles y en productos manufacturados, controlaba la producción de cítricos y la mayor parte de la producción de aceite de oliva y hasta un 60% de los viñedos españoles. Pero, para alimentar tanto a los combatientes republicanos como a la numerosa población civil de la retaguardia faltaban trigo, huevos, leche, carne, patatas y azúcar, entre otros muchos productos básicos, que por el contrario abundaban en la zona dominada por los militares rebeldes, dueños de las grandes extensiones cerealeras castellanas y de la mayor parte del ganado vacuno y de cerdos; gracias a lo cual pudieron alimentar con relativa facilidad a sus ejércitos y a su retaguardia durante los tres años de guerra, mientras el hambre iba enseñoreándose de las ciudades republicanas y muy especialmente de Madrid y Barcelona.
La guerra fue empeorando la situación de la población civil; ya no tuvieron nada para comer, de vez en cuando les daban un ticket para el pan, que tenían que retirar cruzando la montaña y luego a campo traviesa, con el terror a ser ametrallados por los aviones que de forma constante sobrevolaban la zona:

Íbamos corriendo a ratitos y mirando el cielo, y corriendo a ratitos y mirando el cielo, éramos los niños los que íbamos a buscar el pan, mi hermana y yo con mis primos, los cuatro. Hacíamos la fila y nos daban un chusco, que era un pan amarillo de harina de maíz, espantoso, pero teníamos que hacer lo imposible para no comerlo por el camino y así poder repartirlo en la casa, porque nos moríamos de hambre (Robles, 2015).

La escuela funcionaba muy cerca del cañón antiaéreo, con lo cual era imposible poder asistir, el abuelo de Isabel, que había sido maestro, consiguió unos pupitres y comenzó a darles clases a todos los nietos. (Ilustración 1)

Así empezamos a leer todos, nos hacía leer en voz alta y todas la noche con mi abuela materna nos sentábamos alrededor de la mesa con los libros que mi papá iba consiguiendo y leíamos un párrafo cada nieto dentro de lo que podíamos, tenía seis años. Todos leíamos, cada noche teníamos un capítulo para leer cada nieto. Esto lo recuerdo con mucho gusto, era maravilloso" (Robles, 2015).

Ilustración 1Isabel en la escuela improvisada por su abuelo

Entre el hambre, el miedo, la muerte, las bombas incendiarias y los juegos, se fue acercando el final de la guerra. A Luis, el padre de Isabel, lo habían nombrado comisario de guerra del ejército del Ebro y cada vez le era más difícil poder llegar a Barcelona y más aún hacerles llegar comida. Es así que un día ya cercano a la caída de Barcelona los vino a buscar para llevarlos a un pueblo de Aragón, muy cerca del frente de batalla. Allí estuvieron alojados en una casa que se utilizaba para el descanso de los soldados, comida no faltaba y amparo tampoco. A los pocos días llegó Antonia, hermana de Luis y tía de Isabel, que era enfermera del frente. Trajo consigo a José, abuelo de Isabel, para que pudiese comer.
Isabel que recuerda como si lo estuviese viviendo otra vez lo relata así:
Veíamos los aviones como venían, nos escondíamos y veíamos cómo bajaban las bombas que tiraban a lo que era el frente, eran los fascistas, oíamos el silbido, el ruido y la explosión y eso se fue acercando, acercando, acercando y empezó la retirada. Pero mi papá no pudo venir. Él estaba en el frente, no pudo venir a buscarnos.
Entonces camiones y camiones comenzaron a llevarse a la gente y mi tía Antonia y mi abuelo subieron a un camión descubierto con la parte de atrás baja, sentados ahí... y... Y por esa calle empedrada, ellos se iban, y nosotros corríamos, mi hermana y yo atrás como locas. "No nos dejen, no nos dejen". Mi abuelo se fue (Robles, 2015).

Quedaron casi solos en el pueblo, era imposible permanecer ahí; El padre de Isabel desde el frente envió a un soldado que estaba a su cargo a buscarlos.

Me acuerdo de su rostro como si fuera hoy. Pobre, había viajado tantas horas tenía los ojos rojos. Quería levantarnos y llevarnos rápidamente. Pero el coche dejó de funcionar. Pasaron como tres o cuatro días y ya teníamos el Frente encima hasta, que al final lo pudo poner en marcha, con una manija.

Se fueron de noche esquivando los bombardeos, casi toda la región estaba en manos fascistas; tomaron una ruta que tenía una niebla muy densa. Cuenta Isabel: "De repente el chofer dijo: No veo nada, voy a parar. Y paró, y bajó y adelante tenía un muro, era el muro de un cementerio. Si seguíamos nos estrellábamos contra el muro, tenía terror, pero me lo aguantaba". (Robles, 2015). 
Esperaron un poco y tomaron otro camino. Por cada pueblo que pasaban las luces eran azules, en las casas, en las calles, luces que no podían ser vistas por los aviones.
Finalmente llegaron a Barcelona: "Recuerdo la entrada de Barcelona, por la avenida República Argentina, amplia, hermosa pero con las luces azuladas, todo era tan triste, tan triste (…) creo que ya tenía ocho años". (Robles, 2015) 
El 26 de enero de 1939, las tropas nacionales comandadas por el general Yagüe entraron en la ciudad de Barcelona. De esta forma, la ciudad dejaba atrás casi tres años de dura guerra civil.
Tras vencer en la decisiva batalla del Ebro, el general Franco comenzó su campaña para conquistar Catalunya en diciembre de 1938. El avance de las tropas nacionales, ayudadas por fuerzas italianas, fue rápida ante los pocos efectivos republicanos. El 14 de enero, las tropas franquistas conquistaban Tarragona y el 24 del mismo mes alcanzaron el río Llobregat, ya muy cerca del objetivo: la capital catalana. En esos momentos, Barcelona ya era una ciudad dominada por el pánico con miles de refugiados republicanos que buscaban la mejor forma de huir hacia Francia. Aunque el partido comunista intentó organizar una fuerte resistencia, todo fue en balde y las tropas nacionales entraron en la ciudad la mañana del 26. (Fierro, 1939).

"La radio decía que los moros del caudillo estaban entrando a Barcelona, los vimos bajar por la montaña, junto a los tanques, estábamos aterrados, pensábamos que nos iban a matar". Así lo relata Isabel, con la voz entrecortada, con la mirada en la distancia, como si no hubiesen pasado setenta y seis años.

CAPITULO 2.

LA POSGUERRA Y EL FRANQUISMO

Una guerra civil jamás termina el día que se firma la rendición. Después de 1939, los españoles vivieron la aplicación a lo largo de treinta y seis años de la victoria del régimen franquista. Tras la caída de Madrid, se fueron sucediendo los años de tiranía y orden impuesto, pero no paz, orden que se consiguió a fuerza de muros, rejas, fusilamientos. Fue dramática la posguerra: hombres derrotados, miles de exiliados que tuvieron que adaptarse a los países de acogida, para muchos la Francia ocupada de Vichy, se transformó en una prisión; los que se quedaron, no corrieron mejor suerte. Los vencedores quisieron limpiar a España de elementos sediciosos; millones de personas se vieron obligadas a cambiar su comportamiento y su vida de acuerdo con las exigencias sociales y políticas del nuevo Estado. Fueron tiempos de penurias, humillaciones, miedo y todavía más presente, el fantasma del hambre.
En esta nueva España Isabel tuvo que sobrevivir, su padre cruzó la frontera hacia Francia el 26 de enero de 1939, el mismo día que Franco entraba a Barcelona.
Quedaron solo las mujeres con los niños y comenzó la persecución, los allanamientos nocturnos buscando a los hombres de la familia; los vecinos franquistas delataban a los republicanos.

Vinieron a mi casa buscando a mi papá que no estaba. Golpearon todo con las culatas del fusil, a mi mamá no la tocaron y a nosotros tampoco, después fueron a la casa de mi abuelo, y se lo llevaron.
Lo llevaron a la cárcel de Barcelona y estuvo siete meses encerrado. Mi abuela nos llevaba para que lo viéramos. Porque ella decía: Estos chicos lo tienen que ver todo, estos chicos son los que sabrán de la historia (Robles, 2015).

El hambre, la miseria, el abandono, el desprecio, fue el pan de cada día en la vida de estos niños que habían quedado dentro del régimen, les estaba prohibido todo por ser hijos de "Rojos".

Cuando reabrieron la escuela, la madre de Isabel los llevó. El maltrato fue brutal, la escuela había dejado de ser laica, las monjas eran ahora las encargadas de la educación de los futuros hombre y mujeres de España, pero no los quisieron aceptar por ser "Rojos".
Se mudaron a un barrio cercano al Parque Güell, para poder asistir a otra escuela; las escuelas eran diferentes, pero los lineamientos eran siempre los mismos.

Las maestras eran monjas, también malísimas, eso fue un suplicio, yo lloré tanto y no quise ir más porque nos maltrataban y maltrataba a mi primo Quimo... ponían los garbanzos en el suelo y lo hacían arrodillar como una hora. Y le caían unas lágrimas, y a mí me daba un ataque de locura, lloraba, lloraba, lloraba y me mandaban a un corral que tenían a cuidar unos patitos para que no viera cómo mi primo lloraba.
Después nos hacían leer todas las cosas religiosas y nosotros no lo éramos. Me acuerdo que para Pascua, tuvieron que comprarnos la palma con todos los caramelos, que no se pobre mi mamá y mi abuela de dónde sacaron el dinero, y así ir a la iglesia, porque si no ibas a la iglesia, en el colegio no te dejaban volver a entrar y en la iglesia nos trataban aún peor" (Robles, 2015)


Entre muchas otras cosas, hubo un gran retroceso en el sistema educativo español. Maestros asesinados, exiliados o depurados, cierre de escuelas, institutos e implantación de una enseñanza fascista y clerical. Entre las primeras medidas que tomó Franco en esta materia, figuran la supresión del laicismo, la coeducación y la enseñanza de lenguas distintas al castellano.
La religión católica se identificó con el Nuevo Estado y se impuso como obligatoria, impregnando toda la vida del alumno dentro y fuera de la escuela. También debía impregnarse la mente del niño de un intenso patriotismo: cantos, himnos, izamiento de la bandera... Y todo ello exaltando los valores castrenses de la nueva España: disciplina, valor, jerarquía, sacrificio, servicio… Se impuso una rígida censura en los libros de texto y se suprimió la libertad de cátedra del profesorado. El maestro debía estar al servicio de la ideología. (Mestre, 2013)




La abuela materna de Isabel, era propietaria de una tapicería en el centro de Barcelona en sociedad con otro hombre. Al finalizar la guerra, el socio se quedó con la tapicería, era un seguidor del régimen franquista y solo se limitó a ofrecerle trabajo a ella y a su hija.
Isabel tenía por ese entonces nueve años, pero la infancia ya la había abandonado: comenzó a trabajar como niñera en una verdulería cercana a su casa, donde sufrió todo tipo de maltrato, inclusive el abuso. A los doce años, trabajaba de noche en una fábrica de termómetros perteneciente a una familia falangista; eran horas interminables de trabajo, que compartía con otro niño de su edad.
Fueron años difíciles, la represión social, y la precariedad de las condiciones laborales; en la posguerra los sueldos eran miserables, insuficientes para sacar adelante una familia. Esta circunstancia obligaba, entre otras cosas, a que los niños y niñas debieran ponerse a trabajar antes de la edad legalmente permitida. Así, la documentación, nos muestra familias en situación crítica y, además, señaladas con el dedo de los servidores de la dictadura, puesto que, a menudo, el marido y el padre se encontraban exiliados, encarcelados y/o condenados a trabajos forzados.

Al poco tiempo, la hermana de Isabel se enferma, nunca supieron el motiv; los niños enfermaban y morían como el pan de cada día. Relata Isabel que su madre la llevó al hospital para que la atendiesen, la internaron y marcaron su cama con una cruz roja, como muchas otras camas:
Era una sala grande donde había seis o siete camas marcadas con una cruz roja, yo pensaba que era la Cruz Roja, como durante la guerra se hablaba tanto de la Cruz Roja, pero luego vi que pasaba el cura y no se detenía en las camas marcadas con rojo; y después los médicos hacían lo mismo, donde veían la cruz, pasaban de largo y no atendían al paciente. Los hijos de los rojos se tenían que morir, porque eran la mala semilla. Mi mamá se la llevó a casa, estuvo cuatro meses agonizando y murió.

El abandono fue total, con un profundo componente ideológico fascista, y la idea de sanear el país y crear la "Nueva España". Es en este momento que la madre de Isabel comienza a preparar el exilio.





CAPITULO 3

MEMORIA DEL EXILIO

Es a raíz de la muerte de Juana, hermana de Isabel, que comienzan los contactos para dar con el paradero de Luis, que estaba en Francia. A través del correo clandestino, y la Cruz Roja Internacional, es que logran contactarse. Luis desde Francia contrata a un hombre al cual Isabel se refiere como el "pasador", que se dedicaba a cruzar familias entre la frontera de España y Francia. El régimen no otorgaba pasaportes a las familias que tuviesen algún familiar en Francia, por lo tanto tuvieron que conseguir documentación falsa para Isabel, su hermano y su madre. No conocían a esta persona, solo les llegaban indicaciones en clave por distintos medios; de esa forma es que supieron el día y la hora que debían estar en la estación de trenes de Barcelona. Sabían que el hombre llevaría unos lentes redondos y estaría leyendo un diario que no era de Barcelona:
Cuando llegamos a la estación, mi hermano y yo, como jugando buscamos al hombre que había enviado mi papá. El dejó caer el diario y nosotros con mucho disimulo lo levantamos. Dentro estaban los pasaportes que teníamos que mostrar en el tren. El viaje en ese tren fue terrible, después de cada estación, pasaba un inspector con un guardia civil y volvía a pedir documentos, los miraba y nos miraba a la cara "por suerte el corazón al latir violentamente no es audible a otros, de lo contrario nos hubieran detenido" (Robles, 2015)

Llegaron a Puigcerdá, un pueblo fronterizo con Francia, ubicado en los Pirineos Orientales.
Era mayo, día de Corpus Christi. El pasador había elegido bien el día; el ejército era muy asesino y muy creyente. Eran las dos de la tarde y los altos mandos comenzaban a comer y solo había soldados cuidando la frontera, conscriptos que hacían el servicio militar. El cruce hacia Francia era el descenso de una montaña alambrada, donde bajaba un río de unos diez metros de ancho, que generalmente no era peligrosos, pero que en esa época del año los deshielos lo hacían caudaloso.
El guía les hizo sacar los zapatos; eran en total siete personas, todos en silencio. En cuanto pusieron los pies descalzos en el río, resbalaron y comenzaron los gritos. El agua helada los llevaba como barcos de papel y la corriente se llevó al hermano de Isabel unos metros hacia abajo. Los gritos llamaron la atención de los conscriptos: "Todos esperamos los disparos que acabarían con la terrible aventura pero, por suerte no fue así, los soldados nos miraban con pena e impotencia, pero quietos y mudos. Eso fue gracias a que los altos cargos almorzaban festejando el Corpus Christi". (Robles, 2015)
Cruzaron, estaban en Francia, mojados, helados, muertos de hambre. Se abrazaron, lloraron, rieron, la alegría era inmensa. Para el guía fue su último viaje, en el siguiente lo mataron, nunca se supo su nombre.
Los gendarmes aparecieron al momento y los llevaron a Bourg Madame. El trato fue más helado que el río, los pusieron en una oficina de frontera y los tuvieron esperando ahí varias horas entre el hambre y el frío.
De pronto se abrió la puerta y apareció mi padre, no recuerdo que fue lo que sentí, solo que era mucho el tiempo, ochos años estuvimos separados y habían pasado para todos demasiadas cosas. Mi papá era un miembro de Maqui, la dureza de dos guerras, campos de concentración nazis, habían hecho de él un hombre distinto, duro, con las emociones gastadas, quizás por estar siempre la muerte tan próxima, matando y evitando morir, quizás era más emocionante que dos chicos tristes y cansados ya de sufrir, él había luchado, utilizado su astucia, su experiencia en la guerra, el escape todos los días a la muerte le daba un vigor y un sentido a la vida, pero para nosotros, para mi hermano y para mí, era distinto, nosotros ya estábamos sometidos.

Los refugiados españoles desde 1939 y hasta casi 1950 inundaron el sur de Francia pasando por las fronteras de Pertús y Puigcerdá; entre estos exiliados, había un gran porcentaje de catalanes. Luego de haber pasado por los campos de concentración, acabaron al final de la segunda Guerra Mundial desparramándose por el país de repliegue y decimos repliegue y no acogida, Francia no los recibió como los héroes que eran, tan solo por el hecho de haber combatido contra el fascismo, que pronto se dispersaría por toda Europa, solo dos años después, los españoles estarían prestando servicio a Francia en la Segunda Guerra Mundial.
Gran parte de los exiliados se quedó en Toulouse y algunos llegaron hasta Nice como en el caso de la familia de Isabel. Toulouse se convirtió en la capital del exilio, bien cerca de la patria, de la que tuvieron que partir forzados por la dictadura franquista.
Desde Toulouse los lazos con Catalunya no se rompieron nunca, tampoco con el resto de España. Los viajes clandestinos fueron continuos, un ir y venir de gente a través de la frontera. La mayoría de los refugiados no habían renunciado a la resistencia y constituyeron la oposición al régimen franquista desde el exterior, como sería el caso de Luis, el padre de Isabel, que no bajó los brazos jamás. (Alter, Alicia; Domergue Lucienne, 1999) (Ilustración 2)

Ilustración 2 Correo de los Pirineos Orientales, Junta Española de Liberación


La larga noche franquista terminó en 1977. Isabel tenía 46 años, dos hijas y vivía en Argentina desde 1952. Su padre pudo regresar a España solo después de la muerte de Franco, Isabel pudo ver nuevamente su Barcelona querida en el año 2009, cuando fue invitada por la Generalitat de Catalunya, por ser una niña más de tantos niños de la guerra.




CONCLUSIONES

Resumiendo lo dicho, este trabajo da voz a aquellos que se vieron obligados a tragarse el dolor y las lágrimas, a ocultar o renegar de sus ideas, a sufrir vergüenza por sus condiciones ideológicas o las de sus padres, a clausurar la palabra, a abandonar su idioma, en definitiva a ahogar su propia memoria, sometidos al maltrato, a los campos de concentración, al exilio y a una cruel degradación moral.-
Podríamos decir que los traumas vividos por los niños durante las guerras y los exilios, no se agotan a lo largo de sus vidas, se transmiten a las siguientes generaciones en los actos de la vida diaria, en la cotidianeidad de lo simple, evitando de esa manera que sus experiencias desaparezcan y mueran con ellos, liberándose así de esa mochila que han arrastrado a lo largo de su vida.-




















BIBLIOGRAFÍA

(9 de julio de 1938). La Vanguardia, Barcelona, pág. 2.
Alter, Alicia; Domergue Lucienne. (1999). El exilio Republicano español en Toulouse 1939-1999. Ediciones UNED.
Bjerg, M. (2012). El viaje de los niños. Buenos Aires: Edhasa.
Bjerg, M. M. (2012). El viaje de los niños; inmigración, infancia y memoria en la Argentina de la segunda posguerra (1a ed. ed.). Buenos Aires: Edhasa.
Brové, P. (s.f.). Antecedentes de la guerra Civil. La situación social de España durante la segunda República.
Fierro, J. (25 de Enero de 1939). Las tropas de Franco entran en Barcelona. La Vanguardia, pág. 1.
Martín, A. (2008). Sin Pan Sin Pan. Los estragos del hambre en 36-39 Malos tiempos. Ediciones Genat, S.L Barcelona.
Mestre, J. V. (2013). La educación discriminatoria durante el Franquismo. Educación y Formación, 30.
Robles, I. (5 de Abril de 2015). Relatos de Guerra. (S. Garófalo, Entrevistador)
Zlata Filipovic ; Melanie Challenger. (2007). Voces robadas. Barcelona: Grup Balmes- AM 06.





Ver ilustración 1




Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.