el europeismo y la oposición desde el franquismo hasta la transición democratica

June 15, 2017 | Autor: M. Cavallaro | Categoría: European History, Contemporary Spanish History, Transition
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Historia transicio?n:Segismundo Moret

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Los inicios del proceso democratizador

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ISBN 978 - 84 - 9742 - 713 - 5

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RAFAEL QUIROSA-CHEYROUZE Y MUÑOZ, coordinador de este volumen, es profesor titular de Historia Contemporánea y responsable del Grupo de Investigación «Estudios del Tiempo Presente» de la Universidad de Almería. Dedicado al análisis de la crisis de los años 30 del siglo XX, ha publicado monografías como Almería, 1936-37. Sublevación militar y alteraciones en la retaguardia republicana (1996). En los últimos años ha centrado su labor en el proceso de Transición a la democracia y ha coordinado, junto a Encarnación Lemus, la obra La Transición en Andalucía (2002).

Historia de la Transición en España

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cuatro décadas de dictadura, este libro reúne las aportaciones de treinta y tres historiadores, españoles y extranjeros, que han reflexionado sobre distintos aspectos relacionados con el proceso democratizador llevado a cabo en España tras la muerte del general Franco. La obra se divide en cuatro partes: «Transición e historia del tiempo presente», donde se plantea la inserción del proceso en dicho modelo historiográfico, así como los debates experimentados en Alemania y Francia; «Transformaciones económicas y sociales», con capítulos dedicados a los sectores financiero, industrial y turístico, sin olvidar la situación en el medio rural o el papel desempeñado por empresarios, sindicatos, Iglesia y Ejército; «Cambio político y relaciones internacionales», apartado destinado al análisis de los políticos del régimen, la vida pública municipal, las dos principales organizaciones –UCD y PSOE–, los procesos autonómicos o la política exterior; y «Cultura y medios de comunicación», espacio para la reflexión sobre el significado de los antecedentes que explican el cambio cultural, los intelectuales, la novela, el cine o la prensa crítica con el franquismo.

Rafael Quirosa–Cheyrouze y Muñoz [Coord.]

Cuando se han cumplido treinta años de las primeras elecciones libres, tras

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CAPÍTULO 10

El europeísmo y la oposición desde el franquismo hasta la Transición democrática MARIA ELENA CAVALLARO IMT Alti Studi Lucca, Italia La interpretación de que reinaba el consenso entre las distintas fuerzas políticas durante la primera fase de la Transición democrática es compartida por la más reciente historiografía. Esta época duró hasta la entrada en vigor de la Constitución de 1978 y terminó con las elecciones políticas del año sucesivo. Aunque la categoría del consenso ha abarcado varios campos, la política exterior en su conjunto no puede ser comprendida dentro de este esquema. En este ámbito de la vida política sólo hubo consenso con referencia al ingreso en la Comunidad Económica Europea1. Nuestro punto de partida es que el origen del difundido europeísmo español de los años ochenta no se puede entender sin un análisis de los procesos políticos que hunden sus raíces en la década de los cincuenta. A partir de entonces empezaron a surgir una serie de asociaciones europeístas tanto bajo la égida del régimen como de la oposición. Ambas atribuyeron al Viejo Continente un significado simbólico que nos permite entender cómo el debate que tuvo lugar en aquellos años dejó su huella y, más tarde, durante la Transición democrática, fue uno de los factores que contribuyó al encuentro de los herederos del franquismo y de sus opositores en un espacio político moderado. —————— 1 Con respeto al tema general del consenso en política exterior véase R. Gillespie; F. Rodrigo y J. Story (eds.), Las relaciones exteriores de la España democrática, Madrid, Alianza Editorial, 1995; en particular sobre la integración europea B. Álvarez-Miranda, El sur de Europa y la adhesión a la Comunidad. Los debates políticos, Madrid, CIS, 1996; J. Crespo Maclennan, España en Europa, 1945-2000. Del ostracismo a la modernidad, Madrid, Marcial Pons, 2004; M. Quintanilla, La integración europea y el sistema político español, 1979-1999, Madrid, Congreso de los Diputados, 2001.

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El presente estudio tratará de reconstruir el sentimiento europeísta que brotó en el ámbito de la plataforma de las fuerzas antifranquistas. Por un lado, ilustrará algunas cuestiones sobre la reflexión general acerca de la oposición con referencia a Europa, símbolo a partir de esta época de democracia y pluralismo; por el otro, tratará de investigar las principales reacciones antirrégimen a las manifestaciones del europeísmo oficial. En la primera parte recorrerá los primeros contactos tomados entre las dos oposiciones desde la firma de los Tratados de Roma hasta el Congreso de Múnich (1957-62); en la segunda parte reconstruirá cómo desde este Congreso hasta el final del régimen (1962-75) se pusieron las bases de unas amistades personales que —aunque no llegaron a consolidarse a nivel político en aquel entonces— hicieron que el objetivo del ingreso del país en Europa constituyera, a la muerte del general Franco, una de las bases alrededor de las cuales realizar el proceso de reconciliación de la oposición española. 1957-1962: EUROPA Y LOS ANTECEDENTES DE LA RECONCILIACIÓN ENTRE LA OPOSICIÓN DEL EXILIO Y LA DEL INTERIOR

Las primeras asociaciones europeístas bajo la égida de la oposición democrática nacieron en los años cincuenta. El objetivo compartido por los antifranquistas que tomaban parte en sus reuniones era el de promover una diferenciación entre la sociedad española y el régimen. La oposición quería que los países de la Comunidad Europea no identificasen la figura del dictador con la de España y que se dieran cuenta del carácter «totalitario» y de la falsedad de las promesas de liberalización del régimen2. Éste había utilizado la referencia al modelo europeo en política interior para poner en marcha un programa de modernización económica en política exterior como trampolín para entrar en contacto con las familias democristianas europeas3; en cambio, la oposición asociaba los temas europeos —como medidas de política interior— a la elaboración de un programa para derribar al franquismo y salvaguardar los derechos humanos —en el ámbito exterior—, para entrar en contacto con organizaciones políticas transnacionales como la Internacional Socialista y el Movimiento Europeo4. Mientras el régimen hacía referencia a Europa como el lugar de la defensa de los valores cristianos, para la oposición la proyección europea de España estaba íntimamente conectada con el respeto de los principios de libertad. A pesar de las ideas de democratización de las fuerzas antifranquistas, la situación internacional de los años cincuenta no parecía favorecer ningún tipo de cambio. Aunque España no había tomado parte en la Segunda Guerra Mundial, el estallido de la Guerra Fría influía incluso en sus equilibrios políticos internos. La paradoja era que la conservación del statu quo en Es—————— 2 Archivo Histórico de las Comunidades Europeas (en adelante AHCE), Fondo Movimiento Europeo (ME) 910- 1 Fiche 20 F 12-F13, «Groupes déclarant travailler en faveur de l’idée européenn»; Fiche 21 E6, «Personnes susceptibles de construir des groupes en faveur de l’unité européenne». 3 A. Moreno Juste, «La Europa de posguerra y el régimen de Franco: las reacciones del nacional catolicismo», Sociedad y Utopía. Revista de Ciencias Sociales, núm. 13, Madrid, 1999, págs. 15-45. 4 La documentación detallada relativa a estos contactos se encuentra respectivamente en el Archivo y Biblioteca de la Fundación Pablo Iglesias, Alcalá de Henares, Fondo Movimiento Europeo y Organizaciones Políticas y Sindicales Internacionales; en el Archivo Histórico de las Comunidades Europeas, Florencia, Fondo Movimiento Europeo; y en el Archivo del Movimiento Europeo Español, Madrid, Fondo AECE y Fondo CFEME.

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paña era funcional a la propaganda y a los intereses de ambos bloques. Si sobre todo después del estallido de la Guerra de Corea los Estados Unidos habían acelerado la toma de contactos con España para ampliar su esfera de influencia, incluso la URSS había considerado positivamente un acercamiento norteamericano a la Península Ibérica. En efecto, desde el punto de vista de la propaganda política soviética una posible alianza norteamericana con el régimen franquista servía para denunciar aún con más fuerza el carácter «imperialista y profundamente antidemocrático de los EE UU». Delante de estas posturas la oposición española trataba de encontrar una solución para salir de este equilibrio internacional desfavorable a la democratización interior. El proceso de construcción europea parecía ofrecer un escenario útil para romper el statu quo. Mientras que el régimen trataba de atraer la atención de los constituyentes organismos comunitarios presentando a España como la cuna de las raíces cristianas del Viejo Continente, los miembros de la oposición subrayaban la concepción liberal-democrática basada en el respeto de los derechos fundamentales. A partir de este momento, incluso para las fuerzas antirrégimen Europa adquirió un importante valor simbólico y fue identificada como el instrumento capaz de orientar un programa de reformas estructurales en el interior del país y un estímulo necesario para favorecer el desarrollo económico y el progreso social. La primera organización que se hizo cargo de difundir este mensaje fue el Consejo Federal Español del Movimiento Europeo (CFEME)5. Creado en París en 1949, desde el principio concentró su actividad alrededor del proceso de construcción europea y sobre el impacto que este último tendría en las distintas realidades nacionales. El CFEME era el único organismo español reconocido por el Movimiento Europeo y al mismo tiempo suponía el más importante portavoz del europeísmo del exilio6. Su objetivo era la integración europea de España y su punto de partida era el derrumbamiento del régimen y la puesta en marcha de un proceso democratizador7. Ya a partir de los primeros años cincuenta, a través de las reflexiones de los miembros del CFEME surgía la idea de que para la democratización de España y su sucesiva integración en los organismos institucionales europeos era necesario poner en marcha un diálogo entre la oposición en el exilio y la que militaba en el interior del país. Con respecto a esta última, la asociación más destacada era sin duda la Asociación Española de Cooperación Europea (AECE)8. Ésta, fundada en Madrid en 1954, obtuvo en —————— 5 AHCE, Fondo ME 910-1 Fiche 20, «Plan de travail du Conseil Fédéral Espagnol du Mouvement Européen». 6 En el interior del CFEME confluían distintas tendencias de las oposiciones. Baste con recordar la sección española del Movimiento para los Estados Unidos de Europa, los representantes de la Unión Liberal Europea, los grupos catalanes del Movimiento Federalista y del Movimiento Socialista, los grupos vascos del Movimiento Federalista y los de Nouvelles Equipes Internationales. Además del presidente Salvador de Madariaga y del secretario general Enrique Gironella, respectivamente presidente de la sección cultural del Movimiento Europeo y representante del Movimiento Socialista para los Estados Unidos de Europa, había incluso otros españoles que cubrían cargos relevantes como Rodolfo Llopis, líder del PSOE en el exilio y miembro del Movimiento Socialista para los Estados Unidos de Europa; Julio Just, de la Unión Liberal Europea; Carlos Pi Suñer, del Movimiento Federalista Catalán; Manuel de Irujo, del Movimiento Federalista Vasco. 7 AHCE, Fondo ME 910-1 Fiche 20, «Plan de travail du Conseil Fédéral Espagnol du Mouvement Européen». 8 Archivo del Movimiento Europeo Español (en adelante AMEE), Fondo Asociación Española de Cooperación Europea (AECE), Libro de actas, «Manifiesto Constitutivo».

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poco tiempo un papel destacado en la coordinación de las actividades europeístas conectadas a grupos semitolerados por el régimen. Así como el CFEME, la AECE difundía la importancia de conocer el proceso de integración a partir del supuesto de que éste no afectaría sólo a los países que tomarían parte en los constituyentes órganos supranacionales, sino incluso a los que quedaban a sus márgenes a causa de la permanencia de regímenes dictatoriales9. Durante sus reuniones, la AECE subrayaba la necesidad del reconocimiento y del respeto de los derechos civiles y políticos y asociaba Europa a imágenes de libertad y de pluralismo que convertían el Viejo Continente en un sinónimo de democracia y modernidad socio-política10. Las dos asociaciones que defendían los valores del europeísmo democrático, tanto desde París como desde Madrid, en sus primeros años de actividad no tenían contactos y sus estrategias de contraposición al régimen respondían a criterios muy distintos. Dentro de España la actividad europeísta estaba liderada por la oposición moderada; en ésta confluían miembros de la llamada generación de los hijos de la Guerra Civil, pertenecientes sobre todo a las familias democristiana, liberal y monárquica. La AECE organizaba su actividad tomando en cuenta que cada iniciativa —para no subir la censura— había de respetar, por lo menos «formalmente», las leyes impuestas por las instituciones franquistas. Por lo tanto, cuantos militaban en el interior proponían fórmulas de acción moderada, tanto por su impostación ideológica como por el hecho de que temían que acciones de contraposición frontal sólo favorecieran un mayor control policial y un desmantelamiento de los núcleos de sus organizaciones. En cambio, los del exilio parisino, pertenecientes a familias políticas más radicales —entre las que primaba la socialista— y aún liderados por la generación de la Guerra Civil, desde el exterior proponían soluciones revolucionarias y temían menos directamente las represalias del régimen. Además de los métodos había diferencias relativas al modelo institucional del Estado que los dos propugnaban. En el interior del país la mayoría de la oposición moderada defendía la legitimidad monárquica y hacía referencia al reinado de Alfonso XIII, en cambio los opositores del exilio apostaban por una forma de Estado republicano. Incluso desde la óptica del papel social desempeñado hasta entonces había percepciones distintas entre los dos grupos. Los representantes del interior creían que el quedarse en España y ser testigos de las primeras señales del cambio socio-económico que caracterizaban al país en aquellos años legitimaba su liderazgo de una plataforma unitaria antirrégimen, mientras que los hombres del exilio se arrogaban el derecho de liderazgo apelando sobre todo al papel desempeñado durante la Guerra Civil. A pesar de estas diferencias, de manera muy gradual, las asociaciones europeístas, tanto en el interior como en el exilio, se iban trasformando en verdaderos lugares de encuentro de hombres políticos, jóvenes universitarios e intelectuales que intercambiaban opiniones y favorecían el desarrollo de movimientos que contribuían a romper la dicotomía y la inmovilidad política representada por los dos frentes de los años treinta. Concentrando la atención en la actividad del europeísmo interior hay que notar que entre 1956 y 1958 aumentaron tanto los contactos externos como la participación de huéspedes extranjeros a seminarios y conferencias organizadas por la AECE. A —————— 9 AMEE, Fondo AECE, Libro de actas, «Memoria de la asociación 1956-58», y AHCE, Fondo ME 910 fiche F13-14, «Memoria de actividad y posibles actuaciones de la AECE». 10 AMEE, Fondo AECE, Libro de actas, «Manifiesto Constitutivo».

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pesar de esto, no se creó una contraposición frontal con el régimen. Fue sólo a partir de 1958 cuando empezaron a manifestarse los primeros choques directos en contra de la dictadura11. Una prueba de este cambio fue la reacción manifestada por la AECE, en julio de 1958, con ocasión de la entrada de España en la Organización Europea de Cooperación Económica (OECE). Aunque esta medida fue interpretada como la mejor manera de resolver los problemas económicos del país y un paso importante para su camino europeo, la asociación no dejó de criticar el significado que el Gobierno le atribuyó. Para el Ejecutivo la adhesión a la OECE no era una consecuencia de la aceptación de los principios del europeísmo democrático —tampoco representaba una ventaja para el país—, sino que era interpretada como una medida para favorecer a Europa. Ésta, sólo gracias al ejemplo de la moralidad y de los principios españoles, podía recuperar la integridad y la unidad necesarias para combatir el comunismo. La AECE utilizó la crítica hecha a la política oficial en esta ocasión para evidenciar lo ilusorio de las promesas de liberalización del régimen. En conclusión de su intervención, la asociación hizo más declaraciones de carácter general, subrayó la necesidad de que los estados europeos atribuyesen unos poderes reales a una autoridad supranacional y añadió que una verdadera unión se podría realizar sólo si confluían en su interior miembros políticamente y socialmente homogéneos12. Aunque estas declaraciones chocaban de manera frontal con los principios franquistas, el CFEME consideró estas tomas de posición demasiado tímidas y siguió mirando a la actividad de la AECE con escepticismo13. En 1960 el choque entre el europeísmo del interior y el franquismo se hizo aún más efectivo14. Fue durante este año que la AECE decidió dedicar una semana de estudio al tema de la integración europea. Se eligió celebrar la reunión a la mitad de septiembre en Palma de Mallorca. Pocos días antes de la fecha establecida para su desarrollo (13-18 de septiembre) el permiso fue revocado. Esta decisión gubernamental tuvo un impacto muy fuerte en la principal asociación europeísta del interior, que hizo referencia a lo ocurrido «como una nueva violación de los derechos del hombre»15. Incluso los representantes del europeísmo del exilio denunciaron como arbitraria la medida gubernamental. A pesar de las reacciones inmediatas del CFEME, las declaraciones hechas por sus miembros atestiguan que los tiempos aún no estaban maduros para una acción conjunta de las dos asociaciones. En aquella ocasión el secretario general, Gironella, más que acusar al Gobierno de la falta de libertad de reunión se puso en contra de la AECE, cuyo objetivo, según él, no era organizar un encuentro de todas —————— 11 AHCE, Fondo ME 910 Fiche 23 C6-7, «Correspondencia Álvarez de Miranda-van Schendel», 14-71958; AMEE, Fondo AECE, «Relación de Grupos Europeístas para la Asamblea de finales de octubre de 1958». 12 AMEE, Fondo AECE, Libro de actas, «Memoria de la asociación 1956-1958». 13 AHCE, Fondo ME, 910 Fiche 23 A10, «Actividad del Consejo Federal Español del Movimiento Europeo», París, junio de 1958. 14 Emblemáticos en tal sentido son algunos títulos que indican de manera explícita el significado que se atribuía a las organizaciones europeas: F. Álvarez de Miranda, «La oposición de los sistemas totalitarios a los principios democráticos de la unificación europea»; J. M. Gil Robles, «Definición del concepto de democracia política»; G. Delgado, «El concepto de libertad política en el actual movimiento de integración europea». 15 AHCE, Fondo ME 910 Fiche 24 F8-9, «Le conseil catalan du Mouvement Européen à l’interieur», Barcelona, 10-9-1960.

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las fuerzas democráticas españolas sino juntar las distintas tendencias de la oposición del interior excluyendo las del exilio y los grupos socialistas activos en España16. El único punto de convergencia entre la oposición del interior y la del exilio era que, para evitar una reacción del régimen, era mejor tomar este tipo de iniciativas fuera de España. Ya en 1958, el presidente del CFEME, Salvador de Madariaga, durante una reunión del CFEME había propuesto un encuentro en el exterior en el que confluyesen miembros pertenecientes a los dos grupos. Las contraposiciones internas eran aún demasiado fuertes y la iniciativa no tuvo lugar17. El presidente del CFEME planteó la misma posibilidad otra vez dos años después. Contando con la aprobación de la IS y de la CIOSL, el CFEME decidió reunir en Bruselas a 75 representantes de la oposición residentes en España y el mismo número de residentes en el exilio para que concertasen juntos un plan de acción. El período elegido fue la Semana Santa de 1961 y el lugar el hemiciclo del Consejo de Europa. Paralelamente, mientras Gironella trató de entrar en contacto con representantes del europeísmo del interior, el presidente de la Asamblea Consultiva, Federspiel, aprobó la concesión del hemiciclo y Robert Schuman se comprometió a conceder su ayuda para formar un comité patrocinador. El Comité del Consejo de Ministros aprobó el proyecto y los miembros de las dos oposiciones —del interior y del exilio— interpretaron esta medida como la prueba de la solidaridad europea a las fuerzas democráticas españolas18. El Gobierno oficial reaccionó duramente. Franco utilizó sus contactos sobre todo a través del cónsul español en Estrasburgo, Solano, para que el Consejo de Europa revocase el permiso que los opositores habían conseguido. El régimen sostenía que aunque aquella reunión se presentase como una manifestación para discutir asuntos económicos, en realidad era un acto de hostilidad en contra del Gobierno. Detrás de las razones oficiales, el principal temor del Ejecutivo español era que se realizase la reunificación de la oposición del exilio con la del interior, reforzándose así una única plataforma de oposición a la dictadura19. Para desalentar a los españoles el ministro Castiella difundió un comunicado en el que subrayaba de forma indirecta que las repercusiones de la participación para los residentes en España serían muy duras. Además de las reacciones oficiales, incluso unos líderes del exilio se opusieron a la celebración de esta reunión al interpretarla como un proyecto directo que reforzaba a los elementos de la derecha, a los democristianos y a los monárquicos, mientras que la izquierda quedaba marginada20. Como respuesta de—————— 16 AHCE, Fondo ME, Fiche 24 F4-5, «Correspondencia Gironella-van Schendel», París, 8-9-1960; AMEE, Fondo CFEME, «Correspondencia Gironella-Villar Massó», con particular atención a la carta del 23-8-1960. 17 AMEE, Fondo CFEME, «Nota informativa sobre el origen, la preparación y el estado actual de la confrontación España-Europa prevista para septiembre de 1961 en el hemiciclo del Consejo de Europa». 18 AHCE, Fondo ME 2159 Fiche 14 A3-4, «Correspondencia Schuman-Federspiel», 22-11-1960; F-4-7, «Liste provisoire du Comité de patronage Espagne-Europe». 19 AMEE, Fondo CFEME, «Carta de Gironella a Madariaga», 17-2-1961. 20 Para la reconstrucción de las posiciones del PSOE en el exilio y las de la Internacional Socialista con respeto al plan definido «iniciativa Madariaga» véase Archivo Biblioteca Fundación Pablo Iglesias, Caja 635-3, págs.1-6, «Nota informativa acerca de la iniciativa de Don Salvador de Madariaga, Correspondencia Internacional Socialista-Comisión Ejecutiva», con particular atención al «Viaje a Londres 2, 3, 4 diciembre 1960»; «Correspondencia Llopis-Carthy», con particular atención a las cartas del 20-6-1960 (folio 75), 2210-1960 (folio 77) y 10-11-1960 (folio 78).

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mostrativa del clima existente basta con aludir a la reacción de Gil Robles, que declaró que sólo hubiera tomado parte en la reunión si se excluía a los líderes socialistas del proyecto. A pesar del cleavage entre franjas de derecha y de izquierda del antifranquismo, Madariaga y Gironella siguieron pensando que la toma de contactos entre los dos grupos sería la única manera para superar las tensiones existentes21. Pese a sus iniciativas, otra vez las presiones franquistas consiguieron que se revocase el patrocinio a la reunión22. Tampoco este encuentro se realizó, pero los contactos establecidos en la fase organizativa —aunque no llevaron a una primera forma de diálogo— constituyeron los más directos antecedentes de un proceso de reconocimiento recíproco entre los dos grupos. Por primera vez, alrededor de la organización de este encuentro, la oposición del exilio tomó conciencia de la creciente estructuración de núcleos de oposición interior, que giraban alrededor de intelectuales y políticos como Dionisio Ridruejo, Tierno Galván y Gil Robles. Hasta 1962 el enfoque político y estratégico de los dos grupos continuó respondiendo a distintos puntos de partida. La ocasión para una ulterior confrontación de reacciones se ofreció en febrero de 1962, después de la presentación oficial de la solicitud de negociación con la CEE. La reacción de la AECE fue muy parecida a la que se tuvo cuando España entró en la Organización Europea de Cooperación Económica. Aunque se congratulara por la medida emprendida, la AECE recordó que la integración imponía la aceptación de los preceptos contenidos en la Declaración de los Principios del Movimiento Europeo de 1948, en la Convención Europea de los Derechos del Hombre de 1950 y en los Tratados de Roma de 195723. El CFEME fue más duro. Criticó el espíritu de la «Carta Castiella», añadiendo que era imposible separar las instituciones económicas supranacionales de las finalidades políticas que estaban en sus bases y que no se podía pensar en una comunidad europea de la que España quedase excluida. Los europeístas del exilio seguían subrayando que «el país y no el régimen» tendría una fuerte necesidad de integrarse en la Comunidad Europea y no dejaban de asociar este objetivo al hundimiento de la dictadura24. Además de denunciar la situación a nivel internacional, el CFEME en esta ocasión asumió la tarea de organizar una campaña para sensibilizar a los principales líderes políticos europeos sobre los riesgos que Europa tendría que afrontar si la España franquista entraba en la Comunidad Europea. Para realizar este objetivo el CFEME envió una carta a unos hombres políticos europeos, entre los que destacan los nombres de Moro y Fanfani en Italia, Mollet y Monnet en Francia, Spaak y Lefèvre en Bélgica25. Esta carta explicaba que el general Franco hubiera querido que la candidatura española tuviese el mismo trato que la griega (es decir, que la negociación llevase a un acuerdo de asociación en vista de una plena integración). Subrayaba, además, cómo el régimen creía posible cumplir este objetivo sin hacer ningún tipo de concesión en el campo de los derechos políticos. —————— 21 AHCE, Fondo ME 2159 Fiche 14 C1-2-3, «Correspondencia Gorkin-Madariaga», 31-1-1961. 22 F. Álvarez de Miranda, Del contubernio al consenso, Barcelona, Planeta, 1985, págs. 60-68. 23 AMEE, Fondo AECE, Libro de actas, 27-2-1962, «Propuesta de acuerdo leída por el presidente en relación a la petición del gobierno español a la CEE». Véase también ASCE, Fondo ME 2157 Fiche 1 A3, «Correspondencia Gil Robles- Maurice Faure», 28-2-1962. 24 AMEE, Fondo CFEME, «Reacción del CFEME a la carta Castiella». 25 AMEE, Fondo Gironella. Véanse en particular las cartas que Gironella envió el 8-1-1963 a G. Saragat, el 9-1-1963 a A. Lotti y M. Zagari, y el 10-1-1963 a A. Moro; y las que Madariaga envió el 9-1-1963 a R. Mayer, A. Fanfani, al Cardenal Tisserant, M. Shumann, V. Brentano y J. Beck.

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En conclusión, se invitaba a los líderes europeístas a oponerse en sus respectivos países a la hipótesis de la asociación española para así bloquear las pretensiones del régimen. DESPUÉS DE MÚNICH, ¿QUÉ? Después de todos los intentos descritos, el punto álgido de la denuncia en contra de la dictadura fue representado por el Congreso de Múnich26. Los más destacados miembros de las dos oposiciones por fin consiguieron encontrarse en la ciudad bávara en ocasión del IV Congreso Internacional del Movimiento Europeo, dedicado al tema de «La democratización de las instituciones europeas y los medios para llegar a la creación de una comunidad política». La resolución aprobada por la delegación mixta, formada por miembros del exilio y del interior, puso en evidencia que antes de entrar en Europa España tendría que cumplir los siguientes requisitos: — — — — — —

Tener instituciones auténticamente representativas y democráticas. Salvaguardar los derechos humanos y las libertades fundamentales. Reconocer las comunidades naturales. Ejercer las libertades sindicales. Defender los derechos fundamentales de los trabajadores. Garantizar corrientes de opinión, partidos políticos y el derecho al disenso.

Esta resolución servía, además, para poner en evidencia que para adherirse a la CEE no era suficiente promover la liberalización económica y la unión aduanera. El punto novedoso de la resolución no se refiere a los objetivos —ya declarados en los años anteriores por las distintas asociaciones—, sino a la firme convicción que sus redactores expresaron sobre los tiempos y las pautas del cambio político. Éstos anuncian y anticipan unas dinámicas que se pondrán en marcha durante la Transición. Según la AECE y el CFEME, la transformación política tendría que realizarse respetando «las normas de la prudencia política, con el ritmo más rápido que las circunstancias permitiesen, con sinceridad y comprometiéndose a renunciar a cada tipo de violencia activa o pasiva, antes, durante y después del proceso evolutivo». Durante la redacción de la resolución, Gorkin dijo que «el futuro de España se determinará en función de Europa» y asoció el proyecto de integración a «un medio para favorecer una trasformación sin revolución y una modernización sin desorden». Sus palabras nos parecen resumir muy bien el significado que la mayoría del antifranquismo democrático atribuyó al proceso de integración europeo desde aquel momento en adelante. El ingreso en la CEE en primer lugar favorecería la realización del cambio político, sin violencia y en pleno respeto de la Convención Europea de los Derechos del Hombre, y en segundo lugar ponía las premisas del moderantismo que hubiera encontrado su plena realización en los años de la Transición democrática. A partir de entonces se hizo referencia a Europa como el mejor instrumento para promover —————— 26 Véase J. Satrústegui y cols. Cuando la Transición se hizo posible. El contubernio de Múnich, Madrid, Tecnos, 1993.

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una transformación profunda y radical de la sociedad; el eco del proyecto de unificación actuó cada vez más como un factor de conciliación entre distintas posiciones. Aunque quedaba claro que la Comunidad Europea no podía resolver los problemas de España, la CEE asumía el papel del marco obligado dentro del que abordar las cuestiones nacionales27. A pesar de sus consecuencias de larga duración, de forma inmediata la participación de españoles en este congreso provocó una reacción del Gobierno más dura que las anteriores. Los que tomaron parte en el Congreso de Múnich a su regreso a España encontraron suspendido su derecho de residencia y tuvieron que elegir entre el confinamiento o el destierro28. Lo primero que hay que notar es que la represión desatada tuvo el efecto contrario al deseado. A nivel internacional aumentó el eco de las denuncias de la falsa liberalización promovida por el régimen y creció el interés hacia la situación política española. A nivel interior la represión produjo una radicalización de la actividad europeísta. A pesar de la acción represiva, a partir del Congreso de Múnich el europeísmo de manera más explícita se configuró como un trait d’union entre los antifranquistas internos y los del exilio. Empezaron a construirse lazos personales entre miembros de las dos oposiciones que demostraron una vez más la importancia de la sociabilidad humana en la instauración de fructíferas colaboraciones políticas. El Congreso de Múnich tuvo incluso un alto valor simbólico. A partir de su celebración cayó la automática asociación de la oposición del exilio con la forma de Estado republicana. Los líderes del exilio al aceptar dirimir la forma de Estado en un referéndum popular indirectamente garantizaban la legitimación de un régimen monárquico, en caso de que éste hubiera obtenido más consenso. Después del Congreso de Múnich, el régimen se dio como objetivo desalentar el asociacionismo y por eso amenazó las actividades laborales de los miembros de los grupos europeístas. A pesar de la situación que se vino a determinar durante 1963, el europeísmo interior trató de mantener un suficiente nivel de actividad. Hubo una reorganización interna que llevó a Aguilar Navarro a ejercer las funciones presidenciales en lugar de Gil Robles (que al regreso de Múnich había optado por el exilio parisino) y las del Secretariado General pasaron de Álvarez Miranda (confinado a Fuerteventura) a Bru Perón. Se organizaron algunas manifestaciones y conferencias con ponentes extranjeros y la cobertura financiera corrió a cargo del Movimiento Europeo y de donaciones de los mismos adherentes a la asociación29. Los contactos entre los grupos del exilio y del interior aumentaron y se fortalecieron, aunque durante este año las dos organizaciones seguían manifestando estrategias divergentes con respecto al régimen. 1964 fue otro año importante para sus actividades. Otra vez el CFEME propuso la organización de un encuentro entre opositores en Bruselas30. La AECE no compartió este plan porque temía que un acontecimiento similar pudiese provocar una acción re—————— 27 AHCE, Fondo ME 1538 Fiche 29 D15, «Le résonnances en Espagne de l’ùnité européenne». 28 AHCE, Fondo ME 2157 Fiche 10 B5-6, «Le gouvernement de Madrid était au couránt de la réunion». Véase también AMEE, Fondo AECE, «Estertores del franquismo». 29 AHCE, Fondo 2157 Fiche 11, «Correspondencia Carlos Bru-Robert van Schendel», 23-10-1962. Véase también AMEE, Fondo AECE, «Carta de la Secretaría General del Consejo de Europa a Bru», 25-6-1963. 30 AHCE, Fondo ME 2158 Fiche 13 C9, «Carta de Gironella a van Schendel», 24-3-1964.

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presiva oficial parecida a la desatada hacía dos años con ocasión del Congreso de Múnich31. De todas formas, los europeístas del exilio creían necesario dar espacio a un encuentro de españoles en un marco internacional propio aquel año —1964—, cuando el Ministerio de Asuntos Exteriores español renovaba la solicitud de apertura de negociación a la CEE. Los del exilio temían que la política de liberalización y la apertura de la economía española a la europea pudiesen empujar la CEE a mirar a España con más disponibilidad que antes. En tal sentido temían sobre todo las posturas del eje francoalemán que, en más de una ocasión, se había expresado a favor de una toma de contacto entre la Comunidad Europea y el Gobierno español. Para prevenir este paso, el CFEME a finales de 1964 organizó una reunión sobre la unidad europea en Bruselas. Una diferencia fundamental con respecto a Múnich fue el reducido número de españoles invitados a tomar parte en el encuentro. La perspectiva de la adhesión se presentó según un nuevo enfoque que subrayaba más el punto de partida de economistas, políticos y sociólogos, que analizaban el tema desde una visión europea y no hispano-céntrica como había sido hasta entonces32. Mientras el CFEME organizaba aquel encuentro, la AECE prefería desarrollar un discurso teórico y apuntar más hacia los valores que España compartía con Europa para entrelazar el tema del ingreso del país en CEE con el de la elección de valores occidentales realizada ya desde la década anterior. A pesar del intento de llevar a cabo un debate más teórico, durante la manifestación organizada para celebrar su décimo año de actividad, la AECE atacó directamente el Plan de Desarrollo, símbolo de la nueva política económica franquista, y en forma explícita afirmó que la participación del país en los organismos comunitarios dependía principalmente de las soluciones del problema político33. En 1966 el informe favorable sobre la adhesión española a la CEE presentado por la Comisión al Consejo de Ministros de la CEE representó otra fuerte sacudida del europeísmo democrático español. Las dos principales asociaciones compartieron la sensación de que el juicio positivo expresado a través del informe técnico de la Comisión Europea podría dar lugar a un dictamen favorable del Consejo de Ministros para la apertura de una negociación con España. Esta posibilidad les empujó a aumentar su actividad de denuncia en contra de la dictadura. Delante de las renovadas actividades del antifranquismo, el régimen experimentó un cambio de estrategia. Si desde 1962 hasta entonces había tratado de desalentar las iniciativas europeístas principalmente para limitar las consecuencias de la asociación europeísmo-liberaldemocracia, ahora sustituyó la política represiva con una técnica de acercamiento y mayor tolerancia de las actividades europeístas organizadas por la oposición. Las principales pruebas concretas de este cambio de estrategia se ven en la propuesta de concesión de un pasaporte «temporal» a Gironella para permitirle tomar parte en una mesa redonda en Madrid sobre problemas europeos organizada para junio de 1966 y en la concesión a Manuel de Irujo de un permiso para tomar parte personalmente en unos seminarios en el País Vasco garan—————— 31 AHCE, Fondo ME 2158 Fiche 13 C3, «Carta de Álvarez de Miranda a van Schendel», 15-3-1964. 32 AHCE, Fondo ME 2158 Fiche 13 D3, «Project d’une conférence du Mouvement Européen sur l’association de l’Espagne au marché commun». 33 Véase al respeto AHCE, Fondo ME 2158 Fiche 13 E7, «Carta de Álvarez de Miranda a van Schendel», 4-9-1964; Fondo ME 2157 Fiche 11 G10, «Conclusiones aprobadas por la Asociación Española de Cooperación Europea durante la celebración del décimo aniversario de su fundación».

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tizándole la inmunidad34. A pesar de estas medidas concretas creemos que el cambio de postura del régimen tiene que asociarse al comienzo de la negociación para la firma del acuerdo comercial preferencial. A partir de entonces el franquismo empezó a temer que la reacción internacional pudiese comprometer la negociación y, por tanto, moderó su talante represivo y modificó su actitud incluso hacia los hombres líderes del europeísmo internacional. Emblemática en tal sentido resulta la invitación a Madrid que el Ministerio de Asuntos Exteriores dirigió en 1968 a Robert van Schendel, secretario del Movimiento Europeo, cuya entrada en España hasta entonces se había rechazado a causa de acusaciones de ingerencia en asuntos internos del Estado35. Este nuevo rumbo de la política oficial confirma el paralelismo que había entre el avance de la negociación entre España y la CEE y la política interior y nos da prueba de cómo, en algunos momentos, elementos de política exterior actuaban como moderadores de las políticas represivas del régimen. A pesar de estos cambios, las reacciones del CFEME y la AECE no se dejaron esperar. El primero, antes de la firma del acuerdo comercial preferencial, en la fase final de la negociación, en diciembre de 1969, difundió un informe titulado «El tratado comercial no abre las puertas de Europa a España». El documento ponía en evidencia que, sin una evolución de los modelos de desarrollo, la entrada en vigor del acuerdo favorecería sólo «una colonización europea del mercado español»36. Sucesivamente desmontaba las noticias oficiales que presentaban el acuerdo preferencial como la única vía de acceso a la Comunidad Europea. El CFEME, siguiendo un estilo ya consolidado, hacía una distinción entre España y el franquismo y subrayaba que el país bajo un régimen democrático podría conseguir salidas mucho más favorables para la economía y el desarrollo que los resultados obtenidos por la dictadura. Contrastando el valor atribuido por la propaganda oficial al término «preferencial», el CFEME hacía notar que en el campo agrícola los productos españoles tendrían menos concesiones y ventajas en comparación con los productos africanos, mientras que con referencia al sector industrial la apertura de las fronteras a los productos comunitarios provocaría grandes dificultades a las pequeñas empresas locales. Cada apartado del documento trasmitía el mensaje de que mientras que para el país las ventajas serían muy pocas, el régimen se aprovecharía del acuerdo como una fuente de legitimación de su política exterior. A pesar de los intentos de parar la negociación, el acuerdo se firmó en junio de 1970. La más fuerte reacción del europeísmo del interior se registró dos años después de su entrada en vigor, en junio de 1972. Aquel año, la AECE, aprovechando la celebración del décimo aniversario del Congreso de Múnich, denunció la falta de los beneficios prometidos por el régimen y puso en evidencia la ausencia de significado político del acuerdo. Citó además una serie de documentos redactados a nivel comunitario que valoraban su tesis. Entre otros destaca una declaración de la Comisión Europea de octubre de 1969. Ésta subrayaba que las relaciones de la CEE con los países de Europa —————— 34 AHCE, Fondo ME 1538 Fiche 30 D8, «Carta de Gironella a la Embajada de España en Bruselas», 96-1966; Fondo ME 1538 Fiche 30 E 3-4-, «Cartas de Irujo a van Schendel», 18-8-1966 y 6-9-1966. 35 AHCE, Fondo ME 1538 Fiche 1 B-14-C2, «Carta de Cavero Lataillade a van Schendel», Madrid, 119-1968; C12, «Carta de Ferrer-Salat a van Schendel», Barcelona, 26-11-1968; D1-2, «Carta de Marañón a van Schendel», Madrid, 28-11-1968. 36 AHCE, Fondo ME 1538 Fiche 1 D10-14 E1-12, «Consideraciones sobre una política europea en el Mediterráneo», Fondo ME Fiche 3 A5-9, «El tratado comercial no abre las puertas de Europa a España».

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meridional no podían tomar la forma de asociación hasta que aquella área no hubiera obtenido instituciones y gobiernos que compartieran los mismos principios de los estados comunitarios. La asociación además hizo referencia a unos mensajes de destacados hombres políticos europeos como Sicco Mansholt, Georges Pompidou, Willy Brandt, Pierre Harmel: todos en distintas ocasiones habían demostrado apoyar el ingreso de España en los organismos supranacionales europeos, sobreentendiendo que para realizar este paso con éxito había que cumplir los requisitos previos a la admisión37. En 1974 fue otra vez el europeísmo del exilio a tomar la iniciativa de denunciar a la dictadura. A partir de este año, el CFEME, manteniendo su objetivo de suscitar una reacción internacional en contra del general Franco, insertó el caso español en el ámbito de las relaciones de la CEE con Europa meridional. Este enfoque legitimaba la asociación aún más a pedir una ayuda de las organizaciones europeas, y en particular de la CEE, para el reestablecimiento de las libertades democráticas y el respeto de los derechos del hombre —ya no sólo para España, sino también para Grecia y Portugal—38. Siempre durante el año 1974, a la luz de la importancia adquirida por la actividad de la oposición en el interior del país, el CFEME decidió trasladar su comité ejecutivo de París a Madrid. Una vez realizado su regreso en España, la asociación trató de renovar su imagen delante de la opinión pública. No actuó sólo como punto de encuentro del europeísmo español sino como elemento de agregación de las fuerzas antifranquistas, tratando de aumentar sus cuotas de representatividad en el ámbito de la oposición democrática39. En 1976, un año después de la muerte del dictador, la elección de consolidar la estructura del CFEME fue aprobada por todos los grupos que formaban parte de ella. La asociación además aprovechó el hecho de que la actividad del europeísmo interior —liderada hasta entonces por la AECE— cesó con el fin del régimen. Este acontecimiento favoreció un trasvase de los miembros del europeísmo del interior en el seno del CFEME, que se convirtió por tanto en el intérprete líder del europeísmo español tout court.

CONCLUSIONES Las reconstrucciones historiográficas de las relaciones internas de los grupos de oposición durante la época de la dictadura han tenido en escasa consideración el significado que los antifranquistas atribuyeron al papel de los organismos supranacionales europeos. Hemos tratado de demostrar que el europeísmo ocupó un papel destacado en la búsqueda de la libertad y la democracia en España. La principal contribución de las asociaciones descritas nos parece que haya sido la de entender con antelación respecto de las fuerzas políticas, entonces en clandestinidad, el peso que un proceso internacio—————— 37 AHCE, Fondo ME 1539 Fiche 3 D1, «Declaración de la AECE sobre la situación de España ante la CEE», 24-6-1972. Véase incluso Fondo ME 1539 Fiche 3 D3, «Carta de Álvarez de Miranda a van Schendel», 15-4-1972. 38 AHCE, Fondo ME 1539 Fiche 4 A1, «Rapport des activités du conseil fédéral espagnol au cours de la dernière année (mai 1973/june 1974)». 39 AHCE, Fondo ME 1539 Fiche 4, «Carta de Guell de Sentmenat a van Schendel», Barcelona, 19-51976; AMEE, Fondo AECE, Libro de Actas, «Junta directiva convocada bajo la presidencia de Don Joaquín Ruiz Giménez», 3-1-1975.

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nal —como el de la integración europea— podía jugar en la Transición interior, tanto a nivel simbólico, como a nivel político. Los europeístas españoles, tanto los del exilio como los del interior, entendieron que la democratización de España no se podía abordar como un proceso cuyo resultado dependiera sólo de variables internas, sino que se insertaba y actuaba dentro de un marco internacional más amplio. La organización de seminarios, conferencias y lazos sobre todo con la Universidad y con las jóvenes generaciones puso las semillas de la formación de una cultura política que valoraba como central la acción comunitaria durante la Transición del país desde el régimen autoritario hacia la democracia. Retomando el valor simbólico —madurado ya durante los años del régimen—, la perspectiva europea, durante la Transición, mantuvo el papel de baluarte de la justicia social y del respeto de los derechos humanos y se configuró como el principal apoyo exterior a un proceso de Transición en sentido moderado. A la muerte del general Franco se mantuvo una diferencia fundamental en la clase política con referencia al tema de la continuidad del Estado. A pesar de esto, la necesidad de que España entrase en Europa —lo antes posible— fue una elección compartida tanto por los que vivían el período franquista como un paréntesis de la historia y que optaban por la formación de un gobierno provisional, como por los que interpretaban los cuarenta años como una parte integrante de la historia nacional y auspiciaban un cambio legislativo a partir de los principios de reforma contemplados por las leyes franquistas. Todos compartían el convencimiento de que una intervención de la comunidad internacional sería útil para la evolución de la situación política interior; todos concordaban además en el hecho de que el ingreso en la CEE era el único camino que se podía seguir para permitir una sucesión no violenta del régimen franquista. Por lo tanto, en el inmediato postfranquismo, cuando saltaron los equilibrios políticos anteriores, Europa se convirtió en un punto de encuentro, en un puente entre dictadura y anarquía y en un factor capaz de permitir una Transición pacífica y un proceso de modernización de las estructuras productivas. Como objetivo de política exterior, el ingreso en la CEE implicaba el fin del aislamiento impuesto a España en la época franquista y permitía recuperar el papel que correspondía al país dentro de un contexto multilateral, en una óptica de política interior que representaba la negación de los valores que habían legitimado la dictadura y una garantía del recién nacido régimen democrático. En el momento inicial de una Transición liderada por una clase política de nómina franquista, que mantenía fuertes vínculos de continuidad con el pasado, la integración europea causaba una ruptura muy fuerte con el período anterior. La CEE, que a partir de la famosa carta de Castiella del 9 de febrero de 1962 había rechazado una negociación con España a causa de la dictadura, acogía ahora en su interior la nueva democracia. De esta forma, la integración europea se convertía en una medida funcional para la deslegitimación del régimen autoritario a partir del que la Transición había empezado a andar. No es una casualidad que, en la primera fase de la Transición, la urgencia de redactar una nueva Constitución —para sustituir las antiguas Leyes Fundamentales del Estado— y la necesidad de entrar en la CEE —para romper la larga etapa de aislamiento internacional del país— fueran percibidas como dos caras de la misma moneda. Creemos que el contexto internacional y en particular el papel del proceso de integración europea influyeron mucho en la fisonomía de la Transición, aceleraron por un lado sus tiempos de realización, dándole por el otro lado un carácter moderado. [393]

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Para concluir, sólo nos queda evidenciar que esta lógica tiene un background muy estratificado que no se puede entender plenamente sin un adecuado análisis de los procesos políticos enfocados en este ensayo, que se remontan a los años cincuenta y que atraviesan la historia del régimen de aquel momento de modo ininterrumpido hasta su fin.

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