El estudio del Folklore - Moedano

July 24, 2017 | Autor: Humberto Sanchez | Categoría: Folklore, Etnomusicologia, Investigación Musical
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Descripción

El Estudio del Folklore Gabriel Moedano Navarro

Folklore.- Palabra compuesta de dos antiguos vocablos anglosajones: folk – pueblo y lore – saber, o sea “el saber del pueblo”. El término folklore se usa para designar la cultura tradicional del folk, en particular la tradición oral; asimismo se emplea para dar nombre a la ciencia que estudia tal tradición. El verdadero inicio de los estudios sistemáticos sobre aquellas manifestaciones culturales que hoy son calificadas como folklóricas, e. g. narraciones, poesía, adivinanzas, proverbios, etc., tuvo lugar a principios del siglo XIX, en los países del centro, este, y norte de Europa, como consecuencia, por un lado, del nacionalismo y del romanticismo imperantes, y por el otro, del industrialismo y la urbanización crecientes. Los estudiosos de diversas especialidades, se dieron a la tarea de recoger de labios de los campesinos toda clase de expresiones, sobre todo de carácter verbal; ejemplo de esta actividad es la obra de los hermanos Jacob y Wilhelm Grimm: Kinder und Hausmärchen (Berlín, 1812). Tales expresiones populares desde los primeros años del mencionado siglo, en Alemania empezaron a ser asociadas con la palabra volk (volkslieder – canto popular, por ejemplo) y para 1813 Johann F. Knaffl habría de usar en Austria por primera vez el término Volks-Kunde para designar a la disciplina que, una vez sistematizada por W. H. Riehl a mediados del siglo, se ocuparía de recogerlas, clasificarlas e interpretarlas. En Inglaterra se le había venido denominando “literatura popular” o “antigüedades populares”, hasta que el 22 de agosto de 1846 el anticuario inglés William John Thoms propuso llamarlas folklore, en una carta que publicó a la revista The Athenaeum, bajo el seudónimo de Ambrose Merton. Aparentemente el término Volkskunde fue el modelo para el inglés folklore. Casi en forma inmediata el término empezó a usarse para designar tanto a tales hechos socioculturales: como a la ciencia que los estudiaba, según consta en algunas obras del grupo de los iniciadores ingleses. El lore y el folk en la corriente clásica. Williams John Thoms, incluyó como integrantes del lore: “…los usos, costumbres, ceremonias, supersticiones, baladas, proverbios, etc., de los tiempos antiguos”. Como puede advertirse su concepción hacía el énfasis en las expresiones verbales, muy acorde con el espíritu romántico de su época. Sin embargo, en 1889, al efectuarse el 1er. Congreso de Tradiciones Populares, se añadió a la lista precedente una sección que denominaron la “Etnografía” en la que se incluyó el arte popular y mobiliario, al lado de los ya mencionados usos y costumbres. Posteriormente a esta expresión, en forma gradual se presentaron otras más con las que se introdujo vestido, alimentación, prácticas agrícolas y económicas de todo tipo, etc., que poco a poco también fueron aceptadas por todos aquellos países (con excepción de Inglaterra), que

todavía seguían siendo fieles al esquema de Thoms. Aunque a veces, dando diferentes denominaciones a los dos grandes sectores en que se dividía el estudio: folklore a la parte de la cultura considerada como espiritual y etnografía a la material. En los países escandinavos, igualmente conservaron la distinción entre ambos sectores y aplicaron el calificativo folklore sólo a la tradición oral en tanto que folkliv se ha venido utilizando para catalogar los diferentes aspectos de la vida social y material. En la actualidad, los países de habla inglesa, hay una tendencia cada vez mayor a englobar las expresiones verbales, parcialmente verbales y no verbales bajo el único rubro de “folklife”. Éste término entra en la composición del nombre que se le da a la disciplina que los estudia: Folklife Research. En América Latina, los folkloristas han fundamentado en la teoría y consagrado en la práctica la ampliación del lore original por considerarla como una imposición intelectual legítima, justificada además por la interrelación funcional de la cultura (hay que destacar que los estudiosos egresados de la Universidad de San Marcos en Lima, Perú; mantienen la oposición de un lore restringido). Sin embargo, pese a que estudian la cultura total, han conservado la denominación genérica de Folklore para la disciplina. Poco tiempo después de que fue acuñado el término folklore, los investigadores agrupados en las primeras sociedades folklóricas (particularmente los de la inglesa), se empezaron a preocupar por establecer cuál era ese folk o pueblo al que aludía Thoms. Para algunos de tales estudiosos, no había duda en cuanto al conglomerado social con el que había que identificarlo. El folk era el campesinado, o expresado de otro modo los grupos que se localizaban en el medio rural europeo, lejos o alrededor de los ámbitos urbanos; que otros prefirieron llamar estratos o clases bajas. Sin embargo, también aquí pronto aparecieron tendencias expansionistas y muchos autores empezaron a incluir dentro del folk a las sociedades consideradas “primitivas” o “salvajes”, por aquel entonces campo de estudio exclusivo y único de la también joven disciplina denominada Etnología. A partir de ese momento, muchos estudiosos habrían de incursionar, principalmente con intenciones comparativas, en los grupos reservados para la Etnología, dando origen a las primeras controversias sobre los límites de ambas disciplinas, que continúan hasta hoy. Con la primera noción de folk mencionada operó la disciplina a fines del siglo XIX, no sólo en Inglaterra, sino también en el resto de los países europeos. En la actualidad un gran número de tratadistas de éstos países al referirse al Folklore, todavía lo definen como la “etnografía de los países rústicos”, implicando únicamente a los grupos rurales y a los “estratos más obscuros y profundos de las naciones civilizadas” (Corso, Rafael: El Folklore. Buenos Aires, 1966: 14-15) No obstante, más recientemente, ha aparecido una tendencia a conceptuar la cultura folk en términos de conducta (la tradicional como opuesta a la no tradicional, pero coexistiendo ambas en todos los individuos) de este modo el grupo folk no sería más un conglomerado que pudiera configurarse socialmente, sino solamente definible en términos psicológicos. Con excepción de los egresados de la Universidad Mayor de San Marcos en Lima, Perú; que han librado al folk de la limitación de lo “primitivo” al considerar con toda razón que, antropológicamente, tales distinciones no son sino resabios de concepciones evolucionistas del

siglo pasado: el resto de folkloristas sudamericanos sustentan la posición europea. En la discusión, elaboración y afinación del concepto, se han destacado principalmente los argentinos. Como puede advertirse en los precedentes conceptos por demás etnocéntricos, la cultura de los pueblos indígenas queda excluida del campo de estudio del folklore, reservándola para la Etnología. Los autores que militan en esta corriente (considerada como clásica) tratan de delimitar los campos de las citadas disciplinas mediante su ubicación, en ambos casos, dentro de las concepciones tradicionales de las mismas. El folk y el lore en la posición antropológica. Esta corriente fundamentada y sostenida por los antropólogos norteamericanos (Franz Boas, Ruth Benedict, Melville Herskovits, Melville Jacobs, etc.) principalmente, puede decirse que se remonta a los primeros años de vida de la American Folklore Society (1888), pues sus fundadores, por un lado, al señalar las finalidades de la misma, se ajustaron al plan del lore inglés; y por otro, muy pronto (1898) incluyeron a los grupos indígenas dentro del folk; pero en la práctica, al estudiarlos, consideraron como folklore únicamente los aspectos literarios. El motivo de la división anterior fue que tales sociedades no correspondían a la imagen que se tenía del folklore europeo, puesto que no eran campesinos (en la etapa de la “barbarie” de acuerdo con el entonces popular esquema evolucionista) con “supervivencias” o resabios de modo de vida anteriores, sino que toda su cultura era antigua, pero aún funcional en sus totalidad y completa en sí misma. O dicho también con la terminología de la época, que estando aún en la etapa del “salvajismo”, el estudio de cualquier aspecto de su cultura vendría a caer en el campo de la Etnología. Como señala Herskovits, en ese país con su pragmatismo característico, resolvieron el problema dejando que la Etnología se ocupara de las “instituciones económicas, políticas y sociales, así como de su religión y de su arte – y aún en ciertos contextos de sus juegos y danzas” (Folklore after hundred years, Journal of American Folklore.- 1946. Vol. 59, núm. 282: 95-96); mientras que el folklore únicamente estudiaría los mitos, leyendas, cuentos, poesía, proverbios, adivinanzas, etc., en suma básicamente los aspectos verbales de la cultura. Siguiendo la orientación anterior, la mayoría de los antropólogos y no pocos folkloristas humanistas (a pesar de que muchos de ellos en teoría también consideran los aspectos no verbales dentro de su objeto de estudio), han dedicado sus esfuerzos a ponerla en práctica en sus investigaciones. El folk y el lore en la corriente ecléctica. Por último, hay un grupo de folkloristas que podríamos llamar independientes, que sostienen una posición ecléctica. Para éstos el folklore es una disciplina humanística, que puede estudiar los hechos considerados como folklóricos (verbales, parcialmente verbales, y no verbales) de cualquier grupo humano (“primitivos”, campesinos y aún urbanos). Para el efecto, afirma, es lícito utilizar, tanto métodos o enfoques como sean necesarios, provenientes de la antropología, de la sociología, de la psicología, de la literatura, etc. La disciplina folklórica se distinguiría de otras sociales y humanísticas solamente por su perspectiva propia, la que sin embargo aún está por definirse. Este grupo de folkloristas, la mayoría jóvenes, (aunque con precursores en la escuela finlandesa), los encontramos sobre todo localizados en los Estados Unidos, y se cuentan entre ellos algunos de

los más brillantes e imaginativos investigadores de esta ciencia en ese país (Ralph Steele Bogs, Archer Taylor, Américo Paredes, Alan Dundes, Rober Abrahams, Jan Harold Prunvand, etc.). En trabajos recientemente publicados, varios de ellos han expresado su convicción de que el estado de confusión en que aún se debate el folklore, tiene un futuro seguro de orden en el enfoque ecléctico, y por lo tanto de la nueva generación de folkloristas que ahora está surgiendo, debe esperarse el replanteamiento de la disciplina tanto en el terreno teórico como en el metodológico. Técnicas de Investigación El Folklore en tanto disciplina científica, previamente a la investigación de campo, debe cumplir con las etapas propias de la preparación de éste: elección del problema, revisión de la bibliografía existente, diseño de la investigación correspondiente, construcción de la o las hipótesis, etc. Para allegarse sus materiales de estudio mediante el trabajo de campo, el Folklore utiliza una serie de técnicas que fundamentalmente no difieren de las que son empleadas en otras ciencias sociales, en particular en la Etnología o en la Antropología Social. En primer término hay que mencionar la observación. Ésta, como se sabe, debe ser objetiva, para que sea científica. Mediante ella el investigador puede registrar no solamente el ambiente en que se desarrollan los acontecimientos, la secuencia y duración de éstos, sino también la interacción entre los participantes (un narrador o un cantador y su auditorio por ejemplo). La observación, como en otras ciencias sociales, puede ser controlada (mediante el uso de cédulas, escalas de actitudes, etc.), o no controlada (simplemente registrando el libre curso de la acción). No puede pensarse por alto la variante de la observación que recibe el calificativo de cada participante, llamada así porque el científico trata de vivir y compartir completamente la vida del grupo que está estudiando. Técnica básica también es la entrevista, considerada como el instrumento por excelencia del investigador en la recolección de materiales, ideas o procesos folklóricos. Para el empleo de esta técnica, el folklorista debe sujetarse a todas las normas y disposiciones que le son propias. En ocasiones, también utiliza otras de carácter más sociológico (como la encuesta, los cuestionarios, etc.), cuando la investigación es a gran escala o cuando el tipo de problemas estudiados así lo requiere. Además para ciertos aspectos se requiere del dominio de técnicas específicas, como son la notación coreográfica (una de las más completas es el llamado sistema Laban), de transcripción musical, etc. Desde luego también auxiliares en el trabajo de campo son recursos mecánicos que facilitan la labor. Esenciales como la grabadora y la cámara fotográfica de desearse, sobre todo para documentar ciertos aspectos (la danza, los juegos, etc.), la cámara cinematográfica. Los dibujos, mapas, croquis, etc., igualmente complementan la información que el folklorista persigue en la campaña. Por último, no hay que pasar por alto que cuando el investigador se encuentra trabajando en un medio en el que se conoce la escritura desde tiempo antiguo (como ocurre en el medio rural europeo), debe manejar técnicas específicas para la investigación documental. Clasificación La clasificación es el punto de partida para la segunda parte del trabajo de investigación: el trabajo de gabinete. De la clasificación depende en buena parte el éxito de las siguientes etapas. En el Folklore no se han llegado a elaborar sistemas de clasificación unánimemente aceptados para todos los aspectos; sin embargo existen varios que gozan de gran prestigio y son usados con

más frecuencia que otros. Dentro de los de carácter general pueden mencionarse: el del argentino Bruno C. Jalcovella, el del brasileño Carvalho Neto, etc.; de una sola especie: el de las baladas de Child, el de las creencias de Wayland Hand, etc. Mención especial merecen aquellos que obedecen a un sistema decimal, por sus características técnicas, como los elaborados por Steele Boggs y Augusto Raúl Cortázar. También entre éstos últimos destacan los que existen para la narración tradicional, ampliamente usados y de carácter casi definitivo. En efecto, desde finales del siglo pasado, en Finlandia empezó a desarrollarse un sistema de clasificación para las narraciones, que culminó en 1910, cuando apareció la primera orientación tipológica: Verzeichnis der Märchentypen [Catálogo de tipos de cuentos de hadas] (FFC. Núm. 3), elaborada por el finlandés Antti Arne (1867-1925) sobre la base de cuentos del norte de Europa, principalmente. Al morir Aarne, el folklorista estadunidense Stith Thompson (1885-1976) se dio a la tarea de enriquecer la clasificación empleando la nueva bibliografía y las nuevas colecciones. La publicación traducida al inglés en 1928, con el título: The Types of the Folktale. A Classification and Bibliography (FFC. Núm. 74). El mismo Thompson acometió la empresa de elaborar una clasificación de los “motivos” (personajes, objetos, incidentes, etc.) que integran las narraciones: Notif-Index of Folk Literature (Indiana, 1932-36; 6 vols.) La segunda edición de 1960 se halla enriquecida con material hispanoamericano. Hoy en día tanto el índice de “tipos” como el de “motivos” constituyen obras de referencia básica para los estudiosos de las narraciones (y aún para especies relacionadas) en todo el mundo. Además han servido de modelo para elaborar otros índices de áreas, épocas, y autores. Escuelas y teorías El estudio del Folklore no se queda en la etapa meramente descriptiva o clasificatoria, sino que procura encontrar explicaciones del origen, naturaleza, cambio, relaciones, estructura o función de los hechos folklóricos; con la intención última, como toda ciencia, de encontrar las regularidades que le son propias. Para el efecto requiere de la aplicación de la teoría. A través de su desarrollo como disciplina científica, en Folklore han sido propuestas diversas teorías, muchas de ellas demasiado unilaterales o extremistas y por ello hoy en día muy desprestigiadas como las llamadas solaristas, orientalistas, ritualistas, etc. Entre las que tienen hoy día uso corriente, pueden mencionarse: a) teoría comparativa, comúnmente conocida como escuela finlandesa, b) la antropológica (en un sentido más bien estricto) y c) las estructuralistas. a) La escuela finlandesa. Como su nombre lo indica, se origina en Finlandia en la 2da. Mitad del siglo XIX, con los trabajos de Elías Lönrot, Julius y Kaarle Krohn, su sistematizador. Lo que une a los miembros de esta escuela es el empleo de un método más que una teoría. Este, por interesarse básicamente en las dimensiones espaciales y temporales de los fenómenos folklóricos (en particular de las expresiones orales), reciben el nombre de histórico-geográfico. A base de la comparación del mayor número de versiones (tanto escritas como orales) de un tipo de narración (o de otra especie), desglosadas en los motivos que las integran y comparadas entre sí, se pretende encontrar el lugar de origen del tema, su supuesta forma original o normal, así como lograr la reconstrucción de su historia, mediante el estudio de sus rutas de difusión del tiempo y del espacio. La

referencia básica para el método histórico-geográfico es Kaarle Krohn: Die Folklorische Arbeitmethode [El método de trabajo folklórico] (Oslo, 1926) del que Boggs publicó un resumen en español: “Metodología Folklórica” en Folklore Americas (June, 1945, Vol. 5 Núm. 1). Como un estudio modelo es esta naturaleza puede considerarse Black Ox: A Study in the History of a Folktale (Helskinki, 1927), de Archer Taylor publicado en la serie Folklore Fellows Communications, No. 70. b) Análisis de función, contenido y estilo. Estos tipos de análisis han sido puestos en práctica sobre todo por antropólogos norteamericanos y por lo tanto se han aplicado básicamente a las expresiones orales. Lo que en ellos se persigue es, en primer lugar, dilucidar cuál es la función (cohesión, control social, socialización, etc.) que tales expresiones desempeñan dentro de la vida total de la comunidad o grupo en que existen. Al someterlas a un análisis de contenido se intenta descubrir las tendencias psicológicas predominantes. Por último, los materiales también se someten a estudios de carácter estilístico para determinar actos, secuencias, fórmulas, recursos, patrones numéricos, etc.; similares a los que se llevan a cabo en la prosa y el drama de carácter no folklóricos. Ejemplos de este tipo de estudios son: Dahomean Narrative (1958) de Melville J. Herskovits; Zuñi Mythology (1935) de Ruth Benedict; Voices in the Wind (1955) de Katherine Luomala; y The content and style of an oral literature (1959) de Melville Jacobs. c) Las teorías estructuralistas. A pesar de que una de las características básicas de la mayoría de los fenómenos folklóricos es su expresión en patrones, el enfoque sincrónico ha llegado con retraso al Folklore, cuyos estudios han permanecido orientados diacrónicamente y caracterizados por su perspectiva atomista y no holística. En Folklore se considera que los estudios estructuralistas dan principio hacia 1928 con la obra del ruso Vladimir Propp, “Morfología del cuento popular”, traducida al inglés hasta 1953 y al español hasta 1971. Este autor trata de delinear una morfología de los cuentos de hadas (empleando la colección rusa de Afanesiev). Su análisis dio como resultado el aislamiento de una nueva unidad mínima: la función, de gran importancia teórica para el Folklore.

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