“El estructuralismo y la teoría del conocimiento sociológico” de Pierre Bourdieu (1969), Social Research, Vol. 35, No. 4, Focus-Conservative Approaches in the Human Sciences (WINTER), pp. 681-706

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Descripción

Bourdieu, Pierre (1968). “Structuralism and theory of sociological knowledge”. Social Research, Vol. 35, No. 4, Focus-Conservative Approaches in the Human Sciences (WINTER), pp. 681-706.

El estructuralismo y la teoría del conocimiento sociológico1 Pierre Bourdieu

[681]2 La originalidad de la tendencia en investigación antropológica denominada estructuralismo, puede decirse que descansa, paradójicamente, en el hecho que ha contribuido en gran medida a hacer desaparecer la originalidad ficticia asignada al conocimiento antropológico por la teoría espontánea del conocimiento. El riesgo de subestimar o sobreestimar (las dos alternativas no son mutuamente excluyentes) la originalidad de esta tendencia, que razonablemente merece menos el nombre de estructuralismo que las matemáticas o la físicas modernas, se debe al hecho de que sus principios, que ha despertado nuevamente o constituido expresamente su forma específicamente antropológica, son diametralmente opuestos a la teoría espontánea del conocimiento del hombre y de la sociedad. Por consiguiente, cuando la antropología se comprometió a encontrar en sí misma los principios que en última instancia son los de cualquier teoría del conocimiento científico, tuvo que superar obstáculos epistemológicos que no son comparables con los que se enfrentan las ciencias naturales. Para evaluar adecuadamente la contribución teórica del estructuralismo, debemos introducir, en oposición a las formas usuales de pensamiento, una clara distinción entre la teoría del conocimiento sociológico y la teoría del sistema social. La teoría del conocimiento sociológico, como el sistema de principios y reglas que gobiernan la producción de todas las proposiciones sociológicas científicamente fundadas, y de ellas solas, es el principio generador de todas las teorías parciales de lo social y, por lo tanto, el principio unificador del discurso propiamente sociológico, que no debe confundirse con una teoría unitaria de lo social. En otras palabras, un discurso sociológico, [682] por ejemplo una teoría de las transacciones matrimoniales o de la difusión cultural, es científico únicamente en la medida en que hace uso de principios epistemológicos y lógicos de la teoría del conocimiento social, esto es, de una meta-ciencia sociológica, de acuerdo a un sistema de relaciones y de 1

Traducción de Esteban Leiva. Material para uso interno de la cátedra de Epistemología de las Ciencias Sociales, Escuela de Historia, Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba. Septiembre de 2015. 2 [N. de T.] El número entre corchetes corresponde a la paginación original.

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sus principios explicativos. Se sigue, por un lado, que la pluralidad de teorías del sistema social no debe ocultar la unida meta-científica sobre la cual todo lo que en esas teorías se destaca como científico está basado: investigadores como Marx, Durkheim y Weber, completamente diferentes en sus perspectivas sobre la filosofía social y los valores últimos, estaban de acuerdo en los puntos esenciales de los principios fundamentales de la teoría del conocimiento del mundo social. Se sigue, por otro lado, que lo que usualmente se denomina “unidad de la ciencia” no es nada sino la unidad de la meta-ciencia, la identidad de los principios sobre los cuales toda la ciencia, incluyendo la ciencia del hombre, se encuentra asentada. La originalidad del estructuralismo antropológico yace, esencialmente, en el hecho que ataca, desde el principio al final, la forma sustancialista de pensamiento que las matemáticas y las físicas modernas se han esforzado constantemente de refutar. Sólo en tiempos relativamente recientes ha sido posible quebrar con la manera sustancialista de pensamiento que concibe las figuras geométricas en su existencia real, en vez de considerarlas en sus relaciones recíprocas; esto, finalmente, ha hecho posible percibir que los elementos simples [single elements] sólo mantienen sus propiedades por virtud de relaciones vinculantes de unos con otros dentro de un sistema, que es decir, por virtud de la función que cumplen dentro del sistema de relaciones. Finalmente, ha sido posible descubrir que cualquier geometría no es nada sino un sistema puro de relaciones determinadas por los principios que las gobiernan y no por la naturaleza intrínseca de las figuras que entran en aquellas relaciones. Así, por ejemplo, los puntos, las líneas y los planos de una geometría Euclideana pueden ser reemplazados por una infinidad de objetos enteramente diferentes sin afectar la validez de los correspondientes teoremas, de manera tal que, como Bachelard escribe, “la realidad de una línea es fortalecida por su pertenencia a una múltiple variedad de superficies; aún mejor,… la esencia de una noción matemática es definida por las posibilidades [683] de deformación que permite extender la aplicación de esta noción”3. Uno puede inmediatamente ver todos los obstáculos epistemológicos que la antropología debe superar en orden a tratar con sus materiales – los sistemas culturales y los sistemas de relaciones sociales- como la geometría moderna trata con sus objetos, esto es, como sistemas definidos no por algún ‘contenido’ sustancial sino únicamente por las leyes de combinación de sus elementos constitutivos. En primer lugar, cosas tales como el G. Bachelard, Le Nouvel Esprit Scientifique, Paris, P.U.F., 1934; 5th ed., 1949, p.24. Bachelard también escribe: “El rol de las entidades tiene prioridad sobre su naturaleza… y la esencia es concomitante con la relación” (p. 22). Es en las relaciones que las diferentes geometrías son equivalentes. Como relaciones ellas tienen una realidad y no por referencia a un objeto, una experiencia, o una imagen de la intuición” (p. 28). [ed. cast.: El nuevo espíritu científico, México, Nueva imagen, 1981.] 3

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lenguaje, la cultura, o un complejo de relaciones sociales no pueden ser tratados como sistemas que tienen coherencia interna y necesidad, excepto invalidando, como Ernst Cassirer observa, la clara oposición establecida por Leibniz, y todo el racionalismo clásico, entre verdades de razón y verdades de hecho, entre verdades formales eternas de la lógica y la matemáticas y verdades empíricas contingentes de la historia. Dejando de colocar en oposición uno con otro, lo que es formal y lo que es real, la razón y la experiencia concebidas como mera “Rhapsodie von Warnehmungen” ¨[Rapsodia de percepciones], el estructuralismo asienta sus fundamentos sobre el postulado que la experiencia es un sistema4. El postulado del carácter sistemático de los hechos empíricos, sin embargo, presupone la superación de un obstáculo epistemológico posterior que es típico de las ciencias del hombre porque está vinculado a la relación particular entre el científico social y su objeto. El artificialismo inherente a la filosofía espontánea del mundo social conduce al “ateísmo del mundo moral” criticado por Hegel en la introducción a su Filosofía del Derecho: los sujetos sociales están inclinados a negarle al mundo social la necesidad inmanente que reconocen en el mundo natural, o porque son engañados por la experiencia cotidiana, donde el significado de la conducta y actividades de los demás es inmediatamente embargable, o porque están ansiosos por retener los derechos imprescriptibles del hombre, incluyendo el derecho a ser conscientes del significado de una acción, y [684] libremente racionales para determinar dicha acción y sus consecuencias. Al reconocer en el mundo social únicamente una necesidad vicarial, en la que el hombre siempre permanece como dueño y propietario, uno puede evadir tal artificialismo; la realidad social puede ser tratada como un sistema que tiene necesidad inmanente, independiente de la conciencia y la voluntad individual, y que, por supuesto, debe ser explorada de la misma manera como lo son las relaciones entre hechos del mundo físico. El debate recientemente desarrollado, en especial en Francia, acerca del estructuralismo como una “filosofía sin sujeto” echa de menos lo que es verdaderamente original como tendencia de investigación, atribuyendo al estructuralismo lo que los fundadores de la ciencia social, tanto Marx como Durkheim, siempre declararon en sus escritos teóricos y en sus práctica científica: el estructuralismo simplemente reafirma el postulado del carácter sistemático, o la inteligibilidad inmanente del mundo social, así desplaza a la consciencia individual del privilegio gnoseológico que le otorga la teoría espontánea de lo social.

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E. Cassirer, “Structuralism in Modern Linguistics”, Word, I, 1945, pp. 99-120.

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Importantes dificultades obstaculizan la decisión metodológica para considerar una formación cultural, tal como el lenguaje, el mito o el ritual, o una formación social, como un sistema que contiene la clave para su propia interpretación, y extraer de los hechos mismos el código para desenredar su significado: los símbolos de las formaciones culturales –los mitos o los rituales incluso más que el lenguaje- no tienen la claridad conclusiva de los símbolos de la lógica formal, que son arbitrarios y percibidos de tal forma. Incluso, más que las figuras geométricas, ellos aparecen como individualidades concretas que deben ser tratadas en sí y para sí, más que en sus relaciones con todos los fenómenos de la misma clase. Los mitos, los rituales o aún el trabajo literario o filosófico, pertenecen a tradiciones diferentes que están protegidas contra la interpretación, no tanto porque las mentes estén privadas de la clave de interpretación, y en conjunción de la conciencia de tal privación; sino más bien, porque dan una apariencia de sentido a lecturas parciales y selectivas, donde el significado de cada elementos simbólico se deriva de una revelación especial más que de su relación establecida metodológicamente [685] con todos los otros elementos de la misma clase.5 El verdadero significado de un acto ritual determinado, de un símbolo, puede permanecer oculto al observador porque, paradójicamente, este acto o símbolo asume con demasiada facilidad la apariencia de verdad (como por ejemplo, el significado sexual del trabajo). Permitiendo asignar un significado a cada uno de los símbolos tomados separadamente, los libros sobre sueños desalienta incluso la intención de referir cada elemento simbólico al sistema completo de manifestaciones del cual derivan sus verdaderos sentidos. De la misma manera, los primeros mitólogos, prestando mayor más atención al asunto del mito que a la forma en que fue relatado, a su vocabulario más que a su sintaxis, quedaban satisfechos con las traducciones palabra por palabra que hacían posible los diccionarios de simbolismo universal, que incluían elementos míticos o rituales tomados prestado de tradiciones diferentes y considerados únicamente en sus contendidos. Por la adopción de este tipo de atajos, que condujo directamente de cada signifiant [significado] a sus correspondientes signifié [significante], los investigadores fueron desviados por medio un largo rodeo del sistema completo de los significantes constitutivos de un ritual o corpus mítico. Sin embargo, ese desvío por sí sólo podría haberlos conducidos al sistema completo de significantes y, consecuentemente, al significado particular correspondiente a cada uno.

Varias de las interpretaciones de las obras los filósofos griegos, especialmente de los pre-socráticos, revelan más acerca de la forma de pensar de los intérpretes que acerca de la estructura del discurso interpretado. Entre otras razones, la facilidad de la palabra por palabra, a veces letra por letra, las traducciones han bloqueado estas obras de una interpretación sistemática al menos de manera efectiva al igual que el absurdo aparente de traducir las obras culturales pertenecientes a las más remotos y menos reconocidas tradiciones. 5

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No sería difícil encontrar prácticas equivalentes a la vez vagas y demasiadas apresuradas, entre los sociólogos. La lógica de investigación, una serie de operaciones produciendo una colección de hechos, conduce a sutilezas atomistas a quienes, cediendo a una tarea sencilla, toman la tabla estadística como la unidad de interpretación y a quienes evaden exponer un cuerpo coherente de proposiciones a la refutación que podría provenir de cada tabla, porque ellos saltan la cuestión de articular las proposiciones derivadas de [686] cada tabla o de cada series de tablas, a lo que cada uno supone en su propio análisis. Como contra una serie discontinua de hipótesis ad hoc, un sistema de hipótesis debe su valor epistemológico a la coherencia, y a su vulnerabilidad al ataque: un hecho solo puede poner en cuestión el sistema completo. Construido al precio de romper con la apariencia fenoménica, el sistema no puede recibir la corroboración inmediata y fácil de los hechos en su valor nominal o que los documentos tomados literalmente proveen: su verificación es únicamente posible por la coherencia completa del sistema total de hechos creados por –y no para- las hipótesis teóricas. Este método de prueba, donde la coherencia del sistema de hechos inteligibles está en función de sus mismas pruebas, mientras, al mismo tiempo, el poder de prueba se otorga a los test positivistas parciales manipulados de manera dispersa, evidentemente presupone la decisión sistemática de cuestionar los hechos acerca de las relaciones que los unen dentro de un sistema. Cuando Erwin Panofsky ofrece como un ‘elemento de prueba’ la inter se disputando del Album de Villard de Honnecourt6, no ignora que esa frase no resuelve una cuestión de hecho, la influencia directa de los escolásticos sobre los arquitectos, por ejemplo: un hecho tan pequeño deriva su valor de prueba de sus relaciones con otros hechos que son insignificantes, siempre que sean considerados independientemente de las relaciones que una hipótesis sistemática permita descubrir, pero toma su ‘valor’ real únicamente cuando es organizado como eslabón de una serie.7 El sociólogo pone en movimiento el mismo proceso circular en su análisis de los hechos producidos por una investigación: a partir del complejo de respuestas a un cuestionario, interpreta el significado que cada pregunta por medio de la cual ha suscitado y construido la

[N. de T.] Bourdieu refiere al estudio de Panosky sobre los Cuadernos de dibujos de Villard de Honnecourt (1200-1250), arquitecto y maestro de obras cuyo cuaderno de viajes testimonia, a través de una serie de sesenta y seis láminas, los procedimientos arquitectónicos y técnicos utilizados a principios del siglo XIII en Europa. Existe traducción tanto del cuaderno de Villard de Honnecourt [Cuaderno de dibujos, Madrid, Akal, 2001] como del libro de Panosky [Arquitectura gótica y pensamiento escolástico, Madrid, La Piqueta, 1986]. 7 Cf. P. Bourdieu, “Post-face,” en E. Panofsky, Architecture gothique et pensé scholastique, précédé de L’Abbé Suger de Saint-Denis, Paris: Eiditions de Minuit, 1966, pp. 135-167. [N. de T.] La versión original del libro de Panofsky se publicó en inglés en 1957. Bourdieu es el encargado de realizar la versión francesa nueve años después. La versión en castellano, que citamos en la nota anterior, sigue la primera edición en inglés pero fue contrastada con la versión francesa, aunque lamentablemente no reproduce el “Epílogo” de Bourdieu. 6

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respuesta, constantemente reformulando el significado del todo a la luz de lo que aprende de cada una de las respuestas. El enfoque estructural puede servir a la investigación con la única condición de que todas las rutinas automáticas de la práctica científica sean superadas. [687] Además, sin embargo, la mayor disciplina implicada por la sistematización siempre corre el riesgo de aparecer disfrazando hábilmente una renuncia a la exactitud científica por quienes toman lo “dado” como un representante del ideal de precisión. En realidad, la prueba obtenida a través de la coherencia del sistema de pruebas condena cualquier procedimiento sistemático a un ciclo metódico que inevitablemente aparece como un círculo vicioso, inspirado por el espíritu del sistema, a una epistemología positivista que reinterpreta su lógica de prueba por referencia a una definición analítica de verificación. La misma ceguera conduce a algunos a percibir en el análisis estructural de un mito la proyección de las categorías de pensamiento del investigador, o incluso el protocolo de un test proyectivo8 o un sesgo en el método elegido para interpretar cada relación estadística establecida por un análisis multivariante sobre la base del sistema completo de las relaciones entre las relaciones de las que cada una deriva su significado.9 La fuerza de la prueba de una relación empíricamente descubierta no está exclusivamente determinada por una fuerte correlación estadística. La validez de la hipótesis testeada es una función del sistema completo de relaciones ya establecidas, sean relaciones estadísticas o regularidades de un tipo diferente. En palabras de Reichenchach, es una función de esas “cadenas de prueba” que “pueden ser más fuertes que su eslabón más débil, incluso más fuerte que su eslabón más fuerte,”10 dada que su validez es medida no sólo por la simplicidad y la coherencia de los principios empleados, sino por el rango y la diversidad de los [688] hechos considerados y por la multiplicidad de consecuencias imprevistas. Así, las palabras que Duhem usó para describir el progreso de la física puede describir el progreso de cualquier investigación estructural: “Una imagen simbólica a la que [N. de T.] Los test proyectivos es una herramienta que se utiliza en psicología para que un sujeto proyecte aspecto de su personalidad cuando interpreta estímulos no estructurados. Son pruebas orientadas al análisis del inconsciente. Entre los más conocidos se encuentra el test de Rorschach, creado por Hermann (18841922), y que consta de diez láminas compuestas por manchas de tinta sobre un fondo blanco. 9 Así, en la misma forma que las matemáticas pueden considerar la ausencia de propiedad como una propiedad, el sociólogo puede ver la ausencia de una relación estadística entre dos variables como altamente significante cuando la coloca dentro del sistema completo de relaciones de la cual es parte. Por ejemplo, no se encuentra una relación significativa (en un sentido estadístico) entre los estudiantes de diferente origen social respecto a su conocimiento del teatro clásico, mientras ellos se diferencian sistemáticamente en todas las otras prácticas culturales. En este caso, una interpretación del significado de la actitud hacia la cultura académica, que revela una relación no significativa, debe contener el significado de la relación socialmente condicionada y diversificada de los estudiantes con la cultura libre (el teatro de vanguardia o la música moderna) y viceversa, etc. (P. Bourdieu and J. C. Passeron, Les héritiers. Les Etudiants et leur études, Cahiers du Centre de Sociologie Européene, n.l, Paris-Haye, Mouton, 1964) [ed. cast.: Los herederos. Los estudiantes y la cultura, Buenos Aires, Siglo XXI, 2009]. 10 A. Kaplan, The Conduct of Enquiry, Methodology of Behavioral Science, San Francisco, Chandler, 1964, p. 215. 8

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incesantes retoques da mayor alcance y unidad…, mientras cada detalle, aislado del todo, pierde cualquier significado y ya no representa nada”.11 No es por casualidad, luego, que un físico haya expuesto la teoría de la teoría científica más apropiada para remover las aparentes dificultades en la aplicación del método estructural a las ciencias sociales. En la introducción a su libro, Los principios de la mecánica, Hertz muestra que el proceso teórico consiste en construir representaciones simbólicas cuya estructura es tal que sus consecuencias necesarias en la esfera del pensamiento son símbolos de las consecuencias en el reino de los objetos representados. En esto, Hertz se encuentra cercano a una filosofía de la ciencia positivista como la de Mach, para quien una teoría adecuada es definida por su conformidad al dato sensible [sense data] que se expresa en el aquí y ahora. Hertz, sin embargo, se diferencia radicalmente del positivismo al enfatizar que, en orden a que la teoría sea verificada, no es necesario verificar cada proposición aislada sino únicamente el sistema completo de proposiciones. Esto es decir, que no hay elemento en una teoría de la naturaleza, tal como la noción de fuerza o masa, que pueda ser aislado en orden a ser verificado por un correlato objetivo, y que de los conceptos aislados, construidos hipotéticamente, ya no se puede esperar que reproduzcan concreta y empíricamente hechos que pueden ser demostrados. Es en su totalidad, o, más exactamente, en su relaciones mutuas que tales conceptos representan sus objetos, así que sus “consecuencias necesarias en la esfera del pensamiento” son siempre “símbolos de las consecuencias necesarias en el reino de cosas de los objetos representados”. La teoría no es una traslación necesaria basada en una correspondencia término a término con lo “real”, meramente reproduciendo los elementos aparentes y las propiedades de los objetos luego de modelar los modelos [689] de la mecánica de la física antigua. La estructura de símbolos simboliza 12 la estructura de relaciones establecida por experiencia de manera tal que la relación entre teoría y hechos, entre razón y experiencia, sigue siendo una homología estructural. Esto es bien expresado por Juvet: “En el flujo corriente de un fenómeno, en la realidad siempre cambiante, el físico observa algo permanente. En orden a describirlo su mente construye modelos geométricos, cinemáticos13, mecánicos de aquellos axiomas que cumplen el propósito de especificar aquello que, para elegir un mejor término, llamaremos una comprensión útil de los diferentes conceptos formados después de la experiencia y la observación. Si los

P. Duhem, La théorie physique, son objet, sa structure, Paris: M. Rivière, 1914, 2nd ed. revisada y ampliada, p. 311. [ed. cast.: La teoría física: objeto y estructura, Barcelona, Herder, 2009] 12 Más precisamente, uno debe decir simboliza con [symbolizes with], como lo hicieron en el siglo diecisiete para indicar una relación de analogía entre dos cosas. 13 [N. de T.] La cinemática es una rama de la física mecánica que trata con el movimiento de objetos sin referencias a las fuerzas que originan dicho movimiento. 11

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axiomas así construidos son representaciones de un grupo cuyas invariantes permiten la traslación dentro de la realidad de todos los elementos permanentes descubiertos empíricamente, la teoría física está libre de contradicciones y es una reflexión de la realidad”.14 En otras palabras, la teoría como un sistema de signos organizados para representar, a través de sus propias relaciones, las relaciones entre los objetos es una traducción o, mejor, un vínculo simbólico que éste simboliza por una ley de analogía. Inclusive aún que las formaciones culturales, las formaciones sociales resisten la aplicación de tal meta-teoría. En primer lugar, como los hechos culturales, las relaciones sociales y las instituciones, por su pertenencia a un sistema de relaciones entre relaciones, están dotadas de un carácter necesario que las hacen aparecer ante los individuos como naturales, a la vez que como algo normal y formando parte participando de una naturaleza humana. Paradójicamente, las relaciones sociales y las instituciones, que de otro modo serían percibidas por lo que objetivamente son –constructos arbitrarios-, permanecen incuestionables por su pertenencia al sistema y son más bien aprehendidas en sí mismas, en términos absolutos, precisamente por lo que le deben directamente al sistema de relaciones del cual son parte: esto es, su necesidad aparente. En segundo lugar, la expurgación lógica presupuesta por la constitución de los hechos como elementos de un sistema de relaciones se enfrenta aquí con dificultades particulares: los “elementos” en [690] relaciones mutuas son agentes individuales percibidos directamente y localizados inmediatamente en un aquí y ahora; ellos demandan insistentemente ser concebidos en su existencia separada, como si tuvieran una autonomía real respecto al sistema de relaciones del cual son parte y por el que son producidos, en el sentido que el electrón, acorde a Herman Weyl, no es un elemento del campo sino “un producto del campo” (eine Ausgeburt des Felds). La decisión metodológica de centrarse en las relaciones más que en los elementos que los componen debe terminar, por lo tanto, con ese ens realissimum15 de la teoría espontánea de lo social: el individuo, el “sujeto”. Uno puede creer, por ejemplo, que ha cortado con todo sustancialismo cuando toma como su objeto la relación entre dos “sustancias” que, como no tan a menudo, indica “relaciones intersubjetivas”. El sujeto, descendencia híbrida del espiritualismo cristiano y del dogma cartesiano del “espíritu en la máquina”, en palabras de Ryle, es más resistente que las figuras geométricas al esfuerzo de captar el sistema de relaciones del cual deriva su raison d’être [razón de ser] y aún su apariencia de una existencia P. Juvet, La structure des nouvelles théories physiques, 1933, p. 170, citado por G. Bachelard, op. cit., p. 35 (itálicas mías). 15 [N. de T.] El ens realissimum es el argumento ontológico que los filósofos escolásticos usaban para demostrar la existencia de Dios. Si en la mente humana aparece la idea de un “Ser Perfecto”, que es el más real de todos entes, entonces ese “Ser” tiene que existir. 14

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autónoma. Así, por ejemplo, las relaciones objetivas entre las posiciones sociales de los sujetos están usualmente reducidas a las “relaciones intersubjetivas” que en realidad al lugar que los individuos ocupan en aquellas posiciones: tal proceder, sin embargo, ignora el hecho que lo propio de las relaciones sociales es precisamente que existen aún cuando los sujetos involucrados (empleadores y trabajadores, personas educadas y no educadas, etc.) no tengan alguna relación directa, aún si nunca estuvieron y estarán en un mismo aquí y ahora. También ignora el hecho que las relaciones reales entre sujetos (y también un número de tipos de conductas, prácticas culturales por ejemplo, que aparentemente están libre de cualquier referencia a tales relaciones) siempre implican una referencia objetiva a relaciones objetivas de posiciones que definen su forma y contenido. Únicamente un corte radical con la forma espontánea de pensar y percibir, por lo tanto, nos permite apreciar que, por momentos, las relaciones reales entre agentes constituyen el campo intelectual debido a su forma específica de la posición que cada agente ocupa [691] dentro del campo, en la medida en que cada una de estas relaciones es dominada y definida por la relación objetiva entre las posiciones de los agentes que entran en él –tal relación objetiva es definida en sí misma por su pertenencia al campo intelectual concebido como un sistema de relaciones.16 De la misma manera, la relación entre individuos de diferentes clases sociales y de uno u otro bien cultural, el significado que le dan a diferentes prácticas percibidas como “vulgar” o “distinguida”, “noble” o “común”, y las relaciones reales que pueden tener entre sí en tal ocasión, están siempre mediadas: su significado y función relacional, por lo tanto, está determinado por las relaciones objetivas entre condiciones de clase y posiciones de clase que en este tipo de conductas, actitudes u opiniones encuentran una posibilidad de ser actualizadas.17 Por ejemplo, no se podría comprender el interés apasionado e ingenuo de los sociólogos y los intelectuales por los problemas de los medios de comunicación modernos, el ocio o la “cultura popular”, si no fuera porque la relación entre el intelectual y su cultura encierra toda una cuestión de cómo el intelectual está relacionado a la condición de intelectual, una cuestión que nunca es planteada tan dramáticamente como en el tema de la relación entre el intelectual y las clases bajas como clases privadas de cultura. Cf. “Projet créateur et champ intellectuel”, Les Temps Modernes, n.246, Noviembre 1966. [ed. cast.: “Campo intelectual y proyecto creador”, en P. Bourdieu, Campo de poder, campo intelectual, Buenos Aires, Montressor, 2002. Pp. 9-50. Esta versión reproduce la traducción aparecida en J. Poullion y otros, Problemas de estructuralismo, México, Siglo XXI, 1967] 17 Cf. “Condition de classe et position de classe”, Archives Européennes de Sociologie, VII, 1966, pp. 201-223. [ed. cast.: “Condición de clase y posición de clase”, en Revista Colombiana de Sociología, Vol. VII, No 1, pp. 119-141. Esta versión reproduce la traducción aparecida en Filippo Barbano y otros, Estructuralismo y sociología, Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión, 1973] 16

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Estableciéndose entre las condiciones y las posiciones sociales (e.g., aquello que define una situación de clase), las relaciones objetivas tienen más realidad que los sujetos, más que las relaciones directas o mediadas que realmente suceden entre los agentes, más que las representaciones que los agentes se forman de estas relaciones. Ignorar las relaciones objetivas conduce a aprehender todas las características observables o aún divulgada por la experimentación como si fueran propiedades sustanciales, unidas por naturaleza a los individuos o clases de individuos. Las nociones más elaboradas en la teoría sociológica que, como el de actitud, no son más que la fórmula abreviada de una relación entre dos sistemas de relaciones, pueden ser usadas en un [692] marco realista cuando definen propiedades absolutas, susceptibles de ser pensadas independientemente del sistema de condiciones objetivas de cual son el producto y de los sistemas de acciones o conducta dentro del cual se ponen de manifiestas (como, e.g., la noción de fuerza en la física antigua). En su mayoría el uso de conceptos que son a la vez descriptivos y explicativos tal como el de “motivaciones”, “tendencias”, “necesidades”, “inclinaciones” o “aspiraciones”, descansan sobre el soporte brindado por el sistema de relaciones objetivas. Un procedimiento totalmente similar realiza la sociología espontánea cuando separa las acciones y las expresiones denominadas “vulgar”, “distinguido” o “pretensioso” del sistema de regularidades y probabilidades que objetivamente definen las condiciones sociales, de ahí las “motivaciones” de los individuos en sus comportamientos. Así, uno se abstiene de ver, por ejemplo, que los móviles de la clase alta que los pequeños burgueses tienden a adoptar, a través de la anticipación, y tanto como sus medios lo permiten (lo que es decir, más a menudo en las ilusiones que en la realidad), son atributos que, al menos a sus ojos, pertenecen a la posición objetiva que alcanzarán en el futuro de acuerdo a las estadísticas; en la medida en que favorece la socialización anticipada fomentando una disposición favorable para adquirir la actitudes indispensables para la movilidad social, tal “pre-tensión” contribuye a la realización de las esperanzas subjetivas, siendo ellas mismas el producto de un sistema dado de oportunidades objetivas. Para remover de la física cualquier remanente de substancialismo, ha sido necesario reemplazar la noción de fuerza con el de forma. De la misma manera las ciencias sociales no pudieron acabar con la idea de naturaleza humana excepto sustituyéndola por la estructura oculta, es decir, considerando como productos de un sistema de relaciones las propiedades que la teoría espontánea de lo social adscribe a una substancia. La crítica de Marx a Stirner es válida al considerar que todos los psicólogos y sociólogos reducen las relaciones sociales a relaciones entre “sujetos”, o, peor aún, a las representaciones que los 10

“sujetos” tienen tales relaciones, y a quien, en el nombre de algún tipo de artificialismo práctico, cree posible transformar las relaciones objetivas entre los sujetos transformando las representaciones que los sujetos tienen ellos: “Sancho no desea dos individuos [693] que estén ‘en contradicción’ uno con otro, como los burgueses y el proletariado…, le gustaría verlos en una relación personal de uno con otro. No considera que, en el marco de la división del trabajo, la necesidad de las relaciones personales, llegue a ser inevitablemente relaciones de clase y se cristalicen como tales; por lo tanto, toda su verborragia se reduce a un deseo piadoso que piensa hacer realidad exhortando a los individuos de esas clases a desechar de su mente la idea de sus ‘contradicciones’ y de su ‘privilegio’ particular.”18 El sistema de relaciones objetivas en que los individuos se encuentran y que se expresa de manera más adecuada en la economía y la morfología de los grupos más que en las opiniones declaradas por los individuos, contiene el principio de la “satisfacción” o “insatisfacción” que ellos sienten, los conflictos que experimentan o las expectativas y ambiciones que expresan. Constituye, por lo tanto, la condición para una comprensión completa de las relaciones vividas por los individuos a través de un vínculo con su verdad objetivada dentro de un sistema de relaciones objetivas. Las relaciones aparentes que la ciencia debe romper en orden a construir el sistema de relaciones objetivas que ocultan, no son siempre meras ficciones susceptibles de ser aniquiladas por su exposición a la verdad, al igual que la luz disipa la oscuridad. Las representaciones ideológicas son, por decirlo así, errores fundados del que la ciencia de las relaciones objetivas revela a la vez la falacia teorética y la función social. Es inútil esperar, por ejemplo, que la revelación de la verdad objetiva de las relaciones sociales, por fuerza de su propia evidencia, pueda acabar con las ideologías de la “participación” y de la “comunicación” transmitidas y garantizadas por cierta clase de psicología social, y predispuestos a convertir la justificación de las empresas o instituciones que esta ciencia analiza y para cuyo fin se convierte en accesorio. Este es el error de aquellos que creen en las virtudes del diálogo y de la situación cara a cara, o quienes organizan [694] los cultos mágicos del nuevo año industrial, el socio-drama o las entrevistas no dirigidas. La ciencia social que encuentra en el conocimiento adecuado de las relaciones sociales la prueba de que transformación de las representaciones de la relaciones objetivas no es suficiente para transforma a éstas últimas, no puede atribuir a tal conocimiento el poder de transformar las relaciones objetivas o incluso sus representaciones.

K. Marx, Idéologie allemande, J. Molitor, trans., in Oeuvres Philosophiques, vol. IX, Paris, A. Costes, 1947, p. 94. [ed. cast.: La ideología alemana, Madrid, Akal, 2014] 18

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Los errores bien fundados, las representaciones ideológicas, oponen a la ciencia una resistencia organizada y sistemática porque son compatibles con todo el orden social que a su vez ayudan a sostener: las extremas dificultades encontradas por las conquistas más pequeñas de la ciencia no pueden entenderse de otra forma, tan evidentes son las verdades, una vez que se alcanzan contra toda prueba. Todas las “técnicas” por las cuales el sistema social tiende a ocultar sus propias verdades últimas responde a una la lógica del camuflaje: las relaciones y sus configuraciones reales están de alguna manera perdidas, confusas, borrosas, clausuradas, desfiguradas en el entrelazamiento de sus apariencias. Quien haya realizado investigación en ciencias sociales sabe con cuánta cautela es necesario proceder en orden a evadir las pistas falsas contenidas en los objetos mismos, para resistir la “abundancia copiosa de obstáculos epistemológicos” como afirma Georges Canguilhem,19 y la seducción siempre presente de las interpretaciones previas que la realidad propone insistentemente al intérprete, y no únicamente a través de las respuestas de los informantes, que a menudo incluso engañan sin intención de hacerlo. Así, por ejemplo, una ideología carismática, en su mayoría representaciones de la cultura de las clases privilegiadas, de las relaciones con la cultura y de los modos de adquisición que posibilitan, pueden ser producidos simplemente por el sustento de la evidente relación entre educación y cultura. Este sustento está objetivamente autorizado y apoyado por el sistema social que asegura a las clases privilegiadas, entre otras cosas, que el modo de adquisición cultural de este sustento se pueda efectuar más fácilmente, en una manera más inconsciente que consciente.20 [695] La teoría adecuada del objeto implica una teoría de las condiciones sociales en que son producidos los objetos pre-construidos que son propuestos por la ideología y que constituyen el mayor obstáculo a la formulación de una teoría adecuada del objeto. Consecuentemente, a causa de una aceptación ciega de lo que Nietzsche llama “el dogma de la percepción inmaculada”, la sociología positivista –que se ve a sí misma como libre de G. Canguilhem, “Sur une épistemologie concordataire”, in Hommage à Bachelard, Etudes de philosophie et d’histoire des sciences, Paris, P.U.F., 1957, pp. 3-12. 20 Para un análisis más sistemático de la relación entre el sistema de representaciones ideológicas en la esfera de la cultura y el sistema de mecanismos que tales representaciones ocultan y del que derivan su existencia y lógica, ver P. Bourdieu and J. C. Passeron, Les Héritiers, Paris, Ed. de Minuit, 1964 [ed. cast.: ver nota 9]; P. Bourdieu et al., Un art moyen, Paris, Ed. de Minuit, 1966 [ed. cast.: Un arte medio, ensayo sobre los usos sociales de la fotografía, Barcelona, Editorial Gustavo Gili, 2003]; P. Bourdieu and Alain Darbel, L’amour de l’art, Paris, Ed. de Minuit, 1966 [ed. cast.: El amor al arte: los museos europeos y su público, Barcelona, Paidós, 2003]; P. Bourdieu, “Eléments pour une théorie sociologique de la perception artistique,” Revue internationale des sciences sociales, forthcoming [ed. cast.: “Elementos de una teoría sociológica de la percepción artística”, en P. Bourdieu, Campo de poder, campo intelectual, Buenos Aires, Montressor, 2002. Pp. 61-95. Esta versión reproduce la traducción aparecida en A. Silvermann y otros, Sociología del arte, Buenos Aires, Nueva Visión, 1971] 19

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prevenciones y presuposiciones- es probable que caiga en el conjunto de trampas de los objetos pre-construidos, de los hechos sociales percibidos y nombrados por la sociología espontánea y de los ‘problemas sociales’ cuya pretensión como problemas sociológicos es más fuerte cuanto mayor es el grado de realidad social que muestran para la sociedad global y especialmente para la comunidad de investigadores. Cuando, engañado por una falsa filosofía de la objetividad concebida como una mera sumisión a lo dado como tal, el sociólogo se niega como sociólogo rechazando conscientemente a construir su propia distancia de la realidad y de las condiciones de un adecuado conocimiento de ésta, se condena a afirmar hechos pre-construidos que le son impuesto a pesar de sí, porque no dispone de los medios para conocer las reglas de su construcción. Así, por ejemplo, un sociólogo puede estudiar la delincuencia juvenil, un problema social par excellence, sancionado por una larga tradición como un problema social: por medio de las más rigurosas técnicas estadísticas establece relaciones entre los tipos de delincuencia y las diferentes características de los delincuentes tales como el sexo, el origen social, el nivel de educación, el empleo o desempleo, la pertenencia a una más o menos familia integrada, etc.; al hacerlo, está limitado a adoptar como su propia producción un sistema explicativo que le ha sido objetivamente impuesto por el objeto pre-construido que ha permitido que se le imponga, si no investiga las condiciones institucionales que produce delincuentes [696]. Tales condiciones incluyen instituciones y agentes que son responsables de reprimir la delincuencia e identificar los delincuentes, desde las personas en el barrio donde se realizan las primeras quejas, hasta los jueces de tribunales de menores, pasando por los agentes de policía y los trabajadores sociales; también incluyen los valores y las representaciones conscientes e inconscientes del ‘orden social’ que estos ‘representativos del orden’ derivan de su pertenencia a clases sociales dadas (pequeña burguesía y burgueses en esta caso particular), y su percepción directa y evaluación de las diferentes formas, socialmente identificadas, de violación de las normas sociales. Es contra esta sustitución de objeto que Erving Goffman se defiende en su estudio de lo que llama las instituciones totales: se niega aceptar la definición social de la locura según lo “dado” construido y descripto, en lugar de la lógica del proceso de “alienación” por el que la sociedad elige y produce su población “insana”.21 En orden a comprender las condiciones sociales que producen el objeto pre-construido (el hospital psiquiátrico y el paciente mental), que una ‘sociología de la enfermedad mental’ podría asumir como tal, fue

E. Goffman, Asylums, New York: Doubleday & Co., Anchor Books, 1961. [ed. cast.: Internados: ensayos sobre la situación social de los enfermos mentales, Buenos Aires, Amorrortu, 2008] 21

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necesario desgarrar la red de relaciones aparentes que, en la conciencia común, contiene a los locos y la locura. La serie locos, locura, neurosis, psiquiatría, hospital mental, cura, tuvo que ser sustituida por aquello que disfraza: compromisos, obligaciones, residencia forzada, prisión, barracas, campo de concentración, alienación institucional. Brevemente, romper con las representaciones ideológicas de la locura, particularmente con la doctrina humanitaria que constituye la fachada de las instituciones oficialmente a cargo de la cura, es romper con la construcción de un sistema de instituciones totales, un agrupamiento paradójico de organizaciones separadas por tanto tiempo que sólo sus funciones declaradas son tomadas en cuenta. Es suficiente, entonces, concebir cada una de las instituciones (o clase de instituciones) que constituye el sistema como casos isomórficos de un solo grupo de transformación con el fin de ser capaz de captar las características invariantes [697] que a cada una de ellas le viene dado por la lógica de la institución total. Tomado en sí mismo, el hospital mental sin duda disfraza mejor que cualquier otra institución su relación con el sistema y las características de su funcionamiento que deriva de este hecho, gracias, especialmente, a la autoridad científica del discurso psiquiátrico que expresan sus funciones declaradas. Una vez, sin embargo, que las series de instituciones totales han sido construidas, el hospital mental muestra mucho más completamente que otras instituciones la lógica del camuflaje ideológico. Con el fin de escapar de una consideración ideográfica, y por lo tanto ideológica, de de los casos que han sido resistido cualquier interpretación durante tanto tiempo de percibirse como lo ‘demandado’ a ser, es decir, en su especificidad, la ciencia debe construir un sistema que por sí solo pueda revelar la verdad oculta del caso considerado, ya que contiene el principio de su propia interpretación. Para este propósito debe usar las hipótesis de analogías entre hechos que pretender ser considerados en sí y para sí mismos, o entre el hecho directamente estudiado y el complejo de hechos lógicamente posibles que constituyen la clase del cual el hecho particular es una parte desde un punto de vista sociológico.22 El análisis metodológico de Max Weber [698] acerca de las condiciones de la

Un sondeo de los posibles casos secundarios, de los “composibles” [compossibles. N. de T.: Compossibility o ‘composibilidad’, es un concepto filosófico de Gottfried Leibniz acorde al cual una cosa individual (por ejemplo una persona) está caracterizada por todas sus propiedades, y esto determina sus relaciones con otros individuos. La existencia de una cosa individual puede contradecir la existencia de otra. Un mundo posible está hecho de individuos que son “composibles”, individuos que puede existir juntos. Leibniz indica que un mundo es un conjunto de cosas composible, una colección de cosas que Dios puede traer a la existencia. Pero ni siquiera Dios puede traer a la existencia un mundo en el que hay una cierta contradicción entre sus miembros o sus propiedades.], imaginarios o realizados, que constituyen un sistema todo estructurado, puede legítimamente buscar la ayuda de las hipótesis de analogías estructurales entre el fenómeno bajo estudio y algunos fenómeno que ya tome forma en diferentes esferas de la ciencia social o de otra ciencia, comenzando por las más cercanas, la lingüística, la etnología o incluso la biología (un procedimiento similar ha llevado a 22

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validez del ‘tipo ideal’, una ficción coherente para ser medida contra la real y para ser definida definiendo su propia desviación de lo real, puede ayudar a especificar los principios y reglas bajo las que una investigación metodológica de los ‘casos secundarios’ (composibles) deben ser operados, siempre que, sin embargo, se eliminen algunas ambigüedades.23 Mediante la identificación del tipo ideal con el modelo, el caso extremo, sin diferenciar claramente el caso realmente del obtenido a través de una extremo imaginario, Max Weber tienen a usarlo para indicar tanto un caso teóricamente privilegiado dentro de un grupo de transformación construido como el caso paradigmático que pueder ser o una pura ficción obtenida a través de una ‘acentuación unilateral’ (Steigerung) de propiedades relevantes, o un objeto realmente observable (tal como una pieza escrita por Benjamin Franklin) que se presentar en un grado más alto en el número más grande de propiedades del objeto construido. Para evadir estas ambigüedades, especialmente cuando se trata con un hecho realmente observable, el tipo ideal debe ser considerado no sí y por sí mismo, como una muestra reveladora que da a conocer la verdad de toda la colección, sino más bien como un caso particular de lo posible, como un elemento de un grupo de transformaciones, haciendo referencia a todos los casos posibles o reales de la familia de los cuales el tipo ideal es un caso privilegiado, [699] y, por lo tanto, considerar que revela estructura de casos isomórficos. Con esta condición, el tipo ideal, en el sentido de un caso directamente observable, puede emplearse tan rigurosamente como la construcción ficticia concebir la estructura de campo intelectual por analogía a la estructura del campo religioso, como se deriva del análisis de Max Weber; cf. “Projet créateur et champ intellectuel” [ed. cast.: ver nota 20]). Esta transposición de conceptos y esquemas de pensamiento siempre debe estar estrictamente controlado: las analogías con las esferas cercanas no son necesariamente peligrosas (testigo de los errores producidos por los conceptos vagamente introducidos desde la lingüística en la etnología y la sociología), y las analogías con lo más lejano puede tener una gran valor heurístico si son rigurosamente controlados. Durkheim observa que “la analogía es una forma legítima de comparación y (que) comparación es el único medio práctico a nuestra disposición para haces inteligible las cosas.” Esto ya sugiere los principios de una reflexión acerca de las condiciones de un uso regulado de la analogía. Él condena el simpe intento de inferir las leyes sociológicas de las leyes de la biología porque ignora que “si las leyes de la vida es encuentran en la sociedad, ellas tienen nueva formas y características específicas.” Él sugiere que la investigación de analogías parciales entre las condiciones de la organización social, establecidas a través de un análisis propiamente sociológico, y de las condiciones de la organización animal, podría conducir legítimamente a desarrollar los rasgos comunes de cualquier organización (E. Durkheim, “Représentations individuelles et représentations collectives,” Revue de Métaphysique et de morale, T. VI, May 1898, incluido en Sociología et Philosophie, Paris, F. Alcan, 1924, 3rd ed., P.U.F., 1963) [ed. cast.: Sociología y filosofía, Madrid, Miño y Dávila, 2000]. 23 Sin duda, estas ambigüedades esencialmente derivan del hecho que Max Weber considera el tipo ideal como “una guía para construir hipótesis” y que, colocándose dentro la lógica de la invención, está inclinado a reconocer las virtudes heurísticas particulares en los casos dado a la observación, por lo tanto, dando paso a una interpretación realista de la noción de tipo ideal, en completa oposición a sus propias intenciones teóricas. Las mismas ambigüedades se encuentran otra vez aplicadas en su obra. Así, por ejemplo, su análisis de los agentes religiosos, sacerdote, profeta, hechicero, pueden ser fácilmente interpretados de una lógica estructural y él mismo señala la propiedad de que cada agente religioso debe a las relaciones atándolo a los otros y a los laicos. Sin embargo, el hecho es que carecen de una concepción del “campo religioso” como un sistema, que no escapa (y sus comentadores menos aún) al pensamiento tipológico y a la definición aristotélica.

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(e.g., el tipo puro de la conducta racional, que usa los medios más efectivos para lograr racionalmente los fines calculados), lo que significa que es un medio adecuado para comprender el rango de conductas reales que el tipo ideal permite objetivar por la objetivación de su distancia diferencial respecto al tipo puro. Siguiendo esta lógica, Mauss seleccionó la potlatch como la ‘forma paroxística’ en la familia de los intercambios de naturaleza completa y agonística; o se puede ver al estudiante de letras, de origen parisino burgués, y su inclinación hacia el diletantismo, como una base firme sobre la cual construir el modelo de relaciones posibles entre la verdad sociológica concerniente a la condición de estudiante y su transfiguración ideológica.24 También se puede comprender cómo el enfoque estructural encuentra en la formalización lógica los medios completamente predestinados de auto realización: los símbolos y los sistemas de la lógica y las matemáticas permiten creer que, liberados de la referencia a ejemplos implícitos, empujan hacia su fin a la investigación, de manera mecánica y metódica, de lo posible, y hacen realidad la construcción controlada de un cuerpo sistemático de hipótesis que abarcan todas las experiencias posibles. El modelo, formalizado o no, es el substituto de la experimentación, que es casi siempre imposible, y proporciona los medios para comparar con la realidad las consecuencias extraídas través de tal construcción, en una forma que es completa sólo porque ésta es ficticia. Contra los modelos miméticos que reproducen únicamente las propiedades fenoménicas del objeto, en lugar de restaurar sus principios de funcionamiento, los modelos analógicos o estructurales, omiten las apariencias a través de la abstracción y de la comparación metódica, estableciendo una relación inteligible entre las relaciones construidas y que pueden ser transpuestas a órdenes de realidad fenoménicamente muy diferentes, sugiriendo por analogía nuevas analogías y dando lugar a nuevas construcciones de objetos. Estas teorías parciales que formula la generación y unificación de principios de un sistema estructural de homologías [700] son la realización sistemática de una sistema de relaciones a ser verificado o ya verificado, y demanda un procedimiento de verificación que no puede ser sino sistemático en sí mismo. Conscientemente construido contra lo inmediatamente ‘dado’, permiten el testeo por oposición a la realidad de las propiedades que pueden completamente ser expuestas, por deducción, gracias a la irrealidad de tales teorías. De la misma manera en que los matemáticos pueden encontrar en la definición de una línea recta como curva sin ningún principio de curvatura de una teoría general de las curvas, así la construcción de un modelo 24

Cf. P. Bourdieu and J. C. Passeron, Les Héritiers, op. cit., pp. 69-79. [ed. cast.: ver nota 9]

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puro nos permite considerar diferentes formaciones sociales como realizaciones distintas de un grupo simple de transformaciones y echar luz, consecuentemente, a las propiedades ocultas que pueden ser reveladas únicamente por relacionar cada realización a todas las otras, lo que es decir, con referencia a una sistema completo de las relaciones en que el principio de su afinidad estructural esta expresado. Sea que se aplique a diferentes sociedades y clases sociales, o a diferentes subsistemas de la misma sociedad, el método comparativo hace posible explicar la peculiaridad de un fenómeno complejo (de su ‘estructura’ en el sentido de un sistema de relaciones entre los elementos constitutivos de una totalidad) relacionándolo a otros fenómenos complejos (también definidos como sistemas de relaciones), por un procedimiento análogo al que le permite al matemático “exponer las relaciones a través de transformaciones reguladas de fórmulas”, como sostiene Leibniz.25 Las postulación de la estructura como un sistema de covariaciones a través del cual una estructura (en el sentido original) de un sistema de relaciones cambia en otra, hace posible atribuir al sistema bajo estudio su propia posición dentro del complejo de posibles casos. Así, por ejemplo, un análisis estadístico puede establecer la estructura del público que asiste al museo en diferentes países (separados por diferencias sistemáticas), lo que es, el sistema de relaciones directas o indirectas entre variables dependiente e independientes tales como el sexo, la edad, el nivel de educación, la profesión, las preferencias individuales sobre el arte, las expectativas acerca de la organización de museos y la disposición de obras, etc. En este punto, sin embargo, por dificultades en [701] comparar lo incomparable o de fallar en comparar lo comparable, el análisis no puede limitarse a reunir relaciones simples, ignorando los valores posiciones que cada uno de ellas debe a su pertenencia a un sistema particular de relaciones. Además, si uno no quiere pasar por alto la acción sistemática ejercida sobre cada relación por las características de cada país, desde la estructura poblacional a las políticas en materias de cultura o educación, y si no desea ser excluido de la verificación sistemática de los efectos de tales acciones, es necesario determinar las leyes de transformación que, sistemáticamente aplicadas a uno u otro de los sistemas de relaciones estadísticas o, más exactamente, al principio de tales sistemas (representados en el caso particular por un modelo matemático), nos permiten descubrir las estructuras de todos los otros sistemas de relaciones, con la excepción de algunas variables

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G. W. Leibniz, Philosophische Schriften, Gerhardt, Vol. VII, p. 206.

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independientes, relativamente pocas y secundarias, cuyas variaciones son independientes de las variables que están unidas entre sí.26 El enfoque estructural nos permite eludir la alternativa entre una forma de comparación que reúne rasgos culturales o indicadores estadísticos separados del sistema de relaciones de donde derivan su valor, y una ideografía que subraya complacientemente el carácter irreductible de los complejos fenoménicamente distintos. Por otra parte, esto lo hace sin recurrir a clasificaciones artificiales, característica de los años aristotélicos en ciencia social, o tipologías más o menos arbitrarias, productos de una separación realista en ‘tipos’ como copias compuestas obtenidas por superposición de imágenes de lo ‘real’. Una variante puede aparecer como ‘ideal-típico’ en la lógica de invención (o exposición) porque conduce más directamente al sistema de casos o a la ley de sus relaciones: esto sigue siendo, sin embargo, un privilegio necesariamente provisional. Es de esperar en vano encontrar la invariante realizada en [702] una de las variantes, o captar inmediatamente, dentro de una u otra de estas estructuras, el segundo orden estructural, la ley de transformación como el principio del sistema de covariaciones que conduce desde el primer orden estructural al otro. Así, la aplicación sistemática del enfoque estructural provoca una doble liberación. En primer lugar, un quiebre es realizado respecto a la verborragia sobre la totalidad heredada de la tradición filosófica del ‘espíritu objetivo’, y con el intuicionismo holístico o configuracionista que, en la creencia de que un sistema social expresa en cada una de sus partes la acción de uno y el mismo principio, considera que es posible recapturar en una clase de ‘intuición central’ la lógica unitaria y única de una cultura, y por lo tanto omite el estudio metódico de los diferentes sub-sistemas y la investigación de sus interrelaciones reales. En segundo lugar, se produce un quiebre con el hiper-empiricismo que es incapaz de concebir de la síntesis de lo acumulado de los ‘dados’ otra cosa más que una compilación conveniente de hechos pequeños y de relaciones separadas de su contexto. Únicamente sobre la condición de recaptuar en sus peculiaridades la lógica de cada sistema o subsistema de relaciones que constituyen una sociedad (y solo en raras ocasiones coincidiendo con las ‘totalidades concretas’ inmediatamente ofrecidas a la intuición), se pueden establecer homologías que sean capaces unir los sub-sistemas de una sociedad simple o los

El modelo que nos permite explicar la estructura de las relaciones definiendo el público del museo y, más exactamente, la lógica de la difusión cultural, del cual la percepción de la obra de arte es un caso particular, esta presentado en P. Bourdieu y A. Darbel, L’amour de l’art, op. cit. El estudio comparativo de las características de los públicos en diferentes países europeos se añadirá a la segunda edición del libro (a ser publicado). [ed. cast.: ver nota 20] 26

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correspondientes sub-sistemas de sociedades diferentes. Por ejemplo, si las homologías establecidas entre los sistemas educativos de diferentes sociedades o, dentro de una sociedad simple, entre las diferentes áreas del campo cultural, llegan a ser claras únicamente después de comparar cada una de las unidades, constituidas como sistemas autónomos por una decisión metodológica explícita, se ha logrado una elaboración capaz de romper las configuraciones aparentes que demasiado fácilmente proveen la ‘intuición’ de una unidad de ‘estilo’. Se sigue que uno no puede fracasar explícita y metodológicamente en investigar las relaciones puestas provisionalmente entre paréntesis (e.g., aquellas que ligan el sistema educativo al sistema económico o político), es decir, el grado de autonomía de cada uno de los sistemas construidos. Al mismo tiempo uno debe trabajar [703] en la construcción de un sistema más amplio, capaz de integrar estos sistemas sin perder ninguna especificidad de cada uno de ellos. La ruptura con la filosofía espontánea del conocimiento del mundo social, representado por la decisión de dar primacía metodológica a las relaciones objetivas contra los agentes que entran en ellas y las representaciones que se pueden formar de ellas, constituye un momento inevitable en el progreso de cualquier ciencia del hombre. Uno puede sentirse molesto, con razón, por la maravilla y la fascinación actualmente despertado, especialmente en Francia, por los resultados más sofisticados de un enfoque aplicado desde hace mucho a otras ciencias; por otro lado, uno puede simplemente intentar tomar la visión opuesta a la corriente de moda. Para superar el primero y evadir el último, basta con señalar que el retraso con este enfoque radicó en el testimonio del trabajo antropológico acerca de la fuerza particular de los obstáculos epistemológicos que las ciencias del hombre tuvieron que superar a fin de elaborar y aplicar el nuevo sistema de “hábitos racionales”, en las palabras de Bacherlard, capaces de reemplazar la inconsciencia mecánica y asociacionista que conduce a concebir el mundo social como una colección de entidades separadas. A pesar de todo, las glosas filosóficas que hoy envuelven al estructuralismo corre el riesgo de transformar los principios teóricos del conocimiento antropológico, reactivado o definido en un tipo específico de práctica por un número de investigadores, en una filosofía del conocimiento ‘fijista’ ¨[fixist, fixiste] derivada de una reflexión ya establecida de la ciencia o de las reflexiones de aquellos quienes contribuyen a la ciencia, e incluso constituir como una ideología antropológica las tesis antropológicas actualmente implicadas en los principios metodológicos que cualquier aplicación del enfoque estructural asume provisionalmente.

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Si, por el contrario, se tiene por objeto detallar los principios sobre el que se asienta el enfoque estructural, tal como se expresa en la práctica de los investigadores, y definir los límites de su validez, uno no puede fallar en percibir que el momento de objetivación –un momento inevitable y aún así abstracto- contiene la necesidad de su propia superación. Es porque la ciencia antropológica no puede [704] constituirse a sí misma excepto mediante la construcción de su objeto como un sistema de relaciones objetivas, al precio de romper con la experiencia ingenua de las relaciones aparentes, que todavía tiene que construir el sistema capaz de abarcar tanto el sentido objetivo de las conductas organizadas acorde a las regularidades observables y medibles, como las relaciones particulares que los agentes individuales sostienen objetivamente con las regularidades que definen su condición de existencia y el sentido objetivo de su conducta –un sentido que los posee, ya que están desposeídos de él. La renuncia implicada por la teoría del sistema de relaciones objetivas no está completamente justificada excepto como una condición preliminar para la construcción de la teoría de relaciones entre los agentes y el sistema de relaciones objetivas. El sistema de relaciones de tercer orden a partir del cual se puede descubrir la unidad de la práctica, con la representaciones que lo orienta o acompañan, y de la estructura objetiva del sistema de relaciones en el que se realiza, nos permite comprender mejor la experiencia vivida que la comprensión dada de sí, y al mismo tiempo dar cuenta de las racionalizaciones enfrentadas en su construcción. El antropólogo no puede estar contento ni con recapturar ni con comprender la consciencia espontánea del hecho social, consciencia que por definición no puede reflejar, ni, menos aún, aprehender un hecho tal en su verdad objetiva, debido a su posición privilegiada de un observador externo que renuncia al derecho de ‘actuar lo social’ con el fin de pensar en ello. Debe reconciliar la verdad del sistema de relaciones objetivas y la certeza subjetiva de quienes las viven. Por ejemplo, al describir las contradicciones internas de un sistema de transacciones matrimoniales –contradicciones que no son percibidas como tales por la conciencia de quienes objetivamente cargan con ellas-, el antropólogo constituye el principio común de la conducta y la experiencia del sujeto que siente esas contradicciones bajo la forma de la imposibilidad de casarse; consecuentemente, obtiene los medios para descubrir cómo las relaciones objetivamente definen los cambios diferenciales de matrimonio que son realizados en, y [705] a través, de las actitudes que condicionan

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directamente la capacidad para tener éxito en la competencia por el matrimonio.27 El antropólogo no da crédito a la representación que los sujetos forman de su situación y no toma literalmente las explicaciones falsas que dan de su conducta; él, por otro lado, toma esta representación y estas realizaciones bastante seriamente para intentar descubrir su verdad fundamental y no se satisface hasta haber logrado la unificación de la verdad inmediatamente dada en la intuición y la verdad trabajosamente adquirida por la construcción científica. La ciencia antropológica quizás no debería merecer consideración alguna si no fuera su tarea restaurar a los agentes el sentido de su práctica unificando, contra las apariencias de su oposición irreductible, la verdad de la significación vivida a través de la conducta y la verdad de las condiciones objetivas que hacen a tal conducta, y la experiencia de ésta, posible y probable. Dar primacía al estudio de las relaciones entre las relaciones objetivas más que al estudio de las relaciones entre los agentes y estas relaciones, o ignorar la cuestión de la relación entre estos dos tipos de relaciones, conduce al realismo de la estructura que, tomando el lugar del realismo del elemento, hipostasia los sistemas de relaciones objetivas en totalidades ya construidas, dejando fuera la historia del individuo o el grupo. Sin caer en un subjetivismo o ‘personalismo’ ingenuo, uno debe recordar que, en última instancia, las relaciones objetivas no existen y no se realizan realizadas en sí mismas excepto en, y a través, del sistema de disposiciones de los agentes, producidos por la internalización de las condiciones objetivas. Entre el sistema de regularidades objetivas y el sistema de conductas directamente observables como mediación, siempre interviene lo que no es otra cosa sino el habitus, locus geométrico de determinismos y de una determinación individual, de probabilidades calculadas y esperanzas vividas, de futuro objetivo y planes subjetivos. En consecuencia, el habitus de clase como un sistema de disposiciones orgánico y mental y [706] de esquemas inconscientes de pensamiento, percepción y acción que permite la generación, con la ilusión bien fundada de la creación de la novedad imprevisible o de la improvisación libre, de todos los pensamientos, de todas las percepciones y acciones en conformidad con las regularidades objetivas, porque él mismo ha sido generado dentro, y por, las condiciones objetivamente definidas por estas regularidades.28 Únicamente una Cf. P. Bourdieu, “Célibat et condition paysanne,” Etudes rurales, 506, April-September 1962, pp. 32-136. [ed. cast.: “Celibato y condición campesina”, en P. Bourdieu, El baile de los solteros. La crisis de la sociedad campesina en el Bearne, Barcelona, Anagrama, 2004] 28 Acerca del habitus (o ethos) de clase como internalización de las condiciones objetivas y la mediación entre las probabilidades objetivamente calculadas y la subjetividad esperada, ver: P. Bourdieu, Travail et travailleurs en Algérie, Paris-La Haye: Mouton, 1962; 2nd part, pp. 36-38 [ed. cast. abreviada: Argelia 60. Estructuras económicas y estructuras temporales, Buenos Aires, Siglo XXI, 2006]; P. Bourdieu, “L’école conservatrice les inégalités devant l’école et devant la culture,” Revue française de Sociologie, VII, 1966, pp. 325-347 [ed. cast.: “La escuela como 27

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representación mecánica de las relaciones entre relaciones objetivas y agentes definidos por ellos, puede inducir a olvidar que el habitus, el producto de factores condicionantes, es la condición para la producción de pensamientos, percepciones y acciones que no son en sí mismas el producto directo de los factores condicionantes, aunque, una vez realizadas, ellas se hacen inteligibles por el conocimiento de tales factores o, mejor, del principio productivo que ellos han producido. Brevemente, como un principio de una estructurada, pero no estructural, praxis, el habitus –internalización de externalidades- contiene la razón de toda objetivación de la subjetividad.29

fuerza conservadora: desigualdades escolares y culturales”, en P. de Leonardo (ed.), La nueva sociología de la educación, México, Ediciones El Caballito, 1986, pp. 103-129]; P. Bourdieu and J. C. Passeron, “L’examen d’une illusion,” Revue française de Sociologie, April 1968. 29 Cultura, que puede ser aplicada al sistema de regularidades objetivas como a la competencia del agente como un sistema de modelos internalizados, podría ser un mejor término que habitus. Sin embargo, este concepto sobredeterminado corre el riesgo de ser mal comprendido y haciendo difícil definir exhaustivamente las condiciones de su validez.

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