El Estado Neoliberal-Procedimental en América Latina

June 16, 2017 | Autor: Octavio Moreno | Categoría: Latin American Studies, Estado, Neoliberalismo, Democracias Representativas
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Descripción



Profesor en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y de la Universidad Iberoamericana campus Puebla.
Luxemburg (1970) citado por Przeworski (1995:19).
(Baka, 1986) citado por Przeworski, (1995:236)
Un acercamiento interesante en lo relativo al tipo y las formas de Estado de Bienestar que se presentaron históricamente en América Latina, además de su paulatina desaparición en la zona a partir de los años ochenta, lo podemos encontrar en Del Valle (2010).
Importante es señalar el cambio en el sentido semántico del concepto de "reforma" en el contexto del neoliberalismo. En el que, que a diferencia de lo que significa en la teoría política tradicional: "cambios graduales en una dirección tendiente hacia una mayor igualdad, bienestar social, y libertad para el conjunto de la población", en el neoliberalismo pasó a tener un significado totalmente contrario (Borón, 2003:19).
Un análisis interesante de la relación entre reformas neoliberales, intereses políticos y su relación con los medios de comunicación electrónicos, para el caso mexicano, lo podemos encontrar en Villafranco y Delgado (2010).
A este respecto Petras y Veltmeyer ofrecen un análisis muy detallado del fortalecimiento de los capitales transnacionales en América Latina. Para estos autores este fenómeno debe ser entendido como un nuevo episodio en la historia del imperialismo norteamericano en América Latina (Petras y Veltmeyer, 2006).
Cepal: Desarrollo productivo en economías abiertas, Santiago, 2004.
Cepal: Panorama Social 2002-2003, Santiago, 2004.


El Estado Neoliberal-Procedimental en América Latina
y su crisis contemporánea
Octavio Humberto Moreno Velador
Introducción
Es a partir de la primera mitad de los años ochenta (aunque con antecedentes directos desde los años setenta) en un contexto dominado en América Latina por dictaduras militares o gobiernos autoritarios, cuando grupos de intereses económicos y políticos, tanto nacionales como transnacionales, propugnaron porque se llevaran a cabo transformaciones en la organización del sistema económico en los países latinoamericanos hacia el neoliberalismo. Junto con ello se planteó la necesidad de replantear la forma de organización política de acuerdo a los cánones de la democracia procedimental. A esta conjunción entre ambas tendencias, el Estado Neoliberal-Procedimental, lo consideramos un tipo específico de régimen estatal en la historia de los Estados Latinoamericanos que se inició en los años ochenta, y que todavía se encuentra presente. Sin embargo, este es un tipo de régimen que a partir de los años noventa ha mostrado señales de debilidad y que en la actualidad en diversos países se encuentra en un abierto proceso de degradación y marcada crisis hegemónica.
En contra de los proyectos aplicados en numerosos Estados Latinoamericanos entre los años cuarenta y sesenta de fomento a la industrialización mediante la sustitución de importaciones y el proteccionismo económico, durante los años ochenta y noventa se impulsó al neoliberalismo. Este proyecto neoliberal considera como aspectos fundamentales:
el fin del Estado regulador de la economía a través de terminar con todas las reglamentaciones y regulaciones que pudieran afectar la acumulación de recursos y el laissez-faire,
el remate de todo activo económico que poseyera el Estado en forma de empresas paraestatales u organismos gubernamentales en favor de la iniciativa privada,
un drástico recorte de los fondos asignados a los servicios sociales como salud, vivienda y educación (Klein, 2007:88-89).
En términos generales, esta serie de reformas en la política económica significaron entre otras cosas la pérdida de buena parte del terreno ganado por grupos populares y trabajadores organizados durante el predominio de los modelos desarrollistas latinoamericanos. El tipo de Estado que estaba siendo impulsando desde el interior por algunos grupos políticos y económicos, y desde el exterior mediante organismo internacionales y presiones políticas de gobiernos externos (FMI, BM, OCDE), tendía a intentar reducir el Estado a su mínima expresión administrativa para dejar la dinámica político-económica en una correlación de fuerzas favorable para los grandes capitales privados. Para las políticas neoliberales el objetivo siempre fue terminar con el Estado interventor y regulador tanto de la política como de la economía, un proyecto de Estado que mantenía como principio la aspiración a la soberanía nacional y la independencia económica.
Por otro lado, ante la existencia de fuertes tendencias políticas corporativas se impulsó el canon de la democracia de tipo procedimental. Los cambios tanto en el sistema político como en el económico se plantearon a través de las llamadas "reformas estructurales" al impulsar la creación de un conjunto de instituciones que posibilitaran transiciones políticas hacia una democracia de tipo procedimental y cambios en el ámbito económico que dejaran atrás los modelos intervencionistas de Estado y acercaran a las economías de la zona al capitalismo de tipo neoliberal.
La Democracia Procedimental
En primera instancia, los cambios en los regímenes políticos latinoamericanos a través de las llamadas "transiciones a la democracia" lograron impulsar pactos políticos con los que durante los años ochenta y parte de los noventa se pudo desplazar a las dictaduras militares o civiles y a los autoritarismos. Dichos procesos de transición si bien cumplían con impulsar la conformación de gobiernos civiles, se mantuvieron siempre en el margen de ser "transiciones negociadas", en las que los nuevos gobiernos electos pertenecían a élites políticas muchas veces cercanas a los grupos dominantes, lo cual favorecía para que se mantuvieran los marcos institucionales necesarios para permitir su continuación (Petras y Veltmeyer, 2006:82).
Este tipo de democracia con un marcado acento sobre el aspecto procedimental de su organización, se inspiró en la propuesta teórica de J. A. Schumpeter quien definía a la democracia como un método político. Esto es un arreglo institucional, un procedimiento para llegar a decisiones políticas –legislativas y administrativas- confiriendo a ciertos individuos el poder de decidir en todos los asuntos públicos.
De acuerdo a las ideas de este autor, la vida democrática se expresa principalmente como la lucha entre líderes políticos rivales, organizados en partidos, por el mandato para gobernar; alejándose de los ideales históricos de igualdad asociados con la democracia. El rol del ciudadano en su idea de democracia se concentra únicamente en el derecho periódico a escoger y autorizar un gobierno para que actúe en su nombre: "Renunciar al gobierno por el pueblo y sustituirlo con el gobierno con la aprobación del pueblo" (Schumpeter, 1968:316).
Para este autor su descripción de la democracia estaba lejos de ser frívola o cínica, y más bien cumplía con reconocer que la política siempre servirá al conjunto de intereses que ocupan realmente al poder. Por esta razón su modelo de democracia se define como "elitismo competitivo", este es un sistema en el que:
Los partidos y las maquinarias políticas son simplemente la respuesta al hecho de que la masa electoral sólo es capaz de actuar de forma precipitada y unánime, y constituyen un intento de regular la competencia política de forma exactamente igual a las prácticas correspondientes a una asociación de comercio. (Schumpeter, 1968:316).
Los "amantes de la democracia" debían desterrar la idea de que el pueblo podría tener opiniones concluyentes y racionales sobre todas las cuestiones políticas; más bien, estas sólo podrían realizarse a través de la representación política. El pueblo sólo podía ser "productor de los gobiernos", parte de un mecanismo para seleccionar "los hombres capaces de tomar las decisiones" (Schumpeter, 1968:317).
Bajo la influencia de las ideas de la democracia procedimental y el canon de las reformas económicas neoliberales se reformaron los regímenes políticos y económicos en América Latina. En este nuevo régimen de Estado que aquí denominamos Neoliberal-Procedimental, se generó también una concepción ideológica sobre el trabajo de gobierno y la administración pública. Este nuevo sentido se basa en la idea de que un buen gobierno debe preocuparse en primer lugar por mantener una "estabilidad macroeconómica" dentro de los Estados, y para ello se requeriría del aprendizaje por parte de los cuerpos burocráticos especializados de todo un nuevo conocimiento "técnico" para ver, entender y llevar a cabo la política económica propia del neoliberalismo. De esta forma la llamada "tecnocracia" (entendido como corpus de conocimiento y como grupo de funcionarios públicos) se convirtió en una tendencia dominante en los Estados latinoamericanos durante los años noventa e incluso hasta la actualidad.
Por otro lado, la organización de la participación política se planteó como responsabilidad de los partidos políticos, quienes ejercen una función representativa estratificada entre "dirigentes y seguidores", salvaguardándose de la abierta influencia popular, ya que "las instituciones representativas están integradas, por definición, por personas individuales, no por las masas". En consecuencia, el rol del ciudadano queda relegado a un mero emisor del voto, donde "los individuos no actúan directamente en defensa de sus intereses, sino que la delegan" a través del voto, y la participación social de los agregados sociales queda reducida a meros evaluadores de políticos y programas de gobierno, ya que "el modo de organización colectiva en el seno de la instituciones democráticas así lo exige" (Przeworski, 1995:17).
La implantación de esta perspectiva sobre la democracia y la política en los países latinoamericanos aspiraba a enterrar el pasado de organización de grupos populares y los pactos de desarrollo nacionalistas con participación de diversas clases sociales. El argumento más común empleado para justificar las nuevas implantaciones fue un supuesto pasado latinoamericano que únicamente había servido de provecho para los líderes populistas, corruptos y demagogos. Las reformas estructurales se justificaron también como una plataforma que permitiría alejar a los países Latinoamericanos de un pasado lleno de ignorancia y corrupción, de malos manejos administrativos y perversión política (Borón, 2003:21). Más allá de los intentos de justificación ideológica el binomio de reformas Neoliberales y Procedimentales aspiraban a enterrar la influencia de las organizaciones populares con influencia en los regímenes estatales y la política proteccionista y desarrollista, en pos de construir un nueva hegemonía de Estado basada en el individualismo político.
Las reformas neoliberales
La implementación de las reformas democráticas procedimentales abrieron el camino para impulsar transformaciones en el ámbito económico, ya que, bajo el argumento de la necesidad de decisiones políticas urgentes (por encima del consenso mayoritario), se consideró innecesario consultar a las mayorías poblacionales de los países en los que se impulsó la nueva forma de dirigir la política económica nacional. Las reformas económicas se plantearon como objetivo "organizar una economía que asigne racionalmente los recursos y que haga posible la solvencia financiera del Estado" mediante "reformas orientadas hacia el mercado". Como pasos principales en el logro de estos objetivos se planteó el "organizar nuevos mercados, desregular los precios, moderar las actuaciones monopolistas y reducir las barreras protectoras" a través de una reducción en el gasto público y la venta de activos públicos mediante la privatización. La liberalización del mercado y el adelgazamiento del Estado social, según los principios del programa neoliberal, provocarían una inmediata "reducción transitoria en el consumo agregado", impactos con "un importante coste social" y evidentes costos políticos altos (Prezworski, 1995:236).
La justificación de esta implantación era que finalmente el conjunto de reformas a largo plazo podría "crear motivación, generar condiciones de equilibrio, con la igualación de la oferta y la demanda en los mercados y satisfacer las exigencias de justicia social". El planteamiento de las reformas consideraba la existencia de un inevitable impacto económico importante para amplios grupos sociales, además de la oposición de importantes fuerzas políticas, con el riesgo de que dicho modelo democrático se podría ver socavado o abandonado, terreno óptimo para el surgimiento de "peligrosos nacionalismos o liderazgos populistas" (Przeworski, 1995:240).
Cronológicamente se puede considerar la existencia de dos períodos de desarrollo en los países de América Latina del proyecto neoliberal bajo el régimen de las democracias procedimentales (con la excepción del caso chileno en el que desde 1973 tras el golpe de Augusto Pinochet se impulsó el proyecto neoliberal). Un primer período se ubica entre principios de la década de los 80´s cuando se implantó en Perú con Fernando Belaúnde y Alán García, con Raúl Alfonsín en Argentina, Miguel de la Madrid en México, Julio Sanguinetti en Uruguay y José Sarney en Brasil. A algunos de estos primeros casos de implantación los acompañó la euforia por la "redemocratización" de los regímenes políticos y levantaron buenas expectativas en numerosos grupos de sus respectivas sociedades (Petras y Morley, 2009:163). Un segundo período de implantaciones o continuidades fueron protagonizados por presidentes como Carlos Andrés Pérez en Venezuela, Carlos Menem en Argentina, Fernando Collor en Brasil, Alberto Fujimori en Perú, Jaime Paz Zamora en Bolivia, Luis Lacalle en Uruguay y Carlos Salinas en México. Como ejemplo, en el caso de Venezuela en 1989 se negoció un paquete económico con el Fondo Monetario Internacional de 4,600 millones de dólares con la intención de tomar como medida prioritaria el pago de la deuda exterior. Acompañando a esta medida se impusieron alzas en los costos de la gasolina, el transporte y los alimentos de primera necesidad, provocando una serie de disturbios con saldo de 200 muertes y más de 1000 heridos (Petras y Morley, 2009:166).
Si bien las reformas procedimentales abrieron paso a las transiciones políticas, posibilitando la democratización formal en los regímenes políticos en toda la zona, la situación que predominó en la mayoría de los Estados Latinoamericanos fue el arribo o mantenimiento de élites políticas y económicas que en el poder de Estado optaron mayoritariamente por apoyar el neoliberalismo. Así, en los nuevos regímenes democratizados se procedió inmediatamente al saqueo de la economía mediante la privatización y venta de paraestatales, mientras que las empresas multinacionales se dedicaban a adquirir bancos, fábricas locales, terrenos y bienes raíces:
De acuerdo con un análisis realizado en Brasil en 1989, los bancos extranjeros eran propietarios del 9.6% del capital social bancario; sin embargo, para el año 2000, controlaban el 33%. En 2001, el capital financiero extranjero controlaba el 33%. En 2001, el capital financiero extranjero tenía el control de 12 de los 20 bancos más importantes en Brasil. En México, este proceso fue incluso más eficiente cuando todos los bancos sucumbieron a los distintos consorcios controlados por bancos de propiedad de extranjeros. En toda la región, más del 50% de la totalidad de los activos bancarios se privatizó y desnacionalizó (Petras y Veltmeyer, 2006:83).
Se estima que durante el año 2000 la transferencia de recursos financieros de América Latina hacia el exterior se acercaba a los 100 000 millones de dólares, y si se multiplicara esta cantidad por los diez años que para el año 2000 el proyecto neoliberal tenía en la zona, nos acercaríamos a la friolera cantidad de más de un billón de dólares (Saxe y Nuñez, 2001). De esta forma queda claro que los flujos de capital hacia las empresas multinacionales y los países capitalistas centrales servía y sirve para extraer grandes cantidades de capital acumulado y potencial, una estrategia de acumulación que ha sido favorecida por la desregulación y que ha terminado por generar una mayor desigualdad tanto entre Estados y entre sus respectivas poblaciones nacionales.
Visto de esta forma, el neoliberalismo bien se puede entender como un proyecto hegemónico formado por tres partes:
una primera que considera el conjunto de reformas favorables al capital transnacional y basado en la forma de acumulación flexible de capital;
una segunda parte que incluyó para el caso de los países latinoamericanos las democratizaciones de los regímenes políticos, y el impulso del canon de la democracia procedimental;
y una tercera parte de índole ideológica con pretensiones hegemónicas que se resume en las presunciones hechas por Francis Fukuyama, al declarar al libre mercado y la democracia son los puertos de arribo finales de la historia humana (Fukuyama, 1992; Chomsky y Ramonet, 1996:59).

En conjunto estas tres partes forman la esencia del proyecto neoliberal que llegó a ser hegemónico en América Latina durante buena parte de las décadas de los años ochenta y noventa. Ideológicamente este intentó justificarse a ojos de la ciudadanía de los diferentes Estados bajo la promesa de que a través de sus políticas sería posible realizar el largamente anhelado sueño de desarrollo económico, dejando en el pasado las inercias populistas y demagógicas, y sus herencias de corrupción y clientelismo. El neoliberalismo permitiría curar el mal endémico que implicaba tener un Estado interventor y rector de la vida económica, un Estado que resultaba costoso y con muy baja productividad. Un lastre que sería sustituido por un tipo de Estado mínimo, pero muy eficaz en la administración de la producción y los recursos. En conjunto estos elementos y su traducción en políticas pueden entenderse como el fundamento del proyecto hegemónico Neoliberal.
El Estado Neoliberal-Procedimental y su orden hegemónico.
A partir de los años ochenta se impulsó en América Latina una serie de reformas políticas y económicas que configuraron un régimen de Estado que hemos denominado Neoliberal-Procedimental. Las reformas económicas implantadas acabaron en buena medida con los rasgos que algunos Estados latinoamericanos tuvieron de estado de bienestar y de economías nacionales protegidas parcialmente ante el libre mercado local e internacional; por otro lado también se presentó el desgaste de los mecanismos estatales de inclusión popular que se construyeron en la segunda mitad del siglo XX. Acompañado de estas reformas, tras la deslegitimación y la presión internacional a las dictaduras, se dio paso a los procesos de transición política mediante procesos de democratización inspirados en los modelos de democracia "procedimental" (Morlino, 2005). Una forma de Estado que se implantó exitosamente pero que comenzó a presentar rasgos de su declive y deslegitimación a partir de los últimos años de la década de los ochenta en algunos casos, o bien durante los años noventa, ante el auge de los movimientos sociales y las transformaciones que se presentaron en numerosos Estados latinoamericanos.
Bien fuera en presencia de dictaduras militares o Estados Burocrático Autoritarios, Estados autoritarios o bien en Estados en los que ya había avanzado la agenda de las transiciones a la democracia, se impuso el modelo neoliberal. Este estaba en buena medida orientado a fortalecer la influencia política y económica de los poderes transnacionales en asociación con poderes político-económicos locales. Posibilitado por la desregulación económica que alentó la apertura de los mercados comerciales latinoamericanos a favor de capitales foráneos, se presentó una masiva transferencia de capitales del sector productivo al especulativo. Los Estados perdieron capacidad reguladora ante el mercado y redujeron buena parte del gasto público en políticas sociales. Además de que se generalizó el endeudamiento de los Estados ante instituciones como el FMI y el BM, ante lo cual se asumió como una solución la privatización de empresas de capital estatal bajo el falso argumento de que con su venta podría solventarse la deuda adquirida. Se partía del supuesto de que en una economía sana era indispensable el eliminar al máximo los gastos que implicaba el mantener un Estado con una institucionalidad fuerte y de alcance universal para su población. Así, la implantación del modelo se vendió como una serie de "reformas" indispensables para "solucionar el problema de la inflación y de las cuentas públicas" (Sader, 2009:67).
Este modelo intentó justificarse mediante un ataque sistemático de características doctrinarias al Estado, definiéndolo como "una instancia insanablemente corrupta, ineficiente en lo económico, y plagada de propensiones populistas y demagógicas que era necesario erradicar" (Borón, 2003:21). El bloque de actores económicos y políticos interesados en llevar adelante las "reformas" gozaron del apoyo de instituciones internacionales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, así como del apoyo de los medios de comunicación del ámbito privado y aquellas fuentes de información estatales que controlaban (Petras y Veltmeyer, 2006). Y justamente a través de estos medios se celebró premeditadamente el gran logro que significaría la implantación del nuevo modelo en aspectos como: estabilidad financiera, saneamiento de las finanzas públicas y el inicio de un supuesto nuevo ciclo de modernización y expansión de la economía (Sader, 2009:68).
En términos de correlación de fuerzas políticas, estas medidas fueron diseñadas premeditadamente para favorecer a actores económicos y políticos muy concretos, ya que permitieron una gran transferencia de capital público al capital privado nacional o internacional, alentando la formación de monopolios en diversos sectores. Es debido a estos aspectos que un autor como David Harvey ha sugerido que el neoliberalismo se debe entender abiertamente como una política de dominación de clase (Harvey, 2007).
El régimen Neoliberal Procedimental se construyó como un modelo general de organización política, económica y social en los Estados de América Latina, acompañado de toda una justificación de índole ideológica que buscó legitimar a ojos de las sociedades latinoamericanas la pertinencia de adoptar dicho modelo. En este sentido bien se puede decir que el neoliberalismo no fue únicamente un conjunto de políticas económicas sino
una concepción del mundo que abarca una visión del estado, de la política, de la economía, de la globalización, del consumo, de la ética, y hasta del éxito o fracaso personal (Figueroa, 2010:21).
Este modelo se presentó como un proyecto ideológico con alcances hegemónicos, una forma estatal que impuso "un modo particular de compromiso entre gobernantes y gobernados", y que iba más allá de ser una mera forma de acumulación económica, sino más bien una forma entera de comprender al mundo a través de "formas específicas con que la mediación entre economía, política (y sociedad) es constituida" (Portantiero, 1981:47).
Empleamos los postulados teóricos acerca de la hegemonía, en tanto creemos que el análisis de las correlaciones de fuerzas políticas debe ir más allá de la mera consideración de los diversos actores políticos y su relación con la institucionalidad estatal o internacional como elementos autónomos. Desde nuestra óptica de análisis, el conjunto de circunstancias económicas y sociales son aspectos fundamentales para comprender un determinado momento histórico en un determinado contexto, siempre partiendo de que política, economía y sociedad son partes de un todo social que se encuentra íntimamente interrelacionado y en el que no se encuentra propiamente una por encima de la otra.
A través del concepto de hegemonía, se puede comprender cómo los actores concretos y la organización del mundo político, económico y social en general, poseen bases ideológicas que le dan sentido a su actividad. Siguiendo el postulado marxista acerca de que "las ideas dominantes son las ideas de las clases dominantes" consideramos que estas "son dominantes porque corresponden a un sistema de producción y de reproducción de las condiciones materiales de existencia, de las que esas ideas son el correspondiente en el plano de la subjetividad" (Sader, 2008:215). Basta recordar que después de 1990 el pensamiento neoliberal intentó erigirse como pensamiento único, la ideología del neoliberalismo se propagó promoviendo un tipo de utopía en la que se exaltan las virtudes abstractas de los mercados, de los premios a los más aptos, de la competitividad, de la eficiencia y de las ganancias, de los derechos de propiedad, de la libertad de contratación. En la que se critica la intervención estatal y política, y se coloca en la cima de la organización social al mercado, como eficiente asignador de recursos, carente de sesgos, eficiente y capaz de fomentar un sistema social óptimo.
Esta ideología se divulgó a través de los saberes técnicos y científicos enseñados en los centros de educación técnicos profesionales y universitarios, incluyendo aquellas áreas en las que se imparten conocimientos asociados a las tareas de gobierno y administración pública que asumen la actividad política estatal como un terreno puramente técnico, necesariamente lejano de "ideologías" de cualquier índole, y más cercano al pensamiento empresarial. Propuesto "como única alternativa posible de superación del deterioro social, opción racional y no populista para asegurar en tránsito a sociedades modernas" (Sosa, 2011:328). Finalmente difundido en los grandes agregados sociales a través de los mass-media, fomentando identidades y valores "vinculados a la competitividad, el desempeño y los resultados individuales para cuyo cumplimiento siempre hay un estímulo económico" (Ornelas, 2011:348). En resumen un tipo de ideología que busca la
(la) mercantilización sin límites de la vida social (…) que busca destacar los elementos de "libertad, de "iniciativa individual", de destino diferenciado de cada uno, de eficacia. Se parte de la idea de que los recursos, las posibilidades, los empleos, los espacios en el mercado son ilimitados, y de esa forma le compete a cada uno buscar su lugar, sus medios de sobrevivencia, que por definición se obtienen a costa de los otros (Sader, 2008:223).
Todas estas son expresiones de una ideología que llegó a erigirse como sentido común de índole hegemónico en buena parte de las sociedades en las que ha estado presente.
La crisis neoliberal en América Latina
Algunos analistas han señalado la necesidad de criticar al neoliberalismo de acuerdo a las propias premisas con las que buscó legitimarse como proyecto hegemónico (Figueroa, 2010:21). En este sentido sería necesario señalar que ante la promesa de bonanza económica, el PIB promedio en América Latina apenas ha estado cercano en sus mejores momentos a tasas del 4% de crecimiento anual, en contraposición a las tasas de crecimiento que se presentaron en la década de los sesentas y setentas, período en el que países como México, Brasil y Argentina, alcanzaron tasas de crecimiento de hasta 7% anual. Por otro lado, el neoliberalismo también presumió la idea de que posibilitando la libre entrada de capitales privados ya fuera a través de la privatización de empresas del sector público, o bien su participación en áreas estratégicas de desarrollo económico, sería cuestión de tiempo para que las ganancias que lograran obtener estos capitales, terminarían por irradiarse al conjunto de la sociedad. Sin embargo, los datos de crecimiento totales del número de pobres, y el aumento de la desigualdad entre los más ricos y los pobres en los últimos veinte años han contradicho estas presunciones del proyecto neoliberal (Figueroa, 2010:21).
Si bien se podría intentar juzgar los argumentos y datos anteriores en el sentido de que han sido elaborados desde perspectivas críticas y francamente apáticas al neoliberalismo, el deterioro de dicho proyecto hegemónico se ha mostrado a tal grado que los propios cuerpos de asesores de las reformas y pensadores asociados a su impulso y justificación no pueden dejar de reconocer la tragedia que ha significado el neoliberalismo en la zona. En un reporte del 2001 el Carneige Endowment for International Peace and Inter-American Dialogue reconocía:
Real GDP growth in the region was low in the 1990s: a modest 3 percent a year for the decade (just 1.5 percent per capita). That was barely better than the 2 percent (0 per capita) rate in the crisis-laden "lost decade" of the 1980s, and well below the rates of 5 percent or more in the 1960s and 1970s. Unemployment rose. And poverty remained widespread. Latin America entered the third millennium with nearly 180 million of its people –more than a third of the population- living in poverty (with incomes less than $2 a day). Nearly 80 million people suffer extreme poverty, with incomes less than $1 a day.
Social development indicators were only slightly better. Rates of infant mortality, literacy, and primary school enrollment all improved in the 1990s. But access to safe drinking water remained very low in rural areas and the equality of public schooling poor. Meanwhile a sharp rise in crime and violence undermined the quality of life everywhere in the region. (…)
At the end of the decade Latin America still displayed the most unequal distribution of income and assets (including land) of any region in the world. And in the same surveys Latin Americans inconsistently expressed a sense that the region`s societies were fundamentally unjust –probably reflecting underlying inequity in opportunities for schooling, jobs, and political participation (Birdsall y De la Torre, 2001).

El conjunto de fracasos y contradicciones del neoliberalismo han alcanzado un punto de tensión máximo en algunos de los Estados Latinoamericanos, faltando a una de las promesas fundamentales del proyecto hegemónico neoliberal: la estabilidad política. Hasta el año 2005 se sucedió la caída de 16 presidentes en América Latina debido al surgimiento de rebeliones populares producto de las consecuencias generadas por las políticas económicas neoliberales y la consecuente pérdida de legitimidad de los gobiernos instaurados (Figueroa, 2005). Si consideramos en conjunto los problemas que generado el proyecto hegemónico neoliberal, es posible concluir que este es un modelo en franca crisis. Una crisis formada en aspectos como:
crisis económicas y el consecuente desgaste de las condiciones de bienestar material (tanto en lo relativo al trabajo asalariado como la protección social del Estado) para los grandes agregados populares;
una acentuada situación de desprotección social a los grupos más vulnerables por parte del Estado provocado por el desgaste de la institucionalidad asociada a servicios públicos como lo son: la salud, la educación, la alimentación, el trabajo regulado, etc.;
una prolongada crisis de deslegitimación e insatisfacción en numerosos países de América Latina hacia las élites políticas ubicadas tanto en partidos políticos como en la institucionalidad estatal;
un alto nivel de desgaste de las estructuras "clásicas" estatales de mediación entre capital y trabajo como: Estado, sindicatos, partidos políticos; bien fuera por su incorporación al aparato estatal.
y finalmente, ante el desgaste de estas estructuras la emergencia de movilizaciones populares protagonizadas por grupos de campesinos, indígenas y trabajadores.
Conclusiones
El éxito hegemónico del neoliberalismo resultó temporalmente muy limitado. Si bien durante su reinado pretendió no tener rival y se atrevió a proyectarse hacia el futuro como una larga etapa de prosperidad, orden y crecimiento, numerosos acontecimientos históricos a partir de la década de los noventa y en la primera década del siglo XXI, han mostrado que históricamente este no pasará de ser un muy breve lapso en la historia de las formas estatales y civilizaciones humanas.
Como proyecto económico el neoliberalismo prometió que bajo su reinado el crecimiento de las economías sería constante, este fue un punto primordial en su justificación, en vistas de la existencia de crisis económica en los Estados de bienestar (o con parcial proteccionismo económico) y crisis económica internacional de los años ochenta. Dicha crisis había sumido a numerosas economías Latinoamericanas en la inflación y el bajo crecimiento. Sin embargo, el crecimiento económico se mostró como mediocre en más de quince años de su funcionamiento, al punto de que la tasa de crecimiento económico promedio no sobrepasó el 4% (Figueroa, 2010). Aunado a este bajo rendimiento las sucesivas crisis financieras, la más reciente y potente en 2008, redujeron fuertemente las expectativas de estabilidad económica bajo la financiarización de la economía a nivel nacional e internacional (Glyn, 2010).
El crecimiento per cápita mundial entre 1975 y 2003, cayó en promedio a más de la mitad, a diferencia de la tasa que se presentó entre 1950 y 1975. Aunado a esto, la brecha del atraso entre países del primer mundo y países del tercer mundo se ensanchó dado que mientras los países de la OCDE crecieron a un ritmo promedio anual del 2%, en América Latina se creció apenas al 0.6%, y los países africanos del Subsahara a -0.7% (Madisson, 2003). La precarización del empleo y la contracción de los salarios se volvieron endémicas.
En el caso de América Latina, según la OIT, dos de cada tres empleos creados en la década de los noventa se crearon en la informalidad, de cada 100 nuevos puestos de trabajo, 83 se localizaron en el sector de servicios, y 55% de las nuevas plazas de asalariados carecieron de protección social (OIT, 2000). La riqueza dentro de los Estados Latinoamericanos se concentró en los grupos con mayor ingreso dentro de un contexto en el que entre 1990 y 2005 "el producto real por habitante creció poco, a razón de 1.3% anual, pero las remuneraciones de los asalariados se expandieron aún menos, a 0.6% por año" (Ibarra, 2009:20).
Al cabo de veinte años de dominio de políticas "de desarrollo" neoliberales, tanto en términos de crecimiento como de bienestar social los resultados han sido negativos, con un crecimiento muy débil, con una pobreza que se ha extendido poderosamente, con una creciente desigualdad y una muy marcada vulnerabilidad para buena parte de las poblaciones nacionales. Según cifras de la CEPAL, entre 1950 y 1980 el Producto Interno Bruto (PIB) de América Latina en su conjunto creció un 5.2% en promedio, mientras que entre 1980 y 2003 solo lo hizo en un 2.2%; de igual manera, en términos de crecimiento per cápita, en el primer período fue de 2.6% mientras que en el segundo período fue de 0.3%. Una expresión más de esta situación son las cifras de desempleo en la zona, que a partir de 2003 se elevaron a dos cifras y con un aumento del sector informal que llegó al 47% en 2003, según cifras de la CEPAL.
De igual manera, para 2003 había en América Latina 220 millones de pobres, de los cuales 100 millones vivían en pobreza extrema y 57 millones vivían solo con un dólar diario, la distribución del ingreso se deterioró también de manera generalizada, incluidos aquellos países que se tomaron como supuestas muestras del éxito neoliberal, como es el caso de Chile (Pizarro 2005: 127-128). Si bien los gobiernos latinoamericanos entre 1997y 2002 elevaron los gastos sociales en un 58% per cápita, en este período más de 20 millones de personas cayeron en la pobreza. De igual manera, la deuda pública se incrementó del 37% en 1997 al 51% en 2002 (Dupas, 2005:94). América Latina se convirtió en la región del planeta con peores indicadores, aun cuando en todos los países en los que se implantó el neoliberalismo ha dejado deudas semejantes, la década de los noventa puede ser considerada como otra "década perdida" para la economía latinoamericana.
Los magros resultados económicos y la endeble estabilidad económica le han significado a este proyecto la pérdida de credibilidad y legitimidad ante buena parte de la sociedad en diferentes Estados Nación latinoamericanos. Las condiciones de vida de buena parte de las sociedades en los Estados latinoamericanos sufrieron desde un comienzo los fuertes embates de los ajustes estructurales, los efectos de la precarización laboral, la pérdida de servicios sociales del Estado y la inestabilidad económica provocada por las crisis financieras. Así, consideramos que el conjunto de promesas incumplidas por el neoliberalismo aunado a los magros resultados de sus políticas, han resultado en una ya prolongada crisis de la hegemonía del neoliberalismo en América Latina.

Bibliografía
Birdsall, Nancy y Augusto de la Torre (2001), "Washington Contentious: Economic Policies for Social Equity in Latina America", Carneige Endowment for International Peace and Inter-American Dialogue.
Borón, Atilio (2003), "Estado, capitalismo y democracia en América Latina", CLACSO, Buenos Aires.
CEPAL (2004), Desarrollo productivo en economías abiertas, Santiago.
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