El estado actual del yacimiento de Villa de Prado ultimas intervenciones y retos para su conservacion futura

May 24, 2017 | Autor: J. Quintana López | Categoría: Roman Villae, Arqueología romana / Roman archeology, Villas Romanas
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Descripción

Índice Palabras del Sr. Alcalde Presentación Villas romanas del Duero: uso arqueológico y dinámica social Fernando Regueras Grande

Un ejemplo de la recuperación de la Villa romana de Almenara de Adaja-Puras (Valladolid) Carmen García Merino

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El yacimiento “Villa romana de Prado” Margarita Sánchez Simón

El estado actual actual del yacimiento de Villa de Prado: últimas intervenciones y retos para su conservación futura Javier Quintana López

El proyecto urbanístico de la Villa de Prado Gloria Hernández Berciano

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Proyecto cultural para la recuperación de la Villa romana de Prado Arturo Balado Pachón, Ángel Luis Palomino Lázaro, Javier Quintana López

Bibliografía

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El estado actual del yacimiento de Villa de Prado: últimas intervenciones y retos para su conservación futura Javier Quintana López [PATRIMONIO INTELIGENTE DE CASTILLA Y LEÓN S.L.]

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EL ESTADO ACTUAL DEL YACIMIENTO DE VILLA DE PRADO: ÚLTIMAS INTERVENCIONES Y RETOS PARA SU CONSERVACIÓN FUTURA

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Introducción

el recorrido realizado por Margarita Sánchez Simón por la historia de las investigaciones en el capítulo anterior puede deducirse que, aunque aparentemente Villa de Prado es un yacimiento excavado con bastante profundidad, en realidad estamos lejos de conocerlo en toda su extensión y aún no tenemos clara su trayectoria. Estas incertidumbres permiten que en los últimos estudios se hayan apuntado dos líneas de evolución con algunas diferencias. Para Pérez Rodríguez-Aragón, la fase inicial es la de las estructuras asociadas al mosaico de Diana, con la que hay que relacionar los materiales de la escombrera, todo ello de en torno al año 300 d. C. A mediados del siglo IV todo el espacio se reformará para acoger la villa de peristilo, en vigor hasta finales de esa centuria o entrado el siglo V. La interpretación de Sánchez Simón es más detallada. Según esta autora, hay dos fases previas a la villa de peristilo, la inaugural del siglo II d. C., apenas entrevista a partir de los materiales recuperados en las primeras excavaciones, fase a la que no pueden asociarse ni estructuras ni niveles. A esta le sucede otra en el siglo III, de la cual conocemos bastante bien su zona de vertido, pero apenas nada más. Le sigue el conjunto de estancias en torno al mosaico de Diana, de la primera mitad del siglo IV, que en una fecha posterior dentro de esta centuria es remplazado por el edificio con peristilo. En los últimos años del IV la villa pierde su función de representación y al menos las estructuras señoriales y su entorno se reutilizan para una actividad artesanal relacionada con el reciclado y elaboración de productos metálicos, fase que no parece superar el final del siglo V. Diversas circunstancias han motivado que en los últimos cinco años se hayan sucedido dos nuevas intervenciones en el yacimiento, excavaciones que se enmarcan dentro de la arqueología de gestión al estar vinculadas a proyectos de [95]

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obra que han afectado al área arqueológica. Estas intervenciones han sumado nuevos datos al conocimiento del yacimiento, tanto de su evolución como de su estado de conservación, aspecto este último en el que nos detendremos con algo de detalle por los retos que plantea para el futuro.

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Un repaso a las últimas intervenciones 1. Conducción al Nuevo Estadio José Zorrilla En el año 2010 el Ayuntamiento de Valladolid estaba ejecutando la obra del Parque Forestal de Las Contiendas. Dentro de la misma se contemplaba la oportunidad de aprovechar la nueva red de riego del cerro para el servicio del estadio de fútbol, esto suponía atravesar el área protegida del yacimiento de norte a sur por su zona oriental. Dada la afección del proyecto, desde el Servicio Territorial de Cultura se impuso una modificación de la traza con el fin de alejarse lo más posible de los restos conocidos. Esta modificación se plasmó en que, tras el paso del Arroyo Madre o del Caño Morante, la nueva tubería traza una amplia curva con lo que pasa a ochenta metros al este de la parte excavada de la zona termal y a treinta y cinco metros del límite conocido del canal de abastecimiento del Monasterio de Prado, que también cruza la zona y que en su presumible continuidad podía ser seccionado por la obra proyectada. Bordea también a otros treinta y cinco metros el límite de la zona rústica de la villa romana definida en los trabajos de 1992/1993, pero no podía evitar el paso por la zona central de la escombrera. Al margen de esa afección previsible, en cualquier caso el proyecto seguía afectando la zona catalogada en el P.G.O.U. de Valladolid e incoada como Bien de Interés Cultural, todo lo cual justificaba que la apertura de la zanja contara con un control arqueológico exhaustivo.

[Fig. 1] Plano de la tubería de riego a su paso por el yacimiento con la ubicación de los sondeos y las dimensiones de la escombrera romana.

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En lo que se refiere a sus resultados, se pudo comprobar que no aparecían restos del canal de abastecimiento del Monasterio de Prado documentado en 1992/1993, lo que seguramente se debe a que este discurre a mayor profundidad que el metro y medio alcanzado por la zanja. En cuanto a la ocupación romana, un dato interesante es que no se localizaron restos estructurales de la villa ni siquiera en la zona más próxima al sector rústico, lo que confirma la delimitación propuesta en los trabajos de 1992/1993. En el área de escombrera el control arqueológico permitió precisar las dimensiones del vertedero en uno de sus ejes, el que va de noreste a suroeste, que abarca unos cincuenta y dos metros lineales, así como que su afección hacia el suroeste iba a ser cada vez mayor debido a la disposición de la estratigrafía. A la vista de estos

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datos, la Unidad de Arqueología del Servicio Territorial de Cultura decidió la excavación de tres sondeos de uno por tres metros cada uno a lo largo del recorrido por el muradal y distanciados entre sí siete metros, sondeos que se excavaron con objeto de conocer la dinámica del vertedero romano y caracterizar los materiales.

[Fig. 2] Arriba, esquema con las secuencia de los niveles (unidades estratigráficas) documentados en los sondeos. Abajo, fotografía general con los tres sondeos en la escombrera (1), y vista general (3) y detalle del sondeo 2 con la diferenciación de niveles en el perfil (2).

El espesor de estos vertidos ronda los dos metros, alcanzando su máxima potencia en la zona suroeste, al pie del talud que comunica con la zona ajardinada del Centro Miguel Delibes. Además, se distinguieron dos niveles de relleno, el inferior formado por diversas capas entremezcladas de limpieza de estructuras de combustión y de vertidos domésticos, aportadas de forma más o menos uniforme, aunque con mayor espesor en la zona central, en torno al medio metro, y el superior, más homogéneo, con una matriz más fina pero [98]

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con menos restos, que tiene más potencia al pie del talud, con algo más de un metro, y va decreciendo hacia el noreste. Recordemos que esta escombrera ya fue objeto de excavación en el pasado. Por un lado, en los trabajos pioneros de Rivera y Wattenberg, que extrajeron de este cenizal numerosos restos cerámicos y de fauna, aunque no los conozcamos con precisión. Entre 1981 y 1982 también intervino en esta zona del yacimiento R. Gimeno, pero los resultados nunca fueron publicados. Finalmente, en 1989 M. Serrano y B. Saquero realizaron un pequeño sondeo que proporcionó cerámicas dominadas por un servicio de mesa de terra sigillata formado por el cuenco que conocemos como forma 8 y el plato 15/17, además del gran cuenco de la forma 37 clásica, materiales fechados entre un momento avanzado del siglo III e inicios del IV. En esta excavación se distinguió un solo depósito en esta zona de vertido, a diferencia de los dos que documentamos nosotros, y que al parecer también observó R. Gimeno, lo cual nos permite ser algo más precisos en la interpretación de la evolución de este vertedero. El nivel inferior de nuestra estratigrafía es más fértil en restos arqueológicos, formados por algunos escombros de construcción, como restos de tejas curvas y planas –imbrex y tegulas- y de ladrillos y piedras de mampostería caliza, huesos de animales consumidos, sobre todo domésticos, pero también alguno de corzo e incluso moluscos como ostras, cenizas y carbones de limpieza de lugares de combustión –hornos, hogares- y fragmentos cerámicos desechados. Estos últimos se dividen entre los recipientes destinados al almacenamiento y procesado de alimentos, que englobamos bajo el apelativo de cerámica común y que está integrada por ollas y orzas de diferente tamaño, grandes vasos de almacén –dolium-, fuentes, tapaderas, cazuelas o sartenes, y también por otros recipientes de uso más diverso en cocinas o como servicio de mesa, como cuencos, platos, alguno con engobe interior rojizo, o jarras y jarritas de diverso tipo. Estos materiales, por su alto grado de estandarización a lo largo del Imperio debido a su carácter funcional, no nos permiten hacer grandes precisiones cronológicas, aunque conforman un relato de la vida de los habitantes de la villa.

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cuencos de las formas 27 y 44, aunque son tipos que se siguen fabricando hasta el año 400 o incluso más allá. No obstante, es altamente significativa la ausencia de las cerámicas que inundan los mercados en el último cuarto del siglo IV. Caber reseñar como dato anecdótico la relativa presencia de vasos cerámicos con graffitis, nombres, iniciales o dibujos grabados sobre las cerámicas ya cocidas, que se interpretan como marcas de propiedad y nos trasmiten los nombres de algunos de los habitantes de la Villa de Prado: ..ISPAN…, …DEIVVIDA.., …NAI…, …BA…, etc. Finalmente, recuperamos parte de un vaso de vidrio de la forma Eggers 218, con cronología de los siglos III-IV. En conclusión, este nivel inferior parece que se ha ido formando a lo largo de un periodo bastante dilatado centrado en el siglo III, quizás en su segunda mitad si apuramos argumentos.

[Fig. 3] Materiales del nivel inferior de la escombrera. A la izquierda fragmentos de vasos de terra sigillata: cuenco de la forma 8 (1), fragmento de borde un cuenco de la forma 37 decorado (2), parte superior de un cuenco de la forma 27 (3), ollita de la forma 42 con graffiti (4), cuenco de la forma 8 decorado con un graffiti floral (5), plato 15/17 con el graffiti “ISPAN…” (6) y pared de un cuenco-fuente de la forma 37 con decoración en frisos (7). A la derecha, arriba, cerámica común: conjunto de dolium, ollas y ollita (8), plato (9) y plato con engobe rojo interior (10). Abajo, vaso de vidrio (11) y fragmento de plomo (12).

Pero al muradal también fueron a parar los restos de los vasos de los servicios de mesa más lujosos, de terra sigillata, de paredes finas o, más excepcionalmente, de vidrio, que al estar sujetos al cambio de modas varían con cierta rapidez. Entre las piezas cerámicas el conjunto está dominado por ese servicio formado por el cuenco 8, mayoritariamente en su versión más antigua o de borde redondeado, también la de más amplia perduración, seguida por su variante de borde almendrado, que arranca también en Alto Imperio, pero que apenas pasa del 375 d. C., y el plato 15/17, frecuente entre la segunda mitad del siglo III y los tres primeros cuartos del siglo IV. También hay una buena representación del cuenco o escudilla de la forma 37 clásica, lisa o decorada con motivos en frisos que conocemos como primer estilo, que nos lleva nuevamente al siglo III o inicios del IV, y de forma esporádica se reconocen otras formas herederas de la tradición alfarera del Alto Imperio, como la olla o los [100]

El nivel superior, con un elenco menor, ofrece un panorama similar pero no idéntico. No nos vamos a detener en la cerámica común, sin novedades respecto a lo enunciado, ni en la cerámica de lujo, cuyas semejanzas se centran en el dominio nuevamente de las formas 8 y 15/17 seguido del gran cuenco 37 en su variante clásica. La novedad estriba en la presencia de dos formas típicas de época tardía, como son el plato o fuente de la forma Palol 4 y el vasito de la forma 61, piezas que no se fabrican antes del 360-375 d. C. y que perduran hasta el final de la producción de sigillata ya en el siglo V. Cabe señalar también la ausencia entre las cerámicas decoradas de los temas de grandes círculos, que parecen iniciarse hacia el 380 d. C. Con estos datos creemos que este nivel superior se forma en el s. IV hasta rozar el último cuarto, es decir, casi inmediatamente después que el anterior y en un periodo más corto. Con esta atribución cronológica parece que el nivel inferior puede relacionarse con esa ocupación del siglo III. La superior se relacionaría o bien con la fase del mosaico de Diana o con la posterior villa de peristilo, dada la duda que subsiste sobre el momento concreto de sucesión de estas construcciones.

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2. Colector de Zaratán En la primavera de 2014 la Sociedad de Medio Ambiente de Castilla y León inició las obras derivadas del proyecto “Zaratán. Emisario a la E.D.A.R. de Valladolid”, que tenía como propósito conducir las aguas residuales de Zaratán y del polígono industrial del entorno del centro comercial Equinocio hasta la estación depuradora de Valladolid. En el diseño, la traza de esta tubería discurría por el borde norte de la zona protegida de Villa de Prado, coincidiendo con la cuneta sur y parte de la carretera paralela a la avenida del padre José Acosta, por lo que en cumplimiento de la legislación vigente se solicitó permiso a la administración de Cultura para la afección sobre esa zona, que impuso la necesidad de contar con un control arqueológico.

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có un decapaje del nivel más superficial, un acúmulo de tierras y desechos recientes, además del viejo nivel de arada. En esas labores se desveló la presencia de un nivel grisáceo a lo largo de casi todo el recorrido, de más de doscientos metros, que aunque en principio pensamos que era de arroyada, pues el Arroyo Madre se encuentra encauzado por esa cuneta sur, pronto advertimos que ofrecía esporádicos fragmentos de material latericio que sugerían su naturaleza arqueológica, y sobre todo restos de estructuras de piedra en dos puntos de la traza, que a su vez estaban cubiertos por otro nivel arqueológico gris menos espeso pero de parecidas características. Esos depósitos grisáceos solo desaparecían en la zona oeste de la zanja, donde afloraba ya el nivel natural, pero en cual se detectaron algunos manchones oscuros que podían corresponder, como así sucedió, con un hoyo y una zanja con material arqueológico, que en la documentación posterior se completaron con otros cuatro hoyos de similares dimensiones y rellenos.

[Fig. 4] Plano de colector de Zaratán a la E.D.A.R. de Valladolid con la ubicación de los sondeos realizados.

Como medida de precaución antes de proceder a la excavación de la zanja, que era de grandes dimensiones, más de dos metros de anchura y hasta tres metros y medio de profundidad desde la superficie de la parcela, se practi-

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[Fig. 5] Arriba, a la izquierda, planos de excavación de los sondeos 1, 2, 8 y 9 con las estructuras descubiertas. A la derecha, foto de los sondeos inundados (1), detalle del nivel gris en la zanja antes de que quedara anegado (2) y atarjea descubierta en el sondeo 10 (3). Abajo, hoyo vaciado del sondeo 1 (4), zanja vaciada del sondeo 2 (5) y muro del sondeo 8 (6).

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A la vista de estas evidencias, la Unidad Técnica de Arqueología del Servicio Territorial de Cultura tomó la decisión de excavar diez sondeos de dos metros y medio por tres metros cada uno coincidiendo con los hallazgos de estructuras y distribuidos también en varios puntos sobre el nivel grisáceo. Un diseño de excavación que tenía presente la gran dificultad impuesta por la inundación de todo el espacio a intervenir como consecuencia del afloramiento del nivel freático del arroyo y de las numerosas surgencias presentes a cotas superficiales. En la secuencia conocida del yacimiento el depósito arqueológico superior documentado en los sondeos, lo mismo que el relleno de los cinco hoyos encontrados en la zona noroeste y de la zanja próxima a ellos y que pudo albergar una conducción expoliada, pueden situarse sin problemas en la última fase del yacimiento, esa de carácter artesanal enfocada al reciclaje y elaboración de productos metálicos que reocupa el espacio de la vieja domus y con la que los excavadores de 1992/1993 relacionaron el nivel que amortizaba otras viejas estructuras rústicas de la villa y la excavación de varios hoyos. Los materiales recuperados dentro de los hoyos son básicamente restos de cerámicas comunes. Así del hoyo 1, el más complejo por presentar dos niveles sucesivos, destacan los restos de un cántaro, de una olla de borde vuelto y de un cuenco del inferior, y el superior, además de fragmentos latericios y algunos huesos de fauna, proporcionó un conjunto cerámico dominado por los vasos de cerámica común, pues los ejemplos de sigillata se reducen a tres, dos pequeños trozos de pared y parte del borde de un recipiente que creemos identificar con una forma 37t bastante recta, lo que nos lleva más allá del 380 d. C. Las cerámicas comunes, destinadas a labores de almacenaje, de procesado de alimentos y bebidas y en algún caso de servicio de mesa, están representadas en este relleno superior por el borde de un gran recipiente de almacenaje de borde vuelto, tipo dolium, y varios de ollas de borde vuelto, entre ellas una con el cuerpo estriado. También hay jarras de cuello corto estriado, un posible cántaro y un vaso para beber tipo cuenco. Los materiales del resto de los hoyos no desentonan con este conjunto, todos ellos desechos utilizados como material de relleno junto con tierras orgánicas y con cenizas para tapar estos agujeros del terreno, de entre uno y algo más de dos metros de diámetro y no más de uno de profundidad, cuando ya habían perdido una función original que desconocemos ¿silos de almacén, barreros,...? Los del relleno de la zanja comentada nos llevan a la misma cronología, pues aunque

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el material no era abundante, con algunos fragmentos latericios y de cerámicas comunes, entre ellos recuperamos parte de la pared de un vaso decorado de terra sigillata hispánica tardía, una forma 37t con imitación de cestería, situable sin problemas en el último cuarto del siglo IV.

[Fig. 6] Materiales de la intervención de 2014: fragmento de borde plato-fuente de terra sigillata tardía de la forma Palol IV (1), fragmento de pared de un cuenco de terra sigillata tardía de la forma 37 con decoración de cestería (2). Cerámica común: borde de jarra (3), bordes y cuerpo de ollas (4, 5 y 6), borde de olla de cuello estriado (7), olla de gran tamaño (8), vaso de almacén tipo orza (9), arranque de asa de cántaro (10) y vaso de almacén tipo dolium (11).

Materiales similares son los que se encuentran en el nivel arqueológico superior que cubre las estructuras descubiertas en los sondeos ubicados más al este. El muro de mampostería encontrado en el sondeo 8, orientado de norte a sur, de medio metro de anchura, tiene una altura conservada de veinticinco centímetros correspondiente a dos de las hiladas de la base del muro, pues el alzado debió de ser de adobe o tapial, según cabe deducir de las características del depósito. En la base de ese nivel y sobre el muro descansa un conjunto de escombros procedentes del tejado, formado por tejas planas y curvas. La otra estructura conservada en el sondeo 10, es una canalización de piedra de cuarenta centímetros de anchura formada por dos muretes paralelos de [105]

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mampostería caliza cubierta con pequeñas lajas del mismo material. Como decimos, el nivel grisáceo que cubre estas estructuras, producto posiblemente de la destrucción o del traslado de tierras en la última reocupación artesanal del espacio, va ganando potencia hacia el este, donde llega a rondar el metro, e incluye escasos restos, casi todos escombros de construcción, entre ellos un ladrillo circular de un hipocaustum, escasas cerámicas comunes y algún fragmento de sigillata tardía, entre las que destaca una gran fuente, tipo Palol 4, que se empieza a producir hacia el 350 pero que no se generaliza hasta el 375 d. C. prolongándose su uso hasta el final del Imperio, cronología compartida por otra sigillata con decoración estampillada. Como vemos, las evidencias parecen apuntar a que tanto la edificación a la que pertenece el muro como la conducción de agua pertenecen a la fase de la villa con peristilo de la segunda mitad de siglo IV, seguramente a su pars rustica o fructuaria. Nos resta hablar del potente nivel inferior, que lógicamente habría que situar en una fase precedente, pues es sobre él donde se construyen las estructuras comentadas. Este nivel inferior, grisáceo como el superior, aunque algo más oscuro, presenta una notable potencia en la zona este, donde supera el metro y veinte centímetros, y disminuye hacia el oeste hasta desaparecer como consecuencia del ascenso del terreno natural. Esta tendencia manifiesta que la zona oriental del área arqueológica estaba más deprimida, relieve que ya se recoge en los trabajos de Rivera y Wattenberg y en la propia toponimia del Camino Hondo. Dada la inundación del terreno, este nivel no pudo ser documentado con la precisión requerida, pero de él proceden muy escasos restos arqueológicos, aparentemente todos ellos constructivos, como mampuestos, tégulas, ímbrices o ladrillos, cuyo tamaño nos hace descartar que procedan del transporte del arroyo dado que su escaso caudal limita la capacidad de carga incluso en periodos de crecida. Deducimos, por tanto, que estamos ante un nivel antrópico, consecuencia de un esfuerzo de nivelación de un terreno deprimido y tal vez insalubre. Para esta planificada reorganización del espacio se traen tierras orgánicas con algunos restos de material de construcción que debían estar disponibles en los alrededores. Por ello, creemos que data de la fase constructiva de la villa de peristilo, aportando materiales de la demolición de las estructuras de esa etapa previa de inicios del IV o de las estructuras, aún no localizadas, del siglo III.

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De la presencia de esos hallazgos en esta zona cabe deducir que el yacimiento sobrepasa el límite considerado como Bien de Interés Cultural, la carretera paralela a la avenida del padre José Acosta, que es también el que figura en el P.G.O.U. de Valladolid. Y en efecto, por más que puede que estemos en una zona marginal, pues las estructuras descubiertas no son de entidad, está claro que tanto estas como los niveles arqueológicos continúan bajo la plataforma de esa carretera de servicio construida en los años ochenta. La otra conclusión de esta intervención es que el yacimiento tiene una mayor complejidad, con un área de concentración de hoyos relacionados con la fase artesanal a cierta distancia de la domus reocupada y con una zona de estructuras secundarias igualmente algo alejada de la pars rustica identificada en los trabajos de los años noventa. El estado actual de conservación del yacimiento 1. Las consecuencias del paso de un terreno rústico a urbano La Villa romana de Prado, que rememora en su nombre la antigua aldea medieval de Prado, se levanta en un terreno que fue siempre de labranza. Su transformación hasta formar parte del casco urbano de la ciudad es muy reciente y para ello se han sucedido diversas modificaciones del terreno que han tenido importantes consecuencias en el estado de conservación del yacimiento tal como lo hemos encontrado en nuestras últimas intervenciones, en particular sobre el problema ya reseñado de inundación de las evidencias arqueológicas. La situación previa a todos estos cambios la encontramos reflejada en la primera edición del mapa topográfico nacional, del año 1930. En ella se observa esa ubicación de la villa en tierras de labor, en la margen derecha del arroyo Madre o del Caño Morante, justo donde este traza un suave meandro, discurriendo al norte, al otro lado del arroyo, el camino de Zaratán al pie del Cerro de Las Contiendas, y al este el Camino Hondo, con la Fuente del Caño Morante, y mediante la curva de nivel vemos marcada la depresión respecto a la ubicación de la villa de la parte final del Camino Hondo y zona de la fuente.

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[Fig. 7] Arriba, ubicación de las estructuras conocidas de la villa y de la delimitación del B.I.C. respecto al plano de la primera edición de Mapa Topográfico Nacional de 1930 (IGN). Abajo, ubicación de las estructuras conocidas de la villa y de la delimitación del B.I.C. en el año 1956 (ortofoto IGN). Se marca el trazado del cauce natural del arroyo, ya encauzado, y de la fuente del Caño Morante.

[Fig. 8] Arriba, ubicación de las estructuras conocidas de la villa y de la delimitación del B.I.C. en 1984 con la trasformación por las obras del Mundial 82, se marca la ubicación del arroyo, encauzado por la nueva carretera, y de la fuente. Abajo, estado del terreno en 2002 con el canal de desagüe de los fosos del estadio en la zona oeste del área arqueológica (ortofotos IGN).

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Después de la Guerra Civil el terreno pasó a integrarse, también como zona rústica, dentro de la Granja José Antonio de la Diputación, y para cuando el yacimiento es descubierto en el año 1952 ya se había producido una primera transformación de importancia. Según se refleja en la fotografía aérea de 1956, el arroyo ha perdido su cauce natural, que aún se distingue por la tonalidad del terreno, aparentemente encauzado por la cuneta del camino de Zaratán. En este fotograma, realizado apenas un año después de las excavaciones dirigidas por Rivera y Wattenberg, se aprecia el área excavada en la zona residencial y alguno de los sondeos. A fines de la década de 1970 Valladolid es elegida como sede de parte de los partidos del Mundial de Fútbol de 1982, circunstancia aprovechada para abordar una operación urbanística de gran calado, el derribo del viejo estadio del Paseo de Zorrilla y la construcción del nuevo en terrenos cercanos al yacimiento romano, decisión que implica la construcción de nuevos accesos, en concreto la avenida del Mundial 82 y la del Padre José Acosta. Esta última discurre a los pies del cerro de Las Contiendas e implicó, además de una nueva fase de investigación en el yacimiento, una importante modificación del entorno. La traza de la nueva avenida, en parte excavada en la ladera del cerro y en parte terraplenada hacia la vega, secciona el antiguo camino de Zaratán, por cuya cuneta recordemos que se había encauzado el arroyo. Para dar salida al camino ahora cortado se construye una nueva carretera paralela a la nueva avenida pero más al sur, es decir, más cerca de las estructuras conocidas de la villa, pues se traza al otro lado de lo que fue el cauce natural del arroyo. Por su parte este se encauza nuevamente, en esta ocasión por la cuneta sur de esa nueva carretera. Se da la circunstancia además de que el decurso de esta vía será elegido como el límite para el yacimiento de Villa de Prado en el expediente de incoación del B.I.C. un límite a todas luces artificial, pero que será heredado en el P.G.O.U. El terreno mantuvo la situación configurada con las obras del Nuevo Estadio a lo largo de las siguiente década, con la única incidencia de la construcción de la primera plataforma de lanzamiento de los fuegos artificiales en los años noventa en una posición más próxima al Real de la Feria que la actual, tapando marginalmente el límite noreste de las estructuras de la villa de peristilo. Esta plataforma fue demolida con el cambio de década debido a la prolonga-

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[Fig. 9] Arriba, cambios en el terreno en 2006 como consecuencia de la urbanización del Barrio Villa de Prado y del ajardinamiento del entorno del Centro Cultural Miguel Delibes. Abajo, estado actual de los terrenos en 2014 con la macha de vegetación dentro de la zona del yacimiento como consecuencia del exceso de humedad (ortofotos IGN). [111]

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ción de la tubería de desagüe de los fosos del estadio de fútbol, que recogen el agua de drenaje del césped pero también de las precipitaciones, que en una decisión sorprendente vierte ahora en superficie dentro del área protegida en el P.G.O.U. y ya incoada como Bien de Interés Cultural. La siguiente gran modificación del entorno surge del Plan Parcial de 2001 que crea el Barrio Villa de Prado en los terrenos que mayoritariamente eran de la Diputación. Si bien la urbanización se inició en la zona más próxima a la Avenida de Salamanca, la suma al proyecto del centro Miguel de Delibes impuso el ajardinamiento del entorno del yacimiento, es decir, de la suave ladera que une la ubicación de este edificio con la vega del arroyo del Caño Morante, obras reflejadas en el fotograma aéreo de 2006, donde también se ve la nueva plataforma de los fuegos artificiales levantada tres años antes justo al sur de las estructuras conocidas de la villa. Estas obras supusieron el aporte de tierras dentro del área protegida y la apertura de senderos, pero también la instalación de una red de riego antes inexistente que lógicamente drena a favor de la pendiente hacia la antigua vega. La consecuencia más inmediata de todos estos cambios ha sido la modificación de la circulación del agua y su incidencia en la zona del yacimiento. El encauzamiento del arroyo a partir de 1980 por la carretera que da continuación al camino de Zaratán no hizo sino acercar el cauce al yacimiento. Además, la construcción en terraplén de la avenida del Padre José Acosta supuso un aporte de tierras en la zona norte que favorece la escorrentía hacia la zona baja donde se encuentra la villa. No obstante, en los trabajos arqueológicos realizados en la década de 1990 no se detectaron problemas de inundación de los terrenos, por lo que cabe deducir que el efecto más pernicioso deriva de dos acciones posteriores ya comentadas, el desplazamiento del desagüe en superficie de los fosos del estadio y el ajardinamiento del entorno. De estas dos creemos que la mayor responsable de la acumulación de agua en la parcela es la primera, porque aporta un caudal desde la zona noreste, muy importante en época de tormentas, que para encontrar su salida natural tiene que atravesar toda el área protegida, acumulándose de forma especialmente intensa tras salvar el camino de acceso a la plataforma de los fuegos artificiales, es decir, en la zona de las estructuras residenciales de la villa. A ello hay que sumar, como decimos, el drenaje natural desde el espacio ajardinado del sur, en posición más elevada. [112]

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Como tuvimos ocasión de apreciar de primera mano en las excavaciones realizadas en 2014, el efecto sobre el yacimiento es que el nivel freático, al menos en el sector norte intervenido, se encuentra a una profundidad de entre medio metro y un metro, es decir, cubriendo los niveles y estructuras arqueológicas localizadas en ese lugar. Y de la presencia de abundante vegetación en la zona situada entre la villa de peristilo y más al este del área de las termas cabe deducir que esa situación es extensible a buena parte del yacimiento, con las consecuencias que pueden imaginarse para la preservación de los restos. Esta problemática se une a otra ya histórica y es la escasa capa de tierra que cubre las estructuras romanas, por lo que estas ya en las primeras excavaciones estaban bastante alteradas por los arados, lo que se agravó en las décadas siguientes con la mecanización del campo. 2. Retos para el futuro Los nuevos trabajos realizados en el yacimiento de la villa romana de Prado han aportado datos para la investigación histórica de este enclave, singular no solo por su relevancia patrimonial sino también porque ha pasado de situarse en la periferia de la ciudad a estar dentro de la nueva centralidad que se ha ido configurado en torno a las Cortes de Castilla y León y el Centro Cultural Miguel Delibes. Pero como también han desvelado esas excavaciones, este tránsito no se ha realizado sin traumas para la conservación del yacimiento, creando problemas antes inexistentes, que reclaman soluciones para que podamos legar este patrimonio a las generaciones futuras en las mejores condiciones posibles. Si recordamos las palabras con las que empezábamos este capítulo, una de las deducciones de los trabajos realizados en 2010 y en 2014 es que el yacimiento sobrepasa el área de protección asignada en el planeamiento urbanístico vigente y en el expediente de incoación de B.I.C. Lo hace hacia el sur al menos en el sector de la escombrera, donde encontramos un límite claro que prolonga el actual veinticinco metros. Pero también hacia el norte, donde la localización de una zona de hoyos en el noroeste y de estructuras y niveles arqueológicos en el mismo límite del área catalogada, que al coincidir con la carretera construida a inicios de los años ochenta del siglo veinte es claramente artificial, permiten proponer que la zona arqueológica debería llegar [113]

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hasta el cauce natural del arroyo reflejado en la planimetría de 1930. De otra parte, estos nuevos focos de hallazgos arqueológicos insisten también en la idea de que el yacimiento conserva restos inéditos que pueden proporcionar datos de gran interés, y cómo no recordar aquí que todavía no sabemos dónde está la necrópolis pese al empeño que pusieron en encontrarla Rivera y Wattenberg en los años cincuenta o que la zona de las termas no se encontró hasta finales de los años ochenta.

[Fig. 10] En color cian delimitación del B.I.C. y zona protegida en el P.G.O.U. de Valladolid, y en magenta la nueva propuesta para el yacimiento a partir de los resultados más relevantes de las últimas intervenciones y del análisis de la evolución del terreno (ortofoto IGN).

Pues bien, con objeto de proteger adecuadamente toda el yacimiento tal como ahora la conocemos, consideramos; que el Ayuntamiento debería plantearse incorporar al P.G.O.U. en redacción esta nueva delimitación hacia el sur y el norte, y que hacia el este adopte la ya propuesta en los trabajos de 1992-1993, que coincide con el trazado del antiguo Camino Hondo y que, por el salto de cota que representa, parece que puede corresponderse con otro límite natural. De igual manera, debería estudiarse la incorporación de

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esta nueva delimitación al expediente incoado de Bien de Interés Cultural antes de su declaración. Pero además de estos instrumentos de carácter normativo, el estado actual del yacimiento plantea la necesidad de unas actuaciones urgentes. En relación con el problema de la acumulación de agua parece obvio que la más inmediata pasa por la conexión mediante tubería subterránea del drenaje del Nuevo Estadio José Zorrilla a la red general y evitar así el desagüe en superficie que tantos perjuicios está causando. En la misma dirección consideramos que debería estudiarse la posibilidad de captar la escorrentía natural de los jardines ubicados al sur, en la caída desde el Centro Miguel Delibes, para evitar que alcancen los terrenos arqueológicos. La plataforma de lanzamiento de los fuegos artificiales plantea un problema más estético que de conservación, pero no parece que su ubicación actual dentro de B.I.C sea la más adecuada. Sin proponer ubicaciones más alejadas, pensamos que el desplazamiento de la misma hacia el suroeste, fuera de los límites del área protegida, es una solución sencilla de adoptar a la espera de que una futura ordenación de los terrenos permita, tal como se propone en el capítulo siguiente, la integración urbanística de este sector hoy abandonado. Esta solución última, por la que apostamos, es sin duda la mejor garantía de conservación futura del yacimiento, pero es también una magnífica oportunidad para la ciudad. El desconocimiento de la riqueza que atesora el subsuelo de esta zona del actual barrio de Villa de Prado y la falta de voluntad para recuperarlo han sido el caldo de cultivo que han llevado a su actual situación de abandono. Pero su potencial como elemento capaz de crear valor a través del patrimonio, valor cultural, pero también social y económico mediante su adecuada dinamización e integración en la oferta turística de la ciudad, está ahí y es tiempo ya, camino de los setenta y cinco años de su descubrimiento, de plasmarlo en un proyecto audaz y con visión de futuro, que haga partícipes a los vallisoletanos de su pasado más remoto.

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