El \"espítritu de la casa\". La Residencia de Señoritas. 100 años de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE)

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Descripción

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100 JAE La Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas en su Centenario ACTAS DEL II CONGRESO INTERNACIONAL, CELEBRADO LOS DÍAS 4, 5 Y 6 DE FEBRERO DE 2008

TOMO II

En torno al Centro de Estudios Históricos G De la economía a la arquitectura G Residencias de Estudiantes en la JAE G La JAE y la educación G Colofón: algunas aportaciones de esta edición

Edición de JOSÉ MANUEL SÁNCHEZ RON JOSÉ GARCÍA - VELASCO

Publicaciones de la Residencia de Estudiantes

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Biblioteca de la Residencia de Señoritas en su sede de la calle de Miguel Ángel, 8, Madrid, hacia 1930. Fundación José Ortega y Gasset-Gregorio Marañón, Madrid.

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EL «ESPÍRITU DE LA CASA» EN LA RESIDENCIA DE ESTUDIANTES. CARACTERÍSTICAS ESPECÍFICAS DEL GRUPO DE SEÑORITAS1

AZUCENA LÓPEZ COBO Université Nouvelle Sorbonne, Paris III y Fundación José Ortega y Gasset-Gregorio Marañón

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n 1915 se crea el grupo de señoritas de la Residencia de Estudiantes con la doble pretensión de fundar un «hogar espiritual» para las jóvenes que quisieran seguir una formación media o superior y de potenciar un «sano ambiente moral y toda clase de estímulos y facilidades para el trabajo»2. Con ello se buscaba establecer «benéficos influjos» entre residentes y profesoras, lo que la vinculaba intelectual y moralmente a las líneas maestras que la JAE había ensayado en los centros educativos abiertos en 1910 (grupo universitario) y 1914 (grupo de niños). Es sabido que el director del grupo universitario, Alberto Jiménez Fraud, consideraba innecesaria la existencia de un reglamento que mar1

Esta comunicación es producto de una investigación más amplia que, con el título «La Residencia de Señoritas. Un proyecto pionero en la formación superior de la mujer española», nació del convenio de colaboración entre el Ayuntamiento de Madrid y la Fundación e Instituto Universitario de Investigación José Ortega y Gasset (2007) en el ámbito de la igualdad de oportunidades para el estudio histórico de la Residencia de Señoritas. 2 Texto procedente de la página 51 de un folleto editado en 1936 por la Junta para Ampliación de Estudios con el título Residencia de Estudiantes con el objeto de publicitar al Grupo de Señoritas. El folleto se encuentra en el Archivo de la Residencia de Señoritas conservado en la Fundación José Ortega y Gasset con la signatura 3/5/9 (caja/carpeta/documento). Las expresiones «hogar espiritual» y «sano ambiente moral», apenas sin variaciones, se emplearon desde el curso 1916-1917 hasta el último, que data de 1936: «ofrece un hogar en que pueden disfrutar de las ventajas de la vida corporativa, de un sano ambiente moral, de toda clase de estímulos y facilidades para el trabajo y donde forman su carácter en un sistema de prudente libertad y respeto mutuo» (ibídem, pág. 3).

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cara «los deberes» de los residentes. La Residencia de Señoritas se enmarcará dentro de esa premisa de «prudente libertad». Sin embargo, las características propias de un centro laico de formación superior femenina, junto con la creciente complejidad de su dirección intelectual y doméstica, hicieron que unas sencillas notas informativas de la directora se transformaran en un reglamento formal que establecía las directrices de una disciplina que, por otro lado, no entraba en conflicto con el «espíritu» con que había surgido. Las razones que explican, aunque no parece que justifiquen, esta progresión podrían agruparse en dos categorías: las de carácter institucional y las de carácter individual.

CONDICIONANTES DE CARÁCTER INSTITUCIONAL

Los condicionantes de carácter institucional pueden dividirse en tres tipos: 1. Históricos: derivados de la evolución del centro. 2. Sociales: propios de su circunstancia como institución para la educación de la mujer en la España de comienzos del siglo XX. 3. Intelectuales: resultantes de una férrea voluntad de ganar el reconocimiento intelectual que le correspondía como el centro universitario en que se convirtió, en sintonía con el grupo masculino.

CONDICIONANTES HISTÓRICOS

La primera sede de la Residencia de Señoritas se situó en dos de los cuatro hoteles desalojados por el grupo universitario masculino en la calle Fortuny; los números 28 y 30. Los otros dos, 24 y 26, fueron ocupados por el grupo de niños. 532



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Terminada esta primera gran inversión para la Residencia de Estudiantes (cinco pabellones en los Altos del Hipódromo), la JAE planea la consolidación arquitectónica para el grupo de señoritas y el grupo de niños, por lo que adquiere los cuatro hoteles en régimen de alquiler de la calle Fortuny y los edificios de los números 1 y 3 de la calle perpendicular, Rafael Calvo. En 1918 se crea el Instituto-Escuela que, por un acuerdo con la institución norteamericana el Instituto Internacional, tendrá su sede en la calle Miguel Ángel, 8. A esta dirección se trasladó el grupo de niños. Liberaba así los hoteles de la calle Fortuny que serán ocupados a partir de entonces por las chicas de María de Maeztu. Terminada la Guerra Mundial el Instituto Internacional quiso recuperar su filosofía original: el impulso y la mejora de la formación superior de la mujer española. Esto supuso que los chicos mayores se mudaran, así como un acuerdo de prórroga para los pequeños y las niñas. Se favoreció una vez más la expansión de la Residencia de Señoritas, que en 1922 ocupó también el hotel que el Instituto Internacional había construido en la calle Fortuny número 53, actual sede de la Fundación José Ortega y Gasset. Miguel Ángel, 8, pasaría a formar parte de la Residencia de Señoritas tras el final de la prórroga estipulada para el Instituto-Escuela en 1928. La total ampliación del grupo femenino llegará con la Segunda República y la posibilidad de construir un nuevo edificio en el jardín del pabellón de Fortuny, 53, diseñado por el arquitecto Carlos Arniches. En algo más de tres lustros la Residencia de Señoritas había pasado de contar con 30 plazas en dos pabellones a ofrecer casi 300 divididas en cuatro grupos de residentes que se distribuían en 10 pabellones.3

3

Los cinco de Fortuny, los dos de Rafael Calvo y otro alquilado en la misma calle para el curso

1932-1933, el pabellón de Miguel Ángel, 8, y el edificio Arniches/Susan Huntington.

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Este constante crecimiento supuso una permanente adaptación del programa pedagógico y del sistema doméstico de gestión por parte de la dirección. Si durante los primeros años el número de residentes permitió a María de Maeztu tener un contacto directo con cada una de ellas, a medida que transcurrió el tiempo en esta tarea hubieron de participar otras personas. Maeztu dividió al total de las estudiantes en grupos, al frente de los cuales puso a una directora de grupo, cargo que por lo general recaía en antiguas residentes, quienes compartían con ella la responsabilidad y las tareas pedagógicas y domésticas.

CONDICIONANTES SOCIALES

El hecho de que la Residencia tuviera un carácter laico y albergara exclusivamente a mujeres constituyó un ensayo pionero para la España de comienzos del siglo XX que tuvo que luchar contra los prejuicios de unas costumbres sociales moldeadas por una estructura tradicional, religiosa y masculina. Y es que una cosa era permitir a las hijas de familia acomodada acceder a estudios superiores y otra muy distinta, que este proceso de formación diera pie a conductas que no perpetuaran la moral tradicional. Ante los prejuicios de tipo moral Maeztu fue firme en su control cotidiano de las chicas; un control que fue decidido pero no inflexible, visible pero no incómodo, estrecho pero sin imposición. Como en los otros centros educativos dependientes de la JAE, el mutuo respeto y la aplicación de «los resortes de la persuasión y la autoridad que emana del propio prestigio personal»4 se hizo lema de la casa. Maeztu asumió y

4

Texto contenido en el apartado «Relación de la directora de grupo con las alumnas: tutoría y función educadora», de las «Indicaciones que pueden servir de norma para regular la labor de las directoras de grupo de la Residencia de Señoritas». Se trata de un documento contractual entre las

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trasladó al personal que colaboró con ella e incluso a las residentes la alta misión de responsabilidad pedagógica y moral. De sus residentes llevaba un registro exhaustivo, un abultado acopio de referencias que le servían para conocerlas y ayudarlas en todo lo que éstas pudieran necesitar, pero también para mantener informadas a las familias que habían accedido a sustituir la seguridad de la vigilancia familiar por una mayor formación académica. Esta observancia fue uno de los puntos en los que más insistió María de Maeztu y puede decirse que para ella sólo un intachable comportamiento moral podía completar una adecuada formación intelectual.

CONDICIONANTES INTELECTUALES

Respecto a los condicionantes intelectuales cabe decir que, al principio sobre todo, el grupo presentaba intereses muy heterogéneos, lo que establece la primera diferencia entre las secciones masculina y femenina de la Residencia. Es decir, si bien Jiménez Fraud diseñaba su programa de formación en función de las carencias que ofrecía el plan de estudios universitario, María de Maeztu tuvo que afrontar, para empezar, el muy dispar nivel formativo de sus residentes. Su intención de que, con el tiempo, la mayoría de los nuevos ingresos siguieran estudios universitarios fue motivo suficiente para que tratara de dar la mayor seriedad y continuidad a un proyecto en el que comprometió su vida profesional y personal sin reserva alguna. Un ejemplo de esta misión son dos textos de los primeros años (uno menos conocido que el otro), que, por corresponderse a la esfera de la

directoras de grupo y la institución, en el que se relacionan los deberes, tareas y responsabilidades que comportaba dicho cargo (Archivo de la Residencia de Señoritas, 17/5/26, Fundación José Ortega y Gasset, Madrid).

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expresión pública y de la discusión privada, reflejan la magnitud del proyecto y el empeño lúcido de su directora. El primero, sin firma pero atribuible a Maeztu, fue escrito a los tres meses de la puesta en marcha de la institución y publicado en las memorias del curso 1916-1917: Desde el primer momento se ha querido acentuar en este grupo el carácter cooperativo, haciendo que las alumnas se interesen en la vida económica de la casa. Como es natural, algunas desean aprovechar este contacto con una economía doméstica complicada y una contabilidad escrupulosa, para iniciarse prácticamente en problemas que se presentan en todo hogar. Y la Residencia fomentará y procurará completar ese aprendizaje.5

Aunque sabía que un porcentaje de las residentes se formaba en la universidad o realizaba estudios de carácter técnico con la intención de ejercer un día una profesión que le permitiera la independencia económica de sus padres y maridos, era también realista al pensar que un porcentaje aún mayor de las mujeres que pasaban por sus aulas desempeñaría exclusiva o paralelamente las tradicionales labores. El segundo texto corresponde al fragmento de una carta dirigida a José Castillejo que han reproducido todos los estudios clásicos sobre

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Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, Memoria correspondiente a los años 1914 y 1915, Madrid, Imprenta de Fortanet, 1916, pág. 302. La Junta pedía a los directores un informe de las actividades realizadas por cada centro para conformar su Memoria anual. Les requería otro más para publicar los folletos que editaba anualmente con objeto de publicitar los centros de la institución. Así lo refleja la carta enviada por Antonio García Solalinde a María de Maeztu el 18 de julio de 1916, en la que solicitaba en nombre de José Castillejo «el original para el folleto de la Residencia de Señoritas, que de usted espera» (Archivo de la Residencia de Señoritas, 8/1/2, Fundación José Ortega y Gasset, Madrid). El referido texto está incluido en el impreso por la Junta para el curso 19161917, reeditado como facsímil por la Residencia de Estudiantes, Madrid, 2001, págs. 47-54. Esta publicación era común para todos los centros de la JAE, al menos durante los primeros años. El Archivo de la Residencia de Señoritas conserva los referidos exclusivamente a la Sección Femenina: cursos 1920-1921 (3/4/1), 1925-1926 (3/4/1), 1928-1929 (con dos ediciones, en español —3/4/7— e inglés —3/4/13—), 1931-1932 (3/5/1), que añade en un documento exento la información sobre los honorarios del curso siguiente (3/4/18), y 1935-1936 (3/5/9).

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la historia de la institución, en la cual Maeztu señala con precisión y autoridad en qué línea tiene previsto conducir el centro que dirige: Mi buen amigo: Ayer por la premura de tiempo no pudimos tratar de varios asuntos urgentes que yo llevaba sobre la organización de los estudios de este grupo. [...] Por otro lado, y ésa es la cuestión que quería tratar ayer con ustedes —como ya le dije a Alberto [Jiménez Fraud]—, yo no puedo seguir dirigiendo este grupo si va a ser simplemente una academia preparatoria para el magisterio, porque esa labor, aunque tan digna como cualquier otra, no me interesa. [...] De no continuar aquí, hablaría con [Julio] Burell uno de estos días y trataría de colocarme en otro sitio para decidir sobre mis futuros planes. Queda con el afecto de siempre su buena amiga, María6

Como se ve por estos dos textos, si bien la Residencia de Señoritas se inscribía públicamente dentro de la realidad social en la que vivía, a nivel interno su directora aspiraba a convertirla en un centro para la mujer universitaria. El trabajo y los años le darían la razón.

CONDICIONANTES INDIVIDUALES

Los condicionantes de carácter individual se refieren exclusivamente a los que proceden de la manera en que María de Maeztu condujo la institución dentro de las líneas de la Junta.

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Carta de María de Maeztu a José Castillejo, Madrid, [30 de septiembre de 1916], Archivo de la JAE, Residencia de Estudiantes, Madrid. La referencia a Burell en la carta permite aventurar la posible datación de la misma. Julio Burell y Cuéllar (1859-1919) fue ministro de Fomento y Bellas Artes entre el 9 de diciembre de 1915 y el 19 de abril de 1917, por lo que parecería lógico fecharla en 1916, momento en que podría ejercer su influencia en caso de que Maeztu necesitara recurrir a él. Zulueta y Moreno la fechan un año después. Véase Carmen de Zulueta y Alicia Moreno, Ni convento ni college. La Residencia de Señoritas, Madrid, Publicaciones de la Residencia de Estudiantes/CSIC, 1993, pág. 63.

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A su juvenil ansia de cambiar los métodos de enseñanza tradicional se unieron las herramientas adquiridas durante su formación universitaria, sus estancias en el extranjero como pensionada de la JAE y su conocimiento directo de las corrientes más avanzadas en materia de pedagogía, filosofía y psicología europeas. Además, supo adaptar la teoría a las particularidades prácticas, y cuando percibía en alguna de las residentes un elevado potencial intelectual, trató de orientarla. Otro ejemplo del modo directo con que ejercía su tutelaje intelectual son las conferencias de asistencia obligatoria y temática de actualidad (filosofía, psicología, mujer y universidad, etc.) que dictaba a las residentes los sábados por la tarde. Asimismo y durante la semana, las estudiantes solían asistir a otras impartidas por algunos de los intelectuales más destacados del momento, entre ellos Victoria Ocampo, Miguel de Unamuno, Américo Castro, Rafael Alberti, Ramón Gómez de la Serna, Eugenio d’Ors, etc.7 En cuanto a aspectos puramente de gestión y de administración, pueden rastrearse en la biografía de Maeztu rasgos que demuestran su precoz interés por dotar a la labor pedagógica de una óptima gestión de los recursos. Tenía asimismo clara conciencia de que la educación era la base para la construcción de una sociedad avanzada y moderna, desarrollo que, sin embargo, quedaría limitado si esa educación quedaba aislada de los condicionamientos sociales y no se atendía al alumno en su calidad de pieza clave dentro de la familia como unidad socioeconómica. Con los años, todos estos condicionantes llevaron a que su directora detallara por escrito tres tipos de documentos que trasladaban a las residentes, a sus familias y al personal de la casa las reglas, normas y prácticas comunes en la Residencia de Señoritas. A dos de ellos se ha hecho ya referencia en este trabajo. Se trata por un lado del documento-

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Archivo de la Residencia de Señoritas, 62/8/57 a 64 y 62/13/92 y 93, Fundación José Ortega y Gasset, Madrid. Muchas de estas actividades se deben a las gestiones personales de María de Maeztu con los ponentes, pero otras muchas son producto de la Sociedad de Cursos y Conferencias. Véase Isabel Pérez-Villanueva Tovar, La Residencia de Estudiantes. Grupos universitario y de señoritas. Madrid, 1907-1936, Madrid, Ministerio de Educación y Ciencia, 1990, págs. 223-260.

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contrato que se establecía entre la directora de la Residencia y las directoras de grupo en el que se especificaban las líneas pedagógicas y de gestión doméstica de las casas. Por otro, del folleto publicitario del centro que ofrecía a las familias la seguridad de una disciplina intelectual y la confianza de la supervisión moral de sus hijas. El tercer documento, conocido como el «libro azul» o reglamento, recogía toda la información acerca de la organización interna concerniente a las residentes. El «libro azul», como se lo conocía entre las residentes, fue producto del crecimiento y la progresiva complejidad organizativa del grupo de señoritas. Se convirtió en un instrumento imprescindible de comunicación entre la dirección y el personal de las casas. Si bien al comienzo bastaba con una sencilla nota manuscrita de Maeztu a Rafaela Ortega8 señalándole diversos asuntos que mezclaban lo pedagógico y la gestión doméstica, con el tiempo las indicaciones se fueron haciendo más extensas y, mecanografiadas por la secretaria Eulalia Lapresta, eran enviadas a todos los implicados en el proceso. Lapresta además guardaba una copia en el archivo de la institución. Pero tampoco esto fue suficiente. La división de las residentes en grupos y pabellones obligó a María de Maeztu a elaborar a comienzos del curso 1928-1929 una reglamentación escrita que coordinara la labor de las directoras de grupo entre sí con la dirección del centro. El reglamento se imprimió en veinte cuartillas dobladas y cosidas por el centro que fueron encuadernadas con un papel del mismo tamaño y color azul claro con el título «Información para las Estudiantes de la Residencia de Señoritas». La portada también recogía, además de la cabeza de atleta griego, emblema de la institución, los datos editoriales —«Publicado por la Junta Directiva de la Residencia de Señoritas,

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Rafaela Ortega y Gasset, hermana de José Ortega y Gasset, ayudó a María de Maeztu en la organización del centro hasta mediados de los años veinte. A este respecto véanse Soledad Ortega «Evocación de una tarea educadora», Cuadernos Hispanoamericanos, núm. 193, enero de 1966, págs. 20-21; Isabel Pérez-Villanueva Tovar, María de Maeztu. Una mujer en el reformismo educativo español, Madrid, UNED, 1989, pág. 30; y José Ortega Spottorno, Los Ortega, Madrid, Taurus, 2002, págs. 150-151.

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Jugadoras del equipo de hockey de la Residencia de Señoritas con su mascota, 1932.

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Madrid»— que revelan hasta qué punto el cuadernito fue iniciativa exclusiva del grupo femenino y no compartida con el grupo masculino. El primer «libro azul» conservado corresponde al curso 1932-1933.9 Se trata de un conjunto de «normas que orientan la vida intelectual y social de la Casa», producto de «la práctica de nuestro vivir cotidiano y que, en sus rasgos esenciales, fueron instituidos por las primeras alumnas, creadoras del espíritu que hoy anima nuestra labor». Esta normativa aspira a la perfección moral de las chicas por medio de la «regulación de la conducta [que] emane de dentro afuera», «desea que la ley, a la que voluntariamente hemos de someternos, sea el imperativo de una conciencia [...] y que en este recinto, como en la vida, sean las cosas, y no las personas, las que nos manden»10. En él se detalla el procedimiento a seguir una vez ingresen en la institución (recoger, rellenar y firmar la tarjeta personal, entregarla a la directora de grupo, disponer de la llave de su habitación, etc.). Las residentes sólo podían abandonar el centro en las fechas vacacionales establecidas, salvo autorización familiar escrita. Las secciones «Estudios», «Laboratorio», «Biblioteca», «Conferencias», «Horario de trabajo», «Clases particulares», «Profesores» y «Estudiantes de Música», componen el apartado académico del manual. En él se informa de la gratuidad de los cursos impartidos: de idiomas (inglés, francés y alemán), de biblioteconomía, de pedagogía, de psicología y de química práctica. Se estructuraban por trimestres, siendo obligatoria la asistencia regular durante los dos primeros y voluntaria para el tercero. Los expedientes de las estudiantes revelan que su número y las materias impartidas eran flexibles. Variaban de un curso al siguiente con el objeto de adaptarse a las necesidades formativas de las residentes. A los citados cabe añadir otros de latín, matemáticas, filosofía y corte y confección. La alumna era responsable del material que recibía para sus prácticas, 9 10

Archivo de la Residencia de Señoritas, 3/5/2, Fundación José Ortega y Gasset, Madrid. Ibídem, págs. 3-4.

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material que debía devolver o, en caso de desperfectos, reemplazar. Al finalizar recibía un «Diploma de asistencia y aprovechamiento». Respecto a la biblioteca, el «libro azul» refleja el horario y los procedimientos en el uso y préstamo de ejemplares, así como un servicio de orientación por parte de las bibliotecarias —que eran norteamericanas y españolas—. En 1928 la biblioteca estaba instalada en el Instituto Internacional y contaba con 15.000 volúmenes. De lunes a viernes podían celebrarse conferencias en horario de tarde de asistencia libre, aunque había que justificar las ausencias. A las de los sábados por la tarde sólo acudían las residentes, y eran de obligado cumplimiento. Las señoritas debían poner en conocimiento de la responsable de grupo y de la secretaría del centro su horario de trabajo, así como su interés o no en recibir clases particulares, en cuyo caso sólo se podía optar por el profesorado de la institución. La propia Residencia estipulaba el precio de las clases, aunque el acuerdo entre la residente y los profesores era de carácter privado. El centro contó con un piano en el edificio de Miguel Ángel, 8, por expresa solicitud de una de sus internas, pero a partir del curso de 1931-1932 dejaron de admitirse alumnas de piano, por lo que el reglamento restringía el uso del mismo a tres horas por residente. Los costes de mantenimiento y la amortización del instrumento corrían por cuenta de las señoritas. Respecto a los asuntos domésticos, la normativa incluía apartados como «Silencio», «Decorado de los dormitorios», «Traslado de habitación», «Jardín», «Luz», «Teléfono y correo», «Visitas», «Salidas», «Comidas», «Meriendas para excursiones» y «Permisos». En ellos se especificaba el uso de los servicios, sus horarios y los límites. Así, por ejemplo, las residentes debían mantener el silencio durante los horarios de estudio y a partir de las diez y media de la noche, así como apagar la luz media hora después. Se aconsejaba a las alumnas no alterar el mobiliario de las habitaciones y, en el caso de que alguna de ellas aportara enseres personales, una vez que abandonaban la casa y con carácter de donación, pasaban a formar parte del centro. 542



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Los horarios de visitas se limitaban a cuatro horas las tardes de los jueves y los domingos y se llevaba un registro de cada una de las personas que visitaban a las residentes y de la frecuencia de estas visitas. Las salidas se regían en función de las clases y el estudio. Todas las alumnas debían regresar antes de las nueve de la noche, salvo autorización familiar expresa. Se consideraban excepciones la asistencia a la ópera y a conciertos, siempre que fueran acompañadas por María de Maeztu, por Eulalia Lapresta o por la correspondiente directora de grupo. Sólo las residentes extranjeras tenían una mayor libertad para asistir a cenas y espectáculos vespertinos, por entender que estas actividades participaban de su formación en lengua y cultura españolas. La Residencia contó con un servicio médico específico formado por un facultativo que acudía en caso de enfermedad. Tenía también una sala de enfermería a la que acudían las que caían enfermas, donde permanecían en régimen de ingreso hasta la completa recuperación. Con el tiempo, la Residencia incorporó de forma permanente a la doctora y antigua residente Felisa Martínez, que vivía en uno de los pabellones. El régimen higiénico se atendió cuidadosamente en todos los centros de la JAE. Al comienzo, la Residencia de Señoritas estableció un sistema de higiene personal de dos aseos diarios en las jofainas de habitación, además de un baño en tina semanal y voluntario. Al final de la década de 1920, la higiene era competencia del servicio médico y en el curso 1928-1929 se instalaron bañeras en los pabellones de Rafael Calvo y Fortuny, 30, por lo que los baños semanales pasaron a ser obligatorios. En el curso 1932-1933 se instalaron baños y duchas con agua corriente caliente y fría en todas las casas. Las jofainas se sustituyeron por las duchas diarias y el baño se hizo aún más frecuente. Se solicitaba a las residentes que se implicaran en la formación intelectual del centro, así como en los problemas que de la convivencia pudieran derivarse. Se esperaba de las más antiguas que hicieran labor de tutoría respecto de las recién llegadas, especialmente de las extranCARACTERÍSTICAS ESPECÍFICAS DEL GRUPO DE SEÑORITAS



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jeras, asegurando su adaptación al ritmo cotidiano y tratando de que todas velaran por la viabilidad del reglamento. Se crearon las figuras de la «residente-tutora» —una «representante que ejercerá una tutoría intelectual sobre sus compañeras de análogos estudios; esta alumna será nombrada por sus compañeras entre aquellas que tengan más alta significación en el orden intelectual»11— y de la «guía», designada por la directora de grupo, para la orientación de las recién incorporadas. A lo largo del mes de septiembre, las alumnas rellenaban su ficha de ingreso, fueran o no nuevas inscripciones. Algunos expedientes conservan tantas fichas de ingreso como años pasaron en la institución. Posteriormente, durante el mes de mayo, las que querían continuar el siguiente curso se inscribían en una lista, haciendo expresa mención de si deseaban mantener la habitación o preferían ser alojadas en otra distinta. En este último caso, debían indicar cuál, así como aportar una pequeña cantidad para el blanqueo de las paredes, pequeñas reparaciones y reposiciones en el mobiliario. El «libro azul» se hacía acompañar de un folleto de mayor tamaño preimpreso que debían cumplimentar y devolver a la secretaría. En él consignaban darse por «enteradas de los principios y reglas aquí expuestos que informan nuestra labor»12. La información que incumbía a las internas a lo largo del periodo lectivo y que no quedaba reflejado en el reglamento, se comunicaba por medio de dos tablones de anuncios situados en las galerías de Fortuny, 30, y en el piso principal de Miguel Ángel, 8. Se animaba a las señoritas a colaborar en la realización de la normativa del curso siguiente con sugerencias que luego discutían los miembros de la Junta Directiva del centro.13 Por último se les conmi11

Ibídem, pág. 37. Ibídem, pág. 38. 13 El archivo conserva diversas actas correspondientes a las reuniones durante los cursos de 19281929 (16/10/68) y 1929-1930 (16/12/63 a 70). Para el curso 1932-1933, la Junta la formaban la directo12

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naba a visitar tan frecuentemente como quisieran a la directora en su despacho. El cuadernito se cerraba con la relación de los miembros de la Junta Directiva y el calendario de festividades del año14. Se conservan diversos reglamentos manuscritos y mecanografiados, así como diversos ejemplares del «libro azul» correspondiente al curso 1932-1933, que revelan la evolución de esta normativa.15 Se puede concluir que la dirección fue receptiva a los cambios sociales que con celeridad se experimentaron en España durante las tres primeras décadas del siglo XX, siempre que hubiera una base científica o tecnológica o, si no, que garantizara una mejoría en la convivencia. Ciertos aspectos se mantuvieron sin grandes variaciones de un curso al siguiente —horarios de comida y té, hábitos de estudio, lectura y régimen de visitas y salidas, tipo de deportes practicados, idiomas impartidos, excursiones, organización de actividades académicas y sociales—. Otros sufrieron cambios constantes. Un ejemplo de ello son los cursos ofrecidos a las residentes durante los primeros años, de economía doméstica, cultura general, música, preparación al magisterio, etc. A medida que las chicas se orientaban hacia niveles superiores de formación, se fueron supliendo por los de preparación a la universidad,

ra María de Maeztu; la secretaria Eulalia Lapresta; la delegada del Comité Boston Mary Sweeney; las cuatro directoras de grupo, África Ramírez de Arellano (Miguel Ángel, 8), Carmen Corrons de Acha (Fortuny, 30), Sofía Novoa (Rafael Calvo) y Felisa de las Cuevas (Fortuny, 53); la jefa de biblioteca Enriqueta Martín; las bibliotecarias Nora Sweeney, Carmen Posada y Carmen Nieto; la auxiliar de secretaría Camino Gorostiza, y los médicos Francisco Sandoval y Felisa Martínez (Archivo de la Residencia de Señoritas, 3/5/2, Fundación José Ortega y Gasset, Madrid, pág. 38). 14 El 12 de octubre (Día de la Raza), el 24 de diciembre y el 1 de enero (periodo navideño), el 11 de febrero y el 14 de abril (aniversario de la Primera y de la Segunda Repúblicas) y el 1 de mayo (festividad del trabajo). Los descansos primaverales (en torno a las festividades de Semana Santa) y estivales se anunciaban en el tablón de comunicados. 15 «Notas internas» (16/1/18 del curso 1919-1920), «Reglamento interior para la administración de las casas» (16/4/2 de 1922-1923 y 16/12/91 a 96 de 1928-1929), «Borrador de régimen interno para las residentes» (16/4/1 y 16/4/6 de 1922-1923), «Para las residentes extranjeras» (16/1/20 a 22, de 1919-1920), «Reglas para conseguir un buen orden en el comedor» (16/8/55 de 1922-1923 y 16/8/18 de 1927-1928), «Comunicado a las residentes del reglamento de la Residencia de Señoritas que se pondrá en vigor en el curso 1928-1929» (16/12/88 a 90 de 1927-1928), «Listado de normas de la casa para el personal» (16/10/64 a 67 de 1928-1929) y «Reglamento de dormitorios» (16/12/97 a 100 de 1929-1930).

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de laboratorio, de análisis clínicos, además de los clásicos de filosofía, psicología, idiomas, etc. La admisión de alumnado externo es otra de las novedades de los últimos años. El número de solicitudes de plaza en el centro se incrementó hasta superar en 1935-1936 las quinientas. Como no se podía hacer frente a tal demanda, se dispuso abrir los cursos a alumnas no residentes, en el caso de que quedaran vacantes en los mismos. A comienzos de la década de 1930 el profesorado particular también comenzó a recibir alumnado externo. Entre 1932 y 1933 se impartieron materias de bachillerato elemental, bachillerato universitario y de facultad, así como de cultura general, lo que da muestra del cambio social que, aunque tímido, experimenta la mujer en materia de educación con la llegada del nuevo régimen democrático. Los hábitos higiénicos y alimenticios evolucionaron velozmente. A la progresiva sustitución de las jofainas por las duchas y baños, ya comentada, hay que añadir la decisiva acción de las residentes que estudiaron Medicina y Farmacia. La intervención de la doctora Felisa Martínez fue decisiva. Elaboró una dieta equilibrada para las residentes que, como se decía en los folletos informativos, era «abundante, sana y variada [...]. Sólo por prescripción del médico de la Residencia puede cambiarse el régimen alimenticio»16. Otro de los signos de modernización de la sociedad que llegó a la Residencia fue el teléfono. Al comienzo, sólo se dispuso de un aparato de uso exclusivo por el equipo directivo. En 1932 se instalaron tres aparatos: el «número 32.469 para las alumnas que viven en los grupos de Fortuny, 30, y Rafael Calvo; número 34.104 para las que viven en Fortuny, 53; y número 33.691 para las que viven en el grupo de Miguel Ángel, 8, que podrán usar, con discreción, personalmente»17. En 1936 «La Residencia ha establecido una central telefónica, con veintidós 16 17

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teléfonos y cinco enlaces, bajo un solo número, que es el 46.400. Las alumnas abonarán por este servicio una peseta al mes»18. El crecimiento urbanístico que experimentó la capital a comienzos del pasado siglo junto al traslado de la universidad a los llanos de Moncloa entre 1931 y 1935, a medida que se fueron terminando los edificios, obligó a la Residencia a pensar en el modo de establecer una vía diaria de transporte para sus residentes. Los folletos del curso 1931-1932 todavía publicitan la excelente comunicación con las diversas facultades en el centro de la ciudad: «Está instalada en diez hoteles, con jardín, de la calle Fortuny, 30, y Fortuny, 53, en lugar inmediato a la Castellana, próximo a varias líneas de tranvías, con inmejorables condiciones»19. Cuatro años más tarde habría de adoptar una medida hoy muy extendida pero que entonces fue pionera: La Residencia ha establecido un servicio de autobús para las alumnas. La cuota mensual es de 10 pesetas. Esta cuota da derecho a un viaje diario de ida y vuelta. Las señoritas deberán mencionar, al inscribirse, si desean este servicio, comprometiéndose a utilizarlo los ocho meses del curso. El servicio de autobús termina el 31 de mayo.20

Por último, un servicio de absoluta novedad que se creó en los últimos cursos fue el de «Préstamos de honor». Se trataba de un auxilio económico de la institución a determinadas alumnas que, una vez habían ingresado y por motivos justificados, no pudieran hacer frente a los gastos de la estancia. El «Préstamo de honor» surgió en respuesta a la situación vivida por Ángela Masía entre 1934 y 1935. Artista plástica, tenía serios problemas para afrontar las cuotas. La institución le facilitó todo tipo de trabajos compensatorios artísticos y docentes, pero, finalmente, se vio obligada a abandonarla antes de finalizado el curso.

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Archivo de la Residencia de Señoritas, 3/5/9, Fundación José Ortega y Gasset, Madrid. Archivo de la Residencia de Señoritas, 3/5/1, Fundación José Ortega y Gasset, Madrid. Archivo de la Residencia de Señoritas, 3/5/9, Fundación José Ortega y Gasset, Madrid.

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Para evitar la repetición de tal situación, el préstamo establecía los siguientes criterios para que se concediera: [...] a un número limitado de estudiantes que, poseyendo cualidades estimables de inteligencia y aplicación, no estén en condiciones de costearse totalmente su estancia en Madrid, un auxilio económico de 1.000 pesetas, distribuidas en los ocho meses del curso a razón de 125 pesetas mensuales. Estos auxilios económicos se hacen en calidad de «Préstamos de Honor», comprometiéndose la alumna a devolver la cantidad recibida cuando, terminados sus estudios, gane lo suficiente para cancelar esta deuda. Se adjudican con preferencia a las señoritas que han sido ya alumnas de la Residencia, y en ningún caso se podrá conceder más que durante dos años, y a alumnas que estén matriculadas en un centro oficial de Madrid.21

Todos y cada uno de los asuntos que afectaba al personal de la institución y a las alumnas quedó reflejado en este «libro azul» que marcó las pautas en materia pedagógica y de organización doméstica durante los años treinta. Este reglamento se completó como se ha dicho, con el conjunto de tareas que las directoras de grupo firmaron en calidad de contrato y con eventuales notas de circulación interna entre la directora y el personal que trabajaba en el centro, resultado de las decisiones de la propia Maeztu, de las reuniones que la Junta Directiva celebraba o de las propuestas de las residentes.

CONCLUSIÓN

Puede decirse que la Residencia de Señoritas, que había nacido con la intención de ofrecer a la mujer española un ambiente propicio para el estudio regido por el «espíritu» que reinaba en la Junta para

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Ibídem.

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Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas y que con el tiempo fue, junto con el grupo masculino, el máximo exponente de una formación superior en España, particularizó, adaptó e individualizó sus líneas pedagógicas y su filosofía de convivencia en función de su evolución como centro de formación femenina por razones de tipo institucional (histórico, social, intelectual) e individual, que hicieron de ella un referente sin precedentes en la historia de la educación española.

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