El entorno nos educa

June 14, 2017 | Autor: Nacho Rivas | Categoría: Educación Ambiental, Ciudad Educadora
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Descripción

29/12/2015

El entorno nos educa J. Ignacio Rivas Flores Cuadernos de Pedagogía, Nº 463, Sección Libros, Enero 2016, Editorial Wolters Kluwer, ISBN‐ISSN: 2386‐6322

Ciudades con vida: infancia, participación y movilidad Villena Higueras, José Luis y Molina Fernández, Elvira (coords.) Graó (col. Crítica y Fundamentos), Barcelona, 2015, 209 pp. Correo‐e: [email protected] Una de las cuestiones más relevantes para el sistema educativo que acontecieron con el advenimiento de la modernidad es la reducción de todo fenómeno educativo a lo escolar, lo que significó que educación se hizo equivalente a formalización. Esto dejaba fuera todo lo relacionado con nuestra participación en la sociedad. Así, una gran parte de la producción literaria ligada a lo educativo está centrada en lo escolar, o intenta emular lo escolar para ser considerado como tal. Esta obra rompe, de alguna manera, con esta perspectiva, al plantearnos lo educativo como parte de la vida; en concreto, de la vida en las ciudades, que de algún modo nos devuelve al mundo de las utopías imaginadas por los militantes de la desescolarización, desde Tomás Moro. Tonucci, que abre el libro, nos devuelve a esta ciudad amable y acogedora de Utopía, con una mirada más social y política. Con él, lo utópico se convierte en posibilidad y marca las intenciones de la obra: la ciudad, el pueblo, el escenario en que vivimos (los niños y niñas viven) nos educa. El modo como se desenvuelven los niños y niñas (así como los adultos) en estos entornos genera sentimientos, prácticas, contenidos, valores, etc., que entran a formar parte del modo de estar en el mundo y participar en él. Por tanto, son aspectos fundamentales de su educación. En cualquier caso, no todos los capítulos son capaces de escapar de la formalización que coloniza el espacio educativo y que lo escolariza, especialmente en aquellos que plantean “propuestas de intervención”, sin que ello desmerezca el carácter global de la obra. No obstante, somos hijos de nuestros marcos profesionales. Por otro lado, tampoco la obra se focaliza exclusivamente sobre la ciudad como espacio educativo. Algunos capítulos se abren a perspectivas divergentes, heterodoxas en parte, en tanto que no siguen las pautas establecidas, y ofrecen una interpretación amplia de la idea de ciudad. Más que un espacio físico particular, el libro nos habla de procesos, dinámicas, compromisos, retos… El lector no queda indemne de su paso por este puzle complejo. Antes bien, nos induce a pensar y a reconsiderar nuestra propia actuación en la cotidianidad. La mayoría de los capítulos apelan a nuestra coherencia como ciudadanos y como educadores, alejándonos de la estandarización escolar y colocando lo educativo en la esencia de nuestra propia condición humana: nos educamos porque vivimos, y vivimos en un espacio y en un tiempo. El libro está dividido en dos partes. Una primera, “Mirando desde la educación”, que establece el sustento ideológico y conceptual de su oferta. Además del capítulo provocador de Tonucci ya citado, diversos autores nos van presentando diferentes perspectivas de cómo la ciudad educa, en sus diferentes manifestaciones. La mayoría ofrecen experiencias concretas en relación con este tema: movilidad, género, participación, metodologías participativas, democracia, ciudadanía, transformación social, salud, geografías emocionales y de la infancia, multiculturalidad, diversidad... Son algunos de los conceptos que van floreciendo a lo largo de este bloque; una variedad de enfoques y perspectivas que se mueven con libertad a lo largo de los capítulos. Les une su interés por mostrar otra cara de la infancia y sus modos de estar en el mundo, con la ciudad de fondo, aunque no siempre explícita. El segundo bloque desplaza la atención de lo educativo a la ciudad. “Mirando desde la ciudad” ofrece una colección de trabajos elaborados por personas con responsabilidades diversas no educativas. Arquitectos, políticos, geógrafos, ingenieros, activistas sociales nos ofrecen la mirada de la ciudad desde quienes tienen en ella su espacio de acción profesional, personal y social. De este modo se inicia un diálogo en la distancia (el lector se encarga de hacer el encuentro) entre unos y otros, para completar una cartografía del sentido de la ciudad como espacio que educa y que se transforma (debería transformarse) por la presencia de la infancia. Hacen falta más trabajos que nos ayuden a mirar la educación desde otro lado: tanto para educadores y responsables educativos como para familias, empresarios, tenderos, agentes de seguridad ciudadana, políticos. Y para cualquiera que sienta que educar no es solo encerrar a la infancia en cuatro pareces, sino generar entornos que tienen en cuenta a los que viven en ellos, y especialmente a los más débiles dentro de estos. Parafraseando algunas afirmaciones del libro: si adecuamos la ciudad para que la infancia viva en ella, la estamos haciendo más habitable para todos. Por tanto, es la sociedad quien gana.

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