El enigma iconográfico de Apple (www.queaprendemoshoy.com [2 de enero de 2016])

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Descripción

El enigma iconográfico de Apple

Oxford, Turf Tavern. 5 de mayo de 2015, Tea Time… En un descanso de nuestra misión secreta (revestida de cientificidad), mi superior aplasta su cigarro contra el cenicero, exhala como un dragón, se aclara la garganta con lo que resta de la pinta y señala su Iphone: – ¿Sabes el origen del símbolo de Apple?

A falta de lucir el reglamentario blazer que se prodiga en el pub, intento dármelas de intelectual -sin tener la percha, ni pajoleraencendiendo mi pipa y, oculto detrás de una densa nube de humo que se fusiona con la más que apropiada niebla, carraspeo y respondo: –Refréscame la memoria… Mientras la lluvia caía al otro lado del toldo de aquel mítico pub oxoniense (aseguran que allí Clinton no fumó porros), el relato de mi cómplice nos trasladó hasta la competencia: Cambridge… A la plantilla del King’s College de esta venerable universidad pertenecía un matemático muy especial, Alan Mathison Turing (19121954). El 4 de septiembre de 1939, justo un día después de que Inglaterra declarase la guerra a la Alemania nazi, nuestro protagonista cambió sus sapienciales muros por los de una nueva ‘oficina’ en un cottage al Noroeste de Londres, Bletchley Park, sede del Servicio Secreto británico. Su nuevo despacho, el Barracón nº 8; de colegas, la flor de los cerebros del país; la misión, descifrar los códigos secretos militares del enemigo encriptados mediante uno de los más complejos ingenios de la Historia: la máquina Enigma.

Durante la Segunda Guerra Mundial, gran parte de las comunicaciones entre los cuarteles generales alemanes y el frente se transmitían por radio en clave. Las fuerzas armadas de Hitler emplearon para ello la máquina Enigma, un encriptador electromecánico que cifraba los mensajes haciéndolos incoherentes a menos que se tuviese otra igual para revertir el proceso. El funcionamiento de esta diabólica ‘máquina de escribir’, muy simplificado, era el siguiente: Al pulsar una letra del teclado, un impulso eléctrico llega a unos rotores alfabetizados y el carácter inicial se transforma varias veces hasta aparecer otro en un panel retroiluminado. Pero, pongamos por caso, si se ha marcado la A y hemos obtenido la T, este dígito jamás volverá a darse porque cada vez que se presiona una tecla la posición interna de los elementos cambia… Gracias a sus múltiples clavijas, letras, un número variable de rotores y conectores eléctricos, Enigma proporcionaba varios millones de millones de millones de posibilidades de ajuste y resultado diferentes. A eso añádase que las claves de configuración inicial se cambiaban a diario (o incluso tras pocas horas) y que cada uno de los servicios criptográficos de la Kriegsmarine, Wehrmacht y Luftwaffe desarrolló sus propias variantes hasta llegar a tener el pleno convencimiento de que su sistema era indescifrable…

Esta otra guerra de Alan tampoco sería sangrienta, sino secreta y de Información, pero a contrarreloj, ya que de su cerebro dependía la vida de miles de personas y hasta el mismo curso de la guerra. El heterodoxo grupo de talentosos liderado por Turing -formado por científicos de diversa índole, ajedrecistas e incluso expertos en crucigramas- se enfrentó al desafío con cierta ventaja. Antes de comenzase la guerra, los servicios de Inteligencia polacos y franceses ya trabajaban en el desciframiento del código alemán, habían conseguido una máquina e incluso contaban con un topo en el sistema de encriptación nazi. Pero tras la caída de Varsovia y París, Inglaterra estaba sola. En origen, Enigma había sido creada para proteger secretos comerciales y era accesible a cualquiera que pudiese pagarla, razón por la cual, por su propia seguridad, cada una de las armas de Hitler fue sofisticando sus modelos. Turing, creyendo que era posible mecanizar los razonamientos de la mente, consideraba que sólo una máquina podría vencer a otra y partiendo de los trabajos previos de los criptoanalistas aliados diseñó la Bombe. Este ingenio estaba formado por una gran cantidad de tambores que imitaban los rotores de varias Enigma procesando miles de datos por segundo. Mediante un cálculo deductivo de probabilidades, la nueva máquina ofrecía una serie de posibles configuraciones iniciales que se contrastaban con los mensajes interceptados por radio en morse. Si el resultado era coherente, se habría hackeado la encriptación nazi. Y así ocurrió. En 1940, la Bombe, ya ‘leía’ los mensajes de la Luftwaffe y gracias a esta información privilegiada se pudo ganar la batalla de Inglaterra. Para gestionar prudentemente los valiosísimos datos obtenidos en Bletchley Park, el propio Churchill ordenó crear un departamento llamado ULTRA (Secreto), su “ganso de los huevos de oro”. Ahora podrían prever acciones, aprovechar su ventaja aunque si abusaban de ello Alemania se daría cuenta de que su sistema había sido violado y no tardaría mucho en cambiarlo dando al traste con la proeza de su desciframiento. Se imponía un siniestro cálculo de prioridades en el cual los numerales eran vidas humanas…

Benedict Cumberbatch en el papel de Alan Turing, ante una Bombe, en la película Descifrando Enigma (Morten Tyldum, 2015). Su historia también fue llevada a la gran pantalla con Derek Jacobi como protagonista en el film Breaking the Code (Herbert Wise, 1996).

Pero como dijimos antes, cada una de las fuerzas armadas del enemigo contaba con sus propios modelos de Enigma. El equipo de Turing pasó a centrarse en el de la marina de guerra, cuyas máquinas eran aún más complejas por contar con un mayor número de rotores. El desciframiento se hacía vital ya que de la llegada de los convoyes de suministros a Inglaterra dependía la supervivencia del país y éstos se veían amenazados por la ‘manada de lobos’ de los U-Boote que operaban en el Atlántico. No sólo consiguieron vulnerar este código sino que también, en 1944, para hacer frente a una nueva máquina totalmente distinta -la Lorenz SZ 40/42, que empleaba el sistema numérico de los teletipos- diseñaron el primer ordenador programable de la historia: Colossus.

Según algunos especialistas, la genialidad de Alan Turing permitió acortar la duración del conflicto en un par de años y, sin ninguna duda, salvó miles (sino millones) de vidas. Concluida la guerra le fue concedida la Orden del Imperio Británico mas todo su trabajo, por orden de Churchill, fue destruido y su contribución al conflicto siguió bajo la clasificación TopSecret hasta varias décadas después. En 1952, con Inglaterra sumida en el ambiente paranoico de la Guerra Fría, los científicos ‘que sabían demasiado’ eran vigilados por ser susceptibles de pasarse al otro bando. Turing denunció un robo en su casa y la investigación policial descubrió que era homosexual. Por su indecente obscenidad y ultraje a la moral pública, su país le pagó dejándole elegir entre una condena de cárcel…o la alternativa de la castración química ‘terapia hormonal’, lo llamaban- para enmendar sus desórdenes. El chorro de estrógenos en sangre no hizo sino causarle graves desequilibrios físicos y mentales y el 8 de junio de 1954 fue hallado muerto junto a una manzana mordida impregnada de cianuro potásico. El informe del forense dictaminó que Turing se había suicidado. Su madre siempre dijo que fue un accidente tras manipular negligentemente productos químicos en su laboratorio e incluso hay quien ha visto detrás de esta muerte un asesinato preventivo orquestado por la Seguridad nacional…Sea como fuere, su figura no fue oficialmente rehabilitada hasta que a finales de 2013, por pura presión social, Su Majestad Elizabeth II le otorgó el perdón real a título póstumo en rigor, la “orden de Gracia y Misericordia”- (!). Y ahora, la iconografía. ¿Es el símbolo de Apple un velado homenaje al padre de la Informática? En 1976, cuando nació esta empresa, su primer logo era un desarrollado dibujo en el que se representaba a Newton, con una manzana pendiendo sobre su cabeza, en el momento previo al ¡Eureka! del descubrimiento de la noción de gravedad. Pero Sir Isaac no mordió el fruto. Tiempo después decidieron crear un emblema más sencillo -el que todos conocemos- que en su fase inicial estuvo coloreado con un arcoíris que recuerda mucho a la bandera del movimiento gay…aunque no es exactamente igual. Pero ¿quién se comió parte de esta manzana? ¿Eva, la del Árbol de la Ciencia, aludiendo al conocimiento? ¿O acaso la clave es el bocado –bite, in english– como un guiño homofónico a la unidad de computación?

A este respecto se ha dicho de todo y Jobs & Company han desmentido todas las hipótesis aunque no han hecho mucho por aclarar el enigma. Lógicamente, una de las teorías más plausibles es que sea un tributo al genial matemático inglés -‘Blancanieves Turing’- pero afirmarlo categóricamente, en nuestro mundo aún lleno de prejuicios sexuales, puede ser contraproducente para los intereses comerciales de la multinacional…Ya saben, peras y manzanas.

Alan Mathison Turing, héroe de guerra y mártir.

Sinceramente, estando -quizá- el Servicio Secreto de por medio no me extraña que aún no se haya esclarecido el porqué de este famosísimo logo. Y casi que mejor. La incapacidad para descifrar el misterio de esta nueva manzana de la discordia -alimentado deliberadamente con ambigüedades-, no hace sino acrecentar nuestro interés por el mismo. Como bien podría decir Iker Jiménez ¿a quién no le gustan los enigmas?

Sin una máscara de gas con la que pasear para prevenir alergias, o de los pulmones de un atleta con los que correr decenas de kilómetros para ir al trabajo o de la flema británica para saber llevar el pijama debajo de la americana, el único tributo que se me ocurre a su genial excentricidad es encadenar mi taza del té al radiador para que nadie me la robe… ¡al más puro estilo Alan Turing!

A la profesora Carmen Sánchez Fernández, por trascender de aquel maldito arte griego…

Bibliografía. ALTARES, G., “Una hazaña bélica entre números”, El País, 24 de diciembre de 2013; BARRY COOPER, S., VAN LEEUWEN, J. (Eds.), Alan Turing. His Work and Impact, Waltham-Oxford-Amsterdam, Elsevier, 2013; COPELAND, B. J., Alan Turing. El pionero de la era de la información, Madrid, Turner, 2013; DE LEÓN, M., TIMÓN, A., Rompiendo códigos. Vida y legado de Turing, Madrid, CSIC, 2014; HENDERSON, H., Alan Turing. Computing Genius and Wartime Code Breaker, New York, Chelsea House, 2011; HODGES, A., Alan Turing: The Enigma, Princeton-London, Princeton University Press, 2012 (1983); LAHOZ-BELTRA, R., Turing. La computación. Pensando en máquinas que piensan, Barcelona, National Geographic-RBA, 2015 (2012); LEAVITT, D., El hombre que sabía demasiado. Alan Turing y la invención de la computadora, Barcelona, Antoni Bosch, 2007 (2006); LOZANO LEYVA, M., “¿Sabías que podría haber una relación entre Blancanieves, Turing y Apple?”, El País, 13 de noviembre de 2013; OPPENHEIMER, W., “Turing, condenado por gay, recibe el perdón real 60 años después de su muerte”, El País, 24 de diciembre de 2013; TURING, D., Prof! Alan Turing Decoded, Brimscombe, History Press, 2015;VV. AA., ‘El año de Turing’ (Blog), El País, 2013. También he usado parte de la información de algunos paneles explicativos del Imperial War Museum y el Royal Air Force Museum de Londres. Más información. La Universidad de Oxford alberga en la red una página dedicada a Turing creada por Andrew Hodges, autor de la biografía en la que se ha inspirado el oscarizado guión de Graham Moore para la película The Imitation Game (Morten Tyldum, 2014). En castellano, puede consultarse el blog dedicado a la Historia de la Informática del Museo de la Informática de la Universitat Politècnica de València donde existe un buen e inteligible resumen de la vida del genial matemático. Bletchley Park cuenta con su propia web oficial; parte de la historia de este importantísimo lugar también puede consultarse a través de la BBC. En Youtube también existen varios documentales sobre el desciframiento de los códigos militares alemanes: La curiosa guerra de Alan Turing o cómo las matemáticas derrotaron a Hitler, Los hombres que descifraron Enigma, Código Enigma, etc. Ángel Carlos Pérez Aguayo, 2 de enero de 2016. http://queaprendemoshoy.com/el-enigma-iconografico-de-apple/

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