El enfrentamiento entre los dioses ctónicos y olímpicos
Descripción
El enfrentamiento entre los dioses ctónicos y olímpicos Aziz Córdova
Aferrándonos a la postura no de que los dioses eran para los griegos representaciones de las distintas facetas de la humanidad y el mundo sino que estas, atributo de los dioses, fueron heredadas a los hombres; podemos tomar como ejemplo el texto dramático de las Euménides para desarrollar el tema sobre un conflicto entre las divinidades ctónicas y olímpicas. Este conflicto a su vez representa otro, la justicia inmediata opuesta al ideal de justicia que involucra un proceso, las emociones inconscientes e incontrolables opuestas a la razón; las entrañas de la tierra y las profundidades de las junglas opuestas al cielo y las nubes, la oscuridad opuesta a la luz. En resumen, este conflicto involucra las tradiciones milenarias relacionadas de forma estrecha con la naturaleza que representan los dioses ctónicos y la nueva concepción del mundo impuesta, o propuesta, por el poderío de Zeus y los dioses olímpicos. Antes que nada es pertinente tratar de definir los dos elementos principales de este trabajo. Los dioses ctónicos y los olímpicos. Para propiciar una noción uniforme, debido a los variados mitos y versiones. x
Dioses ctónicos: Son, como tenemos entendido, divinidades pertenecientes a la tierra, pero de un matiz más apegado al inframundo, es decir, de las entrañas de la tierra. Eran considerados severos y debían ser aplacados con sacrificios para evitar los males que estos pudieran causar. Aunque pudiera pecar de simplista pretendo anexar al término de los dioses ctónicos a otros dioses que moraban en la superficie de la tierra, siendo personificaciones de la naturaleza y no eran necesariamente del mismo corte de los inframundos. Reunidos ya en un grupo, pretendo adherirlos al espectro de las costumbres milenarias estrechamente relacionadas con la naturaleza y su aspecto salvaje. Son dioses que ya estaban ahí cuando Zeus derrocó a Cronos e hizo, como se menciona en Prometeo encadenado, “ley de su albedrío”. Son dioses que, aunque limitada, poseen autoridad y poderío en su radio local y pueden afectar
o bendecir a los humanos. Por lo tanto deben ser tomados en cuenta por los mortales. x
Dioses Olímpicos: Son, como tenemos entendido, las divinidades que habitan el monte Olimpo, en su mayoría estirpe de Rea y Cronos. Son las divinidades que suplantaron a los titanes cuando Zeus y sus hermanos los derrocaron. Pretendo adherirlos a la nueva concepción del mundo pues sus acciones se desenvuelven en un mundo no creado por ellos pero si tomado y moldeado a partir de su imperio.
El humano es el terreno principal donde se libra esta batalla. En él están presentes ambas influencias, pues la raza humana fue creada por dioses que representan a los dos bandos, Prometeo, un titán, y Atenea, engendrada por Zeus, los dos bandos tienen incumbencia en los asuntos de los mortales y aunque en cierta manera los olímpicos imperan sobre los ctónicos, ninguno de los dos pretenden ceder la autoridad sobre los mortales. Un ejemplo de esto es el texto dramático de las Euménides donde Orestes debe responder a ambos rostros de la divinidad. La justicia ctónica y la olímpica. Da la sensación de que Orestes no es más que una marioneta “OR— ¡Reina Atena, por mandato de Loxias llegó aquí…Mares y tierra he recorrido obediente al oráculo de Loxias. Ya en tu santuario estoy, ya por su mandato, vengo a rogarte justicia…!” (pág. 143) pero es sin embargo, el hombre cumpliendo con su deber y aferrándose a la vida de la manera que la humanidad lo ha hecho a través de la historia, adaptándose para afrontar los sucesos, en este contexto, el poder dominante, eran los olímpicos que iban en ascenso y Orestes decidió por ellos y sus rituales. ”OR—… ¡No soy ya un mancillado con manos impuras. Borrada ha sido mi mancha. La mano de los hombres que en el hogar me acogieron o que en los caminos no me rechazaron ha borrado para siempre mi ignominia…!” (pág. 143). Orestes era perseguido por las Erinias, divinidades ctónicas, que buscaban hacer la justicia por un crimen de sangre, “Coro. — Nosotras echamos del hogar a los matricidas.” (pág. 144) pero es defendido por Apolo que le mandó a hacer justicia porque Clitemnestra asesinó a su marido Agamemnón, quebrantando así el pacto del matrimonio. “Ap. — En nada tienes, sin honor estimas el sacro pacto que garantizan Zeus y Hera en el connubio….” (pág. 143) Vemos aquí el contraste de las dos concepciones del mundo, las Erinias representan a las divinidades ctónicas, Apolo a las olímpicas y se despliega un
debate entre las dos visiones del mundo, este conflicto surge por la introducción de una garantía ya citada, que es la de Zeus y Hera respecto al matrimonio. Al principio de la obra Apolo se dirige a Orestes, desafiando a las Erinias. “Apolo. — No te habré de entregar…., hasta el fin seré tu guardián y a tu lado o lejos, me mostraré hostil para con tus enemigos…” (pág. 149) Cabe señalar que Apolo es un dios poseedor de muchos atributos, entre ellos, la purificación para los pecadores, es por esto que es pertinente que Apolo sea el que encomiende a Orestes buscar la justicia. Apolo describe a las Erinias apartándolas completamente de los olímpicos o los mortales, atribuyéndoles rasgos horrorosos y dando a entender que su nacimiento se encuentra casi en el origen del mundo. “… Ya ves cómo han quedado dominadas las rabiosas. Cayeron en el sopor del sueño estas nefandas y odiadas doncellas, hijas envejecidas del pasado. Ninguno de los dioses, o de los hombres y ni una fiera acaso se acerca a ellas jamás…” (pág. 140) De nuevo, el dios nos demuestra el enfrentamiento entre lo viejo y lo nuevo. “… Nacieron para el mal, como que habitan en el recinto del mal, el Tártaro hundido en las profundidades de la tierra, aborrecidas por los hombres y por los dioses del Olimpo…” (pág. 140) Sin embargo, no las aleja del poder, puesto que las divinidades ctónicas son relativamente independientes en acción y su poderío responde a entidades antiguas e impredecibles Apolo se dirige a Orestes para iniciarlo en un proceso de purificación que es lo único que podrá salvarlo de las Erinias. “… Huye por tanto, no desfallezcas ni te acobardes. Habrán de perseguirte a través de un continente inmenso, a donde quiera que dirijas tus vagabundos pasos, lo mismo el mar que las tierras firmes y aun las islas. No te arredres ante tal cúmulo de trabajos, hasta que no logres llegar a la ciudad de Palas. Allí échate de rodillas, abrázate a la estatua de la diosa, sacra por su antigüedad. Hallaremos allí rectos jueces y palabras de pacificación, y yo hallaré el medio de librarte para siempre de esta persecución de penas…, ¿no fui yo acaso el que te convenció de que tenías que matar a tu madre?” (pág. 140) Al despertar las Erinias se presenta en esta obra el enfrentamiento directo entre los dos mundos. Recordemos como Apolo habló antes de justicia, es curioso que las Erinias también lo hagan, más adelante, el conflicto entre estas dos percepciones de justicia se hace más nítido. “Ant. — ¡Así es como obran los dioses más nuevos rigiéndolo todo más allá de
lo justo!” Crimen destila el trono de pies a cabeza, y en el centro del mundo está con horripilante suciedad de un criminal” (pág. 141)
“AP. — ¡… ¿Vuestro sitio cuál es? Allá, donde la justicia cabezas cercena y ojos extirpa, allá donde imperan los degolladores; allá donde se mata en flor la semilla viril de varones en las entrañas negras de las hembras; allá do se emascula y se mutila; allá do se lapida a los no culpables; allá do los tristes empalados están clamando en vano que haya quien los liberte… Tal vuestro sitio es.” (pág. 141142) La justicia a través de las costumbres milenarias, es en abstracto, puramente sanguínea. Es decir, la violencia, la muerte, la crueldad, el castigo físico, la lapidación, el derramamiento de sangre están unidas a esta concepción de la justicia, lo que la transforma en una justicia brutal, inmediata, e inevitable una vez que el castigo está en la convicción de las divinidades ctónicas. Esta cara de la justicia está proviene directamente de la naturaleza en su estado salvaje e indomable, prácticamente brota de la tierra. “Coro. — Dicen que eres muy poderoso… que estás en el trono al lado de Zeus. ¿Y yo? ¡A mí me empuja la sangre de una madre y su venganza… yo correré tras él persiguiéndolo como el lebrel en pos de la presa…!” (pág. 142) En cambio, la justicia a través de las nuevas concepciones del mundo, enarboladas por los olímpicos, está unida a la razón y es a través de un proceso llamado juicio, lo que otorga una posible redención o la reivindicación de la inocencia. Para consagrar esta idea de justicia es necesaria la introducción de nuevos agentes en la vida de los hombres. Esta nueva justicia está estrechamente ligada a la civilización y con la prioridad de mantener el mundo griego dentro de la luz, es decir de aspectos que pueden ser controlados y no a la merced de fuerzas impredecibles. El dilema de Orestes se resuelve, con éste decantándose por la justicia olímpica, entiendo el juicio como un mecanismo para enfrentar situaciones enredosas que superan la capacidad de la simple justicia sanguínea. Este mecanismo ofrece la posibilidad de redimirse, mediante pruebas y apelando a la razón de un jurado. Al menos esta fue la función que desempeñó en las Euménides. El choque entre los dos mundos se desenvolvió alrededor de un mortal. Que a través de la religión y la purificación, no solo salvó su vida sino que reconcilió estas dos ideas.
“Ant. — ¡La paz y dicha a los hogares logra hoy la ciudad de Palas! ¡Zeus omnividente y la Moira implacable están ya en concordia! ¡Dad vítores, ciudadanos, en el canto ritual del peán!” ¿Cómo se reconcilian estos mundos? Mediante algo siempre presente en las obras griegas que es el equilibrio. A pesar del encono de las Euménides, un nuevo agente es desplegado por los olímpicos… la persuasión. “AT. — No me cansaré de persuadirte: es interés tuyo… No se diga jamás que a una vieja diosa ha sido desecha sin honores por una diosa joven y sus ciudadanos…” (pág. 152) Mediante la persuasión Atena muestra razones a las Euménides para abandonar el encono, no solo esto sino que utiliza la estrategia, uno de sus atributos, para demostrar los beneficios de abandonarlo. “AT. —… Oídme más bien: los años al correr harán que medre, crezca y se ensanche esta ciudad. En ella, en el glorioso suelo de Erecteo, tendrás tu santuario. Y allí vendrán, varones y mujeres, en cortejo incesante a rendirte homenajes que ningún mortal te rendiría” (pág. 151) El poderío de los olímpicos ciertamente transformó la faz de la tierra y en ella se alzaron ciudades, marcharon ejércitos, se erigieron monumentos y santuarios para dioses que habitaban entre las nubes. Pero, ni los dioses del Olimpo podían deshacerse de las divinidades ctónicas, ni estas pueden impedir el esplendor de la civilización. Por lo tanto se llega a un acuerdo, un acuerdo donde las costumbres milenarias conservarían presencia en el mundo mortal, donde los honores se rinden a las divinidades ctónicas y estas cooperan en la formación de un nuevo mundo.
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