El enfermero antihipocrático (Una valoración ética sobre Nietzsche)

July 6, 2017 | Autor: Omacel Espinoza | Categoría: Friedrich Nietzsche, Nietzsche
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Descripción

El enfermero antihipocrático
(Una valoracion ética sobre Nietzsche)



Mein Pfleger kann also gar nicht mein Fein sein.
(Günter Grass. Die Blechtrommel)[1]


En un mundo en el que las invasiones a países, y los consecuentes
genocidios, abundan; cuando vives en una Venezuela en la que en un fin de
semana regular asesinan a más de cien de los tuyos; al mirar los sucesos de
ciudad Juárez, la guerrilla colombiana; la discriminación que padecen los
latinoamericanos y africanos hastiados que emigran al norte (de Europa o
América), ¿cómo leer impávidos estas líneas de Nietzsche?:

¿Son malas las guerras y la batalla, hermano? Son un mal necesario; son
necesarias la rivalidad, desconfianza y la difamación de las virtudes? (Así
habló Zaratustra. p. 50)

Claro que la guerra puede leerse como una metáfora de la necesidad de
combatir la moral de los débiles, la compasión y la moral cristiana, que de
muy poco parecen haber servido a enderezar al ser humano, a juzgar por cómo
va el mundo. Por supuesto que hace falta revertir el orden moral, iniciar
una conjura, una revuelta, porque "quien ha de ser un creador, ya del bien,
ya del mal, debe antes destruir y quebrar valores" (op., cit. P. 123).
Si la metáfora quedara allí, no habría problema; pero las dificultades
aparecen porque Nietzsche insiste en la necesidad de violentar al ser
humano que aún no es el superhombre. Al que "está claro" que jamás llegará
serlo, le queda el triste papel de esclavo de aquél. Lo mismo que a la
mujer, que en sí misma no ofrece ningún interés. Nietzsche dixit:

¡En vuestro amor, mujeres, debe brillar el rayo de una estrella! Vuestra
esperanza ha de ser ésta: "¡Que de mis entrañas salga el superhombre!"


Se entiende (una vez más debemos ser apologéticos) que cuando Nietzsche
escribió, el machismo no estaba en descrédito como ahora. Así vamos
atravesando el oscuro bosque de las hojas que nos legó Nietzsche, a
tientas, arrancando las que no nos gustan y atesorando las que fulguran con
un eco en nuestro espíritu, en una antología que nos aviva la sangre, a
sabiendas de que estas flores medicinales (ya lo sabes, anthos= flor) no
ocultan del todo los efectos secundarios, porque al fin y al cabo provienen
de una planta opiácea muy fuerte.
Nietzsche propone una filosofía, sin instrucciones detalladas, para matar
la mediocridad del mundo, pero antes que nada en cada uno de nosotros. Sus
recursos son los del moralista maquiavélico, del genio arrebatado (con
piedra en mano), del pirómano y hasta del brujo.
Nunca me queda claro quién adjudica los roles de superhombre y esclavo, por
ejemplo. Zaratustra traza un plan más bien caótico, como las instrucciones
que daría, para asaltar un banco, un eufórico ratero, o si prefieren una
comparación menos soez: como una receta de un postre exquisito dictado por
un delirante chef con una sobredosis de éxtasis. En esas trazas o ideas
inflamadas de una imaginación poética e hiperbólica podemos encontrar un
reto: un llamado de atención sobre la necesidad impostergable de la
renovación de la humanidad; una exclamación, una urgencia. Pero siempre
atentos a los peligros: ¿y si la voluntad de un político, su fuerza y
afirmación absoluta de la vida le llevan a autoproclamarse un superhombre?
¿Y si yo, que no tengo intenciones de ser superhómbre, porque me basta con
ser ser útil y dado a los cambios favorables al desarrollo de ecológico del
entorno, y no acepto, por dignidad, ser el esclavo del tal superhombre; si
yo, decía, soy forzado a padecer por culpa del fulano súperhombre? La única
violencia que me es dado infligir va contra mis ruinas y mediocridades; por
ello, no tengo derecho a violentar al otro (a menos que la tome contra mí,
en plan de ratero o superhombre). En esa misma medida, al otro no le es
dado dañarme.
No puedo concebir esto de otra manera, hay un principio moral elemental: si
nadie nos agrede directa o indirectamente, ¿por qué arremeteríamos contra
él, aunque le creamos un esclavo, un vago, mediocre...?

Permítanme un pequeño diálogo con Savater:

Savater: "Nietzsche es peligroso porque es fuerte: debilitarlo para
quitarle peligro equivaldría a matar la razón de ser de este libro". (p.
12)
Yo: De acuerdo, no lo debilito; sólo digo qué me interesa de él y qué no.
Me interesa el combatiente de la medianía, el pensador cuyas consecuencias
remueven desde la epistemología hasta la moral cotidiana; sólo que no estoy
de acuerdo en ciertas formas de remoción, especialmente de la vida
cotidiana.
Savater: ...
Yo: No me mire así. Eso lo hace uno con todos los autores, eso es lo que
entiendo por lectura crítica. Tomo lo que me sirve y lo demás lo dejo.
Savater: Pero, entonces, no estás explicando a Nietzsche.
Yo: Es verdad, también estoy tratando de crear mi idea de Nietzsche.
Savater: ... (Pensativo).
Yo: ... (le miro atentamente).


En esas estamos todavía: mirándonos con cierta sospecha. A veces se aburre
de mirarme. Le miro y quiero decirle que leo a Herr Nietzche como a
Monsieur Ciorán, con el mismo cuidado y sin ánimo se sentir tanto asco por
mí como para suicidarme.
Pero centrándonos de nuevo en Nietzsche, quiero mostrar fragmentos
relucientes de un vitalismo que invita a ser más:
¡Por mi amor y esperanza te insto a que no repudies al héroe que hay en tu
alma! Permanece fiel a tu más alta esperanza! (p. 58)

¡Qué diferente, este Nietzsche! Sigamos, porque hay muchos fragmentos
iguales o mejores:

¿Dónde está la belleza? Allí donde uno tiene que querer con toda fuerza de
voluntad; allí donde uno quiere amar y perecer, para que tal imagen deje de
ser nada más una imagen. (58)

Esas palabras invitan a vivir, a recapitular, a barrer el alma y arrancarle
torpezas, ahora sí, a violentarla.

De repente, Savater rompe el silencio y dice:

Savater: Su posición sobre Nietzsche es poco clara. Creo que en su país eso
lo llaman ser guabinoso, (indeciso). Disculpe mi franqueza, pero...
Yo: No, no, no hay problema. Déjeme ver. Pienso en aquel ensayo suyo en el
que usted dice que tanto Kierkegaard como Nietzsche son igualmente
necesarios. A Nietzsche no le gustaría, usted lo sabe mejor que yo,
semejante afirmación; y sin embargo, creo que usted no traiciona a
Nietzsche: lo complementa con una antítesis que es saludable para la
cultura y, más aún, para el ser individual, para retomar ciertos valores
cristianos que aún valen la pena, a pesar de que el furioso Nietzsche no
quiera saber nada de ellos, porque más allá de que tales valores sean
cristianos o no, ¡tienen sentido! Es decir, no se debe a ellos la miseria
del mundo.
Savater: Ya veo.

Y no dice más nada. Así hablamos, interrumpiéndonos intempestivamente, a
cualquier hora del día... o de la noche.
Cuando me vuelva a hablar, le diré que aprendí de Georg Simmel a no temer
encontrar muchos pasajes de la obra de Nietzsche que contradijeran
completamente mis apreciaciones sobre el filósofo, porque éste se resiste a
una lectura lógica. Claro, que también debo a Savater esa revelación de que
Zaratustra es un escéptico, porque esto facilita el diálogo en un plano
menos académico-teórico, propiciando uno más coloquial, pasional, poético y
sin embargo no descabelladamente subjetivo.

Tengo a Nietzsche como al autor de libros malditos de crítica de la
cultura, de la moral y aún de autoayuda; como un instrumento para cerebros
dispuestos a la confrontación, a la lucha titánica contra la flojera
ontológica. Sigo a Stephan Zweig cuando admira la visión creadora demoníaca
que revela Nietzsche, una visión que siempre colinda con la
autodestrucción.
El mismo Nietzsche ofrece luces para pensarle sin dogmatismos, sin ser
cerrados, porque "las convicciones son prisiones" (54. El anticristo),
porque "la verdad no es una cosa que uno tenga y otro no" (53. El
antricristo), antes bien, para cualquier acercamiento a la verdad, es
necesario un grado cada vez mayor de consciencia de las cosas del espíritu
y de capacidad de decidir (53).

Por estas razones, por su lucidez y por sus delirios, desde este gran
sanatorio en el que habitamos, amables lectores e interlocutores, repito
con en el "pequeño" Oskar: Mein Pfleger kann nicht mein Fein sein! Lo
escucho interés y con los puños cerrados; muy atento a su mandíbula, por si
acaso.


Bibliografía


Savater, F. Idea de Nietzsche. Editorial Ariel. Bogotá, 1995.

Nietzsche, F. Así habló Zaratustra. Editorial Edicomunicación. Barcelona,
1994.

Nietzsche. El anticristo. Versión digital preparada por Proyecto espartaco,
2001. Disponible en: http://es.scribd.com/doc/67115551/anticristo


Los otros dos libros a los que aludo sobre Nietzsche son:

Simmel, George. Schopenhauer y Nietzsche. Formato digital de Francisco
Beltrán, traducido por José R. Pérez-Bances. Disponible (5 de julio de
2013) en:
http://es.scribd.com/doc/10263677/Schopenhauer-y-Nietzsche-George-Simmel

Zweig, Sefan. La lucha contra el demonio. Disponible (5 de julio de 2013)
en: http://es.scribd.com/doc/138919981/Stefan-Zweig-Lucha-contra-el-
demonio-Holderlin-Kleist-y-Nietzsche
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[1] Carlos Gerhard, en la edición de Punto de Lectura, traduce así: "Por
eso mi enfermero no puede ser mi enemigo".
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