\"El elogio de los hombres ilustres en la obra de Santiago Ramírez\"

September 10, 2017 | Autor: L. Morelos Rodríguez | Categoría: Historia de la Ciencia, Biografías, History of Science In Latin America
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Descripción

Estudios históricos sobre la cultura mexicana (siglos XIX y XX)

Lucero Morelos Rodríguez Rodrigo Antonio Vega y Ortega Baez (coordinadores)

México, 2014

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El elogio de los hombres ilustres en la obra de Santiago Ramírez1 Lucero Morelos Rodríguez

Programa de Doctorado en Historia, Facultad de Filosofía y Letras-UNAM

Introducción El homenaje o elogio público de los sabios y de la elevación del hombre de ciencia a héroe civil es una práctica heredada de la Francia de finales del siglo XVII. Desde entonces, el género biográfico ha sido considerado un saber erudito que cobró mayor fuerza durante el siglo XIX y en buena medida durante la siguiente centuria.2 Con él se buscaba honrar al fenecido a través de la narración de su trayectoria científica, profesional y moral, por medio de la selección de episodios que fueran ejemplos modélicos para los sucesores. Así se delineó uno de los modos de definir públicamente el papel de los científicos en la sociedad y la transformación de éstos bajo un “santoral laico”3 que fuera presentado a manera de semblanza biográfica, autobiografía, necrología, memoria, confesión, velada fúnebre u obituario. Este texto contiene fragmentos análogos de la tesis de Maestría en Historia que llevó por título: Ciencia, Estado y científicos: El desarrollo de la geología mexicana a través del estudio de los ingenieros Antonio del Castillo, Santiago Ramírez y Mariano Bárcena (1843-1902), Tesis que para obtener el grado de Maestro en Historia, México, Facultad de Filosofía y Letras-UNAM, 2010, pp. 66-88. Véase Lucero Morelos, La Geología Mexicana en el siglo XIX. Una revisión de la obra de Antonio del Castillo, Santiago Ramírez y Mariano Bárcena, México, Secretaría de Cultura de Michoacán, Plaza y Valdés, 2012, pp. 72-93. 2 François Dosse, El arte de la biografía, México, Universidad Iberoamericana, 2007, pp. 19-21; Máximo Farro, “Frente a la Tumba del Sabio”, Ciencia Hoy. Revista de Divulgación Científica y Tecnológica de la Asociación Ciencia Hoy, vol. VIII, núm. 47, Buenos Aires, Julio-Agosto 1998, en http://www.cienciahoy.org. ar/hoy47/tumb01.htm, consultado el 30 de septiembre de 2012. 3 Dosse, El arte, op. cit., p. 16, afirma que de acuerdo con Marc Fumaroli, es conveniente distinguir dos grandes periodos. De la Antigüedad al siglo XVII fue la época de la escritura de las “Vidas”, mientras que a partir de la ruptura moderna se impuso la biografía. Farro, “Frente a la Tumba”, op. cit., s/p. 1

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El México del siglo XIX no fue ajeno a esta práctica cultural, pues en los órganos de difusión de las numerosas asociaciones científicas y literarias se consignaron noticias de la vida y obra de los grandes hombres, tanto del país como del mundo, que sobresalieron en alguna rama del conocimiento científicotécnico, a la vez que se valoraban como dignos de perpetuarse en la memoria colectiva del medio académico. En tal sentido, los contenidos de las publicaciones periódicas en México representan una rica fuente para explorar y rastrear la tradición de estas composiciones biográficas a través del enfoque que ofrece la historia social de la ciencia. Ejemplo de este tipo de escritos incluidos en la prensa mexicana es la obra del ingeniero de minas Santiago Ramírez (1836-1922), quien fue ampliamente conocido por los prolíficos estudios que hiciera sobre la minería, la legislación del ramo, las monografías geológico-mineras e históricas, y los homenajes de corte biográfico. Por lo anterior, este trabajo se centrará en detallar pasajes de su vida y obra, particularmente la que dedicó a la exposición de la vida de los hombres ilustres. Paradójicamente, Ramírez no mereció una biografía o necrología de sus coetáneos, pues murió ya entrado el siglo XX cuando su generación había desaparecido, además de que este ingeniero no estuvo vinculado a alguna institución en calidad de docente. La factura de elogios estuvo persuadida por la concepción que se tenía de la historia, en esa búsqueda de la eternidad, donde el positivismo hacía gala de la puesta en marcha de los grandes proyectos, de los grandes hechos y los grandes hombres, por ese optimismo cifrado en el presente mediato y el futuro inmediato. Como asevera Eli de Gortari, “el positivismo aspira a crear un cuerpo de sabios al servicio del régimen constituido que, como depositarios del conocimiento científico, deban ser creídos de manera ciega por el resto de la población, aún cuando sus teorías no sean comprendidas”.4 En ese sentido, para François Dosse, el biógrafo busca honrar a alguien desaparecido y asignarle un lugar Eli de Gortari, “Ciencia positiva política `científica´”, Historia Mexicana, vol. I, núm. 4, (4), México, El Colegio de México, abril-junio de 1952, pp. 604-605. 4

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entre los muertos, y agregaría, salvarlo del olvido,5 a través de la investigación exhaustiva de documentos y libros resguardados en archivos y bibliotecas con el fin de compilar datos que presentaran en un cuadro armónico la trayectoria del ilustre hombre. Para la confección de la pieza oratoria fue fundamental la empatía del biógrafo con el biografiado que además obedecía a una multiplicidad de móviles, entre los que se citaba: Cariño, gratitud, patriotismo, espíritu de secta, o cualquier otro sentimiento noble, que inspiraban aquellos homenajes, y puede decirse que cada tumba que se abría, en vez de borrar para siempre un nombre digno de recordación, era un monumento que se levantaba para honrar la memoria del que en ella se convertía en polvo.6

En este marco, numerosos hombres de letras y ciencias de México durante el siglo XIX cultivaron el elogio a sus connacionales, que “figuraron con cierta notabilidad en la magistratura, el sacerdocio, el ejército, la política, el periodismo, las bellas artes, el comercio, la agricultura, la industria y la minería”,7 constituyendo la corporación médica la que más cuidado tuvo en el acopio de los datos de sus agremiados.8 Pródigos resultan los trabajos dedicados a elogiar las virtudes personales de las esferas pública y privada, como las empresas de Andrade y Escalante,9 Dosse, El arte, op. cit., p. 20. Francisco Sosa, Biografías de mexicanos distinguidos, México, Oficina Tipográfica de la Secretaría de Fomento, 1884, p. IX. 7 José F. Godoy y López, Diccionario Biográfico Nacional de Contemporáneos escrito y publicado por…, México, Tipografía de Alonso E. López y Compañía, 1887, p. V. 8 Germán Somolinos consigna que durante el siglo XIX fue la Medicina la única actividad científica que mereció en México la atención de los historiadores. Sobre ella escribieron figuras notables como Joaquín García Icazbalceta, Francisco del Paso y Troncoso, Francisco Flores y Nicolás León. Germán Somolinos D´Ardois, “Historia de la ciencia”, Historia Mexicana, vol. XV, núm. 2-3 (58-59), México, El Colegio de México, octubre de 1965-marzo de 1966, p. 270. 9 Manuel Orozco y Berra (et al.), Diccionario Universal de Historia y Geografía, México, Tipografía de Rafael, 1854. Es la obra enciclopédica más ambiciosa del siglo XIX que recopiló en diez tomos un importarte caudal de información sobre la historia y la geografía del territorio mexicano. En su redacción participaron intelectuales de la talla de Lucas Alamán, Miguel Lerdo de Tejada, Manuel Payno, José María Lafragua, Guillermo Prieto y Justo Sierra, Ignacio Rayón, por citar algunos. 5 6

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de Marco Arróniz,10 de Francisco Sosa o la de José F. Godoy y López,11 por citar solamente algunos ejemplos, dado que la obra biográfica producida en el siglo XIX mexicano fue abundante. En efecto, éste fue un género que tradicionalmente se cultivó desde que las órdenes religiosas introdujeron esa práctica literaria, propagándose a otras esferas sociales, entre ellas las asociaciones científicas que enaltecían a los hombres representativos de la civilización de México y que “contribuyen poderosamente al progreso de las naciones. [Porque] la historia de la humanidad se encierra en los estudios biográficos”.12 Ramírez llevó a cabo entre la década de los ochenta y noventa del siglo XIX el proyecto denominado “La Galería de Mineros Mexicanos”, que como su nombre lo indicaba, conjuntaría la vida y obra de mineros ilustres, a la manera de símbolos de progreso de la ciencia mexicana y ejemplos nobles de erudición. Dicho proyecto constituyó uno de los programas académicos de largo alcance que tuvo como fin tributar homenaje a los hombres destacados en la actividad especulativa. Debe tomarse en consideración que en la cultura decimonónica se le supuso “como el medio privilegiado para tener acceso a lo universal: la historia universal es la biografía, casi podríamos decir, la autobiografía de la humanidad”.13 De esa manera, Wilhelm Dilthey lo expresó en los siguientes términos: Los hechos del espíritu son el límite superior de los hechos de la naturaleza; los hechos de la naturaleza constituyen las condiciones inferiores de la vida espiritual. Precisamente porque el reino de las personas o la sociedad y la historia humana es el más elevado de los fenómenos del mundo empírico terreno, su conocimiento Marco Arróniz, Manual de Biografía Mejicana, ó Galería de Hombres Célebres de Méjico, París, Librería de Rosa, Bouret y Cía., 1857. Cf. Ángel José Fernández, “Marco Arróniz y sus amigos del Liceo Hidalgo”, en Belem Clark de Lara y Elisa Speckman Guerra (editores), La República de las Letras. Asomos a la cultura escrita del México decimonónico, vol. III. Galería de escritores, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2005, pp. 131-147. 11 José F. Godoy, Enciclopedia biográfica de contemporáneos, compilada y escrita por…, Washington, Establecimiento Tipográfico de Thos. W. Cadick, 1898, 322 p. 12 Sosa, Biografías, op. cit., pp. VI-VII. 13 Dosse, El arte, op. cit., p. 15 10

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necesita, en innumerables puntos, del sistema de supuestos que están incluidos para su desarrollo en el conjunto de la naturaleza.14

Dicho lo anterior, en las siguientes líneas se inserta una breve semblanza del ingeniero Santiago Ramírez, autor de numerosas obras, algunas de las cuales buscaron recuperar la memoria de hombres ilustres tales como la “La Galería de Mineros Mexicanos” o las biografías de hombres religiosos. Santiago Ramírez Palacios (1836-1922) La vida de Santiago Ramírez abarcó prácticamente todo el siglo antepasado. Fue un hombre longevo que vivió 86 años y presenció la partida de sus contemporáneos. Su desempeño profesional inició en la sexta década del siglo XIX, ubicándose el punto álgido de su producción científica en el porfiriato. Fungió como comisionado especial en numerosas empresas científicas organizadas por la Secretaría de Fomento. Fue un hombre multifacético, científico, intelectual, escritor prolífico, poeta y humanista de una raigambre católicocristiana, autor de cerca de 200 estudios mineros, legales, geológicos y mineralógicos, además del género biográfico que cultivó con ahínco. Su nombre estuvo asociado al periodismo por las inserciones que hiciera en las diversas publicaciones periódicas en las que participó como colaborador, redactor, editor o único encargado. Particularmente en El Minero Mexicano (1873) vertió un caudal nada despreciable de escritos para que “las cuestiones mineras tuvieran una tribuna en que discutirse y propagarse, y en la que todos los datos que deben contribuir a la formación de nuestra Historia Minera, pudieran estar, en cuanto es posible, recopilados”.15 Parte constituyente de esa historia fueron las Wilhelm Dilthey, Introducción a las ciencias del espíritu, México, Fondo de Cultura Económica, 1994, p. 16. 15 Santiago Ramírez, “Nuestra última palabra”, El Minero Mexicano, vol. XI, núm. 43, México, 25 de diciembre de 1884, p. 561. Algunos de los contenidos de este periódico también son analizados en el capítulo de la autoría de Rodrigo 14

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notas necrológicas, obituarios, biografías cortas e in extenso que hiciera de algunos de sus coetáneos, en las que privó la filiación a la ciencia minera. En este periódico también se reprodujeron numerosas composiciones publicadas en La Libertad de la autoría de Francisco Sosa (1848-1925), que dieron por resultado la confección del Anuario Biográfico Nacional de 1884. Asimismo, Ramírez publicó trabajos de corte biográfico y necrológico en los órganos de difusión de las sociedades científicas a las que perteneció: Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, Sociedad Mexicana de Historia Natural, Sociedad Científica “Antonio Alzate” y la Sociedad de Exalumnos del Colegio de Minería. Fue en los órganos de difusión de las referidas asociaciones donde publicó necrologías y biografías que formaron parte del proyecto que intituló “La Galería de Mineros Mexicanos” y que en palabras del autor reuniría: Los estudios histórico-científicos que en diversas ocasiones y con diferentes motivos hemos tenido oportunidad de hacer, y que en algunas veces hemos podido publicar, se nos ha presentado no pocas, el caso, bien satisfactorio por cierto, de examinar la vida y juzgar los trabajos de muchos de los hombres, que más o menos directamente, pero siempre de una manera eficaz y provechosa, han influido, sosteniendo la marcha científica y el movimiento minero de nuestro país, en los adelantos que ha alcanzado en él este ramo tan interesante en la historia de su riqueza, y tan preferente en el cuadro de su producción; y a cuya sombra hemos visto concebirse, iniciarse, desenvolverse y realizarse el pensamiento noble, levantado, benéfico y patriótico a que debe su existencia y ha debido su desarrollo y su engrandecimiento el Colegio de Minería, donde sin cesar, y de la manera más ventajosa, se ha efectuado la interesante transformación del niño en hombre.16

La filiación a la actividad minera de Santiago Ramírez Palacios se debe en parte a sus orígenes. Nació en la Ciudad de México,17 Vega y Ortega y Alejandro García Luna. 16 Santiago Ramírez, Estudio biográfico del distinguido minero Don Ignacio Alcocer, México, Imprenta del Gobierno Federal en el Exarzobispado, 1902, p. 3. 17 Enrique Cárdenas de la Peña, Mil personajes en el México del siglo XIX, 1840-

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fue miembro de una de las familias más antiguas avecindadas en la capital. Por línea materna, fue nieto de José Antonio Palacios, alumno de la primera generación formada en el Real Seminario de Minería,18 quien a su vez fuera nieto de José Tadeo Palacios, rico minero del Real de Pachuca.19 Sus padres fueron Ignacio Ramírez y Gil, originario de Guadalajara, y la señora Dolores Palacios y Nava de la Ciudad de México.20 El matrimonio Ramírez Palacios procreó a dos hijos, Santiago, el mayor, y Manuel, el menor.21 Sus últimos años de vida residió en Azcapotzalco.22 Don Santiago, a quien apodaban “albérchigo”,23 ingresó a los 22 años al Colegio de Minería para cursar los estudios correspondientes de la carrera de Ensayador y Apartador de Metales, obteniendo el título el 16 de julio de 1862 y dos años después, el 27 de mayo de 1864 el de Ingeniero de Minas y Beneficiador de Metales.24 1870, tomo III, México, Banco Mexicano Somex, 1979, p. 205. 18 Santiago Ramírez, Datos para la historia del Colegio de Minería, Imprenta del Gobierno Federal en el Ex Arzobispado, México, 1890, (edición facsimilar, México, SEFI), p. 94, señala que fue compañero de Vicente Valencia, Casimiro Chovell, José Mariano Jiménez, Vicente Herrera y Manuel Tejada. 19 Acervo Histórico del Palacio de Minería [AHPM en adelante], 1791, II, doc. 11, fs. 1, 3-5. 20 Daniel Olmedo, “El Sr. Ingeniero D. Manuel Ramírez”, El Arte y la Ciencia, vol. III, núm. 4, México, julio 1901, p. 59. 21 Ídem. Manuel Ramírez Palacios nació el 5 de julio de 1845 e inició el estudio de las primeras letras en 1850 en el colegio dirigido por las señoritas Luz y Ana Quijano; en cuanto a su instrucción primaria la comenzó en 1853 en el colegio particular que dirigía el señor Joaquín Noreña, distinguiéndose por su aprovechamiento. Después se inscribió al Colegio de Minería donde obtuvo los títulos de Ensayador y Apartador de Metales en 1866 y el de Ingeniero Topógrafo e Hidromensor en 1868. 22 Es posible que después de la caída que sufrió el ingeniero Santiago Ramírez en 1899, en la que perdió todo movimiento en uno de sus brazos haya sido recogido por su sobrino Santiago Ramírez. Artemio del Valle-Arizpe, Por la vieja calzada de Tlacopan, México, Colección Valle de México, Cía. General de Ediciones, 1954, p. 376. 23 Diccionario de Autoridades, Real Academia Española, Madrid, 1869, p. 245. Albérchigo es una especie de melocotón. Fruta de hueso de las últimas que maduran y de las más sabrosas. Son de varios tamaños, aunque por la mayor parte suelen ser del grueso de una manzana mediana de color amarilloso. Llamados melocotones, albérchigos, albaricoques. 24 AHPM, ML 376B, 1792-1905 (Listas de profesores y alumnos), fs. 3,121; AHPM, ML323A 1859-1879, (Libro No. 1 de actas de exámenes profesionales del Colegio Nacional de Minería-Escuela Nacional de Ingenieros), fs. 16 y 23 v; Archivo General de la Nación, Instrucción Pública y Bellas Artes, caja 317, doc. 1, f. 5; Jorge L. Tamayo, Deva Ramos y Martha L. P. de Tamayo, “Profesantes que se

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Se consagró como un estudiante ejemplar, lo que le valió para ser designado jefe de sección, prefecto y orador en los actos de distribución de premios anuales de 1858, 1859 y 1860. En ellos dio lectura a composiciones poéticas, junto con sus condiscípulos José María Roa Bárcena, Francisco González Bocanegra y Luis G. Ortiz.25 En los actos de 1860, Ramírez recibió el premio de segundo año de la clase de Topografía, Geodesia y Astronomía que consistió en el Tratado de Uranografía por Francoeur, Atlas de Astronomía por Johnston y Tratado de eclipses y ocultaciones, traducido por Francisco Jiménez. También se hizo acreedor al premio por su buen desempeño como jefe de la segunda sección, recibiendo una brújula de agrimensor y junto con Alfredo Chavero leyeron algunas composiciones poéticas, género que el ingeniero cultivó hasta sus últimos días de existencia.26 A sus 39 años, en 1875, contrajo nupcias con Jacinta de Landa,27 hija de Eufemia Villar de Landa (1809-1872). La ceremonia fue celebrada en el templo de La Candelaria de Tacubaya en la Ciudad de México.28 Para estos momentos, el ingeniero gozaba de una alta reputación profesional y académica, pertenecía a las corporaciones científicas más importantes en la esfera nacional que anteriormente se refirieron. Además de que su desempeño como periodista contaba con una sólida experiencia, pues en 1876 había fundado, sostenido y redactado casi por completo El han titulado en la Escuela Nacional de Ingenieros desde el año de 1859 hasta el 30 de noviembre de 1941”, Revista de Ingeniería, México, enero 1942, p. 58. 25 Ramírez, Datos, op. cit., p. 410. 26 Ibídem, pp. 417-418. En 1860 solamente tuvieron verificativo los exámenes públicos de las clases de Topografía, Geodesia y Astronomía Práctica, Zoología, Mecánica Racional y Aplicada, Química y Botánica, medida acordada por la Junta General de la escuela debido a las difíciles circunstancias económicas por las que atravesaba el erario. 27 Santiago Ramírez, Armonías entre el Santo Vía-Crucis y la Sagrada Eucaristía. Meditaciones para el Vía-Crucis Eucarístico por un católico, México, Librería Católica de José L. Gloria, 1902, p. 207. Obra que fuera dedicada en memoria de su esposa Jacinta de Landa, así como el poemario titulado A mi Chinta, México, Imprenta Escalante, agosto 6-15 de 1902 (novenario). 28 Archivo Histórico de Notarías de la Ciudad de México [AGNDF en adelante], 1875, Notaria 725 de José Villela, vol. 4960, fs. 202-203 v.

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Explorador Minero donde dio a conocer su sapiencia en el ramo, igualmente colaboraba con artículos en El Minero Mexicano, El Propagador Industrial, Anales, Memorias y Boletín del Ministerio de Fomento y más tarde en El Tiempo y El Diario del Hogar. Con su hermano Manuel, el ingeniero Santiago compartió diversos espacios científicos, tales como la Sociedad Mexicana de Minería (1883) y la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, correspondiente de la Real de Madrid (1895), en la que ambos fueron fundadores. Además, Manuel estuvo adscrito a la Sociedad Mexicana para el Cultivo de las Ciencias y a la Sociedad “Alejandro Volta”, hasta su repentina muerte acaecida el 12 de julio de 1901, cuando había asistido con normalidad al dictado de la clase en la Escuela Nacional Preparatoria.29 Sobre su vida profesional puede indicarse que durante la década de los setenta, el ingeniero Santiago Ramírez realizó varios trabajos en el Estado de México. Uno de los primeros se llevó a cabo en el Mineral de El Oro en 1874, clasificado por él “como uno de nuestros principales distritos mineros destinado a ser la mansión de una sociedad industriosa, culta y civilizada”.30 A la compañía El Oro Mining & Railway Co. le pertenecían vetas muy ricas, como la Providencia y la de Chihuahua, que fueron prolijamente estudiadas desde las primeras épocas en que se trabajaron, y respecto de sus caracteres macroscópicos, los ingenieros Ramírez y Joaquín M. Ramos consignaron minuciosas observaciones.31 Ramírez realizó otros trabajos para compañías privadas, como el de 1876 para la fundidora de El Oro, de donde era director. Allí compartió sus observaciones con su condiscípulo y colega Francisco Villar y Marticorena32 con quien estableció una sólida Archivo Histórico de la Universidad Nacional [AHUNAM en adelante], Expediente de Personal, Manuel Ramírez, 1506, fs. 9, 10, 13, 16, 20, 20 v, 21, 24. 30 Alberto Grothe y Leopoldo Salazar, La industria minera de México, tomo I, Estado de Hidalgo y México, México, Imprenta y Fototipia de la Secretaría de Fomento, 1912, p. 181. 31 Ibídem, p. 188. La compañía poseía una superficie total de 315 hectáreas, 24 metros cuadrados repartidos en 6 fundos: El Oro, Carmen núm. 2, Diamante, Somera núm. 1, Anexas a México núm. 3 y Trianón. 32 Anne Staples, Bonanzas y borrasca mineras. El Estado de México, 1821-1876, México, El Colegio Mexiquense, 1994, pp. 68-69. Francisco Villar y Marticorena 29

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relación laboral al emprender varias comisiones, particularmente en la década de los setenta. En 1879 fue comisionado por los señores Lascuráin para que presentara un informe del estado de las minas y su expectativa probable de la negociación en el distrito de Huetamo, Michoacán perteneciente a la Compañía Minera Limitada de Río Grande y Dolores, de capital inglés.33 Ramírez estuvo plenamente convencido de que los profesionistas, particularmente los ingenieros de minas, eran los agentes de cambio, por ello debían participar en prácticas políticas, pues los ingenieros eran hombres educados, conocían bien las necesidades de la actividad minera y sobre todo, basaban sus estudios en la ciencia. De lo anterior se desprende el artículo publicado en El Explorador Minero (1877) que insertó una lista de candidatos propuestos para ocupar una curul en el Congreso de la Unión, no obstante que afirmó lo siguiente: Un periódico de la naturaleza del nuestro, cuyas miras tienden al desarrollo de las ciencias y en cuyo programa no tiene cabida nada de lo que se encuentre ligado con la política […] la primera de estas convicciones nos hizo aceptar la resolución, que indicamos en nuestro programa, de no mezclarnos en la política; y desde entonces hasta hoy, y de hoy para adelante, siempre hemos sido y seremos enteramente neutrales como escritores, por más que en lo particular la marcha de los acontecimientos públicos afecte más o menos directamente nuestras opiniones privadas como hombres.34 obtuvo el título de Ensayador en 1863 y el de Ingeniero de Minas y Beneficiador de Metales en 1864. 33 Santiago Ramírez, Informe que sobre la negociación de minas que en el Distrito de Huetamo en el Estado de Michoacán sostiene la Compañía Minera Limitada de Río Grande y Dolores, México, Tipografía Literaria de Filomeno Mata, 1879, 34 p. 34 Santiago Ramírez, “Nuestra candidatura”, El Explorador Minero, vol. I, núm. 13, México, enero de 1877, p. 97. Los candidatos propuestos para diputados al Congreso de la Unión fueron los ingenieros: Joaquín Velázquez de León, Miguel Velázquez de León, Sebastián Camacho, Pedro López Monroy, Antonio del Castillo, Próspero Goyzueta, Javier Stávoli, Juan Cecilio Barquera, Juan N. Cuatáparo, Patricio Murphy, Luis Robles Pezuela, Agustín Barroso, Carlos Romero, Francisco Morales, Sebastián Segura, Ramón Almaráz, Jesús P. Manzano, Joaquín M. Ramos, Francisco de P. Zárate, Ignacio Hierro, Severo

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El ingeniero Ramírez traducía la actividad del legislador como aquél que interpretaba el bien común, en virtud del desarrollo y progreso de la nación y no del individuo en particular. Según él, los hombres de ciencia debían ser los protagonistas y actores que trascendieran la esfera científica, participando en la política y en el diseño de las acciones públicas y económicas. En calidad de especialista que fue, durante la década de los ochenta la Secretaría de Fomento le encomendó la ejecución de comisiones de exploración que dieron por resultado nutridos informes y estudios minero-legales sobre los criaderos de carbón en la República: Informe que como resultado de su exploración en la Sierra Mojada (Coahuila) rinde al Ministerio de Fomento (1880); El dominio radical de los criaderos de carbón (1881); “Breves reflexiones sugeridas por la lectura del pedimento fiscal en el amparo pedido por los opositores a los denuncios mineros de “La Victoria” en San Luis Potosí” (1881); Informe que el ingeniero de minas Santiago Ramírez rinde a la Secretaria de Fomento, como resultado de su exploración a los distritos de Matamoros de Izucar y Acatlán en el Estado de Puebla y del estudio de sus criaderos de carbón mineral (1881); Los criaderos de carbón y la Suprema Corte de Justicia ( 1882); La propiedad de las minas (1883); Observaciones al nuevo Código de Minería expedido por decreto de 22 de noviembre de 1884 hecho por el Ingeniero de Minas Santiago Ramírez (1885). Sería hasta 1884 cuando se promulgó el cuerpo jurídico del Código de Minería, que entró en funcionamiento a partir de 1885, para ello la Secretaría de Fomento nombró una comisión para formar el proyecto. Ésta quedó integrada por el licenciado Pedro Bejarano y los ingenieros Manuel Ma. Contreras, Francisco Bulnes y Santiago Ramírez, pero éste último no estuvo de acuerdo con el resto de la comisión en algunos puntos y se separó de ella, pidiendo al ministro de Fomento presentar su proyecto de manera individual. La Secretaría de Fomento solicitó las observaciones y comentarios sobre ambos proyectos recibiendo veinte dictámenes, entre ellos Navia, Francisco Villar, Ignacio M. Alcocer, Ignacio Ortiz de Zárate, Manuel Rivera Cambas, Mariano Bárcena, Antonio Moreno, Teodoro L. Laguerenne, Ignacio Rocha, Ismael Castelazo, J. M. Gómez del Campo y Luis Espinosa.

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el emitido por Antonio del Castillo. Es pertinente señalar que Ramírez, a través de numerosos artículos publicados en la prensa científica, El Minero Mexicano y El Explorador Minero, llamó la atención del gobierno sobre la urgente necesidad de reformar la legislación del ramo minero, por resultar anticuada, aunado a que fue una opinión generalizada entre algunos de los actores interesados en la actividad.35 La estima de Ramírez como experto en cuestiones del ramo minero se muestra con claridad en la difusión de su obra en otros lugares, de manera particular en las exposiciones universales en las que participó el contingente mexicano.36 Las conmemoraciones en la obra de Santiago Ramírez Recién titulado, el ingeniero Santiago Ramírez comenzó a dictar la cátedra de Mineralogía en la denominada Escuela Imperial de Minas, cargo que ocupó hasta el 21 de junio de 1867 cuando la titularidad de la clase recayó en Antonio del Castillo.37 Durante los tres años que presidió el curso cerca de una veintena de alumnos pasaron por su aula, donde hacía algunas explicaciones alusivas al objeto de la Historia Natural, su división, los ramos que abrazaba su estudio y las analogías entre éstos. Las obras de texto utilizadas en su clase fueron la parte preparatoria de la Mineralogía de Andrés Manuel del Río, ampliada con algunas notas tomadas de Dufrénoy, Griffin, Berzelius y otros; mientras que para la parte práctica adoptó las obras de Del Río, consultando a Dufrénoy.38 Aunado a que en el Colegio de Minería, su alma mater, tuvo diferentes funciones: AHPM, 1884, I, 222, doc. 28, f. 2. Véase María del Refugio González, “La legislación minera durante el siglo XIX”, en Minería Mexicana, México, Comisión de Fomento Minero, 1984; Eduardo Martínez Baca, “Reseña histórica de la legislación minera en México”, Anales de la Asociación de Ingenieros y Arquitectos de México, vol. X, México, Oficina Tipográfica de la Secretaría de Fomento, 1902, pp. 207-211. 36 Clementina Díaz y de Ovando, Los veneros de la ciencia mexicana. Crónica del Real Seminario de Minería (1792-1892), México, Facultad de Ingeniería, UNAM, 1998, pp. 3008-3009. Cabe señalar que Santiago Ramírez participó en las Exposiciones Universales de Filadelfia (1876) y Nueva Orleáns (1884). 37 AHPM, ML177A 1864-1867 y 1873-1877, fs. 1, 5, 13, 14, 23, 27v-28. 38 AHPM, ML177A 1864-1867 y 1873-1877, fs. 5-8, 11. 35

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jefe de sección (1859-1863); prefecto de estudios y sustituto de cátedras (1863-1867) y profesor de Mineralogía (1863-1867).39 Aunque Santiago Ramírez tuvo una breve vida docente,40 en 1880 por nombramiento presidencial se le pidió que cubriera interinamente el curso de Laboreo de Minas y Legislación Minera en la Escuela Práctica de Minas en Pachuca, durante la licencia de un año concedida a Rodolfo Muñoz. Ramírez no aceptó esta oferta, sin tener mayores consecuencias, pues pronto fue comisionado por la Secretaría de Fomento para realizar diversos estudios científicos, que se enunciaron anteriormente, ya que era considerado un especialista notable para efectuar el reconocimiento de los recursos naturales necesarios para el desarrollo nacional. Sus habilidades oratorias se manifestaron en diversas ceremonias, ya fuera en el marco de las sociedades científicas a las que perteneció41 o bien, en reiteradas ocasiones en su querida escuela, el Colegio de Minería, a la que dedicó horas de investigación y reflexión. Ejemplo de ello fue la emblemática obra publicada en 1890 por la Sociedad Científica “Antonio Alzate” titulada: Datos para la historia del Colegio de Minería. Recogidos y compilados bajo la forma de efemérides por su antiguo alumno el ingeniero de minas. Participó también en el funeral cívico dedicado a la memoria de Francisco Díaz Covarrubias,42 además fue disertante en los festejos por el Primer Centenario del AHPM, 1864, ML177A, fs. 1-21; Ramírez, Datos, pp. 418, 438, 440, 441, 447. Ramírez, Datos, op. cit., pp. 482-483. En junio de 1866 narra Ramírez, había demanda por parte de los padres y tutores de los alumnos internos para que se trasladaran a casa ante el estado de sitio que guardaba la ciudad, aunado a la escasez de comestibles. El día 20 del mismo mes se dio la última clase de Mineralogía en el Colegio, pues había sido clausurado por las condiciones de guerra, siendo ocupado por las fuerzas juaristas durante dos días y nuevamente, volvió a ser ocupado el día 26. Ramírez, como prefecto de estudios no pudo solicitar el desalojamiento pues el 26 de junio había muerto su padre, Ignacio Ramírez y Gil. 41 Santiago Ramírez, “Discurso pronunciado por el ingeniero de minas..., en la sesión extraordinaria con que la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística celebró el vigésimo-tercero aniversario de su instalación la noche del 28 de abril de 1874”, Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, 3ª época, vol. 2, México, 1875, 7 p. 42 Discursos pronunciados en la velada fúnebre que para honrar la memoria del distinguido Ingeniero Geógrafo D. Francisco Díaz Covarrubias se verificó la noche del 8 de Julio de 1899, en el Salón de Actos de la Escuela Nacional de Ingenieros, México, Imp. de la Secretaría de Fomento, 1889, 42 p. 39 40

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Colegio de Minería, celebrado en 1892, organizado por la Asociación de Exalumnos creada en 1878 y de la que fuera socio fundador, con el objetivo de conmemorar la erección de esta institución científica. En cuanto a los preparativos de la festividad, la prensa publicó que: Los antiguos alumnos de este Colegio han dispuesto celebrar el primer Centenario de su fundación y según parece, dicha velada se verificará del 26 al 27 del corriente [enero]. En artísticos cuadros, colocados en los arcos del patio principal, que se ha transformado en salón, figuran los nombres de los fundadores, catedráticos y alumnos que más se han distinguido, de cuyos nombres unos nos eran completamente desconocidos y otros estaban olvidados.43

El ingeniero Antonio del Castillo, director de la Escuela Nacional de Ingenieros, presidió el acontecimiento, escenario propicio para elogiar la labor de la institución, los avances de la ciencia, los egresados, los sabios maestros y las demostraciones de progreso social y material, por lo que se exhibieron: Instrumentos topográficos, astronómicos y geodésicos, ejemplares de rocas, minerales y fósiles, muestras de fierros meteóricos, alambiques, matraces, retortas, hornos de ensaye y otros aparatos de Química; un microscopio de Nachet, goniómetros, morteros y demás útiles de Mineralogía; modelos de tiros de minas, de malacates de vía área para el transporte, compás azimutal y otros objetos de los usados en la explotación de minas, así como diversos aparatos metalúrgicos, entre los que figuraba un horno de Piltz.44

El estudio de las ciencias, según Ramírez, constituía la profesión del minero, y por esa razón figuraban en el programa del Colegio de Minería y agregaba: “no bastan las doctrinas de los autores consignadas en los libros, ni las explicaciones de los maestros Sociedad de Exalumnos de Minería, “El Centenario del Colegio de Minería”, Memorias de la Sociedad Científica “Antonio Alzate”, vol. VI, 1892-1893, México, Imprenta del Gobierno Federal, 1892, p. 190. 44 Ibídem, p. 191. 43

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hechas en la cátedra: son de todo punto indispensable los aparatos en que hacer las experiencias, los instrumentos con que ejecutar las operaciones, los útiles y reactivos con que practicar los análisis, las colecciones en que reconocer los caracteres, los modelos en que ver aplicados los principios”.45 En efecto, el enriquecimiento del instrumental necesario para la práctica científica había corrido paralelo al funcionamiento del Real Seminario de Minería desde que Fausto de Elhúyar (17571833),46 fundador y primer director, dotó de aparatos para la clase de Física experimental, guiándose por la obra del profesor Sigaud de la Fond, catedrático del ramo en París, obra traducida por Tadeo López. Se hizo la compra de los útiles, reactivos e ingredientes para la clase de Química y recomendaba la adquisición de un surtido de instrumentos de gabinete y de campo para los trabajos mineros y de una colección mineralógica, la cual fue adquirida el 19 de julio de 1794 a la testamentaria del Fiscal Juan Eugenio Santelices Pablo, en 1,314 pesos 4 y medio reales.47 Debe mencionarse que a lo largo del siglo XIX continuaron los insumos para equipar las cátedras y los laboratorios que albergó el establecimiento, contando sin duda alguna con una de las mejores colecciones de objetos, especímenes, reactivos e instrumental científico del país. Así, la celebración del Centenario del Colegio de Minería dio nota a El Monitor Republicano, El Diario del Hogar, El Partido Liberal, El Universal, La Voz de México, El Tiempo y El Nacional, que Santiago Ramírez, “Discurso que en la solemne celebración del primer centenario del Colegio de Minería, pronunció su antiguo alumno el Ingeniero de Minas…, la noche del 1º de febrero de 1892, en el patio principal del expresado edificio”, El Tiempo, año IX, núm. 2523, México, jueves 4 de febrero de 1892, p. 1. 46 Editorial, “D. Fausto de Elhuyar y de Suvíce”, El Minero Mexicano, vol. IX, núm. 5, México, 30 de marzo de 1882, pp. 49-51. Nació en Logroño el 11 de octubre de 1757. Desempeñó el curso de Mineralogía en el Seminario de Vergara de 1776 a 1777, en este mismo año fue pensionado su hermano Juan José para estudiar Metalurgia en el extranjero por cuenta del rey, uniéndose su hermano Fausto por comisión de la Sociedad Vascongada, pasando a Freiberg. En 1779 ambos recorrieron las minas de Sajonia, al año siguiente las de Suecia y Noruega y después los distritos de Inglaterra. Regresó en 1781 al Seminario de Vergara a reanudar sus tareas de profesor de Mineralogía. En 1788 viajó a la Nueva España para desempeñar el cargo de director general de Minería del virreinato; para 1792 se estableció el Real Seminario de Minería en la Ciudad de México, del que fue su primer director. Falleció en Madrid el 6 de enero de 1833. 47 Ídem. 45

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hicieron referencia a la historia de la institución, compilaron breves biografías y datos referentes al Colegio, teniendo especial cuidado en la exaltación a la sabiduría de los grandes hombres que habían pertenecido al establecimiento y algunas otras insertaron el programa que se siguió en el aniversario.48 En el acto se dio lectura del acta de fundación del Colegio de Minería, Santiago Ramírez pronunció el discurso oficial, Adolfo Díaz Rugama compartió una reseña histórica, Justo Sierra leyó una poesía y la ceremonia estuvo acompañada de intervenciones musicales. Además, Ramírez y Joaquín M. Ramos rubricaron que la institución había proporcionado al país: “patriotas para su independencia; soldados para sus combates; caudillos para sus ejércitos; ingenieros para sus defensas; legisladores para sus parlamentos; consejeros para sus consultas; profesores para sus enseñanzas; sabios para sus adelantos y progresos”.49 Para Ramírez, otra manera de evocar los progresos alcanzados por la Mineralogía era a través de la conmemoración del centenario de la apertura de la clase por el sabio Andrés Manuel del Río, cuando el establecimiento contaba con veintisiete meses de existencia, “inaugurando el estudio de un ramo cuya utilidad en nuestro país es de una notoriedad indiscutible; y este recuerdo evocado hoy constituye una verdadera gloria para el Colegio en que tuvo su cuna, y una legitima satisfacción para sus hijos”.50 Bajo este tenor, Ramírez tuvo por iniciativa dirigirse al director de la Escuela Nacional de Ingenieros, Antonio del Castillo, para honrar con la mayor solemnidad el centenario de la inauguración del estudio de la Mineralogía el 27 de abril de 1895. Los grandes hechos, los grandes hombres: “La Galería de Mineros Mexicanos” Santiago Ramírez fue un activo escritor en la prensa minera industrial, como se expuso páginas arriba, pues inició su colaboración en El Díaz y de Ovando, Los veneros, op. cit., p. 3603. Sociedad de Exalumnos de Minería, “El Centenario”, p. 181; Eduardo Flores Clair, “Cero en conducta: Los lacayos del Colegio de Minería”, Historia Mexicana, vol. XLIII, núm. 4 (172), México, El Colegio de México, abril-junio de 1994, p. 636. 50 AHMP, 1894, I, 248, doc. 8, f. 31. 48 49

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Minero Mexicano (1873), propiedad de Mauricio Levek, que fuera órgano difusor de la Sociedad Minera Mexicana y después de la Sociedad Mexicana de Minería (1883). Colaboró en El Propagador Industrial (1875-1876) órgano de la Sociedad Minera durante un año y a cargo de Manuel Gutiérrez. En 1876 fundó, sostuvo y redactó casi por entero El Explorador Minero (1876-1877), en tanto que entre 1880 y finales de 1884 fungió como editor, redactor y encargado de la redacción de El Minero Mexicano, propiedad de Filomeno Mata, actividad que compartió con Mariano Bárcena y Miguel Pérez, director y empleado del Observatorio Meteorológico, respectivamente. En este lapso, se ubica gran parte del proyecto de “La Galería de Mineros Mexicanos” para tributar homenaje a los grandes hombres que destacaron en la actividad minera.51 De tal manera que el ingeniero Ramírez dedicó especial atención a las conmemoraciones, a la consagración de los hechos históricos, tanto de personajes como de instituciones, interés que dio a la publicidad en el impreso. Muestra de ello fue la copiosa lista de necrologías y biografías dedicadas a varias luminarias vinculadas estrechamente con la actividad minera, en la que manifestó su admiración, excelente estilo literario y dotes de historiador. Como resultado de la consulta exhaustiva de las fuentes resguardadas en el Archivo del Tribunal de Minería, Ramírez realizó las biografías del ingeniero de minas alemán Joseph Burkart (1875),52 del sabio Filomeno Mata, “Una palabra”, El Minero Mexicano, vol. XII, núm. 1, México, 2 de abril de 1885, p. 1. Al concluir el tomo undécimo de El Minero Mexicano el 25 de diciembre de 1884, Santiago Ramírez se retiró del frente de la redacción, en la que venía trabajando desde 1880 cuando fue adquirido por Filomeno Mata para “llevar la alta y la baja de la minería nacional, en un periódico exclusivamente mexicano”. En ese momento el empresario se dirigió a los ingenieros Santiago Ramírez, Mariano Bárcena y Miguel Pérez, poniendo a sus órdenes la publicación e invitándolos para formar la redacción, que ocuparon por espacio de tres años, por lo que Ramírez se encargó por completo de la redacción y dirección del semanario de manera gratuita, hasta que decidió dejar atrás esa empresa. Filomeno Mata cuenta que la separación se debió a que durante los tres primeros meses de 1885 no salieron con la regularidad los tiros semanales, situación que contrarió a Ramírez, de allí su decisión para separarse del semanario, aunado a que había sido nombrado director de la Compañía Minera de Real del Monte. De esa manera, el ingeniero continuó colaborando con artículos en el periódico minero y a su vez creció su participación de manera más regular en los órganos de difusión de la Sociedad Científica “Antonio Alzate”. 52 Santiago Ramírez, Discurso en elogio fúnebre del Dr. H. José Burkart pronunciado 51

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Manuel Ruiz de Tejada (1883 y 1889),53 de Joaquín Velázquez de León (1885) para tributar homenaje al fundador y primer ministro de Fomento y director del Colegio de Minería,54 de los profesores del Colegio de Minería Tomás Ramón del Moral (1887),55 José Joaquín Velázquez Cárdenas de León (1888),56 José Sebastián Segura (1889),57 Andrés Manuel del Río (1890), Miguel Velázquez de León (1890 y 1902),58 Mariano Bárcena (1899),59 del ingeniero y colega poblano José Joaquín Arriaga (1897),60 y de los mineros Ignacio Alcocer (1902) y José M. Alcocer (1902).61 Igualmente elaboró necrologías y semblanzas biográficas de ingenieros, en la sesión que la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística celebró en honor de este sabio, por el socio honorario ingeniero de minas, el día 15 de mayo de 1875, México, Imprenta de Díaz de León y White, 1876, 10 p. 53 Santiago Ramírez, Biografía del Señor D. Manuel Ruiz Tejada escrita por el ingeniero de minas, México, Imprenta del Gobierno Federal en el Ex – Arzobispado, 1889, 65 p., 1, retrato; Santiago Ramírez, “El Sr. D. Manuel Ruiz de Tejada”, El Minero Mexicano, vol. X, núm. 13, México, 24 de mayo de 1883, pp. 154-156. 54 Santiago Ramírez, “El Señor D. Joaquín Velázquez de León”, El Minero Mexicano, vol. VIII, núm. 50, México, 9 de febrero de 1882, pp. 595- 607, 1 retrato. 55 Santiago Ramírez, “Tomás Ramón del Moral”, Almanaque de El Tiempo. Diario Católico de México, México, Imprenta de “El Tiempo”, de Victoriano Agüeros y Ca., 1887, pp. 37-56. 56 La redacción [Santiago Ramírez, Mariano Bárcena y Miguel Pérez], “El Señor D. Joaquín Velázquez de León”, El Minero Mexicano, vol. VIII, núm. 50, México, 9 de febrero de 1882, pp. 595-600; Santiago Ramírez, “Biografía del Sr. D. Joaquín Velázquez de León”, El Minero Mexicano, vol. XI, núm. 43, México, 25 de diciembre de 1884, p. 574. Véase Sosa, Biografías de mexicanos, op. cit., pp. 1055-1060. 57 Santiago Ramírez, “El Sr. Presbítero D. José Sebastián Segura”, El Tiempo, año VI, núm. 1613, México, 16 de enero de 1889, p. 2. 58 Santiago Ramírez, Estudio biográfico del Señor Don Miguel Velázquez de León, México, Imprenta de Ignacio Escalante, 1902, 112 p., 1 retrato; Santiago Ramírez, “El Sr. Miguel Velázquez de León”, Revista Mensual Científica y Bibliográfica de la Sociedad Científica “Antonio Alzate”, núms. 5-6, 1890-1891, pp. 56-57. 59 Santiago Ramírez, Elogio fúnebre del profesor Don Mariano de la Bárcena. Secretario perpetuo de la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, México, Oficina Tipográfica de la Secretaría de Fomento, 1901, 27 p., 1 retrato. 60 Santiago Ramírez, “El Sr. Ingeniero D. José Joaquín Arriaga”, El Apostolado de la Cruz. Órgano del Sacratísimo Corazón de Jesús Amoroso Doloso, vol. I, núm. 21, México, 20 de septiembre de 1896, pp. 309-320; Santiago Ramírez, Estudio biográfico del Sr. Ingeniero D. José Joaquín Arriaga, Académico numerario, México, Imprenta Tipográfica de la Secretaría de Fomento, 1900, 33 p., 1 retrato. 61 Santiago Ramírez, “Estudio biográfico del señor ingeniero de minas don José M. Alcocer”, Memorias de la Sociedad Científica “Antonio Alzate”, vol. XVIII, México, Imprenta del Gobierno Federal en el Exarzobispado, 1902, 31 p., 1 retrato.

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médicos, abogados y mineros, entre ellos Patricio Murphy,62 Agustín Barroso (1887), Antonio Balderas (1882),63 Luis Robles Pezuela (1882),64 Fausto de Elhúyar (1882), Juan N. Cuatáparo,65 Francisco Jiménez (1883),66 Manuel García Aguirre (1883), Severo I. Reyes (1883), Juan B. Andonaegui (1883),67 Luis Anda y Fortino Paredes (1883),68 Manuel M. de Anda (1883),69 Elie de Beaumont (1883), Mariano Garfias (1883), Guillermo Segura y Pesado (1884), Gustavo Ruiz Sandoval (1884), Casimiro Chovell (1884) y José Salazar Ilarregui (1892).70 Casi en su totalidad, las biografías, notas necrológicas u obituarios se publicaron en las páginas de El Minero Mexicano, que contó con una sección titulada “Biografía”, y en algunos números apareció con el nombre de “Necrología”. Ambas fueron secciones ampliamente cultivadas durante el tiempo en que fue encargado del periódico. Además se consignaron diversas notas de La Libertad, periódico que publicó durante 1883 y 1884 el Anuario Biográfico La redacción [Santiago Ramírez, Mariano Bárcena y Miguel Pérez], “El Sr. D. Patricio Murphy”, El Minero Mexicano, vol. VII, núm. 12, México, 29 de mayo de 1880, pp. 133-135. 63 Santiago Ramírez, “El Sr. Antonio Balderas”, El Minero Mexicano, vol. IX, núm. 9, México, 27 de abril de 1882, pp. 107-108. Fue profesor de la clase de francés en el Colegio de Minería, en los principales establecimientos públicos y particulares. Estudió la carrera de Medicina, pero no ejerció; sus conocimientos en música lo hicieron acreedor al puesto de director en el Conservatorio que ocupó hasta sus últimos días. Murió en la Ciudad de México el 23 de abril de 1882. 64 Santiago Ramírez, “El Señor Ingeniero de Minas Don Luis Robles Pezuela”, El Minero Mexicano, vol. IX, núm. 37, México, 9 de febrero de 1882, pp. 435-437. 65 La redacción, “El Sr. D. Juan N. Cuatáparo”, El Minero Mexicano, vol. IX, núm. 2, México, 9 de marzo de 1882, pp. 13-15. 66 Santiago Ramírez, “El Sr. Ingeniero Geógrafo D. Francisco Jiménez”, El Minero Mexicano, sección biográfica, vol. X, núm. 3, México, 15 de marzo de 1883, pp. 31-33. 67 La redacción, “El Sr. D. Juan B. Andonaegui”, El Minero Mexicano, vol. X, núm. 24, México, 9 de agosto de 1883, pp. 177-181. 68 La redacción [Santiago Ramírez, Mariano Bárcena y Miguel Pérez], “Los Sres. Ingenieros D. Luis Anda y D. Fortino Paredes”, El Minero Mexicano, vol. X, núm. 29, México, 13 de septiembre de 1883, pp. 337-339. 69 La redacción [Santiago Ramírez, Mariano Bárcena y Miguel Pérez], “El Sr. D. Manuel M. de Anda”, El Minero Mexicano, vol. X, núm. 31, México, 17 de septiembre de 1883, pp. 361-363. 70 Santiago Ramírez, “Biografía del Ing. José Salazar Ilarregui”, El Tiempo, año X, núm. 2608, México, 18 de mayo de 1892, pp. 1-2. 62

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Nacional de la autoría de Francisco Sosa, prolífico escritor, poeta, historiador, periodista y biógrafo. Miguel Pérez era de la opinión de que la obra de Sosa buscaba consagrar y consignar “los principales rasgos biográficos de los mexicanos más notables por su virtud, por su talento, por su ciencia, por sus servicios o por cualquiera otro rasgo digno de mención y de elogio y a impedir que el polvo del olvido caiga sobre los nombres ilustres dignos de conocerse y conservarse”.71 La primera de las semblanzas biográficas reproducidas en el diario minero, de la autoría de Francisco Sosa, fue la dedicada al “Benemérito de la Instrucción Pública”, Joaquín Velázquez de León (1803-1882),72 la secundó la dedicada al celebérrimo sabio geógrafo, astrónomo y anticuario Antonio León y Gama (17351802),73 Miguel Bustamante y Septién (1790-1844),74 Fernando Orozco y Berra (1822-1851),75 Francisco J. Gamboa (17171794),76 Lucas Alamán (1792-1853),77 Tomás Ramón del Moral (1721-1847)78 y Antonio Alzate (1729-1790).79 Sosa también dio a la imprenta las obras Biografía de mexicanos distinguidos y Los contemporáneos. Datos para la biografía de algunos mexicanos distinguidos en las ciencias, en las letras y en las artes, ambas de 1884. Cabe referir que los estudios de Sosa complementaron “La Galería de Mineros Mexicanos” de Ramírez. Francisco Sosa, “Velázquez de León”, El Minero Mexicano, sección biográfica, vol. X, núm. 4, México, 22 de marzo de 1883, pp. 44. 72 Ídem. 73 Francisco Sosa, “D. Antonio León Gama”, El Minero Mexicano, vol. X, núm. 10, México, 3 de mayo de 1883, pp. 118-119. 74 Francisco Sosa, “D. Miguel Bustamante”, El Minero Mexicano, vol. X, núm. 11, México, 10 de mayo de 1883, pp. 131-132. 75 Francisco Sosa, “Fernando Orozco y Berra”, El Minero Mexicano, vol. X, núm. 16, México, 14 de junio de 1883, p. 191. 76 Francisco Sosa, “D. Francisco J. Gamboa”, El Minero Mexicano, vol. X, núm. 18, México, 28 de junio de 1883, pp. 214-215. 77 Francisco Sosa, “D. Lucas Alamán”, El Minero Mexicano, vol. X, núm. 21, México, 19 de julio de 1883, pp. 250-252. 78 Francisco Sosa, “D. Tomás B. del Moral”, El Minero Mexicano, vol. X, núm. 26, México, 23 de agosto de 1883, pp. 310-311. 79 Francisco Sosa, “Alzate”, El Minero Mexicano, vol. X, núm. 27, México, 30 de agosto de 1883, pp. 323-324. 71

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Por el caudal de trabajos cuya orientación descansó en elevar y dar a conocer las virtudes y datos personales, profesionales y morales de los ilustres mexicanos, pareciera a primera vista que fue un género fácilmente cultivable, no obstante, Sosa expresaba la dificultad que significaba elaborar esos estudios, lo que incluso cobra vigencia hoy día: Nada hay más difícil en México, que obtener de una familia datos para formar la biografía de uno de sus miembros. Si éste acaba de desaparecer, escúdanse (sic) sus deudos en que no tienen valor para remover los papeles del finado, o en que dichos papeles no pueden ser revisados mientras la testamentaría no quede terminada, y esto dura en nuestro país largos años. Otras veces se da por pretexto que el muerto, que era en extremo modesto, quemó sus títulos y cuanto a su vida podía referirse, y aun rogó que nadie volviese a hablar de él. Tampoco faltan las personas que finjan recelos o temores de que el biógrafo pueda infamar la memoria de aquel de quien pretende hablar, como si fuera posible que alguien se atreviese a cometer la bajeza de pedir con siniestros fines datos a una familia.80

De manera casi definitiva, a partir de 1899 Ramírez se retiró de la vida académica tras sufrir una caída que le paralizó uno de los brazos, episodio que le obligó a retirarse de la actividad académica y minera, salvo por el par de estudios que presentó en la Sociedad Científica “Antonio Alzate” en 1902, uno relativo a las observaciones sobre el estudio de Manuel Ma. Contreras y otro sobre la biografía de José M. Alcocer.81 Estudios devocionales Desde su accidente, aunado a la pérdida de su esposa, el ingeniero Santiago Ramírez dedicó el resto de sus años a leer y escribir obras místicas, teológicas y de corte moral, entre ellas: La mujer en el Sosa, Biografías, op. cit., p. XI. Véase Santiago Ramírez, “Ligero examen de tres trabajos mineros del señor ingeniero de minas don Manuel M. Contreras, leído en la sesión que le consagró la Sociedad “Antonio Alzate”, la noche del lunes 7 de abril de 1902, por su socio honorario el ingeniero de minas, Revista de la Sociedad Científica “Antonio Alzate”, vol. XVII, 1902, pp. 47-62. 80 81

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matrimonio. Breves reflexiones escritas para un álbum de boda (1886), Armonías entre el Santo Vía-Crucis y la Sagrada Eucaristía. Meditaciones para el Vía-Crucis Eucarístico por un católico (1902) y Diamante sobre cascajo. La Sagrada Eucaristía en sus relaciones con algunos puntos de vista de Nuestro Señor Jesucristo (1907), estudios que tuvieron una exitosa acogida agotándose todas las ediciones. La experiencia adquirida en el seno de las sociedades científicas y su talante de redactor le inspiraron para promover la archicofradía del “Apostolado de la Cruz” en 1894, agrupación de cristianos basada en la espiritualidad.82 Ésta contó con un órgano de difusión bajo el mismo nombre “consagrado al Sacratísimo Corazón de Jesús amorosodoloroso”, cuyo primer número apareció el 3 de mayo de 1896 y que promoviera el ingeniero. En la portada de este semanario se leía: “Todo, hasta el sacrificio, para dar un consuelo al afligido Corazón de nuestro amable Jesús”. La publicación constaba de un cuadernillo de 16 planas, publicado todos los domingos y compuesto de cinco secciones: oficial, expositiva, de controversia, de variedades y de noticias.83 Los puntos sobre los que versó el semanario fueron los referentes a la Obra del Apostolado de la Cruz; el Sagrado Corazón de Jesús; a la devoción de la Augusta Madre de los Mexicanos, Santa María de Guadalupe, y en general a todo aquello que pudiera contribuir a la propagación y al sostenimiento de la doctrina católica. Los fundadores de El Apostolado de la Cruz fueron Agustín Rodríguez, Victoriano Agüeros, José Joaquín Arriaga (célebre por editar desde 1871 la revista de divulgación científica La Ciencia Recreativa), Bernardo Durán y Santiago Ramírez, quien fungió como redactor en turno, sucediéndole en el cargo su colega José Joaquín Arriaga.84 Según el padre Sarre, “por indicación del P. Mir se mandó pintar una Cruz del Apostolado al pintor Margarito Vela, y después se mandó labrar la primera Cruz del Apostolado que fue plantada en la Hacienda de Jesús María el 3 de mayo de 1894, dando con ello principio, de alguna manera, al Apostolado de la Cruz; la Sra. Concepción Cabrera de Armida escribió los estatutos de esta asociación y compuso, el 30 de abril de 1894, los cánticos La Cruz del Apostolado y Alza tu frente”. Eduardo Sarre, Historia, doctrina y práctica del Apostolado de la Cruz, de sus inicios al presente, México, 2009, inédito. 83 “Prospecto”, El Apostolado de la Cruz, México, abril 19 de 1896, s/p. 84 “Portada”, El Apostolado de la Cruz, vol. I, núm. 27, México, 1º de noviembre de 1896, p. 389; Sarre, Historia, op. cit., s/p. El Sr. Arzobispo de México, que desde entonces se consideró como el director general del Apostolado de la Cruz, bendijo 82

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Igualmente a Ramírez se le encomendó la lectura del discurso para celebrar el primer aniversario de la coronación de la Virgen de Guadalupe, colaboró con diversos artículos de corte histórico sobre la liturgia cristiana85 y se consagró como celador.86 El ingeniero de minas logró reunir una considerable fortuna a lo largo de su vida, producto de sus trabajos profesionales y de los vínculos empresariales que estableció; no obstante, su patrimonio fue donado a dotes para las religiosas, obras pías, conventos de monjas y en préstamos a sus amistades. A tal grado, nos narra su sobrino nieto el doctor Santiago Ramírez Ruiz, que murió con 38 centavos en la bolsa y olvidado por todos aquellos a los que les brindó ayuda.87 Después de una corta enfermedad murió a los ochenta y seis años, el 17 de enero de 1922 en Azcapotzalco.88 Sus restos reposan en el Panteón Francés de la Ciudad de México. Destacó Ramírez también en las biografías que hiciera sobre hombres religiosos, las cuales elaboró en el marco de la archicofradía El Apostolado de la Cruz y que la folletería de El Tiempo dio a la publicidad: Apuntes biográficos del M. R. P. Fr. Francisco Álvarez, religioso del Colegio Apostólico de S. Fernando de México (1897) y Apuntes biográficos del M. R. P. Fray Isidoro M. Camacho. Comisario de Tierra Santa (1900). Ambas biografías buscaron perpetuar la vida de esos el semanario. La revista la firmaban tres censores nombrados por el Arzobispo, Dr. Leopoldo Ruiz, Dr. Aristeo Aguilar y P. Laureano Veres. Dicha revista apareció cada semana hasta el número del 26 de noviembre de 1899. El año de 1900 apareció cada mes con el título de El Precursor, y en agosto de 1905 tomó otra vez su primer título. El último número que se publicó fue el de junio de 1913, sería hasta 1921 cuando el P. Guadalupe Treviño inició la revista La Cruz. 85 Santiago Ramírez, “Discurso que para reseñar las fiestas con que se celebró la Coronación de Nuestra Señora de Guadalupe, leyó el Ingeniero de Minas Santiago Ramírez, en la Velada Literaria verificada en el patio principal del Instituto Científico de México el 31 de octubre de 1896, para celebrar el primer aniversario de esta solemnidad”, El Apostolado de la Cruz, vol. I, núm. 29, México, 15 de noviembre de 1896, pp. 424- 426. 86 Sarre, Historia, op. cit., s/p. Especie de formadores. Son un elemento clave en la animación de la archicofradía, pues las actitudes que se les pide son: responsabilidad, prudencia, dulzura, organización, prudente actividad y energía. Además deben ser de diferentes edades y clases sociales, con la intención de hacer llegar el mensaje a toda la ciudad. 87 Valle Arizpe, Por la vieja calzada, op. cit., pp. 375-377; Santiago Ramírez, Ajuste de cuentas, México, Editorial Nueva Imagen, 1979, pp. 16-17. 88 El Universal, año VII, vol. XXII, núm. 1917, México, miércoles 18 de enero de 1922, p. 2.

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“sacerdotes modelos”, además que para Ramírez resultaba innegable el papel que las órdenes religiosas habían jugado en la historia de México, como lo expresó: “digan lo que quieran los opositores sistemáticos de todo lo antiguo; los detractores apasionados de todo lo bueno; los censores serviles de todo lo noble; los enemigos irreconciliables de todo lo santo, las comunidades religiosas han desempeñado siempre una humanitaria misión, y siempre han representado un interesante papel en el seno de las sociedades de todas las épocas”.89 La biografía significó una manera de instruir moral, intelectual y físicamente al lector, pues coincidió con Arróniz en que era “un compendio de sus adelantos científicos y literarios, de sus mejoras materiales, del estado y dirección de su fuerza y armas, de sus elementos de prosperidad y de sus esperanzas o desengaños”.90 Dichas composiciones histórico-literarias forman parte de nuestra cultura científica, a su vez que representan la memoria de la actividad y una fuente de primera mano para los estudios de historia de la ciencia en México.91 Comentario final Aunque el ingeniero Santiago Ramírez cultivó con ahínco y escrupulosidad el género biográfico, particularmente sobre aquellos personajes que mantuvieron un vínculo especial con la actividad minera, y por lo tanto con la escuela donde se formaron, Santiago Ramírez, Apuntes biográficos del M. R. P. Fray Isidoro M. Camacho, Comisario de Tierra Santa, Ex – Comisario General de la Orden Franciscana en la República y Ex – Guardián de los Conventos de San Fernando de México y de la Santa Cruz de Querétaro por S.R., México, Tipografía de “El Tiempo”, 1900, p. 9. 90 Arróniz, Manual, op. cit., pp. V-VI. 91 Véase de Rafael Guevara Fefer, “La biología en México. Un acercamiento historiográfico”, en Frida Gorbach y Carlos López Beltrán (editores), Saberes locales. Ensayos de la ciencia en América Latina, Zamora, El Colegio de Michoacán, 2008, pp. 111-121; del mismo autor, “En busca de la tradición científica del México independiente: una cita, un cuento y un gráfico”, en Ambrosio Velasco Gómez (coordinador), Humanismo novohispano, Independencia y liberalismo: continuidad y ruptura en la formación de la nación mexicana, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2009, pp. 275-286; del mismo autor, “Notas sobre la genealogía de la historiografía reciente de la ciencia latinoamericana o de cómo se inventaron historias para ser esgrimidas contra los embates del atraso”, en Ignacio Sosa Álvarez (coordinador), América Latina: Enfoques historiográficos, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2009, pp. 49-64. 89

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el Colegio de Minería, este célebre ingeniero no fue merecedor de una biografía. Los estudios que hiciera están revestidos por una minuciosa revisión documental, sirviéndose de las publicaciones oficiales, particularmente el archivo del Tribunal de Minería y de los acervos familiares, guardando un cuidado especial de no consignar dato alguno que no estuviera fundado en documentos irrefutables, tarea propia de un historiador. La factura de biografías que el ingeniero emprendió tiene como común denominador la contemporaneidad con los personajes que rememoró. Por lo anterior, los hombres que le interesó destacar a Ramírez fueron mayormente hombres vinculados con la actividad científica, con miras de instruir a las generaciones venideras. Así, “La Galería de Mineros Mexicanos” se ocupó de formar un cuadro de los mineros que más se distinguieron por los servicios prestados al ramo, para “ sacudir el polvo que la ingratitud y el olvido han pretendido arrojar sobre su memoria. Este patriótico trabajo se ha procurado al ir consignando los datos que hemos logrado recoger, relativos a la vida de aquellos mineros distinguidos, que hemos tenido el sentimiento de ver desaparecer en el sepulcro.92

Bien puede considerarse que la “La Galería de Mineros Mexicanos” aparece en un momento particularmente propicio para el género, dada la plétora de obras semejantes, y de dimensiones enciclopédicas, como el Diccionario Universal de Historia y de Geografía (18531856) o de esfuerzos de menor alcance, pero de igual valía, como los publicados en los órganos de las sociedades científicas mexicanas entre ellas la de Geografía y Estadística, que insertó en las páginas de su Boletín 141 biografías, discursos fúnebres, necrologías, alocuciones, elogios y apuntes biográficos; en tanto que en La Naturaleza, revista periódica de la Sociedad Mexicana de Historia Natural se publicaron 41 artículos de dicho tema, donde descolló en número de participaciones el naturalista Manuel Ma. Villada con 13; en la Asociación de Ingenieros y Arquitectos de México se insertaron Santiago Ramírez, “Biografía del Sr. D. Joaquín Velázquez de León”, El Minero Mexicano, vol. XI, núm. 43, México, 25 de diciembre de 1884, p. 574. 92

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14 artículos; y en las Memorias y la Revista de la Sociedad Científica “Antonio Alzate” tuvieron cabida 90 artículos de este género, entre los que destacó Jesús Galindo y Villa con 13 publicaciones. Pese a que Santiago Ramírez, autor de “La Galería de Mineros” no fuera un historiador de profesión, sino un ingeniero de minas, sus intereses descansaron en parte en lo que hoy día llamamos historia de la ciencias. Su contribución es hoy día muy valorada, ya que proporciona datos precisos de algunos de sus contemporáneos y representa una fuente de primera mano para la indagación histórica, aunado a que el compendio que elaboró no constituyó propiamente un diccionario biográfico, sí fue una cuidada selección de hombres notables vinculados con la minería, de allí el título de su proyecto. Desde el punto de vista de la información que contienen, estas biografías revelan la pericia en el manejo de las fuentes que el autor utilizó para la confección de una colección biográfica completa, distinguiéndose algunas por ser demasiado generales, o al contrario, por ser muy ricas en el contenido. El cultivo al género biográfico que hiciera Ramírez contó con un nutrido número de espacios donde difundir sus composiciones, pues entre finales de 1860 y 1900, las asociaciones científicas y literarias nacionales –algunas ya mencionadas– favorecieron las notas de carácter biográfico, ya fuera al publicar una biografía propiamente dicha, una semblanza o una necrología. A su vez, contaron con la sección biográfica, que era cuidada por el secretario en turno, de acuerdo a la tradición francesa. Sin embargo, pese a que Ramírez se distinguió por el cultivo que hiciera a la historia y a otros géneros literarios, entre ellos la biografía, su vida y obra se reviste de una paradoja, pues no hay una sola biografía de él. Puede sugerirse que debido a su longevidad, las generaciones que le vieron partir no le reconocían como maestro, pues no formó discípulos y a su vez, representó un caso típico dentro de la galería de hombres sobresalientes cuya memoria histórica quedó sepultada y que representa uno de los tantos casos que merecen un estudio serio y detallado de su quehacer. Este texto es solo un comienzo.

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