El edificio del antiguo Colegio San José de Mérida como Patrimonio histórico-arquitectónico de la ciudad. Memorias del III Congreso Sudamericano de historia. Mérida (Venezuela) del 19 al 21 de julio de 2007. Pp. 792-806.

June 15, 2017 | Autor: S. Cherini-Ramirez | Categoría: Patrimonio histórico, Arquitectura jesuitica
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Descripción

El edificio del antiguo Colegio San José de Mérida como Patrimonio históricoarquitectónico de la ciudad Serenella Cherini Ramírez Universidad de Los Andes Venezuela [email protected] Resumen Numerosos historiadores señalan que el patrimonio histórico permite el estudio de las culturas reflejadas en documentos cuyos datos sirven para interpretar la manera en que se ha desenvuelto una sociedad dentro de una determinada época. En este sentido, el edificio del antiguo Colegio San José de Mérida, fundado en el año 1944 y obra del H. Luis María Gogorza, S. J., además de ser un vivo ejemplo del ‘modus noster’ de la Compañía de Jesús, podría considerarse un elemento ‘hito’ de la ciudad gracias a diversos elementos que se manifiestan a través del estudio de la historia de su arquitectura y del espacio físico que ocupaba la Orden para aquel entonces. Así, esta investigación expone el alto contenido histórico-social enmarcado en una edificación que hoy por hoy se presenta como un punto de referencia urbana que sintetiza un fragmento importante de la vida intelectual y espiritual de la sociedad emeritense de la primera mitad del siglo XX. Palabras clave: Arquitectura Jesuita, patrimonio histórico-arquitectónico, colegios jesuitas. Introducción Numerosos autores han estudiado la arquitectura y el arte presentes en templos y colegios edificados por la Compañía de Jesús durante los siglos XVII y XVIII. La mayoría de los estudios en el ámbito venezolano se han centrado en las Misiones, Haciendas y Colegios coloniales que la Orden logró fundar en el territorio de aquellos días, mientras que pocas obras hacen referencia a los Colegios que los Jesuitas fundaron luego de su retorno a Venezuela a principios del siglo XX. Partiendo de que todo en la arquitectura expresa las condiciones de la época de la cual deriva1, el edificio del extinto Colegio San José de Mérida podría considerarse como patrimonio de la ciudad al conjugar en su estructura física y entorno ciertos rasgos que le confieren el calificativo de documento histórico representativo del acontecer arquitectónico de la época y la cultura en que fue concebido, presentándose como un fragmento de la memoria emeritense. Aquí el término memoria expresa la cualidad que tiene el edificio de permitir al ciudadano merideño retener y recordar el pasado en cuyo seno tanto el hombre como su entorno construido juegan un papel importante gracias a su constante interrelación. Si los edificios han formado parte de la cotidianidad de la población, pueden ser apreciados por la mayoría de esos habitantes llevándolos en sus recuerdos más profundos. En este argumento, el Colegio San José de Mérida posee el potencial de ser percibido y valorado como parte esencial de la sociedad merideña y su historia. Es por ello que se ha propuesto valorar a este edificio como patrimonio histórico-arquitectónico de la ciudad: herencia 1

Sigfried Giedion, Espacio, tiempo y arquitectura, 1968, p. 21.

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arquitectónica del pasado que muestra la conjunción de rasgos espirituales, materiales, intelectuales y afectivos a través de un conjunto de elementos y espacios portadores de la cultura de la sociedad urbana merideña de la primera mitad del siglo XX. Del mismo modo, el edificio del Colegio San José podría considerarse un ‘edificio hito’ de la ciudad, es decir, una construcción que facilita la legibilidad2 del paisaje urbano a través de un reconocimiento fácil, rápido y coherente de las partes de la ciudad. Esto tipo de edificios desempeñan además una función social al ser símbolos de los recuerdos colectivos que hayan marcado intensamente las vivencias del grupo de habitantes (cotidianas o eventuales), eventos que merecen ser recordados (identificados) y divulgados a futuras generaciones. Recuérdese que la ciudad proporciona un terreno para la acumulación y organización de significados y asociaciones -el llamado ‘sentido del lugar’- fomentando la formación de una memoria y la promoción de la familiaridad o sentido de propiedad en un paisaje reconocible,3 y por tratarse de bienes portadores de ‘cultura’, deben ser conservados, clarificándose los mensajes o significados históricos que llevan consigo de manera de perpetuarlos en la memoria y vivencias cotidianas de los habitantes de la ciudad. Para considerar un edificio como patrimonio es necesario explicar su valor para la sociedad y la ciudad. Entre los valores señalados por M. Waisman se encuentran aquellos relacionados con las vivencias sociales: la memoria social o papel que el objeto en cuestión ha desempeñado en la historia social; la capacidad para conformar un entorno significativo, dando sentido a un fragmento urbano.4 Así, el patrimonio arquitectónico adquiere valor en función de su capacidad de ser elemento de identificación y apropiación del entorno por parte de un grupo social, ser parte constitutiva de la memoria del lugar. Investigaciones previas sugieren que la Compañía de Jesús, gracias a su capacidad de adaptación5 en diversas circunstancias, produce una Arquitectura de elementos de carácter variable (aspectos formales) y de carácter constante (aspectos funcionales) en sus edificios6, lo cual le permite utilizarla como un medio para alcanzar sus objetivos.7 En este sentido, la Arquitectura Jesuítica se caracteriza por su intencionalidad (atraer a los individuos a la fe católica recurriendo a la sensibilidad particular de cada sociedad); su adecuación al lugar de emplazamiento (materiales de construcción, sistemas constructivos y mano de obra disponible, orientación visual, etc.); su definición espacial para cada tipo de edificio (programas de áreas específicos según su función y formas adaptadas a las circunstancias que se presenten); y su variación en estilos arquitectónicos (en función de los gustos o tradiciones del lugar, de la trayectoria profesional de aquellos que participan en la construcción de los edificios y de la capacidad económica tanto de la región de asentamiento como la Compañía para el momento). 2

Tal legibilidad se hace posible gracias al proceso de orientación que resulta de la unión de las sensaciones (percepción de los órganos sensoriales) y los recuerdos, lo práctico y lo emotivo. Ver Kevin Lynch, La imagen de la ciudad, 1998, pp. 11-13. 3 Cfr. K. Lynch, La imagen…, Cit., p. 146 y Aldo Rossi, La arquitectura de la ciudad, 1971, p. 191. 4 Marina Waisman, El interior de la Historia, 1993, p. 127. 5 Guido Gómez de Silva, Breve diccionario etimológico de la lengua española, 1988, p. 30. Este autor hace una distinción esencial entre los términos “adaptar” y “adecuar” indicando que el primero se refiere al hecho de ajustar algo a cierto uso o situación, mientras que el segundo apunta hacia el hecho de igualar algo, acomodar, proporcionar a las condiciones una cosa a otra. 6 Serenella Cherini, Arquitectura jesuita en Mérida: Testimonios de una época, 2006, pp. 82. 7 Por ejemplo, como estrategia para lograr establecerse con éxito en un lugar, o para conservar la tradición arquitectónica del mismo.

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Los edificios que los Jesuitas han erigido en la ciudad de Mérida han sido en su mayoría Colegios cuya tipología funcional es internado y externado obedeciendo a la organización de espacios tipo ‘claustro’: cuartos alrededor de patios internos –por lo menos uno para la comunidad y otro para los estudiantes- circundados por amplios pasillos cubiertos, con discriminación de áreas públicas, semipúblicas y privadas. Comenzando por el Colegio San Francisco Javier fundado durante la época colonial y continuando con la fundación de otro colegio cuando regresan a la ciudad en 1926, queriendo que fuese la continuación del anterior: el Colegio San José de Mérida. Ambos colegios se pudieran apreciar como semillas que han influido en el desarrollo intelectual, espiritual y cultural de la región. De allí que la historia del edificio del Colegio San José esté muy vinculada a la historia de esta ciudad: la estrecha relación del Colegio con su contexto histórico, social, educativo y construido durante el período 1927-1962. Colegio San José: fundado en 1628, restaurado en 1927 En memoria de su antiguo Colegio San Francisco Xavier, los Jesuitas intentan retomar las semillas culturales y afectivas sembradas durante la época colonial: sirvió como punto de partida de la cultura regional (con sus bienes, libros y tradición cultural formó las bases de lo que será la Universidad de Los Andes) y con su presencia muchos merideños conocieron la función que los jesuitas cumplían en la formación de los jóvenes.8 Al cerrar sus puertas en 1767, dejó sentir la gran ausencia de la Orden en el país hasta el año 1916 cuando regresaron decididos a cumplir su propósito apostólico, para lo cual fue necesario la construcción de varias edificaciones, entre ellas, el Colegio San José de Mérida. En 1918 miembros de la Orden fueron invitados para misionar en los pueblos andinos9, y dada su excelente acogida se llevó a cabo la fundación de un colegio de la Compañía años más tarde. Fue en 1926 cuando Mons. Antonio R. Silva G., considerando la visita a la ciudad del P. Luis Zumalabe S. J. para la consagración episcopal de Mons. Acacio Chacón Guerra, dio los primeros pasos para facilitar aquella fundación. Asimismo, durante el período 1926-1927 un grupo de familias merideñas facilitó los medios económicos para que la Compañía iniciara un modesto internado.10 Pero a pesar que la apertura de un Colegio Jesuítico en Mérida era de gran beneficio tanto para la Iglesia como para la sociedad, la fundación del Colegio no fue fácil: los problemas financieros y de espacio eran de tal magnitud que fueron necesarios los esfuerzos de Mons. Cento (Nuncio para entonces de su Santidad), Mons. Antonio Ramón Silva G. y de su Arzobispo auxiliar Mons. Acacio Chacón G. 11 A partir del año 192712 el Colegio jesuítico se dio a conocer con el nombre de ‘SAN JOSÉ’. Algunos expresan que este nombre fue idea de Mons. José C. Mejía, dado 8

Cfr. las obras de Magali Burguera, Historia del Estado Mérida, 1982, p. 98; Edda Samudio, Virtud, Letras y Política en la Mérida Colonial, 1995, p. 62, y José del Rey Fajardo, S. J., Documentos jesuíticos relativos a la historia de la Compañía de Jesús en Venezuela, 1966, Vol. 79, p. 193. 9 “Breve reseña de las misiones de Mérida”; Crónicas Eclesiásticas, en Febres Cordero, Clave Histórica de Mérida, 1991, Tomo IV, pp. 84-102. 10 Manuel Aguirre Elorriaga, La Compañía de Jesús en Venezuela, 1941, p. 218. 11 Julián Barrena, “La Fundación del Colegio San José en los Recuerdos”. El Vigilante, 18/09/1977, p. 5. 12 “El Colegio San José”. El Vigilante, 02/07/1927, Nº 37, pp. 127-128. También consultar el artículo “El prestigioso San José” del diario Patria, 22/03/1927, Nº 442, p.4; y el artículo “Los Jesuitas en Mérida.

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que el Patriarca San José es el primer patrono de la ante Catedral y pueblo de Mérida, mientras que otros piensan que fue el deseo expreso del Excmo. Arzobispo de Mérida Sr. Silva. Si bien desde un principio se pensó en construir un edificio diseñado especialmente para cubrir los requerimientos de este tipo de internado, en sus inicios el Colegio se instaló en una sede provisional -llamada ‘antiguo colegio’- utilizada entre 1927-194113. Se trataba de una casa ubicaba en el sector El Sagrario, la cual abarcaba la mitad de la manzana comprendida entre las Calles Zerpa, Vargas, Rangel y Bolívar. Adquirida por el Dr. Acacio Chacón entre noviembre de 1926 y abril de 1927, fue acondicionándose para albergar las actividades del internado mientras se recaudaban los fondos necesarios para afrontar la construcción de un nuevo edificio que se ubicaría en un terreno donado por una dama merideña y cuyos planos preliminares estaban listos en 1927.14 Fue allí donde el Colegio comienza sus faenas el 19 de septiembre de 1927, con 38 alumnos inscritos. 15 La construcción de una nueva sede para el Colegio San José era necesaria dado que los Jesuitas deseaban “…contar con un grado de aceptación tal, que se viera reflejado en el espacio físico que ocupaban en la ciudad...”16 Finalmente se pudo construir la nueva sede del Colegio que albergaría los espacios necesarios para las actividades principales del internado (comer, dormir, estudiar, enseñar, orar, etc.) que se agruparían en el ‘edificio principal’ de varias plantas y que abarcaba una manzana completa, y las actividades de extensión (deportes, cine, etc.) que se ubicarían en terrenos adjuntos al solar que ocupaba el edificio principal. Al igual que la sede provisional, el nuevo edificio del Colegio se ubicó en El Sagrario, sector que había manteniendo su memoria histórica a través de ciertos elementos a nivel urbano (el trazado en damero como estructura unificadora y organizadora de los componentes formales e imagen de la ciudad) y a nivel edilicio (construcciones que fueron emblemáticas en diferentes épocas de la historia de la ciudad). Con ello en mente, la arquitectura del nuevo edificio refleja la consideración de los estilos arquitectónicos vigentes en la ciudad para la época en que fue concebido (1927), tratando de respetar ó conservar simultáneamente la tipología funcional que la misma Orden ha desarrollado y utilizado en diversos lugares a lo largo de su historia. En este caso, se trata del estilo Neogótico bajo una tendencia eclecticista17 de su diseñador, el Hno. Luis Gogorza y Soraluce S. J. La adopción de este estilo remite a su vez a significados particulares dados por las ‘intenciones’ del diseñador y su actitud frente al contexto edificado de la ciudad de aquel entonces (por ejemplo, pensar que el edificio puede transformar su entorno, valorizarlo y transformarse en hito del lugar).18 Nuevas bodas de oro” (1ra parte) escrito por el P. Rafael Marcuida, S. J., en El Vigilante, 19/07/1977, Nº 11248, p. 6. También revisar su 2º parte publicada el 23/07/1977, Nº 11251, p. 6. 13 Cfr. carta del P. Julián Barrena titulada “Un cincuentenario” del 01/09/1977; la obra de Aguirre Elorriaga, La Compañía de Jesús en Venezuela, 1941, p. 219-220; y la obra de Carmen Carrasquel, El Colegio San José y la formación de la elite merideña 1927-1962, 1998, p. 85. 14 “Tres tópicos de actualidad”. El Vigilante, Nº 46, 10/09/1927, p. 168. 15 Archivo Provincia Venezolana de la Compañía de Jesús (A.P.V.S.J.) Sección Colegio San José. Datos tomados del Diario del Colegio San José. 19/09/1927. 16 Carmen Carrasquel, Op. Cit., p. 93. 17 El diseñador conforma un solo estilo mediante la integración de las partes más significativas de diferentes estilos, por considerarlo el más apropiado para la ocasión. En Juan Pedro Posani, “El eclecticismo criollo”, p. 9. 18 Marina Waisman, La estructura histórica del entorno, 1977, p. 120.

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Sin embargo, hasta la actualidad no se había indagado el impacto ejercido por su arquitectura, su relación y significado a nivel urbano. A pesar de que la ciudad contaba con algunos planteles de enseñanza pública y privada, desde el momento de su fundación el San José se destacó como el primer internado católico para varones que se establecía en el occidente del país a principios del Siglo XX. Y es que al profundizar en aspectos propios de la arquitectura desarrollada por la Compañía, destaca la importancia que ésta le otorga al lugar de asentamiento: el entorno construido sirve de pauta para el diseño de sus edificios, ayudando a determinar muchas de las características formales-estilísticas de los edificios de la Orden, advirtiéndose por ejemplo un estudio previo de los estilos arquitectónicos existentes más representativos y sus significados para el momento, entre otros aspectos. Las primeras décadas del siglo XX fueron una época difícil para la Iglesia en Venezuela, marcada por las ideas liberales y positivistas, carente de organizaciones religiosas y con escasa presencia en el mundo de la educación y la cultura19. Con la apertura de varios colegios en el país, la Compañía trató de dar respuesta a las exigencias de la Iglesia en aquel momento histórico. Y es que en el lapso de vida de 35 años del Colegio Jesuita de Mérida (1927-1962) ocurrieron diversos acontecimientos en el ámbito social, económico, educativo y arquitectónico cuya impronta se refleja en el nuevo edificio del Colegio San José. Contexto social Para 1925 Venezuela vivía inmersa en la dictadura del General J. V. Gómez caracterizada por su represión política e intelectual. Pese a que el país contaba con una población 25% urbana y 75% rural, las ideas positivistas y la materialización del ‘progreso’ eran blasón del gobierno: modernización y belleza eran los conceptos en boga. Calles, plazas, edificios públicos y monumentos estaban en constante ‘embellecimiento’ a lo largo y ancho del país.20 Inserta en este panorama se hallaba la ciudad de Mérida. Su acceso lo conformaban el camino del Páramo y el del Vigía21. Aunado a ello su tradición universitaria, su carácter de centro administrativo regional, sus condiciones topográficas, buen clima y atractivos paisajes la definieron desde entonces como una ciudad tranquila, conformada a escala humana.22 Su población mantenía un gran sentido de la tradición, un profundo carácter religioso y una gran incidencia por parte de la Iglesia en el ámbito educativo23. De acuerdo al Censo de 192624, la ciudad tenía 13.727 habitantes distribuidos en cuatro Municipios. Para 1946 el Estado Mérida poseía un alto porcentaje de analfabetismo, superior al

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“Discurso en el LXXV Aniversario del Colegio San Ignacio de Caracas” pronunciado el 1° de febrero del año 1998, pronunciado por el P. Peter Häns Kolvenbach, S. J. En la página web: www.colsmex.org/documentos/venezuela.htm 20 Ciro Caraballo P., Obras públicas, fiestas y mensajes, 1981, pp. 21-30. 21 A.P.V.S.J. Sección Colegio San José. Carta del 01/09/1977 escrita por el P. Julián Barrena, S. J., titulada “Un cincuentenario”. 22 A.P.V.S.J. Sección Colegio San José. Informe del viaje de inspección del Ministerio de Educación al Colegio San José en 1946. 23 Alfredo Angulo Rivas, Los Andes de Venezuela. Un estudio de Historia política; 1993, pp. 20-30. 24 “Censo del Estado Mérida. 1926.” Patria, 26/08/1927, Nº 569, p. 2.

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promedio nacional25 y para 1950 la población continuaba siendo predominantemente rural (sólo el 23% de la población era de carácter urbano).26 Contexto educativo En Venezuela, el ambiente de penuria educativa existente hasta finales de la dictadura de Gómez comienza a cambiar para 1936 gracias a las medidas y diagnósticos realizados durante el gobierno del Gral. Eleazar López Contreras: aprobación de la Ley de Educación de 1940 bajo la concepción del Estado-Docente y la manipulación del ‘carácter simbólico’ de los Grupos Escolares. Con ello el Estado expone el importante papel que juega el edificio escolar en la formación del niño: se detecta la necesidad de que fuesen amplios, cómodos, alegres, aireados, sanos; con áreas para la alimentación, control de salud, recreación e intercambio de la comunidad.27 Para finales de la década de 1920 la Parroquia Sagrario de la ciudad emeritense contaba sólo con tres PLANTELES DE ENSEÑANZA PÚBLICA: la “Escuela Graduada Picón” para varones (1925), la “Escuela Graduada Rivas Dávila” para hembras y el “Liceo Libertador” (1917) único bachillerato de la ciudad, mixto. Al comparar con el número de entidades educativas a escala nacional28 Mérida era una ciudad privilegiada en el campo educativo, aunque la oferta era menor que la demanda.29 Sus planteles se encontraban ubicados en casas alquiladas que no respondían a las necesidades ni requerimientos de los métodos pedagógicos modernos. Y cuando se construyeron en Mérida los grupos escolares y los liceos, a pesar de todo el dinero invertido en ellos iban hacia una vejez prematura dada la falta de mantenimiento.30 Los planteles de educación privada ofrecían un panorama menos alentador. A partir de la medida de 1913 de ‘puertas abiertas para las distintas Órdenes’, en Mérida comenzaron a establecerse diversas congregaciones religiosas: los Eudistas (1926), la Compañía de Jesús (1927), los Redentoristas (1929), las Siervas del Santísimo Sacramento (1931) y las Hermanas Salesianas (1937).31 Sin embargo, para el período 1927-1932 sólo existía la “Escuela San José de la Sierra” de las Hermanas Dominicas (para hembras), al tiempo que se recogían fondos para el establecimiento de otros dos colegios: el “Colegio San José” para varones de la Compañía de Jesús, y el “Colegio Inmaculada Concepción” para hembras de las Hermanas de María Auxiliadora.32 Cabe destacar que a pesar de que la educación de los hombres era muy importante -por ser ellos los que hasta el momento se 25

Ver la obra de R. Giacalone, Mérida a través del tiempo. Siglos XIX y XX. Política, economía y sociedad; 1996, p. 289, y la obra de Angulo R., Los Andes de Venezuela… Cit., p. 37. 26 Amado Moreno Pérez, Espacio y sociedad en el Estado Mérida, 1986, p. 187. 27 Silvia Hernández de Lasala, “Los grupos escolares de Luis Malaussena”, p. 15. También leer el artículo “Edificaciones escolares” en El Vigilante, 11/10/1945, Nº 3264, p. 1. 28 En Venezuela para 1932 existían “15 colegios federales, 3 liceos, 3 escuelas de comercio, 3 escuelas de artes y oficios, 2 escuelas Normales, 2 de corte y costura, 1 de música y declamación, 1 de artes plásticas, 5 institutos particulares y dos universidades...” En Yolanda Segnini, Historia de la Cultura en Venezuela, 1995, p. 35. 29 “Situación educacional del Edo. Mérida”. El Vigilante, 30/12/1945, Nº 4304, pp. 1 y 4. 30 “Edificios escolares”. El Vigilante, 29/07/1950, Nº 4967, pp. 3-4. 31 Tulio Febres Cordero, Clave Histórica de Mérida, 1991, Tomo VI, p. 64. 32 “Crónica General”. El Vigilante, 09/07/1927, Nº 38, p. 133. “Mérida de Plácemes: Establecimiento de dos colegios”. El Vigilante, 16/07/1927, pp. 135-136.

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destacaban en los campos cultural, político y económico de la ciudad-, hasta el momento de la llegada de los Jesuitas a la ciudad emeritense no se contaba con ningún colegio católico para varones. Pero para la década de 1950, Mérida ya contaba con un grupo de colegios católicos particulares33: la “Escuela San José de la Sierra” (finales del siglo XIX), el “Colegio San José” (1927), el “Colegio La Inmaculada Concepción” (1927), el “Colegio de María Auxiliadora” (1937), el “Colegio San Luis” (1950) y el “Colegio Nuestra Señora de Fátima” (1951). Contexto urbano-arquitectónico Entre 1830 y 1935 Mérida se sitúa en una etapa de “anticipación a la modernidad”34 determinada por la presencia de obras historicistas y eclecticistas (estilo neoclásico y neogótico) y la introducción de nuevas tecnologías como signos del progreso cultural. A pesar de que en Mérida la mayoría de sus edificaciones reflejaban aún su carácter colonial, la Iglesia comenzó a adoptar el estilo neogótico quizá con la idea de demostrar su poder místico e importancia en la sociedad, buscando el afianzamiento de la religión católica a través del culto y la educación. Cabe destacar que en Venezuela ese ‘goticismo’ significó un renacer estilístico empleado a nivel de decoración de fachadas e interiores (uso de arcos ojivales, pináculos, agujas, ornamentación vegetal), ya que la organización espacial de las edificaciones seguía siendo influida por los esquemas de las iglesias coloniales: las edificaciones mantuvieron su relación con la escala y entorno urbano.35 El área urbana de El Sagrario trataba de mantener el ‘crecimiento compacto’ del planeamiento español. Para el momento en que el Hno. Gogorza diseñó lo que originalmente sería la nueva sede del Colegio (1928), existía en la ciudad una Ordenanza sobre Arquitectura Civil36 decretada por el Consejo Municipal del Distrito Libertador el 03/02/1926, la cual indicaba cómo debía trabajarse una edificación en función de las cualidades que definirían la imagen que se quería de la ciudad. En sus 31 artículos se menciona por ejemplo que un edificio debía alinear su frente con los demás edificios de la misma acera (Art. 3); debía poseer cornisas u otros salientes a partir de una altura de 3,50m sobre el suelo (Art. 6); no podía tener aleros hacia las calles en las fachadas o frentes de los edificios, por lo que el coronamiento debía hacerse con cornisas, áticos o pestañas, por el sistema de concreto o mampostería (Art. 7); ni tampoco podía ocupar más de las 7/8 partes del solar en que estaba construido, debiendo destinarse el resto a patios y desahogos para la ventilación e higiene (Art. 13). Respecto a la ciudad de 1928–1938 (lapso entre el diseño y la construcción del nuevo edificio del Colegio San José), era característica por: - Edificios de una sola planta (altura aprox. 3,5m) destinados a vivienda y fabricados con materiales perecederos (bahareque, tapia, barro, madera) y techos de teja. Alrededor de la Plaza Bolívar se encontraban algunas viviendas de dos ó tres plantas. 33

Véase Tulio Febres Cordero, Clave Histórica… Cit., pp. 64-66 y el artículo “Inauguróse el domingo el colegio de Fátima”. El Vigilante, 06/11/1951, Nº 5295, p.1. 34 Beatriz Febres Cordero, La Arquitectura Moderna en Mérida 1950-1959, 2003, pp. 83-84; términos que toma de la periodización propuesta por Silvia Arango cuando ésta describe la modernidad urbano arquitectónica en Latinoamérica. 35 Beatriz Gil, El goticismo en la Arquitectura Religiosa Venezolana, 1992, pp. 302-303. 36 Ordenanza transcrita del microfilm del diario El Vigilante, titulado “Hojas sueltas de Mérida”, 1926.

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- Terrenos delimitados por sus edificaciones (frentes angostos alineados a nivel de sus aceras), definiendo de manera precisa la calle, con patios internos para la iluminación y ventilación. - Solares sin construir (llamados ‘potreros’) alternados con edificaciones en la trama del casco central de la ciudad. - Su perimetral urbana comprendía desde la Plaza de Milla hasta Glorias Patrias, demarcándose con ambas zonas la entrada a la ciudad desde el Páramo y el Vigía, respectivamente. Cabe destacar que el terreno donde se construyó el nuevo Colegio formaba límite entre las cuadras construidas de la cuadrícula colonial y los terrenos no construidos. - Sus calles principales poseían ‘sentidos’ opuestos a los actuales: la calle Independencia (Av. 3) era bajando, la calle Bolívar (Av. 4) era subiendo, la calle Zerpa (Av. 5) era bajando y la calle Rodríguez Suárez (A. 6) era subiendo. - Al no contar con arquitectos de la región, la arquitectura merideña estaba a cargo de una serie de personajes de origen y preparación extranjera principalmente de tendencias académicas, como Marcos León Mariño y Luis Bosetti. - El mayor impulsor constructivo era la Iglesia. Para el diseño de sus construcciones contaba con personal traído del exterior (miembros pertenecientes a órdenes religiosas, arquitectos extranjeros, etc.) que enseñaban sus técnicas constructivas a personas de la región. - Sus edificios importantes dada su escala, estilo y función, estaban destinados principalmente a templos religiosos, sedes gubernamentales (deportivas, administrativas) y viviendas de la alta esfera social merideña. Varios de ellos estaban previstos en materiales y tendencias arquitectónicas similares, y sus frentes se alineaban con las aceras y plazas contiguas definiendo claramente la manzana (ver la Tabla 1): OBRA

DISEÑADOR

AÑO

PROPIEDAD

Iglesia Santa Cruz del Llano

-----------

1900-1933

Iglesia

Iglesia Nuestra Señora del Espejo

-----------

1925

Iglesia

Palacio Arzobispal

Luis Bosetti

1930-1945

Iglesia

Colegio Inmaculada Concepción

Luis Bosetti

1932

Iglesia

1932

Estado

Marcos León Mariño

1935

Estado

Residencia Siervas del Santísimo Sacramento

Luis Bosetti

1936

Iglesia

Cuartel Rivas

---------------

1938

Estado

Hospital Los Andes Estadio Mérida

Luis Bosetti Marcos León Mariño Luis Bosetti

UBICACIÓN El Llano Av. 3 El Sagrario Av. 8 El Sagrario Av. 4 El Sagrario Av. 5 El Llano Av. 3 Glorias Patrias Av. 3 El Sagrario Av. 4 Milla

FUNCIÓN

ESTILO

MATERIAL

Templo

neogótico

Tapia, ladrillo

Templo

neogótico

Tapia, ladrillo

Residencia

renacentista

Concreto armado

Colegio

moderno

Concreto armado

Hospital

neoclásico

Bloque cemento

Estadio

neoclásico

Concreto armado

Residencia

neocolonial

Concreto armado, ladrillo

Cuartel

neocolonial

Concreto

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Dávila

Av. 4 y 5

militar

armado, ladrillo

TABLA 1. Edificaciones contemporáneas al diseño y construcción del Colegio San José

El edificio del colegio San José En 1930 la Sra. Filomena Rojas de Salas donó un terreno de aprox. 6720 m2 para que allí se construyera el nuevo edificio del Colegio. En aquel momento la Compañía de Jesús no tenía apuro por edificar dada la incertidumbre político-económica en que vivía el país. Sin embargo, se generó cierta preocupación por prever y adquirir lo más pronto posible los materiales que fuesen necesarios para el futuro edificio, aprovechándose los elementos que estuviesen al alcance para disminuir los costos totales de la obra37. Por otro lado, se comenzó a buscar parcelas cercanas al terreno donado por la Sra. Rojas pensando en expansiones a futuro, creándose con el correr de los años una especie de ‘núcleo religioso’ dentro de la ciudad contiguo a la sede provisional que la Compañía había establecido a su llegada. En 1935 se aclaran algunos aspectos que justificaban la construcción de un nuevo edificio para el Colegio:38 Las condiciones materiales e higiénicas de la sede provisional eran pésimas y daban una mala impresión tanto a usuarios como a transeúntes; el colegio tenía una mala situación económica debido a deudas acumuladas con respecto a pensiones de los alumnos; el terreno que albergaba la sede provisional no tenía suficiente espacio para la creación de patios de juego y además no se podía aprovechar la edificación existente porque su estructura era de tapias. Por todo ello, lo más idóneo era construir un nuevo edificio en el terreno donado para tal fin, vendiéndose el inmueble provisional y emplear ese dinero en el nuevo edificio, considerando además que no se interrumpiría la vida del colegio durante la construcción y tendría los terrenos adyacentes para campos de juegos. Sin embargo, la carencia de recursos económicos obligó al arreglo elemental de la sede provisional del colegio, buscando adecuar funcionalmente –más que estéticamente- el local a las necesidades de un colegio con los materiales más accesibles: por ejemplo, la tierra para las paredes de bahareque era proveniente de los solares contiguos. Para 1937 se había proyectado, aprobado y comenzado la obra del nuevo Colegio que albergaría alrededor de 250 alumnos, bajo la rectoría del P. Julián Barrena, trabajando rápidamente de modo de “aliviar la estrechez del colegio actual”. Para ello el Hno. Gogorza debía reformular los planos ‘orientadores’ del edificio que había diseñado en 1928, considerando no construir de una vez todo el edificio sino ir levantándolo por pabellones según las posibilidades.39 Sin embargo, esos planos se fueron modificando in situ debido a ciertos inconvenientes que se fueron presentando: El nuevo edificio del Colegio fue diseñado tomándose como base los planos del Colegio San Ignacio de Las Palmas ubicado en Gran Canarias-España, previendo ciertas modificaciones dadas las necesidades que presentaba el colegio merideño (por ejemplo, el hecho de que tendría dos 37

A.P.V.S.J. Sección Colegio San José. Carta de fecha 18/05/1930 y Cuaderno del Colegio curso 1928-1930, de fecha 17/05/1930. 38 A.P.V.S.J. Sección Colegio San José. Informe sobre Mérida en 1935 y Consulta sobre asuntos relativos al Colegio de Mérida. 39 A.P.V.S.J. Sección Colegio San José. Carta enviada al P. Rector del Colegio San José, de fecha 13/10/1936.

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patios en lugar de uno sólo como el Colegio Canario, no tendría piscina, el colegio de Mérida sería un internado, etc.) A pesar de que se realizaron varias visitas antes de comenzar la construcción, algunos detalles fueron pasados por alto y las modificaciones que se hicieron sobre la marcha fueron de tal magnitud que el ‘proyecto original’ creado por Gogorza -un modesto internado- resultó muy diferente al edificio que finalmente se construyó. El nuevo edificio estuvo en construcción desde 1937 hasta 1949, e incluso se dice que aún para el día de su desocupación no estaba culminado40 debido a la precaria situación económica del Colegio y el hecho de que la mayoría del material de construcción (el cemento) provenía de Alemania y como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial su abastecimiento fue complicado. Con todo, se fueron venciendo los obstáculos y la obra se construyó a lo largo de dos etapas: 41 - Etapa 1 (1937 a 1948): abarca desde la adecuación del terreno hasta la construcción de los pabellones aledaños a las calles 24 Rangel y Rodríguez Suárez (actual Av. 5 Zerpa) y los pabellones contiguos a la calle La Paz (actual Av. 6 Rodríguez Suárez), formando con ello el patio principal y el segundo patio. Primero se construyó toda la planta baja –la cual comenzó a utilizarse de inmediato- y luego se continuó con el piso superior. - Etapa 2 (1948 a 1949): abarca la construcción del edificio de tres plantas que se ubicó al frente de la calle 25 Ayacucho (llamado por algunos Jesuitas ‘el martillo’), creando con él el tercer y cuarto patio. Esta labor constructiva se llevó a cabo con la colaboración de varios Hermanos Jesuitas que ya habían trabajado en otras obras edilicias de la Compañía: - El H. Luis Gogorza, S. J., proyectista del edificio y quien trabajó entre 1928-1929 en el desarrollo de unos planos que dejó en Mérida junto a una lista de directrices necesarias para edificar la obra años más tarde. - El H. Jesús Joaristi, S. J., quien trabajó desde 1937 hasta 1948 dirigiendo la primera etapa de construcción. - El H. Sabino Aguirre, S. J., quien trabajó de 1948 a 1949 dirigiendo la última etapa de construcción. - El H. Juan José Leunda, S. J., quien ayudó a dirigir las obras de carpintería. - El P. Reina, S. J., cuyo conocimiento de ingeniería ayudó para los cálculos estructurales de la última etapa de construcción del edificio. - El P. Iturri, S. J., quien manejó la parte administrativa (adquisición de materiales, pago de obreros, etc.). - Un maestro de obra isleño de apellido Rodríguez, quien a su vez había participado en la construcción de la Capilla del Colegio La Inmaculada. - Personal merideño (obreros, albañiles, ayudantes de carpintería, picapedreros, etc.) que poseían experiencia en obras erigidas en esta ciudad.

40 41

Entrevista del 21/07/2004 al Prof. Olegario Diez y Riega, ex alumno del San José. Periodización elaborada a partir de datos obtenidos en entrevistas al Ing. Oliverio Picón (20/05/2004); Sr. Rafael Barrios (05/06/2004) y P. Ramón Aúz S. J. (21/05/2004 y 16/09/2005).

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El colegio y la ciudad A lo largo de su existencia, el San José se fusionó con la vida y necesidades de la ciudad de manera notoria, evidenciándose a través de una serie de acontecimientos: 1. La creación de una Escuela Nocturna gratuita para la clase obrera de la ciudad (1935)42 y de la Escuela Nocturna ‘San Francisco Javier’ (1950) como proyección del Colegio para jóvenes poco favorecidos económicamente. Esta escuela nocturna impulsó en la comunidad un profundo espíritu social, además de ofrecer conferencias de orientación profesional y vocacional, cursillos para capacitación de obreros y estudios sociales. 2. El desarrollo de vistosos desfiles durante las fiestas patrias y las Fiestas Jubilares o Rectorales: los lujosos uniformes, la banda de guerra (1ra. de Mérida), la caballería, los equipos de fútbol y béisbol, los exploradores y los colegiales.43 3. El equipo de fútbol de los Josefinos fue una muestra de cómo los Jesuitas propiciaron el gusto por el fútbol en la ciudad, dado que antes de la existencia del Colegio el fútbol era un simple deporte. 4. El Colegio y la Universidad tenían gran afinidad: el Orfeón del Colegio dirigido por el Prof. Arconada (director del Orfeón Universitario) influyó de manera excepcional y beneficiosa a la cultura musical de Mérida, dado su carácter delicado, sentimiento y técnica.44 Por otro lado, la mayoría de los que impartían clases en el Colegio eran profesores de la Universidad de Los Andes, por lo cual el nivel académico era alto y exigente. 5. La Capilla del Colegio ofrecía misas para el público general, de modo de descongestionar las actividades litúrgicas que se llevaban a cabo en la Catedral de la ciudad. 6. Era el Colegio católico más completo de la ciudad respecto a los cursos dictados (desde preescolar hasta último año de bachillerato) y las instalaciones físicas con las que contaba (superando en calidad incluso a las de la Universidad de Los Andes). De hecho, para el año 1942 el nuevo edificio colegial era considerado como uno de los mejores de la ciudad gracias a su gran confort y capacidad, comparándose con importantes edificios de su época como el Palacio Arzobispal, el Mercado de Mérida, la Cárcel Pública y el Cuartel del Ejército.45 7. El crecimiento del Colegio propició importantes modificaciones en la ciudad como por ejemplo la ampliación de las canchas deportivas del Colegio convirtiéndolas en el magnífico Estadio Lourdes y la construcción del eje de la Av. Don Tulio Febres Cordero, para lo cual se levantaron los grandes paredones que actualmente lo delimitan. 8. Luego de su venta, el edificio del extinto Colegio y lo que fueron sus anexos sirvieron para albergar espacios para satisfacer necesidades tanto de la Universidad de Los Andes como de otros entes: por ejemplo, terrenos que se destinaron a la construcción de viviendas multifamiliares (como es el caso del Conjunto Residencial Ciudad de Mérida) y de instituciones escolares (como el Colegio Monseñor Silva), entre otros. 42

“Notas editoriales, Escuela Nocturna”. El Vigilante, 03/07/1935, Nº 708, p. 1. Bernardo Célis Parra, Voz de Andino, 1988, p.122. 44 “Acto en el Colegio San José”. El Vigilante, 03/02/1952, Nº 5361, p. 1. 45 “Mérida evoluciona en todos los aspectos de su ornato”. El Vigilante, 24/10/1942, Nº 2513, pp. 1-3. 43

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Profundizando la búsqueda de interrelación entre historia, memoria e identidad manifestada en el conjunto arquitectónico-urbano de una sociedad particular, autores como A. Rossi, S. Giedion y M. Waisman piensan que la arquitectura se convierte en memoria revelando su íntima vinculación a la realidad humana (su entorno físico, tiempo, materiales y técnicas disponibles, etc.), siendo una expresión de la manera de vivir de un pueblo, conformándose como hitos de la memoria social y exigiendo una interpretación diferente en cada individuo, ligada a hechos que han sido olvidados pero que mantienen vivas ciertas ‘peculiaridades’ que continúan determinando la manera de ser de esa sociedad particular.46 Al indagar las relaciones entre ciudad, historia y memoria colectiva, se hace inminente investigar el edificio del extinto Colegio San José como una edificación que de una u otra forma ha contribuido al crecimiento y desarrollo de la sociedad merideña desde el punto de vista social, cultural y urbano. En este sentido, es posible estudiar la arquitectura jesuítica merideña desde un punto de vista patrimonial, resaltando su alto valor vivencial, su contenido documental y sentimental, sede de recuerdos y memorias. Ahora, en función de toda la investigación histórica presentada e interpretando los criterios establecidos por la Junta Nacional Protectora y Conservadora del Patrimonio Histórico y Artístico de la Nación47, el edificio del antiguo Colegio San José de Mérida podría considerarse como un inmueble de valor histórico-arquitectónico por cumplir con las siguientes condiciones: • •



• •



Es una obra de un arquitecto reconocido: el Hno. Luis María Gogorza, S. J. Lo característico de su tipología arquitectónica está vinculado a la historia de la arquitectura de una Orden religiosa (La Compañía de Jesús) y representa los valores de vida de una época: la importancia de la vida interior del espacio construido, de la privacidad y la fe en la religión católica. El Colegio como institución fue todo un acontecimiento histórico. Fue el primer internado regentado por la Compañía de Jesús en el ámbito nacional (luego de su regreso al país en 1916) y fue el centro educativo donde se formaron grandes personajes de la vida política, económica y cultural del país. Es un lugar de referencia urbanística que se destaca en su entorno construido inmediato. Su edificio refleja el estilo arquitectónico imperante en la ciudad durante cierta época: el neogótico típico de la etapa de ‘anticipación a la modernidad’ en Mérida. Por ende, es una mezcla de tradición y modernidad: organización espacial vs. los materiales modernos, las técnicas constructivas en él utilizadas y la calidad de las instalaciones con que contaba. A través de sus características formales y volumétricas el edificio ofrece valores espaciales al ámbito central de la ciudad (El Sagrario). Puede considerarse muestra de la importancia que desde ese entonces se otorga a la vida intelectual y espiritual arraigada y desarrollada en la ciudad de Mérida. Manifiesta su capacidad para conformar un entorno significativo, dando sentido a ciertos fragmentos urbanos, es decir, sus instalaciones han adquirido un alto valor económico y visual, convirtiéndose en punto focal de la entrada al Municipio Sagrario por vías que hasta ese momento no habían

46

Cfr. la obra de S. Giedion, Espacio, Tiempo y Arquitectura., la de A. Rossi La Arquitectura de la Ciudad y la de M. Waisman La estructura histórica del entorno. 47 Rojas, Rafael, Junta Nacional protectora y conservadora del patrimonio histórico y artístico de la nación, 1978.

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sido totalmente ‘explotadas’ (las Av. 5 con su prolongación hacia la Av. Tulio Febres Cordero; la calle Campo Elías que se extendería hacia el Viaducto Campo Elías). • Sus características arquitectónicas respetaron las relaciones volumétricas, espaciales y formales especificando los valores ambientales de la ciudad de Mérida entre 19201930, sirviendo de ‘pauta’ o referencia (a nivel funcional) para futuras edificaciones educativas. Muestra el modo de ocupación del sitio y la estrecha relación edificiocalle: configuración de sus fachadas continuas apegadas a la cuadrícula; sus puertas, ventanas y balcones. • Es una de las estructuras de mampostería más sólidas de la región, ejemplo del desarrollo tecnológico que la ciudad tenía para el momento, acorde con las necesidades prácticas-psicológicas que se pretendían abordar en cada edificio y las intenciones de sus creadores (la Orden Jesuita, la Iglesia). Al indagar la historia del edificio del Colegio San José de Mérida se observa como se entremezcla con el contexto social y educativo propios del período; obedeciendo los criterios urbano-arquitectónicos de la época para relacionarse con su entorno construido: arquitectura existente, edificios de usos similares, paisajes, trama urbana, materiales y técnicas constructivas disponibles. A pesar de que el Colegio como institución dejó de existir hace ya 44 años, sigue estando en la memoria y forma parte del sentido del lugar del merideño gracias a su existencia física en la trama de la ciudad. Para las recientes generaciones tal vez su presencia no se explica, queriendo buscar otros usos o nuevos destinos para este espacio. Sin embargo, su fuerte y regia estructura se impone ante los ojos del habitante, recordando su lugar en la historia de la ciudad y la sociedad merideña de principios del siglo XX. Su arquitectura y espacios complementarios merecen ser conservados y a pesar de que con el tiempo han ido adquiriendo nuevos significados, este edificio constituye un medio para el conocimiento de la cultura merideña, facilitando la comprensión de la historia de la región y de los valores de su sociedad. Se dice que sus instalaciones fueron consideradas como referencia entre 1942 y 1962 por ser ideales para las actividades de un instituto educativo, dado que era el mejor colegio dotado hasta ese entonces.48 Esta visión se vio reforzada incluso después de su cierre cuando la Universidad de Los Andes tomó posesión de algunas de estas instalaciones (una parte del edificio principal, las piscinas, teatro, campo deportivo, etc.). Pero a pesar del paso del tiempo y los cambios de propietarios, sus instalaciones han sido flexibles permitiendo albergar diferentes usos, conservándose relativamente bien si se toma en cuenta el poco mantenimiento que se le ha brindado, siendo así una edificación que continúa prestando sus espacios para satisfacer necesidades de crecimiento intelectual de todos los ciudadanos que lo requieran (a nivel local, regional y nacional). Referencias “Acto en el Colegio San José”. El Vigilante, 03/02/1952, Nº 5361, p. 1. Aguirre Elorriaga, Manuel (1941) La Compañía de Jesús en Venezuela. Caracas, Venezuela: Condor. Angulo Rivas, Alfredo (1993) Los Andes de Venezuela. Un estudio de historia política. Mérida, Venezuela: ULA- Ediciones del Rectorado. 48

Carmen Carrasquel, El Colegio San José… Cit., p. 102.

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