El devenir por el lenguaje en El libro vacío de Josefina Vicens.

August 21, 2017 | Autor: Noemí Alba G | Categoría: Hermeneutics and Narrative, Lengua Y Literatura
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Descripción



Elizabeth Noemí Albarrán Gutiérrez
Profesora: Dra. Blanca Ansoleaga Humana
Hermenéutica
Invierno 2004
El devenir por el lenguaje en El libro vacío de Josefina Vicens.
La poesía auténtica debe ser secreta y clandestina […]
La auténtica literatura no es la que halaga al lector,
confirmándole en sus prejuicios y en sus seguridades,
sino la que lo acosa y lo pone en dificultades,
la que lo obliga a ajustar cuentas con su mundo
y con sus certidumbres.
El Danubio de Claudio Magris
Este epígrafe es una plataforma que nos puede proporcionar luz acerca de lo que se espera del escritor y del lector con respecto a un texto. Está relacionado íntimamente con la capacidad de producir pero también de leer y comprender a la manera del verstehen que expone, como veremos más adelante, Paul Ricoeur. Al final, la nostalgia del ser humano "de permitir finalmente que se nos torne accesible el pasado" (Vattimo 27) nos permite mantener la palabra en un erigirse en el sentido de mantenerse (stehen) —como lo menciona Gádamer― para resolver los problemas ontológicos del ser humano.
Al leer El libro vacío de Josefina Vicens, vino a mi mente cuando de pequeña la incertidumbre me inundó, cierta vez, cuando mi padre me confesó que la abuela —Doña Luz, como la conocían en el pueblo― tenía un cuaderno, donde escribía sus recuerdos y algunos poemas que le gustaban. Pero nunca los mostraba, eran para sí misma. Y digo la incertidumbre porque comencé a temer el mismo final desalentador para mí; y vaya que parece que esas actitudes se heredan fácilmente; como la unión que existe entre José García y su hijo Lorenzo.
Durante mi lectura de El libro vacío tuve la impresión constante de que el personaje principal, José García, tenía la gran necesidad de escribir una novela pero pocas ganas de ser leído, o por lo menos ningún otro personaje logró hacerlo, ni su amada esposa, ni siquiera su propio hijo José; o Lorenzo el enfermizo quien le preguntaba todo el tiempo de lo que trataba su novela.
La narración está en primera persona, aunque algunas veces se pueden apreciar diálogos de los demás personajes. Es la historia del transcurrir de la vida del personaje principal que es percibida desde su propio punto de vista. En la clasificación que hace Luz Aurora Pimentel con base en Iser y Genette, del punto de vista narrativo basado en el foco (foyer) podemos catalogar la narración desde una focalización interna en la que se establece que
el foyer del relato coincide con una mente figural; es decir, el narrador restringe su libertad con objeto de seleccionar únicamente la información narrativa que dejan entrever las limitaciones cognoscitivas perceptuales y espacio temporales de esa mente figural. […] también puede focalizarse en un número limitado de personajes […]" (Pimentel 99).
En este sentido, la voz narrativa de José García nos lleva por los intersticios de su mente figural donde somos participes sólo de lo que percibe en su entorno y donde la selección de acontecimientos lo siguen sólo a él.
También el tiempo narrativo es apreciado por el lector debido a la variedad de información, produciendo así un sentir de aceleración en la narración. Es el caso de la novela de Vicens cuyo personaje, con bastante agilidad narrativa, se desliza en el terreno de la indecisión ante la vida misma y donde podemos percibir el transcurrir del tiempo a través del crecimiento del hijo mayor: José.
Hoy descanso. Hoy digo la verdad. No podré escribir jamás. ¿Por qué entonces esta necesidad imperiosa? Si yo lo sé bien: no soy más que un hombre mediano, con limitada capacidad, con una razonable ambición en todos los demás aspectos de la vida. Un hombre común, exactamente eso, un hombre igual a millones y millones de hombres. ¡Ah, quisiera que alguien me contestara! ¿Por qué entonces esta obsesión? ¿Por qué este dolor desajustado? (Vicens 31)
Y es desde el principio, donde se plantea la problemática de todo el texto. José García es un hombre común pero con una contradicción: escribir o no escribir. Su narración es limitada a su percepción pero con profundos nudos vivenciales que ponen en tensión temas que aquejan a quien se quiera dedicar propiamente a la producción literaria e incluso interactúa con temas de la vida común.
Las esposas de los hombres pobres son un poco mágicas. Recuerdo que José quería un smoking cuando cumplió dieciocho años; yo no tenía dinero, pero se compró porque mi mujer vendió una serie de objetos que había guardado precisamente en esas cajas y que jamás pensé que pudieran interesar a nadie. (Vicens 63)
Una de las constantes del texto es la esposa de José García; es ella quien está a su lado y es quien defiende su causa y a veces resuelve problemas que él debería resolver; como cuando su hijo José se enamora de Margarita y la esposa asegura estar contenta con el rompimiento de la relación:
El pobre muchacho nos miró con los ojos llenos de lágrimas. Yo estaba indignado por la dureza de mi mujer e iba a decir algo que suavizara sus palabras, pero ella se adelantó:
―Te falta el de ver llorar a un hijo.
Y entonces ocurrió algo que me dejó aislado, como si fuera yo un extraño que nada tenía que hacer entre ellos: José corrió hacia su madre. (Vicens 139)
La perspectiva del mundo de García, encuentra su razón de ser al momento de plasmar en uno de sus dos cuadernos lo que le parece refleja lo único que puede escribir: lo vivido.
José García, lee tu cuaderno, borra esas frases absurdas y presuntuosas y sustitúyelas con la única que realmente te es posible firmar: "No puedo dejar de escribir". Confiesa que tu necesidad de hacerlo es más fuerte que tú, olvida tu desorbitada ambición de escribir un libro que a todos interese; acepta tu verdadera medida y comprende que si no has escrito otra cosa es porque sólo puedes referirte a lo que es tuyo: los recuerdos que estremecen, contentan o lastiman tu corazón, los opacos sucesos de tu vida diaria y tu relación con unos cuantos seres humanos que coincidieron en tu pequeña órbita. (Vicens 178)
Pues como lo asegura Michel Foucault en Las palabras y las cosas "…el lenguaje no es un sistema arbitrario; está depositado en el mundo y forma, a la vez parte de él porque las cosas mismas ocultan y manifiestan su enigma como un lenguaje y porque las palabras se proponen a los hombres como cosas que hay que descifrar." (42 - 43) La necesidad de García, de expresarse en sus cuadernos implica placer pero al mismo tiempo dolor al no poder expresar lo que realmente desea.
Al parecer es un problema generalizado de las lenguas, el no poder expresar en primera instancia las ideas. En realidad, Ricoeur lo platea como la multiplicidad de sentidos de un mismo signo —este último en sentido estricto lo plantea Saussoure— es decir, la ruptura de la significación y la cosa, ya esta efectuada al denominar algo. Así el trabajo de comunicación requiere de la univocidad del sentido de las palabras para lograr la comunicación.
Para Aristóteles como para Ricoeur "El ser se dice de varias maneras" entendiendo que la pluralidad ontológica del ser es irreductible pero la interpretamos en la Vorstellung o representación que hacemos, respecto a nuestra voluntad de sospecha y voluntad de escucha. Lo que le sucede al personaje principal de Vicens es la necesidad de comunicar algo, pero en el proceso de restaurar el sentido original del texto, se enfrenta a las múltiples versiones que puede adquirir éste y que en la restauración del sentido cae en el círculo hermenéutico de "Creer para comprender, comprender para creer" para dar sentido a su vida.
"Veo escritas, por mí esas frases cuyo recuerdo todavía me estremece, y que sin embargo se quedan desnudas, dulzonas, porque no tienen ya, ni puedo lograr que tengan al escribirlas, eso que las hacía respetables y conmovedoras: el temblor de los labios de mi abuela, su grave tono de voz, su negro vestido, pobre y digno; sus manos huesosas, sus gestos cansados. Yo lo sé; dicho así todo esto no es más que una lista de características que no tienen sentido." (Vicens 41)
Al respecto podemos responder como lo hace Foucault al explicar que "[e]n su forma primera, tal como fue dado por Dios a los hombres, el lenguaje era un signo absolutamente cierto y tranparente de las cosas, porque se les parecía. […] Esta transparencia quedó destruida en Babel para castigo de los hombres." (43 - 44) Por esta razón, al escritor se le dificulta la posibilidad de expresarse como al personaje principal de Vicens. O, ¿será tal vez el miedo a la aceptación social? Y en sentido más profundo, ¿será tal vez una necesidad de buscar sentido a la existencia humana?
Desde la época del Romanticismo se había indagado en la necesidad humana de trascender. Para Rüdiger Safranski, en los primeros románticos se desarrolló una especie de mística del arte; en el proceso de la producción artística existe una euforia procedente de la naturaleza misma. Safranski apunta al respecto:
"Según la convicción romántica, desde Friedrich Schlegel hasta Nietzsche, en el arte actúan energías dionisiacas, que no están dirigidas a un más allá radiante, sino al claroscuro del monstruoso y dinámico proceso de la vida. Desde el punto de vista de la vida cotidiana se trata de una trascendencia, si bien de una trascendencia abismal, con placer y sufrimiento. Para Nietsche lo abismal se abre según dos aspectos: como la «terrible tendencia de la llamada historia universal a aniquilar» y como la «crueldad de la naturaleza». […] La vida siempre será injusta con el individuo, al que sólo le queda la comunión aliviadora con el proceso de la vida en conjunto. Éste es para Nietzsche el «consuelo metafísico» que concede el arte." (Safranski 260)
En el placer de escribir, José García encuentra la necesidad de trascender pero con el abismo del binomio placer y sufrimiento presente en la vida cotidiana que describe y en la que nunca logra el resultado que él quiere. Lo único que al final de su vida ―a los cincuenta y seis años— encuentra dentro de sí mismo es que ha pasado el tiempo. Transcurrió sin darse cuenta o esperando que pasara rápido, pues como decía mi abuela, cada vez que de pequeña me enfermaba como Lorenzo: el dolor no es para siempre hija.
En el primer cuaderno, García solo ha divagado en fantasías y recuerdos. Hacia el final de su vida sigue esperando la luz, la primera frase que será el arranque de su libro. En consecuencia, el primer cuaderno es un devenir de su ser, el alivio de saberse un alguien y poder explicarse su realidad, que comprende lo que sucede a su derredor, que se abre o devela la verdad como bien lo señala Gianni Vattimo: "el pensamiento hermenéutico pone el acento en la pertenencia de observante y observado a un horizonte común, y en la verdad como evento que en el diálogo entre los dos interlocutores, «pone en obra» y modifica, a la vez tal horizonte" (62). Donde Ricoeur de similar pensamiento asegura que lo "simbólico" designa el común denominador de todas las maneras de objetivar, de dar sentido a la realidad" (Ricoeur, Freud: una interpretación… 13) Con relación a esto, en Tiempo y narración I el autor asegura que "el oyente o el lector lo reciben según su propia capacidad de acogida, que se define también por una situación a la vez limitada y abierta sobre el horizonte del mundo." (Ricoeur, Tiempo y narración I 148)
La Erfahrung o experiencia a la que llega José Gacía es la misma a la que llegamos como lectores. Es la Erfahrung a la que también se refiere Ricoeur cuando en Tiempo y narración III en tanto comprensión e interpretación orientada (woraufhin) nos guía hacia el ser en sus dos variantes Sein zum Ende y Sein zum Tode, ser al final y ser a la muerte respectivamente.
En el caso de José García como en el de los lectores se tiene ese devenir del futuro (Zukunft = el porvenir) por el cual debemos procurar el pasado para ser ahí (Dasein), en el presente. Sin embargo, no podemos procurar el pasado sin antes representarlo pues el símbolo da que pensar y es este el motor de la aprehensión de la realidad para representarla (Vorstellung), erigida para fijarla en nuestra memoria.
De esta manera, en la lengua alemana, se puede ubicar el devenir en la partícula zu de Zukunft y Sein zum Ende o Sein zum Tode. Donde se refleja el ser en su devenir al final para comprender la "realidad" o su foco (foyer) de ésta. Para José García, el foco hacia donde se ilumina esta realidad se encuentra al final de la novela; pasando así "por la familiaridad con las mediaciones simbólicas y con los recursos prenarrativos del obrar humano. El ser-en-el-mundo es según la narratividad, un ser en el mundo marcado ya por la práctica del lenguaje correspondiente a esta comprensión. (Tiempo y narración I, 154)
Así, José García encuentra el simbolismo al final de toda su existencia, desde donde puede ver la Lichtung o el claro a la manera de Heidegger, para visualizar su propia realidad enmarcada en el lenguaje del que nunca podrá escapar pues el simbolismo de la vida se encuentra expresable e iluminado, sólo a través de "la posición de una existencia y de una operación de pensamiento: existo, pienso; existir, para mí es pensar (Ricoeur, Freud: una interpretación… 41).
El devenir de la vida se sitúa en el marco de nuestra aprehensión de la realidad, en el foco que nos deja ver nuestro derredor. El título de la obra, El libro vacío, no es más que el mismo pensamiento que a todos nos invade algunas veces cuando por el camino de la vida, no encontramos ese claro iluminado en el bosque. Ese vacío es una fuerza repetitiva y demoniaca que forma parte de la vida.












Obras Citadas
Foucault, Michel. Las palabras y las cosas. 31ª ed. Trad. Elsa Cecilia Frost. Buenos Aires:
Siglo XXI, 1968. Impreso.
Pimentel, Luz Aurora. El relato en perspectiva. 4ª ed. Madrid: Siglo XXI, 1998. Impreso.
Ricoeur, Paul. Freud: una interpretación de la cultura. 13ª ed. Trad. Armando Suárez.
México: Siglo XXI, 1970. Impreso.
---. Tiempo y narración I. 6ª ed. México: Siglo XXI, 1995. Impreso.
---. Tiempo y narración III. 4ª ed. México: Siglo XXI, 1996. Impreso.
Safranski, Rüdiger. Romanticismo. Una odisea del espíritu alemán. Trad. Raúl Gabás.
México: Tusquets editores, 2009. Impreso.
Vattimo, Gianni. Ética de la interpretación. Barcelona: Paidós, 1991. Impreso.
Vicens, Josefina. El libro vacío. Los años falsos. Pról. De Aline Petterson. México: FCE,
2006. Impreso.


Albarrán 9


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