El destino del arte bajo el capitalismo

June 14, 2017 | Autor: L. Aranda Brito | Categoría: Art Theory, Art Theory and Politics, Visual Arts
Share Embed


Descripción

El destino del arte bajo el capitalismo Presenta: Leonardo Aranda Brito Programa: Maestría en Filosofía. Área: Filosofía de la cultura Semestre: Segundo semestre. Matricula: 511010895 1.0 Consideraciones sobre el arte en Sánchez Vázquez

Desde la perspectiva de Sánchez Vázquez, podríamos entender el arte como el resultado de una praxis histórica, la cual es fundamento tanto de la capacidad del hombre para transformar su medio, como la capacidad creadora derivada de la primera. En éste sentido, el arte está siempre supeditado a una relación entre un sujeto y un objeto, que, sin embargo, en tanto que relación fundada en la práctica, está siempre mediada por las distintas fuerzas que definen tanto al sujeto como al objeto como entes sociales. A dicha relación, habrá de llamársele „relación estética‟, y en este sentido, el arte, será una esfera privilegiada dentro del resto de posibles relaciones que se dan en la esfera de la estética. De esta forma habrá que comprender, pues, la importancia que tiene la práctica y el trabajo en la fundamentación del arte, así como de las capacidades estéticas necesarias, tanto desde el punto de vista del creador, como desde el punto de vista del consumidor, para la existencia del arte mismo. Al respecto Sánchez Vázquez dirá que “La práctica es una dimensión del hombre como ser activo, creador, y por ello, el fundamento mismo de la praxis artística hay que buscarlo en la práctica originaria y profunda que funda la conciencia y la existencia del hombre”1. La práctica, así entendida, engloba la actividad humana dotada de una continuidad histórica, y a su vez, dotada de una finalidad o un sentido, que se imprime tanto en el sujeto como en el objeto que se ponen en relación a través de ella. La práctica, es pues, el fundamento de lo que, de forma esencialista, damos por naturaleza humana, pero que en realidad, no es sino el resultado que la propia actividad del hombre sobre su realidad objetiva y sobre sí mismo. Es decir, aquella realidad que el hombre transforma a través de su actividad, así como el mundo socializado que aparece a través de ella. De la misma forma, el sentido estético se origina en la propia práctica. “La conciencia estética, el sentido estético, no es algo dado, innato o biológico, sino que surge histórica, socialmente, sobre la 1

Sánchez Vázquez, Adolfo. Las ideas estéticas de Marx. Ed. Siglo XXI. México, 2005. p. 20

base de la actividad práctica material que es el trabajo, en una relación peculiar en la que el objeto sólo existe para el objeto y este para el sujeto”2. Es pues, la práctica, la que permite conferir a cierto tipo de objetos una serie de cualidades estéticas objetivas, así como es a través de ella, como el hombre se encuentra con una disposición sensible para encontrar a dichas cualidades como cualidades estéticas. Al respecto, Sánchez Vázquez, dirá:

La práctica, como fundamento del hombre en cuanto ser histórico-social, capaz de transformar la naturaleza y crear así un mundo a su medida humana, es también el fundamento de la relación estética con la realidad […] Esta acción, que es transformación de la naturaleza dada, no es exigida pura y simplemente por la necesidad de subsistir, sino ante todo por la necesidad para el hombre de afirmarse como ser humano, y de mantenerse o elevarse como tal. La práctica es creación o instauración de una nueva relación exterior e interior 3

Así pues, vista la relación estética a través de la práctica, se rompe con una concepción esencialista de la misma, dado que no habrá entonces de encontrarse ni a un sujeto, ni a un objeto fijos dentro de dicha relación, sino siempre una dialéctica determinada por las posibilidades fundadas en la praxis. “En el mundo del arte y del trabajo, no existe un objeto en sí, pues el objeto es una creación del sujeto, un producto en el que éste se objetiva, pero el sujeto tampoco existe en sí, sino como objeto que se objetiva”4. En este sentido, debemos ver al sujeto, como sujeto histórico-social, resultado de una serie de transformaciones que se han dado a lo largo de la historia en la conformación de sus capacidades. No encontramos, pues, esencia humana, sino humanización del hombre a través del trabajo. De la misma forma, se entiende la inexistencia de un objeto como tal, sino la existencia de un objeto humanizado, es decir, un objeto al que se le ha dado un sentido humano. “Transformando la naturaleza exterior, el hombre ha hecho con ella un mundo a su medida, un mundo humano, y ha añadido así lo humano a la naturaleza. Pero

2

Ibidem, p. 63 Ibidem, p. 21 4 Ibidem, p. 27 3

también ha tenido que transformarse a sí mismo, pues tampoco en su propia naturaleza lo humano estaba dado de por sí”5. Así, pues, en la relación estética nos encontramos con dos polos de un mismo proceso dado a través de la práctica. Por un lado, la humanización de los objetos a través del trabajo y la creación, y al mismo tiempo, una transformación del sujeto, que se conforma como sujeto humano, en tanto que éste imprime en su propia naturaleza, lo humano-social a través de la práctica. “En la relación estética del hombre con la realidad se despliega toda la potencia de su subjetividad, de sus fuerzas humanas esenciales, entendidas éstas como propias de un individuo, que es, por esencia, un ser social”6. En este sentido, la propia capacidad del hombre tanto de crear obras de arte, como de poder apreciarlas y consumirlas como productos artísticos, es resultado de su desarrollo como ser socializado, y esto no solo porque la sociedad imprima una serie de valores estéticos sobre los objetos, sino más allá, porque incluso la evolución de sus sentidos, como sentidos capaces de recepción estética, es el resultado de la propia actividad humana. Será en éste sentido que Sánchez Vázquez dirá que: Los dos términos de ésta relación – sentido y objeto– lo son en una relación social. Los sentidos humanos se han formado como tales histórica y socialmente, y en este proceso de humanización de los sentidos el ojo y el oído se han convertido en sentido estéticos […] Pero la relación estética no sólo tiene un carácter social por su origen y desarrollo, sino porque el sujeto de en esta relación es un hombre social y el objeto –por su contenido humano, social– sólo tiene sentido para este hombre social.7

Finalmente, diremos entonces, que sujeto y objeto no existen propiamente bajo categorías estéticas sino en la relación mutua. En otras palabras, no es sino en la condición de dicha relación, donde el objeto adquirirá cualidades estéticas objetivas, es decir que se convertirá en objeto de una contemplación estética; de la misma manera que no existe sujeto estético, al margen de la situación en que dicho sujeto está dispuesto al interior de

5

Ibidem, p. 49 Ibidem, p. 23 7 Ibidem, p. 55 6

una relación con un objeto con cualidades estéticas. “En suma, sujeto y objeto de por sí, al margen de su relación mutua, no tiene real, efectivamente, una existencia estética”8. Ahora, si bien la relación estética y el trabajo, tienen un mismo fundamento en la práctica, ambas se diferencian, en tanto que la relación estética no solo comprende la objetivación de la materia y humanización de los sentidos estéticos, sino que los afirma de una manera superior. Esto se puede postular, en tanto que la relación estética no solo implica una transformación de la materia, sino más allá de esto, implica una labor creativa, o una labor de contemplación, donde se ve plasmado el espíritu humano; entendido éste como la esencia de lo que de objetivo-humano aparece en el sujeto. Es decir, lo que la sociedad ha impreso sobre el sujeto, y que este ha decantado en su propia naturaleza subjetiva como creador. En este sentido es que Sánchez Vázquez dirá que: “La sensibilidad estética es, por un lado una forma específica de la sensibilidad humana, y, por otro, es una forma superior de ella, en cuanto que expresa en toda su riqueza y plenitud la verdadera relación humana con el objeto como confirmación de las fuerzas esencialmente humanas en él objetivadas.”9 Así pues, lo que se pone en juego al interior de la relación estética, es el proceso mismo de evolución al que ha estado sujeto el hombre tras siglos de su existencia, donde la aparición misma del arte se ve como un signo positivo de la superación de la necesidad por parte de las fuerzas productivas del hombre en la forma de un excedente. Dicho excedente, dado, tanto en las capacidades humanas de transformación de la materia, como en la propia sensibilidad humana; es decir, tanto objetiva, como subjetivamente, es la muestra de la más alta caracterización y despliegue del espíritu humano, en tanto que realización histórica de un proceso de transformación del hombre por su propia actividad. O en palabras del propio Sánchez Vázquez:

La creación artística y, en general, la relación estética con las cosas es fruto de toda una historia de la humanidad y, a su vez, es una de las formas más elevadas de afirmarse el hombre en el mundo objetivo. Ha sido justamente la actividad práctica de los hombres la

8 9

Sánchez Vázquez, Adolfo. Invitación a la estética. Ed. Grijalbo. 2ª edición. México, 2005. p. 106 Sánchez Vázquez. Op Cit 52

que ha creado las condiciones necesarias para elevar el grado de humanización de las cosas y de los sentidos hasta el nivel exigido por la relación estética.10

Es así, entonces, como el arte llega a ocupar un campo privilegiado como esfera dentro del campo de posibilidades de las relaciones estéticas; en tanto que, ya sea que como creador o como consumidor, lo que el arte exige para aquellos que han de situarse al interior de una relación estética con un objeto artístico, es el máximo de una sensibilidad humana, o mejor dicho humanizada, desarrollada a través de la práctica. Y donde el contenido de la propia obra de arte, no será sino el hombre mismo, en tanto que ser histórico-social. Es decir, el espíritu objetivo del hombre. Sánchez Vázquez dirá que:

El arte como el trabajo, es creación de una realidad en la que se plasman fines humanos, pero en esta nueva realidad domina sobre todo su utilidad espiritual, es decir, su capacidad de expresar al ser humano en toda en toda su plenitud, sin las limitaciones de los productos del trabajo. La utilidad de la obra artística depende de su capacidad de satisfacer no una necesidad material determinada, sino la necesidad general que el hombre siente de humanizar todo cuanto toca, de afirmar su esencia y de reconocerse en el mundo objetivo creado por él […] Pero esta libertad no es algo dado por naturaleza al hombre, sino algo que éste tiene que conquistar. Y esa conquista sólo se logra mediante el trabajo.11

Finalmente, diremos que el punto más alto de la relación estética se da en la posición que asume el artista como creador, en tanto que ésta posición no solo presupone una gran desarrollo de la sensibilidad humana, sino a su vez, una gran capacidad del sujeto para desarrollar el potencial creativo del hombre, en tanto que potencialidad de síntesis del espíritu histórico-social. En otras palabras, el artista, al cual usualmente se le caracteriza como una exaltación de la subjetividad, es en realidad tal, en tanto que es capaz de concretizar a través de su labor creadora-subjetiva una gran cantidad de determinaciones humanas, cuyo origen es histórico y social. Y que, en éste sentido, son objetivas, en tanto que lo que plasman no es, pues, a un hombre en su dimensión puramente subjetiva y

10 11

Idem Ibidem, p. 38

concreta, sino en lo que dicho hombre tiene de histórico-social, en tanto que dicha dimensión es capaz de significar a la totalidad de los hombres.

2.0 La condiciones hostiles al arte en el capitalismo

Siguiendo a Marx, Sánchez Vázquez afirma que el capitalismo y sus formas de organización social y productivas son, en esencia, hostiles a la creación artística. “La contradicción entre arte y capitalismo no se plantea con respecto a un arte que ideológicamente contradice la ideología dominante, sino con el arte en cuanto tal”12. Dicha afirmación se da a través del estudio que realiza Marx, y que sigue el propio Sánchez Vázquez, sobre las formas que adquiere el trabajo, y por tanto el hombre, subsumido a las fuerzas productivas del capitalismo. Sin embargo, dicha tesis se contrapone con la tesis del „desarrollo desigual del arte y la economía‟ de Marx, de acuerdo a la cual “en una sociedad económicamente inferior el arte puede alcanzar un florecimiento no alcanzado, en cambio, en una sociedad más elevada desde el punto de vista económica-social”13. Si bien, aparecería aquí una contradicción evidente, Sánchez Vázquez matiza ambas tesis para dejar ver la dinámica bajo la cual ambas operan en la realidad artística contemporánea al capitalismo, y afirma que si bien existe una confrontación esencial entre el las formas productivas del capitalismo y el arte, ello de ninguna manera sostiene una coincidencia esquemática entre la economía y el arte. Si bien ambas facetas de la producción humana están relacionadas, ello no sucede de forma directa y esquemática, sino mediado por una serie de eslabones; de lo cual se deduce que aun cuando exista una hostilidad esencial entre el capitalismo y el arte, es posible, sin embargo, la existencia de obras de arte, e incluso de grandes obras de arte bajo el yugo del capitalismo, de la misma forma en que ningún otro sistema social-económico garantiza per se la calidad de las obras de arte. Así pues, bajo este matiz, se puede dar la compatibilidad entre la tesis de la hostilidad entre el capitalismo y el arte, y la tesis del desarrollo desigual del arte y la economía. Ahora bien, Sánchez Vázquez explica esta hostilidad esencial entre el capitalismo y arte como resultado de las trasformación que sufre bajo las formas productivas del

12 13

Ibidem, p. 99 Ibidem, p. 157

capitalismo el trabajo. Como habíamos visto con anterioridad, el arte es el resultado del trabajo, en tanto que, es a través de éste, como el hombre desarrolla sus capacidades estéticas y logra situarse en una relación estética con los objetos.

El trabajo es expresión originaria de una libertad del hombre que sólo cobra sentido por su relación con las necesidades humanas. Gracias al trabajo se establece una distancia, que va ampliándose en el curso de la relación social, entre la necesidad y el sujeto, o entre la necesidad y el objeto de satisfacerla […] En el trabajo, sujeto y objeto se hallan en una relación mediata. Entre sujeto que produce y el objeto producido está el fin, la idea o imagen ideal que ha de materializarse, como resultado, en un objeto concreto […] El fin es, por tanto, la prefiguración ideal del resultado material, concreto, que se pretende alcanzar. El producto, el objeto del trabajo, es, en definitiva, un fin humano objetivado, es el fruto de la transformación práctica de una realidad que, previamente, ha sido transformada de un modo ideal en la conciencia.14

Sin embargo en el capitalismo el trabajo adquiere una forma enajenada, y en este sentido entra en contradicción esencial con el arte. Para Sánchez Vázquez, de nuevo siguiendo a Marx, el trabajo en su forma tradicional ponía en relación directa al productor con su producto, y dicho producto se valorizaba de forma directa, en relación con su valor de uso. Sin embargo, en el capitalismo, el trabajo se ve alienado en tanto que el productor ya no tiene relación con el producto terminado, que es el resultado de una serie de procesos, con los cuales el trabajador entra en relación únicamente en determinadas pasos. Por otro lado, dicho producto se valoriza como mercancía, es decir, como objeto abstracto de intercambio que solo tiene valor en relación con su posibilidad de intercambio, al interior del mundo de las mercancías, con respecto a un patrón de intercambio abstracto que es el dinero. Finalmente, el trabajador tampoco tiene, dentro de la forma del trabajo asalariado del capitalismo, una relación directa con aquel que ha de consumir el producto de su trabajo. “Entre el productor y el consumidor se interpone un mundo inasible y extraño: el mercado”15. Dicha situación, pues, deslinda al trabajador del resultado de su labor, despersonaliza su relación con el 14 15

Ibidem, p. 35 Ibidem, p. 172

consumidor, y a la vez, deshumaniza su relación con los objetos que produce. Así, pues, Sánchez Vázquez dirá que: La producción material capitalista se opone al hombre justamente por lo que tiene de ser creador; de ahí que sea incompatible con el trabajo libre, creador, y que sólo pueda admitir el que realiza el hombre como actividad forzada, extraña, no propiamente creadora, o sea, el trabajo enajenado en su forma concreta de trabajo asalariado […] Por ser hostil al trabajo creador, la producción material capitalista lo es, con mayor razón aún al trabajo artístico que es creación por excelencia.16

La enajenación del trabajo se entenderá, pues, en el sentido de una extrañamiento entre el trabajador y el producto de su trabajo, pero a su vez, como un sometimiento del trabajo a la producción en lugar de a la necesidad. En otras palabras, el trabajo asalariado no tiene como función esencial cubrir algún tipo de necesidad, en todo caso es el propio sistema el que ha de crear dichas necesidades. En su lugar, dicho tipo de producción impone la propia producción, como el motor del trabajo, en tanto que solo en la incesante dinámica de producción y consumo encuentra el sistema capitalista su relativa estabilidad. Así pues, “la producción capitalista se ha vuelto contra el hombre. Lejos de estar ella al servicio del hombre, es el hombre el que está al servicio de la producción. O mejor dicho, el hombre desaparece tras un mundo de cosas, de mercancías, para volverse una cosas más”17. De ésta forma vemos, pues, en que sentido ha de entenderse la hostilidad entre el capitalismo y el arte. No solo se trata de una hostilidad formalizada en una ideología que se opone al arte, sino en una oposición esencial que destruye el fundamento mismo de la sensibilidad estética, a saber: el trabajo. La forma del trabajo asalariado destruye la capacidad de objetivación del cual depende toda actividad creadora. “La objetivación le ha servido al hombre para ascender de lo natural a lo humano; la enajenación hace que el hombre recorra esa misa dirección en sentido inverso, y en esto consiste precisamente la degradación de lo humano”18. Así pues, el mismo problema al que se enfrenta el trabajo general, afecta al trabajo artístico, y el artista se ve sujeto, dentro del capitalismo, a formas de producción que lo 16

Ibidem, p. 180 Ibidem, p. 177 18 Ibidem, p. 28 17

enajenan de su producto y la reducen a mera mercancía. “Convertida la obra de arte en mercancía, pierde su significación humana, su cualidad, su relación con el hombre. Su valor […] ya no descansa en sí misma […] sino en su capacidad para producir ganancias”19. El trabajo artístico, bajo los imperativos del capitalismo, pierde, al igual que el resto del trabajo, lo que hay de capacidad creadora en él, y de ésta forma atrofia las capacidades estéticas del hombre. De la misma manera, en tanto que el objeto de su producción, la obra de arte, se vuelve en mera mercancía, no encuentra su valorización en sus cualidades estéticas, sino que su valor ha de darse, al igual que el resto de las mercancías, en su capacidad de producir ganancias en el intercambio. Es decir, que su consumo no ha darse en el ámbito de una relación estética, sino en el ámbito económico, como mero bien pasivo para el capitalista, que de esta forma anula en el objeto artístico sus condición de objeto de una relación estética, al colocarlo al margen de las posibilidades de contemplación que permiten dicha relación. Ello es expresado por Sánchez Vázquez de la siguiente manera: En el trabajo artístico –como en todo trabajo concreto– impera la cualidad. La valoración de sus productos no puede hacer abstracción de su cualidad, de sus peculiaridades singulares […] La transformación del trabajo artístico en trabajo asalariado se halla, pues, en contradicción con la esencia misma de la creación artística, ya que por su naturaleza cualitativa, singular, el artístico no puede ser reducido a un parte del trabajo general abstracto.20

Para concluir esta sección, podemos resumir, pues, lo ya dicho, en cuanto a que la hostilidad del capitalismo al arte se da de una forma esencial y no como un fenómeno transitorio dentro de las formas productivas del capitalismo, en tanto que, dichas formas producen una forma de trabajo enajenada, que afecta de la misma forma al trabajo artístico. Dicha enajenación tiene como resultado la cosificación de la relación entre el creador y su obra, arrojando a ésta al ámbito de las mercancías, y

anulando de ésta manera la

posibilidad de una relación estética, en la cual, la obra de arte pueda completar su objetivo.

19 20

Ibidem, p. 192 Ibidem, p. 101

3.0 El desenvolvimiento del arte en el capitalismo A pesar de las tesis antes expuestas sobre la hostilidad entre capitalismo y el arte, Sánchez Vázquez realiza una serie de consideraciones con respecto a la universalidad de dichas tesis, tomando en consideración el evidente desenvolvimiento que el arte ha tenido en la etapa capitalista, así como la gran cantidad de obras de arte que se han producido en dicho periodo. Así pues, Sánchez Vázquez elabora las siguientes consideraciones como tesis para entender las características y el desenvolvimiento que se ha dado en el arte, a pesar de la hostilidad a la que se enfrenta: 1. “La hostilidad del capitalismo al arte no puede extenderse a toda la producción artística de las sociedad capitalista, sino a aquella a la cual se aplica la ley de la producción material capitalista.”21 2. “El grado de sujeción de la producción artística a las leyes de la producción material depende […] del grado de desarrollo capitalista del país correspondiente.”22 3. “No todas las ramas artísticas se hallan sujetas, en la misma medida, a las leyes de la producción capitalista […] pero esto solo quiere decir que el capitalismo sujeta a las leyes de su producción material unas artes más que otras.”23 4. “Cuanto más profundo es el interés por la productividad material de la obra de arte […] tanto más se limita la libertad de creación, tanto más es dirigido el proceso de creador y tanto más se intenta ajustarlo a prescripciones que aseguren la aceptación del público masivo.”24 5. “Cuanto más profundamente extiende sus leyes la producción material a la actividad artística, tanto menos propicio es el terreno para la creación y, por consiguiente, tanto más intenso ha de ser el esfuerzo del artista para resistir y superar los elementos hostiles.”25 Así pues, se abre la posibilidad de un desenvolvimiento del arte en el capitalismo. Sin embargo, dicho desenvolvimiento se ve determinado por el propio desenvolvimiento del capitalismo en cuanto a su desarrollo productivo, así como en relación con las distintas 21

Ibidem, p. 215 Ibidem, p. 216 23 Idem 24 Ibidem, p. 217 25 Ibidem, p. 218 22

ramas artísticas. De esta forma, vemos como, aun cuando exista la posibilidad de un arte en el capitalismo, este se ve trastocado por las diferentes formas que asume el capitalismo frente al arte, así como de las distintas formas de resistencia en las cuales el arte se atrinchera para lograr su supervivencia. Dichas trincheras se asocian con las nuevas formas de arte, que al margen de la producción capitalista, se hallan en una contraposición radical con los valores e ideales del propio capitalismo.

4.0 Creación y goce artístico

Para Sánchez Vázquez, resulta importante resaltar la importancia que tiene diferenciar el consumo y la creación propios del mundo estético, de lo que serian las formas capitalistas de los mismos. Dicha importancia resulta de la circularidad que se da en cuanto a la determinación de la producción por el consumo, y del consumo por la producción. Es decir, que la producción determina el consumo, en tanto que crea los productos que han de ser consumidos, de la misma forma en que el consumo determina a la producción en tanto que es el quien determina la finalidad de la producción. Entender, pues, las dinámicas propias entre el consumo

y la producción, resultan pues de vital importancia en la

búsqueda de plantear las posibilidades que tiene el arte para encontrar formas opuestas a las determinaciones que le impone el capitalismo. Y en este sentido nos dice que: “La nueva sensibilidad, el nuevo público, la nueva actitud estética tiene que ser creada; no es fruto de un proceso espontaneo. Y entre los factores que contribuyen decisivamente a crear un nuevo sujeto para el nuevo objeto artístico está el objeto mismo”26. De esta forma debemos entender, pues, la creación artística, a diferencia del trabajo alienado, como un trabajo libre que tiene como objetivo la humanización de la materia; que de ésta manera imprime un sentido a los objetos y los separa de su mera materialidad, para marcarlos con la subjetividad del artista, como huella de las determinaciones sociales de las cuales él mismo es objeto; y a partir de las cuales será posible para el artista plantear la obra de arte como objeto de goce para otros sujetos. Incluso para aquellos que se distancian en el tiempo. En la creación artística, vemos entonces, la dialéctica entre lo concreto real y lo

26

Ibidem, p. 226

concreto pensado que prefiguran a la propia relación estética27. Es decir, la apropiación de la materia, como concretización de un sentido humano dado a los objetos. Al respecto de la creación artística Sánchez Vázquez escribe que:

El artista tiene ante sí lo inmediato, lo dado, lo concreto real, pero no puede quedarse en este plano, limitándose a reproducirlo. La realidad humana sólo le revela sus secretos en la medida en que, partiendo de lo inmediato, de lo individual, se eleva a lo universal para retornar de nuevo a lo concreto. Pero este nuevo individual, o concreto artístico, es justamente el fruto de un proceso de creación, no de imitación.28

Ahora bien, en lo que toca al consumo de las obras artísticas, Sánchez Vázquez diferencia entre el consumo propio de la relación estética, a la cual habrá de llamar „goce‟; del consumo propio del capitalismo, al cual llamará „posesión‟. Si bien, ambas formas implican una cierta forma de apropiación, dicha apropiación es distinta y contraria entre ambas. “Apropiarse el objeto de consumo es ponerlo al servicio de la necesidad humana que debe satisfacer. En el consumo o goce entablo relación con un objeto en tanto que satisface una necesidad especifica, es decir, yo entro en una relación específicamente humana ya que me apropio del objeto por la significación humana que tiene para mí”29. Sin embargo en su forma capitalista “la apropiación se presenta, ante todo, como una posesión de objetos […] el objeto pierde para mí su significación humana, toda su riqueza humana objetivada, para reducirla a su riqueza material. Las múltiples significaciones del objeto quedan reducidas a una: su utilidad material”30. Así pues, la forma de apropiación del capitalismo, la posesión, es contraria al goce artísticos no solo, en tanto que la propiedad privada de una obra de arte, por parte de un capitalista, reduce las posibilidades de su goce para gran parte de los hombres, sino de una forma aun más esencial en tanto que trunca la propia posibilidad del goce artísticos en la valorización de la obra de arte como mercancía, en detrimento de su valorización como 27

Vease. Op Cit, p. 68 Op Cit, p. 79 29 Ibidem, p. 228 30 Ibidem, p. 229 28

objeto de una relación estética. “En una sociedad en la que la obra de arte se vuelve mercancía no se necesita para poseerla, el gusto artístico ni la sensibilidad que permite descubrir la riqueza espiritual objetivada en ella”31. Cabe entonces recordar que la obra de arte no será objeto de dicha relación, sino en la condición de que exista efectivamente una relación con un sujeto. Es decir, que la obra de arte se disponga como objeto de fruición estética, así como que el sujeto se encuentre en disposición de una sensibilidad estética. Sin dichas condiciones, objeto y sujeto desaparecen en términos estéticos. En otras palabras, “el objeto artístico solo es tal para mí cuando se me presenta como un objeto humanizado y no como mero objeto”32. Ahora bien, desde esta perspectiva, la obra de arte cumple su destino únicamente si ésta es capaz de entrar en dialogo con un consumidor capaz de entablar con ella una relación estética, y de ésta manera, expresar a su creador. Por lo cual, Sánchez Vázquez, habrá que decir que la posesión privada “entra en contradicción con el arte no sólo porque impide establecer una relación adecuada con el objeto, poseyéndolo en sentido pleno, sino porque impide que cumpla su destino propio, es decir, su función social, como medio o instrumento peculiar de comunicación, como obra humana para los hombres”33. El consumo propio de la obra de arte será, entonces, aquel que permita expresarse al creador, de la misma forma en que ha de permitir al objeto artístico plantearse como objeto de una relación estética, donde el consumidor ha de enriquecerse en la experiencia de dicha relación a través de la comunicación con la obra. La obra de arte exige, pues, “no sólo esta apropiación verdadera, humana o relación peculiar con su valor de uso que se pone de manifiesto en el acto individual de gozarla o consumirla, sino que exige, por su propia naturaleza, un lazo vital incesante que jamás pueda cortarse entre ella y los hombres”34. Dicho consumo ha de caracterizarse porque “lejos de agotar una obra de arte, la convierte en fuente constante de contemplación, de crítica, entendimiento o valoración”35.

31

Ibidem, p. 231 Ibidem, p. 230 33 Ibidem, p. 234 34 Idem 35 Ibidem, p. 233 32

5.0 Arte de masas y arte popular

Finalmente, la ultima consideración con la que Sánchez Vázquez concluye su ensayo sobre el destino del arte bajo el capitalismo, versa sobre la distinción entre el arte de masas y el arte popular. Para Sánchez Vázquez, el incremento de las capacidades técnicas, que por un lado ha posibilitado el acrecentamiento de las fuerzas de producción humanas, así como, en el campo del arte, ha permitido que las obras de arte alcancen a millones de hombres; es también culpable, en un sentido negativo, de la masificación de esos millones de hombres, que en otras condiciones, serian capaces de aprovechar la reproducción masiva de las obras de arte. Pero que en las condiciones actuales de enajenación, encuentran incluso adverso o contrario a sus intereses el arte verdadero. Es en éste sentido que Sánchez Vázquez diferencia entre lo que es propiamente un arte masificado, o arte de masas, de un arte verdadero o arte popular, que sería, al contrario del arte de masas, cuyo incremento sólo se da cuantitativamente, un arte cuyo incremento se da en el orden de la intensificación de la experiencia estética y la identificación con la obra de arte por parte del pueblo. Por arte de masas ha de entenderse, pues, “aquel cuyos productos satisfacen las necesidades seudoestéticas de los hombres-masa, cosificados, que son, a la vez, un producto característico de la sociedad industrial capitalista”36. Dicho arte se caracteriza por ser “un arte falso o falsificado, un arte banal o caricatura del arte verdadero, un arte producido cabalmente a la medida del hombre hueco y despersonalizado al que se destina”37, que no es otro que “el hombre, despersonalizado, deshumanizado, hueco por dentro, vaciado de su contenido concreto, vivo, que puede dejarse moldear dócilmente por cualquier manipulador de conciencias”38. Así pues, dadas las condiciones de gran parte de la humanidad como hombres-masa, resulta imposible evitar el divorcio entre el arte y su público, para el cual, el verdadero arte resulta incomprensible, en tanto que objetivación de una individualidad libre, que es la del verdadero artista, ajena, a su vez, a la individualidad que presenta el hombre-masa. A ésta dificultad insalvable Sanchez Vazquez responde, diciendo que: “No se puede pensar en 36

Ibidem, p.243 Ibidem, p.244 38 Ibidem, p.242 37

ampliar y enriquecer el consumo verdaderamente estético, es decir, el modo de gozar el verdadero arte, sin elevar y enriquecer en amplia escala la sensibilidad humana” 39; para lo cual “el artista ha de contribuir a que se opere ese cambio creando […] el público capaz de gozar su obra”40. En contra de las posiciones que identifican el arte, como necesariamente elitista y minoritario, Sánchez Vázquez, postula, pues, que el verdadero arte no ha de ser minoritario per se, en lugar de ello, nos encontramos frente a un estadio histórico donde dicha dificultad se identifica con la enajenación de la cual son objeto millones de personas, lo cual las imposibilita para entablar una verdadera relación estética. En el lado opuesto del arte de masas, encontraremos el arte verdaderamente popular, el cual se identifica como una “expresión profunda de los intereses del pueblo, en una fase histórica dada”41. Donde el pueblo ha de entenderse como el conjunto de individuos conformados socialmente, cuya vida en común se funda en la coincidencia de sus intereses. Por lo cual, el pueblo ha de identificarse de forma concreta con las clases trabajadoras y las capas intelectuales de cada determinado periodo histórico. De esta forma, el arte popular, es arte del pueblo en tanto que “hunde sus raíces en esta veta autentica y profunda de lo humano que es lo popular”42. De ésta forma Sánchez Vázquez dirá que “hacer arte para el pueblo, es hacer arte universal, es hundirse en la sustancia humana particular […] para salir cargado de ella cargado de universalidad”43. En resumen, el arte popular será aquel que “corresponde a las aspiraciones y esperanzas de un pueblo en una fase histórica dada”44 en tanto que dicho pueblo se identifica por sus intereses, luchas e ideología con los pueblos que conforman a toda la humanidad. Ahora bien, dicho tipo de arte popular, encuentra una profunda hostilidad en el capitalismo, el cual lo reduce a mero folklore, y lo degrada como capacidad estética disminuida, debido a su incapacidad para apropiarse de él. De esta forma, el último resquicio que encuentra el verdadero arte, como refugio de las fuerzas y potencialidades creadoras del hombre, tanto como de las capacidades estéticas humanas, es propiamente en el arte profesional y culto, resultante de la división del trabajo propia del capitalismo. Así 39

Ibidem, p. 261 Ibidem, p. 262 41 Ibidem, p. 266 42 Ibidem, p. 271 43 Idem 44 Ibidem, p. 272 40

pues, “la activad artística no escapa tampoco a esta ley histórica […] El arte se divide […] en un arte culto, profesional, individual y un arte popular, anónimo y no profesional”45. Así, mientras que por el lado positivo, dicha profesionalización implica el incremento y mayor desenvolvimiento de las capacidades estéticas de una minoría de individuos, por el lado negativo, dicha profesionalización no hace sino intensificar la separación entre el arte y su público, así como reforzar la división del trabajo propia del capitalismo. Así pues, Sánchez Vázquez concluye su ensayo impulsando la idea de un arte verdaderamente popular, que responda a los intereses de toda la comunidad, y no vea en ella sus límites. Impulsando con esto la idea de una sociedad donde se vea erradicada la enajenación propia del capitalismo, y el hombre pueda gozar una vez más de sus capacidades estéticas.

Al respecto de la argumentación anterior, resulta imposible no observar algunas dificultades. En términos generales el ensayo discurre sobre temas bastante coyunturales a la redacción del mismo, como son la relación del arte con la política, así como la posibilidad de un arte para el pueblo, las características de un arte realista, y las condiciones del desenvolvimiento del arte frente al capitalismo. Si bien, la respuesta a dichos problemas que da Sánchez Vázquez contiene fundamentos que habrían de retomarse en los debates actuales sobre el arte, el propio autor es incapaz de escapar a una serie de categorías ilustradas que encierran sus respuestas en paradojas insalvables, o que las destinan a un utopismo, en tanto que su condición de posibilidad siempre parte del a priori de la futura existencia de una sociedad poscapitalista donde dichas tesis puedan desenvolverse. Tal es caso, pues, de su caracterización del arte verdaderamente popular. Dichos problemáticas en la argumentación de Sánchez Vázquez también se dejan ver en el contraste que se da entre su caracterización del arte como resultado de la praxis, mucho más rica en posibilidades de desarrollo, y su caracterización del arte verdadero en contraste con el arte de masas, donde si bien se evidencia una problemática que alcanza incluso los debates actuales, no deja de ser paradójica la desvalorización radical de las expresiones culturales de masas, como resultado de una mera manipulación y atrofiamiento, con respecto a un arte verdadero que en su descripción no deja de recusar hacia un esencialismo 45

Ibidem, p. 282

ilustrado. Así, pues, éste arte verdadero, no es sino el arte culto, profesional e ilustrado, tal y como este se ha derivado de ciertos movimientos característicos del siglo XIX y XX, sin consideración alguna de las condiciones políticas, sociales o económicas que han llevado a dichos movimientos a tener un mayor éxito sobre otros movimientos que la historia ha invisibilizado. Sin demeritar con esta critica las cualidades estéticas o artísticas, que en cualquier caso cualquiera de los polos podría tener. En suma, lo que se critica aquí a Sánchez Vázquez, es la pérdida del talante dialectico que expone en su descripción de la obra de arte como resultado de las praxis, y su concepción de la relación estética, en su tendencia a hipostasiar ideales y formas de vida ilustrados, como formas humanas esenciales. Pérdida que solo se entiende en el contexto de los debates coyunturales de la época. La precisión que realiza, pues, Sánchez Vázquez en otras partes de su obra para enfatizar la inexistencia de una esencialidad humana, en tanto que ella sería más bien resultado de la práctica, pierde aquí su coherencia frente a la tesis de una „manipulación‟ que habría de desvirtuar dicha humanidad, la cual se identifica con „el pueblo‟ y ve su opuesto en la masa. Es decir, en la radicalización de la oposición entre una humanidad deseable y verdadera, con respecto a humanidad degradada y falsa, a través de juicios de valor que tienen como a priori un ideal ilustrado de humanidad y arte. Problema, sin embargo, con el cual choca toda la racionalidad crítica de nuestra era.

6.0 Bibliografía Sánchez Vázquez, Adolfo. Antología: Textos de estética y teoría del arte. UNAM, México, 1972. Sánchez Vázquez, Adolfo. Invitación a la estética. Ed. Grijalbo. 2ª edición. México, 2005. Sánchez Vázquez, Adolfo. Las ideas estéticas de Marx. Ed. Siglo XXI. México, 2005.

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.