El despliegue de la diplomacia pública de los Estados Unidos en México: de la Buena Vecindad a la Campaña de la Verdad

August 1, 2017 | Autor: José Antonio Montero | Categoría: Public Diplomacy, History Of U.S. Foreign Relations, History Of Propaganda, U.S.-Mexico Relations
Share Embed


Descripción

GUERRA FRÍA Y PROPAGANDA Estados Unidos y su cruzada cultural en Europa y América Latina

Márvel, S. L.

Colección Historia Biblioteca Nueva Dirigida por Juan Pablo Fusi

Antonio Niño José Antonio Montero (eds.)

GUERRA FRÍA Y PROPAGANDA Estados Unidos y su cruzada cultural en Europa y América Latina

BIBLIOTECA  NUEVA

grupo editorial siglo veintiuno siglo xxi editores, s. a. de c. v.

siglo xxi editores, s. a.

CERRO DEL AGUA, 248, ROMERO DE TERREROS,

GUATEMALA, 4824,

04310, MÉXICO, DF

C 1425 BUP, BUENOS AIRES, ARGENTINA

www.sigloxxieditores.com.mx

www.sigloxxieditores.com.ar

salto de página, s. l.

biblioteca nueva, s. l.

ALMAGRO, 38,

ALMAGRO, 38,

28010, MADRID, ESPAÑA

28010, MADRID, ESPAÑA

www.saltodepagina.com

www.bibliotecanueva.es

editorial anthropos / nariño, s. l. DIPUTACIÓ, 266,

08007, BARCELONA, ESPAÑA www.anthropos-editorial.com

Cubierta: A. Imbert

© ©

Los autores, 2012 Editorial Biblioteca Nueva, S. L., Madrid, 2012 Almagro, 38 28010 Madrid (España) www.bibliotecanueva.es [email protected]

ISBN: 978-84-9940-437-0 Depósito Legal: M-2012 Impreso en Impreso en España - Printed in Spain Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y sigs., Código Penal). El Centro Español de Derechos Reprográficos (www.cedro.org) vela por el respeto de los citados derechos.

Índice Abreviaturas ...................................................................................................................... Introducción, Antonio Niño y José Antonio Montero ..................................................... Capítulo 1.—«¡No, no somos así!» El despliegue de la cultura americana en Europa durante la Guerra Fría, Jessica C. E. Gienow-Hecht ............................................... Capítulo 2.—Ganando amigos: la diplomacia pública estadounidense en Europa occi dental, 1945-1960, Nicholas J. Cull ............................................................................ Capítulo 3.—Las elites de Europa Occidental y el Foreign Leader Program, 1949-1969, Giles Scott-Smith .......................................................................................................... Capítulo 4.—Los dilemas de la propaganda americana en la España franquista, Antonio Niño . ............................................................................................................... Capítulo 5.—Faith in the USA. El mensaje de la diplomacia pública americana en España, 1948-1960, Pablo León Aguinaga . ................................................................. Capítulo 6.—Objetivo: atraer a las élites. Los líderes de la vida pública y la política exterior norteamericana en España, Lorenzo Delgado Gómez-Escalonilla . ............ Capítulo 7.—La perspectiva latinoamericana de la potencia cultural estadounidense, Miguel Rodríguez ......................................................................................................... Capítulo 8.—El despliegue de la diplomacia pública de los Estados Unidos en México: de la Buena Vecindad a la Campaña de la Verdad, José Antonio Montero .............. Capítulo 9.—Brasil: de la propaganda norteamericana «desestabilizadora» a la conspiración y el golpe de estado (1946-1964), Hugo Rogelio Suppo ...................... Capítulo 10.—Reflexiones de un tiempo pasado: propaganda y cultura, Richard T. Arndt .. Bibliografía . ................................................................................................................... Nota de autores . .............................................................................................................

Capítulo 8

El despliegue de la diplomacia pública de los Estados Unidos en México: de la Buena Vecindad a la Campaña de la Verdad José Antonio Montero

Folleto de una exposición sobre litografía mexicana celebrada en la Biblioteca Benjamin Franklin en el otoño de 1943. Durante la II Guerra Mundial, la diplomacia pública de los Estados Unidos en México promocionó productos de la cultura mexicana en atención a las susceptibilidades de la población local. (Fuente: NARA)

Asistentes a una exhibición cinematográfica en Chignahuapan, una de las paradas de la gira cinematográfica del USIS por el Estado de Puebla, realizada en la primavera de 1951 (Fuente: NARA)

Introducción Entre 1938 y 1948 tuvo lugar la implantación definitiva de los programas estadounidenses de diplomacia pública. Los Estados Unidos siempre fueron propagandistas renuentes, fruto de una tradición liberal que excluía cualquier intervención del gobierno en materia de control de la opinión pública. Esta tónica se rompió a finales de la década de 1930, ante la necesidad de contrarrestar la propaganda nazi en América Latina. Se pusieron entonces en marcha distintas iniciativas de contenido eminentemente cultural —intercambio educativo y de líderes, difusión de publicaciones, etc.— que se completaron con campañas de información —a través de radio, prensa y cine— durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). A lo largo del conflicto, Latinoamérica sirvió como destino primario de muchas prácticas que luego se extendieron a otras áreas, como la apertura de centros culturales e institutos binacionales1. Acabada la contienda se inició un período de profundas transformaciones en la política exterior de los Estados Unidos. Los decisores estadounidenses tenían claro que el país no podía retomar la pose de desentendimiento que había seguido a la participación en la Gran Guerra. Sin embargo, el grado y la forma que había de tener la implicación americana en los asuntos mundiales permanecía en el aire. Con el paso de los meses, el clima de creciente enfrentamiento con la Unión Soviética determinó una transformación de la diplomacia norteamericana que el Secretario de Estado Dean Acheson calificó como «solo un poco menos formidable que lo descrito en el primer capítulo del Génesis»2. Los Estados Unidos nunca retornaron a su pretendido aisla1  Para un análisis académico del debate en torno a la relación entre gobierno estadounidense y propaganda, cfr. Gary (1999) y Marks (1957). Las actividades de propaganda y relaciones culturales de los Estados Unidos en Latinoamérica han sido objeto de distintos estudios. Desde la esfera oficial cfr. Office of Interamerican Affairs (1947) y Espinosa (1976). Una perspectiva general es la de Maxwell (1971). Los estudios de caso más completos existen para el caso de Brasil: Tota (2009) y Haines (1989). Para México cfr. Fein (1998) y Zolov (2008). En cuanto al papel de las fundaciones que colaboraron con el gobierno norteamericano, cfr. Cotter (1994) y Fitzgerald (1994). Los antecedentes de la propaganda norteamericana en México durante la Primera Guerra Mundial en Creel (1920, 303-316), Commitlee on Public Information (1920, 149-165) y Mock (1942). 2  Citado por Herring (2008, 595).

[315]

miento, y asumieron en el bloque occidental un papel de liderazgo que sobrepasaba con mucho cualquiera de sus compromisos anteriores. La Doctrina Truman de marzo de 1947 se basó en una estrategia de contención de la Unión Soviética que incluía todos los niveles: militar, económico y también propagandístico. De hecho, los hombres del Presidente, conscientes del peso de los sentimientos aislacionistas en el Congreso y entre la opinión pública, optaron por hacer lo mismo que Wilson en 1917: presentar la pugna con los soviéticos como un conflicto entre ideologías contrapuestas, incompatibles y condenadas al enfrentamiento3. En este clima de maniqueísmo se puso en marcha, el año 1948, una revolución en la propaganda estadounidense que permitió su perpetuación dentro de la maquinaria administrativo-diplomática. El supuesto imperativo de paralizar la amenaza comunista incluía la implementación de vías de respuesta a las campañas de información orquestadas por Moscú, e intensificadas desde la creación del COMINFORM en septiembre de 1947. Esta situación permitió a las autoridades mitigar los tradicionales prejuicios estadounidenses en contra de la propaganda oficial. La aprobación de la Ley Smith-Mundt (enero de 1948) dio amplia autoridad al ejecutivo para emprender, fuera de las fronteras de los Estados Unidos, extensas campañas de información y relaciones culturales destinadas a justificar su posición internacional y a contrarrestar las máximas emanadas de la Unión Soviética. Se estableció así una cada vez más grande maquinaria de la persuasión que antes de 1953 cuajó en el United States International Information and Educational Exchange Program (USIE). Sus movimientos se fueron alejando cada vez más del terreno cultural para encauzarse hacia la propaganda política y psicológica. Una pendiente que se agudizó tras el estallido de la Guerra de Corea y el lanzamiento en 1950 de la Campaign of Truth, destinada en palabras de Truman a «darnos a conocer como somos de verdad —no como nos pinta la propaganda comunista»4. Las repúblicas latinoamericanas fueron un objetivo tardío de esta nueva oleada de propaganda iniciada en 1948; cuando les llegó, sus agentes se limitaron a importar artificialmente el lenguaje de la Guerra Fría. Los cambios en relación con la posición de Latinoamérica en la estrategia y la diplomacia pública estadounidenses fueron notablemente bruscos en el caso de México. Distintos factores habían provocado tradicionalmente que los Estados Unidos prestasen una estrecha atención a su vecino del sur. El hecho de compartir una amplia frontera se había manifestado en numerosos desencuentros bilaterales, materializados en una larga historia de intervenciones militares estadounidenses. Durante mucho tiempo este país conformó también uno de los destinos principales de la inversión americana en el exterior5. Tales intereses se convirtieron en otra causa frecuente de conflictos entre ambos países, sobre todo a raíz de los intentos de nacionalización del mercado petrolífero llevados a cabo por los gobiernos mexicanos durante los años 3  Entre los trabajos que analizan el cambio de la política exterior norteamericana en la segunda mitad de los años cuarenta destacan Gaddis (1997, 1-25, 2005, 5-47), Leffler (2008, 23-113), Hogan (1998) y LaFeber (1967, 1-66). 4  Citado en Cull (2008, 55). Aparte de en el libro de Cull, la evolución de la diplomacia pública norteamericana entre la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría puede seguirse en Ninkovich (1981, 113167), Hixson (1997, 1-27) y Belmonte (1996, 23-134). El cambio en la concepción estadounidense respecto a la propaganda aparece también en publicaciones de la época, como Macmahon (1945), White y Leigh (1946) y Thomson (1948). 5   Wilkins (1974, 31, 55).

[316]

veinte. Esta acumulación de incidentes había provocado «una herencia de sentimientos negativos contra los Estados Unidos»6. Los rencores se encontraban especialmente arraigados entre determinados círculos políticos e intelectuales, erigiendo una barrera permanente para el buen entendimiento entre los Estados Unidos y la sociedad mexicana. Pero México no solo era relevante por sí mismo, sino también por su carácter de referente político y cultural para toda Latinoamérica. La revolución iniciada en 1910 había sido transformada en mito tanto por el propio discurso del Estado mexicano como por multitud de movimientos de oposición en otros países. Todavía en 1950, años antes de que este aura fuese suplantada por la Revolución Cubana, un despacho del Secretario de la Embajada estadounidense en México recordaba cómo «los otros países de Latinoamérica, en distinto grado, miran a México como un guía político y cultural. Lo que hace que el estatus de las relaciones entre México y los Estados Unidos sea frecuentemente observado (...) como una guía para el resto del continente»7. Este conjunto de peculiaridades determinó que, en el momento de poner en marcha sus instituciones de diplomacia pública en México, los Estados Unidos tuvieran especialmente en cuenta las peculiaridades locales, e hicieran hincapié en no dar ningún paso en falso que enconase las antiguas rencillas. Sin embargo, como veremos a lo largo de este trabajo, esas precauciones no sobrevivieron a la etapa propagandística iniciada en 1948. Como para el resto de América Latina, la nueva retórica de la Guerra Fría echó por tierra todo lo conseguido en años anteriores. Las actividades de información y relaciones culturales cesaron de estar basadas en la política del buen vecino, especialmente adaptada al contexto latinoamericano, para verse encasilladas en una dialéctica propia de otras latitudes. El paradigma ideológico-cultural de la lucha de bloques se convirtió también en la lente a través de la cual interpretar una realidad mexicana que nada tenía que ver con aquel. El resultado fue una especie de superposición de dos mundos que no se conjugaban fácilmente: uno constituido por la realidad política y social de México, que seguía ritmos y discursos distintos a los de la Guerra Fría; otro formado por los propagandistas americanos, volcados repentinamente hacia una propaganda psicológica que pretendía trasponer el conflicto con la Unión Soviética a cualquier escenario. En último término, el estudio de la diplomacia pública en México permite acercarnos a las peculiaridades de la implantación administrativa de las agencias de propaganda e intercambio cultural dentro de la maquinaria diplomática estadounidense. Durante la primera mitad de los años cuarenta, aquellas se caracterizaron por la improvisación y el recurso a la colaboración de instituciones privadas o de individuos particulares instalados sobre el terreno. Esto relajaba el control directo ejercido por Washington y dotaba a las operaciones de mayor flexibilidad; característica acentuada si tenemos en cuenta que en muchas ocasiones los organismos de información procedían al margen de los embajadores. La aprobación de la Smith-Mundt Act estableció una supervisión mucho más estricta de los funcionarios que trabajaban en los organismos de diplomacia pública. En el contexto de la Guerra Fría, estos no solo perdieron libertad de actuación, sino capacidad de opinión. Muchos de ellos notaron que el nuevo tono de la propaganda no era el más idóneo para lugares como México, y así lo mani6

 Despacho 732, de Fisher a Acheson, 12-9-1950. NARA, RG 59, 1950-54, 511.12/9-1250.  Ibíd. Sobre las relaciones entre México y los Estados Unidos desde la Primera Guerra Mundial, cfr. Niblo (1995). 7

[317]

festaron a sus superiores. Sin embargo, sus críticas se vieron matizadas por la obligatoriedad de justificar los resultados obtenidos en función de los objetivos generales de la nueva Campaña de la Verdad (1950). La renovación del presupuesto, y por ende la permanencia en el puesto de los cultural cold warriors, dependía de demostrar que el mensaje anticomunista calaba en terreno mexicano. Fomentando la buena vecindad (1938-1947) La retórica aislacionista propia de la política exterior estadounidense durante los años de entreguerras llevaba aparejada una condena de la propaganda estatal que se plasmó en distintas publicaciones. Tal estado de opinión comenzó a cambiar lentamente a finales de la década de los treinta. La crisis económica y la aplicación del New Deal llevaron a una mayor aceptación del intervencionismo gubernamental en distintos campos; el desarrollo de la cultura de masas y la utilización de amplias maquinarias informativas por parte de los regímenes autoritarios europeos suscitaron enconados debates en torno al papel de la opinión pública dentro de las sociedades avanzadas; al mismo tiempo, comenzaba a hacerse evidente la creciente influencia ejercida por los nazis en distintos países del Hemisferio Occidental. Washington procuró contrarrestar sus efectos mediante la puesta en marcha de campañas que reforzaran la solidaridad continental a todos los niveles. Fue así como surgió en 1938, dentro del Departamento de Estado, la División de Relaciones Culturales (DCR), destinada originalmente a patrocinar el intercambio de estudiantes, profesores y personalidades prominentes entre las distintas repúblicas latinoamericanas. La empresa dio pie a un creciente programa de relaciones culturales que se complementó con tareas de propaganda tras el estallido de la guerra en Europa. En el caso de Latinoamérica tal función quedó en manos de la Office of the Coordinator of Inter-American Affairs (OCIAA), creada en 1941 y puesta bajo la dirección de Nelson Rockefeller8. Durante estos años, las relaciones entre México y los Estados Unidos experimentaron una profunda evolución, abandonando la dinámica de conflicto por otra de mutuo entendimiento. Cuando el presidente Lázaro Cárdenas (1934-1940) nacionalizó finalmente los campos petrolíferos en 1938, la administración de Franklin D. Roosevelt se encontraba decidida a reducir la influencia de los empresarios sobre el gobierno y a implementar una verdadera política de buena vecindad. La nacionalización pudo así llevarse a cabo sin una oposición seria por parte del gobierno de los Estados Unidos, aunque el sentimiento antiamericano siguió llevando a gran parte del espectro político mexicano a simpatizar con la Alemania nazi. El escenario evolucionó sensiblemente tras la elección de Manuel Ávila Camacho para suceder a Cárdenas. Ávila Camacho dio un giro conservador a la revolución, sustituyendo la política de nacionalizaciones por otra de industrialización que favorecía las inversiones extranjeras en general, y las estadounidenses en particular. Posteriormente, la invasión alemana de la Unión Soviética en el verano de 1941 alienó a los nazis el apoyo del que disfrutaban entre los sectores mexicanos más progresistas. El bombardeo de Pearl Harbor conlle8

 Para la polémica de la época en torno a la propaganda, cfr. Lippmann (1922), Dewey (1946) y Laswell (1938). Las consecuencias del New Deal para el intervencionismo estatal pueden verse en Hogan (1987, 1-25). El surgimiento de la DCR en Ninkovich (1981).

[318]

vó la ruptura de relaciones con Alemania, a la que siguió una declaración de guerra en mayo de 1942. La alianza bélica entre Washington y Ciudad de México se materializó primordialmente en el terreno económico, a través de una serie de acuerdos por los que aquel obtuvo acceso preferencial a materias primas de índole estratégica, a cambio de colaboración para el desarrollo del aparato productivo mexicano9. Teniendo en cuenta estos condicionantes, los programas estadounidenses de diplomacia pública desplegados en territorio mexicano durante la Guerra estuvieron inspirados en la premisa de la solidaridad hemisférica. Se puso especial cuidado en adaptar las iniciativas a las peculiaridades características de México, tratando de mitigar el antiamericanismo latente y evitando poner en peligro la posición del país como aliado de los Estados Unidos. El primer paso consistió en aprovechar los mecanismos de intercambio cultural y educativo para crear en determinados sectores de la sociedad mexicana un clima favorable a la cooperación con el vecino del norte. México no ratificó hasta 1940 la convención de Buenos Aires de diciembre de 1936, que comprometía a los países del continente a albergar anualmente dos estudiantes de posgrado por cada uno de los signatarios. Sin embargo, desde su establecimiento la DCR trabajó para intensificar los viajes de estudiantes y personalidades prominentes entre los Estados Unidos y México10. La faceta más sobresaliente vino representada por el programa de líderes, que comenzó a funcionar en 1941, cuando se financiaron los desplazamientos de Pedro Martínez de Río, director de la Escuela de Verano de la Universidad Nacional de México, y del ingeniero militar Vito Alessio Robles. Entre ese año y 1945, la DCR sufragó los viajes de sesenta y seis figuras representativas de distintos campos. Una amplia mayoría de los becados —veintinueve— se encontraban relacionados con la enseñanza del inglés, mientras que dieciocho pertenecían al campo de la educación —académicos, profesores, funcionarios, etc.— y catorce al de las ciencias —ingeniería, medicina, agricultura... El programa de líderes sirvió para fortalecer los lazos con un sector de intelectuales, empresarios y figuras políticas que favorecían la apertura económica del país, defendían el estrechamiento de los vínculos con los Estados Unidos y en muchos casos participaban activamente en distintas facetas de la diplomacia pública estadounidense. Entre 1941 y 1945 se otorgaron también ayudas para que ciento doce estudiantes mexicanos completaran su formación en instituciones de educación superior de los Estados Unidos. De ellos, setenta y tres recibieron fondos directamente del gobierno norteamericano, y treinta y nueve gracias a la colaboración del Institute of International Education (IIE)11. La DCR y sobre todo la OCIAA evitaron dar a sus empresas en México la apariencia de operaciones dirigidas exclusivamente desde Washington, siguiendo para ello dos estrategias: colocar parte de sus iniciativas bajo la administración de entes no  9

 Cfr. Niblo (1995).   La ratificación de la convención de Buenos Aires en desp. 11969, de Boal a Hull, 27-12-1940. NARA, RG 59, 1940-44, 811.42712 Student Exchange/44. Sobre los primeros esfuerzos en México cfr. «Outline of tentative program for the Division of Cultural Relations», 1-6-1939, y desp. 8842, de Daniels a Hull, 22-7-1939. NARA, RG 59, 111.46 y 111.46/187. 11   Las cifras sobre 1945 se basan en estimaciones en función de las solicitudes aprobadas. Los datos en el informe de Ralph sobre «The History and Activities in Mexico of the Interdepartmental Committee on Cooperation With the American Republics», Nov. 1944. Bureau of Educational and Cultural Affairs -Historical Collection (CU). University of Arkansas, Fayetteville, Box 235, 50. Cfr. también informe de Leland a Thomson, Julio de 1942. NARA, RG 59, 1940-44, 811.42712/367, y Espinosa (1976). 10

[319]

oficiales —fundaciones, organizaciones profesionales, etc.—, e incluir en sus cuerpos directivos a estadounidenses residentes en México y a mexicanos que se avinieran a prestar su ayuda. Estos métodos de gestión fueron el resultado de dos factores: las limitaciones presupuestarias y de personal, así como la mayor experiencia y tradición que en el ámbito de la cooperación tenían organizaciones filantrópicas como el IIE o el American Council of Learned Societies. El Coordinator fomentó así una imagen de mero controlador a quien rendir cuentas periódicamente, más que de director encargado de diseñar y dirigir las operaciones informativas. Entre las iniciativas de índole cultural, la más relevante fue la creación de la Biblioteca Benjamin Franklin (BBF). Dentro de los planes originarios de la DCR se encontraba la propuesta de fundar en Latinoamérica bibliotecas que actuasen como centros culturales, y México se presentó desde el primer momento como el lugar ideal para iniciar el experimento. La idea había comenzado a forjarse durante 1940, como resultado de una serie de conversaciones entre la American Library Association (ALA), el director de la DCR y distintos funcionarios de la Embajada en México12. Durante la fase de gestación, algunas personas resaltaron que una identificación demasiado estrecha de la Biblioteca con los intereses de los Estados Unidos acabaría convirtiéndola en un empeño inútil. Eduardo Villaseñor, director del Banco de México, se lo recordó así a James T. Shotwell, director del Carnegie Endowment for International Peace: Se podría llevar adelante no con el sello de una institución americana, que dejaría frío a la opinión pública, sino bajo la cubierta de una institución cultural cuyo nombre podría ser, por ejemplo, la Biblioteca Panamericana13.

El proyecto fue remitido a la OCIAA en febrero del año siguiente, y tras varios retrasos la BBF abrió sus puertas el 13 de abril de 194214. Aunque el plan estaba financiado con dinero público, la gestión de la biblioteca se dejó en manos de la American Library Association, que a su vez designó para dirigirla a Miller Lydenberg, antiguo jefe de una de las instituciones centrales de la vida intelectual americana de la época: la New York Public Library15. Su tarea estuvo supervisada por un Board of Directors compuesto por seis americanos y tres mexicanos. Aunque ninguna de estas personas representaba directamente al gobierno de Washington, los miembros estadounidenses pertenecían a asociaciones que o bien colaboraban en el programa cultural —American School Foundation, Pan-American League— o bien compartían intereses con las autoridades —American Chamber of Commerce. La idea de un cuerpo directivo binacional y el desarrollo de planes en conjunción con fundaciones se replicó en la segunda gran institución cultural auspiciada por la OCIAA en México: el Instituto Mexicano-Norteamericano de Relaciones Culturales (IMNRC). En su fundación el 26 de febrero de 1942 se encontraron involucrados, entre otros, el director de la BBF —Lydenberg— y Edward G. Trueblood, que había 12

 Carta de Boal a Milam, 23-10-1940. NARA, RG 59, 1940-45, 812.428/21. También Kraske (1985, 64-74). 13  Villaseñor a Shotwell, 15-8-1941. NARA, RG 229, Entry 1, Box 430, Folder «Biblioteca Benjamin Franklin-4». 14  Proyectos «Aid to the stablishment of the American Library in Mexico City», 31-7 y 23-10-1941. NARA, RG 229, Entry 1, Box 430, Folder «Biblioteca Benjamin Franklin-4». 15   «La radio y el cine no son enemigos del libro, pero quizá lo serán», Excelsior, 14-11-1941.

[320]

dejado su trabajo en la DCR para dirigir el programa cultural en la Embajada de México. Como miembros de sus distintos comités intervinieron algunos de los mexicanos beneficiarios del programa de intercambio de líderes, como Julio Jiménez Rueda —director de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de México—, José Zozaya —Profesor de la Escuela Nacional de Medicina— o Daniel F. Rubín de la Borboya —Director de la Escuela Nacional de Antropología16. El propósito general del IMNRC pasaba por «estimular los contactos culturales entre individuos e instituciones de los dos países»17. En un primer momento, esto se tradujo en la formación de comisiones encargadas de seleccionar a los beneficiarios de distintos programas públicos y privados de intercambio educativo. El Instituto se convirtió así en la entidad intermediaria del IIE en México18. La segunda tarea, desarrollada por el IMNRC a partir de junio de 1943, fue la impartición de cursos de inglés, tanto para los becarios destinados a los Estados Unidos, como para el público en general19. Poco antes, la OCIAA había concedido a esta institución una subvención de 15.000 dólares para iniciar también un programa de entrenamiento de profesores de inglés destinados a trabajar en los institutos binacionales de otras naciones latinoamericanas20. La diplomacia pública estadounidense cuidó especialmente el mensaje emitido en México a través de sus canales de difusión. Los contenidos estaban destinados a prever cualquier incitación del sentimiento antiamericano. Para ello se redujo la temática belicista y excesivamente politizada que caracterizó la producción de la OCIAA y la Office of War Information en otras latitudes. Los publicistas procedieron asimismo con suma delicadeza a la hora de proyectar el «modo de vida americano». Desde México se aconsejó no «mostrar el American Way of Life como algo casi perfecto»; tal cosa llevaría a muchos ciudadanos «poco amigables con los Estados Unidos» a pensar que «inconscientemente y de varias formas hemos hecho gala hacia ellos de un sentimiento de superioridad (...) es su impresión que la mayoría de las razones de los actuales esfuerzos de cooperación (...) con México son una cuestión de interés egoísta (...) y que los motivos altruistas no forman parte del arreglo». Así, «sería más sincero y más efectivo por nuestra parte evitar un endulzamiento excesivo de nuestros discursos y escritos». Era conveniente obviar todo lo relativo a las disputas bilaterales de los años precedentes, y hablar de la cultura estadounidense como una más dentro del área hemisférica21. Los funcionarios estadounidenses procuraron pues resaltar los puntos comunes entre sus tradiciones o su sociedad y las de sus vecinos del sur. Asimismo, fomentaron aquellos aspectos de la cultura, la sociedad y la política mexicanas que pudieran contribuir al reforzamiento de los lazos de solidaridad continental. De esta 16

 Desp. 14199, de Ray a Hull, 15-11-1943. CU, Box 234, 25.  Desp. 6692, de Ray a Hull, 14-1-1943. NARA, RG 59, 1940-45, 811.42712/403. También desp. 2.317, de Trueblood a Hull, 2-6-1942. NARA, RG 59, 1940-45, 811.42712/369. 18  Informe de Leland a Thomson, ya cit. 19  Informe sobre la BBF, s/f. NARA, RG 229, Entry 1, Box 430, Folder «Biblioteca Benjamin Franklin — 2». Desp. 19584, de Ray a Hull, 21-8-1944. NARA, RG 59, 1940-44, 811.42712/8-2144. Sobre el desarrollo del programa de enseñanza del inglés del IMNRC, cfr. desp. 16950, de Ray a Hull, 12-4-1944. CU, Box 234, 25. 20  Project B-SE-1633. NARA, RG 229, Entry 1, Box 435, Folder «English Language Institute in Mexico». 21  Carta CCM-55, del Coordination Committee for Mexico a las oficinas centrales de la OCIAA, 2-21942. NARA, RG 229, Entry 1, Box 235, Folder «Propaganda». 17

[321]

manera se convirtió a México en agente de la Good Neighbor Policy, y se le identificó con los intereses estadounidenses en América Latina. El primer foro desde el que se promovió un hermanamiento de las culturas de México y los Estados Unidos lo constituyeron las actividades conjuntas de la BBF y el IMNRC, que colaboraron estrechamente desde 1943. La Biblioteca pretendió actuar como un punto de referencia para los investigadores mexicanos interesados en América y se volcó en la difusión de la biblioteconomía estadounidense como modelo para futuras bibliotecas en México. En sentido contrario, buscó mejorar el conocimiento de ese país entre los estadounidenses, dotándose de una amplia colección de libros de temática mexicana en particular y latinoamericana en general; también ejerció como centro de compras de este tipo de obras para distintas bibliotecas norteamericanas22. Entre las actuaciones desarrolladas en tándem por la Biblioteca y el Instituto destacaron las exhibiciones cinematográficas, las exposiciones y las conferencias. Tomando como ejemplo los eventos llevados a cabo en junio de 1943, vemos fácilmente cómo se combinan los actos de temática estadounidense —una conferencia de Josefina Frondizi sobre «Introducción a la Literatura Norteamericana»— con otros de fondo mexicano —conferencias de Arturo Martín Bolio sobre «Cultura Maya» y de Salvador Toscano sobre «Arte de las culturas precolombinas»— y latinoamericano —la conferencia sobre «Los orígenes del hombre en América» o la exposición en torno a «La Era de las Exploraciones». El resto de actividades de la OCIAA se sustentó igualmente sobre el doble pilar de la cooperación con agentes mexicanos y la difusión de mensajes centrados más en la solidaridad hemisférica que en la promoción de los Estados Unidos. Una de las carencias con que se encontraron desde un principio los agentes norteamericanos fue la escasez de traducciones al español y portugués de muchos de los trabajos que querían hacer llegar a otros países. En este contexto la OCIAA comenzó un proyecto en colaboración con el American Council of Learned Societies (ACLS) y Science Service para financiar ediciones en las lenguas vernáculas del Hemisferio. Este reto proporcionó una ocasión única de entrar en contacto con el mundo editorial de Latinoamérica, que para el caso del español tenía sus dos ejes en Argentina y México. En este último país los contactos se centraron en una editorial emergente: el Fondo de Cultura Económica. Creada en 1934, se había mantenido en sus primeros años gracias a subsidios gubernamentales, y para comienzos de la siguiente década estaba tratando de iniciar su andadura de manera independiente. Su fundador, Daniel Cosío Villegas, junto al mencionado Villaseñor y otros intelectuales, pertenecía al influyente grupo de mexicanos que favorecían una interacción más fluida con los Estados Unidos. Aparte del Fondo, Science Service trabajó durante la guerra con Editorial Atlante, Nuevo Mundo y Séneca23. Los primeros contactos con el Fondo de Cultura Económica surgieron de la oportunidad de conectar la cultura estadounidense con el conjunto de Latinoamérica a través de sus publicaciones. En 1942, el director del Fondo, Daniel Cosío Villegas, comunicó a Waldo Leland, director del ACLS, su intención de crear «una especie de enciclopedia de América, en forma de una larga serie de monografías sobre varios 22

 Desp. 864, de Trueblood a Hull, 15-4-1942. NARA, RG 59, 1940-44, 811.42712/129.  Instrucción, Dpto. de Estado a representantes diplomáticos en Latinoamérica, 8-1-1945. NARA, RG 59, 1945-49, 810.42711 Books/1-845. 23

[322]

aspectos de la historia, la economía, la política y la vida cultural americanas, etc.»24. La colección proporcionó la oportunidad perfecta para financiar una serie escogida de obras sobre temas estadounidenses. Tras estudiar la situación en nombre del Council, el historiador económico Earl J. Hamilton propuso «una ayuda de 10.000 a 20.000 dólares para comprar papel en este país y enviarlo al Fondo»25. A finales de 1944, la OCIAA, a través de su contrato con Science Service, había comisionado al FCE por lo menos cinco traducciones de obras fundamentalmente académicas: The American Way of Life, A History of American Economic Life, International Economics, Prologue to Politics, Race: Science and Politics y The Study of Man26. En el ámbito estrictamente propagandístico, el cine ocupó un lugar de preferencia dentro de la diplomacia pública desplegada en México. Como en la mayoría de los países, la principal actividad consistió en la proyección de documentales distribuidos y en muchas ocasiones producidos por distintas agencias gubernamentales. Nuevamente fue la DCR la primera que impulsó el envío de cintas con contenidos «educativos» a la Embajada de México, desde donde se concertaron exhibiciones a beneficio de escuelas, grupos de trabajadores, militares, autoridades, y adultos o niños en general27. Sin embargo, el programa cinematográfico en México no despegó con pleno vigor hasta que el Coordination Committee local, responsable de las actividades de la OCIAA, decidió hacerse responsable del mismo. El Comité dividió el territorio mexicano en veinticuatro distritos y efectuó contratos con las exhibidoras American Association y Sidney Ross Co. Con entre 16 y 21 proyectores a su disposición, estas agencias alcanzaron, según los informes oficiales, la nada desdeñable cifra de 357 exhibiciones y 313.755 espectadores por mes entre enero y agosto de 194328. Mas allá del género documental la OCIAA impulsó un programa que utilizaba la popularidad del cine mexicano en los países de habla hispana. La oficina de Rockefeller se planteó desde un principio dar apoyo técnico a los productores de aquellos países cuyas cintas contribuyeran a reforzar la solidaridad hemisférica. México fue pronto considerado como el candidato perfecto, debido a varios factores: en primer lugar, la existencia previa de un sector cinematográfico activo y popular; en segundo lugar, «la actitud en extremo cooperativa de dirigentes del gobierno y la industria en México»; y por último, la cercanía geográfica respecto a Hollywood29. Consecuentemente, la OCIAA desplazó cinco técnicos a México en el verano de 1942 para explorar posibles vías de ayuda a la cinematografía local. Como ha estudiado Seth Fein, el soporte dado a la industria mexicana tuvo como contrapartida la realización de filmes que fomentaban el eslogan de la Buena Vecindad, sin el tinte sospechoso de las películas californianas. La colaboración con Azteca Films o CLASA dio pie a títulos como La Vida de Simón Bolívar, Soy Puro Mexicano, Cinco Fueron Escogidos, Espionaje en

24

 Informe de Leland a Thomson, ya cit.  Carta de Hamilton a Johnson, 17-11-1942. NARA, RG 59, 1940-44, 811.42712/11-1742. 26  Instrucción, Dpto. de Estado a representantes diplomáticos en Latinoamérica, 8-1-1945. NARA, RG 59, 1945-49, 810.42711 Books/1-845. 27  Cfr. los informes mensuales de la DCR en NARA, RG 59, 1940-44. 111.46. 28   Los datos en los informes del Coordination Committee. Projects BMP8-4308 y BMP4-5142. NARA, RG 229, Entry 001, Box 235, Folders «Reports and Surveys» y «Coordination Committee Motion Picture Activities». 29  Memo de Watts a Alstock, 26-3-1942. NARA, ibíd., Folder «Operating Plans». 25

[323]

el Golfo y De New York a Huipanguillo30. En último término, el Coordinator también impulsó la distribución de películas comerciales de Paramount, RKO, MGM, 20th Century Fox, United Artists y Universal, que contuvieran cierto valor propagandístico31. En cuanto a los mensajes transmitidos a través del programa de exhibiciones cinematográficas, resulta necesario distinguir entre dos tipos de iniciativas: la confección de títulos destinados primordialmente a las audiencias latinoamericanas; y la proyección de documentales de contenido genérico. En el primer grupo se incluyeron planes dirigidos a fortalecer los vínculos entre las repúblicas del continente. El más conocido es probablemente la serie de cortos de animación producidos por Disney en colaboración con la OCIAA. Por regla general, complementaban los programas de desarrollo médico o agrícola patrocinados por el gobierno estadounidense. Una de las cintas más populares, The Winged Scourge, se valía de la popularidad de los siete enanitos para enseñar técnicas de prevención de la malaria. En la misma línea, Defense Against Invasion instruía a niños y mayores sobre el funcionamiento e importancia de las vacunas, mientras que The Grain That Built a Hemisphere aludía al maíz como nexo de unión entre las naciones americanas. La mayor parte de los filmes comerciales financiados por el Coordinator presentaban el fascismo como una amenaza para la independencia e integridad de los pueblos hemisféricos, que por el contrario se encontraba garantizada bajo el paraguas de la Good Neighbor Policy. En cuanto a los documentales de contenido general, representaban el tipo de propaganda que muchos analistas deseaban obviar en el caso de México, aunque los informes les otorgaban gran popularidad: «...nos gustaría subrayar que los Newsreels son con mucho los más populares, sobre todo los relativos a actos de guerra, y preferiblemente aquellos en que intervienen aviones»32. El Coordination Committee contó en todo momento con una amplia colección de documentales de tema artístico —especialmente musical, como California Juvenile Symphony Orchestra—, sanitario, técnico y científico —Fight Syphilis, Molecular Theory of Matter, etc. Entre 1945 y 1947 la diplomacia pública de los Estados Unidos se vio afectada por dos factores: la indefinición en torno al futuro de la política exterior americana y los recortes presupuestarios decretados por el Congreso. Estos determinaron la disolución de la OCIAA, cuyas funciones fueron asumidas por el Departamento de Estado. Sobre el terreno, los distintos puestos del United States Information Service (USIS) vieron recortados drásticamente sus medios y su personal. Los efectivos supervivientes se dedicaron a mantener vivos algunos de los programas, siguiendo grosso modo las líneas aplicadas durante la guerra. El personal dedicado a la propaganda y las relaciones culturales en la Embajada de México se redujo al mínimo imprescindible. La rama informativa careció de un Information Officer, quedando el staff compuesto en su totalidad por una Assistant Information Officer, un Press Officer y un Motion Pictures Officer. Entre mediados de 1945 y finales de 1946 tampoco existió ningún Cultural Officer, aunque sí un Assistant Cultural Officer, un Cultural Assistant y dos estenoti30

  Fein (1996, 1998).   «American Pictures With Propaganda Value for Latin America». NARA, RG 229, Entry 001, Box 235, Folder «Reaction». 32  Carta CCM-1764, de Crump a Rockefeller, 21-7-1943. NARA, ibíd., Folder «Film – Misc – 1943». 31

[324]

pistas. Varias facetas del programa se mantuvieron más por su carácter simbólico que por la disponibilidad de recursos. La BBF y el IMNRC se vieron forzados a compartir un director —Harold W. Bentley—, que a su vez se convirtió en Cultural Officer de facto. Diferenciar la Biblioteca del Instituto se convirtió en una ardua tarea, y la situación de este llegó a ser tan apurada que la Embajada recomendó su disolución a mediados de 1946. Solo la intervención del Departamento de Estado evitó tal acción33. Por su parte, la Biblioteca logró sobrevivir dignamente, gracias a un presupuesto constante y una colección de libros que crecía sin parar34. El punto más destacable de la inmediata posguerra es que Washington comenzó a eliminar uno de los elementos que habían servido para adecuar su diplomacia pública a los requerimientos particulares de México. A partir de 1945, el Departamento de Estado difuminó el espíritu colaborativo que había caracterizado las actividades propagandísticas y culturales, para colocarlas bajo un sistema de supervisión mucho más estricto. Tal cosa implicaba la disolución de los Coordination Committees, compuestos por ciudadanos norteamericanos, y encargados de supervisar las labores de la OCIAA, tanto en el terreno cultural como en el propagandístico. En México, el propio comité propuso fundirse con una asociación local conocida como American Society, que «tomaría bajo su directa responsabilidad la colaboración con el Embajador», pero a la vez no debería estar «vinculada directamente» con el gobierno de Washington35. El segundo paso afectó a la BBF y a la anómala situación de su director dentro de la estructura administrativa del USIS en México. Bentley no había sido nombrado por el gobierno, sino por la American Library Association, por lo que se procedió a sustituirle por un Cultural Officer designado por el Departamento de Estado: Morrill Cody, procedente de la Embajada en Buenos Aires36. Se iniciaron asimismo las gestiones para asimilar la Biblioteca a las Casas Americanas existentes en Europa. Tal paso implicaba la anulación del contrato con la American Library Association, la inclusión de la Biblioteca dentro de la estructura de la Office of International Information and Cultural Affairs y la disolución del Board of Directors. Washington trató de que el cambio se realizara de la manera más suave posible, asegurando «a todos los miembros del Consejo de la Biblioteca que no se dejaba de agradecer su devoción a la causa servida» por esta37. Pese a todo fue imposible contener la irritación de Bentley, que renunció abruptamente a su puesto sin esperar al vencimiento de su contrato. Irritado, declaró al New York Times que «el cambio dañaría todo el programa (...) en el momento que el Departamento de Estado se haga cargo (...) los mexicanos, y sobre todo los lí-

33

 Tel. 601, de Byrnes a Thurston, 26-7-1946. NARA, ibíd., 811.42712/7-1946.  Instrucción 8403, de Estado a la Embajada de México, 19-2-1946. Tel. A-5, de Byrnes a Thurston, 3-1-1947. Tel. A-934, de Lovett a Thurston, 19-12-1947. Desp. 2.610, de Cody a Marshall, 22-1-1947. Desp. 1.287, de Thurston a Acheson, 11-10-1949. Desp. 1.920, de Washington a Byrnes, 22-11-1949. NARA, RG 59, 1945-49, 812.428/10-845, 812.428/1-347, 812.428/11-1547, 812.428/1-2247, 812.428/51848, 812.428/11-2246. «Background Information on Department of State’s Information and Educational Exchange Program», 1-7-1948. Harry S. Truman Presidential Library (HSTL), Personal Collections, Papers of Charles Hulten, box 9. 35  Memorando de Longan a Ray, 11-1-1945, y desp. 22511, de Ray a Stettinius, 15-1-1945. NARA, RG 59, 1945-49, 811.42712/1-1545. 36  Espinosa (1976, 335-337). 37  Instr. 490, de Sauer a Thurston, 23-10-1946. NARA, RG 59, 1945-49, 811.42712/10-2346. 34

[325]

deres intelectuales, percibirán el programa cultural como una imposición unilateral» 38. La polémica llegó a tal extremo que la Embajada instó a Bentley a «no dar publicidad a todos los asuntos controvertidos»39. Las predicciones de Bentley resultaron acertadas cuando llegó el momento de cambiar el estatus del IMNRC. La nueva posición de la BBF exigía una clara diferenciación entre esta y el Instituto. Asimismo, aunque el IMNRC continuaría siendo una institución con personalidad jurídica propia, Washington tenía intención de utilizar el arma de la financiación para mantenerlo en línea con los propósitos del Departamento de Estado. Los miembros mexicanos del Board of Directors, encabezados por su Presidente, el historiador Pablo Martínez del Río, amenazaron con renunciar a sus puestos. Martínez explicó que su oposición se fundamentaba en el hecho de que «los miembros mexicanos del consejo del Instituto son muy sensibles al hecho de que el Instituto ha dependido totalmente del dinero del gobierno de los Estados Unidos»40. Al final la Embajada logró capear el temporal, aunque Martínez del Río dejó su puesto poco después, a consecuencia de su nombramiento como Cónsul de México en Los Ángeles41. Su sustituto como presidente fue un hombre de ciencia, el Dr. José Zozaya42, en tanto que su puesto en el Consejo fue ocupado por el Cultural Officer de la Embajada —M. Cody. Para aplacar los ánimos, el Departamento de Estado prometió dotar al Instituto de mayores funciones y de un presupuesto más abultado43. Armado con unos nuevos estatutos que se aprobaron en octubre de 194744, el Instituto continuó con sus clases de inglés. El director del centro y cuatro de los profesores provenían directamente de los Estados Unidos y cobraban de una beca dotada por el gobierno45. El resto de docentes necesarios para atender a los 2.700 alumnos existentes a finales de 1947 —alrededor de quince— se reclutaban en México46. La creación de la Guerra Fría en México (1948-1955) El gran cambio en la diplomacia pública estadounidense dentro del territorio mexicano se inició en 1948 y cuajó a partir de 1950. Washington veía entonces a Latinoamérica como el continente más alejado de la influencia soviética; de manera simultánea, el peso de México en el conjunto de la política exterior de los Estados Unidos disminuyó sensiblemente. Todavía en 1955 los funcionarios norteamericanos reconocían que la influencia del comunismo allí era en extremo limitada, y que los mandatarios locales se encontraban determinados a reducir la libertad de movimientos 38   «Library In Mexico Now Storm Focus», The New York Times, 27-10-1946. También «Bentley To Quit Mexico», The New York Times, 16-11-1946 y «Library Status Fixed», The New York Times, 11-111946. 39  Desp. 1755, de Washington a Byrnes, 31-10-1946. NARA, RG 59, 1945-49, 811.42712/10-3146. 40  Desp. 1887, de Washington a Byrnes, 18-11-1946. NARA, ibíd., 811.42712/11-1850. 41  Desp. 2910, de Cody a Byrnes, 18-3-1947. NARA, ibíd., 811.42712/3-1847. 42   «Zozaya Appointed Culture Director», Mexico City Herald, 11-4-1947. 43  Desp. 1922, de Washington a Byrnes, 22-11-1946. Instr. 1201, de Kurth a Geist, 21-5-1947. NARA, RG 59, 1945-49, 811.42712/11-2246 y 811.42712/3-1847. 44  Desp. 4776, de Cody a Marshall, 13-10-1947. NARA, RG 59, ibíd., 811.42712/10-1347. 45  Instr. 37, de Estado a la Embajada de México, 23-1-1948. NARA, ibíd., 811.42712/1-2348. 46  Desp. 327, de Fisher a Marshall, 13-2-1948. NARA, ibíd., 811.42712/2-1348.

[326]

Tour por el Estado de Puebla (1951): El USIS no siempre tuvo fácil llegar a sus destinatarios. En la imagen vemos la foto de una de las unidades móviles del programa cinematográfico, interrumpida en su avance por la súbita inundación de los caminos (Fuente: NARA)

Un grupo de periodistas brasileños recibe clases de inglés patrocinadas por el USIS en Río de Janeiro (1959) (Fuente: NARA)

de los pro-soviéticos. Económicamente, el país había perdido peso en el conjunto general de la inversión extranjera estadounidense: si bien entre 1940 y 1950 los activos americanos en México ascendieron de 357 a 415 millones de dólares, el porcentaje respecto al total de los activos estadounidenses en el exterior bajó del 5,1 por 100 al 3,5 por 100. El principal interés de los Estados Unidos a este respecto se tradujo en procurar que México incidiera en la vía aperturista respecto de las mercancías y el capital extranjeros. Algo que hicieron tanto Miguel Alemán (1946-1952) como Adolfo Ruiz Cortines (1952-1958), sucesores de Ávila Camacho en la máxima magistratura mexicana. De hecho, México sufría de un continuo déficit de capital, que hacía depender su industrialización del dinero extranjero, obtenido tanto a través de agentes privados como de prestamos gubernamentales. Una subordinación que las autoridades estadounidenses no dudaron en aprovechar, facilitando a los mexicanos ayudas del Export-Import Bank, a cambio de la realización de una serie de reformas monetarias y financieras47. La escalada creciente de la crisis Este-Oeste incrementó las suspicacias de los funcionarios estadounidenses. Estas se transformaron en temor después del inicio de las operaciones en Corea (1950-1953), y llevaron a un primer plano el afán de prevenir un eventual deslizamiento de Latinoamérica hacia la izquierda. Una campaña de información podía ser el medio ideal para lograr ese fin, pero antes de proceder a una extensión de las labores informativas resultaba inexcusable encontrar una justificación; había que «crear» la Guerra Fría en países a los que apenas llegaban sus ramificaciones. En México, el punto álgido de esta contradicción llegó en octubre de 1950, cuando el Departamento de Estado, «después de una revisión intensiva de la lista de países que componen, según los propósitos del USIE, las áreas de atención prioritaria», decidió que «debería añadirse a México y Brasil»48. Un analista del mismo Departamento advirtió ya entonces de que tendría grandes dificultades para sostener «que México se encuentra literalmente plagado de comunistas que amenazan la existencia misma del país»49. Los argumentos en apoyo de esta decisión se fueron perfilando a lo largo de los meses y años siguientes. Los informes disponibles sobre México recalcaban el raquitismo allí del movimiento comunista, destacando que el Partido Comunista apenas contaba con 10.000 afiliados y no había sido reconocido oficialmente. El otro órgano filocomunista, el Partido Popular, no sobrepasaba los 50.000 miembros50. Pero poco a poco los analistas estadounidenses fueron matizando esta realidad, valiéndose de dos tesis. En primer lugar, el reducido grosor de las filas pro-soviéticas no hacía justicia a su ascendiente real en la vida mexicana: «su potencial para causar problemas no puede ignorarse. El movimiento comunista es responsable, sin lugar a dudas, de algunas de las dificultades que los Estados Unidos encuentran en sus relaciones con México». Por otra parte, según ellos los comunistas no solo actuaban directamente, sino también valiéndose del ascendiente más o menos encu47   Wilkins (1974, 182-183), Hackmann (1997, 10), Niblo (1999) y Meyer (2010). «Outline Plan of Operations for Mexico», 16-1-1956. Dwight D. Eisenhower Presidential Library (DDEL), WHO, NSC Staff Papers 1948-1961, OCB Central Files, box 51. 48  Nota de Acheson a Thurston, 13-10-1950. NARA, RG 59, 1950-54, 511.00/10-1350. 49  Memo de Hughes a Rubottom, 31-1-1951. NARA, RG 59, 1950-54, 511.12/1-3151. 50   «Revised Country Plan for Mexico», 6-8-1952. NARA, RG 59, 1950-54, 511.12/1-3151.

[328]

bierto que ejercían sobre sectores clave. Así lo advertía la United States Information Agency (USIA) en 1956: ... los conceptos y las premisas marxistas permean el pensamiento de muchos de los sectores más eficaces de la sociedad mexicana, a resultas de largos años de cultivo de áreas de acuerdo con la revolución mexicana socialista por parte de los comunistas (...). Especialmente dañina por sus efectos de largo alcance es la arraigada influencia comunista en las escuelas e instituciones mexicanas de educación superior51.

Los diplomáticos de los Estados Unidos diluyeron apresuradamente las posibles diferencias existentes entre el comunismo y otros movimientos de izquierda: Las actividades públicas de las misiones diplomáticas soviética, polaca y checoslovaca en México, aunque importantes y sin duda de una considerable efectividad, no son de ninguna manera tan efectivas como las actividades en este país de los comunistas mexicanos, españoles y de otros lugares de América Latina52.

El imperativo de exagerar la presencia del elemento comunista se convirtió en pasto abonado para las contradicciones. En más de una ocasión el mismo documento contenía secciones recalcando y negando su capacidad de influencia. Todo esto obligó a reevaluar las implicaciones de la «recién descubierta» fuerza del comunismo en distintos campos de las relaciones mexicano-estadounidenses. Las observaciones más alarmantes se refirieron a la amplia frontera terrestre que México compartía con los Estados Unidos, así como a la capacidad de influencia de los mexicanos sobre el resto de repúblicas latinoamericanas: Los Estados Unidos tendrán que depender de los materiales estratégicos de México en caso de guerra, y los saboteadores comunistas son capaces de sabotear de manera efectiva la industrias eléctrica, minera, petrolífera y de transportes antes de que las autoridades policiales mexicanas puedan hacer algo al respecto. Tanto en tiempos de guerra como de paz los Estados Unidos dependen de México para obtener una fuerza de trabajo de cerca de medio millón de trabajadores para la industria agrícola del Sur y Suroeste. La posición física de México lo convierte en una vía encubierta para saboteadores comunistas que deseen entrar en los Estados Unidos y para la filtración de propaganda ideológica comunista53.

La nueva percepción de la realidad mexicana y de su posición en el contexto de la Guerra Fría tornó la praxis de la contención en una estrategia de previsión. La eventualidad de un futuro en que México pudiera caer en la subversión, arrastrando con él a otras naciones del área, determinó el nuevo rumbo de la diplomacia pública americana en el país, sobre todo tras la puesta en marcha de la Campaña de la Verdad. Si en 1946-1947 la reestructuración de la BBF y el IMNRC había minado el talante cooperativo de ambas instituciones, desde 1948/1950 se desmontaron otros dos pilares básicos de las operaciones informativas y culturales: su vocación generalista y la adecua51

  «First Draft. Outline Plan...», ya cit.  Desp. 732, de Fisher a Acheson, 12-9-1950. NARA, RG 59, 1950-54, 511.12/9-1250. 53  Memo de Hughes a Rubottom, 31-1-1951. NARA, RG 59, 1950-54, 511.12/1-3151. 52

[329]

ción de los mensajes a la peculiar relación mexicano-americana. A nivel global, el USIE tendía a concentrar sus actividades en grupos sociales concretos, elegidos bien por sus capacidades como «creadores de opinión» —políticos, intelectuales, periodistas, académicos, etc.—, o bien por su aparente sobreexposición a la amenaza comunista —sindicalistas y obreros industriales. Cuando esta aproximación quiso llevarse a México suscitó importantes resistencias y enfrentamientos dentro del USIS. Las secciones con mayor tradición, y cuya efectividad se venía justificando en función del número de personas alcanzadas, se apresuraron a desestimar la nueva estrategia de los target groups. Particularmente intensas fueron las protestas provenientes de los responsables del programa cinematográfico, cuyas proyecciones masivas fueron criticadas ocasionalmente por el Departamento de Estado. Desde Washington se insinuaba que una audiencia numerosa no implicaba automáticamente una correcta recepción de los mensajes transmitidos por las películas. El Public Affairs Officer (PAO) Dorsey Fisher salió en defensa de la sección a su cargo, contestando que contrariamente a la creencia de determinadas personas, el gran tamaño de un grupo no significa necesariamente que la exhibición sirva meramente como entretenimiento (...) Los filmes del USIE (...) plantan la semilla que profesores, médicos de cabecera y autoridades agrícolas recogen y expanden54.

Por su parte, el Motion Pictures Officer —Homer Gayne— afirmó en varias ocasiones que el USIS no podía ignorar a la gran masa de población iletrada y aislada, habida cuenta de la particular situación socioeconómica por la que atravesaba México. Las iniciativas gubernamentales de desarrollo industrial estaban impulsando una dinámica de movilidad social cuya intensidad no tenía parangón con lo hecho en años anteriores. El jornalero agrícola del momento acabaría convirtiéndose en obrero; y este, merced a las mejoras educativas, se acercaría pronto al nivel de vida propio de las clases medias: «más y más gente está siendo absorbida en estratos más altos de la vida mexicana». En último término, estos grupos intermedios se convertirían en el núcleo de la opinión pública local, y cumplirían con los requisitos necesarios para influir en el destino político de México55. Otras secciones con larga solera, como la de publicaciones, tampoco tenían inconveniente en alardear de su habilidad para llegar al conjunto general de la población. Así lo especificaba un informe escrito a finales de 1951: «los objetivos del programa de publicaciones cubren el rango completo de la población de México»56. En el momento de redactar en 1950 el primer country program del USIS para México, la Embajada tuvo en cuenta estos pareceres y procuró apartarse de la propensión a encauzar la propaganda hacia sectores especialmente elegidos. Según los funcionarios destacados en la capital de la República: El programa del USIE debe ser, en general, un programa de masas. No se puede decir con precisión que en México un grupo particular de personas, o una combinación de grupos, pueda influenciar de manera consistente la acción del gobierno elec54

 Desp. 787, de Fisher a Acheson, 20-9-1950. NARA, RG 59, 1950-54, 511.125/9-2050.   «Review of the USIE Motion Picture Program in Mexico as of December, 1950». Anexo al desp. 1441, de Fisher a Acheson, 1-12-1950. NARA, RG 59, 1950-54, 511.125/12-150. Citado también por Fein (1998). 56  Desp. 903, de Rankin a Acheson, 9-10-1951. NARA, ibíd., 511.12/10-951. 55

[330]

to. Por esta razón, un énfasis indebido para llegar a determinados target groups, a costa de la exclusión de una ofensiva informativa masiva que alcance todo México, no puede tener éxito.

En ese primer plan el target group primordial fue definido como «el pueblo de México», aunque se hacía ya hincapié en tres sectores específicos: «individuos en posición de influir en el pensamiento del pueblo mexicano a través de los medios de información o la enseñanza», «individuos ejerciendo actualmente algún puesto político» e «individuos sujetos a influencias comunistas»57. Esta propensión a concentrarse en distintos grupos de atención preferente se fue extendiendo a lo largo de 1951 y 1952, tanto por las presiones ejercidas desde Washington como por la voluntad de algunos trabajadores del USIS. Al contrario que la sección cinematográfica, la BBF y el IMNRC eran instalaciones elitistas por naturaleza: la biblioteca servía a «los estratos más altos de población, principalmente estudiantes universitarios y profesionales»; y el Instituto era conocido sobre todo por personas que se encontraban encima de la media en cuanto a «educación y estatus socio-económico»58. Por ello, los trabadores de ambas corporaciones no dudaron en resaltar en varias ocasiones que sus actividades se adecuaban al tipo de destinatario preferente de la nueva etapa propagandística: Los usuarios del Centro de Información [BBF] (...) han disfrutado de mayor escolarización, tienen bibliotecas personales más grandes, leen más revistas, ven más películas y escuchan más programas de radio serios que la media. Componen una proporción más que considerable de aquellos que sirven voluntariamente a todos los niveles como líderes de opinión y cultura en México (...) la clase de mexicano que usa sus servicios es uno que caería dentro del grupo de líderes y que tiene influencia sobre quienes se encuentran a su alrededor59.

Ganar el favor de los diseñadores de la propaganda en el Departamento de Estado resultaba primordial para mantenerse en el puesto. Por ello, tras estas primeras divergencias de opinión en el seno del USIS en México, algunas secciones anteriormente escépticas con los nuevos enfoques temieron quedarse rezagadas, y comenzaron a matizar sus juicios. El área de publicaciones cambió su discurso para asegurar que si bien no había abandonado del todo su propósito de llegar a todos los estratos de la sociedad, iba concentrándose de manera particular en «grupos moldeadores de opinión» dentro del mundo educativo y del trabajo60. Este nuevo impulso repercutió en la tirada y orientación de la principal publicación del USIS: Revista Americana, que desde el número de diciembre de 1952 disminuyó su tirada de 75.000 a 30.000 ejemplares, abandonando la distribución a través de circuitos comerciales, y concentrándose en hacerla llegar a una lista de correo compuesta por personalidades influyentes61. 57

 Cfr. «USIE Country Paper, 1950». En desp. 908, de Rankin a Acheson, 10-10-1951, y desp. 732, de Fisher a Acheson, 12-9-1950. NARA, RG 59, 511.12/10-1051 y 9-1250. 58   «An Assessment of an IIA Country Operation (USIS-Mexico)». HSTL, Personal Collections, Papers of Charles Hulten, Box 14. 59  Desp. 903, de Rankin a Acheson, ya cit. 60  Desp. 1853, de Rankin a Acheson, ya cit. 61  Desp. 1320, de Delgado-Arias a Acheson, 15-12-1952. NARA, RG 59, 1950-54, 511.1221/12-1552.

[331]

Lo mismo comenzaron a hacer el resto de dependencias del USIS, forzando finalmente a la sección de películas a unirse al carro, so pena de perder el apoyo de Washington. Al redactar la planificación para los años 1954 y 1955, sus trabajadores incluyeron a los grupos rurales y los niños en los últimos puestos de una lista de seis target groups: profesores y estudiantes de universidad, líderes laborales, cargos gubernamentales, sectores profesionales y clero, y grupos femeninos. Solo doce de los ciento ocho documentales de producción propia que se proponían iban destinados a la población agrícola e infantil62. En ese momento el nuevo country program adoptado en julio de 1953 abandonó toda alusión al pueblo mexicano, sustituyéndolo por una lista de seis grupos de interés: «1. Escritores y otros intelectuales; 2. Periodistas y locutores de radio; 3. Líderes laborales y funcionarios sindicales; 4. Grupos profesionales y clero católico; 5. Maestros y estudiantes de universidad; 6. Funcionarios gubernamentales y partidos políticos; 7. Grupos de mujeres»63. La evolución de los mensajes transmitidos por el USIS experimentó un desarrollo parejo. Hasta 1948 la diplomacia pública norteamericana puso buen cuidado en analizar los contenidos que hacía llegar a los mexicanos, contando con la susceptibilidad de la población local respecto a los Estados Unidos. La mayoría de las secciones que venían trabajando en el país dotaban a sus programas de un tono más cultural que propagandístico. Una gran mayoría de los productos propagandísticos aludía a cuestiones sanitarias, agrícolas o de corte práctico, que servían para describir a América como una nación comprometida con el desarrollo de México, y por añadidura de toda Latinoamérica. El Panamericanismo y la solidaridad hemisférica componían el segundo de los temas estrella, seguido muy de lejos por aspectos concretos de la historia estadounidense o la vida americana que podían tener connotaciones positivas para el resto del continente64. Pero entre 1948 y 1950 desembarcó en México la dialéctica propagandística de la Guerra Fría europea. El discurso de la diplomacia pública estadounidense se volcó en contradecir las campañas informativas orquestadas desde Moscú, siguiendo una triple vía. Por una parte se publicitó el modo de vida americano, el sistema democrático y el capitalismo como los únicos factores capaces de garantizar un desarrollo constante, equitativo y libre. De otro lado se procedió a una defensa a ultranza de la política exterior norteamericana, como una herramienta al servicio de la libertad y opuesta a la tiranía del comunismo, cuyos efectos copaban la tercera de las líneas temáticas privilegiadas por el USIE. Todo ello implicaba necesariamente una inusitada y extrema politización de los mensajes emitidos en México, que quedó

62

 Desp. 2352, de Delgado-Arias a Dulles, 29-4-1953. NARA, RG 59, 1950-54, 511.12/4-2953.   «United States Information Service. Country Plan. Mexico». Instr. 17, de Murphy a White, 27-71953. Y «Revised Country Plan for Mexico». Desp. 275, de Webb a Acheson, 6-8-1952. NARA, RG 59, 1950-54. 511.12/7-2753 y 8-652. La tendencia a definir de manera concreta los target-groups de la propaganda respondía a directivas centrales del programa propagandístico, y puede rastrearse en otros escenarios. Así se desprende de los ensayos de Nicholas Cull y Pablo León, incluidos en este libro. 64  Así se desprende del devenir del programa de publicaciones, y del trabajo de la sección cinematográfica. Sobre el primero cfr. la documentación contenida en NARA, RG 59, 1945-49, 810.42711 B. En cuanto a la exhibición de documentales cfr. desp. 782, de Fisher a Acheson, 17-3-1950. Desp. 1370, de Fisher a Acheson, 22-11-1950, desp. 546, de Fisher a Acheson, 26-10-1950. Y desp. 1122 de Fisher a Acheson, 2610-1950. La preferencia por películas de índole técnica puede deducirse de las peticiones efectuadas al Departamento de Estado, como la contenida en el desp. 708, de Fisher a Acheson, 11-9-1950. NARA, RG 56, 1950-1954, 511.125/3-1750, 511.12/11-2250, 511.125/2-2450, 511.12/10-2650 y 511.125/9-1150. 63

[332]

ya plasmada en el Country Plan de 1950: «USIS-México debe guiarse por el hecho de que la verdad sobre los Estados Unidos, su pueblo y sus políticas pueden usarse como un arma mayor contra la influencia comunista y antinorteamericana en México»65. El inicio de la guerra de Corea incidió aún más en el endurecimiento de las consignas informativas, que afectaron incluso a las vertientes más culturales. El tono marcadamente político de los nuevos materiales propagandísticos enviados desde los Estados Unidos suscitó protestas en diversas instancias del USIS, que durante un tiempo desarrollaron sus propias estrategias de resistencia. Entre las más contestatarias se contaban nuevamente las áreas con mayor experiencia en el tratamiento de la realidad mexicana: la cinematográfica, la de publicaciones y en este caso también la BBF. Desde el verano de 1950 la sección de películas comenzó a recibir filmes que elogiaban sin tapujos la política internacional de los Estados Unidos y su participación en el conflicto coreano —President Truman Speaks on Korea, One Year in Korea, In Defense of Peace y Plan for Peace. El propósito era incorporarlos a las exhibiciones montadas por los funcionarios de la Embajada, que enseguida hicieron patente su desacuerdo. En repetidas ocasiones recordaron al Departamento de Estado que los beneficiarios primarios de sus proyecciones carecían de la formación necesaria para asimilar mensajes de calado político, y por tanto su efecto podía ser contraproducente. Se trataba de gentes que vivían en comunidades aisladas, sin acceso a aparatos de radio y cuyo único contacto con el exterior era el periódico local. Desconocían, pues, todo lo relativo a la rivalidad entre Washington y Moscú; y no tenían gran interés por saber lo que acontecía dentro de los Estados Unidos, sobre quienes además recaían las sospechas fruto de la larga historia de desencuentros comunes. Si había que ganarse a estos campesinos, debía hacerse hablándoles de problemas cercanos a su vida cotidiana o sus aficiones: cultivos, ganadería, enfermedades, deportes... Esta aproximación no arrojaría resultados inmediatos, pero sí tendría efectividad a largo plazo; en cambio, «si el contenido propagandístico resulta demasiado obvio es probable que la cooperación ya establecida desaparezca»66. Los peligros anejos a los mensajes de tipo político se materializaron durante una gira por Veracruz, cuando varias exhibiciones vieron descender bruscamente el número de asistentes, a resultas del rumor, propagado por fuentes sin identificar, de que la verdadera aspiración del programa consistía en reclutar mexicanos para combatir en Corea67. El área de publicaciones sufrió presiones similares y reaccionó también de manera parecida. Desde 1951 se le hicieron llegar distintos panfletos en inglés para su volcado al español y posterior distribución en todo el mundo de habla hispana. La mayor parte tenía que ver, bien con la guerra de Corea, bien con las acciones de la Unión Soviética. USIS-México rechazó muchos de ellos, precisamente por su lenguaje marcadamente antisoviético, y efectuó distintos llamamientos para retornar a la producción de literatura de tono colaborativo, que resultara claramente útil al común de la ciudadanía mexicana:

65

 Sobre el mensaje general de la propaganda norteamericana durante los cincuenta cfr. Belmonte (1996), Osgood (2006) y Hixson (1997). 66  Desp. 2296, de Rankin a Acheson, 15-3-1591. NARA, RG 59, 1950-54, 511.12/3-1551. 67  Desp. 542, de Fisher a Acheson, 23-8-1950. NARA, RG 59, 1950-54, 511.125/8-2350. Fein (1998, 429-430).

[333]

La Embajada estaría contenta de ver mayores cantidades de publicaciones de tipo práctico tales como higiene y cuidado de los niños, prevención de accidentes y material agrícola específico en proporción a las cantidades crecientes de publicaciones de naturaleza política general. La Embajada se da cuenta de la importancia que en estos días debe darse a los materiales políticos e ideológicos que pueden llegar a las masas, enseñándoles los propósitos y objetivos de los Estados Unidos y otras democracias en oposición a los regímenes totalitarios. Sin embargo, la manera de acercarse de forma práctica y atractiva a muchos grupos e individuos consiste en darles panfletos y otro material impreso que les ayude en sus necesidades inmediatas de nutrición, higiene, siembra, etc.68

En alguna ocasión los mismos funcionarios relatadieron cuenta de las dificultades que encontraban a la hora de colocar textos claramente propagandísticos, pues muchas personas los rechazaban de plano: «Ha sido muy difícil hacer una buena distribución en México de panfletos directa y duramente anti-comunistas»69. Lo mismo ocurría con el programa de traducciones, ahora bajo control directo del USIS, una vez expirado el contrato con Science Service. La Embajada continuó los tratos con el Fondo de Cultura Económica, y trabajó también con otras casas editoriales: Editorial Intercontinental, Gráfica Panamericana, El Libro Perfecto, Ediciones Mexicanas y Compañía General de Ediciones. Se abandonó casi completamente la traducción de manuales médicos y técnicos, aunque no la impresión de obras de carácter académico o cultural que remitieran directamente a los Estados Unidos —Breve historia de los Estados Unidos de Allan Nevins y Henry Steele Commager (Compañía General de Ediciones), o Introducción a la música estadounidense de Juan Carlos Paz (Fondo de Cultura Económica). Pero desde 1951 se impulsó la publicación de libros marcadamente propagandísticos y furibundamente antirusos, que casi siempre acabaron en las manos de Editorial Intercontinental. El más relevante de los títulos aparecidos bajo este sello fue El capitalismo de los Estados Unidos, de Frederick Martin Stern, para el que se preparó un prólogo de José Vasconcelos que da buena cuenta de su tono general: El folleto de Stern es un testimonio más de que la solución norteamericana del problema social es una solución de justicia creciente que supera todo lo que pudiera dar en la práctica el marxismo. El régimen capitalista tal como hoy funciona en los Estados Unidos es, a pesar de todo, el más humano de los que operan en el mundo. Debemos proclamarlo porque es la verdad y porque urge acabar con ciertos mitos que solo sirven para justificar en el ánimo de los ignorantes la simpatía que todavía despierta el régimen soviético70.

El propio editor de la obra adviritió de que «el punto de vista del autor es tan favorable que hace que el trabajo huela a propaganda pura»71. 68

 Desp. 903, de Rankin a Acheson, ya cit.  Desp. 1969, de Delgado-Arias a Acheson, 11-3-1953. NARA, RG 59, 1950-54, 511.1221/3-1153. 70  Anexo al desp. 3036, de Delgado-Arias a Acheson. NARA, RG 59, 1950-54, 511.1221/6-3052. La colaboración de José Vasconcelos resulta bastante significativa. Durante los años veinte, Vasconcelos había sido rector de la UNAM y Secretario de Educación Pública en el gobierno de Álvaro Obregón. Posteriormente destacó por sus críticas a los Estados Unidos y sus posiciones proalemanas. En 1940 dirigió la revista pronazi Timón, financiada por la Embajada de Alemania, y publicó varios artículos a favor del Eje. El hecho de que ahora accediera a colaborar con el USIS fue considerado como un gran éxito por los propagandistas norteamericanos. Cfr. Gallo y Padilla (2006). 71  Desp. 116, de Raine a Acheson, 10-7-1951. NARA, RG 59, 1950-54, 511.12/7-1051. 69

[334]

Ante la pasividad de Washington al oír tales afirmaciones, el área de publicaciones desarrolló iniciativas a título particular, tratando de minimizar el impacto de la nueva campaña psicológica. Por un lado, utilizó su propio presupuesto para editar panfletos que obviaban la dinámica del enfrentamiento con la Unión Soviética, y subrayaban los intereses comunes del continente —La Comunidad Americana, Colón— o daban una visión menos polémica de la historia y el modo de vida estadounidenses —Jorge Washington, Los Estados Unidos de América, Pequeña Historia de un Pueblo Hermano. A la vez, procuró hacer acopio de aquellos panfletos ya publicados anteriormente en torno a asuntos como la educación o los problemas médicos y sanitarios: La Educación en los Estados Unidos, El cuidado del niño, Higiene prenatal, Manual de Conservación de Suelos, etc.72. En cuanto a Revista Americana, la inclusión de artículos de tendencia anti-comunista se combinó con textos menos polémicos sobre panamericanismo, ciencia, medicina, agricultura, arte, música, literatura, teatro, etc.73 La BBF se llevó a la postre una de las peores partes en el proceso de implantación de la Campaña de la Verdad, siendo objeto de distintas recriminaciones por parte del Departamento de Estado. Siguiendo la tradición iniciada por la American Library Association, la entidad había acabado por convertirse en un centro de referencia dentro de la capital mexicana. La biblioteca había desarrollado una vocación de servicio que iba mucho más allá de su definición teórica como centro de información de los Estados Unidos. Las colecciones incluían tradicionalmente tanto obras norteamericanss como latinoamericanss. No sin cierto orgullo, sus trabajadores afirmaban en septiembre de 1950 que «la BBF es la única biblioteca de México que da un buen servicio bibliotecario público. Como resultado se ha convertido en la biblioteca pública de Ciudad de México»74. En Washington no perdieron tiempo en recordar que no eran esos los criterios que deberían guiar a la Biblioteca, sino aquellos emanados de las nuevas directrices de la diplomacia pública: «no ha sido el propósito del Departamento desarrollar un sistema bibliotecario que tomase permanentemente el lugar de una biblioteca pública». Por tanto, «en consideración de una actuación entendida en términos de objetivos psicológicos, se sugiere que la BBF revise cuidadosamente sus servicios y procedimientos, para determinar su pertinencia dentro del programa informativo y de intercambio educativo». Se sugería además un punto de partida: acabar con la incorporación al catálogo de libros mexicanos «que parecen no tener relación alguna con los Estados Unidos». Los «materiales que no se adapten a los principios de selección de un centro de información» deberían ser «regalados o puestos en prestamo a largo plazo dentro de instituciones mexicanas»75. Los trabajadores de la BBF no se quedaron de brazos cruzados, y ejercieron su derecho a réplica. Adujeron que la mejor manera de cumplir con el fin primordial de la propaganda —crear un sentimiento de amistad hacia los Estados Unidos— pasaba precisamente por obviar cualquier politización de la Biblioteca:

72  Desp. 1812, de Raine a Acheson, 16-1-1951, desp. 2299, de Rankin a Acheson, 15-3-1951. NARA, Ibidem, 511.1221/1-1651 y 3-1551. 73  Desp. 424, de Rankin a Acheson, 27-8-1952. NARA, RG 59, 1950-54, 511.1221/8-2752. 74  Desp. 732, de Fisher a Acheson, ya cit. 75  Instrucción 180, del Departamento de Estado a la Embajada de los Estados Unidos en México, 2911-1950. NARA, RG 59, 1950-54, 511.12/9-1250.

[335]

Muchos de estos países están atravesando por una revolución industrial y necesitan desesperadamente información que les ayude a resolver sus problemas. El Centro de Información trata de ayudar al país a desarrollar su propio potencial de todas las maneras posibles, de acuerdo con sus costumbres y entorno. Con este propósito, el Centro encuentra que su ayuda es apreciada como un esfuerzo honesto por parte de los Estados Unidos para ayudar al país receptor y no como una mera operación de propaganda76.

Dos años después se insistía en que los usuarios, ...son de lo más receptivo a la influencia de América a través de la BBF porque saben que la ayuda que reciben es altruista y no relacionada con la política77.

Pero el propio USIS-México se encontraba también dividido en cuanto al talante político de los nuevos programas. Al contrario que para el área de publicaciones y la BBF, los nuevos mensajes no parecían suponer el más mínimo problema a las operaciones de dos de las secciones que aparecieron de la nada: radio y prensa; y curiosamente tampoco a quienes trabajaban en el IMNRC. Los espacios radiofónicos patrocinados por la Embajada se dedicaron sin pudor a desprestigiar la realidad existente en el mundo comunista: «Corresponsal Extranjero» narraba las peripecias de un periodista que trataba de ejercer su labor en países de la esfera soviética; «Escenario de las Américas» suponía una «dramatización de episodios que subrayan los métodos terroristas empleados por los soviéticos»; y «Misión Peligrosa» relataba las desventuras de «un hombre cuya misión era combatir las fuerzas del mal». Otros dos programas insistían en la presentación del lado más positivo de la vida, la economía y la sociedad norteamericanas: «Casa Internacional» se centraba en las vivencias de un estudiante latino que iba descubriendo los Estados Unidos a medida que completaba allí su formación; y «Pensión Rodríguez» tomaba la perspectiva contraria, retratando a un joven norteamericano —Johnny— que se había trasladado a estudiar a un país latinoamericano. Su personaje estaba caracterizado para recalcar «el hecho de que los ciudadanos americanos también pueden ser idealistas y no los amantes del dinero que la oposición les ha llevado a creer»: Cuando la ocasión lo permite, subrayamos las ventajas de vivir bajo un sistema democrático, donde la libertad y la búsqueda de la felicidad son los factores dominantes, en comparación con el modo de vida completamente opuesto bajo regímenes totalitarios78.

La sección de prensa tampoco puso reparos en asentar que dos de sus objetivos principales eran «informar al pueblo mexicano acerca de la política exterior de los Estados Unidos» y «tratar de exponer las falacias de la doctrina y las prácticas comunistas cuando sea posible»79. De manera continuada los agentes de prensa de la Embajada se jactaban de haber corregido «concepciones erróneas acerca de los Estados 76

 Desp. 2296, de Rankin a Acheson, ya cit. El debate en torno a la BBF también en desp. 2842, de Rankin a Acheson, 3-6-1952. NARA, Ibidem, 511.12/6-352. 77  Desp. 1475, de Delgado-Arias a Acheson, ya cit. 78  Desp. 1700, de Delgado-Arias a Dulles, 6-3-1953. NARA, ibíd., 511.124/3-653. 79  Desp. 598, de Rankin a Acheson, ya cit.

[336]

Unidos, que eran inspiradas por la propaganda comunista»80. Para tal propósito se valían tanto del subterfugio de falsas cartas al director como del espacio de aquellos rotativos que aceptaban contribuciones del USIS. De la pluma de sus escritores salían piezas como la serie publicada en Excelsior a comienzos de 1951, en torno a «cinco famosos comunistas que han abandonado el comunismo por otras ideologías»81. El artículo aparecido el ocho de enero llevaba el título de «El ídolo que desilusiona», versaba sobre el político italiano Ignazio Silone y terminaba con las siguientes palabras: «La revolución bolchevique que había extinguido a sus enemigos comenzó a devorar a sus hijos favoritos. Los dioses rojos, sedientos de sangre, no dieron tregua a nadie»82. Igualmente, el servicio de noticias que USIS-México enviaba diariamente a cincuenta diarios de provincias solía incluir una sección titulada «En pequeñas dosis», donde «se incrustaba cuidadosamente propaganda anti-comunista»83. Al contrario que algunas de sus compañeras dentro de los servicios propagandísticos y culturales, el área de prensa creía que había espacio más que suficiente para un flujo continuado de material cargado políticamente: «La sección de prensa está recibiendo más peticiones de material anti-comunista que en el pasado, tanto escrito como gráfico»84. Más sorprendente fue el comportamiento del IMNRC, que al contrario que la BBF no obstaculizó su conversión en una herramienta de lucha política, aunque en este caso volcada primariamente hacia la difusión del American Way of Life. En septiembre de 1950 se dijo ya a Washington que el Instituto utilizaba sus clases de inglés para la transmisión de mensajes propagandísticos: «como herramienta cultural se ha hecho cada vez más evidente a la Embajada que el personal administrativo y docente del Instituto reconoce su obligación de hacer más que simplemente enseñar inglés (...) se ha hecho un esfuerzo coherente por usar las clases de inglés como un medio de dotar de información sobre, y crear simpatía hacia, los Estados Unidos»85. Siendo un centro binacional, los actos del Instituto debían dedicar cierto espacio a la cultura mexicana; pero los eventos de tema estadounidense representaban casi el doble que los de contenido local, buscando «un consciente esfuerzo de proveer de una serie continuada de programas cuya totalidad sirva para presentar una idea mejor de lo que está ocurriendo en los Estados Unidos dentro del campo cultural, intelectual y científico»86. En cuanto a los ponentes mexicanos se buscaba que tuvieran alguna conexión con Norteamérica, como cuando entre abril y mayo de 1950 se organizó una exposición de las pinturas del mexicano Feliciano Béjar, quien no hacía mucho había regresado de una larga estancia en los Estados Unidos87. Las discrepancias entre los ejecutores de la diplomacia pública estadounidense en México, y el cada vez más pronunciado apego del USIE hacia la «propaganda psicológica», acabaron obligando a las secciones más recalcitrantes a adaptarse a los nuevos tiempos. Su supervivencia dependía de la renovación anual del presupuesto a su cargo, y esta a su vez de clarificar que se habían atenido a las pautas 80

 Desp. 2410, de Rankin a Acheson, 27-3-1951. NARA, RG 59, 1950-54, 511.12/3-2751.  Desp. 1733, de Webb a Acheson, 9-1-1951. NARA, RG 59, 1950-54, 511.122/1-951. 82  R. L Valdealde, «El ídolo que desilusiona», Excelsior, 8-1-1951. 83  Desp. 2249, de Rankin a Acheson, 8-3-1951. NARA, RG 59, 1950-54, 511.122/3-851. 84  Desp. 598, de Rankin a Acheson, ya cit. 85  Desp. 732, de Fisher a Acheson, ya cit. 86  Desp. 2838, de Rankin a Acheson, ya cit. 87  Desp. 1406, de Raine a Acheson, 18-5-1950. NARA, RG 59, 1950-54, 511.12/5-1850. 81

[337]

generales de la Campaign of Truth, escribiendo lo que querían oír sus jefes en Washington. Algunos funcionarios, como los responsables del programa cinematográfico, incurrieron en serias contradicciones al combinar la sumisión al Departamento de Estado con un cierto tono crítico. Benedict Dulaski —Motion Pictures Officer a mediados de 1952— asentaba la inefectividad de los filmes políticos sobre la guerra de Corea, pero a la vez apremiaba para abandonar lo que calificaba de «propaganda defensiva», y pedía filmes relativos a las «masacres rusas»88. Quizá no le quedaba otra opción, habida cuenta de que el Country Plan de 1953 llamaba y a una mayor agresividad en los mensajes del USIS. El objetivo primordial seguía consistiendo en recabar apoyos para la política exterior estadounidense, pero ahora mediante la transmisión de consignas dirigidas a «oponerse a la tendencia de México hacia el neutralismo y promover una contribución más tangible de ese país en apoyo de la política de las Naciones Unidas de resistencia a la agresión». Como segundo objetivo se hablaba específicamente de «llevar a los mexicanos a darse cuenta de la verdadera naturaleza del imperialismo comunista de los soviéticos». Y solo en tercer lugar se establecía la prioridad de «ampliar la amistad y el entendimiento entre México y los Estados Unidos, ofreciendo una imagen precisa de nuestro país, su política, su gente y su cultura». Pero ni siquiera en tal punto el mensaje había de adquirir un tono positivo, ya que uno de los propósitos primordiales de esta última tarea consistía en «demostrar las ventajas de la democracia como ideología política, en contraste con la tiranía del Comunismo»89. Estas discusiones coincidieron curiosamente con un extraordinario aumento de los recursos y el personal puestos a disposición del USIS en México. Desde 1948 la Embajada estadounidense contó con el embrión de un verdadero aparato propagandístico, que fue completándose en los años siguientes, y replicándose en los consulados de Monterrey y Guadalajara. En ese año se produjo el nombramiento del primer PAO, para presidir sobre una estructura que en 1952 manejaba un presupuesto de 481.000 dólares, así como una nómina de veinticuatro estadounidenses y cinco mexicanos. La rama informativa se dividió en cuatro secciones: publicaciones, prensa, radio y cine. La primera continuó con las dos tareas que había venido ejerciendo desde los años de la guerra: la preparación de panfletos y la coordinación de traducciones al español de los libros estadounidenses previamente aprobados por el Departamento de Estado. Su trabajo se intensificó en ambas facetas, ya que México acabó convirtiéndose en centro coordinador para el volcado al castellano de casi toda la producción escrita del USIE. Asimismo, dada la crisis por la que atravesaba el mercado editorial argentino, México asumió la práctica totalidad del presupuesto destinado a la traducción libraria. Este programa implicaba la negociación, por parte del Departamento de Estado, de los correspondientes derechos de traducción. Posteriormente el USIS financiaba la edición en español mediante la compra a la editorial correspondiente de un número determinado de ejemplares, que eran después despachados a distintas naciones hispanoparlantes. Publicaciones fue en último término la responsable de la producción de 88

  «Report on Motion Picture Program Activities in Mexico», anejo al desp. 2.844, de Rankin a Acheson, 5-6-1952. NARA, RG 59, 1950-54, 511.125/6-552. 89   Las citas de los párrafos anteriores provienen del «United States Information Service. Country Plan. Mexico». Instr. 17, de Murphy a White, 27-7-1953. Y «Revised Country Plan for Mexico». Desp. 275, de Webb a Acheson, 6-8-1952. NARA, RG 59, 1950-54, 511.12/7-2753 y 8-652.

[338]

Revista Americana, el magazine mensual ya citado, que USIS-México puso en la calle a partir de mayo de 195190. Entre 1948 y 1950, las áreas de prensa y radio pasaron de una inactividad casi total a alzarse como dos de las ramas más dinámicas del USIS. El cometido principal de la primera consistía en la distribución de contenidos textuales y gráficos a una lista de periódicos y revistas, tanto de la capital como de provincias, que en 1952 contenía alrededor de cuatrocientos títulos. El origen de este material era diverso: una parte provenía del boletín de noticias que los propagandistas recibían desde Washington; otra de los «paquetes» del USIE —artículos y otros escritos más largos sobre asuntos específicos, abarcando temas de política exterior o facetas concretas del American Way of Life—; y una tercera de la pluma de los propios trabajadores del USIS en México. Los textos aparecían muchas veces de manera anónima, y por primera vez se hicieron esfuerzos conscientes para ocultar su procedencia. La sección se encargaba también de perfilar los artículos de Revista Americana, y de ultimar los guiones de algunos programas de radio. A la hora de planificar la nueva ofensiva propagandística en México a finales de 1950, el esquema más completo tenía que ver precisamente con el área radiofónica. En 1949 comenzaron a financiarse dos espacios que se emitían a través de emisoras comerciales de la capital. Esta actividad se incrementó notablemente a partir de 1951, con la grabación de seriales, noticiarios y magazines músico-culturales para su difusión en las cadenas XEW y XEX. Aparte de producir estos programas, USIS-México proporcionaba sus guiones a cualquier emisora provincial que desease usarlos. En el primer semestre de 1953, consiguieron acaparar por este sistema un total de 12.516 horas de emisión, repartidas entre ciento cuatro estaciones de todo el país91. La labor informativa que revistió una mayor intensidad fue sin duda la relativa al programa cinematográfico. Pese a las limitaciones presupuestarias del período 19451948, se había mantenido un buen ritmo de exhibiciones —2.817 proyecciones y 1.583.000 espectadores mensuales de media en 1947—, que convirtieron a la mexicana en la mayor operación cinematográfica de la diplomacia pública norteamericana en cualquier país. La llegada de la Campaign of Truth confirmó esta posición, creando un programa con tres pilares geográficos: México, Guadalajara y Monterrey. En 1952, tanto la Embajada como ambos consulados poseían una filmoteca compuesta por casi siete mil títulos, que se ponían generalmente a disposición de instituciones públicas —como los ministerios de educación, salud, agricultura, recursos hidráulicos y trabajo, o el Servicio de Conservación del Suelo y el Agua— y entidades educativas —caso de las escuelas normales—, donde se organizaban sesiones para empleados, asociados o alumnos. Entre 1950 y 1953 los propagandistas de la Embajada empezaron a privilegiar las sesiones gestionadas por ellos de manera directa. En este sentido la empresa de mayor envergadura consistió en una serie de tours cinematográficos por las áreas rurales más alejadas de distintos estados mexicanos, efectuados por el USIS en cooperación con los gobernadores y las autoridades locales. Estas giras comenzaron en abril 90  Desp. 2917, de Rankin a Acheson, 18-5-1951. Instrucción 156, del Departamento de Estado a la Embajada en México, 8-1-1952. Desp. 2131, de Delgado-Arias a Acheson, 10-3-1952. NARA, RG 59, 1950-54, 511.1221/5-1851 y 511.1221/1-852. 91  Desp. 1270, de Fisher a Acheson, 9-11-1950. NARA, RG 59, 1950-54, 511.12/11-950. Cfr. los «Radio Reports» como el adjunto al desp. 549, de Fisher a Acheson, 24-8-1950. NARA, RG 59, 1950-54, 511.12/8-2450.

[339]

de 1950 en el Estado de Hidalgo, y acabaron en el de Morelos el 19 de diciembre de 1952. Entretanto recorrieron Veracruz, Puebla, Guanajuato, Coahuila, Oaxaca y Chihuahua. Se implementaron asimismo iniciativas parejas destinadas primordialmente al mundo del trabajo, como el periplo de veintiún días desarrollado por el Labor Officer de la Embajada en el otoño de 1950 a lo largo de los estados de Puebla, Oaxaca y Chiapas. Al menos desde el primer semestre de 1950 los títulos custodiados por la Embajada se proyectaban también regularmente en instalaciones industriales, así como ante distintos grupos sindicales; y desde abril de 1952 se auspiciaron en la BBF charlas semanales, acompañadas de exhibiciones documentales, a beneficio de organizaciones laborales. La sección de películas del USIS fue además responsable de otras dos propuestas: la primera consistía en la exhibición de algunos noticiarios a través de salas comerciales, que a escala reducida se puso en marcha en el verano de 1950, de común acuerdo con las filiales locales de MGM, Twentieth Century Fox, RKO, y Columbia. La segunda iniciativa tenía que ver con la televisión, que en esos años se implantó en el D.F., gracias a la fundación de dos cadenas pioneras: XHTV y XEW-TV. Desde diciembre de 1950 ambas recibieron un amplio repertorio de documentales del USIE, para su inclusión en distintas franjas de la parrilla de programación92. La vertiente cultural del USIS siguió personificada por las dos instituciones más tradicionales de la diplomacia pública estadounidense en México: la BBF y el IMNRC. La Biblioteca recibió un impulso considerable desde el mismo año 1948, aunque su función principal continuó siendo la catalogación y preservación de una colección que sobrepasaba los veinte mil volúmenes. Todo ello se ponía al servicio de un plantel variado de usuarios, bien de manera directa o bien a través de peticiones por correo. La BBF implementó también tres nuevas formas de acercar sus fondos a estratos específicos de la sociedad. La primera de ellas trató de aprovechar los contactos establecidos por la sección de películas en distintas poblaciones cercanas a Ciudad de México, implantando en ellas un book-mobile service (servicio de biblioteca móvil). Este tuvo su primer ensayo en el pueblo de San Antonio Tecómitl en mayo de 1950, y para febrero de 1953 se había extendido a diez villas más. Todas ellas recibían periódicamente la visita de una unidad móvil de la Embajada, que además de libros iba cargada de panfletos y literatura diversa confeccionada por el USIS, destinados preferentemente a niños y maestros. También para pequeños y padres se puso en marcha el mes de abril de 1952 una sede auxiliar de la BBF conocida como Casa Multifamiliar, situada en una zona de viviendas sociales de nueva construcción. La Multifamiliar no cumplió plenamente sus objetivos, y cerró sus puertas en los primeros meses de 1953; pero para entonces estaba en marcha otro proyecto consistente en la colocación de diez book-lockers (armarios con libros) en distintas barriadas del D.F. Estos armarios podían contener hasta un centenar de libros y panfletos, e iban dirigidos al uso de las clases trabajadoras de la capital. La Biblioteca también se extendió geográficamente, 92   Fein (1998). «Background information...», ya cit. Desp. 598, de Rankin a Acheson, ya cit. Desp. 2352, ya cit. Desp. 1270, de Fisher a Acheson, 9-11-1950. Desp. 598, de Rankin a Acheson, 9-9-1950. Desp. 2844, de Rankin a Acheson, 5-6-1952. NARA, RG 59, 1950-54, 511.12/11-950, 511.12/9-952, 511.125/6-552. Desp. 1270, de Fisher a Acheson, ya cit. Desp. 93, de Fisher a Acheson, 12-7-1950. NARA, RG 59, 1950-54, 511.125/7-1250. Desp. 1122, de Fisher a Acheson, 26-10-1950. NARA, RG 59, 1950-1954, 511.12/10-2650. Desp. 453, de Fisher a Acheson, 14-8-1950. NARA, RG 59, 1950-54, 511.125/8-1450.

[340]

con la apertura de tres nuevas sucursales: en 1948 se inauguró la primera de ellas en Monterrey, seguida por otras en Puebla y Guadalajara al año siguiente. Las sedes de Guadalajara y Monterrey funcionaban de manera independiente, en tanto que la rama de Puebla estuvo primero situada en los locales de la Escuela Americana, para mudarse en octubre de 1951 a la sede de la Universidad93. Desde su reorganización en 1948, el IMNRC constituía teóricamente una entidad independiente y autosostenible, pero según sus estatutos las decisiones del consejo de dirección debían acoplarse a los «mejores intereses de los Estados Unidos». La principal tarea del Instituto seguía siendo la enseñanza del inglés, que se dividía en tres niveles y ocho cursos de un trimestre cada uno, más clases especiales de conversación. Asimismo, el IMNRC intensificó su colaboración con la Universidad de Michigan tendente a la formación de profesores de inglés, y la certificación del nivel lingüístico de aquellos mexicanos que recibían becas de estudio para los Estados Unidos. Este Centro Binacional llevaba a cabo también distintas actividades a beneficio de sus asociados —unos cuatro mil a mediados de 1952—; entre ellas se contaban eventos de carácter cultural —exposiciones, conferencias, etc.— y clubes de fotografía, baile, excursionismo... Como le ocurrió a la BBF, el Instituto también expandió su alcance más allá de la capital, con la creación de una institución hermana en Guadalajara el mes de febrero de 195294. Conclusiones A mediados de la década de 1950, las actividades de la diplomacia pública de los Estados Unidos en México se encontraban envueltas en una paradoja: nunca hasta entonces los propagandistas estadounidenses habían contado con la capacidad y la posibilidad de desarrollar un abanico tan amplio de actuaciones; pero estas rara vez habían estado tan desconectadas de la realidad mexicana. Tal ironía no solo fue puesta de manifiesto por los propios funcionarios responsables de los programas de información y relaciones culturales, sino también por importantes personalidades mexicanas. En septiembre de 1952, el escritor y diplomático Luis Quintanilla del Valle, Embajador de México ante la Organización de Estados Americanos, hizo saber al PAO Philip Raine que: Los Estados Unidos no están transmitiendo a Latinoamérica una representación fidedigna de la vida (...) o (...) las actitudes del pueblo americano. (...) solo oye de los Estados Unidos un martilleo constante contra el comunismo y la Unión Soviética, y

93  Desp. 2100, de Raine a Marshall, 28-12-1948; desp. 574, de Raine a Acheson, 20-4-1949. NARA, RG 59, 1945-49, 857.428/12-2848 y 4/2049. Desp. 1629, de Fisher a Acheson, 13-6-1950. Desp. 1352 a Acheson, 23-12-1952. Desp. 2838, de Rankin a Acheson, 3-6-1952. NARA, RG 59, 1950-54. Desp. 905, de Raine a Acheson, 10-10-1951. NARA, RG 59, 1950-54, 511.12./6-1350, 511.121/12-2352, 511.12/6352, 511.121/10-1051. 94  Desp. 2838, de Rankin a Acheson, 2-6-1952. Desp. 1033, de Raine a Acheson, 22-10-1951. Desp. 1246, de Delgado-Arias a Acheson, 9-12-1952. Desp. 2037, de Murphy a Acheson, 9-2-1951. Desp. 1915, de Delgado-Arias a Acheson, 14-2-1952. Desp. 1972, de Delgado-Arias a Acheson, 26-2-1952. NARA, RG 59, 1950-54, 511.12/6-252, 511.12/10-2251, 511.12/12-952, 511.12/2-951, 511.12/2-1452, 511.12/2-2652. Zolov (2008).

[341]

acerca de la siempre creciente fuerza militar [...de los Estados Unidos]. (...) el resultado final, si no cambiamos nuestra «línea», será que Latinoamérica comenzará a esperar que los Estados Unidos y Rusia entren en guerra y se aporreen mientras ellos, las naciones pequeñas, se quedan al margen y miran...95

¿Por qué se acabaron acallando las críticas de los propagandistas que trabajaban sobre el terreno? ¿Qué razones impulsaron a los Estados Unidos a desoír argumentos como el recién expuesto, y a trasplantar a México el sesgo «psicológico» de la Campaña de la Verdad? Para responder hay que tener en cuenta el cambio acaecido en la visión oficial norteamericana en torno a la propaganda. Hasta 1948 esta constituía un mal menor que debía soportarse a resultas de la guerra y sus secuelas inmediatas, y al que había de controlarse de la forma más estricta posible. Sin embargo, la SmithMundt Act revirtió la situación ciento ochenta grados, convirtiendo la propaganda en una herramienta permanente a disposición de Washington, y legitimando plenamente el uso de mensajes políticos. Los funcionarios concentrados en estas lides se convirtieron en agentes permanentes que, en medio de una maquinaria diplomática en incremento constante, debían competir por el favor de sus superiores tanto con otras unidades administrativas como entre sí. Una pugna en que el camino más seguro hacia el éxito consistía en exhibir el apego a las directrices emanadas del Departamento de Estado. La administración estadounidense gozaba de una cierta tradición de aceptación en su seno de opiniones divergentes, pero en esta ocasión no funcionó. La razón del sesgo «psicológico» que acabaron adquiriendo las actividades propagandísticas en México hay que buscarla también en las nuevas prioridades estratégicas que marcaba la Guerra Fría. Durante estos mismos años, en otros escenarios distintos del mexicano, los propagandistas norteamericanos matizaron sus mensajes, seleccionado cuidadosamente tanto el contenido como los destinatarios. Sin embargo, Latinoamérica había dejado momentáneamente de ser un área prioritaria. México perdió peso como aliado político y económico, mientras que subió su potencial como teatro de experimentación de las ideas de la Campaña de la Verdad. En un Hemisferio Occidental aparentemente sumiso, si la propaganda se tornaba contraproducente, los costes del fracaso a nivel político o económico serían escasos, y en cualquier caso soportables. No parecía creíble que, bajo ninguna circunstancia, un México necesitado de auxilio externo para proseguir con su industrialización cerrase radicalmente las puertas a la inversión extranjera; ni que el régimen del PRI corriese peligro de ser suplantado por otro más radical. Habría que esperar a la Revolución Cubana para que la diplomacia pública estadounidense comenzase a mirar a México con otros ojos96.

95

 Memorando de Raine, 24-9-1952. NARA, RG 59, 1950-54, 511.12/9-2452.   Zolov (2008).

96

[342]

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.