EL DESIERTO–DESPOBLADO DE ATACAMA: GEOGRAFIA E IMAGINARIOS COLONIALES RAÚL JOSÉ MOLINA OTÁROLA

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Descripción

UNIVERSIDAD DE CHILE FACULTAD DE ARQUITECTURA Y URBANISMO ESCUELA DE POSGRADO

EL DESIERTO–DESPOBLADO DE ATACAMA: GEOGRAFIA E IMAGINARIOS COLONIALES TÉSIS PARA OPTAR AL GRADO DE MAGÍSTER EN GEOGRAFÍA CON MENCIÓN EN RECURSOS TERRITORIALES

RAÚL JOSÉ MOLINA OTÁROLA

DIRECTOR DE TÉSIS: ENRIQUE ALISTE ALMUNA

Santiago de Chile Noviembre de 2010 1

A:

Domingo Molina Montenegro y Berna Otárola Valdés En homenaje y memoria.

2

Agradecimientos

A la vida y a mí mismo, por darme esta oportunidad. A los que quiero y amo. A mis amigos y amigas. A la Universidad de Chile y a la geografía A mi profesor guía. Al desierto, su gente y sus paisajes.

3

ÍNDICE

Introducción. 1.- Presentación de la investigación. 1.1. La problemática. 1.2. Objetivos e hipótesis . 1.3. El área y el marco temporal de estudio. 1.4. Marco teórico. 1.5. Aspectos metodológicos.

6 10 12 14 15 19

Capítulo I: Geografía, desierto y despoblado.

22

1.- La geografía y los desiertos. 2.- Vivar, los cronistas y la geografía colonial. 3.- Desierto y despoblado .

22 27 32

Capítulo II: Vivar y la construcción colonial de la geografía del desiertoDespoblado de Atacama.

34

1.- Vivar y la descripción geográfica del desierto-despoblado de Atacama . 1.1. Leguas y “Compás” desértico. 1.2. “Constelación” del desierto. 1.3. “Temple” del desierto.

34

2.- Espacios Geográficos del Desierto de Atacama. 2.1. Valles de Atacama y Copiapó. 2.2. Sierras y Cordilleras. 2.3. El “Gran Despoblado”.

46

Conclusión capitular.

60

Capítulo III: Travesía, camino e hitos geográficos del desierto–despoblado de Atacama.

62

1.- Travesía del despoblado.

62

2.- Hitos Geográficos del Despoblado . 2.1. Lagunas en medio del despoblado 2.2. Anchallullac, “el río mentiroso”. 2.3.- Suncaemayu, “el río burlador”. 2.4.- El Chañar.

67

4

3.- El Camino del despoblado.

90

4.- Otras Travesías.

93

Conclusión capitular.

96

Capítulo IV: Imaginario y empobrecimiento del conocimiento geográfico del desierto-despoblado de Atacama.

99

1.- El empobrecimiento del imaginario geográfico.

99

2.- El legado geográfico de Vivar. 3.- Cronistas y construcción del imaginario yermo, inhabitado e inhabitable. 3.1. El despoblado, Geógrafos del Rey y cronistas de Chile en el siglo XVI. 3.2. Crónicas e imaginarios geográficos del siglo XVII. 3.3. Siglo XVIII, se esfuma la información tradicional del despoblado.

101

106

Conclusión capitular.

127

Reflexiones y Conclusiones.

131

Epílogo.

138

Bibliografía.

139

1.- Cronistas y Documentos Coloniales. 2.- Bibliografía Complementaria.

5

INTRODUCCIÓN 1.- Presentación de la investigación “El Desierto-Despoblado de Atacama: Geografía e Imaginarios Coloniales” es una investigación que emerge de la unión de circunstancias, preguntas y reflexiones que me ocurren después de un largo tiempo de estar trabajando en el desierto de Atacama, con comunidades indígenas, recorriendo la extensa geografía, y desarrollando proyectos de investigación.

Especialmente, me abre las puertas a este estudio, los resultados alcanzamos con un proyecto de investigación Fondecyt, efectuado entre los años 2005 y 2007, acerca del despoblado de Atacama, sus espacios, rutas, articulaciones y poblamiento, el que abarcó un extenso territorio y comprensiones arqueológicas, históricas, antropológicas y geográficas, moviéndose diacrónicamente entre los periodos prehispánico, colonial, republicano y actual1. Este proyecto generó mucha información que fue sistematizada y analizada, pero otra difícil de abordar y llegar a comprender dentro de los tiempos de la investigación, fue descrita y citada. La crónica colonial de Jerónimo de Vivar, cuyo texto es de una riqueza sorprendente en cuanto a la descripción geográfica del desierto de Atacama, requería de un detenido análisis e interpretaciones. Era un texto que demandaba un trabajo reflexivo y geográfico.

Cualquiera esperaría que este texto de Vivar fuese objeto de estudio de un historiador, lo digo por situarse en la Colonia y ser una de las primeras crónicas referidas a Chile, pensando además, en los ilusos encasillamientos disciplinarios que a veces imperan en las ciencias sociales. Sin embargo, tuve la oportunidad de leer un artículo de Diana Davis, geógrafa del Departamento de Geografía de la Universidad de Texas, Austin, acerca de las narrativas coloniales de los franceses 1

Proyecto Fondecyt Nº 1040290,“El Despoblado de Atacama: Espacios, rutas, articulaciones y poblamiento en la región Circumpuneña. Raúl Molina O., Investigador Responsable.

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en el norte de África2. Ella abordaba un tema geográfico en el siglo XIX con una claridad meridiana que permitía entender los discursos geográficos y sus efectos políticos y territoriales en estas colonias. Esto despertó mi interés y el desafío de leer a Vivar y a los demás cronistas para entender cómo se construye la geografía y los imaginarios coloniales del desierto-despoblado de Atacama.

No me faltaron avales teóricos para justificar esta exploración hacia geografías pasadas, por cierto muy vigentes. Así, subieron a la palestra geógrafos del relieve de Eliseo Reclus (1986), Hettner (1927), Carl Sauer (1940), y los diversos geógrafos humanos y históricos norteamericanos de la década de 1980 (Van Ausdal 2006), así como los ensayos del inglés Harley (2001).

El abordaje de estas temáticas pasadas, pretéritas, ya se puede reconocer en el tiempo en el siglo XVI. Alejandra Vega (2005) a través de varios ejemplos plantea que el pensamiento geográfico del Renacimiento, no solo está representado por el rescate y vigencia de Ptolomeo, que conecta a la geografía con la cartografía, sino también atravesada por la descripción de lugares y citando a Vadianus (1522) dice que “El geógrafo a la enumeración de los lugares , agrega su historia, informa sobre el origen de las ciudades y naciones, explica los nombres y describe la curiosidades de la naturaleza” (Vega 2005;30). Esta definición del arte y oficio geográfico, se reconoce también desde el siglo XIX, y que dio origen a la geografía histórica. Sauer (1941) releva los estudios históricos – regionales que forman parte de la mejor y más antigua tradición geográfica, como el de Cluverius en el siglo XVII y El Ensayo sobre la Nueva España de Humboldt, un hito clásico de la geografía histórica de México. También, existen recientes trabajos de geografía histórica con estimulantes alcances y resultados acerca de la 2

Diana K. Davis, 2004. “Desert „wastes‟ of the Maghreb: desertification narratives in French colonial environmental history of North Africa”. Cultural Geographies 11: 359–387. http://cgj.sagepub.com/content/11/4/359.

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comprensión de los procesos remotos o cercanos en el tiempo y sus consecuencias contemporáneas, realizados por historiadores (Samarkin 1981) y geógrafos (Quiroz 2006). En la tradición geográfica chilena encontré que en algunos momentos se efectuaron investigaciones de “geografía histórica”, como los de Aranda (1969) y Cunill (1971), muchos de los cuales llevaban el prefijo “evolución”, palabra que incorporaba a los estudios la variable del tiempo.

Estos enfoques y estudios geográficos que incluían la variable tiempo, en Chile y otros países quedaron desplazados por el positivismo y los modelos cuantitativos en geografía, el funcionalismo y ciertas orientaciones desarrollista, que imperaron en las décadas recientes. La variable tiempo en la geografía comenzó a ser considerada nuevamente a partir del década de 1980 en países como Inglaterra, Estados Unidos y Canadá y por algunos geógrafos franceses que trabajan en los Andes ecuatorianos (Deeler y Mescleir 2004). Con ello, se multiplicaron los estudios, que por inercia y cierta tradición truncada, podríamos denominar “geográficos-históricos”, cuyo denominador común era formular preguntas y problemáticas, con intereses que viajaban por diversos temas y lugares, los que se situaban en profundidades de tiempo variado. Ese es el tema en discusión, incorporar el tiempo en la geografía no significa hacer una derivación mecánica y calificarla inmediatamente como “geografía histórica”, y transformarla en una especie de rama disciplinaria aislada, como si en la geografía siempre el tiempo hubiese estado ausente. Estos argumentos han sido muy escuchados desde el encierro disciplinario y las cortas definiciones de las disciplinas de las ciencias sociales, las que tienden a clausurar el pensamiento, calificarlo, en vez de permitir la creación y la innovación. Afortunadamente, desde periodos recientes el tiempo fluye dentro de la geografía y viceversa, por tanto, la geografía adquiere la libertad de recorrer enfoques y temáticas múltiples, en espacios y tiempos escogidos sin pudor, pero la rigurosidad que exige el enfoque de época. Con esta investigación he tenido la oportunidad de abordar esta temática de época dentro de un espacio reflexivo de las ciencias sociales y de la propia geografía. 8

Para acércame a Jerónimo de Vivar y los demás cronistas coloniales y estudiar el despoblado de Atacama, no lo hago desde definiciones de la historiografía que consideran a la geografía histórica una rama de la historia (Samarkin 1981:7). Tampoco lo hago desde las definiciones de la antigua “geografía histórica”. Este trabajo de investigación es más bien una geografía introspectiva de su propia historia -bastante antigua por lo demás-, que aspira a comprender el trabajo del geógrafo en los diversos periodos históricos y sus aportes como productos sociales. Busca escudriñar sobre las formas de describir e interpretar el mundo, para desde allí conocer y comprender lo que se está describiendo. Es decir, me interesa saber a través de los textos geográficos cómo un geógrafo medieval o renacentista, por nombrar algunos, conciben el paisaje, la cultura y la naturaleza, cómo conectan lo social y el medioambiente, para lo que hago una exégesis de los conceptos y categorías, de modo de entender cómo construye, describe, aprehende y reflexiona acerca del mundo visto y vivido.

Se trata de un enfoque de geografía de época, fenomenológico y hermenéutico, inserto en un contexto histórico de las ciencias, del conocimiento, de las condiciones sociales, económicas y culturales imperantes, de las ideologías y creencias, en interacción con el paisaje y la naturaleza y la vida cotidiana, tal como lo plantea el geógrafo inglés Brian Harley (2001) para la producción de la cartografía como instrumento capaz de dar una mirada social al mundo de quien lo trazó, y la vez, de los contenidos sociales de su representación y las omisiones de sus textos.

Por ello, esta investigación es un viaje al periodo colonial, es un viaje de época, una posibilidad de acompañar a Vivar en su travesía, intentar ver con sus ojos, y con ojos de geógrafo. Ello favorece la comprensión de sus escritos y permite analizar con sus propias categorías geográficas el paisaje y las descripciones que realiza. Esta operación intelectual es vital para entender cómo construye el desierto –despoblado de Atacama, a través de sus descripciones geográficas de 9

época. Enseguida, entender cómo los demás cronistas tienden a empobrecer, omitir o transformar estos relatos, y escudriñar sobre el modo en que intentan virtualmente cambiar el paisaje y la geografía en los textos que producen.

Estos escritos coloniales y descripciones geográficas tienen consecuencias en las ciencias sociales hasta el presente. Me refiero en especial a que el despoblado, no es objeto o no ha sido objeto de preocupación de las ciencias sociales, pues es un territorio considerado

“despoblado”, sin gente, por tanto, sin historia y sin

ocupación humana, un espacio vacío de contenidos culturales, quizás uno de los imaginarios geográficos más potentes reproducidos a lo largo del tiempo colonial y republicano (Molina 2010 y 2010a, Núñez 2010). Aun en la actualidad son escasos los estudios que han cuestionado este imaginario “despoblado”, y ello pues no se ha cuestionado que el propio concepto es una construcción cultural y geográfica, un imaginario que por cierto se ha transformado en el tiempo, pero que sigue decantando su influencia en los preguntas de los estudiosos.

Esta investigación es una invitación a hacer una geografía de época que aborda al desierto-despoblado de Atacama, a fin de comprender como surgen las primeras descripciones geográficas que enriquecen el conocimiento de este espacio, y como

con el tiempo se produce el empobrecimiento de la comprensión y se

construyen los imaginarios a partir de estos discursos y narrativas coloniales, los que han gravitados en las ciencias sociales y en la escaso entendimiento del desierto-despoblado.

1.1. La problemática.

a.- La primera problemática que aborda este estudio es ingresar a un espacio geográfico mayormente desconocido y marginal a los estudios de las ciencias sociales, incluyendo a la geografía. Se trata del desierto y despoblado de Atacama, cuyos nombres ya evocan y connotan un imaginario de un lugar aislado, solitario, yermo e infértil. Esta es la primera imagen geográfica de este territorio. 10

Pero el desafío es conocerlo a partir del primer relato sistemático del desierto que efectúa el cronista Jerónimo de Vivar. Para esto contamos con sus descripciones y explicaciones geográficas, que veremos tensan estos imaginarios sociales que han trascendido hasta recientes décadas.

b.- ¿Cómo se aborda esta lectura colonial que presenta numerosos conceptos propios de la geografía medieval y renacentista? He aquí un segundo problema, pues para la comprensión se requiere adentrarse en las categorías propias de la época para develar los sentidos y significados, que permitan comprender la construcción geográfica que hace el cronista. De aquí, que es necesario analizar con las propias categorías de Vivar la descripción del espacio geográfico y sus constataciones y, a la vez, relevar cuál es el imaginario que construye en virtud de su tiempo histórico. Por tanto, el problema central a dilucidar es saber los alcances que poseen las categorías que hacen del despoblado de Atacama una construcción geográfica de época, cuyos conceptos difieren de las geografías modernas o, por lo menos, cambian de sentido.

c.- Un tercer problema, es poner en tensión el conjunto de relatos de cronistas coloniales, posteriores a Vivar, a fin de examinar la calidad de sus descripciones geográficas, y el tipo de imaginario que reproducen o transforman. Se trata de analizar los aportes a la descripción del despoblado de Atacama que se efectúan en los siglos XVI, XVI y XVIII. El problema que se presenta es que los únicos cronistas que cruzan el desierto-despoblado de Atacama o relatan los textos de los adelantados son Gonzalo Fernández de Oviedo3, Cristóbal de Molina y Jerónimo de Vivar, los que publican sus crónicas en los años 1535-1557, 1553 y 1558, respectivamente. Por tanto, ellos escriben desde lo visto y lo oído (Martínez 1995). En cambio, el resto de los cronistas no conocen el despoblado de Atacama, lo escriben de oídas o de leída, reproduciendo malamente las crónicas de Molina 3

Se trata de la obra de Gonzalo Fernández de Oviedo “Historia General y Natural de las Indias”, (Bae), Ed. Atlas, Madrid, 1959. [1535-1557]

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y Vivar. Ocurre entonces, que alteran las descripciones geográficas y manipulan los imaginarios del desierto, de algún modo a merced del poder de las colonias y de sus propias percepciones.

d.- El abordaje del desierto-despoblado de Atacama desde otras disciplinas, como la arqueología y la historia, no coinciden en sus interpretaciones y descripciones, pero son antecedentes relevantes para la complementación de los análisis geográficos. El problema es que estas informaciones arqueológicas e históricas no parten del análisis territorial, sino de evidencias materiales, en el caso de la arqueología, y del análisis de lecturas de documentos, en el caso de los estudios históricos. Los trabajos contemporáneos, en especial de la historia, han estado influidos por la deconstrucción, los análisis estructurales o la tendencia a ver los hitos geográficos del desierto como metáforas a las que se les hace hablar desde aproximaciones que a veces niegan la

propia voz del cronista. Asistimos, a

intentos de desmontar los discursos llegando a aislar las partes que los constituyen para asignarles nuevos significados, o bien, han estado influenciados por la búsqueda de conjuntos comparativos y dicotómicos, generalmente vistos como contrarios, los que se atribuyen al pensamiento colonial, o de algunos cronistas, en especial Vivar. El desafío frente a esta problemática, será analizar críticamente estos constructos, en virtud de los resultados que arroje el análisis geográfico del texto de Vivar y de los demás cronistas coloniales.

1.2. Objetivos e hipótesis.

1.2.1. Objetivo general.

Comprender cómo los cronistas coloniales construyen la geografía y el imaginario del desierto-despoblado de Atacama y cómo éstos se transforman durante los siglos coloniales. 12

1.2.2. Objetivos específicos.

a.- Analizar la relación que existe entre geografía, desierto e imaginarios en las narrativas asociadas al poder colonial.

b.- Analizar sistemáticamente las descripciones geográficas de

Vivar sobre el

despoblado de Atacama, relevando sus conceptos y categorías, para comprender y describir el paisaje.

c.- Comprender la construcción colonial de la geografía del desierto-despoblado de Atacama, visto el espacio geográfico como complejidades complementarias, que no son necesariamente dicotómicas o solamente enunciados metafóricos.

d.- Discutir desde el análisis geográfico, las contribuciones de otros autores de las ciencias sociales. En especial los aportes y aseveraciones de historiadores y arqueólogos respecto del desierto-despoblado de Atacama.

e.- Distinguir dentro de los relatos ciertos hitos que sean característicos del desierto-despoblado

de

Vivar,

intentar

su

localización

y

descripción,

y

comprenderlos como construcciones de una narrativa colonial.

f.- Conocer cómo surgen los imaginarios, sus contenidos y cómo ocurren sus transformaciones durante los siglos coloniales.

g.- Contribuir desde la geografía a discutir las problemáticas de las ciencias sociales y a las discusiones teóricas e ideológicas contemporáneas, que atraviesan temas acerca de los espacios vacios, los territorios despoblados, los desiertos como construcciones del Estado y grupos dominantes.

h.- Contribuir al conocimiento del desierto-despoblado de Atacama y abrir nuevas líneas de investigación. 13

1.2.3. Hipótesis.

La comprensión hispana inicial de la geografía del desierto-despoblado de Atacama solo pudo darse a través del viaje, el atravieso, la visita

y el

reconocimiento de este espacio con las herramientas de la geografía de época. Esto implica que lo relevante para la construcción geográfica fue lo visto y lo oído. En estos actos se funda el conocimiento del paisaje y de los hitos geográficos. Es allí donde el cronista pone a prueba sus conceptos que le permiten aprehender y describir la geografía, combinando intentos de explicación científica, de sentido común o religiosa, concurriendo en estos discursos tradiciones medievales y otras renacentistas. En cambio, las descripciones geográficas basadas en lo oído o lo leído, no pueden dar cuenta cabal de la geografía del despoblado, con lo cual se produce un empobrecimiento, omisión y alteración de los relatos iníciales, no en base al reconocimiento de la geografía del desierto-despoblado, sino la mayoría de las veces, en virtud de la reiteración de ideas preconcebidas, de la invención o la imaginación. Luego, si los relatos geográficos van variando en el periodo colonial, es esperable que los imaginarios también participen de estas mutaciones o transformaciones, quedando siempre presente el contenido del primer concepto que construye este espacio, el “despoblado”, como el imaginario trascendente.

1.3. El área y el marco temporal de estudio.

El área de estudio está constituida por lo que el cronista Jerónimo de Vivar (1558) denomina el gran despoblado, que corresponde a una porción de lo que conocemos en la actualidad como desierto de Atacama. El gran despoblado es un espacio geográfico deslindado en periodos coloniales por el valle de Atacama, los actuales ayllus de San Pedro de Atacama-, y el valle de Copiapó. Este territorio está flanqueado y atravesado por sierras

– las cordilleras del desierto y la

cordillera de los Andes–. Se trata de un espacio desértico que tiene una extensión de aproximadamente cien leguas, unos 550 kilómetros de longitud. 14

Si hago un salto al presente debería decir que este espacio geográfico del desierto-despoblado Atacama al que me avoco en este estudio, se encuentra entre las latitudes sur de 23º y 27º30‟, donde se encuentran las actuales regiones de Antofagasta y Atacama, en el norte de Chile.

El marco temporal de este estudio geográfico corresponde al periodo colonial. Es decir, desde el arribo de las expediciones españolas a Chile hasta las postrimerías del siglo XVIII. Durante ese periodo se escriben crónicas y relaciones españolas y europeas, que abordan la descripción geográfica del desierto-despoblado de Atacama. Ellas constituyen las fuentes de esta investigación. Se inician con Gonzalo Fernández de Oviedo (1535-1557), Cristóbal de Molina (1553) y Jerónimo de Vivar (1558) y terminan en el año 1796, con la crónica de

Carvallo y

Goyeneche. Este marco temporal permite analizar los procesos de comprensión geográfica de este espacio desconocido para el hispano y analiza cómo se constituyen los imaginarios del despoblado en este territorio.

1.4. Marco teórico. La importancia de hacer una geografía del pasado y “en el pasado” ha sido legitimada por geógrafos. La idea ha sido comprender los procesos y construcciones geográficas ocurridos en el tiempo. Dicha aproximación está representada en la frase del geógrafo anarquista francés Élesée Reclus (18301905): “La Geografía es la Historia en el espacio, lo mismo que la Historia es la Geografía en el tiempo” (Reclus 1986). Este enunciado incluye de modo natural el tiempo a la geografía, para darle la libertad de desplazarse a través del presente y el pasado, reciente o pretérito, favoreciendo una geografía de época, y comprender a partir de allí la situación de época y el devenir. Esta aproximación se diferencia de la formulada por los historiadores que concibieron a la geografía histórica como una rama, un apéndice, un instrumento de su propio que hacer 4. 4

Los historiadores la conciben geografía histórica como un instrumento o método de la historia, que “…concretiza nuestras nociones de los acontecimientos y fenómenos históricos, los ubica en

15

El restablecimiento del tiempo a la geografía guarda distancia con los denominados “geógrafos históricos” que la transformaron en una “subdisciplina”, a veces marginal al que hacer geográfico y de las ciencias sociales (Van Ausdal 2006). De algún modo, esta geografía de época, como la concibe Reclus en el siglo XIX y contemporáneamente Harley (2001) o Davis (2004), no solo es un instrumento necesario para comprender lo ocurrido en una periodo de tiempo determinado, sino también es una herramienta reflexiva para analizar los problemas del presente, y sobre todo, transformarse en una objeto de crítica, capaz de debatir, dialogar y contribuir a las ciencias sociales, tanto desde el pasado como desde el presente.

Debo decir que los geógrafos históricos buscaron ciertos acomodos de la geografía dentro del tiempo, tratando de construir una comunidad de estudios bajo ciertas normas y métodos comunes, expresadas por el geógrafo norteamericano, Carl Sauer (1941)5, aunque geógrafos alemanes abogaban por una geografía histórica diversa y móvil (Hettner 1927)6. A diferencia de esta tendencia o enfoque del siglo XX, la geografía histórica en la actualidad se ha diluido y despojado de su carácter corporativo y normado que tuvo o se le atribuyo en algunos momentos, aunque algunos geógrafos insisten en que la continuidad de esta geografía histórica estaría hoy en estudios temáticos referidos a historia y medioambiente determinado territorio, estudia la geografía del pasado histórico de la humanidad desde este punto de vista, entre otros de la interacción y del influencia mutua entre la sociedad y la naturaleza”. (Samarkin 1981: 7). 5 Carl Sauer, crea una cierta metodología de la geografía histórica, señala que “el primer paso en la reconstrucción de las etapas pasadas de una cultura consiste en el dominio de sus documentos escritos”, pero advierte “…Que nadie entienda que la geografía histórica puede contentarse con lo que se encuentra en archivos y bibliotecas”, y finalmente sentencia que “…el trabajo de campo demanda la observación más aguda, una atención constante a las pistas, flexibilidad en las hipótesis. No está sujeto a una cómoda rutina, como podría ocurrir con el mapeo de usos actuales del suelo” (Sauer 1941: 11 y 13-14). 6

Alfred Hettner decía en la tercera década del siglo XX que “…una geografía histórica es teóricamente posible para cada uno de los periodos de la historia de cualquier región, debiéndose escribir separadamente para cada periodo; no hay, pues, una sino muchas geografías históricas “ Hettner (1927:151)

16

(Rucinque y Velázquez 2007). Podría decir que la tendencia más fortificante es aquella que los geógrafos contemporáneos han adoptado, es decir, cuestionar en la práctica los encasillamientos; creando, inventado o adaptado nuevos métodos y aproximaciones, haciendo fluir, sin complejos y conscientemente, al tiempo por el espacio y al espacio por el tiempo, como parte de los análisis y comprensiones geográficas (Van Ausdal 2006, Harley 2001).

En esta perspectiva el tiempo en geografía, moviliza la comprensión de las transformaciones,

dinámicas

y

dialécticas

entre

sociedad

y

naturaleza,

aproximándose con preguntas, metodologías y concepciones teóricas diversas, para intentan rescatar la complejidad geográfica en las diversas y multifacéticas relaciones en el espacio. Así también se permite realizar una exégesis de los conceptos geográficos y los sentidos sociales de estos, rescatando los aportes de la geografía a las ciencias y comprensiones sociales.

Lo dicho abre un campo de investigación amplio y poderoso a la geografía, es una aproximación que invita a crear en libertad, y a emprender nuevos desafíos para entender la diversidad y la complejidad geográfica. Entiendo entonces esta disciplina como ciencia social que busca comprender, -como señala Dilthey (1948)-, la compleja y multifacética relación sociedad-naturaleza. Esta concepción nos aleja de cirugías, supuestamente kantianas, que desprendieron al tiempo de la geografía, lo que podría interpretarse como un claro interés positivista o funcionalista, que no solo quitó la temporalidad a la geografía, sino también alejó de sí misma, la descripción, la etnografía

y la reflexión crítica del que hacer

geográfico.

La posibilidad de hacer una geografía de época me ha permitido emprender esta investigación que aborda el desierto-despoblado de Atacama, para preguntarme e intentar contestar cómo se percibió, concibió y construyó este espacio, primero por Jerónimo de Vivar, -geógrafo colonial que se sitúa en el siglo XVI y dentro de una transición de una geografía medieval a una renacentista-, y luego por los cronistas 17

que lo suceden durante los siglo XVI, XVII y XVIII. Estos cronistas coloniales escribieron desde Chile, Perú y Potosí, e intentaron dar cuenta de este espacio que concibieron como el gran despoblado, atribuyéndole características propias o inventadas.

Las narrativas geográficas, tanto las escritas a partir de lo visto y lo oído, como aquellas que se basan en lo oído y lo leído, me permiten percibir y discriminar los imaginarios que se elaboran en torno al desierto-despoblado de Atacama durante estos siglos coloniales, entendiendo que lo que se comunica, se percibe y ello se guarda bajo forma de imaginarios, que luego se representan y reproducen influidos bajo formas de conocer (Giménez y Heau 2006) 7. Estos imaginarios formados por imagines construidas son sociales y son un pasadizo a la comprensión presente o pasada, de acuerdo a la idea del Miguel Rojas Mix que señala que “La imagen (en mi caso narrativas) condensa realidades sociales lo que la convierte en un documento preciso para los estudios de época” (Rojas 2006). Esta aproximación la concibo en el contexto productor de imágenes, que analiza Castoriadis (1983 y 1989), indicando que la sociedad construye una “institución” de lo simbólico que atraviesa toda la acción humana, en base a la reproducción de imaginarios, como concepto evocativo y descriptivo. Así, los conceptos como “despoblado” y “desierto” de Atacama, serán cargados contenidos, informaciones verdaderas, falsas, inventadas o descritas que formaran imágenes que compartidas socialmente formaran un imaginario. Estos espacios geográficos despoblados y desiertos, estarán emitiendo constantemente imágenes e imaginarios, cuyos contenidos variables estarán siendo reproducidos por las narrativas geográficas de los cronistas.

La articulación entre descripción, interpretación o aprehensión geográfica del desierto-despoblado de Atacama que hace primero Vivar y luego reproducen los

7

Desde la perspectiva del individuo “La percepción es una actividad sensorial momentánea influida siempre por nuestra cultura interiorizada en forma de imaginarios, representaciones y esquemas cognitivos, almacenados en nuestra memoria y frecuentemente cargados de emotividad” (Giménez y Heau 2006,11)

18

demás cronistas, crean un imaginario de lo material, del espacio geográfico, que es transmitido textual y oralmente. De allí que destaco lo señalado por Maurice Godelier (1984:187) para quien la parte conceptual de lo real, es tan concreta como su parte material.

Finalmente, espacio geográfico e imaginario deben ser relatados a través de la experiencia vivida y socialmente compartida, lo que me lleva a ver el viaje de Vivar desde una aproximación fenomenológica, capaz de enterarme de las subjetividades sociales y experienciales (Schutz 1974) que

crean

este

conocimiento que es transmitido en su crónica “copiosa y verdadera” . Luego, la descripción geográfica de la crónica de Jerónimo de Vivar (2001), como estudio de geografía de época, requiere necesariamente de un análisis hermenéutico de los conceptos utilizados en las interpretaciones (Ricouer 2008), para dar sentido al conocimiento, descripción e imaginarios del desierto-despoblado de Atacama en la época colonial.

Se trata entonces de conocer como se está creando un texto para la Corona, generando un modo de ver, de valorar un espacio que se presenta mixturado concurriendo conceptos europeos e indígenas a la descripción geográfica. Pues como veremos, los principales hitos están valorados a partir de la lingüística quechua, pero vistas estas denominaciones geográficas con los “ojos imperiales” de los que nos habla Pratt (2010). El conjunto de estas aproximaciones teóricas dan origen y justifican el tratamiento de la información que presento a continuación.

1.5. Aspectos metodológicos.

La realización de este estudio se basa en la lectura de las descripciones geográficas del desierto-despoblado de Atacama, que aparecen en la crónica de Jerónimo de Vivar y de los demás cronistas de los siglos coloniales. Para analizar a Vivar, tuve a la vista las dos ediciones paleográficas, la publicada en Alemania 19

en 1979, de Leopoldo Sáez-Godoy, y la publicada en España en 2001 de Ángel Barral Gómez. Utilicé la segunda para las citas de Vivar, pues la primera conservaba la grafía original y dificultaba la lectura contemporánea, pero comparé sus redacciones, para evitar encontrar diferencias entre los textos.

Los textos de los demás cronistas coloniales, la mayoría corresponden a publicaciones de imprenta originales y otras a nuevas ediciones, y están trabajadas sus referencias al despoblado-desierto de Atacama, como textos comparativos respecto del aporte de Vivar, destacándose que esta información sobre el desierto está escrita de oídas o de leída. De ellos se destacan las referencias geográficas, los sentidos que se les otorgan y la calidad de la información que se reproduce para caracterizar al desierto-despoblado de Atacama. Este análisis comparativo busca relevar y comprender como van cambiando el énfasis y los contenidos descriptivos, lo que hace variar el imaginario del desierto durante los siglos coloniales, siempre acompañado de la palabra despoblado.

Los conceptos geográficos de época, utilizado por Jerónimo de Vivar, entre estos Compas, Legua, Temple, Constelación y otros términos, fueron traducidos o estudiados sus significados a través del diccionario de autoridades de la Academia Española de 1822. La primera edición de esta obra, que da origen al Diccionario de la Real Academia de la Lengua, es de 1611. Algunos conceptos fueron además abordados con bibliografía especializada acerca de la historia de la ciencia cartográfica y geográfica del periodo medieval y renacentista, y diccionarios de lengua indígena.

El texto de Vivar fue trabajado a través de estas categorías geográficas y de sus descripciones, realizando una aproximación sucesiva, no deductiva, a diversas escalas de comprensión que la información geográfica permitía. De este modo, se pasó de planos generales como los compás del desierto referidos a una extensa región que discrimina Vivar, desde el norte del Perú hasta el norte de Chile, a 20

planos sucesivos de acercamiento, como el compás del gran despoblado que corresponde al espacio ente el valle de Atacama hasta el valle de Copiapó. Luego se describen los “hitos” del desierto, lugares geográficos abordados por el cronista de modo detallado, especialmente los ríos Anchallullac y Suncaemayu, y el vallecito El Chañar.

Debo decir que la lectura geográfica de Vivar, me ha sido facilitada por mis recorridos y conocimientos geográficos previos del despoblado de Atacama y las rutas que lo atraviesan longitudinalmente, entre San Pedro de Atacama y Copiapó, donde además, pude releer in situ los textos de Vivar, lo que rescato del método de Sauer (1941). No está demás señalar que utilicé cartografía contemporánea para acceder a los distintos lugares del desierto y para localizar los accidentes geográficos que nombra el cronista. Este análisis geográfico se acompañó de la lectura de los diversos aportes de los estudios de la arqueología, la historia y la antropología, referidos a estos mismos espacios geográficos.

Toda esta metodología está articulada en función de analizar la primera descripción geográfica hispana del desierto de Atacama, comprender el conocimiento que se está aplicando para descifrar las claves que el camino le presenta a Vivar, y como este cronista las aborda desde el conocimiento “científico- empírico”, del sentido común y religioso de su época. Después, se analiza el imaginario que construyen los cronistas coloniales posteriores acerca del desierto-despoblado de Atacama, el cual reproduce, altera, omite o empobrece los relatos geográficos originales de Vivar.

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CAPITULO I

GEOGRAFIA, DESIERTO Y DESPOBLADO

1.- La geografía y los desiertos.

Lo primero que deseo recordar es que la geografía es tan antigua como el hombre, el descubrimiento de los paisajes, sus viajes y migraciones. Allí se desarrollaron las primeras categorías que nombran y aprehenden el mundo y el espacio geográfico vivido y recorrido (Black 2006), muchas de estas surgieron de los desiertos. La geografía tradicional deriva de Europa y el Medio Oriente, nace de la tradición grecorromana, y algunos geógrafos antiguos ya dedican descripciones a los desiertos del norte de África y Medio Oriente, que le son parte del mundo conocido.

La cultura griega desarrolla conocimientos relacionados con la Tierra, ordenados en dos líneas, una vinculada a la descripción como cuerpo físico y celeste, tamaño, forma y posición entre los astros, y una segunda relacionada con los territorios, sus características ambientales y los pueblos que la habitan. Estas son llamadas Geografía Matemática y Geografía Descriptiva, respectivamente (Liter et al. 1992: 36) 8 . Dentro de la geografía descriptiva los griegos abordan el desierto Líbico o de Libia, nombre también dado por los romanos a lo que hoy conocemos como el desierto del Sahara. El geógrafo griego Estrabón, en su Geografía9 señala que los egipcios denominaban auasis a “los poblados rodeados de una tierra sin 8

Con Anaximandro Mileto (610-547 a.C) se sistematizan los periplos que son viajes realizados por las costas que son conocimiento fundamental de la geografía y confección de los primeros mapas, y Hecateo de Mileto, lo mejora con las costas y puertos del Mediterráneo y Heródoto de Halicarnaso realiza viajes y describe con gran detalle los territorios de Egipto, Persia y Asia. Sin embargo, Eratóstenes de Cirene (275-194 a.C.) nombra estas descripciones como “geografía”. A Tolomeo se le deben tres cuestiones geográficas: “El tamaño y ubicación del mundo habitado (ecúmene); la construcción de un enrejado de paralelos y meridianos y la localización de lugares específicos en dicho mapa. Estas ideas estaban contenidas en su Geographia”.(Sanfuentes2008; 44) 9 Estrabón (60 a.C-20 d.C) compuso en griego una Geografía en 17 volúmenes, eminentemente descriptiva (Litér at al.1992: 36).

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agua y desierta” (vol II, 5; 53) y describe, con detalle, entre otros el camino de Babilonia a la Siria, que va por un desierto de la Mesopotamia “…que está lleno de hordas errantes, á quienes se compraba el paso” (Cantú 1854:299). Los romanos, describieron las características y atributos geográficos del desierto de África a través de sus obras (Davis, 2004, Julivert, 2001).

Será la tradición judeocristiana, de la que son depositarios los cronistas coloniales, y por tanto, Jerónimo de Vivar, la que constantemente hará referencias al desierto, pues es su cuna religiosa. El desierto bíblico es “…El gran y horrible desierto” del Éxodo (Deut., I, 19). Es un país sin rutas, sin agua, sin vegetación y sin habitantes, “una tierra árida y llena de fosos, una tierra donde reinan la sequía y la sombra de la muerte, una tierra por donde nadie pasa y donde no habita hombre alguno “ (Jer., II, 6-7); “no es un lugar donde se pueda sembrar y no hay en él ni higuera, ni viña, ni granado ni agua para beber” (Núm.,XX,5); “…Los lugares abrazados por el desierto, son una tierra salada y sin habitantes” (Jer.,XVII,6). Todas estas citas son recogidas por Monod (1999: 49 y 50), y ellas como piezas descriptivas connotativas de un espacio desérticos, pueden ser reconocidas literalmente en los textos coloniales que se escriben o nombran al despoblado de Atacama. Esta concepción judeocristiana del desierto es comentada por Roger Bartra, “el desierto…en el Antiguo Testamento aparece como una metáfora del abismo primordial y de la muerte. El „Génesis‟ se inicia con un símbolo del desierto; “La tierra estaba desierta y vacía”, en donde la palabra hebrea `tobu´, de acuerdo a su sentido literal, indica la idea de desierto desolado o de yermo impenetrable”. (Bartra 2004:112). El desierto parece ser el origen de todo, pero también la nada o el término de lo vivible. Estas concepciones coinciden con las efectuadas por la mayoría de los cronistas españoles para el desierto-despoblado de Atacama, donde el imaginario parece evocar estos relatos bíblicos. Vivar será el único cronista que una vez que atraviesa el gran despoblado, señala que éste es un espacio que se camina, sin ser una barrera infranqueable. 23

Estas concepciones judeocristianas se entronizan durante la Edad Media, y el conocimiento geográfico grecorromano decae en Europa. “Durante los siglos que siguieron el derrumbe de Roma, los episodios y lugares descritos en las Escrituras cristianas fueron admitidos como verdades indiscutibles. (Por ejemplo) El Jardín del Edén hizo entonces su entrada en la geografía” (Magasich y De Beer 2001). Así, la geografía se enriquece de lugares imaginados, pero desaparece el interés por el “rigor científico que prevaleciera en la época clásica”. En alto Medioevo “…la perspectiva cosmográfica y la descripción de la tierra, derivaron hacia el ámbito de lo legendario, lo religioso y lo simbólico” (Bruna 2007). Los desiertos en la geografía medieval existen como referencias en los mapas dibujados en forma de “T” que describen tres continentes conocidos; África, Europa y Asia (Jerusalén), y también, los desiertos se reproducen en los relatos bíblicos, a través de la liturgia y la creencia. Los mapas medievales, además de su forma de “T” encerrados en un círculo, que representan un mundo simbólico y religioso, se orientan al “Este” como punto cardinal de importancia, donde se encuentra la “tierra Santa” Jerusalén y además, lugar donde sale el sol. Estos mapas en “T” incorporan la “tierra incógnita” que se localiza en el extremo sur del mundo, y se incluyen una fauna mítica y fabulosa como iconografía. En estos mapas han desaparecido los paralelos y meridianos de la cartografía clásica, y las representaciones que predominan son los arquetipos bíblicos (Bruna 2007, Cifuentes et al. 2006). En la cartografía una parte de los desiertos aparecen destacados en la franja denomina Perusta (torrida) que constituye una de las tres franjas en que el mundo se divide, representación del mundo heredada del geógrafo Ambrosio Macrobio, que en el siglo V imagina la Tierra, vista desde el cielo, como una esfera que se divide en zonas correspondientes a tres variantes climáticas expresadas en franjas que se repiten en ambos hemisferios; Perusta (tórrida), donde se ubican los territorios en torno al mar Mediterráneo, la mitad de la península Ibérica o España, parte de la península Itálica y en parte cabría el desierto del Sahara, incluyendo 24

todo el desierto del Sinaí y Judea; la franja temperata (templada) donde se localiza a gran parte de Europa y probablemente una gran porción del desierto del Sahara o Líbico (escrito como Nobis incógnita); y la franja frígida (helada), que se repite en cada hemisferio, y las tierras australes e incógnitas del sur de África. Esta división permanece hasta fines de la Edad Media y como veremos trasciende a los primeros siglos del Renacimiento y se refleja en algunos textos de cronistas hispanos10. A diferencia del desarrollo geográfico medieval europeo, en el mundo musulmán, la geografía el conocimiento y descripción de los desiertos es fundamental para entender el espacio social, económico y natural donde mayormente se expande el Islam, se desarrolla la vida social, económica, la cultura, la religión y la circulación. En

los

relatos

de

los

geógrafos

musulmanes

encontramos

detalladas

descripciones de los desiertos del norte de África y del medio oriente o Asía11. La llegada de Colón a las tierras americanas cambia la geografía y la cartografía generada en Europa. Su encuentro con el nuevo continente coincide con el surgimiento del Renacimiento. Recién en el año 1500 se incluyen los nuevos territorios en el mapa de Juan de la Cosa, que dibuja las tierras conocidas de

10

Sanfuentes (2008;44), comenta las ideas de Macrobio asociando a los tres “climas” a zonas de habitabilidad o inhabitabilidad, señalando que las mentes medievales pensaban que la zona “…torrida y las dos zonas frígidas no eran aptas para el desarrollo de vida humana. Por otro lado, cualquiera que quisiera aventurarse de un territorio templado a otro, moriría al traspasar los insoportables calores de la zona ecuatorial” Este comentario no es consistente, por dos razones la primera es que la franja Perusta (torrida) abarca como comenté parte de Europa en torno al Mediterráneo, la Cordillera del Rif y parte de los Montes Atlas de África, es decir, una parte importante de Europa ya está en esta zona tórrida de acuerdo al mapa de Macrobio, y allí nadie muere. Luego la línea ecuatorial no está habilitada como concepto en el Medioevo, Este significa “igualador” y es concepto geográfico matemático que se usa en el renacimiento para señalar que en esta latitud el sol y las estrellas demoran el mismo tiempo en estar por encima del horizonte que por debajo. En el ecuador, los días y las noches a lo largo de todo el año duran lo mismo. 11

El desierto del Sahara y del Sinaí fue descrito por los geógrafos musulmanes, los que por intereses de gobierno y travesías de rutas comerciales, recopilaron numerosas informaciones geográficas. Destacan los viajeros-geógrafos Al-Idrise (1099-1180), Ibn Yutab (1145-1217), Ibn Battuta (1302-1377), Ibn Jaldùn (1332-1406) y Juan León El Africano (1488-1554).

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América y el Caribe (Bruna 2007) y se desarrolla la geografía matemática, no siempre representando la información corológica12. En 1534, el mismo año de la expedición de Diego de Almagro a Chile, se publica la Carta universal de la tierra firme y de las islas de la India Occidental. De Giovanni Battista Ramusio, en la que es posible observar que gran parte de la costa Pacífica de América del Sur, Perú y Chile no está concebida, ni reconocida, ni dibujada, y los desiertos no están representados. Son los exploradores y sus geógrafos los que deberán dar cuenta de estos territorios, además de los cosmógrafos y navegantes. Es justamente en esos años en que los hispanos se encuentran con los desiertos del sur de América, no cartografiados, ni reconocidos en mapa alguno de la geografía cosmográfica, por ello, los primeros antecedentes de los desiertos son aprendidos por la otra rama de la geografía; la corológica. Esta describe o estudia regiones de la tierra, y fue parte de la geografía grecorromana, que nuevamente comienza a implementarse con el Renacimiento. Los desiertos quedaran incluidos a modo general en la cartografía mundial solo en la década de 157013.

Veremos que la perspectiva medieval y bíblica de los desiertos, no cambia y continúa atravesando los textos de relaciones y crónicas coloniales. Los desiertos, como comprensión general, serán obviados y catalogados como espacios marginales y yermos, pues para el hispano no había interés en reformar 12

Junto con estos avances científicos del siglo XV, en la cosmografía y la cartografía, y el quiebre con la Edad Media, hace de este renacimiento una coincidencia con los descubrimientos de nuevas tierras, coincide con un hito esencial que corresponde al redescubrimiento de Ptolomeo, gracias a los manuscritos árabes que lo trasladan a través de toda la Edad Media, siendo a principios del siglo XV traducido al Latín. Con ellos se toman las ideas de esfericidad de la tierra y la proyección de abanico que permite la confección de mapas con coordenadas, donde lo nuevo es el uso de escalas de latitud, que reemplazarán a las franjas de “climas” medievales (Cifuentes et al. 2006:32). 13 Desde la perspectiva cartográfica, el desierto-despoblado de Atacama recién quedará incluido dentro de un mapamundi en 1570. En ese año, el cosmógrafo Abraham Ortelius representa el Nuevo Mundo de modo particular, incorporando los meridianos curvos y paralelos que constituyen el principal avance del Renacimiento en estas materias cartográficas. En esta primera cartografía, la zona del desierto de Sudamérica aparece distorsionada, lo que es corregido en un segundo mapamundi que publica en 1588, en el nuevo mapa “Novi Orbis”.

26

“…regiones inhóspitas, desérticas o selváticas, sino de explotación de las que parecían destinadas de suyo al cultivo y la habitación del hombre” (O`Gorman 2006).

Por tanto, los desiertos serán en el pensamiento común español espacios vacíos, o “despoblados” carentes de vida, infértiles tierras de muerte y sed (Molina 2010), lo que estará presente en la literatura de Jerónimo de Vivar y de los cronistas posteriores. Sin embargo, la diferencia entre Vivar y los cronistas que le suceden, es conocer y atravesar el gran despoblado de Atacama, construir una geografía diversa y compleja del desierto, que se distanciará mucho de quienes no conocen el desierto pero escriben de este, solo de oídas o de leídas. 2.- Vivar, los cronistas y la geografía colonial. La biografía de Vivar es incompleta, los estudios introductorios en las ediciones de sus obras no entregan muchos antecedentes (Bibar 1966; Vivar 1979; Vivar 2006). Se sabe que el cronista acompaña a Pedro de Valdivia en su entrada a Chile en 1540, es oriundo de Burgos, norte de España, pero se desconoce cuándo y con quién cruza a Las Indias. Desde el Cuzco se dirige a Chile con la segunda expedición

hispana.

Es

un

“…soldado,

cosmógrafo,

secretario

y

escribano….cronista de la conquista de Chile y biógrafo de su primer gobernador”, dice Carneiro (2008;36). Veremos más adelante que Vivar es geógrafo, y no cosmógrafo, y existe una tendencia desde otras disciplinas a confundir la acción geográfica del renacimiento solo como constructora de cartografía, reduciendo al geógrafo a su versión cosmográfica. Lo relevante es que la obra que sirve para hacer la primera construcción geográfica del desierto-despoblado de Atacama, queda terminada luego de una década y media, en el año 1558. Esta se denomina Crónica y relación copiosa y verdadera de los Reinos de Chile, en la que Vivar dedica varios capítulos a la descripción geográfica del desierto-despoblado de Atacama.

27

Facsímil del texto de Jerónimo de Vivar, en la edición chilena de 1966. Capitulo XI; Que trata de la constelación y temple del despoblado entre Atacama y Copiapó.

La obra fue conocida por el padre Diego de Rosales (1601-1677), considerado primer historiador de Chile (Hanisch 1985), pero también debió ser utilizada por los Gobernadores de Chile del siglo XVI, pues algunos de sus pasajes referidos al gran despoblado aparecen descritos en la obra del geógrafo, cosmógrafo y cronista del rey de España, López de Velasco. Este funcionario real en base a un cuestionario enviado a las colonias, hace las recopilaciones geográficas de las Indias entre los años 1571 y 1575 (López de Velasco1896).

Esto me lleva a tratar dos temas de interés para la geografía. Una es el tipo de descripciones geográficas que realiza Jerónimo de Vivar, y la otra es la institucionalidad geográfica que existe en este periodo de expansión colonial en América, la que está digitando las relaciones y descripciones del Nuevo Mundo de los hispanos. 28

Comienzo por la primera. Vivar es un geógrafo que podríamos denominar corológico, pues todas sus categorías utilizadas están destinadas a describir y explicar una región desértica, que denomina el gran despoblado. No es un cosmógrafo, pues no utiliza la geografía matemática o medidas de cálculo celeste, como latitudes, ángulos de la tierra o del mapa celeste, tampoco aparentemente dibuja un mapa de coordenadas, cuando hace su relación y crónica.

Vivar en su condición de geógrafo corológico de época, utiliza conceptos que permiten describir y comprender la geografía del desierto-despoblado de Atacama. Para el cronista este espacio es cosa “diversa” y algunos hitos del desierto cosa “maravillosa”, y no es un espacio vacío, aunque sí “despoblado”. Es un espacio con poca agua pero infértil, sin “árboles” pero con “yerbas”, que exige mucho trabajo, pero es atravesable. Nada de esto subsiste, como veremos en los relatos coloniales posteriores, donde el despoblado “diverso” es opacado y termina siendo un referente territorial desconocido, que solo contiene fronteras políticas. Esa es una de las diferencias fundamentales entre Vivar y los demás cronistas coloniales. Vivar relata lo visto y lo vivido y los demás cronistas escogen fragmentos de este texto y de otras informaciones, y reproducen un imaginario yermo y desolado del desierto-despoblado de Atacama. Vivar entonces llega a comprender el desierto a diferencia de sus pares. Perfectamente podría aquí hacer una analogía con lo planteado por Kapúscinski (1994:73): “El ha visto el desierto y el oasis con lo cual ha visto el mundo entero, qué, en último término se reduce a esta única división”14. El texto de Vivar es una “crónica” y una “relación copiosa y verdadera”, la que posiblemente estuvo instruida a modo general por las necesidades exigidas por la Corona española para las relaciones de conquista (Cisternas 1996), es decir, se encontraba dentro de una institucionalidad del conocimiento. Esto significa que la “relación”, según Mignolo (1982) estaría respondiendo a una forma de cuestionario 14

Esta frase corresponde a un comentario de la visión de mundo que posee un viejo habitante de Turkmenia (Turkuestán) que habita el desierto.

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oficial confeccionado y distribuidos por el Consejo de Indias, para responder a las interrogantes de la Corona, procedimiento que se habría puesto en práctica desde los viajes de Colón, en1493. Estas exigencias posiblemente no estuvieron exentas de la crónica de Vivar y sus capítulos destinados a la descripción geográfica del desierto, pero cuando uno lee y estudia a Vivar, comprende la riqueza y la libertad con la que describe los diversos paisajes e hitos del desierto-despoblado, y supera con creces la pauta o cuestionario burocrático a la que podría estar respondiendo, y que estaría digitada desde el otro lado del Océano.

Las Relaciones Geográficas de Indias, como instrumentos de poder colonial, serán textos que estarán ordenados con información que deberá contener aspectos descriptivos de la geografía corológica de las nuevas tierras; una geografía de ordenanza invasiva, imperial y de conquista. Esto textos deberán señalar el nombre de la comarca o provincia donde se encuentran realizando la relación y crónica; indicar quién es el descubridor y conquistador de la dicha provincia; el temperamento y calidad de dicha provincia, si es muy fría o caliente o húmeda o seca, y si es la tierra llana o áspera, rasa o montosa (Mignolo 1992: 72, Op.Cit. Cisterna 1996). Este protocolo es un cuestionario de preguntas o procedimientos propios de la geografía corológica, y lo veremos señalado en el texto de Vivar, no necesariamente respondiendo a estas instrucciones coloniales, o bien, conciliando lo propio con lo impuesto, asistiendo a un desarrollo notable en la descripción del gran despoblado.

En 1571, se crea una nueva institucionalidad geográfica en España que busca sistematizar y ordenar los contenidos y reportes de las relaciones geográficas del Nuevo Mundo. Para ello, se crea un nuevo cargo en el Consejo de Indias, el de Cosmógrafo, destinado a recabar información que no se dispone a través de un cuestionario de preguntas. El nuevo cargo de Cosmógrafo se crea para “que vaya poniendo en orden las descripciones y relaciones y ejecutando lo que está ordenado en el titulo que de ellas trata, porque mediante lo que allí se dispone 30

podrá haber noticia en el Consejo de las cosas de las Indias, que hasta ahora han faltado” (Manzano 1991: 249, en Cisternas 1992).

El cargo de Cosmógrafo de Indias fue entregado a Juan López de Velasco, el mismo que inscribe en su descripción los antecedentes del desierto-despoblado que recogió Vivar en su travesía, dos décadas antes. Después de esta crónica como veremos, y he dicho, la información del desierto de Atacama comenzará a empobrecerse y solo será repetida de oídas o leída, pues el despoblado también quedará sin que los cronistas coloniales lo habiten ni lo visiten.

Lo reseñado está indicando

que existió una forma de hacer y aprehender la

geografía colonial, de comprender el espacio corológico, es decir, su paisaje y su gente, como autos de conquista.

Pero los resultados de las descripciones

discriminarán los espacios conquistados de aquellos como el

desierto–

despoblado que será concebido como espacio marginal, inhabitado e inhabitable e infértil para el poder colonial, que los erige como frontera natural y a la vez política.

En este sentido, el desierto-despoblado de Atacama es un espacio desacralizado, no bendecido, ni conquistado, que queda fuera de la historia (Vicuña 1995).

15

La

verdad es que veremos que el despoblado como especio geográfico entra a la historia oficial como espacio natural y político, visto así desde el poder y las crónicas. Tampoco fue un aislado territorio geográfico, aunque si desconocido, para el poder central. Sin embargo, Vivar no considera al gran despoblado un espacio cerrado, deslindado e inconexo con otros paisajes, sino, como muy bien lo describirá, es un espacio de continuidad y articulado a los valles y a las sierras. Serán los cronistas posteriores los que iniciarán un proceso de empobrecimiento del conocimiento geográfico, de aislamiento de este territorio y sellamiento de sus 15

Para este autor, el desierto fue un “Espacio sin renovar, el despoblado no fue incorporado a la historia, puesto que al no experimentar el nacimiento simbólico propio de la toma de posesión o del acto fundacional, en propiedad no se le hizo parte del Nuevo Mundo; la colonia” (Vicuña 1995: 49).

31

entradas, produciendo una vulgarización del imaginario, haciendo de este espacio algo impenetrable, solo posible de mantenerse así, en base al desconocimiento, a la invención u omisión y la leyenda, casi bíblica de la tierras de la muerte y el extravío.

3.- Desierto y despoblado. Cuando hablo de desierto estoy refiriendo al espacio ecológico, al medio ambiente, aquello que Vivar caracteriza como “el lugar donde no llueve”, y que en vez de denominarlo provincia, señala que mejor es llamarlo “desierto”, lo que connota en Vivar que desierto es también un territorio. Por tanto, refiero a un paisaje y a un territorio con características áridas, con escases de agua, sin árboles, rico en minerales, con relieves diversos y manifestación de las temperaturas y las precipitaciones que varían a lo largo del año y del día. Un desierto que Vivar describe con lagunas, jagüeyes, ríos y nieves, valles, sierras, arenas, sales y llanos despoblados y algunas escazas hierbas16. Por despoblado en cambio se define el lugar que estuvo poblado, cuando Vivar declara que el Inca tuvo asentamiento en el valle del Chañar, entonces esta evocando que el lugar se despobló, lo que no necesariamente es una condición permanente del desierto. Pero también, despoblado es el espacio que se encuentra deshabitado, lo que Vivar observa

en su travesía. Por tanto,

despoblado es una construcción cultural, algo referida al poblamiento, una constatación de la habitabilidad, aunque fuese no permanente. Esto es clave para

16

Un desierto desde el punto de vista de la geografía física, es un espacio desprovisto de presencia humana, cualesquiera sean sus condiciones climáticas (Baud et al., 1997, 65 ). Pero en geografía desierto es un espacio caracterizado por la aridez, “la falta de lluvias” que señala Vivar. La aridez provoca la sequedad, la falta de humedad atmosférica que repercute en la formación de suelos secos, pedregosos o arenosos. Baud et al., (1997: 68) distingue cuatro categorías de desiertos: zonales, costeros, de abrigo, continentales. El clima desértico se caracteriza por sus condiciones muy severas. Sus rasgos sobresalientes son la baja humedad relativa durante el día y relativamente alta por la noche, con fuertes cambios de temperatura, alta luminosidad y ausencia de precipitaciones (Giménez, Gilberto y Catherine Héau 2007).

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entender la carga que cada palabra connota pues despoblado necesariamente no es desierto inhabitable, sino espacio que estuvo o esta deshabitado. Finalmente, ambas combinaciones desierto y despoblado de Atacama, están representando la estrecha relación entre naturaleza y sociedad, entre hombre y medioambiente, constituyendo, a fin de cuentas, la definición que hace la geografía. Por ello, desierto-despoblado es el término que connota ambas condiciones que concurren para entender el relato, la descripción y los sentidos otorgados por Vivar al gran despoblado. Me refiero al espacio geográfico que se extiende entre Atacama y Copiapó y que paso a analizar.

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CAPITULO II

VIVAR Y LA CONSTRUCCION COLONIAL DE LA GEOGRAFÍA DEL DESIERTO-DESPOBLADO DE ATACAMA

1.- Vivar y la descripción geográfica del desierto-despoblado de Atacama.

La primera descripción geográfica del desierto de Atacama, aunque sucinta, se le debe a Cristóbal de Molina, cronista de la expedición de Diego de Almagro, el que cruza el despoblado de Atacama en el año 1537, cuando vuelve de Chile al Perú y publica su obra en 1553. Además, se encuentra la obra de Gonzalo Fernández de Oviedo (1535-1557) que relata la vuelta de Almagro al Perú, acompañando escasos comentarios, pero de gran valor. Pero, es Jerónimo de Vivar quien hace una descripción sistemática y detenida de la geografía del desierto de Atacama. El atraviesa junto a la expedición de Pedro de Valdivia, en el año de 1540, lo que denomina el “gran despoblado” y escribe su obra en 1558.

Vivar captura con atención y aguda mirada el territorio que recorre, y realiza extendidas descripciones y análisis interpretativos del paisaje geográfico del desierto que le cabe atravesar, y lo hace en correspondencia al sentido del título de su obra: “Relación Copiosa y Verdadera”. En su crónica dedica varios capítulos exclusivamente a los sucesos acaecidos en el despoblado de Atacama, y a la descripción geográfica general y particular del desierto-despoblado y de los valles que lo contienen, el de Atacama y el de Copiapó17. Conjuga la información geográfica con los procesos históricos que están ocurriendo durante la campaña

17

Se trata de los capítulos V, VII,VIII, IX, X, XI, XII,XIII, XIV, XV, XVI, XVII y XVIII, donde da cuenta de los sucesos y geografías de los valles, despoblados de Atacama y Copiapó, que corresponden efectivamente al estudio geográfico que aquí se desarrolla, y que aparecen en su obra denominada “La Crónica y relación copiosa y verdadera de los reinos de Chile”.

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de ocupación y colonización hispana del territorio indígena, y escribe detalles y descripciones que nos sirven para una comprensión de este espacio desértico. Cristóbal de Molina, “El Chileno”, dedica al desierto-despoblado de Atacama dos párrafos de su crónica. En éstos reivindica para Diego de Almagro el descubrimiento de este territorio, y luego escribe acerca de las características ambientales, destacando que es un espacio yermo con poca agua. “…el despoblado de Atacama, que entonces descubrió el Adelantado [Diego de Almagro], que es un arenal de cien leguas donde hay muy poco agua y yerba ni cosa verde; en todo el despoblado no se halla sino en cuatro o cinco partes” (De Molina 1968[1553]: 350).

Esta es una de las primeras narraciones que van a constituir posteriormente parte del imaginario del despoblado-desierto de Atacama. En ella, el cronista destaca que el despoblado es un arenal, sin vegetación, solo un poco de ella existe en torno a los escasas aguas de este territorio. “… el despoblado que pasan para ir a Chile, que tiene cien leguas de arenal, sin haber en él cosa verde sino es donde hay algún jagüey de agua o riachuelo, que son harto pocos los que hay en este camino, que creo yo no son seis en las 100 leguas, y en ellos hay unas bocas de yerba raída de siete a ocho pasos alrededor de donde está el agua”. (De Molina 1968 [1553]: 314).

Cristóbal de Molina, en esta escueta descripción, indica una extensión casi exacta del despoblado, destaca que hay jagüeyes, aguadas o vertientes y riachuelos, que recuerda no son más de seis, pero no los nombra, ni describe. Esta narración inicial en muchos casos será más completa que la que escriban otros cronistas coloniales, con excepción de Jerónimo de Vivar. Este cronista de Pedro de Valdivia, hace una descripción del despoblado en virtud de lo visto y lo oído, es decir, desde su propia percepción, experiencia y conocimiento, utiliza conceptos 35

geográficos de su época y registra con detalles algunos hitos, observaciones de gran valor para la comprensión geográfica de este territorio18.

Jerónimo de Vivar comunica a través del relato las características ambientales del despoblado de Atacama, construye en la mente del lector una imagen de este territorio a través de su narración geográfica en base a conceptos, pues no usa instrumentos de medición y tampoco hace cosmografía, lo que podemos comprender por las divisiones que existían en la geografía renacentista19. Sus apreciaciones son múltiples y sensibles para captar los rasgos del paisaje que va recorriendo en su paso junto a Pedro de Valdivia, cuando atraviesa desde el Valle de Atacama hasta el Valle de Copiapó. Es una narrativa que aborda al despoblado de Atacama con las categorías propias de la geografía colonial, que a la vista del cronista, se transforma en un espacio prodigioso, diverso y sorprendente, pero también, yermo y estéril.

Si se desea caminar o cabalgar sobre la geografía del desierto de Atacama junto al cronista, es necesario aprestarse a mirar los paisajes que se van sucediendo en su avance, recurriendo a los conceptos geográficos medievales-renacentistas que Vivar utiliza, los cuales nos aproximan a entender esta tierra y saber cuáles son los aspectos de la geografía, el paisaje y el medioambiente que se están rescatando a través de ellos, y cómo éstos condicionan el modo de interpretar o explicar los hechos, hitos y sucesos manifiestos que ocurren en el despoblado. 18

Martínez (1995: 36), señala que cuando Vivar emprende la tarea de relatar sucesos de la conquista de Chile, el autor de la crónica confía ciertamente que será creído; “porque no me alargaré más de lo que vi, y por información cierta de personas de crédito me informé, y por relación cierta alcancé de lo que yo no viese”. Agrega José Luis Martínez, que Vivar pretende escribir y ser creído, acude para ello a ambos mecanismos de obtención del saber, lo visto y lo oído. Esto último son “informaciones ciertas” que se expresan con mayor regularidad y como espacio oral de discursividad basada en fuentes confiables. 19 La geografía renacentista se ocupaba de “todo aquello que se refiriera al estudio de la Tierra, desde su situación en el cosmos hasta la descripción de los distintos países. Sí existía, en cambio, una división comúnmente aceptada, en dos partes; una, que tenía por objeto describir los países conocidos, y otra, que aspiraba a los estudios científicos de la Tierra como planeta, tratando de su forma, dimensiones y posición en el Universo. Son las llamadas Geografía descriptiva y Geografía matemática, respectivamente. Esta división está ya claramente diferenciada en Grecia” (Líter et al. 1992: 36).

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Con ojos de la época debemos observar esta geografía desconocida y comprender los sentidos y significados de cómo los viejos conceptos geográficos utilizados en el siglo XVI, sirvieron para describir este espacio que denominó desierto-despoblado.

Una exegesis de los conceptos geográficos de época, ocupados para capturar y describir la realidad que se presenta ante los sentidos vitales del autor-cronista, nos permiten comprender con mayor precisión los alcances de estas palabras. Algunos de estos conceptos hoy están en desuso o han cambiado su contenido y sentido. Al ser pronunciados, enuncian en la actualidad moderna y posmoderna, ideas distintas a las que referían al momento que se escribieron, y que sirvieron para representar la geografía de Atacama. Así, palabras como “compás”, “constelación”, “clima”, “despoblado” y otras aproximaciones geográficas del relato de Vivar, requieren necesariamente de un examen hermenéutico que ayude a comprender en el contexto de la narración, y aunque sea parcialmente, cómo se construye la percepción, la descripción y el conocimiento primigenio del desierto de Atacama que hace el hispano20.

Afortunadamente, podemos acercarnos a estos sentidos e imágenes de época, a través de la definición de dichos conceptos que quedaron descritos en el propio texto y acudiendo a consultar sobre sus contenidos y significados en el Diccionario de Autoridades, aquel que antecede al Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. Con este registro y traducción de sentidos y significados, es posible traducir conceptos geográficos como “constelación”, ”temple” y “sierras”, entre otros, que permiten la comprensión geográfica del despoblado en sus primeras evocaciones.

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Y digo esto pues existe una etnogeografía de construcción del desierto realizada por las culturas indígenas preexistentes a los españoles, de gran riqueza, potencia y significación del paisaje y el medio ambiente del desierto, la cual trato marginalmente en este trabajo, en la medida en que se entrecruzan en los relatos recogidos por los cronistas.

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La comprensión geográfica del despoblado de Atacama a partir del relato de Vivar, tiene la garantía que sus contenidos descritos no son solo de “oídas”, sino corresponden a “lo visto” y lo vivido, como lo declara en varias partes de su descripción. Por lo tanto, su relato no solo es compartido con los que conocen el desierto, sino que también está redactado para los que no tienen noticias de éste o para aquellos que lo desconocen.

La crónica de Vivar está elaborada desde el viaje, del atravieso de este espacio desértico, él no piensa en la permanencia, en la estadía o en su poblamiento, por ello la imagen geográfica que comunica, es aquella que dice que el desierto es atravesable, caminable, que es un espacio de comunicación, que se transita con “todos estos trabajos”“. En consecuencia, es posible conocer y describir a este desierto si se hace la travesía de valle a valle, como él la efectúa junto a Valdivia, advirtiendo Vivar como cronista–explorador, que según la fecha del año, el viajero se expone a los efectos diversos del frío, el calor y la falta de agua.

Paso ahora a analizar las categorías de comprensión geográficas que utiliza Vivar para adentrarse, a través de estos conceptos, en la descripción y comprensión general de la geografía y el espacio del despoblado de Atacama. 1.1.- Leguas y “Compás” desértico.

Vivar para expresar la extensión de un espacio geográfico usa el concepto “compás”. Esta palabra deriva de la geografía medieval-renacentista. El cronista no refiere con ella al instrumento que sirve para medir distancias en un mapa 21, sino que la ocupa con un doble sentido; el primero, para referirse a una extensión espacial que se encuentra acotada entre dos puntos geográficos, sean estos cercanos o distantes, y la segunda acepción, está asociada a que esta distancia 21

El compás es un “…instrumento para medir distancias en los mapas, fundamentalmente en cartas náuticas. Colocado sobre la escala gráfica del mapa permite transportar dicha medida tantas veces como sea preciso. Este tipo de compás se suele denominar de puntas secas debido a que los dos brazos terminan en puntas” (Cifuentes et al. 2006).

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es medible en leguas, las que se calculan por el avance del andar en una hora22. En otras ocasiones, Vivar utilizará como medida de “compás” de un accidente o elemento geográfico “el salto”, “el ancho de un hombre”, “el lance de una piedra” o “el tiro de un arcabuz”. Lo destacable es que el concepto “compás” es utilizado como expresión de un espacio acotado entre lugares reconocibles y/o como expresión itineraria de distancia-tiempo. El “compás” es entonces la distancia en un territorio que se encuentra limitado por accidentes o hitos del terreno, que lo hace un espacio medible, que se dimensiona y describe de acuerdo a los atributos ambientales que se les asocian. De tal modo podremos encontrar expresiones que resumen lo señalado: “El compás que hay de valle a valle son seis, siete y ocho leguas.” (Vivar 2001: 48).

Para llegar a especificar el compás del desierto-despoblado de Atacama, comenzaré haciendo aproximaciones sucesivas a este espacio geográfico. Vivar en su crónica describe primero el “compás” general del desierto que existe en América del Sur, y lo define como un territorio donde no llueve. Dice: “El compás en que no llueve es de desde Tumbes hasta el valle del Guasco, que serán setenta leguas” (Vivar 2001: 49).

Se trata precisamente de dos puntos geográficos, uno septentrional, Tumbes, y otro meridional, Guasco, que ubican por la costa del Perú y norte de Chile, pero que indudablemente no tiene de “compás” las setenta leguas que señala la traducción del texto de Vivar, sino más de 550 leguas o aproximadamente tres mil 22

Legua: “Medida itineraria, variable según los países o regiones, definida por el camino que regularmente se anda en una hora, y que en el antiguo sistema español equivale a 5572,7 m.” (Diccionario de la Lengua Española, 22º Edición, 2001, http://buscon.rae.es/draeI/).

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kilómetros, es decir, una prolongación longitudinal del desierto que se inicia cercana a la línea ecuatorial y termina mucho más al sur del trópico de Capricornio.

El extenso trayecto donde no llueve, comprende geográficamente un ambiente de desierto costero e interior, que según su ubicación adquiere distintos nombres, de los que hoy conocemos como desiertos costeros de Tumbes, Ica, Paracas y Nazca, en el Perú. En Chile actual, Vivar identificará como parte del “compás” desértico, a las provincias de Tarapacá y Atacama23. Esta última, es la zona más septentrional del desierto, que se extiende actualmente por convención, desde el río Loa hasta el río Copiapó24 . En la provincia de Tarapacá, Vivar identifica el “compás” desértico como el espacio que va entre los valles de Tarapacá y el de Atacama. Lo caracteriza del siguiente modo; “Todo el compás de tierra que está fuera de los valles es estéril y despoblado e de grandes arenales. En todo este compás de tierra hay estos valle no llueve las quince y dieciséis leguas que digo que hay en la cordillera nevada hasta la mar no se sabe” (Vivar 2001: 13).

Destaca Vivar, que este compás de tierra, entre los valles de Tarapacá y Atacama, -hoy diríamos interfluvios, si pedimos prestado el término a la geografía física-, le 23

Según Cisterna (1999:122-123), la palabra “provincia”, es un término estratégico, generado en el campo de la batalla, que usada en la narrativa hispana del siglo XVI puede proporcionar información valiosa del comportamiento político, de lo que para el español se constituye en el enemigo y en lo a-dominar. Dice que en el siglo XVI, la palabra “provincia” actúa como mecanismo reductivo y diagramador (delimitador y ordenador de espacios) de las tierras en proceso de colonización. 24 El desierto de Atacama en el siglo XIX es descrito por Domeyko (1978) y Vidal Gormaz (1881) como el espacio geográfico que corre longitudinalmente entre el río Loa, por el Norte, y el río Copiapó, por el sur, abarcando desde el mar a la cordillera de los Andes. Pero, San Román (1896, Tomo III: 15) y Magallanes (1912: 55), coinciden con Vivar al proponer que se considere el desierto a partir del río Huasco al norte.

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corresponden los atributos de estéril, de arenales y de despoblado. Es decir, estos espacios intervalles o de interfluvios son el espejo de la improductividad y de lo inhabitable o deshabitado. Y como veremos más adelante, serán atributos que se le otorgarán en parte al despoblado de Atacama.

Observa Vivar que el compás transversal de esta región desértica de Tarapacá, va desde la Cordillera Nevada hasta el mar, y que hay quince y dieciséis leguas de ancho, aproximadamente 80 kilómetros25.

Para el desierto-despoblado de Atacama, el espacio que va entre el Valle de Atacama y el Valle de Copiapó, motivo de nuestro análisis, el cronista–geógrafo Jerónimo de Vivar no indica ni calcula su extensión total. Solo informa el “compás” en leguas, que existe en el tramo final del despoblado: “Al fin de este despoblado, (…) Desde este valle que dicen el Chañar hasta el valle de Copiapó hay dieciocho leguas…” (Vivar 2001: 65). La medida es bastante exacta, pues las 18 leguas de “compás” corresponden a 100 kilómetros, que es la distancia que, en línea recta y siguiendo el Camino del Inca, hay entre la Finca Chañaral (El Chañar), -cercana a la localidad de Inca de Oro- y la ciudad de Copiapó. Será el cronista Cristóbal de Molina, “el Chileno o Almagrista”, el que da una extensión de 100 leguas para el despoblado de Atacama (Molina 1968[1553]), es decir, 557 kilómetros, lo que corresponde casi exactamente a la distancia actual entre Copiapó y San Pedro de Atacama26. Es justamente esta distancia la que deberá atravesar Vivar y la que le permitirá describir el “gran despoblado”, como le 25

Recordemos que la legua es una medida itineraria que en el antiguo sistema español corresponde a la distancia de 5,57 kilómetros cada una de ellas. 26 Pedro de Valdivia en una carta al Rey de España, fechada en La Serena el 4 de septiembre de 1545, estima una distancia mayor entre Atacama y Copiapó. Señala que existen 120 leguas lo que sobre pasa la distancia real, ya sea en leguas españolas o en kilómetros (Gay 1846: 64).

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denomina. Esta descripción no la hace ningún otro cronista posterior a él, pues a diferencia de ellos, Vivar escribe desde lo visto, es decir, desde lo vivido y observado. Escribe la crónica de acuerdo a su percepción y experiencia y las formas de concebir y apreciar el paisaje y la geografía. 1.2. “Constelación” del desierto. Vivar cuando habla de la “constelación”, no refiere al firmamento de estrellas o a un conjunto de ellas que lleva un nombre para distinguirse de otras, tampoco evoca universos o colección de cosas armoniosas, sino refiere a la manifestación de factores de la naturaleza, tales como la temperatura y la precipitación, lo que hoy consideramos agentes del clima. Debo advertir que el concepto “clima” en tiempos de Vivar correspondía a una expresión de la geografía matemática, es decir, a paralelos, que dividían en porciones el mundo conocido27. Cuando se situaba a Chile, se decía que se encontraba en el tercer, cuarto y quinto clima (Ovalle 2003)28. De allí que la 27

Clima, según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, corresponde al “Espacio del globo terráqueo, comprendido entre dos paralelos, en los cuales la duración del día mayor del año se diferencia en determinada cantidad. Los antiguos dividieron el mundo por ellos conocido en siete climas de media hora; y los modernos han adoptado 24 climas de a media hora entre el Ecuador y cada uno de los círculos polares, y seis de a mes desde dichos círculos hasta el polo respectivo”. Véase, Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, 5º acepción de Clima. 28 Esta graduaciones geográficas son utilizadas por el cronista Antonio de Herrera “Esta la tierra de Chile en tercero, cuarto, y quinto clima. Y así la parte que cae en tercero clima, tiene el día, y la noche, cuando más crecen, trece horas; y la parte, que cae en el quinto clima, tiene catorce, algo mas, al contrario de Europa, y así como España por subir el sol a su auge, nunca viene a ser la mayor noche tan grande como el mayor día. En Chile por el contrario, por bajar el Sol opuesto de su auge, nunca viene a ser el día, que más crece, tan grande como la mayor noche” (Herrera 1615: 13). Posteriormente, Alonso de Ovalle en su Histórica Relación del Reino de Chile, para localizar en estas coordenadas las 1700 leguas que tiene este reino de Chile, copia a Herrera para señalar lo mismo; “Está todo este Reino en tercero, cuarto y quinto clima y así la parte que cae en el tercero clima tiene el día y la noche, cuando más crecen, trece horas; y la parte que cae en el quito tiene catorce, algo más, al contrario de Europa” (Ovalle 2003 [1646]: 21-22). Según Bernabé Cobo los climas son círculos paralelos en torno a la Tierra que imaginan los cosmógrafos, porque cada uno rodea en igual distancia la esfera equinoccial (Línea Ecuatorial). “Clima es el espacio en que hay diferencia de media hora en el mayor día del año, comenzando desde la línea equinoccial y procediendo hacia cualquiera de los polos del mundo; Y porqué los que habitan debajo de la línea equinoccial tiene todos los días del año iguales de 12 horas” (Cobo [1653]1964;23)

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constelación del desierto de Atacama es un concepto que refiere a región o territorio, específicamente en este caso, al despoblado entre Atacama y Copiapó29 y que busca dar cuenta de cómo se conjugan la temperatura y las precipitaciones, lo que hoy se entiende por clima. “La constelación de esta provincia [de Atacama] o, por mejor decir, desierto, es tan diversa, que es cosa admirable, así para quien lo pasa y ve, como para quién no lo ha visto y lo oye” (Vivar 2001: 63). Destaca que la “constelación” del desierto es diversa y admirable, no solo para quien lo conoce sino para quien escucha de éste. Vivar describe la complejidad a través de dos ejemplos, señala que en las sierras cae nieve, y que en los llanos, no llueve, ni cae nieve, pero esta recorrido por aires muy fríos (Vivar 2001: 64). Esta diversidad o “constelación” del desierto se opone a concepciones que conciben al despoblado como un espacio plano, yermo y uniforme. Vivar entonces nos advierte que el despoblado-desierto es un espacio diverso “climáticamente”, es decir, la “constelación” es variada, que es cosa admirable, pues la conjugación de temperaturas y presencia de precipitaciones varían dinámicamente en el espacio geográfico del despoblado. Esta percepción contradice los posteriores discursos coloniales que tienden a homogenizar y empobrecer la comprensión geográfica del despoblado de Atacama.

En su texto, Vivar destaca los comportamientos extremos y a la vez variables de las temperaturas, por tanto, del frío y el calor, y como la falta de precipitaciones varía por zonas, eso responde a sequedades diferenciadas. Estos factores componen la “constelación” del desierto, y su descripción y análisis tienen un sentido, cual es advertir de los riesgos y peligros que presenta el despoblado debido a la “constelación” por la que se rige: 29

Véase el capitulo XI de Vivar (2001).

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“… los que pasan este despoblado [entre Atacama y Copiapó] en los dos tiempos corren riesgo. En el invierno, como tengo dicho, por estos llanos, aunque no llueve, sino corre el viento que baja por aquellas sierras nevadas, corre tan recio e frigidísimo que traspasa los cuerpos, e mueren helados y en el verano, los grandes calores y las aguadas lejos, suelen perecer de sed” (Vivar 2001: 66).

Esta aseveración y prevención la reitera más de una vez, al decir: “Los que pasan en este tiempo de invierno, españoles o indios, que de frío o de hambre o de sed mueren” (Vivar 2001: 64).

En estos relatos se destaca el frío que hiela, el calor que deshidrata, la falta de agua y sol que quema, todos enemigos letales de la naturaleza que se incorporan a la narrativa colonial para ir configurando la primera imagen geográfica del despoblado de Atacama, que será reiterada por los demás cronistas. En este relato de riesgos y peligros las fuerzas de la naturaleza se presentan como advertencia fatal de la “constelación” del desierto. Esta anuncio está dirigido a quien lo atraviesa o desea recorrerlo, para que no lo haga desprovisto de abrigo y de agua, es decir, recomendaciones relacionadas con la temperatura y con la falta de precipitaciones. La imagen del comportamiento ambiental sirven al cronista para relevar el riesgo y poner en aviso a los viajeros, señalándoles las providencias a tomar para atravesarlo, considerando su “constelación”, es decir, cómo se manifiestan dinámicamente las fuerzas de la naturaleza, como el frío el calor y las precipitaciones en el territorio despoblado de Atacama. 1.3. “Temple” del desierto. El “temple”, es un concepto sinonímico de constelación, que se relaciona con el temperamento y sazón del tiempo o del clima, y se extiende también al calor o frío 44

en los cuerpos (AE 1822: 790). Sin embargo, el concepto temple refiere, evoca o se utiliza en Vivar para acercarnos a comprender cómo operan los elementos específicos del ambiente sobre un lugar, una cosa o una persona. Nos habla de cómo es la constitución del aire en orden al frío, al calor, la humedad o la sequedad y la sazón que adquieren las cosas y cuerpos sometidos a este temple. Dice Vivar, “Es tal y de tal temple esta tierra que se está el cuerpo muerto muchos años hecho carne momia entero, que no se estraga, ni se pudre, ni se disminuye, ni se deshace, sino tan entero se está como cuando acabó de expirar. Yo vi muchos cuerpos de indios y de indias, y carneros y de caballos, y negros y un español, que había ocho años que eran muertos, y algunos cuerpos más, de cuando el adelantado Diego de Almagro volvió con su gente a Chile para el Cuzco [esto es en los primeros meses de 1537]” (Vivar 2001: 64). En efecto, aquí se destaca el “temple” del despoblado, como factor que conserva los cuerpos de las personas, sin degradarlos como “…cuando acabó de expirar”, y se mantiene así, debido a la acción específica de factores como la sequedad y el frío, que tiene la propiedad de conservar los cuerpos, estos quiere decir que se mantienen por el “temple” del desierto30. “Y de estos muertos que digo que están en este camino solamente la ropa esta estragada e perdida la color, que tomada con las manos se deshace” (Vivar 2001: 65).

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Vivar, además agrega en otra parte del texto, que los cuerpos se conservan en el camino y en los pircados, pues “… como no hay raposas, ni aves, ni otros animales de ningún género, porque en él no se cría para haberlos de comer, estánse enteros (los cuerpos humanos en los refugios de piedra del camino” “(Vivar 2001: 65).

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En este último relato referido a las vestimentas de las personas, muestra que el “temple” ya no la conserva, pues la vestimenta esta “estragada”, es decir, descompuesta, corrupta, estropeada o deshecha y esta degradación también es por el “temple”.

2.- Espacios Geográficos del Desierto de Atacama.

En el compás del desierto de Atacama, Vivar nos informa de la existencia de tierras con cualidades distintas y atributos contrapuestos, pero que presentan continuidad, a pesar del cambio topográfico y ambiental. Esto lo podría llamar una continua y compleja geografía articulada. Para hablar de estos distintos, pero continuos espacios geográficos, Vivar utiliza conceptos conocidos: “Valle”, “Sierras” y “Despoblado”, todos los que forman parte intrincada del desierto de Atacama.

Comenzaré por el análisis de contenido de cada uno de los conceptos geográficos que describen y forman parte del desierto-despoblado de Atacama. Se trata de entender sus sentidos y el modo como contribuyen a la construcción de los imaginarios geográficos para este espacio territorial.

2.1. Valles de Atacama y Copiapó.

Vivar identifica los valles como lugares que poseen terrenos llanos regados por un río y rodeado de relieves más altos. En el caso del valle de Atacama, que corresponde a los actuales ayllus de San Pedro de Atacama, señala: “… es un valle llano y ancho y largo a la contra del sitio de los otros valles, porque a cinco y seis leguas que corre, el río se sume, e no se ve por donde va ni donde sale a la mar” (Vivar 2001: 56).

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El Cronista nos presenta una descripción del valle de Atacama, caracterizado como “llano”, es decir, que posee terrenos planos, y a la vez es “ancho” y “largo”, y de considerable extensión. Este valle se emplaza a la contra “del sitio de los otros valles”, pues como sabemos los ríos que lo riegan conocidos en la actualidad con el nombre de San Pedro y Vilama, fluyen de norte a sur. Señala que el río que recorre el Valle de Atacama, por cinco y seis leguas, “se sume, e no se ve por donde va ni donde sale a la mar” 31. Creo ciertamente que se refiere al actual río San Pedro, que efectivamente luego de atravesar los ayllus, descarga sus aguas en el salar.

Luego describe la vegetación del valle de Atacama y las ocupaciones indígenas que en el existen, y las actividades productivas y de aprovechamiento de las aguas que se realizan para la agricultura. “Tiene este valle muy grandes algarrobales y llevan muy buenas algarrobas, de que los indios la muelen y hacen un pan gustoso de ella…Hay grandes chañarales….Tiene los indios sacadas muchas acequias de que riegan sus tierras”… (Vivar 2001: 56).

Antes agrega que las casas, “son de adobes y dobladas32 [y] …Encima de estos terrados de las casas están hechos de adobes ciertos aparrados pequeños y redondos, a manera 31

En efecto, el valle de Atacama esta regado por el río San Pedro y el río Vilama, éstos corren de norte a sur y nacen en las cordilleras. El primero viene de la puna cercana al Tatio, formado por los ríos Putana, Incaguasi, Jauna, Peñalire y luego recibe las aguas del río Salado, para luego comenzar a regar las tierras de los ayllus del valle en el sector de Cuchabrache-Catarpe. El río Vilama nace de vertientes en la zona de Puritama y riega algunos ayllus. El río San Pedro luego de más de 20 kilómetros de atravesar los ayllus, sume sus aguas en el Salar de Atacama. Es un río endorreico que entrega las aguas en una cuenca cerrada, por ello no fluye al mar. Veáse Aranda (1964) y Aranda et al.(1968). 32

Quiere decir que son casas realizadas de barro y “dobladas” como en Andalucía, donde se aplica al desván, y en este caso quiere significar que las construcciones poseían dos pisos. Lo más probable, uno de habitación y el otro de bodega.

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de hornos en que tiene sus comidas que maíz e papas y frisoles, quínoa, algarroba y chañar...” (Vivar 2001: 57).

Describe los bosques de algarrobos y chañares de gran extensión, y como sabemos, éstos dan sombra, leña, madera y frutos usados en comestibles por los indígenas. El río es aprovechado utilizando sus aguas por medio de “...muchas acequias de que riegan sus tierras”. Agrega que las casas son diferentes de las provincias conocidas. En síntesis, la idea de “valle” contiene varios elementos; terrenos planos, anchos y largos, alberga los sitios de habitación, mantiene vegetación arbórea y un río que lo atraviesa, usado para riego de cultivos por la población indígena.

La misma idea nos presenta el cronista para el valle de Copiapó, ubicado a 100 leguas al sur y separado por el despoblado de Atacama: “Este valle, de las sierras nevadas de donde procede hasta la mar, tiene de compás las quince leguas,… Tiene de ancho una legua y en partes más. Corre por este valle un río pequeño, que basta para regar las sementeras de los naturales que en él hay (que en esta sazón había mil indios). Este río antes que entre en la mar se sume, y junto a la costa torna a salir. En este valle no llueve, sino hay aquellas neblinas… cuando es el invierno. Dase maíz, e tan grandes y gruesas las cañas, que ninguna provincia de las que yo he visto y andado no he visto darse tan bien como en este valle, porque en otras provincias de cada caña dos o tres mazorcas, y aquí, cuatro o cinco. Es muy buen maíz. Danse frisoles e papas e quínoa”(…) “Dase en este valle algodón. Andan los indios bien vestidos del algodón y de lana de ovejas que tienen. (…) Los arboles que ay en este valle son algarrobas e dan mucho fruto…Ay chañares y salses

[sauces?]”. (Vivar

2001: 76-77). 48

El valle Copiapó, reúne entonces similares características al valle de Atacama, aunque sabemos que corre de Este a Oeste, como casi todos los valles de Chile, descritos por el cronista. Conoce que el río nace de la cordillera y que antes de llegar al mar se subsume, al igual que el de Atacama, pero a diferencia de éste, vuelven a salir sus aguas cerca de la costa, lo que denota conocimiento de su trayectoria. El valle tiene una legua o más de ancho y sus tierras son regadas y en ellas producen los indígenas, buen y abundante maíz, papa, quínoa y algodón. El valle está cubierto de vegetación, con los mismos árboles que describe para el valle de Atacama - algarrobos y chañares-, y de otras especies. Finalmente, en términos de colonización y jurisdicción, Vivar considera al Valle de Copiapó como el inicio de la nueva gobernación de Chile: “Este valle de Copiapó es el principio de esta gobernación de Chile, y porque en él tomo el General Pedro de Valdivia la posesión en nombre de Su Magestad” ( Vivar 2001: 76).

En todo el desierto y entre estos dos grandes valles de Atacama y Copiapó, Vivar nombra un pequeño valle denominado “El Chañar”, que corresponde al lugar denominado en la actualidad Finca de Chañaral: “…En este vallecito tenían poblados los ingas, señores del Cuzco y del Perú, cuando eran señores de estas provincias de Chile” (Vivar 2001: 65).

Si los valles son descritos como espacios de tierras llanas, cruzadas por un río, con vegetación arbórea, con zonas de riego y cultivo y población indígena, esto representan solo una porción del espacio geográfico del desierto de Atacama. Esta constatación me lleva a plantear dos preguntas; ¿Cuáles son los conceptos geográficos contrarios a los valles y cómo éstos se articulan al espacio geográfico?

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2.2. Sierras y Cordilleras.

Sierra es un concepto geográfico utilizado reiteradamente por Vivar. Lo usa en Atacama para dar cuenta de un terreno topográficamente distinto a “valle” y a “llano”, y cuyo emplazamiento y características topográficas lo hacen propicio para actividades estratégicas. Dice: “Salió el general Pedro de Valdivia de Tarapacá con su gente puesta en orden para el valle de Atacama, que esta de allí setenta leguas. Es valle ancho y fértil. Tiene las poblaciones a la falda de las sierras, que es parte provechosa para ofender y defender….” (Vivar 2001: 54).

La sierra en este relato es un espacio valioso, de refugio y defensa, un espacio contiguo y continuo al valle. Es un espacio creado y valorado culturalmente, que tiene una topografía irregular de cerros y quebradas. La sierra es un lugar estratégico en términos militares, pues es “…parte provechosa para ofender y defender….” dice Vivar. 50

La sierra, también es un lugar de ocultamiento, para ponerse a salvo y fuera de la mirada de los extraños, un lugar de refugio para la población local. En efecto, estos atributos son señalados por Vivar cuando llega al Valle de Atacama, donde escribe que los indígenas se preparan a resistir en el “pucaran”33, y que antes de abandonar el valle, quemaron sus siembras y escondieron la comida. A sus familias las llevaron a lugar seguro entre las sierras: “..Y subiéronse a las sierras, y pusiéronlo en partes fragosas y ocultas” (Vivar 2001: 55).

En efecto, las sierras tienen por característica constituir lugares de ocultamiento y refugio, pues su geografía posee lugares fragosos, intrincados y llenos de quebradas, por tanto difíciles de recorrer y encontrar, ya que la topografía es de sitios ásperos, difíciles de caminar y recorrer, es decir, son terrenos quebrados, a los que acuden los indígenas de los valles para refugiarse o defenderse34.

En el valle Copiapó, en la antípoda del desierto-despoblado de Atacama, las sierras poseen las mismas características y funciones, pues el cronista Vivar escribe que al momento que arriba Pedro de Valdivia, la gente estaba alzada, y ubicada en las sierras, ocupando sus lugares de defensa. “…estaban alzados y puestos en partes fuertes” (Vivar 2001: 67).

Desde allí, se protegían, y bajaban a los llanos por caminos no conocidos y secundarios. 33

Se trata del Pucara de Quitor, al norte del oasis de salar de Atacama: “…Y los que eran para la guerra tomaron sus armas ofensivas –porque carecen de defensivas-que son arcos y flechas, hicieron una fuerte en un cerro agrio solo y apartado, al cual llaman los indios „pucaran‟… (Vivar 2001: 55). 34 En el caso de la localidad del compás que hay entre Tarapacá y Chuquisaca, en el altiplano de la actual Republica de Bolivia, de más de setenta leguas, dice Vivar que “En las partes que ay sierras son agrias con grandes quebradas” ( Vivar 2001: 55).

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“Tenían estos indios (de Copiapó) tanto cuidado que jamás bajaban a lo llano sino por entre montes y peñas y caminos angostos” (Vivar 2001: 74).

En realidad, estaban en lugares estratégicos o pucaras, los que se encuentran en las sierras, pues; “…no estaban en su tierra de asiento [valle], ni los tenían poblados, sino en las sierras y ásperas montañas” (Vivar 2001: 70). “Y este fuerte [en el Valle de Copiapó] estaba diez leguas de allí por el derecho camino, y las cinco leguas se habían de caminar por una ciénaga o tremedal de agua y carrizal entre dos sierras, que daba a los caballos a los estribos y [en] algunas partes pasaban a nado”(Vivar 2001: 74).

Esto quiere decir que valle y sierras son lugares continuos, articulados, complementarios, ambos forman parte del espacio indígena, y son valorados y cargados culturalmente con diversas formas de uso y aprovechamiento. Las sierras en el mapa territorial indígena, en este caso, cumplen funciones estratégicas, sean éstas de defensa, escondite de alimentos y/o refugio de población. De allí, la necesidad de considerar las sierras como un espacio que forma parte del continuum geográfico de los valles, y no puede ser visto cercenado o fragmentado, como un espacio aparte y desvinculado de sus atributos evidentes, pues ni Vivar así lo dice y describe. El cronista concibe los valles y las sierra como espacios articulados y como partes articuladas del hábitat de la población indígenas de Atacama y Copiapó.

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Esta concepción de unidad-continuidad-diversidad, contrasta con ciertos análisis retóricos efectuados por historiadores, que desarticulan la complejidad, la aíslan y la describen, para terminar oponiendo conceptos inicialmente complementarios. Cisternas (1996), luego de un largo análisis retórico y hermenéutico de conceptos que figuran en la crónica de Vivar, termina oponiendo “Valle” y “Sierra” en base a sus obvios atributos orográficos, para enseguida ubicar en estos espacios despostados, al español en los valles y al indígena en las sierras. Esta operación lingüística, desconoce la propia “retórica” y “hermenéutica” de Vivar, quien describe la continuidad, complementariedad y articulación de sierra y valle, como mérito de estos espacios y del uso indígena. Efectivamente, como he analizado en la lectura geográfica del texto del cronista, éste da cuenta que los valles y las sierras, son apreciados como territorios construidos culturalmente, valorados y connotados. Espacios que presentan continuidad en la vida social, económica, política y militar de los indígenas. Esta misma articulación-continuidad-diversidad, veremos que ocurre entre los conceptos valle, sierras y despoblado, pues todos ellos forman parte de la complejidad geográfica del desierto de Atacama.

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2.3. El “Gran Despoblado”.

Un tercer espacio que forma la geografía de Atacama y la continuidad, unidad y diversidad del territorio, es lo que Jerónimo de Vivar denomina el “Gran Despoblado” (Vivar 2001: 58). Este territorio se extiende entre los valles de Atacama y Copiapó, ubicándose al poniente de las sierras y cordilleras y recorre hasta la mar.

Vivar lo destaca como un terreno mayormente llano, distinto a las sierras, no solo en su topografía, sino también por la diferencia en las precipitaciones. Distingue dos zonas geográficas, las sierras y los llanos. Dice que en las sierras y puertos (las abras o portezuelos de las cordilleras) precipita nieve y llueve, en cambio, el despoblado, el llano, es lugar donde no llueve: “Y digo que en los puertos y sierras cae la nieve….porque en los llanos no llueve, ni cae nieve, más de que corre el aire frigidísimo” (Vivar 2001: 64).

Más adelante, tratando de relativizar estas características para algunas zonas restringidas del desierto de Atacama, dice el cronista: “… se conocen en las nieves grandes que en muchas partes del despoblado caen en el tiempo del invierno por parte de la grande abundancia de ella que cae en las sierras nevadas que tengo dicho” (Vivar 2001: 64).

Si nos preguntamos a qué lugar del despoblado se está refiriendo el cronista, donde efectivamente cae la nieve, presumo que se trata del área comprendida entre Río Frío y la Quebrada El Chaco. Esta sección del camino del despoblado pasa por los lugares más altos, entre los 3000 y 4000 m.s.n.m., debido al portezuelo de Vaquillas que separa la cuenca del Salar de Punta Negra y de las quebradas que forman la Quebrada de Taltal. 54

Vivar advierte que en los meses que corresponden al invierno y la primavera, la temperatura del desierto es muy baja. Explica el origen de las bajas temperaturas en los aires frigidísimos que corren desde la cordillera y que producto de las nieves que caen en las sierras altas, éstos se enfrían y corren sobre el despoblado: “…los recios y demasiados aires que proceden de estas altas sierras, y se tienden por estos grandes llanos y quebradas procedentes de los gajos35 de la cordillera” (Vivar 200: 64).

Es interesante que Vivar no recurra a otro tipo de argumentos de la geografía y de la cosmografía medieval para explicar la presencia de aires frigidísimos. El constantemente explicará estos fenómenos atmosféricos, los vientos frigidísimos, como producto de las nieves que lo enfrían. Por ello, es digno de destacar el esfuerzo que regularmente está haciendo para explicarse el comportamiento del ambiente.

Vivar, también observa desde su propio geo-etnocentrismo mediterráneo, el comportamiento de la constelación del desierto. Comenta una característica esencial del “Gran Despoblado”. Ella es que no se conocen las cuatro estaciones del año, porque las precipitaciones son nulas o escasas. Advierte de la presencia de nieblas o neblinas costeras, conocidas como camanchacas, algunas que ingresan por los valles y quebradas, en periodos de invierno. “…Y estos cuatro tiempos que se contienen en un año, de tres en tres meses cada uno, no se conocen en este despoblado, por las grandes nieblas y nieves que en él caen y aires que en el corren, porque jamás llueve en abundancia. Solamente se ve en las nieblas que se hace en el invierno u otoño (Vivar 2001: 64). 35

“Gajo; Cordillera de montes que salen de alguna montaña principal” (3º acepción), AE (1832: 401).

55

Sí en los llanos del “Gran Despoblado” no llueve o precipita muy poco, salvo en algunas zonas acotadas, entonces esa característica lo convierte en un espacio árido. Esta sequedad condiciona a este espacio como desierto y despoblado, lo que hace que exista falta o escases de agua; “…no hay demasiada agua por ser tierra estéril” (Vivar 2001:61).

La falta de agua convierte al despoblado en tierra estéril, la que no da fruto, no pare o no produce. Esta calificación refuerza la noción de desierto. La escasa agua, la convierte en tierra seca e improductiva. Entonces, la falta de agua impide que las tierras del despoblado rindan frutos o puedan ser labradas, es “tierra estéril”. Esta condición es graficada con el relato del último tramo del camino del despoblado. Pasado el vallecito de El Chañar, en dirección a Copiapó, “…hay buen camino llano y sin ciénagas ni agua, [y]...calienta mucho el sol” (Vivar 2001: 65). Si el “Gran Despoblado” es tierra llana, como los valles, pero estéril, con poca agua, soleada, donde no se conocen las estaciones del año que se dan en un país mediterráneo, donde no llueve o llueve poco, y el aire es frigidísimo y nieva en algunas partes del camino, entonces es evidente que tampoco existen árboles, como algarrobos (Prosopis chilensis) o chañares (Geoffroea decorticans), de aquellos que se dan en los valles. “…no se crían en este despoblado árboles de ningún especie” (Vivar 2001: 65).

Que no existan árboles no significa que no exista vegetación, y Vivar es cauteloso en señalar que si bien no hay árboles en el despoblado, si existen algunas zonas con vegetación, pastos, hierbas y arbustos. 56

“Sola una manera de espinos se cría, muy chicos, parrados con el suelo, y ésta leña con que nos calentamos y guisamos de comer…” (Vivar 2001: 65). Esta vegetación “parrada”, quiere decir, que se extienden mucho sus ramas a modo de las parras de vid. Su descripción puede corresponder a diversas especies, especialmente, pingo pingo (Ephedra andina o E.b), o la denominada varilla, chica o larga (Adesmia deserticola o A.t.), marancel (Perecia atacamensis), las que crecen en altura y en algunas depresiones del terreno36.

El cronista Vivar también afirma que en el despoblado no hay vida animal: “…No hay raposas, [probablemente, refiere aquí a los zorros] ni aves, ni otros animales de ningún género…” (Vivar 2001: 65).

Sabemos que esta sentencia de inexistencia de vida animal puede referirse a extensas zonas del desierto, pero no a la totalidad. En algunas áreas pueden encontrarse aves y fauna silvestre, como zorros, guanacos y vicuñas, en especial en los llanos altos, y en las quebradas que atraviesan el desierto y que poseen alguna vegetación y aguadas. Sin embargo, el cronista remarca esta condición abiótica del desierto. “…E no habita en este despoblado cosa viva” (Vivar 2001: 65).

Lo que se sí existe en el despoblado, y en demasía, son metales, Vivar los nombra y valora:

36

En mis recorridos por el despoblado de Atacama, y a través del Camino del Inca, que es el que en su mayor parte recorre Vivar en su travesía por desierto, he visto este tipo de vegetación en el tramo entre la Aguada de Puquios y la Quebrada del Chaco. De igual modo, Vivar no nombra los bosquetes de árboles que existen en Peine y Tilomonte.

57

“Hay en este despoblado muchos metales de todo género que es plata, cobre y estaño, alumbres y cardenillo [acetato de cobre], almagra [arcilla rojiza de óxido de hierro]; hay mucho piedra azufre, salitre, hay grandes salinas” (Vivar 2001: 66).

Lo mismo dice de los minerales del Valle de Atacama: “Hay en este valle de Atacama infinita plata y cobre e mucho estaño, y plomo y gran cantidad de sal transparente. Sacase de barro de la tierra a manera de mina de metal. … Hay mucho alabastro. Hay así mismo muchas y muy infinitos colores; colorado y azul dacle ultramarino, que allá se nombra en Castilla; Hay verde excelentísimo, parece esmeralda en la color; ay amarillo maravilloso; y blanco y negro muy finos; y de toda suertes de colores. Y de otra sal que se cría para bastimentos como ay en gran cantidad. Hay gran cantidad de salitrales y azufre” (Vivar 2001: 57).

Se admira de la cantidad de metales y veneros, pero no hay referencias a la necesidad de trabajarlos, o a la riqueza que podrían prestar al hispano. Toda esta riqueza es mayoritariamente virgen y para obtenerla se requiere de trabajo. La expedición de Pedro de Valdivia es de riqueza fácil, de botines auríferos, de búsqueda de metales preciosos extraídos y labrados, o de la habilitación de antiguas minas o lavaderos ya trabajados por los indígenas.

Incluso, Vivar se detiene a valorar económicamente la sal que encuentra en el río Suncaemayu, pero solo alaba sus cualidades, abundancia y valor económico. “Esta sal de este río es tan fina y tan blanca, y dura y tan salada, que hace ventaja a todas las que yo he visto, que son infinitas, así en Perú como en Atacama, como en España, en salinas y en veneros, en piedras y en minas, y si acaso este río pasara por mitad de Castilla, quitara la renta de Atienza y aun a otras partes” (Vivar 2001: 63). 58

Esta valoración económica de la sal realizada por Vivar es destacable, sobre todo si el despoblado–desierto de Atacama, desde el poder, será desdeñado como espacio económico-productivo. Llama la atención que Vivar considere esta sal como la mejor del desierto y que ésta podría quitar la renta o ganancias que se obtenían en las salinas de Atienza, la principal del reino de la Península y que aun quitaría la relevancia a otras salinas ibéricas37. Sin embargo, esta valoración no será relevada desde el poder colonial central, más bien será tema de los pobladores indígenas del valle de Copiapó. Entonces, si deseamos caracterizar al “Gran Despoblado”, se puede decir que este es un espacio de continuidad geográfica que es prolongación y conexión de valles y sierras, es parte de la diversidad del territorio, pero como esta despoblado, entonces no se le asigna el carácter de domesticado, pareciera un paisaje salvaje, fuera de la mano del hombre, cuestión que se refuerza en las palabras de Vivar, cuando señala que el único lugar que estuvo poblado fue El Chañar, pues “En este vallecito tenían poblado los ingas, señores del Cuzco y del Perú, cuando eran señores de estas provincias de Chile” (Vivar 2001: 65). Despoblado este territorio desértico, entonces se le describe como un espacio estéril, con poca agua, sin árboles,pero con leña y muy extenso -con un compás o extensión de 100 leguas-, sin

población

y,

aparentemente,

sin

asentamientos.

Así,

este

espacio

aparentemente “vacío” entre los valles de Atacama y Copiapó, solo puede ser concebido como un lugar de travesía, al que se deben llevar los alimentos necesarios, el “matalotaje”38 y la suficiente agua.

37

Para comprender la importancia económica de lo dicho por Vivar se debe considerar que las salinas de Atienza, en el siglo XV, eran las de mayor importancia en el interior del Reino y, en correspondencia con este hecho, su sal abastecía con exclusividad a todas las extremaduras, entre el Arlanza o el Duero y el Sistema Central, más algunos puntos del sur de éste, y desde la frontera de Aragón hasta la de Portugal, esto es, a muchas de las regiones más pobladas de aquel tiempo. 38 Matalotaje: Termino náutico que señala la prevención de comida que se lleva en la embarcación” (Academia Española –AE- 1822: 401).

59

Conclusión capitular.

Los conceptos y aproximaciones geográficas para la construcción del despobladodesierto de Atacama que hace el cronista-geógrafo Jerónimo de Vivar, incluye e primer lugar la categoría de compas con la cual Vivar localiza, deslinda y estos territorios desierto-despoblado. Para dimensionar el territorio usa preferentemente la medida itinerante, la Legua, terrestre que es el avance en el caminar en una hora, y como vemos no ocupa la cosmografía. En segundo lugar, se ocupa de describir las condiciones ambientales a partir de la constelación y el temple, las que refieren al comportamiento de la temperatura y las precipitaciones, de los aires, de las nieves y la presencia de las aguas, lo que le permiten caracterizar la tierra del despoblado, en función de sus características intrínsecas y como estas se deben observa en la travesía. En tercer lugar, Vivar identifica a lo menos tres espacios particulares de la geografía, que constituyen cada uno de ellos una continuidad y a la vez la diversidad del mismo desierto. Se trata de los valles, las sierras y el despoblado. Éstos, si bien son descritos de modo particular,

no

pueden entenderse de modo separado y autárquico, ello a pesar de sus atributos físicos y connotaciones culturales propias. Más bien lo que demuestra Vivar es que estos espacios se encuentran articulados e interactuando en las explicaciones y descripciones del propio Vivar; los valles aparecen como espacios de residencia, producción, con vegetación y regados por ríos, los que están asociados a las sierras, que actúan como lugares de refugio, defensa, escondite de personas y alimentos y bienes, existiendo continuidad entre estos espacios, tanto en el uso como en la connotación social y cultural indígenas. Entre estos se extiende el despoblado, que aparece como espacio diversos, y aunque sus características ecológica lo definen como tierra estéril (para la agricultura) es el espacio de articulación, la ruta y el camino para unir los valles.

Pareciera que concebir al mundo como espacios separados y no dialogantes, fuese más bien una práctica de las ciencias naturales y sociales de los siglos posteriores, y de alguna tendencia de la historiografía. En la crónica de Vivar hay 60

un intento de comprensión geográfica del todo, como desierto-despoblado, y de sus partes relevantes, como espacios diversos e interactuantes. Existe entonces en el relato geográfico de Vivar, un intento de comprensión geográfica que se aproxima desde macro categorías como compás, leguas, constelación y temple, para caracterizar la totalidad de este territorio, para enseguida buscar explicar los componentes espaciales de este despoblado-desierto de Atacama, que se constituye por al menos tres categorías geográficas: Valles, Sierras y Despoblado. Estas categorías interactúan desde su particular localización y expresión territorial y, a la vez, dialogan como espacios articulados, creados culturalmente.

En esta concepción geográfica del desierto-despoblado de Atacama, el ejercicio de la geografía de la época se caracteriza por descubrir espacios notables, destacables, o prodigiosos, que se han desconocido y por tanto, recién descubiertos, acto que se funda en la descripción, y en algunos casos esta tributando a concepciones medievales. Estos espacios particulares dentro del desierto–despoblado, al ser tratados se transforman en foco, adquieren la calidad de lugar, sitio, locus y particularidad geográfica. Esta atención y detenimiento sobre un accidente geográfico, es lo que hace Vivar en su descripción. Luego de explicar lo general y sus componentes, se detiene en su travesía del desierto a describir e intentar explicar el origen y funcionamiento de estos micro espacios, acudiendo a los conocimientos científicos empíricos de la “ciencia” de la época, acompañado de los conceptos religiosos y de sentido común o cotidiano, todos ellos le servirán para describir e intentar explicar y comprender estos lugares con los cuales se sorprende. 61

CAPITULO III

TRAVESÍA, CAMINO E HITOS GEOGRÁFICOS DEL DESIERTO-DESPOBLADO DE ATACAMA

1.- Travesía del despoblado.

La travesía de Jerónimo de Vivar por el desierto-despoblado de Atacama, junto a la expedición de Pedro de Valdivia, se inicia el 15 de Septiembre del año 1540. Parte del valle de Atacama hasta llegar al valle de Copiapó. Recorre más de quinientos kilómetros por el “Gran Despoblado”, donde el cronista escribe lo “visto” y lo vivido, con ojos de geógrafo de época. Lo hace recorriendo en su mayor parte el Camino del Inca que une los dos valles y atraviesa el desierto longitudinalmente. Hasta aquí he analizado cómo Vivar localiza al “Gran Despoblado” entre dos valles y entre la sierras y el mar, cómo describe los aspectos generales de este espacio y lo caracteriza, enunciándolo como estéril, con pocas aguas y sin asentamientos aparentes de población. Esta descripción solo entrega la posibilidad de concebir al despoblado-desierto como lugar de travesía, es decir, como espacio de viaje, que se recorre de forma obligatoria para pasar de valle a valle.

El atravieso necesariamente se hace a partir de un valle, un espacio plano, regado, productivo y de asentamiento de población. Por ello, los valles serán ocupados como

lugares

de descanso de hombres

y animales,

y de

reaprovisionamiento de alimentos. Igualmente, serán usados como sitios donde se

62

planifica la próxima partida, tal como resalta Vivar, luego de arribar al valle de Atacama desde el valle de Tarapacá39. “[Valdivia]…entró en el valle de Atacama. Y alójese en el pueblo principal, sitio fuerte bastecido de mantenimientos y agua y leña en cantidad, donde mandó luego buscar bastimento para reformarse e seguir su jornada” (Vivar 2001: 59).

Agrega en otro párrafo, “Estando el general Pedro de Valdivia con sus gente en Atacama con voluntad de reposar allí cincuenta días para reformar los caballos y hacer matalotaje para proseguir su viaje y pasar el gran despoblado que tenían por delante, dio orden a su gente en cómo había que buscar el maíz y la provisión” (Vivar 2001: 58).

Señala que deben buscarse los alimentos almacenados por los indígenas en los depósitos escondidos en los “arenales”, en las afueras del valle y en las sierras: “…que vayan a buscar maíz, que lo tienen enterrado por los arenales los naturales, porque no se los gasten los cristianos”. “(…) y con la espada desnuda andan atentando por los campos y quebradas, como quien busca turmas [papas] de tierra” (Vivar 2001: 51).

39

Recordemos que en el Valle de Tarapacá se hace el mismo reabastecimiento por ser “…valle fértil de bastimento” (Vivar 2001:48), que sirve para reformar las tropas y reacomodar el viaje, pues en estos valles ocurre “esperar allí algunos días para que los caballos se aderezase e proveyese de bastimentos” (Vivar 2001: 49). También dice Vivar que del valle de Tarapacá al de Atacama, se fue por la “la falda de la sierra” (Vivar 2001: 49), este es el espacio que se forma en el contacto entre la sierra o cerros y las planicies del desierto, lo que los atacameños de Peine y Sociare actualmente llaman “la costa” (M. Núñez 2010 y Molina 2010).

63

Resuelto los problemas de logística, se prepara la partida para atravesar el despoblado. Instruye Valdivia que el paso debe realizarse en grupos de expedicionarios. Los que van adelante deberán ir abriendo y mejorando los pozos de agua, denominados jagüeyes, palabra taina que significa aguada o vertiente. Vivar resalta en su relato de la travesía algunos hitos del camino, especialmente donde la expedición hace paradas, se reúne y descansa o encuentra accidentes geográficos sorprendentes. Estos sitios están relacionados con las aguas, ríos, lagunillas y un vallecillo que encuentra en el despoblado. En estos lugares, el cronista hará un esfuerzo para explicar el funcionamiento empírico de la naturaleza y el comportamiento de los elementos geográficos que allí encuentra. En otros hitos del camino cederá al sentido común y/o a la explicación religiosa. Así, cualquiera sean las explicaciones e interpretaciones del sitio, estos hitos se transforman

en

puntos-nodos

geográficos

del

despoblado,

cargados

de

información materialista y simbólica, la que se expresa en los discursos que se van a reproducir en los siguientes cronistas durante todo el periodo colonial.

Al ser destacados o relevados estos paisajes y accidentes geográficos del despoblado, se transforman en

verdaderas “balizas” o faros que alumbran y

hacen referencias inequívocas a este espacio territorial desconocido para la mayoría de los hispanos, hitos que serán constantemente nombrados en las crónicas posteriores. En estos lugares, Vivar pone su máxima intensión descriptiva y analítica para comprender la complejidad del paisaje, acudiendo a explicaciones “científicas” o razones de fe, cuando los lugares que encuentra los considera prodigiosos. Hace estos esfuerzos descriptivos ya que solo tendrá las herramientas conceptuales de “compás” y “leguas” para localizarlos. Sin embargo, no las usa en estas descripciones en particular, quedando estos relatos contenidos dentro de un compás mayor. Por ello, no bastan las descripciones geográficas para intentar localizarlos, pues en tiempos de Vivar aun no se extendía el uso de la latitud, y en la geografía matemática aun no se inventaba la longitud. Además, es muy difícil localizar estos hitos debido a que Vivar no confecciona un croquis o mapa aproximado. Por tanto, el examen de los 64

contenidos hermenéuticos del relato geográfico pasa a ser una herramienta fundamental para descifrar el accidente y su localización, sobre la base de comparaciones en terreno.

Inicia Vivar su relato de travesía comentando los factores geográficos y ambientales que favorecen el viaje, argumentando que se eligió el mes de septiembre para comenzar la travesía del despoblado, considerando su constelación y el temple: “No hay frío ni calor, ni hay nieve, y es el mejor tiempo de todo el año para pasar este despoblado. Y porque entonces no hay demasiada agua por ser la tierra estéril” (Vivar 2001: 61).

La travesía del despoblado de Atacama es ordenada. Van avanzando en cuadrillas separadas por un día, pues se debe asegurar la renovación del agua en los jagüeyes. “…conviene pasar el despoblado en cuadrillas, porque pasando toda la gente de golpe, padecerían gran detrimento las piezas de servicios y cabalgaduras y ganados. Tiénese orden. Pasando un día y una noche salió la segunda cuadrilla con otro caudillo. Y así de grado en grado 40 todas las cuadrillas. Y en la rezaga salió el general Pedro de Valdivia con la cuarta parte de la gente” (Vivar 2001: 61).

La

primera

cuadrilla debe

preocuparse de mejorar la

disponibilidad

y

abastecimiento de agua y limpiar los impedimentos de los caminos. “Y mando a su teniente Alonso de Monrroy, que llevo la primera cuadrilla, que llevó todos los azadones y barretas que en el real había, para que 40

De grado en grado: mod.adv. Por partes, sucesivamente. (AE 1832: 416).

65

aderezasen algunos malos pasos si hallasen en el camino, porque los caballos no se despeñasen, y para los jagüeyes y pozuelos, porque tuviesen agua clara que no faltase para la que atrás venía.” (Vivar 2001: 61).

Me detengo aquí para analizar la presencia de las aguas en el despoblado. Vivar solo nos comunica la hidrografía concerniente a algunos de los ríos y lagunas que encuentra en su camino por el despoblado. Pero no da cuenta pormenorizada de los “jagüeyes y pozuelos”, también conocidos como aguadas, puquios o vertientes pequeñas (Salazar et al. 2003, San Román 1896). La enumeración de estos vitales puntos de aguas los soslaya en su descripción geográfica del desierto y solo considera aquellos puntos donde encuentra aguas fluyentes. Sin bien no localiza los jagüeyes, describe su funcionamiento y características. “…[En] el compás que hay de fuera de los valles no hay sino unos jagüeyes, que son como pozuelos o charcos. Y en estos pozuelos de agua no hay tanta, que treinta hombres no la agoten, e después torna poco a poco a henchirse. Son algunos de estos salobres, y otros que no huele muy bien el agua a causa de estar en aquellos arenales. Acostumbrase llevar el agua en estos despoblados en calabazos, donde los hay. Y en estos valles acostumbran los naturales llevar el agua en estas vasijas, en unos odres de cuero…” (Vivar 2001: 49-50).

Luego explica cómo se efectúa el mantenimiento de los jagüeyes; “Los que en semejantes jornadas van a pie, cuando llegan al jagüey, despacio se paran a limpiarle. Y como andan cavando los pozuelos jagüeyes, hallan el agua peor que pensaban. Y de esta suerte y con más trabajo se pasan estos despoblados” (Vivar 2001: 51).

66

Aclarado el funcionamiento de los jagüeyes y aguadas del camino del despoblado, seguimos el análisis geográfico de la travesía. Las cuadrillas toman rumbo sur y suponemos utilizan el Camino del Inca que lleva hasta el Valle de Copiapó41.

2.- Hitos Geográficos del Despoblado.

Los hitos geográficos que aparecen en el itinerario descritos por Vivar son los siguientes: La primera parada de reagrupamiento de la expedición, luego de salir del valle de Atacama, son unas Lagunas que describe para la mitad del despoblado. Enseguida, continúan al río Anchallulac o Río Mentiroso, prosiguen al río Suncaemayu o Río Embustero y, finalmente, llegan a un vallecito llamado El Chañar, para desde allí, seguir camino y llegar al valle de Copiapó. A lo largo de la travesía, Vivar describe el camino, a veces el paisaje y las cosas y hechos insólitos

y cosas milagrosas que allí encuentra, como si de algún modo aun

mantiene una percepción medieval, caballeresca, o simplemente capacidad de asombro y fin percepción para destacar cuestiones que podría parecerle prodigiosas (Sanfuentes 2008, Le Goff, 1996)42. Y la descripción general del despoblado, exceptuando estos puntos geográficos relatados con mayor detalle, se debe entender con los criterios que ya se han analizado.

Para una comprensión de estos hitos o topos geográficos que son relevados por Vivar, entrego una discusión detenida y específica de cada uno de ellos.

41

Las aguadas que se encuentran en el Camino del Inca a partir de Tilomonte, al sur del Salar de Atacama, y con rumbo al valle de Copiapó, son las siguientes: Puquios, en la Cordillera de Almeyda, las aguadas Zorras, Guanaqueros, Pajonal y Tocomar, todas ellas ubicadas en las quebradas de las faldas del volcán Llullaillacu, Aguas Blancas, Río Frío, Vaquillas (la aguada el Chaco desviada del camino), las aguadas semi salobres de las quebradas de Incaguasi, Juncal, El Carrizo, Cachiyuyito, Pozo el Indio Muerto, El Chañar, Tres Puntas, cercana al Camino del Inca, y Juan Godoy, desviada del camino a unos kilómetros, luego se arriba a Copiapó. 42 Dice Sanfuentes (2008;29) “La búsqueda de las maravillas´, constituye uno de los más importantes atractivos de la exploración del mundo. Las maravillas encontradas son el gran tema de todos los libros de viaje en la Edad Media. Abundan expresiones `maravillarse´por tal cosa y `deb maravillar´tal prodigio. El sentido de la expresión se refiere al verbo latino `mirari´, que indica admiración, sorpresa, gusto por lo nuevo, lo extraordinario, que no es necesariamente lo bello.”

67

2.1. Lagunas en medio del despoblado.

Habiendo salido del valle de Atacama (ayllus de Atacama), Vivar señala que las cuadrillas que han iniciado el viaje separadas por un día, se reencuentran más adelante en unas lagunas que existen en medio del despoblado, y no a medio camino del él. En este lugar permanece tres días, y se supone que logra descansar y dar comida a los animales debido a que hay suficiente hierba y pasto. “Caminando en la orden dicha tuvo noticia que en medio del despoblado había unas lagunas algo salobres que con la humedad del agua se cría yerba por las orillas, aunque no en cantidad. Mandó el general que parasen allí todas la cuadrillas”… (Vivar 2001: 62).

Se trata de dos o más lagunas que están cercanas unas de otras, que tienen pastos por las orillas debido a la humedad, y sus aguas son algo salobres. ¿Cuáles son estas lagunas nombradas por Vivar?

Pueden tratarse de varios sitios pues no se indica el nombre del lugar, ni el número de jornadas de camino, ni se explaya sobre las características geográficas, solo se desprende que estarían antes de llegar al río Anchallullac, por el orden del relato de los hechos. Dificulta su localización el hecho que Vivar no señale el nombre de lugares y de los oasis que están juntos al salar de Atacama, como Toconao, Peine o Tilomonte.

Las lagunas nombradas podrían corresponder a cualquier cuerpo de agua que se encuentre en los salares al sur del valle de Atacama, sean éstos los salares de Atacama, de Imilac, o de Punta Negra, cada uno de los cuales posee lagunas o cuerpos de aguas pequeños. También podrían corresponder a lagunas que se encuentran en algunas quebradas o desembocaduras de grandes planicies, suponiendo la existencia de cierta continuidad ambiental y sin cambios geográficos sustanciales en los últimos siglos. 68

Los cuerpos de aguas que se encuentran al sur de valle de Atacama, siguiendo el Camino del Inca, o que se ubican en las cercanías de éste, son los siguientes: Las primeras lagunas corresponde a unas acumulaciones temporales de agua que se forman por las lluvias de invierno o verano en la zona de Tambillos, a la salida de los ayllus de Atacama. Estas lagunas duran un tiempo relativamente corto, pero se descartan pues se encuentran en las cercanías de Atacama43. Podría tratarse de las lagunas de Caravajal, que se ubican en la parte oriental de la ribera del salar de Atacama, frente a la latitud de Talabre, antes de llegar a Peine, pero al encontrarse a una jornada de viaje, podrían no corresponder a las indicadas por Vivar. Le siguen las aguadas de Tilopozo y de Lila, ubicadas en el salar frente a Peine, pero que no tienen aparentemente formaciones lagunares. Podrían corresponder al mismo poblado de Peine o el oasis de Tilomonte, aunque desconozco evidencias que estos sectores hayan tenido lagunas formada por la desembocadura de los ríos Peine o Tulan. Continuando por el Camino del Inca, descrito en esta sección por varios arqueólogos (Magallanes 1912, Núñez, P. 1981, Niemeyer y Rivera 1983, Lynch y Núñez 1992) podría pensarse que corresponden a la aguada de Puquios, pero no hay evidencias de lagunas en el lugar. Antes de llegar al río Anchallullac, el camino cruza las quebradas de Pajonales y Zorras las que poseen aguadas, y probablemente en esos años, lagunas. Igualmente, podría tratarse de las vegas del salar de Imilac, ello a condición de desviarse del Camino del Inca y vadear los cerros y las elevaciones por la cual atraviesa, -la actual Serranía de Almeyda-, o bien podría corresponder a las lagunas del salar de Punta Negra, a las que se accede vadeando la sierra nombrada o bien bajando desde la vegas de Pajonal hasta sus bordes. Todas estas probables lagunas están ubicadas antes de arribar al río Llullaillaco o Anchallullac. 43

Con la sistemática disminución de las precipitaciones han desaparecido numerosas lagunillas que se formaban en las depresiones junto al salar de Atacama. Los pobladores de Toconao recuerdan que “hasta 1970 se podían apreciar entre Toconao y San Pedro de Atacama, especialmente en el sector de Tambillo, que a ambos lados del camino existían numerosas pocitas de aguas, que perduraban en el tiempo”. Reunión con Comunidad Atacameña de Toconao, Enero de 2008.

69

Otra posibilidad, y suponiendo que Vivar hubiese cometido una alteración en el orden geográfico del relato, sería que se trate de algunos cuerpos de agua que podrían haber existido en esa época, están más al sur del volcán Llullaillaco y del río Anchallullac. Se trata de la quebrada denominada Laguna Seca, a la entrada de la cuenca del río Frío. Allí, junto una tambería, un recinto prehispánico, existen evidencias de una depresión lagunar desecada, de escasa profundidad, la que aun muestra sus sedimentos sobre una pequeña depresión de la quebrada. Como señalé, se encuentra, inmediatamente contigua a un tambo indígena de filiación probablemente atacameña-diaguita, con evidencias de utilización incaica (Lynch y Núñez 1992)44.

No es posible optar por uno de estos lugares, sin embargo, a los ojos actuales, el lugar que presentaría estas condiciones, serían las lagunas del salar de Punta Negra, ello aunque el Camino del Inca lleva su trazado a mayor altura, en el pie de monte del volcán Llullaillaco. De todas formas, existen evidencias de tránsito por el borde del salar, y el lugar es propicio para acampar, aunque abierto a los vientos por su relieve casi plano. En las lagunas de Punta Negra hay presencia de aves y fauna local, cuyo recursos se aprovechan para la recolección de huevos y caza, actividad realizada hasta recientes años por los pastores de Peine (Monstny et al. 1954, Núñez, M. 1998 y 2010). También podría tratarse del Tambo de Laguna Seca o Río Frío, descrito por Lynch y Núñez (1992). Cualquiera de estos lugares, se encuentra entre cuatro a cinco días de camino del valle de Atacama. Pero los datos son insuficientes para localizar esta primera parada de la expedición que acompaña el cronista Vivar.

44

El tambo señalado “…Se localiza en el lado sureste, bien protegido del viento, en una colina que separa la quebrada Río Frío de la quebrada Laguna Seca. En este sitio libre de disturbios, el primer autor colectó grandes cantidades de alfarería inca, una punta inca de obsidiana, restos de turquesa e incluso un hueso quemado. Con la excepción de un gran cuarto o plaza, la configuración del Tambo Río Frío, o mejor, Laguna Seca, no es marcadamente inca en su formato arquitectónico” (Lynch y Núñez 1992: 158).

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Lo que queda claro es que este sitio de lagunas no es muy sugerente para Vivar, pues no se detiene en una descripción geográfica y solo se limita a comentar que permanecieron tres días reposando, pero que se trata de un “desabrido sitio”, un lugar con poco gusto y sabor, nada especial. 2.2. Anchallullac, “el río mentiroso”.

Enseguida, Vivar escribe que se encuentra con el río Anchallullac, un prodigio geográfico en medio del despoblado. Este río tiene la particularidad de “dejar de correr” en algunas horas del día, característica de la que proviene su nombre. A diferencia del hito geográfico de las “lagunas del despoblado”, Vivar se preocupa de describir el río Anchallullac, e intenta interpretar su comportamiento. Se explaya en mayores antecedentes y descripciones geográficas que permiten hacer un ensayo de su localización en este desierto.

El río es descrito por Vivar del siguiente modo: “Allegaron a un río chico que corre poca agua, tanta que dé un salto se pasara. Comienza a corre a las nueve de la mañana, cuando el sol calienta la nieve que está en una rehoya. Corre con grande furia y hace mucho ruido a causa de sitio por donde corre. Dura el correr de este río hasta hora nona. Cuando el sol baja, hace sombra una alta sierra a la nieve que está en la rehoya dicha, y como le falta el calor del sol, no se derrite la nieve, a cuya causa deja de corre. Secase este río de tal manera y suerte que dicen los indios-que mal entienden- que se vuelve el agua arriba a la contra de cómo ha corrido. Por tanto le llaman los indios ”Anchallulla”, que quiere decir “gran mentiroso” (Vivar 2001: 62).

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El Gran Mentiroso retira sus aguas como una leyenda bíblica 45, Anchallullac es un río con aguas que solo corren a algunas horas del día. Vivar lo describe como un río chico y angosto, de compás estrecho, que de un solo salto se pasa debido a la poca agua que trae. Su escurrimiento se inicia, podríamos asumir en esta estación del año, mes de septiembre, a las nueve de la mañana “cuando el sol calienta la nieve que está en una rehoya”, es decir, derrite la nieve que se encuentra en un barranco u hoyo profundo –rehoya-, y hace fluir el agua. Con esta explicación, Vivar supone que el origen del río Anchallullac está en las nieves que se licuan durante el día, y por lógica, estas acumulaciones están aguas arriba y a mayor altura en una depresión o rehoya. La explicación lógica de este fenómeno de escurrimiento, que intenta Vivar, se asocia a la acción de la temperatura y al cambio del estado físico del agua, de sólido o nieve a líquido o agua y viceversa, explicaciones de causa y efecto que según el cronista, los indios “mal conocen”, pero éstos son capaces de descargar una potencia simbólica y cultural sobre el paisaje, al nominarlo Anchallullac y, a la vez, dar cuenta de las características del comportamiento del río a través del nombre, mostrando la intrincada relación entre cultura y naturaleza, entre especio y tiempo, entre fenómeno y experiencia, propios de los pueblos andinos e indígenas (Descola y Pálsson 2001). Luego agrega, que el río “Corre con grande furia y hace mucho ruido a causa del sitio por donde corre”. Señala que el caudal aumenta considerablemente hasta alcanzar “furia”, causar “ruido”, debido al “sitio” por el que escurre. Podría pensarse que el lecho del Anchallullac, es un lugar pedregoso, con pendiente y sinuoso. Pero el flujo no es permanente, pues “Dura el correr de este río hasta hora nona”, es decir, entre las tres y hasta cerca de las seis de la tarde, de

45

Me refiero al episodio del Antiguo Testamento que evoca la apertura de las aguas del Mar Muerto que hace Moisés cuando conduce al pueblo hebreo a la libertad, una vez que arranca de los egipcios y su faraón. En esa oportunidad relata la Biblia, Dios dividió las aguas del mar por mediación de Moisés; aquí, en el Anchallullac, es la naturaleza la prodigiosa.

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acuerdo al calendario canónico cristiano-medieval, que separa el día y la noche en ocho momentos, según las oraciones de la curia (Valdeón 2009)46.

El uso de esta categoría de tiempo, responde al imperio o monopolio durante la Edad Media del catolicismo en Europa y especialmente en España, tradición de la cual es evidentemente depositario Vivar. Combina el cronista esta categoría de tiempo eclesiástico para explicar el término del fluir del Anchallullac, con una observación de tiempo natural, referida al desplazamiento del sol. El río deja de correr “cuando el sol baja”, pues en la vida cotidiana del hispano, el sol anuncia también varios momentos del día, y se definía como tiempo natural en el Medioevo. Allí, la “salida del sol era para los rústicos la señal del comienzo de la jornada, y la puesta del astro rey, su final [el]… orto y el ocaso del sol eran también puntos de referencia fijos” (Valdeón 2009: 47-48)47. Lo relevante es que el rio comienza a dejar de fluir a la hora “nona” y cuando “el sol baja” y “…hace sombra una alta sierra a la nieve que está en la rehoya dicha”. Es decir, sobre la nieve, se proyecta la sombra de los cerros que están entre la nieve y el sol que se esconde. Ergo, la sombra proyectada hace disminuir la temperatura, la nieve se congela y el agua deja de fluir, parecer ser la reflexión de Vivar para explicar el sentido de la palabra Anchallullac y el comportamiento del río que lleva su nombre.

Pero ¿Cuál es la localización de este río? Anchallullac es una palabra quechua, que significa lo mismo que Llullaillaco. Vivar traduce Anchallullac como “gran 46

“La jornada, es decir, las veinticuatro horas del día y la noche, se dividía desde esa óptica, de acuerdo con las horas canonícas. Cada tres horas las campanas de las iglesias monásticas anunciaban el rezo correspondiente; a medianoche, Maitines; a las tres, Laudes; a las seis, Prima; a las nueve de la mañana, Tercia; a mediodía, Sexta; a las 15 horas, Nona; a las 18 Vísperas; y a las 21, Completas. Es una división de la jornada diaria que ha pervivido aún en el pleno siglo XX para diversas órdenes religiosas. Por lo demás, esta división no era rígida, adaptándose a las estaciones , particularmente del verano y del invierno” (Valdeón 2009: 45). 47 El tiempo regido por las órdenes eclesiásticas, Le Goff (1983) lo denomina “Tiempo de Dios”. Además, es necesario señalar que los hispanos no traen relojes; éstos que marcan el “tiempo laico”, aparecen en Europa en el siglo XIV, a través de la instalación de relojes de pesa y campanas que se instalaban en los campanarios de las iglesias de ciudades y pueblos.

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mentiroso”, tal como posteriormente lo hace González Holguín (1608), en su diccionario quechua, para la palabra Llullaillacu, donde dice que "Llulla" significa mentira, cosa engañosa, y aparente y vana o falsa. Y “Yaku” o “llaco” quiere decir agua, por tanto aguas mentirosas. Ambas palabras entonces refieren a un río cuyas aguas son engañosas. El único cronista que otorga un antecedente de la ubicación del “río Mentiroso” es Vásquez de Espinosa (1986[1622]), cuando señala que de la aguada Pajonal caminado seis leguas al sur, se encuentra el río “Hatantulla”, que lo traduce como gran mentiroso (Anchallullac o Llullaillaco). Las seis leguas corresponden aproximadamente a 33,43 km y medidos en una carta topográfica (Escala 1:50.000), desde la vega y aguada Pajonal, la distancia coincide precisamente con la Quebrada de Llullaillaco48. “… pajonal, en el cual hay un jagüey, o fuente,(...) A 6 leguas del pajonal está un vallecito pequeño muy verde, lleno de grama…este valle se llama Hatunllulla, que quiere decir gran mentiroso...” (Vásquez de Espinosa 1986[1622]: 131). Ahondando acerca de la localización del “río Mentiroso” como flujo hídrico de la actual quebrada de Llullailaco, se debe considerar que en el mundo andino existe una relación entre agua, paisaje o cerro, y donde las aguadas o vertientes ejercen predominancia en la toponimia local, bautizando o haciendo reconocer con el nombre del curso hídrico los espacios que lo rodean, sean estas quebradas, campos de pastoreo o cerros. Zoilo Jerónimo, pastor colla, señala que “Los campos de pastoreo llevan el nombre de la aguada o vega que existe en el lugar. El que otorga el nombre es el agua, ella da el nombre a todo lo circundante” 49. 48

La operación de mensura se hace considerando las seis leguas, cada una de 5.572 metros (Legua itineraria española). Lo que resulta es 33.436,2 mt o 33 43 kms. Medida la distancia entre la Aguada de Pajonales y la Quebrada de Llullaillaco, ésta corresponde a 34 kilómetros, es decir, 6 leguas. 49 Entrevista de campo, 04 de Octubre de 2004.

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Esta correspondencia geográfica, entre aguas y toponimia, es comentada por Darapsky, quien dice; “…siempre que cerro y vertiente llevan el mismo nombre, al último le corresponde la prioridad, con seguridad la palabras quechuas Llullai-yaco “aguas engañosas” se refieren a que en el extremo superior de la quebrada del Llullaiyaco emergen aguas del deshielo y junto a aguas termales de asqueroso amargor” (Darapsky 2003 [1900]: 66, nota 3). Habiendo localizado el río Mentiroso o “Anchallullac” que menciona Vivar, a través del análisis geográfico-histórico y cultural, debo comentar que algunos autores contemporáneos intentaron aproximarse a su localización o discutieron su existencia.

El

arqueólogo

Patricio

Núñez

(1981)

acertadamente

señala,

escribiendo desde los bordes del salar de Punta Negra, que “…quizás más cerca del volcán se produce el fenómeno que menciona Bibar y por ahí pasa el Camino del Inca; quizás el río Anchallulla o Gran Mentiroso que menciona sea la quebrada de Llullaillaco”, y lo era. Otros investigadores asociaron el relato de Vivar con el río Frío, como lo hace un grupo de arqueólogos (ASM1990), lo que produce confusión en otros autores. Sanhueza (2002) considera al río Mentiroso como un evento mítico, casi sin existencia real, metafórica, pero cuando lo piensa como posibilidad geográfica, confunde su localización también con el río Frío.

La situación no es mejor si se intenta decodificar el sentido de Llullaillaco desde la vertiente oriental, en Argentina. Allí se ensayan algunas interpretaciones sin citar a Vivar.

“Es sabido [para los andinos] que las montañas representan grandes

reservorios de agua”, dice Christian Vitry, y en el volcán Llullaillaco “…existe una línea o cota de agua ubicada entre los 5.500 m y 5.800 metros, donde se contabilizaron alrededor de ocho lagunas pequeñas que ofrecen el cristalino y vital líquido. Desde el punto de vista material y ante la evidencia geográfica, esta interpretación del origen del nombre tiene bastante solidez, ya que sin duda se trata de una montaña que engaña y miente respecto al agua” (Vitry, WEB). Existe otro tipo de interpretaciones respecto al topónimo Llullaillaco, que son especulativas y menos precisas. Según el arqueólogo Johan Reinhard (1994), el río Mentiroso "...podría referirse al Llullaillaco como un volcán activo, donde la lava 75

fluye como agua y luego se endurece”. En fin, sabemos que se trata de un rio mentiroso que se sitúa en la quebrada Llullaillaco, en la vertiente poniente del volcán homónimo, y podríamos decir a unas cuatro cinco jornadas de camino del valle de Atacama.

He analizado las distintas aproximaciones para dar cuenta de la importancia que tiene el “río mentiroso” en la literatura científica reciente, y habiendo auscultado desde el análisis geográfico de época e histórico y cultural, el sentido y la localización del río Anchallullac en el espacio del despoblado, vuelvo al viaje y la travesía del despoblado de Atacama que hace Vivar, para seguir la construcción geográfica y descriptiva del paisaje del desierto.

Quebrada Llullaillaco, se aprecia atrás el volcán del mismo nombre. El rio que fluye es el río Anchallullac (Hatantuya o Llullaillaco). La rehoya se encontraría más arriba. Fotografía: Raúl Molina.

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Pasado el río Anchallullac, Vivar continúa la travesía del despoblado en dirección al valle de Copiapó. El cronista no vuelve a describir la geografía que existe en el espacio que transita hasta ingresar al nuevo hito geográfico que le parece memorable y digno de relatar. Se trata de un nuevo río que denomina “Suncaemayu.” 2.3. Suncaemayu, “el río burlador”. “Caminando por sus jornadas allegaron más adelante a otro río pequeño, aunque las bajadas tiene agrias y el valle de media legua de ancho, y lleva siempre tanta agua como un cuerpo de un hombre o más, aunque el valle es hondo y el compás de agua va como por acequia. Es el agua clarísima. Procede de las nieves. Corre por tierra de grandes metales y veneros de plata y cobre, lo cual yo vi ” (Vivar [1553] 2001: 62). Vivar, luego de destacar el sentido de viaje o travesía al decir que “caminando por sus jornadas”, arriba a un nuevo hito geográfico memorable. Vuelve a relevar la presencia de un nuevo río en el despoblado de Atacama. Un río pequeño, al que se arriba bajando laderas “agrias”, es decir “terreno o sitio que es áspero o está lleno de peñas y breñas” (AE.1822: 23), con laderas agrestes y pronunciadas y de requeríos, pues breñas es “Tierra quebrada entre peñas…” (AE 1822: 129). Por donde corre el río en un valle de “media legua de ancho”. Describe que el río lleva siempre tanta agua “como un cuerpo de hombre”, con el que mide su volumen, y el “compás del agua va como por acequia”, es decir, su ancho escurre como un lecho como canal. Indica que la característica del agua es ser clarísima, transparente, e intenta esclarecer el origen de las aguas, escribiendo que el agua proviene de las nieves, es decir, este río al igual que el Anchallullac, procede de las la fusión de nevadas. Respecto del escurrimiento del río, dice que este lo hace “…por tierra de grandes metales y veneros de plata y 77

cobre”, es decir, corre por una zona de alta mineralización y de cerros de metales o colores.

Enseguida Vivar hace una descripción literaria de este río, señalando el ambiente por donde corre y las características de las aguas. “Es tierra muy estéril, sequísima y salada. Es cosa admirable que en tanto que esta agua corre es clara, como he dicho, y tomada en vaso de plata y de barro sacándola de su corriente, se cuaja, y se hace tan blanca como el papel, luego en aquel momento que la sacan. Si esta agua corre, como suele acaecer, sale de madre por la mucha abundancia que sobreviene, y después pasado un día y dos se torna a su ser. Toda aquella agua que se vertió fuera de la madre y corriente que lleva se cuaja y se hace sal”.(Vivar 2001, 62)

La zona del despoblado-desierto de Atacama por donde corre este río es tierra estéril, allí no se produce, es tierra sequísima, no hay lluvias o lugares con agua más allá del río y sus alrededores, es tierra salada. El agua que corre se “cuaja”, es decir se convierte en solido (AE. 1822,236), cuando se saca de su caudal en vaso de plata o cerámica, y se hace blanca. Pero aun más grafica es la descripción que señala que cuando el río se desborda de su lecho, y luego de 24 o 48 horas “se torna a su ser”, por tanto, se “vuelve o restituye lo que ha quitado” (AE 1822, 806). ¿Qué es lo que restituye el agua cuando evapora?, lo dice Vivar, toda el agua que se sale de madre o del lecho, “..se cuaja y se hace sal”. Se trata entonces de acuerdo a esta descripción de un río salado, un río que trae gran cantidad de sales en disolución y que vuelve a su ser cuando el liquido se evapora. “Cuando llegamos a este río, habiendo pasado tanta cantidad de tierra y falta de agua, y vimos aquel río correr, con el deseo que teníamos de ver correr agua, fuimos toda la gente a recibir algún refresco. Y como los 78

caballos allegaron deseosos de beber, pusieron los hocicos en el agua, y viendo que el gusto era salada, salieron fuera. Y todas aquellas gotas de agua que en los pelos de las barbas se les pegaban, en aquel momento antes que se es cayesen en tierra, se les cuajaba y hacía sal. Ver a un caballo después en cada pelo de barba una gota de sal bien pegada, parecían perlas que estaban colgadas del hocico. “Y viendo los españoles que el agua que les traían para beber se les cuajaba en el jarro de la mano a la boca, recibían pena por la falta que habían traído y que las jornadas pasadas y en las que esperaban caminar. Las piezas de servicio recibieron desmayo y desconsuelo en ver lo mismo, y de enojados de aquel río y de aquella agua lo llamaron Suncaemayu, quiere decir río burlador” (Vivar 2001:63).

El relato de Vivar es asombroso. A este río salado, de aguas transparentes pero intragables, que se presenta en medio del despoblado, genera expectativas a primera vista, pero también una decepción inmediata, para animales y hombres de la expedición que se acercan presurosos a beberlas, impulsados por la necesidad, las ganas de hacerlo con libertad, y luego de una larga jornada de viaje con restricciones severas de agua de beber. Cuando lo hacen, las aguas se cuajan en el vaso o se evapora y dejan sus huellas blancas. Por ello los indígenas, en voz quechua le llaman Suncaemayu, el “río burlador”. ¿A qué paisaje o geografía del desierto corresponde el relato? ¿Cuál es el río Suncaemayu? Acordemos una cualidad sobresaliente, se trata de un río muy salado, que deja sus costras de sal a un costado de su lecho. Es un río de aguas transparentes pero con alta concentración de sales, que se encuentra al sur del Anchallullac, y como veremos está localizado antes de llegar al valle El Chañar. Es en este compás donde se localiza y corre con sus aguas salobres. Por tanto, el único río que presenta estas características en el desierto es el denominado río de la Sal, ubicado al interior del poblado de Diego de Almagro, ex Pueblo Hundido, y 79

antes de llegar al antiguo mineral de Potrerillos. Y digo que no es otro, pues no hay otro río igual en el desierto de Atacama.

Para sustentar esta localización, recurro a Vivar quien relata que antes de llegar a este “río burlador”, habían “pasado tanta cantidad de tierra y falta de agua”, palabras que solo se pueden entender considerando que el último punto geográfico relatado era el río Anchallullac, a los pies del volcán Llullaillaco. Desde esa localización habrían caminado hasta el río Suncaemayu, actual río de la Sal, aproximadamente 215 kilómetros, unas 38,6 leguas terrestres, correspondientes aproximadamente a cinco o seis jornadas itinerarias. En este trayecto, dice Vivar, hay falta de agua, no existen otros ríos, aunque no menciona el río Frío, y solo sabemos por el cronista que hay jagüeyes o aguadas, que Vivar no nombra en particular, ni tampoco localiza.

Si el Camino del Inca es el que esta transitando Vivar, en parte o totalmente, pasa por la zona del Llullailaco y llega hasta el río Suncaemayu o de la Sal. Este camino primero atraviesa una geografía de pie de monte en las faldas del volcán Llullailaco, y luego ingresa en una suerte de pequeña cuenca que va ganando en altura y que lleva hasta el portezuelo o “puerto” de Vaquillas o Paquillas. Vaquillas es un abra que separa al sur la cuenca orográfica del valle de San Pedro, e hidrográfica del Salar de Punta Negra, la que da paso a las planicies o pampas del desierto que bajan hacia el mar, lo que hoy denominamos “Depresión Intermedia”. Antes del puerto de Vaquillas, Vivar debió pasar por las aguadas de Tocomar, Barrancas Blancas y más adelante, cerca o junto al río Frío, ningún de estos puntos son nombrados por el cronista. Luego del “puerto” de Vaquillas, en su geografía itinerante por el Camino del Inca, comienza a descender introduciéndose por la quebrada del mismo nombre, donde existen algunas aguadas pequeñas, para luego salir de su fondo y tomar la pampa que conduce a la quebrada del Chaco. Allí, el Camino, pasa por una zona que actualmente no tiene agua, ya que ésta se encuentra a unos kilómetros más arriba 80

por la misma quebrada. Atravesando la quebrada El Chaco, Sinclaire (2007) describe el trayecto del Camino del Inca que continúa al sur, siguiendo recto por las planicies del desierto-despoblado hasta llegar a las quebradas de Incahuasi, con escazas aguas semi salobres, sigue a la Quebrada de

Juncal sin agua

cercanas, sigue a la quebrada El Carrizo, con aguas semi salobres y Doña Inés, sin agua. Desde allí, continúa por una ladera de cerros hasta Cachiyuyito, sitio incaico que tiene cerca una pequeña aguada. Prosigue al sur hasta encontrar el “Pozo del Indio”, una vertiente semi salobre a un costado del Camino y sobre una pequeña depresión o quebrada50. Continua el Camino hasta las laderas del cerro del Indio Muerto, actual mineral de El Salvador, y desde allí, sigue siempre recto por el llano de San Juan hasta llegar abruptamente hasta la profunda quebrada del río de la Sal o Suncaemayu (también Iribarren y Bergholz 1972, González 2007).

Luego de este trayecto descrito se podrá comprender que la existencia de las escasas aguas, sobre todo en el trayecto de las pampas desérticas que van desde el portezuelo de Vaquillas al sur, provoca en el relato de Vivar la siguiente reacción: “…vimos aquel río correr, con el deseo que teníamos de ver correr agua, fuimos toda la gente a recibir algún refresco… encontrando un agua imposible de tomar, y con la particularidad de cuajar en sal, por cual “...recibían pena por la falta que habían traído y que las jornadas pasadas y en las que

esperaban

caminar”.

Es interesante señalar que la decepción que provoca el agua transparente y salada, lleva a que los indígenas bauticen a este río, como “río burlador” o Suncaemayu, en quechua. El sentido no es descriptivo del contenido del río, que podría haber sido “río de la sal o salado”, como hoy se conoce, y que en voz

50

“El Pozo de Indio Muerto que tiene tan buena agua y que tanta utilidad presta al viajero, fue obra de indígenas que , para mayor comodidad de todos, le hicieron por uno de sus lados un plano inclinado escalonado para bajar hasta el nivel del agua” (Gigoux 1927:1079).

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quechua podría haber sido nombrado como “Cachimayu”. El topónimo quechua es una denominación más compleja, involucra la propia fisonomía, características y cualidades de las aguas, pero también los sentidos y percepciones, es decir, representa en este caso un diálogo, un involucramiento entre hombre y naturaleza, donde se entrecruzan subjetividad y objetividad, para decir el nombre que contiene la situación y las características física-químicas de las aguas. Es justamente en ese momento que nace el nombre, pues el río y sus aguas transparentes se burlan del que trae sed, “Suncaemayu”, parece que se escucha decir. El topónimo que va a trascender será el de “río de la Sal o Salado”, pues los cronistas coloniales no volverán a llamarlo Suncaemayu.

Continuando con las evidencias geográficas, la topográfica del sitio del río Suncaemayu es decidora de su localización. Relatada por Vivar, refiere a que este “valle” tiene una pendiente muy pronunciada, catalogada de “agrias”, y “Tierra quebrada entre peñas…”. Esta descripción se comprueba al conocer el lugar. El terreno es efectivamente una profunda quebrada de pendientes pronunciadas, tal como es descrito por Iribarren y Bergholz (1972), autores que destacan lo abrupto de este paisaje, por donde sube y baja el Camino del Inca. Describen, además, la existencia de un tambo inca inmediatamente al costado norte de la ribera del río de la Sal o “Suncaemayu”, que probablemente pudo ser utilizado por la expedición de la que participa Vivar51.

Respecto al origen de las aguas del río Suncaemayu, Vivar indica que provienen de las nieves. Vuelve el cronista a aplicar un razonamiento que hace una relación directa entre aguas fluyentes, como ríos, y fuentes de nieve, atribuyendo inmediatamente su procedencia de las cordilleras o altas sierras donde se acumulan las precipitaciones sólidas. Este pareciera ser el razonamiento 51

Cuando se visita el río de la Sal, es posible comprobar la claridad del agua salada, y apreciar las costras salinas que se forman a lo largo de las riberas de su lecho, como las describe ASM (1998) y Molina (2005 y 2010 a).

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inmediato y el modelo explicativo para los ríos de este desierto y posiblemente de los demás. En esta explicación de Vivar, queda sentado el hecho que el cronista no recorre, ni tiene noticias de oídas de donde nace el río, que precisamente no proviene directamente de las nieves, sino, por lo que hoy sabemos, es de el salar de Pedernales, de allí su alto contenido de sales. Las aguas de este salar, a su vez son aportadas por corrientes subterráneas provenientes de las cuencas cordilleranas superiores (Salazar et al. 2003).

Vivar debe dejar el sitio del río Suncaemayu, quedando burlada su sed, y continuar el camino. Es muy probable que la expedición tomó el Camino del Inca que sigue por un corto trayecto por el borde del río de la Sal, hasta la confluencia con la Quebrada del Salado, donde lo cruza y vuelve a subir en zigzag la pronunciada y alta ladera que llega hasta una amplia pampa que se extiende al sur, denominada “pampa del Inca” (Iribarren y Bergholz 1972). Al cruzar, este camino lleva hasta el sitio que nombra como “El Chañar”, la próxima parada geográfica en el itinerario de Vivar.

El río de la Sal o Suncaemayu y junto a éste, el Tambo Inca del mismo nombre. Quizás este es el preciso lugar donde se construye el relato de Vivar. Fotografía: Raúl Molina.

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Río de Suncaemayu, atrás se aprecian cerros de colores. Fotografía; Raúl Molina.

Rio de la Sal, sus aguas transparentes y sus costras de sal que son relatadas por Vivar. Fotografía: Raúl Molina.

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2.4. El Chañar.

Al dejar atrás al río Suncaemayu, Vivar llegara a un sitio prodigioso, un regalo de Dios, dirá el cronista, que se encuentra casi al final del despoblado de Atacama. Es nombrado como El Chañar, ubicado dieciocho leguas antes de llegar al valle de Copiapó, es decir, a cien kilómetros: “Al fin de este despoblado, diez y ocho leguas por andar de él, estaba un valle chico con poca agua clara y dulce que Dios fue servido de darla allí. Parece cosa milagrosa, porque no tiene sitio para manar ni venir de parte alguna. Es un sitio de valle que tendrá de longitud un tiro de arcabuz y tendrá un tiro de piedra de ancho. Tiene carrizos y hierba y cerrajas, tiene algunos algarrobos y chañares salido[s] de aquel agua. Atemorizase los demás cuando le miran. Aquí reposamos dos días, y pareciéramos que estábamos ribera del Guadalquivir. En este vallecito tenían poblados los ingas, señores del Cuzco y del Perú, cuando eran señores de estas provincias de Chile, y los que estaban en este valle registraban el tributo que por allí pasaba, oro y turquesas y otras cosas que traían de estas provincias de Chile, y vivían aquí sólo para este efecto” (Vivar 2001: 65).

El Chañar es un valle pequeño, un oasis en medio del despoblado–desierto de Atacama, que posee poca agua, pero dulce, cuyo origen es un prodigio divino, según Vivar. El cronista en este sitio prefiere las explicaciones teológicas o de la fe, a los ensayos “científicos” o lógicos, para dar cuenta del origen de las aguas. Señala que “Dios fue servido de darla allí”, es decir, es un

acto divino su

localización en la geografía. La “cosa milagrosa” responde a que el agua que emerge no sabe de dónde proviene, “… porque no tiene sitio para manar, ni venir de parte alguna”. Sin embargo, el agua emerge en superficie, posiblemente por

85

capilaridad, pues no tiene sitio de donde emerger como jagüey o vertiente y menos logra comprender como llega hasta allí52.

Toma las medidas o el compás del vallecito, pero Vivar ocupa categorías del sentido común de la época. Señala que el valle tiene de largo “un tiro de arcabuz”, unos 200 metros aproximadamente, y de ancho, “un tiro de piedra”. Dimensiona el compás de este sitio a través de expresiones de distancia dada por un arma de fuego y otra medida por la fuerza humana. Vivar ocupa en este caso medidas de referencia imprecisa, y de uso común en el habla hispana. No utiliza conceptos como compás y legua para referirse a las dimensiones de este vallecito. Renuncia también a las explicaciones de la lógica empírica que utiliza en los sitios y paisajes anteriores. Vivar describe al pequeño valle como un lugar con vegetación, “Tiene carrizos” que se debe entender como cañaveral, además de “hierba y cerrajas”, ésta última una yerba medicinal y ramosa. También hay árboles, que no los escuchamos nombrar desde el valle de Atacama, como “algarrobos y chañares”.

El Chañar, por sus características, por sus aguas surgentes y vegetación, además de vallecito, es un oasis, en medio del desierto, un lugar propicio para reponer las fuerzas. Vivar señala que allí descansan dos días, pero lo más relevante es que el cronista parece traer los recuerdos de un gran río de Andalucía, al nombrar que “pareciéramos

que

estábamos

ribera

del

Guadalquivir”,

comparación

desproporcionada, pero muy gráfica para comprender la importancia que este lugar tiene en la travesía del despoblado de Atacama.

Cuando el cronista habla de la ocupación del valle, señala que fue un lugar que estuvo poblado por el Inca, con el solo propósito de revisar el tributo que iba de 52

Don Modesto Carvajal, pastor colla, cuenta que Finca Chañaral, antes que el sacasen el agua subterránea en la década de 1940, era un verdadero pantano o ciénaga, el agua corría y emergía por capilaridad en una amplia zona de la quebrada.(Entrevista, mayo de 2009).

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Chile a Perú. Sabemos hoy por la arqueología del lugar, que El Chañar , tuvo un poblamiento muy pretérito, anterior al Inca, con presencia de la Cultura El Molle, Las Ánimas, Cultura Copiapó y Diaguita, Fase Inca, es decir, una ocupación desde al menos 100 al 1536 d.C. (Cervellino y Sills 2001, González 2007). Entonces sí estuvo poblado en tiempos incaicos, y ahora deshabitado, el concepto despoblado adquiere uno de los sentidos que los definen, como lugar que estuvo poblado, lo que cuestiona los sentidos de inhabitable que se otorgara a todo el gran despoblado. Esta es una primera acepción de despoblado, que seguramente esta asociando en la comprensión del cronista, a que los lugares poblados son aquellos donde hay agrupación de casas, al estilo de los pueblos de España, y no concibe otras formas de ocupación del desierto. Existe también una segunda acepción de despoblado, aquella que viene nombrando desde Atacama como el gran despoblado, es decir el lugar sin habitantes.

Por tanto, este vallecito de aguas prodigiosas y que no se saben de dónde manan, que están allí por concesión divina, es un oasis con vegetación rodeado por el desierto. Su localización es relativamente fácil de identificar, pues aun conserva el topónimo, hoy es llamado “Finca Chañaral”. Este vallecito se encuentra en la ruta del Camino del Inca que viene siguiendo Vivar y dieciocho leguas antes del valle de Copiapó. Esto equivale a cien kilómetros, es decir, la distancia que hay actualmente entre Copiapó y Finca Chañaral.

Lo que queda por andar para arribar a Copiapó, entonces es un veinte por ciento del compás total del despoblado, pero el espacio de desplazamiento que resta no tiene agua, el camino va por un terreno llano, donde calienta el sol y no hay aguas cercanas a su trazado, ni ciénagas, éstas las nombra posiblemente solo para recordar las que existían en El Chañar. Por ello, Vivar advierte la necesidad de llevar el agua de este lugar y pasar con premura ese desierto hasta llegar al valle de Copiapó:

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“De este valle que dicen el Chañar hasta el valle de Copiapó hay dieciocho leguas, buen camino llano y sin ciénagas ni agua, por donde conviene que el que pasare que la lleve de aquí para que beba, so pena de que no la beberá por que calienta mucho el sol. Y a esta causa el general Pedro de Valdivia con sus cuadrillas y gente lo caminaron con la brevedad que pudieron”. (Vivar 2001: 65).

Este camino de El Chañar a Copiapó, al parecer es el mismo Camino del Inca, que va atravesando algunas serranías, conocidas actualmente como de Inca de Oro y Tres Puntas, donde hay un jagüey escondido cerca del camino. Más al sur, el camino sigue recto subiendo y bajando cerrillos, y no es solo llano como indica Vivar, pues pasa por la quebrada de Llampos al costado oriente del cerro Medanoso. Al final del trayecto, el camino ingresa al valle de Copiapó por el abra del cerro Chanchoquín, para bajar hasta el lecho amplio del río y al valle cubierto de vegetación, dándose término a la travesía del despoblado.

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Vallecito de Finca de Chañaral, en dirección al norte. Exuberante vegetación compuesta principalmente de chañares y algarrobos. Fotografía, Raúl Molina.

Asentamientos en Finca de Chañaral, entrada al vallecito desde el norte. Grabado de R.Philippi, 1860. Se aprecian habitación, y cultivos como un oasis en el medio del desierto.

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3.- El Camino del despoblado.

La travesía del desierto se hace por un camino que une los hitos geográficos descritos para el Gran Despoblado. Este camino según Vivar va por el medio del desierto, y nos invita a conocer la geografía vial y la conectividad de este periodo protohistórico. “El camino de este despoblado va por medio de entre la mar y la cordillera. Por otra parte no se puede caminar por las grandes sierras e quebradas de grandes peñascos y arenales” (Vivar 2001:66).

Este camino va por los llanos del despoblado, como vimos anteriormente, y su trazado “va por medio de entre la mar y la cordillera”, dice Vivar. En algunas ocasiones vemos que el camino ingresa o sale de la cuenca topográfica del salar de Atacama, para entrar o salir de la depresión intermedia del desierto. En ésta última es posible apreciar nítidamente esta situación geográfica descrita por el cronista. Descarta Vivar la existencia de ramales o alternativas a este camino central, invocando grandes sierras, quebradas y arenales. La verdad es que los estudios arqueológicos actuales han demostrado la existencia de una trama vial, más variada que este único camino incaico. Estos estudios observan la existencia de rutas que atraviesan las sierras o cordillera de los Andes, es una zona de puertos y pasadizos que conectan con la vertiente oriental de ésta (Iribarren y Bergholz 1972, Niemeyer 1994). Sin embargo, en el relato de Vivar solo aparece un camino central del desierto y este corresponde al Camino del Inca, según el mismo relata: “Vi muchos de ellos (muertos atribuidos a la expedición de Diego de Almagro de 1537) en compás de quince leguas, echados dentro de un cercado de piedra tan alta como medio estado (un metro de altura), y el compás redondo, que los ingas tenían hechos cuando por aquí caminaban…” (Vivar 2001:64). 90

El cronista dice que los incas caminaban el desierto y construyeron estos refugios de piedra, conocidos actualmente con el nombre de tambos y tambillos o chasquihuasi, los que se encontraban jalonados en el camino que pasaba el gran despoblado para unir los valles de Atacama y Copiapó. A lo largo de casi cien leguas, los incas produjeron un camino con puntos itinerarios, denominados tambos, la mayoría de estos ubicados cada 20 o 25 kilómetros. Este camino es una creación del estado incaico, un camino recto de comunicación rápida, que muy probablemente se construye sobre caminos anteriores, creados por atacameños, diaguitas y copiapoes, y probablemente mucho antes que ellos, por miembros del Culturas Molle y Las Ánimas (Cervellino y Sills 2001, González 2007, Sinclaire 2007).

El camino incaico del despoblado de Atacama, es conocido desde el periodo colonial, y su morfología es descrita como; “…piedras sacadas de su sendero, ancho de poco más de medio metro, y acumuladas a los lados, se le conoce desde alguna distancia por su línea recta, que cruza

los llanos, baja

las

quebradas y asciende las lomas y los cerros” (Sayago1997[1874]: 11), Por su parte, Magallanes (1912:67) agrega;

“Lo que caracteriza

el camino que se

denomina “del Inca” es su construcción, o sea, una calzada de piedras ajustada, de un ancho no mayor de un metro cincuenta centímetros y de forma cóncava.”

El trazado general del camino por el despoblado, visto desde sur a norte, según San Román (1896); “… arranca de los tambillos, en Copiapó, y sigue rumbo general y constante de 22 grados al Este del meridiano astronómico hasta el pie del Licancaur, a 580 kilómetros de distancia”. Por tanto, estamos hablando de un camino que mantiene los rumbos y se caracteriza por sus trazados rectilíneos 53. 53

El camino se iniciaba en Copiapó en los tambillos del Inga o tambo de Copayapu, “…Desde aquí, el valle de Copiapó, “quedo comunicado con el resto del imperio por un camino cuyo trazado se nota en las faldas del cerro de Chanchoquin (que está al norte de la ciudad de Copiapó) y en largos trechos del desierto” (Sayago (1997 [1874]:11) En este tramo San Román nombra dos portezuelos por los que atraviesa el Camino del Inca, el portezuelo de la Mina Toro y luego el portezuelo del Inca”. Por su parte Gigoux (1927: 1078) señala que detrás del cerro Capi, cerro que esta junto a la ciudad de Copiapó, existen unas estructuras de piedras que bien podrían

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En efecto, el trazado general del Camino del Inca - Copiapó a Atacama-, ocupa hasta Vaquillas, el llano central. Parte desde Copiapó y se va acercando a la cordillera de Domeyko. En el portezuelo de Vaquilla, pasa a la cuenca orográfica del salar de Atacama, dirigiéndose a los faldeos cordilleranos por sobre la cota del salar de Punta Negra, cruzando el pie de monte a media falda y sigue hasta Tilomonte para ingresar a Peine y desde allí continua hasta el valle de Atacama, coronado por el volcán Licancabur. En el trayecto entre el valle de Atacama y Copiapó, hay tres cerros que acompañan al caminante, el volcán Llullaillaco, el volcán Doña Inés y el Cerro Vicuña, a los pies de éstos, en su vertiente poniente, pasa el trazado del Camino del Inca.

Intentando reconstruir los puntos que contienen las estructuras chasquihuasi, tambillos y tambos a lo largo del Camino del Inca que recorre Vivar, persiguiendo la dirección desde el valle de Atacama hasta el de Copiapó, se pueden nombrar los siguientes puntos: El primero, es el Tambo de Catarpe, sobre el valle de Atacama, le siguen en dirección sur los siguientes tambos o tambillos; Peine, Tilomonte, Neurara, Puquios, Guanaqueros, Zorritas, Barrancas Blancas, Río Frío, Monolitos y recintos pircados de Alto Vaquillas, el tambo Vaquillas, el chaquihuasi de la vega Incahuasi, Tambo Juncal, Tambo El Carrizo, Tambillo Quebrada Doña Inés, Tambo Cachiyuyito, Pozo Indio Muerto, Tambillo de la Mina (El Salvador), Tambo del Río de la Sal, Finca Chañaral (Tambería), Mina Tres Puntas (Placilla del Inca), Portezuelo del Inca, Tambo del Cerro Medanoso, Tambo de Chulo, Portezuelo de la Mina Toro, Cerro Chanchoquín y Tambillos del Inca, en el valle de Copiapó (Niemeyer y Rivera 1984, Iribarren y Bergiolz 1972, Sinclaire 2007, González 2007, entre otros). Se supone que la mayoría de estos tambos o tambillos, fueron vistos por Vivar en su travesía, pero de todos ellos solo identifica y nombra a la tambería de El Chañar, al señalar que “En este vallecito tenían poblados los ingas”. corresponder a un corral o un tambo Inca, ya que se encuentran asociados a un sector del camino Inca.

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Pozo del Indio Muerto o Pozo del Inca, entre el Tambo Cachiyuyito y el Tambo del río de la Sal. Ubicados al norte de la ciudad de El Salvador y antes de llegar a la Quebrada de Doña Inés. Se aprecia la pequeña depresión en que se encuentra la escasa vegetación que lo rodea, y la morfología del paisaje en esta parte del Camino del Inca. Fotografía, Raúl Molina.

4.- Otras Travesías.

Pero este camino del despoblado, no solo fue atravesado y traficado por Vivar, acompañando la expedición de Pedro de Valdivia. Tampoco fue la primera expedición hispana en cruzarlo. Antes que Valdivia, lo hizo de regreso desde Chile al Cuzco, Diego de Almagro y posteriormente, durante la gobernación de Pedro de Valdivia, hubo varios cruces –se contabilizan cuatro- de españoles relatados por Vivar.

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El primer viaje por el despoblado después de la travesía de Vivar, corresponde a Alonso de Monrroy y Pedro de Miranda, quienes llegan a Copiapó cuando se dirigían al Perú, donde son apresados por los indígenas, luego de perder el camino en el desierto y las riquezas que portaban. Después de tres meses de cautiverio, ambos españoles asesinan al cacique del valle y emprenden la huida, e ingresan al despoblado, por el Camino del Inca hasta El Chañar: “Los españoles siguieron su viaje… Y ansí llegaron a los reinos del Pirú con harto trabajo que pasaron de sed y hambre” (Vivar 2001:132).

La vuelta a Chile desde el Perú realizada por Alonso de Monrroy y setenta españoles, se hace nuevamente por el despoblado de Atacama lo que ocurre en los primeros días de diciembre de 1544. Este trajín muestra que el despoblado está siendo utilizado como territorio de travesía y conexión vial.

El tráfico de los españoles por el despoblado continúa en los relatos de Vivar. Éste señala que el capitán Joan Batista viajó desde La Serena hasta Lima (Vivar 2001:176). En sentido contrario, Vivar da cuenta del viaje de otro español que parte de Atacama hasta Copiapó, ingresando en el despoblado: “…se metió el capitán Diego Maldonado con sus veinte y dos compañeros en el despoblado” (Vivar 2001:179).

El cronista registra un nuevo ingreso de españoles. Con motivo del viaje de Pedro de Valdivia a Arequipa. Cuando está en Arica, se sabe que una parte de las fuerzas van a Atacama, pues otra parte se ha internado en el despoblado con dirección a Chile, lo que estaba en conocimiento de Pedro de Valdivia. “…tenia por nueva que el capitán Esteban de Sosa, que era el que había despachado del Cuzco con los ochenta hombres, había ya salido de 94

Atacama [y] ya había entrado en el gran despoblado de Copiapó” (Vivar 2001: 203).

Este capitán, “…paso al valle de Atacama (dice Copiapó), y viéndose con bastimento para pasar el despoblado, paso al valle de Copiapó, donde topó al capitán Joan Bohón, que andaba con cierta gente recogiendo bastimento para la gente que viniese por tierra” (Vivar 2001: 211).

Estas expediciones por el despoblado eran apoyadas desde los valles de Atacama y Copiapó como puertos de partida, donde debían aperarse de agua y de alimentos o bastimentos, los que eran expropiados a los indígenas.

En los valles se proveía a los expedicionarios de apoyo militar para hacer frente y reprimir a los indígenas que cuidaban caminos y emboscaban a los españoles. Esta resistencia se mantenía en 1545 entre los indígenas de Copiapó, lo que es relatado por Pedro de Valdivia en carta al Rey de España54. En ella invitaba a nuevos colonos españoles a que se vinieran del Perú, señalando que todo el trabajo era hacer el camino; “…porque hasta el valle de Atacama, como están de paz los indios del Perú…hallaran comida en todas partes, y en Atacama se rehacen della para pasar el gran despoblado que hay hasta Copayapo de ciento y veinte leguas, los indios del cual y todos los demás, como son luego avisados, alzan las comidas en partes que no se pueden haber, y no solo no les dan ninguna a los que vienen, pero hácenles la guerra” (op.cit. Gay 1846:64).

Finalmente, según Vivar el momento en que el despoblado queda abierto sin restricciones de tránsito, ni peligros de ataques indígenas, ocurre luego de la 54

Carta de D. Pedro de Valdivia a S.M. Carlos V , dándole noticia de la conquista de Chile, de sus trabajos y del estado en que hallaron la colonia. La Serena 4 de septiembre de 1545.

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razzia que españoles hacen en el valle de Copiapó, coronada con un castigo cruel a Cabimba, jefe indígena del valle, que es penado inhumanamente por Francisco de Aguirre, provocándole una muerte atroz. Dice Vivar: “Cobraron tan gran miedo los indios de la comarca de esta ciudad, que un español solo pasaba el despoblado de Atacama sin temor ninguno” (Vivar 2001: 217).

Conclusión capitular.

Con todo lo analizado, se puede aseverar que el gran despoblado de Atacama se constituyó en un espacio de tránsito, de tráfico, de articulación y corredor de la colonización hispana. Se pasó por sus tierras de ida y vuelta cuantas veces fue necesario. Incluso, a pocos años de la penetración hispana, el despoblado fue un escenario territorial que quedó abierto al libre tránsito, al provocarse la sumisión y el control de los indígenas de los valles de Atacama, primero y luego de Copiapó. Así, el desierto quedó abierto pues “…un español solo pasaba el despoblado de Atacama sin temor ninguno”, pasando a ser éste el último relato del cronista Jerónimo de Vivar. Con esta constatación final se irá cerrando este territorio al conocimiento geográfico, al extinguirse casi totalmente los nuevos aportes y referencias a su diversidad, temple, constelación, paisajes y geografía.

Vivar con estas descripciones geográficas obtenidas en la travesía del desiertodespoblado nos revela la existencia de ríos prodigiosos o embusteros, nos anuncia la presencia de vallecitos con vegetación. En esta geografía itinerante, nos releva los hitos y el camino del desierto, y nos demuestra que estos puntos geográficos serán de importancia en el compás y temple del desierto. Vivar, con la descripción de los lugares llena de contenidos geográficos al despoblado, y nos lo presenta como un espacio diverso y complejo, en virtud de sus relatos corológico y de los hitos que se encuentran en el desierto. Vivar a porta un imaginario que se 96

caracteriza por señala que el gran despoblado es un espacio atravesable, cuya constelación y temple se debe conocer para caminarlo, pues la muerte habita entre sus distancias y caminos. Lo muestra como especio infértil, con escazas aguas, pero con ríos, sin árboles pero con algunas leñas. Es un lugar que se encuentra en dos valles, donde se debe recoger las provisiones. Es suma es un espacio que estuvo poblado, que posee varios hitos que son destacables y que pese a ser un desierto-despoblado, es un espacio diverso y transitable.

Los cronistas posteriores a Vivar, en su gran mayoría, solo conocerán este territorio del desierto de Atacama “de oídas” o de “leídas”. Será manifiesto que nuevas noticias acerca del tráfico y movilidad por el despoblado de Atacama, desaparecen de los relatos de los cronistas coloniales. Éstos harán referencias constantes a los hitos geográficos descritos y analizado por Vivar, pero sin conocerlos, de tal modo que se provoca un empobrecimiento de la información del desierto-despoblado de Atacama, en las décadas y siglos siguientes.

El empobrecimiento del conocimiento geográfico y la falta de nuevas referencias basadas en “lo visto” y “lo oído”, no implican que el tránsito por el desierto acabe, pero los atraviesos y los usos del desierto quedarán silenciados u omitidos por desconocimiento por la literatura oficial, escrita desde el poder y/o alejadas de la región (González 2009).

Durante los siglos coloniales, los cronistas pos-Vivar construirán una nueva imagen del despoblado de Atacama, la que cambiará la complejidad y la diversidad, por una información que releva el peligro y el riesgo, además de las referencias a los aspectos más bizarros del despoblado que invitan a no adentrarse

en

este

espacio

geográfico.

Estas

narrativas

traerán

como

consecuencia una reducción de la información y del conocimiento geográfico. Asistiremos a una reiteración de ciertos iconos o hitos que aparecen en el relato de Vivar, especialmente las constantes referencias al río Anchallullac y los peligros del camino. Sin embargo, algunos cronistas en sus trabajos aportaran nuevos 97

antecedentes y descripciones de lugares del despoblado de atacama, valiosos antecedentes que servirán para profundizar la comprensión de este espacio geográfico denominado el gran despoblado de Atacama, durante el periodo colonial hispano.

Camino del Inca (línea rojo punteado) y su ruta a través del desierto-despoblado de Atacama, Molina 2004, Proyecto Fondecyt 1040290, Cartografía, Pamela Carvajal. En Rojo, ubicación del río Anchallullac, en amarillo, el río Suncaemayu, y en verde, el vallecito El Chañar.

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CAPITULO IV IMAGINARIO Y EMPOBRECIMIENTO DEL CONOCIMIENTO GEOGRAFICO DEL DESIERTO-DESPOBLADO DE ATACAMA

1.- El empobrecimiento del imaginario geográfico.

Los antecedentes para la formación del imaginario del desierto se fundan en la reiteración de información ya conocida con antelación, en este caso la descripción del gran despoblado que hace Jerónimo de Vivar y en la forma en que se van extinguiendo y resignificando los mismos hitos. Planteo que el imaginario geográfico del desierto de Atacama va cambiando a partir del momento en que el desierto deja de recorrerse, y por tanto, es cuando, el conocimiento geográfico se estanca, reproduce y luego de un proceso de desgaste y omisión de la diversidad y complejidad que dio a conocer Vivar, se empobrece. El imaginario que se construye va replicando en cada relato, los antecedentes geográficos ya conocidos, pero restando muchas veces importante información, de modo que la caracterización del desierto de Atacama va relevando sus aspectos más extremos y peligrosos.

Los primeros relatos post Vivar, reproducen las características y acontecimientos ocurridos en el despoblado y, de alguna manera, mantienen el tradicional discurso sobre el desierto legado por los que lo vieron y recorrieron. Para estas narrativas de oídas, los primeros cronistas escogen aspectos que se quieren conservar, especialmente, los hitos geográficos más sorprendentes y aquellos que resaltan las condiciones extremas del desierto. En estos escritos geográficos o con referencias geográficas, argumentan lo que socialmente se conoce, y lo que se informa es lo que se escucha o se lee, y de esto último, lo que hace sentido al cronista. En consecuencia, paulatinamente se va reduciendo el conocimiento y la comprensión del desierto. 99

Algunos cronistas a partir del desconocimiento del despoblado, tanto por ellos como por los demás, se otorgan licencia para alterar los relatos originales y ensayar nuevas explicaciones a los comportamientos geográficos de algunos hitos del despoblado, lo que hace más variadas o novedosas las descripciones que muchas veces en nada se condicen con la versión original, de quien vio y escribió.

Asistimos entonces, a un proceso de empobrecimiento y transformación interna de las narrativas geográficas que ocurren en los siglos XVI y XVII y que derivan, al final del periodo colonial (siglo XVIII), en constituir en hegemónicas las explicaciones del despoblado de Atacama, como espacio yermo inhabitado e inhabitable, y en segundo lugar, como espacio que contiene fronteras y divisiones administrativas virtuales, las que se encuentran en espacios desconocidos, incluso para quienes las enuncian.

Estos relatos de cronistas pos Vivar, están escritos desde ámbitos del poder colonial, es decir, desde los centros dominantes y administrativos del espacio colonial –España, Santiago, Lima, Potosí e incluso países de Europa- y, realizados por gobernadores, militares, religiosos, cosmógrafos, naturalistas e historiadores oficiales. Ellos, los cronistas o escribanos, desembocan en la construcción de relatos sobre el desierto-despoblado de Atacama, como un espacio desconocido porque no se recorre, abandonado, porque el principal comercio entre las urbes se hace por mar, desvalorizado, porque encomenderos o comerciantes no explotan, aparentemente, riqueza alguna y, relevado por sus peores atributos, aquellos que al ser repetidos forman un imaginario geográfico exclusivamente asociado a lo yermo, lo inhabitado y lo inhabitable, pues toda esta narrativa carece de la mirada local y vivencial.

De esto modo, el legado geográfico de Jerónimo de Vivar, que de todos los cronistas es el único que conoce y recorre todo el desierto-despoblado de Atacama, exceptuando a sus antecesores Cristóbal de Molina y Fernández de Oviedo, será continuamente reducido en sus alcances y explicaciones. Con los 100

siglos irán despareciendo las explicaciones y solo en algunos casos, cronistas harán pequeños aportes al conocimiento geográfico del desierto, nombrando y caracterizando nuevos lugares, los que no transcenderán o no lograrán permear las narrativas sucesivas del desierto-despoblado de Atacama.

Este tratamiento de la geografía del desierto-despoblado conduce a una sistemática

reducción de lo conocido, pues la descripción de los cronistas, a

medida que avanzan los siglo coloniales, van escogiendo aquellos aspectos que hacen no recomendable ingresar a este espacio, y a fines del periodo colonial, asistimos a una pérdida total de la descripción geografía primigenia. En manos de la burocracia y los funcionarios del poder, la geografía del desierto-despoblado se arruina, ya que un espacio considerado marginal, despoblado, yermo y estéril, no merece

mayores

explicaciones,

ni

preocupaciones,

salvo

por

supuesto,

excepciones55.

2.- El legado geográfico de Vivar.

El desierto-despoblado de Atacama, puede ser comprendido geográficamente por los aportes que hace Vivar, al señalarlo como un espacio definido, con características ambientales específicas y diversas, con componentes paisajísticos y topográficos diferenciados, por particulares expresiones de fenómenos que se localizan en sus territorios, y estas características cualitativamente unidas entre sí.

En efecto, Vivar deja establecido su conocimiento del desierto y lo comunica a diversas escalas de comprensión del espacio y de las fuerzas naturales y 55

Me refiero al trabajo “Geográfico e Hidrográfico” enviado a realizar por el Gobernador de Chile y posterior Virrey del Perú, Manuel de Amat y Junient, en el año 1760, el que devela y desestanca el conocimiento geográfico del despoblado de Atacama, que se tiene a nivel del estado colonial, y que es reproducido por cronistas y funcionarios de la corona. Ver Amat y Junient (1930)[1760], “Historia geographica e hidrographica con derrotero general correlativo al Plan de el Reyno de Chile que remite a nuestro Monarca el señor Don Carlos III. Revista Chilena de Historia y Geografía, Tomo XLIX(53), Santiago de Chile.

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culturales que interactúan en éste. Estas categorías de pensamiento se podrían ordenar y expresar burdamente en dos planos, uno “horizontal”, territorio y/o, espacio (compás, leguas), y otro plano “vertical”, o la atmósfera con su temperatura, vientos y precipitaciones (constelación y temple). Ambos planos concurren interactuando, en el pensamiento comprensivo–explicativo de Vivar.

De esta manera, Jerónimo de Vivar lega un conocimiento geográfico a través de los conceptos territoriales -el compás y la legua- para con ellos discriminar la extensión del desierto a diversas escalas. La primera es macro, el desierto lo extiende desde Tumbes hasta Huasco, y dentro de este espacio, delimita lo que denomina el gran despoblado de Atacama. Esta visión referida a superficies, distancias y límites geográficos, contiene una caracterización del paisaje – arenoso, seco, estéril, vientos frigidísimos - , la que está influida o determinada por factores del plano “vertical”, es decir, por las escasas precipitaciones, los vientos fríos, la sequedad, el sol secante,

todos los que se encuentran en el ámbito

comprensivo de aquello que actúa en contacto con la superficie de la tierra. Esto es lo que denomina constelación (el juego entre temperatura y precipitación) y el temple, la expresión de estas fuerzas sobre los cuerpos y las cosas. De aquí surgen palabras como “carne incorruptible sin estragar”, “muertos en el camino” y “sin vegetación “, “sin cosa viva” y otras alocuciones que se mantendrán en el lenguaje de los demás cronistas coloniales, pero desprovistos de la complejidad y el contexto en el que han sido enunciado por Vivar , reduciendo el conocimiento del desierto-despoblado de Atacama.

Esta primera construcción muestra la complejidad interactuante entre las categorías de superficie de la tierra, el compás, la legua, y las características de la geografía, y los fenómenos atmosféricos, la constelación y el temple, lo que da cuenta de la existencia de un territorio donde no llueve, y eso hace a la tierra estéril, arenosa y falta de agua.

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La segunda aproximación geográfica de Vivar se relaciona con los componentes paisajísticos y topográficos diferenciados, pero cualitativamente unidos entre sí. Se trata de la distinción geográfica de a lo menos tres unidades: Valles, Sierras y Despoblado. En la zona de Atacama, los Valles y las Sierras limitan y contienen al despoblado. Y, viceversa, el despoblado separa y articula a los conecta con las Sierras. Lo mismo ocurre con las

valles y se

continuidades entre valle,

sierras y despoblado. Estas articulaciones son posibles de percibir en Vivar, a través de la movilidad del viaje, pues desde un paisaje geográfico distinto se pueden apreciar los otros, y compararlos, definirlos y describirlos.

Ahora bien, estas geografías del desierto están alimentadas con descripciones de sus cualidades, características y contenidos intrínsecos. Los valles, son los espacios planos, fértiles, regados por ríos, con vegetación, asentamientos indígenas y producción. Las sierras son vistas como lugares agrios, escarpados, rocosos, intrincados, sitios de refugio de población para su defensa y ofensa, como lugares de depósitos de alimentos, en suma, como espacios estratégicos construidos culturalmente. El despoblado, es apreciado como terreno llano pero estéril, con poca agua, sin vegetación y escasa fauna, lugar de travesía y no de permanencia, espacio de comunicación e interacción, de ingentes riquezas naturales, pero no explotables.

Estas cualidades de cada componente geográfico del desierto-despoblado, son vitales para entenderlo como un espacio geográfico complejo y articulado, donde valle, sierra y despoblados, no son solo expresiones de la naturaleza sino también de la cultura, teniendo entre ellas un diálogo fructífero, entendiéndose cada lugar por sí mismo y en relación a los demás.

La tercera aproximación tiene relación con los hitos del paisaje del desiertodespoblado. Éstos en Vivar son tres: El río Anchallullac o río Mentiroso, el río Suncaemayu o río Embustero, y el valle El Chañar, valle prodigioso que Dios lo puso allí. De estos hitos, solo los ríos se transformaran en iconos del desierto a lo 103

largo del periodo colonial y estarán presentes en la mayoría de los relatos de los cronistas que suceden a Vivar.

Este legado geográfico de Vivar será transferido a los demás cronistas, quienes reiteraran la información acerca de algunos aspectos del desierto-despoblado, pero la mayoría de las veces serán expresados ya sea omitiendo información, o de modo reductivo y/o reiterativo geográfico.

El empobrecimiento del conocimiento geográfico del desierto-despoblado de Atacama que encontramos en la mayoría de las descripciones, será redactado por cronistas que escriben de oídas o de leídas de informes de terceros. Algunos de estos autores coloniales entregarán información novedosa que mejora el conocimiento geográfico, pero dentro del contexto de escritos geográficos que tienden a crear una imagen yerma, inhabitada e inhabitable del desierto.

Estos escritos coloniales posteriores a Vivar, son en su mayoría crónicas y relaciones

escritas,

redactadas

desde

puestos

de

poder,

desde

las

administraciones del Estado colonial o desde la Iglesia, o por viajeros exploradores españoles o europeos rentados por las Coronas. Por tanto, sus autores son funcionarios del rey, militares, sacerdotes, políticos o naturalistas, muchos de ellos geógrafos y cosmógrafos.

Para discriminar las reiteraciones y los aportes al conocimiento y comprensión de la geografía del desierto-despoblado de Atacama, comparto la siguiente matriz donde se ordenan los niveles y la calidad de la información del desierto que lega Jerónimo de Vivar al periodo colonial. Ésta permite compararla con las descripciones de los siglos coloniales y comprobar el empobrecimiento del conocimiento del desierto-despoblado de Atacama y la construcción de una imagen yerma, inhabitada e inhabitable, como imaginario.

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Matriz Contenidos aportados por Vivar al conocimiento geográfico del desierto-despoblado de Atacama Conceptos Geográficos y contenidos asociados Compás: extensión acotada entre dos puntos geográficos, a veces medible en leguas. Compás del desierto; donde no llueve. De Tumbes a Huasco. Compás del despoblado; del valle de Atacama al valle de Copiapó. Legua: Medida itineraria, distancia que se camina en una hora. Legua española 5,57 Km. -18 leguas de El Chañar hasta Copiapó. 100 leguas de despoblado (Cristóbal de Molina), 120 Leguas de despoblado, dice Pedro de Valdivia. Otras medidas de compás; “el salto”, “el ancho de un hombre”, “el lance de una piedra” o “el tiro de un arcabuz”. Constelación; manifestación de la temperatura y la precipitación. -“Constelación diversa que es cosa admirable”. -“En las sierras cae nieve, y en los llanos, no llueve, ni cae nieve, pero esta recorrido por aires muy fríos”. -“En el invierno no llueve, corre el viento recio e frigidísimo que traspasa los cuerpos, e mueren helados”. “ En el verano, los grandes calores y las aguadas lejos, suelen perecer de sed”. Temple; temperamento y sazón del tiempo o del clima. -“temple” del despoblado, la sequedad y el frío, que tiene la propiedad de conservar los cuerpos.

Unidades del Paisaje discriminadas Valle de Atacama: “…valle llano y ancho y largo a la contra del sitio de los otros valles”, “el río se sume, e no se ve por donde va ni donde sale a la mar ”. “…grandes algarrobales y…grandes chañarales”; “muchas acequias de que riegan sus tierras;“ casa de adobes y dobladas” Valle de Copiapó: “Este valle procede de las sierras nevadas”; “…río riega las sementeras de los naturales”; “...no llueve, sino hay aquellas neblinas”; “Dase maíz, e tan grandes y gruesas las cañas... frisoles e papas e quínoa…algodón”; “…Algarrobas e dan mucho fruto…Hay chañares..;” “…Inicio del reino de Chile..”. Sierras: Cerros y serranías de la cordillera, lugares abruptos y agrios. Lugares estratégicos para la defensa, refugio de población y ocultamiento de alimentos. “provechosa para ofender y defender….”; “..pusiéronlo en partes fragosas y ocultas”; “…estaban alzados y puestos en partes fuertes”. Despoblado; Lugar extenso, llano entre los valles de Atacama y Copiapó. “..es lugar donde no llueve”, “jamás llueve en abundancia… nieblas que se hace en el invierno u otoño”, - “…corre el aire frigidísimo”, “…no hay demasiada agua por ser tierra estéril”, “…no se crían …árboles de ningún especie”, “Sola una manera de espinos se cría,” “…No hay raposas, ni aves, ni otros animales de ningún género… no habita en este despoblado cosa viva”. - “Hay en este despoblado muchos metales de todo género”,

Hitos geográficos Anchallullac o río Mentiroso. “río chico con poca agua, …dé un salto se pasara… Comienza a correr a las nueve de la mañana,..Corre con grande furia y hace mucho ruido…Dura el correr de este río hasta hora nona. Cuando el sol baja, hace sombra una alta sierra a la nieve que está en la rehoya… Secase este río de tal manera y suerte que dicen los indios-que mal entienden- que se vuelve el agua arriba a la contra de cómo ha corrido. ”Anchallulla”, que quiere decir “gran mentiroso”. Suncaemayo o río Burlador, o río salado. Cristalino, con sal, “que cuaja”. “…río pequeño, aunque las bajadas tiene agrias”. “Es el agua clarísima. Procede de las nieves.…tomada en vaso de plata y de barro sacándola de su corriente, se cuaja, y se hace tan blanca como el papel”. “..-aquella agua que se vertió fuera de la madre (cauce) …se cuaja y se hace sal”. “…lo llamaron Suncaemayo, quiere decir río burlador” . El Chañar: “ …valle chico con poca agua clara y dulce que Dios fue servido de darla allí”. ...no tiene sitio para manar ni venir de parte alguna”. “valle …de longitud un tiro de arcabuz y un tiro de piedra de ancho”. “carrizos y hierba y cerrajas algunos algarrobos y chañares”. “En este vallecito tenían poblados los ingas, registraban el tributo que por allí pasaba, oro y turquesas”. “De este valle …hasta el valle de Copiapó hay dieciocho leguas”. Camino del Inca “camino central del desierto”. “va por los llanos entre la mar y las sierras”.

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3.- Cronistas y construcción del imaginario yermo, inhabitado e inhabitable.

Los cronistas posteriores a Vivar durante todos los siglos coloniales van entregando antecedentes del desierto –despoblado de Atacama, en especial los que escriben desde el Reino de Chile, pues los cronista del Perú colocan su principal interés en la Historia de los Incas, siendo las descripciones del desiertodespoblado marginales, escuálidas y en función de los relatos e historia de los Incas o en referencias a las expediciones de Diego de Almagro o Pedro de Valdivia, para señalar como pasaron el despoblado. Incluso algunos cronistas confunden las rutas, los tiempos y los hechos ocurridos a los adelantados. Es el caso de Agustín de Zarate, que confunde los hechos y los tiempos, al relatar la vuelta de Almagro al Cuzco, insinúa que regresa de Chile por el mismo camino de la Cordillera de los Andes (Vega 2005;132), cuando en realidad lo hizo por el despoblado, como relata Cristóbal de Molina (1553). Sin embargo, es posible observar que la descripción que hace de la travesía y que atribuye a Almagro, en verdad corresponde a la de Pedro de Valdivia, descrita en el relato de Jerónimo de Vivar (1558), cuando atraviesa el despoblado de Atacama56.

Lo dicho es ejemplo que sirve para graficar y entender el proceso de reducción de la información geográfica, la alteración y confusión de los relatos, y el empobrecimiento del conocimiento geográfico del desierto-despoblado de Atacama. En esta perspectiva, analizo de modo diacrónico los escritos de cronistas y funcionarios españoles y los agrupo por cada uno de los siglos coloniales.

Así,

vemos como

se

produce

el proceso

de

reducción

y

empobrecimiento de la comprensión geográfica. 56

La descripción reproducida por Vega (2005;132) es la siguiente; “Y era tan grande la frialdad de la tierra que quando dende en cinco meses don Diego volvió al Cuzco halló en muchas partes algunos de los que murieron a la yda en pie, árrimados a alguna peñas, elados con los caualllos de rienda; tan bien elados y tan frescos y sin corrupción como si entonces acabaran de morir” (Zárate [1555] 1995; 103. Op.cit Vega 2005). El subrayado destaca igual descripción de Vivar (1558) .Véase; Agustín de Zárate ([1555] 1995) Historia del Descubrimiento y Conquista del Perú [1555]. Edición de Frankilin Pease y Teodoro Hampe, Lima , Pontificia Universidad Católica del Perú.

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3.1.- El despoblado, Geógrafos del Rey y cronistas de Chile en el siglo XVI.

En el siglo XVI, Juan López de Velasco, cosmógrafo-cronista del rey, sistematiza entre 1571 a 1575 información recogida de las autoridades de las Indias en base a un formulario común. Resulta de este análisis la Geografía y Descripción Universal de las Indias, donde aborda la geografía del despoblado, las sierras y los valles 57. Lo interesante de este trabajo es que los datos proceden de las propias colonias, lo que hace suponer que los antecedentes referidos al desierto y despoblado de Atacama, constituyen el conocimiento que a la época en Chile y Perú, se tiene sobre estos espacios geográficos.

En el relato de López de Velasco hay información conocida en Vivar y otra de importante valía, que complementa el conocimiento geográfico del desiertodespoblado de Atacama, en especial, la referente a los caminos que ingresan al valle de Copiapó, la descripción de las “Columnas del Inca” en la medianía del despoblado, que son nombradas como hito demarcatorio de las divisiones territoriales-administrativas entre las gobernaciones de Perú y Chile y, finalmente, la declaración de que se ha perdido el tráfico por el desierto debido a la habilitación de los puertos marítimos. Sin embargo, esta nueva información la analizo en el siguiente Capítulo. Ahora, me detengo en el imaginario empobrecido que se construye para el desierto en virtud de la información que se reitera como la más representativa, para describir y caracterizar al despoblado-desierto de Atacama.

57

Juan López de Velasco, en 1572 fue nombrado cosmógrafo mayor del rey. Continuó los trabajos de su antecesor Alonso de Santa Cruz, y elaboró un modelo para recoger información colonial. El cuestionario que se envió a las autoridades de las Indias dio lugar a la redacción por éstas de las denominadas Relaciones Geográficas de las Indias, que fueron la base de su obra, “Geografía y descripción universal de las Indias”, la que no se publicó hasta el siglo XIX. En su calidad de cosmógrafo, creó normas de observación en América y España del eclipse de 1577, lo que permitió calcular y precisar la longitud de muchos puntos geográficos, y como geógrafo corológico, escribir su obra comentada.

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Lo primero que reitera López de Velasco (1575) sobre el camino del despoblado que une Atacama (Tacama) con el valle de Copiapó, es que va por los llanos: “Por el camino de los Llanos, que está entre la mar del sur y el de la Sierra, como queda dicho, se va desde Arequipa hasta el valle de Tacama (Atacama), … y prosigue para Chile hasta cerca del valle de Copiapó” (López de Velasco 1575: 512-513).

Enseguida agrega: “…para entrar en la provincia (Chile) se pasa un despoblado de más de cien leguas sin agua ni yerba, y en el invierno peligroso por la mucha nieve que cae en el camino, el cual está marcado con Ios huesos y calaveras de los indios que han muerto por seguir á los españoles” (López de Velasco 1575: 520).

Este relato insiste en las 100 leguas del despoblado, distancia que al parecer comenzará a ser una convención entre Atacama y Copiapó. Remarca que este espacio no tiene agua, ni yerba, que es un espacio yermo e inhabitable. Insiste en la mucha nieve que cae en el camino, y ahora “huesos” y “calaveras” marcan esta ruta. Este relato de lo estéril y de lo tétrico realizado por el Cosmógrafo mayor del Consejo de Indias, no invita al lector a pasar la geografía del despoblado por el camino que une a Atacama con Copiapó58.

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Recordemos que posiblemente estos huesos y calaveras serían el despojo de los cuerpos incorruptibles que encontró Vivar, y que habían fallecido probablemente por las condiciones extremas en que los indígenas de Copiapó fueron llevados de rehenes en el viaje de Diego de Almagro. Vivar comenta que él vio estos cuerpos y dice que corresponden al tiempo que el “adelantado Diego de Almagro volvió con su gente de Chile para el Cuzco” (Vivar [1558]2001: 64). Por su parte, Rosales ([1670]1989: 330) opina que los muertos del despoblado son consecuencia de que a Diego de Almagro le “sobrevino tan gran tormenta de frío y nieve, que se helaron muchísimos indios, y caballos”.

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A continuación, el cosmógrafo real, nombra a un icono del despoblado: el río Anchallullac, en los mismo términos que lo hizo Vivar en su obra. “…y en medio del (despoblado) un arroyo pequeño que se dice “Auchillulca” que quiere decir «muy mentiroso», porque á ciertas horas del día llega el agua del, al camino real del Inga, á causa de que se hiela en su nacimiento y solo corre cuando hay Sol”. (López de Velasco 1575: 520). En esta primera obra redactada de “oídas” y de lecturas, los aspectos relevados del desierto son su carácter estéril, sin agua ni yerba, nieves, muertos en el camino y lo prodigioso del río Mentiroso.

El cosmógrafo mayor agrega un antecedente que nos ayuda a comprender la pérdida de información del desierto, y por tanto, de la conservación de ciertos relatos que van a reforzar el imaginario de lo desconocido. Se trata del abandono paulatino del tráfico por el despoblado, pues en la década de 1570 la vía del desierto se encuentra relativamente en desuso, y dejada de lado para las actividades oficiales de los españoles: “Pasado este despoblado [por el camino]…, en los cuales antiguamente los Ingas tenían sus tambos y jagüeyes proveídos de lo necesario para sus gentes y factores que iban y venían á Chile, lo cual está ya todo muy arruinado á causa de no frecuentarse tanto estos caminos, por causa de frecuentarse más la navegación de la mar” (López de Velasco 1575: 520).

Se dice que el camino está abandonado, que los jagüeyes y tambos ya no se usan, lo que refuerza la primera imagen del despoblado, su condición yerma, mortífera e inclemente. Al no frecuentarse el camino, ocurre entonces que desaparece la información del desierto-despoblado de Atacama, sobre todo si este

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se observa desde el poder colonial, instalado fuera de esta zona, en Santiago, Potosí y Lima59.

La descripción de la condición estropeada y en desuso del camino del despoblado y su difícil tránsito parece reforzada por las opiniones del Juan Lozano Machuca, Factor de Potosí, que en 1581, envía una carta al virrey del Perú, en que propone abrir un nuevo camino por la cordillera para el comercio de animales, pues: “…se excusaría el despoblado que hay a Chile desde Atacama y Copiapó, porque en él no hay recaudo que habría por las vertientes de la cordillera” (Lozano Machuca [1581] 1992:32).

Por tanto, el camino del despoblado no presenta recaudo, es decir, seguridad como el de la cordillera en el que “hay agua y pasto”, dice Lozano Machuca ([1581] 1992: 32), y se entiende que el despoblado se señala como un espacio yermo y estéril.

Por esos ismos años Alonso de Góngora y Marmolejo termina su Historia de Chile y dedica un escueto párrafo al despoblado de Atacama, cuando atraviesa Pedro de Valdivia, y destaca que no ocurrió nada notable o meritorio de destacar, por lo menos este cronista deja la sensación que el desierto-despoblado es transitable, sin novedad alguna: “Después de haberse proveído de bastimento para el camino, entró por el despoblado sin acaecerle cosa que notable fuese; llego al valle de Copiapó y desde allí prosiguieron su camino". (Góngora Marmolejo [1575] 1960)

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Según Claudio Gay, “…En los primeros años de la colonia española, estos dos caminos (del inka, en el despoblado y el de las cordillera) estaban frecuentados por naturales del país y aun por españoles; pero cuando se estableció un sistema de navegación entre el Perú y Chile, fueron abandonados casi enteramente, y no se ha vuelto a servir de ellos, a lo menos del de las Cordilleras, sino en últimos tiempos, gracias a la actividad comercial que la riqueza de las minas ha fomentado en esta provincia…”. (Gay [1865]1973: 292).

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Avanzando en el tiempo, los conceptos acerca del despoblado no cambian. A fines del siglo XVI, Pedro Mariño de Lobera, militar y cronista español, escribe su Crónica del Reino de Chile60. En esta obra reitera conceptos acerca del desierto – despoblado de Atacama. Relata de modo sucinto la llegada de Valdivia al valle de Atacama en los mismos términos que Vivar, confundiendo o mezclando información con los hechos ocurridos en la expedición de Almagro.

El cronista Lobera con su relato va configurando el imaginario de este espacio geográfico, al resaltar lo estéril y la muerte en el camino, desapareciendo el discurso de las posibilidades de transitarlos. Señala que el despoblado tiene 120 leguas y que la expedición de Valdivia pasó trabajos “excesivos”, lo que quiere decir, que fueron desproporcionados a lo que exige cualquier otro camino o ruta, por lo cual más vale no volver a pasar el despoblado. Esto es consecuencia de una imagen que se reitera y apodera de los relatos: “…por ser muy estéril y sin género de yerba ni agua, ni otro pasto para los caballos” (Lobera [1590 aprox.] 1865: 38).

La imagen geográfica que se comunica es la falta de vida y de recursos básicos (agua y pasto) para cabalgar. Agrega que las pocas aguas que existen en el desierto no sirven, son “inútiles” por pocas, por estar distanciadas unas de otras y por ser de mal sabor y calidad; “Las pocas aguas que fuera de la lluvia hay en estos desiertos, son tán inútiles que están en Jagüeyes a doce o trece leguas, o en algunos pocos manantiales donde corren clarísimas acequias de agua que convidan tanto con

su

transparencia

que

se

abalanza

a

ella

los

que

llegan

60

Mariño de Lobera (1528-1594) escribió la Crónica del Reino de Chile en sus últimos años y sus manuscritos fueron corregidos y editados por el jesuita Bartolomé de Escobar. El texto solo fue impreso en 1865, que es la edición que se utiliza en este trabajo.

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sedientos…dejando al gusto amargo más que acibar”61

(Lobera [1590

aprox.] 1865: 38).

Combina

luego

información

de

la

expedición

de

Almagro

con

datos

proporcionados por Vivar, conjunción de antecedentes que favorecen la asociación del despoblado con la muerte, y la ruta que lo atraviesa la podría ilustrar como “camino de los muertos”: “…así perecieron en él algunos y muchas más personas de servicio así indios como negros. Son tan ásperos y fríos los vientos de los más lugares de este despoblado, que acontece arrimarse el caminante a una peña y quedarse helado y yerto en pie por muchos años, que parece estar vivo, y así se saca de aquí carne momia en abundancia (sic)…estos cuerpos muertos…sirven de señales del camino, para no perderse” (Lobera [1590 aprox.] 1865: 38).

Lobera también nombra a dos iconos del desierto, el río Suncaemayu y el Anchallullac, reiterando sus cualidades más vistosas y sorprendentes.

En el caso del río Suncaemayu, río Salado o de la Sal, dice: “Ni es menos inútil el agua de un hermoso río de este despoblado, que siendo tan grata al aspecto, como la pasada, apenas se ha tomado en la mano, cuando está vuelta en sal” (Lobera [1590 aprox.] 1865: 38).

En este relato de Lobera, se señala que el agua tomada en la mano, no en vaso de plata o de arcilla, de modo casi instantáneo cuaja en sal, lo que releva su

61

“Acibar:; Sumo que se saca de la planta del mismo nombre. Es muy amargo, y de varios colores”. También”Amargura, sinsabor, disgusto” ( A.E 1822: 10).

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carácter transformador, que despierta la sorpresa y la curiosidad, además de la interpretación del pensamiento prodigioso.

Respecto del río Anchallullac, este aparece relatado con dos cualidades, sus buenas aguas y el “dejar de correr”. “Solo un río hay para consuelo de los pasajeros de tal condición, que a ciertas horas del día viene del monte a monte; y cuando se le antoja, se seca de repente al mejor tiempo; por lo cual le llaman los indios ancha llulla, que quiere decir rio mentiroso” (Lobera [1590 aprox.] 1865: 38).

En el relato, el río Anchallullac aparece desprovisto de sus horas exactas de escurrimiento y de las explicaciones originales de por qué fluye o deja de fluir. Para el cronista Mariño de Lobera, es por “antojo”. Aunque es destacable que el autor intente una nueva hipótesis para explicar el origen del agua y el régimen espasmódico del río. Agrega que, “Algunos dicen, que este río se origina de un grande lago que está en lo más alto de la cordillera, el cual crece y mengua, como la mar a la misma horas que ella, y así redundan en el arroyo las variedades de su principio”. (Lobera [1590 aprox.] 1865:38-39)62.

Entonces las crónicas del siglo XVI reproducen algunos aspectos del relato de Vivar, y agrega otros nuevos, destacando a los ríos Suncaemayo y Anchallullac como hitos del desierto, pero desaparecen las referencias al vallecito de El Chañar. Las crónicas recalcan en el imaginario geográfico a los dos ríos que se encuentran en un despoblado inhabitable y estéril, cuyo camino está marcado por la muerte y los muertos. Estas imágenes van paulatinamente solidificándose en 62

Esta información del gran lago en las alturas, hace un guiño a las explicaciones contemporáneas que intentó Reinhard (1983) para tratar de explicar el nombre de Llullaillaco. Véase Capítulo II.

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los relatos, aunque erosionados en sus contenidos o re-explicados con nuevos antecedentes, y en algunos casos, inventados e imaginados. Relevante de estas crónicas es que cierran el despoblado al tránsito y, por tanto, a la posibilidad de obtener nueva información geográfica.

3.2.- Crónicas e imaginarios geográficos del siglo XVII. En 1605, a inicios del Siglo XVII, Reginaldo de Lizárraga escribe la “Descripción del Perú, Tucumán, Río de la Plata y Chile”. En esta crónica el fraile dominico, aborda con precisión alguna información del despoblado de Atacama, en especial hace una buena descripción del camino o los caminos del despoblado. Señala la existencia de un sistema de guías indígenas del desierto, y rescata los ríos- iconos del despoblado, y hace un resumen de lo descrito por Vivar. “Caminando por aquí se llega a un rio que en la lengua de los indios, se llama Anchallullac, que quiere decir río gran mentiroso, porque verémosle correr particularmente a la tarde y parte de la noche, y si luego no se toma el agua necesaria y da de beber a los caballos, donde a poco rato no hay gota de agua, y no es río pequeño” (Lizárraga [1605] 1987:150).

Lizárraga altera el horario de escurrimiento del río Anchallullac, e insiste en explicar el origen de las aguas en nieves que se derriten de la cordillera nevada. Señala, “…y corre el agua a la tarde y parte de la noche cesa la corriente; por lo cual los que piensan a la mañana hallar agua, hállense burlados y la madre del río seca” (Lizárraga [1605] 1987:150).

Respecto del río Salado, de la Sal o Suncaemayu, entrega la información más elemental, y la acompaña de datos geográficos del comportamiento de los agentes atmosféricos. 114

“Hay otro río, que como viene corriendo el agua se va cuajando en sal. Por esa parte se mete mucho la mar hacia la cordillera, y en los tres meses dichos hace mucho frío y suelen caer nieves” (Lizárraga [1605] 1987:150).

Avanzado el siglo XVII, las crónicas del desierto-despoblado de Atacama se hacen más escurridizas para dar cuenta de este espacio geográfico. Por ejemplo, la crónica de Antonio de Herrera de 1615, denominada Historia de los Hechos de los Castellanos en las Islas y Tierra firme del mar Océano, solo refiere a las personas, los Castellanos y sus hazañas, y no entrega información específica acerca de los ambientes naturales.

En particular, Herrera se detiene en describir de modo breve lo realizado por Pedro de Valdivia. Su obra comienza a partir de su llegada al valle de Copiapó, lugar que describe como el primero del reino de Chile. Es decir, Herrera discrimina al despoblado como espacio digno de ningún relato, solo es posible comenzar a contar desde el valle de Copiapó.

El desierto-despoblado de Atacama, más que ser objeto de descripciones geográficas, comienza en este siglo XVII un espacio de demarcación política, una zona de frontera donde se encuentra y deslindan las administraciones coloniales, con lo que decaerá el interés por conocerlo o relatarlo con mayor detalle. Dice al respecto: “(Pedro de Valdivia) Castellano, y llegado a lo primero del Reino de Chile, que es el valle de Copayapo, que significa sementera de Turquesas, porque hay un cerro de muchas de ellas, y buenas, aunque por el abundancia son poco estimadas, no quiso poblar en él” (Herrera 1615: 7).

El lugar común de estos relatos referidos al valle de Copiapó, será decir su nombre “cementerio de Turquesa”. Sin embargo, Herrera, solo ingresa al 115

despoblado de Atacama por medio del relato del viaje de Monroy y Miranda de Chile a Perú, pero nada nuevo dice. “…un carnero, unos sacos de maíz tostado, y tomando los sacos en los arzones (el fuste delantero o trasero de la silla de montar) pasaron el despoblado que tiene noventa o cien leguas y llegaron al valle de Atacama” (Herrera 1615: 11).

Agrega el cronista, detalles no nombrados por Vivar respecto del matalotaje, pero consiente el compás o distancia del despoblado en 90 o cien leguas, lo que ya consolida el consenso respecto del cálculo de distancia.

Herrera insiste con las mismas palabras de Vivar en la feracidad del valle de Copiapó, las buenas cosechas, pero agrega que ya se producen alimentos traídos de España. Señala que siembran y cosechan, “…legumbres, y frutas, así de las naturales, como de las de Castilla se dan muy buenas y en abundancia” (Herrera 1615: 8).

Entrega el cronista Herrera una información que será relevante para entender el empobrecimiento del conocimiento del desierto, algo que ya había sido advertido por López de Velasco en 1575. Dice que el río Copiapó, desemboca en una bahía, “…que sirve de puerto, adonde los navíos pueden surgir” (Herrera 1615: 8).

Esto anuncia que las noticias frescas acerca del despoblado de Atacama seguirán disminuyendo a partir de mediados del siglo XVII, cuando el tráfico del comercio colonial y el traslado de mercancías se realiza mayoritariamente por mar63 (Molina 63

Según Sayago (1997[1874]: 236-237) mientras Copiapó fue una “…miserable aldea, todo el tráfico y comercio se efectuó por tierra, haciéndose…el camino del despoblado para ir al Potosí y al Perú... Cuando ya el cultivo de solares, chacras y haciendas y el laborío de minas, vinieron a

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2010a). El desconocimiento y la falta de relatos geográficos de viaje, va a solidificar el imaginario yermo del despoblado de Atacama.

Continuando en el siglo XVII, una nueva crónica avanza sobre información del despoblado. En 1622, Antonio Vásquez de Espinosa navega por la costa de Atacama, y escribe una crónica con información recogida al parecer de oídas acerca de algunos puntos geográficos del desierto-despoblado de Atacama. Reitera también en su relato los iconos geográficos del despoblado, a los que agrega nueva información, alguna imprecisa y otra de destacable precisión.

Lo primero que destaca es el carácter seco, yermo y estéril, lo ya dicho varias veces por otros cronistas: “…ni llueve, ni cae rocío, ni se acuerdan que por aquella región haya caído”.

Sin embargo, indica que existe un lugar en el camino entre Atacama y Copiapó, que se denomina el Pajonal donde existe un jagüey, es el único que existe por aquel desierto, afirmación valorable por la aguada, pero errónea respecto de la falta de otras aguadas en el resto del despoblado. Dice del jagüey del pajonal: “…fuente de agua para refrigerio de los pasajeros, sin que haya otro por aquel desierto”. (Vásquez de Espinosa [1622]1986. 131).

Al único jagüey que cree debe existir, agrega la imagen geográfica del territorio, cuyo trazado esta tapizado de arenales secos y terrenos lastrados de sal, una imagen apocalíptica, de las arenas y las sales que secan, sobre lo que ya está seco. Pero en medio de este espacio, destaca el cronista, surge un río mentiroso:

imprimir alguna importancia por el cambio y consumo de productos, entonces ya el partido de Copiapó logró habilitar un puerto para facilitar su naciente movimiento comercial. Este puerto fue el de la Caldera, cuya más antigua mención en los archivos se remonta a los años 1652 o 1653”.

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“…pasado seis leguas de arenales inhabitables, a que se queden a descansar en el, por ser dormida forzosa (Vallecito de Anchallulla), para poder caminar después los restantes arenales, los cuales están lastrados de sal”. (Vásquez de Espinosa [1622]1986: 131).

En este camino sobre arenales y sal, coloca lo ya dicho por Vivar. Agrega el consabido comentario de la muerte y la carne momia: “…los que mueren en aquel paraje se secan sin corromperse hechos carne momia” (Vásquez de Espinosa [1622]1986: 131).

Luego se detiene en el icono colonial del desierto-despoblado de Atacama, el río Anchallullac, y lo retrata como un verdadero peligro para los incautos y primerizos. Lo ubica a seis leguas de la aguada del Pajonal, pero altera los tiempos de ocurrencias y las consecuencias que provoca la crecida y retirada de las aguas del río en los viajeros y en los animales. Escribe que las aguas son torrenciales y que suben de tal menara que arrasan con mulas y personas, a manera de “Huaico”, palabra quechua que significa avenida repentina de agua, o “bajada de río”. “…Este valle se llama Hatunllulla, que quiere decir el gran mentiroso, porque suele hacer muchas burlas a los chapetones o bisoños que pasan por allí, por no saber la tierra…que no han llevado guía, quedándose a dormir en la frescura del valle, y las mulas maneadas, que unos y otros se han ahogado” (Vásquez de Espinosa [1622]1986: 131-132). No bastando con esta explicación de la ocurrencia de un posible “Huaico”, Vásquez de Espinosa altera el tiempo de ocurrencia, las avenidas de aguas o crecidas del río. Para el ocurren en la madrugada y a partir de estas ocurrencias de caudal explica el nombre Hatunllulla que se da al río. Estas avenidas de aguas relatadas por el cronista alteran al menos los horarios que Vivar da para que las aguas comiencen a escurrir, es decir a la salida del sol: 118

“..viene solo el agua que se ha derretido, llega después de la media noche una grande avenida, que dura dos o tres horas, la cual se lleva todo cuando haya por delante, esta es cierta, y ordinaria todas la madrugadas, y dura el tiempo referido, y como a los que no saben la tierra les ha sucedido desgracias, le han puesto a este valle por nombre Hatuntulla, que quiere decir

gran mentiroso, y engañador” (Vásquez de Espinosa [1622]1986.

132).

Estos relatos muestran un imaginario del desierto que está compuesto por ciertas descripciones que se reiteran, pero sus contenidos son dinámicos y van cambiando, manteniéndose algunas matrices inalterables. Se agregan las condiciones más extremas del desierto y los peligros, todo lo cual configura el modo de percepción del desierto-despoblado de Atacama.

A mediados del siglo XVII, un nuevo reporte aparece. Se trata de la Histórica Relación del Reino de Chile escrita por Alonso de Ovalle, en 1646. El autor está más preocupado de los sucesos del sur de Chile y dedica poca información al despoblado y los sucesos allí acaecidos64. Además, el jesuita, no conoce ni recorre el desierto, pero reitera lo ya conocido de su geografía. Cuando habla de Valdivia y su ingreso a Chile, relata que a la expedición le rondó la muerte, que pasaron hambre, frío, sed y que luego de estos sufrimientos llegaron al valle de Copiapó, nuevamente señalando que el topónimo se traduce como sementera de turquesas. “…y si bien estuvieron para perecer de fríos y hambre en el viaje (Valdivia y su gente), llegaron en fin y comenzaron su conquista…llegaron primero al 64

Alonso de Ovalle, cronista Chileno, nace en Santiago en 1603. Hijo de familia de encomenderos y hacendados, entre ellos de las tierras de Peñalolén, Puangue y Taguatagua. Estudia teología y se ordena sacerdote jesuita. En 1646 publica su obra “Histórica Relación del Reyno de Chile”. Fallece en 1651.

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valle de Copiapó, que significa sementera del turquesas” (Ovalle 2003: 229).

Ovalle cuando intenta describir la geografía del despoblado, solo escoge nombrar al río Suncaemayu o río Salado, y lo destaca en su nueva función, la de representación de un hito político o deslinde de la gobernación de Chile, pero no aborda ni describe el resto del desierto-despoblado de Atacama.

Dice: “Da principio a este reino (de Chile) en sus confines con el del Perú, en veinte y cinco grados el río que llaman Salado, el cual baja de la cordillera por un profundísimo valle, y son sus aguas tan saladas que no se pueden gustar, y cuando tal vez llegan los caballos a beberla, porque engañan fácilmente a la vista, por ser muy puras y cristalinas, se convierten en sal con la fuerza del sol, y así parecen aljofarados los cuerpos, donde alcanzaron a salpicarse con la cola” (Ovalle [1646] 2003: 50).

Luego Ovalle, pasa a describir el valle de Copiapó en los términos ya conocidos, valle fértil de buenas cosechas y como el río lo riega: “… el río Copiapó, en veinte y seis grados, el cual corre veinte leguas de oriente a poniente, y desemboca en el mar en una bahía que sirve de puerto a los navíos” (Ovalle 2003. 50).

Ya en la segunda mitad del siglo XVII, aparece una nueve e importante obra. Se trata de la Historia General del Reino de Chile, Flandes Indiano de Diego de Rosales, escrita en 1670, y considerada la primera historia de Chile. En este texto, el desierto-despoblado se institucionaliza como espacio de deslinde o frontera administrativa de las administraciones coloniales. Rosales comienza señalando que el límite norte de Chile confina con el desierto de Atacama, lo que marca la 120

importancia que ha adquirido la frontera en la medianía del desierto. Sin embargo no entrega mayores detalles del despoblado, y tampoco hace una descripción de sus características geográficas. El plan de la obra que escribe, analiza temáticas específicas y como éstas se encuentra expresada a lo largo de Chile, no hay una geográfica regional o corológica. Lo que interesa, es hablar de los que está poblado, reiterando que todo se inicia en el valle de Copiapó: “…lo que propiamente se llama Chile, y está poblado, empieza desde el valle de Copiapó” Rosales ([1670]1989: 173). Esta apreciación discrimina lo “no poblado” y deja fuera al desierto de Atacama. Tampoco aborda la geografía del desierto cuando trata el cruce e ingreso por el despoblado que hace Pedro de Valdivia. El despoblado aparece solo en los enfoques temáticos. Cuando aborda la minería y reitera lo conocido, que Copiapó es la cementera de Turquesas, y que en algún momento éstas se explotaron. Cuando trata de los ríos, solo hace referencia solo al río Anchallullac, -no considera al Suncaemayu o Salado- explayándose en sus contenidos, de modo fiel al relato de Vivar. Dice del gran mentiroso: “En el desierto de Atacama a las primeras jornadas del camino del Perú para este Reyno corre un pequeño Río encerrado en altas barrancas, con poco más de media vara de fondo, el agua es dulce, fresca y clara, sigue al sol en su corriente. Cosa maravillosa! Con tanta puntualidad, que podía servir de fidelísimo Reloj. Porque así que el sol se retira de nuestro horizonte, esconde el rio repentinamente (238) sus aguas sin que se halle una gota de agua en toda su caja, y al punto que vuelve a nacer el Sol repite también el rio su curso y el paso que va creciendo la luz del día y se va levantando el Sol a ese paso crecen sus aguas y se van aumentando hasta en cantidad de media vara. Por esta mudanzas o engaños que hace a la vista de los indios, le pusieron un nombre, que significa engañador, llamándole Anchallullac, que en lenguaje Peruano quiere decir

grande 121

engañador, y conservando ese nombre en testimonio de estas mudanzas le llaman también con él

los indios chilenos

de Copiapó”. Rosales

([1670]1989: 238-239).

Se puede decir que durante el siglo XVII se rescatan de modo diferencial y preferentemente iconos geográficos del desierto-despoblado de Atacama, referentes a dos ríos nombrados por Vivar, el rio Suncaemayu o río Salado y el río Anchallullac. Parecieran que estos ríos cuestionaran al desierto como paisaje sin aguas, pero en verdad es su comportamiento lo que sorprende y hace asombrosos los relatos, como si uno de éstos no pudiese faltar.

El río Anchallullac durante el siglo XVII mantiene su vigencia simbólica como marcador de un sitio especifico del despoblado y el río Suncaemayu o Salado adquiere el carácter de frontera. En estos relatos, el vallecito del Chañar ya ha desaparecido del imaginario geográfico del desierto y lo mismo le ocurrirá en el próximo siglo al río Anchallullac que será borrado de los relatos. Los ríos como iconos geográficos subsisten en este siglo que se va, a pesar que los discursos oficiales van empobreciendo la comprensión y descripción del desierto, que de ahora en adelante será entendido como espacio de frontera y división administrativa entre Chile y el Perú.

3.3.- Siglo XVIII, se esfuma la información tradicional del despoblado.

A principios del XVIII, las descripciones del despoblado comienzan a desparecer de los textos de los cronistas y viajeros, pareciera que el despoblado queda cada vez más lejano de la mirada de la administración colonial del reino de Chile y del Perú. Éste solo es nombrado por las autoridades hispanas como lugar de deslinde y separación entre Chile y Perú, que se erige como el nuevo estatus del imaginario del desierto –despoblado de Atacama.

122

En las primeras décadas del siglo XVIII, Amédée-François Frézier, un ingeniero militar francés, escribe uno de los últimos escritos que darán cuenta de los hitos geográficos del despoblado que se construyó hasta el siglo XVII. Reiterando la información producida por Jerónimo de Vivar en el siglo XVI, Frézier agrega nuevos contenidos convenientemente redactados, cuya escritura busca comunicar y reiterar una imagen ya consolidada del desierto, es decir, un espacio geográfico inhabitable y estéril.

Frézier visita en barco las costas de Chile, y se supone que la información del despoblado la recupera de “oídas” o de “leídas”. Escribe en 1716 su obra denominada Relación del Viaje por el Mar del Sur a las costas de Chile i Perú Durante los años de 1712, 1713 i 1714. En ella dedica un solo párrafo al desiertodespoblado de Atacama: “…desde Copiapó hasta Atacama en el Perú, el país es tan espantoso i desierto que ahí las mulas perecen por falta de pasto i agua. No hai en ochenta leguas más que un río que corre desde la salida del sol hasta su puesta; tal vez a causa de que este astro derrite la nieve i que de nuevo se conjela durante la noche, los indios lo llaman Ancallullac, es decir, hipócrita. De estas terribles montañas que separan a Chile del Perú, donde el frío es a veces tan intenso que se mueren allí conjelados los que transitan i toman el aspecto de hombres que ríen...” (Frézier [1716]1908:139). En este texto, Frézier acude a la información entregada por Vivar, aunque de modo parcial, por lo que el texto aparece reducido y escogido en sus partes constituyentes del imaginario dominante de los siglos anteriores.

Retrata el

despoblado como un “país espantoso”, donde las mulas, ya no los caballos, mueren por “falta de pasto y agua”. Calcula el despoblado en menos leguas, y nombra un solo río, el Anchallullac. Luego, habla del frío y los que mueren congelados en el desierto que “toman el aspecto del hombres que ríen”. Se retoma

123

el imaginario yermo inhabitable, territorio asombroso y peligroso, y el camino del desierto, es muerte.

Desde Atacama el conocimiento no es mejor. Juan del Pino Manrique, gobernador de Potosí en 1787, en su obra Descripción de la Villa de Potosí y de los partidos sujetos a su intendencia, trata del partido de Atacama, pero no da cuenta del desierto-despoblado de Atacama, solo refiere a que los anexos de Toconao, Sociare y Peine, el último el más meridional del Salar de Atacama, se encuentran casi abandonados. Recordemos que de Peine y Tilomonte se inicia el ingreso al despoblado en dirección a Copiapó. “…El (temperamento) de los anexos de Socaire y Susquis es igualmente destemplado, por su situación inmediata a la Cordillera de Chile, y cuya causa

hace

también

que

estén

casi

despoblados,…

Aunque

el

temperamento del anexo de Peyne es más benigno por la mayor cercanía a la costa, se halla también casi despoblado, porque sus proporciones productivas no sufren residencia fija” (Pino Manrique, [1787]1836: 15).

En este informe, al igual que otros relatos coloniales provenientes de la Audiencia de Charcas o del Virreinato de Lima, no se hacen referencias específicas al despoblado de Atacama, solo se le nombra como deslinde con la Gobernación de Chile, sin enunciar los hitos geográficos que demarcan a estos territorios.

En el mismo tenor es el informe de Cañete y Domínguez, Gobernador interino de Potosí, que en 1791 escribe un informe sobre el Partido de Atacama, y respecto del despoblado de Atacama, comenta solamente que allí se encuentra el límite con Chile. “Este partido se dilata… a poco más de 100 leguas desde el Río Salado , que lo divide del Reino de Chile, hasta el Loa” (Cañete y Domínguez [1791] 1974). 124

Ocurre lo mismo con la obra de Carvallo y Goyeneche65, que se denomina Descripción Histórico-Geográfica del Reino de Chile, escrita en 1796. Esta es una geografía institucionalizada, donde la visión del despoblado de Atacama parece ser lo referido a los límites de la gobernación de Chile y algunas actividades económicas del valle de Copiapó. Ya no existen las referencias a los legados de Vivar, y no hay relatos del desierto. Cuando se aproxima a este territorio, entonces escribe un relato institucionalizado66: “(Copiapó) Esta es la provincia de Chile más septentrional. Se divide del Perú por los mismos términos que se separan los dos reinos….” (Carvallo y Goyeneche [1796] 1875: 64, T.I).

Carvallo y Goyeneche no da señales de la geografía del límite que se supone esta en medio del desierto y no señala cuáles son esos “términos que separan esos dos reinos”, al igual que lo hace el Gobernador de Potosí, del que depende el partido de Atacama. Solo cuando habla de los deslinde norte del reino de Chile señala que; “Por el norte o septentrión linda con el Perú, y le divide un despoblado de ochenta leguas, que lleva el nombre de Atacama” (Carvallo y Goyeneche [1796] 1875: 6, T.I).

Esta información es general y no especifica detalles de la geografía del despoblado. En ella se reivindica la frontera virtual en el desierto. Luego, sentencia la imagen general que acompaña al desierto-despoblado de Atacama: 65

Vicente Carvallo y Goyeneche, nace en Valdivia, Chile en 1742 y fallece en Buenos Aires, en 1816. Es autor de la Descripción Histórico-Geográfica del Reino de Chile (1796), obra que permaneció inédita por 80 años, hasta que fue publicada entre 1875 y 1876. 66 Carvallo y Goyeneche solo anuncia en su crónica que en Copiapó ya ha surgido la actividad minera, al nombrar que en el distrito de Copiapó, y en su cordillera, existen 25 minas de oro en explotación, 13 de plata, y cuatro de cobre.

125

“(en)… el despoblado de Atacama… no se encuentra agua, leña, ni cosa alguna de las indispensables para vivir” (Carvallo y Goyeneche [1796] 1875:11).

Solo en la descripción de los ríos de Copiapó, el cronista se obliga a nombrar los existentes en el desierto-despoblado de Atacama. Señala que existen cuatro ríos al norte de Copiapó, los que no sirven para la agricultura, y solo se detiene en el río Salado, donde evoca la descripción original de Jerónimo de Vivar. “Llueve rarísima vez, i muy poco; i aunque tiene diez ríos (la provincia de Copiapó) contribuyen poco a su fertilidad. A la parte septentrional de su capital, tiene cuatro, tres de ellos tan pequeños que ni aun llevan nombres, i ya sea a causa de su inutilidad. El otro baja de los Andes, pero por una hondonada de terreno arenisco: así que no se puede hacer uso de sus aguas. Este es el río Salado, que desemboca al mar Pacifico en los 25º de latitud. Sus aguas son saladas, i presentan abundante sal, i de mejor sabor i color que la común”.(Carvallo y Goyeneche [1796] 1875: 65, T.I).

Este último relato de fines del siglo XVIII evoca ríos que no tienen nombres, con aguas inservibles, destaca el río Salado igualmente improductivo, y hace la misma descripción

que

recorren

los

textos

coloniales.

Hay

efectivamente

un

empobrecimiento de la comprensión geográfica y desvalorización de este espacio, concebido e imaginado como yermo, inhabitado e inhabitable. Cuestión que no cambiará en las décadas que restan para el término del periodo colonial hispano y la emergencia de las repúblicas.

126

Conclusión capitular.

Durante el siglo XVIII, el conocimiento geográfico del desierto-despoblado de Atacama, llega a su mínima expresión. Este territorio pasa a ser descrito de modo general y casi sin mayores referencias, que no sea la realizada a dos ríos, uno de ellos nombrado como hito demarcador de un despoblado que ha pasado a ser territorio de separación administrativa y virtual, y otro que subsiste en el relato por su carácter prodigioso y la condición de inhabitable y yermo.

En estos relatos de cronistas y funcionarios del poder, desaparece el valle del Chañar y el camino que une Atacama y Copiapó. Se privilegian los hitos de fronteras, sean éstos un río o los monolitos del Inca. Son relatos de imágenes empobrecidas, sucintas, provocadas por la falta de conocimiento del desierto. Relatos redactados por las administraciones alejadas de Atacama y Copiapó.

El desierto-despoblado de Atacama en el siglo XVIII ha terminado siendo la imagen de una frontera política-administrativa, dejando de lado la imagen geográfica de los siglo XVI y XVII que refieren a este territorio como un espacio peligroso pero prodigioso, en cambio a fines del siglo XVIII, el desierto-despoblado aparece como territorio abandonado, desvalorizado, desconocido y marginal al interés de las administraciones coloniales de Santiago y Lima, como un espacio plano, estéril, estático, colmado de riesgo y de peligros, por medio del cual atraviesa una frontera política.

Vemos que durante los siglos coloniales sistemáticamente se va reduciendo la comprensión y descripción geográfica que proporciono Vivar. Solo se reiteran algunos iconos, contrapuesto a la idea general de desierto, que son los ríos, y el agua. Por ello perduran en el imaginario geográfico hasta el siglo XVIII estos dos ríos, el Anchallullac y el Suncaemayu, este último un accidente geográfico destacable para construir una frontera en un espacio que mayormente se está percibiendo como inhabitable. 127

El imaginario geográfico que se constituye en el desierto-despoblado de Atacama, se inicia en el desprendimiento de su carácter transitable y atravesable, ya sea porque el Camino del Inca queda en desuso y estropeado, o porque la navegación, el comercio y la comunicación comienza en el siglo XVI a efectuarse por mar. Luego, si el desierto queda cerrado, por tanto, impenetrable, entonces el imaginario releva las características que impiden hacer cualquier intento por introducirse en éste, mostrando los discursos coloniales sus peligros y riesgos, la falta de agua y pastos, y las evidencias de la muerte. Un discurso que expone su carácter yermo, inhabitable y estéril. Solo subsisten los ríos prodigiosos de Vivar, que quedan como iconos del desierto.

El imaginario geográfico yermo, inhabitado e inhabitable de los primeros siglos coloniales, se le agrega otro de índole distinta, el desierto-despoblado de Atacama se va transformando durante los siglos coloniales en un espacio plano, uniforme, desconocido, donde se traza una raya imaginaria que representa la frontera política, entre jurisdicciones coloniales. Llama la atención que este límite este siendo constantemente invocado en cada escrito colonial pos Vivar, a través de las administraciones coloniales, sin que se conozca el y los lugares geográficos por donde transcurre la línea divisoria. El imaginario y la geografía sufren desde el poder un empobrecimiento, que deja el desierto en el abandono y como objeto de futuras y delirantes disputas geopolíticas.

Sin embargo, esta imagen creada desde los centros de poder constituye solo una parte de la mirada al desierto-despoblado de Atacama, por cierto hegemónica. Pero, es posible encontrar en los mismos textos de cronistas, pequeños fragmentos que hacen aportes al conocimiento geográfico de este espacio, las que comparadas con algunas informaciones y relatos locales diversifican el conocimiento del desierto-despoblado de Atacama, más allá de los imaginarios geográficos que los cronistas posteriores a Vivar construyeron.

128

Finalmente, desde un perspectiva dinámica del imaginario del desierto de Atacama, este evoco primero un espacio que estaba despoblado, ya sea por no encontrar asentamientos indígenas permanentes o temporales o por los que había ya no estaban, para pasar a caracterizarlo como espacio inhabitable, cerrándose cualquier posibilidad de encontrar recursos naturales para asentamientos al interior de este. Esta transición estuvo favorecida por el paso de un imaginario de diversidad geográfica que lo hacia atravesable, a otra de empobrecimiento ambiental que lo describe como intransitable y por tanto, cerrado al conocimiento. Ingresar a este espacio era encontrarse con caminos plagados de huesos humanos, para encontrar la muerte traicionera. Por ello, los contenidos internos del desierto-despoblado quedan sujetos a la caracterización de yermo, estéril, lugar sin aguas, ni pastos, de cien leguas de arenales. Un lugar donde no llueve, ni cae rocío. Donde hay cuerpos incorruptibles de los muertos, algunos que parecen que ríen. Solo se releva en esta imagen general los hitos prodigiosos de los ríos a los que le exageran los efectos o se les cambia los horarios de escurrimiento a la discreción de cada cronista.

Junto a esta descripciones que empobrecen el relato y fijan las condiciones más extremas y que hacen sentido épico o maravilloso a los cronistas, surgen y se impone lentamente la imagen de un espacio de frontera, ya no solo natural, sino política, allí esta el lugar se dividen las administraciones coloniales.

En ningún caso se podría aseverar desde el análisis geográfico de época, lo señalado por Vicuña (1995; 45) que el despoblado “representó una suerte de paréntesis, una fisura o gran falla en la configuración espacial urdida sobre el continente, en el transcurso de los siglos coloniales”. Más bien fue empobrecido y marginado, pero nunca obviado u olvidado, pues si algo se reitera en el imaginario, es su carácter virtual de fronteras, lo que traerá a fines de la colonia la discusión de la posesión de dichas tierras, el surgimiento de los artilugios jurídicos del Uti Possidetis alimentado por un malestar chovinista entre los detentores del poder, con efectos hasta nuestros días, y que se fraguó ya en los siglos coloniales 129

Plano General del Reyno de Chile en la América Meridional, de Andrés Baleato, cosmógrafo, director de la Escuela Naútica de Lima, hecho a petición del Virrey del Perú, Francisco Gil de Taboada y Lemus, 1793.

Detalle del mapa anterior, que muestra el Desierto de Atacama vacío, salvo por el trazado del Camino de Inca, entre San Pedro de Atacama y Copiapó. 130

REFLEXIONES Y CONCLUSIONES

1.- La primera reflexión que surge del examen de los relatos geográficos de los cronistas coloniales, es que pareciese haberse producido una involución respecto del conocimiento del desierto-despoblado de Atacama. Mientras la crónica de Jerónimo de Vivar, podríamos decir, es rigurosa en la relación de hechos y descripción geográfica, y busca ser verdadera en sus relatos, los posteriores cronistas, tienden a repetir y empobrecer los aportes al conocimiento del desiertodespoblado de Atacama. Esta situación es comparable con lo que ocurría en la geografía medieval y renacentista.

Mientras la geografía de la Edad Media se basaba principalmente en la reproducción de mapas,

relatos, y la construcción de territorios imaginarios e

imaginados, la geografía renacentista buscaba describir corológicamente los lugares y se basaba en la constante exploración y descubrimiento de nuevas tierras o de fenómenos geográficos, e incluso echaba mano a medidas de la geografía matemática o cosmográfica para situar algunas regiones o lugares específicos. Para ello requería de herramientas y vocabulario que permitiera describir e intentar comprender los paisajes geográficos, como los conceptos que utiliza Vivar, tales como Compás, Legua, Constelación, Temple, Valles, Sierras y Despoblados,

con los cuales hace una pormenorizada descripción del gran

despoblado de Atacama. Esta descripción tiene como aval, lo visto y lo oído.

Enseguida de la publicación de la obra de Vivar en 1558, se esperaría que ésta fuese la base para nuevos avances en las descripciones y conocimientos geográficos, como fue su propia obra respecto del aporte de Cristóbal de Molina (1553). Pero no ocurre así. Con los cronistas posteriores a Vivar se estancan los conocimientos del desierto-despoblado de Atacama, tanto a nivel del discurso,

131

como de las descripciones geográficas, lo que empobrece y demuele el saber colonial respecto del gran despoblado.

Todos los cronistas posteriores, la mayoría vinculados a las esferas del poder burocrático, eclesiástico o militar, en vez de aportar nuevos y mayores descripciones del desierto, se dedican a reproducir algunos de los contenidos del informe de Vivar. Y lo hacen durante todo el periodo colonial, con el agravante que cada cual lo va mermando, alterando, inventando o imaginando situaciones asombrosas para incorporarlas como nuevas explicaciones al comportamiento de algunos hitos geográficos, principalmente los ríos Anchallullac y Suncaemayu. En este sentido, la reproducción de los contenidos geográficos aportados por Vivar se va reproduciendo por casi tres siglos, a la vez que se van erosionando los relatos, demoliendo los contenidos y sujetando las descripciones.

Estamos en presencia de un conocimiento geográfico que se reduce y luego se le imagina. Esto me lleva a plantear que existió una alteración o involución en el conocimiento del desierto-despoblado de Atacama, pues los cronistas coloniales en virtud de una reducción, omisión o desconocimiento de

la geografía del

desierto-despoblado y de los aportes de Vivar, efectúan una práctica de la geografía medieval, precisamente en los mismos siglos en que avanzaba la geografía renacentista. En contrario census, la geografía renacentista queda enclaustrada en la crónica de Vivar y estancada en el siglo XVI. Después de ella, le sobreviene un periodo de “oscuridad” respecto del conocimiento del desierto, y aunque efectivamente se hubiesen producido algunos nuevos aportes a su descripción y comprensión, éstos no transcendieron y no permearon los discursos de los cronistas coloniales. Esa cerrazón respecto del desierto-despoblado de Atacama, continuó incluso en el periodo republicano, con altos y bajos, e incluso permeó a las ciencias sociales hasta tiempos recientes.

132

2.- ¿Por qué se produce este “oscurecimiento” en el conocimiento geográfico del desierto-despoblado de Atacama?

La primera reflexión que me surge es que luego de Cristóbal de Molina y de Jerónimo Vivar, los cronistas escriben de “oídas” o de “leídas” acerca del gran despoblado, a diferencia Vivar, que recalca en varios pasajes de su crónica la frase “lo cual yo vi ”.

Ver, mirar, observar es muy relevante para hacer geografía, y para ver hay que estar. Esa es la ventaja de Vivar, el recorre y conoce los lugares que describe, los que aprehende con sus categorías geográficas, con sus explicaciones de sentido común y con autos de fe. Allí, in situ, al lado del río Anchallullac o cerca del Suncaemayu o descansando en El Chañar, es capaz de elaborar sus descripciones, tomar el compás, los horarios o las alturas del sol, y hacer las descripciones y construir

explicaciones. A lo largo del viaje, logra hacer un

ejercicio comprensivo-reflexivo para describir el temple y constelación del desiertodespoblado, y pone atención en todo lo que lo rodea y observa, para después incluirlo en su copiosa relación. ¿Puede hacer lo mismo un cronista-geógrafo que no ve, que no recorre, que no conoce esos lugares? La respuesta obvia es no, pues sus aproximaciones son virtuales, aborda el desierto-despoblado a través de un texto o de una conversación. Y digo esto pues todos los cronistas posteriores a Jerónimo de Vivar que he citado en esta investigación, no recorren, ni conocieron el gran despoblado. Por tanto, deben recurrir a descripciones de oídas o bien utilizar las crónicas anteriores, especialmente la de Vivar. Pero, estas nuevas descripciones del desierto, ahora virtuales, quedan al arbitrio del nuevo cronista. Éste ya no puede agregar nuevos antecedentes o profundizar el conocimiento corológico, por tanto, le quedan tres caminos; el primero es citar sin mayores alteraciones lo señalado por Vivar y dar crédito a este conocimiento geográfico; la segunda posibilidad es alterar el texto con redacciones imaginarias o agregando nuevos antecedentes capturados de oídas, como vemos que ocurre con muchos testimonios que reproducimos, especialmente en torno a las explicaciones del 133

comportamiento y horarios de escurrimientos respecto del “rio mentiroso”; y la tercera posibilidad, es omitir la descripción o bien reducir la información hasta el punto que se extingue el sentido original. Esta última opción es la más recurrida por los cronistas coloniales que abrevian información, y empobrecen la descripción y la comprensión del desierto–despoblado de Atacama. En este proceso de “oscurecimiento geográfico” de la comprensión del desierto, opera otro factor relacionado con el impedimento de acceso físico a las tierras del gran despoblado. En efecto, tempranamente en el siglo XVI, asistimos a una clausura de este espacio a la descripción geográfica, lo que dice relación con los intereses del poder colonial. Las crónicas son instrumentos narrativos del poder, revelan discursos y hazañas de los conquistadores, luego de los gobernantes y en ocasiones, reflejan la actividad económica más importante.

Por ello, al

desecharse el Camino del Inca como vía de comunicación y comercio en el desierto-despoblado de Atacama, entonces el foco de atención de las crónicas y relaciones se desplaza a los nuevos epicentros. Ocurre entonces que si la antigua ruta deja de ser objeto de atención del poder, la mirada se aleja de ella, que es lo que acontece en el despoblado.

Los propios cronistas del siglo XVI señalan que el Camino del Inca ha quedado en desuso. Entonces se produce un “sellado” de este espacio despoblado pues no interesa obtener nuevas relaciones geográficas,

lo que desmerece el

conocimiento de este territorio. Si no hay movilidad o travesía por el desierto, entonces no hay posibilidad de generar nuevos conocimiento basados en los visto y lo vivido. Por tanto, las crónicas posteriores a Vivar solo hablan de oídas, al prescindir los cronistas del conocimiento in situ de este espacio.

Esta reflexión presenta un desafío epistemológico para la geografía de época y contemporánea. ¿Cómo se conoce en geografía? ¿Se hace geografía cuando no se practica lo visto? ¿Cómo se define a un geógrafo renacentista y a uno contemporáneo? Se constata que los cronistas post Vivar hacen uso de las 134

crónicas previas o de información de “oídas” para describir el desierto-despoblado de Atacama. No van al terreno con preguntas, y eso inevitablemente provoca pérdidas relevantes de observaciones e información en los relatos geográficos, lo que tiene como consecuencia el “oscurecimiento” de la comprensión y descripción del gran despoblado. Ocurre hoy en día, cuando se hace geografía solo con uso de técnicas, sean estas sofisticadas o no, como percepción remota o el diestro manejo de sistemas de información geográfica, ambos fetiches si no hay preguntas movilizadoras. Sin observación de terreno, sin preguntas, sin descripciones, conocido,

en vez de hacer avanzar, la geografía reproduce lo sabido y

aggiornando

malamente

sus

resultados,

pues

no

aportan

necesariamente nuevos conocimientos o comprensiones a las ciencias sociales.

Debo decir que el desconocimiento o depreciación acelerada de la comprensión geográfica

del

desierto-despoblado

de

Atacama,

es

un

producto

del

empobrecimiento de las descripciones corológicas. Esto alejó a la geografía colonial de alcanzar una comprensión y descripción de este espacio, el que a fines del periodo colonial, era prácticamente inexistente para la geografía, solo era un espacio nominal de frontera, sin geógrafos.

3.- A partir del conocimiento primigenio o de las posteriores descripciones del gran despoblado, se constituyeron imaginarios del desierto-despoblado de Atacama que fueron mutando durante los siglos coloniales, cambiando los contenidos e imágenes que se proyectan de este espacio.

El imaginario geográfico que comunica Vivar, es de un desierto de Atacama que forma un espacio diverso y complejo, y ello es cosa admirable. Señala que pese a la escases de aguas, leña, el viento frío, y la sequedad ambiente, se atraviesa: “… y con todos estos trabajos se pasa este despoblado”, anota Vivar. Agrega que el desierto no es un espacio plano, amorfo o de una geografía ramplona. No, el describe relieves y ríos asombrosos, señala valles prodigiosos, y da cuenta del camino y el viaje y sus alternativas, además de los cuerpos de personas muertas 135

que allí se encuentran. El imaginario geográfico que construye Vivar, es comunicar que el gran despoblado como un espacio escaso de recursos, estéril, pero diverso y que conociéndose su geografía, es posible atravesarlo y comprenderlo.

Posteriormente, el imaginario del desierto, cuando deja de ser transitado y queda de algún modo clausurado a nuevos conocimientos geográficos, desaparecen las nuevas descripciones del Camino del Inca y con ello se desarticula la variable principal del imaginario de Vivar: el despoblado es transitable. A fines del siglo XVI, comienza configurarse un imaginario geográfico que destaca que dentro de su desconocida geografía existen ríos de comportamiento asombroso, pero se encuentran en un espacio impenetrable, donde no hay agua, pastos y donde habita la muerte. Se encarga el nuevo imaginario de transferir la idea que el desierto no es transitable, pues habitan el peligro e hitos prodigiosos, lo que es observable a fines del Siglo XVI y durante todo el siglo XVII.

Enseguida, el imaginario migra o se traslada a una dimensión que prácticamente renuncia al conocimiento geográfico del desierto-despoblado de Atacama, para transformar a éste en un espacio plano, en el que lo único que se releva son sus condiciones de inhabitables y dentro de este una frontera, un límite entre administraciones coloniales, una separación desconocida que se ignora por donde pasa exactamente, donde desaparece la importancia del conocimiento geográfico.

De tal manera que si deseásemos conocer el espacio geográfico del desiertodespoblado de Atacama en el siglo XVIII, nos sería relativamente difícil comprenderlo a partir de estas narrativas de los cronistas y viajeros, pues en estos textos la geografía solo se limitan a destacar enunciados geopolíticos o de divisiones administrativas. Sobre el desierto solo queda una o más rayas que representan el límite entre gobernaciones, que nadie sabe donde están localizados y las características del paisaje.

136

4.- La descripción geográfica de Vivar en este contexto se revela como el principal texto de relaciones y crónicas para conocer la geografía del desierto-despoblado de Atacama. El demuestra que existe una geografía de época, que es tributaria tanto del Medioevo como del Renacimiento Europeo, que en su ensayo de geógrafo, no solo colma sus argumentos de observaciones objetivas, de interpretación o modelos de las ciencias de esos momentos, sino también concurren en los escritos y narrativas geográficas el sentido común y las creencias religiosas. Todas ellas aparecen en las descripciones geográficas de los distintos hitos geográficos del desierto. Pienso que Vivar es un estupendo geógrafo de época, él nos comunica la comprensión del desierto-despoblado como un espacio complejo y diverso, donde están intrínsecamente unidos la trama cultural y el paisaje, la relación inseparable entre el hombre y la naturaleza.

5.- Concluyo diciendo que esta investigación, más que cerrar la discusión y las temáticas geográficas referidas al desierto-despoblado de Atacama en el periodo colonial, ella invita a abrir el debate y el estudio.

Personalmente tengo más preguntas que certezas. Me estimula intentar hacer un esfuerzo por abrir el desierto de Atacama, post Vivar, y concebir la posibilidad de volver a transitarlo, explorarlo y recorrerlo, acudiendo para ello a los documentos y otras fuentes locales de información. Me interesa realizar una especie de arqueo-geografía de los textos, para encontrar fragmentos que den cuenta de descripciones o información del interior del despoblado. Requiero analizar la cartografía desde la propia cartografía y sus representaciones. Esta es una fuente de inmejorable valor y un gran desafío su desciframiento, pues se requiere ver los mapas como los geógrafos de época, para a la vez entender sus sentidos, sus gráficas y sus omisiones de las que nos habla Harley (2001). Se trata de hacer una geografía de época que se desplace por el tiempo y el espacio sin restricciones disciplinarias. Este desafío intelectual es un producto de la reflexión de este trabajo, pero, a la vez, una necesidad concluyente; estoy convencido de 137

los importantes aportes que puede hacer la geografía a las ciencias sociales y ayudar a entendernos a nosotros mismos.

EPÍLOGO

¿Los lugares señalados por Vivar son los únicos del desierto? ¿Hay más ríos o jagüeyes en el desierto que estén identificados o localizados por la geografía colonial? ¿El desierto durante la colonia siguió siendo transitado? ¿Quiénes lo traficaban? ¿El Camino del Inca era la única ruta para unir los valles? ¿Qué se estaba articulando a través de estos caminos? ¿El despoblado era solo un lugar de paso o existieron asentamientos permanentes o semi permanentes o temporales o estacionales durante la colonia? ¿Quiénes sería estos habitantes? ¿El desierto era estéril en su totalidad o había lugares para la caza, para las prácticas ganaderas y agrícolas o para la minería? ¿Existen otras formas de interpretar y leer el desierto? ¿Es posible la existencia de un etnogeografía o de una arqueo-geografía? ¿Los derroteros de minerales son mapas literarios o mentales? ¿El despoblado durante la colonia fue efectivamente un despoblado? Son algunas interrogantes que me surgen, luego de haber concluido esta importante y apasionante investigación geográfica, la que aquí concluyo.

Gracias.

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