El cuidado de sí

July 8, 2017 | Autor: Anibal Rivera Dàvila | Categoría: Filosofía, Filosofía contemporánea, Ética
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Descripción

La Epimeleai heautou (ἐπιμελείας ἑαυτ) o "inquietud de sí mismo" fue una noción griega "muy compleja y rica", que tuvo vigencia durante toda la antigüedad occidental. Los latinos tradujeron la nombrada noción como "cura sui" que traduce como "cuidado de sí mismo". El filósofo francés Michel Foucault abre la primera hora de la clase del 6 de enero de 1982, recogida en el libro póstumo hermenéutica del sujeto, buscando el hacer salir a la luz, hacer surgir, el origen de esta "expresión".
El filósofo francés encuentra que esta noción fue marginada y humillada por el pensamiento occidental. Pero, que en la misma se encuentran las bases fundacionales de las relaciones sujeto y verdad.
Como sabemos en su libro Las palabras y las cosas Michel Foucault muestra a todas luces que las ciencias humanas, establecidas como formas discursivas concretas entre 1775 y 1825, nacen con ambigüedades no resueltas, que hacen de su objeto de estudio sospechoso. Estas ciencias cuyo objeto es el "hombre", que no es sólo a la vez el sujeto del saber, sino quien se constituye a sí mismo en objeto de estudio; arrastran tras de sí los problemas propios y cruciales de su objeto.
Comúnmente se tiene que la cuestión del sujeto (cuestión del conocimiento del sujeto, cuestión del conocimiento del sujeto por sí mismo) se inicia, surge, con la formulación del precepto de la religión apolínea "conócete a ti mismo" (γνῶθι σεαυτόν). El filósofo de Poitiers duda de la certidumbre de esa aseveración, de ese constructo, y planea hacer un ejercicio de "arqueología" alrededor y sobre el templo de Delfos, lugar (τόπος) clave para hacer evidentes las "relaciones" originarias entre "la epimeleia heautou y el gnothi seauton" Es decir, su trabajo será mostrarnos en qué forma se entablaron originalmente en occidente las relaciones entre la inquietud de sí y el conocimiento de sí mismo.
Epicteto escribió en sus pláticas que el precepto "conócete a ti mismo" fue grabado sobre la piedra ὁ πρόναος (o pronaos) ¸ es decir delante del templo, de Apolo en Delfos, porque este era el "ὀμφαλός" (omphalós, ombligo) del "κόσμος" (universo). Como centro de la comunidad humana, el templo de Delfos, era un recinto sagrado. Allí, los piadosos de todo el mundo podían ir a consultar directamente la voz (λóγος) del dios (θεῖον). Los diferentes preceptos alrededor del templo le indicaban, exhortaban, al piadoso una forma para hacer de la consulta, de la ceremonia, algo más sustanciosa. El sujeto que buscaba al dios debía seguir "una especie de reglas, de recomendaciones rituales, relacionadas con el acto mismo de la consulta" Estas reglas u ordenanzas no eran un principio general de ética, ni nada por el estilo, sino, algo así como exhortos, invocaciones, a la prudencia del sujeto al momento de encarar al dios.
Las exhortaciones le indicaban al sujeto parte de lo que buscaba conocer sobre sí mismo. La primera exhortación era el "meden agan" o "nada en exceso", que mostraba que no era conveniente hacer demasiadas preguntas, y que lo que podemos conocer es limitado. La segunda exhortación se conoce en su formulación griega como los "eggua, para d'ata" o "comprometerse acarrea desdicha". Esta segunda exhortación se refiere a que si se estamos buscando al dios de forma sincera no es sensato hacer votos o comprometerse en otros asuntos. Por ultimo tenemos el "gnothi seauton" o "conócete a ti mismo", este precepto se ha interpretado como un llamado a examinarse bien a sí mismo, en razón a lo que se quiere conocer y preguntar. También, se ha considerado como un llamado al autoconocimiento como ser mortal, y como una invocación a la piedad frente a las potencias divinas.
En la filosofía el precepto "conócete a ti mismo" aparece alrededor del personaje de Sócrates. Tanto Jenofonte como Platón hablan del filósofo mayéutico, al que el propio dios Apolo le dio la misión, la función, de hacer que sus conciudadanos atenienses se "ocuparan de sí mismos". Sócrates habría de haber encontrado su lugar (taxis) en el mundo después de consultar al dios. Su lugar asignado le fue destinado por las divinidades para hacer el trabajo de despertar a sus compatriotas del sueño de la vida, es decir, de llevarlos de la despreocupación infantil al ocuparse de sí mismos.
Lo que Sócrates, Platón y Jenofonte nos hablan de la preocupación por el cuidado de sí no fue suerte de fenómeno aislado, si lo fuera no estuviéramos hablando sobre el tema, sino que confirman una regla de la antigüedad. Epicuro enseñaba en su jardín que "todo hombre debe ocuparse día y noche y a lo largo de su vida de su propia alma" El filósofo de Samos hablaba del ocuparse de sí mismo utilizando el término medico θεραπεύειν que en la antigüedad era un verbo con "valores múltiples". El verbo hacía referencia al cuidado del alma humana, también hacía referencia al servicio sobre el amo por parte del siervo, al igual que refería al servicio que se ofrecía al dios dentro del culto. El θεραπεύειν era un cuidado minucioso, medico, del sí mismo. Foucault nos dice que al igual que en Epicuro tanto para Seneca como para Epicteto la noción de epimeleia heautou era central.
Dentro del mundo helenístico, el mundo posterior al reinado de Alejandro Magno, "el cuidado de sí mismo" era considerado "el principio de toda conducta racional", de toda racionalidad moral. Tanto Filón de Alejandría como Plotino continuaron el trabajo, la misión, socrática de exhortar al ser humano a cuidar de sí, de su alma, de su ser. Misión que por la propia gravedad del asunto cae dentro del ascetismo cristiano naciente. En sujetos como Metodio de Olimpo, Basilio de Cesarea y Gregorio de Nisa, este último considerado padre de la iglesia, consideraba que el cuidado de sí era necesario para conservar y dar impulso al hombre hacia lo divino.
Michel Foucault nos dice que en "el tema de la inquietud de sí" tenemos una noción filosófica "precoz que aparece claramente desde el siglo V a.c." y que atravesó "hasta los siglos IV y V d.c., toda la filosofía griega, helenística y romana, así como la espiritualidad cristiana" Existe todo un "corpus" que desarrolla esta noción, que define su forma de ser, que aclara la actitud que la reviste, sus formas de reflexión y sus prácticas. La "inquietud de sí" es por lo tanto "un fenómeno extremadamente importante, no sólo en la historia de las ideas o las teorías, sino en la historia misma de la subjetividad o, si lo prefieren, en la historia de la practicas de la subjetividad"
Llegados a este punto hemos de preguntarnos con el autor francés: ¿Cómo pudo suceder que se privilegiara tanto, se atribuyera tanto valor e intensidad al "conócete a ti mismo" y se dejara de lado, al menos en la penumbra, esta noción de inquietud de sí? ¿Por qué de ese privilegio del gnothi seauton a expensas de la inquietud de sí? Como lo hemos venido explicando la inquietud de sí reviste o se conforma como una serie de ejercicios, de prácticas filosófica y espirituales que tienen como destino "ocuparse de sí mismo", "cuidar de sí", "retirarse hacia el sí mismo", "retrotraerse en sí mismo", "complacerse en sí mismo" "ser amigo de sí mismo", "cuidarse", "respetarse" entre otras consideraciones. Foucault aclara de forma precisa que hay ciertas tradiciones que nos hacen desistir de darles un valor positivo a todas esas formulaciones y, "en especial, de hacer de ellas el fundamento de una moral" Todas estas exhortaciones al cuidado de sí, a la exaltación del sí mismo, a rendirse culto, nos suenan a un desafío, a bravata, a una voluntad de ruptura ética, a una afirmación desafiante de un estadio estético e individual insuperable o, a un repliegue del individuo incapaz de sostener una moral colectiva. Es decir, sobre nosotros se han vertido prejuicios terribles que nos han alejado de la preocupación natural sobre nuestro cuidado, que fue considerado por mucho tiempo como el centro de toda racionalidad humana. Es así como el cuidado de sí se ha convertido en una paradoja. Lo en el pasado fue un principio positivo y fundamental, y ahora nos suena como egoísmo o repliegue.
Continuemos haciendo el trabajo arqueológico y hagamos surgir el origen de estos prejuicios. Conocemos que con la entrada del cristianismo el mundo antiguo se derrumba definitivamente. La moral cristiana insufla dentro del hombre occidental una "ética general del no egoísmo" que se encuentra expresada en los dogmas de la iglesia católica. La iglesia nos dice que el hombre está manchado por el pecado de "Adán y Eva", y que este se ha propagado a todos sus descendientes por generación, es decir, a toda la humanidad nacida después de ellos. El pecado, según la iglesia, es la muerte del alma y es inherente a cada individuo (Romanos 5:12). La iglesia considera que el hombre se encuentra en un estado de "caído" y no puede redimirse a sí mismo, es decir, el hombre se encuentra imposibilitado de auto transformarse, de transfigurarse a sí mismo, y es solamente por un acto libre por parte del amor divino el que podría restaurar el orden sobrenatural, destruido por el pecado.
Otra estructura que trajo consigo e instauro "la ética general del no egoísmo" fue el arribo del mundo moderno. La modernidad trajo consigo las ideas de pertenencia a una colectividad, a una clase social, a una patria, y que por dichas ideas era digno y se debía hasta entregar la propia vida, si había la oportunidad.
Dice Foucault que "el cristianismo y el mundo moderno fundaron todos estos temas, todos estos códigos de rigor moral, en una moral del no egoísmo, cuando en realidad habían nacido dentro de ese paisaje tan fuertemente marcado por la obligación de cuidarse de sí mismo" Pero no fueron únicamente esos dos elementos los que alejaron al hombre del sí mismo; hay una razón "que es mucho más esencial", una razón que habita en la historia de la verdad. La "razón más seria", razón por la cual se borró definitivamente el lugar ocupado por la inquietud de sí, pertenece a lo que nuestro autor llama "el momento cartesiano".
"El momento cartesiano" se configura y actúa en la historia de la verdad en un doble registro negativo. Por un lado, recalifico el precepto "conócete a ti mismo" y descalifico "la inquietud de sí". Esto se explica por el hecho de que las meditaciones metafísicas de Rene Descartes sitúan, trasladan, "el origen, el punto de partida del rumbo filosófico" en la evidencia: "la evidencia tal como aparece, es decir tal como se da, tal como se da efectivamente en la conciencia" Es decir, "al situar la evidencia de la existencia propia del sujeto en el principio mismo de acceso al ser, era efectivamente este autoconocimiento el que hacía del "conócete a ti mismo" un acceso fundamental a la verdad". Descartes fue el inventor, el que admitió, que lo único que nos da acceso a la verdad "es el conocimiento, y sólo el conocimiento"
Volvamos al periodo llamado antigüedad para hacer más patente lo que significa "la inquietud de sí mismo" y la cuestión del acceso a la verdad. La filosofía se puede definir como "la forma de pensamiento que se interroga acerca de lo que permite al sujeto tener acceso a la verdad" es decir, trata de "determinar las condiciones y los límites del acceso del sujeto a la verdad"Pero, cómo sabemos desde el inicio de nuestra investigación, la pregunta por la verdad tuvo origen, nace, dentro de un contexto de la espiritualidad antigua.
La espiritualidad en general se puede definir como "la búsqueda, la práctica, la experiencia por las cuales el sujeto efectúa en sí mismo transformaciones necesarias para tener acceso a la verdad". La espiritualidad se conforma a sí misma dentro de un conjunto de purificaciones, ascesis, renuncias, conversiones, modificaciones de la existencia, que forman el precio a pagar por el acceso a la verdad. "La espiritualidad postula que la verdad nunca se da en el sujeto con pleno derecho", en tanto tal, "el sujeto no tiene derecho, no goza de la capacidad de tener acceso a la verdad" sino hasta que se "modifique, se transforme, se desplace, se convierta, en cierta medida y hasta cierto punto, en distinto de sí mismo para tener derecho al acceso a la verdad"
Durante todo el periodo conocido como antigüedad "la cuestión filosófica del cómo tener acceso a la verdad y la práctica de la espiritualidad" nunca fueron temas separados. Nunca lo estuvieron para los pitagóricos, ni para Sócrates y Platón, ni para los estoicos, ni en los cínicos, ni en los neoplatónicos, ni siquiera en los epicúreos.
En conclusión, la búsqueda de la verdad en la filosofía occidental, tuvo un origen cultural enmarcado en la espiritualidad nacida en Grecia. En la antigüedad los seres humanos en general, independientemente de si eran o no amantes de la sabiduría, hacían grandes peregrinaciones a los lugares de misterios, a templos, a sitios donde su existencia se revestía de otros significados. Para posibilitar esta resignificación de lo humano, el sujeto debía cumplir ciertas condiciones y seguir con rectitud ciertas exhortaciones. Este trabajo que se hacía sobre el sí mismo, se trataba como una conversión del sujeto a un estado "otro". Este sujeto movido por el Eros se desplaza, se purifica, hasta llegar al lugar propicio donde la verdad se quita su velo. Dicho lugar se conoce como lugar teofánico, lugar donde ocurre la iluminación en la que el sujeto tiene oportunidad vislumbrar una verdad que lo atraviesa, y que transfigura por completo su ser.
La postmodernidad, con la perdida de los grandes relatos occidentales, nos ha de impulsar con una vitalidad renovada a buscar una significación más profunda sobre lo que somos y de lo propio del ser humano. Es tarea de nuestro tiempo liberarnos de los prejuicios de la modernidad, del monoteísmo semítico y de las teorías del conocimiento, y encarar la nada que nos ha quedado, transfigurándola, en una afirmación radical de nuestra propia existencia. Cuidándola y resguardándola de los relatos disolutivos de la vida.











Trabajos citados
Epicteto. (1963). Pláticas. Madrid: Consejo superior de investigaciones científicas.
Foucault, M. (2002). Hemenéutica del sujeto. México: FCE.




(Foucault, 2002, pág. 17)
(Foucault, 2002, pág. id)
(Epicteto, 1963)
(Foucault, 2002, pág. 18)
(Foucault, 2002, pág. 24)
(Foucault, 2002, pág. 25)
(Foucault, 2002, pág. 29)
(Foucault, 2002, pág. id)
(Foucault, 2002, pág. 30)
(Foucault, 2002, pág. 30)
(Foucault, 2002, pág. id)
(Foucault, 2002, pág. 32)
(Foucault, 2002, pág. id)
(Foucault, 2002, pág. 33)
(Foucault, 2002, pág. 36)
(Foucault, 2002, pág. 33)
(Foucault, 2002, pág. 33)


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