El criterio \"Cero defecto\"

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Descripción

EL CRITERIO "CERO DEFECTO"
(Un análisis del mismo a la luz de la historia militar)

1. INTRODUCCION


Desde hace algunos años, es común que se escuche en los ambientes el
termino "cero defecto" en referencia a la no aceptación de errores por
parte de los diferentes niveles de conducción a las acciones llevadas a
cabo por los escalones inmediatamente inferiores a los mismos. El
concepto en sí mismo, está generalmente, y a nuestro particular punto de
vista erróneamente, asociado con mandos altamente exigentes, los que por
sus elevados estándares de rendimiento, no aceptan la menor falencia en
el cumplimiento de sus disposiciones u órdenes. Es propósito de este
trabajo analizar el criterio en cuestión, tratando de discernir sus
causas y fundamentalmente, las consecuencias que el mismo trae aparejado
para el Ejército; tanto en la faz de la actividad operacional como en
la vida en tiempo de paz, la cual posee una influencia directa en la
forma en la que la fuerza combatirá.


2. ANALIZANDO EL CRITERIO "CERO DEFECTO"

Creemos que en si misma la expresión "cero defecto" posee una
manifiesta contradicción toda vez se pretenda su aplicación a la
actividad humana. En efecto, ya que si bien según la Biblia el hombre
fue creado a imagen y semejanza de Dios[1], la experiencia indica que
normalmente posee falencias que son muchas veces comunes a todos los
miembros de su especie, aunque pueda variar la manera o la intensidad en
que se manifiesta en cada uno. Y si los hombres como conjunto son seres
falibles por su propia naturaleza, no menos los son las actividades por
ellos realizadas como también los diferentes ingenios por ellos
desarrollados. Al mismo tiempo, la condición descripta se aplica tanto
a las actividades que el hombre realiza en forma individual o en
conjunto, y a aquellas ejecutadas tanto sin como con oposición a la
propia voluntad.


Lo expresado en el párrafo precedente, no pretende de ninguna manera
ser cierto tipo de descubrimiento o hallazgo novedoso respecto a la
condición básica del hombre, tan solo busca sentar una base a partir de
la cual intentar avanzar en el análisis del objeto del presente
artículo. Ahora bien, ya que hemos dado como aceptada la idea que el
hombre es un ser con cierta aptitud innata para cometer errores, invito
al lector a pensar en la guerra, actividad ciertamente identificada con
los albores de la humanidad, en la que desde siempre, básicamente, dos
voluntades en pugna buscan imponerse sobre la otra por medio de la
fuerza. En ese ambiente, no solamente se hallan presentes las propias
intenciones opuestas a la del enemigo, sino otro enorme conjunto de
pequeñas y aún imperceptibles circunstancias que individualmente o de
manera sincronizada crean los que Clausewitz denominaba fricción[2].
Esta influye decisivamente sobre las acciones, al punto de llevar al
fracaso el plan mejor elaborado[3]. Permítasenos acá dar un ejemplo que
consideramos puede ser útil. El primero de julio de 1916, los
británicos bajo el mando del general Haig iniciaron la batalla del
Somme. En la misma, se tenía como objetivo alcanzar una ruptura en el
hasta ese momento casi inmóvil frente occidental. Los planes para la
batalla se llevaron a cabo durante meses, acumulando inmensas cantidades
de suministros de todo tipo, creando líneas ferroviarias para el
transporte de las cargas y reuniendo una masa de hombres que asegurara a
los británicos lograr una superioridad aplastante sobre los alemanes.
Todo había sido previsto al detalle, desde los suministros hasta la
velocidad en que los hombres debían avanzar en estricta sincronización
con una constante barrera de artillería. Con las primeras luces el
ataque dio inicio, sin embargo, se constituyó en un de los fracasos
emblemáticos de la Ira Guerra Mundial. Todo el plan fracasó. ¿Por qué?
Era tan rígido que no tomaba en consideración la fricción propia de la
guerra; así empezando con las unidades de artillería inglesas que
desplazaban más rápido la barrera de lo planeado por temor a disparar
sobre la propia tropa, pasando por la afectación del campo de batalla
realizada por los fuegos de preparación que dificultaban el avance de la
infantería, así como la fortaleza de los abrigos hechos por los
alemanes, y otros incontables factores, hicieron que el Somme sea
recordada como un mal ejemplo de conducción de una batalla, así como la
pérdida de la fuerza voluntaria británica, la que prácticamente
desaparece en esta acción[4].


Cabe pues entonces preguntarse si aceptada la condición falible del
hombre, y considerando como probada la influencia no solo de sus propios
actos sino la de otros ni siquiera posibles de ser previstos por él en
la guerra, ¿Cómo es factible que se acepte el criterio cero defecto en
la actividad militar? La respuesta que ensayaremos a continuación, podrá
ser discutida, pero creemos firmemente facilita el comprender porque se
pretende algo que, la experiencia parece indicar, no es posible de
hallar, es decir la no comisión de errores en la actividad militar.


3. UNA EXPLICACION AL CRITERIO "CERO DEFECTO"


El criterio cero defecto, creemos tiene su origen en una falla en la
comprensión de la naturaleza no lineal del campo de batalla y de todo el
accionar militar en general. Veamos. Si tomamos una máquina que produce
un determinado bien, en la medida que a la misma le ingresemos los
correspondientes insumos, en un determinado ambiente y bajo ciertas
condiciones, la misma nos proveerá de manera continua el bien que
buscamos. Esto sucederá mientras a la maquinaria en cuestión le
realicemos el mantenimiento que le corresponda y mientras la
perdurabilidad de sus diferentes componentes asegure un trabajo más o
menos prolongado. Con un criterio similar, la corriente que apoya el
cero defecto concibe a una fuerza militar, independientemente de su
magnitud, como a un cierto tipo muy particular de máquina, la que en
determinadas condiciones, obtendrá como producto la destrucción de
organizaciones enemigas o más importante aún alcanzará ventajas tales
que inhiban a su contraparte de la posibilidad de combatir con éxito.
Esta "máquina militar", de gran complejidad, compuesta de hombres,
medios y una voluntad que la impulsa, convenientemente sostenida,
debería de producir resultados similares, toda vez que sea empleada.
Para tal fin, concibe un modelo, que en la jerga militar llamamos
planes, en el cual la fuerza se comporta de acuerdo a ciertos parámetros
previamente establecidos. Para alcanzar el éxito, la fuerza deberá
desplazarse en determinada dirección, a un ritmo establecido, alcanzando
posiciones previstas en el modelo y finalmente desatando su fuerza
contenida sobre un enemigo emplazado en el sitio que el plan consideró
como el necesario para alcanzar el efecto deseado por la propia
conducción. La corriente adherida al criterio cero defecto no podrá
tolerar desviación alguna a lo que el modelo estableció, por lo que todo
lo que se aparte de los parámetros considerados como necesarios para
alcanzar el resultado buscado será reemplazado de inmediato por otra
"pieza" que si alcance el estándar exigido. Esta idea que en la teoría
parece tan prometedora, ¿qué mejor que atenerse estrictamente a un plan
acabadamente realizado que nos conducirá indefectiblemente a la
victoria?, no tiene en consideración ni la permanente presencia de la
fricción en la actividad militar, ni la condición básica de ser falible
ya explicada del hombre y sus acciones.


Esta concepción lineal de la actividad militar tiene su manifestación
en la paz. Según la misma, no existe posibilidad de aceptar error
alguno, sea a los cometidos en la realización de ejercicios como en el
desarrollo de las actividades rutinarias de tipo administrativo o de
orden protocolar. Así, el criterio maquinal de concebir la actividad
militar rechaza toda alteración a lo reglamentado, reduciéndose lo
militar en tiempo de paz a una suerte de cumplimiento estricto de normas
y reglamentaciones, donde la falibilidad jamás es tenida en cuenta, solo
se la reprime para de esa manera volver a la máquina a sus condiciones
normales de rendimiento. Trataremos ahora de ver en que forma este
criterio cero defecto influye en el Ejército, tanto en la guerra como en
la paz.


4. CONSECUENCIAS DEL CRITERIO "CERO DEFECTO"


En tiempo de guerra, el criterio cero defecto lleva directamente al
fracaso a la organización que lo aplica, dado que en su esencia, al no
considerar la condición falible de los hombres y la influencia siempre
vigente de la fricción, termina haciendo de la fuerza militar propia un
elemento poco apto no ya para adaptarse a los permanentes cambios de la
situación y aprovecharlos para el propio beneficio, sino que tan
siquiera es útil para reaccionar oportunamente a las acciones que el
enemigo llevará a cabo en busca de su objetivo. El cero defecto no se
adapta asimismo al concepto de guerra de maniobras[5]. Esta idea de
realizar operaciones militares se basa en el concepto que los planes son
guías que orientan al subordinado para la obtención de un efecto
deseado, por lo que otorga a este último una gran libertad de acción
para elegir el cómo actuar. El principio rector es que el subordinado,
por su proximidad al lugar donde se operará y por sus propias
condiciones profesionales será quien se halle en mejores condiciones de
seleccionar la mejor forma de cumplir con la misión. El criterio cero
defecto no puede aceptar que escalones inferiores varíen lo establecido
en el modelo, y por lo tanto no favorece un clima de libertad en los
comandos subordinados que los impulse a ejercer al máximo su creatividad
en el desarrollo de operaciones militares. Cabe acá diferenciar el cero
defecto de un estilo de conducción enérgico. Este último no busca
obtener estándares maquinales como los descriptos anteriormente, sino
que persigue el impulsar a los comandos subordinados para que en forma
activa busquen de aprovechar cuanta situación se plantee para descolocar
al enemigo y derrotarlo lo más rápidamente posible. El cine nos ha dado
un estereotipo equivocado de un comandante enérgico, y me refiero al
filme "Patton". En él aparece el general como una especie de déspota
moderno que acicateaba a sus comandantes para obtener resultados
determinados a cualquier costo. Nada más alejado de la realidad. Patton,
y muy especialmente en su campaña en Francia en 1944, presionaba a sus
comandantes para que apliquen iniciativa y no detuvieran el impulso de
su ofensiva. Raramente relevó comandantes, siempre aceptó los errores
como propios de la guerra y la condición humana, y no toleraba
ciertamente la negligencia[6]. Sus contrapartes alemanas sin embargo,
eran frecuentemente víctimas del criterio cero defecto que Hitler
descargaba sobre sus generales cada vez que había dificultades de
importancia. Así, generales como Von Runstedt o Guderian conocieron la
no tolerancia de Hitler y sufrieron relevos injustificados, dándose
muchas veces la paradoja que poco tiempo después de los relevos muchos
de ellos eran nuevamente convocados para conducir tropas en el
frente[7]. De manera diferente, podemos citar el ejemplo del Grl
Schwarzkopf durante la Guerra del Golfo. En ella, no toleró que se
produjera alteración alguna a lo planificado por su comando para las
operaciones, siendo muy famoso el entredicho sucedido con el Grl Franks,
donde el primero lo recriminó duramente por las demoras que el VIImo Cpo
Ej tuvo en sus operaciones[8]. Probablemente, la ventaja que el Grl
Schwarzkopf tuvo fue la de enfrentar un enemigo poco amigo de aplicar
iniciativa en la conducción de sus operaciones y aún más rígido que su
contraparte multinacional.
En tiempo de paz, el criterio cero defecto tendrá un doble efecto
sobre el ejército. Por un lado, no favorecerá la creatividad,
especialmente de los oficiales, por lo que retrasará o aún impedirá toda
posibilidad de cuestionar procedimientos o doctrinas consideradas
aceptadas, impidiendo así un proceso de permanente actualización
doctrinaria en busca de formas más eficientes de acción. Finalmente, el
clima no proclive a la aceptación de errores, permitirá el progreso de
oficiales de menor iniciativa, que no cuestionen procedimientos y
doctrinas en vigencia, abriendo las puertas así a un carrerismo que
destruirá las bases del criterio de profesionalidad que deben distinguir
especialmente al cuadro de oficiales de un ejército. Esto último,
indefectiblemente tendrá como consecuencia que en tiempo de guerra se
carezca de un cuadro de oficiales motivado por una permanente búsqueda
de la iniciativa y de la innovación en la aplicación del poder militar,
relegando pues el mando de las diferentes organizaciones en hombres no
aptos para asumir los desafíos que la incertidumbre y la mutabilidad del
ambiente operacional imponen en la guerra.


5. A MODO DE CIERRE

El oponerse al criterio cero defecto, de ninguna manera busca
transformar al ejército en un organismo anárquico o que no planifica sus
operaciones. Todo lo contrario. El objetivo es que la fuerza sea un
instrumento ágil, capaz de desenvolverse con altas probabilidades de
éxito en el volátil y exigente ambiente que la guerra impone. Los
planes serán siempre necesarios, dado que los mismos orientan a los
subordinados para que los esfuerzos sean convergentes hacia un objetivo
común, es decir una situación favorable a la propia conducción. Sin
embargo los mismos no deben ser un condicionante para que los comandos
subordinados no saquen inmediato provecho de cuanta circunstancia
favorezca la pronta derrota del enemigo. Esto exigirá una alta
profesionalidad de parte de los oficiales, de manera que puedan ser
confiables a sus superiores, en el sentido que obrarán siempre de
acuerdo a su conocimiento y orientados por la finalidad impuesta por el
superior. Esos oficiales, serán siempre el fruto de un sistema que
acepte desde la paz los errores, que los emplee para crecer, mediante el
aprendizaje y que finalmente los acicatee permanentemente para aceptar
responsabilidades seguros que sus superiores sabrán apoyarlos en la
búsqueda de la excelencia en el empleo del recurso militar.
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[1] Génesis 1, versículo 26.
[2] DE LA GUERRA, Karl von CLAUSEWITZ, Pag 93 y subsiguientes. Labor.
Barcelona, 1992.
[3] Para profundizar la influencia de la fricción en las operaciones
militares, se sugiere la lectura de "The art of
maneuver" , escrito por el Tcnl (USA) Robert LEONHARD. Presidio. USA,
1990.
[4] Para profundizar sobre esta batalla, es muy recomendable el clásico
"The face of battle" , escrito por John Keegan. Penguin Books. New York,
1976.

[5] Ver "Manual de la Guerra de Maniobras", por LIND, William, en
Círculo Militar. Buenos Aires. 1991 y el
ya mencionado "The art of maneuver" , escrito por el Tcnl (USA)
Robert LEONHARD. Presidio. USA,
1990.


[6] La lectura de "Patton a genius for war", escrito por Carlo D'ESTE
(Harper Collins. New York, 1995), es
sumamente ilustrativo de lo expresado sobre la forma de conducir del Grl
Patton.
[7] Para profundizar sobre la particular forma de conducción de Hitler, se
sugiere la lectura de "The mask of
command", escrito por John KEEGAN (Penguin. Books.New York, 1987), el
cual en su capítulo cuarto
efectúa un muy interesante análisis del estilo de conducción hitleriano.
[8] Los siguientes libros posibilitan una visión de ambas partes respecto a
este incidente:
SCHWARZKOPF Norman, "It doesn't take a hero". Bantam Books. West
Yorkshire. 1992.
CLANCY Tom y FRANKS Fred, "Into the storm". Putnam. New York. 1997.
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