El corresponsal como antropólogo. Visiones del peronismo en el New York Times, 1945-1955

July 22, 2017 | Autor: Nicolas Quiroga | Categoría: Journalism History, Press and media history, Historia Argentina, Foreign Correspondents, Peronismo
Share Embed


Descripción

El corresponsal como antropólogo. Visiones del peronismo en el New York Times, 1945-1955*. Nicolás Quiroga (Conicet/CeHis-UNMdP)

However, by building up a good background of knowledge, revisiting familiar ground, and knowing the political leaders and academic figures –plus help from American embassy staffs– it is remarkable what a seasoned newspaperman can accomplish. Herbert L. Matthews, A World in Revolution

Hacia mediados del siglo XX, durante y con inmediata posterioridad a la Segunda Guerra Mundial, el New York Times (en adelante NYT), el diario de los Sulzberger, estaba cambiando su organización1. En esa coyuntura, el diario producirá un cuerpo heterogéneo de representaciones sobre el primer peronismo2. Ese será el territorio de nuestra indagación. Pretendemos hacer una lectura de algunos géneros de noticias referidas a Argentina durante el período 1945-1951, publicadas por el NYT, haciendo foco especialmente en los editoriales y en las notas firmadas por corresponsales o                                                              *

Texto presentado en las Jornadas del Departamento de Historia, UNMdP, 2009. En este trabajo amplío algunos aspectos expuestos en “Corresponsales, editorialistas, turistas. Las representaciones sobre el peronismo en el New York Times, 1945-1951” en Rein, Raanan y Panella, Claudio: Peronismo y prensa escrita. Abordajes, miradas e interpretaciones nacionales y extranjeras, La Plata, Edulp, 2008. Sin embargo algunas referencias han sido eliminadas. Agradezco a Luis Alberto Romero y a Omar Acha los comentarios que hicieron a una versión primera de este texto. Nada de lo escrito es su responsabilidad. 1 Sobre el NYT hemos consultado: Berger, Meyer: The Story of The New York Times, 1851-1951, Simon & Schuster, Nueva York, 1951 (la historia oficial del diario); Talese, Gay: The Kingdom and the Power, Anchor Doubleday, Nueva York, 1978; Diamond, Edwin: Behind the Times: Inside the New New York Times, Villard, New York, 1994; y Chomsky, Daniel: “Constructing the Cold War: 'The New York Times' and the Truman Doctrine (Soviet Union)”, Tesis de doctorado, Universidad de Northwestern, 1999. Una nota de color sobre los 150 años del diario en Nicholson Baker: “1951: Big Stories and the Cry of ‘Copy!’”, NYT, suplemento especial “1851-2001-One Memorable Year”, 14/11/2001, p. H33. (Seguimos de aquí en más la numeración propuesta por la edición online del diario realizada por Proquest®). El NYT fue fundado en 1851 pero recién en 1857 pasó a llamarse así. La “dama gris” –apodo con el que se lo conoce debido a su estilo formal y ceremonioso– pasó en 1896 a manos de Adolph Ochs, quien compuso un diario que paulatinamente tomó distancia del estilo vigente hacia fines del S. XIX (yellow journalism). El periódico que en 1851 sólo tenía 4 páginas en 1851, cien años después se convirtió en un diario 20 veces más grande, con 9 secciones y una revista los días domingos, con una edición transoceánica (París) y con una tirada superior al millón de ejemplares dominicales (en 1896 sólo entregaba 22000 ejemplares ese mismo día de la semana). 2 Un análisis exhaustivo de la prensa durante el peronismo en Cane, James: The Fourth Enemy. Journalism and Power in the Making of Peronist Argentina, tesis de doctorado, Universidad de California, 2000.

1   

“enviados especiales”, todo ellos fogueados en la cobertura de guerra3. Aunque hemos revisado las notas publicadas en el NYT que no llevan firma, nos parece clave reconsiderar el lugar del corresponsal para presentar las distintas representaciones sobre el peronismo en la medida en que fue el operador más próximo del diario en el país, pero también porque fue un “extranjero”, un “agente” y una encarnación de las representaciones que la prensa oficialista urdió contra Estados Unidos y el NYT, y finalmente, debido a que existieron discrepancias entre las fórmulas surgidas desde los editoriales y las que construyeron los corresponsales. Asimismo, el recorte temporal se basa en que los corresponsales sobre los que detenemos aquí han sido los más estables de todos los que el NYT envió al país. En ese sentido, nuestra intención es considerar que también los periodistas poseen sus archivos, traman sus relatos y derivan de ese hacer una serie de saberes profesionales (la objetividad, la imparcialidad4). Los editorialistas, pensados de ese modo, se parecen a los historiadores: rebuscan en sus cajones materiales de prensa, apuestan por su capacidad comparativa diacrónica. Los corresponsales, siguiendo la idea, son como antropólogos: fundan su saber en un conocimiento local y lo forjan más que a partir de los saberes de su “profesión” (que la tienen), a partir de su participación en una comunidad interpretativa5. Y esa comunidad interpretativa que fue la comunidad polarizada del primer peronismo es la que nos interesa. Reconsideraremos entonces esas relaciones que la literatura ha subrayado entre la prensa antiperonista y el NYT, a través de una lectura intensiva del diario con la idea de que este experimento arrojará algunos nuevos indicios sobre cómo esas representaciones sobre el peronismo surgidas desde el diario estuvieron enmalladas en “el problema de la prensa” (no fueron exclusivamente su consecuencia)6, y ese tejido lejos de poder entenderse a partir de fundamentos                                                              3

El corresponsal como foco en el análisis de la producción de la noticia es una perspectiva cada vez más percibida: Hannerz, Ulf: “Among the Foreign Correspondents: Reflections on Anthropological Styles and Audiences” en Ethnos, vol. 67, núm. 1, 2002, pp. 57-74; Farish, Matthew: “Modern witnesses: foreign correspondents, geopolitical vision, and the First World War” en Transactions of the Institute of British Geography, núm. 26, 2001, pp. 273-287; Preston, Paul: “Censorship and commitment: Foreign correspondents in the Spanish Civil War” en International Journal of Iberian Studies, vol. 20, núm. 3, 2007, pp. 231-241. Un mapa con los corresponsales de los diarios americanos y sus locaciones durante la Segunda Guerra en Leff, Laurel: Buried by The Times: The Holocaust and America’s Most Important Newspaper, Cambridge University Press, 2005. 4 Schudson, Michael: Discovering the News: A Social History of American Newspapers. Nueva York, Basic Books, 1978. 5 Seguimos aquí una muy inteligente propuesta de Barbie Zelizer, la que sostiene que algunas dimensiones de la práctica periodística no pueden ser contempladas a partir del estudio de la profesión (usos de “construcciones de realidad”, redes informales, prácticas narrativas), y que una perspectiva centrada en el concepto de comunidades interpretativas (Hymes, Fish) puede arrojar luz sobre dos modos de legitimar sus prácticas: el modo local (“estar ahí”) y el modo “duracional”, en el que el reportero recolecta incidentes a largo del tiempo, actúa como historiador (ese modo se multiplica a través de las agencias de noticias y los “refritos” de los diarios más pequeños). Zelizer, Barbie: “Journalists as Interpretative Communities”, Critical Studies in Mass Communication, núm. 10, 1993, pp. 219-237. 6 Usaremos las comillas por comodidad. La prensa no es un problema, pero con “el problema de la prensa” nos referiremos a los distintos pero relacionados conflictos que se sucedieron entre 1945 y 1951 entre los peronistas y los diarios que se les oponían, y al “diálogo” que se entabló entre la prensa pro o filo peronista y la antiperonista.

2   

ideológicos del líder o características de las masas debe interpretarse a partir del antagonismo político y su capacidad irrestricta por multiplicar el conflicto. El corresponsal, en ese sentido fue un actor político, y el NYT un megáfono de posiciones que actores locales (periodistas, políticos, lectores, etc.) rubricaban como autores o subscriptores, sin que esa distinción haya tenido demasiado sentido para ellos. *** En 1955, el por entonces corresponsal del NYT para Argentina, Herbert Matthews, ilustró por medio de un gráfico los altos y los bajos de la Argentina de Perón, desde 1940 hasta las puertas de su derrocamiento (ver imagen 1), y aunque olvidaba allí los conflictos de la prensa con el gobierno peronista -los que tuvieron su propia cronología-, el gráfico le otorgaba legitimidad a sus dichos: sentencias ya conocidas, míticas, sobre el hombre que ha sido “el dictador absoluto de un país con tradiciones e ideales de libertad, un país con la clase media más antigua y numerosa en América Latina”7. Y en verdad, esos dichos surgieron con intensidad en uno y otro polo del período que nos ocupa.

Imagen 18                                                              7

Matthews, Herbert: “Argentine Aftermath: Peron In Uneasy Truce With Army”, NYT, 10/07/1955, Review of the Week, p. E6. Otros textos en el período del corresponsal: “Peron: Enigma of the Western Hemisphere”, The New York Times Magazine, 01/05/1955, p. SM17; y “Peron’s Story: Rise and Fall of a Dictator”, NYT, 25/09/1955, Review of the Week, p. E6. Matthews ya era considerado un experto sobre fascismos antes de 1946, a raíz de su experiencia como corresponsal pero también por su libro sobre el tema (The Fruits of Fascism). 8 Matthews, Herbert: “Argentine Aftermath: Peron In Uneasy Truce With Army”, ya citado. Al lado de cada imagen insertamos otra que muestra su lugar en la página del diario.

3   

"El panorama sudamericano está lejos de ser satisfactorio para los creyentes en la democracia, pero muestra signos de mejoría" escribió Arnaldo Cortesi en enero de 19469. El artículo, pese a su tono perentorio, puede leerse como un trabajo de Sísifo: algunas de las causas que el propio periodista invocó para dar cuenta de la casi inexistente transformación democrática (analfabetismo endémico, ambiente, razas) aliviaban el acontecimiento de la noticia. Tres "frentes" de información, modelados incluso a través de los géneros (la noticia, el editorial, la nota especializada) dieron forma a las expresiones en torno a la "naturaleza" del peronismo en las páginas del NYT. El primero, la noticia -el territorio del corresponsal o del enviado especialdevuelve la síncopa histórica a los procesos que trata. Lo hace a partir de las representaciones que, en fricción, empresa y periodista traman. En el caso del peronismo se trató de figuras del orden de la tiranía. El segundo, el editorial, no escapa fácilmente del primero de estos campos. En primer lugar porque el NYT ofrecía un buen número de ellas, tal vez, como señala Edwin Bayley, con el propósito de sintetizar el vasto territorio de las noticias, o acaso, como lo sugiere James Reston, debido a que en el diario existieron distintos criterios en torno al género10. En segundo término porque cuando son concebidos como tribuna política, los editoriales cabalgan sobre las impresiones condensadas de los corresponsales, sobre las políticas de estado estadounidenses y sobre un archivo propio del que a menudo se recuperan modos de tratar a dictadores, hombres fuertes, fascistas, etc. Leídos en serie, los editoriales del NYT en torno a la Argentina de mediados del S. XX, obligan a una lectura más incisiva que la se practica en este artículo; una que trascienda el tono machacón de esa pedagogía antropomórfica que simulaba dirigirse a la Argentina y a los Estados Unidos, y en ese mismo gesto cristalizaba su lugar de enunciación. El tercer "frente" es la nota especializada, en nuestro caso, la que se publica en la revista de los domingos, la que se escribe para la sección “Viajes” o la sección de reseñas de libros. Los saberes que aplicaron en esos rubros conspiraban contra una versión de la inestabilidad latinoamericana forjada en la metralla de noticias que los regímenes antidemocráticos "provocaban", y expresaban de distintos modos versiones del nativo, las que reordenaban la mareta diaria del continente en el corpus de representaciones míticas en torno a América Latina11. (A juzgar por lo expresado por Victoria Allyson, el primer peronismo fue uno de esos momentos. De acuerdo con esta autora, la Argentina, en tanto representación, es concebida por los medios americanos de modo                                                              9 Cortesi, Arnaldo: "South America's Rising Cry: 'Democracia'", The New York Times Magazine, 13/01/1946, p. 7. 10 Bayley, Edwin R.: Joe McCarthy and the Press, University of Wisconsin Press, Wisconsin, 1981, p. 48. (La pista en Thornton, Brian: “Published Reaction When Murrow Battled McCarthy”, Journalism History, núm 3, 2003, pp. 133-146.) Reston, James: Deadline: A Memoir, Random House, New York, 1991. La misma idea de Bayley sobre los editoriales es sostenida por Herbert Matthews en sus memorias (ver más adelante). 11 Ver el texto de Feres Júnior, Joao: “La historia de un contraconcepto: Latin America en los EEUU” y el debate a continuación en foro ibero-ideas, http://foroiberoideas.cervantesvirtual.com/foro/threads.jsp?idparent=0&menu=1 [última consulta: 02/12/2007].

4   

pétreo: o se la asocia al nazismo, o se la liga a Evita.12) La lectura que ensayamos aquí desiste de considerar las expresiones que entre 1945 y 1951 fueron utilizadas para calificar al gobierno peronista como estaciones en el ciclo de las relaciones internacionales entre Estados Unidos y América Latina, o como síntomas del pasaje de la cruzada contra los países del Eje a la temprana Guerra Fría. Si bien buena parte de las investigaciones rastrea pertinentemente esos cambios históricos en el terreno de la prensa, es posible sostener que los adjetivos aplicados al peronismo formaron parte de una “caja de herramientas” que se ajustaba a distintos usos. El recorrido que proponemos tiene sólo dos insistencias, revisa apenas dos claves en torno a las representaciones del peronismo que el NYT, creemos, contribuyó a instalar en la escena política. Como ya mencionamos, una de ellas remite al cedazo con el que desde el diario se tamizaba el accionar político de Perón y el peronismo. Ese instrumento clasificatorio adquirió tonalidades diversas entre 1946 y 1951, todas ellas alejadas de las expectativas “democráticas” que el diario exigía a los gobiernos latinoamericanos (el ejemplo batiente fue Uruguay). La otra, ligada por distintos motivos a la primera, fue “el problema de la prensa”, y se distinguió porque en la Argentina, durante el período que revisamos, ese fue el territorio que, además de combates frontales, cedió la cifra para develar la naturaleza de un gobierno que, desde otros puntos de vista, se sostenía con cada vez más votos y con intermitentes señales auspiciosas de parte del gobierno norteamericano. La noticia en ese diseño se hace bifronte –y en algunos ejemplares del NYT eso sucedió efectivamente- y cede un lugar especial al corresponsal que de otro modo no tendría: ¿cómo es posible que un gobierno con fuerte apoyo popular y con credenciales internacionales menos sospechadas que las que tuvo pocos años atrás, asedie a la prensa democrática? Esa pregunta imaginaria pone la función del corresponsal muy cerca del manejo del rumor, muy cerca de la oposición. Podría decirse que el NYT se opuso al peronismo y concibió a Perón como un dictador que atacó de modo creciente a la prensa democrática, y esa sentencia no estaría alejada de nuestra opinión. Sin embargo, leídas de modo más minucioso, esas dos claves de aproximación se revelan como inestables, incluso entre los corresponsales –quienes, digámoslo así, las padecieron-. Esta revisión entonces tendrá como procedimiento principal el de observar tres centros de producción de sentidos sobre el peronismo en el diario propiamente dicho, a partir de estaciones centradas en los corresponsales del diario en Argentina. La estación Cortesi13                                                              12

Allyson, Victoria: “The Bitch Goddess and the Nazi Elvis: Peronist Argentina in the U.S. Popular Imagination”, tesis de doctorado, Universidad Estatal de Nueva York, 2001. De la misma autora: “White Evil: Peronist Argentina in the US Popular Imagination Since 1955”, American Studies International, número 1, 2004. 13 Arnaldo Cortesi (1897-1966) fue hijo de periodistas, hizo sus estudios en Inglaterra, y fue durante 17 años corresponsal del NYT en Roma. Luego de que Mussolini decretara que los ciudadanos italianos no podían representar a diarios extranjeros, Cortesi fue asignado a América Latina. Estuvo en México, luego

5   

En los editoriales del NYT las críticas al gobierno militar (1943-1946) estuvieron teñidas, por momentos, de un matiz de cruzada (en especial durante los primeros meses de 1946, período que sumó más editoriales que todo 1945). No era un modo novedoso o espontáneo: Ray Josephs hacia fines de 1945, había definido con precisión las raíces “germánicas” del ejército argentino -al que por momentos “el pueblo argentino”, decía Josephs, consideraba un ejército de ocupación- y había entrevisto en los hombres del GOU algo más atávico y conspirativo que lo que las comparaciones entre Hitler y Perón daban a entender como modo de explicación del problema argentino14. Esas batallas por la libertad, que Arnaldo Cortesi tomó como propias, además de multiplicar las denuncias de nazis en el gobierno, de hallar patrones hitlerianos (15/01/1946) o mussolinianos (11/02/1946) en distintas políticas del gobierno de facto, convocaron al gobierno americano (21/02/1946) y a los trabajadores argentinos a luchar contra los coroneles en principio nacionalistas pero modelados por el nazismo (una tendencia que no tardará en manifestarse, sostuvieron en esa coyuntura, una vez que Perón sea elegido o se proclame presidente). Ese posicionamiento si fue la norma en las páginas del diario, no fue el único modo de considerar a los gobiernos “fascistas” latinoamericanos. En rigor de verdad, términos como fascismo y nazismo, diseminados en muchas de las noticias del período, eran reconsiderados en columnas o ensayos que trataban sobre Argentina o sobre América Latina en general. El término que mellaba la comparación con fenómenos europeos era " caudillo". El brillo exótico del término, su carga orientalista, servía para dar cuenta del fervor que caracterizaba a las masas sudamericanas -aún si desde el diario se había utilizado comúnmente para referirse a Francisco Franco-. El argumento del caudillo latinoamericano fue esgrimido por Cortesi en su "Portrait of a Rabble-Rouser"15; y en un esfuerzo por ligar a Perón con la figura del caudillo robinhoodesco y eternamente enfrentado a la policía, vertió tres anécdotas que esbozaban a un perón pícaro y políticamente perverso. Un dibujo en la nota traicionaba acaso algún concepto de por sí difuso en el escrito de Cortesi, pero ilustraba correctamente la dimensión exotizante del argumento (ver imagen 2). El término caudillo ya había sido considerado por Hubert Herring en una reseña a un libro de Roland Harp Shall, un periodista del Christian Science Monitor. Herring evaluó conveniente la noción de caudillo -antes que la de fascista- para agrupar a Rosas, Perón, Morinigo, Vargas y Trujillo16.                                                                                                                                                                                un tiempo en Nueva York, y desde 1941 hasta 1946 fue “jefe de corresponsales para América Latina” y el periodista del NYT en Buenos Aires. El 25 de abril de 1941 firmó su primera nota desde Buenos Aires y el 25 de febrero de 1946 la última. Luego cubrió nuevamente Roma. Su obituario en el NYT: “Arnaldo Cortesi Is Dead at 69; Times Foreign Correspondent”, NYT, 27/11/1966, p. 86. 14 Josephs, Ray: “Where Colonels Give Orders to Generals”, The New York Times Magazine, 04/11/1945, p. 5. 15 Cortesi, Arnaldo: “Portrait of a Rabble-Rouser”, The New York Times Magazine, 03/02/1946, p. 5. 16 Herring, Hubert: “Latin America: a Troubled Look”, NYT, 22/07/1945, p. 97. Pueden encontrarse muchas referencias posteriores al término, por ejemplo en Bracker, Milton: “Latin America Masses Easily Led To Revolt”, NYT, 18/04/1948, Review of the Week, p. E4., y luego de dejar el puesto de jefe de corresponsales para América Latina: “Strong Men Like Money”, NYT, 02/12/1951, p. 248. Una versión

6   

Imagen 217

Arnaldo Cortesi fue, entre los corresponsales del NYT, quien más normativamente concibió al peronismo. Su experiencia como corresponsal en Italia puede explicar su mirada sobre el período '45-'46, pero esa formación antifascista fue modelada por sus acuerdos de principios con Spruille Braden; de tal modo que la enconada batalla que el embajador libró con Perón selló la suerte del periodista, quien se alejó del país días después de las elecciones de febrero de 194618 . Ambos individuos, Braden y Cortesi, poseían condiciones para ligar sus respectivas funciones: mientras Braden se ejercitó en golpes de efecto, Cortesi gradualmente desplazó una comparación transoceánica (un “segundo Mussolini” decía de Perón, en uno de sus ensayos ya citado: un agitador desconocido en 1943, consumido por un "inextinguible fuego de ambición"19), por otro que hacía de la realidad argentina algo más ominoso que el interregno mussoliniano. Porque si bien las tendencias fascistas fueron denunciadas por el corresponsal una vez que el NYT dejó de albergar expectativas para con el gobierno revolucionario, desde                                                                                                                                                                                lograda y disonante en la época en “Rise of A ‘Caudillo’”, London Times, 04/12/1945. Victoria Allyson (“The Bitch Goddess…”, ya citado) se ha explayado sobre esa figura “hipermasculinizada” para hablar sobre Perón en la prensa norteamericana. 17 Cortesi, Arnaldo: “Portrait of a Rabble-Rouser”, ya citado. 18 Jack Friedman considera a Cortesi como un aliado de Braden. La amplia cobertura que el NYT desplegó para el caso argentino, desde 1944, puede leerse según este autor como un modo de fortalecer la línea dura del Departamento de Estado (Corder Hull). Friedman recupera la relación entre gauchos y violencia que hizo el historiador Frank Tannenbaum desde las páginas de la revista Foreign Affairs, en 1945, para dar cuenta de la realidad argentina. Friedman, Jack E.: Los Malos Vecinos. Las relaciones entre Estados Unidos y la Argentina durante la Segunda Guerra Mundial, Centro de Estudios “Prof. Carlos S. A. Segreti”, Córdoba, 1999. 19 Cortesi, Arnaldo: “Portrait of a Rabble-Rouser”, ya citado.

7   

mediados de 1945 el periodista sostuvo que las condiciones creadas por el gobierno militar eran peores que en la Italia Fascista (01/06/1945). Y, entonces, el pueblo para Cortesi se expresaba a través de los diarios "democráticos", La Prensa y La Nación. Su fe en esa lucha contra el fascismo vernáculo -que se manifestó abiertamente al informar sobre la Marcha por la Constitución y la Libertad, en un texto que anunció la caída de Perón (21/09/1945)- no sólo le permitió obtener el Pulitzer por la cobertura de la situación argentina, sino también lo enfrentó personalmente con algunos hombres del gobierno20. Podría decirse, figuradamente, que Cortesi -como Braden- perteneció a otra época, o bien, que en la transición hacia un tipo particular de periodista, Cortesi se ajustaba al tipo que dejaban atrás. Como su padre Salvatore, Cortesi fue un corresponsal “long-timer” y su modo de trabajar puede haber resultado perimido para algunos de sus colegas que se inclinaban por una lógica “en espiral”21. Herbert Matthews, por ejemplo, tenía una muy pobre opinión de Arnaldo Cortesi –contraria a la que tenía para con Salvatore Cortesi–: Arnaldo Cortesi era un ejemplo de la tolerancia e ignorancia del New York Times...Algunos colegas en Buenos Aires me contaron después que Cortesi derrochaba su tiempo entre el hotel y la oficina del Times, con ocasionales viajes a la cercana embajada americana. Un resultado fue que sus despachos eran antiPeronistas, y otro –extraordinario– fue que el New York Times lo propuso para que recibiera un Pulitzer.22 Los informes que Arnaldo Cortesi ofrecía en el NYT acerca de las políticas peronistas sobre los medios de comunicación en general y sobre la prensa escrita en particular, consolidaban la imagen de un gobierno represivo y silenciador, y entregaban a la carga bradenista uno de sus más preciados argumentos. Se trató de una serie de la que sólo retendremos algunos hitos. El primero de ellos (1 de junio de 1945), ponía a la Argentina de Perón más allá del fascismo: en sus 17 años de experiencia en la Italia fascista, Cortesi no podía recordar nada igual. Unos días después, el corresponsal publicó un relato detallado de su encuentro con el ministro del interior, Alberto Teisaire, y con el subsecretario de Información, Oscar Lomuto (08/06/1945). De acuerdo con Cortesi, en esa reunión el almirante le habría dicho que “no le sorprendería que pueda pasarle cualquier cosa debido a su malicioso esfuerzo por crear una difícil situación internacional”23. La noticia firmada por Cortesi del 23 de junio perfiló aún más la oposición del cronista al gobierno. En ella, él indicó que diarios como La Nación y La                                                              20

Cortesi ganó el Premio Pulitzer a la mejor corresponsalía en 1946, “For distinguished correspondence during the year 1945, as exemplified by his reports from Buenos Aires, Argentina”, The Pulitzer Prize, http://www.pulitzer.org/ [último acceso: 20/11/2007]. 21 Hannerz, Ulf: Foreign News: Exploring the World of Foreign Correspondents. Chicago, University of Chicago Press, 2004. 22 Matthews, Herbert L.: A World in Revolution. A newspaperman’s Memoir. Nueva York, Charles Scribner’s Sons, 1971. 23 En una nota posterior Cortesi sostuvo que esa amenaza se la hizo Teisaire telefónicamente, el día 5 de junio. Cortesi, Arnaldo: “Argentine Papers Get News From U.S.”, 23/06/1945, p. 8.

8   

Prensa dedicaban cada vez más espacio a citar o transcribir editoriales y noticias publicadas por el NYT. La reflexión no sólo insiste en las dificultades que imponía la censura a algunos diarios, sino que de algún modo “sella” los vínculos entre el NYT y los dos diarios locales. En la sección final de su informe Cortesi ofreció una imagen de los adversarios de esa alianza tácita: el cronista fue invitado a irse del país desde un editorial de La Fronda. El diario nacionalista –sindicado de nazi en muchas oportunidades desde el NYT-, lo invitó a ser corresponsal en Rusia, en donde –le indicaban desde el periódico– podría hacer gala de su coraje y audacia24. La importancia de los editoriales by-proxy (“editoriales por interpósitos editoriales”) ya ha sido indicada por otros trabajos25; su vigencia se extendió por todo el período y de algún modo la ligadura fue recíproca: el NYT publicaba noticias de los diarios opositores a Perón, y noticias sobre noticias que publicaban noticias del NYT. Ese instrumento recursivo fue un poderoso indicador de camaradería o complot, de acuerdo a la “mitad” de la comunidad interpretativa desde la que se lo leía. Cortesi informó unos días después acerca de la respuesta del gobierno peronista al mencionado instrumento. La prohibición de publicar noticias de diarios extranjeros reafirmaba, de algún modo, la importancia del trabajo de los corresponsales norteamericanos. El encarcelamiento de Joseph Newman, el corresponsal del New York Herald Tribune, y las amenazas que el mismo Cortesi recibió, iban en el mismo sentido (06/07/1945). En septiembre, al cubrir la Marcha por la Constitución y la Libertad, Cortesi no sólo repasó la cobertura del suceso de los diarios La Nación y La Prensa -incluso publicó una larga cita de un editorial de este último diario-, sino que abundó en la posibilidad de la caída del gobierno nacional. Al mes siguiente, sin embargo, esa coyuntura fue desplazada por otra sobre la que Cortesi no podía sino pensar a la luz de su tronante lucha contra el fascismo. En efecto, sobre el 17 de octubre escribirá dos versiones: una de ellas, la del 18, que ponía el acento en los sindicatos26, y otra en la que definió a los grupos intervinientes en otros términos (“grupos de irresponsables y jóvenes camorreros, la mayoría de ellos provenientes de la ciudad industrial de Avellaneda y de otros puntos, que tomaron posesión de las calles desde temprano y no se cansaron de gritar el nombre del Coronel Juan Perón a través de los principales arterias” [19/10/1945]).                                                              24

Cortesi, Arnaldo: “Argentine Papers Get News From U.S.”, ya citado. El tema ha sido tratado por James Cane en su texto The Fourth Enemy…ya citado. 25 Sidicaro, Ricardo: “La política mirada desde arriba. Las ideas del diario La Nación 1909-1989”, Sudamericana, Buenos Aires, 1993; Cane, James: “The Fourth Enemy. Journalism and Power in the Making of Peronist Argentina”, ya citado. 26 Especialmente los del día 18 de octubre. Ese día el NYT publicó el relato que Cortesi hizo del 17: “Estos inesperados eventos [se refiere al “regreso” de Perón] fueron causados a raíz de que el corazón de Buenos Aires estaba virtualmente tomado por muchos miles de trabajadores, movilizados por los sindicatos que el propio Coronel Perón creó mientras fue Secretario de Trabajo y Previsión Social”. Cortesi, Arnaldo: “Argentine Power Regained by Peron as Workers Rally”, NYT, 18/10/1945, p. 1. Una versión similar -que considera de igual o peor modo a Cipriano Reyes y a su gente- en las memorias de una corresponsal que estuvo en el mismo período que Cortesi: Prewett, Virginia: Beyond the Great Forest, Nueva York, E.P.Dutton, 1953.

9   

Cuando Cortesi escribió en febrero de 1946 su retrato de Perón en la revista del domingo (ya citado), esa serie tramada de información, rumores, llamados a la libertad y citas cruzadas entre los diarios de la “prensa libre” nos sugiere leer ese texto más ambicioso sobre “el hombre fuerte” en Argentina, como un argumento funcional a la campaña electoral opositora, en la medida en que en él pueden datarse algunos puntos sobre los que la oposición insistió durante el período. Sin embargo, la fascinación del periodista por los lazos del caudillo con las masas, volvió a perturbar, a desestabilizar, el orden de las definiciones. Pero no el régimen de las elecciones ideológicas: al momento de hacer un repaso de la coyuntura previa a las elecciones de 1946, el corresponsal reforzó los argumentos del Libro Azul, al que el gobierno norteamericano y el NYT desde sus editoriales (18/02/1946) avalaron hasta días antes de la elección presidencial (24/02/1946). Con la posible victoria de Perón a la vista se produjo la sucesión de corresponsales. La estación Kluckhohn27 Con el cambio de personal en algunas agencias y el reemplazo de Cortesi por Frank Kluckhohn, la noticia y el editorial urdieron sus juicios sobre el tipo de gobierno en Argentina con los virajes de la política americana; los resultados no derivaron sin embargo hacia interpretaciones más estables del fenómeno peronista. Los editoriales de este período fueron un terreno de sospecha. Desde marzo de 1946, la pregunta sobre qué hacer con Argentina mitigaba la certeza que los editoriales transmitieron a posteriori. A mediados de ese mes, uno de los editoriales ofrecía tres alternativas a seguir por la diplomacia norteamericana, dando por descontado el triunfo de Perón (16/03/1946): reconocer y tratar al gobierno encabezado por el hombre que meses atrás significó un riesgo para la democracia en el continente; reconocer y sancionar económicamente al nuevo gobierno (alternativa que el editorialista rápidamente descartó en función de las expectativas internacionales para con el comercio de carne argentina); o bien replegarse de la posición del no-reconocimiento (1944) y presionar moralmente para el restablecimiento de la democracia en el país, con un mínimo de intercambio económico28. El diario acordó con la política de acercamiento pero se vistió de cautela                                                              27

Frank L. Kluckhohn (1907-1970) nació en Minnesota. Fue reportero en distintos diarios (St. Paul Dispatch, Boston Globe) antes de sumarse como corresponsal del NYT (desde 1929 hasta 1947) en más de 70 países. Estuvo en España y fue expulsado por Franco. Durante la Segunda Guerra cubrió el frente europeo y el del Pacífico. Escribió varios libros sobre su experiencia como periodista y otros sobre relaciones diplomáticas. Mientras practicó su profesión colaboró en distintas revistas como Look, Reporter, Reader’s Digest. El 23 de enero de 1946 publicó su primera noticia firmada desde Buenos Aires y el 14 de enero de 1947 la última. El obituario de Kluckhohn: “Frank Kluckhohn, Author, Dies; Ex-Correspondent for Times, 62”, NYT, 04/10/1970, p. 92. 28 La editorial del 30 de marzo puso en boca de Fiorello La Guardia, a la sazón director de la United Nations Relief and Rehabilitation Administration, la sentencia que descolocaba la tentación ideológica de condenar al gobierno argentino por su pasado nazi -de la que Braden continuaba siendo adalid-: “el cereal no posee complejidad política, y voy a comprar cereal en cualquier lugar del mundo donde pueda encontrarlo”. “Peron, Diplomacy and Food”, NYT, 30/03/1946, p. 13.

10   

toda vez que pudo. Sobre los argumentos vertidos desde los editoriales se recortaba la silueta del Blue Book, el que -como el diario se encargó de subrayar- había listado pruebas contra el gobierno militar. Pero en la estación Kluckhohn, el corresponsal escribía un contrapunto y de alguna manera pivotaba sobre las imprecisas estrategias que el embajador diseñaba en tierra argentina. En la transición de la corresponsalía, mientras Arnaldo Cortesi insistía en las implicancias del Libro Azul, Kluckhohn pareció hablar en espejo desde el mismo diario. Así, dos días antes de las elecciones, el nuevo corresponsal señaló que “a pesar de los intentos reportados de intimidación, los diarios Nación, Prensa, Crítica, Razón y otros le dijeron al pueblo argentino todo lo saben contra el Señor Perón. El extenso Libro Azul fue editado, dándole la oportunidad a la población para conocer toda la historia”. Varios párrafos más abajo, Kluckhohn se encargó, sin embargo, de relativizar la importancia del libro, aduciendo que fuera de la capital the Nazi issue (el asunto de los nazis) resultaba un tanto irreal para el hombre promedio29. Un mes antes, el cronista había deslizado la recomendación de “no apostar contra Perón” al tiempo de cuestionar duramente la estrategia de Braden, la que el otro corresponsal, Cortesi, se esmeró en defender. Las fuentes de Kluckhohn eran otras: los empresarios americanos en Buenos Aires cuestionaban las posiciones de Braden –aún si estuvieron con él cuando el embajador dejó el país- debido a que los ponían en inferior, o incluso peligrosa, posición para comerciar con Argentina (23/01/1946). Esa sería una fuente permanentemente revisitada por Kluckhohn: su perspectiva abundaría en referencias económicas y apuntes sobre el desarrollo estatal argentino, antes que en el detalle minucioso de una agenda ideológica, ya desplazada al pasado. Así, los primeros días de marzo de 1946, el cronista saludó la próxima presidencia de Perón cuestionando el “error táctico” de la publicación del Libro Azul pero también relativizando –sin desmentir- la dimensión de las pruebas del mencionado texto: desde el 10 de enero (fecha de su arribo al país) no ha visto ningún reino del terror… (10/03/1946). La limitada red de informantes que Kluckhohn dejó entrever en sus textos, a diferencia de la de Cortesi, recuperaba de la escena nacional, además de voces norteamericanas más allá del campo diplomático como ya referimos (21/12/46), la propia voz de los peronistas30. La aproximación del corresponsal a la coyuntura que le tocó cubrir se distancia sensiblemente de los bordes ideológicos con la que Cortesi había cubierto el proceso previo. Kluckhohn escribió dos textos ambiciosos sobre el tema argentino. Uno de ellos trazaba cautelosamente su reconocimiento al líder a partir de una distancia pronominal                                                              29

Kluckhohn, Frank: “Latin Lands Silent on Blue Book Data”, NYT, 22/02/1946, p. 5. A fines de marzo el corresponsal dijo que “la elección de Perón probablemente señale la peor derrota que la diplomacia de los Estados Unidos ha sufrido en América Latina en muchos años”, “Peron Swept Into Argentine Office; Friendly Congress Also Voted In”, NYT, 29/03/46, p. 1. 30 Kluckhohn, Frank: “Peron Peace Offer for U.S. Goods Seen”, NYT, 11/03/1946, y “Peron Press Opens New Attack on U.S.”, NYT, 15/03/1946, p. 12. En esta última nota, su esfuerzo por recalcar el ánimo dialoguista de las partes fue notable: luego de citar ampliamente las expresiones antinorteamericanas de la prensa peronista, incluyó una breve oración final en la que sugirió que pese a todas ellas, “no hay dudas de que el señor Perón desea urgentemente llegar a un acuerdo con los Estados Unidos”.

11   

(“nosotros” / “los argentinos”), que buscaba aproximar, hacer familiar, el escenario local. Latinoamérica dejaba lugar al país: los argentinos, decía Kluckhohn, "piensan en nosotros como nunca antes", miran a Estados Unidos con "admiración y miedo" y de todos los pueblos latinoamericanos son los "más parecidos a nosotros" (31/03/1946). Esos gestos de noble curiosidad antropológica -que circunstancialmente pudieron servir como arbotantes para una explicación del período menos coyuntural- pueden leerse como marcas de especificidad de la corresponsalía, en la medida en que sólo una mirada “experta” puede: desbrozar los nudos de una confusa psicología social (fueron varias las veces, luego de Kluckhohn, en las que el corresponsal hizo referencia a la total falta de humor de los argentinos); esbozar vagas teorías de las influencias a partir del "examen" de la retorta de las sangres en la capital (Kluckhohn creía, con mirar los rostros de los pasajeros de un tranvía, estar viajando desde Roma hacia la periferia; los argentinos, como nosotros -sostenía un editorialista- "are almost wholly of European stock"); o bien señalar pistas de un geopolítica dispersa que ponía distancia con la Doctrina Monroe. Así, unos meses después de haber sistematizado una serie de mitos acerca de la mentalidad nativa a partir de la pregunta sobre los pensamientos argentinos en torno al "Tío Sam", Kluckhohn, en el segundo texto revisado aquí, puso delante de ese sistema otra serie de mitos políticos contemporáneos en torno al liderazgo de Perón31. La bisagra bien puede haber estado en la gesta del Primer Plan Quinquenal32. El corresponsal entrevió que esa gesta ponía a Perón "a la cabeza de un sistema estatal socialista" y en el primer retrato que el propio Kluckhohn hizo de Perón –nos referimos a la ya citada nota “Portrait of Argentina’s ‘Strong Man’”– procedió a superponer una retahíla de particularidades del líder (cinismo, capacidad de mando y trabajo, tácticas goebbelianas) con una tortuosa colección de argumentos surgidos de una agenda política en transición. Ese mecano era posible, aún si Kluckhohn tomó cierta distancia en algunos puntos con sus fuentes de información, a partir de una sensibilidad opositora que en el retrato del corresponsal surgía de una ilustración tomada de La Vanguardia (ver imagen 3).

                                                             31

Kluckhohn, Frank: “Portrait of Argentina’s ‘Strong Man’”, The New York Times Magazine, 01/12/46, p. 6. 32 Kluckhohn, Frank: “Five-Year Plan Gives Full Power to Peron”, NYT, 17/11/46, p. 120, y “Peron Sees Death of Capitalist Era”, NYT, 29/11/46, p. 1. Noticia, esta última, en la que Kluckhohn repara en la distancia discursiva entre el embajador norteamericano y la sentencia de muerte al capitalismo que proclama Perón. Comparaciones con Italia y Alemania surgieron previa y fugazmente, cuando fue decretado el control de los depósitos bancarios, “Peron Puts Banks Under His Control”, NYT, 25/04/46, p. 1.

12   

Imagen 333 En esa ilustración importa menos el lápiz llano y desenfadado del dibujante del diario socialista que, otra vez, los intertextos entre la prensa local y el NYT34. Hacia mediados de 1947, cuando desde hacía por lo menos tres meses Kluckhohn firmaba notas desde Boston, el NYT publicó una reseña suya sobre el libro de Ruth y Leònard Greenup, Revolution Before Breakfast: Argentina, 1941-46, y allí el segundo cronista del que nos ocupamos en este artículo pareció encontrar una definición más precisa del régimen peronista, calificado como police state, en base a los dichos de los autores y a su propia experiencia (24/08/1947). Sin embargo, los temas alrededor de las políticas comunicacionales del gobierno produjeron fisuras en clima de acercamiento que ensayó a crear Kluckhohn. Su serie comienza en noviembre de 1946, con una denuncia sobre las medidas del gobierno tendientes a alinear a la prensa local. Nuevos feriados, corte de créditos, detenciones de algunos fletes e infracciones administrativas fueron enumerados en la noticia junto con los nombres de los diarios bajo ataque. El texto finalizaba con un intertexto: “No obstante el gobierno de Perón puede señalar al diario del Partido Socialista, La Vanguardia, como una prueba de que, en alguna medida, la libertad de prensa todavía existe en Argentina. La Vanguardia reportó ayer que el ‘comité de vigilancia’ del gobierno para administrar las industrias nazis era en realidad ‘un comité para la                                                              33

El pie reza: “‘El mundo al revés’” – Una sátira publicada en La Vanguardia, Buenos Aires, mostrando al Presidente del Congreso sentado como miembro de la Suprema Corte. El dibujo pertenece a quien firma como Tristán. Kluckhohn, Frank: “Portrait of Argentina’s ‘Strong Man’”, ya citado. (Tristán fue el seudónimo de José Antonio Ginzo –Tesler, Mario: Diccionario argentino de seudónimos, Galerna, Buenos Aires, 1991.) 34 Las ilustraciones bien pueden haber sido seleccionadas por otros miembros del staff del NYT, aunque esto haya sido más probable para el caso de la ilustración -igualmente crítica- que acompañó la noticia de Kluckhohn, “Anti-Peron Fight Reaches Impasse” (ya citada).

13   

protección de Nazis’” (08/11/1946). Esa noticia fue ampliada por otra, días más tarde. En esta última, el cronista exponía las razones de una denuncia presentada en una Corte Federal a fines del mes de octubre contra La Nación y La Prensa. Los argumentos del corresponsal fueron expuestos a través de la evocación de un rumor (“la verdad sobre esa presentación judicial fue desentrañada por un destacado ciudadano, quien escuchó el siguiente relato”). Se trataba de una reunión entre Perón, Miguel Miranda y un abogado del gobierno en la que se discutió el futuro de La Prensa y La Nación. De acuerdo con el informante de Kluckhohn, al abogado le fue encomendada la tarea de hallar mecanismos para “poner de rodillas” a los dos diarios (aún si esas medidas tenían consecuencias –malas– en diarios favorables al gobierno). Se trataba, continuaba el relato presentado en la noticia, de un precio que había que pagar dado que La Nación y La Prensa habían ejercido, a través de sus editoriales –particularmente a través de las extranjeras republicadas- demasiada presión) -11/11/1946-. El comunicado del gobierno argentino que repudió el informe fue publicado por el NYT dos días después. En él se requiere la “honesta y espontánea” rectificación de sus autores. Y a la espera de ella, el gobierno “niega la falsa y estúpida información de THE NEW YORK TIMES y muy especialmente la parte en la que hace referencia a una reunión mantenida en presencia del Presidente de la Nación” (13/11/1946). Kluckhohn contraatacó al día siguiente a través de una noticia que en su primera parte informó sobre las comentarios que Perón hizo ante un grupo de partidarios sobre los problemas que acarreaban las expresiones del corresponsal (insistiendo en ellas), y que tenía como segunda parte un larga cita de un editorial de La Prensa sobre la inestable situación de la justicia en el país (14/11/1946). Paulatinamente, el espectro de fuentes con los que el corresponsal trabajaba comenzó a estrecharse a raíz del cambio en los tópicos sobre los que insistía en sus notas del período, que fueron: el apoyo por entonces velado del gobierno y de la prensa oficialista a Luis Alberto Herrera, candidato a presidente de Uruguay; el cuestionamiento a las nuevas medidas en torno a la conscripción –que le recordaban al corresponsal otras similares tomadas por Hitler, Mussolini y Tojo–; la crítica a la elección de José Figuerola como encargado de la ejecución del Primer Plan Quinquenal; y el anuncio de la firma de un pacto con la U.R.S.S.35. Días más tarde, Kluckhohn denunció nuevas medidas censitarias para con la radiodifusión, poniéndolas en sincronía con su denuncia de la avanzada gubernamental contra la prensa opositora (19/11/1946). Finalmente, a mediados de diciembre, el NYT denunció que la policía de Buenos Aires le retiró las credenciales especiales a Frank Kluckhohn para luego cederle otras con menores permisos. El diario se hizo eco de los pedidos de expulsión del corresponsal efectuados en la prensa oficialista, entre los que destacó el pedido de El Líder, que publicó la foto de Kluckhohn (“para que el pueblo                                                              35

Además de las notas sin firma. Las referencias a los ejemplos vertidos, respectivamente, son: Kluckhohn, Frank: “Peron Key Factor In Uruguay Vote”, NYT, 20/11/1946, p. 17; “Argentine Conscription Bill Calls For Peacetime Draft From 12 to 50”, NYT, 30/11/1946, p. 1; “Peron Names Aide Condemned By U.S.”, NYT, 04/12/1946, p. 18; “Argentina To Sign Pact With Soviet”, NYT, 07/12/1946, p. 10. Hemos citado otras noticias del período que también ilustran este momento particular.

14   

sepa quién es”), no sin desalentar a los lectores de ataques físicos a su persona36. En enero de 1947 el periodista escribió sus últimas notas como corresponsal en Argentina37. Estación Bracker / Warren38 Milton Bracker y Virginia Lee Warren, marido y mujer, fueron los corresponsales que permanecieron más tiempo en Argentina. Bracker, buena parte de su estadía, hizo las veces de Jefe de corresponsales para América Latina. Esta estación abarca entonces desde 1947 hasta mediados de 1951. Acerca de los editoriales del diario norteamericano en este período mencionaremos que su diversidad sólo puede ser desandada a través de su insistente y creciente interés en tratar los problemas de la “libertad de prensa” a partir de la matriz del totalitarismo. Más de 150 editoriales que sólo en 1947 y en 1952 abarcaron consistentemente distintos aspectos de la realidad argentina. En el interregno la atención de los editorialistas se inclinó por lo que uno de ellos definió como un acelerado descenso hacia el totalitarismo (07/03/1951). En 1947, el escenario de las relaciones entre Argentina y Estados Unidos marcó el compás de los editoriales, aún si en aspectos caros al universo de representaciones sobre el fascismo, el diario continuó insistiendo en la vena totalitaria del gobierno argentino (11/03/1947, 27/05/1947, 23/08/1947, 30/09/1947)39. A partir de 1948 ese universo de representaciones fue alimentado por las consideraciones que los editorialistas hicieron de las medidas que paulatinamente el gobierno peronista fue implementando contra las empresas ligadas a la información, especialmente contra La Nación y La Prensa (“the                                                              36

“Argentina Restricts Times Correspondent”, NYT, 18/12/1946, p. 24. Ronald Newton sugiere que fue traslado por pedido del gobierno norteamericano. Dice Newton, en la misma nota al pie de uno de sus libros, que Braden recomendó que se aceleraran los trámites para que Cortesi obtuviera la ciudadanía estadounidense (de hecho la obtuvo rápidamente). Newton, Ronald: El cuarto lado del triángulo. La “amenaza nazi” en la Argentina (1931-1947), Sudamericana, Argentina, 1995 (nota 43 del capítulo 18). 38 Milton Bracker (1909-1964) nació en Cincinnati y se unió en 1930 al Times, como corresponsal universitario. Cubrió más de 40 países. En 1936 se casó con Virginia Lee Warren. Juntos cubrieron parte de América Latina. Luego, durante la Segunda Guerra, Bracker cubrió el Norte de África, Italia, y estuvo con los ingleses durante la invasión a Grecia. Luego de un breve paso por México, él y su esposa se establecieron como corresponsales en Argentina. El 30 septiembre de 1947 firmó la primera nota desde Argentina. El 9 de marzo de 1951, la última de ese período. En 1949 ganó el premio Maria Moors Cabot y en 1951 el George Polk Awards -junto con Lee Warren- al mejor corresponsal extranjero del año, ambos premios por su cobertura en Argentina. En 1956 ganó el premio Newspaper Guild por su cobertura del naufragio y rescate del Andrea Doria. En su obituario, el NYT destacó sus condiciones de escritor polifacético: “Milton Bracker, Chief of Bureau For The Times in Rome, Dead”, NYT, 29/01/1964, p. 33. Virginia Lee Smith (1907-1993) adoptó el nombre de pluma Lee Warren luego de casarse con Bracker, en 1936. Antes había trabajado para el Washington Post. Se retiró como reportera del Times en 1978. El 5 de octubre firmó la primera nota desde Argentina. Su obituario en el NYT: “Virginia Bracker, 86, Foreign Correspondent”, NYT, 07/10/1993, p. D21. 39 En términos generales, el clima del período fue celebratorio de las expectativas del gobierno americano para con las relaciones entre los dos países. Los editoriales firmados por Turner Catledge y Bertram Hulen son dos buenos ejemplos de esa línea (08/06/1947, 13/07/1947, respectivamente), aún si la viñeta que ilustró el texto de Hulen –cómo sucedió en otros ejemplos– representaba una perspectiva distinta. 37

15   

great independent newspapers”). La diversidad, entonces, fue menguando a medida que “el problema de la prensa” ganaba terreno. En ese sentido, las tensiones en torno a la naturaleza del peronismo, encarnadas en la figura de Perón, abandonaron la estampa del strong man y reincidieron en el orden del dictador. Los editoriales sobre “el problema de la prensa” urdieron, de ese modo, un tejido cada vez más apretado: hacia 1952, luego de la muerte de Eva Perón, ya no hubo resquicios en la tela totalitaria. En 1951, la clausura, expropiación y posterior entrega a la CGT del diario La Prensa puso a los editorialistas a declinar nombres para el régimen, a elaborar representaciones que “pusieran en su lugar” al gobierno de Perón. Esa estilística que los editorialistas ensayaron al ritmo del conflicto, expropiación y reapertura del diario La Prensa no puede ser leída por fuera de esa sincronía (allí cupieron también los homenajes a La Nación y a los diarios del interior -15/04/1951, 20/06/1951-), pero la metralla no se desvaneció luego de esas luchas, y las sentencias en torno al nombre de Perón pasaron a conformar una lista, un archivo, módulos de información. Una cada vez más nutrida base de datos, informada por ristras de ideas, extrañamientos y rumores, todos ellos fraguados en la corresponsalía y seleccionados en la redacción. Milton Bracker, a la hora de escribir con su firma notas sobre el hombre fuerte, tuvo muy en cuenta los textos que desde el diario habían intentado asentar una lectura de Perón. Su primer intento –un largo relato en la revista del NYT a principios de 1948reconsideraba lo que había escrito Arnaldo Cortesi en feberero 1946, y los argumentos de Frank Kluckhohn diez meses después40. Para Bracker, “agitador” y “hombre fuerte” eran términos que aún valían en una aproximación a Perón –quien, siempre según Bracker, “ganaría una elección mañana”–. Al corresponsal le parecía, por otro lado, que la validez del término “dictador” se había convertido en una discusión académica. La cuestión fundamental, en un momento en que las relaciones entre Estados Unidos y Argentina se definían mejor económica que políticamente, pasaba por saber si los argentinos estaban dispuestos a aceptar la permanente reducción de sus derechos civiles para corregir las desigualdades económicas. Otras intervenciones del periodista pueden encadenarse a ese modo expectante de evaluar el momento argentino. Una serie que abarca desde consideraciones sobre el primer Plan Quinquenal hasta intervenciones en la sección sobre “Viajes”, desde la que no cesó de ponderar las ventajas de visitar Argentina, “el más avanzado y ambicioso país por debajo de Río Grande”41. Sin embargo, su extensa cobertura sobre “el problema de la prensa” afectaba a su esfuerzo por desplazar la tentación de fijar el curso de las medidas del gobierno argentino a partir de un vector “ideológico”. En efecto, esa matriz,                                                              40

Bracker, Milton: “Peron: Evolution of a Strong Man”, The New York Times Magazine, 22/02/1948, p. 14. 41 Bracker, Milton: “Our Good Neighbors”, NYT, 06/06/1948, p. XX34; y “To Lands Where It’s Summer”, NYT, 05/12/1948, p. XX17. El periodista escribió otras notas sobre turismo (14/03/1948, 21/11/1948, 12/12/1948). Algunas constantes en torno a sus consideraciones antropológicas sobre los argentinos (faltos de humor, cultos, etc.) pueden leerse en esos textos, y su reconsideración histórica, por ejemplo, en la reseña que Bracker hace de una antología de textos de Domingo Sarmiento, “Shrewd Visitor From the Argentine”, NYT, 18/04/1948, p. BR5.

16   

a medida que el desarrollo de los conflictos alcance su clímax en 1951, volverá a surtir efecto, aún si el propio periodista se esforzó por indicar lo contrario. Bracker cubrió durante su primer año los distintos conflictos en torno a la prensa con un estilo largamente distanciado del que practicaron Cortesi y Kluckhohn. En sus primeros textos, incluso cuando estos trataron sobre persecuciones que afectaron al periodista directamente o indirectamente, no hubo párrafos finales de preguntas sobre la “caída” al totalitarismo o sobre esforzadas comparaciones con los régimenes fascistas42. Por otro lado, a la hora de componer un relato sobre Evita, Bracker prefirió subrayar la fortaleza política aún por sobre las relaciones de Evita con los medios de comunicación43. El NYT no le dedicó mucho espacio al viaje de la primera dama a Europa44, mientras que apenas indicó las consecuencias de la mala recepción que el gobierno hizo de las noticias publicadas en Inglaterra y Estados Unidos sobre ese viaje (prohibición de la revista Time, comunicados contra Associated Press); pero hacia finales de 1948 las fricciones entre, por un lado, la prensa extranjera y los diarios opositores, y el gobierno y la prensa oficialista por el otro, se acentuaron a la luz de las diatribas, befas e ironías con las que Evita fue representada45. Virginia Lee Warren, por su parte, tensó las cuerdas de sus escritos desde comienzos de su corresponsalía. Si bien en sus reseñas y en sus textos para el suplemento de turismo, Lee Warren expuso su fascinación con la cultura urbana y la historia exótica de la                                                              42

Sobre las restricciones del papel prensa: Milton Bracker: “Argentines Raise Free Press Issue”, NYT, 03/08/1947, p. 36; “Argentine Paper To Get Newsprint”, NYT, 29/02/1948, p. 10. Sobre la derrota de la moción argentina, en la Asociación Interamericana de Radiodifusión, acerca de considerar a la radio como un “servicio público” –en su lugar se prefirió la fórmula “de interés público” –: “Argentina Loses In Vote On Radio”, NYT, 11/07/1948, p. 23; sobre el impuesto a la publicidad en los diarios y periódicos: “Argentine Prensa Still Fights Tax”, NYT, 04/12/1947, p. 16; acerca del “silencio” que pesó sobre Juan A. Bramuglia en la prensa peronista: “Press Still Omits Bramuglia’s Feats”, NYT, 12/12/1948; p. 16 (ya había hecho mención al tema en una noticia publicada el 5 del mismo mes). Luego del affaire Griffith (la denuncia del gobierno de un atentado contra Perón, encabezado por el diplomático estadounidense John F. Griffith y otros –entre los que se encontraba Cipriano Reyes–), Bracker cubrió las medidas en contra de lo que Perón denunció como la “red de corresponsales extranjeros” (“Peron Stirs Anti-U.S. Feeling By Speech on ‘Murder Plot’”, NYT, 25/09/1948, p. 1): la prohibición de “cablear” a algunos periodistas (Joseph McEvoy de Associated Press, Herbert Clark del Chicago Sunday Times, José Arrieta de Reuters, Bracker y Warren del NYT) en: “Argentina Curbs 5 Correspondents”, NYT, 03/10/1948, p. 29 –en la misma nota Bracker indicó que a Warren la habían arrestado por unas horas, unos días antes por preguntar sobre una huelga de bancarios–; y un informe preparado por la embajada estadounidense acerca de la censura a algunos despachos de corresponsales extranjeros (Robert Neville de la revista Time y John Daly de Columbia Broadcasting): “U.S. Investigating Peron Censorship”, NYT, 19/12/1948, p. 31. 43 Milton Bracker: “Evita Peron: Portrait Of a First Lady”, The New York Times Magazine, 10/10/1948, p. SM10. Al día siguiente la Revista Time publicó una nota sobre la compra por parte de Evita de empresas periodísticas: “Evita & the Press”, Time, 11/10/1948. 44 Por ejemplo lo informado por el corresponsal Sam Pope Brewer, desde Madrid: “Madrid Exhibits a New Diplomacy", NYT, 15/06/1947, Review of the Week, p. E5. 45 Ejemplos de esos tratamientos -algunos “clásicos”- en: “Little Eva”, Time, 14/07/1947; Rensselaer Thayer, Mary Van: “Eva’s Past Given Peroxide Rinse Along With Hair”, The Washington Post, 20/07/1947. El NYT no había seguido esa línea, acaso tempranamente advertido por medio de la solicitada en el mismo diario que firmó Martín Luis Drago en nombre del cuerpo diplomático argentino en Estados Unidos. En ella se reclamó el cese de la “campaña de insultos, vilipendios e injurias contra la Señora Eva Duarte de Peron, la esposa del presidente de Argentina”. “To the American Public!”, NYT, 23/09/1947, p. 22.

17   

región46, en otros relatos sus críticas fueron más punzantes que las de su marido. De todos modos tanto ella como él, incluso con firmes convicciones ideológicas, intentaron desprenderse de las fórmulas de archivo, en su mayoría forjadas al calor de presupuestos, y en su lugar, elaborar las noticias a partir de su experiencia en tanto corresponsales. Un ejemplo de ello puede leerse en diciembre de 1947, cuando Lee Warren publicó una nota sobre la censura tardía impuesta a la película de R. Rosellini, Ciudad Abierta. Allí escribió que la práctica de las directivas anónimas -llamados telefónicos o incluso visitas en nombre de un alto funcionario o una agencia estatal- no era infrecuente en Argentina. Luego, decía Lee Warren, nadie respondía por la orden ni la revocaba (07/12/1947). La periodista esbozó en esa reflexión una zona de incertidumbre -¿desde dónde viene la censura?- en las líneas menores de la organización burocrática, mientras que otros corresponsales previos consideraban a la censura desde una perspectiva “de archivo” en la que las prohibiciones siempre se derramaban desde el vértice del estado. Los distintos géneros que el matrimonio visitó y una mayor precisión en sus tareas -que ya pudo advertirse en 1948, pero se hará notoria al año siguiente- les permitió a Bracker y a Lee Warren –pero especialmente al primero- discutir o revisar, también en clave ideológica, no sólo las definiciones posibles del peronismo, sino también algunas representaciones sobre América Latina. Este desarrollo permite leer de otro modo las dos corresponsalías previas: que en definitiva ponía a Cortesi y a Kluckhohn más cerca del “enviado especial” que del corresponsal. En sus memorias, Turner Catledge subrayó la escasa formación de los periodistas contratados por el NYT para esta época pero también la casi inexistente cobertura en América Latina, y la reluctancia de los periodistas por la región, por considerarla “out of the mainstream”47. Desde principios de 1948, Bracker cubrió distintos procesos latinoamericanos. Su expertise no sólo quedaba garantizado por los paratextos con los que, por ejemplo, los editores de la revista dominical buscaban afincar la idea entre sus lectores de que quien escribía esa nota lo hacía desde su experiencia de campo48, ni sólo por frecuentes                                                              46

Es particularmente intenso su texto sobre el estilo confitería en Buenos Aires, Lee Warren, Virginia: “Life In Busy Buenos Aires”, NYT, 15/08/1948, p. X14. 47 Catledge, Turner: My life and The Times, Harper & Row, Nueva York-Londres, 1971. Hacia mediados de la década del 60, sin embargo, el NYT tenía ocho veces más corresponsales en “las américas” que sus competidores tradicionales. Bishop, Michael: “An Analysis of How the New York Times Gathers and Disseminates International News”, International Communication Gazette, núm. 13, 1967, pp. 337-347. 48 “Milton Bracker ha sido corresponsal, durante sus 17 años en el staff del Times, en Londres, Argelia, Roma, Atenas y Ciudad de México. Desde el año pasado se desempeña como Jefe de corresponsales en Buenos Aires, donde tuvo amplias posibilidades de observar al Presidente Argentino en acción” (Bracker, Milton: “Peron: Evolution…”, ya citado). “Milton Bracker tuvo amplias oportunidades, como Jefe de corresponsales en Buenos Aires, de seguir la carrera de Madame Peron” (Milton, Bracker: “Evita Peron…”, ya citado). “Como corresponsal de este diario, Mr. Bracker ocupó una oficina en el edificio de La Nación, lindante con la vieja casa de Mitre en la Calle San Martín en Buenos Aires”, Bracker, Milton: “He Was the Moral Force”, NYT, 14/09/1952, sección reseñas de libros, p. BR4. En este último caso es curioso que el mismo dato que el diario considera de “autoridad etnográfica”, pueda ser leído desde la retórica de la prensa y del propio Perón como una prueba de las relaciones entre los diarios opositores y la prensa extranjera. Con Lee Warren, el diario lo hizo en su reseña a Bloody Precedent de Fleur Cowles

18   

referencias a su permanencia en el territorio49, sino también por sus modos revisionistas de construir la noticia. Esto puede verse, por ejemplo, en un texto relativamente temprano publicado en la revista del NYT (Bracker continúo cubriendo acontecimientos en distintos puntos de Sudamérica)50. En “Beneath the Ferment in Latin America”, Bracker cuestionaba algunas percepciones vigentes en su país en torno a la región, como por ejemplo, la idea de un peligro comunista. Para el corresponsal la más robusta amenaza totalitaria estaba más cerca del modelo franquista que del fascista o comunista. Esa consideración, de todos modos, se alejaba de la simple contigüidad del término “caudillo” en el tratamiento dado por el diario al generalísimo y a los líderes americanos, y hallaba su justificación en la conjunción del factor probreza y la fuerza de la tradición hispana –que ya había sido entrevista por otros enviados y corresponsales51– . El prisma que amplificaba esa coloración sudamericana era Argentina: el periodista veía en el gobierno de Perón un ejemplo acabado de esa cuestión fundamental que había planteado en la nota citada “Portrait of Argentina’s ‘Strong Man’”, y consecuentemente, el lugar secundario asignado a las libertades civiles en el programa de gobierno peronista. Decía Bracker: Es posible que a diferencia de las dictaduras europeas –con las que Argentina no puede ser comparada, con la probable excepción de España– el presente régimen [de Perón] no sólo se asienta sobre bases legales sino que también está nominalmente guiado por la ley, aún si como puede observarse sus medidas son extremas. […] No hay el mínimo vestigio de racismo hitleriano ni del imperialismo mussoliniano. De todos modos, la atmósfera política no es la misma que, digamos, la que existe cruzando el río, en Uruguay. Aún el más inocente turista siente la diferencia al instante52.                                                                                                                                                                                (“The Wife of Dictator”, NYT, 13/01/1952, sección reseñas de libros, p. BR12): “La señorita Warren estudió a los Perón de primera mano como corresponsal en Argentina”. 49 “Hay una cuestión emergente –decía Bracker desde Colombia, luego de los enfrentamientos entre conservadores y liberales–, una que Washington debe preguntarse: ¿cuán estables son los gobiernos de Sudamérica? Después de estudiar por dos años el asunto en América Latina con visitas a casi todas las repúblicas continentales, este periodista contesta: ‘No mucho’”, Bracker, Milton: “Latin America Masses Easily Led To Revolt”, ya citado. 50 Bracker, Milton: “Beneath the Ferment in Latin America”, The New York Times Magazine, 13/02/1949, p. SM11. Otros ejemplos: “South American Tension Mounts”, NYT, 27/11/1949, Review of the Week, p. E4; y “South American Ills Reflected In Revolt”, NYT, 28/05/1950, p. 100. 51 Bracker ya había señalado ese elemento en su reseña a una compilación de textos de Domingo Sarmiento (“Shrewd Visitor From the Argentine”, ya citado). El corresponsal citó en “Beneth…” a Walker Lowry, un colaborador habitual por esos años en la revista del NYT. Sin embargo, las diferencias de interpretación de los problemas de la región y la posible influencia del comunismo en ella son considerables. Lowry, Walker: “Communism to the South of Us”, The New York Times Magazine, 11/01/1948, p. SM10. 52 Bracker, Milton: “Most Doubts on Peron Laid To Poor Publicity Relations”, NYT, 24/10/1950, p. 20. Cursivas mías. El periodista festejó la democracia uruguaya en una reseña al libro de Russell Fitzgibbon, Uruguay, Portrait of a Democracy, NYT, 01/08/1954, sección reseñas de libros, p. BR3. Acerca de los límites de la prensa extranjera al tratar el interrogante que aquí citamos de Bracker puede seguirse el mismo tipo de preguntas en la prensa inglesa y los buenos argumentos de Gwyn Howells, en su artículo traducido en este libro.

19   

El corresponsal y Virginia Lee Warren no fueron turistas en Argentina, pero tal vez la distancia entre ellos y el turista no sea tanta en otros países sobre los que especialmente Bracker tuvo que informar (Colombia, Brasil, Uruguay); en definitiva en cuanto a la construcción de noticias sobre América Latina, sus aportes fueron más intensos en el rubro turismo que en otros53.

Imagen 4 (23/10/1949) El pie de la ilustración que intentó resumir los mitos sobre América Latina del turista convencional (ver imagen 4) decía: “Este mapa a pulso y espontáneo está basado en las ideas del turista promedio acerca de la geografía antes de visitar América Latina. Es un trabajo de dos corresponsales que la conocen mejor”. Sin embargo, la inscripción de esos aportes a la danza de las representaciones sobre América Latina no sobrevino, pensamos, sólo a raíz de nuevos mercados turísticos, sino a partir de su más preciada legitimidad: la del trabajo de campo. Nuevamente aquí puede resultar esclarecedora la impresión de Turner Catledge, que arriba mencionamos, acerca del pobre panorama que el NYT presentaba hacia mediados de los ’40 en cuanto a la calidad de sus corresponsalías en América Latina; eso conjugado a la importancia creciente que, según el mismo autor, desde fines de los ’30 comenzaron a tener los despachos, puso a Bracker y a Lee Warren en posiciones que habilitaban el uso de legitimidades orientadas al conocimiento de la región. Su perspectiva ya no se fundaba en una experiencia (bélica) pasada, sino en una experiencia actual y geográficamente vasta. Pero como indicamos más arriba, esa experiencia tenía su criba en Argentina. En 1949 y                                                              53

Algunas notas de Bracker en la sección Travels en NYT: 06/03/1949; 20/03/1949; 13/03/1949; 08/05/1949; 05/06/1949; 23/10/1949; 19/02/1950; 28/01/1951; 17/02/1952; 09/03/1952; 13/04/1952; 26/10/1952. Algunas de Virginia Lee Warren en la misma sección: NYT, 08/05/1949; 29/05/1949; 23/10/1949; 21/05/1950. Frank Kluckhohn no abundó en el rubro: “It’s Summertime and The Sun Shines Bright In South America”, NYT, 08/12/1946, p. 238.

20   

1950, Bracker no sólo intentó establecer nuevas percepciones sobre el peronismo en su conjunto o formular consideraciones menos afectadas sobre “el problema de la prensa” sino también conocer las matrices culturales del huésped. En “A Communique From Argentina”, por ejemplo, Bracker además de dejar insinuar sus filiaciones entre la elite cultural, volvió sobre una de las consecuencias del tradicionalismo que “más que en otros pueblos latinoamericanos”, afectaba a los argentinos, y sostuvo que, con la excepción de Sarmiento, la mayoría de los escritores del país eran insensibles a la contemporaneidad (una actualidad que Bracker consideraba acaso un tanto irónicamente, dramática e histórica: “Algún día habrá tal vez un gran libro sobre la escena argentina actual. Dicha escena tomó forma con la así llamada Revolución de los Coroneles de junio de 1943 y su héroe hasta hoy es Juan Domingo Perón”). El estilo de esos escritores era –decía Bracker– muchas veces avanzado, pero las ideas generalmente no. Su lista de nombres saludaba a Martínez Estrada, Mallea, Borges, y como promesas a María Elena Walsh y a Horacio Armani (24/04/1949). En “A Survey of The Argentine Mind” (13/03/1949), el periodista atacó el misterio de la psicología nativa (“El DC-6 cubre la distancia [entre Estados Unidos y Argentina] en 24 horas. Pero todavía no se puede comprar un pasaje de mente a mente) con la revisión de un concepto de muchas facetas: dignidad. Esa aspiración criolla condensaba no sólo las variaciones del orgullo y la falta de sentido del humor, sino también formas de comportamiento político predominantes en el peronismo54. Bracker se inclinaba allí por explicar las modalidades del antiamericanismo latino a partir de problemas de coyuntura y tradiciones políticas. Su búsqueda lo llevó a una nueva definición de Perón, “probablemente más ajustada”: una combinación de caudillo y Kingfish55. Uno de los avatares de esa dignidad, que Bracker agitó como una llave en el texto que estamos revisitando, era el desagravio. El corresponsal consideraba que ese gesto, plenamente apropiado por los elencos políticos del peronismo, daba buena cuenta de los problemas a los que se enfrentaba la prensa durante el gobierno peronista. Y “el problema de la prensa” fue, en rigor de verdad, el espacio al que Bracker y su esposa le dedicaron mayor atención. En efecto, si bien Bracker arriesgó algunas impresiones sobre la marcha de los programas de gobierno y las dificultades del mismo frente a la coyuntura (09/01/1949, 06/02/1949, 20/04/1949, 24/04/1949, 08/05/1949, 05/06/1949, 19/02/1950, 30/08/1950), y cubrió más intensamente la “caída” de Juan A. Bramuglia – y en esa serie de noticias remarcó el poder político de Eva Perón–56, su tratamiento de                                                              54

Una referencia a la dignidad puede leerse también en un informe sobre Evita de Russell H. Fitzgibbon: “Evita, Symbol of Revolution”, Los Angeles Times, 01/08/1952, p. A5. 55 El término hace referencia a Huey Long, Jr., un inefable político norteamericano (Gobernador de Louisiana a fines de los años ’20) carismático y reconocido por sus programas de reformas sociales y aún más por su programa de radio “Share Our Wealth”, desde el que hizo famosa la idea de “Every Man a King”. 56 Bracker lamentó aún más que los editorialistas la caída de Bramuglia. Su argumento, pensando en las relaciones entre Estados Unidos y Argentina, fue que luego de ella sólo quedaba dialogar con Perón (12/08/1949, 13/08/1949, 14/08/1949, 21/08/1949). Bracker, cerca de las elecciones, volvió a escribir sobre Bramuglia para comentar su negativa a volver a la acción política –el periodista lo había considerado un serio rival de Perón–: “Bramuglia Shuns Return to Politics”, NYT, 15/04/1950, p. 6. Un

21   

los asuntos ligados al manejo de la información por parte del gobierno argentino fue más extenso que los que hizo de otros tópicos. A mediados de 1949, Bracker denunció un “recorte” a un cable que envío a la revista Time acerca de las denuncias sobre tortura policial tratadas por la cámara de diputados –un episodio que el propio Bracker consideró una victoria de la oposición–. Tal como el periodista dijo, las relaciones con la prensa extranjera habían sido satisfactorias –gracias, según Bracker, al embajador Bruce– desde un tiempo a esa parte (desde septiembre de 1948, con el affaire Griffith, cuando Perón acusó a los corresponsales de “saboteadores y espías”)57. Sin embargo, las políticas implementadas por el gobierno peronista contra algunos diarios locales fueron acompañadas cada vez más insistentemente con discursos de Perón acerca de la condición de complotados de la red de corresponsales extranjeros, y sus ligaduras con la prensa local, “venal y paga”58. Bracker apuntó varios puntos en ese crescendo. Pero parecía estar convencido de que esa dinámica obedecía –en el caso específico de la prensa extranjera–, más a los arrestos de dignidad y a la ignorancia que a la malicia59; y que la batalla que desde muy temprano el peronismo había dado contra La Prensa por razones parecidas no iba a derivar en la clausura del diario de Gainza Paz60. Por otro lado, si había un argumento que servía para explicar mejor la avanzada coercitiva del gobierno –menos volcado a la confusa psicología social que el periodista ensayaba en sus notas de la revista–, ese era de carácter económico: La Prensa y La Nación, pese a todas las medidas impuestas, a principios de 1950 aumentaron sus tiradas61. Por esas distintas cuestiones, Bracker estaba atento a las intervenciones diplomáticas sobre el asunto, como las de Bruce y más tarde con las repercusiones de la visita de Edward Miller Jr62. En octubre de 1950, Bracker se animó a recomendar a Perón algunos cambios en sus planes de gobierno a través de una nota. De cuatro puntos tres guardaban relación con la prensa: permitir la circulación de periódicos opositores (el periodista excluyó literalmente de esa lista al diario comunista La Hora), más tiempo de                                                                                                                                                                                tratamiento más adecuado de este tema: Rein, Ranaan: Juan Atilio Bramuglia, ya citado. Sobre el crecimiento político de Evita: “’Evita’ Remains Argentine Issue”, NYT, 13/03/1949, Review of the Week, p. E4. 57 La cobertura de las denuncias de tortura al final de otra noticia en Bracker, Milton: “Anti-Peron Group Pushes Nazi Issue”, NYT, 25/07/1949, p. 5. Sobre la censura al despacho, “Argentina Seizes Dispatch to ‘Time’”, NYT, 29/07/1949, p. 7; y “U. S. Note Protests Argentine Censors”, NYT, 30/07/1949, p. 5. 58 Para el examen de todo el ciclo del debate entre peronistas y antiperonistas alrededor del tema prensa, Cane, James: The Fourth Enemy…, ya citado, especialmente capítulo 5. 59 Bracker, Milton: “A Survey of The Argentine Mind”, ya citado. 60 Bracker lo escribió de modo tajante (“¿Tiene pensado Perón cerrar La Prensa y La Nación? La respuesta probablemente es ‘No’”), en un largo texto en el que trata “el problema de la prensa”: “Peron’s Challenge to the Free Press”, NYT, 05/03/1950, p. 166. 61 Bracker, Milton: “Opposition Papers Gain in Argentina”, NYT, 01/01/1950, p. 10. Dice Bracker que entre noviembre de 1948 y diciembre de 1949, La Nación lo hizo en un 8%-10% , y La Prensa pasó de tirar 503 mil y 385 mil en diciembre de 1948 a tirar 542 mil y 438 mil en diciembre de 1949, para domingo y lunes respectivamente. 62 “Tal vez más claro que ninguna circunstancia, la visita de Edward G. Miller Jr. muestra la naturaleza fundamental del problema de la prensa en Argentina”, Bracker, Milton: “Argentine Paper Shifts U.S. Stand”, NYT, 24/02/1950, p. 8. Allí el corresponsal advirtió que fue suficiente que en una cena entre Miller y Perón estuviera presente Alberto Dodero, de Democracia, para que el diario peronista se retractara de una larga campaña negativa que realizó antes de la llegada de Miller.

22   

radio para la oposición, y permitir el acceso de la prensa extranjera a los registros de las agencias estatales, principalmente a los de la Subsecretaría de Información y Prensa. El punto restante proponía garantizar los fueros a los diputados opositores. Aunque Bracker insistió en tratar esos problemas como si fueran de “relaciones públicas”, sus medidas podían ser leídas también en el entramado conspirativo que, según el propio periodista, Perón para esa época volvía a ensayar contra los corresponsales extranjeros. El cierre y expropiación de La Prensa multiplicó las notas que el NYT le dedicó a la Argentina. Dos corresponsales y un enviado cubrieron diversas noticias y escribieron sus opiniones en un embudo narrativo que derivaba todas las noticias hacia la noticia sobre el cierre de La Prensa. Milton Bracker lo hizo primero desde Uruguay, Chile y luego desde Washington; Lee Warren y Herbert Matthews lo hicieron desde Buenos Aires. Desde el informe sobre la salida de prisión de Ricardo Balbín (03/01/1951), pasando por la cobertura de la huelga de ferroviarios de principios de 1951 (28/01/1951, 11/02/1951), hasta las reseñas de libros y relatos de viajes, las noticias derivaron una y otra vez hacia el caso La Prensa o hacia nuevas o “clásicas” definiciones de Perón. Bracker lo hizo en varias oportunidades: en la reseña al libro Caudillo: A Portrait of Antonio Guzman Blanco de George Wise (luego de enumerar todo tipo de prácticas coercitivas que identifican al caudillo dijo: “nadie duda que ese zapato le cabe a Perón”), y en una nota sobre turismo, en la que alertó sobre un período de miedo, dificultades y tensión para los residentes extranjeros en Argentina, dramáticamente condensado en el cierre de La Prensa. El periodista recomendó para el caso un antídoto disponible: Montevideo63. En su reseña a The Peron Era, de Robert Alexander, Bracker se esmeró por destacar sus conocimientos de Argentina y ajustó un tratamiento crítico para con Evita –diferente por cierto a la nota que escribió en 1947 en la revista del diario–, aduciendo que Alexander se había olvidado de remarcar, entre otras cosas, “el corrosivo rencor y la absoluta falta de habilidad por olvidar o perdonar de la Primera Dama argentina”64. Lee Warren insistió desde sus primeras notas sobre Evita alrededor de la figura de la cenicienta. Pero a mediados de 1951, en un largo texto que partía de una ímproba candidatura de Eva Perón para presidenta, la periodista remitió a una serie de lo que hoy podemos calificar como lugares comunes, gracias a las investigaciones sobre la vida de Evita: memoria, vindictiveness, oportunismo, misticismo, fanatismo y su vindicada falta de educación y cultura –“ninguna de esas dos posesiones importa mucho en la Argentina de hoy” (03/06/1951)–. Es importante advertir de qué modo los rumores de calle, los palaciegos, los de confitería, y los de prensa, coagularon en un momento de alta polarización y circularon a través del diario. Más tarde, cuando ya Lee Warren y                                                              63

“Strong Men Like Money”, ya citado; y “Six Top Adventures in South America”, 15/04/1951, p. 264, respectivamente. Lee Warren saludó desde una carta de lectores a la democracia uruguaya –respondía una queja del cónsul de Uruguay, quien había escrito al diario cuestionando algunos dichos de la periodista–: “Me complace estar de acuerdo con el cónsul en que su país es un modelo de democracia”. “All about Evita”, NYT, sección carta de lectores, 01/07/1951, p. 112. 64 Bracker, Milton: “Then Came The Perons”, NYT, 04/11/1951, p. 217. Una mención previa al tema, en la sección turismo: “Back Home In The United States”, NYT, 10/06/1951, p. XX1.

23   

Bracker no estén en Argentina, subscribirán teorías sobre el peronismo mejor moduladas académicamente; y lo harán a través de reseñas sobre autoras como Fleur Cowles o Mary Main (ver más adelante). Marysa Navarro ha logrado recorrer los intrincados préstamos entre libros como el de Cowles, Bloody Precedent, el de Main (The Woman with the Whip), El culto de la infamia (de Sánchez Zinny), el Libro negro de la segunda tiranía, y el texto de V.S. Naipaul, “The Return of Eva Perón” en una The New York Review of Books de 1972, entre otros escritos. Mary Main –quien al alveolar diseño de préstamos textuales le sumó una trama linajuda y amical en la que asomaron Gainza Paz y Spruille Braden, entre otros– declaró en una entrevista en 1980 que ni bien aceptó la oferta de la editorial Double Day de escribir una biografía de Evita, leyó “todo lo que pudo encontrar sobre Evita en la Biblioteca Pública, libros, revistas y diarios”. Según indica Navarro, por ese entonces, no había libros sobre Evita: sólo la prensa se había ocupado de ella. Navarro, además de apuntar ese importante dato, narra las peripecias de Main en Buenos Aires, en su intento por construir su propia red de informantes (entre ellos, Alfredo Palacios)65. Tal como indicamos cuando hablamos de los editoriales by-proxy, aquí también puede registrarse ese tipo de recursividad por medio de la cual no es posible remontar los meandros de los discursos y las representaciones. Sin embargo, a partir de un examen minucioso de la labor de estos dos corresponsales, podemos advertir su lugar en esa red textual –que es evasiva frente a la persecución policial, y pervasiva para la comunidad interpretativa que la lee–. No abundaremos aquí sobre el tratamiento específico que Bracker y Lee Warren le dieron al caso La Prensa66. Sin embargo, hay que señalar que fueron abundantes las notas que los periodistas firmaron, y que el clima de la coyuntura fue haciéndose cada vez más difícil. Muchas empresas y organizaciones ligadas a la información hicieron público su rechazo a las medidas del gobierno argentino contra La Prensa. Otros elementos profundizaron las fricciones entre las interpretaciones del “problema de la prensa”: los editoriales de Democracia67 y los ataques de La Época no sólo al diario sino a las visitas de Edward Miller y Herbert Matthews; el arresto de dos periodistas norteamericanos; los debates sobre la libertad de prensa en el congreso; y los rumores de un año electoral. Para Lee Warren, el cierre del diario de Gainza Paz obedecía al miedo de Perón frente a una serie de problemas a los que debía enfrentarse – especialmente huelgas– (11/03/1951). Bracker arriesgó, en algún punto de la coyuntura, una idea más imprecisa pero signada por la distancia que mediaba entre la reunión de diplomáticos latinoamericanos que cubría y “el gran número de lejanas, incultas y menesterosas personas que conforman el grueso de las veinte repúblicas”: el factor                                                              65

Navarro, Marysa: “La Mujer Maravilla ha sido siempre argentina y se verdadero nombre es Evita” en Evita. Mitos y representaciones, Buenos Aires, FCE, 2002. La cita de la entrevista a Main está tomada de ese texto. Otro texto que recupera la retícula que liga textos del mercado editorial, académicos y de prensa en torno a las representaciones sobre Evita es el Victoria Allison, “The Bith Goddess…”, ya citado. 66 Ver Cane, James: The Fourth Enemy…, ya citado, y Panella, Claudio (editor): La Prensa y el peronismo: crítica, conflicto y expropiación, La Plata, Facultad de Periodismo y Comunicación Social, 1999. 67 Véase la compilación Artículos de Descartes. Política y estrategia (no ataco, critico), Buenos Aires, s/d, 1952.

24   

psicológico en la relación entre Estados Unidos y América Latina, oscurecida por nubarrones en distintos puntos del continente – “en centros nacionalistas como Buenos Aires esos nubarrones son provocados por los hacedores de lluvia del programa político de Perón”–. Esa distancia podía leerse a partir de las actitudes de la Argentina: “una mezcla de confusión y conflicto, miedos, dudas y orgullo”, taquigrafiada en un doctrina intimidante y represiva que, en esa reunión en Washington, quedaba condensada en “la sonriente campechanía del joven Hipólito Paz” (01/01/1951). Así, la decisión temprana por parte del periodista de no utilizar asiduamente el término “dictadura” para calificar el gobierno de Perón lo obligó a dar duros rodeos hacia 1951, año en el que Bracker y Lee Warren dejaron su lugar como corresponsales, y en el que buena parte de la prensa norteamericana se refería a Perón en sede “clásica” (dictador, fascista, etc)68. Hubo buena distancia entre los textos de Bracker y las líneas editoriales, especialmente con respecto a la trazada por Herbert Matthews en su tetralogía –ya citada cuando hablamos de los editoriales– 69. A mediados de 1952 escribió una nota para la revista haciendo un balance del gobierno peronista y avanzando sobre el nuevo escenario a partir de la muerte de Evita70. Sus opiniones sobre el peronismo siguieron escribiéndose en las páginas del diario pero entre las líneas de sus breves reseñas de libros –acaso como “manda” el género-71. Hacia 1955, se puede decir que Bracker enaltecía el libro de Blanksten (Peron’s Argentina), con el que coincidía en que Perón estaba más cerca de Primo de Rivera que de Franco, y los libros de Mary Main72. Fueron dos los libros que                                                              68

Por ejemplo la revista Time en “Murder at La Prensa”, 12/03/1951; o en “Love in Power”, 21/05/1951 –nota en la que se lo considera dictador pero no totalmente fascista, sino encaminado–. 69 Esa línea editorial se repitió en la reseña que Herbert Matthews hizo del libro editado por La Prensa en Estados Unidos: Defense of Freedom (“Then Peron Stopped the Presses”, NYT, 29/06/1952, sección reseñas de libros, p. BR3). El relato del tirano que termina con la libertad de prensa era mitigado por las declaraciones que el propio Alberto Gainza Paz hizo al diario, las que sostenían que Perón jamás hizo mucho esfuerzo por controlar directamente la publicación y que, pese a las medidas restrictivas que sí le impuso, la tirada del diario aumentó entre 1947 y 1950 (“Prensa Publisher Sees Free Press”, NYT, 06/09/1951, p. 19). Matthews sospechaba entonces que además de “problemas” como el militarismo, el nacionalismo, la inflación y el comunismo, América Latina sufría el problema del peronismo –haciéndose eco como algunos editorialistas, de supuestos “contagios” en Perú, Cuba, Brasil y Venezuela– (“Latin America Unrest Due to Basic Causes”, NYT, 27/04/1952, Review of the Week, p. E6). 70 Bracker, Milton: “‘Alone’-New Chapter in the Peron Drama”, The New York Times Magazine, 24/08/1952, p. SM10. 71 Bracker, Milton: “In the Other Americas, the Problem Is Dictatorship”, NYT, 11/05/1952, sección reseñas de libros, p. BR6 (sobre el libro de Germán Arciniegas, The State of Latin America); “Man on the Balcony”, NYT, 24/05/1953, sección reseñas de libros, p. BR6 (sobre el libro de George Blanksten, Peron’s Argentina); “Policy for Neighbors”, NYT, 02/08/1953, sección reseñas de libros, p. BR9 (sobre Yankee Diplomacy de O. Edmund Smith); “Diplomat’s Report”, NYT, 15/11/1953, sección reseñas de libros, p. BR3 (sobre Those Perplexing Argentines de James Bruce –Bracker allí es muy crítico, recordándole al ex-embajador algunos silencios); y “Here Is Argentina”, NYT, 23/01/1955, sección reseñas de libros, p. BR10 (sobre The United States and Argentina de Arthur Whitaker). Bracker escribió una nota sobre Perón -y su capacidad por sobrevivir a todos los complots- en 1955: “Peron is a Master at Splitting Foes; Impressive in Balcony Scenes”, NYT, 17/06/1955, p. 14. 72 Bracker remitía además a una nota que publicó Ray Josephs en el Los Angeles Times (“How The Perons Rule Argentina”, 06/06/1948, p. F12) como una evaluación certera y temprana, al momento de reseñar el libro de Arciniegas (“In the Other Americas, the Problem Is Dictatorship”, ya citado). Allí Josephs resistía la comparación entre Perón y Hitler, y decía de Evita que parecía un personaje de Hitchcock…Josephs también escribió en ese año una serie de textos para el Washington Post en los que

25   

Lee Warren reseñó de María Flores73, y halló en ellos justeza en el análisis de la realidad argentina -así como también la halló en el libro de Fleur Cowles74. En cuanto a su juicio sobre Perón, otra de sus reseñas nos cede un indicio: al escribir sobre Woman On Horseback, de William Barrett, Lee Warren sostuvo que en América Latina era difícil distinguir a un latino libertador de un dictador75.

Murrow y Matthews Edward Morrow, Sam Pope Brewer y Herbert Matthews fueron enviados del NYT. Morrow y Matthews estuvieron en varios momentos del período que consideramos aquí. Herbert Matthews, con todo, adquiere más relevancia en la medida en que fue uno de los más importantes editorialistas sobre asuntos latinoamericanos desde el año 1951 aproximadamente, hasta 1967. Matthews estaba convencido de la influencia para derrocar tiranos que poseía el “mágico nombre” del NYT. Nombre que le permitió conocer a todos los dictadores latinoamericanos…menos a Perón. Formado profesional y académicamente –tomó cursos con Fank Tannenbaum en la universidad de Columbia–, Matthews fue sin dudas un periodista experto en el territorio de la corresponsalía pero también en el de los editoriales y las visiones más conceptuales de la realidad latinoamericana. Aunque su influencia creció notablemente luego de sus trabajos sobre Fidel Castro y los revolucionarios de Sierra Maestra, hacia mediados del siglo XX ya poseía ascendencia en algunas áreas de la redacción, e ingresó al área editorial en 1949. La nota madre de los editoriales en la coyuntura de 1951, frente al conflicto de La Prensa, llevaba su firma. En aquel momento, Matthews escribió cuatro textos como enviado especial y “selló” algunas impresiones en torno al momento argentino76. La primera impresión que Matthews instaló es que la expropiación de La Prensa era un síntoma de que el gobierno de Perón comandaba desde la debilidad. En un ejercicio comparativo familiar para los lectores del diario, Matthews sostuvo que había cierto “amateurismo” en los políticos argentinos que recordaba al fascismo en sus primeros años. Esas capacidades disminuidas de ejercitar la política se enfrentaban a una                                                                                                                                                                                reconsideraba algunos aspectos (sólo algunos) de su perspectiva de 1944 y 1945, la que pensaba al peronismo desde el fascismo. Josephs fue reconocido por su libro In the Other Americas, the Problem Is Dictatorship. En 1948 publicó otro texto: Latin America: Continent in crisis. El NYT lo reseñó rápidamente (Herschel Brickell: “The Good Neighbors Now”, 22/08/1948, sección reseñas de libros, p. BR3). 73 Lee Warren, Virginia: “Evita’s Real Tragedy”, NYT, 19/10/1952, sección reseñas de libros, p. BR16 (sobre The Woman with the Wip); “Peron’s Heyday”, NYT, 02/10/1955, sección reseñas de libros, p. BR31 (sobre The Call From Calle Moreno). 74 Lee Warren, Virginia: “The Wife of Dictator”, ya citado. 75 Lee Warren, Virginia: “At a Strong Man’s Side”, NYT, 14/09/1952, sección reseñas de libros, p. BR4. 76 Matthews, Herbert L.: “Peron’s Strength Held Superficial”, NYT, 22/03/1951, p. 1; “Fascist Parallels Seen In Peronism”, NYT, 23/03/1951, p. 5 (con fotos de James H. Scheuer); “Prensa Ban Is Seen as Peron Necessity”, NYT, 24/03/1951, p. 4; “U.S. View On Peron Held Inmaterial”, NYT, 25/03/1951, p. 39.

26   

situación compleja, muy difícil de analizar: en un contexto inestable -en el que destacaban problemas en el mundo del trabajo, descontento en el ámbito castrense, fricciones entre los seguidores de Perón y los de Evita, inflación y crecimiento de la oposición-, “las fuerzas que pugnan pueden permitir que [Perón] sea reelecto un 24 de febrero y destronado un 25”. La comparación con la Italia fascista previa al atentado de G. Matteotti (1924) y la definición –ya mencionada por el diario en otros textos- del peronismo en clave histórica (una alianza entre una clique militar prusiana y la clase obrera con su potencial revolucionario) precipitaron una serie de conclusiones sobre la coyuntura: el conflicto con La Prensa, que fue tratado como una “necesidad”; la próxima llegada del nuevo embajador –Ellsworth Bunker-; y las siguientes elecciones. A partir de ellas Matthews destacó la naturaleza elitista del “anti-americanismo” argentino (“peones, gauchos, artesanos y sirvientes, quienes constituían las clases bajas aquí, no tenían conciencia política y es muy probable que no supieran de la existencia de Estados Unidos”), y la naturaleza artificial del “reino del miedo” peronista (la clase obrera, por su origen inmigrante, era esencialmente democrática). Más adelante, sin embargo, un editorialista escribió la tercera sentencia –flotante al momento de la intervención de Matthews–: que sólo el ejército podía derrocar a Perón. Luego de la expropiación del diario La Prensa la noticia peronista fue perfilándose alrededor de la idea del “dictador”. La estrategia del NYT de pasar del corresponsal al enviado no guarda relación con la inclinación a tratar nuevamente la situación argentina en clave tiránica, pero podría alimentar una idea que las relacione. Es que el “trabajo de campo” de Milton Bracker, en buena medida estimulado por su mayor comprensión del lugar del corresponsal, hacía surgir algunas tonalidades entre las prácticas políticas del peronismo y su “impulso fatal a la dominación”77. Los editoriales de Matthews y sus notas como enviado interpretaban esos deslizamientos entre la norma y la práctica como una característica de los regímenes totalitarios. Para Matthews, sólo la democracia forma equipos gubernamentales estables, gobiernos ordenados, etc.; mientras que las legiones de los dictadores se conforman con ineptos. Así, los “malentendidos” que Braker detectaba entre las sospechas que atribuían al líder todos los males (el campo de la oposición) y las decisiones arbitrarias que se tomaban desde distintas reparticiones de gobierno (el campo oficialista), fueron “explicados” por Matthews y por Morrow por motivos intrínsecos al ánimo del líder argentina, quien se rodeaba de incapaces. Desde 1951 entonces, los editoriales y las notas de campo fueron aparejándose. Sus principales argumentos hacían confluir dos temas muy ligados a las representaciones sobre el fascismo, académicos y no académicas: la crisis económica y el descenso rampante hacia el totalitarismo. Este último pronosticado desde los editoriales desde 1951 (07/03/1951); la primera anunciada y evaluada a principios de 1952 (14/02/1951, 24/02/1951, y otras: 04/03/1952, 20/04/1953). Desde 1952 en adelante, y particularmente con posterioridad a la muerte de Eva Perón (27/07 y 28/07/1952), los editoriales definían al gobierno peronista ya sin tonalidades (“reino del terror”,                                                              77

El término fue acuñado por Walter Little, mucho más tarde, pero sintetiza una idea persistente acerca de la relación entre el líder y las masas.

27   

27/05/1953; “estado corporativo”, 19/02/1954). Hay otra constante, sin embargo, en la lectura de los editoriales y las notas escritas por Herbert Matthews: su interés por la oposición, y entre los que integraban, por los católicos especialmente. Pese al título de una de sus notas más importantes (“Peron: Enigma of the Western Hemisphere”, 01/05/1955, revista dominical), el enigma no era para Matthews el propio Perón sino el resultado de las luchas entre el gobierno y la oposición, luego de noviembre de 1954, recostada en la iglesia católica. El periodista siguió con atención esas batallas y se detuvo coyuntural pero insistentemente en la formación de un partido católico (Partido Demócrata Cristiano) [23/02, 27/03, 29/05, 19/06/1955]. El propio Arnaldo Cortesi tuvo otra vez contacto con el peronismo al informar sobre la excomunión de Perón (17/06/1955). En los días de la “revolución libertadora” tanto Matthews como Morrow -uno como editorialista, el otro como enviado- recibieron muy auspiciosamente al gobierno entrante, luego de los confusos días de septiembre78. Desde 1951-1952 en adelante, la idea de un Perón fascista nuevamente se hizo fuerte en las páginas del NYT. A mediados de los años ’40 esa misma idea se adelantó a la elección de Perón como presidente, sin embargo desde 1951 aprox. la premisa, con Matthews, perdió un poco del brillo de la apuesta por la libertad con mayúsculas, y se tiñó de una teoría de la democracia que asignaba cantidades precisas de esa ambrosía a cada país de América Latina: una farmacopea que hacía del ejercicio periodístico una clínica igual de mandataria que la de los estadistas79.

Conclusión A la salida de la segunda guerra, la prensa industrial experimentó varios cambios importantes en su organización. El oficio de corresponsal se vio modificado: como ya citamos, había alcanzado otra legitimidad con el despacho by line, pero también, puede decirse, había acumulado renombre por su experiencia de guerra. Como recuerda James Reston, los habían reclutado de pequeños periódicos de provincia (“no sabían la diferencia entre los países bálticos y los Balcanes”), pero al terminar la guerra la generación de reporteros tenía ya su propia impronta80. De acuerdo con el propio Catledge, la pulseada entre noticias y publicidad que se dio entre los dos viejos competidores, el NYT y el New York Herald Tribune a comienzos del conflicto mundial, fue ganada por el primero a partir de su estrategia de aumentar la cantidad de                                                              78

Morrow decía estar “de luna de miel con la libertad”, NYT, 09/10/1955, suplemento económico, p. 4. Matthews, Herbert L., “Latin America Gropes Toward Democracy”, NYT, 22/07/1955, p. 130. 80 Reston, James: Deadline: A Memoir, ya citado. Para Reston, la radiodifusión –más rápida que el diario– obligó al NYT a complejizar la organización interna. Para 1943, en las oficinas de Washington – las que le habían ganado terreno con la guerra a las de Nueva York–, había tres grandes secciones : el departamento de noticias (con “Jimmy” James a la cabeza), el departamento de la edición dominical (Lester Markel fue su encargado), y el departamento editorial (comandado por Charles Merz). No suponemos autónoma a esa figura del corresponsal con “impronta”, lo cual puede ser visto como metonimia de la prensa libre: Hall, Stuart: “The rediscovery of ‘ideology’: Return of the repressed in media studies” en Gurevitch, Michael, et. al.: Culture, society and the media, Methuen, Londres, 1982. 79

28   

espacio para noticias durante la guerra, y modificar esa relación una vez concluida la misma81. La escritura turística de los corresponsales que revisamos aquí venía, así, a operar con nuevas audiencias, y en esa operación “tocaba” otros archivos de representaciones. Lo que Mary Louise Pratt pensó como “zonas de contacto” en su libro Ojos Imperiales podría servir aquí como modo de reflexionar sobre el espacio en el cual los corresponsales Bracker y Lee Warren intervinieron poniendo en juego figuras de viejo cuño y nuevas experiencias estéticas y políticas82. Sólo que en el caso del peronismo, podríamos decir, esa zona de contacto estuvo “inundada” de política desde muy temprano. El rol de la prensa estuvo en entredicho desde comienzos del período que estudiamos83. Aunque no lo supieran o esa no fuera su intención, los corresponsales formaban parte de esa red de opositores en las que los peronistas insistían en ubicarlos. Una red que cambiaba de sentido en el cuadrante de las relaciones diplomáticas, en el de las fricciones políticas entre peronistas y antiperonistas, y en el que se registraban los acuerdos y diferencias entre el gobierno y periodistas. Los escritos de los corresponsales en distintas secciones del diario fueron construidos a partir de una agenda temática que los obligó a munirse de referencias de diarios opositores al gobierno, de modo creciente, allí donde la prensa oficialista no producía más que silencio; pero también se redactaron a partir de unos criterios compartidos con sus colegas de prensa de los diarios de la oposición, en torno al futuro latinoamericano o alrededor del rol de la prensa. Los corresponsales, además, gracias a los editoriales byproxy, estaban convencidos de la importancia de las expresiones de la prensa extranjera en los mejores diarios locales (La Prensa y La Nación). La proximidad de sus redacciones (el bureau del NYT y la agencia de la Associated Press compartieron, durante un tiempo, el edificio de La Nación) amplificaba otras proximidades. Esa red imaginada e imaginaria fue una construcción política dadora de sentidos no sólo para los peronistas sino para los que se definían como contrarios al régimen. Fue vindicada por el corresponsal Cortesi en su lucha por la libertad, pero rehuida por el corresponsal Bracker, quien acaso la consideraba su morada ideológica pero de ningún modo su cantera periodística; y ese es el sentido de su reclamo a Perón cuando requería la apertura de los archivos de la subsecretaría de Informaciones y Prensa: quería otro archivo para operar con la prueba y no con el rumor. Dejó entrever en sus textos su convencimiento de que los malentendidos entre la prensa no oficialista y los peronistas                                                              81

Catledge, Turner: My Life and The Times, ya citado. Salvando las grandes distancias, aquí está usado en uno de los sentidos que la autora le otorga: como “un intento de invocar la presencia conjunta, espacial y temporal, de sujetos –anteriormente separados por divisiones geográficas e históricas– cuyas trayectorias se intersectan” (p. 26). Pratt, Mary Louise: Ojos imperiales. Literatura de viajes y transculturación, Buenos Aires, UNQ, 1997. 83 Ruiz Jiménez, Laura: “Peronism and Anti-imperialism in the Argentine Press: ‘Braden or Perón’ Was Also ‘Perón Is Roosevelt’”, Journal of Latin American Studies, núm. 30, 1998, pp. 551-571. Es curioso sin embargo que en este artículo después de analizar diferencias de sentidos en las noticias en los orígenes del peronismo, la autora sostenga finalmente que “el ulterior desarrollo de Perón como presidente mostró que sus discursos políticos tuvieron una larga dosis de oportunismo”. Puede indicarse que ese desarrollo, si existió, no alteró la existencia de significaciones diversas a lo largo de todo el período y su consideración puede, incluso, socavar los principios de la investigación. 82

29   

podrían subsanarse a partir del hacer de la corresponsalía (actividades de las que poco sabemos y en las que los corresponsales empleaban buena parte de su tiempo), con el objetivo de ampliar la red de informantes clave, digámoslo de ese modo, con la que los periodistas operaban. Sin embargo su creencia se daba de bruces con las prácticas de los editorialistas y los límites conceptuales de la mirada sobre América Latina de muchos corresponsales, y lo que hubiera sido una expresión simpática de exotismo o variación etnocéntrica en otros momentos, adquirió festones conspirativos en el período que analizamos84. Cabría agregar, además, que si en los textos de Kluckhohn y Bracker, por distintos motivos, puede leerse una paleta de tonalidades en las reflexiones sobre Perón y el peronismo, las ilustraciones seleccionadas por el diario reinstalaban la monocromía. Con estos argumentos no intentamos sostener que ciertos corresponsales tuvieron una percepción distinta de la “naturaleza” del peronismo, sino más bien repensar los modos en que la prensa opositora contribuyó a burilar el territorio de las representaciones sobre el peronismo. En el caso del NYT eso estuvo ligado al cruce conflictivo de archivos en la construcción de la noticia. Los géneros que hemos revisado aquí (el trabajo de campo del corresponsal, los relatos de viajeros, la lectura de los o las reseñistas, y los editoriales) hacían uso por momentos de distintos archivos y, en otros, intentaban realimentarse con el trabajo diario de otros rubros de noticias o de literatura académica o biográfica sobre el tema. La diversidad de representaciones surgidas desde los mismos merece destacarse. El caso de Bracker es particularmente interesante en la medida que su oficio amplió sus fronteras en distintos momentos, y su intento por escapar de los límites del término “fascismo” para leer al caudillo latinoamericano, apelando a una psicología social de variada factura, le permitió multiplicar sus disposiciones como periodista85 pero, a la vez, le trazó un límite último frente al caso La Prensa. Aún si él – entre muchos- entendió que la enemistad de los peronistas con el diario de los Gainza Paz tenía su origen en 1945, y que los contrincantes se habían mantenido y reafirmado en sus trece desde aquel momento, no pudo repensar ese conflicto a luz de las tensiones que sus propias noticias contribuyeron a enervar. Más bien Bracker lo consideró como un complejo e irreversible malentendido86. Ese malentendido, podríamos decir nosotros junto con Rancière, era el de la política; también nosotros creemos –por otros motivos- que las dificultades se hallaban a nivel de la interlocución. Ese intricado diálogo beligerante que mantuvieron la prensa oficialista                                                              84 Schudson, Michael: “The objectivity norm in American journalism”, Journalism, núm. 2, 2001. Dice Schudson que todo periodismo es etnocéntrico, en tanto publica más noticias nacionales que extranjeras. Se puede decir que no lo es por eso, sino porque en el tratamiento de cualquier escala, las figuras del “otro” pocas veces se ponen en cuestión. El archivo allí es un dispositivo reproductor (las reflexiones que Jean y John Comaroff hacen en la introducción de su libro Ethnography and Historical Imagination. Studies in the ethnographic imagination, partiendo de un relato de un diario occidental sobre los problemas en “África”, son definitivas en ese sentido). 85 Sonantes son los elogios que le dispensa Thomas W. Lippman: “The ‘Sweet Satisfactions’ of Newspapering”, Press/Politics, núm 2, 2000, pp. 104-108. 86 Otro estudio sobre el NYT y otro tipo de límites en la construcción de la noticia, Leff, Laurel: “When the Facts Didn’t Speak for Themselves. The Holocaust in the New York Times, 1939-1945”, Press/Politics, núm. 2, 2000, pp. 52-72.

30   

y la prensa opositora tiene mucho más para decirnos que el rastreo meticuloso en los textos periodísticos de supuestas ideologías que informaron el desarrollo de los procesos que aquí revisamos. Una de las ideas que se sostienen con fuerza para pensar las problemáticas por nosotros tratadas aquí ha derivado de un notable libro de Mariano Plotkin87: el peronismo habría intentado construir consenso (pasivo) a partir del uso de múltiples recursos para corporizar una religión política. Como es sabido, el concepto de propaganda, alguna vez operativo, ha sido discutido desde un tiempo a esta parte88, y la idea lábil que la asociaba sólo a los totalitarismos también cuestionada89. Nuestra apuesta ha sido, sencillamente, desplazar esa línea de investigación. La lectura de algunos aspectos de lo escrito por el NYT, epígono de la razón antiperonista, al hablarnos sobre los modos de representar al peronismo nos indica que tal vez los rituales políticos deban leerse en clave de conflicto y que en su sacralización actúan tanto las fuerzas que apoyan como las que cuestionan las ideas en pugna. El escenario de la prensa, en ese sentido, fue un campo de batallas en el que Bracker desplegó su accionar bajo las banderas de los mitos organizacionales del periodismo –cierto régimen de objectividad, principalmente-. Pero ese campo fue rotulado por otros mitos: se entiende así por qué los diarios oficialistas reaccionaron contra los corresponsales extranjeros y hablaron de “nacionalización” de la prensa durante la expropiación del diario La Prensa. No estaban rezando bajo el influjo shamánico del líder: habían advertido que por medios de distintos archivos (el rumor y el intertexto) los corresponsales extranjeros sabían todo lo que estaba en juego pero sólo decían defender la libertad de prensa. La lectura que hacemos aquí -que tiene mucho del abrazo intuitivo con el que los historiadores abordan el estudio de los materiales de prensa- ha intentado precisamente discutir un enfoque “correspondentista” de la lectura del discurso de la prensa escrita. No intenta denunciar mentiras ni manipulación de la noticia. Insiste, sí, en remarcar las disonancias entre distintos géneros de noticias y saberes periodísticos teniendo como foco de análisis el lugar del corresponsal: ese lugar que hace de los diarios extranjeros, fuerzas locales. ***                                                              87

Plotkin, Mariano: Mañana es San Perón - Propaganda, Rituales Políticos y Educación en el Régimen Peronista (1946-1955), Buenos Aires, Ariel, 1993. El libro no aborda la prensa, pero ha sido considerado como referencia obligada en los estudios sobre peronismo posteriores, a la hora de hablar de prácticas culturales -en un sentido amplio del término- durante el período que investigamos aquí. 88 Entre otros: Sproule, J. Michael: “Social Responses to Twentieth-Century Propaganda” en Ted J. Smith III (editor): Propaganda: A Pluralistic Perspective, Praeger, Nueva York, 1989; del mismo autor, “Propaganda Studies in American Social Science: The Rise and Fall of the Critical Paradigm" en Quarterly Journal of Speech, núm 73, 1987, pp. 60-78; Welch, David: “Introduction: Propaganda in Historical Perspective” en Cull, Nicholas, Culbert; David y Welch, David: Propaganda and mass persuasion: a historical encyclopedia, 1500 to the present, California, ABC-CLIO, 2003. 89 Parry-Giles, Shawn J.: “‘Camouflaged’ Propaganda: The Truman and Eisenhower Administrations’ Covert Manipulation of News”, Western Journal of Communication, núm 2, 1996, pp. 146-167; y del mismo autor: “Rethorical Experimentation and the Cold War, 1947-1953: The Development of an Internationalist Approach to Propaganda”, Quarterly Journal of Speech, núm 80, 1994, pp. 448-467.

31   

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.