El coronel Ayoroa y los indios del lugar (2010), en Luc Capdevila, Isabelle Combès, Nicolás Richard y Pablo Barbosa : Los hommes transparentes. Indígenas y militares en la guerra del Chaco (1932-1935), Cochabamba: Instituto de misionología/Itinerarios/CERHIO: 33-82.

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Descripción

Luc Capdevila, Isabelle Combès, Nicolás Richard y Pablo Barbosa

Los hombres transparentes Indígenas y militares en la guerra del Chaco (1932-1935)

tinerarios EDITORIAL

Este libro se publica gracias al apoyo de la Agence Nationale de la Recherche (Francia)

sUmarIo Introducción Los indígenas en la guerra del Chaco, años 1920 a 1930. Hombres, lugares, representaciones ..................................................

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Capítulo 1 La guerra del Chaco Tierra adentro. Desarticulando la representación de un conflicto internacional - LuC CapDeviLa ................................ 11 Capítulo 2 el coronel ayoroa y los indios del lugar - isabeLLe Combès .......... 33 Capítulo 3 Los fortines del “desierto”: ventanas abiertas sobre las relaciones indígenas/militares - LuC CapDeviLa ................................................ 83 Capítulo 4 La danza del cautivo. Figuras nivaclés de la ocupación del Chaco pabLo barbosa y NiCoLás riCHarD ................................................ 121 Capítulo 5 Crónica de una muerte anunciada: Juan Casiano barrientos iyambae (1892-1936) - isabeLLe Combès ........................................................ 177 Fuentes fotográficas .......................................................................... 210 siglas de archivos.............................................................................. 210 Tabla de entrevistas realizadas entre los nivaclés.............................. 211 bibliografía ........................................................................................ 213 Lista de mapas e ilustraciones .......................................................... 230

CapítULo 2

el coronel ayoroa y los indios del lugar32 Uejai dijo a una de sus esposas, cuyo nombre es Atequeuadate: “Levántate y oí lo que hay en mi visión: los blancos y nosotros vamos a encontrarnos; los jóvenes conseguirán las armas de fuego de los blancos para dispersar a los demás ayorés. La segunda generación de jóvenes vivirá con los blancos, Pero nosotros, los primeros padres, vamos a morir por las enfermedades”33.

Al rumbo de una brújula… El 12 de marzo de 1932, el diario cruceño El Oriente anuncia en estos términos la llegada a Santa Cruz del Teniente Coronel Ángel Ayoroa, de paso a la ciudad de La Paz: Coronel Ángel Ayoroa. Desde hace dos días se halla entre nosotros, procedente de Charagua y de paso a la ciudad de La Paz, el Teniente Coronel Ángel Ayoroa, militar de un alto prestigio, en actual servicio del Estado Mayor General. 32 Quiero agradecer en primer lugar a los dos personas que más apoyaron esta investigación: el coronel Miguel Ayoroa, hijo de Ángel, por abrirme la puerta de sus recuerdos familiares, por darmes acceso a los archivos fotográficos de su padre y por su constante entusiasmo; Bernd Fischermann, tal vez el mayor especialista contemporáneo de los ayoreos, por las largas discusiones y todas las informaciones que me dio, a pesar de no compartir todas mis conclusiones. Mis agradecimientos también a todos los que colaboraron con comentarios, sugerencias y bibliografía: Luc Capdevila, Edgardo Cordeu, María-Cristina Dasso, Marcelo Guzmán, Nicolás Richard y Diego Villar. 33 Visión del jefe Uejai, cantada por uno de sus guerreros (en D’Onofrio 2003).

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El Teniente Coronel Ayoroa viene de desempeñar una comisión bastante delicada y su arribo desmiente una versión propalada en el sentido de que se había perdido por los desiertos campos del Gran Chaco. El país todo debe saber que este soldado de voluntad hercúlea, ha hecho una travesía de Roboré a Charagua, pasando por Izozoc, cruzando una zona completamente desierta y expuesto a los mil peligros que rodean a todo ser civilizado que imite semejante hazaña. Iniciada la arriesgada excursión con algunos soldados, hubo de regresar a varios al punto de partida y quedar únicamente con dos, los que lealmente y al rumbo de una brújula manejada por el Coronel, caminaron por el corazón de la selva boliviana del SudEste, durante 52 días, hasta llegar triunfante [así, en singular] a la jornada final. Sentimos verdadero orgullo al traslucir tales hechos, propios de una voluntad acerada, que dice muy bien de la tenacidad, valor y disciplina del aludido Jefe. EL ORIENTE le ofrece respetuosa admiración34.

A decir verdad, empezar con este recorte de periódico es empezar por el final de las expediciones de Ángel Ayoroa al Chaco, que se iniciaron en 1927 y terminaron cuando estalló la guerra a mediados de 1932. Pero esta elección tiene su razón de ser. Estas líneas de El Oriente plantean cabalmente la problemática que nos proponemos abordar en este volumen: la de la invisibilidad de unos de los sin embargo más imprescindibles actores de las exploraciones militares Chaco adentro: los indígenas chaqueños, los “hombres transparentes” del conflicto Bolivia/Paraguay. En el artículo de El Oriente como en toda la (voluminosa) literatura publicada sobre el tema, los indígenas no existen. El escenario es “una zona completamente desierta”, los “desiertos campos” que tantos califican de “infierno verde”; el héroe es un atrevido y valiente soldado, abriéndose solitario un camino en la selva, al rumbo de su brújula: “dos hombres resueltos y emprendedores han atravesa34 El Oriente (Interdiario liberal), 12 de marzo de 1932, Santa Cruz, nº 1094, pág. 3.

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do una enorme zona desierta”, anuncia el delegado del Gran Chaco a la llegada de Ayoroa al fortín D’Orbigny en 192735 –olvidándose que acaba de mencionar que “los dos hombres” estaban acompañados por dos soldados, un mozo y varios guías tapietes. Al leer estas líneas, la impresión que queda es que a Ayoroa como a Busch u otros heroicos exploradores, “todos los misterios de la selva le fueron develados por intuición maravillosa”36. Ilustración 3. Ángel Ayoroa (izq.) , expedición de 1932 (Negativos AA29)

¿Qué pensar entonces del propio diario de Germán Busch, tropezando en la región del Palmar de las Islas “con varios campamentos de bár-

35 Gutiérrez 1980 [1927]: 131. 36 Carmona vda. de Busch 1986: 84.

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baros que al parecer son muchos”, y siguiendo las “huellas frescas” de los mismos para encontrar agua37? ¿Qué pensar de las órdenes del Estado Mayor que prevén, en la organización de las exploraciones, pagos para “seis indios del lugar”38? Los escritos del mismo Ángel Ayoroa no sólo mencionan a “los indios”: evidencian su indispensable papel en las exploraciones por los no tan desiertos campos chaqueños –“los indios (…) son los guías para las expediciones que a uno lo llevan al lugar que se desea”39–, y revelan un interés y una sensibilidad poco comunes del militar hacia ellos; las fotografías tomadas por el mismo Ayoroa durante sus expediciones no son imágenes de su brújula: sino las de sus guías indígenas, a veces más numerosos que los mismos soldados expedicionarios a quienes develan, como hombres de carne y hueso y mejor que una “maravillosa intuición”, los misterios de la selva. *** Nacido en 1890 en Chulumani (provincia Sud Yungas, departamento de La Paz), Ángel Ayoroa es un militar de vocación, y un hombre que escalonó rápidamente los grados hasta jubilarse como general del ejército boliviano. Falleció a la edad de 96 años en la ciudad de La Paz. Su padre sirvió como sargento en la guerra del Pacífico; su hijo Miguel continuó la tradición familiar, y alcanzó el grado de coronel del ejército. Aunque su nombre aparece recurrentemente en las historias de la guerra del Chaco; aunque obtuvo en 1931 el Cóndor de los Andes (máxima condecoración boliviana); aunque quedó ilustre por su actuación en la batalla de Cañada Strongest en 1934, y aunque fue luego ministro y embajador en Japón del gobierno de Germán Busch, el nombre de Ángel Ayoroa no es ni tan conocido del gran público ni tan popular como el de Víctor Ustárez o Germán Busch por ejemplo, los otros famosos exploradores bolivianos del Gran Chaco en la época de la pre-guerra. Tal vez porque Ayoroa no murió como mártir de la guerra como Ustárez 37 Carmona vda. de Busch 1986: 34 (diario de Germán Busch, 29 de abril de 1931). 38 Orden del Estado Mayor General, 27 de julio de 1931, en Arze Quiroga 1951: 102. 39 Ayoroa 1927: 515.

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en Boquerón, ni acabó presidente de la nación como Busch; tal vez también por la declarada hostilidad que siempre profesó hacia Hans Kundt, jefe del Estado Mayor boliviano durante la campaña del Chaco. Por cierto, Ayoroa no era el único entre los oficiales bolivianos en tener problemas con Kundt, que una reciente biografía califica de “mal amado”40. El alemán fue muy poco apreciado por el alto mando militar boliviano y –con o sin razón, este debate no nos incumbe aquí– desempeñó a menudo el papel de chivo expiatorio para explicar la derrota boliviana. Sin embargo, el verdadero odio que demuestra Ayoroa hacia “el general extranjero Kundt” y sus “cosas raras”41 tal vez tenga razones más hondas, y más personales. El alemán mostraba en efecto un fuerte resentimiento hacia los oficiales que participaron de la revolución de 1930 y lo obligaron a salir del país; el único oficial a quien demostró algo de estima era David Toro, víctima como él de la revolución de 193042. Uno de los mayores opositores de David Toro en esta época no fue otro que José Ayoroa Balverde, primo de Ángel Ayoroa. Exiliado en Argentina, José Ayoroa volvió a Bolivia cuando estalló la guerra, para incorporarse al ejército; llegado a Tarija, fue invitado a una cena con otros militares, y amaneció muerto –tal vez envenenado. El incidente tal vez explique porque Ángel Ayoroa llegó incluso a desafiar al general alemán a duelo…43

40 Brockmann 2007. 41 Diario de campaña del coronel Ayoroa (archivo de la familia Ayoroa). 42 Querejazu Calvo 1975: 142. 43 Informaciones de Miguel Ayoroa.

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Ilustración 4. 31 de enero de 1932. Cumpleaños de Ángel Ayoroa (der.), camino de Piquirenda a Charagua (Álbum AA66, Negativos AA33)

Explorador menos famoso que el “fantasma Ustárez”, Ángel Ayoroa tampoco llegó a ser tan conocido como su homólogo paraguayo, el general Ian Belaieff, aunque las actuaciones de ambos personajes en los años que anteceden la guerra, en la época de las exploraciones, tengan mucho en común. El ruso y el “soldado altiplánico, menos de salón y más de la selva44” son ambos extranjeros en tierra chaqueña, pero manifiestan un común apego y una misma fascinación por el Chaco –una “afinidad por las tórridas zonas orientales (…) esta noble tierra”– y sobretodo una misma curiosidad abierta, una similar urgencia por conocer y entender a sus moradores indígenas.

44 En los años 1970, el general jubilado Ángel Ayoroa publicó una “solicitada” en los periódicos cruceños para protestar contra su dueña de casa que no le devolvió un dinero. Su hijo Miguel conserva una copia dactilografiada de esta solicitada, de la cual extraemos esta cita y la que sigue.

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Los “amigos chamacocos” de Belaieff son prácticamente los únicos indígenas chaqueños siempre mencionados en la literatura sobre la guerra del Chaco –el ruso mismo se encargó de hacerles pasar a la posteridad. Pero, “amigos” o no tanto, todos los exploradores militares del Chaco dependieron de sus guías indígenas. El propio Busch debió gran parte (si no es toda) de su “intuición maravillosa” al indígena lengua Juan (el “Cabo Juan”), antes guía y mentor de Víctor Ustárez. Y si bien, para los periódicos y los historiadores, estos baqueanos desaparecen en provecho de la brújula salvadora, más importante era para un Belaieff su relación con sus guías y amigos chamacocos, como para Ustárez sus relaciones con su joven guía Camel y con el Cabo Juan45. Los pocos documentos existentes que retrazan las expediciones de Ángel Ayoroa muestran una actitud similar hacia los “bárbaros” y demás “salvajes” de los libros de historia. En 1924, el entonces mayor Ayoroa es enviado a Charagua en la provincia Cordillera del departamento de Santa Cruz, cerca del río Parapetí y del Isoso. Se queda en la región hasta incluso los primeros meses de la guerra, con una interrupción de varios meses en 1931 cuando dirige las exploraciones bolivianas Chaco adentro a partir de Ravelo. En Charagua y sus alrededores, Ayoroa tiene sus primeros contactos con el Chaco y con sus habitantes. Es más que probable que el mayor conoció personalmente a Casiano Barrientos, entonces capitán grande del Isoso: en efecto a partir de 1929, la “Delegación nacional de los llanos de Manso y Parapetí” se encarga de la reapertura del camino Charagua-Isoso, contratando mano de obra indígena para la obra. Al inicio del conflicto mismo, Ayoroa está a cargo de la apertura de sendas y caminos en el Chaco al este del Isoso, trabajos para los cuáles pidió obreros a las diversas comunidades chiriguanas e isoseñas. En esta ocasión, el mismo Ayoroa escribe: “hasta la indiada que me conoce desde años atrás se presta voluntaria para el ensanche de la pista gratuitamente, tan sólo con la comida”46. 45 Ver De La Fuente 1992. 46 Diario de campaña del coronel Ayoroa (archivo de la familia Ayoroa). Lo que no podía saber Ayoroa era que en el caso de los isoseños, crecía el descontento hacia el capitán grande Casiano Barrientos por mandar hombres a trabajar. Aunque sea de una manera muy indirecta e involuntaria, el mayor Ayoroa tuvo así algo que ver en el posterior trágico destino de Casiano Barrientos.

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Sin embargo, sus contactos más estrechos con los indígenas chaqueños son los que tienen lugar durante las expediciones, con un grupo reducido de compañeros. La primera de ellas tuvo lugar en abril de 1927, desde Ñakundai (Isoso) hasta el río Pilcomayo, cruzando buena parte del entonces territorio tapiete; la segunda, en la segunda mitad de 1931, desde Fortín Ravelo hasta el sitio donde el mismo Ayoroa fundaría el fortín Ingavi, en tierras de los indígenas hoy conocidos como ayoreos; la tercera fue, a inicios de 1932, desde Ingavi hasta Piquirenda, Isoso y Charagua, volviendo a cruzar parte del territorio tapiete.

Chaco adentro Abril de 1927: en territorio tapiete En abril de 1927, ya son tres años que el entonces Mayor Ángel Ayoroa está a cargo de la guarnición militar de Charagua en la provincia Cordillera del departamento de Santa Cruz. “Dados los últimos acontecimientos en el gran Chaco, en vista del interés desplegado por el Gobierno en este orden y estimulado por el franco apoyo de Estado Mayor General”47, Ayoroa organiza una expedición exploratoria que debe salir de Ñakundai en el Isoso, sobre la orilla del Parapetí, hasta el Pilcomayo. El objetivo de la comisión responde directamente a los preparativos de la guerra venidera: se trata de conocer una región poco trajinada por los criollos de la zona, ubicar las fuentes de agua y reconocer el posible recorrido de futuros caminos. Como lo subraya el mismo Ayoroa, varias expediciones tuvieron lugar anteriormente, tanto desde el Parapetí como desde el Pilcomayo hasta los pozos o la laguna de Irendagüe. La intención de la expedición es empalmar ambos recorridos “para que de manera definitiva queden unidos ambos ríos divergentes”48. Ñakundai se ubica en el extremo alto Isoso, río arriba de Kopere. Toda esta zona, con Ñakundai, Amboro o Ivarenda, constituye como una frontera entre las comunidades isoseñas de río abajo y la región chiriguana 47 Ayoroa 1927: 516. 48 Ayoroa 1927: 515-516.

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de San Antonio del Parapetí. De la misma zona (Amboro) salió más tarde, en 1931, la expedición del general Román hacia Irendagüe. A notar, en el plan de colonización y penetración al Chaco formalizado por el alto mando militar boliviano en 1931, Ñakundai figura como uno de los cuatro puntos estratégicos de entrada a la zona49. El hecho tal vez se debe al éxito de la expedición dirigida por Ayoroa en 1927, que conocemos con detalle gracias al artículo que él mismo publicó poco después. Los habitantes indígenas del Isoso son descendientes de grupos chanés tempranamente “guaranizados” por los chiriguanos y que encontraron refugio en el bajo Parapetí. En 1927, los isoseños alcanzan aproximadamente el número de 2.000 personas, repartidas en decenas de comunidades a lo largo del Parapetí. Su máxima autoridad (“capitán grande”) es Casiano Barrientos, que lleva adelante en esta época una dura batalla legal por conseguir títulos agrarios por sus comunidades y frenar así los despojos territoriales de los hacendados criollos50. Sin embargo, los isoseños no son los únicos habitantes indígenas de la zona, y para penetrar al interior del Chaco los guías del mayor Ayoroa son otros: los tapietes o yanaiguas que viven en el extremo alto Isoso, en la orilla derecha del río Parapetí. Aunque el término guaraní de “tapiete” tuvo primero un sentido genérico y pudo ser aplicado a diversas poblaciones chaqueñas, a partir de finales del siglo XIX ya empezó a ser aplicado a un solo grupo de personas, caracterizado por hablar guaraní (como los isoseños y los chiriguanos) pero cuyas costumbres y modo de vivir son los de otros grupos chaqueños como los tobas o los matacos. A este grupo, los isoseños y los chiriguanos en general solían llamar yanaigua, es decir “los que viven en el monte”. La presencia tapiete en el alto Isoso parece relativamente reciente, remontando tal vez a mediados del siglo XIX, cuando un documento les califica de “nuevos enemigos”; quizás sea consecuencia de la paulatina colonización criolla del Pilcomayo abajo de Villa 49 “Plan de penetración y ocupación militar en el Chaco, 1931”, en Academia boliviana de historia militar 1988: 417-427. Sobre la zona de Amboro e Ivarenda como “frontera del Isoso”, ver Combès 2005a: 84-85. 50 Combès 2005a: cap. 8; ver la contribución sobre Casiano Barrientos en este mismo volumen.

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Montes, que obligó a los indígenas de la zona a buscar mejores oportunidades más al norte. Los archivos bolivianos mencionan repetidos ataques de los “yanaiguas” contra las haciendas criollas del Isoso a partir de los años 1850, con un pico en los años 1893 a 1895. En esta época, los tapietes están aliados con diversos grupos chaqueños, y dirigidos por un misterioso personaje llamado Kayuguari. Sin embargo, no todos escogen la vía armada, y las fuentes distinguen claramente entre los yanaiguas “bravos”, quienes asaltan las haciendas, y los “mansos”, establecidos en una comunidad relativamente estable en el alto Isoso y que suelen trabajar como peones tanto para los criollos como para los mismos isoseños51. Estos tapietes “mansos” serán los guías de Ayoroa en 1927. Unos quince años atrás, Nordenskiöld los había encontrado en una aldea frente a Isiporenda (río arriba de Ñakundai), pero el mismo sueco señala que un año después, la aldea había desaparecido52. El informe de Ayoroa muestra sin embargo que en 1927 seguían viviendo en la región, esta vez en una aldea frente a Ñakundai53, y que tenían buenas relaciones con sus vecinos criollos: pues el mayor señala que los conoció incluso antes de pedirles sus servicios como guías, porque habían ido hasta Charagua llevando “a tres prisioneros Ciracuas, otra tribu con la cual viven en interminable lucha”54. Esos “ciracuas” son los tsirakuas mencionados por Nordenskiöld, quien también se refirió a sus luchas con los tapietes. Son grupos de habla zamuca, conocidos hoy como ayoré, ayoreos o ayoréode55; los tapietes les calificaban de sirakua (“estaca” en guaraní), otros guaraní-hablantes los llamaban yanaigua, tapii-ñemi, o sirionó. Los tapietes sólo abandonarían la zona del Isoso después de la guerra del Chaco. Para la época de la pre-guerra, la información proporciona51 Combès 2004 y 2008. 52 Nordenskiöld 2002 [1912]: 279. 53 Ayoroa 1927: 517-518. 54 Ayoroa 1927: 517. 55 Ayoré es el femenino singular (plural: ayorédie); ayorei es el masculino singular (pl.: ayoréode) (Fischermann 2006: 259).

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da por Ayoroa es sin duda la más valiosa sobre esta etnia desde la que publicó Nordenskiöld en 1912. La expedición sale el 14 de abril de 1927 de Charagua, compuesta por tan sólo cuatro hombres: el mayor Ayoroa, dos soldados, y un vecino criollo de San Antonio, Néstor Ruiz. A decir verdad, muchas más personas habían comprometido su participación… pero “una prematura advertencia, de que el propósito firme de la expedición era sobre todo, salir al Pilcomayo, en ningún caso volver sobre sus pasos, ocasionó que la víspera de la marcha resulten enfermos casi la totalidad de los comprometidos; una de esas enfermedades que da cuando uno asegura que tiene que habérselas con los salvajes”56… Lejos de enfermarse, Ayoroa prevé por el contrario una carga de alcohol, tabaco y pañuelos de todos colores “para obsequiar a nuestros amigos tapietes”57. En Ñakundai se suman a la pequeña tropa “un intérprete mayordomo de Izozo que había permanecido 10 años cautivo de los indios tapietes” –no se especifica si por “isoseño” se entiende a un indígena o a un criollo de la zona– y tres guías tapietes: el “capitán” (jefe) Paine, Acuitiapi y Cuchuyuru. El 17 de abril empieza la marcha. El minucioso informe de Ángel Ayoroa permite retrazar el recorrido completo de la expedición, que toma primero un rumbo Este/Sureste, hasta la altura del pozo Güirapetindimi; de ahí, toma un rumbo sur franco hasta un poco más allá de Irendagüe y finalmente se dirige al Suroeste/Sur hasta llegar el 1ro de mayo a La Mora, estancia de la Casa Staut, a tres leguas del fortín d’Orbigny. El 20 de abril, la tropa encuentra, a 17, 5 leguas de Ñakundai (87 km.) a una familia tapiete “que se trasladaba al rancherío de Izozo, llevando una manada de ovejas y cabras”; quince kilómetros más allá, llega a “los campos de Cayuari” lugar así llamado por un antiguo capitán de este nombre, ya fallecido58. La expedición está a 5 leguas (25 km.) de Irendagüe. 56 Ayoroa 1927: 516. 57 Ayoroa 1927: 517. Daniel Campos (1888) hace numerosas referencias al tabaco como “moneda nacional del Chaco”. 58 Ayoroa 1927: 518-519.

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Ilustración 5. Aldea tapiete (Negativos AA55)

Aunque no lo sepa, con la sola mención de los “campos de Cayuari”, Ayoroa proporciona una información sumamente valiosa para quién intenta retrazar los movimientos étnicos de la zona en esta época. De hecho, ya lo mencionamos, Kayuguari era el guerrero quien empujaba a los tapietes y demás pueblos chaqueños a atacar las haciendas del Isoso en los años 1890. El personaje era un chiriguano originario de Macharetí, lugar que abandonó hacia 1856 o 1857 por no aceptar la fundación de una misión franciscana59. La segunda mitad del siglo XIX es, de hecho, la época de la verdadera conquista (por las misiones, y por las haciendas) de la antaño tan temida “Cordillera chiriguana”. Los chiriguanos ya no encarnan, para los criollos, el “barbarismo”: la imagen

59 Nino 1912: 71, 96 y 121. Según Nordenskiöld (2002 [1912]: 150) y Sanabria (1972; 1988 [1958]: 258), la huída de Kayuguari habría tenido lugar más tarde, en 1892, después de la masacre de Kuruyuki: la información es evidentemente errónea, pues el “famoso ladrón Cayuguari” ya está mencionado en 1887 (Giannecchini, 1896: 196). Lo cual no implica que otros chiriguanos no hayan escogido la huida hacia el Chaco después de Kuruyuki (ver Combès 2008).

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del salvaje feroz se desplaza a medida que avanza la colonización, y les toca ahora a los tobas desempeñar este papel en el imaginario criollo. Paralelamente, el Gran Chaco, antaño refugio escogido por ejemplo por numerosos grupos chanés para escapar de los chiriguanos60, se transforma en el último refugio que encuentran los chiriguanos todavía rebeldes como Kayuguari, como otros más después de la sangrienta batalla de Kuruyuki en 1892; la última zona indígena libre, cuya colonización sellará en realidad la misma guerra de 193261. Y en esta región, los chiriguanos fugitivos se suman naturalmente a los tapietes, con quienes comparten un mismo idioma. La información de Ayoroa, quien hace del chiriguano Cayuari un antiguo capitán tapiete, confirma esta situación. Se trata, de paso, de la última referencia conocida a este personaje. Diez kilómetros más al sur, los expedicionarios llegan a “un rancherío grande” donde viven unos 200 tapietes. Ignoramos el nombre de la aldea, pero sabemos que ahí vivía Güiranduca, calificado por Ayoroa de “capitán de toda la tribu”. El encuentro es amigable, se intercambian favores y regalos (los indígenas ofrecen sandías, ayudan a curar a las mulas de la tropa; los soldados regalan licor y pañuelos a las mujeres). En esta ocasión el mayor nos proporciona varios datos sobre los tapietes: describe sus casas, “que son unos hornos de paja”, y apunta: “tienen rebaños de ovejas y cabras, pocos y malos caballos, crían perros y muchos loros, cada hombre tiene su arco y buena cantidad de flechas, no salen del rancherío sin ellas para nada, viven desnudos, usan taparrabos y las mujeres una manta que se envuelven en la cintura y les da a las rodillas”62. En esta aldea tiene lugar, el 22 de abril, un cambio de guías: Paine y sus dos hombres vuelven al Isoso, reemplazados por el capitán Güiranduca, su hijo y otro hombre llamado Manderece. Ayoroa oye mencionar la laguna de Picuiba ubicada 8 leguas (40 km.) más al este, y la aldea de Cumbarurendamí al sureste de la laguna. Aunque no lo mencione

60 Combès 2008. 61 Capdevila, Combès y Richard 2008. 62 Ayoroa 1927: 520.

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Ayoroa, sabemos por otras fuentes que Cumbarurenda era la verdadera “capital” de Kayuguari, su cuartel general de operaciones63. El informe del mayor también menciona otra gran aldea tapiete cerca de Picuiba: Nambuirenda, al mando del capitán Acera. A partir de este momento, la expedición toma un rumbo sur más franco para llegar a Irendagüe y un poco más allá, antes de dirigirse hacia el sur/suroeste para llegar al Pilcomayo. Empezamos a distinguir los límites del territorio tapiete: el 27 de abril, en Güirayipipurenda, los guías de Ayoroa recuerdan un gran combate que tuvo lugar entre ellos y un grupo toba en este mismo pozo; el 29, la tropa llega a la aldea tapiete de Tuitayturenda –cuyos habitantes primero huyen antes de percatarse de la presencia de Güiranduca; sin embargo, a partir de este punto “nuestros guías nos hacen notar que errábamos cerca de los Tobas, que eran sus enemigos”, y dudan en seguir acompañando a la expedición en este territorio enemigo. En la misma zona sin embargo, también viven indígenas chorotis, “amigos de nuestros guías”64. Poco después, el 1ro de mayo, los soldados y sus guías llegan a La Mora y de ahí a d’Orbigny. El artículo que dedicó el mayor Ayoroa a esta “interesante exploración” es en realidad un diario, muy detallado y rebosante de datos etnográficos y geográficos. Indica, para cada día, el número de leguas recorridas y la dirección tomada –una dirección que escogen primero los guías indígenas, y que la indispensable brújula no hace más que confirmar. Todas las particularidades del monte (bajo, seco, más alto, etc.) y la existencia de cada pozo son cuidadosamente anotadas, con su nombre tapiete: “se deben conservar a todo trance los nombres originales; los habitantes de la región, especialmente los indios, conocen cada lugar con el nombre que se les han designado en guaraní (…) hablarles de la laguna Villazón, La Faye, Zalles, Van Nivel, etc., es como preguntarles por los cráteres de la luna”65.

63 Giannecchini 1896: 196; Nino 1912: 96. 64 Ayoroa 1927: 524. 65 Ayoroa 1927: 515.

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Ayoroa insiste largamente sobre el trato especial que deben dar los militares a los indígenas, “con toda sagacidad, confianza y afecto”; es para establecer “más confianza” con ellos que lleva a sus guías hasta el fortín e insiste por presentarles a los soldados, quienes les regalan prendas militares66. En dos momentos de la expedición, problemas han podido surgir entre los expedicionarios y sus baqueanos: primero cuando Güiranduca se hizo cargo de la tropa, y empezó a llevarla por un rumbo erróneo –lo que indica tal vez que no estaba dispuesto a conducirla hasta Irendagüe; y segundo penetrando en territorio toba, cuando los guías manifestaron sus temores y su poco deseo de seguir adelante. En ambos casos sin embargo, esos eventuales problemas fueron superados sin aparente problema: Güiranduca no sólo siguió hasta d’Orbigny, sino que el número de guías se incrementó en el camino, llegando a 11 baqueanos al final, y eso a pesar del miedo hacia los tobas. Sea mencionando a los “ciracuas”, a los tobas o a los chorotis y explicando sus relaciones con los grupos tapietes, el informe de Ayoroa es de indiscutible valor para trazar un mapa étnico de la región en vísperas de la guerra del Chaco. Se encuentran ecos de los escritos del general Belaieff en la entusiasta descripción que hace el mayor boliviano de las “inmensas llanuras verdes como esmeralda”67 del Chaco o de su potencial para la ganadería y la extracción de madera: estamos, en todo caso, lejos de las continuas alusiones del “infierno verde” y al “desierto” que pululan generalmente en las descripciones del Chaco en esta época. Ecos de Belaieff también –y sobre todo–, cuando Ayoroa no sólo menciona (a diferencia de tantos otros) a los indígenas, sino que intenta conocerlos; o cuando, al igual que el ruso soñando con una “caballería chamacoca”, Ayoroa hace de los tapietes “los mejores futuros defensores del Chaco”68.

66 Ayoroa 1927: 517, 524. 67 Ayoroa 1927: 528. 68 Belaieff 1924 y 1925; Ayoroa 1927: 517.

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1931-1932: hacia Zamucos Cuatro años han pasado desde la expedición Ayoroa al Pilcomayo. Mucho más al este, desde marzo hasta mayo de 1931, el entonces teniente Germán Busch acampa en el Palmar de las Islas, abriendo sendas hacia el sur para la futura penetración de los soldados bolivianos. Pero su otro objetivo es el que llama la atención de la prensa nacional: Hay que buscar Zamucos para reforzar nuestro alegato diplomático y es precisamente el teniente Busch el encargado de romper monte por todos lados, de debatirse con la sed, el hambre y la inclemencia; de arrostrar todas las penalidades al frente de su pequeño piquete de hombres, para dar con los rastros de aquella antigua misión cuya ubicación exacta nadie conoce. Es una obsesión impresionante de la búsqueda de Zamucos. Por el aire, los aviones avizorando ávidamente todos los rincones misteriosos de la selva. Por la tierra, los hombres machete en mano, abriendo senderos, explorando por el norte, por el sud, por el sudeste, por todos lados69.

La misión de San Ignacio de Zamucos, fundada por los jesuitas del siglo XVIII en el Chaco boreal, es tal vez una de las más apasionantes enigmas históricas de la región. Reunió a diferentes grupos: zamucos, ugaronos, cucutades y zatienos, que todos hablaban dialectos de una misma lengua que los jesuitas llamaron “lengua zamuca”; a este grupo lingüístico pertenecen hoy los ishir en Paraguay (antes conocidos como chamacocos) y los ayoré, ayoreos u ayoréode en Paraguay y Bolivia. San Ignacio de Zamucos no tuvo más de 30 años de vida y tuvo que ser abandonada en 1745 a la vez por problemas internos entre los diferentes grupos reunidos y por la hostilidad de grupos tobas sureños70.

69 Periódico La Noche, 25 de agosto de 1931, citado por Carmona vda. de Busch 1986: 43. 70 Las principales fuentes sobre San Ignacio de Zamucos son Fernández (1726); las cartas de Ignace Chomé (1791 [1738], más una de 1745 en Tomichá, 2003 y otra de 1746 en Possoz, 1864), su gramática zamuca (1958 [1740]) y la Breve Noticia de Montenegro (1964 [1746]). Combès (2009a) publicó varios documentos jesuíticos del siglo XVIII sobre los zamucos reducidos en las misiones. Entre muchos estudios sobre esta misión, se pueden citar Vaudry (1936), Oefner (2003 [1956]), Combès (2002) y el insuperable artículo de Lussagnet (1961-1962).

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San Ignacio plantea una enigma por diferentes razones: los investigadores están divididos tanto a propósito de sus habitantes (¿antepasados de los grupos ayoreos? ¿de los chamacocos? ¿de ambos?) como, y sobre todo, a propósito de su ubicación exacta –pues hasta ahora se ignora dónde estuvo ubicada la misión. Tres grupos de hipótesis (que tienen cada una sus variantes) están en juego: San Ignacio pudo ubicarse en el Palmar de las Islas o sus cercanías; en los alrededores de Fuerte Olimpo en el actual Paraguay; o en los alrededores del Cerro León y del río Timanes, también en Paraguay. El denso debate que existe sobre la ubicación de Zamucos va más allá de nuestro propósito en estas páginas. En 1931, el problema es el siguiente: San Ignacio fue fundada por los misioneros jesuitas de Chiquitos, en la actual Bolivia; encontrar a la misión perdida daría entonces más crédito a los reclamos territoriales bolivianos. De ahí la “obsesión impresionante” de su búsqueda. Ilustración 6. Tapa del libro de Pizarro Loureiro 1933

De “transparentes”, los indígenas se vuelven nítidamente visibles cuando se trata de alegar derechos territoriales. La conquista de los diferentes grupos étnicos por los españoles de Charcas es también el hilo conductor de los documentos históricos reunidos por Mujía (1914) para afirmar los derechos bolivianos sobre el Chaco.

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A inicios de abril de 1931, Germán Busch creyó encontrar el sitio de la misión a escasos 20 km del Palmar de las Islas71. Los indicios encontrados son sin embargo bastante magros: un pedazo de tiesto que no era, en la opinión de su soldado, obra de los “bárbaros” de la zona –su observación muestra, de paso, que los expedicionarios se hacían acompañar por soldados conocedores de la zona; y un pozo al parecer artificial. A pesar del “descubrimiento” de Busch, es más al sur donde los bolivianos ubicaron luego al mítico San Ignacio, en la serranía que llamarían “de Zamucos”, a orillas del río Timanes. Más interesantes para nosotros que el improbable hallazgo de la misión en el Palmar, son los encuentros, directos e indirectos, de la misión Busch con los “bárbaros” del lugar. El 20 de abril de 1931, en un “hermoso cañón como un río”, los militares encuentran “muchos campamentos de bárbaros poco antes abandonados” –probablemente a causa de la misma presencia de la comisión militar en la zona; el 29 de abril, los soldados de nuevo tropiezan “con varios campamentos de bárbaros que al parecer son muchos, cada uno se compone de 30 a 40 chozas”, y encuentran huellas frescas de los indígenas72. Sin embargo, el encuentro más significativo tuvo lugar el 25 de abril, estando Busch ausente de su campamento: Salieron los bárbaros al río y creyendo que la tropa estaba en peligro, el dragonante Galindo salió también con tres soldados en su busca, encontrándolos a unos 100 metros del río, ordenó una descarga al aire; los aborígenes en lugar de alejarse, alistaron flechas y macanas en actitud hostil. Ante tal determinación, volvieron a disparar alcanzando a tres personas, dos hombres y una mujer, a ésta por creerla hombre, estaba tan desnuda como ellos pero llevaba en la espalda una criatura, los demás huyeron. De ellos recogieron los soldados varios tejidos que hacen de garabatá [caraguatá], flechas y macanas, lo mismo que cantarillos de barro, unos vacíos y otros llenos de semillas de mate, sandías, fríjol y sal73.

El teniente Busch lamentó mucho la noticia a su vuelta, porque los 71 Diario de Germán Busch en Carmona vda. de Busch 1986: 29-30. 72 Diario de Germán Busch en Carmona vda. de Busch 1986: 31-32, 34. 73 Diario de Germán Busch en Carmona vda. de Busch 1986: 32-33.

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aborígenes, dice, “también son seres humanos”… La mención de los utensilios recogidos, y en particular la de los tejidos de caraguatá (Bromelia serra) puede indicar con razonable probabilidad que estos indígenas hayan sido los que hoy conocemos como “ayoreos”74. Germán Busch recibió el Cóndor de los Andes, la máxima condecoración del país, por sus exploraciones en el Palmar. Sin embargo, los planes del Estado Mayor boliviano apuntan a mucha más presencia en el Chaco; el 2 de mayo de 1931, el general Osorio presenta a la presidencia de la República el “plan de penetración y ocupación militar en el Chaco”75. En julio del mismo año, un sobrevuelo revela “la existencia de una serranía elevada en el corazón mismo del Chaco (…) la misma que tiene en su inmediación Este una extensa laguna”. La posición boliviana más cercana al lugar es el fortín Ravelo, de dónde deberá partir una comisión a explorar la zona y ocupar la serranía; posteriormente, se deberá unir esta serranía con Isoso y Charagua76. La comisión estará conformada por 21 personas en total: el coronel Ayoroa como jefe; el entonces teniente Germán Busch; el subteniente Oscar Blanco; diez soldados; “un intérprete guaraní, un baqueano y seis indios del lugar” 77. El 16 de agosto de 1931, la comisión exploradora inicia su marcha hacia el sur, partiendo del último campamento de la picada abierta por Busch, a 8 leguas (40 km) del Palmar de las Islas. El único relato escrito de esta expedición que hemos podido consultar es el que pertenece al diario de Germán Busch, parcialmente publicado por su viuda en 1986. El estilo de este diario de la expedición, que cubre del 16 de agosto hasta el 5 de septiembre de 1931, es totalmente diferente del de las anteriores 74 Los tejidos de caraguatá, las semillas de sandía y fríjol, las flechas y macanas pueden corresponder a un grupo ayoreo. Sin embargo, las mujeres adultas siempre llevan una falda y la mención de una “mujer desnuda” más correspondería a una jovencita impúbera. Tampoco las mujeres ayoreas llevan sus hijos en la espalda sino en su pecho, en una bolsa tejida; por otra parte, los ayoreos guardan y transportan la sal en recipientes de corteza de toborochi (Chorisia insignis) y no en cerámica (Bernd Fischermann, com. pers.). O bien se equivocó Busch en su descripción (pues no estaba presente), o bien los “bárbaros” encontrados no eran ayoreos. 75 “Plan de penetración y ocupación militar en el Chaco, 1931”, en Academia boliviana de historia militar 1988: pp. 417-427. 76 Orden del Estado Mayor General, 27 de julio de 1931, en Arze Quiroga 1951: 101-102. 77 Orden del Estado Mayor General, 27 de julio de 1931, en Arze Quiroga 1951: 102; sin embargo, en la página siguiente, se indica un presupuesto para 18 personas solamente.

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páginas del diario de Busch en el Palmar entre marzo y mayo de 1931. Estas primeras páginas están escritas en la primera persona del singular; contienen muchas referencias a la familia de Busch y dan un gran lugar a las quejas del teniente acerca de la falta de víveres, de agua, o de cigarros. Por el contrario, la parte del diario que relata la expedición está escrita en la primera persona del plural; la relación de cada día es mucho más corta y más concisa, limitándose a describir las sendas encontradas, las actividades realizadas, etc. Es posible que se trate de un diario “colectivo” redactado por todos los participantes (o al menos los oficiales) de la expedición. Este diario no menciona a ninguno de los “seis indios del lugar” que integraban la comisión: se limita a indicar que la tropa camina rumbo al sur aprovechando “sendas de nativos” o “sendas de bárbaros”. Una posibilidad es que los “indios del lugar” hayan sido algunos de los indígenas de habla zamuca que integraban las ex misiones chiquitanas desde el siglo XVIII, y que d’Orbigny volvió a encontrar en 1830. De esta manera, los militares de 1931 habrían seguido el ejemplo de los jesuitas del siglo XVIII, cuando partieron hacia “los zamucos” acompañados por indígenas morotocos (de lengua zamuca) ya reducidos en las misiones chiquitanas. Es una posibilidad que deja abierta von Bremen cuando escribe que “no es de excluir que Ayoréode/Guarañoca de la Chiquitania sirvieron como exploradores baqueanos”78 –“guarañoca” era, lo veremos, uno de los nombres dados en la Chiquitania a los grupos de habla zamuca del interior del Chaco y particularmente de las Salinas de Santiago y San José. Sin embargo, tomando en cuenta el hecho que los zamucos de las ex misiones estaban en su mayoría totalmente asimilados a los demás chiquitanos, parece más probable que los guías de Ayoroa hayan sido algunos “bárbaros” –como se los llamaban entonces– capturados por los hacendados locales y peones en las estancias79. 78 Von Bremen 2007: 271. 79 Los ataques de los “bárbaros” a las haciendas criollas o los viajeros eran bastante frecuentes, y podían tener como resultado la captura de algunas personas. Para la época que nos interesa, Bernd Fischermann oyó hablar “de un ayorei que vivía en este tiempo en una estancia del Palmar de los Ángeles, al sureste y cerca de las Salinas y del Fortín Ravelo” (com. pers.). Es mediante esos cautivos que, después de la guerra, los misioneros norteamericanos de New Tribes Mission hicieron contacto con los ayoreos.

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Ilustración 7. Chozas “ayoreas” abandonadas en los alrededores de Ingavi (Negativos AA1)80

En el corto trayecto hasta el río Timanes (apenas 3 días hasta el 19 de agosto), la tropa encuentra “chozas de bárbaros”, pero no se hace mención de encuentros directos con grupos indígenas. Sólo las medidas de seguridad que se establecen cada noche en los campamentos81 pueden hacer pensar que los expedicionarios sabían que no estaban solos en el monte. De hecho, los meses de julio y agosto marcan, para los ayoreos, la época de la recolección de sal en las salinas de Santiago y San José82, y diferentes grupos recorrían probablemente esta zona mientras avanzaba la expedición hacia el sur.

80 Debo la identificación de estas casas a Bernd Fschermann. 81 Diario de Germán Busch en Carmona vda. de Busch 1986: 45-46. 82 Fischermann 1976: 74.

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Ilustración 8. ¿Cerro Zamucos?

Esta fotografía fue probablemente sacada en el “cerro Zamucos” (actual Cerro León en Paraguay). Se distingue a un indígena, probablemente uno de los “indios del lugar”, pero la calidad de la imagen no permite identificarlo con mayor precisión (Negativos AA24)

El 19 de agosto la tropa encuentra un cañón que la lleva “al río Timanes, hermoso con abundante agua”. Timanes es un nombre que pertenece al idioma ayoreo (tie: río) y –esto es importante– un nombre que no figura, hasta donde llega nuestro conocimiento, en ningún mapa o informe anterior. Von Bremen también releva este hecho83. Sólo dos posibilidades se nos ofrecen: los expedicionarios conocieron el nombre ayoreo de este río mediante sus guías (los “seis indios del lugar”); o lo aprendieron de boca de los indígenas que vivían en el mismo río. Es cierto que el diario de Busch (al menos, los extractos que conocemos) no menciona ningún encuentro con indígenas en el lugar. Pero también es cierto que a partir de la expedición de 1931, la serranía sin nombre avistada en los sobrevuelos tiene un nombre en los mapas del Estado Mayor boli83 Von Bremen 2007: 271.

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viano: la serranía de Zamucos (o también serranía de San Jorge). Para darle este nombre, los expedicionarios han tenido que estar convencidos que pisaban el territorio de los antiguos zamucos de los jesuitas84, y sin embargo ningún informe existe que relate concretamente el hallazgo de los restos de la misión. La convicción de los militares bien pudo descansar, por lo contrario, en un encuentro con grupos indígenas que, evidentemente, hablaban “zamuco”. Ilustración 9. Fortín Ingavi (Album AA13, Negativos AA59)

Sea lo que fuere, en estos parajes la expedición dirigida por Ayoroa funda el fortín Ingavi (hoy Lagerenza, en territorio paraguayo). Después de la instalación del fortín y de varios sobrevuelos de reconocimiento de la zona, quedaba por realizar la segunda parte de la misión: el enlace entre Ingavi y Charagua. El 15 de enero de 1932, el nuevo plan de penetración al Chaco prevé: 84 Como lo nota Oefner (2001 [1956]: 25-26) y como lo demuestra el mapa de la “penetración de la 3ra y 5ta divisiones bolivianas, abril 1931-junio 1932” que indica el recorrido de los padres Castañares y Chomé (en Arze Quiroga 1951), los militares estaban convencidos de seguir la antigua ruta de los jesuitas.

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[La comisión del general Román] debe unir Charagua, por el Parapetí, con el fortín Ingavi. Punto de penetración: Amboro, sobre el Parapetí. Lugares intermedios fortín 27 de noviembre sobre la laguna Paucarpata y Laguna Piquirenda. Objetivo final: Carretera Charagua-Amboro-27 de Noviembre-Piquirenda-Ingavi. El Teniente Coronel Ayoroa, quien debe ampliar la comisión del General Román, buscará el contacto desde Ingavi con Piquirenda85.

La realización de esta última expedición nos es conocida gracias en particular a las fotografías que sacó el mismo Ángel Ayoroa y reunió luego en un álbum con anotaciones. Tuvo en realidad dos fases: una primera hasta Piquirenda, con un número indeterminado de personas entre las cuales figura el teniente Pinto; luego, en Piquirenda, la expedición se separó, y Ayoroa siguió solo con dos compañeros hasta Isoso y Charagua. Ilustración 10. Separación de la exploración Ingavi-Piquirenda (Album AA62, Negativos AA30)

85 Academia boliviana de historia militar 1988: 417.

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A esta última misión, realizada entre enero y marzo de 1932, se refiere el recorte de periódico que citamos al iniciar estas páginas. A partir de este punto, Ayoroa vuelve a penetrar en territorio tapiete, pasando de nuevo por el pozo Güirapetindi ya encontrado en 1927. Más exactamente, se encuentra en esta borrosa zona de contactos entre los territorios tapiete y “tsirakua”, donde los primeros a menudo toman cautivos entre los últimos. Ilustración 11. Marca Chiqueno (Negativos AA7)

Las líneas grabadas en el tronco de este árbol fueron identificadas por Bernd Fischermann como la marca del clan ayoreo Chiqueno; sin embargo, el indígena que aparece no es ayoreo: se trata probablemente de un guía tapiete, en alguna parte del camino entre Piquirenda y Charagua. El artículo de Ayoroa no menciona el hallazgo de estos árboles marcados en 1927, por lo cual pensamos que la fotografía corresponde a la expedición de 1932. “Cada clan teníamos nuestros signos iniciales o forma de escritura. La escritura de mi papá era una línea gruesa que quiere decir que pertenece al clan Picanerai (…) el verdadero símbolo del clan Etacori son dos líneas paralelas pero gruesas. La línea del clan Dosapei es redonda. También encontré la línea del clan de los Chiquénoi que simplemente es una letra X. Poníamos nuestros signos en un palo con carbón, así, luego plantábamos el palo al lado de algún camino principal. Otra forma es que lo pintábamos sobre un tronco inclinado hacia donde se dirigía el grupo (…) esta es la escritura del viajero” (Riester y Weber 1998: 35-36).

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Los blancos y nosotros vamos a encontrarnos Para contar sus expediciones de 1931 y 1932 hacia Ingavi, Ángel Ayoroa lastimosamente no escribió un artículo como el que publicó en 1927, y si llevó un diario personal de la marcha, éste no llegó hasta nosotros. Así, no disponemos de un texto detallado que relate los posibles contactos de los expedicionarios con la población indígena (“ayorea” en este caso) de la región. Sin embargo, es posible reconstruir algo de estos encuentros mediante otras fuentes: las fotografías sacadas por Ángel Ayoroa; algunos de sus recuerdos personales contados a su hijo Miguel –y concretamente el recuerdo de encuentros amigables con los indígenas del lugar; los relatos y la historia ayoreos finalmente, que nos pueden dar indicios de lo que pasó en 1931 en la zona de Ingavi. Estas diferentes fuentes nos permiten reconstruir algunos hechos con bastante seguridad, y otros de manera más tentativa. Fortines y guerras indígenas Intentando reconstruir la reciente historia de los grupos locales ayoreos, tanto Fischermann como von Bremen se refieren a Nordenskiöld86, quien indica que la construcción de fortines militares en la región del Pilcomayo a inicios del siglo XX (Ballivián fue por ejemplo fundado en 1906, otros pocos años más tarde) provocó un repliegue de varios pueblos indígenas hacia el interior del Chaco; estos movimientos provocaron a su vez conflictos territoriales entre los recién llegados y los grupos locales ayoreos. Dentro de este contexto se debe sin duda interpretar la incesante lucha entre los tapietes y los “tsirakua” al este del Isoso, notada tanto por Nordenskiöld como por Ayoroa. Según el investigador sueco, los “tsirakua” aparecieron en tiempos recientes en el Isoso87, tal vez como otra consecuencia de conflictos territoriales con las etnias del sur. La situación no se resume a conflictos entre ayoreos y grupos del Pilcomayo, sino que provoca o agudiza también conflictos entre los mis86 Fischermann 2006: 261; von Bremen 2007: 267. El artículo de Nordenskiöld citado por estos autores es “Das Allerneueste von den Indianern in den Urwäldern Boliviens”, Der Erdball 5: 132-136, Berlín, 1931. 87 Nordenskiöld 2002 [1912]: 295.

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mos grupos ayoreos, en particular por el acceso de los recursos y a los puntos de agua. Sin embargo, según Bernd Fischermann, … al mismo tiempo surge una razón que se basa en factores internos: la unión de varios grupos locales del sur bajo el mando de un personaje importante, Uejai Picanerai. Esta unión de grupos locales que más tarde se llamará Guiday-gosode, “la gente del pueblo”, gana una supremacía militar que le permite eliminar a algunos grupos locales pequeños del norte y presionar a otros, tanto que éstos se ven obligados finalmente a refugiarse entre sus enemigos, los Cojñone, los “blancos”88.

Lo que llama la atención en esta situación es la simultaneidad de la instalación de los fortines y de la formación de la confederación de Uejai, ambas causas de las migraciones y movimientos de los ayoreos en la inmediata pre-guerra. Fischermann no explicita las razones de la conformación de la confederación, y nos parece legítimo interrogarnos sobre lo “interno” de sus motivos. La confederación guerrera liderada por Uejai se formó probablemente alrededor de los años 1920; para indicar esta fecha, Fischermann se basa sobre Kelm quien señaló una guerra entre “los ayoreos” (el grupo de los direquedejnai-gosode) contra grupos sirionós al norte de Santa Cruz de la Sierra (entre los ríos Grande y San Julián) en los años 19241925. Considerando esta guerra como un efecto de la presión de los ayoreos del sur sobre los del norte, el autor concluye entonces que la confederación de Uejai existía ya en esta época89. De hecho, un relato recogido por Deisy Amarilla-Stanley parece confirmar esta conclusión, al indicar que las peleas entre los direquenejnai-gosode y los guidai-gosode comenzaron “cuando el gran cacique Uejai aún era niñito”90.

88 Fischermann 1998: 28. 89 Fischermann 1988 (p. 21 de la traducción castellana) y 1998: 27-28. 90 Amarilla-Stanley 2001: 38. Las guerras entre grupos locales son recurrentes en la historia ayorea, y este conflicto en particular toma posiblemente parte de un ciclo mucho más largo y antiguo de sucesivas peleas y alianzas.

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Los problemas entre grupos locales y la posterior formación de la confederación guerrera de Uejai son entonces anteriores a la guerra del Chaco, incluso anteriores a las exploraciones y la fundación de fortines en el territorio ayoreo. Pero al menos una de sus causas es externa al mundo ayoreo y tiene que ver con el avance militar en el Chaco: la instalación de fortines en el Pilcomayo, con sus consecuencias ya evocadas sobre los grupos ayoreos. A partir de 1931, la fundación de fortines en el territorio mismo de los ayoreos y ya no en el lejano Pilcomayo sólo podía empeorar los problemas y tornarlos más agudos: Los movimientos de tropas, la apertura de caminos y la ocupación permanente de aguadas y lugares importantes por las fuerzas militares les produjo [a los ayoreos] cambios profundos en sus desplazamientos y su organización socio-política [… causaron] el aumento de enfrentamientos entre grupos locales al interior de la misma etnia por límites territoriales de grupos diferentes91.

De hecho, Uejai está siendo recordado por los actuales ayoreos por haber guerreado contra otros grupos locales ayoreos más que contra otras etnias, y el siguiente testimonio de un miembro de los guidai-gosode cautivado por los direquedéjnai-gosode va en este sentido: relató el cautivo que …donde él vivía antes había una laguna y su grupo siempre regresaba allá para abastecerse de agua. Pero hubo una guerra entre los cojñone no hace mucho y su grupo entró más al monte. Después allí encontraron puros militares y tenían que entrar al monte nuevamente y buscar por dónde vivir. Dijo que en aquella época vieron a los cojñone por todas partes y todos con su arma de fuego. Por eso era que venían a enfrentarse con nosotros92.

La situación parece clara, y la agresividad de la confederación de Uejai tiene un motivo nítido: la presencia militar en su territorio.

91 Von Bremen 2007: 263, 278. 92 Riester y Weber 1998: 279.

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Guidai Antes de su contacto masivo con la sociedad global en los años que siguieron el conflicto del Chaco, los indígenas ayoreos estaban organizados en diferentes grupos locales, compuestos cada uno por un promedio de 20 familias extensas y con territorio propio. Estos grupos no eran estables y podían fusionar o por el contrario dividirse. Cada uno tenía su propio nombre, formado a partir del sufijo –gosode, “los habitantes de…”: por ejemplo los ducode-gosode (“los habitantes de la región de las sepulturas”), los totobié-gosode (“los habitantes de la región donde abundan los puercos silvestres”), etc. De la misma manera, “para aumentar el potencial bélico, varios grupos locales formaron confederaciones bajo un liderazgo común”93. Estas confederaciones, nunca fijas ni estables, son las que Bórmida y Califano llaman “macro unidades locales”94 y también tenían un nombre formado a partir de –gosode: garay-gosode (“la gente de la región de los campos abiertos”), direquedéjnai-gosode (“la gente del otro día”), etc. Los guidai-gosode son una de estas confederaciones, y seguramente una de las más grandes y potentes que conocieron los ayoreos: La unión más grande de todos los grupos locales de los ayoréode constituyeron los Guiday-gosode bajo el mando supremo de su capitán Uejai. A Uejai estaban subordinados la mayoría de los grupos locales del sur: los Aboroé-gosode, Amomé-gosode, los Ducode-gosode, los Erãpe pari-gosode, los Gajnopóroro-gosode, una parte de los Garay-gosode, los Ijnapüi-gosode, los Jórojorogosode, los Ñamacode-gosode, los Odocobui-gosode y los Tiégosode; un tiempo también los Totobié-gosode, un grupo local que tuvo más de 200 miembros pero que posteriormente decidió recuperar su independencia y es desde entonces enemigo mortal de los Guiday-gosode95.

93 Fischermann 2006: 260; los ejemplos de nombres de los grupos locales son extraídos de este texto. 94 Bórmida y Califano 1978: 104. 95 Fischermann 1988 (pág. 38 de la traducción castellana).

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La fusión más grande de grupos locales la constituían los Guidaygosode, bajo la capitanía de Uejai, quien conformó un poder bélico con el cual los otros grupos no podían medirse96.

El mismo autor menciona además a varios grupos locales extintos, exterminados en su totalidad por los guidai-gosode, y varias matanzas hechas por los miembros de la confederación han quedado en las memorias97. En cuanto a Uejai, un libro lo califica de “Rey del Sur”98, otro de “individuo excepcional” y “más importante de los asuté [jefes] de los gidaigoosóde y, en general, de todos los ayoreo”99, y un informe del Instituto Paraguayo del Indígena de “último jefe supremo ayoreo”100. Su nombre “provoca todavía hoy, en las aldeas ayorés, varios años después de su muerte, un considerable respeto”101. Pertenecía al grupo local de los Ijnapui-gosode (“la gente del lugar donde abunda la palma motacú”), cuyo territorio era situado un poco al noroeste de Ingavi; en el río Timanes mismo, los tie-gosode (“la gente del río – tie”), que formaron parte de la confederación, tenían establecidas sus aldeas de verano102.

96 Fischermann 1998: 29. 97 Fischermann 1988 (pp. 33-37 de la traducción castellana). Sobre una matanza particularmente sangrienta hecha por los guidai-gosode en 1955 entre un grupo de los totobie-gosode, ver Perasso1987. 98 Wagner 1967: 227. 99 Bórmida y Califano 1978: 110, 126. 100 En Perasso 1987: 126. 101 D’Onofrio 2003: nota 18. 102 Von Bremen 2007: 273.

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Ilustración 12. Uejai (Wagner 1967: 231)

La unión de grupos liderada por Uejai toma el nombre de guidai-gosode, es decir “la gente de la aldea” –guidai siendo una aldea más permanente que un simple campamento. ¿Cómo interpretar este nombre? Las explicaciones no faltan, empezando por las de los mismos ayoreos: Ellos [los guidai-gosode] vivían en la zona donde antiguamente existía guidai, como decimos nosotros si es una aldea. De allí venimos todos los ayoréode, tal vez los otros grupos indígenas

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también. Cuando todos en la naturaleza eran seres humanos todavía, vivían todos juntos en la aldea antes de que salieran y se fueran a vivir en las diferentes zonas103.

El mito de la aldea única donde vivían antaño los nani bajade (los antepasados, los hombres de antes) junto con los demás indígenas e incluso con los cojñone o “blancos” ha sido reportado por prácticamente todos los estudiosos de la cultura ayorea. Esto ocurría en los tiempos de antes: luego sobrevino la separación de los cojñone y de los ayoreos, y la de los mismos ayoreos en diferentes grupos locales. Esta aldea, Guidai, es generalmente situada por quiénes cuentan la historia en las cercanías del río Timanes y de Ingavi; también se llama Guidai toi, “la aldea muerta”, o “la aldea donde muchos murieron”104. Para los antropólogos “ayoreistas”, la cosa es clara: Guidai no es otra que la misión jesuita de San Ignacio de Zamucos reflejada en el mito ayoreo. Las epidemias que diezmaron a los neófitos zamucos de San Ignacio explican, a su vez, por qué “muchos murieron” en la aldea. Es, de hecho, muy posible e incluso probable que San Ignacio de Zamucos se ubique efectivamente en los alrededores del río Timanes –esta discusión no es el tema de estas páginas. Sin embargo, para volver al nombre tomado por la confederación de Uejai, una pregunta no deja de plantearse, sobre todo tomando en cuenta la característica labilidad de las denominaciones de los grupos ayoreos: Estos nombres no son viejos y por tanto es difícil verificar la relación de los actuales grupos locales con denominaciones transmitidas de fuentes históricas. Los nombres de los grupos locales deben haber cambiado como consecuencia de ciertos cambios, como ser un traslado de territorio del grupo, divisiones o uniones de grupos o acontecimientos que los miembros del grupo consideraron importantes105.

103 Riester y Weber 1998: 17. 104 Ver por ejemplo Braunstein y Califano 1978-1979: 98; Fischermann 1988; Bartolomé 2000: 36, etc. 105 Fischermann 1988 (pág. 37 de la traducción castellana); ver también Fischermann 1976: 72.

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Entonces… ¿por qué esperar a casi 200 años después de la misión de San Ignacio para tomar su nombre? Esta pregunta nos lleva a sugerir otra hipótesis. Si bien la confederación se formó alrededor de 1920, es más tarde que adoptó su nombre106. Así Guidai, el pueblo, bien pudo ser una aldea que también apareció más tarde en la zona –concretamente un fortín, y más particularmente el fortín Ingavi: una aldea donde efectivamente vivían cojñone bien cerca de los grupos “ayoreos”, los cuales recuerdan además la entrada de los militares a la región; en un relato recogido por Amarilla-Stanley, el narrador cuenta que el grupo de su padre se instaló en las cercanías de Ingavi, en un lugar llamado Iyoi; “poco tiempo después, según contó mi papá, los paraguayos, o los coñone, hicieron picadas. Era el comienzo de la guerra del Chaco, creo yo”107. Esta hipótesis parece más satisfactoria que la que hace de guidai la misión de San Ignacio –tiene al menos el mérito de no necesitar un lapso de casi dos siglos para explicar el nombre. Varios relatos ayoreos la confirman además plenamente, además de mostrar el impacto de la presencia militar en su territorio: Nosotros, los Ayoreo, hemos abandonado nuestros respectivos hábitat por causa de los blancos que ingresaron a Ingavi en los primeros tiempos y fuimos mucho más nómadas. Se cuenta también que antiguamente cuando Lagerenza aún no era fortín, era una zona muy poblada por los Ayoreo y después de la aparición de los blancos (coñone) los Ayoreo fueron dejando de a poco el lugar108.

Asimismo, un mito recogido por Bernd Fischermann109 cuenta que Guidai toi (“la aldea donde muchos murieron”) era “el pueblo del eduguéjnai”; esta palabra, que significa “líder, jefe”, fue según Fischermann aplicada a los padres jesuitas de San Ignacio. El relato dice que hubo 106 Fischermann 1988 (pág. 21 de la traducción castellana). Ver también la cita del mismo autor más arriba. 107 Amarilla-Stanley 2001: 44-45. 108 Amarilla-Stanley 2001: 87. 109 Fischermann 1988, mito 55.

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una epidemia de viruela en Guidai toi, y que todos se fueron: “Recién cuando los Guiday-gosode se instalaron allá cerca, había otra vez cojñone en este lugar, como los hay otra vez ahora”. El eduguejnai de Guidai toi bien puede ser un padre jesuita del tiempo de San Ignacio de Zamucos… pero esta explicación ya no se puede aplicar a los cojñone de cuando los Guiday-gosode se instalaron allá cerca: estos cojñone no pueden ser otros que los militares bolivianos de Ingavi. El anterior relato citado hace, además, una referencia explícita al fortín en Lagerenza. Todo parece indicar, en suma, que el fortín Ingavi fue aprehendido y entendido por los ayoreos a partir de los mitos de origen (la aldea donde vivían juntos cojñone e indígenas) y/o de los posibles recuerdos de la misión jesuita. Hierro, armas, guerras y contacto El impacto de los fortines militares bolivianos (empezando por los del Pilcomayo y siguiendo por Ingavi) sobre la dinámica de los grupos locales “ayoreos” (dispersión, migración, confederaciones) parece suficientemente documentado. La presencia militar influyó en particular sobre la toma de poder de la confederación de los guidai-gosode, no sólo estando probablemente al origen de su nombre mismo, sino también en dos aspectos fundamentales: restringiendo el acceso a los puntos de agua por ejemplo, y empujando así a los guidai-gosode a buscar sus recursos más allá de su territorio; y, más que probablemente, convirtiéndose en una codiciada fuente de metal. La sed de metal de los grupos zamucos ya fue notada por los padres jesuitas del siglo XVIII quienes “pagaban” su entrada a las aldeas regalando herramientas. A finales del siglo XIX, los frecuentes asaltos de los grupos zamucos a los viajeros y a los salineros en Santiago y San José tiene para Cardús una sola explicación: apoderarse de cuchillos y otras herramientas110. Más tarde, Nordenskiöld nota que “entre los tsirakua el hierro es muy raro, se guarda y ensarta cada pedacito (…) parece que

110 Cardús 1886: 278.

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a veces asaltan a los blancos y a los chané [isoseños] con el único propósito de conseguir hierro. Arriesgan su vida por algunos trocillos de este metal, tan precioso para ellos”111; Bernd Fischermann finalmente apunta: “sin duda los bienes más anhelados de la civilización son las herramientas de hierro o bien pedazos de este material (…) los asaltos a la población sedentaria con el objetivo de apoderarse de herramientas de hierro se remontan a mucho tiempo atrás”112. Un fortín en pleno Chaco podía constituir, convendremos, una apreciable fuente de metal –no precisamente mediante asaltos, sino mediante robos esporádicos. Y vale la pena citar aquí a los relatos chamacocos sobre el personaje de Basebygy, en los cuales se asocian explícitamente a los “moros” (ayoreos) con el hierro de los bolivianos: “los moro tienen solamente lanzas así largas pero la punta tiene un hierro. ¡Muy filosas azóro porque los moro ya aprendieron esas armas de Bolivia; algunos tienen machetes, lindos, filosos, los moro aprendieron de Bolivia!”113. Lo que en todo caso está confirmado es que “los que consiguieron el fierro antes [antes que otros grupos lo encuentren por la vía férrea Santa Cruz/Puerto Suárez] fueron la Gente de la Aldea [guidai-gosode]”. Las “cosechas” de hierro fueron particularmente fructuosas después del conflicto: “ellos andaban por la zona cuando terminaron la Guerra del Chaco, allí el grupo encontró fierro”114, utilizado en la fabricación de herramientas y armas115; en los años 1940, el padre Oefner notó que los “guarañocas” tenían algunas puntas de flechas hechas de metal robado116. Como lo nota Perasso, esta situación también tuvo sus consecuencias sobre las relaciones entre grupos locales: Esta nueva realidad que implicaba el metal localizado determinó diversos encuentros hostiles intergrupales; la provisión de la refe111 Nordenskiöld 2002 [1912]: 294. 112 Fischermann 1988 (pp. 55-56 de la traducción castellana). 113 Cordeu 2003: 243; Cordeu 2008c; Richard 2008a: cap. 5. 114 Riester y Weber 1998: 219-220. 115 Fischermann 1988 (pág. 56 de la traducción castellana); ver también Bórmida y Califano 1978: 17. 116 Oefner 1940-1941: 104.

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rida materia prima como la de sal en San José y Santiago (Bolivia) constituyeron una de las causas más frecuentes de hostilidad y venganza entre los ayoreo117.

El acceso al metal es, tal vez, una de las razones de la fuerza sin igual de la confederación de Uejai, “para dispersar a los demás ayorés”. Existe otra consecuencia posterior, pero crucial, de la presencia militar en el Chaco durante la guerra y de la creciente agresividad de la confederación de Uejai. En efecto, los problemas de los diferentes grupos locales con los guidai-gosode fueron una de las principales razones del contacto permanente que buscaron los ayoreos del norte con los cojñone inmediatamente después de la guerra del Chaco. Uno de ellos explica: “si nos quedamos [en el monte] moriremos de las matanzas de la Gente de la Aldea (…) [con los blancos] podíamos conseguir herramientas y también tener armas de fuego para defendernos de la Gente de la Aldea”118. Una decisión nada fácil de tomar por cierto; una decisión que tal vez, tarde o temprano, se habría impuesto a la mayoría de los grupos ayoreos, pero que la belicosidad de los guidai-gosode sin duda apuró y transformó en una condición de supervivencia para los grupos locales del norte. ¿Ayoreo? En 1561, los españoles de la primera Santa Cruz de la Sierra encontraron en la región a un grupo y un cacique indígena llamados Morotoco119; en el siglo XVIII, los padres jesuitas de Chiquitos vuelven a mencionar a los morotocos, reducen en San Ignacio de Zamucos a diferentes grupos que comparten la misma lengua “zamuca”: zamucos, ugaronos, zatienos y cucutades, y encuentran a otros más como los caypotorades;

117 Perasso 1987: 24. 118 Riester y Weber 1998: 277. Ver Fischermann 1988 (pág. 23 de la traducción castellana) y 1976: 68. 119 La primera ciudad de Santa Cruz de la Sierra fue fundada en 1561 en el emplazamiento del actual San José de Chiquitos. Se mudó progresivamente a su ubicación actual entre finales del siglo XVI e inicios del XVII. La lista de las “encomiendas” de indígenas de la región donde figura Morotoco fue publicada por Mujía (1914: t. 1, pp. 78-89) y Julien (2008: doc. 15). “Los morotocos” están citados en AGI Pat. 235 r. 8: 22r y AGI Pat. 235 r. 11: 13v, 21v y 28r.

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un siglo más tarde, d’Orbigny menciona por primera vez a los guarañocas, también de lengua zamuca, al lado de los “samucus” y, de nuevo, los morotocos120. Se sigue mencionando a los guarañocas hasta al menos 1940, por ejemplo en el artículo de Luis Oefner121. La mayoría de estos nombres no pertenecen a la lengua zamuca. “Zamuco” por ejemplo remite a la palabra tanto chiquitana como chané para “perro”122; se trata, en suma, de nombres aplicados a diversos grupos “zamucos” por parte de sus vecinos. Sin embargo, estos diferentes nombres tampoco son el equivalente de otros como yanaigua (“los que viven en el bosque”) o tsirakua (“estaca”) que tienen un valor genérico –como “salvajes” o “bárbaros” en español– y pudieron ser aplicados por guaraní-hablantes a diferentes grupos del interior del Chaco; como “moro” también, tan utilizado en Paraguay para designar a los “ayoreos”, pero no solamente a ellos123. Por el contrario, tanto morotoco como guarañoca o poturero son nombres que designan a grupos relativamente precisos de gente, que incluso a veces viven juntos en una misión (en San Ignacio) o una ex misión jesuita (samucus y potureros conviven en Santo Corazón en 1830, por ejemplo), donde son bien distinguidos aunque compartan un mismo idioma (pero con variaciones dialectales a veces importantes124.

120 D’Orbigny 2002 [1833]: t. III, pp. 1311, 1323 y 1331-1332. El francés encontró a “samucus” y potureros en Santo Corazón, guarañocas en Santiago y morotocos en San Juan. Anota que los morotocos conservaban su idioma, mientras entre los morotocos sólo los viejos lo hablaban. 121 Oefner 1940-1941. 122 Ver Richard 2008a: cap. 3. 123 Según Richard, moro no sería sino la palabra chamacoca para “enemigos” (2008a: 96, 300); un relato ishir-tomaraho recogido por Cordeu dice que se llamaba kuhrmurú a los ayoreos: “kúhru es sueño y moro es moro” (2003: 395), lo que dejaría entender que “moro” no es una palabra propia de los ishir. . Para el término yanaigua, ver Combès 2004. 124 Ver los vocabularios publicados por Lussagnet (1961-1962) y las reflexiones de Bernand-Muñoz (1977: 38). No sólo las variaciones lingüísticas distinguen a los diferentes grupos. Por ejemplo, d’Orbigny nota que los samucus se cortan el cabello, al contrario de los morotocos y guarañocas; el padre Zea notaba lo mismo a inicios del siglo 18, agregando que sus mujeres vestían “con más honestidad” que las de los otros grupos zamuco-hablantes. A diferencia de los demás grupos zamucos, los caypotorades conocían el caballo a mediados del siglo XVIII (d’Orbigny 1839: 257; Fernández 1726; Montenegro 1964 [1746]). Sobre los antiguos grupos zamucos, remito a Combès 2009a

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Este es el panorama que nos ofrecen las fuentes hasta la guerra del Chaco. Escasos meses antes del conflicto, un militar boliviano de apellido Ayoroa funda el fortín Ingavi por la “serranía de Zamucos”; quince años más tarde tienen lugar los primeros contactos permanentes de los “bárbaros” del Chaco con la sociedad nacional boliviana –y particularmente con los misioneros norteamericanos de la New Tribes Mission. Los “bárbaros” ya no son guarañocas o potureros, ni siquiera zamucos. Tienen ahora un nombre diferente y único: son “ayoreos”. Sorprendente homonimia entre el militar boliviano y los “ayoreos” que surgen después de la guerra; sorprendente también la falta de interrogantes sobre esta homonimia en los estudios ayoreos. Y si bien somos conscientes que una respuesta inequívoca es imposible en el estado actual de los conocimientos, nos parece válido empezar aquí a cuestionar esta coincidencia –aunque sólo fuera porque el primero que se hizo la pregunta fue el mismo Ángel Ayoroa. El término “ayoreo” empezó a ser registrado a partir de los primeros contactos prolongados y permanentes de los grupos locales con los cojñone poco después de la guerra, y sobre todo a partir de 1948. Las primeras menciones del nombre se deben a los misioneros norteamericanos de New Tribes Mission. En enero de 1943, el misionero Bob Dye encuentra en San José de Chiquitos a un hacendado de origen alemán quien tiene a un joven peón “bárbaro”, comprado a la persona que lo cautivó. Ignoramos la edad del joven, el número de años que llevaba cautivo, y tampoco sabemos a qué grupo local pertenecía. Bob Dye pregunta al muchacho si realmente es un “bárbaro” y la respuesta es: “mi gente es llamada ayorés”125. El misionero concluye que “ayoré” debe ser el “verdadero nombre” (the true name) de los “bárbaros”. Este primer encuentro sólo nos es conocido por el relato que Jean Dye Johnson, la viuda del misionero Bob, asesinado poco después por los “ayoreos”. En 1945, la misma Jean Dye encuentra, también en San

125 “My people are called Ayorés”; Dye Johnson 1991 [1966]: 17.

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José, a una mujer “bárbara”, Inés. Según la misionera, Inés tiene unos 40 años y fue capturada unos quince años atrás por los cojñone; su verdadero nombre es Aroide. Trabaja como sirvienta en el pueblo y es casada con un chiquitano. Inés empieza a enseñar su idioma a la misionera y desempeña más tarde el papel de intérprete con los grupos locales que empiezan a salir del bosque. Jean Dye escribe: “es por Inés que aprendí que la tribu se llama a sí misma ayoré”126. La autora no menciona el grupo local al cual pertenecía Inés antes de su captura, pero sí indica que volvió a encontrarse con sus hermanos en uno de los primeros encuentros entre “ayoreos” y misioneros: pertenecía así probablemente a un grupo local integrante de la “confederación” de los jnupedoigosode. El papel de Inés fue decisivo en el proceso de contacto con los “ayoreos” y vale la pena examinar de más cerca las informaciones de Dye Johnson. Pues sus indicaciones son erróneas sobre al menos dos puntos: primero, el nombre de Inés cuando fue capturada era Gutodaté, es decir “la madre de Gutó”, su primera hija127; segundo, y más importante para nosotros, la fecha de su captura fue posterior al año 1930, probablemente en los años 1935 o 1936. Ésta es la fecha que la misma Inés indicó a Bernd Fischermann. y que se puede confirmar por otras vías indirectas. En efecto, en general las mujeres “ayoreas” no forman una pareja estable antes de los 25 años y es muy improbable que Inés haya sido ya madre en 1930. Volveremos sobre el tema de Inés más adelante. En lo que se refiere al nombre de los “ayoreos”, a partir de este momento los misioneros de New Tribes sólo utilizan este nombre antes desconocido. Para decirlo con las palabras de Oefner: “dos sociedades misioneras evangélicas (…) han logrado conseguir un contacto amistoso con estos grupos, y

126 “It was from Inez that I learned the tribe called themselves Ayorés” (Dye Johnson 1991 [1966]: 88-89). 127 Bernd Fischermann encontró a Inés en 1969, cuando tenía alrededor de unos 65 años. Las informaciones que siguen nos fueron gentilmente proporcionadas por este investigador.

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desde entonces aparece el nombre ayoreo”128. En la literatura antropológica, el nombre recién aparece en 1955, bajo de la pluma de otro misionero, von Horn Fitz Gibbon –mejor dicho bajo la pluma de J. Haekel, a partir de las notas dejadas por Fitz Gibbon129. Este joven misionero falleció pocos años después, y no sabemos en qué circunstancias registró el nombre de “ayoré” –si lo recogió de los indígenas mismos o de sus colegas de la New Tribes Mission. La aparición del nombre de “ayoreo” no causó ningún revuelo entre los antropólogos y demás estudiosos. Fue, simplemente, entendida como el descubrimiento (¡al fin!) del “verdadero nombre” de la etnia. Y de hecho lo es, en la actualidad. Sin embargo, nos parece necesario, para entender cabalmente el problema, ubicarlo en un contexto regional más amplio. Pues son absolutamente todos los nombres étnicos del Chaco los que cambian radicalmente después de la guerra, o más tarde en los años 1970: los chiriguanos se vuelven ava y/o guaraníes, los chulupíes nivaclés, los matacos wichís, los chorotis manjuis, etc130. Todos estos nuevos nombres tienen, en los diferentes idiomas, un sentido parecido: quieren decir “la gente”, o “los hombres” –de la misma manera que “ayoreo” es generalmente traducido por “persona”, “hombre verdadero” o “gente”. Sin embargo, existe una diferencia: pues nombres como ava por ejemplo en guaraní, son palabras que tienen sentido en este idioma, palabras que eran conocidas antes de transformarse en gentilicios; en el caso de “ayoreo”… pues, nada menos seguro. Que Alcide d’Orbigny en 1830 no haya recogido la palabra puede ser comprensible: no fue muy larga su estadía en las ex misiones jesuíticas de Chiquitos, y él mismo señala que, aparte de los “guarañocas”, los demás grupos zamuco-hablantes que encontró ya habían perdido mucho de su idioma original en provecho del chiquitano131. Pero más difícilmen128 Oefner 2001 [1956]: 10. 129 Bernand-Muñoz 1977: 9. 130 Richard 2008a: cap. 1. 131 Los vocabularios recogidos por d’Orbigny fueron parcialmente publicados en su obra L’Homme Américain, luego por Cardús (1886) y finalmente en su totalidad por Lussagnet (1961-1962).

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te explicable es el hecho que el padre jesuita Ignace Chomé, en el siglo XVIII, tampoco haya recogido el término ni lo mencione una sola vez. Chomé hablaba el idioma de los “zamucos”: escribió una gramática de esta lengua, y un diccionario132. Residió siete años en San Ignacio de Zamucos –más que la mayoría de los antropólogos cuando hacen trabajo de campo. Y a pesar de tantos años y tantos trabajos lingüísticos, Chomé no mencionó nunca el término “ayoreo” u otro parecido. Tampoco aparece la palabra en el Vocabulario polígloto de Hervás, cuya parte “zamuca” se basa sobre informaciones de padres jesuitas que estuvieron en contacto con los zamucos sea en San Ignacio, sea en otras misiones de Chiquitos133. Un término que sí mencionan tanto Chomé como Hervás y que traducen por “indio” y “hombre” es nani; es, de hecho, una palabra que hoy conocen tanto los “ayoreos” como los “ishir” de Paraguay, es decir los grupos contemporáneos de habla zamuca. Para los ishir o chamacocos, los esnanio (-o es la marca del plural) son “la gente de antes”134; entre los “ayoreos”, nani o jnani significa primero “hombre adulto”, pero el término también se aplica a los antepasados –ya hicimos referencia a los nani bajade, “los hombres de antes”135. Pocas veces, algunos autores mencionan como sinónimos términos como ayoréodebajade136 o ayorei’ dis’i ejode (“los ayoreos de la nueva generación”), el equivalente de los nani bajade disiehóde137; incluso en estos casos, el nombre formado a 132 Chomé 1958 [1740]; su diccionario (“Vocabulario”) se encontraría hoy en la biblioteca de la Universidad Mayor de San Andrés en La Paz. 133 Hervás y Panduro 1990 [1787]. 134 Richard 2008a: 230, 238 y 245. Sin embargo, en la actualidad, el término está en desuso (Edgardo Cordeu, com. pers.). 135 Todos los autores concuerdan para señalar una “bipartición” de la historia en los relatos ayoreos: a grandes rasgos, existen los tiempos míticos (de los Nani bajade yuminone, “los hombres antiguos de más acá”), tiempos míticos en los cuales siguen las metamorfosis y transformaciones de los antiguos hombres en diferentes cosas u animales; y un tiempo más histórico, donde ya existen los humanos, y cuyos relatos pueden referirse incluso a personas todavía vivas. Ver Fischermann 1988; Braunstein y Califano 1978-1979: 96-97). 136 Bartolomé 2000: 27. 137 Fischermann 1988 (pág. 103 de la traducción castellana).

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partir de “ayoré” coexiste con el de nani bajade, que es el más difundido para hablar de los antepasados. El término “ayoreo” tiene, “en ayoreo”, más que todo un valor de “nacionalidad”; es ante todo una apelación étnica, cuya traducción, más allá de los “hombres verdaderos”, “personas” o “gente” propuestos, sería realmente y solamente “ayoreo” –así la traduce al menos un diccionario reciente: “ayorei (masc. sing.): ayoreo”138. Finalmente, otro punto llama la atención. Los “ayoreos” del sur de las salinas chiquitanas pronuncian esta palabra “ayoweo”; los del norte dicen “ayoreo”. Como lo nota Bernd Fischermann, sólo el grupo local de los cochocoi-gosode se destaca por la pronunciación de una muy marcada r, …un sonido que todos los otros grupos locales prácticamente no utilizan. La única excepción es la autodenominación de la tribu, ayoréode. Todos los grupos locales pronuncian en esta palabra la r mientras que para los grupos locales del sur se convierte en una suave w139.

En otras términos, la palabra “ayoreo” es la única en la cual los grupos del norte pronuncian una r “a la castellana”, que normalmente no utilizan. ¿Qué pensar de estos datos dispersos? Si bien ciertamente no son suficientes para afirmar sin más una relación entre el apellido de Ángel Ayoroa y el nombre de los “ayoreos”, permiten al menos, creemos, cuestionar este nombre y entonces validar la pregunta. Sabemos, por lo que contó luego el explorador a su hijo Miguel, que Ayoroa no sólo encontró a indígenas en las cercanías de Ingavi, sino que tuvo relaciones amigables y pacíficas con ellos; tenemos, de hecho, una fotografía del mismo Ayoroa delante de una choza netamente “ayorea”. Y sabemos, finalmente, que él mismo no dudaba de la relación entre su nombre y los indígenas que aparecieron como “ayoreos” después de la guerra. A su hijo Miguel, el general Ayoroa contaba que tal vez estos indí-

138 Barrios et al. 1995: 24. 139 Fischermann 1988 (pp. 99-100 de la traducción castellana).

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genas habían “tomado su nombre” porque lo único que alcanzaba a decirles era eso: “yo soy Ayoroa, me llamo Ayoroa”. Don Miguel Ayoroa conserva en el archivo familiar un recorte del periódico La Razón de La Paz, del año 1984. Se trataba de un número especial conmemorando los 50 años de la batalla de la Cañada Strongest, donde se hizo ilustre Ángel Ayoroa. En este recorte, el periódico hace un resumen (bastante libre a nuestro juicio) de una entrevista al entonces general jubilado Ayoroa. Dice: En sus expediciones [Ayoroa] se contactó con 27 tribus nómadas tupiguaraníes, a quienes les expresó que los hombres y mujeres de dichas tribus son ciudadanos bolivianos. Las tribus deliberaron, y le preguntaron su nombre, a lo cual respondió: “Yo soy el Mayor Ayoroa”. En consecuencia, decidieron adoptar ese nombre, y le manifestaron: “en adelante, nosotros seremos también tribus ayoroas”.

La versión del periódico paceño es demasiado caricatural para ser aceptable. Aparte de demostrar una total desinformación (hace de los ayoreos unos “tupí-guaraní”), asigna a los indígenas el papel del “buen y estúpido salvaje” –¡sólo les faltaría haber reconocido en Ayoroa a algún “dios blanco” de su mitología! Peca también en un aspecto importante –pues Ángel Ayoroa si bien tuvo contactos con algunos, no encontró a todos los grupos locales que hoy se llaman “ayoreos”140.

140 No sabemos de dónde el periódico citado saca la cifra de “27 tribus”: su única fuente parece ser el mismo Ayoroa –aunque “27 tribus” (¿aldeas?) parece una cifra muy alta.

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Ilustración 13. Ángel Ayoroa (primer plano a la izquierda) delante de una choza ayorea (Negativos AA32)

“Las casas son de forma cónica con un solo horcón central de cerca de 2, 20 m de altura en el centro y con una sola apertura circular generalmente de 40 a 50 cm de altura. En toda la circunferencia hay varas de armazón que soportan una capa de hojas secas, basura y barro que le ponen quizás de techo no dejando penetrar el agua ni drenaje alguno” (Oefner 1940-1941: 102-103).

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Ilustración 14. Choza de los ayoreos totobie-gosode, 1994 (Archivo de la fiscalía General del Estado, Paraguay; en Barrios et al. 1995, entre las pp. 80 y 81).

En estas circunstancias, y si alguna base tiene la homonimia entre el soldado de 1931 y los “ayoreos”, la hipótesis de un doble quid-pro-quo parece más satisfactoria, en todo caso más razonable. Es posible que los “ayoreos” que salieron a buscar contacto en los años 1940 buscaran al único blanco que conocían o con quien habían tenido buenas relaciones: Ayoroa; o que hayan repetido esta palabra por ser la única que conocían del lenguaje de los cojñone –es una posibilidad que sugieren al menos testimonios como el siguiente: “nosotros no nos entendíamos con la gente blanca. Cuando ellos decían ‘volved’, nosotros repetíamos la misma palabra ‘volved’”141. De ahí a que los misioneros norteamericanos hayan empezado a llamarles así pensando haber encontrado su

141 Riester y Weber 1998: 287.

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“verdadero nombre”, el paso es corto y lógico; y de ahí a que los “ayoreos” hayan entendido que para los cojñone, ellos se llamaban “ayoreos”, el paso también es factible, y también lógico. En otras palabras, los “ayoreos” habrían adoptado este término como su denominación étnica para hacerse entender de los “blancos”142. Y tampoco se debe pensar que esta adopción haya forzosamente reemplazado alguna otra denominación más antigua y más “propia”: pues se puede dudar que grupos locales tan distantes, con diferencias idiomáticas marcadas y en general en guerra los unos contra los otros hayan tenido “un solo nombre” para identificarse. Esta hipótesis es sólo eso: una hipótesis, una pregunta que vale la pena plantear, que no se puede no hacer. El “surgimiento” del término “ayoreo” después de la guerra es demasiado brusco, demasiado inédito para no ser cuestionado; la ignorancia del nombre por parte de un hombre de la talla de Chomé también lleva a interrogarse –¿cómo un primer encuentro de los misioneros norteamericanos con un “bárbaro” –cuando ninguno dominaba siquiera el español para hacerse entender cabalmente por el otro o incluso cuando, en el caso de Inés y Jean Dye, varias de las informaciones recabadas son erróneas– habría logrado lo que siete años de convivencia y lengua compartida no pudieron 200 años atrás? La cuestión está lejos de ser clara, y así como existen argumentos para interrogarse, existen otros en contra de las sugerencias presentadas. Que Ayoroa no haya, por supuesto, encontrado a todos los grupos locales, es algo que la tesis del quid-pro-quo ya mencionada podría sin embargo explicar. Pero no podemos afirmar que términos como ayorei’ dis’i ejode para hablar de los antepasados sean introducciones recientes que reemplazan el antiguo nani; asimismo Inés, al origen de la “revelación” del nombre de “ayoreo”, era probablemente miembro de los jnu142 De la misma manera en Paraguay en 1962, el joven “moro” cautivo que acompañó al vicario apostólico del Chaco en su primer encuentro con los “salvajes” no mencionó en ningún momento que su gente se llamaba “ayoreo”; todo lo contrario, para hacerse entender del obispo, utiliza la palabra que este último emplea y le habla de “sus hermanos moros”, aun cuando “moro” no haya sido jamás una “autodenominación” de la etnia (relato de Monseñor Angelo Muzzolón, 1962, en Bartolomé 2000: 113). De una manera más general y siguiendo un proceso similar al que sugerimos aquí, un ciudadano británico es “inglés” cuando habla español, y no british ni english…

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pedoi-gosode, es decir de un grupo enemigo de los guidai-gosode de Uejai que eran los que vivían en las cercanías de Ingavi. ¿Habría podido difundirse el nombre de Ayoroa entre los enemigos de los “ayoreos” que encontró? Es posible –los jnupedoi-gosode fueron precisamente empujados hacia el norte por los guidai-gosode–, pero no está probado. Otro argumento en contra de una relación entre el apellido Ayoroa y el nombre de la etnia reside en el uso de términos emparentados para designar a los otros indígenas, aunque la cuestión no sea del todo clara. Según Bórmida y Califano143, los “ayoreos” llaman menenengóne a los otros indígenas, palabra que significa algo como “los pobres, los que no tienen nada”; sin embargo, Fischermann indica que los otros grupos indígenas nómadas son llamados ayoré quédejnane, “que quiere decir hombres foráneos, distintos, pero por otro lado, parecidos a ellos mismos”; en cambio a los sedentarios, “blancos” o no, se aplica el nombre de cojñone144. Un diccionario indica ayoré gajnui (gajnui: retrato, imagen, semejanza) para “otros indígenas”, sin diferenciar entre nómades y sedentarios145. Es posible que exista una diferencia de significado de la palabra entre los “ayoreos” de Paraguay y los de Bolivia, o que el término esté evolucionado y cambiando poco a poco –de “los ayoreos” a “los otros nómades” y a “los indígenas en general”. El uso de la palabra “ayoreo” en locuciones para designar a otros indígenas puede ser un argumento en contra de su origen foráneo –pues en este caso tampoco, no podemos afirmar que se trate de una introducción reciente en el vocabulario “ayoreo”. Sea lo que fuere, pensamos que los otros elementos ya expuestos permiten la duda, y validan nuestra pregunta –tal vez sobre todo tomando en cuenta este último dato: el apodo de Uejai fue, para los mismos “ayoreos”, nada más y nada menos que ayoré pisi, es decir, simple y llana-

143 Bórmida y Califano, 1978: 19. 144 Fischermann 1988 (pág. 26 de la traducción castellana). 145 Barrios et al. 1995: 205.

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mente, “El Ayoré”146. Los blancos y nosotros vamos a encontrarnos, profetizaba su visión… ¿habrá tenido lugar un encuentro entre el coronel Ayoroa y El Ayoreo?

Reflexiones finales Repitámoslo una vez más: los párrafos anteriores que quisieron explorar la posible relación entre el apellido de Ayoroa y el nombre de los “ayoreos” consisten tan sólo en una pregunta, o una interrogante. Y la verdad es que la respuesta, si respuesta puede haber, tal vez no importe tanto –pues hoy, venga de dónde venga, la palabra sí es un nombre étnico y la “autodenominación” de estos grupos. Lo que sí pensamos vale la pena subrayar, es el impacto que tuvo, sobre los mismos antropólogos, el surgimiento de un único nombre –“ayoreo”– donde antes se hablaba de guarañocas, zamucos, potureros y demás morotocos. Desde los misioneros de New Tribes hasta los escritos de los antropólogos, todos insisten sobre este punto: “en realidad”, todos estos diferentes nombres no hacían más que designar a un solo conjunto, a una sola etnia, a “los ayoreos” –aun si diferencias idiomáticas existían entre los diferentes grupos, aun si las costumbres no eran iguales, aun si vivían en un mismo lugar (San Ignacio, Santo Corazón, etc.) cada uno con su nombre y cada uno diferenciado del otro. Fischermann apunta cabalmente el problema: “cuando los cronistas mencionan diferentes dialectos que hablaban los pueblos zamuco, sorprende la homogeneidad de la actual lengua y eso a pesar de las inmensas dimensiones del territorio de los ayoréode, del aislamiento relativo y de las distancias grandes entre la mayoría de los grupos locales”147. ¿Cómo entender esta diferencia entre la situación actual y el panorama que ofrecen las fuentes hasta la guerra del Chaco? A nuestro juicio, la “revelación” del nombre “verdadero” y único de los “ayoreos” influyó mucho en esta situación; empujó de alguna manera a los investigadores a sobreponer las similitudes por encima de las diferencias: a ver a “una etnia” donde,

146 Wagner 1967: 229. 147 Fischermann 1988 (pág. 99 de la traducción castellana).

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EL CORONEL AYOROA Y LOS INDIOS DEL LUGAR

poco antes, existían solamente distintos grupos lingüísticamente emparentados y donde hoy subsisten diferencias, particularmente notables entre los grupos septentrionales y sureños (ver Combès 2009a)148. Volviendo al tema más específico de los impactos de la guerra entre los indígenas del Chaco, debemos también recalcar las particulares consecuencias que tuvo la fundación de los fortines en la región: desde los del Pilcomayo a inicios del siglo XX, se producen movimientos étnicos a veces masivos que empiezan a reconfigurar el mapa étnico de la región, y que provocan a la vez migraciones, luchas interétnicas (tapietes versus tsirakua por ejemplo) y guerras entre grupos emparentados –empezando con la toma de poder de la confederación de Uejai. Más adelante, una consecuencia crucial de estas guerras será la decisión de los grupos “ayoreos” del norte de buscar un contacto permanente con los cojñone –de cierta manera, es todo el futuro de esos grupos el que se jugó en los años previos al conflicto del Chaco. Estas conclusiones relativizan también, creemos, el “milenario aislamiento” que fue el de los “ayoreos” hasta 1948 si nos atenemos a la literatura antropológica –pues la literatura histórica sobre estos grupos es cruelmente inexistente. Desde el cacique Morotoco de Santa Cruz la Vieja hasta los zamucos, guarañocas y morotocos encontrados por d’Orbigny en la Chiquitania, desde los ugaronos y cucutades de San Ignacio hasta los repetidos ataques y robos de hierro registrados por la vía férrea Santa Cruz/Puerto Suárez en los años 1940, los contactos, si bien no fueron permanentes, sí fueron frecuentes entre los indígenas y los “blancos” –y parte de ellos tuvieron lugar en los fortines militares establecidos poco antes de la guerra del Chaco. La experiencia misional de San Ignacio es el episodio mejor conocido de esta larga historia 148 Esta observación no es sólo válida para el caso de los “ayoreos”. En el norte argentino, los antropólogos hablan del “complejo chiriguano-chané” como de un todo, cuando bajo esta etiqueta se reúnen a grupos totalmente diferentes que sólo comparten un idioma (ver Villar 2006); el mismo conjunto “guaraní” en Bolivia incluye a grupos tan diferentes como los ava, los simbas y los isoseños. La tendencia antropológica de equiparar lengua y cultura, si bien tiene sus méritos, llega también a crear confusiones y “etnias” donde no siempre las hay: “los chiriguanos” son estudiados por ejemplo como “tupí-guaraníes” dejando de lado a su otra mitad chané, o los tapietes considerados como “guaraní” cuando todas sus costumbres son chaqueñas, etc.

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de conflictivas relaciones, pero no por eso el único ni tal vez el que más marcó a los “ayoreos” –y no todas las referencias a cojñone en los mitos deben ser interpretados como recuerdos de la efímera misión. Concluiremos con una reflexión tal vez evidente, pero que rara vez fue tomada en cuenta: la “guerra del Chaco” no esperó a los incidentes de Pitiantuta en julio de 1932 para estallar y desatarse entre los indígenas chaqueños. Todos los autores coinciden en decir que los “ayoreos” no tomaron parte en los combates mismos, y que se mantuvieron aparte –confirman esta perspectiva tanto la ausencia de relatos ayoreos sobre los combates mismos como algunos testimonios de los ishir paraguayos por ejemplo, que recalcan que los ayoreos no estuvieron “dentro de la guerra”149. Sin embargo, para ellos, la guerra empezó antes: desde las exploraciones de Germán Busch en el Palmar de las Islas y el encuentro de sus soldados con “los bárbaros”, desde las exploraciones de Ángel Ayoroa y la fundación de Ingavi. Tal vez haya empezado incluso mucho más antes, a finales del siglo XIX cuando una Bolivia sin mar multiplicó esfuerzos para alcanzar el río Paraguay, abriendo sendas en pleno territorio “ayoreo”150. Y esta guerra continuó mucho más allá de los tratados oficiales de paz entre Bolivia y Paraguay. Sin la presencia de los fortines que impedían el acceso a los recursos vitales, sin las chatarras llenas de hierro que dejaron los combatientes, las guerras internas entre los guidai-gosode de Uejai y los demás grupos tal vez no habrían sido tan sangrientas ni apremiantes –y el contacto permanente con los cojñone no tan obligado como lo fue para la supervivencia de los “ayoreos”.

149 Richard 2008a: 666. 150 La expedición de Suárez Arana en 1887 hacia Puerto Pacheco cruzó todo el territorio “ayoreo”; la expedición Thouar poco antes también tuvo encuentros con grupos “yanaiguas” (Thouar 1997 [1887], Giannecchini 1896).

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