El Conocimiento Silencioso

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Descripción

El Conocimiento Silencioso


El conocimiento silencioso en el sistema cognitivo de los chamanes del antiguo México, es el acto de conocer lo abstracto directamente, sin la intervención del lenguaje [Castaneda, 1987: 58], es un conocimiento libre de verbalizaciones y elucubraciones. Como su adjetivo lo señala es un conocimiento sin palabras, por consiguiente es un conocimiento que queda por fuera de cualquier comprensión racional [Castaneda, 1987: 57]. El conocimiento silencioso, es un conocimiento que para ser 'expresado' se necesita tener una extraordinaria cantidad de energía y sin embargo, es algo que todos poseemos: "cada uno de nosotros como individuos, estamos separados del conocimiento silencioso por barreras naturales, propias de cada individuo" [Castaneda, 1987: 75]. Por lo tanto, es un conocimiento que tiene total dominio, total conocimiento de todo, pero no se puede pensar, por lo tanto, no se puede expresar lo que sabe [Castaneda, 1987: 180]. Ese conocimiento silencioso, que nadie puede describir, es, por supuesto, el intento, el espíritu, lo abstracto [Castaneda, 1987: 181]:
El Nagual Elías decía que toda la humanidad se había alejado de lo abstracto y que alguna vez debió de haber sido nuestra fuerza sustentadora. Luego sucedió algo que nos apartó de lo abstracto y ahora no podemos regresar a él. El Nagual decía que un aprendiz tarda años para estar en condiciones de regresar a lo abstracto; es decir para saber que el lenguaje y el conocimiento pueden existir independientemente el uno del otro [Castaneda, 1987: 64].

El conocimiento silencioso es una posición general del punto de encaje, que milenios antes había sido la posición normal del género humano, pero que por motivos imposibles de determinar, el punto de encaje del hombre se había alejado de esa posición específica para adoptar una nueva, llamada la "razón" [Castaneda, 1987: 209]. Los chamanes creen que en una época, al comienzo, cuando el hombre comprendió que sabía y quiso estar consciente de lo que sabía, perdió de vista lo que sabía [Castaneda, 1987: 181]. El error del hombre fue querer conocer directamente lo que sabía, tal como conocía las cosas de la vida diaria. Cuanto más deseaba ese conocimiento, más efímero, más silencioso se volvía. ¿Qué significa que el hombre haya perdido la vista de lo que sabía? Significa según don Juan, que el hombre renunció al conocimiento silencioso por el mundo de la razón.

El hombre antiguo sabía, del modo más directo, qué hacer y cómo hacerlo bien. Pero como hacia tan bien lo que hacía, comenzó a desarrollar cierto sentido del ser, con lo cual adquirió la sensación de que podría predecir y planear los actos que estaba habituado a hacer tan bien: "cuanto más se aferra el hombre al mundo de la razón, más efímero se vuelve el conocimiento silencioso" [Castaneda, 1987: 181]. Así surgió la idea de un "yo" individual; un yo individual que comenzó a dictar la naturaleza y el alcance de las acciones humanas [Castaneda, 1987: 183].
A medida que el sentimiento de tener un "yo" individual se tornaba más fuerte, el hombre fue perdiendo su conexión natural con el conocimiento silencioso. El hombre moderno, siendo el heredero de tal desarrollo, se encuentra tan irremediablemente alejado del conocimiento silencioso, la fuente de todo, que sólo puede expresar su desesperación en cínicos y violentos actos de destrucción. Don Juan aseveró que la causa de cinismo y la desesperación del hombre es el fragmento del conocimiento silencioso que aún queda en el hombre moderno; un ápice que hace dos cosas: una, permite al hombre vislumbrar su antigua conexión con la fuente de todo, y dos, le hace sentir que sin esa conexión, no tiene esperanzas de satisfacción, de logro o de paz [Castaneda, 1987: 183]. La guerra para el practicante de los pases mágicos, es la lucha total contra ese yo individual que ha privado al hombre de su poder [Castaneda, 1987: 184] dejando ir a la razón con el abandono de quien no tiene nada de qué preocuparse [Castaneda, 1987: 222].

Habiendo perdido toda esperanza de volver al conocimiento silencioso, el hombre busca consuelo en su "yo" individual y al hacerlo consigue fijar su punto de encaje en el lugar más conveniente para perpetuar su imagen de sí. Por lo tanto, los chamanes pueden afirmar con toda seguridad que cualquier movimiento que aleje el punto de encaje de su posición habitual equivale a alejarse de su imagen de sí y, por consiguiente, de la importancia personal [Castaneda, 1987: 184], verificando que existe un lugar de calma y tranquilidad donde nada puede perturbar; este sitio de tranquilidad no es una metáfora, es algo muy real y es la capaz de ver la esencia de las cosas [Castaneda, 1987: 101]. En consecuencia, cuanto más profundo es el movimiento del punto de encaje, mayor es la sensación de que uno sabe todo, así como la sensación de no poder encontrar palabras para explicarlo [Castaneda, 1987: 111].
El conocimiento silencioso no es más que el contacto directo con el intento [Castaneda, 1987: 136] que es la fuerza responsable no sólo de nuestra conciencia de ser, sino también de todo cuanto existe en el universo, es una fuerza que posee conciencia total y surge de los propios campos de energía que componen el universo, siendo esta fuerza la conexión con todo lo existente [Castaneda, 1987: 134]. Nuestra gran falla colectiva, es el vivir nuestras vidas sin tomar en cuenta para nada esa conexión. Para nosotros, lo precipitado de nuestra existencia, nuestros inflexibles intereses, preocupaciones, esperanzas, frustraciones y miedos, tienen prioridad. En el plano de nuestros asuntos prácticos, no tenemos ni la más vaga idea de que estábamos unidos con todo lo demás [Castaneda, 1987: 134]:
Don Juan me había expresado su creencia de que uno de los conceptos del cristianismo, el de haber sido expulsados del paraíso, le sonaba a él como la alegoría de la pérdida de nuestro conocimiento del intento. El chamanismo era entonces un retroceso al comienzo, un retorno al paraíso [Castaneda, 1987: 134].

La meta del sistema cognitivo de los chamanes es restablecer el conocimiento silencioso, reviviendo el vínculo con el intento. Es por ello, que el Hombre de Conocimiento, pasa toda su vida redefiniendo impecablemente su vínculo de conexión con el intento, atesorando más energía que el hombre común y corriente: la única ventaja que quizás tienen los chamanes sobre los hombres comunes y corrientes es que han ahorrado energía, y eso significa un vínculo de conexión con el intento más claro y preciso [Castaneda, 1987: 161].
El chamanismo es un viaje de retorno. Retornamos al espíritu, victoriosos de haber descendido al infierno [Castaneda, 1987: 195]. En el chamanismo no hay procedimientos. No hay métodos ni pasos. Lo único importante es el descenso del espíritu y el movimiento del punto de encaje [Castaneda, 1987: 197]:
La parte engañosa de todo esto, es que estoy diciendo que sólo los brujos conocen al espíritu, que el intento es dominio exclusivo de los brujos. Eso no es cierto en absoluto, pero es la situación en el reino de lo práctico. La condición real es que los brujos están más conscientes de su vínculo de conexión con el espíritu que el hombre común y corriente, y se esfuerzan por manejarlo. Eso es todo. El Vínculo de Conexión con el intento es la característica universal compartida por todo lo que existe [Castaneda, 1987: 232-233].


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El pensar, entendido como ratio, es decir, como costumbre intelectual de tomar distancia para aprehender la cosa, se halla en abierta oposición con la filosofía oriental, que guarda una inmediatez respecto de su objeto. La razón es que esta última no opera mediante conceptos, justo porque no se estructura sobre la escisión sujeto-objeto.

El mundo deja de ser un –objeto- aprehensible conceptualmente, y se convierte en un continuo estético (donde se desvanece la frontera entre sujeto-objeto) que yace en su propia facticidad. Es decir, ya no se trata de apresar, agarrar, de prender el Mundo a través de intermediarios sino de…..
y en este sentido, esta posibilidad Cognitiva de los chamanes, emprende una ruptura diametralmente opuesta a occidente que ha optado por el principio de objetivización, es decir, por hacer del mundo un objeto esencialmente cognoscible conceptualemte. Ello hace que descartemos todo pensar que no se adecue a tal pretensión; que no le otorguemos su patente filosófica.

Ana Camila Cabrera González
Profesional en Filosofía
Universidad del Valle

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