El concepto de \"español atlántico\"

Share Embed


Descripción

El concepto de «español atlántico» (versión preprint) Lidia Becker (Hannover)

Abstract La contribución se ocupa de la historiografía del concepto de «español atlántico» y de la evaluación de la bipartición diatópica en «español atlántico» y «español continental» desde el punto de vista metodológico. La primera parte se dedica a la génesis del concepto en las obras de Diego Catalán y su evolución en la dialectología española (Rafael Lapesa, Alonso Zamora, Germán de Granda, Manuel Alvar) e hispanoamericana (María Beatriz Fontanella de Weinberg, José Joaquín Montes Giraldo), así como a las reacciones críticas (Gregorio Salvador, Juan C. Zamora Munné/Jorge M. Guitart) y a la utilización del concepto en investigaciones más recientes. En la segunda parte, se analizan las dimensiones sincrónica y diacrónica de la bipartición trasatlántica y las condiciones para su validez. Keywords: español atlántico, español continental, andalucismo, conexiones trasatlánticas, seseo/ceceo

1. Génesis y evolución del concepto de «español atlántico» en la dialectología 1.1. El concepto de «español atlántico» según Diego Catalán En el año 1958, Diego Catalán, joven catedrático de Gramática Histórica de la Universidad de La Laguna (1954-1964), acuñó el concepto de «español atlántico», que desarrolla la teoría del andalucismo del español americano.1 Con su artículo Génesis del español atlántico. Ondas varias a través del océano pretendía levantar la voz contra «un clima anti-andaluz» motivado por «la concepción poligenética de los cambios fonéticos ocurridos en las dos orillas del Atlántico», en aquel entonces «generalmente admitida» (Catalán 1958, 234). Este artículo vio la luz dos años después de la primera publicación de Rafael Lapesa sobre el asunto (1956)2 y pocos años antes de las contribuciones andalucistas fundamentales de este último (1964) y del abuelo y maestro de Catalán, Ramón Menéndez Pidal (1962). Siguiendo a Lapesa, Catalán demuestra, por un lado, el arraigo del seseo en Sevilla durante el último cuarto del siglo XV y su presencia en Canarias a partir de los primeros años del siglo XVI y, por consecuencia, aboga por su origen monogenético a ambas orillas del océano Atlántico. Por otro lado, se expresa a favor de la oposición lingüística entre las zonas porteñas vinculadas con los puertos atlánticos españoles de Sevilla y Cádiz y las zonas interiores conservadoras de Hispanoamérica, una hipótesis planteada por Menéndez Pidal.3 Según Catalán (1958, 241), «la historia de los fenómenos fonéticos, que singularizan hoy el habla de las regiones porteñas de Hispano-américa, está aún sin esbozar; pero la presencia de todos ellos, con idéntica riqueza de formas, no sólo en los puertos andaluces de España sino también en el español canario, nos invita a pensar que hubo una real propagación trasatlántica de los mismos». La explicación monogenética de Catalán: ... no trata de explicar, por tanto, las llamativas conexiones lingüísticas entre todas estas regiones suponiendo un desigual asentamiento en las tierras bajas o altas de América de los andaluces, 1

###2.5 La teoría más controvertida: el Andalucismo. Hasta aquel entonces, la posición antiandalucista parecía ganar terreno tras una serie de publicaciones de Amado Alonso dedicadas a la datación del seseo andaluz en la época contemporánea o posterior a su surgimiento en Hispanoamérica (López Morales 1998, 100-101). 3 La publicación en la cual Menéndez Pidal fundamenta la oposición entre las «tierras de la flota» y las «tierras de la corte» apareció en el año 1962 en una obra colectiva editada por Catalán. 2

extremeños y canarios de un lado y de los toledanos y castellanos viejos del otro, según los defensores del «andalucismo» hicieron en su día. La expansión trasatlántica de la nueva fonética meridional se hizo estando ya perfectamente constituidas las comunidades criollas ultramarinas, en virtud del prestigio de que gozaban Sevilla y Cádiz en las localidades más comunicadas de América, en los puertos que seguían más de cerca, a través del cordón umbilical de las flotas de Tierra Firme y del Perú, el pulso de la vida metropolitana. (Catalán 1958, 242)

El nuevo concepto de Catalán aportó matizaciones importantes a la teoría del andalucismo: • puso de relieve el papel del español canario como un eslabón intermediario («una preAmérica», Catalán 1958, 233) entre el español andaluz occidental y las variedades porteñas de Hispanoamérica; • siguiendo a Menéndez Pidal, limitó la influencia del español andaluz a las zonas porteñas de Hispanoamérica; • entre las zonas porteñas, calificó a las Antillas como «el campo de aclimatación de la lengua española en América» (Catalán 1958, 233): «Parece demostrado al menos que la koiné lingüística realizada en las Antillas, en el primer tercio del siglo de la empresa americana, está en la base de todo el español ultramarino» (Catalán 1958, 234); • explicó las semejanzas lingüísticas no por un asentamiento desigual de los andaluces y castellanos viejos en las tierras bajas o altas de Hispanoamérica, sino por el intercambio duradero entre los puertos hispanoamericanos y los de Canarias, Sevilla y Cádiz. Además, calificó el seseo como un «sevillanismo» que tendió a generalizarse desde los primeros años de la conquista, y «los otros rasgos ‹andaluzantes› [...] (aspiración o pérdida de -s, -z finales; neutralización o pérdida de -r :: -l finales; caída de -d-)», junto con el yeísmo, como innovaciones tardías desde el siglo XVII (Catalán 1958, 238-242); • de modo general, trató de evitar «el excesivo simplismo con que durante generaciones vino calificándose al español americano de ‹andaluz› trasplantado a Indias» (Catalán 1958, 233).

1.2. Evolución del concepto de «español atlántico» en la dialectología española Entre los autores españoles que retomaron el concepto de «español atlántico» de Catalán en los decenios posteriores se encuentran Rafael Lapesa, Alonso Zamora, Germán de Granda y Manuel Alvar. Rafael Lapesa se dedica a demostrar en su trabajo El andaluz y el español de América el origen andaluz «de algunos de los rasgos más peculiares de la pronunciación americana: el más general, el seseo; muy probablemente, el yeísmo; seguros, aunque no generales en América, la confusión de r y l finales, la aspiración de la -s final y la sustitución de j por h aspirada» (Lapesa 1964, 182). Con respecto al seseo americano, sus argumentos contra la posición antiandalucista son los siguientes: «la prioridad del andaluz en la confusión de eses y zetas; la existencia de focos o zonas de ceceo en diversos países americanos; la gran proporción de andaluces, su predominio en los primeros tiempos de la colonización; y la incorporación de indígenas y posteriores inmigrantes al çeçeo impuesto por esa mayoría andaluza en los primeros tiempos de la colonia» (Lapesa 1964, 178). Solo al final de su estudio hace alusión al concepto de «español atlántico»: La tesis del andalucismo de ciertos rasgos no merma a la fuerte personalidad del habla hispanoamericana. Pero obliga a dejar a un lado la oposición entre español de España y español de América; al menos por cuanto a la fonética se refiere, sería más exacta la división entre español castellano y español atlántico. Esta última denominación, empleada ya por Diego Catalán, reflejaría bien la comunidad de rasgos que unen la modalidad lingüística andaluza con la de los países hispanoamericanos. (Lapesa 1964, 182)

A diferencia de Catalán, Lapesa extiende entonces la denominación del «español atlántico» al andaluz, al canario y a todo el conjunto del español americano en base a cinco rasgos fonético-fonológicos. Dos años más tarde, reafirma su posición en el trabajo América y la unidad de la lengua española: «... [s]ería justo reemplazar la habitual contraposición entre español de España y español de América por otra que enfrente el español castellano y el español atlántico, incluyendo en este casi toda Andalucía, Canarias e Hispanoamérica» (Lapesa 1966, 303), apoyándose de manera inexacta en Catalán 1958 («así lo ha propuesto Diego Catalán», Lapesa 1966, 303, nota 1). A los cinco rasgos fonológicos comunes para el español andaluz, canario y americano les añade el abandono de vosotros y la distinción entre el dativo le y el acusativo lo (Lapesa 1966, 302). Alonso Zamora repite, en el apartado El andalucismo del español americano de su Dialectología española, los rasgos fonético-fonológicos propuestos por Lapesa, que «contribuyen a dar este aire de semejanza o cercanía fonética entre las hablas hispanoamericanas y las del sur de la Península» (Zamora 1979, 11960, 418). Además, advierte que «siempre conviene recordar que estas semejanzas se acentúan en las tierras bajas, mientras que en las altiplanicies el habla se acerca más a la de Castilla» (Zamora 1979, 422). Siguiendo a Menéndez Pidal, Zamora explica el andalucismo de las costas hispanoamericanas por «[el] reiterado vaivén secular de las flotas, pensadas, organizadas y equipadas en Andalucía [...] con menosprecio de las normas castellanas y visible peso de las locales», mientras que las tierras altas «acusan la vida universitaria, de la administración y de la norma cortesana» (Zamora 1979, 422-423). Por consiguiente, Zamora considera las denominaciones «español marinero» y «español de la administración» más acertadas que «tierras bajas» y «tierras altas». Al final del capítulo correspondiente, indica que «desde el punto de vista fonético, la presencia de los fenómenos de relajación, muy adentrada en la Península, haría hacer ‹lo americano› a muy pocos kilómetros al sur de Madrid [...]. Por esta razón es sugestiva la oposición, empleada por Diego Catalán, entre ‹español castellano› y ‹español atlántico›» (Zamora 1979, 423). Germán de Granda, discípulo de Rafael Lapesa y catedrático de la Universidad de La Laguna en aquel entonces, añade otro rasgo morfológico «al concepto metodológico ‹español atlántico›, empleado por D. Catalán al designar la común evolución del castellano en la zona meridional de la Península, Canarias y América» (Granda 1966, 79), que representa la sustitución de las formas sintéticas nuestro, vuestro y su/suyo por las analíticas de nosotros, de ustedes y de él, de ella, de ellos, de ellas en la mayoría de las variedades canarias. Granda explica dicha sustitución por la incidencia de la desmorfologización de los pronombres personales de la segunda persona en plural vosotros/vosotras en el sistema de posesivos (Granda 1966, 73ff.) y pone de relieve el paralelismo de sus datos con fenómenos semejantes en el español americano, «ampliable seguramente al área andaluza, aunque no poseo datos exactos para afirmarlo, dada la escasez de estudios monográficos completos de hablas andaluzas» (Granda 1966, 79). En el trabajo Puntos sobre algunas íes. En torno al español atlántico, Granda afirma que el concepto de «español atlántico»: ... determina, en la sincronía, una nueva clasificación de las áreas dialectales del español al establecerse, frente a un área peninsular septentrional, conservadora, del castellano, otra meridional, de características revolucionarias e innovadoras (al menos en determinados niveles fonéticos), que estaría además conectada, tanto tipológica como genéticamente, con zonas insulares y continentales extraeuropeas (canarias y americanas) que comparten con ella no sólo importantes rasgos de su estructura lingüística sino también una trayectoria histórica al menos parcialmente común. (Granda 1987, 37)

Desde el punto de vista metodológico, Granda destaca la discordancia entre la interpretación de Lapesa, que incluye en el «español atlántico» casi toda Andalucía, Canarias e Hispanoamérica, y la bipartición dialectal de José Joaquín Montes Giraldo (1984), que limita el área del superdialecto B, correspondiente al «español atlántico», a las hablas meridionales

en España, el canario y las islas y costas hispanoamericanas.4 Entre las cuestiones abiertas del concepto de «español atlántico», señala «la fijación de los condicionamientos diastráticos que intervinieron en la difusión de los rasgos lingüísticos meridionales en España y en América» junto con «la distinción, básica, entre las dimensiones sincrónica y diacrónica de esta entidad conceptual» (Granda 1987, 39-40). En el estudio Algunas precisiones sobre el español atlántico y su proceso formativo, Granda propone una solución al último problema, definiendo la tesis andalucista como un «paradigma explicativo genético» y el concepto de «español atlántico» como su corolario en el ámbito sincrónico (Granda 1990, 231). Granda rechaza como errónea la tesis de las «ondas varias» en el proceso de difusión de los rasgos meridionales peninsulares en Hispanoamérica, propuesta por Catalán y apoyada por D. L. Canfield (1962 y otras publicaciones, véase Granda 1990, 234, nota 22), que sugiere la difusión del seseo a lo largo del siglo XVI y de otros rasgos meridionales («neutralización de R – L y aspiración o pérdida de -S en posición implosiva silábica, yeísmo, realización aspirada de [X], eliminación de -D- intervocálica, etc.») durante los siglos XVII y XVIII solo en las regiones costeras e insulares (Granda 1990, 234-235). El autor insiste en que el conjunto de los rasgos meridionales característicos de determinadas zonas de Hispanoamérica se difundió por todo el continente ya en el siglo XVI, y se eliminó con posterioridad en las tierras altas (Granda 1990, 236). Además, argumenta contra el peso decisivo atribuido por Catalán a las vías marítimas entre los puertos meridionales de España y los puertos americanos, que no puede explicar la difusión de los rasgos meridionales en la costa pacífica entre Panamá y Guayaquil, puesto que esta zona no dispuso de puertos en la época colonial (Granda 1990, 236-237). Desde el punto de vista sociolingüístico, Granda alude a las actitudes negativas y desvalorizadoras con respecto a los marineros en Hispanoamérica durante la época colonial, que, en su opinión, tampoco podrían respaldar la influencia de estos en las normas lingüísticas (Granda 1990, 237). Siguiendo estas pautas, Granda califica la tesis andalucista como «correcta en sus líneas generales, pero, a mi parecer, aún incompleta» (Granda 1990, 238). Manuel Alvar clasifica las hablas canarias en sus Estudios canarios como pertenecientes a «ese gran complejo lingüístico que podríamos llamar hablas hispánicas meridionales y en el que cabrían el extremeño del Sur, el andaluz, el murciano y, teniendo en cuenta algunas cuestiones desconocidas por la lingüística peninsular, el español de América» (Alvar 1968, 13). Advierte que «otras veces, se ha hablado de español atlántico para salvar ciertas dificultades geográficas, pero en tal denominación no cabe la totalidad de rasgos fonéticos que debemos considerar» (Alvar 1968, 13-14). Sin embargo, esta reserva, repetida en el Manual de dialectología hispánica con una referencia al estudio crítico de Gregorio Salvador (Alvar 1996, 326), no le impide, pocas páginas después, describir el español canario como «una manifestación típica de las hablas meridionales y, dentro de ellas, del grupo que puede llamarse atlántico» (Alvar 1968, 23; cf. Abad Nebot 1991, 159). Desde el punto de vista diacrónico, Alvar comparte la tesis de «ondas varias»: interpreta el seseo insular como influencia de Sevilla durante la época de la conquista, y los otros rasgos («la pérdida de la -d-, el yeísmo, la aspiración de la -s implosiva [...], la conversión de la -x-, -y- [...] en jota [x] o aspirada, [...] la neutralización de -r y -l implosivas») como «posteriores y de cronología no uniforme» (Alvar 1996, 331). Según Alvar, estos procesos «constituyen un tipo de pronunciación ‹más andaluzado› que ‹obedece a un influjo más persistente de Sevilla, ejercido sobre las comarcas de vida principalmente mercantil y no de las de mayor altura cultural en los siglos primeros›» (Alvar 1996, 331).

1.3. Evolución del hispanoamericana

concepto

de

«español

atlántico»

en

la

dialectología

Entre los lingüistas hispanoamericanos que han respaldado el concepto propuesto por Catalán se hallan María Beatriz Fontanella de Weinberg (1980, 1984) y José Joaquín Montes Giraldo 4

Véase el capítulo 1.3. de la presente contribución.

(1977, 1984). Al estudiar los documentos bonaerenses de los siglos XVI, XVII y XVIII, Fontanella de Weinberg considera el planteamiento básico de Catalán como válido, pero se opone a su tesis de dos oleadas del influjo andaluz (Fontanella de Weinberg 1984, 161). La autora llega a la conclusión de que todos los rasgos fonológicos del español atlántico surgidos ya en el siglo XVI (seseo, yeísmo, «aspiración y pérdida de /-s/», «confusión de /-l/ y /-r/» y «pérdida de /d/») están presentes en el habla porteña desde el principio de la colonización y le atribuyen «el carácter andaluzado» (Fontanella de Weinberg 1984, 171), aunque algunos de ellos retroceden posteriormente. Según Fontanella de Weinberg, la máxima frecuencia de estos rasgos en el siglo XVIII «parece indicar que recibieron un refuerzo a través del posterior contacto del Río de la Plata con el sur de la Península Ibérica» (Fontanella de Weinberg 1984, 171). Montes Giraldo identifica otro rasgo arcaizante del «español atlántico» en el español colombiano: en esta zona se utiliza el tipo de compuestos sust. + adj. sin modificación del primer elemento (barbamarilla, bocabierta a diferencia de barbiamarilla, boquiamarilla, etc.), lo cual «coincide en Colombia bastante bien con lo que por otros criterios puede determinarse como zona de habla ‹costeña› o ‹atlántica›» (Montes Giraldo 1977, 658). Este tipo de compuestos «representaría otro caso de supervivencia de usos de un primer período de colonización que estratos posteriores abandonaron», según la tesis de Granda (Montes Giraldo 1977, 659). Concluye con la afirmación de que ... continuando la línea de D. Catalán, de Granda y otros estudiosos que han utilizado el concepto de «español atlántico», valdría la pena intentar una división dialectal del mundo hispanohablante que comenzara por separar dos grandes variedades: español atlántico o meridional o costero y español serrano o continental o como fuera más adecuado llamarlo. Luego, en cada una de estas dos grandes divisiones se establecerían subdivisiones de acuerdo con los rasgos estructurales que se consideraran pertinentes. Se tendría así una división del conjunto idiomático español que partiría de una firme base histórica (los diversos estratos cronológicos en la colonización) a la que se uniría luego la caracterización estructural de cada dialecto o subdialecto. (Montes Giraldo 1977, 659)

En el estudio Para una teoría dialectal del español (1984), el lingüista colombiano desarrolla esta última propuesta: Utilizando una clasificación insinuada por diversos estudiosos, he propuesto [...] que los dialectos [...] del español se dividan inicialmente en dos grandes superdialectos que quizá podrían denominarse centro-septentrional y meridional; pero estas denominaciones tienen el inconveniente de ser apropiadas sólo para España y no para América. Manteniendo la perspectiva geográfica quizá describirían con mayor aproximación la realidad términos como continental-interior y periférico-insular. [...] Bien podría hablarse, por ejemplo, de superdialecto A (el que conserva la -s implosiva como sibilante y la -r, -l implosivas sin neutralizar) y superdialecto B (el que aspira o suprime la -s, realiza diversas alteraciones morfofonológicas concomitantes de la aspiración o pérdida de -s, neutraliza parcialmente /r/ ~ /l/ y presenta algunos otros rasgos coincidentes en general con los de las «hablas meridionales». Quedarían, pues, de un lado, en el superdialecto A, en España, grosso modo, el centro-norte peninsular, y en América, en general las zonas andinas e interiores; y en el superdialecto B, en España, las «hablas meridionales» (incluyendo el canario), y en América, las islas y costas en general. (Montes Giraldo 1984, 83-84)

1.4. Críticas al concepto de «español atlántico» Entre las reacciones críticas a la propuesta de Catalán y de otros estudiosos que han tenido mayor repercusión, hay que nombrar los trabajos de Gregorio Salvador, Juan C. Zamora Munné y Jorge M. Guitart. En su estudio Discordancias dialectales en español atlántico (1987, 11978/1981), Gregorio Salvador, discípulo de Manuel Alvar y conocedor de los dialectos andaluces y canarios, aboga por la explicación poligenética de las «tendencias fonéticas tales como el yeísmo, la

aspiración de -s implosiva, la caída de -d- intervocálica y la neutralización de -l y -r implosivas» (Salvador 1987, 70). En su opinión, la propagación de estos rasgos «no va mucho más atrás de dos siglos» (Salvador 1987, 70). Por el contrario, el andalucismo o «sevillanismo» del seseo/ceceo americano le parece fuera de toda duda. Su argumento principal contra la bipartición en «español atlántico» y «español continental» consiste en que la verdadera distribución geográfica de los cinco rasgos fonético-fonológicos en cuestión revela más bien discordancias que concordancias dialectales del «español atlántico» (Salvador 1987, 71). Por nombrar un ejemplo, al ocuparse de la confusión de /-l/ y /-r/ implosivas, constata que «efectivamente éste es un fenómeno general en Andalucía, pero no lo es en Canarias, y si aparece en el Caribe, con limitaciones, o en la zona central de Chile, es desconocido en la Argentina, salvo en la provincia interior de Neuquén. Y en España, aparte Andalucía, Extremadura y Murcia, también se confunde en la Ribera del Ebro, desde la Rioja hasta Aragón» (Salvador 1987, 74). Aparte de los cinco rasgos en cuestión, nombra otras «discordancias», como la diptongación de hiatos (páis, bául, cáido) en el español americano y el español norteño peninsular, mientras que en Andalucía se produce la hiatización de diptongos (aíre, caúsa, Ceúta) (Salvador 1987, 76). Refiriéndose al seseo, observa que el ceceo característico de la costa atlántica andaluza «es escaso en América y apenas incidental en hablantes canarios» (Salvador 1987, 77-78). A modo de conclusión, reclama que «hay que atemperar un poco las concomitancias lingüísticas Andalucía-Canarias-América, matizar las evidentes conexiones y no ocultar las discordancias, que a poco que se escarbe serán muchas más de las que aquí he apuntado» (Salvador 1987, 78). Zamora Munné y Guitart (1988, 11982) rechazan igualmente el concepto de «español atlántico» y coinciden con Salvador en afirmar que «donde en Andalucía tanto los resultantes seseo como ceceo cubren extensos territorios, en América sólo quedan restos de ceceo en regiones muy pequeñas y aisladas; la solución casi general americana es el seseo» (Zamora Munné/Guitart 1988, 176). Con respecto a la confusión de /-r/ y /-l/ «posnucleares» los dos hispanistas notan que «en Hispanoamerica la solución casi siempre es lambdacista (l por r, calta por carta); en Andalucía se da también el lambdacismo, pero es más general el rotacismo (r por l, arto por alto)» (Zamora Munné/Guitart 1988, 177). A nivel morfosintáctico, «la nivelación de ustedes/vosotros (en ustedes) es general en América; en Andalucía se da tanto la nivelación como la retención de la distinción» (Zamora Munné/Guitart 1988, 177). Según estos autores norteamericanos, la división dialectal del español debería ser tripartita: «dos modalidades peninsulares, la centronorteña y la meridional, y una americana». Además, «la modalidad canaria es difícil de ubicar; quizá lo más acertado sea considerarla efectivamente como puente entre Andalucía y América» (Zamora Munné/Guitart 1988, 177).

1.5. El concepto de «español atlántico» en el siglo XXI Algunos trabajos recientes muestran que el concepto de «español atlántico» junto con su correlato «español continental», utilizado más raramente, conservan su actualidad sobre todo en la dialectología española, aunque siguen siendo más bien marginales en comparación con la bipartición tradicional en español europeo y español americano. En una serie de estudios, el concepto de «español atlántico» se utiliza sin comentarios para referirse a las variedades de las Islas Canarias y su conexión con el español americano (Cáceres Lorenzo 2012a, 2012b; cf. también Morera Pérez 1994). Autores como Aleza Izquierdo/Enguita Utrilla (2010) y Rodríguez Muñoz (2012) sintetizan la historiografía del concepto y consideran válida la interpretación de Montes Giraldo sin contribuciones nuevas a la discusión: «En aras de una mayor precisión al describir el concepto de español atlántico, conviene trazar su significación en función de la geografía que comprende y, en consecuencia, ceñir su extensión al área meridional de la Península Ibérica, a las Islas Canarias y, en fin, a las zonas costeras e insulares de Hispanoamérica» (Rodríguez Muñoz 2012, 31).

Pocos son los autores que intentan aportar argumentos nuevos a favor o en contra del concepto de «español atlántico». Así, López Serena advierte en su extenso trabajo La heterogeneidad interna del español meridional o atlántico (2013) que fenómenos como el seseo/ceceo en Andalucía contradicen la norma, mientras que la situación en Canarias y en América es distinta: ... parece claro que unos mismos fenómenos son, en andaluz, de carácter diatópico, por lo que se rehúsan en la máxima distancia comunicativa, mientras que en el español de América constituyen el estándar y se emplean, por tanto, con pleno derecho, en situaciones sumamente formales; de ahí que no sea factible postular la existencia de un único espacio variacional común para las variedades andaluzas y americanas de la lengua. (López Serena 2013, 135)

Aunque existe un número de rasgos «materialmente idénticos» en el español andaluz, canario y americano, su estatus es diferente (López Serena 2013, 142), lo que condiciona «la integración de las modalidades andaluzas al espacio comunicativo y variacional del español peninsular y no al de una supuesta supranorma de un español meridional o atlántico uniforme» (López Serena 2013, 144).

2. Evaluación de la bipartición diatópica en «español atlántico» y «español continental» De la historiografía del concepto de «español atlántico» resumida en la primera parte de la presente contribución se pueden deducir algunas cuestiones abiertas sobre la bipartición dialectológica trasatlántica.

2.1. Percepción auditiva de rasgos sincrónicos como motivo para el surgimiento del concepto de «español atlántico» La cuestión fundamental formulada por Granda consiste en distinguir entre las dimensiones diacrónica y sincrónica del concepto de «español atlántico». Parece evidente que Diego Catalán y la mayoría de los otros estudiosos han basado sus análisis en un cierto número de semejanzas sincrónicas a nivel fonético-fonológico entre el español andaluz, canario y americano de las zonas costeras y porteñas. Solo en el segundo paso se interesaron por las causas históricas de tales semejanzas. Varios autores tematizan sus impresiones perceptivas de manera explícita: En los congresos de Academias, donde se oye la mejor prosodia de cada país, las eses cóncavas y las zetas interdentales españolas contrastan con el seseo general; [...] o la pronunciación de j como aspiración faríngea (dehar, muher) propia del Caribe, América Central, Colombia, Venezuela y zonas costeras de otros países, irradidada desde Andalucía y Extremadura. (Lapesa 1966, 304) El que conoce Andalucía y sus maneras de hablar y oye a un hispanoamericano, particularmente a un antillano o a un vecino de poblaciones costeras de América, inmediatamente percibe semejanzas, que se hacen más notables por contraste con las hablas del centro y norte de España. Esta reacción puramente impresionística llevó a que desde siempre se afirmara un origen andaluz para las características más salientes del español americano. (Zamora Munné/Guitart 1988, 185186) Es un hecho generalmente admitido que puede confundirse por su hablar a un hispanoamericano con un andaluz o con un canario, pero nunca con un castellano, con un aragonés o con un leonés. Esta impresión deriva de unos cuantos rasgos que se atestiguan en el Nuevo Mundo y en el sur peninsular y en Canarias (seseo, aspiración de /-s/ implosiva, etc.). (Aleza Izquierdo/Enguita Utrilla 2010, 25)

Hualde (2005, 22) confirma esta impresión perceptiva con referencia al español canario y caribeño: «The general auditory impression of Canary Island Spanish is very similar to that of Caribbean Spanish. This is because of many shared features at both the segmental and the intonational levels». De hecho, solo las investigaciones empíricas de dialectología perceptual que comienzan a ver la luz (cf. Quesada Pacheco 2013) podrían confirmar o refutar la hipótesis sobre si un hispanoamericano puede ser confundido por su pronunciación con un canario o con un andaluz y, de esta manera, posiblemente definir macrozonas diatópicas del español a nivel perceptivo.

2.2. Criterios sincrónicos para la delimitación del «español atlántico» Si asumimos la primacía de la sincronía en la identificación de las macrozonas diatópicas en cuestión, surge la segunda pregunta metodológica: ¿qué criterios hay que definir para determinar la pertenencia de una zona al «español atlántico»? Entre los criterios fonéticofonológicos propuestos por la mayoría de los autores, figuran el seseo (la neutralización de /s/ y /θ/), el yeísmo (la neutralización de /j/ y /ʎ/), la aspiración o pérdida de /-s/, la neutralización de /-r/ y /-l/ y la pérdida de /-d-/. Además, se menciona la sustitución de /x/ por /h/ y «la aspiración de h- procedente de f latina – con su incidencia en la realización glotal de /x/ –» (Castillo Fadić 2007-2008, 106). Uno de los argumentos centrales en favor de la posición poligénetica antiandalucista ha sido la ausencia o presencia aislada del ceceo (la neutralización de /s/ y /θ/ con la realización /θ/), característico de la costa atlántica andaluza, en Hispanoamérica. Los estudios de Lapesa han revelado la difusión del ceceo en regiones de Puerto Rico, Colombia, El Salvador, Nicaragua y Argentina (Lapesa 1964, 176). Granda añadió a esta serie las Islas Canarias,5 República Dominicana, México, Panamá, Venezuela, Paraguay y Bolivia (Granda 1987, 4547). Según el estado actual de la cuestión, «que [realizaciones ciceantes] todavía perduren en algunos lugares es un claro indicio de que estuvieron presentes con mayor frecuencia en épocas anteriores. Ambas realizaciones andaluzas, pues, pasaron a América con los inmigrantes sureños, aunque con posterioridad en ambos sitios haya triunfado la variedad seseante, mucho más prestigiosa» (López Morales 1998, 103). Granda señala que el hecho de que el ceceo sea característico de los estratos más bajos o de zonas rurales constituye otra prueba de su origen peninsular meridional: Y aún podría añadirse a este punto de vista, como consideración final, que incluso la estigmatización sociológica del ceceo que, en Hispanoamérica, ha significado sin duda el punto de partida del proceso de sustitución de la realización ceceante por la correspondiente seseante podría ser analizado como la prolongación, en contextos y condicionamientos diferentes, de la connotación negativa atribuida en Andalucía, desde el surgimiento mismo de esta modalidad articulatoria hasta hoy, a la variante alofónica ceceosa del fonema /S/. (Granda 1987, 54)

Los estudios más recientes demuestran una vez más que la presencia del ceceo en Hispanoamérica ha sido, y en muchos casos sigue siendo, subestimada. Quesada Pacheco observa acerca de la presencia del ceceo en Costa Rica que parece estar en retroceso actualmente: Hasta hace muy poco tiempo, la presencia de este fenómeno en el país estaba totalmente ignorada, en parte quizás debido a los pocos estudios en el terreno que se habían desarrollado durante todo el siglo XX, y por otro lado, a causa de que se consideraba que muchos ceceantes lo hacían por razones fisiológicas. A estas personas se les conoce en el país como zopetas [...]. El primer estudio que registra el ceceo data de 1978 [...]. Sin embargo, el estudio geolingüístico de L. Vargas (2000), 5

Lüdtke (1994, 52) interpreta el ceceo «como rasgo antiguo del andaluz occidental que se extendía contemporáneamente en la Andalucía oriental y en Canarias».

detecta el fenómeno y muestra que el ceceo en Costa Rica está más extendido de lo que parecía [...]. (Quesada Pacheco 2009, 120)

Los resultados de los estudios presentados arriba acerca del ceceo en Hispanoamérica deberían considerarse en manuales introductorios actuales que, por regla general, propagan la idea del universalismo del seseo (la neutralización de /s/ y /θ/ con la realización /s/) en Hispanoamérica (Pountain 2003, 155-156; Kabatek/Pusch 2011, 273-275; Becker 2013, 293; cf. también Penny 2000, 143). Desde el punto de vista terminológico, convendría mejor hablar no del «seseo», sino de la «neutralización de los fonemas /s/ y /θ/» (cf. Hualde et al. 2010, 405) o del «seseo/ceceo» en Hispanoamérica. Siguiendo la misma línea de argumentación que en el caso del seseo/ceceo, Zamora Munné/Guitart (1988, 177) apuntan a distintas soluciones en Hispanoamérica y en Andalucía con respecto a la neutralización de /-r/ y /-l/. Granda rebate este punto crítico desde el punto de vista de la fonología estructural: Desde un enfoque fonológico el hecho primario y fundamental (compartido por la mayor parte de Andalucía, Canarias e Hispanoamérica) es, en relación con los fenómenos en cuestión, la neutralización, total, de la oposición /S/ - /θ/ y la, condicionada y parcial, de /-R/ - /-L/. La selección, en cada una de las áreas individuales, de distintas realizaciones del archifonema resultante de estos procesos de nivelación fonológica no representa sino un dato secundario y escasamente relevante en un enfoque estructural del tema. (Granda 1987, 43)

En efecto, el hecho de que los resultados de la neutralización de /-r/ y /-l/, «muy extendida, sobre todo, en las zonas costeras» de Hispanoamérica, abarquen «desde el rotacismo (neutralización en favor de la vibrante), el lambdacismo (lateralización), la geminación de la consonante siguiente (fenómeno de asimilación), la vocalización y la elisión» (Aleza Izquierdo 2010, 78) no impide su interpretación como realizaciones del mismo proceso fonológico. En vista de la crítica aportada por López Serena, 2013, acerca de los diferentes espacios variacionales en España e Hispanoamérica, conviene indicar que los rasgos comunes del «español atlántico» han sido entendidos por los autores mencionados arriba como meramente diatópicos. Ninguno de estos estudiosos ha intentado postular una «supranorma del español atlántico» (López Serena 2013, 135). Las diferencias diastráticas y diafásicas dentro de esta supuesta entidad diatópica han sido observadas tempranamente. En este sentido, el universalismo del seseo (la neutralización de /s/ y /θ/ con la realización /s/) en situaciones de distancia comunicativa o en la abstracta «norma culta» de todos los países hispanoamericanos parece indudable y podría, efectivamente, constituir un rasgo distintivo en comparación con la norma peninsular. Sin embargo, como advierte la misma López Serena, en el español canario el seseo forma parte «de un estándar alternativo al peninsular» (López Serena 2013, 136) y «el seseo andaluz, está, en efecto, cambiando muy rápidamente – de manera que parece que su presencia se está consolidando en ciertos ámbitos de la distancia comunicativa», sin que el estatus de este rasgo sea ya equivalente en Andalucía e Hispanoamérica (López Serena 2013, 102). Los estudios dedicados al concepto de «español atlántico» se han concentrado tradicionalmente en las semejanzas de orden fonético-fonológico. Entre los rasgos comunes a nivel morfosintáctico, se han señalado la nivelación de ustedes/vosotros con la realización ustedes, la distinción entre el dativo le y el acusativo lo (Lapesa 1966, 302) y la sustitución de formas sintéticas nuestro, vuestro y su/suyo por analíticas de nosotros, de ustedes y de él, de ella, de ellos, de ellas (Granda 1966). A nivel de morfología lexical, Montes Giraldo (1977) se dedicó a identificar un tipo de compuestos característico del «español atlántico» en el español colombiano. Morera Pérez (1994) y otros autores detectaron una cantidad importante de lusismos en el vocabulario canario e hispanoamericano. En general, los estudios geolingüísticos dedicados a la morfosintaxis y al léxico, sobre todo del español en Hispanoamérica, permanecen siendo un desiderátum urgente.

2.3. Dimensión diacrónica del concepto de «español atlántico» Si los criterios para la identificación de las áreas pertenecientes al «español atlántico» se limitan según el estado actual de la investigación a, como mínimo, los cinco rasgos sincrónicos fonético-fonológicos considerados arriba (la neutralización de /s/ y /θ/, la neutralización de /j/ y /ʎ/, la neutralización de /-r/ y /-l/, la aspiración o pérdida de /-s/, y la pérdida de /-d-/), el español rioplatense debe ser excluido de este conjunto por ausencia de, al menos, dos de estos rasgos: la neutralización de /-r/ y /-l/ y la pérdida de /-d-/ (cf. Noll 2005, 102-104). De esta manera, el «español atlántico» se reduciría grosso modo al español andaluz, el español canario y el español caribeño con áreas limítrofes costeras. En todo caso, hay que admitir el carácter aproximativo de esta definición por falta de descripciones sistemáticas de muchas zonas diatópicas hispanoamericanas: «... la heterogeneidad sociolingüística de muchas regiones o el parcial desconocimiento que se tiene de muchas de ellas; factores todos que, en buena medida, impiden una segura y total comparación entre Canarias y América en materia lingüística» (Medina López 2012, 611). La consideración de la dimensión diacrónica cambiaría la composición del «español atlántico»: como demuestra Fontanella de Weinberg (1984), los cinco rasgos en cuestión estaban presentes en el habla porteña desde el inicio de la colonización6 y alcanzaron su máxima frecuencia en el siglo XVIII, mientras que algunos de ellos retrocedieron posteriormente. El análisis de documentos históricos de Costa Rica efectuado por Quesada Pacheco (2009, 481-508) revela, a modo de ejemplo, tendencias opuestas: durante la primera fase de colonización organizada desde Nicaragua y Guatemala en la segunda mitad del siglo XVI dominó el modelo conservador centronorteño peninsular. Mientras que desde los primeros decenios de la colonización se estaba gestando una diferenciación entre las tierras altas y las tierras bajas (tanto en el Pacífico como en el Atlántico), a lo largo de los siglos XVII y XVIII se fueron introduciendo varios rasgos costeros en las tierras altas a causa de un mayor prestigio de las zonas costeras de Nicoya y Esparza. Quesada Pacheco (2009, 499) habla en este contexto de «un lento pero constante proceso de caribización del español del Valle Central desde su gestación hasta la época independiente». Los dos ejemplos presentados arriba ponen de manifiesto que la evolución del español a través de los siglos es más compleja que las interpretaciones unidireccionales de «ondas varias» de Catalán (1958) o del retroceso posterior de rasgos meridionales en las tierras altas de Granda (1990): El avance de estos rasgos producido entre los siglos XVI y XVIII y su posterior retroceso muestra que los cambios lingüísticos no presentan un desarrollo lineal y que cuando se esquematizan las evoluciones presentando resultados globales, muchas veces se está simplificando metodológicamente el proceso, lo que, por supuesto, es totalmente válido, siempre que se tenga en cuenta que se trata de una simplificación metodológica y que la realidad lingüística es mucho más compleja, tanto en su dimensión sincrónica como en su desarrollo histórico. (Fontanella de Weinberg 1984, 172-173)

Evidentemente, la idea de un modelo evolutivo común para todo el conjunto del «español atlántico» u otras entidades diatópicas suprarregionales debe ser abandonada en favor de escenarios individuales de región a región. El mayor obstáculo para la elaboración de tales escenarios sigue siendo la falta de investigaciones históricas constatada desde hace decenios:7 «En cuanto a cuáles son las regiones americanas en que arraigaron los rasgos característicos del español atlántico, como no existen estudios históricos que permitan determinar la 6

La temprana edad de los rasgos considerados como característicos del «español atlántico» en el español meridional parece haber sido demostrada (cf. una serie de trabajos de Rafael Lapesa y Juan Antonio Frago citados en Granda 1987, 40, nota 27 y en Aleza Izquierdo 2010, 35). Para los trabajos que atestiguan la presencia de estos rasgos en la Hispanoamérica del siglo XVI, véase Aleza Izquierdo (2010, 35-36). 7 Para algunos estudios históricos regionales, véase Medina López 1999, 58-59.

extensión de los distintos rasgos a lo largo del tiempo, en general se toma como base la situación actual para decidir su inclusión o no entre las áreas características del español atlántico» (Fontanella de Weinberg 1984, 162).

2.4. Conclusión A modo de conclusión, se puede resumir que el concepto de «español atlántico» puede considerarse válido solo si se sigue viendo legítima la tradición de identificar zonas diatópicas suprarregionales en base a pocas concordancias sincrónicas, sobre todo de orden fonéticofonológico, sin prestar atención a la variación interna con distintas realizaciones concretas o diferencias diastráticas y diafásicas; aspectos que, por lo demás, han sido poco estudiados hasta ahora. En este sentido, es plenamente vigente la crítica de Salvador (1987) que pone de relieve el escaso interés por las discordancias dentro del «español atlántico». También es llamativa la falta casi absoluta de interés por el «español continental», con sus características propias. Además, no parece factible encontrar una interpretación diacrónica universal que pueda aclarar semejanzas sincrónicas en cada subzona de una entidad diatópica suprarregional, como el «español atlántico» o «español continental». En cualquier caso, la bipartición diatópica en «español atlántico» y «español continental» parece más apropiada, en comparación con la distinción entre «español europeo» y «español americano», que ostenta una larga tradición. Hay que aceptar de manera definitiva que no existen criterios estructurales diatópicos para distinguir todo el conjunto del español americano de todo el conjunto del español peninsular: Aunque ciertas características lingüísticas, como la falta de distinción entre /s/ y /θ/ y la ausencia del pronombre vosotros, son generales en toda Hispanoamérica, hemos visto que estos rasgos también ocurren en el sur de España y en Canarias, por lo que no podemos realmente utilizarlos para distinguir el español latinoamericano del hablado en la península y en las Islas Canarias. (Hualde et al. 2010, 405)

Otra ventaja metodológica de la bipartición trasatlántica ofrece la consideración del español canario, que queda excluido al distinguir entre español europeo y americano, como un eslabón importante en la expansión de la lengua española al Nuevo Mundo (cf. Medina López 1999 para la «dimensión atlántica» del español canario).8 Finalmente, la distinción entre «español atlántico» y «español continental» debería ayudar a identificar posibles conexiones recíprocas trasatlánticas, sin tener en cuenta las implicaciones ideológicas que conlleva la teoría del andalucismo del español americano.9 Mientras que ésta última se refiere a una parte de España, el «español atlántico» y el «español continental» aluden a entidades geográficas compartidas tanto en la Península Ibérica como en Hispanoamérica y no indican primacías de ningún tipo.

3. Bibliografía Abad Nebot, Francisco (1991), Historiografía del concepto de «español atlántico», in: Hernández, Cesar et al. (edd.), El español de América, Actas del III Congreso Internacional de «El español de América», Valladolid, Junta de Castilla y León, 154-163. 8

Mientras el influjo del español canario en el período de orígenes americano no parece haber sido notable (Lüdtke 2014, 580), los flujos migratorios desde las Canarias hacia las Américas, sobre todo hacia las grandes Antillas, aumentaron de manera considerable a partir del siglo XVII (Pérez Guerra 1999, 36-49; Medina López 2012, 604). 9 Para la dimensión ideológica de la posición antiandalucista, véanse Guitarte 1959 y Valdez 2013 con actualizaciones importantes; para el carácter ideológico de la teoría andalucista, véase Valle 1998.

Aleza Izquierdo, Milagros (2010), Fonética y fonología, in: Aleza Izquierdo, Milagros/Enguita Utrilla, José María (edd.), La lengua española en América: normas y usos actuales, Valencia, Universitat de València, 51-94. Aleza Izquierdo, Milagros/Enguita Utrilla, José María (2010), El español de América y el concepto de español atlántico, in: Aleza Izquierdo, Milagros/Enguita Utrilla, José María (edd.), La lengua española en América: normas y usos actuales, Valencia, Universitat de València, 31-36. Alvar López, Manuel (1968), Estudios canarios, Las Palmas de Gran Canaria, Cabildo Insular de Gran Canaria. Alvar, Manuel (1996), Canario, in: Alvar, Manuel (ed.), Manual de dialectología hispánica. El Español de España, Barcelona, Ariel, 325-338. Becker, Martin (2013), Einführung in die spanische Sprachwissenschaft, Stuttgart/Weimar, Metzler. Cáceres Lorenzo, María Teresa (2012a), Nuevos datos sobre la importancia de las lenguas africanas en el vocabulario español atlántico durante la colonización europea de Canarias, in: Fernández Beltrán, Francisco/Casajús, Lucía (edd.), España y América en el Bicentenario de las Independencias. I Foro Editorial de Estudios Hispánicos y Americanistas, Castelló de la Plana, Publicaciones de la Universitat Jaume I, 651-660. Cáceres Lorenzo, María Teresa (2012b), Pugna entre lenguas romances e indigenismo en el español atlántico (1496-1600), Bulletin of Hispanic Studies 89.8, 795-811. Canfield, Delos Lincoln (1962), La pronunciación del español en América. Ensayo históricodescriptivo, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo. Castillo Fadić, María Natalia (2007-2008), Contrastación entre el español koiné de Chile y México a través de la observación de documentos judiciales. Estudio introductorio basado en algunos rasgos fónicos característicos del español atlántico, Anuario de Lingüística Hispánica 23-24, 103-136. Catalán, Diego (1958), Génesis del español atlántico. Ondas varias a través del océano, Revista de historia canaria 123-124, 233-242. Fontanella de Weinberg, María Beatriz (1980), Español del Caribe: ¿rasgos peninsulares, contacto lingüístico o innovación?, Lingüística Española Actual 2, 189-201. Fontanella de Weinberg, María Beatriz (1984), Rasgos característicos del español atlántico en el habla bonaerense del siglo XVIII, Cuadernos de Literatura 3, 161-179. Granda, Germán de (1966), La evolución del sistema de posesivos en el español atlántico, Boletín de la Real Academia Española 46, 69-82. Granda, Germán de (1987), Puntos sobre algunas íes. En torno al español atlántico, Anuario de Lingüística Hispánica, 3, 35-54. Granda, Germán de (1990), Algunas precisiones sobre el español atlántico y su proceso formativo, in: Torres Ramírez, Bibiano (ed.), La influencia andaluza en los núcleos urbanos americanos: Actas de las VII Jornadas de Andalucía y América (Universidad de Santa María de la Rábida, marzo-1987), vol. 2, Sevilla, Diputación de Huelva, 227-238. Granda, Germán de (1994), El proceso de koineización en el período inicial de desarrollo del español de América, in: Lüdtke, Jens (ed.), El español de América en el siglo XVI. Actas del Simposio del Instituto Ibero-Americano de Berlín, 23 y 24 de abril de 1992, Frankfurt a. M./Madrid, Vervuert/Iberoamericana, 87-108. Guitarte, Guillermo L. (1959), Cuervo, Henríquez Ureña y la polémica sobre el andalucismo de América, Thesaurus: Boletín del Instituto Caro y Cuervo 14, 20-81. Hualde, José Ignacio (2005), The Sounds of Spanish, Cambridge, Cambridge University Press. Hualde, José Ignacio et al. (22010), Introducción a la lingüística hispánica, Cambridge, Cambridge University Press. Kabatek, Johannes/Pusch, Claus D. (22011): Spanische Sprachwissenschaft. Eine Einführung, Tübingen, Narr. Lapesa, Rafael (1956), Sobre el ceceo y seseo en Hispanoamérica, Revista Iberoamericana 21, 406-416.

Lapesa, Rafael (1964), El andaluz y el español de América, in: Oficina internacional de información y observación del español (ed.), Presente y futuro de la lengua española. Actas de la asamblea de filología del I Congreso de instituciones hispánicas, vol. 2, Madrid, Instituto de Cultura Hispánica, 173-182. Lapesa, Rafael (1966), América y la unidad de la lengua española, Revista de Occidente 38, 300-310. López Morales, Humberto (1998), Rafael Lapesa y el ‹Andalucismo› del español de América, Philologia hispalensis 12.2, 99-107. López Serena, Araceli (2013), La heterogeneidad interna del español meridional o atlántico: variación diasistemática vs. pluricentrismo, Lexis 37, 95-161. Lüdtke, Jens (1994), Diferenciación y nivelación del español en la expansión a Canarias y al Caribe en el período de orígenes, in: Lüdtke, Jens (ed.), El español de América en el siglo XVI. Actas del Simposio del Instituto Ibero-Americano de Berlín, 23 y 24 de abril de 1992, Frankfurt a. M./Madrid, Vervuert/Iberoamericana, 39-56. Lüdtke, Jens (2014), Los orígenes de la lengua española en América. Los primeros cambios en las Islas Canarias, las Antillas y Castilla del Oro, Frankfurt a. M./Madrid, Vervuert/Iberoamericana. Medina López, Javier (1999), El español de Canarias en su dimensión atlántica: aspectos históricos y lingüísticos, Valéncia, Editorial Tirant lo Blanch. Medina López, Javier (2012), Canarias en la conformación de América: aspectos históricos y lingüísticos, in: Fernández Beltrán, Francisco/Casajús, Lucía (edd.), España y América en el Bicentenario de las Independencias. I Foro Editorial de Estudios Hispánicos y Americanistas, Castelló de la Plana, Publicaciones de la Universitat Jaume I, 601-625. Menéndez Pidal, Ramón (1962), Sevilla frente a Madrid. Algunas precisiones sobre el español de América, in: Catalán, Diego (ed.), Miscelánea homenaje a André Martinet «Estructuralismo e historia», vol. 3, La Laguna, Universidad de La Laguna, 99-165. Montes Giraldo, José Joaquín (1977), Un tipo de composición nominal e el español atlántico, Thesaurus: Boletín del instituto Caro y Cuervo 32.3, 653-659. Montes Giraldo, José Joaquín (1984), Para una teoría dialectal del español, in: Instituto Caro y Cuervo (ed.), Homenaje a Luis Flórez. Estudios de historia cultural, dialectología, geografía lingüística, sociolingüística, fonética, gramática y lexicografía, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 72-89. Morera Pérez, Marcial (1994), Lusismos en el español atlántico, Anuario de Letras: Lingüística y filología 32, 37-97. Noll, Volker (2005), Reflexiones sobre el llamado andalucismo del español de América, in: Noll, Volker et al. (edd.), El español en América: Aspectos teóricos, particularidades, contactos, Frankfurt a. M., Vervuert, 95-111. Penny, Ralph (2000), Variation and change in Spanish, Cambridge, Cambridge University Press. Pérez Guerra, Irene (1999): Historia y lengua. La presencia canaria en Santo Domingo. El caso de Sabana de la Mar, Santo Domingo, Patronato de la Ciudad Colonial de Santo Domingo/Centro de Altos Estudios Humanísticos y del Idioma Español. Pountain, Christopher J. (2003), Exploring the Spanish Language, London/New York, Routledge. Quesada Pacheco, Miguel Ángel (2009), Historia de la lengua española en Costa Rica, San José, Editorial UCR. Quesada Pacheco, Miguel Ángel (2013), División dialectal de Costa Rica según sus hablantes, Dialectologia et geolinguistica 21, 36-69. Rodríguez Muñoz, Francisco J. (2012), El español atlántico: revitalización de un concepto metodológico desde la dialectología, Sintagma 24, 23-32. Salvador, Gregorio (1987, 11978/1981), Discordancias dialectales en el español atlántico, in: Salvador, Gregorio, Estudios dialectológicos, Madrid, Paraninfo, 70-78.

Valdez, Juan R. (2013), Language in the Dominican Republic: between Hispanism and Panamericanism, in: Valle, José del (ed.), A Political History of Spanish. The Making of a Language, Cambridge, Cambridge University Press, 182-196. Valle, José del (1998), Andalucismo, poligénesis y koineización: dialectología e ideología, Hispanic Review 66.2, 131-149. Zamora Munné, Juan C./Guitart, Jorge M. (1988, 11982), Dialectología hispanoamericana. Teoría – Descripción – Historia, Salamanca, Ediciones Almar/Publicaciones del Colegio de España. Zamora Vicente, Alonso (1979, 11960), Dialectología española, Madrid, Gredos.

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.