El concepto de España en el siglo XV. Perspectiva historiográfica.

June 22, 2017 | Autor: R. Orellana Calderón | Categoría: Historiografía, Literatura Medieval Española
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A. de Blas Guerrero, J. P. Fusi Aizpurúa y A. Morales Moya (dirs.)

Historia de la nación y del nacionalismo español

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El concepto de España en el siglo xv. Perspectiva historiográfica Raúl Orellana Calderón

CASTILLA

La Castilla del siglo xv ha experimentado una notable evolución en todos los terrenos. Debido a su creciente poder económico (basado en el comercio de la lana merina) y a su vitalidad política, ha pasado de ser un reino peninsular acuciado por guerras intestinas a un reino con preeminencia política en la Península y presencia en la Europa de las nationes. La pujanza castellana se forja en la creencia de poseer ciertas virtudes que vienen siendo anunciadas en diversos momentos, en aspectos de su historia que se reclaman presentes desde sus orígenes y en un destino como nación otorgado por la Providencia, facetas todas ellas que se manifestarán con plenitud en los siglos posteriores.191 La concepción historiográfica de Alfonso X, el Sabio, en la que España se contempla como un marco geográfico permanente en el que se desarrollan hechos diversos protagonizados por los diferentes pobladores del territorio independientemente de su origen, no iba a satisfacer del mismo modo a los historiadores del siglo xv. Sin cuestionar el modelo alfonsí de la historia de España, va a desarrollarse una nueva visión más cohesiva de las relaciones y de los vínculos de naturaleza entre los habitantes de un mismo territorio, más allá de los lazos vasalláticos y políticos. Junto a la concepción unitaria de España como simple marco geográfico, se extiende entre los diferentes reinos de España la identificación entre reino y «naturaleza» de los habitantes del solar hispánico, aun siendo un territorio políticamente plural. Se habría llegado, por tanto, a la concepción de un territorio único en el que los diferentes reinos están vinculados entre sí y ese territorio, por lazos de «naturaleza».192 Pero la expresión de este sentimiento será matizada en la interpretación que de él realizan los cronistas de los diversos reinos. Las Sumas de crónicas castellanas Los sumarios de crónicas son un conjunto de textos surgidos ante la necesidad de justificación y legitimación política y social que precisaba la nueva dinastía Trastámara, cuando alcanza definitivamente el poder en 1369, concluida la guerra civil castellana con el asesinato de Pedro I por parte de su hermanastro, el conde de Tras-

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támara y futuro Enrique II. El ascenso del Trastámara comportaba paralelamente la subida de una nueva nobleza que pretendía imponer sus valores culturales y sus ideales políticos. Se necesitaba, por tanto, una reescritura de la historia que legitimara todos estos valores y aspiraciones. Estos textos proliferarán, pues, durante el largo siglo en que los Trastámara ostentan el poder. Un primer grupo de estos sumarios (los más antiguos, del siglo xiv) se inspira en una tradición historiográfica antigua, de un carácter más genealógico que cronístico, fundamentados en la compilación genealógica navarra conocida con el título de Liber regum, redactada a finales del siglo xii, pero que enseguida conoció sucesivas refundiciones. Sin embargo, a comienzos del siglo xv, las sumas de crónicas van a buscar su modelo en la tradición historiográfica alfonsí. Estas sumas tienen en común el ofrecer una historia más o menos abreviada de Castilla, que bien puede iniciarse en la Creación, desde los reyes godos o en la Reconquista. En todos los casos, la mayor parte de la narración proviene directamente de las crónicas de tradición alfonsí, eso sí, tras dos siglos de continuo rodaje y tras el cambio político y social que supuso el cambio dinástico. La dinastía Trastámara vio en estas sumas un medio de continuar, mediante nuevos mecanismos, la empresa política de Alfonso X, el Sabio.193 Sin embargo, a pesar de ser claramente deudores de la tradición alfonsí, en estos sumarios no suele reconocerse su verdadera herencia historiográfica: las crónicas generales de tradición alfonsí solo son aludidas de manera imprecisa como «crónicas de España» o «crónicas de Castilla»; en cambio, sí citan, y profusamente, el Chronicon mundi de Lucas de Tuy y, especialmente, la Historia Gothica de Jiménez de Rada.194 Varios son los textos que destacan dentro de este grupo sumario. El primero de los redactados en el siglo xv es la Suma de Reyes del Despensero Mayor de la reina Leonor (1402-1405), primera esposa de Juan I de Castilla, si bien la mayoría de ellos fueron redactados en los reinados de Juan II y de Enrique IV: la Atalaya de crónicas, de Alfonso Martínez de Toledo (1443); la Crónica abreviada de España o Valeriana, de Diego de Valera (1482), y el Compendio historial, de Diego Rodríguez de Almela (1479-1489).195 La Suma de Reyes del Despensero Mayor de la reina Leonor (o Sumario del Despensero) atribuido a Juan Rodríguez de Cuenca En 1388, los Trastámara asientan su poder mediante el matrimonio del que será el futuro Enrique III con Catalina de Lancaster, nieta de Pedro I, cuyo asesinato abrió el camino al fundador a la nueva dinastía soberana, los Trastámara. En este contexto se redacta la Suma de Reyes del Despensero Mayor de la reina Leonor (14021405), la primera suma de crónicas que no se limita a ser un sumario genealógico y la primera en abandonar la tradición del Liber regum por la de la Estoria de España.196 El texto del Despensero conoció varias versiones. La versión primitiva u original es de carácter castellanista y Trastámara, y representa, a su vez, el ideal político de la nueva nobleza y de las élites urbanas, verdaderos sostenedores de la nueva dinastía.197 Enrique III y su hermano Fernando son para el autor de la suma la representación de todas las virtudes monárquicas esgrimidas ante los partidarios de

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Pedro I, rechazados por la actitud del rey al que sirvieron o del que descienden (la Casa de Castilla), un rey, este Pedro I, cuya imagen como soberano queda fuera del ideal de monarca trazado. Como al inicio de la Suma se indica, el objetivo de la narración es la relación de los reyes de Castilla y León desde Pelayo. Por tanto, no se trata de una crónica que entronque la historia de Castilla y León con el pasado antiguo de la Península.198 La crónica insiste, en cambio, en la idea neogoticista y el continuismo del linaje godo de la monarquía castellanoleonesa, haciendo hincapié en ello en varias ocasiones, especialmente al tratar de Pelayo y Alfonso I el Católico.199 La Suma de Reyes del Despensero es, pues, un texto de propaganda política, cuya inocente estructura (un capítulo por rey) oculta, en palabras de su moderno editor, una máquina de guerra destinada a legitimar de una vez por todas a los Trastámara.200 La Atalaya de las Crónicas de Alfonso Martínez de Toledo La Atalaya de las Crónicas (1443) es un sumario cronístico nacido en el entorno palaciego de Juan II y que pretende conectar con los problemas que el monarca debió de afrontar en los años iniciales de la década de 1440. Se escribe para los intereses de la nueva dinastía, y para ello acudirá a la tradición neogoticista (en la que luego se emplearán a fondo autores como Alfonso de Cartagena y Sánchez de Arévalo), para entroncar en ella el origen de las monarquías peninsulares, sin rememorar otros antecedentes. La historia de los reyes de Castilla y León comienza, pues, con un prólogo en el que declara sus intenciones narrativas201 y un capítulo introductorio que narra las migraciones de los godos hasta los comienzos de la historia visigótica en España. Los restantes capítulos están dedicados a los reyes godos, de Teodoredo a don Rodrigo, y a los reyes castellanoleoneses, de Pelayo al tercer año de reinado de Enrique III.202 Se trata, por tanto, de una suma cronística de carácter castellanista que no trata ningún aspecto de los otros reinos peninsulares. El Compendio historial de las corónicas de España de Diego Rodríguez de Almela El relato del Compendio historial (1479-1489) de Rodríguez de Almela abarca la historia del mundo desde el Diluvio, hasta concretarse en la Castilla de Enrique IV. El plan del autor es trazar una línea entre la historia del mundo y la historia de Castilla, pero haciendo desaparecer este reino tras la representación histórica de otra unidad política que solo existía por entonces en el discurso historiográfico y en la mente de los propagandistas. Por otro lado, la crónica pretende dejar clara la idea de que los linajes de reyes peninsulares convergen en Isabel y Fernando, considerados por Almela como los reyes de España. Los intereses fundamentales de la obra son dos: la legitimación de Isabel la Católica y la expansión política de las fronteras de Castilla.203

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La Crónica abreviada de España (o la Valeriana) de Diego de Valera (1482) Según nos adelanta el autor en la dedicatoria a Isabel la Católica, la Crónica abreviada de España (o la Valeriana) tiene como objetivo satisfacer los deseos de la reina, merecedora de la monarchía de todas las Españas, de conocer las cosas fechas por los ínclitos príncipes que estas Españas ante de vos señorearon, después de la destruición suya […] para governación y regimiento de tantas provincias y diversidad de gentes cuantas nuestro Señor quiso poner debaxo de vuestro ceptro real.204 Consta la Crónica de cuatro grandes bloques que ya se anuncian en la Tabla. El primer bloque trata de la división geográfica del mundo y el carácter de sus regiones; el segundo bloque lo constituye la historia de la primera población de España y de todos los pueblos que por ella sucesivamente han pasado; la tercera parte narra la historia de los godos en España hasta don Rodrigo; finalmente, la última parte, y la más extensa, relata la historia de Castilla (identificada con España) desde Pelayo hasta Enrique IV. La suma define España como una nación que engloba reinos y territorios diversos, en la que también se incluye la Francia gótica.205 La Crónica es claramente castellanocentrista, pues no solo no informa de lo acaecido en otros reinos (sino muy marginalmente y siempre en relación con sucesos castellanos), sino que incluso llega a afirmar que Pelayo ha de ser considerado no rey de Asturias y León, mas de toda España, pues fue elegido por las diversas ciudades y villas que habían sido ganadas por los moros, y por tanto a él pertenecían.206 La composición de la Valeriana se sitúa en un contexto histórico definido por tres hechos: la paz con Portugal, la unión entre Castilla y Aragón y la guerra de Granada. La unión dinástica condiciona la visión de una Castilla que se identifica con España. La propuesta ideológica de la Valeriana está directamente vinculada con el mencionado contexto histórico: en primer lugar, la superioridad de Castilla, que permite que el rey de Castilla pueda ser llamado rey de España; en segundo lugar, la inspiración goticista, que se manifiesta en la consideración del reino de Castilla como heredero de la monarquía visigoda; finalmente, remarcar la continuidad dinástica goda, fundamento de la legitimidad de Isabel la Católica.207 En conclusión, lo que se desprende del contenido de estos sumarios de crónicas es que se trata, en general, de textos que se han apropiado del modelo de crónica general alfonsí y cuyos autores, que representan al grupo social vencedor de la guerra civil que acabó en 1369 con la muerte de Pedro I, se sirven de ese modelo para sus propios intereses y los de sus lectores, nobles y reyes Trastámara. Por lo que respecta a los tiempos primigenios de España, son obras que nada aportan de nuevo que no estuviera ya trazado en la Estoria de España alfonsí. Sin embargo, existen dos obras escritas en latín (por tanto, con aspiraciones a sobrepasar fronteras) cuyos autores, en palabras de R. B. Tate, si bien no fueron originales, sí supieron modelar «aquellas suposiciones tradicionales para salir al encuentro de situaciones contemporáneas», convirtiéndose así en uno de los primeros testimonios explícitos de la toma de conciencia de Castilla de su pasado y del papel que reclama para su presente y futuro:208 la Anacephaleosis de Alfonso de Cartagena (1456), que remodelaría la Historia Gothica dándole una forma más impresionante para sus contemporáneos y

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sucesores, y la Compendiosa Historia de Rodrigo Sánchez de Arévalo (1470), que profundiza aún más en el plan trazado en la Anacephaleosis. La Anacephaleosis de Alfonso de Cartagena La Anacephaleosis de Alfonso García de Santa María (o de Cartagena) fue concebida como un proyecto historiográfico de molde poco habitual: un híbrido entre genealogía e historia de la casa real castellana.209 La elección del modelo genealógicotextual viene determinada por la finalidad del texto: exaltar la descendencia gótica ininterrumpida de la monarquía castellana y la transmisión de los derechos visigóticos a la corona de Castilla. Las cuestiones sobre la génesis de la obra y su género como obra historiográfica son un tanto complejas.210 El proyecto se planteó a petición del rey Juan II como un compendio historial de fácil acceso y rápida comprensión y memorización. La muerte del destinatario en julio de 1454 supuso la interrupción del proyecto a la espera del amparo del nuevo monarca, Enrique IV. No obstante, parece ser que en el círculo del nuevo rey la obra no suscitaría el suficiente interés, por lo que finalmente acabaría siendo dirigida al cabildo de Burgos.211 El texto está fechado en su epílogo el 28 de febrero de 1456. El género formal elegido por Alfonso de Cartagena, la genealogía, condiciona de algún modo la selección de los contenidos y de las fuentes manejadas. Según apunta Fernández Gallardo, no hay que obviar la doble naturaleza verbal e icónica de la Anacephaleosis, ya que el texto forma una unidad indisoluble con las ilustraciones.212 La elección del modelo genealógico responde a unos propósitos fundamentales: establecer la continuidad dinástica de sus reyes, pero también la de defender la preeminencia y antigüedad de Castilla. La conciencia histórica de Cartagena está tamizada por sus actividades diplomáticas, principalmente por los papeles desempeñados en la corte portuguesa y, especialmente, en el concilio de Basilea (13411449) como embajador, de Juan II en defensa de los intereses de Castilla.213 Dos eran los frentes abiertos en los que Alfonso combatió durante el concilio: la antigüedad del reino de Castilla frente al inglés y el conflicto con Portugal por los derechos territoriales sobre las Canarias. Como resultado de estas dos disputas surgieron sendos textos de corte jurídico-diplomático que influyeron decisivamente en la redacción de la Anacephaleosis: la Proposición214 y las Allegationes215. Las partes en que se divide la obra son las siguientes: Prólogo, introducción geográfica, historia primitiva, historia gótica, historia castellanoleonesa hasta 1232 e historia castellana desde 1232 hasta 1456. Además, estas partes están progresivamente jalonadas por cuatro referencias cronológicas con las que se conforma la articulación del discurso histórico: año de Cristo, años transcurridos desde el establecimiento de los godos en la Península, y cómputo de los años pasados desde la restauración de don Pelayo y desde la unión definitiva de León y Castilla en 1232.216 Para la idea de España que se deduce de la crónica genealógica de Alfonso de Cartagena, interesa centrar la atención fundamentalmente en la introducción geográfica, la historia primitiva y la historia goda.217 La introducción con la que arranca el texto se basa en la premisa isidoriana de la descripción y alabanza de la tierra,

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cuyo objetivo es despertar en el lector un sentimiento de identificación con el marco geográfico patrio.218 Tras delimitar el objeto de interés de la Anacephaleosis, esto es, España y aquella parte de Europa de la que provinieron los visigodos y el lugar donde se asentaron, el obispo de Burgos pasa a situar geográficamente la península Ibérica e indicar los nombres por los que es conocida, la denominación de sus ríos, montañas, etc.,219 para, a continuación, trazar las equivalencias entre los nombres antiguos y modernos de los territorios que constituyen la península Ibérica.220 Es significativo el hecho de que, entre las antiguas provincias hispanogodas, no ha olvidado incluir la Tingitania. La insistencia de Alfonso por vincular la provincia africana con las posesiones godas está estrechamente ligada a su experiencia diplomática en el concilio de Basilea a propósito de la disputa hispano-lusa en torno a los derechos castellanos de conquista y evangelización de las Canarias, y a la reivindicación de los afanes expansionistas de Castilla en el norte de África, que se concretaron en las Allegationes.221 En la demanda presentada por Portugal ante el papa entre 1434-1436 se defendía el derecho de Portugal sobre las islas Canarias y se fundamentaba en el hecho de que estas se hallaban más cerca de tierra firme portuguesa que de Castilla. Ante estos argumentos, Juan II de Castilla encarga un informe a sus representantes en Basilea para que su procurador, Luis Álvarez de Paz, haga efectivas las reivindicaciones castellanas ante la corte papal (temporalmente en Bolonia), cuyo resultado serán, después, las Allegationes de Alfonso de Cartagena.222 En ellas, el obispo de Burgos acude a Jiménez de Rada y al pasado romano y godo de la Península. Según se aduce por varios argumentos, la Tingitania, conocida ahora como Benimarín, perteneció administrativamente a Hispania, ya que la división administrativa de Justiniano no incluye esta provincia entre las africanas. Se recuerda también que san Isidoro hace referencia a ciertas islas de la costa atlántica, que se identifican con las Canarias. Tras explicar que la provincia fue después ocupada por los vándalos, y que esos territorios pasaron a los visigodos por derecho de conquista,223 se enlaza con el mito neogótico de origen de la monarquía castellana. Las reivindicaciones castellanas sobre los territorios africanos y las islas Canarias y la búsqueda de un espacio en la Europa de las naciones están, pues, directamente relacionadas con la resurrección del mito neogótico por parte de Alfonso de Cartagena. La Anacephaleosis fundamenta la idea de España en la Hispania primitiva, de la que narra cuáles fueron sus primeros pobladores después del diluvio, empezando por Túbal, el quinto hijo de Jafet.224 Después de este pasa a referir rápidamente algunos trabajos y hazañas de Hércules magnus, que nació en tiempos de Gedeón, juez de Israel, y quien destruxit Troiam prima irruptione occidens Laomendontem Troiae Regem. El héroe griego, tras su peregrinar por el mundo, llega a Hispania para librar a sus habitantes del yugo del tirano Gerión.225 Partiendo de la historia de Hércules y el tirano Gerión, Alfonso de Cartagena aprovecha para resaltar la antigüedad de Hispania como reino: si bien Gerión ejerce su poder tyrannice, no deja de ser un gobernante hispano anterior a la llegada de Hércules magnus y a la destrucción de Troya. De este período lo que interesa destacar es, pues, la antigüedad de Hispania y, más concretamente, de Castilla como reino, identificado con España. Lo narrado en la crónica no deja de ser un fiel reflejo

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de la Proposición aducida en Basilea.226 De este modo se establece que Castilla no solo es el reino preeminente en la Península, sino que también es poseedor de una silla regia más antigua que la de Inglaterra.227 El obispo dedica más espacio a tratar de la historia del pueblo godo del que había dedicado a la historia anterior de Hispania. Tras un apretado resumen no muy amable de la ocupación romana, de sus victorias sobre los oprimidos hispani y de las sucesivas invasiones de vándalos, alanos, hunos y suevos, se narra la llegada de los godos a la Península, que expulsan a los invasores y que, frente a las ocupaciones tiránicas de romanos y bárbaros sobre los hispani, se advierte que Quorum Reges ex ipsa habitatione & incolatu Hispani effecti in ea regnarunt, & regnant, non iam Gothorum, sed Hispanorum sub diuersis titulis Reges vocati.228 La Anacephaleosis continúa la narración al abrigo de la imagen del árbol que ha adoptado para la articulación histórica. Comienza con un elogioso resumen de la historia del pueblo godo desde su fundación, del que se asegura que es anterior a los tiempos de Hércules;229 tras su expansión conquistadora por Asia y África, obtiene su mayor victoria con la invasión y destrucción de Roma y la consiguiente separación de España del Imperio romano. Si bien la obra reconoce que la Dacia fue el solar originario del pueblo godo, se argumenta que su perfeccionamiento moral, cultural y militar se produce con posterioridad a su salida de Gothia. La barbarie inicial del godo se dulcifica, adquiere buenas costumbres y cultura al entrar en contacto con otras civilizaciones. Prestigio militar y progreso cultural se adquieren, pues, en el transcurso de su migración hasta su establecimiento en la península Ibérica, hecho que simboliza la culminación de su perfeccionamiento.230 Por ello, en opinión de Fernández Gallardo, la exaltatoria visión del pasado godo prehispánico de Jiménez de Rada se diluye un tanto en la visión del obispo de Burgos para adquirir una perspectiva más hispánica. De ahí el interés de Alfonso de Cartagena por distinguir a los godos establecidos en la Península de aquellos que permanecieron en su frío lugar de origen,231 y, yendo un poco más allá, que se incida en la escisión entre ostrogodos y visigodos, haciendo de estos la rama excelente del pueblo godo, debido a su instalación en España. Con ello, se pretende destacar la entidad absolutamente hispánica de los visigodos «que decidirá el encumbramiento de la monarquía española sobre el resto de las naciones europeas».232 El período del reinado peninsular del pueblo godo compone una sección que se inicia con el legítimo ascenso de Atanarico a la corona hispánica y finaliza con el rey Rodrigo, la invasión árabe y la «destrucción» de España.233 Tras ella, se abre un nuevo período de la historia peninsular. No obstante, en el tránsito de Rodrigo a Pelayo no se establece una frontera divisoria, sino que más bien se nos informa de la continuidad de la monarquía visigoda, reforzada por la estirpe goda de Pelayo, si bien se advierte en más de una ocasión que sus reyes ya no se titularon reges Gothorum, sino con diversos títulos de reyes. Ello no impide trazar una línea de continuidad dinástica hasta conectar con el reino de Castilla, haciendo finalmente válida la equivalencia entre Rex Gothorum, Rex Castellae y Rex Hispaniae.234 Como se advertía anteriormente, no se puede obviar el componente icónico con que fue concebida la Anacephaleosis. En este sentido, mediante el cambio o transformación de los escudos de armas regios, se traza una translatio imperii hispánica,

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por ejemplo, entre el último rey godo y Pelayo, o entre Asturias, León, Castilla y, finalmente, la unión de estos últimos reinos bajo Fernando III,235 lo que para Alfonso de Cartagena es un hito tan crucial de la historia de España que pasa a conformar una nueva coordenada cronológica que jalona la Anacephaleosis.236 De este modo ha ido trazándose por designio divino (nutu divino) una línea sucesoria ininterrumpida desde Pelayo a los reyes de Asturias, León y Castilla que confirma los propósitos iniciales de la obra: antigüedad y continuidad dinástica castellana desde una perspectiva providencialista; defensa del derecho de Castilla a ser considerada como la legítima heredera de los godos y, por tanto, receptora de todos los derechos que fueran de estos, y la primacía sobre los reinos de España. En opinión de Tate, en la historiografía del siglo xiv y de comienzos del siglo xv, el mito neogoticista parece haber desaparecido.237 Sin embargo, si bien el neogoticismo de Jiménez de Rada y Alfonso X no formará parte de la historiografía regia centrada en la elaboración de crónicas particulares desde finales del siglo xiii y en los siglos xiv y xv, no deja de tener vigencia a través de las numerosas crónicas generales de España que refunden ese modelo en esa misma etapa en los diversos reinos hispánicos, desde Portugal a Aragón. En Alfonso de Cartagena, ese neogoticismo resulta exacerbado y se pone exclusivamente al servicio del reino castellano como argumento crucial en la defensa de sus intereses territoriales y evangelizadores, con lo que defiende el traspaso de todos los derechos de la monarquía visigótica a la corona de Castilla como única y legítima heredera peninsular. La Compendiosa Historia Hispanica de Rodrigo Sánchez de Arévalo238 El principal deudor de las tesis de Alfonso de Cartagena es, sin duda, Rodrigo Sánchez de Arévalo, quien desarrolla el programa propagandístico de la historia de España ideado por su maestro. Su obra histórica por excelencia es la conocida como Compendiosa Historia Hispanica, acabada en 1469 y publicada al año siguiente.239 La Compendiosa es una obra ideológicamente mucho más elaborada que la Anacephaleosis. En ella se desarrolla la idea de que el pasado de Castilla, cada derrota o victoria, cada personaje o cada hecho tienen un significado dentro del proyecto mesiánico que le ha sido designado por Dios desde el principio: la reintegratio Hispanie y la Cruzada por la fe. Las principales tesis que se sostienen al finalizar la primera parte de la obra son las siguientes: los godos tienen derecho a ser reconocidos por la antigüedad de su casa real, sus proezas militares y sus virtudes personales; los reyes de Castilla descienden de manera directa de la línea visigótica, y todos los derechos territoriales de aquellos reyes han de pasar, por tanto, a sus descendientes legítimos. Nada de esto era nuevo, ya que estaba presente en el concepto goticista isidoriano, de Jiménez de Rada y sus seguidores, y la idea había sido desarrollada en los discursos pronunciados en Basilea por Alfonso de Cartagena y en su crónica.240 Sin embargo, en la Roma humanista que conoció Sánchez de Arévalo ya era antigua la identificación de lo godo con la barbarie; de acuerdo con esta perspectiva, los godos habían sido los que acabaron con el Imperio romano, iniciando una época de oscurantismo cultural del que recientemente se empezaba a despertar con el Huma-

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nismo.241 Esta visión, en cambio, no podía darse en la península Ibérica, donde la herencia goda formaba parte del ideario de legitimación de las monarquías hispánicas desde las Crónicas de Alfonso III. El choque entre ambas ideologías no se produce hasta el siglo xv, cuando salta a la palestra internacional la cuestión de las precedencias nacionales. En su afán por magnificar la leyenda y el linaje godo, Alfonso de Cartagena había acudido al pasado godo prehispánico para postular una línea real anterior a la destrucción de Troya y a la llegada de Hércules a la Península. Se relacionaba así a los godos con las amazonas de la reina Tomyris y se les identificaba con los antiguos getas, haciendo un recorrido por su extensión y victorias en Asia y África, así como sobre los griegos, hasta su llegada a Europa, relato que se remataba con la invasión de Italia, la fundación de Verona, la destrucción de Roma y su entrada en la península Ibérica.242 Arévalo aprovecha toda esta información, pero destaca con mayor interés la destrucción de Roma y la invasión pacífica de la Hispania, lo que en la Compendiosa Historia supone su mayor éxito. No obstante, se planteaba un pequeño problema a la hora de hacer descender a los reyes castellanos de los godos, y este no era otro que el arrianismo, lo que no casaba bien con el proyecto mesiánico de lucha incesante contra el islam. El escollo lo había salvado de algún modo Alfonso de Cartagena en Basilea atenuando los severos ataques de Jiménez de Rada al arrianismo visigodo.243 El derrumbamiento de la monarquía visigoda había sido tradicionalmente interpretado como un castigo divino debido a los pecados y depravación moral del último rey godo. Sin embargo, tanto Alfonso de Cartagena como Sánchez de Arévalo se esfuerzan en dejar claro el continuismo entre Rodrigo y Pelayo, primer rey de Asturias. Los nuevos reyes godos solo dejaban de lado el título de Rex Gothorum y sus emblemas para recibir el título de rey de Asturias, León y Castilla. De este modo, podía afirmarse que Castilla gozaba de una línea ininterrumpida de descendencia regia sin parangón en Europa, cuyo proyecto fundamental era Hispaniam restaurare et recuperare. Pero, según apunta Tate,244 detrás de esta argumentación histórica había otra intención más contemporánea. Alfonso de Cartagena había fundamentado mediante el argumento de la herencia visigoda la reclamación para Castilla de todos los territorios que pertenecieron a los visigodos, el norte de África y las Canarias, que los portugueses estaban a punto de colonizar. Estos argumentos, que habían sido presentados en la corte papal, y que no habían llegado a trascender a la Anacephaleosis, pasan ahora con Arévalo al campo de los hechos históricos, al defender este la idea de que la soberanía de estos territorios pasó a Castilla ya con Fernando I. Es por ello que el rey de Castilla es el único con derecho legítimo a denominarse Rex Hispaniae.245 Pero Sánchez de Arévalo, más allá del elemento romano y visigodo, se interesa por el pasado de los primitivos habitantes de la Península. No está de más recordar que se trata del primer historiador en utilizar como fuentes los textos recién traducidos de los cosmógrafos griegos, como Estrabón, para rastrear el carácter temperamental de los hispani desde tiempo antiguo hasta la contemporaneidad.246 Para Arévalo, este grupo autóctono tenía unas características morales bien definidas que coincidían con las de los godos, con los que se fundieron. En la Suma de política, Arévalo indaga en la conformación del carácter de los prisci hispani en relación al clima y las características geográficas del terruño que habitan; la situación geográfi-

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ca de la Península explica la sobriedad y el vigor de los pueblos hispánicos, localizándolos en un término medio y perfectamente equilibrado entre los habitantes de las regiones nórdicas (animosos, audaces e impetuosos) y los asiáticos (intelectivos, industriosos e ingeniosos). Así, de algún modo, parece que la descripción geográfica de España, a medio camino entre el norte y el sur, está ideada para reforzar la sobriedad y virilidad del carácter hispánico, en contraste con las veleidades afeminadas introducidas por los romanos como los baños calientes y el vino. En la Compendiosa, Sánchez de Arévalo retoma la imagen de aquellos priscos hispanos para compararlos con los reyes y nobles de Castilla.247 Al igual que Alfonso de Cartagena, Sánchez de Arévalo fue un importante representante de Castilla en el extranjero. Tanto en la Basilea de Alfonso de Cartagena como en la Roma de Arévalo, estos intelectuales hubieron de enfrentarse al profundo desconocimiento, cuando no ignorancia consciente, que en torno a España se tenía en Europa. Este asunto no llega calar en el texto de la Anacephaleosis, pero Arévalo sí lo recoge en tono abiertamente polémico en la dedicatoria de la Compendiosa historia a Enrique IV.248 Arévalo elabora su defensa basándose en una comparación clásica. Salustio había llegado a afirmar que los griegos debían más a sus historiadores que sus propios hechos, mientras que entre los romanos ingenium nemo sine corpore excercebat. Al trasponer esto a la historia española, Arévalo apoya el tópico de que los españoles consumían menos tiempo escribiendo que actuando, y, yendo un poco más allá, sostenía que la gran fama de la que gozaban persas, griegos y romanos se debía en parte a la exageración. Acusa Arévalo a las claras a los que defendían que nada podía haber de interesante en un país tan apartado y critica a los que ignoraban o se desinteresaban por la geografía, raza, religión, costumbres y hazañas de los españoles. Sin llegar a particularizar en ninguno de estos críticos, se deja entrever la polémica que por los años cuarenta habían mantenido Alfonso García de Santa María y Leonardo Bruni respecto a la falta de erudición española. Entre las muchas declaraciones que se cruzaron entre ambos, Bruni afirmó que España se situaba en todos los aspectos in extremo mundi angulo, frente a la posición central que Italia mantenía en Europa. Parece claro que esta polémica fue una de las causas inmediatas que decidieron a Arévalo a llevar a cabo la composición de la Compendiosa, pues en ella parecen manifestarse claramente los ecos argumentales de aquella. De este modo, Arévalo se reafirmaba en la oposición a estas concepciones «erróneas» que corrían sobre España, y continuaba en la línea goticista de Isidoro, Lucas de Tuy, Jiménez de Rada y sus derivaciones hasta el tiempo de Enrique IV, y escogiendo entre sus fuentes a los clásicos más respetados por todos, especialmente aquellos que escribían con datos de primera mano.249 La obra se compone de cuatro partes. La parte primera es una presentación personal y ampliada de la tradicional alabanza isidoriana de la tierra; las partes segunda y tercera son, fundamentalmente, una reelaboración de la Historia Gothica de Jiménez de Rada; la cuarta parte abarca el tiempo más cercano al autor. La obra gira en torno a Castilla y no trata de los demás reinos peninsulares más allá de lo que aparece en la Historia Gothica. La parte primera es la más personal y menos histórica de las cuatro. Su interés radica especialmente en las valoraciones del autor, muy reveladoras de su pensa-

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miento político y, desde el punto de vista textual, en el número de fuentes manejadas. Esta sección consta de varios capítulos en los que se expone un minucioso examen de la Península, de sus propiedades y recursos; es, en definitiva, una fusión entre el tradicional Laus Hispaniae de corte isidoriano y algunas observaciones personales y detalles de la topografía y geografía peninsulares extraídos de la erudición humanística. Sánchez de Arévalo cita como fuentes a Mela, Plinio, Justino, Ptolomeo o Solino,250 y es el primero en España en utilizar a Polibio, Heródoto y Estrabón, por entonces recientemente traducidos. Mediante el uso de estas nuevas fuentes se amplía la teoría aristotélica, acorde con los propósitos del autor, de que los factores geográficos influyen en el desarrollo del carácter moral. Así, Estrabón compara a los habitantes de la Península con la tierra que habitan. De estos principios surge el retrato moral que Arévalo hace del homo hispanicus, pero, a diferencia del cosmógrafo griego, ofrece una visión idílica de la población hispánica, robusta, sobria y siempre dispuesta a luchar por su libertad ante las continuas invasiones.251 En las secciones siguientes, la Compendiosa sigue el modelo trazado por la Historia Gothica, a la vez que va insertando, según el criterio de su autor, otras fuentes latinas y romances con el objetivo de exponer con mayor énfasis sus dos ideas fundamentales. Se trata, por un lado, de dotar a la historia de una doctrina de organización política, a modo de un speculum principum que fuera de aplicación universal; y, por otro, de aducir algunas teorías sobre el papel desempeñado por Castilla en la historia. Por ello, la intención de Arévalo pasa por intentar establecer un paralelismo entre los hechos más relevantes de la historia de Castilla y los antiguos dicta y facta bíblicos, romanos y griegos, haciendo hincapié en los principios éticos, políticos y religiosos de la monarquía.252 Para poner de relieve estas cuestiones de carácter moral de la historia, Arévalo se despega un tanto de las fuentes tradicionales latinas para aproximarse a las crónicas romances posteriores, que figuran en la Compendiosa citadas como Hispanorum annalia y que dependen casi siempre de la Crónica de 1344 y otras crónicas particulares, obras de las que le resultó más sencillo extraer datos ciertamente ilustrativos y épicos acordes a sus intenciones historiográficas.253 El carácter épico de algunos de estos relatos se revela, además, muy útil, ya que en ellos se manifiesta por lo general una difícil relación entre nobleza y monarquía, gracias a la cual Sánchez de Arévalo puede primar un punto de vista regalista. La última parte de la obra se basa exclusivamente en crónicas romances. En esta sección, los monarcas dejan de ser la representación de un único vicio o virtud para dar paso a una intervención menos simple de la Providencia.254 Al llegar la Compendiosa al tiempo más próximo del autor, Sánchez de Arévalo parece definitivamente confiarse más a ficciones y leyendas de tradición oral, más interesantes para su finalidad didáctica, que a las fuentes escritas.255 Según Tate, este entretejer en el texto fuente diferentes historias, leyendas y glosas tiene, pues, el objetivo fundamental de dotar de consistencia a sus propias ideas ético-políticas, especialmente aquellas referidas a las relaciones entre el monarca y sus súbditos. El monarca, en tanto que elegido por Dios, es merecedor de la más estricta obediencia de todos los estamentos sociales y debe ser consecuente con su misión de Reconquista.256 La situación que el propio autor vive en la Castilla de Juan II y de Enrique IV lo lleva a teorizar sobre la política y también a teñir de medias verdades su obra histo-

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riográfica. Durante mucho tiempo, especialmente durante la minoría de Juan II, Castilla sufre una crisis de enfrentamientos intestinos y un estado constante de guerra civil cruenta como no se había visto, en la que la Corona se había convertido en un simple objeto en los manejos de la nobleza que busca el beneficio propio. De igual modo sucede durante el reinado de Enrique IV, período en el que decae aún más la institución monárquica. Es, pues, el principal interés de Arévalo entrarse especialmente en el marco que debe regir las relaciones entre el rey y los súbditos. En el Vergel de príncipes, en la Suma de política y en otros tratados menores, Sánchez de Arévalo había definido el origen y la naturaleza de la monarquía cristiana, donde insiste en señalar la antigüedad de la institución y la protección divina de la que había gozado desde el comienzo. El rey es, pues, un jefe militar, a cuyas virtudes y buen gobierno, forjados en la necesaria guerra de Reconquista, ha accedido también el pueblo por influjo de su monarca.257 Sin embargo, la preeminencia de Castilla no solo radica en su historia y en las virtudes de sus monarcas y habitantes, sino que además goza del favor de la Providencia. A lo largo del siglo xv se ha ido fomentando la idea de que Castilla ha sido elegida por Dios para llevar adelante una misión divina. En el tiempo anterior a los Reyes Católicos e inmediatamente después del comienzo de su reinado son múltiples las profecías que, aquí y allá, auguran el glorioso avenir de Castilla. Esta idea se forja en la labor que Castilla ha desempeñado en la Reconquista de España, papel reconocido por diversos historiadores ya desde antiguo, y que encuentra su antecedente más inmediato en la Anacephaleosis de Alfonso de Cartagena, donde se reivindica para los reyes castellanos el deber sagrado de la Cruzada. Pero con antelación al papel desempeñado por Castilla en la Cruzada hispánica, Sánchez de Arévalo ve el amparo divino en numerosos detalles de la historia peninsular: la protección que le ofrece su geografía, determinada por Dios; la sucesión ininterrumpida de reyes desde los godos a los reyes castellanos como recompensa por haber instituido el culto a Santiago y haber seguido los dogmas de la Iglesia católica; el alzamiento divino de Pelayo; el rechazo de las invasiones normandas de principios de la Edad Media; la muerte del sacrílego Almanzor; la rebelión de Castilla frente a León para conseguir la independencia y después, siendo un reino, la unión definitiva con el reino de León, concebida como la reintegratio monarchiae Hispaniae. En la Compendiosa, la interpretación histórica es más amplia y presuntuosa que en la Anacephaleosis. En este punto, Sánchez de Arévalo se adelanta a los historiadores del tiempo de los Reyes Católicos (Palencia, Valera o Pulgar). Cada derrota o victoria, cada cambio de poder, por catastróficas consecuencias que conlleve, tiene un significado que es expuesto a la luz del engrandecimiento del reino castellano, un país que ha recibido de Dios en herencia la misión sagrada de la Reconquista para la reintegratio Hispaniae y de la Cruzada por la fe de Cristo. La diferencia con las crónicas posteriores es que Sánchez de Arévalo prefigura una misión que aún estaría por realizarse, en tanto que los historiadores posteriores dicen vivirlo como un objetivo cumplido.258

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En diversos documentos y crónicas producidos en la Corona de Aragón desde el siglo xii se venía reconociendo una imagen de España como concepto que agrupaba al conjunto de territorios cristianos hispánicos.260 Durante el siglo xv, aquella imagen se repite, apareciendo incluso en crónicas particulares y en escritos de carácter diverso. Así, por ejemplo, durante el reinado de Fernando I, el humanista Lorenzo Valla redacta los De rebus a Ferdinando Aragoniae Rege gestis libri tres (conocidos como la Crónica de Fernando de Aragón), que recoge la tradicional unidad del territorio, sujeto a cinco reyes más a que cinco reinos.261 Y si bien no se trata de una obra historiográfica, Antonio Beccadelli, en su De dictis et factis Alphonsi regis Aragonum (1455), con una orientación isidoriana similar a la historiográficamente heredada, describe a España como una región europea unitaria, rica y provechosa.262 Tras la entronización de la casa de Trastámara en Aragón, con el compromiso de Caspe, mediante el que se corona rey de Aragón a Fernando de Antequera en 1412, la historiografía catalanoaragonesa se sumerge en nuevas inquietudes suscitadas por los proyectos italianos y mediterráneos de sus reyes, y se impregna del humanismo italiano al que sucumbió la corte regia aragonesa, especialmente con Alfonso V, el Magnánimo (1416-1458). En opinión de Alcoberro, las preferencias historiográficas de los Trastámara rompen con la propia tradición, pues optan por patrocinar obras redactadas en latín por secretarios generalmente italianos de formación humanística, quienes son admirados y seguidos por cronistas catalanes como, por ejemplo, Pere Miquel Carbonell y sus coetáneos. Carbonell y el grupo de funcionarios reales de su generación comparten un claro sentimiento de crisis o ruptura generacional que halla en el reinado del Alfonso, el Magnánimo, el momento simbólico de inicio.263 Por otro lado, la identificación que hacían las crónicas castellanas entre Castilla y España264 será discutida desde otros reinos como Portugal o Aragón.265 La Corónica de Aragón de Gauberto Fabricio de Vagad En lo que respecta estrictamente a la historiografía en Aragón en el siglo xv, la figura cronística más singular es la del cisterciense Gauberto Fabricio de Vagad. Monje perteneciente al Monasterio de Santa María de Santa Fe, cercano a Zaragoza, fue alférez de Juan de Aragón, arzobispo de Zaragoza y hermano de Fernando el Católico, y nombrado cronista oficial del reino de Aragón.266 La obra mayor de Vagad es la Corónica de los muy altos y muy poderosos príncipes y reyes cristianíssimos de los siempre constantes y fidelíssimos reynos de Sobrarbe, de Aragón, de Valencia y los otros.267 Se trata de una extensa crónica escrita en castellano que narra la historia del reino de Aragón desde sus orígenes, situados en el reino de Garci Jiménez, hasta el reinado de Alfonso V, muerto de 1458.268 Fue publicada en los talleres de Pablo Hurus de Zaragoza en 1499.269 En la Corónica subyacen materiales diversos inteligentemente refundidos con el crucial objetivo

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de poner de relieve las hazañas, la sabiduría política y las virtudes espirituales del pueblo aragonés.270 La Corónica propiamente dicha comienza la narración con los hechos de la Reconquista en el oriente peninsular, como ya hiciera la Crónica de San Juan de la Peña en el siglo xiv. No obstante, la narración va precedida por tres prólogos en los que se narra la historia de España y de Aragón anterior a la Reconquista. El primer prólogo introductorio está dedicado a los orígenes antiguos de la Península y refiere sus virtudes y excelencias; este preámbulo recoge todos los elementos enmarcados en la tradición del Laus Hispanie. El segundo y el tercero constituyen un verdadero y novedoso Laus Aragoniae. En opinión de Sophie Hirel-Wouts, la concepción que Vagad tiene de España no es tanto la de un posible reino (como al que aspiran las obras de los castellanos Alfonso de Cartagena o Sánchez de Arévalo), como la realidad histórica y geográfica que enmarca los reinos de la España medieval.271 Según el testimonio del propio Vagad, España está concebida como la madre nutricia con la que él mantiene un sentimiento de deuda y obligación.272 Nuestro cronista se sirve de este marco principal para plantear y desarrollar su verdadera intención historiográfica: narrar el nacimiento y la proyección presente del reino de Aragón. Si Vagad narra las excelencias de España y se muestra orgulloso español es porque Aragón se encuentra en España.273 El siglo xv es una época en que los diversos reinos del occidente europeo buscaban establecer su precedencia como nationes sobre las demás y ello comportaba la constante comparación en cualquier ámbito y aspecto. La historiografía es un terreno de batalla propicio para ello, pues permitía ofrecer algunas justificaciones muy pertinentes, entre ellas, el hallazgo de los fundadores más ancestrales y más excelentes. En este sentido, para magnificar España y Aragón, Vagad comienza por desmerecer las excelencias cantadas por Homero y Virgilio: Grecia, Roma y todo su panteón de reyes, héroes y demás personajes no poseen valor alguno si se los examina a la luz de la antigüedad, proezas y virtudes de España.274 De este modo se pone en cuestión y se refuta la tradición historiográfica que hacía de Hércules uno de los primeros dominadores de España, al que no duda en caracterizar como un simple «súbdito natural y criado del rey de Micenas», además de un verdadero ladrón.275 Ni el mismo Gerión, aquel a quien Alfonso García de Santa María y Sánchez de Arévalo habían defendido impetuosamente como el rey hispano más antiguo conocido, se libra de las objeciones de Vagad, ni escapa a la acusación de extranjería, pues no lo considera rey de España, sino tan solo de tres islas.276 Vagad, frente a los cronistas anteriores, a los que no duda en criticar, pretende restituir a un origen estrictamente autóctono la fundación de España, y por ello señala a Hesperio como el primer rey hispano, quien daría el nombre de Hesperia a España.277 Significativo es también el hecho de que se incluya a Atlas en el panteón de ilustres hispanos, presentándolo como rey de Mauritania, la antigua Tingitania, territorio perteneciente a Hispania y, por tanto, personaje más español que africano. Se hace así eco nuestro autor de la concepción neogoticista que fomentaran Alfonso de Cartagena y Sánchez de Arévalo en la historiografía castellana al asumir y defender a la antigua provincia africana como posesión goda y plenamente española.278

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Pero, como se advertía, todo este preámbulo acerca de las excelencias y virtudes de España sirve a Vagad de marco general en el que fundamentar su principal interés cronístico: el reino de Aragón. De acuerdo con Lisón Tolosana, en la imagen que Vagad nos ofrece del pasado se concretan sus experiencias personales, las crónicas que estudia, sus lecturas de los clásicos y las relaciones que mantiene con la élite cultural zaragozana, «pero son, sin duda alguna, las nociones y principios fundamentales e ideología plurisecular inherentes a la constitución política aragonesa, más la reactivación de esas vivencias en la Zaragoza finisecular, los elementos esenciales que trenzan la filosofía de la Corónica. Y la imaginación y patriotismo del autor».279 Así, una vez establecida la primacía hispana sobre otros pueblos, se ciñe con el mismo ímpetu a situarnos en la prehistoria de Aragón. Al inicio del tercer prólogo nos informa de que Túbal, quinto hijo de Jafet y uno de los primeros pobladores del mundo, eligió como asiento de su pueblo el oriente peninsular, concretamente los montes Pirineos; el lugar se convierte, pues, en un espacio con trascendencia bíblica. Y fueron elegidos aquellos montes por ser los más altos, más resguardados y mejores de España, y es el lugar de hombres recios, no corrompidos por la sociedad de la corte, y más libres y leales, apreciada lealtad montañesa que ha sido heredada por el pueblo aragonés.280 Fue la región en que decidieron refugiarse los valientes aragoneses de la invasión sarracena, y va a ser en aquellos sagrados parajes donde será elegido el primer rey de Sobrarbe y donde se creará una institución nueva, el Justicia de Aragón. Al final de una peregrinación a través de un espacio cuasisobrenatural, el camino desde la Peña de Uruel al monasterio de San Juan de la Peña, y tras un rito iniciático y mistérico, mediante el «santo consejo» de inspiración divina de dos hermanos anacoretas, se decide cómo y a quiénes escoger rey y Justicia de entre todos.281 Esta forma de organización política, de rey y Justicia mayor, surgida al tiempo que el reino y procedente de la misma sabiduría divina, legitima y dignifica al rey, al Justicia y al reino, y otorga a sus instituciones, leyes y libertades un carácter sagrado y perenne. Mediante esta escenificación recreada por Vagad no hacen sino reforzarse los antiguos derechos y privilegios de los prohombres aragoneses de la segunda mitad del xv frente al poder e intromisión de la Corona.282 Y del mismo modo que la monarquía castellana fundaba sus principios en la sangre real goda, Vagad defiende tal origen para la monarquía aragonesa, haciéndose partícipe del sentimiento neogoticista hispánico. Vagad retoma los argumentos de Alfonso de Cartagena y los revierte sobre Aragón, haciendo a sus reyes y condes descendientes de los godos.283 Y de idéntica manera a como los cronistas castellanos exaltaban a Castilla por encima de los demás reinos de España, Vagad otorga a Aragón esa primacía.284 Según Sophie Hirel-Wouts, en la percepción aragonesa de la unión entre Castilla y Aragón se trataba más bien de la unión de dos coronas, de dos dinastías, y no del deseo de dos pueblos. En teoría se trataba de una unión entre dos reinos en pie de igualdad, cuyas formas de gobierno y estructuras no habrían de ser modificadas. Sin embargo, las diferencias entre la fuerza y la extensión de ambos reinos iban a ser con el paso del tiempo más provechosas para Castilla. Así, la unión se llevó a cabo

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mediante los principios jurídicos aragoneses, de acuerdo con los cuales la unión dinástica de dos reinos distintos implicaba que mantendrían sus respectivas organizaciones. Pero aunque el gobierno lo ejercía de jure la institución de la Corona, la hegemonía de facto la ejercía Castilla.285 El miedo a la castellanización de Aragón y el absentismo de Fernando el Católico en el reino de Aragón durante el último decenio del siglo xv mucho tendrán que ver en el desarrollo de una conciencia aragonesista a finales del siglo xv. Fernando II de Aragón (V de Castilla) había sido ante todo rey de Aragón; sin embargo, las circunstancias históricas de su matrimonio con Isabel de Castilla le hicieron volcarse en los asuntos de Castilla, más que a Isabel en los de Aragón. Las élites aragonesas, a través de Vagad, ya habían sido críticas con la procedencia castellana de Fernando I de Aragón, y estas críticas bien podían extenderse al rey Católico. De la documentación oficial había desaparecido la primacía de Sobrarbe, Aragón, Valencia, el condado de Barcelona, etc., que tan apasionadamente defendía Vagad. Castilla antecede a Aragón en todos los documentos oficiales firmados por Fernando el Católico. Es, pues, esta jerarquización de los intereses del monarca (respecto a la naturaleza de sus empresas, su presencia o ausencia y los títulos utilizados) lo que habría llevado a Vagad a consagrar sus dos últimos prólogos a establecer la preeminencia de Aragón sobre Castilla.286 Vagad rescata para Aragón el mismo espíritu que llevó a los castellanos a presentarse en el Concilio de Basilea como una nación con afán de preeminencia, amparándose en los derechos que le otorgaba el sentirse única y legítima heredera de los godos y reino principal de la Península.287 Invirtiendo los términos de precedencia, Aragón sobre Castilla, apropiándose, ordenando y sometiendo a su perspectiva la relación del pasado, Vagad se sirve de manipulaciones, mecanismos y recursos similares a los manejados por Alfonso de Cartagena en función de sus mismas convicciones históricas, buscando la concienciación de los aragoneses de su pasado, presente y futuro.288 Las Històries e conquestes de Pere Tomic La historiografía catalana del siglo xv dio un impulso decisivo a la forja de un ciclo legendario en torno a la fundación de Cataluña. Quizá dos de los textos catalanes más interesantes sean, por su particular concepción de la historia catalana, las Històries y conquestes del realme d’Aragó e principat de Catalunya de Pere Tomic y las Cròniques d’Espayna de Pere Miquel Carbonell. Las Històries e conquestes (1438) reflejan el momento de transición política acaecido en el Principado a lo largo del siglo xv,289 un momento en que la nobleza ve peligrar la hegemónica posición de la que venía gozando hasta entonces, por lo que hallará en la justificación del linaje un potente argumento de diferenciación social. Para entender el pleno sentido del texto de Tomic, no pueden obviarse su historia personal y su relación con una de las más nobles familias de Cataluña. La familia de Pere Tomic perteneció a la pequeña nobleza catalana estrechamente vinculada con la nobleza de Bagà, especialmente con sus protectores y mecenas, la familia Pinós, linaje para el que escribió las Històries e conquestes.290 Tomic, a lo largo de su

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relato, pone en relación las gestas de los reyes y la gloria del país (la historia oficial) y la tradición de la nobleza catalana (especialmente la de sus protectores). El sentido y las funciones de la nobleza catalana son exaltadas: por vez primera la historiografía no está sujeta completamente a los intereses dinásticos o personales de un rey, sino que se trata de componer una crónica de clara propaganda nobiliaria.291 Tomic inicia su relato histórico en la Creación para acabar por ocuparse del devenir de la monarquía aragonesa y de los condes de Barcelona, hasta los tiempos de Alfonso V. No obstante, como en otras obras precedentes, como plataforma previa a la narración de la historia de los reyes de Aragón y condes de Barcelona, las Històries se ocupan también de la historia primitiva del resto de territorios peninsulares, incidiendo también, si bien de soslayo, en parte de la historia musulmana de la Península, aunque solo en relación a la invasión y la creación de los primeros reinos cristianos del norte. Así, siguiendo la autoridad de Jiménez de Rada,292 se narra la creación de mundo y primeras generaciones, el Diluvio, cómo el primer poblador de España fue Túbal, que pobló la región entre los Pirineos y el Ebro; se retoma posteriormente la figura de Hércules, la victoria ante Gerión y sus poblamientos en España, especialmente, los del Levante; los griegos son expulsados por los romanos y estos, a su vez, por los godos. Al llegar al momento de la «destrucción» de España, toda la responsabilidad del desastre se hace recaer en la maldad de lo Rey don Rodrigo de Castella e per lo comte don Julia […] del linatge dels Gots.293 El breve capítulo dedicado al nacimiento del reino de Castilla recoge la tradicional visión neogoticista de El Toledano, vinculando a don Pelayo con el linaje regio de los godos, y la misma procedencia se reconoce al primer rey navarroaragonés.294 Tras esta introducción a la historia peninsular y al nacimiento de los reinos de Castilla, Portugal, Navarra y Aragón, el relato dirige rápidamente su atención a Cataluña, el objeto principal de la narración, empezando por su historia franco-carolingia, a la que dedica buena parte del relato desde los mismos orígenes del reino de Francia, la venida de Carlomagno y la recristianización y recuperación del territorio catalán de manos de los sarracenos. Desde este punto, las Històries ya no dejan de narrar vida y hechos de los reyes de Aragón y condes catalanes hasta el reinado de Fernando el Católico. Si bien el relato hace de Aragón y, especialmente, de Cataluña su objeto principal de narración, no dejan de aparecer señales inequívocas del unitario concepto geográfico y político de España, finalmente alcanzado mediante la unión entre Aragón y Castilla, algo que parece reflejarse claramente en el último capítulo, cuando Tomic se refiere explícitamente a Fernando el Católico como el Rey de Aragó e Comte de Barçelona e Rey de Castella e de tota la Hespaña.295 Pero, más allá de un simple relato histórico, las Històries son una fuente de relatos legendarios de carácter ideológico y propagandístico, muy especialmente aquellas leyendas que profundizaban en la búsqueda de los orígenes fundacionales y en una identidad para Cataluña, y que influirían de manera decisiva en la historiografía posterior. Uno de los hallazgos fundamentales de Tomic en este sentido fue la explotación de la leyenda de Otger Cataló y els Nou Barons,296 mito que se conjugaba con la historia de la liberación carolingia de Cataluña y negaba para Cataluña el neogoticismo que venía siendo común en la tradición cronística.297 La leyenda encerraba una clara intención política que defendía los intereses de la alta nobleza catalana: la liberación

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de Cataluña de manos de los sarracenos habría sido acaudillada por algunas de las más nobles familias autóctonas, y, por tanto, no dependientes en última instancia de los reyes carolingios, creando así una división del Principado en nueve condados. De este modo, la leyenda de Otger y los Nueve Barones de la Fama dotaba a la gran aristocracia catalana de legitimación histórica, otorgándole unos evidentes derechos originarios, próximos o equiparables a los de los condes de Barcelona, y se convertía de paso en freno a los deseos absolutistas de los Trastámara. Las Cròniques d’Espanya de Pere Miquel Carbonell Una obra absolutamente crítica con las mitificaciones llevadas a cabo por Tomic respecto a los orígenes de Cataluña son las Cròniques d’Espanya del archivero real Pere Miquel Carbonell, otra de las obras destacables dentro del panorama historiográfico catalán.298 La redacción de la obra se habría llevado a cabo en dos etapas diferentes, de 1495 a 1497, y de este año hasta 1513. Su título, más allá de ser engañoso, resulta significativo, pues, a pesar de su apariencia de crónica general de España, su propósito, como el mismo autor nos declara, no es otro que relatar la historia de los reyes de Navarra y Aragón y de los condes de Barcelona.299 En palabras de Agustí Alcoberro, el uso del término «España» ha sembrado la confusión entre algunos historiadores contemporáneos, y por ello necesita ser explicado y entendido en dos aspectos: por un lado, se trata de la reivindicación de un humanista a la hora de recomponer la historia de la Hispania romana (Hispaniam restaurare et recuperare) y, por otro, de la reclamación de la importancia de la Hispania Citerior, esto es, Cataluña, en un especial momento en que la unión de las coronas castellana y aragonesa propiciaba una lucha por la hegemonía entre los reinos de la Península y, en el terreno de la historiografía, por la apropiación del término clásico Hispania.300 Frente a la historiografía catalana anterior, claramente deudora de la Historia de rebus Hispaniae de Jiménez de Rada, arzobispo de Toledo, quien supo crear un discurso historiográfico de la fundación de España basándose en los mitos bíblicos y clásicos (Túbal y Hércules), Carbonell se revela y tacha estos relatos mitológicos de errados y sin ningún fundamento, achacando, a su juicio, toda responsabilidad sobre ellos a Isidoro de Sevilla y, especialmente, a Jiménez de Rada.301 Sin embargo, esto no supone que en las Cròniques d’Espanya se proceda a una revisión y reconstrucción alternativa de ese período primitivo: en la obra solo pueden leerse algunas breves noticias de la Barcelona romana y de sus orígenes púnicos. En cambio, Carbonell, siguiendo una constante en el humanismo catalán, se siente atraído por la tesis neogoticista y el origen godo de los reyes de Aragón y de los condados catalanes. Dedica, pues, una parte considerable de sus Cròniques al período visigodo, y utiliza como fuente principal para esta parte, aunque trate de ocultarlo, la Crónica de España abreviada (conocida como la Valeriana) de Diego de Valera (1482). Con respecto a la historia de los orígenes fundacionales de Cataluña, del mismo modo que rechazó los mitos en que se basaba El Toledano para la historia antigua, también se opondrá a la leyenda de Otger Cataló y los Nueve Barones, y lo hace desde una perspectiva de eru-

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dito humanista, ya que se fundamenta en la ausencia de fuentes autorizadas y en que los términos «catalanes» y «Cataluña», que se derivarían del patronímico de dicho personaje, no aparecerán cronológicamente hasta tiempo posterior.302 Uno de los acicates fundamentales que animarían a Carbonell a emprender la redacción de la obra fue, sin duda, la aparición de la primera edición de las Històries e conquestes de Tomic, ya en 1495. Carbonell dedica 22 capítulos a refutar algunos de los episodios narrados por Tomic, considerando que todo lo relativo a la historia de los orígenes de Cataluña no encuentra ninguna justificación; Carbonell acude, por su parte, a los clásicos (Plinio, Agrippa, Estrabón, Ptolomeo, Tito Livio, etc.) o a la obra de humanistas como Flavio Biondo, que ofrecen una versión nueva de los orígenes del oriente peninsular. Según apunta A. Alcoberro en la edición de la obra, el rechazo de Carbonell a la obra de Tomic tiene en su base un fundamento historiográfico que enfrenta dos conceptos opuestos: el medievalismo de Tomic y el humanismo de Carbonell.303 Por otro lado, no es del todo ilógico que la leyenda fundacional de Otger Cataló, justificadora del poder de la nobleza, fuera atacada tan vehementemente por el archivero real, o que la tesis neogoticista, que vincula a la dinastía regia con la monarquía española preislámica, tal como era reivindicada por los castellanos en Europa, indujera a Carbonell a incorporar el extenso relato sobre los godos.304 No obstante, pese a mostrarse escéptico sobre las leyendas referidas a la Casa Condal de Barcelona, Carbonell accede finalmente a incluir en su relato leyendas como la de Guifré, el Pelós, y la condesa de Flandes,305 tomada de la Crónica general de Pedro III, y la leyenda del Buen Conde de Barcelona y la emperatriz de Alemania,306 si bien deja claro en sus comentarios la falta de fiabilidad de estas historias como fuentes historiográficas.307 Estos 22 capítulos iniciales de las Cròniques, tan críticos con el relato de Tomic sobre los orígenes primitivos y medievales de Cataluña, no se contradicen, pues, con la utilización de ciertos elementos de la tradición legendaria propia, pues esta otorga prestigio al período más glorioso de la historia de Cataluña, el medieval. Frente a la exaltación nobiliaria de Tomic se contrapone el regalismo de Carbonell.308 Ya en lo que se refiere a tiempos más cercanos al autor, Carbonell dedica una especial y elogiosa atención a los reyes Jaime I, Pedro III y Alfonso IV. La obra de Carbonell es quizá la primera que establece una jerarquía entre los monarcas de la Corona de Aragón, y lo hace dedicando a la narración de sus vidas y hechos un número notablemente desigual de folios. Sin embargo, según el mismo Carbonell expone, decide no narrar la historia coetánea, el reinado de Fernando II (V de Castilla).309 En opinión de Tate, este desinterés por la historia contemporánea se debe a que se ha producido en el reino de Aragón una defección de las clases cultas, que han renunciado a su papel como guía de la conciencia histórica de la nación, de modo que su literatura histórica acaba convirtiéndose en nostalgia arqueológica. Es así, pues, cómo –con respecto al presente del cronista– mientras las crónicas producidas en Castilla se enfrentan con detalle a los enfrentamientos políticos cotidianos, en el reino de Aragón se ocultan los sucesos y detalles del presente más dramático como lo fue, por ejemplo, la guerra civil de Cataluña, poniendo fin a sus relatos mucho antes de esta época trascendental de su historia.310

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otros es naturaleza. Ca bien como la naturaleza los ayunta por linaje, assi la naturaleza los faze ser como unos por luengo uso de leal amor» (IV, 24, 1); «Diez maneras pusieron los antiguos de naturaleza. La primera e la mejor es la que han los omnes a su señor natural porque tan bien ellos, como aquellos cuyo linaje descienden, nascieron e fueron raygados e son en la tierra onde es él señor» (IV, 24, 2); «Los señores deuen amar todos sus naturales por el debdo de la naturaleza que han con ellos […] E a la tierra han gran debdo de amarla e de acrecestarla e morir por ella si menester fuere» (IV, 24, 3) (citas tomadas de CORDE). 189. Don Juan Manuel, Libro de los estados: «asi commo los naturales son tenidos de guardar al su sennor natural asi commo los vasallos, et avn mas que los vasallos, por la naturaleza que an con el, asi los sennores deuen guardar a los sus naturales tanto commo a los vasallos […]. Et la razon por que los omnes son naturales de los sennores es por [que] ellos et los donde ellos vienen son poblados et visquieron en su heredat. Et por que segund dizen todos los sabios que el luengo vso torna en naturaleza, por ende los que de luengo tiempo nasçieron et viuieron et murieron en vn sennorio, et no saben de otro, es le[s] ya naturaleza. Et por que la naturaleza es tan fuerte cosa que se non puede desfazer, por ende tienen que el mayor deudo que es entre los omnes que es la naturaleza», cfr. J. M. Blecua (ed.), Don Juan Manuel, Obras completas, vol. I, Madrid, Gredos, Madrid, 1981, p. 379. 190. Vid. a este propósito las palabras de D. Catalán, España en su historiografía…, cit., p. 37: «La concepción unitaria del solar “España” hacía posible extender a ese territorio políticamente plural el concepto de “naturaleza” y, en consecuencia, defender la existencia de lazos naturales, indisolubles, entre los naturales de sus varios reinos». 191. R. B. Tate, Ensayos sobre la historiografía peninsular del siglo XV, Madrid, Gredos, 1970, p. 55. 192. D. Catalán, «España en su historiografía: de objeto a sujeto de la historia», en R. Menéndez Pidal, Los españoles en la historia, Madrid, Espasa-Calpe, 1987 (p. 37). Según afirma D. Catalán («España en su historiografía…», cit., pp. 30-35), en la historiografía árabe sobre al-Ándalus existe ya un precedente de la concepción del vínculo de solar y de «naturaleza» de los varios pueblos y linajes que habitan en un mismo lugar (vid. también D. Catalán, Crónica del moro Rasis, «Fuentes Cronísticas de la Historia de España» III, Madrid, Seminario Menéndez Pidal / Gredos, 1975, pp. xxix-xxx, xc, ci). 193. J. P. Jardin, «El modelo alfonsí ante la revolución Trastámara. Los sumarios de crónicas generales en el siglo xv», en G. Martin (ed.), La Historia alfonsí: el modelo y sus destinos, Madrid, Casa de Velázquez, 2000, pp. 141-156. 194. J. P. Jardin, «El modelo…», cit., p. 145. 195. En este grupo de sumarios de crónicas del siglo xv también pueden mencionarse otros textos como la Suma de crónicas de Pablo García de Santa María (1416-1418), el Repertorio de los Príncipes de España de Pedro de Escavias (1467-1470), Suma de las Crónicas de España de Alfonso de Madrid (anterior a 1484), Suma anónima dedicada al rey de Nápoles (c. 1493), Suma breve de todos los reyes que ha avido en León y Castilla…, de Sancho de Segorbe (1497). 196. Sumario de los Reyes de España…, cit., E. Llaguno Almírola (ed.), Madrid, 1781; vid. la nueva edición de J. P. Jardin, La Suma de Reyes du grand dépensier de la reine Aliénor d’Aragon [en línea], Lyon, ENS LSH, 2006, http://w4.ens-lsh.fr/e-textes. 197. J. P. Jardin, «Écriture et réécriture de l’histoire à l’époque des Trastamare: de la chronique au résumé», Cahiers d‘études hispaniques médiévales, 29, 2006, pp. 83-101. 198. «Estos son los Reyes que ovo en Castilla e León desde el año de la Era de César de 752 años, que conquisieron los Moros las Españas en tiempo del Rey Don Rodrigo, que fue el postrimer Rey de los Godos: é los Reyes que fueron desde el Rey Don Pelayo fijo del Duque Don Favila, que fue el primero Rey que regnó estonce Asturias, fasta que nuestro señor

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Rey don Enrique, fijo del Rey Don Juan e de la señora Reína Doña Leonor su muger, regnó en Castilla e en León, fueron cuarenta Reyes», Sumario de los Reyes de España, p. 1. 199. «Primeramente regnó este Rey Don Pelayo, fijo del Duque Don Favila […] años, el qual rey Don Pelayo venía del linage de los Godos»; «E este rey [Alfonso I el Católico] fue muy brabo contra los Moros, e venía del linage de los Godos del noble Rey Recaredo», Sumario de los Reyes de España, p. 2. 200. J. P. Jardin, La Suma de Reyes…, cit. No obstante, aunque el texto original era claramente favorable a la dinastía de los Trastámara, mediante refundiciones y actualizaciones, se acabará convirtiendo en uno de los pilares de la propaganda de la familia Castilla, esto es, de los descendientes de Pedro I. 201. «Propuse e comedí de copilar los más reyes así godos como españoles e castellanos que yo pudiese alcançar e saber, e so el más compendio breve que a mí posible fuese, e segunt las corónicas que alcançar pudiese, tomando d’ellas las conclusiones de los fechos que en los tienpos pasados contesçieron, por que aquellos que por estenso pasadas e leídas las ayan, so breves menbranças puedan memorar los más de los fechos en ellas contenidos tocantes a los fechos d’España», apud A. Martínez de Toledo, Atalaya de las Crónicas, J. B. Larkin (ed.), Madison, HSMS, 1983. 202. Tal extensión original se da en todos los manuscritos de la Atalaya, salvo el manuscrito L que añadió el fin de reinado de Enrique III y los primeros años del reinado de Juan II (I. Bombín, La Atalaya de las Crónicas del Arcipreste de Talavera: Edición crítica de parte del texto con un estudio introductorio y vocabulario [en línea], Tesis doctoral, 1976, http://digitalcommons.mcmaster.ca/opendissertations/3710, p. 37. 203. A. I. Carrasco Manchado, Isabel I de Castilla y la sombra de la ilegitimidad. Propaganda y representación en el conflicto sucesorio (1474-1482), Madrid, Sílex Ediciones, 2006. 204. (Dedicatoria, sin foliación) D. de Valera, La Chrónica de España abreuiada por mandado de la muy poderosa señora doña Ysabel reyna de Castilla, 1482. 205. «So la nación de España se cuentan la Francia gótica, que Lenguadoc, Narbona, Tolosa y toda su provincia, y los reinos de Castilla, León, Aragón, Navarra, Granada y de Portugal, en que escrive Isidoro en la X de las Etimologías que son seis provincias principales; es a saber: Tarragona, Denia Cartagena, Lusitania, que Estremadura llamamos, Bética, que Andaluzía se llama, y Galizia», Chrónica, fol. XI v. 206. «Muchos tienen que este rey don Pelayo se llamó rey de Asturias y después rey de León, y yerran en ello, que desde que fue tomado por rey siempre se llamó rey de España, y ovo muy gran razón para ello: lo uno porque fue elegido por rey de diversas gentes de todas las ciudades y villas que los moros ganaron en las Españas; como quiera que posseyesse poca parte d’ellas pertenecíale la propriedad por la eleción a él hecha. Y assí después d’él se llamó su hijo don Favila, y assí lo hizo don Alonso el Católico como parece por los privillegios suyos que dio en algunos monesterios d’este reino», Chrónica, fol. XXXIII v. 207. C. Moya García, Edición y estudio de «La Valeriana» («Crónica abreviada de España» de Mosén Diego de Valera), Madrid, Fundación Universitaria Española, 2009. 208. R. B. Tate, Ensayos sobre la historiografía peninsular del siglo XV, Madrid, Gredos, 1970, p. 56. 209. A. de Cartagena, Regum Hispanorum, Romanorum Imperatorum, Summorum Pontificum, necnon Regum Francorum Anacephalaeosis, ex bibliotheca clarissimi viri domini Roberti Beli Angli, Francofurti et Moenum, 1529. 210. Para los problemas relativos a la génesis y las fases de elaboración de la Anacephaleosis, vid. L. Fernández Gallardo, «La obra historiográfica de dos conversos ilustres, don Pablo de Santa María y don Alonso de Cartagena», Espacio, Tiempo y Forma, Serie III, H.ª

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Medieval, vol. 6, 1993, pp. 249-286; Alonso de Cartagena: Iglesia, política y cultura en la Castilla del s. XV, tesis doctoral inédita, 1998, pp. 1.662 y ss.; «Idea de historia y proyecto iconográfico», Anuario de Estudios Medievales, 40/1, enero-junio, 2010, pp. 317-353. 211. Se ha aducido también como posible causa las malas relaciones entre Juan II y su hijo Enrique, quien al ascender al reino transformó parte de la política paterna. Podría ser esto la causa de la desvinculación de Alfonso de Cartagena de la escena política en los últimos años de su vida (R. B. Tate, Ensayos sobre la historiografía…, cit., p. 66). 212. L. Fernández Gallardo, «La obra historiográfica...», cit., pp. 270-271. 213. L. Suárez Fernández, «La cuestión de los derechos castellanos a la conquista de Canarias y el conflicto de Basilea», Anuario de estudios Atlánticos, IX, 1963, pp. 11-21. 214. A. de Cartagena, Proposición que el muy reverendo Padre Don Alfonso de Cartagena…, M. Penna (ed.), Prosistas castellanos del Siglo XV, I, Biblioteca de Autores Españoles, t. CXVI, 1959, pp. 205-233. 215. A. de Cartagena, Allegationes… super conquesta Insularum Canariae contra Portugalenses anno Domini 1435. 216. Vid., por ejemplo, esta datación para el reinado de Sancho IV: «Sancivs quartus, filius Alphonsi decimi, coepit reganare anno Domini millesimo ducentesimo octogesimo quarto, regni Hispaniae octingentesimo sexagesimo, & ab eius reparatione quadringentesimo secundo, & ab vltima vnione regnorum quinquagesimo quinto, & regnauit annis vndecim», Anacephaleosis, cit., p. 655. 217. Otro de los aspectos más importantes de la Anacephaleosis es la nueva visión que sobre la función de la disciplina histórica aporta Alfonso de Cartagena a la historiografía castellana medieval. Por vez primera se rompe con la tópica tradición del valor de la escritura como medio para la preservación y comunicación de la historia; Alfonso renueva esta antigua concepción al plantearse desde un punto de vista filosófico el lugar que ocupa la Historia como acto de conocimiento entre las demás ciencias. Este hecho está, quizá, relacionado con las actividades del obispo en Italia y las relaciones que estableció con humanistas de la talla de Leonardo Bruni. Este cambio de orientación hacia el Humanismo no va a alcanzar, sin embargo, consecuencias definitivas, al no romper el obispo de Burgos con la escritura tradicional de la Historia. Para estas cuestiones, vid. L. Fernández Gallardo, «La obra historiográfica…», cit., pp. 272-273; «Idea de la historia…», cit., pp. 321-327; Alonso de Cartagena…, cit., pp. 1699 y ss. 218. L. Fernández Gallardo, «La obra historiográfica…», cit., p. 276. 219. Anacephaleosis, cit., p. 613. 220. Para comprender cómo el obispo de Burgos concebía la España presente es fundamental reparar en el modo en que articula esta actualización geográfica: «Illam igitur quae Tarraconsis dicebatur, Catalonia vocamus. Carthaginensis […] Valentiae & Murciae consistunt. Lusitania continet partem Portugalliae quae intra Tagum & Guadianam, necnon etiam particulam illam quae citra Tagum & vltra Dorium est, aliasque huis regni terras quas Extremaduram dicimus. Gallecia vero in suo nomine durat. Sed sub Gallaciae nomine etiam pars Portugalliae inteligenda est, quae intra Dorium & Minium consistit. Baetica vero Vandalia est, que Andaluziam dicimus […] Tingitania autem est in Aphricae parte […] Alias vero terras in Hispania hodie diuersis nominibus nominamus […] Castella & Nauarra cum Carthaginensi, Legionensis pars cum Gallecia, Toletana & Conchensis cum Lusitania, quae simul cum Baetica quam Andaluziam & Granatam dicimus […] Tigitaniam quae vltra mare Mediterraneum est, licet in Asia [sic] sita sit, intra Hispaniae partis contineri», Anacephaleosis, cit., p. 614. 221. L. Fernández Gallardo, «La obra historiográfica…», cit., pp. 11-21. La disputa ya se había iniciado durante el siglo anterior, cuando en 1344 el papa Clemente VI concede a don Luis de la Cerda el derecho a la conquista de las Canarias; comienza entonces una dis-

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puta por las islas entre Portugal y Castilla, ya que ambos países consideraban que las Canarias caían dentro de sus respectivas áreas de conquista. Pero no es hasta el siglo posterior, desde 1424, cuando Fernando de Castro auspiciado por Enrique, el Navegante, acomete las primeras expediciones para ocupar Gran Canaria. 222. L. Suárez Fernández («La cuestión de los derechos…», cit., pp. 18-19) aduce algunos argumentos que dan a entender que las Allegationes quizá no fueron pronunciadas por el obispo de Burgos durante el concilio de Basilea y concluye: «Mientras no haya ningún testimonio en contrario, la conclusión es obligada: las Allegationes se redactaron con objeto de que sirvieran de memorándum a Luis Álvarez de Paz para sus trabajos diplomáticos en Bolonia». 223. R. B. Tate, Ensayos sobre la historiografía…, cit., pp. 63-64. Vid. también L. Suárez Fernández, «La cuestión de los derechos…», cit., pp. 11-21. 224. Anacephaleosis, cit., p. 615. Alfonso aprovecha este punto para introducir al lector en la historia prehispánica del pueblo godo al recordarnos: «A Tubalo quinto filio alii descenderunt Hispani. A Magotho secundo filio Scythae, Gothi, Vandali, Sueui & Alani […]». 225. «Cum autem haec omnia Hercules aliis in orbis partibus expleuisset, ab Aphrica in Hispanias transiit. Audierat enim Geryonem Hispaniae principem potentiae suae robori plus debito ninentem, erga Hispanos tyrannice se habere. Aduentum vero audientes Hispani nimium laetati sunt, sperantes manu Herculis a Geryonis tyrannide liberari, quod & factum est […] Hercules itaque occisis Geryone & Caco […] ad Graeciam reuertus est, dimittensque nepotem suum qui Hispanus vocabatur, vt in Hispania regnaret […] Hic Hispanus est primus quem in Hispania regium titulum assumpsisse historiae narrant», ibíd., pp. 615-616. Algunos de los aspectos de esta historia pregótica están tomados de la Historia Gothica de Jiménez de Rada y algunos otros, como el hecho de que Hispán sea el primer ostentador de un título regio, provienen de la Crónica de 1344 (D. Catalán, cit., p. 41). De la Estoria de España de Alfonso X parece tomada la venida de Hércules como libertador de los habitantes de la Península de la tiranía de Gerión, al igual que la leyenda de Liberia y Pirro como continuadores de Hispán en el reino de España. 226. «Cuanto a la primera consideración es de acatar que en España, e aun en aquella parte de España que se llama Castilla, ovo reyes antes de la primera destrucción de Troya. Ca Hércoles, el grande, aquel que fue en la primera destruición de Troya en tiempo del rey Lamedón, ante del tiempo de Príamo, vino en España e ovo batalla [en campo] con Gerión, rey de España. E aun, más specialmente hablando, aquel Gerión era rey de Castilla, ca entonce él era rey de tres regnos, conviene saber: Lusitania, que agora llamamos Estremadura, e de Bética, que llaman el Andalusía e de Gallisia, qua aun oy tiene su nombre, las cuales todas son del señorío de mi señor el rey. E Ércoles venciólo e puso por rey a Ispán, del cual ovo nombre España; e esto es mucho antiguo […] E así, de Gerión, rey de España, o más propiamente fablando, rey de Castilla, que en aquella parte regnava que agora llamamos Castilla, fasta el día de oy, son pasados dos mill e seiscientos e tres años e aun más. E non dubdo que ante de aquel Gerión ovo otros reyes, aunque non sabemos sus nombres por la grande antigüedad. E así el regno de Castilla es de los más antiguos regnos de mundo. De la silla real de Inglaterra non se fallará sin dubda tamaña antigüedad», Proposición…, cit., pp. 212b-213a. 227. Estos hechos encuentran sus antecedentes en lo acaecido en el Concilio de Constanza y la búsqueda de Castilla de un lugar en aquella Europa de las «nationes». Vid. R. B. Tate, Ensayos sobre la historiografía…, cit., pp. 59-61; D. Catalán, Crónica de 1344…, cit., pp. 38-48; J. Valdeón, Las raíces medievales de España, Discurso leído el 9 de junio de 2002 en el Acto de su recepción pública en la Real Academia de la Historia, Madrid, 2002, pp. 63-65. 228. Según R. B. Tate (Ensayos sobre la historiografía…, cit., p. 68), a partir de este punto la Anacephaleosis refleja la tesis de que España se rebeló continuamente en vano contra

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los diversos invasores hasta la llegada de los godos, cuyos sucesores reinaron como reyes de España. 229. «Nam ante Herculem qui tempore Gedeonis iudicis Israel fuisse dicitur, Gothi Reges habuisse dicuntur», Anacephaleosis, cit., p. 617. 230. R. B. Tate, Ensayos sobre la historiografía…, cit., p. 73. Alfonso de Cartagena debió de resolver también la pugna por la antigüedad de la casa Goda con el obispo representante en Basilea del rey de Dinamarca, Suecia y Noruega, mediante el argumento del máximo grado de perfeccionamiento alcanzado por el pueblo godo con su establecimiento en España, frente al que el embajador aducía que no puede haber ninguna casa real que pueda hacerse descender más legítimamente de los godos que la de los reinos que ocupan su lugar de origen. R. B. Tate, Ensayos sobre la historiografía…, cit., pp. 72-73; L. Fernández Gallardo, «La obra historiográfica…», cit., p. 281. 231. Anacephaleosis, cit., p. 620. 232. L. Fernández Gallardo, «La obra historiográfica…», cit., pp. 281-282. 233. Anacephaleosis, cit., p. 621 y pp. 635-637. 234. «& cum eius tempore Hispani regni monarchia humillata est, Gothorum nomen apud Hispanos prorsus cessauit. Nam licet Hispaniae Reges a Rege illo [Rodericus] descenderant, titulum tamen Gothicum dimiserunt, aliis regiis titulis sunt insigniti […]», ibíd., p. 636. «Pelagivs post cladem coepit rebellare Agarenis, & principatum Hispaniae inter Christianos obtinere […] Ne tamẽ interruptionem ponamus, congruẽter dici potest. quod ex eo die quo Rodericus infoeliciter regum amisit, Pelagium nutu diuino in regno foeliciter subrogatum putemus», ibíd., p. 637. 235. «[Pelagius] Habet in scuto leonẽ depictum rubeum in campo albo, quae sunt arma Regũ Legionis, quia eius tẽpore cessauit in Hispania intitulatio Gothorum & arma eorum, & successit intitulatio a regno Legionis, quod forte fuit, quia prima ciuitas quam ab Arabibus occupauit, fuit Legio […] Continuantur autem haec arma in Regibus Legionis qui separatim in Legione regnauerunt: coniunguntur vero per castella scuti cum armis Castellae, quando regna mutata fuerunt», Anacephaleosis, cit., p. 637. «[…] ab Athanarico quem primum in arbore posuimos, vsque ad Rodericum inclusiue, fuit sub titulo regio Gothorum. Ideo illis depinximus arma Gothica quibus hodie vtuntur Reges Daciae, qui etiam intitularum Reges Gothorum. Demum post ingressum Arabum magna ex parte Hispania occupata, & regno ad angustos fines reducto, regnauit Pelagius qui de regio genere Gothico erat, sed nõ est intitulatus Rex Gothorum, assumpsit enim titulum a Legione, vel Asturiis, & vocatus est interdum Rex Legionis, aliquãdo Asturiarum. Ideo depinximus ei & succesoribus suis arma Legionis sola. Leonem videlicet rubeum in campo albo. Durante autem haec intitulatio absque eo quod in Castella aliquis Rex esset, vsque Sancium inclusiue, qui cum Rex Nauarrae esset», ibíd., p. 645. 236. «[…] [Fernadvs huius nominis tertius] […] Et quia in hac vnione renouata est quodam modo monarchia, & arma regia mixta fuerunt ex Castella & Legionibus, ideo incipimus ex ae quartam computationẽ annorum, vt legens scias, quo tempore incepit haec vnio, anno Domini mellesimo ducẽtesimo e tricesimo ſecundo, qui fuit annus regni Fernandi in Castella decimus sextus […]», ibíd., p. 653. Así, como apunta Fernández Gallardo (Alfonso de Cartagena…, cit., p. 1.683), «se pone de manifiesto el intenso sentimiento castellanista que inspira la Anacephaleosis, al erigirse uno de los hitos principales de la memoria histórica castellana en clave de referencia cronológica: la cronología puede devenir, de este modo, vehículo de exaltación del sentimiento nacional castellano». 237. R. B. Tate, Ensayos sobre la historiografía…, cit., p. 68. No obstante, Maravall había observado que más allá de postular una desaparición real del mito, se trata de algo ocasional debido al diferente enfoque de las crónicas particulares que se escriben durante este período, pues no atañe ya de manera directa a sus intereses y no hay, por tanto, motivos

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para exponer el programa de alcance general que supone «el programa del legado godo». No obstante, según años después sigue apuntando Tate, la tesis neogoda se borra por completo de la historia oficial entre los siglos xiii-xv, hasta que Alfonso de Cartagena la recupera en la Anacephaleosis ya en la segunda mitad del siglo xv (J. A. Maravall, El concepto de España en la Edad Media, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 19974, pp. 323-324. La primera edición de la obra es de 1954). 238. R. Sánchez Arévalo, Compendiosa Historia Hispanica, Roma, Ulrich Han, 1470. 239. El texto es el resultado de la ampliación del Libellus de situ et descriptione Hispaniae et de regibus et regnorum ortu et succesu ac de clarioribus bellis et gestis in ea (1463), un breviario de la historia de España. Una idea del carácter y la relación que existe entre ambos textos la da R. B. Tate, «Una apología de la monarquía», en Ensayos sobre la historiografía…, cit., pp. 105-122. 240. R. B. Tate, Ensayos sobre la historiografía…, cit., p. 93. 241. La idea se había originado con Petrarca y Boccaccio y llega a su máximo desarrollo en 1547 con L’Italia liberata da’ Goti de Giovanni Giorgio Trissino. G. G. Trissino, L’Italia liberata da’ Goti, G. Antonelli (ed.), Venecia, 1835. 242. Anacephaleosis, cit., pp. 616-617. 243. «Ca después que los españoles en tiempo de Santiago, o cerca d’él, recibieron la Fee nunca más se desviaron d’ella, ante pugnaron siempre por ella. Lo cual entiendo fablando en general: ca comoquier que bien es verdat que en tiempo del rey [Leovigildo, padre de] Recaredo e de algunos otros reis de los godos fueron algunos enfeccionados de la eregía arriana, pero los santos omes les enseñaron e retraxieron del error, e, en el tercero concilio de Toledo, fue del todo la arriana eregía destroída. Mas nunca universalmente desviaron de la Fee, ca aun en aquel tiempo en que más prevalecía aquella eregía, florecieron en España Sant Isidro, Sant Leandre, Sant Eugenio, Sant Elifonso e Juliano Pomer, e otros muy santos prelados e muy solepnes varones», Proposición…, cit., p. 229b. 244. R. B. Tate, Ensayos sobre la historiografía…, cit., p. 95. 245. «Sed ex ĩdustria alios reges propiis noĩbus apellãt. ueluti regẽ Aragonũ & Portugalie : & Nauarre : atque Portugalie : Solum autẽ regẽ Castelle uocãt Hispanie regẽ», Compendiosa…, cit., f. 26v (Biblioteca de la Universidad de Uppsala, Ink. 35b: 352). 246. La tradición, a través de la Historia Gothica de Jiménez de Rada, había hecho de Gerión jefe de los primitivos hispani, Alfonso de Cartagena lo había convertido en rey, y aun se atrevía a afirmar que hubo de haber reyes anteriores a él de los que no quedó constancia. 247. Así, se dice de Alfonso VI que destruye las termas y prohíbe todos los placeres que debilitan el espíritu, o incluso el propio Enrique IV (dedicatario de la obra) se presenta como un resumen de las virtudes masculinas (a pesar de las evidencias históricas), del que se afirma que huye del vino y del jabón. 248. «Nec aliter de rebus Hispanicis dici potest nam & Persarum : Grecorum : & Romanorum gesta licet amplissima fuerint : uerum aliquanto forsan inferiora q̄ fama ferantur. Se quia magna ſcriptorum ingenia ea lustrarunt per orbem terrarũ pro maximus celebrata sunt. Hispanica tamen gẽs nunq. habuit talem copiam ſcriptorum : quia pauci ingenium sine corpore excercebant : & quilibet optimus uir potius uolebat facere q. dicere Cupiebatq. amplius sua benefacta laudar q. ipse aliorum benefacta narrare. Ceterum nonnulli Hispanas res legere dedignantur : eo ut puto errore ducti : nonnulli bonarum partium ac rerum inexperti : q. in angulo mundi ut aiunt : Hispania sita esse : contentdunt atq. extra orbem posita : ut eorum uerbis utar ab orbis gloria aliena uideatur : lõge aliter sapientes cosmographi sensere : qui orbem descripturi : ab Hispania tanquam a principali orbis porta incepere», Compendiosa…, cit., f. 1v. 249. Vid. Mela, Plinio, Justino, Ptolomeo, Solino, Polibio, Heródoto o Estrabón. R. B. Tate, Ensayos sobre la historiografía…, cit., p. 81.

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250. Según R. B. Tate (Ensayos sobre la historiografía…, cit., p. 83), la utilización real que Arévalo hace de las fuentes mencionadas resulta un tanto desorientadora, puesto que no se halla en el texto referencia específica a Plinio, solo hay una mención de Solino y no figuran citas textuales de Ptolomeo o Mela; sin embargo, a Justino se le cita en repetidas ocasiones. 251. Ibíd., pp. 82-85. 252. Ibíd., p. 85. 253. Vid. en este sentido, por ejemplo, las leyendas del hallazgo del rey Wamba, el regreso de Ramiro I o el ejemplo de las nefastas consecuencias de la envidia del rey en el caso de Bernardo del Carpio (R. B. Tate, Ensayos sobre la historiografía…, cit., p. 88). 254. Destacan los ejemplos de Alfonso X, al que, si por un lado le son reconocidas sus acciones militares, se le responsabiliza del trágico final de su reinado debido a las actitudes presuntuosas que mantuvo; o de su hijo Sancho, a quien, si se le reconoce buena labor de ordenancista, se le reprocha el hecho de haberse enfrentado a su padre y usurparle el reino, lo que le hará sufrir la catástrofe al final de su reinado (R. B. Tate, Ensayos sobre la historiografía…, cit., pp. 88-89). 255. Un claro ejemplo del uso de estos relatos es la inserción de leyendas en torno al rey Pedro I. Si bien Arévalo presta atención a la narración de Ayala, de quien toma un considerable número de fechorías llevadas a cabo por el rey, incluye también cierto número de anécdotas y relatos totalmente inventados (quizá provenientes de romances concebidos como propaganda Trastámara), como son la conversación mantenida en el lecho de muerte de Alfonso XI; las profecías sobre la ruina de Castilla y la muerte de Pedro I a manos de su hermano; la leyenda del cinturón embrujado que don Pedro regala a su primera esposa; acusaciones sobre la homosexualidad del rey, etc. (R. B. Tate, Ensayos sobre la historiografía…, cit., pp. 89-90). 256. Para R. B. Tate (Ensayos sobre la historiografía…, cit., p. 91), «las decisiones políticas, aunque están concebidas para salir al encuentro de las necesidades del momento, son juzgadas por él [Arévalo] a la luz de motivos trascendentales. Se supone que un rey visigodo del siglo vii es capaz de responder a los mismos principios éticos que los monarcas castellanos del xv, siendo consideradas las acciones de ambos como orientación significativa para los futuros gobernantes de la Península». 257. Así, los reyes asturianos y leoneses son encumbrados como héroes que se enfrentan al moro invasor; mientras que son condenadas las figuras de los reyes pecadores, sacrílegos, impíos y de los que mantienen relaciones con paganos (por ejemplo, Rodrigo, Mauregato y Silo). 258. R. B. Tate, Ensayos sobre la historiografía…, cit., pp. 99-100. 259. Como estudio de conjunto sobre la historiografía aragonesa entre 1369 y 1499, vid. S. Hirel-Wouts, Les origines del royaume…, cit. Para una sucinta visión de la concepción que de España se tiene en la cronística y en algunos documentos diplomáticos aragoneses, vid. E. Sarasa Sánchez, «España en las crónicas de la Corona de Aragón en la Edad Media (siglos xii-xv)», Norba. Revista de Historia, 19, 2006, pp. 95-103. 260. E. Sarasa Sánchez, «España en las crónicas…», cit., pp. 96 y ss. Vid. las referencias a España como conjunto de reinos en documentos de Alfonso II de Aragón (A. I. Sánchez Casabón, Alfonso II rey de Aragón, Conde de Barcelona y Marqués de Provenza. Documentos [1162-1196], Zaragoza, 1995); igualmente vid., entre otros, los testimonios que al respecto se hallan en la Crónica de San Juan de la Peña, el Llibre dels fets de Jaime I, la Crónica de Ramón Muntaner o la Crónica de Pedro el Ceremonioso. 261. El humanista italiano dice así sobre España en el primer libro de la Crónica: «Así España, cuyas regiones y comarcas, más que las ciudades, han elegido sus nombres, no está dividida tanto en cinco reinos cuanto presta obediencia a cinco reyes, el de Castilla, Aragón,

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Portugal, Navarra y Granada», L. Valla, Historia de Fernando de Aragón, S. López Moreda (ed.), Madrid, Clásicos latinos medievales y renacentistas, 2002, p. 82. 262. «Car si bé comemoran les passades histories, Spanya ab tot que sia provincia en la regió d’Europa la plus darrera, e abundosa de tot lo que per a la vida humana és necessari, circüida a las tres parts e closa dela mar (la una part afronta ab la Ytàlia, l’altra ab la Àfrica, l’altra circüida de la mar Occeana on és Finisterra, e hon Èrcules hedificà les sues colopnes nomenades Gades), l’altra part sia cenyda dels Montes Pirineos […] hi en la Espayna hi aga insignes coses, axí de or e argent e cavalls que la fan singular […]», A. Beccadelli, el Panormita, Dels fets et dits del gran rey Alfonso, versión catalana del siglo xv de Jordi de Centelles, al cuidado de E. Durán, Barcelona, 1990, p. 72. 263. P. M. Carbonell, Cròniques d’Espanya, ed. crítica de A. Alcoberro, 2 vols., Barcelona, Barcino, 1997, vol. I, p. 154. 264. Al afirmar, por ejemplo, que los monarcas castellanos eran los únicos que podían reclamar el título de reyes de España, como descendientes más directos de los godos, y que los restantes reyes y príncipes peninsulares o procedían de ellos o les habían estado sujetos por algún tipo de vínculo de dependencia; además, se argumentaba que Castilla era el territorio más extenso de la Península y en el proceso de reconquista había tenido el papel preponderante. Todo ello convertía a estas crónicas generales en crónicas del reino de Castilla. 265. B. Cuart Moner, «La larga marcha…», cit., p. 69. 266. Sobre las polémicas cuestiones en torno a su nombramiento, fechas, funciones y cargos, vid. M. Á. Pallarés Jiménez, «La Crónica de Aragón, de Gauberto Fabricio de Vagad, una cuestión de estado. Sobre el encargo de su redacción y de los problemas para ser impresa», Humanismo y literatura en tiempos de Juan del Encina, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1999, pp. 409-422. 267. G. F. Vagad, Corónica de Aragón, C. Orcástegui Gros (ed.), Zaragoza, Cortes de Aragón, 1996 (edición facsímil de la edición princeps). 268. Aunque hay referencias al reinado de Federico de Nápoles, lo que nos lleva hasta 1497 o más tarde (R. B. Tate, Ensayos sobre la historiografía…, cit., p. 268). 269. Sobre la fecha y posibles fases de redacción de la Corónica, vid. S. Hirel-Wouts, Les origines del royaume…, cit., vol. III, pp. 33-36. 270. C. Lisón Tolosana, «Vagad o la identidad aragonesa en el siglo xv. (Antropología social e Historia)», Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 25, 1984, p. 105. Según Lisón Tolosana, Vagad maneja libremente una veintena de crónicas, algunos instrumentos públicos y otros documentos. Las crónicas de Aragón, San Victorián, Poblet, Pedro IV, el Flos mundi y la obra de Pere Tomic son quizá los textos a los que Vagad da preferencia. 271. S. Hirel-Wouts, Les origines del royaume…, cit., vol. III, pp. 78 y ss. 272. «Sepan pues, sepan los grandes sabidores y todos los varones discretos que de esclarecida razón y virtud se acompañan, que por auto público reconozco, siento y otorgo ser tan obligado a esta nuestra excellente y madre tan bien aventurada Hespaña que siquier con la dulçura de aquella tan poca leche que por mis beços derramó, soy contento y siempre me plaze de le pagar en parte alguna no la deuda, que es tan grande, mas el deseo, que es mucho mayor, de le ser agradecido», Corónica…, cit., f. 4v. 273. Así lo hace notar ya desde el primer prólogo: «[…] y el suelo de Hespaña es más virtuoso, más fértil y noble, más salado y más sabroso que el de Francia y de Italia. Parece la prueva fasta en el sabor de las carnes, que mucho más dulces son acá en nuestra Hespaña que no son allá […] mejor los cabritos que las perdices de allá, mejor los conejos que las gallinas cuasi de allá, mejor los terneros: y los de Çaragoça ende más […] fasta las armas toman otro lustre y color y saben mucho más saladas en passar por los ríos de Hespaña que de otras provincias. El Marcial, que fue de Bílbilis, que es hoy Calatayud, assí lo canta en sus versos,

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ca dize que en passar las armas por el agua del Xalón salen más finas, más sal[a]das y fermosas, como por obra hoy p[a]rece, que por esso van hoy por el mundo tantos y tan bien guarnecidos capacetes de Calatayud», Corónica…, cit., ff. 5v y 6r. 274. «Los príncipes tan altos y antigos, tan sabios y famosos de Hespaña que antes que hoviesse turcos, antes que sonasse César ni Alixandre ya por inmortal fama arreavan toda la Europa. Que nuestro pujante y magnánimo Hespero que sojuzgó primero la Italia y Hesperia, como a Hespaña de su nombre llamó, antes pobló y rigió la tierra de Roma que Roma rigiesse ni mandasse el Imperio, antes mucho que Alixandre naciesse ni el Hércoles tanto sonasse […] pues el sapientíssimo dador e inventor de nobles leyes, nuestro tan alto y esclarecido rey don Abides, nieto del rey Gargorio, ¿no alumbró primero la Europa?, ¿no puso en orden y assentó en policia las siete famosas ciudades de Hespaña? […] y antes que Ligurgo y Solón diessen leyes. Antes, por cierto, que ni sonassen las grandes escuelas de Atenas, ni fuessen nacidos Platón y Aristótiles, ni aún fuessen echados los fundamientos de Roma, pues nuestro tan sabio, tan famoso y magnánimo Atlante, ¿no suplió en el saber y en la virtud del gran Hércoles?, ¿no fue su maestro y enseñador verdadero?», Corónica, f. 3v. 275. «Hércoles el Tebano, fijo de Júpiter y de Alcmena […] Dizen que fue vencedor de la Hespaña, y fuera más justo llamarle robador de lo ageno y desonesto ladrón de ganados que no vencedor, ca no por la gloria que del vencimiento esperaba passó en essas islas el Hércoles, como dize Justino, mas por infame y desordenada codicia del robo, por levarse aquel rico ganado que tenía Gerión en las islas, que dava tan rica la lana que por de oro la estimavan, y a la fama del tan grande despojo vino desde Grecia por le robar y poner en su nave, como corsario y público ladrón reprochado […] que d’esto se preciaron entonce los griegos, de llamar conquistadores famosos y emprendedores de fazañas muy grandes a los públicos malfechores y ladrones infames», Corónica…, cit., f. 14v. 276. «Ca por solo vencer [Hércules] al rey Gerión, que nunca fue rey de Hespaña, mas de solas tres islas: Mallorcas, Menorcas y otra de por ahí, que así lo atestiguan y el Servio y Justino y Rabano y Bocacio», ibíd., cit., f. 14v. 277. «Y acá nuestros escriptores, no por cierto tan propios escriptores cuan borradores de la fama y verdad del hestoria y perjudicadores de honra de Hespaña, comiençan en él [Hércules] como en rey primero de Hespaña, comiençan en un estrangero y dexan al natural, dexan al rey Hespero, rey tan excellente de Hespaña, que de su nombre se dixo Hesperia la Hespaña, según Johán Tortellio de Arecio en su Cosmografía lo pone, de quien también se dixieron Hespérides las tres infantes sus fijas […] que rey cierto de Hespaña fue y rey más fazañoso y antigo que nunca fue el Hércoles más antigo en aquesto, en que las infantes sus fijas concurrieron con Hércoles; y más fazañoso después, en que solo él sojuzgó la Italia», Corónica, ff. 13v y 14r. 278. «Del alto rey Atlas, rey y príncipe nuestro, Atalante digo que fue fijo de Libia, que dio nombre fasta el África y fue el más sonado de los Atalantes, como el Tortellio averigua, inventor otrosí de la misma astrología, como el Plinio lo reza, y el más aventajado en fin de todos los tres Atalantes que el Servio recuenta, bien que otros autores cuatro fallo que ponen, y ponen por más excellente al que fue de nuestra Hespaña […] y el cuarto el de nuestra Hespaña, llamado por los más el Mauro, que el más famoso de todos fue, porque del tomó nombre aquel tan crecido monte […] y llamáronle Mauro los más porque reinó en la Mauretania, cuya cabeça, que Tánger fue, por de Hespaña se cuenta, y por ende [lo] passan más por nuestro que por africano, porque fue Tánger y su tierra la sexta parte de Hespaña, llamada por muchos y sabidos autores la Tingitania parte de aquella, porque no solo fue de antes posseída por hespañoles y por godos nuestros, mas lo es aún hoy por los reyes de Hespaña», Corónica…, cit., ff. 14r-14v. 279. C. Lisón Tolosana, «Vagad o la identidad aragonesa…», cit., p. 103.

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280. Ibíd., p. 124, y S. Hirel-Wouts, Les origines del royaume…, cit., vol. III, p. 81. 281. «[…] escogieron juntamente y de un golpe mismo al magnánimo varón don Garci Ximénez […] y al oficial que llamaron después Justicia de Aragón, para ser como tercero entre los del reino y su rey, y entre el rey y los del reino, que no podiesse por sí mismo regir, mas según las leyes por el rey y el reino ordenadas, que el poder de fazer leyes en el rey y reino quedó», Corónica…, cit., f. IIIr. 282. C. Lisón Tolosana, «Vagad o la identidad aragonesa…», cit., p. 119. «Y por esto, este regimiento de Aragón es el más real, el más noble y mejor que todos los otros, y el rey que assí rige, es rey más entero que todos los otros, porque es más conforme, libre y mejor y más allegado a virtud, razón, justicia y policia que los otros, porque el rey sin el reino, ni el reino sin el rey, pueden propiamente fazer abto de corte, ni alterar lo assentado una vez, mas todos juntamente han de concurrir en fazer de nuevo leyes y proveer cerca del bien y regimiento de todos», Corónica…, cit., f. IIIr. 283. «Y haí [en los Pirineos] se salvaron dos grandes estados: el de el magnánimo rey tan godo, que llamaron don Garci Ximénez, que fue levantado en rey de los nuestros, y de Sinofre, prefecto de Catalueña, de quien descienden los illustres condes de Barcelona; […] que tenían acordado de levantar alguno por rey de los principales d’essos nobles varones godos que havían entre ellos quedado […]; […] escogieron juntamente y de un golpe mismo al magnánimo varón don Garci Ximénez, godo real y de sangre de reyes godos venido», Corónica…, cit., ff. IIr, IIv y IIIr, respectivamente. Sobre el carácter godo genuino de los reyes de Aragón, S. Hirel-Wouts, Les origines del royaume…, cit. vol. III, pp. 145-147. 284. «Tres estados illustres, memorables y fazañosos fallo yo que se levantaron en nuestras Españas después del perdimiento de aquellas, por tres grandes y famosos caudillos cristianos, los dos reyes y el uno capitán o prefecto. El primero fue por el magnánimo y siempre vencedor venturoso el rey don Garci Ximénez en los montes Perineos […] El segundo por el infante don Pelayo en las Asturias de Oviedo y el tercero por el prefecto don Sinofre también en los Perineos, en las montañas de Catalueña. Los dos primeros dieron principio, el uno a los antiguos reinos de Sobrarbe, Ribagorça y Aragón; y el otro a los reinos de León, de Galizia y de Castilla, y el postrimero a la prefectura o governación del principadgo de Catalueña», Corónica…, cit., f. LIIIr. Otros de los mecanismos utilizados por Vagad para poner de manifiesto la supremacía aragonesa es exaltando cualquier aspecto de los aragoneses frente a los castellanos. Esto parece hallar justificación en un momento en que la unión de Castilla y Aragón había propiciado que el antagonismo entre ambos reinos sobrepasara el estado latente. 285. S. Hirel-Wouts, Les origines del royaume…, cit., vol. III, pp. 123-124. 286. S. Hirel-Wouts, Les origines del royaume…, cit., pp. 124-126; sobre el anticastellanismo de Vagad, ibíd., pp. 141-147. 287. Véanse las páginas dedicadas más arriba a Alfonso de Cartagena. 288. En palabras de Lisón Tolosana, «las antiguas crónicas, sus detalles, números y anécdotas, signos, milagros y visiones, las tradiciones y leyendas –aún las más inverosímiles– que recopilan, son objetivas y verdaderas siempre que entonen las glorias de Aragón y las hazañas de sus hombres […] Vagad no inventa maliciosamente; todo el material básico lo encuentra en las viejas crónicas; lee, cree, embellece y magnifica siempre que el relato sea congruente con su visión aragonesista de la historia; no es que cante en discordia con los cronistas antepasados o contemporáneos igualmente crédulos, sino que su ensordecedora y machacona voz anula a las demás; es cuestión de grado, supremo en el fraile del Císter. En todo caso, dio a su tiempo y pueblo (élite) lo que este esperaba y deseaba», C. Lisón Tolosana, «Vagad o la identidad aragonesa…», cit., pp. 107-108. 289. P. Tomich, Històries e conquestes dels excellentisims Reys de Aragó… Any 1534, ed. facsímil, Valencia, Anubar, 1970; P. Tomich, Històries e conquestes del realme d’Aragó e

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principat de Catalunya, introducción, transcripción, notas e índice al cuidado de J. Iborra, prólogo de A. Hauf, Catarroja / Barcelona, Editorial Afers, 2009. 290. Vid. S. Hirel-Wouts, Les origines del royaume…, cit., vol. II, pp. 44-47. Para la biografía de Tomic, vid. X. Pedrals, «Pere Tomich: historiografia i politica entre el mundo medieval i l’humanisme», L’avenç, 165, 1992, pp. 22-27; X. Pedrals, Pere Tomich. Històries i llegendes, el passat segons la noblesa, Bagà, Associació medieval de Bagà, 1998. 291. S. Hirel-Wouts, Les origines del royaume…, cit., vol. II, p. 47; A. Hauf, «Més sobre la intencionalitat dels textos historiogràfics catalans medievals», Medieval and Renaissance Studies in homour of Robert Brian Tate, Oxford, Dolphin Book Co, 1986, pp. 47-62. 292. Al que se cita en varias ocasiones de manera explícita como «lo grand Archabisbe Toledà que molt traballa en scriure veritat deles històrias espanyolas», Històries (1534), cap. V, p. 19; «e reconta lo el Archabisbe Toledà enles suas històries», ibíd., cap. VIII, p. 24; «Segons he trobat en les històries del gran Archabisbe Toledà que feu dels Reys e fets despanya», ibíd., cap. XI, p. 27, etc. 293. Ibíd., cap. IX, p. 26. 294. «Leuaren lur rey vn gran baro del linatge real dels Gots qui era appellat por son nom propi Pelagii», ibíd., cap. X, p. 26; «E los christians ab consell de aquells dos cauallers hagueren fet lur capità e senyor vn caualler qui era del linatge real dels Gots apellat Gracia [sic] Ximenez: e aquell rey fo axì bon caualler», ibíd., cap. XII, p. 29. 295. Ibíd., cap. L, p. 139. 296. Sobre la leyenda puede consultarse M. Coll i Allentorn, «La leyenda de Otger Cataló i els Nou Barons», Estudis Romànics I, 1947-1948, pp. 1-47. 297. «E aparria segons aquestes històries que los Cathalans no son exits dels Gots, ni de alans axì como alguns dien, per que vuy en aquests iorn la terra e les gents tenen lo nom que’l Emperador Carles dona», Històries (1534), cap. XXII, p. 47. 298. P. M. Carbonell, Cròniques d’Espanya, ed. crítica de A. Alcoberro, 2 vols., Barcelona, Barcino, 1997. 299. «Com en aquesta mia història mon intent no és estat, ni és, se serà de scriure altres gestes, sinó tan solament dels reys de Navarra, de Aragó e comtes de Barcelona; Lo meu intent desús posat en fer la present història, qui és tan solament dels reys gotths e dels reys de Aragó e dels comtes de Barcelona», apud A. Alcoberro, «Cròniques d’Espanya de Pere Miquel Carbonell: algunes claus per a la seva lectura», Recerques, 40, 2000, pp. 79-98. 300. A. Alcoberro, «Cròniques d’Espanya…», cit., p. 85. 301. «lo qual reverent arquebisbe, encara que es crega ésser stat bome de gran dignitat, devoció e probitat, e no del tot inerudit, no-res-menys, per manament de la edat en la qual scriví, no havent cognició de bons auctors e bones letres, fàcilment podia errar e poch saber en les històries dels antichs e elegants auctors, axí grechs com latins», apud A. Alcoberro, «Cròniques d’Espanya…», cit., p. 86. 302. «Per cert, fóra stat molt convenient [que Tomic] hagués nomenat lo auctor qui ho posa, car tals coses no·s ligen en historial algú approvat. Així pot passar com a cosa apòchrifa e de poca fe, majorment que flns al temps de Carolo Calvo emperador no legim aquests noms de catalans, sinó que dita província se nomena, en temps de Carles Maynes e de Loýs emperador, de Hespanya gòtthica», apud A. Alcoberro, «Cròniques d’Espanya…», cit., p. 87. 303. Cròniques d’Espanya, p. XXX. S. Hirel-Wouts (Les origines del royaume…, cit., vol. II, p. 52), por su parte, se muestra en desacuerdo con esta afirmación de Alcoberro, ya que en su opinión dicha oposición no sería tanto el fruto de un fenómeno cultural como de uno ideológico: el relato pronobiliario de Tomic ya no era aceptado en la mentalidad de finales del siglo xv y, por tanto, iba a verse severamente criticado.

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304. Ibíd. 305. M. Coll i Allentorn, Guifré el Pelós en la historiografia i en la llegenda, Barcelona, Institut d’Estudis Catalans, 1990. 306. J. Rubió i Balaguer, «Les versions catalanes de la llegenda del bon comte de Barcelona i de l’emperadriu d’Alemanya», Història i historiografia, Montserrat, Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 1987, pp. 268-316. 307. «E de tota la hystòria de Guiffré Pelós e de la comtessa de Flandes no se’n lig res auctèntich en la vida e gestes de l’emperador Loýs. Jatsia en alguns libres de hystòria o chròniques de Hespanya compostes per auctors no approvats es troben la dita hystòria de Guiffré e d’altres coses qui, com dit és, per no ésser scritesper auctors approvats, nos poden auctènticament asseverar. E per ço, com al dit misser Hierònim [Pau] e a mi par ésser coses apòcriphes, ne fa tal menció leixant-ho a la discreció dels legints qui creure-ho volran», apud A. Alcoberro, «Cròniques d’Espanya…», cit., pp. 87-88. 308. P. M. Carbonell, Cròniques d’Espanya, ed. crítica de A. Alcoberro, 2 vols., Barcelona, Barcino, 1997. 309. «Jatsia alguns hagen dit que la devia acabar descrivint-hi los actes fets per lo rey don Ferrando, fill del rey don Juan de gloriosa memòria, emperò lo predit misser Hierònym Pau, cosí meu, ha consellat lo contrari, ço és, que no componés sinó fins al rey don Juan inclusive, leixant-ho compondre als chronistes del rey don Ferrando, qui·n són bé pagats e yo forte no seré remunerat», apud A. Alcoberro, «Cròniques d’Espanya…», cit., p. 90. 310. R. B. Tate, Ensayos sobre la historiografía…, cit., pp. 284-285. A pesar de ello, las Cròniques son una importante fuente de documentación de tres sucesos contemporáneos: los conflictos sociales de Barcelona producidos desde 1452 hasta la reforma municipal de Fernando II; la guerra civil acaecida entre 1462 y 1472, y el atentado contra Fernando II, ocurrido en Barcelona el 7 de diciembre de 1492. Las Cròniques describen con detalle y realismo dichos acontecimientos, en especial todo lo referido al relato de la guerra civil. Utiliza para ello recuerdos y vivencias personales, pero también otras fuentes textuales diversas, especialmente, documentos de archivo, como la Concòrdia de Vilafranca y relaciones cronísticas como el Dietari de la Generalitat. 311. A. D. Smith, Nacionalismo y Modernidad, Madrid, Istmo, 2000, p. 150. 312. Ibíd., p. 38. 313. M. Ballester Rodríguez, «Sobre la génesis de una identidad nacional: España en los siglos xvi y xvii», Revista de Estudios Políticos (nueva época), Madrid, 2009, p. 151. Este artículo es un resumen del libro del mismo autor La identidad española en la Edad Moderna (1556-1665). Discursos, símbolos y mitos, Madrid, Tecnos, 2010. 314. D. Catalán, «España en su historiografía: de objeto a sujeto de la Historia», ensayo introductorio a R. Menéndez Pidal, Los españoles en la Historia, Madrid, Espasa-Calpe, 1982, pp. 12-13. 315. Ibíd., p. 15. 316. R. García Cárcel, El sueño de la nación indomable. Los mitos de la Guerra de Independencia, Madrid, Temas de Hoy, 2007, p. 233. 317. Cfr. A. Elorza, «Despierta España», La aventura de la Historia, 86, 2005, pp. 2029, y «El Dos de Mayo y la Nación», El País, 28 de abril de 2008. 318. B. de Riquer, «Sobre el lugar de los nacionalismos-regionalismos en la Historia contemporánea española», Historia Social, 7, 1990, esp. pp. 119-120 y 125. 319. A. Elorza, «Despierta España…», cit., pp. 20-22. 320. Realmente, para Álvarez Barrientos, La Guerra de la Independencia, de Cecilio López, solo en un sentido muy amplio puede ser considerada como obra histórica. Se trata, en realidad, de dos obras de teatro escritas hacia 1814, aunque publicadas en 1833, al estilo

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