El colegio de Cuenca a la luz de un plano de 1827

June 19, 2017 | Autor: A. Castro Santamaria | Categoría: Art History, Architectural History, History of Universities, Historia de la Arquitectura, Historia del Arte
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Descripción

El colegio de Cuenca a la luz de un plano de 1827* Mª Nieves Rupérez Almajano Ana Castro Santamaría Universidad de Salamanca

El proyecto encargado por la Universidad de Salamanca al prestigioso arquitecto Álvaro Siza para realizar la Biblioteca de Humanidades en el solar donde se ubicaban las llamadas pistas del Botánico, volvió a poner de actualidad, a comienzos del siglo XXI, el olvidado Colegio de Cuenca. Sus restos, junto con los del vecino convento de San Agustín, empezaron a aflorar con las primeras excavaciones arqueológicas de prospección, llevadas a cabo en dos campañas sucesivas, una en 1997-1998 y otra en 20011. Su presencia supuso no solo la renuncia a la construcción –al menos hasta la fecha–, sino también el abandono a su suerte de las ruinas descubiertas y, en último término, la paralización de las excavaciones que nos habrían permitido tener un conocimiento más preciso y de primera mano del edificio de ese Colegio Mayor levantado a lo largo de la Edad Moderna, que era, según las noticias que nos han llegado, una de las obras arquitectónicas más notables de la ciudad. Sirvieron, no obstante, para confirmar las reconstrucciones planimétricas que nosotras mismas habíamos realizado unos años antes a partir de la recopilación y análisis de una documentación muy dispersa2. La finalidad que nos proponemos en este artículo es dar a conocer e interpretar, en lo posible, un plano inédito del Colegio de Cuenca, cuyo interés radica en ser la única representación gráfica original que hasta el momento nos ha llegado. Pertenece a los fondos del Archivo de la Universidad de Salamanca y está catalogado con la signatura AUSa 3644/4. El dibujo, correspondiente a la planta del Colegio, ocupa la mitad de un pliego suelto con un tamaño aproximado de 43 x 31,5 cm y aparece identificado como: “Plan Geometrico del Edificio Colegio de Cuenca en qe se demuestra su cercado y entradas de dho. edificio y por las partes en qe se puede tapiar para quitar la comunicación a su esterior y el coste qe poco mas o menos puede tener lo dicho y havilitacion del tejado de la capilla” (fig.1). Se añade a continuación el cálculo de los materiales y jornales precisos

* Trabajo realizado al amparo del Subprograma de Movilidad dentro del Programa Estatal de Promoción del Talento y su Empleabilidad, Plan Estatal de Investigación Científica y Técnica y de Innovación 2013-2016 en I+D+i., financiado por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Agradecemos expresamente la colaboración de Antonio Seseña y Tommaso Abbate en la realización de los planos. 1  Los informes de estas campañas, inéditos, están depositados en la Consejería de Cultura de la Junta de Castilla y León. Cf. Macarro, Carlos, Pérez, Pedro y Serrano-Piedecasas, Luis. Excavaciones arqueológicas en el solar del Botánico. Campaña 1997-98. Muñoz García, M.A., Jiménez González, C. y Gutiérrez Millán, M.E. Excavaciones arqueológicas del Solar Botánico (Salamanca, Campaña del año 2001). De estos mismos autores, “Segunda campaña de excavación arqueológica. Solar del Botánico 2001, avance de conclusiones”. Salamanca. Revista de Estudios, 2002, núm. 48, pp. 81-128. 2  Cf. Castro Santamaría, Ana y Rupérez Almajano, Mª Nieves. Monumentos salmantinos desaparecidos. El Colegio de Cuenca. Salamanca: Centro de Estudios Salmantinos, 1993.

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Figura 1. Plano de 1827. Jerónimo Soler (AUSa 3644/4).

para efectuar esta intervención. La anotación finaliza con una fecha, 9 de diciembre de 1827, y una firma, Jerónimo Soler, que debía de ser un simple albañil encargado de presupuestar la obra, pues no figura entre los arquitectos que trabajaron en esta época en la ciudad3. Hay otro dato de enorme interés, al ser hasta el momento mínimas las referencias sobre medidas disponibles: la presencia de una escala gráfica de 60 varas castellanas, el equivalente a unos 50 metros, que con corta diferencia corresponderían a la extensión del frente representado. Nos consta que por estas fechas los frailes agustinos habían cercado el antiguo solar de su convento, una vez que Fernando VII les restableció su propiedad, y en 1827 habían iniciado su reconstrucción, después de quedar demarcada la nueva alineación4. Es posible que siguiendo su ejemplo la Universidad decidiese también acotar el recinto del Colegio de Cuenca, para evitar que su piedra pudiese ser sustraída para cualquiera de las obras que se habían emprendido en sus inmediaciones, especialmente cuando ella misma estaba pendiente de comenzar los trabajos de reedificación del Colegio Trilingüe5. No hay, sin embargo, en los libros de claustros ningún acuerdo al respecto, ni tampoco consta la vinculación del documento a un expediente que pudiera aclarar esta intervención y explicar quién la encargó y con qué finalidad, qué utilidad se pensaba dar a este espacio intervenido, si realmente se llegó a ejecutar la obra propuesta y, lo

3  En torno a estos años trabajaron a cuenta de la Universidad en la recuperación del Colegio Trilingüe los arquitectos municipales José Paris o Tomás Cafranga. El puesto estuvo vacante en las fechas de este plano. Cf. García Catalán, Enrique. Urbanismo de Salamanca en el siglo XIX. Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca, 2015, p. 251. 4  Ibídem, p. 530. Viñas Román, Teófilo. Agustinos en Salamanca. De la ilustración a nuestros días. Madrid: Ediciones Escurialenses, 1994, pp. 113-123. 5  De hecho, en 1868 la Universidad autorizó la extracción de piedra del edificio de Cuenca con esa finalidad, tal como había previsto el arquitecto Secall un año antes. Casaseca Casaseca, Antonio. Rodrigo Gil de Hontañón (Rascafría, 1570 - Segovia, 1577). Salamanca: Junta de Castilla y León, 1988, p. 271. Castro Santamaría, Ana y Rupérez Almajano, Mª Nieves, op. cit. p. 72. Desde 1819 y durante más de veinte años también estuvo embarcado en la construcción de un nuevo edificio el Colegio de la Magdalena según planos de Francisco de Paula, en un solar al norte del Colegio de Cuenca, al haber perdido el que ocupaba en el Monte Olivete durante la Guerra de la Independencia. Cf. Rupérez Almajano, Mª Nieves. “Monumentos salmantinos desaparecidos: el insigne colegio de Santa María Magdalena”. Salamanca Revista de Estudios, 1996, núm. 37, p. 132.

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que para nosotros es quizá más significativo, hasta qué punto este plano está reflejando la demarcación del solar y la planta original del Colegio de Cuenca o tan solo los restos que quedaban en pie y eran susceptibles de alguna recuperación. Para dar respuesta a esta pregunta es necesario retrotraernos a la historia del edificio6. Como se sabe, el Colegio fue fundado por don Diego Ramírez de Villaescusa a imitación del de san Bartolomé a comienzos del siglo XVI bajo la advocación de Santiago el Zebedeo, pero para distinguirle del que con el mismo título instituyó el arzobispo Fonseca, pronto fue conocido como Colegio de Cuenca, por haber sido obispo de esta ciudad su fundador. Andando el tiempo el vulgo también lo llamaría el “Colegio de los Obispos”, por vestir sus colegiales manto y beca “de paño morado, muy fino”7. La iniciativa obtuvo la aprobación papal en 25 de abril de 1523, si bien con anterioridad el obispo ya mantenía a su costa a varios estudiantes sin recursos e intelectualmente valiosos, que en la bula fundacional y las posteriores constituciones de 1535 se limitarían a veinte: ocho teólogos, ocho canonistas, dos médicos y dos juristas, además de dos capellanes también becados, aunque rara vez alcanzarían este número debido a la limitación de las rentas con que fue dotado y los enormes gastos contraídos en la adquisición del solar y la construcción del edificio. La espléndida casa que albergó esta institución fue el resultado conjunto de la magnanimidad con que Diego Ramírez planteó el proyecto inicial y del empeño posterior de los becarios para concluirlo de modo que el edificio ofreciese a la sociedad una imagen acorde con su prestigio y poder. Después de ocupar varias sedes, en 1514 don Diego adquirió unas casas amplias en la calle San Juan del Alcázar, al sur de la ciudad, pero esto fue solo el punto de partida de un proyecto mucho más ambicioso. Su deseo fue hacer un edificio de nueva planta, de forma cuadrangular y volumen prismático exento. La dirección de la obra fue encomendada a Juan de Álava, el arquitecto más renombrado por entonces en Salamanca, y él debió de ser también el autor de la traza y de la maqueta de madera que servirían de modelo y de referencia obligada a los maestros que se hicieron cargo de la construcción a lo largo de tres siglos. Siguiendo en lo esencial la tipología inaugurada por el Colegio de Anaya, se organizaba en torno a un patio porticado con una pensada –y en cierto modo también simbólica– distribución de las dependencias, de manera que en la fachada principal se concentraban las estancias más representativas de los fines de esta institución: la capilla junto con la sacristía y el archivo a un lado del atrio, y al otro el general o aula con la librería en la parte superior, dado que el Colegio estaba facultado para impartir docencia y debía formar hombres de letras, capaces al mismo tiempo de propagar la fe y favorecer el culto divino. Para levantarlo se eligió un extenso terrero donde estuvo la antigua judería y una de las dos sinagogas de la ciudad, entre la iglesia de San Juan del Alcázar y la de San Bartolomé, inmediato al convento de San Agustín y al Colegio que, por las mismas fechas, estaba edificando el obispo de Oviedo, don Diego de Muros, entre la calle de san Pedro a levante y el acusado desnivel de la vaguada de los Milagros a occidente8.

6  Para el apretado resumen que viene a continuación, remitimos al citado estudio de Castro Santamaría, Ana y Rupérez Almajano, Mª Nieves. Una revisión actualizada y más completa de algunos aspectos en los artículos: Castro Santamaría, Ana. “Diego Ramírez en la Universidad de Salamanca: su labor como visitador y mecenas”. Rupérez Almajano, Mª Nieves. “El Colegio Mayor de Cuenca: configuración y evolución artística”. En Millán Martínez, Juan Manuel y Martínez Soria, Carlos (coords). Diego Ramírez de Villaescusa: obispo y mecenas. Cuenca: Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, 2009, pp. 70-87 y 89-124. 7  Murillo de Velarde, Pedro. Geographia Histórica de Castilla la Vieja, Aragon, Cataluña, Navarra, Portugal, y otras provincias. En Madrid: Oficina de don Gabriel Ramírez, 1752, tomo II, p. 42. El autor merece en esto todo crédito porque tanto él mismo como su tío, el obispo de Pamplona don Andrés Murillo, habían sido colegiales de Cuenca. Entre otras obras, realizó importantes mapas de Filipinas. Cf. Díaz de la Guardia y López, Luis. “Datos para una biografía del jurista Pedro Murillo Velarde y Bravo”. Espacio, Tiempo y Forma, Serie IV, Historia Moderna, 2001, núm. 14, pp. 407-471 8  La documentación manejada identifica constantemente el ala de fachada con el Norte, la que linda con San Agustín con el Este, el ala de los Milagros con el Oeste y el frontis hacia San Juan del Alcázar con el Sur. A pesar de que la verdadera orientación de estas alas es Noreste, Sureste, Noroeste y Suroeste respectivamente, hemos decidido mantener la nomenclatura para no crear discrepancias con los textos y documentos manejados. El plano que publicamos, en este sentido, es erróneo y, además, dentro del mismo hay contradicciones, pues si en el lado de San Agustín se indica “Mediodía”, en la explicación de la letra E se habla de “comunicación de la huerta al poniente de san Agustín”.

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Figura 2. Emplazamiento del Colegio de Cuenca. Superposición del plano de 1827 sobre las ruinas (Antonio Seseña).

Era un lugar privilegiado para cualquier institución docente por su proximidad a la Universidad, pero al mismo tiempo densamente poblado, de manera que el establecimiento del Colegio supuso toda una operación urbanística, con la adquisición primero y la destrucción después de no menos de treinta y seis casas y corrales, e incluso la incorporación de la llamada calle de las Poblaciones. Según las medidas incluidas en el Boletín de Venta de Bienes Nacionales de la provincia de Salamanca en 1879, el solar del Colegio de Cuenca ocupaba una extensión superficial de 12.020 varas cuadradas, equivalentes a 8.400 metros cuadrados9, en los que habría que contabilizar, además del edificio, el corral que poseía en su flanco suroccidental y el jardín conocido como “el bosque”, hacia los Milagros. A título comparativo el solar del contiguo Colegio Mayor de Oviedo ocupaba 21.000 pies cuadrados, es decir, 7.000 varas cuadradas10 (fig.2). La adquisición de todas estas propiedades, con el consiguiente proceso de sustitución de la trama y parcelación medieval, fue progresiva y condicionó la marcha de la construcción, pues aunque la mayor parte de las casas y solares se compraron entre 1524 y finales de ese mismo siglo, todavía en el siglo XVIII se

9  García Catalán, Enrique. op. cit. p. 532. Boletín Oficial de venta de bienes nacionales de la Provincia de Salamanca. 5 de enero de 1879, según lo prevenido en Real Decreto de 23 de agosto de 1868. Fue tasado por el perito del Estado don Juan Rodríguez Marcos, junto con don Antonio Franco, en 210 pesetas de renta, por cuya suma se capitalizó en 3.780 pesetas y en venta 4.200 pesetas, si bien salió a subasta por el 55% de esta cantidad, es decir, 2.310 pesetas. El solar aparece delimitado al Este por una calle y la parte occidental de las casas “tituladas de Oliva”, al haber adquirido las ruinas y el solar de San Agustín el impresor y concejal del Ayuntamiento Telesforo Oliva. Al Oeste figura la calle de los Milagros y al Norte las posesiones de Vicente Rodríguez de Santamaría, padre de Vicente Rodríguez Fabrés, que había comprado en 1855 el solar y las ruinas del Colegio de Oviedo. Existían todavía restos de las antiguas paredes a la parte Oeste. 10  El solar se puso a la venta en 15 de octubre de 1855 y fue tasado por los peritos en 10 reales de renta anual y 400 en venta, una cantidad muy inferior a la del Colegio de Cuenca veinticinco años después. El terreno estaba en su totalidad cubierto de escombros y solo quedaban restos pequeños de paredes de piedra y cal del antiguo edificio. Cf. Boletín oficial de ventas de bienes nacionales de la Provincia de Salamanca, 15 de octubre 1855, p. 3.

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incorporaron varias viviendas situadas al Norte, la última en 1774. Según el proyecto primigenio, la fachada debía ubicarse precisamente en esta parte, inmediata a la iglesia de san Bartolomé, junto al Colegio de Oviedo y más próxima a las Escuelas, pero las dificultades para hacerse con los solares necesarios obligaron a iniciar la construcción por el ala meridional, frente a San Juan del Alcázar, donde irían algunas habitaciones de los colegiales, retrasando la edificación de la parte más significativa, el lienzo de fachada, en más de dos siglos. Juan de Álava demostró su maestría en cimentaciones difíciles al solventar el acusado desnivel que presentaba el terreno en la parte occidental y meridional mediante “grandes bóvedas” de apoyo. Antes de la muerte del fundador en 1537 estaba concluido el lienzo meridional y solamente empezados el oriental, que daba a San Agustín, y el occidental, que miraba a la calle los Milagros. Los colegiales se hicieron cargo a partir de entonces de las obras y su mantenimiento, recurriendo tanto a sus propias aportaciones económicas -con el consiguiente relajamiento del estatuto de pobreza-, como a sus legados y, en último caso, a la suscripción de censos. Poco después de mediada la centuria estaba finalizado el patio, quizá iniciado por Juan de Álava, y con seguridad concluido por su hijo Pedro de Ybarra y Pedro de Arce. Durante siglos fue considerado lo más notable del edificio y en él debió de realizarse todo un alarde de ornamentación. El jesuita Pedro Murillo de Velarde, que fue colegial de Cuenca antes de 1718, nos dice al respecto: “El patio, en lo espacioso, y en el adorno de columnas, y arcos hermosisimos, y medallas, y molduras primorosas, es el mejor que hay en Salamanca, y no hay muchos en España que le igualen”11. De la misma opinión es Ponz, quien en 1783 en su Viaje de España considera esta obra como “una de las más singulares del estilo de Berruguete”, o lo que es lo mismo, una de las más destacadas del Renacimiento español. Y añade: “Tales son los ornatos de los cuatro lienzos del patio y galerías que lo cercan, cuyo trabajo y diligencia no sólo es difícil de describir por menor, pero también de comprender y de que hubiese constancia y paciencia para hacerlo y aun dinero para costearlo”12 . Siguiendo esta misma descripción de Ponz, la más completa y también la más fiable al ser anterior a la destrucción del edificio, guardaba cierta similitud con el patio del Colegio del Arzobispo especialmente en la decoración de medallones y capiteles13, aunque el de Cuenca debía de ser más reducido y mucho más recargado en la ornamentación. Se trataba de un patio cuadrado formado por una galería baja de veinte arcos, cinco por panda, apoyados sobre columnas14, con medallones en las enjutas trabajados en altorrelieve y capiteles agrutescados, todos “de labores muy menudas, caprichosas y de prolija ejecución”. El segundo piso era más sorprendente porque no sólo los capiteles de las columnas, sino “las ménsulas” que había sobre ellos, el antepecho y todo el cornisamento estaba “lleno de infinitas labores: figuras desnudas, angelitos, cabecillas, animalejos, follajes y otras mil cosas”. La decoración no se limitaba al exterior del patio sino que también se habían labrado medallas en la parte que daba a las galerías. Sólo en el segundo piso habría ochenta medallones “con cabezas” en los que se representaban “personas esclarecidas en todos tiempos y en diferentes clases”, con la intención de que la contemplación de estos personajes excitase a los colegiales a la virtud y el heroísmo. Era, según Ponz, una práctica muy usada en “los edificios

11  Murillo de Velarde, Pedro, op. cit., tomo II, p. 41. 12  Ponz, Antonio. Viage de España, en que se da noticia de las cosas mas apreciables, y dignas de saberse, que hay en ella. Madrid: por D. Joachín Ibarra. Tomo duodécimo, carta séptima, 1783, pp. 230-233. 13  Corroboran también esta semejanza Conca y Falcón. El jesuita valenciano Antonio Conca, en su Descrizione odeoporica della Spagna in cui spezialmente si dà notizia delle cose spettanti alle Belle Arti degne dell’attenzione del curioso viaggiatore (Parma: dalla Stamperia Reale, 1793, tomo II, pp. 347-348), prácticamente copia y traduce al italiano el Viage de Ponz, pero en el caso del Colegio de Cuenca nos es útil porque confirma la existencia de dos galerías en el patio; en cambio, el número de 150 medallones hay que tomarlo con cautela. (Ver Apéndice). Por otra parte, Falcón escribe cuando el edificio ya había desaparecido casi en su totalidad, por lo que sus descripciones del patio serían menos fiables. Falcón, Modesto. Salamanca artística y monumental o descripción de sus principales monumentos. Salamanca: tipografía de D. Telesforo Oliva, 1867, pp. 255-256. 14  A tenor de lo dicho tanto por Murillo como por Ponz consideramos que en este claustro no se usó el sintagma albertiano, de machón con columna adosada, del Colegio Fonseca, aunque la relación que Ponz y Falcón establecen con este nos lo había hecho suponer en otro momento.

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de este estilo que entonces se ejecutaban, … señaladamente de casas destinadas para la instrucción”15. Las alusiones que encontramos aquí a “ménsulas” y en los documentos a “zapatas y dinteles”, dan pie para pensar que en esta segunda planta se empleó una estructura adintelada de ritmo binario, como vemos en el patio las Dueñas, y al igual que habían proyectado Rodrigo Gil de Hontañón y fray Martín de Santiago en el palacio de Monterrey, aunque este no se llegó a realizar16. Ponz señalaba que “entre la galería baja y la alta hay otra intermedia, que sigue las tres caras del claustro, con otro grandísimo número de adornos como los que quedan referidos”. La mencionada relación entre el patio del Colegio de Cuenca y el de Fonseca nos invita a pensar que, más que referirse al alzado del patio propiamente dicho, alude a los distintos niveles de habitación de las tres primeras crujías construidas, que eran ciertamente tres como prueban también otras fuentes17, con un entresuelo entre el primer y segundo piso que se suprimió en el ala de fachada, levantada en el siglo XVIII. Un hecho que no pasa de ser anecdótico pero que contribuyó a que todos los salmantinos conociesen la belleza de este patio, es la presencia en el mismo de un oso en jaulas de madera con barrotes de hierro para evitar que hiciese daño “a los muchos que van todo el dia a verle”18. De manera simultánea al patio se prosiguió la crujía occidental, que estaría terminada a mediados del siglo XVI, salvo el tramo correspondiente a la fachada. Frente al patio, debía de llamar la atención por su sobriedad y su imponente aspecto, especialmente al contemplarla desde la vaguada de los Milagros. Son varios los autores que se refieren a ella, pero quizá el más explícito es el padre Pedro Murillo: “La pared, y la fachada, que miran a los Benitos, por ser de una altura, y una anchura muy grande, sin tener estribos, postes, ni otra cosa que la mantenga, es muy singular. Todo es de piedra, con bastante vivienda subterranea”19. De la misma opinión era el marqués de Alventos que, refiriéndose a este mismo lienzo, anota que era “una de las maravillas de la Architectura”20. En esta ala se erigió la capilla de manera provisional, en tanto se levantaba la crujía de la fachada en la que iría definitivamente ubicada. Era un elemento imprescindible en la vida colegial, porque además de las funciones litúrgicas, preceptivas para una comunidad que debía buscar el “aumento del culto divino”, se celebraban allí otras reuniones de gran importancia (la visita anual al Colegio, distintas elecciones, deliberaciones sobre los asuntos de la comunidad, etc.)21.

15  Ponz, Antonio, op. cit., p. 232. Es lo mismo que vemos en el Colegio de Fonseca. Cf. Sendin Calabuig, Manuel. El Colegio Mayor del Arzobispo Fonseca en Salamanca. Salamanca, Ediciones de la Universidad de Salamanca, 1977, pp. 115-122. 16  Castro Santamaría, Ana y Rupérez Almajano, Mª Nieves, op. cit. p. 48. Sobre el irrealizado patio del palacio de Monterrey, donde precisamente trabajaría Pedro de Ybarra, ver Casaseca Casaseca, Antonio, op. cit. p. 204 y Castro Santamaría, Ana. “Pedro de Ybarra, a la sombra de Juan de Álava”. En Alonso Ruiz, Begoña (coord.). Los últimos arquitectos del Gótico. Madrid: Grupo de Investigación de Arquitectura Tardogótica, 2010, pp. 450-451. 17  Rupérez Almajano, Mª Nieves. “El colegio mayor…”, art. cit. p. 100. De la misma opinión Lobo, Rui. A Universidade na cidade: urbanismo e arquitectura universitários na Península Ibérica da Idade Média e da Primeira Idade Moderna. Tese de doutoramento. Coimbra, 2010, p. 647 nota 125. Disponible en: http://hdl.handle.net/10316/14585. También el Colegio de Anaya tiene un nivel intermedio que no refleja el alzado del patio. A estos tres niveles de habitación habría que añadir los subterráneos: grandes alas abovedadas en las crujías occidental y meridional, para salvar los desniveles del terreno. Sobre la distribución de las dependencias en estas tres crujías, Castro Santamaría, Ana y Rupérez Almajano, Mª Nieves, op. cit. pp. 117-118. 18  Murillo de Velarde, Pedro, op. cit. p. 42. Es también lo que llamó la atención de José Cornide en su rápida visita a Salamanca, quien al referirse al Colegio de Cuenca señala tan solo: “posee una bella biblioteca y tiene la constitución de mantener dos osas, las que vimos en el patio”. Abascal Palazón, Juan Manuel, Cebrián Fernández, Rosario. Los viajes de José Cornide por España y Portugal de 1754 a 1801. Madrid: Real Academia de la Historia, 2009, p. 147. 19  Murillo de Velarde, Pedro, op. cit. p. 41. Consta ciertamente que esta ala estaba cimentada sobre bóvedas como hemos apuntado más arriba. 20  Roxas y Contreras, Joseph. Historia del Colegio Viejo de San Bartolomé, mayor de la celebre Universidad de Salamanca. En Madrid: Imprenta de Andrés Ortega, 1768. Segunda parte, tomo primero, p. 79. 21  Carabias Torres, Ana. El colegio mayor de Cuenca en el siglo XVI. Estudio institucional. Salamanca: Ediciones de la Universidad de Salamanca, 1983, p. 141. Detalles sobre esta capilla en Rupérez Almajano, Mª Nieves. “El colegio…”, art. cit., pp. 101-103.

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En la traza inicial también estaba previsto emplazar en la crujía de fachada la librería o biblioteca, una dependencia que no podía faltar en una fundación instituida “para aumento de las letras, enseñanza y cultivo de artes y ciencias”. Pero en tanto se edificaba aquella se instaló en la planta superior del ángulo suroriental del Colegio, orientación mucho más lógica para la función a la que estaba destinada, al disponer de más luz para favorecer la lectura. Estaba situada en parte sobre el refectorio, otra pieza esencial en la vida colegial, pues además de acoger las comidas comunes, era el lugar reservado para los “actos de conclusión”, unas discusiones de carácter científico. Inmediato al refectorio, en la misma crujía sur se encontraba la sala rectoral. A finales del siglo XVI y comienzos del siglo XVII se realizaron las obras necesarias para ennoblecer estas estancias y no faltaron otras iniciativas en años sucesivos para mejorarlas. El padre Murillo nos dice al respecto del refectorio que era “una pieza muy capaz”, pero en su opinión lo más sobresaliente era “la Librería, donde no solo hay muchos libros, sino muy especiales. Yo no he visto en toda España otra, que la exceda, sino la del Rey, en Madrid22: tiene varios balcones bolados sobre un Jardín”. Esta es la única referencia arquitectónica a este espacio mientras el riquísimo fondo bibliográfico que poseyó ha sido mucho más conocido y valorado23. El Colegio de Cuenca disponía desde finales del siglo XVI de un magnífico inmueble, con un patio cuadrado rodeado de tres crujías de habitación, pero no se había completado el proyecto previsto por don Diego Ramírez, como evidenciaba el muro de cierre del cuarto lado donde se encontraba la puerta principal, y este será el motivo alegado para reanudar la construcción en el siglo XVIII. Contó para ello con las generosas aportaciones de antiguos colegiales acomodados. Las obras pendientes se realizaron en varias fases, lo que unido al espíritu de emulación que impulsó también a los otros colegios mayores salmantinos a transformar sus antiguas fábricas en esa centuria, puede explicar algunas innovaciones significativas respecto al plan original. La primera etapa transcurrió de 1725 a 1738 y en ella se acometió la construcción de la escalera monumental, bajo la dirección de Alberto de Churriguera. La localización de esta escalera junto a la capilla, en un extremo de la crujía oriental, coincide con la que aparece en el plano del siglo XIX. Sin embargo, a la luz de este último podemos interpretar mejor algunos datos documentales que nos habían llegado. Según éstos, la caja de la escalera incluía “un pedazo de lienzo yntterior de la capilla y ottro pedazo de lienzo de la sachristtía”, pero seguramente estos dos lienzos o muros no se encontraban alineados sino dispuestos en ángulo recto, de manera que la sacristía en lugar de encontrarse detrás de la cabecera de la iglesia estaría adosada a ella en el lado de la epístola, contigua al flanco oriental de la escalera, con la que se comunicaría por medio de una puerta. De esta manera a la sacristía se podría acceder tanto desde la escalera como desde la capilla. Ambos ingresos se muestran en la planta de 1827, si bien no aparece reflejada la sacristía. Según la anotación de ese mismo plano, la caja se cubría por una bóveda, aunque en esas fechas tanto ésta como las paredes estaban rajadas y con notables humedades, lo que permitía augurar una inminente ruina. Las medidas que proporciona resultan, no obstante, falseadas con respecto a la realidad que muestran los restos arqueológicos aflorados. Ciertamente las excavaciones han confirmado la localización de la escalera y nos han proporcionado las medidas de su caja (casi cuadrada, aproximadamente 10 x 11 m). Asimismo, sacaron a la luz tanto un resto de suelo a base de piedras de opalina y cantos de cuarcita como los cimientos de varios machones de gran fortaleza24. Todo ello, unido a los datos que ya poseíamos relativos a la contratación de la piedra 22  Sobre la librería, refectorio y rectoral, cf. Rupérez Almajano, Mª Nieves. “El colegio…”, art. cit., pp. 103-109. 23  Galende Díaz, Juan Carlos. “Manuscritos de la biblioteca del Colegio Mayor Salmantino de Cuenca en el siglo XVIII”. Cuadernos de investigación histórica, 2002, núm. 19, 2002, pp. 211-246. 24  Llamados “zapatas” por los arqueólogos, están construidas a base de sillarejos y mampuesto de arenisca y opalina ligados mediante cal y ripios entre los que se encuentran pizarras dispuestas horizontalmente en algunas de las juntas. Las medidas de sus lados oscilan entre 1 y 1,60 metros. Muñoz García, M.A., Jiménez González, M.C. y Gutiérrez Millán, M.E., op. cit. pp. 191-194. El informe arqueológico no modifica la interpretación que proporcionábamos en nuestro trabajo, que a tenor de los datos aportados por la excavación consideramos ahora errónea.

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Figura 3. Posible disposición de la escalera a partir de los restos excavados y del contrato de material (Tommaso Abbate).

necesaria para los pasos y mesas25, nos permite establecer nuevas hipótesis sobre la estructura arquitectónica y disposición de esta importante pieza del Colegio (f ig. 3). Los cuatro potentes cimientos cuadrados en medio del espacio nos obligan a pensar en la presencia de cuatro pilares que servirían de apoyo a tres grandes bóvedas rampantes sobre las que apoyarían los escalones, cuyas monteas aún no estaban trazadas cuando el 18 de octubre de 1726 se encarga la piedra pajarilla para pasos y mesas. Quizá su aspecto no estaría muy lejos de la escalera que José de Churriguera proyectó y ejecutó en el palacio Goyeneche de Madrid (actual Real Academia de Bellas Artes de San Fernando)26. Comparte con ésta el uso de grandes pilastras de sostén, con bóvedas sobre cuatro arcos, dos de medio punto abocinados -para amoldarse a la oblicuidad de las pendientes- y otros dos portranquil. Al arrancar los salmeres a distintos niveles, probablemente nos encontraríamos ante un ejemplo de arquitectura oblicua, como defendía Caramuel. Por ello no es extraño que suscitara tanta admiración en su momento. El Marqués de Alventos la describía como “una de las mas sumptuosas piezas de Arquitectura, entre tantas como se registran en las comunidades de aquella ciudad”, cuya excelente estereometría la convertía en objeto de estudio. Incluso sabemos que el aparejador Félix Vaquero fue a verla “por los esquisittos corttes que llevaba”27. Tendría cuatro rampas, separadas por sus correspondientes mesas. Suponemos que el primer tramo tan sólo contaba con 6 escalones (representados en el plano de 1827) y se apoyaría sobre un muro macizo.

25  Archivo Histórico Provincial de Salamanca (en adelante A.H.P.Sa.), prot. 3940, ff. 839-840. Castro Santamaría, Ana y Rupérez Almajano, Mª Nieves. op. cit., pp. 113-114. 26  A diferencia del ejemplo madrileño, la escalera no se duplicaría a ambos lados del corredor de entrada. La escalera de la Academia se construiría entre 1722 y 1732, cuando José ya había muerto. Rodríguez Gutiérrez de Ceballos, Alfonso. “José de Churriguera, Juan de Goyeneche y la sede de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando”. Academia 112-113 (2011), pp. 75-81. 27  Roxas y Contreras, Joseph. op. cit., p. 80. Castro Santamaría, Ana y Rupérez Almajano, Mª Nieves. op. cit., p. 58.

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Tras la primera mesa, discurriría una segunda rampa con 13 peldaños y otra más con 10, separadas por sus correspondientes mesas, siendo el último tramo de 14 escalones ligeramente más largos (11 pies, frente a los 10 de los anteriores), pues bajo él discurría el espacio-pasillo que comunicaba claustro y sacristía. La caja se abría con varias puertas, a distintos niveles: dos estarían a ras de suelo, hacia el claustro y la sacristía, una frente a la otra (como refleja el plano de 1827), y seguramente en la segunda mesa un nuevo vano permitiría el acceso a los cuartos del entresuelo. Quizá también, como en el palacio madrileño, los muros de la caja estarían perforados con grandes arcos hacia los corredores del claustro. Por tanto, la escalera construida en el Colegio de Cuenca no sería –como afirmamos en su día- una escalera con rampas voladas, por mucho que existieran otros ejemplos colegiales coetáneos. Alberto de Churriguera pudo sorprender introduciendo una traza innovadora frente a la práctica habitual, pero carecemos de otras suyas que pudieran servir de punto de comparación, salvo el precedente (en ningún caso exacto) de la obra de su hermano en el palacio Goyeneche. Al tiempo que se hacía la escalera se concluyó el extremo norte del ala de los Milagros, poniendo especial cuidado en armonizar la nueva construcción con lo existente, de manera que su fábrica no desdecía “de la obra antigua, como se denota en el apreciable paredón que da bista a la dicha calle de los Milagros, y de el que mira a San Caiettano y ottro que mira a San Agustín”28. Se empezaron asimismo a abrir los cimientos del ala correspondiente a la fachada principal, pero la construcción se paralizó en 1738. Cuando se reanudan las obras en 1754, probablemente bajo la dirección de Andrés García de Quiñones, lo más sorprendente es el cambio de planes en cuanto a las dependencias que debían situarse en esta crujía. Si durante siglos se había afirmado que allí debían encontrarse el zaguán con la librería y el general a un lado y la capilla y la sacristía al otro, ahora en el lugar de la librería definitiva que tanto habían reclamado los colegiales, deciden construir sobre el general una suntuosa rectoral nueva. Ésta y su correspondiente fachada estaban terminadas en 1768, como nos confirma Rojas y Contreras, quien señala: “sabemos que se halla ya en toda su perfección el medio lienzo de la fachada desde la puerta principal, hasta la esquina que mira a la calle de los Milagros, y trasladada a él la sala y vivienda rectoral, que admiran y exageran hoy los forasteros que la han visto, y debaxo de ella el general, y otras piezas, de suerte que solo resta por hacer la capilla, que debe haver en dicho Colegio, correspondiente a la magnificencia, y grandeza del todo de la fábrica”29. El Colegio de Cuenca fue pionero en hacer una nueva rectoral, y les faltó poco a los Colegios de Anaya y del Arzobispo para imitarle. La construcción se paralizó de nuevo poco después pero, tras la reforma aplicada por Carlos III a los Colegios Mayores, una de las primeras decisiones de los nuevos colegiales que entraron en 1778 fue obtener licencia del obispo de Salamanca para poder concluir la sacristía y la capilla con su correspondiente fachada, similar a la rectoral. Efectivamente, se construyó en breve tiempo, pues en la visita practicada al Colegio en 1780 se dice que la fachada era “primorosa” y estaba adornada con un “juego igual de balcones” tanto en el lado de la rectoral como en el de la capilla, pero no sucedía lo mismo con el interior. Según el visitador la obra era “magnífica; ella es una yglesia de las mejores que habrá en Salamanca si se concluie”. Al mismo tiempo reconocía: “ella no tiene otra alguna utilidad; como no está concluida la obra interior, ni aún para el uso de capilla sirve, ni servirá porque nunca habrá caudales en el Colegio para su perfección”30. Contrastando estos datos con los que nos ofrece el plano de 1827, comprobamos que la capilla que aquí aparece es realmente una pieza de planta de salón muy amplia, de unas 33 varas de largo y 12,5 de

28  Archivo Histórico Nacional, Consejos, leg. 5498, pieza A, Traslado de la Provanza (1738-1739), fol. 70r. Castro Santamaría, Ana y Rupérez Almajano, Mª Nieves. op. cit. p. 58. 29  Continúa la cita: “y la hospedería separada, aunque incorporada en el recinto del Colegio, que es regular se construya, para que vivan separados de los actuales, como en los demás Colegios”. Roxas y Contreras, Joseph. op. cit., p. 80. Tanto el Colegio de Anaya como el del Arzobispo habían construido un edificio entero para destinarlo a hospedería, mientras en el Colegio de Cuenca y en el de Oviedo ocupaba solamente una parte de sus inmuebles. 30  Cf. Archivo General de Simancas, Gracia y Justicia, leg. 960.

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ancho, sin incluir los muros de dos varas de grosor. Esto supone una capilla de más de 10 metros y medio de ancho y 28 metros de largo que, por establecer una comparación cercana, tendría casi tanta anchura como la iglesia de las Agustinas de Monterrey aunque sería un poco más de la mitad de su longitud. El plano nos muestra una cabecera semicircular y nave de tres tramos, separados por arcos que descargarían en pilastras, lo que en buena medida concuerda con un informe de 18 de mayo de 1780 de Jerónimo García de Quiñones, que dirigió esta construcción, en el que señalaba que “en la capilla falta el concluir los arcos torales, sin los que peligraría la escalera principal”31. Testimonios posteriores son unánimes con respecto al carácter inacabado en que quedaron las obras de la capilla, y por tanto su falta de uso como espacio sagrado, cuando Carlos IV ordenó en 1798 la supresión de los Colegios Mayores. Poco después, por Real Decreto de 23 octubre de 1799, se cedía a la Universidad la fábrica y el jardín del antiguo Colegio de Cuenca con la idea de que lo acondicionase para la docencia de la “materia médica, botánica y clínica” correspondiente a la Facultad Reunida (Medicina y Cirugía). Sin embargo, la falta de consolidación de estos estudios determinó que el edificio fuese utilizado durante la primera década del siglo XIX para usos muy diversos y, con excepción de las dependencias alquiladas en 1804 al Colegio de Huérfanos, ajenos por completo a la función docente32. En concreto, la pieza que “estaba destinada para capilla” fue empleada para panera o como almacén de paja para el ejército. En 1805 el Estudio dirigió un memorial al rey intentando evitar que este edificio infrautilizado fuese destinado a cuartel de caballería, alegando la falta de solidez de las bóvedas sobre las que estaba cimentado, de manera que “la caja de una yglesia que empezó a construirse por los últimos colegiales de aquella casa; … sería la única pieza capaz acaso de 120 caballos, sobre poco más o menos; más para abilitarse a este intento es necesario doblarla construyendo el techo de que carece absolutamente”33. No obstante, no pudo evitar que en situaciones excepcionales fuese convertido en cuartel para poder salvaguardar otros espacios. Así en 1801 la Universidad cedió la mitad del edificio para dar alojamiento a las numerosas tropas francesas y españolas que atravesaron la ciudad de paso hacia Portugal, y todo él en 1807. Pero una vez declarada abiertamente la guerra, de la ocupación por las tropas se pasó a la destrucción, al considerar los ingenieros franceses que construían los recintos fortificados en la Merced y en San Cayetano, que de él podían extraerse materiales de mejor calidad que las casas vecinales, también suprimidas34 (fig. 4). El 7 de mayo se había dado ya la orden de iniciar el derrumbamiento del Colegio de Cuenca y del Trilingüe, después de pasar aviso a la Universidad en abril de 181235. Lo más lógico es que se iniciase la destrucción por el lado sur inmediato a los fuertes36, aunque en 1824 una parte del muro de la

31  Id. Castro Santamaría, Ana y Rupérez Almajano, Mª Nieves, op. cit., pp. 68 y 126. 32  Para los distintos usos, Castro Santamaría, Ana y Rupérez Almajano, Mª Nieves, op. cit., pp. 69-71. 33  Archivo de la Universidad de Salamanca (en adelante A.U.Sa.), Libro de Claustros 256, ff. 243 r. y v. Castro Santamaría, Ana y Rupérez Almajano, Mª Nieves, op. cit., pp. 70 y 127. 34  Sobre este aspecto, Rupérez Almajano, Mª Nieves. “La Guerra de la Independencia y su incidencia en el patrimonio arquitectónico y urbanístico salmantino”. En Salamanca. Revista de Estudios, 1998, núm. 40, pp. 263-266. 35  El 14 de mayo la Universidad solicitó al mariscal Marmont, duque de Ragusa, una compensación por él y por el Trilingüe, que nunca llegó, aunque el intendente superior Patri le comunicó de su parte que los dos colegios destruidos serían tasados por el ingeniero que dirigía la fortificación y recibiría por ellos la misma compensación que los propietarios de otras casas demolidas. A.U.Sa., Libro de Claustros, núm. 260, fol. 335. Además del Colegio de Cuenca, el 11 de abril de 1812 habían derribado la capilla del Colegio del Rey con ocho minas de pólvora y el 17 del mismo mes volaron por el mismo procedimiento los templos de los conventos de la Merced Calzada y San Agustín y la capilla del colegio de Oviedo. Rupérez Almajano, Mª Nieves. “La Guerra de…”, art. cit. p. 288. Viñas Román, Teófilo. op. cit., p. 98. 36  Señala Belmas –Chef du Bataillon du Génie– que todo el suelo alrededor de los reductos de la Merced y San Cayetano quedó cubierto de tal masa de piedras que era imposible caminar hasta la trinchera. Los trabajos fueron dirigidos por el comandante del batallón de ingenieros Beaufort d´Haupoul con la ayuda del lugarteniente Furgole. Este mismo autor señala que cuando los ingleses llegaron a la ciudad colocaron una de sus baterías, para atacar a los fuertes, en los escombros del colegio de Cuenca como se muestra en el plano ilustrativo que incluye. Cf. Belmas, J. Journaux des sièges faits ou soutenus par les Français dans la péninsule de 1807 à 1814. Paris: Firmin Didot, 1837, tomo IV, pp. 434-435 y 443.

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Figura 4. Fragmento de “Plan des Forts de Salamanque, relatif à la défense faite par les français en 1812”, grabado por Ambroise Tardieu, 1836 (Biblioteca de Castilla y León, M 4367).

fachada fue derribado para explotar sus materiales. Sin embargo, el edificio no se destruyó entonces por completo y había todavía partes importantes en pie. Entre 1831 y 1834 el viajero Richard Ford pudo contemplar un fragmento de aquella y parte de las ruinas del patio, que existieron durante un tiempo37. Ahora bien, ¿ese patio del Colegio se corresponde con el claustro que aparece delimitado en el plano de 1827? Pensamos que no. Si así fuera, resultaría un patio ridículamente pequeño, que no se ajusta a las descripciones que conservamos, ni se corresponde con la enorme superficie que tuvo el Colegio en su conjunto. La planta que damos a conocer recogería solamente una parte de lo que fue el Colegio de Cuenca. Vendría a ser un dibujo sin grandes pretensiones de exactitud en el que se quería mostrar principalmente la inacabada capilla, que era la pieza que podría aprovecharse y sobre la que se proyectaban unas obras. El resto podría ser una demostración de algunos muros que quedaban en pie y de los que quizá se habían levantado o se proyectaban levantar para aprovechar los restos, en torno a un espacio que actuaría de distribuidor, al que de manera demasiado presuntuosa se da el título de “claustro”. Ese claustro es excesivamente pequeño para disponer de cinco arcos y no se corresponde con el calificativo de “espacioso” que le da Murillo de Velarde. Probablemente los espacios delimitados al sur y al oeste fueron partes del mismo y las más afectadas por la destrucción. De este modo el zaguán quedaría en el centro de la crujía y no desviado a un lado. Tendríamos así un patio de unas 30 varas de lado. Sin embargo, la ausencia de excavaciones arqueológicas, interrumpidas precisamente en el límite de la zona del claustro, nos impiden disponer de una medida real tanto del patio como de la anchura de sus crujías. Tampoco estaría reflejando la totalidad de la fachada, sino exclusivamente lo conservado. Dada la similitud que se establece en los documentos entre la fachada de la rectoral y la correspondiente a la iglesia,

37  Por su testimonio sabemos que restaba un lienzo de fachada con el lema del fundador, la sentencia socrática “Conócete a ti mismo”, escrito en caracteres griegos, así como “unos pocos medallones, con retratos de prelados y caballeros y ornamentos en torno a las ventanas”. También dejó constancia de ello Villar y Macías, Manuel. Historia de Salamanca. Salamanca: imprenta de Francisco Nuñez Izquierdo, 1887, Tomo II, p. 288. Castro Santamaría, Ana y Rupérez Almajano, Mª Nieves, op. cit., p. 71.

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hay que suponer que el ala norte se prolongaría hacia el oeste. Un extremo que han confirmado los restos arqueológicos es el hecho de que esta crujía no mantuvo la línea de la fachada hacia San Agustín, sino que le dieron una mayor dimensión, seguramente por el deseo de proporcionar magnificencia a la capilla. Asimismo la parte excavada muestra el muro meridional mucho más al sur de lo que indica este plano, e incluso los arqueólogos hablan de la posible localización de la puerta falsa, en una zona que se encuentra muy destruida y, por tanto, sin apenas vestigios. Los restos del Colegio de Cuenca permanecieron en poder de la Universidad, pero la propia supervivencia de esta institución estuvo en juego en el siglo XIX al haber perdido su principal fuente de ingresos, como para preocuparse por recuperar un edificio convertido en un conjunto de ruinas a causa de la guerra. Tampoco realizó los necesarios trabajos de saneamiento y limpieza, pese a las frecuentes reconvenciones del Ayuntamiento, y sólo la amenaza de multar a los propietarios tuvo algún efecto, de modo que entre 1860 y 1866 la Universidad comenzó a cercar el solar levantando algunas de las antiguas paredes. Sin embargo, finalmente debió de optar por permutar el terreno del Colegio de Cuenca con otro contiguo al Colegio Trilingüe donde se proyectaba construir el Colegio del Príncipe Alfonso. Poco después, a resultas de ese acuerdo, un Real Decreto de 23 de agosto de 1868 anunciaba la subasta del solar38. Algunos de los materiales que quedaban, como ya hemos apuntado más arriba, fueron utilizados en la construcción de ese mismo colegio. Llama la atención la insensibilidad o la ineficacia de los miembros de la Comisión de Monumentos, establecida por primera vez en Salamanca el 22 de agosto de 183539, que podrían haberse preocupado de recoger algunos de los medallones o piezas decorativas del patio que todavía podían verse entre las ruinas. Resulta también extraño que Modesto Falcón, autor de la Salamanca Artística y Monumental, no procurase que algunas de esas piezas acabasen en el Museo de Salamanca, del que era conservador cuando se instaló en el Convento de San Esteban40. ¿O lo hizo y algún día podremos ver esos restos que creíamos perdidos para siempre, como ha sucedido con este plano?

Apéndice41 “El Colegio de Cuenca le fundó el Ilustrisimo Señor don Diego Ramirez de Haro, obispo de Cuenca, año 1506. La obra es magnífica, aunque le falta mucho, que hacer. El patio, en lo espacioso, y en el adorno de columnas, y arcos hermosisimos, y medallas, y molduras primorosas, es el mejor que hay en Salamanca, y no hay muchos en España que le igualen. La pared, y la fachada, que miran a los Benitos, por ser de una altura, y una anchura muy grande, sin tener estribos, postes, ni otra cosa que la mantenga, es muy singular. Todo es de piedra, con bastante vivienda subterranea. El Refectorio es una pieza muy capaz; pero lo que excede a todo, es la Librería, donde no solo hay mucho Libros, sino muy especiales. Yo no he visto en toda España otra, que la exceda, sino la del Rey, en Madrid: tiene varios balcones bolados sobre un Jardín. En el patio se mantiene, por grandeza, un oso, encerrado en dos

38  Cf. García Catalán, Enrique. op. cit., pp. 539-540, 543-545. 39  Sobre la Comisión de Monumentos en Salamanca, Ib., pp. 91-95. 40  Cf. MORENO, Mercedes. “El Museo de Salamanca: La colección de Bellas Artes”. En BAM, 1999, núm. 4, p. 13. El primer director, antes de que existiera la figura de conservador, fue el pintor Isidro Celaya. 41  Incluimos la descripción que ofrece del Colegio de Cuenca el padre Pedro Murillo de Velarde en su Geographia Histórica de Castilla la Vieja, Aragon, Cataluña, Navarra, Portugal, y otras provincias (En Madrid, Oficina de don Gabriel Ramírez, 1752, tomo II, pp. 41-42), porque a pesar de su indudable interés, ha sido hasta el momento ignorada. A continuación, incorporamos otro texto escrito por el jesuita valenciano Antonio Conca (Descrizione odeoporica della Spagna in cui spezialmente si dà notizia delle cose spettanti alle Belle Arti degne dell’attenzione del curioso viaggiatore. Parma, dalla Stamperia Reale, 1793, tomo II, pp. 347-348), escrito en italiano e inspirado en el de Ponz, del que se puede considerar en parte plagio.

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jaulas, o rexas de hierro, y madera, para que no haga daño a los muchos que van todo el dia a verle. Adriano VI concedio a este Colegio facultad de dar grados de Licenciados, Maestros y Doctores. La Beca, y Manto, son de paño morado, muy fino, y por eso el vulgo suele llamarle el Colegio de los Obispos. Está dedicado a Santiago Apostol”. “I fini e delicati lavori di scultura, che adornano il Chiostro [del Colegio Fonseca], sono fatti sul gusto, che si osserva in quello del Collegio di Cuenca, per costruire il quale Don Diego Ramirez de Villaescusa spese 150 mila ducati, somma veramente considerabile sullo scadere del secolo XV, ma che ora non basterebbe, anzi vi vorrebbero alcuni milioni per eseguirlo soltanto. In fatti, ciò che resta dal tempo del fondatore è così singolare nel suo genere, particolarmente il cortile circondato da due gallerie, che senza vederlo, e considerarlo attentamente non potreste formare un’adequata idea, quantunque io molto mi trattenessi a descriverlo. Per lo che meritava di esser preservato dall’inclemenza del tempo divorator di ogni cosa, potendo con tutta ragione essere annoverato tra le più pregevoli rarità. Ottimo pensiero si fu del suddetto Prelato di far giudiziosamente distribuire tanto ne’ quattro prospetti, che guardano il cortile, quanto nell’interno delle gallerie 150 medaglie di quasi intiero rilievo, ma in mezze figure, rappresentanti illustri eroi di varie età, e nazioni, onde la virtù loro fosse presa ad incitamento, e modello da’giovani Cavalieri ivi educati”.

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