El Colapso de las sociedades complejas: el fin contra la supervivencia.

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El colapso de las sociedades complejas Introducción A lo largo de este breve ensayo se expondrán las principales teorías sobre el colapso de las sociedades complejas, las razones, fundamentos y visiones que provocarían el debilitamiento social, político, ideológico y económico de una sociedad concreta. La cuestión de cómo definir el colapso es un tema enormemente debatido en el mundo académico, siendo una problemática que cada vez despertaría más interés. La preocupación por el devenir de nuestro mundo globalizado, llevaría al estudio de las conclusiones de las sociedades antiguas, pues como nos dice Jared Diamond: “quizás todavía podamos aprender del pasado, pero sólo si reflexionamos con detenimiento sobre las lecciones que nos brinda” (DIAMOND, 2006; 30). Es innegable que la mayoría de sociedades viven momentos de crisis, y que el sistema organizativo humano no es perfecto, y por tanto, puede sufrir crisis irremediables para la continuación de sus modelos de vida estándar. Pero, lo cierto, es que la resistencia humana tiende a mostrarse en innumerables facetas y quizás las visiones fatalistas sólo sean un factor que propicia la misma supervivencia. Como nos dice Norman Yoffe y Patricia A. McAnany: “the concept of resilience, or albeit in altered form” (McANANY-YOFFE, 2010; 10). En otras palabras, el concepto de colapso orbitará alrededor del fatalismo humano y la capacidad de resistencia, el colapso o la adaptación, el fin cíclico o el nacimiento de un nuevo modelo. Para ello es necesario comprender las teorías más importantes respecto al concepto del colapso, siendo estas variadas en su visión y funcionalidad final, pero respondiendo todas a un patrón común, la interdisciplinariedad de los métodos de estudio. En estos análisis no sólo aparecerán conceptos histórico-arqueológicos, sino que también intervendrán otras ciencias como la antropología, la geografía o la biología, entre muchas otras (MIDDLETON, 2012; 258). Existen innumerables visiones de cómo una sociedad llegaría al colapso, pero en la actualidad, con la problemática y preocupación humana por el cambio climático, se ha tendido a un análisis más medioambiental como factor acuciante para la conclusión de algunas sociedades. Esta visión ha llevado a autores como Jared Diamond, a la apreciación de conceptos como el ecocidio de algunas sociedades que explotarían en exceso sus recursos llevándose a ellas mismas al colapso. Puede que los acuciantes de este proceso sean externos, un clima determinado, un cambio climático, presiones externas, etc., pero la toma de decisiones del conjunto político sería en último término el causante de dicho desastre. Antes de entrar a analizar la validez de esta teoría, y confrontarla con otras de carácter demográfico, medio ambiental o de resistencia, deberíamos sintetizar que significa la palabra colapso para este estudio.

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La definición del colapso: ¿un concepto complejo para un proceso irreversible? Definir el concepto de colapso puede ser harto difícil, e incluso imposible, puesto que existen innumerables definiciones académicas para el mismo término, todas más o menos ligadas a la conclusión de cada autor. En otras palabras, cada autor legitimaria la definición de colapso en función a las características de su misma teoría, siendo así el resultado del estudio y no el marco inicial del mismo. Sin entrar a discutir la funcionalidad de este proceso inverso, intentaremos crear nuestra propia visión del colapso, evidentemente basada en la contraposición de las opiniones académicas. Siendo evidente que no se podrá evitar que prevalezcan algunas opiniones por encimas de otras, hecho que se debe a una priorización personal, puesto que como ya se ha dicho, la definición tiende a depender de la conclusión, como el fin de una sociedad tiende a provocar la emergencia de otras, muchas veces justificadas por el orden anterior (MIDDLETON, 2012; 261). Empecemos por una de las teorías más clásicas, la de Joseph Tainter, para ella se empleará un artículo de Josep Antequera, donde nos sintetiza los principales puntos del antropólogo norteamericano. Así, según Tainter, existirían una serie de causas que llevarían al colapso: 1. El agotamiento de los recursos: mala gestión, cambios climáticos o catástrofes ambientales. 2. Nuevos recursos: si existe una cierta desigualdad en el repartimiento de recursos y esta se alivia, se produce una quiebra de los sistemas de control social. 3. Catástrofes: terremotos, erupciones volcánicas, etc. Se puede relacionar directamente con el agotamiento de recursos. 4. Respuestas insuficientes a las circunstancias: las limitaciones de algunos sistemas sociales, políticos o económicos. La insuficiente respuesta del sistema, en otras palabras un fallo de adaptación del sistema a un nuevo estado. 5. Otras sociedades complejas: la competencia con otras sociedades complejas. No suele provocar el colapso de ambos contendientes, sino la expansión de uno en detrimento del otro. 6. Intrusos: la introducción de una población con un nivel de complejidad menor que la que invaden. Visión que no acepta J.Tainter, puesto que no se explica como un pueblo con una organización tribal y mayor debilidad puede llegar a destruir otro más fuerte. 7. Conflictos, contradicciones y mala gestión: Es una de las explicaciones más populares. Entre sus variaciones encontramos los conflictos de clases, las contradicciones marxistas y el mal comportamiento de las élites gobernantes. En algunos casos presentan teorías cíclicas de la historia (barbarie-civilización- barbarie).

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8. Disfunciones sociales: plantean que el colapso de las sociedades se debe a ciertos procesos internos que muchas veces no pueden ser explicados. Este argumento invalidaría toda explicación objetiva del colapso. 9. Factores místicos: es bastante popular y se basa en la analogía biológica y cíclica del nacimiento, crecimiento, decadencia y muerte de la sociedad. Suelen fallar al no identificar factores aislables, medibles y observables que controlen dicho cambio cultural. 10. Coincidencias oportunas de diversos factores: la conjunción de diversas de las causas anteriores. Esta teoría no permite la generalización de patrones comunes. 11. Explicaciones económicas: búsqueda de unos mecanismos específicos que influyen en el colapso, una cadena de casuales entre los sistemas de control interno y las respuestas que se generan por parte del mismo. (ANTEQUERA, 2005). Se han enumerado este conjunto de factores por una cuestión muy simple, cada uno de ellos influye en la definición del colapso y cada uno de ellos, sin excepción, forman una teoría propia, siendo la mayoría de casos una conjunción de varios factores. Mientas algunos se podrían desmentir fácilmente, otros requieren variabilidad de conceptos o el respaldo en otros. La categorización de todas estas premisas sirve de punto de partida para nuestro análisis, y seguramente también lo sería para la mayoría de investigadores que pretendan estudiar el colapso de las sociedades. Por ello es lógico empezar por la definición que nos daría Joseph Tainter, este autor consideraría el colapso como una rápida perdida del nivel de complejidad socio-política. Así cuando una sociedad empieza a perder complejidad sociopolítica es cuando se detectaría el colapso, puesto que una consecuencia directa del mismo es la simplificación, pero posiblemente con el impase de los decenios esta complejidad volvería a emerger creando nuevas sociedades (TAINTER en MIDDLETON, 2012; 260). Su visión se basa en el hecho que en todas las sociedades existen unas “continuas inversiones en la creación de complejidad sociopolítica que alcanzan un punto donde los rendimientos de dichas inversiones empiezan a declinar, primero gradualmente y después de una manera acelerada” (ANTEQUERA, 2005). Una visión de carácter económico y político, donde tendrían prevalencia los puntos 11 y 4, anteriormente expuestos. Otra definición sería la de Jared Diamond, “un drástico descenso del tamaño de la población humana y/o la complejidad política, económica y social a lo largo de un territorio considerable y durante un período de tiempo prolongado. El fenómeno del colapso es por tanto una forma extrema de los diversos tipos de declive más leves, y acaba siendo arbitrario establecer cuán drástico debe ser el declive de una sociedad hasta reunir las características adecuadas que nos permitan calificarlo de ” (DIAMOND, 2006; 23). Es evidente que la tesis Diamond necesita de la justificación del descenso que no desaparición final, puesto que algunos de sus 3

ejemplos como el de la Isla de Pascua, la población no desaparece pero si se vería muy mermada. El problema de dicha deducción es que supone un contrasentido en su base, Diamond afirmará que el colapso de sociedades como la de Rapa Nui supone “el ejemplo más claro de una sociedad que se destruyó a sí misma sobreexplotando sus recursos” (DIAMOND, 2006; 164). Pero al mismo tiempo no puede negar que la cultura polinesia de Pascua sobrevivió, aunque un 90 por ciento de su población desapareciera. Limitaciones como estas evitan que defina el colapso como el fin de una sociedad, prefiriendo definirlo como una crisis muy aguda, relacionada con el descenso de la población y de la complejidad política, económica y social. Esta definición podría incluir las causas relacionadas con los puntos 1, 4, 5, 7 y 10, siendo la 3 parcialmente válida. Con ello vemos que la teoría de Jared Diamond tiene un amplio espectro de visión, hecho que no debe significar que sea totalmente válida para analizar el concepto de colapso. Posteriormente se explicará en mayor profundidad porqué se atribuyen estas características a la teoría de Diamond. Algunas teorías anteriores a la de Diamond, nos resaltan algunas características intrínsecas del colapso. Como por ejemplo la de Schwartz’s, según la cual: “the fragmentation of states into smaller political entities; the partial abandonment or complete desertion of urban centers, along with the loss or depletion of their centralizing functions; the breakdown of regional economies; and failure of civilizational ideologies” (SCHWARTZ’S en MIDDLETON, 2012; 260). En otras palabras, el colapso de una sociedad sólo estaría ligado a la fragmentación interna del mismo estado, en entidades políticas más pequeñas, hecho que se podría relacionar con la visión de Tainter de la perdida y recuperación de la complejidad social. Aunque desde la visión de este estudio, el análisis de Tainter no puede ser totalmente válido, hecho que no niega su validez parcial. El ejemplo más claro para contrarrestar el análisis de Tainter, es el Imperio de Sargón I que unió gran parte del Creciente Fértil bajo un mandato centralizado, pero las ciudades estado que formaban este conjunto, mantuvieron sus intereses por delante de los estatales. Así cuando el imperio se desfragmentó, las elites locales no estaban recuperando su poder, la realidad es que nunca lo habían perdido. Por tanto, la complejidad sociopolítica se mantuvo de forma interna en cada ciudad-estado, mientras la organización sociopolítica del estado fracasaba. Como nos dice Cowgill: “the fragmentation of an empire may not involve loss of complexity in the parts that outlast it; the empire inself no longer exists politically, but societes involved do not collapse” (COWGILL en MIDDLETON, 2012; 260) Colin Renfrew también apreció este hecho y formuló su definición en consecuencia, para él, se incluiría la desaparición de las elites y la cultura material asociada a ella. Esta visión sería más lógica, así el estado se podría desfragmentar en diversos núcleos menores que no tendrían porque perder su propia complejidad sociopolítica. Mientras el colapso se podría definir por la desaparición de las elites estatales y la cultura material a ella asociada (RENFREW en MIDDLETON, 2012, 260). 4

Todas las teorías expuestas hasta este momento disponen de un punto en común, la comprensión de la sociedad como una organización política. Pero quizás deberíamos cambiar nuestra perspectiva, y en lugar de hablar de colapsos de estados, imperios o jefaturas, puede que debiéramos hablar de civilizaciones como marcos culturales concretos. Como nos dice Norman Yoffe, “collapse occurs to entities within civilizations, defined as the cultural tradition in which the state is embedded” (YOFFE en MIDDLETON, 2005; 260). Desde nuestra visión esta premisa es totalmente cierta, puesto que el estado sólo es una formulación política que puede impulsar o crear algunos marcos culturales, pero la cultura es mucho más permanente que la organización política. Además, esta tiende al cambio e hibridación constante con otras y la adaptación es factor predominante del ser humano (McANANY-YOFFE, 2010; 12). Culturas como la egipcia, pudieron presentar algunos de los anteriores patrones de colapso, pero aunque sus formaciones políticas desaparecieran, su civilización se adaptó a las circunstancias nacientes. Es evidente que la cultura egipcia del Imperio Medio, donde existe una enorme planificación urbana y un proceso de burocratización en auge; no puede compararse con un Imperio Nuevo donde los patrones de herencia llevarían a unas diferencias sociales que evitarían el riguroso control estatal (KEMP, 1998). Así la organización política de Egipto había cambiado, el Segundo Período Intermedio había modificado el marco político de los egipcios. Las teorías de Diamond, Tainter, y en menor medida Schwartz’s, dirían que los períodos intermediarios en Egipto son momentos de colapso. Nadie podría negar que la división en nomos de Primer Período Intermediario encajaría a la perfección en la teoría de Schwartz’s, mientras la invasión de los hicsos del Segundo Período Intermediario, en la Tainter o Diamond, como factores internos con un catalizador externo de invasión. Entonces ¿por qué la civilización egipcia es comprendida como un ente unitario? Pues por la sencilla razón, que todos sus períodos tienen un punto en común, el mantenimiento constante y consecuente de su cultura. Como nos dice el egiptólogo Jan Assmann “su identificación cultural le permitiría [al egipcio] conectar con el pasado varias veces milenario” (ASSMANN, 2012,13), porque el estudio del pasado solo “se da allí donde existen alteraciones de la continuidad” (ASSMANN, 2012, 16). Quizás deberíamos analizar el término de colapso desde otra perspectiva, como nos dice Norman Yoffe y Patricia McAnany: “certainly crises existed, political forms changed, and landscapes were altered, but rarely did societies collapse in an absolute and apocalyptic sense” (McANANY-YOFFE, 2010; 5-6). De hecho, si analizamos la mayoría de culturas clásicas, vemos que en todas ellas pudo existir alguna crisis de especial magnitud que modificó por completo su marco político e incluso supuso la destrucción de algunas ciudades, y la pérdida de innumerables vidas humanas. ¿Pero ese no es el desgraciado leitmotiv de la existencia humana? Nuestra capacidad de autodestrucción sólo es superada por nuestra mayor virtud, la capacidad de resistencia y adaptación. Como nos dicen P. McAnany y Norman Yoffe: “when closely 5

examined the overriding human story is one of survival and regeneration” (IBIDEM). Este cambio de prisma, donde el colapso no debería ser definido por patrones políticos o estamentales, nos abre la puerta a un nuevo marco de estudio. El análisis de la continuidad cultural, la resistencia y el cambio serían nuevas premisas a tener en cuenta. El mismo Guy D. Middleton, no oculta su preferencia por la visión de resistencia y continuidad, como en el caso de McAnany y Yoffe, su visión se basará en los estudios de Eisenstadt, resumiendo su análisis en los siguientes términos: “broader cultural transformations were of course influenced by changing political situacions, as collapse often involved shifts in the social and political capital of cultural symbols. Collapse both reflects and drives visible change through the medium of social reproduction in changing context. In this sense, what we see as collapse is a reflection of social and political realignments” (MIDDLETON, 2012; 261). Con ello nos pretende demostrar que todas las teorías anteriores quedarían parcialmente invalidadas, puesto que sólo se centrarían en factores político-estatales. Para comprender el fenómeno del colapso es necesario entender que las entidades políticas, la civilización y la cultura son patrones interrelacionados, en los cuales sólo uno de ellos puede colapsar: las entidades políticas. Mientras los demás procesos se adaptarían, modificando sus estrategias de supervivencia. Con todo lo expuesto hasta ahora, nuestro análisis se declinaría en favor de la visión la resistencia y adaptabilidad de la civilización, como un patrón superior a la caída de las funciones e instituciones políticas. En otras palabras, la definición que nos aporta Patricia McAnany, Norman Yoffe y Guy D.Middleton, nos parece mucho más adecuada, la cual a falta de un nombre mejor catalogaremos como de Teoría de la Resistencia. Esta Teoría de la Resistencia, no nos aporta una definición concreta del colapso, sino más bien pone énfasis en la continuidad y adaptabilidad del ser humano. Aunque si pudiésemos encontrar una definición del colapso que encajará en los patrones de la teoría de la Resistencia, diría que se trata del fin sin remedio de una civilización y todo en lo que ella acontece, entidades políticas, factores culturales, etc. Aunque para que esto sucediera cabría aniquilar toda una civilización, y, aun así, es probable que algunos de sus rasgos sobrevivieran en la hibridación con otras culturas (McANANY-YOFFE, 2010; 8). Al fin y al cabo, las personas mueren pero las ideas persisten.

Teorías sobre el colapso: ¿el cambio climático, el ecocidio o la resistencia? Hasta ahora hemos intentado definir que significaría el término colapso, pero sin analizar y ejemplificar el porqué de dichos procesos. Lo cierto es que para comprender los procesos de crisis de una sociedad es necesario entender las causas propias de cada caso, y con ello, analizar las ulteriores consecuencias. Una de las consecuencias que se suelen percibir como modelo básico de colapso, es el desastre demográfico. Un increíble decrecimiento poblacional que 6

podría venir provocado por una sustancial variabilidad de causas. La caída demográfica muchas veces se utiliza como medio para comprender y/o articular un sinfín de teorías, pudiéndose asociar a modificaciones climáticas que afectan a la agricultura, al colonialismo, o incluso a una mala gestión de las elites que llevaría a un ecocidio. Como nos dice Guy D. Middleton: “depopulation is often linked directly with the introduction of new diseases, but other less direct effects of disease and other colonialist processes also were at work” (MIDDLETON, 2012; 262). Lo cierto es que muchas veces el declive poblacional tiende a asociarse a las nuevas enfermedades, siendo estas vinculadas, en la mayoría de casos, al contacto entre poblaciones anteriormente separadas y, a momentos de escasez. Así, generalmente, el decrecimiento poblacional no suele incurrir en funciones de catalizador del colapso, sino más bien es una pauta de que permite analizar el mismo proceso, y buscar el catalizador. En las visiones donde se establecen unos ciertos límites maltusianos de crecimiento, se suelen asociar problemas de adaptación, sobrexplotación del medio natural o cambios climáticos. Un ejemplo de esta visión es Jared Diamond, que en su análisis del ecocidio humano nos presenta el desastre demográfico como una consecuencia de la sobreexplotación humana, fuese consciente o inconsciente. Según él, “el aumento de población obligaba a las personas a adoptar medios de producción agrícola intensivos (…) y a extender la agricultura de las tierras óptimas escogidas en primer lugar hacia tierras menos rentables con el fin de alimentar al creciente número de bocas hambrientas. Las prácticas no sostenibles desembocan en el deterioro medioambiental (…) lo cual significa que había que abandonar de nuevo las tierras poco rentables. Entre las consecuencias para la sociedad se encontraban la escasez de alimentos, el hambre, las guerras entre demasiadas personas que luchaban por recursos demasiado escasos y los derrocamientos de las elites gobernantes por parte de las masas desilusionadas. Al final la población decrecía por el hambre, la guerra o la enfermedad” (DIAMOND, 2006; 25). Así Diamond usará el descenso demográfico como un patrón determinante de su teoría de ecocidio. Puesto que como nos dice Middleton “reductions in population connected with collapse do often appear in the archaeological record even if collapse is not primarily a demographic phenomenon” (MIDDLETON, 2012; 262). Pero lo cierto es que atribuir el descenso demográfico a un fenómeno de colapso, no sería más que un método para legitimar la visión propia, ya que este declive puede venir propiciado por multitud de causas, que no necesariamente supondrían el colapso definitivo de una sociedad. Así vemos que en este caso el declive poblacional sólo se podría considerar una consecuencia del proceso de colapso, pero entonces ¿cuáles serian las teorías que legitiman el colapso? y, ¿en que se legitiman estos procesos? Es evidente que alguna de las principales teorías ya han sido planteadas anteriormente, como es el caso del ecocidio o el modelo de resistencia cultural. Pero

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ahora pretendemos redefinir algunas pautas de este proceso, para ver como se formularían estas teorías, y con qué ejemplos respaldan sus visiones. En los últimos años las cuestiones respecto al cambio climático han supuesto una preocupación de mucha actualidad. Una preocupación que muchas veces se ha derivado al pasado, con ansias de ver nuestro reflejo fatalista. Este conjunto de estudios nos ha permitido observar la evolución del clima en la antigüedad, y como este pudo influenciar a la existencia humana, y también ha supuesto un renacimiento de las corrientes neodeterministas, según las cuales todo la cultura humana es un producto del ambiente (MIDDLETON, 2012; 269). Esta visión determinista, es la que toma A.A. Tsonis, que analiza el supuesto fin de la cultura minoica en base a fenómenos ambientales ligados a las confluencias climáticas del Niño (TSONIS, 2010). Pero, lo cierto, es que este estudio se niega a aceptar estas visiones deterministas, no se puede negar que el medioambiente influencia enormemente al ser humano, que en la actualidad es un gran catalizador del cambio climático. Pero modificaciones climáticas han existido en múltiples periodos históricos, mientras el ser humano a sobrevivido, significa que su capacidad de resistencia y adaptación suele ser suficientemente útil como para salvaguardar su misma existencia. Aunque, que el ser humano se capaz de sobrevivir no significa que el cambio climático del momento no pueda influenciar algunos marcos culturales, sino más bien al contrario, en momentos de estrés climático es donde se suelen encontrar mayores cambios culturales (MAHER en MIDDLETON, 2012; 269). Pero estas teorías climáticas aunque disponen de ciertos adeptos, no son de las que han demostrado más éxito. Mientras las visiones sobre el ecocidio o la mala adaptación, han conseguido mayor grado de popularidad, seguramente por ser reflejos de la actual preocupación por el medio ambiente. Estas teorías del ecocidio suelen ir muy relacionadas con los factores climáticos, siendo su mayor defensor Jared Diamond, el cual es plenamente consciente que en ningún caso el “ocaso de una sociedad pueda atribuirse exclusivamente al deterioro medioambiental: siempre intervienen otros factores” (DIAMOND, 2006; 33) Así para este autor existen cinco factores que intervienen en el desarrollo de un colapso, estos son: “-el deterioro medioambiental, el cambio climático, los vecinos hostiles y los socios comerciales amistosos- pueden o no, ser relevantes para una determinada sociedad. El quinto conjunto de factores – las respuestas de las sociedad a sus problemas medioambientales” (IBIDEM). En último término la teoría de Diamond pretende mostrar las diferencias entre las sociedades que sobreviven y las que fallan. Para demostrar su tesis, nos presenta un conjunto de sociedades donde presuntamente se llegaría al colapso por un ecocidio humano. El mayor ejemplo que nos presenta en su obra, Colapso. Porqué unas sociedades perduran y otras desaparecen, se trata de los pobladores de la Isla de Pascua, antes de la llegada de los europeos. La visión de Diamond se basa en dos premisas

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claras, los factores climáticos de cada región y el hecho “que cualquier pueblo puede caer en la trampa de sobreexplotar sus recursos medioambientales” (DIAMOND, 2006; 31). Según los estudios que nos plantea Diamond, la Isla de Pascua es posiblemente uno de los ejemplos más extremos de desforestación forestal en el Pacífico, esta desforestación provocó una serie de consecuencias para los isleños autóctonos: la pérdida total de sus materias primas, alimentos silvestres y una disminución del rendimiento agrícola. ¿Cómo se llegó a esto?, Diamond utilizará la construcción de los ahu o moais como una variable a tener en cuenta. Es evidente que las enormes estatuas que aún hoy en día cubren la isla, fueron elementos de ardua construcción y elaboración, así según los cálculos del premio Pulitzer, “la labor de construirlos incrementó aproximadamente en un 25 por ciento las exigencias alimentarias de la población de Pascua” (DIAMOND, 2006; 144) Pero la construcción y erección de tales monumentos también supuso una explotación de otros elementos, como es el caso algunas cortezas para las sogas y cuerdas, y “montones de grandes y poderosos árboles para obtener la madera necesaria para los trineos, las escalas y las palancas” (IBIDEM). También es relevante la tesitura política de Rapa Nui, generalmente las poblaciones polinesias tienden a dividirse en jefaturas, y si bien este proceso es también válido para Pascua, en este caso existió una centralización, puesto que la división interna de los recursos obligaría a una mayor organización. Este hecho

sirve a

Diamond para achacar la sobreexplotación a una competencia elitista por el control del poder, simbolizado en la erección constante de moais. Aunque Diamond es consciente que no puede achacar todos los males de Pascua a unas elites que no supieron gestionar sus recursos, así que buscará una mayor legitimidad en los factores climáticos de la isla. Así Pascua tendría “la tercera latitud más alta, una de las pluviosidades más bajas, la menor caída de cenizas volcánicas, la menor caída de polvo asiático, nada de makatea y es la segunda isla que a mayor distancia se encuentra de una isla vecina (…) variables que convierten a Pascua en una isla susceptible a la desforestación” (DIAMOND, 2006; 163). Esta apreciación permite al autor, no hacer recaer directamente la culpa sobre los isleños autóctonos, sino más bien a un determinismo climático del que los “pobres” polinesios no pudieron ser conscientes. La desforestación supondría que las tierras se volvieran más áridas y difíciles para el cultivo, mientras las aves como fuentes proteínicas, ya no podrían anidar en la isla y desaparecerían o se trasladarían a los alrededores, estando fuera de la disposición humana. Dejando sólo a la rata y el pollo, como elementos cárnicos de la dieta isleña, con la aterradora excepción del canibalismo. Este conjunto de factores supuso también un cambio político, puesto que los “jefes y sacerdotes de Pascua habían justificado anteriormente la posición social de elite que conformaban afirmando el vínculo que mantenían con los dioses, gracias al cual prometían traer prosperidad y cosechas abundantes (…) Como sus promesas se revelaban cada vez más huecas, el poder de los jefes y sacerdotes quedó derrocado alrededor de 1680 por líderes militares 9

denominados matatoa, y aquella sociedad anteriormente integrada de forma muy compleja se sumió en una guerra civil endémica” (DIAMOND, 2006; 153). El miedo propició que muchas personas se fuesen a vivir a las cuevas por una cuestión de protección. Este conjunto de factores es apreciado como una involución, y lo cierto es que la situación no debió de ser muy buena para los polinesios de Pascua, pero quizás no debiéramos hablar de Colapso en los términos que nos da Diamond. Es evidente que la desaparición de la palmera Jubaea debió de tener grandes repercusiones tanto medioambientales como políticas y sociales, y en este término es difícil negar la visión de Diamond, pero quizás sea precipitado achacar toda la culpa sobre los indígenas. Así muchos autores han intentado desacreditar las principales premisas de Diamond. Un ejemplo de ello nos lo aporta Norman Yoffe y Patricia McAnany, que continúan una visión de Hunt y Lipo por la cual la falta de regeneración forestal no sólo se debió a una sobrexplotación humana, sino que posiblemente la introducción y enorme difusión de los roedores pudo afectar al medio de Pascua (McANANY-YOFFE, 2010; 11). Además Jared Diamond dará mucha trascendencia a la construcción de los moais como elementos de continuidad cultural e ideológica, y el hecho que fueran derrocados es leído por su parte como un elemento de colapso. Pero como nos dice Middleton, lo cierto es que en el marco cultural estas estatuas siguieron siendo elementos de poder entre los indígenas, su demolición, en algunos casos, pudo venir por rivalidades regionales o algún conflicto interno (MIDDLETON, 2012; 280). En este último punto parece que se esté dando la razón a Diamond, puesto que se legitimaria el concepto de colapso en una lucha interna por la falta de recursos, pero lo cierto es que esta visión no se puede legitimar totalmente. Como nos dice Anderson “warfare was common on Polynesian islands and does indicate demographic collapse.” (ANDERSON en MIDDLETON, 2012; 281). Con lo dicho hasta ahora ya hemos eliminado tres premisas básicas para la teoría de Diamond, la sobrexplotación no tuvo que venir necesariamente por la mano humana, sino que pudo ser influenciada por la introducción de las ratas. La comprensión de los moais como elementos de ideología puede ser cierta, pero su derrocamiento puede responder a marcos conflictuales y políticos, que necesariamente no tuvieron que devenir en un colapso, definido en los términos anteriormente expuestos. Finalmente la conflictividad interna pudo venir, o no, por la escasez de recursos, pero la cierto es que la violencia era un elemento habitual entre las poblaciones polinesias, y no debería sorprendernos si nos encontramos ante signos de lucha entre las poblaciones de Pascua. Aunque la teoría de Diamond aún se podría sustentar sobre el limbo maltusiano del decrecimiento poblacional, pero como nos dice Peiser: “ the number of habitation sites declined only after European contact” (PEISER en MIDDLETON, 2012; 281).Una visión que también es seguida por Anderson, que nos dice que el decrecimiento poblacional debería situarse alrededor de los siglos XVIII y XIX, y por tanto el descenso vendría propiciado por los modelos colonialistas de esclavismo y la introducción de 10

enfermedades foráneas. Si hablamos de estudios de población, vemos que Diamond nos dice que la población rondaría entre los 6.000 y 30.000 en su máximo apogeo, entre los siglos XIV y XV. Aunque algunos estudios realizados por otros investigadores como Fisher, calculan una población constante de unas 12.000 personas hasta la llegada de los europeos, que sería el momento en el cual la población decrecería hasta la mitad (FISHER en MIDDLETON, 2012; 281). Incluso la prueba del canibalismo como muestra del estrés por la falta de recursos, aunque Diamond nos la presente como un hecho irrefutable, lo cierto es que aún en la actualidad se duda respecto si era una práctica para la subsistencia, ya que no se dispone de pruebas arqueológicas válidas (MIDDLETON, 2012; 280). Des de la visión de este estudio, en el caso de Pascua, posiblemente nos encontramos ante una crisis política. La caída de las antiguas elites daría una mayor conflictividad interna, hecho que legitimaria algunos cambios de conducta entre los habitantes de la isla. Pero este cambio político no tiene que ser concebido necesariamente como un colapso, ya que la cultura polinesia de Pascua sobrevivió a estos procesos, igual que la cultura egipcia sobrevivió a tres períodos intermediarios. Con todo lo expuesto hasta este momento, vemos que la teoría de Jared Diamond, sobre las visiones neo- deterministas y la mala gestión humana, aunque atractiva, puede ser fácilmente refutable y posiblemente deba su éxito en la actual preocupación por el cambio climático y la influencia humana sobre el medio. Sin menospreciar los problemas que el ser humano puede causar al medioambiente, desde la visión de este estudio, se hace muy difícil aceptar las visiones de un ecocidio, aunque fuera inconsciente e influenciado por el medio propio de Pascua. Desde la revolución industrial, el hombre ha tendido a la no-adaptación al medio, pero la mayoría de poblaciones antiguas vivían ligadas a su entorno, y su cultura e ideología, se concebía como un formato de estructuración entre el ser humano y su control del entorno. Es en la actualidad donde nuestro marco cultural se está separando del medioambiente, la mayoría de civilizaciones clásicas tan solo pretendían sobrevivir, y para ello se adaptaron constantemente a todos los cambios que pudieron suceder. Pues como ya se ha dicho anteriormente, y por mucho que Diamond pretenda ver lo contrario, “Rapa Nui have shown remarkable resilience” (MIDDLETON, 2012; 281). Las visiones del ecocidio, intentan buscar precedentes en nuestros errores, pero que todos seamos humanos no significa que cometamos los mismos fallos. Quizás cabria mirar más hacia el futuro que está por venir, que intentar encontrar ejemplos de un error nuestro, no debemos ser como niños que justifican sus errores en . Pues como nos dicen Norman Yoffe y Patricia McAnany: “we also can appreciate the long centuries of humans who have solved problems in the past and thus still survive today” (McANANYYOFFE, 2010; 15). La obligación del hombre y la mujer modernos, es solventar sus propios problemas sin justificarse en los errores pasados. 11

Conclusiones A lo largo de este estudio se han mostrado algunos patrones y características del colapso, al igual que se han expuesto algunas de las teorías de cómo una sociedad podría llegar a colapsar. Nuestro análisis se ha centrado en dos puntos principales, la definición de la palabra “colapso”, y las principales teorías que existen al respecto, donde se ha dado una especial relevancia al ecocidio, que se ha intentado desmentir mediante algunos factores de resistencia y adaptación. Es evidente que no se han expuesto todas las teorías existentes, y algunas como las del determinismo climático sin influencia humana, sólo se han mostrado brevemente. Este hecho no sólo se debe a una priorización personal, sino que también viene propiciada por la relevancia de las que han sido consideradas las dos principales teorías del momento, junto a la limitación textual de este trabajo. Desde la visión de nuestro estudio, la corrientes de resistencia deberían comprenderse como mucho más acertadas en la medida que la civilización (entendida como entidad cultural), tiende a adaptarse y modificar sus conductas para su misma supervivencia. Es cierto que algunas poblaciones, como las de Rapa Nui, fuese por un ecocidio propio o por la influencia colonial, sufrieron momentos de crisis. Pero los pobladores polinesios de Pascua sobrevivieron y se adaptaron a la mayoría de procesos (MIDDLETON, 2012; 281). Posiblemente uno de los problemas al analizar el concepto de colapso, sea el comprender el mismo desde premisas histórico-políticas, cuando quizás debiéramos analizarlo desde unas pautas de preeminencia cultural. Esto no significa que visiones como las de Tainter, Renfrew o Schwartz’s, no sean válidas, justo al contrario. Simplemente deberían ser premisas para analizar crisis políticas o institucionales, y dejar de lado la terminología del colapso para un proceso mucho mayor, y más asociado a las visiones de la cultura. Nuestro mayor problema, es que nosotros somos herederos de una cultura que no se adaptó al medio, sino que lo repudió. De una intensificación productiva cada vez mayor, se llegó a una revolución industrial que terminaría por cambiar todo el marco político, económico y social del mundo, y si en algo tiene razón Jared Diamond es que los procesos de globalización pueden ser una arma de doble filo, donde la expansión de una crisis aparentemente regional, produzca efectos a nivel mundial. De hecho la problemática crisis económica actual no deja de ser una demostración fehaciente de este hecho. Pero todo esto no nos obliga a buscar nuestros errores en el pasado, y es cierto que de la historia se puede aprender, aunque también es cierto que nada es para siempre y nuestra permanencia sobre la faz de la tierra siempre ha dependido de dos factores primordiales, nuestra increíble capacidad de adaptación y una sorprendente resistencia. Quizás sólo estemos alargando lo inevitable, pero lo cierto es que nadie nos gana en capacidad de supervivencia. 12

Bibliografía Antequera, Josep (2005). El potencial de sostenibilidad de los asentamientos humanos. En: Eumed. Assman, Jan. (2010). Egipto a la luz de una teoría pluralista de la cultura. Madrid: Akal Diamond, Jared. (2006).Colapso. Por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen. Barcelona: Debate. Kemp, Barry. (1998) “Modelos de comunidades”. En: El Antiguo Egipto: anatomía de una civilización. Barcelona: Crítica. p. 176-229. McAnany, Patricia, A. Yoffe, Norman (2010). “Why we question collapse and study human resilience, ecological vulnerability, and the aftermath of empire” En: Questioning Collapse. Human resilience, ecological vulnerability and aftermath of empire. Cambridge: Cambridge University Press. p. 1-17. Middleton, Guy D. (2012) “Nothing Lasts Forever: Environmental Discourses on the Collapse of Past Societies” En: J. Archaeol. Res. Vol.2. p. 257-307. Tsonis A.A. (2010) “Climate change and the demise of Minoan civilization” En: Climate Past. Vol. 6. p. 525-530

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