El círculo cuadrado de la modernidad; acoso espectral a la teoría metaestructural de Jacques Bidet (2009)

August 11, 2017 | Autor: Iván Trujillo | Categoría: Deconstruction, Marxist theory, Antonio Negri, Jacques Bidet
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ACTUEL MARX/ INTERVENCIONES N° 8 SEGUNDO SEMESTRE 2009

EL CÍRCULO CUADRADO DE LA MODERNIDAD. ACOSO ESPECTRAL A LA TEORÍA METAESTRUCTURAL DE JACQUES BIDET1 Iván Trujillo2

Resumen La crítica al “aparato” parece estar ligada indisociablemente a la posibilidad de pensar el porvenir. Sea en términos de crítica al “aparato trascendental” (Imperio), sea en términos de crítica a la “soldadura” o “adherencia artefactual” (Espectros de Marx). Pero esta exigencia puede ser cumplida también mostrando tanto la imposibilidad de una teoría puramente realista o estructural de la ideología, como reservando al pensamiento del círculo (de la modernidad) cierta cuadratura que priva de sentido (teleológico) a la historia. Según esto, habría en el trascendentalismo una inclausurable reserva de historicidad.

Abstract The critique of the “apparatus” seems to be impossible to dissociate from the possibility of thinking the to-come, be that apparatus the “transcendental apparatus” (Empire), or the “welded” or “artifactual adherence” (Spectres of Marx). But this requirement can be fulfilled by showing the impossibility of a purely realistic or structural theory of ideology, as if it was about reserving to 1 Parte de este escrito fue presentado en el Congres Marx International V: Altermondialisme / Anticapitalisme. Pour une cosmopolitique alternative (Nanterre, Francia) el día jueves 4 de octubre de 2007. Su título original era “Espectros de Marx en Refundación del marxismo de Jacques Bidet. Aproximación a la teoría metaestructural”. 2 Iván Trujillo, Doctor © en Filosofía por la Universidad de Chile. Miembro del Consejo Editorial Revista Actuel Marx/ Intervenciones (Chile).

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the thinking of the circle (of modernity) certain squaring that would deprive history of (teleological) meaning. In transcendentalism, there would be an impossible to close reservoir of historicity.

1. Trascendentalismo y desencadenamiento En Imperio, de Antonio Negri y Michael Hardt, la filosofía llamada moderna es considerada bajo la forma de un “aparato trascendental”. Fruto de la Ilustración, de su voluntad de represión de la multitud en su emergencia moderna pre-iluminista o humanista, el “aparato trascendental” moderno posee un valor político en tanto tiene por objeto “disciplinar a una multitud de sujetos formalmente libres”, dominando de esta manera la fuerza libre de la inmanencia. Mientras que “el ser de la multitud estaba en relación directa, inmediata, con la divinidad y la naturaleza”, el trascendentalismo en cambio hacía de la mediación la “condición inevitable de toda acción, todo arte y toda asociación humana”. Así el trascendentalismo (filosófico) ponía en juego “un doblez reflexivo y una especie de trascendencia débil en tanto que dualismo funcional que relativiza la experiencia y revoca toda instancia de lo inmediato y lo absoluto en la vida y en la historia humanas”3. Descartes, Kant y Hegel son aquí los nombres que abren el horizonte trascendentalista de un proceso ideológico que construye el concepto hegemónico de modernidad europea. Una simbiosis entre lo político y lo científico, entre el trabajo intelectual y la retórica institucional, imprime su sello característico: “La formalización de la política, el empleo de la ciencia y de la técnica como instrumentos para obtener un provecho, la pacificación de los antagonismos sociales”4. De Descartes a Hegel, en una descripción crítica ascendente que se apoya en Schopenhauer, y que no deja de coincidir irónicamente con Hegel mismo, sucede en Imperio que el moderno proceso de crisis generado por la irrupción de la multitud, testimoniado por el mismo sujeto kantiano, aparece finalmente dialécticamente pacificado en el poder trascendente y soberano del Estado.

3 4

Negri, Tony y Michael Hardt, Imperio, p. 80 ss. Op. cit., p. 82.

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Ahora bien, de lo que se trata en Imperio es de lo que acontece tras el predominio del Estado moderno, vale decir del retroceso del “aparato trascendental”, por lo que un muy estrecho vínculo comparece aquí entre el trascendentalismo y el Estado, como si el trascendentalismo no fuera otra cosa que filosofía del Estado, si es que no la filosofía del Estado o, quizás abreviando mucho más, la ideología del Estado. Imperio trabaja bajo este último ángulo. De manera que si el retroceso del Estado moderno es también el retroceso posmoderno del trascendentalismo, entonces el retroceso de este último equivaldría aquí al retroceso estatalista de la economía capitalista. La denominación “aparato trascendental” parece fijar muy exactamente la función ideológica de la filosofía trascendental, sin que hasta ahora esté yo seguro hasta qué punto convenga con la referencia althusseriana a los “Aparatos Ideológicos de Estado”5. Sin embargo, como ideología, se entiende que el trascendentalismo sea económico-políticamente dependiente, aunque en dicha dependencia Hardt y Negri parecen menos dispuestos a hacer prevalecer aquella distinción althusseriana entre “aparato (represivo) de Estado” y “aparatos ideológicos de Estado”. En cuanto estos últimos tienen también el estatus de “lugar de la lucha de clases” y ya no solo de “objeto” de ella, posibilitan que el aparato ideológico trascendentalista pudiese, eventualmente, ser disfuncional o inadecuado al funcionamiento (de clase dominante) del Estado (moderno)6. Subrayo “eventualmente” con el objeto de remarcar que sin la presencia de una eventualidad la ideología sería retenida enteramente (sin resto) dentro del funcionamiento (clasista y hegemónico) del Estado. Lo que sí parece acontecer en el libro de Hardt y Negri. Quizás no se pueda decir que Imperio plantee una reducción a una última instancia de determinación económico-política del trascendentalismo, pero una convicta ligazón con el capitalismo no se hace esperar. Y tiene lugar allí donde el Estado expresa los títulos de su poder, es decir, su soberanía. En efecto, la articulación entre 5

Cfr. Althusser, L. “Ideología y aparatos ideológicos de Estado”, en Zizek, S. (comp.) (1994), Ideología. Un mapa de la cuestión, Buenos Aires, FCE, 2003, pp. 115-155. “La clase (o la alianza de clases) en el poder no puede imponer su ley en los Aparatos Ideológicos de Estado tan fácilmente como en el aparato (represivo) de Estado, no solo porque las antiguas clases dominantes pueden conservar de ellos posiciones fuertes durante mucho tiempo, sino además porque la resistencia de las clases explotadas pueden encontrar el medio y la ocasión de expresarse en ellos, ya sea utilizando las contradicciones existentes, ya sea conquistando allí posiciones de combate mediante la lucha” (Ibid., p. 128). 6

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trascendentalismo y soberanía, basadas en “el control sobre las nuevas figuras de la producción social”, tiene que ver con la construcción de un aparato político trascendente que, como es el caso de Hobbes, sienta las bases de un contrato anterior a toda acción y decisión social, transfiriendo “todo poder autónomo de la multitud a un poder soberano que se erige por encima de ellas y las gobierna”7. Así el aparato político trascendente “se corresponde con las condiciones necesarias e inevitablemente trascendentes que la filosofía moderna propone en la cima de su desarrollo, en el esquematismo kantiano y la dialéctica hegeliana”. Esta correspondencia haría pensar lisa y llanamente en la teoría (ideológica) del reflejo, si no fuera que lo que aquí se dice del trascendentalismo se dice también de Hobbes. En la medida en que la soberanía va a ser concebida por éste como una cierta dialéctica entre la trascendencia del soberano y las voluntades individuales, la soberanía no va a depender de otra cosa que de cierta lógica inmanente a las relaciones sociales (lo que va a incluir, en términos republicanos, a Rousseau). Así, en el concepto de soberanía moderno, fruto de un estado de pureza trascendental, “el contrato de asociación es intrínseco e inseparable del contrato de subordinación”8. Sin embargo, y por la vía de esta inseparabilidad, el trascendentalismo habría de destilar toda su impureza, comprometiendo incluso a las posibilidades mismas de toda dialéctica. Cuando más adelante Imperio, a propósito del poder constituyente, habla de la relación entre lo constituyente y lo constituido, habla de una acción efectiva del imperio que no se debe a su propia fuerza, sino a la fuerza de la resistencia puesta con anterioridad por la multitud. Y si es cierto que sin el supuesto operante de esta anterioridad tampoco sería posible la soberanía moderna a la que se refiere Imperio, entonces quizás no sea posible considerar ni la contaminada vía fuera del trascendentalismo sin una contaminada relación con éste, ni la pureza trascendental sin una impureza que desde antes la imposibilita. Pero Imperio parece querer reservarle a la época del imperio y al emergente concepto de soberanía asociada a ella una oportunidad más allá del trascendentalismo, el que como “aparato trascendental” aparece como la ideología predominante del Estado moderno y cuyo máximo desarrollo se alcanza con las filosofías de Kant y Hegel. “En la base de la teoría moderna de la soberanía –dirá Imperio– hay un elemento adicional muy 7 8

Hardt-Negri, op. cit., p. 84. Op. cit., p. 85.

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importante: un contenido que llena y sostiene la forma de la autoridad soberana. Este contenido está representado por el desarrollo capitalista y la afirmación del mercado como base de los valores de la reproducción social. Sin este contenido, que siempre está implícito, que siempre está activo en el seno del aparato trascendental, la forma de la soberanía no habría podido sobrevivir en la modernidad ni la modernidad europea habría podido alcanzar la posición hegemónica en la escala mundial”9. No sería más que a partir de la relación entre forma y contenido de la soberanía moderna, en la que la economía política de Adam Smith constituye la plenitud de su articulación, que el Estado aparece como el mediador de los intereses privados y públicos, representando el eje racional de tal mediación. Y como siempre, será Hegel el encargado de hacer la síntesis. Es “Hegel quien logra la síntesis de la teoría de la soberanía moderna y la teoría del valor producida por la economía capitalista”. Síntesis como aparato: “La relación hegeliana entre lo particular y lo universal unifica, en términos adecuados y funcionales, la teoría de la soberanía de Hobbes y Rousseau y la teoría del valor de Smith”10. Aquí, quizás abandonando ya toda sospecha, habría que examinar cierta mekhané asociada al trascendentalismo en la desmedida condescendencia de Imperio, no ya para con el esfuerzo sintético hegeliano, lo que es indudable, y no hay que ser hegeliano para reconocerlo, sino para con otorgarle a ese esfuerzo todo el poder o la plenitud del poder del trascendentalismo, lo que es indudable si se es hegeliano para reconocerlo. Porque sería preciso concederle a Hegel la iniciativa de haber realizado efectivamente una cierta consumación estatal del trascendentalismo para poder hacer del trascendentalismo el aparato del Estado. Un análisis de esta mekhané que repone lo trascendental a través de una especie de denegación que queda sin pensamiento, es lo que puede hacer aparecer a la crítica de la ideología como un vástago del trascendentalismo más ingenuo. Haciendo la ecuación entre la metafísica moderna y el Estado moderno, no se alcanza a ver ni lo que en el “racionalismo de Estado” puede haber de soberanía incondicional e incalculable11, ni en lo que en el Estado-nación moderno puede no haber de aparato, dado que no es

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Op. cit., p. 86. Op. cit., p. 87. 11 Derrida, J. Voyous. Galilée, Paris, 2003. 10

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posible una teoría puramente realista o “estructural” de la ideología12. La posibilidad de pensar otra relación con el aparato de dominación parece estar aquí en juego. O más precisamente, la posibilidad de pensar cierta mekhané de lo político que encadena el pensamiento (moderno) de lo político al acontecimiento13. Este encadenamiento al acontecimiento resulta ser uno de los aspectos más difíciles, si no también uno de los más intratables, que nos reserva el pensamiento de la deconstrucción. Buena parte de la discusión que tras Spectres de Marx (1993) tuvo lugar entre Derrida y algunos filósofos marxistas14, testimonia la dificultad de pensar algo así como una política del acontecimiento –no concernida ontológicamente, ajena al cálculo, al programa y a la teleología– sin pensar en una resignación a la fatalidad de la dominación o sin una convicta adhesión a cualquier cosa. No obstante ello, ha habido también una recepción de los problemas abiertos por la deconstrucción en el horizonte del pensamiento marxista. Si es que la deconstrucción no ha sido ya un cierto modo de recibirse el marxismo a sí mismo, en la medida en que se la concibe abierta en el horizonte de los problemas planteados por él. Atento a estas herencias (Žižek, Bensaïd, incluso Negri)15, el pensamiento de Jacques Bidet demanda una particular atención. Desde ya, y a propósito de la dificultad recién aludida, quisiera decir, de manera sin duda muy esquemática, que 12 Bidet, J. “Refondation méta/structurelle du concept d’idéologie. Amphibologie et cryptologie” (2007). 13 Con el término griego mekhané creemos posible hacer trabajar aquí un arcaísmo cuya problemática es vista por Derrida en un contexto muy preciso y distinto a éste (cfr. Derrida, Jacques, Papel Máquina, Madrid, Trotta, 2003 // Fr. Papier Machine, Paris, Galilée, 2001). Porque allí mismo la relación entre mekhané y acontecimiento es auspiciado por una mekhané entendida a la vez como “una máquina ingeniosa, una máquina teatral o una máquina de guerra, por lo tanto, una máquina y una maquinación, algo mecánico y algo estratégico” (cast., p. 31, fr., p.33); porque allí mismo también es posible pensar conjuntamente, sin reducir uno a la otra, el acontecimiento y la máquina, es decir, sin tener que determinar o reducir lo que pueda ser una mekhané histórica a un aparato, del Estado, del partido, de la clase, es decir, a lo que Derrida va a denominar en Espectros de Marx una “soldadura artefactual” privada de porvenir; pretendemos identificar aquí la mekhané con una lógica del espectro, es decir con una lógica según la cual el fantasma asedia el espíritu “desde el umbral de la espiritualización”, volviendo imposible toda seguridad crítica. Seguridad con la cual parece proceder aquí Imperio. Cfr. Jacques Derrida, Espectros de Marx, Madrid, Trotta, p. 141. Fr. Spectres de Marx, Paris, Galilée, 1993, p. 200. Nos hemos acercado al modo como una cierta mekhané se anuncia en el pensamiento de Slavoj Žižek, en “Historicidad y mekhané. Consideraciones en torno al cuasi-trascendentalismo de Slavoj Žižek”, en Rev. Actuel Marx/ Intervenciones, N°3, Santiago, Arcis, 2005, pp. 103-114. 14 Cfr. Ghostly Demarcation, Verso 1999; Marx & Sons, Actuel Marx Confrontation PUF/Galilée, 2002. 15 Remito a mi texto sobre Žižek antes mencionado. Pero también una entrevista con Antonio Negri, “La política en los tiempos de la multitud. Entrevista con Antonio Negri”, Revista Actuel Marx Intervenciones Nº 5. Entrevista realizada junto a María Emilia Tijoux y Alejandra Castillo, 2006.

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si la deconstrucción es un pensamiento del acontecimiento, un pensamiento de lo que encadena a un cierto desencadenamiento, o más estrictamente, un pensamiento de un cierto des-encadenamiento, entonces no es el pensamiento de cualquier cosa que suceda, sino de “lo que puede no llegar”, de “lo que llega solo en la medida en que podría no llegar”16. Que algo llegue solo en la medida en que pueda no llegar, que lo posible sea al mismo tiempo lo imposible, he aquí un pensamiento del acontecimiento y de la decisión de lo político que Derrida ha desarrollado, por ejemplo, a propósito de una “posibilidad real” en Carl Schmitt, en relación con cierta “hostilidad absoluta” con la cual se decide, indecidiblemente, quién sería el amigo y quién el enemigo, y que correspondería a lo que Derrida llama “la ley de la espectralidad”. Para comenzar a introducirnos en esta ley, la referencia a Schmitt resulta del todo pertinente, sobre todo si se considera que la teoría metaestructural de Bidet también cita a Schmitt para hablar del conflicto, de la declaración del amigo y del enemigo, de la decisión que ha de comprenderse “como una determinación de la indeterminación metaestructural”17. Pero como habría que remontarse a Spectres de Marx de Jacques Derrida para reconocer en qué consiste un lazo o un encadenamiento espectral, procederé mostrando el modo en que, a mi parecer, Jacques Bidet hace de Derrida “una referencia esencial”, justamente en el momento en que las cadenas que arrastra el espectro parecen suministrar la explicación más satisfactoria del “giro” o la “vuelta” (“retournement”) de la metaestructura en su contrario. Habrá que pasar entonces de Théorie générale (1999) a Explication et reconstruction du Capital18. Intentaré hacer este paso aunque no sea más que una especie de amago. Y lo haré haciéndome la siguiente pregunta, todavía para mí sin una respuesta clara (digamos aquí, teórica): si acaso el desate o desencadenamiento de un “torbellino” (“tourbillon”), que arrastra consigo todo, que lo envuelve todo en su paso, puede llegar a ser otra cosa que una cierta forma del círculo, digamos aquí, dialéctico.

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Derrida, J. Politiques de l’amitié, Galilée, Paris, 1994, p. 152. Bidet, J. Théorie Générale, PUF, Paris, 1999, p.38. 18 Bidet, J. Explication et reconstruction du Capital, PUF, Paris, 2004. Hay traducción en castellano: Refundación del marxismo. Explicación y reconstrucción de El Capital, LOM, Santiago, 2007. Utilizaremos aquí esta traducción. 17

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2. El “giro” incompleto de Marx Bidet va a hablar del torbellino en una nota de Refundación del marxismo. Explicación y reconstrucción de El Capital, justo antes del subtítulo: “Antinomia y anfibología”, correspondiente a R.232.19 Y lo va a hacer tras hablar de las prácticas inherentes a las estructura, entendiendo por prácticas “acontecimientos que advienen en el hilo de las tendencias que ella despliega, en lo arbitrario de las sobredeterminaciones y la imprevisibilidad de las coyunturas”20. Dejemos, sin embargo, este pasaje por el momento, a la espera de que se desencadene el “torbellino”. Antes, en Théorie général, Bidet se ha referido a él bajo el subtítulo “Procès dialectique et répétition historique”, correspondiente al parágrafo 41321. Se trata de evitar la confusión entre (traduzco) “proceso meta/ estructural y proceso histórico”. Buscando evadirse del tiempo lineal, progresista, de la Ilustración, se trata de una cierta necesidad de “reactivar hoy una forma de pensamiento cíclico”, que no se debe identificar con una historia que se repite o que gira en redondo (tourne en rond), sino más bien con un “torbellino” (Bidet dice que va a proponer una fábula, “la fábula del torbellino”). Se trata, entonces, de rehabilitar un pensamiento circular que permita concebir la meta/estructura como “lógica de una época [époque]” antes que en relación con las “condiciones de posibilidad de su emergencia histórica”. Desde entonces, si se trata de comenzar, se puede comenzar por cualquier punto (“momento”) del círculo: “un punto X”. Bidet parte por los “asalariados”: Los asalariados tienden a asociarse y su asociación a crear una dinámica que no puede tener como horizonte último el problema de los salarios, las condiciones de trabajo, sino que se extiende espontáneamente a los problemas del empleo, de la formación, y apunta finalmente a un cierto control del centro. De esta manera, tienden a promover una voluntad central, que va a “determinar” (terminología gramsciana) el mercado en la perspectiva de su interés común, fijar reglas y garantías. En la medida en que el resultado es alcanzado, la relación del trabajo con el capital se vuelve menos exclusivamente mercantil, los aspectos esenciales de la existencia llegarán a ser reglas fuera de la relación salarial: educación, salud, 19

Cfr. Refundación de marxismo, op. cit., nota 65, p. 309 [Fr. nota 1, p. 211]. Ibidem. 21 Théorie Générale, op. cit., p. 149 ss. 20

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etc. Lo que se encuentra así ‘determinado’ por la contractualidad central escapará otro tanto a la contractualidad interindividual del mercado. El objetivo del movimiento, a medida que éste gana potencia, se vuelve, o ha podido volverse, el objetivo de establecer un orden convencional universal, un orden transparente fundado en la capacidad de los hombres en pactar (contracter) todos juntos, en determinar en común y en repartirse las tareas necesarias para la vida en común22.

Bidet va a hacer notar inmediatamente que llevada esta “lógica” a su término, el capital es expropiado y emplazado en un estatismo que se proclama democrático. Tras lo cual dice: Pero la ejecución de este orden universal, el colectivismo, pronto divide nuevamente el pueblo en dirigentes y dirigidos, instituye una nueva barrera de clase, que rechaza la mayoría poniéndola en situación de subordinación. La centricidad contractual tiende a ser administrada por los gerentes de centro, progresivamente asociados en esta posición, el conjunto dirigente tiende a autonomizarse. Viene así a constituirse una nueva clase dominante. Pero esta misma crea su propio sepulturero, en condiciones análogas, a pesar de las diferencias, a lo que se produce en el capitalismo. La contradicción se desarrolla al punto que el conjunto de los asalariados se rebela –inversión (renversement) propiamente revolucionaria– y exige que se le otorgue la facultad de asociación y la iniciativa individual. / Pero esta se manifiesta inmediatamente en su contrario. La antigua clase dirigente, reconvertida, se erige en la vanguardia del liberalismo. Recurre al capital extranjero, que se instala en los lugares estratégicos. Frente a lo cual los explotados no dejan de agruparse nuevamente, reclamando garantías de existencia, una realización concreta de la libertad y de la igualdad. Y ya de nuevas asociaciones emergen, exigiendo un control del centro, un proyecto organizado de bien común. He aquí que estamos en el punto X’23.

He aquí los contornos, y los retornos, de una lógica epocal que circula de X a X’. Lógica de lo concreto que articula metaestructura con estructura. Lo que Bidet va a llamar “presupuesto metaestructural” habrá que comprenderlo siempre “realmente puesto, y emplazable [posable] en su conjunto en el seno de las diversas relaciones estructurales, es decir de 22 23

Ibid., p. 149. Ibid., p. 150.

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los diversos modos de sociedad moderna”24. ¿Se podrá salir alguna vez de este círculo epocal metaestructural? ¿No aparece así la modernidad volviendo una y otra vez sobre sí misma? ¿Y no aparece el presupuesto metaestructural como aquella “relación real [réel], principio de la relación y del paso” entre unos y otros de los diversos modos de las sociedades modernas, como el giro en la misma escena moderna? Toda salida de esta moderna epocalidad habrá que confiarla según Bidet al reconocimiento de la naturaleza de este círculo: círculo dialéctico irresistible e inacabado de un espacio moderno cuyo centro lo hace girar como un “torbellino”. Esto en contra de un marxismo que nos habría presentado una visión lineal y teleológica de la historia, de un concepto de modernidad que nos habría sido negado, a saber, el de un “conjunto de posibilidades que no existen como tales más que en su cuasi-contemporaneidad”25. Retorno aquí en primer término a una problemática hegeliana, asumiendo la crítica marxiana de la conciliación estatal hegeliana, de acuerdo a la cual “no hay otra estructuración concebible del mundo moderno que aquella que pone en la contemporaneidad el mercado, el plan y la asociación discursiva”. Pero retorno también a una dialéctica no historizada como es el caso en Marx, “que desarrolla las figuras en el tiempo y designa las etapas”, sino más bien que concibe “‘momentos’ de la modernidad que remiten y conducen dialécticamente unos a otros”26. Pero si se ha de superar el esquema teleológico dialéctico que buscaba una salida de la dominación progresistamente, ¿cómo concebir una contemporaneidad que, en su círculo, no nos condene a una misma dominación capaz de cambiar incesantemente de forma? O dicho de otra manera: ¿en qué consiste el centro del “torbellino” que parece mantenernos dando vueltas completas en lo moderno? ¿Completas? Bosquejemos este problema27. Pero antes la siguiente precaución: hasta cierto punto al menos tendremos que “sacarle la vuelta” a la vuelta completa, pues cuando Bidet hable de “retournement”, se nos estará hablando de un giro, de una inversión que, por no dejar de darse la vuelta, no dejará de volver.

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Ibidem. Ibid., p. 151. 26 Ibidem. 27 La metaestructura es “el presupuesto-puesto general, común a las diversas formas estructurales modernas, por lo que suministra el principio de su unidad, de sus diferencias, de sus relaciones, del paso de uno al otro. Suministra el principio de circularidad propio de la modernidad, el que se realiza, sin embargo, en una historia irreversible”. Ibid., p. 52. 25

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Al comienzo de Théorie Générale, en la sección 13: “Le statut ontologique de la métaestructure”, Bidet va a comenzar por exponer el “presupuesto dialéctico” relacionado con la prioridad metaestructural de la contractualidad28. En contra de una interpretación que podría objetarle a la metaestructura una prioridad contractualista capaz de hacer de la dominación un mero accidente moderno, Bidet va a decir que “en la modernidad, dominación, explotación y violencia están fundadas en una referencia metaestructural, a la contractualidad, a la relación libre e igual”29. Examinando el modo de proceder de Marx en la Sección 1 del libro I del Capital, que “expone las relaciones contractuales mercantiles más acá de toda consideración de explotación”, Bidet hace ver que Marx piensa la estructura (de clase) a partir de la metaestructura (de carácter contractual y en que las clases no son todavía consideradas). Lo que va a suceder incluso cuando, ya en la sección II del libro, la contractualidad metaestructural se desarrolle en estructura de clase, invirtiéndose en su contrario (se renverse en son contraire). Tras señalar que no se trata de “una secuencia histórica”, Bidet va a decir lo siguiente: si la metaestructura es primero “una forma (metaestructural) contractual que se la debe poner antes, es porque la relación de clase –que la pone– no puede ser concebida más que a partir de ella, como su ‘giro’ [retournement]: la estructura se constituye (y entonces no se concibe más que) en la inversión [renversement] del principio que ella pone, ella se edifica bajo la forma de la promesa no mantenida, del pacto denegado. Es entonces por el pacto que es preciso comenzar la exposición”30. Es esta una posibilidad de comienzo no radical que no se puede pensar cuando se procede a oponer y a subordinar un término a otro, dándose así las condiciones radicales o reales destinadas a explicar enteramente el fenómeno ideológico. Lo que está en juego aquí en cambio se deja anunciar en relación con este “es preciso”. Si la metaestructura fuera una cosa ontológicamente distinta de la estructura, entonces no sería necesario comenzar por ella la exposición. Lo que puede querer decir lo siguiente: porque no es ontológicamente distinta de la estructura, resulta en cierto modo imposible comenzar antes por la metaestructura, por lo que es preciso comenzar por ella. Es necesario, entonces, pagar la 28

Ibid., p. 33 ss. Ibid., p. 34. 30 Ibid., p. 35. 29

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deuda. Tal puede llegar a ser el sentido de un comienzo, quizás ya no radical, cuando se comienza denegando un pacto. Es este un círculo metaestructural que Bidet entiende dialécticamente a partir de la marxiano-hegeliana “inversión en su contrario” (problemática trabajada por Ruy Fausto en Le Capital et la Logique de Hegel)31. Se trataría simplemente de un giro completo, en 180 grados, como se dice, si no fuera que la inversión completa sigue al mismo tiempo la trayectoria inversa. Y se trataría además de un círculo perfecto, o simple, si no fuera que al enviarse a sí misma la estructura a través de lo que niega, no quedara en cierto modo prendada. Ella se edifica, entonces, sobre la base de una deuda que ella misma deja: el contrato que deniega su firma. Por lo mismo, una teoría de la sociedad capitalista, y en general de la modernidad, desde el comienzo no puede prescindir de aquello que siendo vuelto completamente en su contrario, no deja sin embargo de volver. Es la dificultad de una vuelta completa de la estructura a sí misma, es decir el problema de su constitución. Se anuncia aquí más de una vuelta de lo moderno. El encadenamiento metaestructural exige comenzar por lo que en verdad no ha tenido nunca lugar, por una ficción, o por un presupuesto, puesto que no aparece más que vuelto en su contrario. Y si es este un trascendental histórico que se ha desplegado entre Hobbes y Kant, es a partir de Marx que este trascendental hay que seguirlo desplegando hasta en su vuelta: “Queda esta gran lección marxiana: esta invitación a desplegar este trascendental histórico hasta en su giro [retournement], visto que no es nunca puesto más que en el enfrenamiento entre aquellos que declaran reinar (poseer, gobernar, guiar) en el nombre de la libertadigualdad, y aquellos que declaran que este orden está por realizarse”32. En este sentido, y pese a reconocer en su proceder un gesto análogo a Negri, quien hace del poder constituyente lo que ocupa todo el campo33, Bidet no parece en ningún caso dispuesto a concebir el trascendentalismo como un puro aparato ideológico. De un lado porque, según parece aquí, con Marx el trascendentalismo histórico desplegado hasta en su inversión es el modo mismo en que se despliega la lógica metaestructural moderna. De otro lado porque, según esta lógica, el enfrentamiento estructural no tiene lugar nunca más que en el nombre de la metaestructura puesta por 31

Fausto, R. Le Capital et la Logique de Hegel. Paris, L’Harmattan, 1997. Bidet, Jacques, Théorie Générale, op. cit., pp. 37-38. 33 Cfr. Negri, A. Le pouvoir constituant. Essai sur les alternatives de la modernité. Paris, PUF, 1998. 32

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él mismo, lo que implica, por una parte, que modernamente hablando, amigos y enemigos comparten una misma ficción metaestructural, no teniendo en este punto lugar nunca una “realidad” de la dominación que sea ontológicamente separable de la “ficción” de la emancipación. Por otra parte, también implica que la vuelta de la metaestructura obliga a comenzar por una denegación constitutiva de la modernidad que la abre en contradicción consigo misma desde su centro metaestructural. Finalmente, no hay vía fuera del trascendentalismo que no sea al mismo tiempo una vía histórica, contaminada. Queda por saber, no obstante, si dicha contaminación o encadenamiento histórico, se deja pensar dentro de una dialéctica que ha concebido esta vuelta como un “torbellino” que en su circulación lo arrastra todo hacia (el) sí, o más bien, explora la delimitación de su circularidad a través de un pensamiento que espectraliza su “retorno”. En efecto, bajo la sobrepuja espectral, si “no se puede en definitiva hablar de comienzo más que bajo la forma de lo que (re)aparece”34, es quizás debido a que ni se puede hablar de comienzo ni se puede comenzar a hablar de la forma que (re)aparece. Pero falta todavía para que esta doble imposibilidad entre en escena. Mientras tanto el doble se mantiene agazapado, dando vueltas en la dialéctica, pero trabajando en cosas concretas: “La problemática dialéctica de la ‘vuelta’ [o el giro] lleva a la lógica social de clase propia de la época, lógica que no se da más que en la articulación dialéctica de tres momentos, metaestructura-estructura-política; se comprende entonces como lógica de actores sociales concretos (se trata de pensar lo concreto), y no una abstracta entidad que sobresale”35. De acuerdo a esta exigencia concreta de la dialéctica, el trascendental histórico está ligado “a una época determinada de la producción” y a “procesos inintencionales” a ella vinculados. El trascendentalismo encuentra aquí entonces un encadenamiento histórico tan determinado como azaroso, imprevisible, destructivo. Y si de paso una nube se hace presente (Bidet hace referencia a la nube y su carácter nuboso), no es precisamente para avisar de un precipitación temporal, sino para nublar los contornos de una modernidad masiva a la que difícilmente se le puede reconocer comienzo y fin si no se ha atravesado su consistencia. 34 Bidet, J. Refundación del marxismo, op. cit., p. 314. Traducción parcialmente modificada. [Fr. p. 215]. 35 Bidet, J. Théorie Générale, op. cit., p. 38.

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A esta consistencia pertenece la afirmación (rawlsiana) de la conciencia moderna común “tal como se declara de manera explícita en los discursos que fundan las constituciones”36. Un recurso a la hermenéutica es lo que le permitirá aquí recuperar a este enfoque toda aquella dimensión real de la declaración expresada en lo jurídico moderno, y que Marx no hizo más que debilitar ontológicamente. Se tratará de comprender entonces el conjunto de estas mediaciones como el lugar de los “retournements”. Un poco más adelante, cuando las afirmaciones sobre la “realidad” de la declaración moderna o, más exactamente, de la contractualidad metaestructural, comiencen a ser atravesadas por la ambigua figura del espectro, estas realidades se volverán difusas y a la vez más poderosas que nunca. Pero mientras tanto se trata de establecer cómo hay que proceder filosóficamente para que haya comienzo allí donde lo que hay es una inversión, un giro, una vuelta, un “retournement”. Abriéndose a un tercer camino más allá de la filosofía política clásica (al modo de Hobbes, y en su versión moderna al modo de Bourdieu) que hace del “retournement” una reversión completa de la naturaleza sobre sí misma, más allá de los discursos que hacen de lo universal el punto de partida (ley trascendente en Locke, trascendentalidad del contrato en Rousseau y Kant), Bidet va a hacer del “universal declarado” su punto de partida. Siendo esta una clara opción por el trascendentalismo, la que debemos entender como ya ha sido señalada, vemos a Bidet avanzando sobre su reinterpretación del comienzo en El Capital de Marx y diciendo lo siguiente sobre su enfoque dialéctico: “El enfoque dialéctico, es decir realista, que propongo, concibe este comienzo previo [avant-commencement], la guerra social, en términos de lucha de clases. Pero discierne los factores de clases en las mediaciones contractuales en sí mismas, en su ‘inversión’”37. Agrega enseguida que las contradicciones sociales, cuyo origen se encuentra en la decisión moderna de clase que genera la mediación, no puede abrir la exposición, ya que esta exposición “no se concibe más que a partir de la presuposición de un inmediato primero y de sus mediaciones. El cual sin embargo no se declara más que en el enfrentamiento de clase”38. En esa dificultad de acceder a un comienzo ya comenzado y que ni siquiera se puede verificar desde después, dado que éste no ha tenido 36

Ibidem. Ibid., p.46. 38 Ibidem. 37

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el tiempo suficiente para constituirse, es que se abre el problema del estatuto ontológico del comienzo. En este punto destaco el hecho que Bidet va a interrogar el modo hegeliano de exposición circular con el cual está comprometido Marx. Pero no ya exactamente la línea de la exposición, como se dirá más adelante, cuya circularidad responde al movimiento intrínseco de una exposición que siempre siente la necesidad de anticiparse al fin expuesto. Lo que sucede es que Marx, partiendo de una relación circular entre mercado y capital, intenta buscar una salida ilusoria, en la medida en que tanto su punto de partida como su desarrollo son unilaterales. Su definición de presupuesto conceptual a partir de las “relaciones mercantiles”, que se puede concebir como una etapa histórica anterior al capitalismo propiamente tal, “está ligada a un modo de historización apresurado de la conceptualidad dialéctica que compromete prematuramente toda la teoría en la ruta de la superación de la relación mercantil. No es sino tomando el presupuesto en toda su amplitud, el de la metaestructura, que se puede escapar de este esquema ilusorio de una fase ‘mercantil’ de la historia, del que el capitalismo representaría a la vez el punto de culminación y el punto de ruptura”39. La solución pasa entonces por superar la estrechez historizante de la “fase” mercantil, concibiendo al presupuesto “en toda su amplitud”. Lo que implica también redimensionar el círculo dialéctico, tal que su proceso sea equivalente al de la sociedad moderna en su conjunto. Obviamente, no se trata en este escrito de exponer los términos de esa equivalencia40, pues de lo que aquí se trata simplemente y en primer lugar es de intentar reconocer los contornos (sin pretender aún aquilatar su consistencia) de la decisión de Bidet al momento en que su intento de reconstrucción dialéctica del Capital de Marx se identifica con su inclinación al pensamiento derrideano de la espectralidad, lo que, en segundo lugar, tendría que darnos algunas pistas para saber en qué medida el problema dialéctico del “giro” o “vuelta” trabajado en Théorie Générale, es susceptible de convertirse (¿dialécticamente?) en un problema espectral de estilo derrideano (¿en su contrario?), trabajado en Refundación del marxismo, cuestión que, finalmente y en tercer lugar, debería aproximarnos al menos al siguiente problema metafísico: cuál es el estatuto de un círculo dialéctico cuando parece 39 40

Ibid., p. 51. Valga para este efecto el ejemplo con el cual comenzamos nuestro segundo punto.

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tener que retrotraerse a la línea que imposibilita el retorno de un punto que circula hacia sí mismo41. Mientras intento dilucidar lo primero en los términos señalados, enunciaré algunas dificultades de lo segundo, cuyas repercusiones podrían dejarse sentir desde lo tercero. Todavía en Théorie Générale y en el marco del problema ontológico del comienzo, Bidet va a considerar la dificultad de poder establecer en Marx hacia dónde pasan los valores de igualdad y libertad tras el “giro”42. Marx da a entender bien que estos valores están inscritos en la “arquitectura misma del mundo capitalista” y que se sitúan en la “esfera mercantil”, de la que Bidet va a decir que es aquella en que “uniéndose compañeros los cuales ninguno tiene derecho particular sobre el otro, donde ninguno puede entrar en relación con el otro si no es sobre la base del consentimiento mutuo, el cual asegura la igualdad de lo que es intercambiado”43. Lo que sucede es que Marx, invitando a pensar dialécticamente la relación entre el individuo y la clase social, “no permite asegurar su estatuto pertinente de realidad a las relaciones modernas ‘jurídicas’ de libertad y de igualdad”44. Aunque el capitalismo sea el conjunto de los fenómenos que “se ligan al hecho que la fuerza de trabajo sea mercancía”45, Marx parece determinar que lo abstracto de la esfera mercantil es un irreal, no pudiendo sacar las consecuencias del hecho que eso irreal, el momento de libertad, se ha “vuelto [retourné] en su contrario”. Marx, en este sentido, no es capaz de pensar con toda lucidez sobre este “giro”. “No obstante, me parece –dice Bidet–, que el concepto de ‘giro’ permanece oscuro mientras no se ha teorizado más correctamente, lo que no hace Marx, la naturaleza de la relación entre la esfera ‘abstracta’ del mercado y la más ‘concreta’ del capital, más precisamente, mientras no se ha desarrollado en toda su amplitud la matriz meta/estructural de la modernidad”46. Ahora bien, sacar a luz este concepto que permanece obscuro en Marx, significa poder concebir la moderna relación de clase como “contractualidad ‘retornada’ [‘retournée’]”. Y si lo que esto significa debe poder hacer sentido, entonces 41 Se trata de la relación entre Aristóteles y Hegel, trabajada por Derrida en “Ousia et grammè”, en Marges de la philosophie, Seuil, 1972. 42 Estoy considerando en Théorie Générale lo dicho en el punto F bajo el subtítulo: “Le statut de réalité des rapports juridiques”, pp. 52-54. 43 Ibid., p. 52. 44 Ibid., p. 53. 45 Ibidem. 46 Ibidem.

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habrá que sortear la irrealidad con la que el alegato ideológico suele gravar lo jurídico, en este caso considerando lo que “ha ‘vuelto’” como “simple fantasma”. Antes que “simple fantasma”, una “relación real aunque negada”. A punto de entrar entonces no ya el fantasma de la ideología, sino el otro, el fantasma real (para decirlo quizás abusando un poco de la diferencia), aunque negado. Es decir denegado, como pacto denegado: “como pacto que tiene siempre forma de compromiso, de promesa (pero ya siempre no mantenida [non tenue])”47.

3. El círculo cuadrado del espectro Hay que dejar pasar ahora al “torbellino” en el punto en que fue dejado al comienzo de la segunda parte. Sin embargo, aunque es verdad que Bidet en Théorie Générale no ha concebido el “torbellino” más que como una contaminación trascendental, y esto en contra de Marx mismo y de la plena luz del ideologema del fantasma, al parecer es solo en Refundación del marxismo que el “torbellino” puede ser visto bajo la contaminada luz real-irreal del espectro. Dejar pasar al torbellino equivale entonces a cierta ampliación del dominio de la fenomenalidad, a ampliar la luz bajo la cual aparece la historia. Por una parte, hay que recordar que a la metaestructura se le buscaba una realidad que Marx no le habría concedido, ni tampoco se la habría concedido la crítica a la ideología. Pero si no se la concede, entonces no se puede entender bien qué es la estructura, y más ampliamente, la sociedad capitalista, y más ampliamente aún, la modernidad en su conjunto. Nada menos. Por otra parte, la ampliación de la metaestructura parece consistir en la intervención de una realidad más general en una en principio menos general, la metaestructura en la estructura, lo que puede implicar una cierta abertura de la estructura o la imposibilidad del cierre estructural. 47

Ibidem. Momento comprometedor, o del compromiso en que, paradójicamente, se anuncia cierto des-encadenamiento histórico. Con la aparente soltura de una ficción, la meta-estructura, que no es nada sin la estructura, parece ser producida por una historia que sin embargo no la puede dominar, que la hace retornar incesantemente, de manera tal que esta historia jamás puede contar (con) su fin. Que esta ficción pueda desde dentro de la estructura mantener abierta la historia, es lo que le va a permitir a Bidet ampliar la posibilidad moderna de la dominación y de la emancipación. Cuando la figura del torbellino entre en escena, lo que mostraremos enseguida, ya será casi imposible distinguir la metaestructura de la estructura, o mejor, ésta última todavía va a tener que enunciar la promesa para determinar el cierre estructural de la historia.

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Algo así como lo que Derrida llama, en La escritura y la diferencia, la “estructuralidad de una abertura”, la “trascendentalidad de la abertura” y la “estructuralidad de la estructura”48. Y si, además, se atraviesa estos pasajes trascendentales hasta llegar al capítulo 5 de Spectres de Marx (1993) “Aparición de lo inaparente: el ‘escamoteo’ fenomenológico”, entonces se podrá ver operando estos conceptos a título de “espectralidad”, bajo el auspicio de una especie de fenomenalidad espectral49. Queda por saber qué relación podría haber entre una fenomenalidad metaestructural y una fenomenalidad espectral allí donde la línea de exposición es conducida por un círculo dialéctico. Habrá que tener presente entonces esa antigua problemática metafísica que se organiza desde Aristóteles (en Física IV) en torno a un punto que ya no es un punto sino una línea que se rechaza. Si se sigue aquí a Derrida en Márgenes, en su análisis sobre el punto, la línea y el círculo en Aristóteles, habría que examinar aquella aporía del tiempo que parece solucionarse volviendo circularmente el punto hacia sí mismo no sin poner estrictamente a punto una línea que, necesitándola, podría rechazarlo. En la indicación de la deuda que esta necesidad puede dejar, hemos visto anunciarse antes un comienzo que puede no haber comenzado jamás, si comenzar significa haber saldado la deuda. Lo que anuncia entonces la metaestructura (invertida en su contrario) es el pensamiento de lo que hace volver o retornar la falta del comienzo, en virtud de la cual siempre es preciso comenzar. En este sentido el giro metaestructural parece ser enviado desde el por-venir. Ahora bien, Bidet insistirá en el círculo y en la dialéctica. Pero comprendiendo la dialéctica de otro modo. El torbellino que nos espera conduciría unidireccionalmente hacia ninguna parte, lo cual habla de cierto reciclaje del comienzo que compromete el círculo, reciclaje del comienzo que no puede ser reconocido en el comienzo, puesto que el comienzo “se recicla constantemente en la historia estructural y sistémica, en las tendencias reales, en el curso de las cosas, las luchas de clase y de sistema”50. Haciendo ver que la “complejidad moderna” está al comienzo, 48 Todos estos conceptos en Jacques Derrida, La escritura y la diferencia, Barcelona, Anthropos, 1981 [Fr. L’écriture et la différence, París, Seuil, 1967]. El primero y el segundo vertidos en relación con la fenomenología husserliana. El tercero vertido en relación con la antropología estructural de Lévi-Strauss. 49 Ver Derrida, Jacques, Espectros de Marx, Madrid, Trotta, 1995 [Fr. Spectres de Marx, París, Galilée, 1993]. 50 Bidet, Jacques, Refundación del marxismo, op. cit., p. 309 [Fr. p. 211].

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Bidet muestra que en Marx el análisis de la fuerza de trabajo y del salariado “no proporciona ningún ‘pasaje dialéctico’ al capital”51, es decir que la relación entre lo abstracto de la metaestructura y lo concreto de la estructura, brevemente, la dialéctica del capital hay que comprenderla de otra manera. Bidet procederá enseguida a considerar esta otra dialéctica bajo el tema “La anfibología de la metatestructura”52. Sin embargo, antes de eso Bidet ya ha encuadrado el círculo. Desde el comienzo de la segunda parte titulada “Reconstrucción”, saliéndole al paso a la perspectiva histórica que en El Capital conduce del mercado (capitalista) a la organización común (socialista), Bidet trasunta una triple objeción indicando que en ciertos aspectos el mercado y la organización poseen un mismo estatuto categorial, que son inseparables en la forma moderna de sociedad y que no dejarían de tener lugar al comienzo de su exposición en El Capital. Procediendo a revisar la relación entre mercado y capital, Bidet comienza por establecer que la división entre el modo de producir mercantil y no mercantil ni se deja reducir a la oposición entre economía colectivista y capitalista, ni a la existencia de estas en las sociedades capitalistas. Antes bien, ambos pares “remiten a otro más originario, más abstracto en el sentido de Marx: a la relación entre dos formas mutuamente presupuestas y co-imbricadas al interior de la forma moderna de sociedad: el mercado y la organización”53. Lo que en adelante se va a decir de la relación entre estos “dos polos” bajo los conceptos de “englobancia” (englobance) e imbricación, se confrontará con el modo de proceder de Marx en las primeras secciones de El Capital, en particular, cabe destacarlo aquí, con “la disposición lógico-historicista” que gobierna la exposición de El Capital. De acuerdo a esto, reconstruyendo Marx la estructura del capital en base a los solos ingredientes del mercado y analizando su dinámica tendencial, procede sin embargo a inscribir en ella la organización, “como una organización social racional a priori en el capitalismo”54. Ajeno en principio al proceso tendencial, un proceso histórico-lógico se abre desde un punto que anuncia teleológicamente el retorno de la comunidad pero ya en una fase superior de la historia. Es este un punto de inscripción de la organización en el mercado que anuncia 51

“No es camino, ni momento, ni punto de pasaje ‘dialéctico’ de una forma a otra”. Ibid., p. 303. 52 “R. 2.3 La anfibología de la metaestructura”. Ibid., pp. 304-319 [Fr. pp. 208-218]. 53 Ibid., p. 238 [Fr. p. 162]. 54 Ibid., p. 240 [Fr. p. 163].

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su fin, punto a través del cual Marx, según Bidet, realiza “el deseo de los dialecticistas”. Pero punto también por el que cabe esperar repercusiones históricas si se muestra que desde el comienzo de la exposición, la más abstracta55, una relación entre el mercado y la organización no se deja esperar cuando ésta, no resumiéndose ya en una simple oposición, se presenta a la vez en co-imbricación y co-implicación, es decir en la forma de lo que Bidet va a llamar “el cuadrado metaestructural” (le carré métastructurel)56. Una vez que Bidet ha ampliado el concepto de metaestructura a los dos polos que presupone, se plantea la exigencia de restituirlo a sus dos caras. Cuando se trata de su cara racional o económica se va a tratar de co-imbricación. Cuando se trata de su cara razonable o jurídico-política se va a tratar de co-implicación. Bidet hará ver que Marx desarrolla su teoría del capitalismo sobre la base del polo del mercado, pero según sus dos caras (económica y jurídico-política), quedando la segunda cara en filigrana. Así va a oponer una “contractualidad interindividual” mercantil propia de la sociedad mercantil a una “contractualidad central” propia del socialismo. Tratándose de una “relación extrínseca”, esta oposición remite a dos momentos históricos, no siendo entonces pensada explícitamente en términos de una contemporaneidad teórica, en términos de bipolaridad (meta)estructural. Va a decir Bidet: “Es la bipolaridad lo que le confiere racionalidad al conjunto de la coordinación social racional del trabajo en la forma moderna de sociedad, y no el mercado o la organización. Estos no son ajenos entre sí”57. Desde un punto de vista metaestructural (no real) hay una co-implicación entre lo racional y lo razonable por la cual la presentación del carácter óptimo de la interrelación entre el mercado 55 Va a decir Bidet que resulta conveniente indagar por qué Marx ignora la organización al comienzo de la exposición, construyendo la relación estructural capitalista únicamente analizando la relación salarial mercantil para luego descubrir lo relacionado con la organización tan solo en el marco de las tendencias de la estructura. 56 Cuando Bidet dice: “Es preciso entonces volver a tomar las cosas por el comienzo. Comenzar de otro modo la exposición teórica”, para enseguida proceder a hablar del englobarse y del entremezclarse mutuo del mercado y de la organización, no se deja de escuchar la indicación de un comienzo que debe contar con la necesidad de comenzar. Sin embargo, Bidet pretende decir con ello que no es necesario esperar un momento posterior de la exposición en Marx (así en la Sección IV) para considerar la combinación de estas dos formas de coordinación racional, pues ya en la Sección I del Libro I de El Capital la red de relaciones mercantiles de producción está conformada por empresas “en donde cada una es un no-mercado, un lugar donde los actos de trabajo se articulan entre ellos a través de una organización sistemática que se relaciona con la reglamentación pública organizacional del trabajo, las formaciones, las remuneraciones, las jerarquías, las garantías, etc.”. El que la esfera mercantil no deje de estar sometida a consideraciones organizacionales dice relación con una imbricación entre polaridades que es el rasgo constitutivo de la modernidad. 57 Jacques Bidet, Refundación del marxismo, op. cit., p. 249 [Fr. p.169].

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y la organización solo es posible si a la vez se la presenta como legítima. El cuadrado metaestructural supone una interrogación a fondo de la figura del contrato, la que Marx no habría llevado a cabo. Ahora bien, es siguiendo el orden de la exposición de El Capital que el paso de la metaestructura a la estructura es aquel del “desciframiento de las relaciones reales de una a otra, comprendidas a partir de la primera”58. Esto significa que Marx no puede exponer la relación salarial capitalista, que es una relación de extorsión, sin hacer volver (o retornar) el prespuesto de un acuerdo entre libres e iguales. La explotación capitalista tiene lugar articulada a mediaciones históricas que designan a los explotados como libres e iguales mientras son explotados. “Si el capitalismo no es solamente explotación, sino una explotación bajo un presupuesto de libertad-igualdad-racionalidad, no nos encontramos simplemente remitidos a un comienzo que definiría una pura lógica de la optimidad mercantil cuantitativa, sino a una presuposición (o metaestructura) social más compleja, que implica tanto la organización como el mercado. Lo involucrado es, más precisamente, la relación entre estos dos términos, que no es solo de co-imbricación racional, sino también de co-implicación jurídica”59. Según esto, la metaestructura no es un deber ser opuesto a la efectividad de la estructura, sino una oposición como pretensión que se pone en juego en estructuras reales que, remitiendo incesantemente a ella, también se ponen en juego. Comenzar es, desde entonces, siempre recomenzar. La linealidad de la exposición conduce circularmente al comienzo ya puesto en juego en cada caso. Tal es, según Bidet, el esquema circular de la dialéctica “constitutiva, constituyente, de la ontología social”60. Se comprende entonces que, bajo los términos de una oposición tal, la vuelta (retournement) de la metaestructura sea para Bidet espectral y anfibológica61. Lejos de ser un simple retorno circular (“el prespuesto no es solamente un presupuesto lógico”), la pretensión metaestructural está implicada en ese “torbellino” que se anuncia en las prácticas inherentes a la estructura, en los “acontecimientos que advienen al hilo de las tendencias que ella despliega, en lo arbitrario de las sobredeterminaciones 58

Ibid., p. 304 [Fr. p.208]. Ibid., p. 307 [Fr. p. 210]. Las cursivas son mías. 60 Ibid., p. 308 [Fr. p. 211]. 61 Cfr. “R. 233 El espíritu del capitalismo y el espectro del comunismo”. Ibid., pp. 315-319 [Fr. pp. 215-218]. 59

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y la imprevisibilidad de las coyunturas”62. Y esto, desde el comienzo. No tratándose de un deber sino de una pretensión, la metaestructura es lo que se profiere siempre desde el comienzo, como comienzo. Su discurso será anfibológico. Así “no se puede en definitiva hablar de comienzo más que bajo la forma de lo que (re)aparece”63, es decir, bajo la forma de un cierto fantasma de la oposición. Habría que dejar pasar aquí al espectro. Pero detengámonos un poco antes en la falta de realismo que implica ignorar el hecho de la producción moderna no-mercantil. El rechazo de la trabazón íntima de los polos del mercado y de la organización con la consiguiente historización a la que da lugar en Marx, no haría otra cosa que ocultar el hecho de que una alternativa antinómica del mercado “se encuentra ya inscrita, a título de corolario constitutivo” en la misma estructura de la sociedad moderna. Y esto no atañe solo a la cara racional de la bipolaridad metatestructural, sino también a su cara razonable, es decir a la fase jurídico-política. Así esta falta de realismo equivale a no reconocer una ficción no ficticia que pertenece al orden moderno de la justificación. En los conflictos entre dominados y dominadores están siempre comprometidos derechos e instituciones. La ficción metaestructural marca la estructura volviendo comprensible el actuar humano en la época moderna, y esto, ni indicando un sentido de la historia, ni constituyéndose en el fundamento de las sociedades modernas. Esta marca es lo que hace que los contextos estructurales se les impongan a seres capaces de distanciarse críticamente de ellos, seres movidos por la pretensión de acuerdo universal entre libres. “Iguales y racionales”. Dividida entre la declaración que eso debe ser (según los dominados) y la declaración de que eso es (según la dominación), esta pretensión es anfibológica. La marca de la metaestructura está anfibológicamente marcada según una contradicción práctica inherente a la pretensión. Por lo tanto, la metaestructura es anfibológica según la cara razonable, y antinómica según la cara racional. Es que mercado “y organización en tanto polos antagónicos de la metaestructura están siempre ya allí, disponibles como posibilidades alternativas y diversamente co-imbricables del entendimiento social. Pero no pueden proponerse, salvo con las justificaciones de libertad-igualdad que le son inherentes, porque no se trata solamente de alternativas de entendimiento, que descansan 62 63

Ibid., p. 309 [Fr. p. 211]. Ibid., p. 315 [Fr. p. 215]. Justo antes de R.233. Traducción parcialmente modificada.

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sobre modalidaes de co-imbricación, sino también de justificaciones en razón, procedente de la co-implicación de ambos polos”64. De la co-imbricación a la co-implicación se abre una escena de oposición tan irreductible como imposible entre la metaestructura y la estructura. No pudiéndose desde entonces hablar de comienzo más que bajo la forma de lo que (re)aparece (revient), lo abstracto de la metaestructura se va a oponer a lo concreto del capital pero tejido en el mismo mundo de las estructuras reales. “El espíritu (del capitalismo) viene al hombre moderno como ‘(re)aparecido’, como espectro (del comunismo)”65. No habiendo más que el tiempo real de la estructura, la metaestructura es “lo real-irreal, pasado-futuro, promesa-amenaza, del espectro”66. Y más adelante: “Anfibología de la espectralidad. El espectro del comunismo no aparece nunca sino en la oscilación de su conmutación en su contrario”67. Auspicio aquí tanto de una deconstrucción de la “dialéctica dialecticista” y su finalismo como de la “narración estructuralista” y su realismo. Habíamos dicho que la anfibología mienta cierto fantasma de la oposición. Lo dicho hasta aquí no parece sino confirmar una oposición tan imposible como irreductible. Lo que aparece aquí como espectro es precisamente lo que no aparece más que vuelto (suplementariamente) en su contrario. Es decir, que lo contrario nunca alcanza a constituirse en lo contrario o no alcanza a invertir completamente a la metaestructura. Pero quizá, por ello mismo, ya no se pueda hablar más de oposición. El fantasma de la oposición es lo que todavía hace aparecer la oposición que ya puede no haber. O también así: la estructura misma no aparece más que en deuda consigo misma. Y como habíamos dicho más arriba, bajo la indicación de esta deuda un comienzo puede no haber comenzado jamás, si comenzar significa haber saldado la deuda. Lo que se anuncia entonces es un pensamiento de lo que hace volver o retornar la falta del comienzo, en virtud de la cual siempre es preciso comenzar.

64

Ibid., p. 313. Traducción levemente modificada [Fr. p. 214]. Ibid., p. 315. Traducción levemente modificada [Fr. p. 215]. Ibid., p. 318 [Fr. p. 217]. 67 Ibid., p. 319 [Fr. p. 218]. 65 66

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