EL CARNAVAL DE FUENTES DE ANDALUCÍA

July 24, 2017 | Autor: S. Rodríguez-Becerra | Categoría: Andalucía, CARNAVAL, Cambio social, Fiestas Populares, Fuentes De Andalucía
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EL CARNAVAL DE FUENTES DE ANDALUCÍA Reflexiones sobre los procesos de cambio en una fiesta popular Conferencia: Universidad Pablo de Olavide Campus de Carmona, 2 septiembre, 2004

Salvador Rodríguez Becerra Dpto. de Antropología Social Universidad de Sevilla Introducción 1 La fiesta es consustancial al hombre y refleja real y simbólicamente la cultura de una sociedad. La fiesta es excepcional, recurrente y supone un rompimiento con lo cotidiano. Compartimenta y agrupa el discurrir del tiempo en períodos, lo que se hace en estrecha dependencia con las estaciones, la actividad económica y los ciclos litúrgicos. El carnaval es una fiesta del ciclo de invierno y anuncio de la primavera en el calendario festivo. La fiesta es asimismo, un elemento que identifica a los grupos humanos organizados. La fiesta, según Heers, nace de un grupo y en un contexto sociocultural definido, imponiendo su concepción y resultando un reflejo real que con el tiempo, puede quedar solo a nivel simbólico, y es vehículo de mitos y leyendas (Heers, 1988:7). La cuestión fundamental y última en los análisis sobre las fiestas estriba es tratar de explicar porqué determinadas fiestas se convierten en fiestas mayores mientras que otras son desechadas o relegadas a segundos planos. Estos procesos tienen que ver con la estructura socioeconómica y organización de cada sociedad, pueblo o ciudad pero también, con la estructura, funciones y sentido de las fiestas, y desde luego con la visión del mundo y de los valores que tiene cada sociedad. En concreto, se trata de responder a las interrogantes de por qué el carnaval es la fiesta mayor de Cádiz, la Semana Santa lo es de Sevilla, la Feria lo es para Málaga y el Corpus para Granada. Por qué el peso de la Semana Santa en algunas ciudades, que no es sino el peso de una determinada concepción de la vida y las relaciones con lo sobrenatural ¿Qué factores y vicisitudes históricas determinan este resultado? El carnaval que está datado desde tiempos clásicos, no es único sino que se manifiesta en función de las épocas históricas, los tipos de sociedad y la estructura de clases sociales y forma parte del calendario social y religioso como parte del tiempo estructurado. Se trata entonces de una cuestión meramente nominalista, es decir llamamos carnaval a fiestas que nada tienen que ver entre si, salvo que se celebraban en la misma época o tenían aspectos formales comprables; o por el contrario tiene en su diversidad de épocas y territorios algo en común que permite u obliga a llamarlas así. 1

El prof. David Gilmore (SUNY, USA) es quien mejor ha estudiado esta fiesta en el contexto de la comunidad en la que hizo trabajo de campo en 1973, 1980 y 1991. Por nuestra parte hemos realizado visitas durante carnaval en 1978, 1991 y 2004.

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Julio Caro Baroja que ha estudiado esta fiesta histórica y antropológicamente, ha dado una serie de rasgos que lo han caracterizado hasta los años cincuenta-sesenta del pasado siglo: El carnaval es tiempo de violencia y desenfreno, de inversión del mundo, el mundo al revés: pobres vestidos de autoridades, travestismo de hombres-mujeres, disfraces condenados por la iglesia (Ref. a la boda carnavalesca de Felipe IV. Caro, 1965: 91). Hay juegos específicamente carnavalescos o propios del tiempo de carnaval: Columpio, de Navidad a Carnaval; la bamba, muy usado en Andalucía durante la Cuaresma; manteamiento de animales; peleles: Cascamorras de Guadix-Baza, Peropalo en Extremadura; jerigonzas e injurias contra los viandantes; Lanzamiento de agua, pedreas de huevos fétidos y perfumados, peladillas, salvado, harina, cenizas, tizas, naranjas; bramadores y zumbadores; juegos con ollas: Extremadura y Andalucía. Igualmente, publicar hechos escandalosos y hacer sátira de los secretos, descolocar o robar objetos, ensañarse con determinadas personas como los pobres, arrojar objetos injuriosos, activar los agravios entre pueblos, liberación de la personalidad reprimida, comidas específicas y grasas, gula y excesos, peticiones (Caro, 1965:50-91). El carnaval ha sido sistemáticamente prohibido y reprimido desde los concilios provinciales bajo-medievales pasando por el reinado de Carlos I, los reyes de la casa de Borbón y hasta la Dictadura del general Franco (Apéndice documental 4). Tanto el general Primo de Rivera como Franco lo prohibieron porque atentaba al orden público. El levantamiento de la prohibición de las máscaras se produjo en la década de los cincuenta por algunos alcaldes, ante la insistencia del pueblo, la burla que de la autoridad suponía y la ausencia de conflictos y desórdenes graves. Durante el franquismo el carnaval se presenta como un ritual de rebelión: era el tiempo de las ofensas, los “agravios” y las agresiones verbales. Servía como vehículo de protesta: sus canciones atacaban al gobierno, a la iglesia, a los ricos y a los símbolos que ellos representaban. El carnaval en España fue un rito de inversión politizado, pero no solo esto, porque la agresividad se dirigía en dos direcciones, al menos esto era así en Fuentes, una vertical contra las autoridades y otra horizontal contra las desviaciones morales. En este sentido el carnaval era culturalmente conservador y políticamente revolucionario. En algunas sociedades y durante ciertos períodos fue interclasista y hoy lo es en numerosas ciudades. Las máscaras, mascarones o mascarotes; los cuartetos, chirigotas, murgas, comparsas, coros, que son los nombres que reciben las unidades del carnaval en función del número de componentes, del tipo de música y letras y de los objetivos que persiguen: la máscara es la francotiradora del carnaval, la comparsa busca la sonrisa, la chirigota la risa, la murga los sentimientos, el coro la perfección musical con la combinación de voces. Valgan estas palabras referidas a las máscaras referidas a otros carnavales. La influencia del carnaval de Cádiz e indirectamente de otros, tanto en sus aspectos formales, sobre todo, es clara y puede rastrearse en todos los carnavales andaluces que han sido recuperados. Las máscaras más vinculadas a los carnavales rurales han sido sustituidas por los disfraces. Pero no es solo esto sino también las agrupaciones y los modos de expresarse musicalmente, las cabalgatas, los ensayos, la competitividad en centros cerrados, etc. En suma, su particular estética así como la proliferación de las murgas. Se ha producido la sustitución de las músicas tradicionales por las creadas en Cádiz. Muchos son los andaluces que visitan cada año este carnaval, cientos de miles

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los que lo siguen a través de la TV de Andalucía. No pocos de los iniciadores de estas fiestas en sus lugares de residencia han residido en Cádiz y vivido su carnaval. Cádiz y el Falla se han convertido en el referente del bien hacer carnavalesco, en la universidad del carnaval que expide títulos de legitimidad. El carnaval es una fiesta con ritual muy poco elaborado y cambiante. Las actuaciones personales, especialmente entre las máscaras juegan un importante papel, por ello el sentido del ridículo condicionado por el sentimiento de clase y los conceptos de vulgar y lo culto o elitista son determinantes. Si durante decenios lo principal fue la denuncia política, hoy es la diversión, el “cachondeo”, pasárselo bien, a pesar de la identificación con la izquierda y con las clases trabajadoras. El sentido de la trasgresión –no sólo de la política- es otra característica del carnaval. Aunque la fiesta es siempre un tiempo diferente, en el caso del carnaval es además trasgresión de los roles y del lenguaje. El igualitarismo de la democratización ha influido en los carnavales clasistas. ¿Es necesario seguir trasgrediendo hoy? Creo que siempre. La democracia, el desarrollo, los derechos de los demás imponen que cada día se regule más la vida de todos los ciudadanos. El deseo de traspasar esto límites, siquiera sea circunstancialmente, aunque sea de forma controlada y reglada, parece una necesidad del hombre occidental muy profunda. El carnaval es cortar la calle para cantar. Las nuevas formas de carnaval llevan aparejados la aparición de instituciones y centros de sociabilidad. Las peñas carnavalescas, deportivas, taurinas, flamencas, las hermandades y cofradías, etc. como instrumentos y centros de la vida social, la amistad y de integración de la familia. Las comparsas y coros están abiertos a la integración de la mujer y de los niños, convirtiéndose al menos durante algunos años el referente social y de participación. El carnaval de Fuentes2 fue uno de los pocos en Andalucía que sobrevivió al franquismo; ello lo hace acreedor de interés por los estudiosos de la sociedad y la cultura. El carnaval de la Dictadura3 La situación sociopolítica se caracterizaba por la falta de libertades políticas y sindicales, una alta politización de los trabajadores, anticlericalismo, poder de la iglesia, ayuntamientos en manos de los grandes propietarios o sus testaferros y un alto índice de paro entre jornaleros solo aliviado por la emigración. El Partido Comunista de España y otros grupos de extrema izquierda eran muy fuertes en Fuentes y en otros muchos lugares de Andalucía. El carnaval era la única ocasión en que los trabajadores dispersos por los barrios se encontraban en el centro. Los jornaleros tomaban el centro del pueblo signo de la 2

Fuentes de Andalucía es un pueblo agrícola de unos ocho mil de habitantes, situado en la campiña del valle de Guadalquivir, cerca pero no en el camino a Córdoba y Madrid, basa su economía en la producción de trigo, aceitunas y girasol en un régimen de propiedad típicamente latifundista de base nobiliaria y burguesa. La mayoría de la población son jornaleros sin tierras. El carnaval ha sido el centro del ritual festivo del año en Fuentes de Andalucía (referido en los trabajos antropológicos como Fuenmayor) y ha tenido un carácter clasista, propio de jornaleros. 3 Las fuentes utilizadas para la redacción de este apartado han sido el artículo pionero de Gilmore (1975), el de Rodríguez Becerra (1980) y los datos etnográficos de mi visita de 1978. Ver también Apéndice 4.

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riqueza, el poder y el estatus. La fiesta incrementaba el espíritu de clase, la combatividad de los pobres y su poder imponiendo durante la fiesta sus propias normas en el pueblo. La feria era la fiesta de los otros, los propietarios. El Carnaval era así mismo, el tiempo de sacar los “trapos sucios”, los agravios, la espontaneidad. Constituía el recordatorio de los sucesos públicos acaecidos durante el año. ¡Cuándo llegue el carnaval! Las máscaras iban de un lugar a otro en la calle perseguidas por la policía local y la Guardia Civil; al grito de ¿no me conoces? se escondían y se presentaban a los viandantes. Actitud permisiva del alcalde que censuraba las letras de las murgas. Fin de las prohibiciones tras la caída del Régimen de Franco. La fuerza pública no está presente. En nuestra visita de 1978 pudimos ver muchas máscaras tradicionales con el rostro oculto con pañuelo agujereado, ropa vieja, travestismo, deformación y falsete. Los personajes carnavalescos eran centrales pero marginados. El juego más común era el de ¿No me conoces? entre parejas de mujeres y hombres travestidos. Las agresiones eran solo verbales: “meterse con la gente”. El carnaval permitía decir lo que no se podía decir durante el resto del año por razones políticas, sociales y de género. La calle Corredera como centro social y paseo de las máscaras; el movimiento era del centro a las afueras. Una sola murga salió aquel año y recorría barrios, bares, letras; los letristas eran del pueblo y los textos eran controlados por el alcalde. La cabalgata discurría a lo largo de la calle Corredera y de ella formaban parte las carrozas y las majorettes4. “Los ‘mascarotes’ de toda la vida, los disfraces hechos con cualquier cosa con tal de no ser reconocidos, se baten en retirada. Les ganan por la mano los disfraces colectivos: las murgas, comparsas o chirigotas. El Carnaval de nuestros pueblos ya no es lo que era, pero es que nuestros pueblos ya no son los que eran”, esta frase de Felipe Pedregosa (1993:49) referida a los carnavales de los pueblos y ciudades de Jaén (Úbeda, Linares, Jaén, Torreperogil, Villanueva del Arzobispo, Rus), creo que es indicativa de lo que ha sucedido en los últimos decenios en nuestro país. No puede olvidarse la ambivalencia de los rituales de inversión. ¿Qué pasa cuando los pobres dejan de ser marginados y alcanzan el poder? ¿Cuál es el efecto de los cambios sobrevenidos a la represión social y sexual? ¿Ha perdido el carnaval su agresividad? ¿Ha empezado a ser el carnaval menos pendenciero, provocativo y condenatorio? El carnaval de la transición En nuestra segunda visita el año 1991, con ocasión del rodaje de la fiesta para Canal Sur 5, coincidencia con David Gilmore, pudimos observar los siguientes cambios: A la crisis del carnaval en los años 80, siguió una actuación y apoyo progresivo del ayuntamiento y grupos conservacionistas. El centro político gobierna el país, pero la 4

Las majorettes están actualmente casi desaparecidas y sin embargo estuvieron presentes hasta en la Semana Santa de Setenil como banda de música. Conviene tenerlo en cuenta cuando se habla de aculturación. 5 Serie: Fiestas de Andalucía “El carnaval de Fuentes”, dirigida por y Francisco García Novell y asesorada por nosotros.

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izquierda domina los ayuntamientos en Andalucía. Menos máscaras, alguna de caucho. La máscara se está perdiendo. Sigue usándose el falsete al hablar y meterse con la gente con la frase ¿No me conoces? Se percibe la influencia del carnaval de Cádiz y su estética. El carnaval se desarrolla como antes en la calle y el bar y las murgas aumentan considerablemente: familiares, profesionales. Aparecen nuevos letristas. Igualmente el pueblo sigue siendo el protagonista con trasgresiones como cortar la calle. El mercadillo del martes como creación para aglutinar a los niños y empujar los horarios hacia la mañana, remedo del mercado local. Se siguen haciendo los dulces de piñonates y entornaos y surge el entierro del entornao. Los conservacionistas se quejan y añoran tiempos pasados y les disgusta el lucimiento de los jóvenes, sus hábitos nocturnos y la afluencia masiva a las discotecas. La estética y las fórmulas de Cádiz se incorporan: chirigotas, murgas, teatro. El carnaval de la democracia Los socialistas ganan las elecciones en la mayoría de los municipios andaluces y el gobierno del estado. La extrema izquierda. Económicamente la situación ha cambiado drásticamente, el paro ha disminuido, la asistencia social ha mejorado sensiblemente. En el pueblo se ha alcanzado un igualitarismo sin precedentes. Las diferencias sociales existen pero los enfrentamientos de clases son cosa del pasado. El gobierno socialista del municipio de Fuentes participa activamente en la celebración de la fiesta. La política cultural del ayuntamiento toma la posición de incentivar los deseos de los ciudadanos. Profundos cambios socioeconómicos Las fechas del carnaval se han alterado; ya no es la cuaresma el único referente. Antes eran cuatro días: Domingo, lunes y martes de carnaval y domingo de piñata. Ahora los días de carnaval se sitúan en febrero sin tener en cuenta la cuaresma y pueden llegar a ser hasta nueve días incluyendo dos fines de semana. El pregón del carnaval que abre la fiesta. La fiesta se celebra preferentemente en la noche y hasta la madrugada. Máscaras escasísimas y con la consideración de operación de salvamento del patrimonio patrocinado por las mujeres y por los homosexuales, los grandes protagonistas del carnaval históricamente. El disfraz sustituye a la máscara. Los jóvenes son los protagonistas y cambian los horarios: fiestas nocturnas. Surgen los salones cerrados para oír las chirigotas y murgas, concursos y otros actos. Decaen también las murgas y surgen los disfraces individuales adquiridos o de pinturas La influencia de la iglesia ha desparecido y el sentido penitencial de la cuaresma y la financiación de fiesta corre fundamentalmente por el ayuntamiento: grupos musicales, invitaciones a grupos forasteros, obsequios, etc. Los actos espontáneos no han sufrido grandes cambios: Máscaras hacen gracias y pantomimas en pequeños grupos. Estos actos burlescos, como en el pasado, suelen ser representados por hombres. La reinvención de la tradición Creación del mercadillo en el mercado central dedicado a los niños que intercambian que incluye productos de huerta pero también artículos de humor. El entierro del entornao. El acto incluye un elemento tradicional como es el dulce llamado entornao en un nuevo contexto el entierro del mismo para finalizar la fiesta, al modo del entierro de la sardina. En Trebujena se quema a una bruja. No parece que

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exista tradición anterior sino que se trata de una creación contemporánea. Tiene lugar el último día y supone el cierre de la misma. Se trata de un cortejo de dolientes, viudas y niños que lloran la muerte del carnaval y de entornao (más de 1000 participantes este año). Otra importante novedad es la aparición de elementos que remiten a una conciencia regionalista con base en la reinvención o el redescubrimiento de la cultura andaluza. El andalucismo está presente en el carnaval con un elevado concepto de los valores locales. Esto sirve, según manifiestan ellos mismos, para mantener el modo de vida andaluz con fuerza para así detener el proceso de homogeneización producto de las nuevas tecnologías. En el carnaval del 1973 estos conceptos estaban totalmente ausentes. Esta actitud esta auspiciada por algunos profesores universitarios –muy pocos-, que preconizan que Andalucía no se define por sus diferencias lingüísticas ni étnicas (esta son mínimas) sino por su poderosas y única “cultura” Este mensaje etno-nacionalista procedente de una elite empática parece haber alcanzado a los pequeños pueblos con cierto éxito (Gilmore, 1993:41). El momento presente El carnaval ha recibido ayudas municipales para implementarlo y no frustrar la voluntad popular. El carnaval de hoy muestra de forma más precisa los cambios y los motivos populares, ha perdido su anclaje en la cuaresma, así como la agresividad de años atrás ha desaparecido. Hay menos énfasis en la función punitiva a las desviaciones morales y así las canciones se refieren más a la comunidad en abstracto que a la condena. El sentido lúdico es central: pasarlo bien es el principal objetivo. Ahora, dicen, es más suave y tiene menos picardía y menos violencia ideológica. La hostilidad ha pasado a ser política y se ha hecho más sexual que defiende la masculinidad. Hay una preocupación obsesiva por la sodomía. Las formas de las máscaras han experimentado cambios pero continúan, quizás por un deseo de mantener algo propio y patrimonial. El travestismo masculino todavía predomina, aunque han surgido otros disfraces: burro, palmeras, marcianos, etc. Se imponen los disfraces que son más variados y ricos. El rostro no se oculta como era rigurosamente observado en los años 70. La explicación puede estar en que ya no se trata de ocultarse para “atacar” a otros, sino presentarse de la mejor manera posible, es decir se ha pasado de la persecución al narcisismo. Las mujeres se inclinan por los elegantes disfraces mientras que los hombres prefieren la colcha tradicional. Previamente todos los miembros de bandas y murgas, los poetas, y la mayoría de las máscaras eran hombres. Esto no ha cambiado, las mujeres cumplen el mismo papel la de pasiva audiencia y los disfraces distinguidos; no participan del discurso público. Simultáneamente, las mujeres tiene poder real: hay alcaldesas y concejales, entran en los bares libremente, se retiran a las mismas tardías horas de la movida y las discotecas, etc. ¿Por qué las mujeres permanecen casi invisibles en el liderazgo del carnaval? El carnaval supone hacer el bufón, decir obscenidades, y ello parece incompatible compatible con el concepto de los femenino que se tiene en Andalucía. Las mujeres parecen haber disociado los aspectos políticos y culturales del discurso femenino, que tiene que ver con la necesidad interior de una imagen pública. Los roles sexuales aún suponen una fuerte presión sexual en Andalucía.

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Conclusión El carnaval como forma generalizada de fiesta ha muerto, según Caro Baroja, no así como forma de fiesta concreta e incluso como fiesta mayor de algunas ciudades y pueblos. Al decir de Caro, el carnaval es consecuencia de la cuaresma –hijo aunque bastardo de la cuaresma, dice- y como esta parte del calendario cristiano ha decaído sensiblemente, ha arrastrado al carnaval. Dicho de otra forma, el carnaval tenía sentido por el tiempo duro de la cuaresma, pero en una sociedad secularizada no tendría cabida. Pero, quizás haya que pensar que no era tanto la cuaresma como período de abstinencias como lo que ella simbolizaba de normas y controles, penas corporales y espirituales que imponía la institución eclesiástica y el poder civil que la apoyaba. Desde los años sesenta en que escribió Julio Caro la sociedad española ha cambiado tanto en sus fundamentos económicos como sociales, como no lo había hecho en siglos anteriores, en sus sistemas de creencias, valores y comportamientos; y sin embargo, como no podía ser de otra forma, nuevas y a veces más severas constricciones y exigencias tiene la sociedad actual. El carnaval, no ya como formula única, cumple el papel de liberación periódica que cumplían en otro tiempo las fiestas de locos, el carnaval y otras tantas fiestas carnavalescas. El carnaval no es el mismo en todas las épocas sino que se ha ido modificando en sus manifestaciones, expresiones y funciones; las fiestas, los rituales y las instituciones son siempre históricas y a veces caemos en el espejismo nominalista de pensar que un mismo término ha tenido siempre los mismos contenidos y funciones. El calendario carnavalesco incluye los meses de diciembre a febrero, etapa de intensificación de un ciclo festivo, y era un período no definido a partir de Enero. El tiempo propiamente de carnaval eran los tres días anteriores al miércoles de Ceniza: domingo de carnaval, lunes y martes (Caro, 1965:41 y sigts.), y ya avanzado el siglo XIX se añadiría el domingo de piñata, ya dentro de las cuaresma, por celebrarse este día el baile de este nombre.

Referencias bibliográficas Aguilar Piñal, F., 1966, La Sevilla de Olavide. Sevilla. Cap. El carnaval, pág. 6 Caro Baroja, J., 1965, El Carnaval. Análisis histórico-cultural. Madrid: Taurus Gilmore, D., 1975, “Carnival en Fuenmayor”, Journal of Anthropological Research, 31:331-349 Gilmore, D., 1993, “The democratization of ritual: Andalusian carnival after Franco”, Anthropological Quartely, 66:37-47 Heers, J., Carnavales y fiestas de locos. Ed. Península. Barcelona, 1988. (Ed. francesa, 1983) Montesinos, A. Fiestas populares de Cantabria. (2) Carnavales rurales. Ediciones Tantín. Santander, 1984. Pedregosa, Felipe, 1993, “En busca del Carnaval. ¿A que no me conoces?”, revista Alsur, Jaén, 2ª época, núm., 7, enero-febrero, pp. 49-58 Rodríguez Becerra, S., 1980, Cultura popular y fiestas, en Los andaluces (Drain y otros), Madrid: Istmo, pp. 447-494 Rodríguez Becerra, S., 1992, “El carnaval y lo carnavalesco en las fiestas de Andalucía”, en V Congreso del Carnaval. Actas. Cádiz, Ayuntamiento de Cádiz, pp. 9-21. Roma Riu, J., 1987, “Una reflexión más sobre el carnaval”, en Temas de Antropología Aragonesa, nº. 3, pp. 211-218.

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APÉNDICE DOCUMENTAL 1. Constituciones sinodales del obispado de Jaén, 1511 En las constituciones sinodales del obispado de Jaén se critican determinados comportamientos [carnavalescos], así en la fiesta de Pentecostés, durante la misa se arrojan culebras y lagartos entre las gentes. “Durante las fiestas de San Esteban, San Juan Evangelista y los Santos Inocentes, en las representaciones teatrales [...] acostumbrados algunos a vestirse hábitos contrarios a su profesión; trayendo vestiduras de mujeres y de frailes, figuras de demonios y de otros diversos hábitos poniéndose otras caras sobre las que nuestro señor les dio e diziéndose muchas burlas y escarnios y cosas torpes y feas y deshonestas en que nuestro señor es ofendido e provocan a las gentes mas a lacivia e plazer que a oración y contemplación...” (Constituciones sinodales de 1511. Archivo Histórico Diocesano de Jaén (AHDJ), título III, cap. IV. Citado por Lázaro Damas, Ermitas y santuarios..., en Religiosidad popular, 1989, III: 295)

2. Provisión de Carlos IV prohibiendo el carnaval en toda España, 1807 El Real y Supremo Consejo de Castilla en nombre del rey Carlos IV, en escrito de fecha 23 de Febrero de 1807 ordena que se prohíban los bailes de máscaras en todo el reino excepto en Cataluña: “El Rey ha llegado a entender que en algunos Pueblos del Reino ha habido o hay bailes de máscaras; y habiendo sido esta noticia muy del desagrado de S. M., se ha servido mandar que V. S. I. repita la prohibición de semejantes diversiones a excepción de Cataluña; haciendo el más estrecho encargo para que de ningún modo vuelvan a llegar a oídos de S. M. noticias tan desagradables. Lo que traslado a V. E. para que al momento la circule a las Justicias del distrito de ese Tribunal, y cuide muy particularmente de su puntual cumplimiento, avisando de cualquiera contravención que se intentare contra dicha Real resolución, aunque no debe esperarse que la haya. Lo que comunico al Consejo para su inteligencia y debido cumplimiento. Pamplona 23 de Febrero de 1807.- El Marqués de las Amarillas.- Real y Supremo Consejo de este Reino”. (Fotocopia del documento: Carpeta Carnaval, SRB). 3. El carnaval en Sevilla a principios del siglo XIX “Al aproximarse el carnaval, las ganas de retozar se apoderaban rápidamente de sus asiduos devotos hasta acabar en una posesión completa que duraba los tres días que preceden al Miércoles de Ceniza [...] Los jolgorios de carnaval duran a veces hasta el amanecer de este día, el primero del largo ayuno cuaresmal, que viene a ser un cambio repentino y poco agradable para los que

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no han puesto límites a la ruidosa alegría del período precedente” (J. Blanco White, Cartas de España, carta de 1806) 4. Prohibición del carnaval por el franquismo, 1937 El 3 de febrero de 1937, una orden fechada en Burgos prohibía el Carnaval en todo el territorio dominado por los militares sublevados. Durante la guerra civil las clases burguesas y el nacional-catolicismo mostraban su fuerza ante las posibles críticas populares. En 1939, con el triunfo de las fuerzas del general Franco la prohibición se extiende a todo el territorio del Estado español (Decreto de la Jefatura del Estado). 5. El carnaval de Fuentes en la década de los 70 “La fiesta se desarrolla a lo largo de cuatro días, comenzando el domingo antes de Cuaresma [domingo gordo] hasta el martes, para terminar el domingo siguiente, llamado de piñata. La participación es mayoritaria por parte de la clase baja o jornaleros y mayetes pobres (propietarios) y va descendiendo hasta la clase alta o señoritos, que incluso abandonan la localidad durante estos días. La principal actividad de la fiesta consiste en el deambular de personas y grupos por las dos calles principales disfrazados con exóticos vestidos y máscaras, que generalmente no son sino vestidos viejos, procurando mantener oculto el rostro y abordando a amigos, vecinos y desconocidos. Carece la fiesta de todo tipo de actos organizados previamente, salvo una banda de música, la murga, compuesto por trabajadores con instrumentos propios y que tocan y cantan de bar en bar, en una pandilla de la que también forman parte las mujeres. Los disfraces se preparan algunas semanas antes, pero se guarda el secreto salvo para íntimos y familiares. Se pueden observar algunos patrones, tal como el gusto por el disfraz de mujer en muchos hombres, los estilos orientales para las mujeres y las parejas de novios que frecuentemente practican el travestismo, él como tímida doncella y ella con el traje de camarero o trabajado de alguno de sus hermanos. Todos, por otra parte, ponen voz de falsete para no ser reconocidos. El comportamiento de los participantes se libera y escapa, al menos parcialmente y durante estos días, de la crítica y la murmuración de la comunidad. El juego erótico a nivel de gestos y frases es parte esencial de la fiesta, de la misma manera que la crítica, el insulto y la murmuración pública de acciones y defectos de los que presencian el paso de los mascarones. Así, el comportamiento sospechoso de una mujer casada puede ser insinuado al marido con sonidos y gestos que hacen referencia a su condición de cornudo o anunciando con burlas que un hombre tenga una amante. Otra práctica habitual a lo largo de todo el carnaval es la de dar golpes con palos y cañas, preparados para producir ruidos a otros mascarones y a los viandantes. Esta práctica que puede ser tomada como una forma de agresividad, es consustancial en el carnaval, ya que son muchos los que aprovechan las fiestas precisamente para eso: para molestar a otros paisanos” (S. Rodríguez Becerra, 1980, “Cultura popular y fiestas”, en Los andaluces, pp. 481-482).

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