El carlismo andaluz: Estado de la cuestión

October 7, 2017 | Autor: Caín Somé Laserna | Categoría: Andalusian Studies, Historia Contemporánea de España, Historia de Andalucía, Carlism, Carlismo
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Descripción

EL CARLISMO ANDALUZ: ESTADO DE LA CUESTIÓN

Caín Somé Laserna Universidad de Sevilla

Introducción Como ya señalara Suárez Verdeguer 1 , el siglo XIX español se nos oculta abrumado por una interminable lista de ministros y Ministerios, generales y cabecillas, pronunciamientos, guerra de guerrillas, motines, revoluciones, luchas intestinas, intrigas militares, corrupción, caos. Nada parece tener conexión en esta prolongada crisis. ¿Pero esto es realmente el ochocientos español? No lo creemos así. Sin embargo, parece necesaria una actualización e incorporar nuevos enfoques de análisis a determinados aspectos de nuestra historia decimonónica, que las tendencias historiográficas actuales más en boga han eclipsado. La sobrevaloración de lo liberal ha conducido en muchas ocasiones al empleó de calificativos como furibundos, fanáticos, facciosos, apostólicos, ultrarrealistas, absolutistas, reaccionarios o retrógrados, a la hora de referirse a los carlistas. Dentro de los estudios sobre la política andaluza contemporánea constituye una inmensa laguna todo lo relacionado con las organizaciones políticas de carácter tradicional, en particular, todo lo que hace relación con el fenómeno del carlismo. Apenas una o dos monografías se podrían citar al respecto y eso que el tema es casi tan importante como el de los partidos liberales, más ampliamente tratados por la historiografía contemporánea, puesto que son los tradicionalistas los que van cediendo el terreno, no sin violencia, ante el avance impulsado desde el poder de las                                                              1

SUÁREZ VERDEGUER, F.: «Planteamiento ideológico del siglo XIX español», Revista Arbor, 29 (1948).

1    ISBN: 978‐84‐9860‐636‐2 

organizaciones liberales, como es sabido, de un espectro amplio. Es por eso que se justifica la necesidad de impulsar los estudios sobre este espectro político social, que no ocupa el poder, pero que representa un amplio estrato de la población andaluza. Perseguimos tener una visión real de lo que fue el carlismo andaluz, alejada de las hagiografías conocidas. Uno de los principales obstáculos que hemos encontrado a la hora de abordar la investigación, es el modo disperso en el que se halla. El carlismo es un movimiento que tradicionalmente ha afectado en mayor medida a las zonas septentrionales de España, de ahí, que la mayoría de las monografías en uso apenas dediquen espacio ni tiempo al análisis del fenómeno carlista en tierras andaluzas. Ha sido de suma importancia el análisis crítico de las diferentes obras y documentos, ya que las distintas corrientes historiográficas son tan ideológicamente contrapuestas, que en ocasiones sus textos aparecen con información sesgada. Por ello, ha sido necesaria una importante labor de exégesis de las diferentes obras, y de contrastación de los documentos, que nos ha permitido profundizar en un mayor grado de conocimiento sobre el tema, permaneciendo siempre ajeno a las discusiones ideológicas sobre el carlismo. Insistimos en la importancia del movimiento carlista como un movimiento asentado en territorio andaluz. Por ello, lejos de ser una mera enumeración de sucesos, hemos tratado de elaborar un artículo que nos ayude a entender el movimiento carlista en su plenitud. Para ello, partiremos del análisis de la bibliografía que aborda el estudio del carlismo andaluz, y posteriormente trataremos los problemas a los que todo investigador debe enfrentarse cuando aborda estos análisis.

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Soporte bibliográfico El carlismo ha suscitado siempre interés en los estudiosos e historiadores. De este modo, desde el mismo comienzo de la Primera guerra carlista podemos ver como surge una producción específica, que ya no ha parado hasta nuestros días. Si nos atenemos al estudio realizado por Bullón de Mendoza en el año 1992 2 , exceptuando los años de la primera guerra carlista y los inmediatamente posteriores, a partir de mediados de los años setenta vemos un aumento considerable del volumen de producciones referentes al conflicto civil; de manera que el montante de monografías dedicadas a la guerra desde mediados de los años setenta hasta la actualidad ha superado a la producción desde 1850 a 1970. Los motivos del incremento de la producción tenemos que verlos en el desarrollo de la historia regional, el auge de la historia social, el estudio del papel internacional de España, y la creación de revistas y editoriales enfocadas al estudio del carlismo, tales como la revista Aportes o la editorial Actas. Sin embargo, dentro de esta enorme producción, las obras dedicadas al estudio del primer carlismo andaluz son una inmensa minoría. Ya sea por falta de interés de los historiadores, o por la escasez documental, el tema ha permanecido ninguneado hasta la fecha. A continuación trataremos de analizar cuáles son las fuentes principales. Las divisiones posibles de la bibliografía existente son múltiples: cronológicas, ideológicas, generales o específicas, etc. Nosotros hemos optado por cinco bloques en donde quedan perfectamente encuadradas las diferentes monografías: obras generales referentes al carlismo; obras específicas que abordan el carlismo andaluz; obras sobre la historia general de Andalucía; crónicas coetáneas a los hechos narrados; y diccionarios. 1. En primer lugar abordaremos las obras que con carácter general han tratado el estudio del carlismo, y que por su contenido son susceptibles de ser utilizadas para                                                              2

BULLÓN DE MENDOZA Y GÓMEZ DE VALUGUERA, A.: La Primera Guerra Carlista, Madrid, Editorial Actas, 1992, pp. 5-6.

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abordar el estudio del carlismo andaluz. A grandes rasgos podemos identificar dos grandes ramas del estudio del carlismo, la carlista o tradicionalista por un lado (en realidad, ambas son perfectamente identificables por separado ya que responden en la actualidad a dos adscripciones ideológicas diferentes); y por otro lado, la rama que designaremos como liberal. En las filas de la bibliografía carlista 3 nos encontramos con importantes obras que abordan el carlismo andaluz. La principal obra surgida de las filas carlistas es sin lugar a dudas la Historia del Tradicionalismo Español de Melchor Ferrer que a lo largo de treinta tomos nos aporta una incuestionable cantidad de información, documentos, citas, notas, bibliografía, etc. A pesar de las enormes críticas recibidas, es innegable su papel como obra de consulta obligada para cualquier investigador que trate de acercarse al estudio del carlismo. Si bien es cierto que la obra está plagada de errores (ya sean intencionados o no); y de una marcada ideología tradicionalista, visible sobre todo en sus últimos tomos; y que tiene ya una cierta antigüedad que exige una revisión (la obra se inició en 1942), no es menos cierto que esta ingente obra supone la mayor recopilación documental (junto a la obra de Pirala) hasta la fecha. Su obra ha recibido constantes críticas, sin embargo despojando a la obra del aparato hagiográfico pertinente, nos permite tener una visión más real del carlismo como movimiento general. En su obra se recopilan noticias aparecidas en prensa de difícil acceso a los investigadores, como el Diario de Sevilla 4 , y contiene un enorme esfuerzo por aportar testimonios documentales y orales, que no puede ser ignorado.

                                                             3

En adelante, cuando hablemos de bibliografía carlista, lo haremos indistintamente de la carlista y de la tradicionalista, sin distinguir entre ellas por motivos prácticos. No obstante, haremos las matizaciones pertinentes cuando lo estimemos oportuno. 4 Diario de Sevilla de Comercio, Artes y Literatura. Comenzó a principios de 1829 y se mantiene hasta 1856 (CHAVES REY, M.: Historia y Bibliografía de la prensa sevillana, Sevilla, Imprenta de E. Rasco, 1896, pp. 64-65).

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Para el caso del carlismo andaluz es si cabe más importante, ya que debido a la escasez de fuentes, la enorme recopilación elaborada por Melchor Ferrer nos sirve para documentar aspectos escasamente tratados por la historiografía actual como la sublevación de las Alpujarras, el plan de Malavila o las diferentes partidas que hubo en territorio andaluz. A pesar de que la prudencia obliga al investigador a tratar de contrastar la información aportada por Melchor Ferrer, es indudable que se trata de un punto de partida de incalculable valor documental. En la corriente ideológica contraria, tenemos la obra de Antonio Pirala, principal representante de la línea liberal del estudio del carlismo, con su obra Historia de la guerra civil y de los partidos liberal y carlista, cuya primera edición es de 1858, y que ha sido reeditada en varias ocasiones, y cuyo legado lo han recogido autores como Seco Serrano o Miguel Artola. Esta obra, de incalculable valor, tiene su proyección en la obra Historia Contemporánea. Anales desde 1843 hasta la conclusión de la actual guerra civil, convirtiéndose de este modo, en la obra fundamental para el estudio del carlismo por su excelente aporte documental. Las referencias a Andalucía son de todos modos escasas si exceptuamos la expedición del general Gómez y los episodios de los primeros años de la guerra. También con cierta antigüedad tenemos la Bibliografía de las guerras carlistas y de las luchas políticas del siglo XIX, obra que ha sufrido varias revisiones, pero cuya primera edición data de 1953. Esta obra enciclopédica es del historiador ya fallecido Jaime del Burgo Torres, que con un sesgo marcadamente tradicionalista elabora una recopilación minuciosa de la bibliografía y de la documentación que está puesta al servicio del investigador del carlismo. La obra está concebida a modo de diccionario enciclopédico. En las entradas de Sevilla, Granada, Cádiz o Málaga se nos ofrecen una completísima bibliografía y fuentes para el estudio local, pero también para un estudio

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más generalizado de Andalucía, o incluso por autores o personajes concretos, como por ejemplo, las entradas de Pirala, Guichot o Velázquez y Sánchez. Es por ello que su consulta es imprescindible para conocer el material del que disponemos, sin que ello suponga eximirnos de contrastar, profundizar y ampliar dicha documentación; sobre todo teniendo en cuenta su constatada parcialidad. Es también interesante los listados que se integran en la obra acerca de la prensa carlista, que ordenados alfabéticamente, especifica lugar de edición y año. Otras obras más actuales han abordado el estudio del carlismo a través de síntesis más compactas y manejables, trabajando sobre aspectos determinados como por ejemplo la obra Carlismo y sociedad, 1833-1840 de Francisco Asín y Alfonso Bullón de Mendoza, en donde ya se remarcaba la necesidad de elaborar un estudio social serio sobre el carlismo andaluz. Los autores ya dejan entrever cuales podrían ser las posibles causas del fracaso social del carlismo andaluz, y aborda igualmente el papel que el ejército, la nobleza, la Iglesia y el campesinado jugaron en su configuración. Sumamente interesante es la producción de Bullón de Mendoza en torno al carlismo. Entre sus obras destacamos dos: La expedición del general Gómez (de la que hablaremos más adelante) y La Primera guerra carlista, obra de 1992 que sintetiza todo lo concerniente al primer conflicto civil, dedicándole espacio a los antecedentes carlistas, los efectivos militares, el componente social, las intervenciones extranjeras y la ideología carlista. El nivel de documentación es realmente considerable, y aunque su pretendida objetividad siempre es cuestionable, no cabe duda de que supone una obra de obligada referencia para el investigador del carlismo, y en especial el primer carlismo. Otro historiador que tendremos que tener en cuenta es Josep Carles Clemente, historiador

carlista

(entendiendo

carlista,

separado

ideológicamente

del

tradicionalismo), que destaca en exceso el carácter social y autogestionario del carlismo,

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siempre haciendo uso de una gran base documental. Obras como Los carlistas, o Los orígenes del carlismo nos servirán también como referente; siempre teniendo presente su adscripción ideológica. Un ejemplo de este acercamiento hacia lo social y lo popular que trata de transmitir desde esta corriente carlista, lo tenemos en la autoría designada a Marx de un texto en el que supuestamente habla del carlismo, comparándolo con otras manifestaciones

revolucionarias

europeas

del

siglo

XIX,

otorgándole

cierta

legitimización, de este modo, al movimiento carlista. Sin embargo, en un artículo de la revista Aportes, vemos como ese famoso artículo de Marx no es más que una traducción libre de Jesús Evaristo Casariego para ABC de un texto de Engels sobre las revoluciones europeas, y en donde tan solo se dice del carlismo: «Así, en España, con los vascos, soporte de Don Carlos», y nunca apareció en la obra de Andrés Nin como afirman algunos autores, como Clemente 5 . Por último, antes de finalizar con las obras de carácter general que abordan el estudio del carlismo, hemos de considerar dos autores cuya obra parte desde una postura objetiva y de síntesis. Nos referimos a Jordi Canal, con su obra El carlismo, y a Julio Aróstegui, con Carlismo y las guerras carlistas, de reciente reedición. Ambas obras abordan el carlismo desde una postura de síntesis, tratando de permanecer al margen de las posturas ideológicas enfrentadas, y aunque no dedican especial atención a los hechos regionales, su trabajo es aplicable al ámbito local en muchos aspectos. En Carlismo y las guerras carlistas, en donde también colabora Jordi Canal, éste último afirma la necesidad de abordar trabajos de síntesis y eludir la tentación de confundir la acumulación documental con mejor y más adecuado conocimiento, y plantea la utilidad de la discusión teórica y comparativa, indispensable en el quehacer del historiador.

                                                             5

ALCALÁ, C. «Karl Marx y el carlismo: reflexiones reales o apócrifas», Aportes, 53 (2003), pp. 82-93.

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2. También con carácter general tenemos diferentes diccionarios que recopilan una gran cantidad de información. Destacamos especialmente la obra de Carrasco y Saiz, Icono-biografía del generalato español, que reproduce numerosos datos biográficos de generales españoles del siglo XIX; el Diccionario biográfico de España de Gil Novales; y el Diccionario biográfico de parlamentarios españoles: Cortes de Cádiz 1810-1814 coordinado por Urquijo Goitia, y que representa un pilar fundamental para conocer los orígenes del tradicionalismo español, presente ya en las Cortes de Cádiz; una obra que deberá ser completada con posteriores publicaciones sobre los parlamentarios de 1820-1823. 3. La producción local o regional en torno al carlismo andaluz, como ya hemos adelantado, es escasa. Por ello, a pesar de ser razonable la petición de Jordi Canal de abordar trabajos de síntesis, creemos que en el caso particular de Andalucía, este trabajo de síntesis tiene que venir precedido de un estudio más pormenorizado que nos ayude a tener una visión más real de lo que fue el carlismo andaluz, constatando de este modo la existencia de un carlismo latente en la provincia durante el siglo XIX; contrastando, de este modo, con la creencia común de que el carlismo no llegó a afectar a dicha zona. Buena parte de los autores que han trabajado el carlismo andaluz, lo han hecho desde una perspectiva carlista. Son, por ejemplo, los casos de Fernando García Villarrubia, militante del Partido Carlista; Enrique Roldán González, exmilitar carlista; y Bullón de Mendoza. La obra de Villarrubia, Aproximación al carlismo andaluz en la guerra de los siete años (1833-1840) se trata del primer intento de elaborar una obra general sobre el carlismo andaluz, aunque solo se ocupa de lo concerniente a la primera guerra civil. Se trata de un trabajo que exige hoy una exhaustiva revisión, sobre todo en lo relativo al carácter social, ya que el autor atribuyó al carlismo, un elemento romántico demasiado evidente; llegando a comparar los fenómenos del bandolerismo y de las

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partidas carlistas como dos manifestaciones relativamente semejantes. Por otra parte, su uso excesivo de la obras de Pirala y Melchor Ferrer como fuentes, debe ser sometido también a una revisión más actualizada. No obstante, la obra de Villarrubia se trata del mejor punto de partida para iniciar la investigación del carlismo andaluz, ya que hasta la fecha, se trata del único trabajo de síntesis elaborado. Por otra parte, de Roldan González destacamos las obras Estado Mayor General carlista en las tres guerras del siglo XIX; Un siglo de carlismo cordobés 1833-1893; y Prensa tradicionalista-carlista en la Hemeroteca municipal de Sevilla. Destacamos sus obras, sobre todo, por su trabajo de catalogación, clarificación, documentación y síntesis, que facilita el trabajo al investigador histórico que se acerca por primera vez a dichas fuentes. También contribuyó en el último tomo de la obra de Melchor Ferrer, Historia del Tradicionalismo español, (tomo XXX), pudiéndose de este modo terminar la ingente obra tras la muerte de su autor original. La última obra que vamos a destacar es La expedición del general Gómez, de Bullón de Mendoza, que se ocupa de la expedición del General Gómez con gran cantidad de detalles, y que le convierten en la obra de referencia para conocer los detalles de la expedición. 4. Respecto a las crónicas clásicas, destacamos principalmente su Historia General de Andalucía, la primera historia general de Andalucía, en donde narra numerosos hechos relativos a la guerra civil. No obstante, su obra más importante, en relación a la cantidad de información aportada, es Historia de la Ciudad de Sevilla en donde encontramos narraciones con gran cantidad de detalles, como por ejemplo, la narración de la defensa de Sevilla con motivo de la llegada del general Gómez. Así como numerosos datos dispersos que nos son de gran utilidad.

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Otro cronista importante es José Velázquez y Sánchez, que a través de sus Anales Epidémicos, Anales de Sevilla de 1800 a 1850 y su Memoria del Archivo Municipal de Sevilla, nos narra los pormenores de la vida sevillana en la primera mitad del siglo. Velázquez y Sánchez, y Guichot se convierten de este modo en los dos referentes principales para conocer la Sevilla de la primera mitad del siglo XIX. Sus hechos políticos, sus personajes, sus fiestas, sus glorias y sus penas. También destacamos al periodista sevillano Manuel Chaves Rey, padre del reconocido periodista Chaves Nogales, cuya primera obra, Constancia, es precisamente una novela ambientada en la Primera guerra carlista. Obras suyas como Ambientes de Antaño, Cosas nuevas y viejas o Bocetos de una época, nos ilustran el día a día de la ciudad de Sevilla y de sus gentes, como sintieron la guerra civil, cuáles eran sus inquietudes. Chaves Rey se trata de uno de los mayores representantes de la temática sevillana. La lectura de sus obras supone una evocación romántica y fidedigna de la Sevilla del momento; eso sí, sin caer en el folklore o en el estereotipo. En último lugar tenemos otra serie de crónicas o memorias coetáneas a los hechos bélicos que tendremos que tener en cuenta, como las Memorias de la expedición del General Gómez de Felipe Rivero o la Historia de Don Diego León, obra anónima. Ambas muy útiles por la gran cantidad de datos aportados. 5. El último bloque se compone de un amplio repertorio de obras que abordan el estudio de Andalucía con carácter general, y que nos aportan datos y visiones interesantes para el estudio del carlismo. Dada la magnitud bibliográfica sobre la temática, haremos un breve recorrido, haciendo especial hincapié en aquellas que tratan el caso sevillano. Para el papel jugado por la Iglesia destacamos la obra dirigida por Carlos Ros, Historia de la Iglesia de Sevilla, en donde participan, entre otros, los historiadores Ruiz

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Sánchez o Álvarez Rey. El mismo Carlos Ros se ocupa igualmente de los arzobispos sevillanos en su obra Los arzobispos de Sevilla: luces y sombras en la sede hispalense. También será especialmente importante la obra de Lazo Díaz La desamortización de las tierras de la Iglesia en la provincia de Sevilla (1833-1845) puesto que aporta datos importantes, sobre todo en lo relativo al carácter social del carlismo. Resulta de suma importancia el estudio del papel de la Iglesia en los comienzos del liberalismo, porque no podemos obviar que es precisamente un grupo de esta Iglesia la que apoyará y fundamentará al carlismo. Sobre la implantación del liberalismo tenemos la obra de Fernández Albéndiz, Sevilla y la monarquía: las visitas reales en el siglo XIX, o la numerosa bibliografía de Cuenca Toribio: Historia general de Andalucía; Historia de Sevilla. Sevilla en el siglo XIX; Historia de Sevilla. Del Antiguo al Nuevo Régimen. En estrecha relación con el liberalismo tenemos el desarrollo de las Cortes de Cádiz entre 1810 y 1814. De su estudio se han ocupado numerosos autores, destacando aquí a dos, Moreno Alonso y Juan Sisinio Pérez Garzón. Por último, para terminar con este repaso bibliográfico, destacaremos las obras que se han escrito sobre Fernando VII ya que sus años finales están estrechamente ligados con la aparición del carlismo. Destacamos la obra de Sánchez Mantero, Fernando VII; así como la extensa producción de Suárez Verdeguer, como su artículo Los cuerpos de Voluntarios realistas del año 1956; o la obra de Braojos Garrido sobre el asistente de Sevilla, Don José Manuel Arjona, Asistente de Sevilla, 1825-1833. Con esta descripción no hemos pretendido elaborar una recopilación exhaustiva y pormenorizada de la bibliografía que se ocupa del carlismo andaluz, sino abordar las principales obras de referencia que nos sirven como eje vertebral de un estudio

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sumamente complejo, dada su escasez de fuentes. Hemos establecido pues, un punto de partida.

Problemas a los que debemos enfrentarnos con el estudio del carlismo En los últimos años, los diferentes estudios del carlismo han tratado de afrontar una serie de cuestiones a las que todo investigador de dicha materia se debe enfrentar. A continuación, haremos una valoración de dichos problemas, y como dichos problemas repercuten en lo referente al ámbito andaluz. a) Caracterización social. Resulta de vital importancia diferenciar por un lado a la masa popular carlista, integrada por artesanos, obreros, campesinos y jornaleros, que tienen sus propias reivindicaciones y que constituyen el grueso del contingente carlista; y por otro a la cúpula dominante, al grupo dirigente, que dota al movimiento del aparato ideológico, que fundamenta el entramado cultural. Habrá que tener especial cuidado en no dejarnos llevar por algunas lecturas románticas del carlismo, que ven en el fenómeno carlista un movimiento popular, progresista y autonomista, con especial calado en el mundo rural. Analizar el papel de cada uno de los sectores sociales será pues una de las principales tareas que se deberán abordar. Para el caso andaluz, habrá que diferenciar por un lado al elemento rural, protagonista de muchas de las partidas que recorren el territorio; y al elemento urbano, sostén ideológico del movimiento, y ver las relaciones que se establecen entre uno y otro. b) ¿El carlismo como movimiento de oposición al liberalismo? Desde algunos ámbitos ideológicos se insiste en valorar el carlismo como una pugna confusa e ineficaz contra el orden liberal. Esta pugna por hacer prevalecer una opinión por encima de la otra provoca una inevitable ruptura entre las distintas corrientes historiográficas españolas; y de este modo, se desaprovechan los incuestionables avances que se

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producen en uno y otro “bando”. La investigación histórica se resiente, y por lo tanto, se forman lagunas en el conocimiento. Afortunadamente, hoy día se están produciendo avances en este sentido, surgiendo un nuevo enfoque, más pluralizado, que valora el carlismo como un fenómeno de largo alcance, y que huye de los debates ideológicos. Debates, que por otra parte, están muchas veces vacíos de contenido. En este sentido, Jordi Canal argumenta que:

Si el conocimiento y la compresión del fenómeno carlista han aumentado en las tres últimas décadas no se debe, con algunas contadas excepciones, a las historiografías neocarlista y tradicionalista, sino a una renovación científica de los estudios sobre el carlismo que ha tenido lugar de forma paralela –menos estruendosa y más pausada, con trabajos más elaborados y reflexivos, también con algunas excepciones– y en la que han participado numerosos historiadores españoles y extranjeros, con metodologías, tradiciones e intereses variopintos. Una labor más callada y menos espectacular, pero a la postre, historiográficamente mucho más eficaz, que es lo que de verdad importa 6 .

En cualquier caso, esta renovación historiográfica, consideramos que no se ha terminado de dar en los investigadores andaluces que se han acercado escasamente al fenómeno carlista; que siguen manteniendo cierta posición de recelo hacia el posicionamiento ideológico contrario. Urge la necesidad de nuevos enfoques historiográficos. c) Crisis económica. En esta parcela si que se ha avanzado extraordinariamente, gracias a las múltiples investigaciones realizadas por los historiadores que se han ocupado de la implantación del liberalismo. Estos avances nos ayudan a comprender el                                                              6

CANAL I MORELL, J.: El carlismo: dos siglos de contrarrevolución en España, Barcelona, Alianza Editorial, 2000, pp. 425-426.

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fenómeno carlista y su irrupción junto a la expansión del liberalismo. No se trata pues de una simple cuestión dinástica, sino que en la formación de las corrientes tradicionalistas incide también el factor económico. Además, en el caso andaluz, la crisis endémica que venía sufriendo; unido al enorme gasto monetario que supuso contribuir a la causa militar del ejército nacional por una parte, y defender por otra sus propias ciudades; provocó el retraso de la consolidación del liberalismo en la región. Este retraso nos puede servir para entender por tanto, la posición relegada que ocupará Andalucía en la historia posterior, y que se extiende prácticamente hasta nuestros días. d) Conversión del carlismo, desde el movimiento de protesta con el que se inició la primera guerra carlista, hasta la formación de un partido político. Inicialmente el carlismo no surge como partido político, sino más bien como planteamiento político alternativo a la monarquía liberal. Sin embargo, a medida que la guerra fue avanzando en las zonas del norte se fue configurando lo que muchos autores llaman el «Estado carlista». Pero este fenómeno no se dio en el resto de España. Tendremos que esperar a la segunda mitad del siglo XIX para que surgiese un partido de tendencia tradicionalista. Se trató de un grupo minoritario, cuyo núcleo programático se encontraba en el norte de España, con un profundo carácter antiliberal y antidesamortizador. También en Andalucía vamos a contar con un Partido Carlista que presenta candidatura con escasa fortuna, puesto que no consigue ninguna acta en las elecciones en las que se presenta 7 . En cualquier caso, lo que nos debe llamar la atención, es su incorporación, aunque de manera residual, al juego político e) Propaganda ideológica. Existe en este punto una inmensa laguna sobre la primera guerra carlista, propiciada por la pérdida de todo testimonio físico de la propaganda que las fuerzas liberales incautaron en repetidas ocasiones a lo largo de la                                                              7

CUADRADO, M.: Elecciones y partidos políticos de España. 1868-1913, Madrid, Editorial Taurus, 1869.

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guerra. Sabemos que debía existir precisamente por esos testimonios que aparecen relatados en las principales crónicas y anales. Destacamos por ejemplo toda la información, proclamas carlistas, propaganda y documentación incautada al arzobispo Cienfuegos en el registro en el Salvador 8 . A pesar de que en un principio pudo eludir el juicio, finalmente fue confinado en Alicante. A partir de la segunda mitad del siglo XIX si que gana enteros la propaganda ideológica, sobre todo con la generalización de la prensa. Sin interrupción, desde 1852 con El observador, y hasta la actualidad, no ha cesado la irrupción de la prensa tradicionalista-carlista. Revistas como La Cruz, La Semana Católica o La Revista Católica, y prensa como El Oriente, La Boina o Diario de Sevilla son algunas de las referencias básicas del tradicionalismo en la prensa sevillana. De todos modos, tenemos que tener en cuenta que no hablamos de una prensa de masas, sino más bien de una prensa de notables, de intelectuales, de tirada muy reducida, y con una superioridad aplastante de la prensa política por encima de cualquier otro campo. f) Semejanza con otros procesos contrarrevolucionarios europeos. En este sentido, la realización de Congresos periódicos supone una oportunidad de avanzar en este terreno del conocimiento. Sin embargo, en el ámbito andaluz, no hay por el momento estudios comparativos reseñables, en lo que al carlismo se refiere. g) Insistiremos en un apartado apuntado anteriormente: la superación del legitimismo dinástico. Queda constatado que los principios que fundamentaron el carlismo ya estaban apuntalados mucho antes de 1833, del mismo modo que ya se había formado una camarilla palaciega contraria al reformismo de María Cristina, antes también de la muerte del monarca Fernando VII. Por lo tanto, no podríamos comprender                                                              8

VELÁZQUEZ Y SÁNCHEZ, J.: Anales de Sevilla de 1800 a 1850, Sevilla, Imprenta y librería de Hijos de Fe, 1872, p. 424 (reedición de 1994, Ayuntamiento de Sevilla).

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en su completa magnitud el fenómeno del carlismo si lo entendiéramos tan solo como un movimiento eminentemente dinástico. Se trata pues, de un movimiento que conlleva elementos culturales, ideológicos, económicos y políticos, y en donde la cuestión dinástica, lejos de ser el eje vertebrador, se convierte simplemente en la excusa. El casus belli. h) Por último, con la reconfiguración de las derechas en la Segunda República vemos como el carlismo se constituyó como una de las fuerzas políticas principales. En la zona vasco-navarra el carlismo contaba con una extensa y organizada infraestructura que explica que estuvieran preparados para asumir este nuevo rol político. Sin embargo, en Andalucía pudiera parecer, tal como afirma Martin Blinkhorn 9 , que más que al renacimiento del carlismo andaluz, estamos asistiendo al nacimiento del mismo. Nada más lejos de la realidad. El carlismo andaluz mantuvo una sólida estructura ideológica que si bien no fue suficiente para consumar un proyecto político sólido a lo largo del siglo XIX, si que lo fue para mantener y preservar unos ideales y una ideología que llegan al siglo XX plenamente vivos. ¿Cuáles son los factores que explican su pervivencia? González Calleja 10 ha profundizado a este respecto sobre algunos puntos que veremos a continuación: - Adaptabilidad, lo que le permitió múltiples alianzas con el liberalismo en ocasiones en las que así fue necesario para subsistir. En el caso andaluz es si cabe más evidente, ya que como ya hemos apuntado anteriormente, gran parte de la nobleza consiguió mantener su status gracias al acercamiento hacia las fuerzas liberales. - Inconcreción programática oculta tras una pretendida firmeza en los valores tradicionales: dios, patria, rey y fueros. Esta inconcreción programática tiene mucho que

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BLINKHORN, M.: Carlismo y contrarrevolución, Barcelona, Editorial Crítica, 1979, p. 202. GONZÁLEZ CALLEJA, E.:«Historiografía reciente sobre el carlismo: ¿el retorno de la argumentación política?», Ayer, 38 (2000), pp. 275-288. 10

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ver con la capacidad de adaptabilidad política comentada anteriormente. Su máxima manifestación llegará ya en las postrimerías del siglo XIX con la escisión integrista. - Adhesión popular. Incuestionable, aunque susceptible de ser matizada. El mensaje carlista tuvo cierta respuesta popular, sobre todo en el primer carlismo. Entendemos que cierto respaldo ha debido tener, cuando todavía en los tiempos convulsos que corren actualmente, sigue vivo, no sin alteraciones, el ideal carlista. - Reproducción del mensaje carlista. La inculcación de sentimientos, valores morales, mitos, rituales o símbolos desde los diferentes mecanismos de reproducción, ya sea la prensa, la propaganda o el discurso. Algunos estudios nos hablan de la importancia de la mujer en la propagación del ideal carlista en sus hijos. No en vano, el respeto a la familia tradicional es uno de los valores morales mejor conservados por el carlismo, en dónde la mujer desempeña un rol importante. - Mitificación de actos y personajes. Muy relacionado con el anterior, tenemos la mitificación de determinados personajes históricos del carlismo como Zumalacárregui o Cabrera; así como de determinadas localizaciones geográficas o actos políticos como Quintillo o Montejurra. La repetición constante de esta iconografía ayuda también a entender el mantenimiento a través del tiempo del ideal carlista.

Cuestiones pendientes Para concluir el presente trabajo, retomaremos nuevamente a Jordi Canal, que nos presenta una serie de problemas y cuestiones 11 que quedan pendientes de resolver: -

Los vacios de conocimiento, que afectan sobre todo a periodos concretos de la historia del carlismo, como es el caso de la etapa de entreguerras de 1840 a 1850, un periodo de pobreza documental en cuanto a su número,

                                                             11

CANAL I MORELL, J.: El carlismo: dos siglos de contrarrevolución en España, Barcelona, Alianza Editorial, 2000, pp. 431-436.

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especialmente en la región andaluza. No hay que confundir la escasez de documentación con la falta de movilización carlista, aunque en cualquier caso, ésta debió darse con un carácter casi residual, y desde el ámbito privado más que del público. Es decir, algunas de las personas que comulgaron públicamente con el liberalismo, eran en realidad carlistas en su vida personal. Por ello, por ejemplo, cuando el carlismo cosecha sus victorias (por efímeras que estas sean), sus partidarios resurgen de nuevo. De este modo podemos constatar a muchas de estas familias carlistas, que de puertas para fuera son liberales. Muchos de estos ejemplos los tenemos en familias de la nobleza, como por ejemplo, el Marqués de Gandul. -

Acabar con los prejuicios en algunos análisis históricos, independientemente de su adscripción ideológica. Estos prejuicios no solo afectan a la derecha, sino también a la izquierda. Por ejemplo, es muy frecuente comprobar como desde la izquierda rechazan reconocer el carácter contrarrevolucionario de los campesinos y jornaleros.

-

Por último, como ya apuntáramos anteriormente, existe una necesidad urgente de emprender trabajos de síntesis. Trabajos en los que el carlismo andaluz no sea concebido como un hecho aislado, sino vertebrado dentro de un entramado mayor que serían los diferentes procesos contrarrevolucionarios europeos. Esto, sin embargo, no exime de profundizar en el estudio del carlismo andaluz, partiendo desde trabajos regionales, pero eso sí, sin perder nunca de vista el todo al que pertenece.

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